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Cibercultura y las nuevas nociones de privacidad

Cibercultura e novas noções de privacidade

Cyberculture and the new notions of privacy

María Belén Albornoz*


* Magíster en Comunicación y Políticas Públicas de Internet. Profesora asociada de Flacso, Quito (Ecuador). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este artículo pretende analizar las paradojas de las nuevas nociones de privacidad que la cibercultura parece estar configurando, desde una aproximación sociológica del ciberespacio. Mientras fuera de la red somos cada vez más celosos de nuestra privacidad y reclamamos nuestros derechos ante las nuevas políticas globales de prevención del terrorismo, en los mundos virtuales vamos perdiendo la capacidad de distinguir entre lo público y lo privado que tanto valoramos fuera de ellos.

Palabras clave: privacidad, internet, Second Life, Youtube, Hi5, sistemas culturales.

Resumo

Este artigo pretende analisar as singularidades das novas noções de privacidade que a cibercultura parece estar configurando, desde a aproximação sociológica do ciberespaço. Enquanto fora da rede somos cada vez mais ciumentos de nossa privacidade e reclamamos de nossos direitos perante novas políticas globais de prevenção ao terrorismo, em todos os mundos virtuais vamos perdendo a capacidade de distinguir entre o público e privado que tanto valorizamos..

Palavras-chaves: privacidade, internet, Second Life, Youtube, Hi5, sistemas culturais.

Abstract

In this article we analyze the paradoxes of the new notions of privacy that cyberculture seems to be configuring, from a sociological approach to cyberspace. While off line we are more jealously every day of our privacy and claim our rights when facing the new global policies against terrorism, in the virtual world we lose the capacity to differentiate between the public and the private, aspects that we value when off line.

Key words: privacy, Internet, Second Life, Youtube, Hi5, cultural systems.


La cibercultura, entendida como el conjunto de sistemas sociotécnico- culturales que tienen lugar en el ciberespacio (Lévy, 2007: XV), empieza a transformar los imaginarios y los discursos de los cibernautas a través de saltos e interacciones constantes entre la interfaz y el "mundo real". Las prácticas en línea comienzan de este modo a desbordar la virtualidad y a irrumpir en la realidad de los sujetos más allá de lo imaginado.

Las transformaciones que estamos presenciando en estos estados de zapping actitudinal entre lo virtual y lo real, van configurando nuevas nociones del "ser" y novedosas expresiones y modos de representación del sujeto en línea.

Internet, más que una tecnología de comunicación, va constituyéndose en la tecnología de representación por excelencia del nuevo siglo. La inicial construcción ficcional del yo, que caminaba de la mano con el anonimato, está siendo sustituida allí por la reconstrucción y el reconocimiento del sujeto en sus prácticas virtuales.

Si bien el anonimato no ha desaparecido y más bien se ha constituido en una práctica apoyada por padres de familia, periodistas y otros actores sociales como un modo de proteger a personas que pueden correr riesgos si se exponen en la red; el surgimiento de la web 2.0 está potenciando la exposición del sujeto y su entorno sin más mediaciones que la interfaz. Las prácticas de subir videos de la familia y de los amigos a Youtube, o de recrear los momentos y los encuentros personales más importantes en Myspace, Hi5 o Facebook, tienen implicaciones que merecen ser analizadas.

Las nuevas formas de representación que estamos presenciando en Internet, están contándonos cómo los cibernautas están modificando nociones que fuera de ese espacio parecen no cambiar. Este punto de quiebre entre el mundo real y el virtual se hace evidente cuando analizamos las nociones de privacidad que circulan en el ciberespacio y su contraposición fuera de la interfaz.

Consideración inicial

No caer en la tentación de considerar lo virtual y lo real como categorías opuestas.

En primer lugar, porque la cultura digital es en gran medida una extensión de la cultura fuera de la interfaz, donde lo virtual efectivamente propone "otra" experiencia de lo real que nos obliga a "una mejor comprensión de los lazos y nudos que enlazan las realidades y las apariencias, las ilusiones y los síntomas, las imágenes y los modelos" (Quéau, 1995: 79). Lo virtual no sustituye a lo real, lo representa, es un laboratorio de experimentación ontológica que nos obliga a renunciar al apoyo de las apariencias y nos vuelve cazadores de lo real en bosques de símbolos.

En segundo lugar, porque no es posible separar tecnología, cultura y sociedad como actores autónomos e independientes, puesto que esto significaría entender lo humano independientemente de su entorno material y de los signos e imágenes que dan sentido a su vida y a su mundo. "Por lo mismo, no se puede separar el mundo material –y aún menos su parte artificial– de las ideas a través de las que los objetos técnicos son concebidos y utilizados, ni de los humanos que los inventan, los producen y se sirven de ellos" (Lévy, 2007: 6). Por tanto, la línea que divide los mundos reales de las realidades virtuales tiende a difuminarse con los avances de las capacidades de simulación que nos ofrece la tecnología y su respectiva apropiación por parte de los sujetos, provocando nuevos imaginarios y ofreciendo espacios a nuevas experiencias que no serían posibles sin los adelantos tecnológicos.

Los primeros pasos hacia la construcción de mundos paralelos

Una forma de comprender las ideas que capturan la imaginación de la cultura es el estudio de la manipulación de ciertos objetos que las acompañan. Entender cómo ciertas ideas se han naturalizado en la cultura popular implica explorar sus artefactos tecnológicos, no desde sus diseñadores y desarrolladores, sino desde las maneras en que son experimentados por los públicos: "Los ordenadores no se estarían convirtiendo en unos objetos culturalmente poderosos si la gente no se enamorara de sus máquinas y de las ideas que las máquinas comportan" (Turkle, 1997: 63).

Así se inicia el intercambio entre los condicionamientos del artefacto tecnológico y la construcción social del mismo. Los artefactos tienden entonces a reproducir o a reconstruir las ideas vigentes. Tal es el caso de la estética del computador que recoge, por ejemplo, algunas de las características de lo posmoderno señaladas por Jameson: la preferencia de la superficie por encima de la profundidad, de la simulación por encima de lo real y del juego por encima de lo serio (Jameson, 1995). El poder que el artefacto ejerce sobre los sujetos puede también ser explicado por la capacidad de juego, experimentación y evocación que contiene.

La simulación entonces parece ser una de las principales puertas de entrada para ocupar los espacios virtuales y llenarlos de contenidos. En un principio los chats públicos, las listas electrónicas, y más tarde las plataformas MUD1, Hi5, Myspace, Youtube, Facebook, entre otras, se configuraron como espacios de socialización, de construcción de identidad, de juegos de rol y de desarrollo de redes sociales.

Por una parte, la simulación implica el aislamiento físico y la intensa interacción con otras personas (o artefactos, tal es el caso de los avatares de inteligencia artificial), y por otra, la vida en la pantalla no tiene referentes físicos simples, es decir, en el simulacro se trabaja con copias de cosas que ya no tienen originales en el mundo real. Estas transformaciones funcionan como un anillo de Moebius donde los imaginarios sobre lo real y lo virtual se intercambian constantemente. Los juegos de simulación van configurando de este modo, mundos paralelos donde el anonimato, la privacidad, la credibilidad, la confianza tienen versiones diferentes a las del mundo fuera de la Red.

No todo en el ciberespacio es simulación, sin embargo, sus interfaces han provocado desde el inicio la adopción del anonimato y las posibilidades de construir personalidades ficcionales. El grado de anonimato puede variar en el uso de los espacios virtuales y en las intenciones que están detrás de los mismos. Y del mismo modo, el grado de anonimato tiene una influencia muy importante en nuestra conducta pues "conduce a la desinhibición o relajación de los límites normales que nos impone la sociedad" (Wallace, 1999: 25). De igual modo, el anonimato se vuelve vital en el momento de experimentar con nuestra personalidad en Internet; se pierde la sensación de falsedad y se adquiere la de aventura y exploración. Interesa, por ende, conocer qué se siente jugar con la identidad, experimentar roles distintos y ver cómo reaccionan los demás.

Sin la mentira, la humanidad moriría de desesperación y fastidio, escribió Anatole France en los años veinte. Si lo contrario también fuera cierto y las mentiras provocaran entusiasmo y alegría, habríamos encontrado una razón para el atractivo de Internet. Las características del mundo de la red dan pie a una amplia gama de representaciones y juegos de rol, engaños, medias verdades y exageraciones, sobre todo porque el anonimato y la ausencia de señales visuales y auditivas lo permiten y, al mismo tiempo, nos aíslan de las consecuencias. Y aunque, en el fondo, en la red no somos tan anónimos, la distancia física y la poca presencia social hacen que nos sintamos menos inhibidos, más a salvo de ser descubiertos y un poco menos sometidos al dominio de nuestro superego. (Ibíd.: 25).

Goffman denomina juego de información al ciclo potencialmente infinito de ocultaciones, descubrimientos, falsas revelaciones y redescubrimientos a través de los cuales dedicamos inmensos esfuerzos a producir y sofisticar la imagen que queremos dar a los demás sin que ellos sepan lo mucho que nos requiere (Goffman, 1959). En Internet el juego de información es más flexible por la opacidad del medio y por la posibilidad de cambiar de interfaz si el juego no va bien. Los chats y foros ofrecieron las primeras ventanas de experimentación en los inicios de la Red. Actualmente, con el desarrollo de la web 2.0, los nuevos MUD como Second Life se han convertido en los referentes de los juegos de rol y, por ende, del anonimato en el ciberespacio.

El caso de Second Life

¿Es el anonimato realmente posible?

Second Life es un "mundo virtual" creado en el 2003 por Linden Lab, una corporación privada con sede en los Estados Unidos de Norteamérica. Tiene más de 7.7 millones de "residentes" o avatares2 y más de diez mil personas ingresando como residentes al día desde todas partes del mundo.

Second Life es un caso de estudio desde su creación por la diversidad, sinceridad y pasión que sus usuarios aplican al juego. Sin embargo, este espacio virtual es mucho menos inocente de lo que parece y por ello ha sido analizado por el Electronic Privacy Information Center de Washington (EPIC) en el 2007, en los aspectos referentes a derechos a la privacidad.

La "existencia virtual" en Second Life toca verdaderos asuntos de privacidad de los avatares y sus usuarios dentro y fuera del juego, tal es el caso del anonimato y la reputación de los primeros y su habilidad para controlar quién y cuándo está mirando. Pero los avatares son sujetos de vigilancia de Linden Lab, de compañías de marketing e incluso de la policía, quienes vinculan las identidades (en línea y fuera de ella) y sus comportamientos sin que los residentes tengan ningún conocimiento de ello. Lo que vuelve a Second Life especial es que además de ser un juego, ofrece un aspecto económico significativo. Los usuarios de Second Life pueden comprar terrenos sobre los que pueden construir estructuras. Y aunque los residentes no son "dueños" de la propiedad, pueden obtener derechos de propiedad intelectual sobre las estructuras que construyen y pueden venderlas en el mercado. Actualmente se manejan aproximadamente 241.000 dólares en transacciones diarias de moneda virtual "Linden dollars".

La investigación sobre leyes de privacidad y desarrollo realizada por EPIC revela que en Second Life se ha incrementado la prostitución y el uso de drogas porque "en sus segundas vidas las personas se atreven a tomar riesgos que jamás imaginarían en sus vidas fuera de la Web. En particular, la gente puede desarrollar partes de su identidad que no se atreven a desarrollar en la vida real". (EPIC, 2007: 819) Sin embargo, a pesar de la sensación de anonimato que tienen los residentes al actuar a través de sus avatares, sus acciones siempre están bajo el ojo de Linden Lab.

El interés por simular en Second Life es tan grande que compañías como IBM han abierto sus sedes en el mundo virtual, ciertos países como Suecia han inaugurado embajadas y se han trasladado las campañas políticas desde el mundo real hasta esta interfaz. Pero estos fenómenos se basan en el poder de la información que Linden Lab les suministra para que puedan posicionar sus productos y objetivos entre los residentes. Se permiten, en definitiva, enormes interferencias en lugares que son considerados íntimos por los usuarios.

Aunque existe un marco de privacidad de datos que el internauta de Second Life firma al volverse residente, Linden Lab puede realizar los cambios al compromiso legal a su entero arbitrio, sin consentimiento del usuario. Linden automáticamente utiliza cookies3 durante el proceso registro de los nuevos usuarios para obtener información personal que incluye los datos entregados en el registro, el tipo de downloads4 que el usuario realiza, los foros a los cuales pertenece, las listas de preferencia de correo electrónico; información que retiene incluso después de que el usuario abandona Second Life. Además, utiliza como jurisdicción el país en donde los datos son almacenados (USA), adquiriendo la autorización de sus usuarios para transportar los datos personales desde sus países hacia el lugar donde son almacenados, de este modo evade cualquier demanda sobre la privacidad de los usuarios que se inscriben en el resto del mundo.

En el contrato de privacidad, Linden se compromete a no revelar los datos personales de sus usuarios a menos que se le solicite colaborar con un proceso legal; necesite proteger y defender los derechos de propiedad de Linden Lab; deba mantener con urgencia la seguridad del sitio electrónico del usuario, de los residentes de Second Life o del público en general.

Las ilusiones de privacidad

Linden ofrece a sus residentes una serie de opciones para maximizar su privacidad: les permite optar por aparecer offline cuando algún otro residente los busca, ocultar su estatus en línea y su lugar de origen incluso a residentes que han sido añadidos como amigos por el usuario, crear islas privadas para no ser encontrados. Sin embargo, los residentes no tienen la opción de ocultar sus actividades del escrutinio de otros residentes que tienen el nivel de acceso de constructores.

Según la investigación realizada sobre leyes de privacidad y desarrollo realizada por EPIC en septiembre del 2007, Linden indicó a sus residentes que sus sistemas de seguridad fallaron y que fue víctima de acceso ilegal a la información de sus usuarios sin indicar qué tipo de información fue comprometida. Una investigación particular determinó que se había accedido a la base de datos de pagos, exponiéndose los nombres de sus residentes, sus direcciones, información de contacto e información de pago encriptada. Era posible se vincular los avatares con las identidades reales fuera de la red, lo que dejaba a los residentes como posibles víctimas de chantaje o de acoso en el ciberespacio entre otras consecuencias.

¿Cómo varían las nociones de privacidad en Internet?

Mientras Second Life está más enfocado hacia un público adulto, existen otros espacios que son más abiertos y utilizados por un rango de edades flexible como Hi5 o Facebook, y espacios dedicados exclusivamente a niños como el Club Penguin que consiste en un mundo virtual que hace parte de la compañía Walt Disney.

Tanto Second Life como Club Penguin utilizan avatares y basan la estructura del espacio en juegos de rol por parte de sus usuarios. Second Life no restringe los usos del mundo virtual, pero Club Penguin es moderado por jóvenes mayores de dieciocho años que viven en Canadá. En ambos mundos las nociones de privacidad están marcadas por el anonimato y la posibilidad de construir identidades a través del juego.

Sin embargo, Hi5 o Facebook son espacios destinados, en principio, a relacionarse con otros a los que se ha conocido fuera de la Red. Y este primer elemento de confianza en el sitio virtual y en los posibles visitantes de la página es el que desencadena los tipos de empleo del mismo.

El "juego de información" y la construcción de la imagen que queremos presentar a los demás empieza por el ofrecimiento de grandes cantidades de datos sobre el sujeto: su foto en el registro, los álbumes que se cuelgan en línea para compartirlos con otros, los comentarios que los interesados envían y permanecen en el perfil del usuario y que pueden, por ende, ser leídos por cualquier visitante. Sin ninguna percepción por parte del sujeto, los límites de su privacidad empiezan a desdibujarse. Cualquier usuario de Hi5 jamás entregaría a extraños en la calle fotos de su familia o fotos personales, por ejemplo. Pero en línea, lo hace constantemente sin mantener relación con sus conductas fuera de Internet. La naturalización de la sobre exposición de los usuarios en la Red merece ser estudiada, incluso en los mundos virtuales de juegos de rol, pues en ninguno de los casos parecen importar demasiado los riesgos que se corren al entregar datos personales. Incluso no se han presentado demandas colectivas por invasión a la privacidad en el caso de Second Life, ni siquiera luego de que se hizo pública la falla en el sistema de seguridad con la consecuente exposición de los datos personales en línea.

De alguna manera, esto se explica a través de la cesión de la autoridad del sujeto a la simulación y a la aceptación de la opacidad del medio. Starr lo explica del siguiente modo: "Los juegos de simulación no son objetos para pensar sobre el mundo real sino para provocar nuestra reflexión sobre cómo el mundo real se ha convertido en sí mismo en un juego de simulación" (Starr, 1994: 19-29). Ningún usuario se pregunta por las reglas del juego, simplemente se adhiere, del mismo modo que muchas veces se adhiere a las condiciones políticas y a las estructuras del mundo real.

En los mundos virtuales, incluso en aquellos como Facebook, los usuarios se someten al diseño del sitio, se configuran a sí mismos siguiendo las pautas que el sistema les ofrece, en definitiva, participan de un papel determinado, sólo que más imperceptible. ¿Cómo entonces se sostiene la adhesión al rol? A través de lo que Holly Giffin denominó "regla de la conservación de la ilusión" que consiste en que los jugadores se mantienen dentro de sus personajes y olvidan que el contexto (en este caso, el espacio virtual) es una simple ficción (Giffin, 1984).

La facilidad con la que se aceptan los juegos de rol se vincula a las actividades infantiles y al uso de la metáfora en el ciberespacio. Desde temprana edad, el sujeto se inicia a través del juego personificando distintos caracteres; las posibilidades de simulación empiezan mucho antes de conocer la Red, y generan destrezas que luego son replicadas en línea. El éxito de Internet es que ofrece espacios de simulación que apelan a las habilidades previas del usuario para adaptarse a escenarios ficcionales. Y es justamente en la aventura del desdoblamiento que se pierden, entre otras, las nociones de privacidad que tanto valoramos fuera del mundo virtual.

Por esta razón, en el momento de "jugar" firmamos los contratos que nos permiten ingresar al juego sin prestar mayor atención, sin leerlos siquiera, porque la atracción de obtener graficaciones inmediatas es mucho más poderosa que el celo por nuestra privacidad.

Estos son los antecedentes que nos han motivado a desarrollar una línea de investigación sobre el modo como las prácticas virtuales que aparentemente se inician en la interfaz, saltan al mundo fuera de la Red para reconfigurar los juegos de información de los sujetos, a partir de la idea, según la cual, los juegos de simulación no comienzan ni terminan en Internet, como bien lo anota Starr.

La investigación sobre ciberculturas y nociones de privacidad se inició en Flacso-Ecuador en noviembre del 2007 como un primer intento por reconstruir los mapas mentales de los cibernautas frente a determinados espacios virtuales y ante la necesidad de empezar a distinguir "lo privado" más allá de su aspecto legal. Se trata de una apuesta poco común que espera contrastar el escaso interés con el que se ha trabajado este aspecto de las relaciones en línea a través de la etnografía virtual (Hine, 2005). Es, por otro lado, una respuesta a los cuestionamientos planteados sobre las prácticas en Internet de los usuarios más jóvenes, en la sesión final del Foro de Gobernanza de Internet desarrollado en Río de Janeiro en noviembre del 2007, denominada "Asuntos emergentes", donde padres de familia, asociaciones de prensa y académicos se preguntaron sobre los efectos del anonimato y la sobre exposición de los sujetos en la Red.

Es nuestra intención transformar lo familiar en extraño, romper la dicotomía sujeto-tecnología y trabajar la ambivalencia realidad/virtualidad como producto humano (Bauman, 1990). No podemos continuar alimentando las visiones esencialistas de la tecnología y su autonomía de lo social y lo cultural (Feenberg, 1999), pues ello sólo conlleva a dejar fuera de nuestro alcance y conocimiento importantes dimensiones de nuestra existencia.


Citas

1 MUD, abreviatura para Multiuser Dungeon (mazmorra multiusuario). Son entornos de realidad virtual que deben su nombre a los primeros entornos de este tipo que se basaban en el juego de aventuras Dragones y mazmorras.

2 Avatar es una representación virtual creada por el usuario, a través de la cual es conocido por los otros participantes en los mundos virtuales.

3 Cookies son pequeños textos de archivo que se colocan en el browser de las computadoras de los visitantes de un cibersitio con el objeto de almacenar información sobre datos personales y preferencias del usuario.

4 Download señala la práctica de bajar información que está publicada en la Red, a través de archivos y carpetas.


Bibliografía

  1. BAUMAN, Zygmunt, 1990, Thinking Sociologically, Oxford, Blackwell.
  2. ELECTRONIC Privacy Information Center, 2007, Privacy and human rights 2006. A survey of privacy laws and developments, Londres, Privacy International.
  3. FEENBERG, Andrew, 1999, Questioning Technology, Nueva York, Routledge.
  4. GIFFIN, Holly, 1984, "The coordination of meaning in the creation of shared make-believe reality", en: Inge Bretherton (ed.), Symbolic Play, Nueva York, Academic Press.
  5. GOFFMAN, Ervin, 1959, The presentation of self in everyday life, Garden City, Doubleday.
  6. HINE, Christine, 2005, Virtual Methods Issues in Social Research on the Internet, Oxford, Berg Publishers.
  7. JAMESON, Fredric, 1995, El posmodernismo o la lógica cultural del modernismo avanzado, Barcelona, Paidós.
  8. LÉVY, Pierre, 2007, Cibercultura. La cultura de la sociedad digital, Barcelona, Anthropos.
  9. QUÉAU, Philippe, 1995, Lo virtual. Virtudes y vértigos, Barcelona, Paidós.
  10. STARR, Paul, 1994, "Seductions of Sim: Smart Machine", en: The American Prospect, No. 17.
  11. TURKLE, Sherry, 1997, La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet, Barcelona, Paidós.
  12. WALLACE, Patricia, 1999, La psicología de Internet, Barcelona, Paidós.
  13. Sitios electrónicos consultados:

  14. Club de Fans Latinoamericano del Club Penguin: <http://www.clubpenguinla.co.nr/>, consultado el 10 de diciembre de 2007.
  15. Club Penguin: <http://www.clubpenguin.com/>, consultado el 10 de diciembre de 2007.
  16. Facebook: <www.facebook.com>, consultado el 12 de diciembre de 2007.
  17. Hi5: <www.hi5.com>, consultado el 12 de diciembre de 2007.
  18. Foro Gobernanza de Internet. Río de Janeiro noviembre 2007: <http://www.intgovforum.org/Rio_Meeting/IGF2-EmergingIssues-15NOV07.txt>, consultado el 15 de noviembre de 2007.
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Capitalismo cognitivo, trabajo informacional y un poco de música

Capitalismo cognitivo, trabalho de informação e alguma música

Cognitive capitalism, information work and some music

Mariano Zukerfeld**


* Este artículo combina producciones enmarcadas en el grupo de trabajo Ubacyt S105, avances de una tesis doctoral financiada por la beca del Conicet y algunos años de actividad como músico, carentes –por cierto– de todo apoyo económico.

