Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Guillermo Villegas Arenas*
* Economista, Magister en Economía Aplicada, Profesor asistente del Departamento de Estudios de Familia, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Caldas.
Existen indicadores dedicados a las desigualdades sociales de uso generalizado –Coeficiente de Variación, Indice de Atkinson, Indice de Gini– que toman en cuenta el hogar como unidad de análisis y presumen que en su interior no hay desigualdad; así, éstos se colocan de lado de modelos teóricos para el análisis económico de la familia que suponen que ésta es un ámbito de igualdad. Un abordaje diferente considera que en la familia se configura un marco de "conflictos cooperativos" en el cual se emprenden procesos y actividades, donde las desigualdades pueden determinar aspectos como la toma de decisiones y el trabajo doméstico.
El artículo confronta dos modelos para el análisis económico de la familia; el del altruismo –de solución individual– que requiere un personaje con capacidad de influir sobre los otros miembros para orientar el grupo hacia el alcance del máximo bienestar en un marco de constante igualdad. El otro modelo –de solución colectiva–, debate el supuesto del jefe generoso o dictador benevolente y plantea a interrelación dentro de la familia como una negociación donde intereses comunes y conflictos confluyen; y aunque las partes tengan poder de negociación, existen condiciones que determinan posiciones superiores para unos.
Esta discusión teórica conduce al abordaje de las desigualdades en campos como la generación del ingreso y su control, la toma de decisiones, la disparidad surgida de la rercepción que se tiene respecto a la pertenencia del ingreso. Especialmente se hace alusión a la distribución del trabajo doméstico, el cual revela amplia desigualdad en contra de las mujeres/esposas, situación que es sustentada teóricamente desee el modelo de conflictos cooperativos. Se logra establecer que la desigualdad en las familias es multifacética y en los campos auscultados está en contra de las esposas/mujeres; incluso en situaciones de aparente igualdad surgen otros tipos de desigualdad con claro sesgo de género pues en el caso de la toma de decisiones o del trabajo doméstico claramente se establece una línea divisoria entre lo masculino y lo femenino.
El artículo tiene sustento en la investigación Desigualdad intrafamiliar: Contrastación empírica para Manizales, la cual se basó en una encuesta aplicada en la zona urbana de Manizales a 384 familias de coprovidencia económica, es decir, aquellas donde ambos cónyuges devengan una remuneración por su participación en el mercado laboral. Los informantes fueron esposas y esposos. La muestra fue aleatoria no estratificada.
Para los modelos unitarios, el sentido de unidad significa que existe una función de bienestar que recoge los gustos y preferencias de los miembros con base en la orientación de un personaje altruista o "dictador benevolente"; no importa el comportamiento de los otros miembros, pues si son egoístas, éste los conduce a tener las mismas preferencias sin afectar el bienestar común1. La visión es de una familia con profundo sentido de igualdad. En la base del altruismo se dan ciertas circunstancias: que para algunas personas dar es más importante que recibir; que en los comportamientos y decisiones individuales la persona no es totalmente autónoma; que en la unidad doméstica hay quienes contribuyen a modificar el nivel de satisfacción de los demás; que la actividad económica personal no se reduce a la compra de bienes para producir satisfacciones individuales, "sino que integra la asignación de recursos personales que son utilizados por el individuo para actuar sobre los otros con el fin de que éstos produzcan un determinado nivel de bienes o va lores sociales… "2.
En síntesis, el modelo plantea un paradigma de familia en igualdad y su estrategia que consiste en que como unidad, el esposo trabaja igual que la esposa; todo el ingreso se convierte en presupuesto familiar; lo bueno o malo para él es bueno o malo para ella; lo que hace él, lo hace ella3.
Desde el modelo del altruismo no sería necesario revisar la caja negra4 de la familia pues "no es asunto del paradigma si la familia es una perfecta dictadura o una perfecta democracia"5. Pero en las familias siempre existe la posibilidad de cooperar o no pues cada uno establece una frontera que marca la alternativa de no cooperación para obtener una máxima utilidad individual, "threat points" o punto de amenaza. Este punto no está al mismo nivel para todos pues depende de un conjunto de elementos-ingreso, condiciones culturales y afectivas-que describen la posición de repliegue o retiro" fallback position"6.
