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Molano: el ambiente, el desarrollo y la guerra

Molano: o meio ambiente, desenvolvimento e guerra

Molano: the environment, development and war

Julio Carrizosa Umaña*


* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.


“…estas son cuestiones que nos afectan a todos y todos debemos participar en su solución. El estudiante estúpido y el más ladino campesino, el más honrado servidor de la sociedad y su mujer que hace tanto tiempo sufre, todos ellos tienen el derecho de decir: mirad aquí, yo también soy humano; yo también tengo ideas, sueños, sentimientos, deseos; yo también he sido creado a imagen de Dios, pero vosotros nunca me prestáis la más mínima atención en vuestros preciosos cuentos”. Paul Feyerabend.1


Para prestar atención a “todos los que tienen el derecho de decir”, Alfredo Molano sin ser nómada en un sentido estricto “vive todavía en la misma vereda donde se crió. ha adoptado algunas de las costumbres nómadas: su caminar constante en el territorio ignorado del país no busca asiento sino sentimientos; su migrar en las ciencias sociales es más impulsado por la crítica que por la necesidad de apoyo; su indagar aquí y allá en las historias de los derrotados, los humildes y los pobres sólo aspira a equilibrar sus “ideas, sueños, sentimientos y deseos “con los de los vencedores, los orgullosos y los ricos. En una nación descendiente de viajeros en donde el migrar únicamente se realiza ahora en una sola dirección, de sur a norte, es saludable reseñar y analizar los viajes circulares de Molano y para hacerlo he escogido agruparlos alrededor de tres temas que a ambos nos interesan: el ambiente, el desarrollo y la guerra.

La teoría y el marco

Cuando Alfredo Molano quiere burlarse de la ortodoxia recuerda cómo en la universidad insistían sus profesores en la ausencia de un “marco teórico.en sus trabajos, o confiesa que solamente después de escribir sus primeros libros alguien le hizo caer en cuenta de que las “Historias de vida.tenían una metodología y una teoría ya desarrollada en Europa. Fals Borda ya ha tocado el tema de Molano y la ciencia tradicional en su prólogo para Siguiendo el Corte, cuando se pregunta: “¿ Como hizo Alfredo Molano para obtener semejante monta ña de datos tan interesantes e importantes para la sociedad y la historia del país y del Llano ?¿ actuó como sociólogo, como literato, o como periodista? Esta polémica me tiene sin cuidado, aunque conviene recordar que lo literario no es simple copia de lo cotidiano o lo folklórico… Con la sociología positiva o funcionalista tampoco habría llegado ni a la mitad de lo que obtuvo…”. Creo que el asunto es tan importante que merece algunas reflexiones adicionales, esta vez desde el punto de vista del ambientalismo.

Parte del trabajo de Alfredo Molano durante estos últimos quince años tiene que ver con estudios de impacto ambiental pero no voy a sostener que por eso es un ambientalista; lo evidente para cualquiera de sus lectores es que en su descripción de ese país “desconocido e ignorado”, Alfredo lo que hace es superar el desprecio por el espacio geográfico que caracteriza a los sociólogos clásicos, pasar por encima de la timidez del historiador que evita hablar de sus contemporáneos y quebrantar todas las normas literarias que aconsejan no recontar las historias ya contadas. Hace todo esto llevado por uno de los sentimientos más caros al pensamiento ambientalista: el respeto a los otros. En su caso el respeto a los derrotados, a los humildes y a los pobres.

Esa consideración a los otros, a los que nadie respeta, entre otros a los nómadas, lo ha conducido a romper, ampliar y migrar entre las teorías y los campos, porque esas teorías y esos campos tradicionales no respetan la otredad, usurpan sus identidades y pretenden ser sus voceros sin comprender su heterogeneidad y complejidad, tal como lo expone Feyerabend. Unas veces agrupándolos en esquemas generales, otras reduciéndolos a simples cifras matemáticas, las escuelas científicas gestadas en el siglo XIX convirtieron a los derrotados, a los humildes y a los pobres en frases de cajón, en partes obligadas del discurso de cada uno de sus modelos sin nunca profundizar en la variedad de su naturaleza.