** Magíster en Sociología y Ciencia Política, Flacso. Actual doctorando en Ciencias Sociales, Flacso. Docente de la cátedra Informática y Relaciones Sociales de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Responsable del fracaso de varias bandas de jazz, blues y folclore argentino. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este artículo está organizado en torno a tres secciones. En la primera, se presenta un resumen de nuestro marco teórico para pensar el capitalismo cognitivo, centrado en el concepto de bienes informacionales. En la segunda, utilizando los datos de un estudio de campo, se aplican las categorías esbozadas para caracterizar algunos aspectos del trabajo de los músicos en la actualidad. Finalmente, se extienden las ideas surgidas de la sección anterior y se propone la noción de trabajo informacional para pensar la forma de trabajo que distingue a la presente etapa.

Palabras clave: capitalismo cognitivo, bienes informacionales, trabajo informacional, conocimiento, tecnologías digitales, música.

Resumo

Este artigo é organizado em três seçãos. A primeira mostra uma apresentação breve de nosso marco teórico no Capitalismo Cognitivo, baseada no conceito de Bens Informacionais. A segunda, usando os dados de um trabalho do campo, examina as categorias propostas a fim de caracterizar alguns aspectos do trabalho dos músicos no presente. Por fim, desenvolve-se estas idéias em uma definição do Trabalho Informacional para pensar o tipo do trabalho que distingue a etapa atual.

Palavras-chaves: capitalismo cognitivo, bens informacionais, trabalho informacional, conhecimento, tecnologias digitais, música.

Abstract

This paper is structured as follows. The first section shows a brief presentation of our theoretical framework on Cognitive Capitalism, based on the concept of Informational Goods. The second, using fieldwork results, examines the proposed categories in order to characterize some aspects of musicians' labor at present. Finally, these ideas are broadened into a definition of Informational Labor, given to think the type of labor that distinguishes the present stage.

Key words: cognitive capitalism, informational goods, informational labor, knowledge, digital technologies, music.


Introducción

El objetivo principal de este texto es proponer la hipótesis de que la categoría de trabajo informacional puede ser útil para pensar las actividades laborales típicas de la presente etapa del capitalismo. Sin embargo, esa hipótesis sólo puede formularse luego de dos pasos previos, que se convierten en objetivos secundarios. El primero consiste en esbozar el marco más amplio que venimos elaborando hace algunos años para pensar el capitalismo cognitivo. Como se verá, la categoría de trabajo informacional no puede presentarse escindida de las herramientas teóricas que la encuadran. La primera sección de este texto, en consecuencia, exhibe un marco teórico que integra una tipología del conocimiento, el concepto de bienes informacionales y una de las posibles formas de entender el mentado capitalismo cognitivo. Aunque se trata de un esquema que hemos publicado varias veces, seguramente resulte desconocido –y, al principio, difícil– para los lectores de la revista NÓMADAS. Pedimos paciencia: condensa cientos de páginas de avances de una tesis doctoral. Esperamos, a cambio, ofrecer ideas que puedan conducir a aplicaciones distintas de las que se abordan en estas páginas. En este sentido, cabe aclarar que el texto pretende acompañar los reparos a los conceptos existentes con propuestas alternativas. Preferimos siempre los riesgos de exponer esas propuestas –la interpretación errada o la refutación justa– a la comodidad estanca de la crítica pura: apostamos, así, a que desde Latinoamérica hagamos algo más que adicionarles parches, "peros" y datos a las teorías que importamos. Por otra parte, el segundo paso previo a la formulación de la categoría de trabajo informacional es más modesto y, a diferencia del esquema respecto del capitalismo cognitivo, es un puro insumo. Se trata de recoger algunas ideas surgidas de una investigación cualitativa respecto de las particularidades que presenta la actividad laboral de los músicos en la presente etapa del capitalismo1. A esta tarea está dedicada la segunda sección. Es importante remarcar que la utilización que se hace aquí de dicho trabajo de campo no tiene intenciones de reflejar la totalidad de los resultados obtenidos, ni de generalizar las reflexiones hechas para ninguna población, por más pequeña que ella sea. El trabajo de campo se usa aquí ante todo para poner en movimiento las categorías teóricas, para dialectizar los conceptos. Nos permite ver cómo algunos no encajan con los datos y nos invita a construir otros. Nos lleva, ni más ni menos, que a ensayar hipótesis, a pensar tendencias que vayan por debajo y más allá de los límites del trabajo de campo. En el caso de este artículo, estas hipótesis no tienen por fin narrar las penas y las glorias de los trabajadores musicales, sino rastrear aquellos aspectos de su actividad que los hermanan con otras labores surgidas o en transformación en la actual etapa del capitalismo. Lejos de describir las particularidades de los músicos, buscamos resaltar lo que hay en sus actividades presentes de inespecífico, aquello que les ha traído el capitalismo cognitivo y que nos permite apuntar algunos indicios respecto de lo que llamaremos trabajo informacional. A formalizar esta categoría hipotética consagramos la tercera sección del texto. En ella la definimos y presentamos cuatro de sus características. Así, complementamos las ideas vinculadas al material sobre los músicos con el ejemplo de un tipo de trabajo que está en sus antípodas –y hacia el cual se dirige nuestro próximo trabajo de campo–: el que realizan los teleoperadores de los call centers2. La idea obvia es que los aspectos comunes de actividades tan opuestas posiblemente nos estén hablando de rasgos profundos del trabajo en el capitalismo cognitivo.

Repensando el concepto de capitalismo cognitivo: una propuesta

Desde mediados de la década del setenta el sistema capitalista mundial exhibe de manera nítida un conjunto de profundas transformaciones. Junto con ellas, van ganado visibilidad aparatos conceptuales destinados a interpretarlas. De manera tímida, primero, y abrumadora, después, comienzan a surgir nombres para la nueva etapa3. Nombres sumamente dispares en relación con la sistematicidad de las formulaciones que los sustentan, con las vocaciones políticas que los insuflan y, especialmente, con los aspectos del nuevo período que enfatizan. Pero a partir de mediados de los años noventa se estabiliza como hegemónica la perspectiva asociada con una noción: la de sociedad del conocimiento. Y lo hace al menos en cuatro campos semánticos decisivos: la economía, los medios de comunicación, los organismos internacionales y las políticas públicas. No tenemos espacio aquí para caracterizar tal noción y repasar las cuantiosas críticas que merece4. Basta mencionar que algunas de ellas se desprenden del violento carácter ideológico –en el sentido más tosco del término– que la anima: en cualquiera de sus versiones oculta la especificidad capitalista de la etapa actual, naturalizando una circunstancia histórica y silenciando los conflictos que la constituyen. Por eso, una de las bases más poderosas del concepto de capitalismo cognitivo5 (Boutang, 1999; Rullani, 2000; Blondeau, 1999; Corsani, 2003) radica en su capacidad de ejercer una fuerte crítica a la pretendida neutralidad de categorías como sociedad del conocimiento. Sin embargo, pese a la fertilidad que posee, varias de las formulaciones conocidas de la noción decapitalismo cognitivo presentan sus propias limitaciones. La primera de ellas, sorprendentemente, la hermana con la de sociedad del conocimiento: al definir el momento presente en relación con la centralidad económica asumida por el conocimiento, ambos términos permanecen ciegos al hecho de que todas las formas de organización productiva a lo largo de la historia de la humanidad podrían caracterizarse de ese modo. Que en los últimos años se haya comenzado a prestar atención al papel que ocupa el conocimiento en los procesos productivos, no quiere decir que la eficacia empírica de éste se haya puesto en marcha al compás de ese interés. En la agricultura neolítica, el artesanado medieval o la fábrica fondista, el conocimiento tenía efectivamente una función tan importante como la que se le concede en la actualidad6. Para decirlo de manera simplificada, uno de los errores de algunos de los autores que impulsan la noción de capitalismo cognitivo (continuadora de una tendencia proveniente de Marx y los economistas neoclásicos) es soslayar la importancia de los infinitos conocimientos que subyacen a los procesos productivos manuales, reiterativos y/o físicos. Las manos hábiles del albañil, la cocinera o el músico, no tienen otro timón que el enorme conjunto de saberes hechos carne con los años de labor. De hecho, detrás de la apariencia cosificada de las herramientas, sean éstas palas, ollas o pianos, no sólo se esconde el trabajo que las produjo –y que los marxistas saben reconocer–, también lo hacen, a través de él, astronómicas e ignoradas cantidades de conocimientos colectivos. Esto nos lleva a la segunda limitación de la noción de capitalismo cognitivo, que es la causa de la primera: no conceptualiza con claridad el conocimiento interviniente en los procesos productivos ni sistematiza los diversos tipos que presenta7. Se habla de conocimiento como un ente único y homogéneo, sin distinguir sus variedades y, por ende, sin ver que lo novedoso de la presente etapa es el papel que asume un tipo de conocimiento muy particular. Para intentar superar esas limitaciones, nos abocamos a continuación a presentar una reconstrucción sistemática del concepto en cuestión8. En ella conviven tres operaciones vinculadas a lo anterior: distinguir esa forma particular de conocimiento que entendemos característica del período actual, sistematizar las formas restantes, cuya relevancia para el sistema no es menor por ser añeja y analizar la relación entre una y otras. Pero, empecemos por el principio.

Proponemos definir el conocimiento en su calidad de insumo productivo –en el sentido más amplio posible de este último término– como un tipo de ente que tiene la característica distintiva de que su uso no lo consume, no lo desgasta. Por caso, mientras cualquier rueda en particular tiene una vida útil inexorablemente ligada a la magnitud del uso que se le dé, la idea de rueda (una forma de conocimiento) puede usarse infinitamente sin que su utilidad merme. Llamamos a este rasgo distintivo perennidad del conocimiento9. El desgaste, así, opera sobre los soportes del conocimiento –sobre el objeto que llamamos rueda, sobre el libro en el que el diseño de la rueda ha sido codificado, sobre la mente de los individuos que atesoran tal idea, etc.– y no sobre el conocimiento mismo. Esta idea de soporte, implícita en la noción de perennidad del conocimiento, nos lleva a realizar tres consideraciones. En primer lugar, salta a la vista que el conocimiento sólo puede existir apoyado en algún tipo de soporte. No existe la idea de rueda sin asiento en la conciencia subjetiva, el artefacto giratorio o la representación codificada. De modo que el soporte, en tanto forma corrompible de un contenido perenne, es un mal necesario. En segundo lugar, resulta evidente que el soporte de cualquier conocimiento determina varias de las propiedades que tal conocimiento asume. En este sentido, y siguiendo con el mismo ejemplo, que la idea de rueda exista subjetivamente como representación mental individual, como objetivación en un artefacto determinado o como codificación en un texto, confiere a ese conocimiento posibilidades muy disímiles de, por ejemplo, difundirse, ser considerado eficaz o caer en el olvido. Finalmente, y como consecuencia de lo anterior, parece conducente utilizar los soportes10 como línea divisoria para conformar una tipología de los conocimientos. En cierta medida, pueden verse los distintos tipos como diferentes niveles de agregación del conocimiento, que interactúan entre sí de manera no necesariamente jerárquica o evolutiva. Intuimos que existen cuatro de esos niveles, que exponemos simplificadamente a continuación11.

  1. Conocimiento biológico (CSB12): El nivel más elemental en el que existe el conocimiento es el de los flujos de datos codificados que circulan como información genética, nerviosa o endocrinológica en todos los seres vivos. Distinguimos entre los flujos naturales u orgánicos (como la información genética que porta una semilla proveniente de un fruto natural) y los sociales o posorgánicos (como la información genética de una semilla surgida de la manipulación biotecnológica).
  2. Conocimiento subjetivo (CSS): es aquél en el que el soporte es la individualidad humana, conciente e inconciente. Cabe distinguir entre conocimientos subjetivos procedimentales (aquéllos que se desenvuelven en un hacer corporal o intelectual) y declarativos (aquéllos que pueden expresarse verbalmente)13. De este modo, la habilidad mental de un carpintero para concebir una mesa o su destreza manual para realizarla son ejemplos del primer tipo, mientras que el recuerdo de las medidas de una mesa dada o de las virtudes y defectos de cierto tipo de madera lo son del segundo. Una categoría resultante de diversas dimensiones de los CSS es la de técnica, que definimos como una forma de conocimiento subjetivo procedimental adquirido de manera instrumental y ejercido de manera implícita.
  3. Conocimiento intersubjetivo (CSI): refiere a los conocimientos que se apoyan sólo en las relaciones socialeshumanas; que descansan únicamente en la trama de significaciones esencialmente colectivas. Incluye el conocimiento codificante, (respecto de la fundación y uso de códigos lingüísticos), el conocimiento axiológico (las normas/valores que pautan toda organización social) y, especialmente, el reconocimiento (el conocimiento-de-otros que conforma las redes sociales14).
  4. Conocimiento objetivo (CSO): es el conocimiento social que se halla solidificado por fuera de la subjetividad individual y coagulado más allá la intersubjetividad colectiva. Apelando a la paciencia del lector, en él nos dentendremos. Se divide en dos tipos. En primer lugar, el CSO objetivado, que se manifiesta cuando el conocimiento que está en juego se cristaliza en la forma del objeto soporte. Esa cristalización puede a su vez ser no-instrumental (como el objeto lúdico construido por un niño o la escultura modelada por un artista) o instrumental (como un papel, una herramienta o una computadora). En este último caso estamos frente a una tecnología, definida como conocimiento instrumental materializado en un objeto determinado. De la enorme variedad de tecnologías producidas por la humanidad, nos interesa destacar las tecnologías digitales, que son aquellas que procesan, transmiten, almacenan o generan información digital. Para entender este último término, pasemos al segundo tipo de conocimiento objetivo, el codificado. En éste, el conocimiento involucrado se refugia en el contenido simbólico del objeto soporte y la mayor parte de él puede pensarse como información: textos, imágenes, audio. En particular, distinguimos la información digital (ID) como un conocimiento instrumental codificado binariamente mediante señales eléctricas de encendido-apagado. Llegados a este punto debemos señalar que así como el conocimiento tenía como característica definitoria su perennidad, el rasgo distintivo de la ID es que puede clonarse (es decir, reproducirse de manera idéntica) con un costo cercano a cero (Varian, 1995; Cafassi, 1998; Boutang, 1999; Rullani, 1999). Es decir, la particularidad de la codificación digital como soporte es que permite que el conocimiento que ha sido traducido a él se multiplique con costos marginales casi nulos. Llamamos a esta característica, cuya importancia creemos difícil sobreestimar, replicabilidad de la ID.

Hasta aquí, entonces, un vuelo rasante y atemporal por nuestra tipología del conocimiento. Volvamos con ella a la historia. Los distintos estadios en el desarrollo de las fuerzas productivas se corresponden con la primacía de determinados tipos de conocimiento y con determinadas configuraciones de cada uno de ellos. Marx y Levis Strauss, verbigracia, podrían discutir respecto de si el parto de la raza humana, 100.000 años atrás, se asocia con la conquista del conocimiento objetivo (tecnología) o del conocimiento intersubjetivo (axiológico). Mucho más adelante, hace tan sólo 6.000 años, una nueva cumbre fue alcanzada con la escritura: la objetivación codificada del lenguaje verbal, el nacimiento de la información. Pero la historia de la relación entre los seres humanos y el conocimiento no es sólo la de la conquista de nuevos soportes, sino, ante todo, la de las batallas por la traducción entre los soportes existentes. En efecto, las traducciones –pasajes de un conocimiento desde un soporte hacia otro– son operaciones que hacen tambalear las relaciones de poder preexistentes (tanto en el sentido de potestas, como en el de potentia. Cfr. Holloway, 2002), conflagraciones silenciosas tras las cuales las nuevas geografías del saber decretan victorias y derrotas. En este sentido, un ejemplo mentado –sobre el que volveremos más adelante– es el del taylorismo/fordismo. Los conocimientos subjetivos de los obreros más hábiles (técnicas) fueron, en varias situaciones, codificados en manuales de procedimientos (información). En otras, objetivados en los movimientos de la maquinaria (tecnología). En los dos casos, los trabajadores perdieron el control de sus saberes. En ambos, la traducción fue un medio decisivo que el capital utilizó para domesticarlos.

Ahora bien, como es sabido, en los últimos años se vienen dando una serie de transformaciones alrededor del surgimiento y la difusión de la información digital. Una de ellas consiste en que distintos procesos productivos comienzan a tenerla como un insumo decisivo. Esos procesos tendrán como resultado lo que llamamos bienes informacionales (BI). Esto es, bienes obtenidos en procesos cuya función de producción está signada por un importante peso relativo de los gastos (en capital o trabajo) en la generación de o el acceso a la ID. En todos los casos se trata de bienes en cuya producción los costos de las materias y de la energía son despreciables frente a los de los conocimientos involucrados. Entendemos que hay tres tipos de BI. a) Los BI1, que son los bienes informacionales en sentido más estricto. Tienen la característica de que están hechos puramente de información digital. Se trata de software, música, imágenes, textos, etc. b) Los BI2 presentan como rasgo distintivo que procesan, transmiten o almacenan ID. Se recortan como BI2: los chips (y las computadoras, que dependen de ellos), las fuentes de almacenamiento –como, por ejemplo, discos compactos–, y las de transmisión –como los semiconductores de silicio– de ID. c) Los BI3, que sólo tienen el rasgo general de que la ID es su insumo decisivo, carecen de las características de los BI1 y BI2. Es el caso de todos los productos que resultan de la aplicación de biotecnologías: industria farmacéutica, aplicaciones vegetales o animales de la genética, etc. Es importante notar que si bien la información digital es el tipo de conocimiento- input que caracteriza a los tres tipos de BI, cada uno de ellos porta un tipo de conocimiento- output propio. Así, en los BI1 es también la ID. En los BI2 se trata de las tecnologías digitales (conocimiento objetivo) y en los BI3 de la información posorgánica (conocimiento biológico).

Entre otros factores, la perennidad del conocimiento, la replicabilidad de la información digital, la tendencia descripta por la Ley de Moore15 y la reticularidad de Internet16 llevan a que los BI ocupen un lugar cada vez más importante en la producción, la distribución, el intercambio y el consumo de las sociedades de la actualidad. Por fin, llamamos capitalismo cognitivo (CC) a la etapa del modo de producción capitalista signada por la contradicción entre relaciones sociales de producción orientadas a realizar los tres tipos de bienes informacionales como mercancías, y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas asociado a la ontología replicable de la información digital, que amenaza el estatus mercantil de esos bienes. Por eso, las batallas jurídicas y políticas alrededor de los nuevos cercamientos –materializados en la extensión de las diversas formas de propiedad intelectual sobre los tres tipos de conocimientos que constituyen los BI–, el crecimiento exponencial de esferas públicas no estatales y su captura por parte del capital son algunas de las características bien conocidas de esta etapa. Otra, no menos importante, es el tipo de trabajo que la distingue. A ella dedicamos lo que queda del artículo. Pero ahora, hablemos de música.

Dialogando con el campo: un poco de música

Hace algunos meses desarrollamos una investigación empírica orientada a las categorías sugeridas más arriba en el campo del arte sonoro. Intentamos dar cuenta con ellas de las mentadas esferas de intercambio no capitalista, los problemas de la escasez intrínseca de atención humana, las batallas entre usuarios y compañías discográficas en torno a los MP3, los precios diferenciales, etc. (Zukerfeld, 2007b). Abordamos, así, algunos a los fenómenos típicos del capitalismo cognitivo en relación con la distribución y el consumo de música grabada, un BI1, buscando pistas para pensar lo que ocurre con otros bienes informacionales. Es una historia interesante, aunque conocida y ampliamente elaborada desde distintas perspectivas (Oberholzer-Gee y Strumpf, 2007; Liebowitz, 2003 y 2007; Perrone, 2007). Mucha menos atención se ha prestado a los cambios en la producción de música. En particular, las mutaciones en el proceso de trabajo del músico han tenido poco estudio. Así, nuestro esfuerzo más reciente consistió en preguntar, observar y, ciertamente, participar de las enormes transformaciones que los músicos en tanto trabajadores están viviendo en la actual etapa del capital. Nuestro interés en este punto no estaba tanto en completar el panorama respecto del campo de la música, como en buscar indicios que quizás nos permitieran pensar el trabajo en otros ámbitos del capitalismo cognitivo. Por eso, a la hora de interpretar el material empírico, la categoría de trabajo inmaterial, (Lazzaratto, 1996; Lazzarato y Negri, 2001, etc.) y otras de Hardt, Negri y Virno, parecían ser una referencia estimulante por donde comenzar. Ellas dan cuenta de numerosos aspectos del trabajo en la presente etapa e incluso utilizan metáforas extraídas directamente de la música (Virno, 2003 y 2004). Sin embargo, nos encontramos con varias dificultades. Algunas tienen que ver con la operacionalización de los conceptos. Cada noción es utilizada de manera tan diversa entre estos distintos autores17, y aún entre diferentes textos de un único autor18, que la definición operativa se vuelve escurridiza. En el mismo sentido, el pasaje del discurso filosófico a la contrastación sociológica presenta sus propias asperezas: teorizar sobre algún ejemplo elocuente es más elegante que lidiar con la hostil multiplicidad empírica. Sin duda, la primera tarea es sumamente valiosa –e ignorada por la sociología sumisa–, pero no debe alejarnos de la segunda. Más allá de todo esto, el problema principal al aplicar la noción de trabajo inmaterial a nuestro estudio de campo con músicos –quizá por nuestras falencias al hacerlo–, consistió en la imposibilidad de detectar en modo alguno las novedades del capitalismo cognitivo. Para decirlo simplificadamente, los músicos ya eran productores inmateriales, ya laboraban en el sector de servicios y nunca lo hicieron de acuerdo con los patrones fordistas. Sus tareas profesionales, de ocio y de estudio, siempre presentaron fronteras difusas: la inseparabilidad de vida y trabajo les resulta a los músicos lo más natural del mundo. Así, podría parecer que este campo venía anunciando,ille tempore, rasgos del posfordismo y, por ende, no habría tenido mayores modificaciones con su advenimiento. La primera afirmación es cierta, la segunda no. Todos los músicos entrevistados notan profundos cambios en su actividad, todas las observaciones participantes lo confirman. Entonces, sin desdeñar los valiosos aportes de los autores mencionados, tratamos de complementarlos con dos ideas que surgen de nuestra experiencia de campo.