Los implicados en una cooperación negociada no son iguales al menos en dos aspectos: 1) el derecho y la capacidad para incorporarse en los procesos de negociación: voz, o posibilidad de expresión, y 2) las alternativas sociales y económicas de los miembros familiares en ausencia de un acuerdo cooperativo –salida–. En cuanto a la "voz", hay que reconocer que algunas personas con base en ciertos atributos son negociadores más poderosos; también hay que considerar la asignación de roles ampliamente determinados por normas y valores sociales que condicionan la posibilidad de expresión –"voz"– que a la vez que diferencian los intereses, limitan la autopercepción de ellos.
Las asimetrías también surgen de las alternativas de "salida". No todos tienen las mismas posibilidades cuando es imposible un acuerdo cooperativo; para algunos sus opciones son tan pobres o las cargas culturales tan pesadas que pese a sus deseos deben aceptar la cooperación. Voz y salida determinan desigualdades y plantean un entorno de "conflictos cooperativos" en tanto "los miembros del hogar exhiben dos tipos de problemas diferentes, uno que involucra cooperación –adicionando recursos, resultados y disponibilidades– y el otro conflicto que divide lo anterior"7. Acuerdos sociales, normas, reglas "determinan quién hace qué, quién toma para su uso o beneficio qué, y quién toma qué decisiones; tales acuerdos pueden ser vistos como respuestas a estos problemas combinados de cooperación y conflicto"8.
Hay indicadores sobre desigualdades sociales denominados de "abordaje estándar" pues toman en cuenta el hogar como unidad de análisis y "presumen que no existe desigualdad en los hogares"9. Revisar las condiciones de desigualdad a nivel de las familias es verificar su "caja negra" para develar sesgos de género, generación y estatus.
Según la investigación, cerca del 78% de los esposos generan un ingreso superior al de sus esposas y esto tiene implicaciones en cuanto a jefatura, toma de decisiones y otros aspectos de la vida familiar. Diversos estudios documentan la asociación entre principal providente económico y jefatura de familia10; otros reportan que a mayor desigualdad en el ingreso mayor desigualdad en la división del trabajo doméstico entre esposos y esposas11.
Una cosa es la generación del ingreso y otra el control de éste; no todo se incorpora al presupuesto familiar. Woolley y Marshall12 confirman que existen familias donde los esposos tienen un sustancial ingreso pero como conservan la mayor parte para su propio uso, sus esposas e hijos viven en lo que se denomina "pobreza secundaria".
El control de los ingresos pasa por la forma de administración. En unas ramilias se identifica con claridad la figura del "administrador" y en éstas son mayoría aquellas en las cuales las esposas administran. Esto puede reflejar varias cosas: por ser mujeres que aportan al ingreso, adquieren argumentos para asumir careas en el control de los gastos y la toma de decisiones; o es posible que indicue visiones culturales que asocian ciertas características -abnegación, sacrificio, rragalidad- a la condición de ser mujer como fundamentales para desempeñar con eficiencia el cargo de administradora.
"(en la cultura paisa) la mujer debía saber administrar con mucho tino el dinero que ganara el marido. El contribuye, ella distribuye; y si ardua tarea es lo primero, profunda ciencia es lo segundo. La base para una buena administración radicaba en no exigirle al esposo, ahorrarle gastos con su trabajo, no antojarse de cosas supertluas, llevar una vida sencilla y frugal"13.
Hay quienes afirman que ellas administran los "dineros chicos, los de la casa y de la comida, los que no dejan huellas, mientras los varones,… administran los dineros grandes"14. Los resultados refrendan la cita; hay preferencia por las esposas para administrar los ingresos más bajos y por la independencia cuando los ingresos son en promedio los más altos (658.000 vs. 745.500). Se tefuetza así la idea de que son las mujeres las llamadas al manejo de los más bajos ingresos, debido a sus condiciones para "hacer rendir el dinero, estilar la plata".
Las decisiones en familia cubren un amplio campo y deducir desigualdades sólo mediante el estudio del consumo puede llevar a imprecisiones; sin embargo, como afirman Woolley y Marshall, "si existen inequidades entre los esposos, una manifestación de esto puede ser que el de mayor poder esté en capacidad de delegar los aspectos más tediosos de compra, mientras mantiene el control sobre otras decisiones"15.
En la mayoría de familias los artículos para la casa, alimentos y ropa son decisiones de las esposas; mientras que reparaciones, mejoras de la casa, libros, ahorros y comidas fuera de casa, son decisiones de los esposos. A Safilios – Rotschild16 se le deben los términos de "orquestación de poder" e "implementación de poder". Quien tiene el poder de orquestación está en una posición que le permite decidir sobre asuntos importantes, infrecuentes, menos rutinarios y asociados con cierta flexibilidad en el uso del tiempo; además, recogen aspectos que determinan estilos de vida, rasgos y características de la familia; adicionalmente, tiene la facultad de delegar decisiones de poca monta, de donde otros derivan la sensación de estar participando con cierto poder en el proceso. En la línea de análisis de Coria17 se puede afirmar que el poder de orquestación en las decisiones es el que deja huella, mientras el de implementación aborda aspectos que pasan casi desapercibidos.