Alfredo rompe el cajón de las frases hechas a imagen y semejanza de los grandes pensadores, las despedaza y viaja con los restos en su morral supliendo los vacíos de sus personajes con interrupciones y anotaciones aquí y allá, recogiendo y aportando, como los verdaderos nómadas, recordando humildemente a los maestros pero respetando más el decir del común. Ese migrar de ida y vuelta entre los humanos y lo que llamamos ciencias humanas va más allá de la sociología y por eso Molano tiene que migrar hacia la literatura, el periodismo y la política.

Algunos colombianos de la generación de Alfredo y de las anteriores supimos del país como él lo relata, en la cocina de las casas de nuestros padres, “oyendo a los peones”, a las cocineras o a los choferes y algunos también recordamos lo que allí se decía en medio de la falsa paz de principios de siglo, pero son muy pocos los que, en palabras de Fals, todavía “sentimos sus vivencias muy adentro en cabeza y corazón”. Ese sentir adentro no se logra tratando de enmarcar nuestra inusitada realidad en las estrictas secuencias sistematizadas por los europeos del novecientos, como trataron de hacerlo innumerables académicos de izquierda y derecha; a la cabeza y al corazón sólo se llega mirando profundamente y para lograr ese mirar “todo vale” en términos de Feyerabend.

El mirar profundo de Alfredo Molano se enfoca al individuo y en eso también rompe los marcos y las teorías; partir del individuo para comprender la realidad no es común en los científicos sociales comprometidos con las clases populares, muchos de los cuales prefieren deducir de los grandes relatos el pequeño papel que le corresponde a su propio país, despreciando la enorme riqueza del mirar dentro de cada actor incisivamente pero con respeto, como lo hace con las mulas del narcotráfico o con los colonos del Guaviare, para obtener “testimonios ricos en gente”, no en datos, como descubrió tempranamente en su tesis para la Universidad de París. Pero en Molano ese mirar profundo es a la vez un mirar amplio, como lo manda el pensamiento ambiental. El “tuerto Giraldo.no es un actor aislado en una sociedad abstracta; tiene un pasado histórico y una región geográfica en la que transcurren sus andanzas y un partido y un país que le duele en medio de la guerra atroz que lo domina. Alfredo ha confesado varias veces que ese contexto histórico y geográfico es parte de su aporte personal: “cuando había lagunas simplemente me las inventaba “dice en una entrevista, pero es necesario agregar que ese inventar no es ingenuo ni improvisado, surge de su subjetividad, construida no sólo en las universidades sino en su dialogarreflexionar, con su familia, con sus amigos y con sus enemigos. Esto no es nada nuevo para los que han reflexionado y escrito sobre el papel del observador en la investigación científica; lo nuevo es que el investigador lo reconozca como parte de su propia metodología.

Ser capaz de mirar profunda y ampliamente es un don indispensable para sobrevivir en el nomadismo; no solamente es necesario distinguir los gusanos comestibles sino conocer detalladamente los límites del territorio propio. Es gracias a ese mirar profundo y amplio a la vez que Alfredo Molano puede acercarse a los fenómenos más duros de la realidad contemporánea colombiana; el ambiente, el desarrollo y la guerra; todo entrelazado entre su mente y las mentes de sus entrevistados en grumos de neuronas que se extienden hacia el cerebro colectivo, desgarrado y enloquecido, que llamamos Colombia y que trata, tal vez en vano, de constituirse en Nación.

El ambiente

“…el capitán salió de la casa de Jovita armado con jabón de olor, agua y cepillo, y se puso a lavar hoja por hoja del jardín que rodea la casa de Jovita y luego, muy detenidamente comenzó a lavar el aire , que no es tan difícil como parece…”( Así mismo, p. 31).

Según el Capitán Cornelio, para limpiar el aire no hay que “hacerlo con cada partícula sino… limpiar algunas capas para impedir que el olor se propague. El secreto está en que las capas del aire no son horizontales sino verticales”. A Cornelio lo descubre Molano en uno de esos viajes que forman círculos concéntricos hasta llegar al centro del torbellino, a la esencia del problema. Cornelio vive en uno de esos centros imposibles de la realidad oculta de Colombia, al pie de una inmensa catedral construída debajo de una figura gigantesca de Cristo, en medio del manglar del Pacífico “cuando el sol empezó a caer solemne (y)… En el aire explotaba un color como de cobre en polvo”. Con el capitán Cornelio y su limpiar gradual del aire entra el ambiente mágico en los textos colombianos como concepto imprescindible para comprender sitios como la costa colombiana del Pacífico, con su humedad perenne y sus refugiados africanos seculares. Las caminatas circulares de Molano siguen mágicamente las tragedias de los nuevos nómadas en su rondar perenne por la geografía colombiana, esquivando al hambre, soslayando la violencia, en el rebusque continuo por trochas que nunca llegan a lo que se busca.