1. La estratificación de los músicos: propiedad de medios de producción y acceso a conocimientos19

Durante casi todo el siglo XX la divisoria de aguas que el capital operaba sobre los músicos estaba en la posibilidad de grabar. En efecto, el costo prohibitivo de las consolas, grabadoras de cinta abierta, material virgen y demás elementos, hacía que sólo con el apoyo de una empresa discográfica una banda pudiera acceder a un estudio, a los medios de producción para inmortalizar su música y transformarla en mercancía. La propiedad de las tecnologías (conocimientos objetivos) constituía una barrera infranqueable. De esta manera, uno de los cambios más bruscos que los músicos perciben y narran en relación con la difusión de BI1 y BI2 radica justamente en el proceso de grabación. Todos los entrevistados pueden efectuar registros en su casa con un alto nivel de calidad, en general utilizando un computador personal (BI2) y algún programa descargado gratuitamente (BI1). Los conocimientos objetivos ahora son accesibles. La explicación de este fenómeno es sencilla. Surge de la combinación de tres factores que ya hemos analizado más arriba: a) el costo decreciente de los BI2, por la mentada Ley de Moore, b) la replicabilidad de los programas informáticos de grabación y mezcla (como SoundForge o Vegas) en tanto BI1 y c) la reticularidad de Internet que permite el florecimiento de esferas no capitalistas (legales e ilegales) donde estos programas se obtienen. De este modo, los músicos saben que no necesitan, genéricamente la firma capitalista para acceder a los medios de producción. Pueden grabar sus discos, e incluso imprimirlos en casa. Sin embargo, esto no quiere decir que compositores e intérpretes sean necesariamente más autónomos frente al capital. Solamente sugerimos que la frontera trazada por este último ya no está alrededor de los medios de producción, sino respecto otro recurso. Uno típicamente escaso en un contexto de sobreabundancia de información digital: la atención humana (Goldhaber, 1997). Esto es, ante la pregunta respecto de qué esperarían los músicos de una empresa que los contratara, las respuestas son: "un manager", "propaganda", "que nos escuche el periodista X", "que pasen nuestro disco en la radio Y", etc. Cuando las producciones discográficas estaban poco extendidas, la inaccesibilidad a la grabación operaba como un regulador de la oferta de música y de la atención humana disponible. Grabar era casi imposible, pero una vez que el registro se lograba, cierto cúmulo de atención estaba asegurado. En la presente etapa, grabar es mucho más fácil, pero conseguir atención, bajo cualquiera de sus formas, es mucho más difícil. Así, la masa enorme de capital que marcaba la diferencia entre el grupo aficionado y la gran banda a través del acceso a la grabación, se ha ido volcando a capturar flujos de atención humana. Las compañías multinacionales destinan ahora el grueso de la inversión en un grupo a publicidad, marketing, espacios en radio y televisión para las canciones, etc. El punto clave es que todas esas inversiones apuntan a asegurar un cúmulo de atención para los músicos mediante el acceso a redes sociales, a un reconocimiento (conocimiento intersubjetivo). Los gastos de capital de las compañías crean y capturan redes sociales e insertan a sus trabajadores musicales en ellas. Por su parte, los músicos que no cuentan con el impulso del capital para acceder a esas redes, buscan el reconocimiento a través de espacios de la Red como YouTube o MySpace, que les permiten difundir sus producciones y construir nexos con pares y oyentes. Hasta aquí, entonces, hemos hablado de dos dimensiones importantes para entender el estatus de los trabajadores musicales: el acceso a CSO (en la forma BI1 y BI2 como medios de grabación) y al reconocimiento (redes sociales que estabilicen un cierto cúmulo de atención). Hay, sin embargo, un tercer elemento que los entrevistados mencionan, aunque sin concederle la importancia que intuitivamente se podría suponer que tiene. Se trata de la habilidad técnica del músico individual, de sus conocimientos subjetivos: su capacidad como ejecutante, su talento como compositor, su nivel de lectura musical, su dominio de diversos géneros, etc. Evidentemente, el estatus de los trabajadores musicales tiene una relación con su nivel técnico. Pero lo que surge de las entrevistas – y coincide con numerosas observaciones– es que a partir de cierto umbral mínimo de profesionalismo, lo determinante no es la técnica, sino los "contactos". Una y otra vez se oyen frases del tipo ¨yo toco mejor que A, pero él trabaja en la banda de B porque conocía a C¨. En términos de nuestra tipología del conocimiento, esto expresa la supremacía del CSI de reconocimiento, las redes a las que se pertence –ya no de oyentes, sino de pares– frente a los CSS.

Recapitulando, cabe insistir en que la propiedad de medios de producción no aparece como una línea jerarquizante –entre quienes ya son músicos20 –. De hecho, entendemos que el análisis de la estratificación de los trabajadores musicales puede hacerse a partir del nivel de acceso que ellos tienen a tres tipos de conocimientos, a saber: conocimientos subjetivos (sus habilidades técnicas ejecutorias o compositivas), conocimientos objetivos (especialmente a BI1 y BI2) y, decisivamente, conocimientos intersubjetivos (en particular el reconocimiento, en dos tipos de redes sociales: las de músicos y las de oyentes). Mientras el primer tipo de conocimiento juega en el capitalismo cognitivo un papel similar al de etapas anteriores, hemos intentado mostrar que el segundo y el tercero presentan cambios que son propios del momento presente.

2. La ambivalencia de los BI

Durante mucho tiempo, la tarea del músico de estudio mantenía ciertos privilegios que el obrero manual había perdido con la llegada de la maquinaria. Para grabar música hacían falta músicos, aun cuando para fabricar mesas ya no hacían falta carpinteros. Así, el carácter artesanal de la tarea del sesionista (músico contratado regularmente para grabaciones de estudio) resistió indemne los embates del fordismo. Sin embargo, una visita a un estudio de grabación de hoy en día nos hace ver que esto ha empezado a cambiar en el capitalismo cognitivo. El observador participante se encuentra con dos mecanismos, de importancia creciente, a través de los cuales la combinación de BI1 y BI2 compite con los ejecutantes humanos. Uno lo constituyen los sintetizadores (digitales) y otro los samplers. Los primeros crean sonidos artificiales mediante algoritmos que emiten ondas de determinadas frecuencias y amplitudes. En muchos casos, intentan imitar los timbres de los instrumentos acústicos. Un ejemplo son los órganos electrónicos, y su búsqueda de la sonoridad del piano. Los samplers, por su parte, son una amenaza mucho más importante. No consisten en la generación artificial de sonidos, sino en la captura de pequeñas unidades de sonido ejecutados acústicamente y su posterior combinación digital. Por ejemplo, para el sampleo de un piano se graba a un ejecutante tocando todas las notas de su instrumento, con diversas intensidades, duraciones, ataques, etc. Luego, el sampler permitirá combinar esos sonidos en la forma que quien lo utilice guste. Si efectuáramos una comparación con el mundo de las artes visuales, podríamos decir que los sintetizadores efectúan dibujos, que los samplers toman fotos y que quienes los utilizan elaboran películas. Más allá de la diversidad de formatos que presentan, digamos que ambos (sintetizadores y samplers) suelen presentarse como un conjunto de programas informáticos (y sus respectivos bancos de sonidos como archivos complementarios) vinculados a determinado hardware de un computador personal común. Aunque el reemplazo masivo de ejecutantes por estos mecanismos se da hasta ahora sólo en algunos géneros musicales y en ciertos instrumentos, la tendencia ascendente es clara.

A la hora de interpretar el efecto de tal tendencia sobre el trabajo del músico con las herramientas de nuestro marco teórico, el primer impulso es a homologarla con la reflexión respecto de la traducción típica del fordismo-taylorismo que presentamos más arriba. En ella, el pasaje de los CSS técnicos de los obreros al CSO tecnológico representaba la pérdida del control de los saberes por parte de los trabajadores y su privatización bajo el capital. En efecto, también los CSS técnicos del músico toman forma objetiva bajo la iniciativa de empresas que buscan prescindir de los costos de la mano de obra. Sin embargo, hay una diferencia crucial. Mientras la máquina industrial que reemplazaba al carpintero tenía una ontología que favorecía la aplicación efectiva de la propiedad privada sobre ella, los bienes informacionales primarios, signados por la replicabilidad, se muestran escurridizos ante los intentos de restringir su circulación.

Comienza a emerger, así, la ambivalencia de los sustitutos informacionales de los músicos. Por un lado, a través de ciertos BI el empresario musical logra reemplazar mano de obra por capital en una actividad que, durante el capitalismo industrial, había podido esquivar en buena medida ese desplazamiento. Pero, por otro lado, esa operación implica serias dificultades para tal empresario a la hora de cercar su propiedad privada. En efecto, más y más samplers se ponen a disposición del público en la Red de manera gratuita. Archivos de audio, pistas y otras herramientas que suplen la ejecución ad hoc del músico circulan de manera creciente en Internet. De este modo, el precio de la apropiación objetivada del conocimiento subjetivo musical, de la prescindencia del trabajo vivo, se paga aumentando las posibilidades productivas de otros capitalistas musicales. Pero también, y esto es lo que nos importa aquí, las de músicos independientes. En efecto, el músico perjudicado por los BI a través de la pérdida de alguna de sus fuentes laborales, puede ser a la vez beneficiario directo de ellos. Antes dijimos que todos los entrevistados pueden grabar en su hogar. Agreguemos ahora que, en esas grabaciones, utilizan los BI que tradujeron a bits el alma sonora de otros músicos expulsados de los estudios. Sampleos y sintetizaciones de las tímbricas de quienes fueran sus compañeros (genéricos) de trabajo ahora están a su disposición. Pero los músicos desplazados de los estudios no sólo utilizan a los BI que los apartaron para grabar música. Todos los entrevistados usan samplers, sintetizadores y otros tipos de programas obtenidos ilegalmente para las clases particulares que constituyen una fuente importante, sino la principal, de sus ingresos en la actualidad. De cualquier forma, estas posibilidades productivas del músico sesionista no necesariamente compensan la merma en sus ingresos que le significa la disminución de su trabajo en el estudio. Por eso no apuntamos, en modo alguno, a señalar que la situación de los músicos esté mejorando en el capitalismo cognitivo, sino a remarcar la particular relación entre el trabajador reemplazado por los BI y éstos, que resumimos con la expresión de ambivalencia de los BI: a) el capital extrae el CSS técnico del músico, b) pero sólo puede hacerlo objetivándolo en un conjunto de BI cuyo cercamiento mercantil es improbable y c) por ende el músico expoliado (entre otros sujetos sociales) puede y debe utilizar a las herramientas con las que compite.

De este modo, hemos expuesto apenas dos ideas respecto de la situación de los músicos en el capitalismo cognitivo21. Hay bastante más que decir sobre ellos, pero hacerlo nos impediría entroncar esas ideas en una reflexión más general sobre las actividades productivas de la presente etapa. Eso es lo que intentamos en la sección siguiente con el concepto de trabajo informacional.

El trabajo informacional

Pensar una categoría general para el trabajo en el capitalismo cognitivo nos obliga a partir de una aclaración. La primera mención acerca de la fuerza de trabajo en este período debe ser siempre respecto de la profunda escisión que la signa. La forma que asume la acumulación de capital en esta etapa revierte el proceso de homogeneización fordista y genera una dicotomización entre dos tipos de subjetividad productiva (Iñigo, 2003): la de los incluidos y la de los excluidos. Estos últimos, a los que no se les brinda siquiera el nivel educativo y sanitario mínimo como para poder ser explotados en los procesos productivos, son absolutamente prescindibles para el funcionamiento del capitalismo global. Así, el hambre y las guerras ejercen su efecto derrame –aunque no sea exactamente el que nos anunciaron hace algunos años– sobre la mitad de la humanidad que le sobra al capital. Estas consideraciones obligan a dudar de los conceptos filosóficos que pretenden aplicarse por igual a toda la fuerza de trabajo. El "éxodo" de los europeos de clase media que desertan de sus empleos aburridos no es muy parecido al de los mexicanos que cruzan la frontera con EE.UU. La "manipulación de afectos" que realiza un gerente de mercadeo no es precisamente la misma que la que se le impone a una niña prostituida en Tailandia. "Poner a trabajar las facultades lingüísticas" de los ejecutivos en una reunión de brains-torming no resulta del todo homologable a los gritos de los inmigrantes africanos que ruegan por sus vidas. Por respeto a esos miles de millones de excluidos debe quedar claro que cuando hablemos de trabajo informacional nos referiremos sólo a una tendencia creciente en el universo de los incluidos.

Ahora bien; ¿por qué hipotetizar el concepto de trabajo informacional? ¿Para qué seguir añadiendo términos? Empíricamente, para abarcar las ideas que presentamos más arriba y otras de las que no dan cuenta las nociones existentes. Teóricamente, para indagar respecto de cómo lidian las relaciones sociales de producción capitalistas con procesos productivos en los que el output es un producto replicable y los medios de producción son BI1 y BI2. Así, si se acepta que la tensión fundante del capitalismo cognitivo es la que se da entre la ontología replicable de la información digital y la voluntad capitalista de mercantilizar los bienes informacionales, parece lógico ver cómo se expresa ella en el ámbito del trabajo.

De forma provisional, definimos el trabajo informacional (TI) como aquél en el que:

  1. Los medios de producción son BI1 (software, datos) y BI2 (computadores personales y otros artefactos basados en la transmisión y procesamiento de información digital).
  2. El producto del trabajo es un BI1 (comunicaciones digitalizadas, software, documentos, música, imágenes, etc.).

Dos comentarios. En primer lugar, ni en la caracterización del capitalismo cognitivo ni en la del trabajo informacional, la definición en relación con los bienes informacionales supone nada parecido a un "determinismo tecnológico". De lo que hablamos, en ambos casos, es de la objetivación de particularidades del desarrollo de las fuerzas productivas en bienes. Obviamente, no entendemos las fuerzas productivas como capacidades económicas. Por el contrario, nuestro esquema supone diluir la frontera entre cultura y economía en la tipología del conocimiento. De hecho, como señalamos más arriba, una idea central de la propuesta que intentamos vertebrar es reconocer no sólo el trabajo humano que se aloja en los bienes, sino las múltiples formas de conocimiento que lo hacen a través de este trabajo y más allá él. Desfetichizar no sólo al objeto, sino también al sujeto del trabajo para reconocer flujos de conocimientos biológicos, subjetivos, intersubjetivos y objetivos. Así, aunque el concepto de trabajo informacional esté definido en relación a los BI, buscará analizar las relaciones entre estos y las múltiples formas de conocimiento que se ponen en juego en los procesos productivos de la actualidad. En segundo lugar, hay que decir que TI es una categoría de tipo ideal weberiana, en el sentido de que su utilidad radica en ver cuánto se aproximan a ella los casos concretos. Diferentes actividades son trabajos informacionales en mayor o menor medida. Los músicos, de quienes obtuvimos las ideas con las que vamos a esbozar la categoría que proponemos, sólo son trabajadores informacionales en ciertos casos. Algunos de ellos no lo son en absoluto, otros lo son en algunas de sus labores. Sin embargo, lo que nos interesa aquí es que cada vez más tenderán a serlo. En cambio, en otras actividades ya es fácil observar trabajadores informacionales en un ciento por ciento. Una de ellas es la de los operadores de los call centers. Estos trabajadores realizan una actividad dramáticamente opuesta a la de los músicos: sus tiempos de trabajo están rígidamente estipulados, su labor social es poco reconocida, su tarea nunca es elegida por vocación, etc. Por eso, enseguida los utilizaremos de ejemplo. Si la categoría de TI permite dar cuenta a la vez de dos realidades fenoménicas tan disímiles, quizás esté aludiendo a alguna unidad subyacente. A continuación, entonces, presentamos a modo de hipótesis cuatro características básicas que tendría el trabajo informacional. Las dos primeras surgen del trabajo de campo con los músicos y fueron desarrolladas en la sección anterior. En cambio, no hemos podido explayarnos aquí sobre la tercera y la cuarta. En cualquier caso, las enunciamos apenas como premisas para futuras indagaciones.

1. Medios de producción: acceso a conocimientos contra Propiedad de bienes

El lugar que un grupo de trabajadores informacionales ocupa en la estratificación social depende cada vez menos de la propiedad de activos físicos. Lo que importa es su nivel de acceso a tres tipos de conocimiento: a) conocimientos objetivos: información digital (datos, software) y tecnologías digitales, objetivadas en los BI1 y BI2 respectivamente; b) conocimientos subjetivos: principalmente técnicas y saberes procedimentales respecto de como producir; y c) conocimientos intersubjetivos: especialmente el llamado reconocimiento, acceso a redes de consumidores y demandantes del trabajo en cuestión. Es notable que si los trabajadores de la call centers quisieran organizar la producción de manera independiente del capital, los medios de producción no serían en modo alguno un obstáculo: el acceso a los BI1 y BI 2 no representaría mayores problemas. La barrera infranqueable está en el CSI reconocimiento: en el ingreso a una red de empresas capitalistas que demande sus servicios. A su vez, es claro que lo que distingue a los trabajadores de los call centers de quienes ocupan posiciones peores y mejores en la escala ocupacional, es la particularidad de los CSS que poseen: estudiantes universitarios, que saben manejar algunos programas informáticos y suelen hablar inglés.

2. Ambivalencia del producto y de los medios de producción

Los BI que utilizan el capital en contra del trabajador informacional son usados por éste para fines diversos de los de la empresa, fuera del tiempo que pasa bajo el mando de ésta. Eso significa, en la mayoría de los casos (software, imágenes, música, textos), que el trabajador que produce BI1 no se ve alienado del producto de su trabajo: siempre se queda una copia22. En otros casos, (como los de los empleados de los call centers) lo que ocurre es que los trabajadores utilizan las mismas herramientas que los subyugan en su jornada laboral por fuerade ella y, de hecho, como instrumento fundamental en la organización de las luchas contra las empresas. Evidentemente, se trata de un vínculo impensable entre un trabajador fordista y un torno. Una apostilla. Sería interesante ver trabajos de campo que indaguen en el tipo de subjetividad que este tipo de vínculo humano-BI produce23. Quizás hallarían que no se trata sólo de una ambivalencia instrumental, sino que ésta reposa en la otredad ontológica de la ID, no reductible al mundo de los sujetos ni al de los objetos. Esto no haría sino reflejar la idea de Sloterdijk (2000), según lo cual, la información representa un tercer tipo de ente que nos obliga a dejar de lado la ontología que nos gobierna desde Platón.

3. Bienes contra servicios

Contrariamente a lo que suele suponerse, el producto del trabajo informacional es siempre un bien y no un servicio. No es una "actividad sin obra", ni es "inmaterial", si por ello se entiende que no se objetiva. Por el contrario, el trabajo informacional en todos los casos se materializa como ID. Eso nos lleva a dos opciones. La primera es la de los trabajos que nacieron con la digitalización (software) o producían bienes culturales sin ella (música, imágenes, textos). En estos casos, los bienes sencillamente se transforman en bits. La segunda opción es más interesante. Es la de actividades que antes, efectivamente, se diluían en el tiempo, pero que hoy cristalizan en bits cada palabra, cada inflexión. Claro ejemplo es el de los operadores telefónicos de treinta años atrás y de los trabajadores de los call centers de hoy. Aunque suele decirse que cada vez más los bienes se transforman en servicios, en este caso, la situación es exactamente la opuesta. Lo que antes eran servicios, comunicación que sólo se imprimía en las subjetividades intervinientes, ahora se vuelve conocimiento objetivado como BI1. Esa transformación no es un detalle: los dispositivos de control que hoy concitan el interés de varios autores sólo pueden ejercerse en virtud de ella.

4. Multiespecialización flexible

Nada de nuevo hay en esta idea. La enunciación más clara es de Coriat (1992). Sin embargo, aparece tan confirmada empíricamente que no podemos dejar de mencionarla como uno de los rasgos del trabajo informacional. Alude, por un lado, a que el trabajador debe tener los CSS que le permitan realizar varias tareas diferentes. En algunos casos esas tareas deben hacerse, además, simultáneamente. Por ejemplo, los trabajadores de los call centers tienen al mismo tiempo que atender al cliente, leer varios mensajes en la pantalla, reportar al supervisor, etc. En otras ocasiones, la diversidad de tareas es realizada por un mismo individuo, pero en una sucesión temporal. Es la situación del músico-PC (Zukerfeld, 2007b) que reúne en su persona las funciones de compositor-arreglador-ejecutante de varios instrumentos-ingeniero de grabación- productor, etc.

En ambas modalidades, el contraste se da con la especialización única del trabajador fordista. Pero la multiespecialización flexible también refiere a la maleabilidad de los CSS del trabajador. La obsolescencia de los BI2 (proveniente de la mentada Ley de Moore) y los veloces cambios en la organización de la producción obligan a incorporar permanentemente nuevas técnicas, a que la habilidad principal de estos trabajadores sea la de aprender a recomenzar y a olvidar una vez tras otra.

Conclusiones

  1. Intentamos presentar de manera condensada un conjunto de ideas que venimos trabajando hace algunos años, orientadas a sistematizar la noción de capitalismo cognitivo. En este sentido, delineamos nuestra tipología del conocimiento con base en sus soportes e introdujimos el concepto central de bienes informacionales. Estas ideas sugieren tanto conflictos como complementariedades con otros enfoques sobre la presente etapa –que no hemos podido desarrollar aquí–.
  2. Mostrar la aplicación del esquema propuesto en un trabajo de campo realizado con músicos de la ciudad de Buenos Aires. Particularmente, tratamos de abordar algunos cambios en la situación laboral de éstos. Encaramos esta tarea, en parte, por tratarse de un tema algo descuidado cuando se relacionan tecnologías digitales y música, pero, sobre todo, para buscar pistas que nos permitieran reflexionar sobre otras formas de trabajo dentro del capitalismo cognitivo.
  3. Hipotetizar el concepto de trabajo informacional y cuatro de sus características. Si bien varios autores han propuesto nociones para pensar los procesos laborales de la presente etapa, nuestro estudio de campo arrojó resultados que no pueden ser asimilados por ellas. En este sentido, finalizamos este artículo proponiendo la idea de trabajo informacional como reunión del marco teórico presentado, el trabajo de campo realizado y algunas hipótesis para futuras investigaciones.

Hemos, entonces, esbozado varias ideas polémicas. Ellas ansían hermanarse en el debate con otras ideas, con otros argumentos. Pero sobre todo, con otras voluntades deseantes que se sientan tanto desgarradas ante las injusticias del capital como necesitadas de la más auténtica pluralidad de opiniones para enfrentarlas. Contamos para ello con las/os lectoras/es de la revista NÓMADAS.


