Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Suzy Bermúdez Q.**
* Agradezco la colaboración de Diana Urbano en la realización de este escrito.
** Profesora asociada del Departamento de Historia, Universidad de los Andes. Candidata al doctorado en Historia dela SUNY (USA). Posgrado en Ciencia Política (Pontificia Universidad Javeriana). Antropóloga de la Universidad de los Andes.
La crisis notoria que vive Colombia, manifiesta particularmente desde los noventas del siglo pasado, por razones como el conflicto armado, procesos de ingobernabilidad, inseguridad ciudadana y el deterioro económico, ha tenido una significativa incidencia en las universidades del país, generándose en ellas respuestas diferenciadas al respecto. El presente escrito, con carácter exploratorio, tiene cuatro propósitos: primero hacer referencia a algunas de las acciones que se han llevado a cabo desde las instituciones – enfrentándose éstas a duros cuestionamientos en los últimos decenios-, ante el recrudecimiento de la crisis antes expuesta; segundo, reseñar programas de educación para la paz o en temáticas afines que se ofrecen al público en el presente como ejemplo de las tareas llevadas a cabo; tercero, presentar unas ideas finales frente a los puntos desarrollados; y cuarto, anexar una lista de publicaciones producidas por centros universitarios sobre violencia, conflicto y paz a partir de 1980, para complementar la información consignada y ejemplificar algunas afirmaciones expuestas en el texto.
Because of armed conflict, processes of nongovernability, economic decline, among others, Colombia has passed through a deep crisis, particularly since the 1990s, which has significantly impacted its universities, where several responses to this crisis have been generate. This exploratory text has four objectives: first, to make reference to some of the actions that institutions –which have faced severe critiques during the last decades– have carried out in order to reply to this crisis; second, to review the educational programs in peace and related topics that are presently offered to the public as an example of the actions carried out; third, to present some conclusions about the aspects developed here; and finally, to provide a list of documents published by universities about violence, conflict, and peace since 1980 in order to complement the information in this text and to exemplify some affirmations presented here.
Sergio DeZuobiría (1999)1 recientemente nos recordaba que las universidades tienen una historia de ocho siglos en el contexto del Occidente letrado; si pensamos en la experiencia colombiana que existe al respecto, esta significativa trayectoria –que el filósofo señala y con razón, con límites ante el milenario pasado de la educación de la humanidad- se muestra en nuestro contexto mucho más joven. En el año de 1940 había, por ejemplo, cerca de tres mil estudiantes2, cifra que como todos/as sabemos en los últimos decenios ha ido en aumento, no sólo para los varones, sino para las mujeres, quienes lograron el acceso a la educación “superior”3, apenas a comienzos del siglo pasado. Por consiguiente, este tipo de socialización no es tan nuevo para un número reducido de familias en el país, y en ellas en particular para los varones. Para el resto, que sigue siendo una minoría, es una experiencia mucho más reciente: si no se trata de hogares en los que sus hijos/as acceden por primera vez a estas instituciones, es posible que en la gran mayoría de los casos –de esa minoría– sean de segunda generación. A propósito, siendo muchos menos los de tercera generación. Al respecto, en otro escrito en el que abordo un tema similar al que trato en este artículo, recuerdo la importancia de tener en cuenta que gran parte del conocimiento y memoria de nuestros países “tercer mundistas” es precisamente no letrado, y que esto no lo podemos olvidar al pensar en la paz4.
Los/as estudiosos/as de la historia de la cultura y de la educación han mostrado que las instituciones educativas han ido cambiando según los períodos, tanto porque son fruto de los mismos, como porque buscan dar respuestas a los retos a los que se ven abocadas, sin olvidar que están inmersas en contextos de relaciones de poder.
Quienes en la educación superior se han interesado por la incidencia de los procesos de socialización en las pautas de convivencia, lo han hecho en gran medida a partir de los programas de educación que se han creado en las mismas, centrando su atención en particular sobre la básica pública, no tanto sobre la básica privada o la superior. Las publicaciones, investigaciones y programas llevados a cabo, en parte se han orientado a dar respuesta a factores relativos a la deserción escolar, a pedagogías existentes que generan maltrato y reproducen parte de la violencia ocurrente fuera de las aulas, y a los contenidos impartidos en la mayoría de los casos descontextualizados del ámbito vivido.