Sólo el 10% de las encuestadas consideran que su ingreso les pertenece y un 15% creen que el sueldo de sus maridos es de ellos; de donde se deduce que la mayoría piensan que lo que uno y otra devengan es propiedad familiar. Desde el imaginario cultural la individualización es una tendencia que se califica moderna. Por tradición se ha considerado que el ingreso del esposo debe ser para el grupo familiar; en este sentido las respuestas de las esposas señalan tradicionalismo, mientras una minoría concibe la situación de acuerdo con la tendencia que antes se consideró moderna.
El análisis con base en los ingresos promedios ayuda a concluir que las esposas que consideran como propio el ingreso, tienden a ser aquellas que ganan más; igual situación se da para los esposos; esto determina visiones que reafirman la individualidad y que conviene recalcar: esposas y esposos con más altos ingresos tienden a considerar como propio su salario.
Dado que la mayoría creen que los ingresos de ellas y sus maridos son de la familia es fácil concluir que traducida esta percepción a indicadores cuantitativos, el resultado es prácticamente de igualdad; esto hay que relativizarlo, pues no es descabellado afirmar que esposos y esposas dedican parte del ingreso para lo que se podría considerar "bienes públicos familiares"18, tal como diversión de la familia fuera de casa o el pago de arriendo para la vivienda; esto crea la sensación que el ingreso es de la familia. Sin embargo, cada quien reserva algo –en muchas familias no se sabe cuánto– para la adquisición de bienes "privados". Por lo tanto, la percepción de igualdad puede provenir más de la subjetividad. Tradicionalmente la posesión del dinero se ha visto dirigida hacia la familia en la búsqueda del beneficio común y allí, la unión, la solidaridad, la lealtad y otras manifestaciones de vida corporativa son altamente valoradas aunque no sean vivenciadas; esto distorsiona las percepciones por lo general hacia la sensación de igualdad, así ésta sea más virtual que real.
La desigualdad en la distribución del trabajo doméstico no es muy claramente explicada por la teoría económica, que ve tal distribución como un asunto de productividades, especialización e intercambio, de tal forma que el cónyuge más productivo en el mercado laboral dedicará más horas a trabajar por una remuneración mientras el otro se especializa en el trabajo doméstico. El problema está más vinculado con otras desigualdades19: así se concluye de los resultados de esta y otras investigaciones al dejar en claro que mientras mayor sea la diferencia en los ingresos y los niveles de escolaridad entre cónyuges, mayor será la desigualdad en la distribución de tareas del hogar. Pero no son sólo los problemas de distribución de recursos los generadores de desigualdad "sino por la convención cultural de que la mujer debe estar confinada en el hogar, atendiendo exclusivamente a la familia… Así, por efecto de la cultura, la sociedad se ha visto privada de un más eficiente aprovechamiento de su fuerza laboral total"20. La desigualdad en el trabajo doméstico tiene dos manifestaciones; en lo cuantitativo, las esposas hacen tres veces más trabajo doméstico que los esposos (en promedio 34 horas semanales vs 11 respectivamente); y por tipo de tareas que determinan segregación, el 80% del tiempo ellas lo destinan a preparación de alimentos, arreglo de cocina, lavar, planchar y arreglo de casa, que son actividades organizadas de manera individual y privada e involucran acciones repetitivas y monótonas e implican un carácter de obligatoriedad que con dificultad admiten postergaciones o aplazamientos21. Los maridos dedican el 64% del tiempo de trabajo doméstico a pago de cuentas, compras, tareas escolares y otros, oficios que no revisten las características descritas para las mujeres.
Un supuesto dice que como integrantes de una familia se actúa cooperativamente para alcanzar intereses comunes; y se espera que como individuos actúen con base en sus intereses personales; esto hace que la utilidad común se logre si los intereses personales coinciden, pues otro supuesto argumenta que los miembros del grupo familiar son racionales y tratarán de obtener aquello que más les beneficie y es difícil que vayan en contra de su propio interés.