Citas

1 El trabajo de campo consistió en treinta entrevistas semiestructuradas a músicos (sobre la definición operacional de músico, cfr. Zukerfeld, 2007) de distintos géneros de música popular (principalmente jazz, pero también tango y folclore argentino) residentes en la ciudad de Buenos Aires, siguiendo criterios de muestreo intencional y saturación teórica, realizadas durante el año 2007. Tanto o más importantes fueron las notas surgidas de la observación participante en ensayos –en la E.M.P.A–, conciertos –del Mariano Gianni Trío, Jazztá, y otras bandas–, estudios de grabación –especialmente en los estudios 440 producciones y Charles Cross-, jam sessions –particularmente las de Libario– y un sinnúmero de diálogos informales con músicos.

2 Nuevamente aclaramos que no intentamos caracterizar la totalidad, la especificidad del trabajo en los call centers, sólo tomamos algunos elementos para pensar tendencias del trabajo informacional.

3 Sociedad postindustrial (Bell), post-capitalismo (Drucker), knowledge based economy (OCDE), era de la información o informacional (Castells), turbocapitalismo (Luttwalk), sociedades de control (Deleuze), sociedades de riesgo (Beck), posfordismo (escuela de la regulación y otros), alta modernidad (Giddens) son sólo algunos ejemplos de enfoques sumamente divergentes, aunque no en todos los casos mutuamente excluyentes.

4 Esta tarea, sin embargo, es una importante batalla política que quienes dudamos del concepto debemos librar, al menos en dos frentes. Evidentemente, uno es el de los medios de comunicación y la opinión pública. Otro, más opaco y que quizás nos esté preocupando menos de lo que debería, es el de la conformación de indicadores estadísticos. Mientras las agencias gubernamentales e internacionales efectúen relevamientos que naturalicen las dimensiones de la sociedad del conocimiento, quienes estructuramos nociones alternativas hallaremos serios límites a nuestros esfuerzos.

5 Por cuestiones de espacio utilizamos la noción de capitalismo cognitivo para referirnos también a la idea de capitalismo informacional –que, cabe recordar, fue originalmente propuesta por Castells (1997, Tomo I)–, soslayando diferencias.

6 Algo similar ocurre con los intentos de Deleuze, Negri, Hardt, Lazzarato y otros autores de asociar la manipulación de afectos a la etapa actual. Para que esa idea tuviera sustento habría que demostrar –y no sólo declamar– que en etapas anteriores del capitalismo (y aún en otros modos de producción) los afectos ocupaban una función cualitativamente menos importante en el funcionamiento del sistema. Nos permitimos dudar de los argumentosos en favor de esa idea, aunque no de la necesidad de encarar investigaciones en este sentido que trasciendan la especulación filosófica.

7 No lo hace más allá de la necesaria pero insuficiente y remanida división entre información y conocimiento. Por otra parte, hay que reconocer los trabajos de los economistas evolucionistas y neoshumpeterianos (Nelson, Winter, Cowan, Foray, David, Lundvalll, Johnson, etc.) alrededor de la distinción entre conocimientos tácitos y explícitos, que más próximos a la idea de sociedad del conocimiento, han aportado elementos que debemos recuperar críticamente desde la perspectiva del capitalismo cognitivo. Para una discusión de estos términos, cfr. Zukerfeld, (2007a).

8 Esta presentación es un resumen. Un análisis más extenso de la tipología del conocimiento puede verse en Zukerfeld (2007b).

9 Una antigua referencia para esta idea, aunque lateral, puede encontrarse en una carta de Thomas Jefferson de 1813. Dice, en un bello pasaje y refiriéndose al conocimiento: "Its peculiar character, too, is that no one possesses the less, because every other possesses the whole of it. He who receives an idea from me, receives instruction himself without lessening mine; as he who lights his taper at mine receives light without darkening me" (Koch y Peden, 1972: 629). Otra referencia, mucho más antigua e indirecta, está en la ontología dualista de Platón.

10 Esta propuesta de tipologizar el conocimiento desde sus soportes está influenciada indirectamente por las ideas de Chartrand (2005).

11 Cada uno de ellos está basado en una disciplina o conjunto de disciplinas determinados: la primera toma elementos de la biología molecular, la segunda se apoya en la psicología cognitiva y las neurociencias, la tercera hace lo propio con la sociología y otras formas de teoría social y la cuarta está amparada en desarrollos económicos. En pro de la brevedad hemos quizá debilitado la argumentación eliminado casi todas las referencias que explican el origen de los conceptos utilizados.

12 La S intermedia en las cuatro siglas indica "soporte".

13 Esto se basa en el concepto de memoria implícita y explícita de las neurociencias. Cfr. Schacter (1987).

14 El CSI reconocimiento es equivalente al capital social de Bourdieu (1985). Para una discusión respecto de por qué utilizar el primer término y no el segundo, cfr. Zukerfeld (2007 c).

15 La producción y reproducción de ID requiere de artefactos que cuentan entre sus componentes a uno o más chips. Desde mediados de la década del setenta se observa que aproximadamente cada 18 meses la capacidad de estos procesadores se duplica, manteniéndose su precio de venta constante. Por ende, para un chip de una velocidad determinada, su precio tiende constantemente a la baja. Este comportamiento de las fuerzas productivas en el área de la microelectrónica suele denominarse Ley de Moore, y constituye una de las causas de la difusión del computador personal y, con ella, del crecimiento del stock de ID.

16 Si bien los soportes magnéticos (como diskettes o discos rígidos) u ópticos (como los discos compactos) ya permitían un cierto grado de circulación de la ID, es con la aparición de Internet y la ampliación permanente del ancho de banda, que la cantidad de ID circulante aumenta exponencialmente. Este crecimiento vertiginoso no se debe sólo a la replicabilidad de la ID sumada a un medio de intercambio, sino también a dos rasgos particulares de Internet: por un lado, su reticularidad, dado que la forma red en sí misma potencia la cantidad de ID disponible. Por otro, su ascentrismo, dado que la ausencia de un centro dificulta la limitación de la ID circulante.

17 Por ejemplo, Hardt y Lazzaratto no definen del mismo modo el trabajo inmaterial, aunque el segundo remita al primero.

18 Cfr. Negri (1999) y Hardt y Negri (2004) respecto del trabajo inmaterial, para seguir con el ejemplo de la nota anterior.

19 Sobre el concepto de acceso, su diferencia con el de propiedad y su relación con los tres tipos de conocimientos que se analizan a continuación, cfr. Zukerfeld (2007 c).

20 La propiedad de medios de producción sí tiene importancia para dividir a quienes logran ser músicos de quienes no. Evidentemente, un músico tiene que acceder a los instrumentos que utiliza para serlo. Pero es notable que entre profesionales no haya divisiones de acuerdo con la calidad de los instrumentos poseídos, con el capital con que se cuenta. Incluso suele ser una práctica común el préstamo de costosos instrumentos entre distintos músicos.

21 Cabe insistir en que este no es un trabajo descriptivo. No nos preocupa aquí conocer qué porcentaje de los trabajadores musicales de una ciudad, un país o del mundo, laboran bajo estas modalidades. Del mismo modo que no nos hubiera interesado en la Inglaterra del siglo XIX contar cuantos trabajadores comenzaban a sujetarse a la maquinaria. Lo que importa, en los dos casos, son las tendencias de cada etapa del capitalismo. Nuestro trabajo con músicos (y su generalización a la idea de trabajo informacional) busca auscultar tendencias, no medir superficies.

22 Aunque esto vaya en contra de la idea central del hermoso primer manuscrito de 1844 de Marx.

23 Quiero reconocer en esta idea a Emilio Cafassi, quien en una de sus clases de grado solía decir respecto de las computadoras algo así como: "El mismo aparato que de día hace sufrir a una oficinista cuando trabaja, a la noche la hace delirar de amor cuando chatea".


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¿Qué es la autoría tecnológica? La piratería y la propiedad intelectual*

O que é a criação de tecnologia? Pirataria e propriedade intelectual

What is technology authoring? Piracy and intellectual property

Kavita Phillip**

Traducción del inglés***: Ana Rita Romero****


* Este texto hace parte de un nuevo proyecto de investigación que explora formas de propiedad y conocimiento tecnocientífico. Agradezco al Center for Research on Information Technology and Organizations (Crito) en UC Irvine por el financiamiento, y a quienes participaron en los simposios "Critical Legalities" (UC Irvine) y "Feminist and Queer Rearticulations of South Asian Studies" (UC Davis), cuyos comentarios me han ayudado a reflexionar sobre los problemas actuales del proyecto y a estimar sus posibilidades futuras. Especial agradecimiento para Bill Maurer, Donald Moore, Mark Poster y Geta Patel por sus comentarios y a Rod Fergusson por su original conversación sobre la "chica de la portada" de la revista Wired de marzo de 2004.

** Ph.D. en Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Cornell. Actualmente es profesora asociada en la Universidad de California en Irvine en el Programa de Estudios sobre mujer y afiliada al Departamento de Antropología e Historia de esta misma Universidad. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

*** Este artículo fue publicado por primera vez en inglés en el Journal of Postcolonial Studies, Vol. 8, No. 2, 2005, pp. 199-218. Agradecemos al Institute of Postcolonial Studies la cesión de los derechos de publicación.

**** Licenciada en Filología e Idiomas de la Universidad Nacional de Colombia.


Resumen

El artículo estudia genealógicamente el debate actual sobre la apropiación de productos informáticos, a partir de las condiciones económicas, legales y políticas de su enunciación. Para ello, rastrea la emergencia de una función pirata, homóloga al concepto foucaultiano de función de autor, para comprender la ilegalidad, la propiedad intelectual y los derechos de autor. Desde una mirada poscolonial se comprende la construcción de diferencias y equivalencias en los intercambios tecnológicos norte-sur.

Palabras clave: piratería, legalidad burguesa, función de autor, derechos de autor, propiedad intelectual, software.

Resumo

O artigo estuda geneologicamente o debate atual sobre a apropriação de produtos informáticos, a partir das condições econômicas, legais e políticas de sua declaração. Para isso, rasteia a emergência de uma função pirata, homológica ao conceito de função do autor, para compreender a ilegalidade, a propriedade intelectual e os direitos do autor. Desde uma perspectiva poscolonial pode-se compreender a construção de diferencias e equivalências nos intercâmbios tecnológicos de norte-sur.

Palavras-chaves: pirataria, legalidade burguesa, função do autor, direitos do autor, propriedade intelectual, Software.

Abstract

This article shows the study of the current debate on the appropriation of informatic products, from the economical, legal, and political conditions of its enunciation. To do so, the author tracks the emergence of a pirate function, that homologues the Foucauldian concept of author function, to understand the illegality, the intellectual property, and the copyright. From a post-colonial point of view, the construction of differences and equivalences in the technological trades North-South, are understood.

Key words: piracy, bourgeoisie legality, author function, copyright, intellectual property, software.


Fue una respuesta cierta y pertinente la que un pirata capturado le dio a Alejandro el Grande. Pues cuando el rey le preguntó al hombre qué se proponía apoderándose del mar, él le respondió con evidente orgullo: "Lo que te propones al apoderarte de la tierra entera, pero como yo lo hago con una insignificante barca me llaman ladrón, mientras que si tú lo haces con una gran flota te llaman emperador".
San Agustín

Tú, caballero, puedes decir: "Eh niña, ¡termina con esos pisos! ¡Sube! ¿Qué te pasa? ¡Gánate el sustento! Me lanzas tus cuerdas Y cuidas los barcos Pero yo cuento cabezas Mientras hago las camas Pues nadie va a dormir aquí, querido […] Y en la quietud de la muerte…apilarán los cadáveres Y diré entonces: "¡Que te sirva de lección!"
Kurt Weill y Bertold Brecht, 1928; Nina Simone, 1964.

La figura del pirata ha funcionado normalmente como la de un subalterno en términos de raza y género que invierte las relaciones hegemónicas de poder. En la anécdota de San Agustín, un pirata "bárbaro" subvierte retóricamente el poder imperial de Alejandro, mientras que Brecht evoca la amenaza revolucionaria personificada en una sirvienta, cuya identidad secreta como el Capitán Pirata del Carguero Negro le permite llevar a cabo su venganza final contra la opresión de clase y de género.

Los piratas que amenazan invertir las relaciones de poder apropiándose de cosas menos tangibles que barcos y cuerpos han llegado a ser una creciente preocupación para los administradores de la globalización económica del siglo XXI. Apropiándose, modificando y compartiendo una variedad de objetos menos tangibles pero igualmente cruciales, los ladrones de propiedad intelectual trafican hoy con imágenes, música y software. Aunque los analistas del mercado ven este fenómeno como un problema nuevo, supuestamente acelerado por la importancia sin precedentes del conocimiento como una de las fuerzas de la producción económica, los historiadores de la ciencia y del derecho relatan casos de robo de propiedad intelectual que preceden por dos siglos al actual discurso de RPI (robo de propiedad intelectual). Adrian Johns rastrea numerosas actividades piratas durante el siglo XIX y comienzos del XX, en la cultura impresa del otro lado del Atlántico, que incluyen piratería de partituras y otras infracciones al copyright de medios impresos en Gran Bretaña y los Estados Unidos. Richard Drayton mostró cómo las redes imperiales británicas de conocimiento en botánica, cuyo centro de operaciones se encontraba en los Kew Gardens en Londres, elaboraron intrincadas conexiones entre el conocimiento científico, el comercio colonial y especímenes de plantas alrededor del mundo, constituyéndose así en una de las muchas "economías coloniales de conocimiento" de los siglos XVIII y XIX. Estas redes ecológicas fortalecieron el poder militar y económico británico e invariablemente se apoyaron en la apropiación, por parte de la metrópoli, del conocimiento ecológico producido en los márgenes del imperio (Drayton, 2000; Philip, 1995). Aquí el estado colonial y las organizaciones científicas como los Kew Gardens y la Royal Geographic Society podrían ser acusados de piratería. El crecimiento del conocimiento científico mismo depende de difusas redes globales de participación, anteriores incluso al período colonial; por ejemplo, la ciencia europea del Renacimiento no podría haber surgido sin las múltiples apropiaciones de textos e ideas del saber medieval islámico.

Incluso la "verdadera" piratería marítima no es de ningún modo un vestigio del pasado; funciona aún hoy gracias a la fuerte confianza en la tecnología global de comunicaciones. La Agencia Marítima Internacional reportó 445 ataques de piratas a barcos durante el año 2003 y 325 en 2004, muchos de los cuales ocasionaron la muerte de tripulaciones enteras1. El antiguo editor de Wired, Mark Frauenfelder, sugiere que:

La mayoría de los piratas saben con anticipación si vale la pena atacar el barco y su carga, puesto que usan equipos de última tecnología para monitorear las comunicaciones Inmarsat2 e incluso las transmisiones por fax donde se detalla cada ítem de la carga. Una porción considerable de las unidades de recepción de Inmarsat que se venden en Alemania o los Estados Unidos son enviadas a aquellas regiones donde prestan un invaluable servicio a los piratas de la era moderna (Frauenfelder, 2004: s/p)3.

La red Inmarsat fue creada originalmente para uso marítimo y las unidades marítimas de ejecución legal admiten estar muy inquietas por su uso en manos equivocadas. Los piratas, expertos en tecnología, desarrollan procesos de inteligencia cada vez más certeros incluso contra los intentos de las unidades de ejecución legal de incrementar la seguridad por medio del mismo desarrollo tecnológico. El ejemplo más famoso de preocupación con respecto al uso de comunicaciones satelitales por parte de "villanos" es el caso de Osama bin Laden, cuyo teléfono satelital Inmarsat, comprado en Nueva York en 1996, lo conectaba con una red global de socios.

Los discursos contra la piratería se cruzan frecuentemente con los discursos sobre seguridad antiterrorista, en los que tanto piratas como terroristas constituyen amenazas a los mercados libres y a las naciones civilizadas. El sociólogo de los medios Nitin Govil sostiene que la relación entre la piratería de la propiedad intelectual y el terrorismo ha sido naturalizada por quienes determinan las políticas, por la policía internacional y la cultura popular desde el 11 de septiembre: "Por ejemplo, los detectives británicos denuncian que el 40% de las confiscaciones antipiratería en el Reino Unido lo constituyen DVD paquistaníes, y señalan que las ganancias de las versiones piratas de Love, Actually y Master and Commander van a las arcas de los operativos de Al Qaeda con base en Paquistán" (Govil, 2004: s/p).

En febrero de 2003, una historia en la portada de Forbes pintó la piratería china como un pequeño dragón engullendo la cabeza de Bill Gates, quien se muestra confundido, pero no demasiado preocupado. El tema aparece representado como problemático para los negocios occidentales, pero también como algo que será superado inevitablemente con la llegada de la plena modernidad a las naciones atrasadas. En enero de 2005, sin embargo, la piratería china fue catalogada como una amenaza permanente a la seguridad nacional de los Estados Unidos en un artículo de la revista New York Times. Allí se urgía a los analistas a mirar con escepticismo la lectura "generosa y optimista" de la piratería china simplemente como un vacío natural en la implementación de lo que son, a su modo de ver, leyes fundamentalmente buenas y fuertes. No obstante, debemos pensar que el proceso de llevar a China a una completa modernidad ya no es como cuando un sabio y paciente profesor tutela a un adolescente recalcitrante. Quizás una analogía más pertinente sería señalar que "la lucha de Estados Unidos para proteger la propiedad intelectual" se asemeja más a "la guerra contra las armas de destrucción masiva" (New York Times, 9 de enero de 2005: 41 y 43). "Como con las bombas robadas", se nos dice, "la principal preocupación por la pérdida de control sobre la propiedad intelectual no es que los productores norteamericanos vayan a perder oportunidades de ventas; el miedo es que los nuevos 'dueños' vuelvan nuestras propias innovaciones contra nosotros y nos provoquen un daño económico mayor" (41). Se nos dice que no se trata de perder unos dólares sino de perder nuestra forma de vida4.

El discurso de la seguridad de la Red, la preocupación por la piratería y el miedo a los hackers terroristas gira alrededor de una contradicción evidente en el corazón del progreso tecnológico y electrónico. Las mismas tecnologías que aparecen para incorporar la modernidad y el progreso post-ilustración, parecen facilitar la destrucción de la civilización occidental por aquellos que "odian nuestros valores y libertades". Esta paradoja está implícitamente apoyada por un determinismo tecnológico muy difundido: en los círculos de análisis cultural y económico se asume que la tecnología tiene valores positivos o negativos inherentes. Por ejemplo, los valores "negativos" de los juegos de video llevan a producir "naturalmente" niños violentos, pero el valor moderno "positivo" de Internet en las manos de malvados primitivos se convierte paradójica y perversamente en la forma de destrucción de la modernidad.

La crítica al determinismo tecnológico no es nueva y muchos historiadores así como tecno-empresarios o tecno-expertos nos animan a deshacernos de este modelo desactualizado y nos instan a pensar en la tecnología como una herramienta que es tan buena como pueden serlo los actores y las redes sociales dentro de las cuales opera. Sin embargo, la suposición del determinismo tecnológico es resistente y, no obstante haber sido oficialmente desechada muchas veces en las últimas tres décadas, invariablemente se las ha arreglado para introducirse de nuevo en la celebración eufórica de las nuevas fronteras tecnológicas5.

Mi intención aquí no es meramente criticar el determinismo tecnológico y a los conservadores sociales, quienes con frecuencia lo defienden, sino indagar por la forma en que debemos criticar, profundizar y ampliar el argumento sobre las redes sociales de la tecnología (con frecuencia la posición progresista por defecto) por medio del análisis de la ley y la economía política en el contexto de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Consideremos nuevamente la inversión en las relaciones de poder invocadas en los epigramas sobre piratas al comienzo de este trabajo. Aunque una "epistemología situada en la perspectiva de lo pirata" haga una crítica seductora de los sistemas de poder corporativo que parecen operar aun más opresivamente a través de la legalidad y las redes mundiales del comercio, ubicarnos allí limitaría nuestra lectura a un modelo pre-foucaultiano del poder como una fuerza transparente, represiva y monolítica. Este artículo no busca simplemente glorificar al pirata como agente capaz de invertir las relaciones represivas de poder. Los hackers rebeldes adolescentes, los creadores de collages de sonido y video, los samplers y remixers de música, los consumidores del Tercer Mundo y los recreadores de la comunidad electrónica tienen críticas contundentes y efectivas al "sistema" (concebido de diversas maneras como capitalismo global, monopolio corporativo, conspiración elitista, etc.). Mi punto de vista no es aceptar estos argumentos por sus propios méritos ni decidir sobre los reclamos de la corporación, el estado o el pirata. No quiero ceder la palabra ni a la norma o a la ley incorruptible ni al pirata hacker como solución al desarrollo tecnológico global, ni aspiro a ser árbitro entre Microsoft y los Groksters del siglo XXI.

Aunque las historias premodernas, coloniales y poscoloniales de piratería y el tráfico global de las ideas nos dan una percepción sobre el papel del conocimiento en las economías globales y disipan la falacia de la supuesta novedad de la "economía del conocimiento" actual, no quiero sugerir que la historia indique una larga e ininterrupida existencia de las apropiaciones piratas de conocimiento estructuralmente idénticas. Incluso aunque tiene una larga historia, el discurso actual de piratería se refiere específicamente al momento histórico y económico presente, y permite comprender las características especiales de las formas emergentes del capitalismo informático global. Sin embargo, quisiera entender el debate actual sobre "participación", "apertura" y "libertad" en el software, la música y la información fílmica, no como un momento único y sin precedentes, sino más bien por la vía de una comprensión genealógica de las condiciones económicas legales y políticas de su enunciación.

¿Qué podemos aprender si, en vez de unirnos al coro de críticas libertarias o radicales de la propiedad corporativa e intelectual, investigamos las suposiciones que fortalecen la actual discusión sobre piratería? Podríamos rastrear las formas en que surgen ciertas narrativas sobre autoría, creatividad y propiedad. ¿Qué continuidad tiene esta nueva clase de autoría –fundamentalmente tecnológica– con respecto a las anteriores suposiciones sobre este tema? ¿Cuáles formas de ciudadanía e individualidad globalizadas se están configurando por la vía de los discursos legales emergentes sobre propiedad intelectual en ambos lados de la lucha por el acceso a nuevas formas de información?

Discursos sobre la piratería en el siglo XXI

Demos un vistazo a las luchas recientes sobre acceso a las nuevas formas de información, como una vía para entender el modo en que funciona discursivamente la figura del pirata en los círculos tecnológicos globales del siglo XXI.

