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Fronteras etnosexuales en zonas de guerra

Ethnosexual borders in war zones

Fronteiras heterossexuais em zonas de guerra

Joane Nagel*
Traducción de Diógenes Carvajal**


* Joane Nagel es University Distinguisced Professor de la Universidad de Kansas. Su investigación se centra en las pol íticas de etnicidad y sexualidad y sus publicaciones recientes incluyen "Ethnicity and Sexuality" [Etnicidad y sexualidad], Annual Review of Sociology (2000), y Race, Ethnicity, and Sexuality: Intímate Intersecrions, Forbidden Frontiers [Raza, etnicidad y sexualidad: intersecciones íntimas, fronteras prohibidas] (Oxford University Press). Email: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. .

** Investigador, Línea de Género y Cultura del DIUC.


Resumen

Este artículo entre sexualidad y guerra, en particular la sexualización de la raza, la etnicidad y el nacionalismo como una estrategia de guerra. Señala una serie de paralelos entre la heterosexualidad masculina y el nacionalismo contemporáneo, a la vez que describe su despliegue amio arma de guerra, por ejemplo, a través de la construcción de la hombría patriótica y de la exaltación de la maternidad, como iconos de la ideología nacionalista. Finalmente, presenta vanos ejemplos históricos de las dimensiones etnosexuales implícitas en la cuestión de librar la guerra y mantener la paz.

Palabras clave: etnosexuales, raza, etnicidad, naciótialismo, genero, sexualidad, guerra, violencia sexual y masculinidad.

Abstract

This paper explores the intersection between sexuality and war, in particular the sexualization of race, ethniaty, and nationalism as a strategy of voarjare. lt outlines a number of patulléis between masculine heterosexuality and contemporary nationalism and describes their deployment as weapons of war, for instances, through the construction of patriotic manhood and exalted moderhood as icons of nationalis ideology. Finally, it provides several historical examples of the ethnosexual dímensions of waging war and keeping the peace.


Introducción

El presente artículo examina las dimensiones etnosexuales y generizadas de hacer la guerra y mantener la paz. Por "etnosexual " me refiero a las intersecciones entre raza, etnicidad y nacionalismo, por un lado, y sexualidad, por el otro, y hago notar que, en la mayoría de los países del mundo, la raza se define de manera sexual, a la vez que la sexualidad se define en relación con la raza. Los territorios que descansan en las intersecciones de las fronteras raciales, étnicas o nacionales son etnosexuales –lugares eróticos y destinos exóticos que son vigilados, supervisados, patrullados, regulados y restringidos, pero que de igual forma son constantemente penetrados por individuos que fraguan enlaces sexuales con Otros tipos étnicos, a través de las fronteras–. Las fronteras etnosexuales son las zonas limítrofes a ambos lados de las divisiones étnicas; rodean los bordes de las comunidades étnicas; constituyen espacios sensuales simbólicos y físicos en los cuales los imagmarios sexuales y el contacto sexual o cunen entre miembros de diferentes grupos raciales, étnicos y nacionales.

Parte del contacto sexual entre fronteras étnicas se da por medio de "colonos etnosexuales" quienes establecen romances a largo plazo, se unen o forman familias y se convierten en miembros de comunidades étnicas "del otro lado" Parte del contacto sexual se da por medio de "transeúntes etnosexuales" quienes domidesean una estadía breve o extensa, entran en uniones sexuales, pero eventualmente retornan a sus comunidades de origen. Otra parte del contacto sexual se da por medio de "aventureros etnosexuales", quienes emprenden expediciones a través de divisiones étnicas para tener encuentros sexuales recreacionales, casuales o "exóticos", con frecuencia más de una vez, pero que regresan a sus bases sexuales de origen luego de cada excursión. Finalmente, parte del contacto sexual también se debe a "invasores etnosexuales", quienes llevan a cabo asaltos sexuales a través de fronteras étnicas, dentro de territorio étnico extraño, y seducen, violan y esclavizan sexualmente a Otros étnicos como un medio de dominación y colonización sexual. Las fronteras etnosexuales son lugares en lo s cuales la etnic id ad es sexualizada y la sexualidad se define en relación con la raza, la etnia y nacionalidad.

Bo squejar esta imaginería sexual nos permite entender la guerra como una empresa racial, étnica, generizada y sexual. En las siguientes páginas examinaremos las formas en que la sexualidad se despliega en misiones militares y documentaremos los usos de tecnologías sexuales al momento de librar la guerra y mantener la paz. Ello en cuanto la comprensión de las dinámicas sexuales de la guerra demanda considerar el carácter generizado de las naciones y del nacionalismo. De hecho, desde que las guerras se pelean dentro y entre naciones, la apelación al nacionalismo representa el llamado a las armas más común y poderoso dentro de una conexión histórica íntima y moderna entre hombría y nacionalismo que celebra, por un lado, la hombría patrió tica y, por otro, la maternidad, como los dos grandes iconos de la nación. Así, la ideología nacionalista tiende a concebir a las naciones como conglomerados de familias en las que los hombres son sus defensores, mientras que las mujeres son las defendidas, encarnación del corazón y del hogar.