Las acciones y programas que han surgido en los dos últimos decenios relativos a los problemas antes citados, están aparentemente más relacionados con las violencias de tipo estructural no directas5 (que tienden a manifestarse en forma simbólica y que también afectan la construcción de la paz) que con la violencia directa y organizada, o la guerra. El interés por los procesos pedagógicos y educativos en las universidades no ha sido tan notorio como en el caso anterior, en parte asociado a la creencia de que en la educación universitaria la formación de los/as estudiantes no es tanto su responsabilidad, y que es más importante que se conviertan en profesionales. Es así como se sigue creyendo en el fondo, en forma ingenua, que a mayor número de profesionales y post-graduados/as, mayor y mejor será el desarrollo del país, o que más fácilmente se logrará la paz. Sin embargo, lo anterior pierde soporte al pensar tan solo en las relaciones que existen entre los países con mayor acceso a la educación “superior” letrada occidental, o correspondientes al “primer” mundo o “desarrollados”, con los países del “tercero”, que siguen no siempre siendo las más justas y respetuosas; o bien al reflexionar sobre lo que ocurre al interior del país, en donde las pautas de honestidad, respeto y solidaridad en las varias instancias de la sociedad en las que conviven los/as egresados/as de estos centros, pues la experiencia muestra que no siempre hay garantía de que esto sea lo que prevalezca. Es entonces perentorio considerar de la manera crítica que se requiere, la calidad de la educación y tener en cuenta los procesos formativos pues ambos afectan directamente la convivencia6.
Sabemos que en la mayoría de los casos los/as docentes son profesionales de las disciplinas a las cuales pertenecen, pero no son por lo general personas que se han formado en ámbitos que se relacionan con la educación y la pedagogía. Si se tiene en cuenta lo señalado en páginas anteriores en cuanto a que los mayores esfuerzos se han centrado en la educación básica y a cuestionar las relaciones de explotación a partir de la misma, nos encontramos frente a un doble reto: de una parte apoyarnos en los avances teóricos, de investigación y de acción que se han dado en el seno de estas entidades en el campo (me refiero a colegios, escuelas, universidades, añadiendo lo que exista en la educación no formal, que también es conveniente consultar), que han logrado preservar y fortalecer la vida; de la otra, aceptar que es perentorio seguir afianzando esta labor, teniendo en cuenta las relaciones de opresión antes mencionadas como el patriarcalismo, racismo, etc., que generan y perpetúan, así mismo, las violencias. Lo que señalo no es nuevo; es apenas solo un recordatorio de lo que se viene planteando en los últimos treinta años por parte de movimientos de diferente orden, y de organismos nacionales, internacionales7, públicos, privados y cívicos. Es posible, como lo han planteado especialistas en el tema, que si inicialmente los/as docentes universitarios/as eran mayoritariamente de cátedra y hasta hace tan solo unos decenios se han convertido en profesores/as de vinculación permanente, la pregunta por lo pedagógico haya sido tardía. Otra posible razón es, como lo plantean las/os educadoras/es interesadas/os en la perspectiva de género, que la educación ha sido un espacio androcéntrico y que en ese contexto, el buscar feminizar este espacio, conlleva en algunos casos a preguntarse por lo relacional y por lo que se espera como logros del proceso, consultando nuevas perspectivas: no siempre respuestas fijas sino aprender a aprender, y entre otros, hacer visibles a quienes han sido invisibilizadas/os, incluyendo su forma de aproximarse al conocimiento.
Lo anterior no quiere decir que en los ámbitos universitarios no hubiera núcleos minoritarios de profesores/ as interesados/as en el problema educativo en términos generales, además pensando igualmente en el contexto específico en el cual desempeñaban su labor. Así mismo, es de tener en cuenta que desde las diversas áreas del conocimiento, y en particular en las ciencias sociales y las humanidades, han existido intereses que apuntan a mejorar la sociedad, pues en últimas éste es el propósito de las disciplinas en cuestión: la dificultad en estos casos ha sido, como ya lo he señalado, que la educación ha estado inmersa en relaciones de poder y que estas áreas del saber son igualmente jóvenes.