El 29 de marzo de 2005, un controvertido conflicto después del caso Napster fue llevado a la Corte Suprema de los Estados Unidos en una disputa sobre archivos compartidos entre los estudios MGM y Grokster Ltd., una compañía de software peerto- peer. El caso MGM contra Grokster (conocido como caso Grokster) ha sido seguido de cerca por su posibilidad de abrir el camino para judicializar prácticas comunes de compartir archivos en Internet, de la misma manera en que en 1984 el caso Betamax entre la compañía Sony y Universal Studios, amenazó con criminalizar el uso del reciente invento, la VCR Betamax de Sony. El resultado del caso Grokster (sin decisión hasta el momento de este escrito) es importante para el usuario promedio en el capitalismo tardío occidental porque da luces sobre la construcción de la propiedad intelectual tecnológica.

Aunque los estudios cinematográficos presentan el caso Grokster como una guerra de supervivencia contra pícaros, ladrones y piratas, el público tecnológicamente informado, en su mayoría occidental, lo ve como una amenaza a los parámetros de propiedad intelectual creativa individual en contextos no profesionales, educativos y empresariales. Así, un gran número de consumidores de la clase media está a punto de ser clasificado como delincuente. Al contrario de las protestas del bárbaro en la historia de Alejandro y de la pirata Jenny, cuyas amenazas parecen volver el mundo al revés, las protestas de este grupo circulan a lo largo de las fisuras y contradicciones de las actuales configuraciones sociales. Rastrear estas dinámicas nos permite dar cuenta de los matices propios de las culturas tecnológicas emergentes, así como preguntarnos por la forma en que los nuevos discursos de la tecnocultura posibilitan nuevas lecturas e inhiben otras, respecto de los individuos, los estados, las instituciones, las relaciones globales, el poder y la resistencia.

Máquinas infractoras

El caso Betamax de 1984, o Sony contra Universal Studios sentó el precedente para el uso legal de innovaciones tecnológicas que desde entonces ha ampliado una y otra vez el espectro de nuevas formas de copia legal e ilegal. En 1983 Universal y Disney intentaron impedir que Sony vendiera su videograbadora (VTR en inglés), alegando que su comercialización y uso tenían el propósito de violar los derechos de autor. Sin embargo, la Suprema Corte en votación 5-4, sentenció que "no hay fundamento en el Acta de Derechos de Autor sobre los cuales los demandados [Universal Studios y Walt Disney Productions] puedan responsabilizar a los demandantes por la distribución de la videograbadora al público en general"6. Fue una decisión reñida, en donde buena parte de la deliberación giró en torno a la naturaleza del uso de la nueva tecnología que permitía a los consumidores acumular una biblioteca de grabaciones. El poder sin precedentes de copiar que la VTR puso en manos de los consumidores parecía amenazar la propiedad intelectual perteneciente a los estudios. Aunque Universal Studios intentó argumentar que los usos ilegales de la tecnología definían su propósito, la Corte Suprema finalmente no estuvo de acuerdo, reconociendo que la VTR servía para diversos usos, no todos ilegales: "Vender un artículo que aunque está adaptado para un uso ilegal también lo está para otros usos legales, no es suficiente para considerar al vendedor un contribuyente infractor. Esta norma podría bloquear las ruedas del comercio" (Corte Suprema de los Estados Unidos, No. 81-1687: 16).

El cibersitio de Electronic Frontier Foundation, donde se explica la normatividad histórica sobre Betamax, comenta que cuando una tecnología tiene muchos usos diferentes, no se pueden negar al público los usos legales sólo porque algunos usuarios pueden usar el producto para infringir las normas sobre derechos de autor. Los estudios de filmación, viendo disminuir sus ganancias por el uso de videograbadoras, intentaron bloquear una tecnología que consideraban inherentemente amenazante. En lo que ahora se considera una declaración infame que resumía los miedos de los estudios en esa época, el jefe de Motion Picture Association of America, Jack Valenti, advirtió: "Les digo que la VCR es para el público y para el productor estadounidense de películas, lo que sería el estrangulador de Boston para una ama de casa sola" (la cita es famosa pues parece mostrar a Valenti como un tecnófobo irracional, pero la conexión entre la piratería y la violencia de género es más chocante, y volveré sobre otros ejemplos de esta metáfora más adelante).

El argumento de los estudios de Hollywood de que la tecnología de grabación de cintas de video era inherentemente peligrosa se vino abajo, socavado por la fe en la conexión, productiva aunque contradictoria, entre las tecnologías de consumo novedosas y el crecimiento económico bajo el capitalismo post-industrial. La mayoría de los miembros de la Corte Suprema rechazó la idea de que la tecnología VTR estaba inevitable y fundamentalmente ligada a la piratería, sugiriendo más bien que en cierto modo la conexión entre cambio tecnológico y productividad capitalista estaba en juego, y que no se debían bloquear las "ruedas del comercio".

Los dos aspectos del pleito Betamax se retomaron en el caso MGM contra Grokster en 2005, en el que MGM planteó argumentos casi idénticos a los de Universal y Disney veinticinco años antes. En este pleito de 2005, MGM muestra a las redes de participación peer-to-peer (P2P) como inherentemente destructivas de los principios de la propiedad y los derechos de autor. El alegato de MGM muestra las tecnologías de software P2P como máquinas infractoras y solicita insertar protección a las patentes dentro de la arquitectura de las redes electrónicas7.

Al escribir sobre el vigésimo aniversario de la reglamentación Betamax, Fred von Lohmann recapituló una lección muy conocida: "Las nuevas tecnologías hacen más valiosa la protección de los derechos de autor puesto que desencadenan nuevos mercados y modelos de negocio" (Lohmann, 2004: s/p). Lohmann, abogado experto en propiedad intelectual de Electronic Frontier Foundation, representa la resistencia tecno-empresarial contra las grandes corporaciones mediáticas, recordándonos que "si quieren un sector tecnológico vigoroso, dejen a los innovadores inventar, sin forzarlos a pedir primero el permiso de los magnates de los medios" (Ibíd.: s/p). El determinismo tecnológico pesimista de las corporaciones mediáticas es rechazado aquí a favor del determinismo optimista del mercado libre impulsado por la tecnología.

Autoría, piratería y “economía del conocimiento” global

¿Qué reflexiones surgen si nos alejamos un poco de los reclamos y contra-reclamos del determinismo tecnológico, la infracción a las normas de propiedad intelectual y la creatividad amateur per se y observamos sus condiciones de enunciación? Dejemos a un lado las cuestiones acerca de la naturaleza inherente a las nuevas tecnologías (no quiero preguntar acerca de ellas cosas como: ¿"quieren" ser libres? ¿Son inherentemente democráticas y participativas frente al poder represivo del estado y las corporaciones?). Me gustaría esbozar una genealogía de la tecnociencia que evite los discursos comunes en los que la tecnología disponible gratuitamente se considere inherentemente transgresora, utópica o liberadora, en lucha contra el poder represivo de los monopolios. Este discurso del tecno-emprendimiento es una simple inversión de un nuevo discurso de la era ludita que veía la tecnología como substancialmente represiva y la liberación como una posibilidad sólo disponible si se lograba su destrucción (con la victoria de una "humanidad" no instrumental) o si se retornaba a una época utópica anterior a su existencia.

En el proceso de formación como ciudadanos tecnológicos globales, nos vemos obligados a autenticar ciertas clases de equivalencias y a proteger algunos tipos de diferencias. Las condiciones para que los discursos sobre autoría tecnológica sean posibles están enlazadas a las leyes globales emergentes. ¿De qué manera las prácticas particulares de identidad tecnológica, autoría y ciudadanía, se manifiestan en la esfera de la regulación económica legal o cuándo se consideran sublegales y preracionales?

Mi propósito aquí no es hacer hablar al pirata subalterno en toda su autenticidad oposicional, sino más bien preguntar cómo está surgiendo la figura del pirata en los discursos de las legalidades y contralegalidades globales, en los derechos de propiedad de las corporaciones, en los activismos desafiantes contra la propiedad y en los alegatos a favor y en contra del reconocimiento de la propiedad intelectual. Prolongando la pregunta de Foucault "¿Qué es un autor?", sugiero que nos preguntemos "¿Qué es un pirata?". Propongo una comprensión de la función del pirata, análoga a la del autor planteada por Foucault. La figura del pirata parece surgir a finales del siglo XX como un componente clave en la conformación de la ley burguesa de comienzos del siglo XXI. En este momento histórico, por una particular confluencia del copiado digital, la creatividad que le es connatural, una "crisis" en la legalidad burguesa y en la cultura, todos ellos fenómenos aparentemente precipitados por la revolución digital y de las telecomunicaciones, y la comprensión espacio- temporal de las culturas y las economías globales, se crean las condiciones para el reconocimiento público de las fragmentadas "funciones del autor" que identificó Foucault. Al mismo tiempo, los cambios, tanto conservadores como progresistas, en la legalidad burguesa, buscan impedir la fragmentación aparentemente caótica del autor en sus diferentes y posibles funciones (Callier et al., 1997).

Límites entre autor/necio y pirata/pícaro

El historiador Adrian Johns cuenta una historia fascinante de piratería de partituras a finales del siglo XIX, cuando el auge de la compra de pianos por la clase media produjo inmensas demandas de partituras baratas, pero coincidió con el advenimiento de la fotolitografía a bajo precio, lo que permitió crear empresas piratas para suministrar partituras a una fracción del precio establecido por las casas de publicación de obras musicales. Johns explica:

El problema que enfrentaron los editores de música fue no sólo de naturaleza legal. La dificultad residía en obligar a cumplir la ley: aunque la violación del derecho de propiedad intelectual, ya sea de libros o de piezas musicales era ilegal en Gran Bretaña, era una falta civil, no un delito. Esto significaba que rastrear a los transgresores era asunto de sus víctimas. Estos tenían el derecho de buscar las copias ilegales, pero no de ingresar a la propiedad privada para hacerlo, a menos que los propios piratas lo admitieran, lo cual era obviamente improbable (2002: 69).

El complejo análisis de Johns renuncia al determinismo tecnológico en favor de una historia social de la piratería. Tanto los amici curiae de la Corte Suprema en el caso Grokster (asesores liberales que apoyaron la red P2P a comienzos del siglo XXI), como Johns (con respecto a su lectura de comienzos del siglo XX), toman posiciones liberales respecto a los derechos individuales y a las ideas progresistas históricamente matizadas contra el determinismo tecnológico. Nos recuerdan que la tecnología en sí misma no puede ser diseñada ni funcionar para un solo fin; no milita a favor del bien o del mal o de acciones legales o ilegales. Son las redes sociales de significado y práctica que aparecen con las herramientas tecnológicas las que configuran las tendencias actuales de innovación y uso.

Adrian Johns concluye su ensayo "Pop Music Pirate Hunters", señalando que debemos entender las redes sociales de los piratas no sólo por razones académicas sino porque una comprensión de su contexto social nos permite fortalecer con mayor éxito el imperio de la ley.

Sólo mediante la reproducción del conocimiento social del propio Willets [pirata de partituras] pudieron derrotarlo Preston y Abbot, empleados por la industria de la música para atrapar piratas. La moraleja de esta historia es simple: la mejor manera de enfrentar la piratería es valorar la cultura de los mismos piratas y entenderla mejor que ellos (2002: 77).

De manera análoga, se recurre a los piratas en puntos clave de varios alegatos de amicus curiae presentados en apoyo de Grokster y otros. Como casos extremos de mal uso tecnológico, los piratas constituyen el punto límite que el discurso sobre la reforma legal liberal no puede aceptar. La renuncia al poder disruptivo radical del pirata sirve para subrayar la racionalidad del argumento de los reformadores.

Como expresa el alegato Amici Curiae de los profesores de ciencias de la computación: "Todos los amicusrespetan el valor de la propiedad intelectual. Sin embargo, aunque todos han publicado trabajos con copyright, algunos tienen patentes y algunos han visto que sus trabajos registrados están disponibles sin su autorización en una tecnología peer-to-peer para compartir archivos, ninguno condena el uso ilegal de la tecnología que hace posible tal cosa"8.

Aquí, las redes P2P se invocan en coherencia con formas más convencionales de pertenencia de la propiedad intelectual capitalista tales como las patentes y los copyrights. La piratería se coloca aparte como una clase diferente, en oposición a los alegatos de MGM y otros estudios que intentan catalogar a todas las personas que comparten archivos como piratas.

Lawrence Lessig, abogado de expediente en el alegato a favor de la comunidad creativa, actuando como Amicus Curia e de los demandados (Grokster y otros), aclara:

De la misma manera en que los propietarios de armas que defienden el uso legal de las mismas no están respaldando a asesinos de policías, o los activistas de la libertad de expresión que atacan restricciones demasiado amplias a la pornografía no están por ello promoviendo la proliferación de pornografía infantil, la defensa de las tecnologías P2P no son un respaldo a la "piratería" (2004: 5).

Para enfatizar la oposición a la piratería (Lessig, 2004:10, 18, 62-64, 66, 139, 255) de los amici de Grokster, Lessig cita sus propios trabajos ampliamente divulgados: "Y a menos que estos temas más amplios se tengan en cuenta, esta Corte debería abstenerse de tomar una decisión que pueda hacer daño al amplio rango de creadores que dependen de la ley de propiedad intelectual y de la tecnología P2P para distribuir su trabajo creativo" (2004: 5).

Los activistas que en el siglo XXI defienden a la comunidad electrónica contra la privatización corporativa, buscan exitosamente cimentar un consenso futuro sobre la base de la exclusión de la "mala" copia, distinguiendo entre compartir ilegalmente y hacerlo legal y creativamente. La manera en que se condena a los piratas por irreverentes frente a las ganancias y a la propiedad establece los parámetros del consenso emergente sobre tecnología, propiedad e identidad. El experto legal Lessig, los profesores de ciencias de la computación y otros amici curiae, así como el historiador Johns ubican su lucha pro reforma lejos de las actividades ilegales de la piratería.

Las condiciones de enunciación de los discursos sobre tecnocultura necesitarán que se logre un nuevo consenso sobre las formas de judicialización pública de ciertas clases de intercambio pirata. De la misma manera en que los hospitales mentales, los prostíbulos y las prisiones nos ayudan a rastrear las condiciones de enunciación de los discursos sobre civilización, legalidad, sexualidad y ciencia, los espacios claramente ilegales que están apareciendo nos ayudan a entender las nuevas configuraciones de la legalidad tecnocultural.

Qué es la autoría tecnológica

¿Cuáles son las políticas culturales sobre duplicación y plagio y cómo nos ayudan a entender la autoría tecnológica? El problema del discurso tecnocientífico fue tocado someramente por Foucault en "¿Qué es un autor?", asumiéndolo de forma completamente diferente al discurso sobre el arte y la literatura. ¿De qué manera la revolución digital con su mantra rip/mix/burn (cortar/mezclar/quemar), y su interpelación a la juventud multicultural de banda ancha de alta definición9, marcan la diferencia en la forma como interpretamos los derechos de autor en la vida moderna? Las formas de autoría tecnológica exacerban muchas de las tensiones internas que Foucault encontró en la función de autor, y desdibujan las líneas que separan la producción cultural de la tecnológica. También quiero replantear el problema de la autoría a través del contexto de la cuestión política y epistemológica del margen poscolonial. Es decir, quiero plantear una pregunta feminista familiar sobre la definición de autor en Foucault: ¿quién puede hablar como autor en el preciso momento en que la autoría surge como atributo de sujetos autónomos? ¿Qué significa que justo en el punto histórico en el que la autoría tecnológica parece ampliamente accesible, la ley demarca ciertos espacios del autor como transgresores? ¿Tiene alguna importancia una clase particular del plagio que ocurre en los márgenes del mundo industrializado, entre los países miembros de la OMC menos desarrollados, en los aparentes confines del alcance de la ley democrática liberal de Occidente, donde los límites entre original auténtico y copia corrupta están siendo borrados por vendedores ambulantes y empresarios de la alta tecnología?10

¿De qué manera los discursos legales y culturales emergentes sobre la propiedad ayudan a producir configuraciones tecnocientíficas particulares de las narrativas nacionales y culturales? ¿Cómo aparece la narrativa sobre la autoría tecnológica si fundamentamos nuestras investigaciones en escenarios del sur mundial que se perciben, en el discurso democrático liberal de los estadios de desarrollo, atascados en el "aún no"? Hijas putativas del imperio de la ley, las naciones en desarrollo se asimilan a adolescentes yendo hacia la adultez y la independencia, despertando a los placeres del raterismo pero aún sin la preparación para ser propietarios de tiempo completo11. El discurso del "aún no" no es fuerte en modo alguno. De hecho, su misma preocupación es síntomática de los contradictorios terrenos que cruza.

En la siguiente sección trato el sujeto de la autoría tecnológica intentando rastrear la política económica de la copia, siguiendo la conformación cultural de homogeneidades heterogéneas. Me permito ofrecer una viñeta a modo de ilustración.

La geotecnopolítica de la copia

En el mercado Hailong de Beijing, un sistema operativo Windows XP de Microsoft con logo y empacado al calor cuesta 245 dólares, mientras el mismo cuesta 5.50 dólares en un disco compacto sin rótulo. Una historia recurrente e indignantemente repetida en las noticias sobre tecnología durante la década pasada ha sido la de la "piratería china". Occidente produce una gama de tecnología y bienes de consumo (resultados de un proceso económico-cultural en el cual la producción, la "novedad" y la "necesidad" son creadas, estudiadas, formadas y alimentadas por las redes globales de fabricantes, publicistas, franquicias, encuestas de opinión, defensores de los consumidores y otros esforzados miembros de las sociedades capitalistas avanzadas). Esos productos son copiados prosaicamente y vendidos en numerosos mercados "piratas" por todo el mundo. Las copias son excelentes imitaciones y despiadadas traiciones –parecen idénticas al original y, en el caso del software, realizan las tareas requeridas en la misma manera que los originales, pero cuestan mucho menos–. Esta situación enloquece a Bill Gates por razones obvias de beneficio y poder; de la misma manera angustia a líderes occidentales, creadores de políticas, periodistas, empresarios y trabajadores. Las muchas maneras en que estos objetos molestan no sólo a sus dueños corporativos sino al amplio rango de sujetos industriales, burocráticos y empresariales avanzados, revela un afán por acreditar legalmente la uniformidad y regular la diferencia. Esta inquietud acompaña la urgencia de nombrar auténticamente como "iguales" sólo a aquellos objetos que ocupan un lugar en un esquema específico cultural, histórico, político y económico, cuyos contornos pueden surgir exitosamente sólo a través de un compromiso con objetos como los discos compactos sin rótulo iguales-pero-diferentes del mercado de Hailong.

Los esfuerzos institucionales por coronar de nuevo el objeto tecnológico original con su aura aparentemente robada no pueden llevarse a cabo por medio de un simple regreso al estatus sagrado del original, en la medida en que contradice la lógica del consumo electrónico universal (Benjamín, 1989)12. En vez de eso, el trabajo ideológico involucrado en nominar el original como "verdadero" y la copia como "falsa" es como el de dar forma al mundo: el trabajo de controlar los nuevos parámetros de la piratería. Este control está animado por la tarea de restaurar la naturaleza inviolable, que se encuentra amenazada; aunque esa frágil construcción tiende a estar expuesta de nuevo, esta vez por causa de los efectos fragmentadores/reconstructores de las prácticas digitales tecnocientíficas.

Las actividades de Microsoft y de las organizaciones globales sobre propiedad intelectual producen diferencia y uniformidad en formas manejables. Un informe de la revista Forbes en 2003 sobre el "síndrome de China" mostró el problema de la piratería como un dragón pequeño pero feroz y decidido engullendo la cabeza de Bill Gates, como mencioné antes. Veamos más detalladamente ese reporte13.

El artículo asocia constantemente las palabras "falsificado" y "falso" a la reproducción ilícita de la uniformidad hecha por compañías chinas, mientras hace énfasis en la naturaleza "verdadera" de la uniformidad del producto de marca producido por el círculo legítimo de la producción global. Expresa una sincera esperanza de que "China pueda algún día dejar ese hábito, como lo han hecho en diferentes grados Japón, Taiwan, Singapur y Corea". Nos enteramos de que China sigue siendo "un país donde el imperio de la ley no es reconocido" (Forbes, 17 de febrero de 2003: 82) y de que "China no ambiciona tener productos Microsoft en la forma en que lo hacen otros países" (Ibíd.: 82, énfasis mío). La uniformidad producida por las culturas de copiado de China es ilegítima –un vestigio de su economía regida por el comunismo (una cultura de la uniformidad desacreditada y atrasada) y un indicador de su primitivismo–. Es una aberración excesiva –no accidental–, una descarada celebración de la libertad tecnológica de producir uniformidad por demanda: "Las copias piratas de Windows no sólo se venden de una en una en la calle, sino que cientos de ellas se venden a la vez a los negocios chinos, preinstaladas en los computadores hechos en las fábricas chinas" (Ibíd.: 82). China debe aprender a avergonzarse de esta reproducción descarada; debe exigírsele que crezca en una cultura más adulta de la uniformidad (en prácticas de negocios y en derechos individuales), una cultura que sea regulada y garantizada por el imperio de la ley y en la cual esté bien codiciar los bienes de consumo, mientras se haga de la misma manera en la que lo hacen los consumidores de los países capitalistas avanzados. A medida que el artículo llega a su conclusión (anticipando la inevitable llegada de la mayoría de edad para las economías atrasadas intransigentes), aparece un augurio de legítima uniformidad. En contraste con las "aulas de universidad demasiado ventiladas" y las empresas estatales citadas antes, se hacen visibles nuevos espacios a medida que China responde a "una transferencia de tecnología gigante" fundada por Bill Gates: "Microsoft […] se está tomando el tiempo de asociarse con pequeños empresarios. Su primer socio joint venture, Censoft Corp. Ltd., terminó de construir recientemente un edificio en una zona de alta tecnología en el noroeste de Beijing similar a cualquier oficina espaciosa de Silicon Valley" (Ibíd.: 84, énfasis mío) en todos los aspectos que interesan a la economía global: China ha pasado, en este párrafo, de la uniformidad ilícita a la lícita; las culturas de copiado traídas por las transferencias de tecnología producen uniformidad en formas legítimas, reconocibles y manejables (la frase hace deliberadamente eco a la usada por las administraciones coloniales británicas y los historiadores imperiales). La historia de portada de Forbes espera con impaciencia el florecimiento pleno de la legislación sobre derechos de propiedad intelectual en China.