La conjunción entre hombría e independencia nacional se hace más evidente en la militarización de la [hétero]sexualidad en los conflictos nacionalistas, en especial cuando la heterosexualidad se inscribe en el servicio de defender la nación, y los hombres y mujeres "enemigos/as" son construidos sexualmente como Otros hombres y Otras mujeres promiscuas, sobresexuados y subsexuados al mismo tiempo. La estrecha relación entre el nacionalismo y el masculinismo es aún más clara cuando tradiciones e instituciones de masculinidad glorificada son amenazadas por la presencia de mujeres u homo sexuales; cuando mujeres intentan enrolarse en academias militares o cuando homosexuales tratan de alistarse en las fuerzas armadas, una defensa del privilegio masculino, racial y heterosexual se dispara con frecuencia como un intento frenético de los hombres por proteger la "pureza" de tradiciones e instituciones en las cuales la masculinidad hegemónica es santificada y segregada.

Apelaciones nacionales al honor masculino se convierten en llamados de guerra efectivos debido a que el patriotismo es una alarma que muy pocos hombres pueden resistir, en particular en medio de una "crisis" política, los hombres que tratan de resistir se arriesgan al menosprecio o algo peor de sus comunidades y familias, algunas veces incluyendo a sus madres. Contrario al estereotipo común de madres que buscan retener a sus hijos cuando éstos marchan hacia la guerra, Elise Boulding reporta que muchas madres de objetores de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial se opusieron al pacifismo de sus hijos; la autora argumenta que las mujeres desempeñan un papel claro en preparar a "los niño s y los hombres para un combate de toda la vida, bien sea en la esfera profesional, el escenario cívico o el campo de batalla militar"1. El miedo a las acusaciones de co bardía por parte de otros hombres o mujeres no es el único aspecto que lleva a los hombres a la guerra. También hay imanes que los jalan hacia el patriotismo, el nacionalismo o el militarismo –la seducción por la aventura, la prueba de su hombría, de camaradería masculina–. Los motivos que esgrimen los hombres para justif icar su alistamiento en guerras con frecuencia describen su anticipación y excitación, su sentido de embarcarse en una gran aventura, y su deseo de no quedar "atrás" o "por fuera" de la gran búsqueda que representa la guerra.

Igual de fuertes, pero no siempre tan visibles como las conexiones entre género y guerra, están los enlaces entre sexualidad y guerra. Cynthia Enlo e nota que la sexualidad siempre ha sido un aspecto importante, aunque co n frecuencia descuidado, de las fuerzas armadas y de las operaciones militares. A través de la historia, las mujeres han sido parte de los llamados "seguidores de campo", proveyendo servicios como lavandería, enfermería, compañía y sexo a los soldados que están en misiones militares durante tiempos de paz y de guerra2. Si bien en ocasiones estas mujeres han sido esposas, familiares o no vias, siempre dentro de las filas ha habido prostitutas. Hay que anotar que, alrededor del mundo, las mujeres nativas que han tenido sexo con los soldados extranjeros no siempre lo han hecho de manera vo luntaria, sino que también han sido obligadas a prestar el servicio sexual a los militares, convirtiéndose en víctimas de vio laciones o en esclavas sexuales3.

La mayoría de las guerras son, en su núcleo, un fenómeno etnosexual. Bien que la guerra se luche cruzando fronteras nacionales o dentro de límites estatales, el frente militar es siempre una frontera etno sexual. Las diferencias de nacionalidad, raza o etnicidad separan a los combatientes e identifican a los objetivos de agresión en las operaciones militares. Ya sea que la v io lenc ia en la guerra venga del combate o del ataque sexual, o que sean los rifles o los cuerpos los que se usan como armas, quienes son asaltados física o sexualmente casi siempre son de una etnia diferente. Los hombres en la guerra no violan, por regla general, a sus "propias" mujeres a no ser que, por supuesto, sean sospechosas de deslealtad, en especial deslealtad sexual o "colaboración".

La explotación y el abuso sexual son armas importantes de la guerra, y la vio lación es quizá el componente más común del arsenal sexual de la misma. Susan Brownmiller documenta la práctica rutinaria de la vio lación, especialmente violaciones masivas, en la guerra4. Enemigos móviles o invasores usan la violación de mujeres y niñas "enemigas" en la lógica de la zanahoria y el garrote: vio lar a las mujeres locales es un botín de la guerra que las tropas disfrutan; la violación también es una técnica de terror y guerra para dominar y humillar a los hombres enemigos por medio de la conquista sexual de sus mujeres. La violación en la guerra, como en muchos otros escenario s, es vista como una transacción entre hombres en la que las mujeres son la moneda que se usa para el intercambio. Tomar sexualmente a las mujeres del enemigo equivale a ganar territo rio y, además, tiene ventajas psico lógicas. Con frecuencia en varios países del mundo la violación se define como una acción de contaminación, una forma de manchar a la víctima, su linaje y su nación, tanto real como simbólicamente. La guerra sexual se puede extender más allá del momento de la violación en situaciones en las cuales se vilipendia la reputación de las víctimas por mutilaciones físicas o cuando hay embarazos o nacimientos como resultado de los asaltos sexuales.

Uno de los hechos de violación en la guerra más conocidos es la "violación de Nanking " que o currió durante la invasión japonesa a China en el invierno y primavera de 1938-1939, cuando los soldados japoneses violaron aproximad amente 80.000 mujeres y niñas chinas5. Un suceso menos conocido de explotación sexual japonesa en tiempo de guerra fue la esclavitud sexual de miles de mujeres, en especial asiáticas, por parte de la Armada Imperial Japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. La esclavitud sexual durante la guerra es una variante de la violación durante tiempos de guerra. La esclavitud extiende la táctica de la violación como una estrategia a corto plazo de una misión militar y la convierte en un rasgo permanente de operaciones militares. El ejército militar estableció campos de mujeres de nominados "mujeres para el confort militar" (Jugun Ianfu) en Japón y en otros países en los que las tropas japonesas se apostaban. Mientras que allí había algunas mujeres japonesas de clase baja obligadas a la esclavitud sexual, la mayoría de las 200.000 esclavizadas por el ejército japonés eran Otros étnicos o nacionales llevados desde Corea, China, Taiwán, Indonesia, Malasia y las Filipinas, para ofrecer servicios sexuales a las tropas6.