Al haberse por siglos asociado la paz con el fin de la guerra, quienes piensan en materia de la universidad frente a la paz, es posible que la respuesta más común se relacione con el trabajo de “los violentólogos” y no con los factores antes mencionados. Es de señalar que estos investigadores (que en su mayoría eran varones8) centraron la atención particularmente en el conflicto armado de mediados de siglo en el país; más tarde o en forma paralela ellos mismos o nuevos/as estudiosos/as del tema, han trabajado el conflicto armado bien desde aproximaciones hasta el momento no exploradas o han abordado otro tipo de violencias invisibilizadas y no asociadas con el fortalecimiento de la paz.
Es particularmente a partir del decenio de los ochentas del siglo pasado, que se identifica en los centros de educación superior un interés creciente por aspectos relativos a la violencia, al manejo de los conflictos y a la paz, interés que no es casual, pues de una parte estaba relacionado con el proceso descrito en el apartado anterior; de la otra, con la agudización de la guerra, la crisis económica, política y social. Tal como se lo presenta en las próximas líneas, se considera que las instituciones de educación superior no han vivido lo antes descrito como observadoras, sino que han estado vinculadas al problema, bien por el modelo educativo que de todas formas continúa siendo cuestionado –como ya se planteó-, bien porque han vivido el dilema descrito en forma diferenciada; esto parece haber ocurrido de la siguiente forma:
Primero, incremento de investigaciones, publicaciones, foros, simposios, encuentros, seminarios, cursos y talleres relativos a la problemática en cuestión –violencia, conflicto y paz- o en áreas afines; segundo, propuesta de estudios de pregrado y post-grados; tercero, participación de docentes y directivas de manera más frecuente en ámbitos de conflicto armado al interior de las universidades, particularmente en las públicas; cuarto, participación por parte de los profesores en los procesos de negociación en el contexto de guerra; quinto, el secuestro o amenaza de muerte por motivos no siempre claros, de estudiantes o docentes; sexto, participación en marchas contra la violencia y por la paz; y séptimo, el éxodo interno de profesores/as y estudiantes, o hacia el extranjero.
En cuanto al primer punto, es el propósito atraer la atención sobre algunos aspectos:
En lo que respecta al segundo, que corresponde a los estudios de pre- y postgrado en el campo, me referiré en forma más detallada en el apartado que sigue; por tal razón paso a trabajar el tercero, es decir el relativo a la participación de directivas y docentes como negociadores/as en espacios de conflicto armado en las universidades. En este sentido, se considera pertinente tener en mente que aún cuando huelgas estudiantiles se han presentado desde el siglo pasado en estos centros educativos, fruto de las variadas formas de acción del movimiento estudiantil y en ocasiones profesoral, en los últimos años se han presentado algunas variaciones:
Frente al cuarto punto mencionado en líneas atrás, relativo a la participación por parte de los/as docentes en los procesos de negociación en el contexto de guerra, son varios los que han apoyado esta labor, siendo algunos de ellos bastante conocidos como Daniel García Peña, Rafael Pardo, Jesús Antonio Bejarano (q.e.d.p.), etc. En estos casos se han presentado amenazas que han terminado en éxodo hacia el exterior y hasta en asesinato (al parecer si no todos, la mayoría han sido varones).
Un quinto punto, como es el del secuestro o amenaza de muerte por motivos no siempre claros de estudiantes o docentes en el contexto de inseguridad que se vive en el país, se ha sumado a lo antes expuesto.
Sobre el sexto punto o las marchas, es en momentos específicos que las universidades se han manifestado con presencia de sus directivas, en algunos casos, en otros las cabezas de las instituciones no siempre han hecho parte de este tipo de manifestaciones. Así mismo, es de señalar que estos movimientos colectivos y transitorios, se han presentado, bien porque las mismas universidades los lideran ó porque acompañan a otras instituciones con el propósito de manifestarse particularmente frente a los excesos cometidos en los contextos de guerra y secuestro que se vive en Colombia –no respeto del DIH-.
Existe un último aspecto a mencionar relacionado con los anteriores, como lo es la partida de docentes y estudiantes fuera de las ciudades donde laboraban o estudiaban –parte del éxodo interno-, por simple miedo, por haber sido amenazados/as, o bien por la crisis económica política y social en sus regiones hacia centros urbanos que les ofrecen mayor seguridad y de pronto oportunidades; otra opción ha sido emigrar del país, trayendo como consecuencia una fuga de capital con invaluables costos para Colombia11.