¿Qué diferencia marca lo digital?

El copiado digital representa una forma de copiado fundamentalmente nueva, radicalmente diferente de anteriores formas de reproducción mecánica: la física de la piratería de lo intangible, como dice el experto legal con base en Standford, Lawrence Lessig. La ley de derechos de autor se dispara cada vez que se hace una copia de un original. Como ilustra Lessig:

Antes de Internet, si usted compraba un libro y lo leía diez veces, no había un argumento plausible relacionado con los derechos de autor que el propietario de los derechos pudiera esgrimir para controlar el uso de su libro […] Ahora, si usted lee el libro diez veces y la licencia (del libro electrónico) dice que usted puede leer el libro sólo una vez o una vez al mes, entonces la ley de propiedad intelectual ayudará al propietario de los derechos a ejercer ese grado de control, debido a la característica accidental de dicha ley que desencadena su aplicación cada vez que hay una copia (Lessig, 2004: 80).

Aunque Lawrence Lessig es el prominente líder del movimiento de cultura libre, distingue en su propia política entre proteger la genuina creatividad (bueno) y defender la simple piratería (malo). Lessig asegura a sus lectores que su propósito es proteger la inviolabilidad de la propiedad y la vitalidad del capitalismo consumidor, no reducir la sociedad industrial a la anarquía de los mercados de trueque o a la esterilidad de las economías autoritarias. Analizando la conexión entre los vendedores corporativos y las naciones que piratean, Lessig nos recuerda que:

El copyright le proporciona al propietario el derecho de decidir los términos bajo los cuales se comparte el contenido. Si el propietario de los derechos no quiere vender, no tiene que hacerlo […] Si tenemos un sistema patentado y ese sistema está apropiadamente balanceado con la tecnología de una época, entonces es incorrecto tomar la propiedad sin el permiso del propietario. Eso es exactamente lo que significa "propiedad" (Lessig, 2004: 79).

En otras palabras, la propiedad supone un sujeto burgués, un propietario soberano autodeterminado. Las formulaciones de Lessig también sugieren una analogía entre propietarios soberanos autodeterminados y estados soberanos. Recordemos que el propietario actúa en la escena mundial desde mediados del siglo XX, rediseñado él mismo primero bajo el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT en inglés) y luego bajo la Organización Mundial de Comercio (WTO en inglés); todos ellos, tanto individuos como naciones presentes en este escenario mundial, deben ser considerados (o parecer) sujetos soberanos autodeterminados, para que puedan ser tratados equitativamente por la ley. Así, por ejemplo, en respuesta a la crítica común de los países del sur a la propiedad corporativa, Lessig arguye que "la ley asiática" incorpora un reconocimiento del copyright extranjero e internacional y, por tanto, que los piratas y las naciones asiáticos son transgresores de la ley bajo la cual han escogido vivir: "Ningún país puede ser parte de la economía mundial y decidir no proteger internacionalmente elcopyright […] Si un país va a ser tratado como soberano […] entonces sus leyes son sus leyes, independientemente de su origen" (Lessig, 2004: 78). Aquí el país funciona como propietario/consumidor/ciudadano soberano en el escenario mundial. Sus leyes son sus leyes.

La repetición de la ley sin ir más allá de su definición, sugiere que ella está herméticamente cerrada a la historia (mencionada aquí simplemente como fuente y no como proceso dinámico interconectado). Sugiere también que las reparaciones por acciones que ocurren en redes diacrónicas están por fuera del alcance de las aplicaciones sincrónicas de la justicia. Como Colier y otros han argumentado, la legalidad burguesa juega un papel en la producción de las mismas diferencias a las que les quita relevancia: "El ideal de tratamiento igualitario ante la ley no sólo hace difícil para ella manejar y por consiguiente remediar las diferencias de poder y privilegios que la ley define ante ella o fuera de ella, sino que los procedimientos legales realmente ponen en vigor y confirman las desigualdades entre la gente y los pueblos dentro del proceso" (Colier, et al., 1997).

Sin embargo, Lessig no es un defensor simplista de la ley. A través de sus escritos y su activismo fecundos, está emprendiendo una compleja agenda que involucra lo que muchos ven como una revisión radical de las leyes liberales de propiedad. Para los usuarios más entusiastas de las comunidades creativas, Lessig es de hecho un campeón de los de abajo, la voz de los que no tienen voz en contra del poder de las corporaciones, el hombre que lucha apasionadamente ante la Corte Suprema de los Estados Unidos a favor del derecho a cortar, mezclar y quemar. Lessig argumenta en Free Culture que "con respecto a los usos transformadores del trabajo creativo, es extraordinariamente perturbador" que "copiar y pegar" se haya convertido en un delito (2004: 80). Sostiene que un dominio de la creatividad históricamente vigoroso, la comunidad de facto del "uso presumiblemente no regulado", ha llegado a ser casi accidentalmente sobrerreglamentado, a partir de la eliminación de los requerimientos formales para el otorgamiento del copyright hecha por el Congreso en 1976. La generación de jóvenes que ha crecido con Internet se ve afectada más severamente, puesto que todos sus modos de conocimiento y entretenimiento están ya interpelados por los sistemas digitales de producción, distribución y consumo. Las formas de creatividad propias de estos sistemas están inconsistentemente reguladas por un conjunto de leyes desacertadas (esto es, leyes que no reconocen apropiadamente la naturaleza de las nuevas tecnologías y leyes que reconocen inadecuadamente la naturaleza del proceso creativo, causando un recorte no intencional de la creatividad potencial de los ciudadanos). Las nuevas y múltiples formas artísticas y culturales creadas copiando y mezclando son los ejemplos que da Lessig de usos "transformadores", es decir, usos que modifican el contenido de los materiales por fuera del original, o que cambian los mercados en los que compiten. Esta es piratería buena.

Piratería mala es la asiática:

Por todo el mundo, pero especialmente en Asia y Europa oriental [posteriores referencias a este fenómeno desechan la referencia europea y lo llaman simplemente piratería asiática] hay negocios que no hacen más que tomar los contenidos protegidos por copyright de otras personas, copiarlos y venderlos […] Esto es piratería pura y simple. Nada en los argumentos de este libro [ Free Culture ] ni en los de la mayoría de las personas que hablan del tema de este libro, puede conducir a dudar sobre este simple punto: esa piratería es mala (Lessig, 2004: 77).

Por espacio de tres páginas, Lessig afirma numerosas veces, y con suficiente firmeza para que sus seguidores lo entiendan, que la piratería asiática está profundamente equivocada; es inexcusable e injustificable gracias a su desprecio de las leyes burguesas y del libre mercado. Aquí Lessig establece claramente una distinción que para su consternación ha sido frecuentemente mal entendida en las discusiones públicas del movimiento de la cultura libre. Él está particularmente preocupado por señalar esta distinción porque tanto sus seguidores como sus críticos ven a menudo su defensa de la cultura libre como desprecio hacia las leyes del mercado y de la propiedad. Los piratas asiáticos sirven entonces como su caso extremo: son el punto límite de la diferencia con la ley burguesa, el punto hacia el cual tienden a moverse las energías desatadas por el movimiento de cultura libre/software libre, a menudo de forma caótica y eufórica, pero son límites peligrosos desde los cuales es preciso retornar para que los fundamentos de la ley burguesa no se vean amenazados. Si su anterior libro, The Future of Ideas: The Fate of the Commons in an Interconnected World (2001), descrito por Michael Wolff como un "silencioso manantial de ideas", convirtió a Lessig en el popular gurú de un movimiento social, Free Culture es tanto un regocijo permanente como una advertencia restrictiva. Lessig anota cómo el fracaso de sus estrategias argumentadas racionalmente ante la Corte Suprema, le dio una lección difícil sobre la intrusión de la política en el espacio objetivo de la ley, un paso que pudiera abrir la puerta a una multitud de críticas radicales de la legalidad burguesa. Pero en la "piratería asiática" Lessig encuentra su excusa para la salvación de dicha ley. Él busca que concluyamos que los mercados libres globales capitalistas y la ley liberal son lo mejor que tenemos; si abandonamos estos salvavidas caeremos en el abismo de la uniformidad asiática. Perderemos la diferencia, la que fortalece y sostiene la competencia, la del multiculturalismo liberal, la de la distribución inequitativa, la misma diferencia que nos hace creativos, exitosos y tecnológicamente productivos.

El otro Lawrence

En el verano de 2004 en Bangalore, el Silicon Valley de la India, conocí a Lawrence Liang, experto legal y activista por la liberación del conocimiento en el dominio público. Los dos abogados Lawrence, en dos Silicon Valleys, me mostraron en clara convergencia los riesgos en las construcciones globales de la uniformidad y la diferencia14.

Lawrence Liang señala que la P2P y la alta tecnología, el remix electrónico en tiempo real, dependen de dos factores: un gran ancho de banda y/o el poder o la capacidad de procesamiento de la tecnología informática de punta. De otra parte, el software, los juegos y las películas en disco compacto disponibles en las calles de la India por menos de un dólar son para Liang ejemplos de la "piratería transformadora". Deliberadamente hace eco aquí de la idea de cambio de Lessig, pero no la asocia con el genio creativo de un autor autónomo. "Para Lessig es un problema de contenido. [La cuestión es:] ¿Con su piratería está creando algo? La respuesta aquí sería 'No'. Pero está suministrando un punto de entrada al material para una gran cantidad de personas que de otro modo no tendrían acceso a él". Liang se describe a sí mismo como interesado en la "modernidad robada" de la India, las economías piratas a través de las cuales la gente corta, mezcla y quema sus propias versiones híbridas/ilegales de la modernidad, sin permiso de sus autores.

En oposición a los burócratas y empresarios indios que claman ansiosamente por la aplicación más fuerte de los derechos de propiedad intelectual de las multinacionales, Liang celebra las posibilidades de copiar y compartir, aplaude las grietas en la modernidad, o lo que él llama las "legalidades permeables" de las "modernidades robadas" poscoloniales.

Estas grietas en la modernidad se manifiestan en diferentes formas cotidianas y triviales de apropiación, en las cuales las poblaciones por fuera de la ley esquivan el proceso de definirse ellos mismos como sujetos legales burgueses. Ya que no son propietarios ni manifiestan respeto por la propiedad, se les considera por fuera de la legalidad. Su función autorial descansa no en la creación de contenidos localizables sino en la creación de significados compartidos, dispersos a través de las actividades de la comunidad electrónica. Una imaginación compartida surge a través de las actividades de producir, hacer circular y consumir textos digitales de los que se han apropiado. La posibilidad de ser sujeto en esta esfera no tiene los requerimientos de la autoría única –el autor burgués retrocede, por lo que la función de apropiación pasa al primer plano–.

Desde luego, esto nos recuerda la advertencia de Foucault sobre cómo debemos rastrear la función de autor: "es cuestión de despojar al sujeto […] de su papel como creador, y de analizarlo como una función variable y compleja del discurso" (Foucault, 2003: 390). Liang saborea la tarea de destronar al sujeto autor, quien a menudo se localiza en el Occidente industrializado, pero podría fácilmente estar en la misma calle, cerca al garaje lleno de libros que sirve como su oficina en Bangalore, en los conglomerados de corporaciones que concentran más felizmente su energía en autores creativos con gran ancho de banda que en piratas con ancho de banda bajo.

De otra parte, Lessig pone en primer plano las habilidades creativas únicas del autor, mientras reconoce hábilmente la ruptura que introduce el copiado digital. Donde Lawrence Liang intenta hacer encajar esta ruptura en sus conclusiones foucaultianas, Lawrence Lessig propone un castigo, intentando salvar la ley burguesa y al sujeto autor de la precipitada decadencia acelerada digitalmente. Ambos reconocen la amenaza planteada por la revolución digital a la noción de autoría y propiedad privada, pero las posiciones geopoliticas y culturales de los dos Lawrence apuntalan las diferencias de sus propósitos y tácticas, que resultan de sus respectivas lecturas de la "piratería asiática". Lessig restablece al autor burgués en su papel creativo, "resalta[ndo] la forma en la que nos atemoriza la proliferación de significados" (Foucault, 2003). Liang parece recoger exactamente el momento romántico poco plausible en esa obra de Foucault, en el cual el filósofo francés reclama una forma de cultura en la que la escritura creativa (ficción) "no esté limitada por la figura del autor": "Sería puro romanticismo […] imaginar una cultura donde lo ficticio opere en un estado absolutamente libre en el cual la ficción esté a disposición de todos y se desarrolle sin pasar a través de ninguna figura necesaria o constrictiva" (Foucault, 2003: 391).

Foucault sugirió además que, a medida que cambia nuestra sociedad, la función del autor podría desaparecer, "de tal manera que la ficción y sus textos polisémicos estarán una vez más de acuerdo con otra forma":

Todos los discursos, cualquiera que sea su estatus, forma, valor […] podrían desarrollarse entonces en la anonimidad del rumor. Ya no oiríamos las preguntas […] ¿quién habló realmente? […] Y ¿qué parte de su yo más profundo expresó en su discurso? En vez de eso oiremos: ¿cuáles son las formas de existencia de este discurso? ¿Dónde se ha usado, cómo puede circular, y quién puede apropiárselo? ¿Dónde hay lugar para posibles sujetos dentro de este discurso? ¿Quién puede asumir estas diversas funciones del sujeto? Y detrás de todas estas preguntas, difícilmente oiríamos nada diferente a la agitación de la indiferencia: ¿qué importa quién habla? (Foucault, 2003: 391).

Esta indiferencia hacia quien habla caracteriza la celebración de la piratería en Liang como la muerte del autor. Sin embargo, según el punto de vista de Lessig, quien habla marca una gran diferencia que surge de la incuestionable prioridad de la propiedad y el libre mercado.

Lessig argumenta que las formas particulares en que los derechos de autor y la tecnología se han desarrollado desde 1976 han convertido al copyright en una herramienta ideológica que pone freno a la "proliferación de significado". Pero implícitamente en el modelo de Lessig el significado ocurre (por defecto) producido por hackers de veinte años en universidades tecnológicas, aún compartiendo archivos P2P, pero no por la piratería asiática. Una ilustración clásica de las exposiciones de Lessig es Jesse Jordan, estudiante del Politécnico de Rensselaer quien fue demandado por la Recording Industry Association of América (RIAA) por correr un motor de búsqueda. Lessig sugiere que la batalla de Jordan contra RIAA lo transformó de joven conservador en rebelde activista en lucha contra los límites de la ley de propiedad capitalista. Con esto no quiero decir simplemente que Lessig sólo reconoce autores jóvenes de sexo masculino. Por supuesto que Lessig reconoce que son creativos toda clase de remixing y copiado creativo, incluyendo re-mixing de audio, videograbación y otras formas de prácticas tecnológicas en el capitalismo tardío sin importar el género o la raza del autor. La cuestión que me interesa proponer es una pregunta histórica, política y económica más que exclusivamente sobre la identidad. Como Liang señala, esta clase de creatividad depende del ancho de banda, pero no debería reducirse a una simple reivindicación de la división digital. Las formas de acceso a la autoría se configuran por legados históricos de colonialismo tecnocientífico. La tecnología se transfiere a las colonias en formas institucionalizadas de tecnología militarmente estratégica como ferrocarriles, carreteras, municiones, medicina para el ejército, salud pública, etc., pero no en aquellas formas de tecnología que se puedan convertir en bases para el acceso individual a los archivos de información.

Las formas de ciudadanía global y de política económica de la autoría se conforman por historias de raza, clase, género y colonialismo, irreductiblemente híbridas y trasnacionales. Por ejemplo, el manejo mundial de la biodiversidad alcanzó su primer cenit bajo los imperios globales de Gran Bretaña, Francia y Alemania, a través de sus redes científicas de jardines botánicos, prácticas sexualizadas de la taxonomía, teorías raciales del clima, y redes mercantiles de recursos naturales. La medicina tropical y el control urbano del cuerpo se perfeccionaron en las administraciones coloniales de África y Asia, donde el género y la raza dieron forma a la identidad y la política. La tecnología de la computación, un campo relativamente reciente, ha sido asociada en forma desproporcionada con los recursos intelectuales del mundo en desarrollo, incluyendo India, China, Corea del Sur y Taiwán. Las amenazas económicas de los países asiáticos hacia Occidente se muestran frecuentemente con énfasis en el género como, por ejemplo, en un reciente número de la revista Wired, cuya portada representa la amenaza de la contratación de mano de obra externa con la imagen de una exótica mujer asiática sobre cuya mano se inscribieron con alheña diseños formados por líneas de código de computador15.

Su mano forma un misterioso velo sobre su rostro pero una inspección más cercana de los patrones aparentemente tradicionales revela una sofisticada familiaridad con la tecnología moderna, en la cual la misma incorporación de la "otredad" amenaza las sencillas y transparentemente modernas vidas de los programadores desoftware de los Estados Unidos, vidas que no son exóticas, opacas, decepcionantes, amenazantes o híbridas.

La exótica mujer representa no la figura literal de una programadora sino la figura de la misteriosa diferencia femenina en general. Ella actúa como un pirata –emplea métodos desconocidos por la racionalidad del Primer Mundo para robar empleos situados cómodamente en torres de oficinas metropolitanas o centros comerciales suburbanos idénticos–. Los relatos en primera persona en el programa Lou Dobbs en CNN (por ejemplo el testimonial: "Entrené a los indios que me quitaron el trabajo") muestran la tragedia de la pérdida de los empleos de oficina que trae consigo el espectro de la pérdida de la casa, el carro y otras posesiones que conforman la identidad de los individuos modernos industrializados.

La respuesta nacionalista india a las contradicciones de los Estados Unidos respecto a la contratación de mano de obra extranjera tiene, por su parte, una configuración de género en su manera de recapitular el anticolonialismo nacionalista. Bajo la modernidad tardía, la tecnología ofrece una fuerte arma con la cual se puede resistir/responder al poder penetrador del capitalismo occidental. La retórica nacionalista tecnocientífica de los mercados mundiales se resiste a la dominación occidental en la medida en que la retórica de occidentalización (modernidad retrasada, atraso, democracia inmadura, etc.) niega la completa masculinidad a la excolonia. En cambio ella busca re-masculinizar el espacio pos-colonial afirmando su superioridad tecnológica y su membresía total e igual en el libre mercado global.

Habiendo globalizado nuestro marco de análisis, es bueno recordar la observación de Adrian Johns de que los piratas a finales del siglo XIX con frecuencia se refugiaron en la esfera privada para evadir el alcance de la ley, usando habitaciones de casas familiares para esconder gigantescas pilas de partituras pirateadas. Esta asociación de los piratas con los espacios femeninos y sacralizados de lo doméstico frustró a los cazadores de piratas de las corporaciones, cuyas estrategias de judicialización se diseñaron para espacios públicos, masculinos. Aunque los piratas son feminizados en este ejemplo, como en la imagen de portada de Wired, sería una generalización excesiva sugerir una necesaria conexión entre la representación de la piratería y lo femenino. En la infame comparación de Jack Valenti entre el VCR y el estrangulador de Boston en 1984, el pirata se representa como un pícaro masculino que amenaza lo doméstico femenino. Sin embargo, la criminalización de la piratería se representa mejor a la manera clásica orientalista, reduciendo el peligro a una cantidad de posibles binarios: por ejemplo, el brutal animal de clase baja/macho/inmigrante, que amenaza a la mujer blanca, o el timorato/extranjero/afeminado que amenaza al hombre norteamericano robando subrepticiamente su empleo y propiedades.

En el proceso de convertirse en ciudadanos mundiales, las comunidades, naciones e individuos se inscriben dentro o fuera del marco de la legalidad burguesa. Ciertas formas de autoría son aceptadas y otras caen en el campo de lo ilegal. Aquellas que rechazan la importancia y la inviolabilidad de la propiedad privada no pueden tener lugar en una esfera que reconoce conflictos solamente entre intereses privados o de propietarios acaudalados. La legalidad burguesa no está interesada en incorporar la piratería asiática, adicionalmente porque ésta no está reclamando la identidad indígena nativa pretecnológica ni la ciudadanía en el libre mercado. Hay sólo algunas clases de diferencias que se permiten en la aplicación de la igualdad ante la ley y la diferencia de la piratería no califica.

¿Cómo están imbricadas las condiciones reales del discurso sobre la autoría (de tipo nacionalista, tecnocientífico, con configuración de género) con los discursos legales, políticos y económicos sobre la propiedad, la uniformidad económica global y el imperio de la ley? En el modelo de Lessig todos los organismos son equivalentes. Toda piratería, esté en el Primer o en el Tercer Mundo debe ser juzgada bajo la misma ley, debe hacérsele responsable de la tarea de preservar la propiedad privada y el libre mercado mundial. Aquí no se puede considerar que la piratería en el Tercer Mundo haya sido construida histórica y geográficamente, es decir, como la intersección de geografías e historias coloniales y poscoloniales específicas. Ver la práctica tecnocientífica incorporada como ya embebida en una red de geografías e historias sugiere que analicemos la función pirata (análoga a la función del autor) como una serie de interrogantes acerca de lo que hace posible/plausible/divertido el acto de la piratearía: ¿quién es pirata? ¿Quién no necesita ser pirata? ¿Cómo la piratería responde a la función represiva de la ley de derechos de autor que vigila los actos violatorios contra la propiedad intelectual? Puesto que de ninguna manera he dado respuestas completas a estos interrogantes, he buscado hacer un esquema de lo que debería ser un proyecto genealógico de la legalidad tecnocultural. Me gustaría sugerir que vale la pena pensar más adelante en las formas en que la particular confluencia del copiado tecnocientífico, sus formas relacionadas de creatividad, la crisis de la ley burguesa y de la sociedad respecto a las telecomunicaciones y a las revoluciones digitales, y la llamada compresión espacio-temporal de la economía mundial, crean las condiciones para la misma proliferación de la diferencia, la fragmentación del autor en sus diferentes y posibles "funciones", que la propia legalidad burguesa busca excluir.


Citas

1 Londres, 7 de febrero de 2005, "Informe anual sobre piratería y robo armado contra barcos", resumido en el informe: "Annual death toll from piracy rises", disponible en: <http://www.icc-ccs.org/main/news,php?newsid=40>.

2 Inmarsat (Internacional Maritime Satellite Organization) es una organización internacional creada en 1979 que opera un sistema mundial de comunicaciones móviles por satélite y funciona a modo de cooperativa. En un principio, se fundó para mejorar las comunicaciones marítimas con objeto de incrementar la seguridad en el mar. Actualmente, además de suministrar servicios de telefonía y transmisión de datos a embarcaciones y plataformas marítimas, aporta también servicios para la comunidad aeronáutica y para los móviles terrestres. (N. del T.).