Completando los círculos, Molano llama la atención de aquellos que miran constantemente al norte sobre la necesidad de mirar alrededor; en su propio “ecos”; escudriñando el detalle de la trocha de La Macarena; ligando a Bogotá con las fronteras líquidas ; yendo hasta el vórtice de los círculos viciosos del poder y la pobreza, tratando de coser los girones del pasado no tan glorioso con las hilachas que anuncian un porvenir incierto. Los caminos circulares son el ambiente de los recolectores de café, los de los camioneros, los de vendedores de muestras médicas, los de los desempleados y también los de la guerrilla cincuentona y los de los raspachines que logran retornar a su base; ojalá cada vez más los de los intelectuales colombianos.

El ambiente en la mayoría de los textos de Molano es integral como lo veía el joven Marx; y como lo perciben todavía los últimos nómadas en el interior del continente americano; unidos indisolublemente hombre y naturaleza. La joven boyacense a quien el miedo y un programa de radio hacen emigrar al Guaviare se queda en su finca La Bonita a pesar de que su compañero la abandona, por razones que podrían calificarse de ambientales: “A mí me gustaba el ambiente. Desde el rancho oía el hacha del patrón, oía el hacha de mister Chizas y el hacha de otros vecinos. Si algo se me ofrecía no era sino caminar y ahí en la trocha topaba vivientes y vecinos”.(Siguiendo el Corte, p. 222). El ambiente proporcionado por el ruido del hacha en la soledad de la selva y el encontrarse en la trocha con aquellos con quienes se comparte la aventura, no se hallan en los estudios ecológicos donde el ambiente humano no existe, pero está presente y explica gran parte de la realidad de las zonas de colonización en Colombia. Cómo comprender la persistencia del colono sin tener en cuenta esa ilusión de construir una nueva sociedad o, por lo menos una nueva familia: “yo había mirado en el hato El Viento a una mujer delgadita ella, ojizarca, altanerita al caminar y fina para la soga. Se me metió entre los recuerdos y no hacía más que mirarla en mis adentros.( Del Llano llano, p. 65). Fals en su prólogo a “Siguiendo el Corte” hace énfasis en esas visiones positivas de la vida del colono: “al leer los relatos por segunda vez, logré descubrir… jirones de alegría, hilos acelerados de paz y esperanza…

Esas ilusiones no se encuentran solamente en las palabras de las jovencitas y los mozos ingenuos; el Tuerto Giraldo, uno de los primeros que llega al corte y uno de los personajes más duros de la saga confiesa: “Con ellos oí hablar por primera vez del llano. Me sonó como una tierra lejanísima, como un país donde cada cual hacía su suerte, donde no había patrones porque era tierra del que llegara. Me entusiasmó su fama y comencé a soñar con Villavicencio. Era el año cuarenta.” (Siguiendo el Corte, p. 22). La primera impresión relatada por los colonos coincide con sus ilusiones: “eran unos cedrales extensos había mucha cacería manadas de quinientos y mil cafuches, pava real, danta, tigre, pero de agua y pescado el que se quisiera, de resto solo indios guayaberos”, así describe Giraldo su primera entrada a La Macarena y en eso coinciden la mayoría de los que llegaron en los años cuarenta al piedemonte de la cordillera oriental: “en el salado de Mapiripan hemos estado matando saínos todo el día hasta que la sangre me disgustó … esas riberas eran puras selvas (Ariari abajo de Puerto Lleras). Llegando a Puerto Rico vinimos a conocer las toninas que saltaban adelante como queriendo jugar, Perafán las odiaba porque dizque se comían el pescado… decía que haciendo un balance se iban a quedar dueñas del río” ( Siguiendo el Corte, p.217).