La creación de este tipo de programas, tanto a nivel de pregrado, como de post-grado es un hecho reciente en Colombia, si bien no lo es en otros países. Se sabe que es a partir de la segunda guerra mundial, que en universidades de Estados Unidos y Europa, existen estudios universitarios en justicia, derechos humanos, mediación y negociación de conflictos, moral, paz, desarrollo, etc. En Colombia hace menos de un decenio que se empiezan a ofrecer a la ciudadanía estos estudios (ver cuadro).
Tenemos conocimiento que, por ejemplo,tan sólo en el caso del D.C., en la Universidad de los Andes próximamente se abrirá un programa en resolución de conflictos; en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) se ofreceran así mismo dos diplomados, uno de ellos sobre pedagogía para la paz.
De la muestra de programas reseñados en el cuadro anterior, se identifica, de una parte, que aparentemente los primeros que aparecen con esta orientación es a comienzos de los noventas, centrando la atención en el estudio de la violación a los derechos humanos, como ocurre en el caso de la ESAP; los temas de violencias/paz y conflicto, como centro de reflexión son más recientes. De la otra, el interés notorio puesto en la formación y capacitación sobre el tratamiento de los conflictos, tanto como área de trabajo independiente, como asociada a otros conocimientos (justicia, relaciones internacionales, ciencia política,…); estos programas, según la información lograda, son aparentemente los que mayor interés han generado. Así mismo, se puede observar que existe tan sólo un programa a nivel de pregrado, siendo el resto en su gran mayoría especializaciones, y éste se centra en los temas del conflicto y la ciencia política.12
Programas de pregrado y postgrado relacionados con la educación para la paz y el tratamiento de conflictos.
TÍTULO | ENTIDAD | AÑO DE INICIO | NIVEL ACADÉMICO | DURACIÓN |
** Especialización en Derechos Humanos | Escuela de Administración Pública (Bogotá) | 1991 | Especialización | 1 año |
** Especialización en negociación y relaciones internacional | Universidad de los Andes (Bogotá) | 1992 | Especialización | 8 meses |
* Especialista en resolución de conflictos | Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá) | 1995 | Especialización | 1 año |
* Especialista en administración de justicia y resolución de conflictos | Universidad Externado de Colombia (Bogotá) | 1996 | Especialización | 1 año |
* Especialista en conciliación y resolución de conflictos | Universidad del Valle (Cali) | 1996 | Especialización | 2 años |
* Especialista en educación para la conciliación y resolución de conflictos | Universidad del Valle (Cali) | 1996 | Especialización | 2 años |
* Profesional en estudios políticos y resolución de conflictos | Universidad del Valle (Cali) | 1998 | Pregrado | 5 años |
* Especialista en pedagogía para la paz y la convivencia | Universidad San Buenaventura (Medellín) | 1998 | Especialización | 1 año |
* Especialista en negociación y resolución de conflictos | Fundación Universidad Central (Bogotá) | 1999 | Especialización | 1 año |
** Diplomado en Cultura para la paz | Universidad Sergio Arboleda (Bogotá) | 2000 | Especialización | 1 año |
** Especialización | Universidad Pedagógica | 2000 | Especialización | 1 año |
Nota: La información consignada en este cuadro corresponde a la consulta de varias fuentes, si bien se es consciente que no están reseñados la totalidad de programas que posiblemente al presente existen en el país.
* Paginas Web: www.externado.edu.co, www.javeriana.edu.co, www.univalle.edu.co, http://moises.icfes.gov.co
** Información obtenida directamente en las Universidades
En lo concerniente a las propuestas sobre educación para la paz, se identificaron tres de las cuales dos son especializaciones y la tercera un diplomado; así mismo en la presentación de las propuestas a las cuales se tuvo acceso, en el caso de dos de ellas el énfasis está puesto en el campo de la pedagogía.
Por último, en lo que concierne a la ubicación de los programas se observa que en el presente existen en las principales ciudades del país, lo que constituye una rápida expansión particularmente después del noventa y cinco.