Un tercer supuesto aduce que las producciones y consumos de la tamilia se asimilan a bienes colectivos ó "bienes públicos familiares", pues condiciones culturales y afectivas impiden que el disfrute pueda negársele a alguien. Es decir, quienes no actúan en colectivo por intereses comunes, difícilmente pueden ser excluidos de participar del consumo o de la producción; se ceduce que no es fácil lograr la cooperación de todos pues racionalmente la opción individual es no cooperar. De este modo, haya cooperado o no, una vez alcanzado el bienestar colectivo se ceneficia del resultado, y quizás no contribuya, bajo la consideración de que su aporte puede ser tan poco que el hecho de hacerlo no altera el resultado. Este argumento es personal y en la medida en que los demás implicados piensen igual, la acción colectiva fracasará.
Ante la negativa a cooperar las ganancias de uno no significan pérdidas para el resto, y existe un óptimo individual hagan lo que hagan los otros. No cooperar es la estrategia individualmente óptima: Si A coopera y B no, este último logra el mejor beneficio y si ninguno de los dos coopera, al menos A no es el único perdedor. La mejor opción de los dos es no cooperar jamás. Un miembro racional siempre defraudará; pero si cada uno se niega a cooperar, ambos saldrán perjudicados. El mejor resultado colectivo se da si ambos cooperan y el peor resultado individual es cooperar y que el otro no lo haga, pues uno es defraudado.
Para comprender cómo las desigualdades entre cónyuges en la distribución de tareas domésticas pueden explicarse en estos términos, es necesario plantear lo siguiente:
1. Todos contribuyen de un modo u otro y en diferentes grados –así sea de forma imperceptible– a la desigualdad. Las desigualdades se perpetúan y terminan desbordando el ámbito de lo doméstico o las familias. 2. Obtener igualdad como ámbito que favorece el mejor resultado colectivo es un esfuerzo igualmente colectivo en el contexto de la familia. Estas reúnen condiciones que potencian la búsqueda del mayor beneficio individual, dando lugar a un comportamiento racional egoísta que genera situaciones de desigualdad. Además existen "acuerdos sociales" entre los individuos, quienes actúan con el propósito de obtener sus máximos beneficios individuales y conviven en una situación de individualidad compartida, donde dadas ciertas condiciones culturales y afectivas es posible prever lo que otros harán.
Mientras no se perciban las consecuencias de esta actuación ha de transcurrir algún tiempo en el cual los miembros de una familia estarán actuando como egoístas racionales tras su máximo beneficio. Mientras las consecuencias no sean muy visibles, difícilmente se cooperará para evitar algo que aún no se percibe.
Los procesos de producción y consumo en las familias se dan en un contexto de negociaciones entre hombres y mujeres en una dinámica de "conflictos cooperativos", con diferencias en el poder de negociación determinadas entre otras cosas por las asimetrías de género, edad, educación, ingresos, y del acceso, control y percepción de los recursos.
La desigualdad en el acceso del ingreso está en contra de las mujeres/esposas y se incrementa cuando se dirige la mirada inicial a control, lo que puede ayudar a explicar la "pobreza secundaria" en muchas familias, y que se origina en el filtro por el que deben pasar los recursos que se incorporan a la familia antes de que los miembros individuales los reciban.
La desigualdad en las decisiones de consumo da indicios de que el poder de decisión de las mujeres es más de implementación y menos de orquestación; es decir, el campo de las decisiones importantes, que dejan huella en el estilo de vida, rasgos y características de la familia es más para los hombres/esposos.
La desigualdad percibida se ubica más en el nivel de igualdad, ante la marcada sensación de la mayoría de esposas de considerar el ingreso de sus esposos y el propio como pertenecientes al colectivo familiar. Esto hay que asumirlo con cautela pues tal percepción puede estar afectada por los actos de decisión, que dejan la sensación de que el ingreso es de todos, en especial las decisiones de gastos que se hacen en bienes públicos familiares.
Existe evidencia que señala que los hombres están asumiendo mayores compromisos en cuanto al trabajo doméstico: unos ven esto como producto del re-examen de los valores masculinos22; otros lo interpretan como una respuesta de los esposos ante la condición de trabajadoras de sus esposas23. Aceptando esto como cierto, hay que advertir que la transición aún está incompleta pues tanto la desigualdad cuantitativa como pot segtegación de oficios son altas y en justicia con los hombres/esposos que hoy por hoy han iniciado el tránsito hacia la igualdad, el clásico interrogante de Goode "why men resist?" ¿por qué los hombres se resisten? habrá que reformularlo: ¿Por qué aún muchos hombres se resisten?