Las preferencias de los soldados por mujeres de razas y nacionalidades esclavizadas en campos de violación no fueron exclusividad de la armada japonesa7. Japón no fue el único país que estableció operaciones organizadas a gran escala de servidumbre sexual forzada durante la Segunda Guerra Mundial. Los nazis usaron los campos de concentración en Alemania y en otros territorios ocupados para mucho más que el trabajo industrial y bélico, que el programa de genocidio en contra de los judíos y que la deportación y asesinatos masivos en contra de los roma (gitanos)8 y otras personas no arias. El trabajo sexual también le fue exigido a mujeres internas y tanto hombres cómo mujeres prisioneros fueron usados para experimentación sexual por parte de los científicos y médicos nazis. Los campos de concentración alemanes fueron lugares de prostitución obligada y asalto sexual y, al igual que en Japón, no todas las mujeres de los campos alemanes fueron tratadas "igual". La edad, juventud y apariencia física de una mujer la hacían más o menos susceptible de ser objeto de agresión sexual nazi9. Y, al igual que en muchas áreas de la vida social, incluso (y especialmente) en campos de concentración en tiempos de guerra, el origen étnico fue importante. Había prohibiciones oficiales hacia los soldados alemanes que los prevenía de tener sexo con mujeres judías, aunque estas reglas con frecuencia no se hacían cumplir. Muchas mujeres judías sobrevivientes repo rtaro n abundante to rtura sexual, así como violaciones, y estos asaltos fueron acompañados con frecuencia de abuso verbal racial y antisemita10.

Los Aliados tambien estuvieron invo - lucrados en violencia y explotación sexual durante la Segunda Guerra Mundial. En algunos casos, en forma de violaciones masivas, como las cometidas en contra de mujeres alemanas por parte del ejército soviático11. En otros casos, el abuso y la explotación sexual se originaron cuando personal militar se aprovechaba de la vulnerabilidad de las mujeres que enfrentaban privaciones económicas, malnutrición, o inanició n debido a la disolución de las economías locales y la producción de comida. Muchas mujeres de países ocupados o liberados encontraron las uniones sexuales o la prostitución como las alternativas preferibles a las otras más desagradables que estaban disponibles para ellas y sus familias. Las tropas estadounidenses también cometieron violaciones durante la guerra y la ocupación que le siguió. En su examen de los registros del ejército de Estados Unidos, Brownmiller encontró 947 condenas de violación, además de cargos o juicios de soldados estadounidenses en cortes marciales del ejército durante el periodo comprendido entre enero de 1942 y julio de 194712.

La violación en tiempos de guerra no se detuvo al final de la Segunda Guerra Mundial, ni ha cambiado su carácter etnosexual después de 1945. La práctica de la violación durante la guerra se extendió a los conflictos mayores y menores durante la segunda mitad del siglo XX –en guerras civiles, insurgencias y contrainsurgencias, en guerras de independencia y en invasiones militares, intervenciones y operaciones en países y regiones d el mund o incluyendo Bangladesh, Vietnam, Irak, Kuwait, Bosnia. Nicaragua, Croacia, Serbia, Ruanda, Liberia, Perú, Cachemira y Sierra Leona–13. La lógica de la violación durante la guerra es siempre la misma, se cometen violaciones a través de fronteras etnosexuales, y la violación es usada por ambos bandos por razones de honor, para recompensar a las tropas, para aterrorizar y humillar al enemigo, y como una forma de crear solidaridad y protección por medio de la culpabilidad mutua en grupos pequeños desoldados. La lealtad y la aversión étnica unen las manos en la violación durante la guerra.

En los conflictos nacionalistas de la Europa del Este de la era postsoviética, el uso de la violación como un arma de guerra ha empezado a salir a la luz. Por ejemplo, durante la guerra de los noventa o currida entre varias fronteras étnicas y nacionales de la antigua Yugoslavia –entre croatas y serbios, cristianos y musulmanes–, y contra los roma, entre otros. El más notorio de estos conflicto s étnico s fue el de Bo snia; esta notoriedad derivó en parte por su carácter sexual, especialmente las vio laciones masiv as de mujeres musulmanas bosnias por parte de hombres cristiano s ortodoxos serbios. Muchos de estos hombres y mujeres eran antiguos vecinos. Lo s musulmanes y los cristianos habían vivido lado a lado en la ciudad de Sarajevo y en otros lugares de Bosnia durante décadas y muchos se habían casado. A quel la paz fue destrozada en 1992 cuando empezó la "limpieza étnica".

La limpieza étnica o la expulsión de un grupo étnico de un territo rio reclamado por otro grupo siguió un patrón común en la región. Grupos de hombres serbios armados (algunas veces tropas uniformadas y otras veces "irregulares" que no estaban oficialmente en el ejército ni portaban uniformes) rondaban los pueblos y aldeas bosnios en grupos, saqueando y despojando casas y negocios, y violando y matando principalmente musulmanes desarmados que encontraban en su camino. Los sobrevivientes reportaron que los serbios iban a los mismos pueblos varias veces como en oleadas. Durante la primera ola, por lo general, algunos de los hombres musulmanes eran asesinados y los demás eran encerrados para ser asesinados después o para internarlos en campos de concentración. Las mujeres musulmanas, niños y niñas, y los anciano s fueron dejados atrás. Fue durante las,siguientes o leadas de serbios que éstos v io laro n mujeres y niñas que no eran serbias.