Es importante señalar, tal como se mencionó al comienzo del artículo, que en el listado incluido en el cuadro anterior sólo se tuvieron en cuenta los programas de estudio que explícitamente se los presentaran asociados con el fortalecimiento de la paz o con aspectos afines; sin embargo se aclara que muchos probablemente no quedaron reseñados y que, otras acciones también están relacionadas con éste tipo de esfuerzos y no siempre se lo consideraría así; por ejemplo, los relacionados con los estudios de género y desarrollo, los que tratan los problemas ambientales. Es decir, si bien existen áreas claves a fortalecer en nuestro conocimiento de manera que afecten el cotidiano como son (entre otras) las relativas al desarrollo individual y social, a la equidad, los derechos humanos, al derecho internacional humanitario, al tratamiento de los conflictos, a la ética, a la responsabilidad civil, a la pedagogía, al desarme simbólico que a veces es más grave que el material, o a los procesos cognoscitivos asociados a su contexto de origen para ser por lo menos más conscientes de los logocentrismos, se debe recalcar que desde cualquier campo del conocimiento se puede aportar a la paz.
No obstante, uno de los cambios que se puede tener en cuenta es que en los estudios para la paz se reitera que la educación no es neutra, que –como lo planteábamos en las primeras páginas- es un producto cultural y por ende con límites. Otro aspecto señalado es trabajar como estrategia en forma transversal en los currículos, los aspectos relativos a la subordinación.13 Así mismo se insiste en que si el esfuerzo se queda en el discurso, el mismo va a seguir teniendo limitaciones: en ese sentido, se busca que los programas sean también prácticos para no quedarse en el contexto de la educación “Para la paz”, sino que pase al ámbito de la educación “En la paz”. Este reto que debe ser tenido en cuenta en nuestro medio, se enfrenta sin embargo a serios limitantes, no sólo de orden estructural que vienen de tiempo atrás, como se planteaba en el comienzo de este escrito, sino porque muchas de las dificultades existentes se han agudizado en la crisis actual.
Como se ha podido apreciar en las páginas anteriores, los centros de educación superior han estado inmersos en la reciente crisis que vive el país de diversas formas, si bien con variaciones según la institución, pero por lo limitado de la información a la que se tuvo acceso, se dificultó el logro de mayor precisión en la presentación de este artículo. Así mismo y relacionado con lo anterior, se han señalado algunas respuestas que no siempre corresponden a la coyuntura actual, sino que son fruto de un proceso, pues no todos los problemas identificados son nuevos.
Si bien las propuestas antes mencionadas buscan contribuir de una u otra manera a mejorar la convivencia, nos permiten preguntarnos: ¿Qué procesos han seguido sus promotores/as para optar por uno u otro camino? ¿Qué tipo de violencias se han buscado debilitar y cuáles no? ¿Hasta dónde se han consultado las experiencias locales, regionales, nacionales e internacionales existentes para tener una idea sobre la que puede estar dando un mayor resultado frente al contexto vivido? ¿Se trata de manifestaciones coyunturales frente al grave proceso de deterioro que se vive en el país que no da espacio para pensar en los anteriores cuestionamientos? ¿Desde qué perspectivas se están construyendo estas propuestas sabiendo que en el presente no existen el conocimiento suficiente sobre temáticas como la violencia, el conflicto y la paz en las variadas localidades y regiones del país? Sabemos que el conocimiento no es neutro, que es un producto histórico y cultural, por consiguiente, ¿hasta dónde esto se ha tenido en cuenta en las propuestas que existen en el presente y en las que próximamente se ofrecerán?
1 Revista Universitaria. Perfiles libertadores. “Tendencias pedagógicas contemporáneas”, pp.11-16
2 Rodrigo Parra Sandoval. “Elementos para un diagnóstico de la universidad colombiana”. Serie Textos MDU#1. Magister en Dirección Universitaria, Bogotá, 1988.
3 Me identifico con la duda expuesta por el profesor DeZubiría en una charla presentada recientemente en la Universidad de los Andes, en la que planteaba dudas sobre esta clasificación (marzo 8 del 2001).
4 Suzy Bermúdez Q. “Educación para la paz en Colombia. Límites y posibilidades: una aproximación desde la perspectiva de género y equidad” Simposio La universidad y la paz. CES. Universidad Nacional de Colombia. 2000. Próxima publicación.