Los comienzos de la colonización, la sedentarización del nómada son recordados con detalle y cariño por los entrevistados; como añorando lo que se lee en las descripciones de la conquista o de la colonización antioqueña; “el cura Arango sacó la plaza a cordel con unos topógrafos que mandaron de Bogotá fueron ellos y no el Melco los que dijeron donde hacer la plaza y por donde debía ir el pueblo… el pueblito comenzó y completó cuarenta casas en pocos días. La madera se volvió buen negocio y se montaron aserríos para sacar cedro amargo… la gente que llegaba del Tolima, del Huila, del Valle, de Caldas, comenzó a buscar qué hacer, unos cogieron montaña adentro a tigrillar, otros a pescar pero los que venían con familia buscaban la agricultura poco a poco se hizo comida el maíz dio muy bueno, la yuca y el plátano eran de mostrar”.

El quiebre de las ilusiones es muy rápido en este nomadismo impulsado por el odio a Bogotá y por las ilusiones de viejos combatientes: “no faltaba la danta, el chigüiro. Por carne no se sufría. Teníamos brío, íbamos para adelante y trabajábamos confiados, pero yo notaba que el patrón de día en día se me decaía… al fin le pregunté. El me dijo que la tierra no servía que era una banqueta pobre de barro colorado que la arenilla estaba ahí mismo que no valía la pena… hay que meter ganado o vender (Siguiendo el Corte, p. 222); “el Melco tenía una cuadrilla de marisqueros que salían los jueves y llegaban los sábados con dos dantas de catorce arrobas cada una, también traían zaíno, cafuche, venado…cuando hechó a escasear porque ya estaba muy retirado el monte, dio ganado en compañía, al aumento… La tigrillada seguía, pero era cada vez mas difícil; la pesquería en cambio, sí se movía porque esos ríos eran muy plenos en pescado… La gente mantenía su mejora a punta de pescado.(Siguiendo el Corte, p. 195).

No fueron las toninas las que se tomaron el río, como lo temía Perafán el lanchero; la globalidad aportó una respuesta diferente.

El desarrollo

“Con la coca llegó el mundo. El trabajo valía, la gentecita era respetada, había música en todas partes. Comer dejó de ser rebusque. El problema comenzó a ser encontrar en qué gastar”.(Así mismo, p.45).

La llegada de la marihuana y de la coca está explicada en varios de los textos de Molano y contrasta en ellos con la ruina y el desconcierto de los colonos; primero al descubrir la incoherencia entre el ecosistema y la agricultura que ellos conocían y posteriormente, cuando por fin logran una gran cosecha de maíz, al entender el desastre producido por el mercado. “…había maíz por todos los lados, como ahora coca, pero el maíz si se veía…nadie recibía maíz ni regalado…Nos arruinamos. Pasó como con el agua. En el invierno hay agua hasta que lo aburre a uno y en el verano ni una gota de esas que sobran ( Siguiendo el Corte, p. 227-228).

Fue ese el primer fracaso de la “rehabilitación” del gobierno de Lleras Camargo; primer intento de conciliación que ha sido copiado en varias ocasiones desde entonces con diferentes nombres, tratando siempre de “estabilizar. o de “consolidar. las colonizaciones en la Orinoquia y la Amazonia. En las palabras del Tuerto Giraldo los errores básicos se perciben con mayor claridad que en las diferentes evaluaciones que han hecho los especialistas: “la rehabilitación fue un fracaso. Primero porque trataron de colonizar con gente que no tenía ni idea de la tierra. La mayoría eran amigos políticos de los jefes de Bogotá. Gente que les incomodaba y resolvieron echarla para los Llanos y allá cayeron. Les midieron el pedazo de parcela, les dieron herramientas, semillas, plata para ganado, fundaron cooperativas, repartieron casitas, hicieron todas esas trochas, la 11, la 7, la 15 ¡Como jugando a hacer un pesebre!… Por la noche los recién llegados se ponían a tomar aguardiente, a jugar cartas, a jugar tute, a darse cuchillo. Un burdel. La mayoría vendieron las herramientas y las reses y se devolvieron a Bogotá, otros se bebieron la plata. (Siguiendo el Corte, p. 112).