El mismo patrón de terror sexual, tortura y violación usado por los serbios en sus campañas de limpieza étnica y de guerra en Bosnia se repitió en Kosovo, Yugoslavia, en 1998-1999. Una vez más grupos de hombres serbios –policías, soldados, irregulares– arrasaron las aldeas invadiendo hogares y vio lando a los habitantes femeninos kosovaro-albaneses (la mayoría musulmanes), atacaron sexualmente a las mujeres kosovaro-albanesas refugiadas que huían de las zonas de combate, y asaltaron sexualmente a mujeres kosovaro-albanesas que eran retenidas como rehenes o que estaban detenidas. El conflicto de Kosovo terminó en 1999 cuando las tropas de la OTAN entraron a Kosovo en junio del mismo año14.

En la primavera de 2000 las Naciones Unidas convocaron un Tribunal criminal internacional para la antigua Yugoslavia en La Haya, para investigar y perseguir a aquellos que ordenaron los asesinatos en masa y las vio laciones masivas en los diversos conflictos étnicos de la antigua Yugoslavia15. Esta investigación sacó a la luz la pregunta de si las vio laciones y la esclavitud sexual eran "crímenes contra la humanidad " Enloe argumenta que esta pregunta refleja un nuevo conocimiento y ventilación públicos de lo que ha sido una larga y oculta historia del asalto sexual, la tortura y la explotación de mujeres durante la guerra, ya que "las violaciones en Bosnia han sido documentadas por organizaciones de mujeres y reporteros feministas están usando las noticias de asaltos sexuales en tiempos de guerra por parte de soldados varones para repensar los verdaderos significados de soberanía e identidad nacional. Si tienen éxito, la construcción total del escenario de la política internacional será significativamente menos vulnerable al patriarcado"16.

Tal como lo reportan las audiencias y organizaciones de derechos humanos cada año, no son sólo las mujeres enemigas las que son objeto de abuso sexual y tortura durante la guerra. No he visto documentado el establecimiento de campos de violación co n hombres que sean esclavos sexuales, sin embargo, los hombres son con frecuencia abusados sexualmente como una forma de intimidación, tortura y combate en conflictos y guerras internacionales, así como en operaciones militares o paramilitares contra po líticas internas o insurgencias étnicas. Los hombres también pueden ser vulnerables a la guerra sexualizada de formas más directas. En su crítica a la visión que el confucionismo patriarcal del Japón tiene de todas las mujeres y el trato racista hacia las mujeres no japonesas, Kazuko Watanabe también identifica un peligro para los hombres. Argumenta que los hombres son atrapados en roles masculinos y forzados a representar guiones patriarcales y sexuales que los mercantilizan y los ponen en peligro de la misma manera que a las mujeres que son víctimas de los propio s hombres17. De acuerdo con esta lógica, aunque los hombres son perpetradores de la vio lació n y el abuso sexual tanto de hombres como de mujeres en tiempos de guerra, los hombres pagan un precio psicológico, social y físico por su complicidad en los sistemas masculino s patriarcales de la vio lencia sexual y etnosexual. Por ejemplo, muchos soldados presentan diversos grados de estrés postraumático o "neurosis de guerra" luego del combate. Michael Kimmell reporta que durante la Primera Guerra Mund ial los oficiales y doctores tendían a ver dichos desórdenes como "fracasos para amoldarse a las demandas de género "18. Aunque los soldados de los tiempos modernos que sufren de estrés postraumático son vistos con más simpatía que sus contrapartes histó ricas, muchos, incluso aquellos que trabajan en la industria del cuidado de la salud, todavía ven a los soldados que exhiben síntomas que surgen del combate y las operaciones militares con cierta sospecha, como simuladores, fraudulentos, o débiles19.

Sexo y espacio

Un estado de guerra no es necesariamente una condición para la militarización del sexo. Incluso en tiempos de paz o como parte de una estrategia de "defensa", la presencia de tropas militares, operaciones o bases, crea un mercado conveniente y lucrativo para la industria del sexo y las tropas invasoras o de paz encuentran amplias opo rtunidades para aso ciaciones sexuales co n y ataques sexuales contra mujeres y niñas locales. Es la escala de las operaciones militares, no es la ocurrencia de los combates lo que determina la cantidad e intensidad de la acción sexual –comercial, conveniente y obligatoria– sino las fronteras etnosexuales que rodean las instalaciones y tropas militares. Po r ejemplo, la Guerra Fría cambió el carácter de la pro stitución ligada a lo mi l itar que ya estaba operando a gran escala a finales de la Segunda Guerra Mund ial. Luego de la guerra, todos los poderes Aliado s establecieron bases militares permanentes en estados antes ho stiles (po r ejemplo, A lemania, Japón, Ital ia) y en mucho s países amigos como parte de la Organización del tratado del A tlántic o Norte (OTAN) y varios acuerdos y tratados de mutua defensa (por ejemplo, con Filipinas, Panamá y Guyana).