3 No intento hacer aquí una historia de la piratería; eso ya lo han hecho soberbiamente muchos historiadores. Ver por ejemplo, The Many Headed Hydra y el trabajo en desarrollo de Adrian Johns sobre la historia de la piratería desde la invención de la imprenta hasta el presente.

4 "Si la apropiación y distribución china de los más valiosos productos y tecnologías continúa sin ser sometida a debate, finalmente puede significar más que la pérdida de dinero. La piratería y falsificación chinas pueden llegar a cambiar radicalmente la forma en que se crean y se venden el entretenimiento, la moda, las medicinas y los servicios" (New York Times, 9 de enero de 2005: 41).

5 Una de las razones por las que el determinismo tecnológico no se ha escindido completamente del discurso tecnocultural es que aun aquellos expertos en tecnología progresistas que animan a los anticuados ludistas a deshacerse de sus supersticiosas creencias de que la maldad acecha desde el corazón de las máquinas, mantienen ellos mismos la idea de que el uso transparente y el libre mercado de la tecnología y el cambio social progresivo y democrático están inevitablemente unidos.

6 La Corte Suprema sentenció que Sony no era responsable de violar la ley de derechos de autor. Sony Corporation of America, et al. v Universal City Studios, Inc., et al. No 81-1687, Supreme Court of the United States, 464 U.S. 417, p.3. Ver el archivo de documentos útiles para el caso en: <http://www.eff.org/legal/cases/betamax/#documents>.

7 MGM afirma que Grokster y Streamcast "diseñaron y distribuyeron sus servicios como máquinas infractoras" y que "diseñaron servicios a la medida para encontrar, copiar y distribuir archivos de medios protegidos por derechos de autor" (Alegato de réplica de Motion Picture Studio y Recording Company Petitioners: 14-15).

8 Brief Amici Curiae of Computer Science Professors Suggesting Affirmance of the Judgement, archivado en: <http://www.eff.org/IP/P2P/MGM_v_Grokster>.

9 Uso una distinción entre banda ancha de alta definición y de baja definición para distinguir entre clases usuarios y autores creativos. Esto tiene que ver con el problema de las formulaciones teóricas sobre centro/periferia, metrópoli/(pos)colonia, centro/margen, ya que la distribución del acceso no obedece exactamente a los límites entre naciones o imperios. Sin embargo, la retórica sobre la "brecha digital" mantiene suposiciones atrasadas/problemáticas sobre distinciones de género o nacionales (Harpold, 1999; Lewis y Wigen, 1998).

10 Mejor conocida como la "ley burguesa", según la exposición de Collier et al.: "Elegimos este término para llamar la atención sobre la profunda conexión entre el desarrollo del capitalismo y el desarrollo del sistema legal que refuerza no las leyes de Dios para los hombres –como en el Feudalismo– sino el imperio de la ley creada por el ‘hombre' para el ‘hombre'. Aunque otros estudiosos, en especial aquellos especializados en estudios legales […] han usado términos como ‘liberalismo' o ‘legalismo liberal', preferimos el término ‘ley burguesa' del investigador soviético Pashukanis, porque identifica al creador primario y beneficiario de la ley como un sujeto individual que ‘posee' propiedad […] Más aún, el término ‘ley burguesa' engloba otros opuestos a ‘liberalismo' tales como ‘conservatismo', ‘libertarismo' y ‘legalismo socialista', aún si incluye tradiciones variables como los sistemas legales ‘Común', ‘Civil' y ‘socialista'" (Collier, et al., 1997: 20).

11 Pensemos, por ejemplo, en los discursos xenofóbicos y anti outsourcing de los medios de Estados Unidos contra la contratación de mano de obra inmigrante, o en el miedo recurrente a la habilidad tecnológica y las visas H1B. De acuerdo con estas narrativas, los ciudadanos del Tercer Mundo son representados como ladrones de cuello blanco que roban empleos pero que son completamente incapaces de crear empleos por su propia cuenta.

12 La retórica de consumo de la reproducción post-mecánica tiene una lógica doble o aparentemente contradictoria: de una parte, los consumidores deben celebrar la disponibilidad ubicua del arte –por ejemplo, el poster de Dalí en el dormitorio anuncia el acceso democrático del ciudadano-sujeto burgués a la obra de arte–, y al mismo tiempo, se sostiene la narrativa de la autenticidad mística, por la cual el autor es coronado de nuevo como el genio soberano, su mano es visible en las marcas únicas de pintura en el lienzo original que, residiendo en el museo o la colección privada, da testimonio de un genio único que penetra el corazón de las cosas y entrega su significado. Benjamin vio en la impresión y la fotografía un anuncio de una ruptura importante con las formas más antiguas, pero al mismo tiempo como continuidad de las formas tradicionales de elaboración de copias como el grabado en madera. Sin embargo, parece que se ha iniciado una ruptura más fundamental con la llegada de la copia digital, que produce literalmente múltiples originales. Una copia que no tiene desgaste es radicalmente diferente de las tecnologías de impresión y copiado en las cuales la copia "maestra" puede siempre mantener su estado auténtico.

13 Forbes, 17 de febrero de 2003, "The China Syndrome: Microsoft Takes on the Pirates".

14 Las siguientes citas son tomadas de una entrevista que sostuve con Lawrence Liang en Bangalore el 13 de agosto de 2004. Varios ensayos de Liang se pueden encontrar en: <http://www.altlawforum.org/PUBLICATIONS>.

15 Wired, No. 12, 2 de febrero de 2004.


Bibliografía

  1. BENJAMIN, Walter, 1989, "La obra de arte en la época de su reproducción técnica", en: Discursos interrumpidos I, Buenos Aires, Aguilar/Altea/Taurus/Alfaguara.
  2. COLLIER, Bill y Liliana Suárez-Navas, 1997, "Sanctioned Identities: Legal Construction of Modern Personhood", en:Identities, No. 2, Vol. 1-2.
  3. DRAYTON, Richard, 2000, Nature´s Government Imperial Britain, and the improvementes of the World, New Haven y Londres, Yale University Press.
  4. FOUCAULT, Michel, 2003, "What is in on Author?", en: The Essential Foucault, Nueva York, The New Press.
  5. FRAUENFELDER, Mark, 2004, "Pirates eavesdropping on satellite calls", disponible en: <http://www.boingboing.net/2004/11/18/pirates_eavesdroppin.html>, consultado en marzo 30 de 2005.
  6. GOVIL, Mitin, 2004, "War in the Age of Pirate Reproduction", en: Sarai Reader, No.4, disponible en: <http://www.sarai.net/journal/reader4.html>.
  7. HARPOLD, Terry, 1999, "Dark Continents: Critique of Internet Metageographies", en: Postmodern Culture, No. 9, Vol. 2.
  8. JOHNS, Adrian, 2002, "Pop Music Pirate Hunters", en: Doedalus, Verano.
  9. LESSIG, Lawrence, 2004, Free Culture: How Big Media Uses Technology and the Law to Lock Down Culture and Control Creativity, New York, Penguin Press, disponible en: <http://free-culture.org>.
  10. LEWIS, Martin y Karen Wigen, 1997, Myth of Continents: A Critique of Metageography, Berkeley, University of California Press.
  11. LOHMANN, Fred, 2004, "Betamax was a steppingstone", disponible en: <http://www.eff.org/IP/P2P/MGM_v_Grokster/betamax_20th.php>.
  12. NEW York Times, 9 de enero de 2005.
  13. PHILIP, Kavita, 1995, "Imperial Science Rescues a Tree: Global Botanica Networks, Local Knowledge, and the Transcontinental Transplantation of Cinchona", en: Environment and History, No. 1, Vol. 2.
  14. REVISTA Forbes, 17 de febrero de 2003.
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Tecnología y malestar urbano entre jóvenes: la celebración de lo inútil y la emergencia del trabajo liberado*

Tecnologia e agitação urbana entre os jovens: a celebração do inútil ea emergência do trabalho lançado

Technology and urban unrest among young people: the celebration of the useless and the emergency of the work released

Rocío Gómez Z.**
Julián González M.***


* El presente ensayo es un resultado parcial del proyecto de investigación "Cultura política, ciudad y ciberciudadanías", que adelantan conjuntamente el grupo de investigación Educación y Cultura Política de la Universidad Pedagógica Nacional, y el de Educación Popular de la Universidad del Valle, con el auspicio de Colciencias. El equipo de trabajo en Cali está integrado, además, por Armando Henao, Germán Bernal, Viviam Unás, Tanaly Huertas, Juliana Ospina y Diana Giraldo.

** Profesora de la Universidad del Valle, Instituto de Educación y Pedagogía, adscrita al grupo de investigación en Educación Popular. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

*** Profesor de la Universidad del Valle en la Escuela de Comunicación Social, adscrito a los grupos de investigación en Educación Popular y en Periodismo e Información. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este ensayo sugiere que habría una inestimable conexión entre el compromiso subjetivo y emocional de los jóvenes usuarios de Internet, que invierten tiempo y deseo en realizar un conjunto variado de obras menores (correos electrónicos, imágenes de sí mismos en Facebook, trozos de música, mantenimiento de la bitácora en la Red), y los malestares del bienestar urbano. Estas obras menores encarnan y objetivan las demandas de trabajo liberado –frecuentemente reprimidas, pospuestas, administradas o reguladas–, que algunos de los nuevos repertorios tecnológicos canalizan y movilizan vigorosamente.

Palabras clave: jóvenes, tecnologías de la información y la comunicación, política, cultura urbana.

Resumo

Este estudo sugere que ha uma inestimável conexão entre o compromisso do sujeito e a emoção dos jovens usuários da internet, que converteram tempo e desejo em realizar um conjunto variado de obras menores (correios eletrônicos, imagens de si mesmo em Facebook, trechos de música, manutenção da bússola em Rede), e o mal-estar do bem-estar urbano. Estas obras menores encaram e objetivam as demandas do trabalho liberal –frequentemente reprimidas, pospostas, administradas ou reguladas-, que em alguns dos novos repertórios tecnológicos canalizam e mobilizam vigorosamente.

Palavras-chaves: jovens, tecnologias da informação e da comunicação, política, cultura urbana.

Abstract

In this essay we suggest that there would be an invaluable connection between the subjective and emotional engagement of the young users of the Internet, who invest time and desire in realizing a varied set of minor works (emailing, images of themselves in Facebook, pieces of music, managing an online logbook), and the malaises of the urban well-being. These minor works incarnate and objectivate the exigencies of free work –frequently repressed, postponed, administrated or regulated– that some of the new technological repertoires vigorously canalize and mobilize.

Key words: young people, information and communication technologies, politics, urban culture.


Si se quiere reestablecer la cohesión social como ciudadano de pleno derecho, es necesario comenzar reconociendo que la sociedad salarial ha muerto y que es la actividad y no solamente el trabajo-empleo lo que deberá fundamentar el estatuto, los derechos y el valor social reconocido a los individuos.
André Gorz

1. Miller, en un pequeño artículo publicado en Science, cita un estudio de Yea y Bailenson: mediante un joystick con sensores que miden la fuerza que invierten las personas al manipularlo, se estimó el desempeño de estudiantes voluntarios a quienes se les solicitó limpiar un espacio virtual sucio. "Los sujetos aplicaron más fuerza cuando limpiaron objetos que personas […] Los voluntarios aplican un toque mucho más suave cuando se trata de rostros que de torsos y cuando se trata de mujeres que de hombres" (2007: 1342).

También los avatares1 más atractivos suelen tener mayores interacciones y aproximaciones que los avatares menos agraciados, lo que constituye una evidencia de que "las apariencias de los avatares afectan tu comportamiento online", reza el informe. En otro estudio realizado por Jeffrey Hancock, referido por Miller en su artículo, conformaron dos grupos de voluntarios. A algunos les solicitaron usar un avatar que lucía traje de médico, y a otros, un avatar con capucha y ropa del Ku Klux Klan. Posteriormente hicieron un test de personalidad a cada uno de los grupos. Los voluntarios que usaron ropa del movimiento racista mostraron mayor agresividad que los que usaron indumentaria de doctor, lo que revelaría el impacto de la experiencia virtual en las personas. Estos experimentos, tan típicos de las ciencias de la conducta social en Norteamérica, y tan celebrados en la literatura mediática, tienen el mérito de capturar el fenómeno, pero poseen el defecto de ignorar las condiciones históricas y sociales que ayer y hoy han permitido estos tránsitos fluidos entre la realidad empírica y la imaginación humana. También la lectura de libros procura efectos similares en la conducta mediata e inmediata de las personas; a través manipulaciones ópticas y juegos de espejos, las personas pueden experimentar la sensación de abismo; y es posible traducir en experiencia táctil un conjunto de superficies visuales o, como sabe cualquiera, también lo que experimentamos en algunos sueños tiene la tesitura y el talante de lo real. Varela (2003), mucho más cauto, supo poner el énfasis no exclusivamente en las particularidades de la técnica, sino en la naturaleza misma de la cognición que, para él, es indiscernible de la vida misma y consiste, esencialmente, en la capacidad para producir significación aun a partir de indicios precarios: "A través de su clausura, el sistema nervioso es un sintetizador de regularidades de tal virtuosidad que cualquier material básico basta como entorno para hacer surgir un mundo convincente" (Varela, 2003: 12).

2. Más allá del tratamiento que los medios de comunicación y los estudios en ciencias del comportamiento le han dado al fenómeno Second Life, poniendo el acento en sus consecuencias y conexiones con el mundo real, es necesario no perder de vista dos aspectos. En primer lugar, la creación de páginas electrónicas, de avatares, el mantenimiento de un blog, la realización de interacciones en tiempo real a través de Internet, la escritura de correos electrónicos, las sencillas tareas de lectura o navegación, el simple cliqueo en un icono, constituyen trabajo humano, esto es, una actividad de producción, con sus demandas específicas de tiempo y esfuerzo. En segundo lugar, es importante destacar la distinción online y off line, que pone el acento en –quizás– el rasgo más importante de este tipo de repertorios tecnológicos (telefonía celular, tecnologías telemáticas y teledirigidas, redes interactivas con Internet a la cabeza): propician la coordinación de acciones en tiempo real2. Las implicaciones de esta condición sólo pueden explicarse mediante una suerte de comparación con un fenómeno que, igual, transformó la escala y el tiempo de las coordinaciones humanas: el hecho urbano3. Así como la urbanización constituyó un espacio/tiempo inédito de coordinaciones humanas respecto al cual lo pueblerino, lo rural y lo selvático aparecen como "lo otro", el afuera, lo urbano comienza a convertirse en el afuera de ese espacio dromosférico (veloz y en tiempo real) que es Internet, esa metaciudad (Virilio, 1997, 1999 y 2002) con sus propias coordenadas temporales y deslocalizadas. Se trata de un proceso de creciente y aguda virtualización (Levy, 1999)4. En el pasado reciente, los pueblos y las pequeñas villas (burgos) fueron el lado virtualizante de la vida, un locus que dejaba por fuera el mundo real, la agreste naturaleza, la selva, el bosque, que constituían el "lado de afuera". Pero esos pequeños pueblos, al mismo tiempo, produjeron en su propia interioridad un polo crecientemente virtual (la ciudad) respecto al cual llegarían después a ser el afuera. Hoy los pequeños pueblos son, para los habitantes urbanos, el lado de afuera, "menos real", de la ciudad, un poco el pasado que se visita, recorre y añora, pero en el cual ya no se puede vivir del todo. Bien, la megalópolis también generó su propia interioridad crecientemente virtual respecto a la cual, con los días, llegará a ser el lado de afuera, el lugar "menos real". No debe sorprender, entonces, que el tiempo en Internet se esté convirtiendo en "tiempo real" contra el tiempo ¿irreal? de la vida urbana. De esta forma, estamos ante algo así como una nueva "urbanización" cuyos primeros emigrantes tienen un pie aquí, en la ciudad, y otro allá, en ese entramado tecnocomunicacional. Esos emigrantes y primeros colonos son, en general, jóvenes.

3. Uno de esos migrantes es Y.P., un joven de capas medias, de la ciudad de Cali. Tiene veintitrés años, estudia en una universidad pública los últimos semestres de una carrera de ciencias básicas. Desde los trece años hace música con un sintetizador. Tiene un teléfono celular y dos chips de diferentes operadores de telefonía móvil. Un computador con conexión a Internet. Una cámara fotográfica digital que usa para registrar retratos y autorretratos, para capturar escenas de viaje y situaciones de la vida cotidiana ordinaria y extraordinaria, y para tomar imágenes de la naturaleza, en particular, especies vegetales, dada su particular inclinación por la botánica. Durante algún periodo trabajó el carboncillo y los pasteles cuando adelantó estudios de pintura en un corto programa de formación artística. Ha dejado atrás su intensiva afición por los videojuegos, algunos de los cuales operaba con extraordinaria pericia. Ahora los juega con poca frecuencia. Suele coleccionar y escuchar música y ver cine comercial y de autor en la universidad donde estudia. En los últimos meses se ha dedicado a modelar con un software gráfico la imagen de la iglesia de San Antonio, en Cali. Ha aprendido a manejar con suficiencia 3D Studio Max, luego de haber tomado un breve curso de diseño y animación por computador. No es un estudiante excepcional y no se considera a sí mismo un artista. Como Y.P. existen muchos jóvenes en las ciudades que hacen importantes inversiones de tiempo, deseo y trabajo en la realización de este tipo de obras y creaciones, bienes expresivos sin pretensiones, cuyo destino, gestión y alcance no están definidos ni por el ánimo de lucro, ni por un vínculo laboral que prescribe y obliga a realizar la obra, ni por las complejas dinámicas de cooperación y competencia que fuerzan cualquier campo de producción simbólica en las artes. No sueña con hacer música para la venta, aunque eventualmente podría terminar implicado en alguna iniciativa de producción musical con fines comerciales o podría recibir alguna remuneración futura por sus obras o, incluso, podría percibir algún tipo de salario por sus habilidades como creador de imágenes simuladas. ¿Por qué tantos jóvenes como Y.P. dedican una importante porción de sus vidas a la creación de este tipo de obras de dudosos réditos, dado que no gozarían de prestigio y reconocimiento en el campo artístico ni son bienes comercializables en los mercados, industrias y negocios culturales? Y.P. tampoco considera su creciente dominio de este tipo de software una suerte de preparación para futuras actividades profesionales. Simplemente disfruta haciéndolo. Disfruta tomando las fotografías. Disfruta hacer música en su sintetizador. Disfruta modulando y modelando imágenes tridimensionales. En fin, aprecia sus producciones y la actividad de crearlas.

Esta pequeña obra expresiva, sin pretensiones comerciales ni artísticas, parece haber encontrado cauce y nicho en esta clase de repertorios tecnológicos que la potencian, aunque no la expliquen. El trabajo de cientos de millones de personas que realizan este tipo de pequeñas obras, soporta la eficacia comunicativa y cultural de buena parte de la Red, en tanto ámbito de intercambios, encuentros y difusión de experiencias, estilos y formas de vida, con Facebook y Second Life como epítomes. Basta con apreciar la imagen que cada usuario de Facebook diseña, selecciona y expone en su perfil. Como la iglesia de San Antonio, modelada en 3D por Y.P., la imagen en el perfil de Facebook es una obra que toma tiempo. Y eso es lo relevante: son obras o creaciones, no se limitan a realizar como consumo un bien previamente gestionado por la industria; se trata de productos trabajados por personas comunes en condiciones que no implican ningún tipo de vínculo laboral o de remuneración. No son el producto de un trabajo anidado y regulado por alguna organización empresarial.

Ahora imaginemos a un joven urbano que se dispone a preparar la presentación de sí mismo en un blog o busca exhibir su retrato en una página que permite encuentros eróticos, amorosos o amistosos a través de la Red. Imaginemos a un joven que llena los formatos que le demanda una interfaz de encuentros sociales como Facebook antes de su ingreso formal en ella. Por supuesto, en la ciudad contemporánea cada persona –a diferencia de los viejos habitantes de los pueblos o los antiguos campesinos no urbanizados– ha sido preparada en el largo aprendizaje que consiste en rotular la propia identidad y asignarle un valor o descriptor decidido y definitivo. Ya sea llenando el formato de una encuesta, diligenciando un formulario médico, diseñando su propio currículum vítae o respondiendo un interrogatorio policial, las personas de las ciudades sabemos designar con relativa claridad nuestra edad, sexo, estrato, estado civil y, con algunas dificultades, podemos reducir la difusa condición racial, sexual o política a unos cuantos descriptores relativamente precisos, o en su defecto, como ocurre en Facebook, los descriptores se han hecho lo suficientemente flexibles, informales y emotivos como para que cada cual pueda seleccionarlos sin tomárselos muy en serio, lo que sí ocurre en los formularios y fichas de diligenciamiento de una beca de estudios, un crédito financiero, un registro oficial o un puesto de trabajo. Bien, volvamos atrás, e imaginemos a esta persona joven que se dispone a exponerse (sobre-exponerse, dirán unos con ciertos reatos morales) en la Red. Puede uno imaginarse la inversión de deseos, la estela de temores, las ilusiones en juego, detrás de esta entrada a la nueva urbe. Decidir la apariencia del avatar que lo representará, pensar un nombre para su propio correo electrónico o un nickname para una interfaz que permite juegos multiplayer es un trabajo singular. ¿Qué esperanzas, qué motivaciones, qué "necesidades" parecen atravesar de cabo a rabo estos gestos, estas obras, este trabajo, gozoso en principio, cuya gratuidad sorprende? Es ése el tópico del que se ocupa el presente ensayo.

4. ¿Por qué tantos jóvenes en las ciudades dedican parte de su tiempo a realizar este tipo de obras? ¿Por qué mantener, actualizar y trabajar con denuedo en el blog o en el propio perfil en Facebook?

Jóvenes como Y.P. suelen esgrimir dos tipos de argumentos generales acerca de las razones por las cuales obtienen un placer particular realizando este tipo de actividades: en primer lugar, afirman que de esta manera "comparten experiencias y se comunican con otras personas"; y, en segundo lugar, sienten que "recuperan algo de dominio y potencia" al trabajar su página electrónica, su blog o al manipular las fotografías de su celular usando un software gráfico (Gómez, 2007 y 2008)5. A nuestro juicio, estos dos tipos de argumentos expresan la forma particular en que estos jóvenes viven lo que Morin ha llamado el malestar del bienestar, un malestar "difuso, intermitente, vivido de diversas maneras" por quienes, en principio, gozan de aceptables y adecuadas condiciones de vida (Morin, 1997). Habría entonces un vínculo que enlaza las formas en que un joven como Y.P. experimenta estos malestares, y su decidido interés por "comunicar experiencias" y "recuperar potencia" usando algunos de los nuevos repertorios tecnológicos.