Unos años después la decisión que tomaron quienes se quedaron , no fue tan sencilla como quisieran explicarla quienes hacen énfasis en el dominio de la racionalidad económica: “El patrón pensaba una y otra vez en la marihuana, que por esos días estaba en su fina, pero tampoco se atrevía. Un día decíamos que sí, al otro día que no. No sabíamos”. Algunos se han quedado en sus predios, dominando con sentimientos el afán de dinero fácil, para otros, tal vez para la mayoría, la oferta era demasiado grande y los cambios rápidos y brillantes: “la gente se volvió loca, lo primero que se compraban era una buena pistola, un buen revólver, un sombrero de plumas, mujeres, trago, pernicia, se olvidaron de los sufrimientos y se taparon con plata. Al lado de la plata que corría llegó otra maldición, esta si de verdad, la vida no valía porque se podía pagar, ¿quién podía dejar de sembrar coca cuando todo tenía el precio de la coca? (Siguiendo el Corte, p. 282).

La coca y la marihuana son los productos nómadas por excelencia; migrando constantemente sobre el globo; escondidos en el intestino o en el entresijo de otros objetos, movi éndose tanto entre millonarios como entre los miserables, mencionados constantemente de boca en boca, hasta en los niveles más altos de los negocios y los gobiernos; modificando el comportamiento de millones gracias a sus artimañas y fantasías, son los gitanos de la sociedad de consumo. Pero la euforia del desarrollo no es muy diferente aún cuando cambien los productos. Molano describe varias veces escenas semejantes correspondientes a cada una de las sucesivas bonanzas de la Orinoquia y la Amazonia; la de la cacería, la del caucho, la de la madera, la del oro y finalmente la del petróleo, todos también productos nómadas entre la pobreza y la riqueza. Las pieles de tigre y de caimán que desde el siglo diez y nueve viajaron de las selvas y llanos colombianos a los centros de poder de Europa y Estados Unidos, generando fortalezas y envidias femeninas y regresando en forma de órdenes de compra hasta que se agotaron las existencias, el caucho, nómada que se alimentó de las entrañas de los nó- madas primitivos para movilizar los nómadas de la modernidad, la madera con que se repararon y construyeron las chalupas y los navíos que facilitaban el encuentro de las cuatro razas de nómadas, el oro que todavía no deja de moverse por el globo y ahora el petróleo: “Cusiana es una disnelandia pero pocos llegan a darle la mano al miquemause… Cusiana es un círculo vicioso del que la gente no sale. Todo el mundo habla de bonanza, pero si la bonanza no la está viviendo el pueblo, ¿entonces para quién es? Así como estamos el comerciante es el único que la prueba y se la lleva; el oportunista es el único que la vive y la goza (Del Llano llano, p. 101-102).

En sus propios textos, en los instantes en que calla a sus personajes, Molano se muestra tan extrañado y extasiado como ellos ante la intensa transformación que se genera cuando entra el dinero, el nómada mayor, y globaliza la selva: “Nos asomamos a un mundo alucinante y maravilloso, Calamar se nos presentaba como un verdadero país, un país extraño y sin embargo nada nos era ajeno. Allí se encuentran las mismas fuerzas que estructuran el país total al que estamos acostumbrados pero se expresan con una nitidez y con una desenvoltura que agobian y alarman…el futuro de las zonas de colonización y de buena parte del país agrario se desenvolver á dentro de las coordenadas básicas que enmarcan a Calamar, en el fondo fuimos testigos excepcionales del porvenir ( Selva Adentro, p. 106).

Esa premonición de Alfredo se concretó durante los años siguientes en buena parte del país; Calamar se reprodujo fácilmente en las grandes metrópolis durante algunos años. En uno de sus últimos libros “Rebusque Mayor.Molano deja contar sus vergüenzas a los nómadas secundarios de esa época: las mulas y el arriero, los traquetos y los muñecos. “Sembrar coca los hace sentirse más verracos”, dijo Molano en la televisión hablando de los cultivos del Guaviare y ese sentirse más verracos se extendió por el país entre los derrotados, los pobres y hasta dentro de los humildes, ya no en el campo sino en las ciudades y en el resto del mundo. Ese es el modelo de desarrollo que conoce la mayoría del país, que llegó atropellando en los años setenta, se afianzó en los ochenta y hoy agoniza en la recesión de fin de siglo. Formas de desarrollo globalizadas a través de mulas y arrieros, nómadas aéreos, echando p.adelante, surtiendo el mundo de fantasías y desgracia.