Durante la Guerra Fría la creación de una red global de bases y pactos militares de parte de los Estados Unidos y sus aliados y por la Unión Soviética y sus aliados, expandió de manera considerable el número de fuerzas armadas e instalaciones militares alrededor del mundo. Estos nuevos consumidores militares generaron una demanda sin precedentes por muchos productos y servicios necesarios para las o peraciones y personal militares, incluyendo servicios sexuales. Las bases militares se conv irtieron en rasgos permanentes del paisaje geopolítico en la segunda mitad del siglo XX, y se expandieron en tamaño y personal debido a varias alertas de combate durante la Guerra Fría como las de Corea, Vietnam, América Central y el sur de África. La prostitución llegó a ser una industria estable y a gran escala alrededor de las bases militares en muchas partes del mundo. No estuviero n invo lucradas sólo las bases de Estados Unidos. Los soldados son un conjunto diverso de aventureros etnosexuales; Enloe reporta que durante la década de los ochenta los británicos, franceses, indios, cubanos, vietnamitas, canadienses y antiguos soviéticos estacionaron sus tropas en otros países, y en las décadas siguientes muchos de estos y otros estados, incluyendo Filipinas, Irlanda, Kenia y Nigeria, han enviado tropas a servir como fuerzas de paz regionales de las Naciones Unidas20.

Las trabajadoras sexuales que ofrecen servicios a las tropas militares por lo general son de una etnia distinta a la de sus clientes, ya que casi siempre los soldados están ubicados en regiones de un país con poblaciones étnicas diferentes, o en países en los que las trabajadoras sexuales locales o inmigrantes son de nacionalidades diferentes a las de las fuerzas de ocupación. Es importante notar, en esta casi exclusiva discusión heterosexual, que las trabajadoras sexuales que los militares visitan no son siempre mujeres. Las últimas cinco décadas de militarización global han institucionalizado la prostitución femenina y masculina a una escala sin paralelos en muchos países del mundo que le sirven a las operaciones militares de la OTAN y del bloque Este. La desintegración de la Unión Soviética a principios de los noventa y el subsiguiente f inal de la Guerra Fría cambió la lógica de muchas de estas bases militares y colocaciones de personal, llevándolos de una competencia de super poderes a una manutenció n internacional de la paz. Las operaciones de paz de la ONU y la OTAN se han expandido, al igual que lo ha hecho el ejército de Estados Unido s en pro de la paz. Como resultado, la circulación internacional de soldados sigue siendo un rasgo importante del sistema global. Estas nuevas tropas de paz no son más célibes que sus predecesoras de la Guerra Fría, y las nuevas misiones militares han generado una demanda continua de servicios sexuales. Por ejemplo, Judith Stiehm reporta que durante las misiones de paz de las Naciones Unidas en Namibia entre 1989 y 1990 "algunos miembros de las fuerzas de paz llevaron mujeres locales a sus cuarteles, vehículos de la ONU estaban estacionados frente a burdeles, e incluso se cree que oficiales de alto rango explotaron a mujeres locales empleadas por la ONU [En Camboya a principios de los noventa] la atención del público fue llevada hacia el abuso de mujeres, niños y niñas locales por parte de tropas de la ONU y de la policía cívica… el miedo al sida hizo que las "vírgenes" fueran altamente deseables y los jóvenes, hombres y mujeres, fueron reclutados para la prostitución"21.

En contraste con los enlaces históricamente fortuitos e incluso autorizados entre ejércitos nacionales y proveedores de servicios sexuales, Stiehm encontró que las tropas de paz internacionales y las excursiones sexuales de los oficiales en pueblos locales y rurales se volv ieron controvertidas a medida que avanzaban los noventa. Por primera vez varias preguntas surgieron sobre la actitud dada por sentada de que "los muchachos serán muchachos" propia de los oficiales de alto rango de las Naciones Unidas. Stiehm le atribuye este cambio de corazón y mente a la presencia de mujeres en las tropas de paz de la ONU y a que varias organizaciones no gubernamentales religiosas se han comprometido con esta situación (por ejemplo organizaciones de caridad o ayuda), las cuales cuestionaron las ganancias adicionales que durante largos años disfrutaron los hombres de las fuerzas armadas22, La revelación de los apetitos e indulgencias etnosexuales de las tropas de las Naciones Unidas y las críticas que surgieron, forzaron a los oficiales de esta entidad a diseñar políticas nuevas para intentar restringir dicho comportamiento.

Un aspecto impo rtante de la prostitución relacionada con lo militar, incluso en escenarios de paz, es que ilustra de manera muy clara los enlaces entre geopolíticas, etnicidad y sexualidad. Incluso lejos de los frentes de guerra co n sus confrontaciones directas étnicas y nacionales, los encuentros sexuales invo lucran personal militar extranjero y mujeres locales. Los hombres y mujeres que pro veen servicios sexuales a los militares y al personal po licial en tiempos de paz son invariablemente Otros radicales, étnico s y nacionales. Dicho s encuentro s sexuales co n frecuencia son las únicas interacciones reales que ocurren entre personas locales y soldados extranjeros. Como resultado de esta relación distorsionada y limitada, la imagen comercial sexualizada que cada uno tiene del otro magnifica los estereotipos y prejuicios que con frecuencia se asocian a diferencias raciales, étnicas o nacionales. La hipersexualización de las mujeres locales, la comercialización de la cultura sexual y la presencia de una industria sexual afianzada, que provienen de la militarización de la sexualidad, co n frecuencia permanecen largo tiempo después de que las guerras han terminado.