¿Cuál es la forma que adquiere tanto la dominación6 como la explotación7 –fuentes de este malestar difuso– en un entorno crecientemente rico en términos de capacidad instalada de producción y provisión de bienes y servicios? Bien, en términos estrictamente técnicos hay relativo acuerdo acerca de un dato esencial: la capacidad actual de producción permitiría eliminar el hambre, la pobreza y la vulnerabilidad vital del conjunto de humanidad. Es decir, el problema es político, no económico: la sociedad contemporánea está destruyendo valor y bienes (destruyendo trabajo) en tanto no ha sido capaz de convertir tal capacidad instalada de producción real en bienestar generalizado y global8, tal como lo evidencian la obscena concentración de la riqueza y su inequitativa distribución, la sobreexplotación en ciertos frentes de producción que requieren mano de obra intensiva y poco calificada, la existencia de formas de trabajo rutinario e improductivo cuya única función consiste en ampliar la capacidad de compra y consumo del conjunto de la población, la flexibilización e inestabilidad laboral con sus turbulentos ciclos de empleos a corto plazo y desempleos persistentes, el despilfarro y el consumo compulsivo entre algunos segmentos poblacionales, y la existencia de dos tercios de la humanidad en condiciones de pobreza y miseria. Esta idea ha sido expuesta de manera original por Marcuse (1970). Puede encontrarse en una versión mucho más aterrizada y polémica en Carlos Pérez Soto (1996 y 2001), y con menores o mayores grados de esperanzada confianza en el futuro o desencantada visión del porvenir, en Bauman, (2005), Gorz (1997, 1998), Beck (2000), Morin (1997), Castoriadis (1991, 1997), Hard y Negri (2004), por mencionar algunos.

Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena volver a la pregunta: ¿qué forma adquiere la dominación y la explotación en condiciones de abundancia relativa9? Sin duda, para responder este interrogante habrá que desempolvar a Marcuse y a Marx, y sus lúcidas observaciones. La tesis que podemos sugerir es más o menos la siguiente: la realización plena de las necesidades humanas pasa, no por su satisfacción y saciamiento en virtud del consumo y los servicios, sino por su continuo y más amplio enriquecimiento mediante un nuevo y renovado trabajo humano (entendido en el sentido amplio de producción humana). Esta idea ha sido recuperada por Zuleta (2002) en un pequeño artículo y puede revisarse en el Marx de los Grundrisse (1972).

Marx dice que piensa en el comunismo no como una sociedad de la satisfacción de las necesidades, sino como una sociedad capaz de multiplicar continuamente las necesidades humanas y por lo tanto de crear una insatisfacción creciente: hacer que aquello que es suntuario se convierta en necesario.

Quería traer a cuento la teoría de la riqueza concreta y la riqueza abstracta para desarrollar la idea de Marx de que el desarrollo de la sociedad (como efecto de una racionalización de la producción y de un ahorro de tiempo) que era para él efectivamente lo más racional y esencial, era una multiplicación de la riqueza en el sentido de un incremento de la necesidad: de un incremento de la necesidad de arte y la necesidad de conciencia, de cultura, y de una multiplicidad de las relaciones humanas.

Hay en esto una perspectiva que se ignora por completo cuando se imagina la voluntad de transformación, propia del marxismo, como la voluntad de la satisfacción de necesidades, olvidando que desde el comienzo y en todo su desarrollo Marx siempre pensó en términos de multiplicación de las necesidades y de la generalización creciente de la insatisfacción humana (Zuleta, 2002: 109).

Es esencial entonces para la argumentación, sostener el vínculo entre trabajo y enriquecimiento de la necesidad, esto es, la cualificación de las necesidades en virtud de la producción humana. Esta idea es políticamente central porque supone que lo racional no es extender y expandir el trabajo socialmente obligatorio, sino ampliar las formas de trabajo liberado: se trata de liberar el trabajo, no de abolirlo. Ese tipo de trabajo liberado es posible en condiciones de abundancia creciente, es decir, en condiciones en que el trabajo socialmente necesario para la sobrevivencia vital de la especie humana se ha ido reduciendo gracias al dinamismo tecnoindustrial.

En condiciones de vida relativamente abundantes, ése será un recurso preciado por controlar: las demandas de enriquecimiento de la necesidad cuya realización pasa por formas variadas de trabajo liberado. Algunos pueden denominarle tiempo de ocio o tiempo libre, pero estos dos términos ocultan el problema político esencial: el malestar y la crisis que deriva de la contención, aplazamiento y administración continua del enriquecimiento de la necesidades humanas. La estructura de producción promete resolver las demandas de enriquecimiento de la necesidad mediante la provisión continua de bienes y servicios que adquirimos a través de los ingresos generados por salarios (trabajo más o menos obligatorio). Esta estructura reserva a algunas agencias y sectores el control sobre la producción general (burocracias públicas y privadas), procura relativas condiciones para la ampliación del acceso a bienes de consumo y servicios, aplaza la realización o creación de nuevas necesidades enriquecidas, administra la frustración del derecho a enriquecer las necesidades humanas propias mediante trabajo humano liberado, y crea entornos regulados en donde realizar parcialmente estas demandas de enriquecimiento de la necesidad.

Pero la frustración y el malestar se manifiesta, sobre todo, en el corazón mismo del consumo. Las personas experimentamos los malestares del bienestar en calidad de consumidores y usuarios de servicios, justamente en el momento de realizar elecciones de consumo. En las elecciones de consumo se renuncia a dos horizontes políticamente relevantes: se renuncia a las aspiraciones a "poseer y vivirlo todo" y se renuncia a las posibilidades de realizar obras y trabajo liberado que enriquecen y cualifican la necesidad10. Esa necesidad es adecuadamente administrada, aplazada y operacionalizada en la pequeña elección. Elegir es la forma exacta de la administración y postergación del deseo, con sus consiguientes secuelas de malestar y frustración.

El consumidor de bienes y servicios sabe, de manera exacta, en qué sentido hay una suerte de trampa en cada elección de consumo de bienes y servicios. Hay más intensidad en la ilusión y apetencia del bien, que en su realización efectiva. ¿Qué es aquello que es contenido y retenido en la ilusión previa a la adquisición del bien? Trabajo humano liberado en potencia, expresado en las ilusiones que el consumidor se hace acerca de lo que pasará cuando posea el bien. El comprador del automóvil sueña con que éste le permitirá recorrer la ciudad y liberarse de las ataduras de los rígidos sistemas de transporte existentes, ganará en estatus y posibilidad de seducción y vida amorosa, se hará más visible socialmente, etc. Hay más deseo (trabajo liberado potencial, trabajo humano por realizar) en el bien imaginado que en el bien concreto. Cada una de estas ilusiones (más vida erótica, más vínculos sociales, más poder efectivo para organizar la vida propia –y la de los demás–, más belleza, más posibilidades de recorrer y experimentar la ciudad) son variantes de trabajo humano liberado (recreativo) que el bien o servicio concreto jamás podrá satisfacer plenamente, porque la fuente de tales ilusiones no está en el bien, sino en el sistema de vida (con su propia y particular organización de, entre otras, el tiempo disponible para el trabajo liberado) que restringe y constriñe de manera regular tales posibilidades. El impulso poético (creativo) es aplazado o administrado en la operación de la elección, que siempre da mucho menos de lo que promete. En eso se parecen mucho los desencantos del consumo a los desencantos con las elecciones políticas. Tienen mucho en común las crisis de credibilidad de la política y las crisis de credibilidad del consumo, estas últimas apenas disimuladas a través de crecientes inversiones en publicidad, elevación continua del umbral de shock/terror publicitario y ampliación espectacular de los centros comerciales. La creciente espectacularización de la política y de la publicidad es el reverso de la inevitable –aunque administrable, ad eternum– crisis de sentido y credibilidad en la elección y consumo de bienes, servicios, información, candidatos, etc. Otro tipo de objeto en el cual se puede apreciar esta dinámica contradictoria –ampliación de la inversión en publicidad y diseño del bien y caída de su rentabilidad simbólica, de su prestigio y del deleite en su uso– es el juguete infantil: nunca habían sido tan bellos y complejos, y nunca habían sido tan perecederos y rápidamente des-preciados por los niños.

Sin embargo, junto con las diferentes formas de contención de las demandas de trabajo liberado, prosperan aquí y allá, de maneras más o menos inadvertidas, prácticas diversas de trabajo libre. Hay lugares en que las personas realizan un tipo de trabajo liberado e intercambian su producto por el trabajo liberado de otros: la sola realización de este tipo de trabajo es social, política y terapéuticamente esencial (ésa es su rentabilidad más importante) y los bienes generados serían en un mundo así concebido puramente contingentes. Indagar acerca de las formas en que tales prácticas están sutilmente emergiendo en el mundo moderno es crucial, porque son gérmenes del porvenir de la política. Uno de esos lugares de intercambio de productos derivados del trabajo más o menos liberado es la Red. Las páginas electrónicas, las inversiones en diseño y desarrollo de blogs, la creación de música e imágenes, pueden ser formas protoexperimentales y anticipaciones del trabajo humano liberado del futuro. Pero también lo son el pequeño arte casero, los relatos y cortos videos articulados a través de teléfonos celulares, el diseño y exploración de rutas y tramas turísticas no comerciales, los experimentos sexuales. Por supuesto, el impulso hacia el trabajo liberado puede ser aprovechado sistemáticamente por diferentes sectores de las industrias culturales (diseño de modas, creación de videomúsica, génesis de entretenimientos urbanos de diferente tipo) para capturar jóvenes "creativos" que proveen su capacidad de trabajo y nutren los negocios empresariales vigorosamente.

Es respecto a esta situación que se pueden entender tanto las promesas como las frustraciones que los nuevos repertorios tecnológicos producen en la subjetividad contemporánea. El joven urbano de sectores integrados experimenta en extremo la frustración y algunos la transforman y la tramitan resemantizando el consumo (haciendo de lo consumido su pequeña obra), encontrando nichos de producción y trabajo libre (trabajo voluntario, obras de arte, música propia, pequeños negocios, tecnoartesanía, acción política, vida sexual experimental, intervenciones sobre el cuerpo, etc.), redirigiendo las posibilidades expresivas (no instrumentales) de los nuevos repertorios tecnológicos (software libre, interfaces y negocios colaborativos, flash mobs) o inaugurando en diferentes escenarios tentativas de poetización general de la vida. Ese el sentido de las veinte horas de trabajo invertidas por Y.P. para construir una réplica virtual de la iglesia de San Antonio, y las innumerables horas de trabajo invertidas por algunos jóvenes urbanos que atienden y actualizan periódicamente su propio blog. En todas estas prácticas es posible leer y descifrar la acción política difusa, menor, que emerge del corazón mismo de la frustración y del malestar de quienes, en principio, gozan de los privilegios del bienestar.

Aunque las modalidades políticas más progresistas hoy están enfilando baterías hacia algunos frentes fundamentales y relevantes, herencia y rezagos de demandas no realizadas por las sociedades modernas (inclusión y reconocimiento de diversidades culturales y sociales; regulaciones y control sobre las diversas variantes de destrucción y amenaza medioambiental; equidad y reconocimientos identitarios de género, etnia, raza y edad; pluralismo político efectivo; fin de la pobreza; provisión de condiciones básicas de vida; defensa de los derechos humanos de primera, segunda, tercera y cuarta generación; derecho al cuerpo propio y a decir el final de la vida; derecho al consumo de bienes ilegalizados –por ejemplo, drogas–; derecho al acceso y producción de comunicación pública), las demandas políticas y sociales del futuro, que están emergiendo en el presente, tienden a ser más o menos ignoradas o poco consideradas. Estas demandas políticas contra la frustración continuada en medio de la abundancia, le son extrañas a las acciones políticas progresistas. Y lo peor, están siendo administradas ya por las industrias culturales y su promoción de la experimentación, ya por las industrias de las drogas y entretenimientos legales e ilegales, o ya por las diferentes estrategias terapéuticas contemporáneas (desde la psicologización general del malestar y sus terapias, hasta las formas de la neoespiritualidad –zen, ambientalismo, deportes extremos, turismo– que ofrecen zonas controladas de trabajo libre –meditación limitada a la vida personal, exploraciones estéticas y emocionales por fuera del orden de la vida cotidiana, inventivas sexuales bien delimitadas, etc.–). Es decir, estas formas emergentes de demandas políticas y sociales pueden ser convenientemente administradas y desposeídas mediante la rápida integración de las prácticas y ámbitos más creativos de trabajo liberado a las industrias y negocios culturales: desde los entretenimientos extremos hasta la música experimental, desde la industria del videoclip hasta las nuevas estratagemas publicitarias, desde las formas emergentes de turismo hasta las modalidades más exquisitas y sutiles de bricolage (hazlo tú mismo).

Entonces, tenemos un entorno social con creciente abastecimiento industrial de bienes y servicios, pero en el que, a la vez, no se ha liberado el trabajo, es decir, en que el trabajo sigue siendo controlado por estructuras burocráticas que dominan su división social y la distribución de ingresos, esto es, controlan la forma general en que se realiza la participación y apropiación de cada cual (los incluidos, los trabajadores) en relación con la producción general. La ciudad es un topos en el que se densifican y concentran en extremo estas condiciones, y son los jóvenes urbanos los que experimentan con mayor dramatismo esta tensión entre dos formas bastante diferenciadas de trabajo: a) el trabajo liberado como continuo enriquecimiento de la necesidad y b) el trabajo como peaje y condición de acceso a la riqueza general producida por la sociedad contemporánea. En ese sentido, la cultura juvenil debería ser entendida no como aquélla producida por las industrias culturales para los jóvenes urbanos, sino como un enorme laboratorio y campo de creación de conductas y prácticas heredadas o emergentes, algunas de las cuales derivan de diferentes variantes de trabajo liberado realizado por estos jóvenes. Estas prácticas son, en general, detectadas, cooptadas y relanzadas a destiempo y a posteriori por agencias industriales de todo tipo (modas, música, entretenimiento). Es en este entorno en el que se van a desplegar los usos y variaciones de relación entre "neotecnologías de la comunicación y de la imagen", "jóvenes urbanos", "comunicación y acción pública" y "voluntad política" en la ciudad contemporánea. Habrá en estos entornos neotecnológicos, por un lado, las variantes del trabajo liberado o cuasiliberado, y por otro, las formas legales e ilegales del trabajo regulado, la prosaica (producción) y la poética (creación); la imaginación instituyente y radical; y la producción que extiende lo heredado, en su vertiente legal e ilegal.

Quizás sea André Gorz quien expresa de la mejor manera este entorno que algunas fuerzas abren y otras clausuran:

Hay que aprender a discernir las oportunidades no realizadas que duermen en los repliegues del presente. Hay que querer apoderarse de las oportunidades, apoderarse de lo que cambia. Hay que atreverse a romper con esta sociedad que muere y que no renacerá más. Hay que atreverse al Éxodo. No hay que esperar nada de los tratamientos sintomáticos de la "crisis", pues ya no hay más crisis: se ha instalado un nuevo sistema que tiende a abolir masivamente el "trabajo". Restaura las peores formas de dominación, de servidumbre, de explotación al obligar a todos a luchar contra todos para obtener ese "trabajo que ha abolido". No es esta abolición lo que hay que reprocharle, sino pretender perpetuar como obligación, como norma, como fundamento irremplazable de los derechos y de la dignidad de todos, ese mismo "trabajo" cuyas normas, dignidad y posibilidad de acceso tiende a abolir. Hay que atreverse a querer el Éxodo de la "sociedad de trabajo": no existe más y no volverá. Hay que querer la muerte de esta sociedad que agoniza, con el fin de que otra pueda nacer sobre sus escombros. Hay que aprender a distinguir los contornos de esta sociedad diferente detrás de las resistencias, las difusiones, los callejones sin salida de los que está hecho el presente. Es preciso que el "trabajo" pierda su lugar central en la conciencia, el pensamiento, la imaginación de todos: hay que aprender a echarle una mirada diferente: no pensarlo más como aquello que tenemos o no tenemos, sino como aquello que hacemos. Hay que atreverse a tener la voluntad de apropiarse del nuevo trabajo (Gorz, 1998: s/p).

Hace una semana, Y.P. descubrió que es posible hacer con su recreación en 3D de la iglesia de San Antonio, un pequeño videoclip. Piensa componer en su sintetizador algunas tonadas que articulará a la imagen tridimensional. Además, espera mejorar los acabados, detalles y textura de las piedras, árboles y paredes de la iglesia. Convertida en una secuencia audiovisual animada, lo que empezó siendo el rígido modelado de uno de los lugares emblemáticos de la ciudad de Cali, puede quizás convertirse, con los meses, en el primer filme que hace en toda su vida un joven que dedica cerca de tres horas diarias de su vida a pasar el tiempo en su computador.

Honrosa celebración de lo inútil.


Citas

1 Figuras antropomórficas que representan a cada usuario en, por ejemplo, Second Life, un portal electrónico que permite a las personas interactuar con otras (otros avatares) en tiempo real.

2 En la organización moderna y clásica del trabajo, el tiempo era fundamentalmente lineal. Las líneas industriales de montaje indicaban la naturaleza secuencial (paso a paso, segundo tras segundo) de la producción fordista. Se trataba de reducir el tiempo entre cada secuencia de pasos como indicador de creciente racionalidad y eficiencia en la producción. En la actualidad, la posibilidad de coordinar acciones en tiempo real altera de manera radical la forma de organización de la producción, pues por cada unidad de tiempo ocurren, al mismo momento, un rango amplio de operaciones simultáneas que pueden ser coordinadas en red. Esto permite que tareas que requerían mucho tiempo lineal (paso a paso), puedan ejecutarse de manera muy breve en tiempo reticular.

3 Sennet (2004) destaca el abandono, en la ciudad contemporánea, de la pauta de la cuadrícula romana que aspiraba a una simetría extendida de manera regular en torno a un centro claramente delimitado, para adentrarnos en la megalópolis moderna, hecha de nudos. "La vaguedad de la palabra ‘nudo' indica que ya no es posible designar un valor ambiental, mientras que el ‘centro' está cargado de significados históricos y visuales, por lo que el ‘nudo' es algo amorfo" (Sennett, 2004: 3). Como se verá más adelante, no es casual que sea la condición de ‘nudo' (ambiguo y problemático) lo que define –de acuerdo con Levy (1999)– lo virtual. De alguna manera, Internet y la Red –la interfaz gráfica de Internet– acentúan y prolongan las tendencias virtualizantes de la ciudad, ese ámbito de coordinación de acciones humanas a gran escala.

4 Lévy diferencia cuatro estados de ser: lo real, lo virtual, lo posible y lo actual. A este autor le resulta interesante establecer relaciones entre los estados de ser que parecen opuestos y que, en sentido estricto, son complementarios: lo posible con lo real y lo virtual con lo actual. Lo que define "lo posible" es su condición de "ya constituido" pero aún no realizado, esto es, todavía "en el limbo" (1999: 17). En consecuencia, lo posible se define por sus límites, "es estático", no considera alternativas distintas a las predefinidas. Y la forma de concreción de lo posible, es decir, la manera en que se hace patente, es su realización. Para Lévy, "lo virtual no se opone a lo real sino a lo actual", que es su complemento. "A diferencia de lo posible, estático y ya constituido, lo virtual viene a ser el conjunto problemático, el nudo de tendencias o de fuerzas que acompaña una situación, un acontecimiento, un objeto o cualquier entidad y que reclama un proceso de resolución: la actualización" (1999, 18). Lo virtual es sobre todo un nudo de problemas, de tendencias y fuerzas que, en un momento dado, se actualizan de una manera particular no previsible ni determinable externamente. "La actualización aparece como la solución a un problema, una solución que no se contenía en el enunciado" (18). De esta manera, la actualización, el complemento de la virtualización, es, sobre todo, "creación" e "invención" a partir del nudo de fuerzas o problemas que constituyen lo virtual. Entonces, mientras la realización es la concreción de "un posible predefinido", la virtualización es creación o "invención de una solución exigida por una problemática compleja". De este modo, Lévy le sale al paso a quienes suelen confundir virtual con desrealización: la desrealización sería la transformación de un real, en sus diferentes posibles. Virtualizar, en cambio, consiste en encontrar y construir el campo de problemas del cual una determinada manifestación es sólo una actualización.

5 Las variantes del primer argumento se expresan como "placer de poder conversar con otros libremente ", "sentir que se puede conocer otros lugares, otras personas, otras culturas", "establecer vínculos de amistad, amor y sexo a partir de los contactos en la Red". Variantes del segundo argumento: "sentir que se puede hacer algo por el mundo", "publicar los textos, piezas musicales, dibujos, fotografías que uno hace", "experimentar y explorar otras identidades", "participar de alguna iniciativa colectiva". Independientemente de que tales aspiraciones puedan ser defraudadas o no a través de la Red o la telefonía móvil, o aunque sus alcances sean harto limitados, resulta relevante atender el tipo de demandas sociales que contienen.

6 En tanto control del lugar que ocupa cada cual en la estructura de producción y organización del trabajo (división social del trabajo).

7 En tanto extracción de la riqueza generada por el trabajo general y la apropiación del valor (apropiación de la propiedad) por algunos segmentos de la población.

8 Jameson (1995) invoca una política cultural que procure condiciones para que las personas se provean de mapas cognitivos, a partir de los cuales recuperar o recrear, imaginativamente, sus relaciones con las condiciones reales de existencia. Se trata de producir condiciones para la producción de sentido, en un mundo que amenaza con disolverlo completamente. Justamente, la recuperación de la capacidad de producción de sentido entre las personas, entre los jóvenes urbanos, es lo que está en juego.

9 Sobre el problema de definir hasta qué punto se puede hablar de abundancia, incluso en países del Tercer Mundo, cfr. Pérez Soto (2001). También existe literatura que refiere la presencia de excluidos y marginados en países desarrollados y sobre las diferentes variantes del malestar en condiciones de relativa prosperidad, cfr. Morin (1997).

10 Una investigación anterior (Gómez y González, 2003) nos reveló exactamente una tensión análoga en relación con la cultura somática de los jóvenes urbanos integrados: esta tensión se expresa como la existencia de condiciones históricas que les permiten sentir que "todo puede ser vivido", es decir, hay posibilidades ilimitadas y abiertas; y al mismo tiempo, un conjunto de restricciones e imperativos obligan a renunciar a tales posibilidades para vivir unas pocas y limitadas opciones a través de elecciones personales que, inevitablemente, implican frustraciones.


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