En 1987, cuando no se conocía todavía la profundidad de la crisis, Molano expone sus dudas: “pero esa cultura emergente que hoy cuenta con cuadros tan preparados o mejor preparados que la cultura tradicional; que educa a sus hijos en Londres, Nueva York y París; que trabaja con sesudos economistas que manejan buena parte del delicado y dinámico mercado mundial de la droga, esa cultura emergente es expresión de una clase que compite con el poder del Estado y con el orden prevaleciente. Ella es producto de la historia del país; ha modelado lentamente una economía y ha preparado laboriosamente un escenario. No va a entregar todo por nada y si llegaran a derrotarla… ¿qué pasaría?

En esas estamos.

La guerra

En Colombia hay dos países, aislados entre sí, que se desconocen el uno al otro, se temen y cohabitan en forma violenta. Uno de estos países es el que escribe la historia… el otro país es muchísimo más vasto y numeroso… y casi del todo desconocido e ignorado por él. Ese país es el que Alfredo Molano se ha empeñado en dar a conocer en sus escritos (María Mercedes Carranza, Prólogo a “Así mismo.1993).

La guerra, desafortunadamente, es el mecanismo que une ambos paí-ses a lo largo de nuestra historia. Molano ha dicho que le tiene “terror a la guerra”, pero al mismo tiempo la corteja y goza escudriñando en la historia sus entresijos. Varios de sus personajes reducen sus recuerdos a los guerreros de cada familia, pasando de la primera violencia de este siglo a la guerra de los Mil Días y a la de Independencia sin discontinuidad de generaciones. El “muñeco. que empieza como atracador pasa a la guerrilla, vuela con coca hasta Miami burlando los Phantom y acaba como dueño de una empresa de vigilancia, tiene entre sus antepasados guerreros compa- ñeros del general Reyes en Enciso y mártires liberales que pelearon en la llanura de Garrapata contra Marceliano Vélez. Los Zabaleta, familia de guerreros tolimenses tienen abuelos peleando en África y en el Puente de Boyacá a favor del rey de España. Con Molano hemos comentado varias veces la dureza y persistencia de estas dinastías de guerreros, aventureros de cepa, nómadas de ametralladora, que nunca van a cambiar las “delicias.de la guerra por la vida sosa en un taxi, en una beca o en una curul.

En Selva Adentro, su libro más ortodoxo o tal vez el único ortodoxo de sus libros, Molano plantea hipótesis sobre el carácter armado de la colonización desde que la “Columna de Marcha.condujo a los sobrevivientes de Sumapaz hasta el Llano. Ese carácter de colonización armada se percibe en la mayoría de sus libros como gestado a partir de la muerte de Gaitán; muerte que para varios de sus personajes tiene importancia vital. En ese sentido Molano se aparta de la mayoría de los historiadores de su generación que supeditan lo partidista a lo económico y pasan por encima de los argumentos ideológicos que estuvieron detrás de los análisis que hicieron sus antecesores sobre las guerras civiles del siglo anterior. Los personajes de Molano tienen partido y mueren por el partido. En Selva Adentro se insiste en la continuidad dinástica entre chulavitas, pájaros y matones del narcotráfico, dinastía que Molano ha extendido en recientes artículos de prensa.

Pero, al contrario de los historiadores del siglo diez y nueve en Siguiendo el Corte hay campo para otros factores diferentes al ideológico. En los relatos de las disputas internas, en los análisis sobre las tendencias de la guerra se hace evidente que muchas veces más adentro de la ideología y de la economía está el carácter de cada jefe, sus debilidades y valentías, las cuales adquieren potencias gigantescas cuando el poder se concentra en la soledad de una persona y cuando esa persona, ungida por la retórica guerrera, se enfrenta al azar. Los relatos que detallan las muertes de Guadalupe Salcedo y de Dumar Aljure son maestros de la multiplicidad de fuerzas que los motivaron.