El complejo militar-sexual

A pesar de la reducción en el número de bases y ocupaciones militares asociadas a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría, las industrias sexuales que estas bases y ocupaciones ayudaron a generar y expandir se han mantenido como nichos permanentes en muchas economías locales. Además de seguir sirviendo a operaciones militares en curso alrededor del mundo, un legado central del comercio sexual global militarizado es el turismo sexual23. El turismo sexual es parte de una gran industria de sexo-por-beneficios que incluye, por ejemplo, prostitución, pornografía, publicidad sexual, materiales, equipos y bailes nudistas y exóticos. Los destinos del turismo sexual son lugares de concentració n sexual comercial que o frecen una amplia gama de establecimientos y servicios a los que llegan los consumidores en busca de sexo. Los clientes de los destinos del turismo sexual pueden pro venir de poblaciones locales o de jurisdicciones más distantes nacionales e internacio nales. Los tures sexuales con frecuencia son dados a conocer y arreglados por agencias y o rganizaciones especializadas en el turismo sexual. Tanto el turismo sexual como la gran industria sexual de la cual hace parte son operaciones comerciales que incluyen componentes legales e ilegales con algunos trabajadores bien remunerados y otros explotados.

El turismo sexual representa otro capítulo en la historia del sexo y la guerra. El turismo sexual se desarrolló como la industria internacional que es hoy con la ayuda de los militares de Estados Unidos. La estrategia de enviar grandes grupos de consumidores a destinos de servicios sexuales comerciales empezó, en parte, como una estrategia para entretener a las tropas durante la guerra de Vietnam. Ryan Bishop y Lillian Robinson argumentan que hay una conexión histórica entre las operaciones de sexo-para- la-venta para complacer a los soldados y la venta de sexo a los turistas: "el turismo sexual se construye sobre una infraestructura establecida por el R&R24 militar y extendida por medio de contratos corporativos recreacionales"25. Los autores detallan un enlace fascinante entre las acciones militares de Estados Unidos y el Banco Mundial en el desarrollo de la industria sexual tailandesa.

En 1967 Tailandia contrató con el gobierno de los Estados Unidos la prestación de servicios de "R&R" para sus tropas durante la guerra de Vietnam. Los clientes actuales de los bares go-go [cabarets] que surgieron de esos contratos no son sólo estadounidenses blanco s sino también europeos y australianos –todos farangs26 para los tailandeses–. Fue en 1971, cuando aún se daba la guerra en el sureste de A sia, que el presidente del Banco Mund ial, Robert McNamara, quien había sido Sec retario de Defensa de los Estado s Unidos cuando se firmaron los contratos de R&R con Tailandia, viajó a Bangkok para tomar medidas, junto con los expertos del Banco, para hacer un estudio sobre los prospectos de turismo en la Tailandia de la posguerra27.

Debido a la presencia y el lucro de la industria sexual en tiempos de guerra, la sugerencia d el Banc o Mund ial, que Tailand ia siguió, de especializarse en el turismo, se convirtió en una sexualización a gran escala del comercio turístico. Las acciones militares de los Estados Unidos y el Banco Mundial se convirtieron en socios en el desarrollo de lo que es, quizá, en la más famosa o vergonzosa, dependiendo del punto de vista personal, industria sexual del mundo28.

Conclusión

La etnicidad y la sexualidad son compañeros constantes en los frentes de guerra alrededor del mundo. El sexo es un arma de guerra co mún y un precio rutinario de la paz. En los conflictos a través y dentro de fronteras nacionales, las diferencias de lenguaje, religión, cultura y color co n frecuencia se convierten en justificaciones para el asalto sexual; nativos étnicos extraños son designados como objetivos de ataques sexuales y la guerra sexual es librada en contra de enemigos definidos étnicamente. Las víctimas de asaltos etnosexuales no son un daño colateral asociado a las campañas militares; se les designa como objetivos de ataques sexuales; son víctimas que son culpables de una Otredad étnica; están en el lugar equivo cado en el momento equivo cado; son el medio sexual para un fin étnico, una estación sexual temporal en el camino hacia la solución final. El periodo posterior a la Segunda Guerra, con su competencia económica y rivalidad geopolítica de super poderes, produjo un complejo militar-sexual masivo para alimentar los apetitos sexuales a gran escala de sus efectivo s militares de gran escala. La militarización de la sexualidad ha sobrevivido a la Guerra Fría en la forma de una industria sexual internación nal que le sirve a personal militar alrededor del mundo en conflictos y operaciones de paz y que satisface el creciente mercado civil del etnosexo. El turismo sexual y el tráfico de mujeres, hombres, niños y niñas, es un legado presente del sexo y la guerra. Lo s nuevos campos de batalla etnosexuales pueden hallarse en distritos exportadores, zonas económicas especiales, y en los distritos sexuales emergentes de las ciudades globales del mundo.


Citas

1 Elise Boulding, 1977:167; ver también Vickers 1993:43- 5; Adams 1990: 131-2.

2 Cynthia Enloe, en Susan Sturtevant, Let the Good Times Roll; ver también Anne M. Butler, Daughters of Joy, Sisters of Misery: Prostitutes in the American West, 1865-90 (Urbana: University of Illinois Press, 1997) .

3 Para una reseña reciente ver Anne Llewellyn Barstow, War's Dirty Secret: Rape, Prostitution, and Other Crimes Against Women (Cleveland: The Pilgrim Press, 2000).

4 Susan Brownmiller, Against Our Will: Men, Women, and Rape (New York: Simon and Schuster, 1975).

5 Ver Iris Chang, The Rape of Nanking: The Forgotten Hohcaust of World War II (New York Basic Books, 1997); James Yin y Shi Young, The Rape of Nanking: An Undeniable History in Photographs (Chicago : Inno vativ e Publishing Group, 1997).