Para tratar de resolverlo, Goode24 plantea entre otras premisas –para explicar, mas no para justificar a los hombres– que mucho de lo que hacen los hombres o dejan de hacer, se debe a que no se dan cuenta o no son conscientes de las circunstancias de desigualdad que rodean muchos aspectos de la vida familiar y las consecuencias sobre los demás; pero adicionalmente dan por sentado el sistema que les otorga su estatus y por lo tanto asumen que muchos elementos de sus vidas están determinados por una superioridad innata.
1 Mayores detalles en el teorema "The Rotten K i d ", El Muchacho Travieso, en: BECKER, Gary. "Family", The New Palgrade a Dictionary of Economic. John Eatwell. Vol. 2, 281-285, 1987.
2 LAPAGE, Henry, Mañana el capitalismo, Madrid, Alianza Editorial S.A. 1979.
3 CAGATAY, Nilufer, "Incorporación del género en la macroeconomía", en: D.N.P, Macroeconomía, género y Estado, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo, 1998. Es de aclarar que el sentido de la afirmación es de crítica al modelo.
4 La expresión "Caja Negra" la utiliza Katz para llamar la atención de que en los análisis se dejan por fuera variables de ideología, poder y otras, bajo el supuesto "Ceteris Paribus". Ver: KATZ, Elizabeth. "The Intrahousehold Economics of Voice and Exit", Feminist Economics. 1997. VI 3, No 3, 25 - 46.
5 BLUMBERG, Rae L., "Income Under Female Versus Male Control", Journal of Family lssues, Vol. 9 No 1. March 1998. p. 52.
6 KATZ, Ob. cit
7 SEN, Amartya K., "Gender and Cooperative Conflicts". En TINKER, Irene. (Ed.). Persistent Inequalities, New York, Oxford University Press, 1990, p. 129.
8 SEN, Ibid, p. 129.
9 WOOLLEY, Francés R. y MARSHALL, Judith. "Measuring Inequality Within the Household", Review of Income and Wealth, 1994, No 40. p. 420.
10 Por ejemplo, PALACIO, V , María Cristina. "La realidad familiar en Manizales", Santafé de Bogotá, División de Investigaciones Especiales del Instituto Nacional de Salud, Universidad de Caldas, 1994.
11 Por ejemplo: BLAIRSAMPON, Lee y LICHTER, Daniel T . "Meassuring, the División of Household Labor", Journal of Family lssues. 1991. No 37, 91-113.
12 WOOLLEY et al. Ob. cit.
13 JIMENEZ, Blanca Inés, "Imágenes culturales de hombres y mujeres. Análisis casuístico", en Memorias del Congreso Latinoamericano de Familia Siglo XXI, Medellín, Colombia. 1994. p. 779. Lo subrayado lo cita Jiménez de "El Popular" No. 192, sept 28/18.
14 CORIA, Clara., " El Dinero Sexuado", en GIBERTI, Eva y FERNÁNDEZ Ana María. (Compiladoras). La Mujer y la violencia invisible, Buenos Aires, Suramericana, 1988. p. 126
15 WOOLLEY, et al. Ob.cit, p.425.
16 Citado por Woolley y Marshall, Ob.cit.
17 CORIA, Ob.cit.
18 WOOLLEY, et al. Ob.cit. p. 429.
19 Por ejemplo: BLAIR S. Lee. et al. Ob.cit..
20 VALLEJO, César. "Planeación, desarrollo local y equidad de género: Caso del Departamento de Risaralda", en D.N.P. Macroeconomía, género y Estado, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo, 1998. p. 326.
21 DOROLA, Evangelina, "La naturalización de los roles domésticos", en GIBERTI, Eva y Fernández, Ana María (Comp.), La mujer y la violencia invisi' ble, Buenos Aires, Suramericana, 1988.
22 Por ejemplo: HENAO, Hernán. "Un hombre en casa, la imagen del padre hoy. Papeles y valores que destacan 400 encuestados en Medellín", en: Nómadas, No 6. Marzo/97 - setiembre/97, pp. 115-124.
23 Por ejemplo: LÓPEZ, Carmenza y Arias, Inesita. "Mujer – Trabajo extradoméstico y comportamiento sociocultural del hombre en tres estratos socioeconómicos de la ciudad de Manizales". Tesis de Grado. Facultad de Desarrollo Familiar, Universidad de Caldas, 1994.
24 GOODE, William J. "Why Men Resist", en THORNE Burke y YALOM, Marilyn (De.) Rethinking the Family, New York, Editorial Longman. 1982.
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