5 Me apoyo en la aproximación que hace a la paz la sueca Brucke Utne, Feminist Perspectives on Peace and Peace Education, Oslo, University of Oslo and New York; Pergamon Press, 1989; Suzy Bermúdez Q. Revista En otras palabras… Grupo Mujer y Sociedad, Universidad Nacional de Colombia, 1997. “Género, violencias y construcción de paz” en Revista de estudios sociales, No. 2, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social, diciembre de 1998. En este caso se plantea la construcción de la paz debilitando dos tipos de violencia a grandes rasgos: Primero, las directas que las dividen en dos categorías: las directas organizadas o las que se generan en los contextos de guerra; y las directas no organizadas o que surgen fruto de la inseguridad ciudadana y, por ejemplo, de la violencia intrafamiliar; en ambos casos se plantea que se trata de la paz negativa, que es la que en el imaginario androcéntrico se ha buscado construir. Segundo, las indirectas o estructurales, resultado de las relaciones desiguales e inequitativas como el imperialismo, colonialismo, explotación por clase o fruto de la subordinación por razones de género, origen cultural, o por edad.
6 Al respecto, varios esfuerzos se han realizado aun cuando tímidos, buscando responder a interrogantes sobre este tema: por ejemplo, la relación entre educación superior y empleo, participación política y lo que ha sido denominado excelencia académica. Otro punto frecuentemente mencionado es el que hace referencia a la división cada vez más aguda entre la producción de conocimiento (investigación) y la distribución del mismo (educación), siendo más que todo a esto último a lo que se han dedicado los centros en cuestión, por razones de diferente orden. Así mismo, factores como la masificación de la educación asociada a la proliferación de centros privados de no siempre buena calidad, al igual que al incremento en número de programas nocturnos y de la educación abierta y a distancia.
7 La UNESCO ha hecho referencia en repetidas ocasiones a este problema.
8 Ver anexo bibliográfico; lo anterior hace pensar que quienes se han interesado en el tema de la paz desde una perspectiva de género, señalan que la aproximación inicial se la hacía por negación –es decir paz negativa o no guerra-, pues desde la óptica androcéntrica ésta era la violencia a debilitar. Los trabajos posteriores, más apoyados en la paz positiva -que es la que busca evidenciar las violencias estructurales que deben ser igualmente tenidas en cuenta para mejorar la convivencia- han mostrado que en el cotidiano se libran igualmente otras “guerras”.
9 Para presentar tan solo una muestra de las publicaciones realizadas entre 1976 y el 2001 en los temas de violencia, conflicto y paz, consultar el anexo bibliográfico, que no incluye tesis. Un valioso aporte es el Catálogo bibliográfico 1980-1998. Libro, convivencia y paz. Fescol, Cerec y la Cámara Colombiana del Libro. Bogotá, 1998.
10 En este caso de lo que se conoce se realizó un primer esfuerzo en la Universidad Andes en el año de 1995 en el que se convocó al encuentro “Estrategias y experiencias para la construcción de la paz” llevado a cabo con el apoyo de la Pontificia Universidad Javeriana, Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de Antioquia. De este esfuerzo se realizaron cuatro publicaciones: Suzy Bermúdez Q. (editora), Educación para la paz; Género y convivencia; Acciones, visiones y propuestas de las iglesias cristianas en la construcción de la paz “católicos y menonitas”; Participación ciudadana, sociedad civil, educación cívica y gobernabilidad democrática (ver bibliografía).
11 Ayala, Gloria, et al. ”Acercamiento al actual éxodo de colombianos y colombianas calificados/as al exterior”. Revista de Estudios Sociales . Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. En prensa.
12 Acerca de los objetivos y áreas de estudio, no se incluye una reflexión por cuanto sólo se pudo acceder a la información relativa a unos pocos casos; además que los limitados descriptores que aparecen sobre las materias que se dictan en los programas en cuestión, hace que sea demasiado arriesgado presentar apreciaciones sin haberse realizado una aproximación más a fondo.
13 Aspectos como el patriarcalismo, por ejemplo, es señalado como uno de los que más afectan en forma negativa la convivencia; tanto es así que el segundo delito más frecuente en el país es la violencia intrafamiliar en la que la mayoría de los victimarios son varones, de acuerdo a la información presentada en estos últimos años por la Fiscalía General de la Nación. Propuestas como las del actual alcalde del D.C. Antanas Mockus en lo relativo al día internacional de la mujer que buscan reducir los índices de criminalidad de la ciudad asociados al machismo dan muestra de la gravedad del problema. Sin embargo es relevante aclarar igualmente como lo demuestran las investigaciones sobre el tema que esta forma relacional se encuentra inmersa, si bien en forma diferenciada tanto en hombres como en mujeres.
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