6 Japón todavía tiene que hacer una restitución satisfactoria a las "mujeres de confort" coreanas y filipinas que fueron esclavizadas sexualmente durante la Segunda Guerra Mundial, y algunas antiguas víctimas han llegado incluso a exigir una apología y rendición de cuentas públicos para su tratamiento; ver Seth Mydans, "Inside a Wartime Brothel: The Evenger's Story", New York Times (Noviembre 12, 1996): A3; Maria Rosa Henson, Comfort Woman: A Fílipina's Story of Prostitution and Slavery Under the Japanese Mititary (Lanham, MD: Rowman and Littlefiled Publishers, 1999); Sangmie Choi Schellstede, Comfort Women Speak: Testimony by Sex Slaves of the Japanese Mititary (New York: Holmes and Meier, 2000); para discusiones sobre el sistema de burdeles japonés, ver George L. Hicks, The Comfort Women: Japan's Brutal Regime of Enforced Prostitution in the Second World War (New Cork: W. W. Norton, 1995); Keith Howard, True Stories of the Korean Comfort Women (London: Cassells, 1995); Sayoko Yoneda, "Sexual and Racial Discrimination: A Historical Inquiry into the Japanese Military's 'Comfort' Women System of Enforced Prostitution" in Nation, Empire, Colony: Historicizing Gender and Race, Ruth Roach Pierson y Nupur Chaudhuri (eds.) (Bloomington: Indiana University Press, 1989), pp. 237- 50; para una discusión sobre restitución en general, y especialmente su relación con las mujeres esclavizadas por Japón durante la Segunda Guerra Mundial, ver Elazar Barkan, The Guilg of Nations: Restitution and Negotiating Historical Injustices (New Cork: W.W. Norton, 2000), en particular el capítulo tres.

7 El trabajo sexual y no sexual fuero n exi gidos a las mujeres esclavizadas por los japoneses (Ibíd., 503) ; los japoneses también hiciero n uso de la violación como un instrumento de terror y dominación; el episodio más vergonzoso es la "violación de Nanking " en la cual miles de mujeres fuero n vio ladas y asesinadas; ver Brownmiller, Against our Hill, pp. 53-60.

8 La autora usa la denominació n roma para referirse a los gitanos; aunque en español dicho término no es común, se mantiene para respetar la preferencia de la autora sobre el término gypsies de uso más común. El término roma fue sustituido en el siglo XV cuando los roma arribaron a Europa y fueron llamados Gypsies pues se creyó, erróneamente, que procedían de Egipto, cuando su verdadero o rigen está en las castas bajas de la Iridia de donde emigraron en diversas oleadas que comenzaro n en el siglo V, siendo las más importantes las del siglo XI que siguieron a las invasiones musulmanas a la India. En español el término "Romaní " se usa para designar la lengua de los gitanos. N. del T.

9 Brownmiller, Against Our Hill, pp.61-2.

10 Para informaciones de primera mano sobre el trato femenino en los campos, ver Sarah Nomberg-Przytyk, Tales from a Grotesque Land (Chap el Hill: University of North Carolina Press, 1985), pp. 14- 20; Livia E. Bitton Jacksori, Elli: Corning of Age in the Holocaust (New York: Times Books, 1980), p p .59-61; Cecile Klein, Sentenced to Live (New York: Holocaust Library, 1988), pp.73-7; Lore Shelley, Auschwitz: The Nazi Civilization (Lanham, MD: University Press of America, 1992).

11 Ver Cornelius Ryan, The Last Battle (New York: Simón and Schuster, 1966) : Barstow, War's Dirty Secret.

12 Brownmiller, Against Our Will, pp.76-7; estas 947 condenas son solo parte de un universo mucho más grande de asalto sexual llevado a cabo por las tropas de Estados Unidos por diversas razones: la mayoría de las violaciones no son reportadas y cuando lo son, las condenas son relativamente raras incluso hoy; mucho más en la década de los cuarenta durante un estado de guerra u ocupación militar; aún más, estas fueron condenas en las que los soldados fueron hallados culpables, y no inc luy en un posible número mucho más amplio de cargos y juicios llevados a cabo; más aún, estos registros fueron sólo para condenas de personal de la armada y la fuerza aérea, y no incluyeron información de la marina o cuerpos de marina de Estados Unidos; finalmente, estos registros tampo coincluyeron información sobre cargos, juicio s o condenas para crímenes sexuales meno res que la violación, como la sodomía o el asalto co n intento de cometer violación o sodomía.

13 Ver Americas Watch y el Women's Rights Project, Untoli Terror: Violence against Women in Peru's Armed Conflict (New York: Americas Watch, 1992); Asia Watch y Physicians for Humans Rights, Rape in Kashmir: A Crime of War (New Yo rk: Asia Watch, 1993); Ximena Bunster, " Surviving Beyond Fear: Women and Torture in Latin America", en Women and Change in Latin America, June Nash y Helen Safa (eds.) (So uth Hadley, MA: Bergin & Garvey, 1986), pp. 297-325; Samiral-Khalil, Republic of Fear: The Politics of Modern Iraq (Berkeley: University of California Press, 1989) .

14 Human Rights Watch reporta que aunque ambos lados cometieron asaltos sexuales durante el conflicto, las tasas de violaciones por parte de hombres serbios sobrepasaron en número las de abuso sexual de los hombres kosovaro-albaneses durante el conflicto; ver Human Rights Watch Report, "Kosovo: Rape as a Weapon of 'Ethnic Cleansing' " (marzo 21, 2000); mi agradecimiento a Hsui-hua Shen, Departamento de Sociología, Universidad de Kansas, por centrar mi atención en dicho reporte.