La guerra es coherente con las características del ambiente y las formas que ha tomado el desarrollo en Colombia y al mismo tiempo, paradójicamente, es sólo el estado de insurrección el que trae algún orden a ese entremezclar de ambiente y desarrollo. El mismo Giraldo, “rehabilitado “después de su guerra partidista, cruel, desordenada y caótica, es seducido por la guerrilla comunista incipiente: “El camino hacia La Uribe era muy bello, a lado y lado de la selva caños rápidos y claros, pájaros, micos, pavas , curíes y naturalmente tigre y culebra …los colonos trabajaban con ánimo tumbando selva y haciendo rozas, tenían maíz, arroz, algunos café, cacao, ganado, habían hecho trochas por todos los lados, bien trazadas, amplias y las conservaban limpias, la gente aunque armada era pacífica nombraban solos sus autoridades, sus maestros de escuela, tenían puestos de salud, muy elemental, pero no les faltaba atención. “(Siguiendo el Corte, p. 111). El tío Zabaleta, también de estirpe liberal presenta, con algo de cinismo, iguales imágenes de la guerrilla como ordenadora de la sociedad: “Un buen día fue apareciendo otra ley, la ley de los muchachos, la de las guerrillas… nos explicaron que eran de la guerrilla, que eran el ejército del pueblo… siempre que vienen o que uno va a las reuniones, tienen el mismo parlamento… parecen evangelistas…a nosotros nos hacen recordar las misas… después llegaron a decirnos que habían prohibido el bazuco…después arrimaron buscando un ganado que se había perdido…poco a poco se metió el orden…”. En los últimos meses hemos visto en la televisión a los nuevos nómadas guerrilleros, llevados por el mismo afán totalitario y moralizador, de municipio en municipio, buscando una nueva casa verde.

En ese orden, ingenuo, errático, cruel, transitorio y parcial Molano se pregunta: “¿qué pasaría con los miles de brazos que encuentran empleo directo o directo en el negocio de la coca porque la estructura tradicional no ha sido capaz de dárselo… la coca ha desencadenado un proceso irreversible, o las fuerzas suscitadas por la estrechez estructural del antiguo modelo encuentran acomodo y logran ser integradas a una nueva sociedad o ellas construirán su propia alternativa y el país tendr á que acostumbrarse a dos sociedades en permanente pugna”.La sustitución de los cultivos de coca es, naturalmente la opción. …las zonas de rehabilitación deberán ser objeto de una reforma agraria radical que cerrará el paso a las fuerzas que aténtan contra su estabilidad y su progreso
( Selva Adentro, p. 138)

Desde que escribió lo anterior, la situación aparentemente se ha modificado pero manteniendose en lo sustancial. Molano se ha concentrado en sus columnas periodísticas que le proporcionan una audiencia oportuna y mayor; desde allí trata de influir en un proceso de paz en el que ya no desempeña un papel oficial. Su tesis central sobre la necesidad de la reforma agraria regional ha sido sobrepasada por posiciones como la del expresidente Lopez quien propone la incorización de los predios bien explotados en el interior de la frontera agraria. ¿Estamos en realidad en vísperas de una nueva sociedad brotada de una reforma agraria radical ?

Quisiera creer en una solución tan sencilla y factible pero quien ha leído concientemente la realidad nacional y la considera en un contexto internacional en el que la mayoría de los países pobres siguen quebrados y corrompidos aunque estén en paz o no logran alimentar a sus pueblos aunque sean ordenados y comunistas, sabe que ahí no está la respuesta y, probablemente, los dos países continuarán en su vagar, unos hacia el norte, orientando anhelos y dineros hacia la estrella polar, otros circularmente, saliendo o entrando al remolino durante varios años más.


Citas

1 En Adiós a la Razón, 1984.


Bibliografía

  1. MOLANO, Alfredo, Siguiendo el corte, Bogotá, El Áncora , primera edición 1989.
  2. ________, Así mismo, Bogotá, Los Cuatro Elementos, 1993.
  3. ________, Del Llano llano, relatos y testimonios, Bogotá, El Áncora, primera edición 1995.
  4. ________, Selva Adentro, Una historia oral de la colonización del Guaviare, Bogotá, El Áncora, 1996.
  5. ________, Yo le digo una de las cosas…, (con Darío Fajardo, Julio Carrizosa y Fernando Rozo), Bogotá, Corporación Araracuara, Fondo FEN Colombia, s.f.
  6. ________, Rebusque mayor, relatos de mulas, traquetos y embarques, Bogotá, El Áncora, primera edición 1997.

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