15 Para reportes iniciales sobre las audiencias y los juicio s de dicho tribunal, ver Marlise Simona, "Bosnian Serb Trial Opens: First on Wartime Sex Crimes", New York Times (marzo 21, 2000): 3; John-Thor Dahlburg, "Bosnian Witness Says She Endured Series of Rapes; Courts: Victim No. 50 Testifies in The Hague", Los Angeles Times (marzo 30, 2000): 1; Chris Bird, "UN Tribunal Told of Bosnian Rape Camp Horror", Guardian (abril 21, 2000): 1; Roger Thurow, "A Bosnian Rape Victim Suffers from Sears that Do Not Fade", Wall Street Journal (Julio 17, 2000): 18.

16 Cynthia Enloe, "Afterword: Have the Bosnian Rapes Oponed a New Era of Feminist Consciousness?", en Mass Rape, pp. 219-30; continúan los progresos, lentos, en el cambio hacia la definición de la violación sexual como una violación de los derechos humanos y en la persecución de los responsables de asaltos sexuales en la antigua Yugoslavia; en junio 29 del 2001 el gobierno serbio entregó al antiguo presidente yugo slavo, Slobodan Milosevic, al tribunal de crímenes de guerra de las Naciones Unidas en La Haya, Países Bajos; Marlise Simona con Carlotta Gall, "Milosevic is Given to UN for Trial in War-Crime Case", New York Times ( junio 29, 2001): 1; es importante notar que más o menos al mismo tiempo que se sucedían las violaciones y matanzas en Yugoslavia y Bosnia, millones de hombres, mujeres, niños y niñas estaban siendo violados, mutilados y asesinados en Ruanda; mientras que los gobiernos occidentales vacilaron y retrasaron sus respuestas frente a las masacres y atrocidades yugoslavas y ruandesas, y mientras un tribunal internacional se estableció en 1994 para perseguir a los ruandeses por sus crímenes de guerra, la cuestión de la violación como un crimen de guerra se destacó en Yugo slavia. No sucedió lo mismo con el caso mandes de mucha más escala; quizá se requerían reportes de violaciones masivas y esclavitud sexual de mujeres blancas, o bien, mujeres blancas musulmanas, para que el mundo "civilizado " se interesara en la noticia de la violencia etnosexual de la guerra.

17 Watanabe, "Military Comfort Women", pp.506-7.

18 Michael Kimmel, Manhood in America: A Cultural History (New York: The Free Press, 1996), pp.133-4.

19 Ver, por ejemplo, Tracy X. Karner, Masculinity, Trauma, and ldentity: Life Narratives of Vietnam Veterans with Post Traumatic Stress Disorder (Ph.D. diss., University of Kansas, 1994) .

20 Cynthia Enloe, Bananas, Beaches, and Bases: Making Feminist Sense of International Politics (Berkeley: University of California Press, 1990), p.66.

21 Judith Hicks Stiehm, "United Nations Peacekeeping: Men's and Women's Work", en Gender Politics in Global Govemance, Mary K. Meyer y Elisabeth Prugl (eds)., pp. 41-57 (Lanham, MD: Rowman and Littlefield, 1999), pp.50- 4.

22 Stiehm le atribuye el comentario "los muchachos serán muchachos" a Yasushi Akashi de Japón, el jefe de la misión de paz de la ONU en Cambo ya; el comentario surgió como respuesta a "una carta firmada por más de 180 mujeres [que] fue enviada a Akashi acusando al personal de la UNTAC de acoso sexual del staff y de mujeres en la calle y afirmando que no había un canal para rectificar este compo rtamiento " (Ibíd., p. 54) . UNTAC es la sigla de United Nations Transitional Authority i n Cambodia [Autoridad transitiva de las Naciones Unidas en Camboya], que estuvo en Phnom Penh (Camboya) desde marzo de 1992 hasta septiembre de 1993. Su misión fue asegurar la implementación del mandato Agreements on the Comprehensive Political Settlement of the Cambodia Conflict, firmado en París el 23 de octubre de 1991. Dicho mandato incluía aspectos relacionados con los derechos humanos, la organización y realización de unas elecciones, medidas militares, la administración civil, garantizar la ley y el orden, el repatriamiento y reasentamiento de refugiados y personas desplazadas y la rehabilitación de la infraestructura cambo yana. N del T.

23 El turismo sexual es diferente de la industria sexual general, en que el primero es el sector de comercio sexual que en la actualidad ofrece viajes y tures organizados co n el f in de llevar a los consumidores de sexo a destinos en los cuales se concentra el servicio sexual.

24 Rest and Recreation, descanso y recreación. N del T.

25 Ryan Bishop y Lillian S. Robinson, Night Market: Sexual Cultures and the Thai Economic Miracle (New York: Routledge, 1998), p.248.

26 Los tailandeses denominan farangs a las personas extranjeras, occidentales, principalmente europeas; el término también se aplica a los descendientes de éstos nacidos en territorio tailandés.

27 Bishop y Robinson, Night Market, pp.8-9.

28 Phil Williams, "Trafficking in Women and Children: A Market Perspective", en Illegal Immigration and Commercal Sex: The New Slave Trade, Phil Williams (ed.), pp. 145-70 (London: Frank Cass,1999), p. 154; ver también Lisa Law, " A Matter o f 'Choice': Discourses on Prostitution in the Philippines" en Sites of Desire Economies of Pleasure: Sexualities in Asia and the Pacific, Lenore Manderson y Margaret Jolly (eds.), (Chicago: University of Chicago Pres. 1997), pp.233-61.


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