Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Vladimir Zapata V*
* Profesor titular de la Universidad de Antioquia. Asistente de la Vicerrectoría de Investigación para Programas de Posgrado.
La “formación. es el tema central de una Universidad como la de Antioquia. Y, si bien en el pasado puso el énfasis en la profesionalización, hoy se puede asegurar que se ha producido un saludable giro hacia lo que con propiedad cabe en la consigna: personalización, “cientifización. y profesionalización. Sobre la base de la primera acción se levanta el investigador, el científico, el inteligente. Un conjunto de Tareas y Estrategias que cruzan su cultura académica así lo explican.
La Universidad de Antioquia fue autorizada por cédula real a comienzos del siglo XIX e inició actividades en 1803 en locales ubicados en el centro tradicional de Medellín. Sus primeros cursos obedecieron a la orientaci ón eclesiástica de su fundador, el rector Fray Rafael de la Serna que impuso la enseñanza de filosofía, gramática y latín. Al poco tiempo se abrieron estudios más prácticos y con una clara misión de responder a demandas de tipo social. Por ejemplo, en 1827 por iniciativa del Libertador se crea la Facultad de Derecho. En 1874 se concreta la Escuela de Ingeniería. En 1875 se conceden los primeros títulos en Medicina, después de haber comenzado estudios en 1871. En 1892 se le vinculan orgánicamente la Escuela de Minas, el Conservatorio, la Escuela de Bellas Artes y la de Artes y Oficios. En los cincuenta años siguientes aparecen las Escuelas o Facultades orientadas a la preparación de la “intelligentsia. que dirigirá, en la modernidad, el desarrollo antioqueño y en alguna medida el nacional. Como bien se puede ver el sino del Alma Mater está marcado durante 150 años por el afán profesionalista, es decir, por la formación de cuadros para la dirección y acompañamiento de la sociedad en todos los órdenes La Universidad se cuidó de que estos profesionales fueran éticamente irreprochables y científica y prácticamente competentes. La respuesta obvia de la sociedad fue la confianza. Lo más demandado para esta mano de obra especializada tenía que ver con el “savoir faire”. El saber hacer proviene de la transmisión de hombres esclarecidos, autorizados por su dominio de la ciencia o porque han recibido una delegación de la administración universitaria. El conocimiento y el avance tecnológico se generaban en otros escenarios geográficos y académicos, por lo cual lo correspondiente aquí fue la aplicación, la adaptación, la replicación, en fin, la copia sobre modelos producidos en otra realidad y a lo sumo estandarizados acá.
Al promediar el siglo XX ocurre un hecho común en la vida cotidiana de las instituciones educativas, pero que en la Universidad de Antioquia va a introducir un giro copernicano en el currículo. En efecto, en la Facultad de Medicina, el doctor Alfredo Correa Henao, quien había estudiado Anatomía Patológica en el Hospital John Hopkins (Estados Unidos), al regresar organiza este servicio, y lo más importante, difunde una novedad en la metodología de la enseñanza: establece la C P C (Conferencia de Patología Clínica) que desplaza el modelo tradicional de enseñanza de la medicina basado en la experiencia, en el llamado ojo clínico. En otras palabras, la tradición norteamericana se impone sobre la tradición francesa. Se naturaliza el método Flexneriano y con él la experimentación, la pregunta, la búsqueda de respuestas siguiendo el orden riguroso de la investigación por vía de los protocolos normalizados. Tal esquema es seguido por los distintos posgrados que se van abriendo en la Universidad. Aunque tienen un carácter clínico, o sea, centrados en la práctica, en combinación con ésta se inventan procedimientos, se generan equipos y resultados, que bien pueden ser clasificados como productos de la indagación estimulada por las urgencias de la atención.
Con la creación de las Especializaciones clínicas y médico-quirúrgicas, se instala la pauta investigativa en el marco de formación. La investigación se entiende de manera amplia en un principio hasta llegar luego a cotas muy altas de exigencia. Para ello será necesario recorrer un largo camino. De 1950 a 1980 y en distintas unidades académicas se trabaja con ideas de investigación que se cruzan con significados tales como averiguar, preguntar, escudriñar, examinar, explorar, estudiar, vigilar, supervisar, ensayar, en pocas palabras, producir conocimientos dando cuenta racional acerca de cómo se ha llegado a ellos. La multiplicación de posgrados, algunos del nivel de Magister (Maestrías ) mezclan bien la formación en la frontera de las competencias disciplinarias con los paradigmas investigativos y las técnicas propias de los enfoques cuantitativos. Epistemológicamente domina el discurso Positivista y operativamente se imponen los diseños experimentales. Tal dispositivo circula en las Ciencias Básicas y en las Ciencias de la Salud. De todas maneras “y ello es atribuible a la orientación docente, asistencial, practicista de la Universidad. se prepara más para la intervención profesional que para la búsqueda real de nuevos conocimientos. La excepción es evidente en algunos programas de pregrado como sociología, antropología, algo de economía, que han introducido en su currículo un componente ambicioso de investigación. Y hacen ésta por encargo. Es la investigación aplicada que tan buenos réditos sociales le producirá a la Universidad. En algunas unidades académicas se estudia la metodología de la investigación, pero no se hace investigación. Lo más parecido a esta se remite a las Monografías de Grado o a las mal llamadas Tesis. Eventualmente, se hace una investigación de tipo descriptivo-explicativo, algo en perspectiva histórica y habrá que esperar hasta muy avanzada la década de los ochenta para observar el tránsito de los enfoques cuantitativistas en Ciencias Sociales hacia los enfoques cualitativos. Prueba indudable de que a finales del siglo XX nos hemos encontrado con un nuevo horizonte epistémico. Para esta época se habla ya de investigación en el campo de las Ciencias Duras versus las Ciencias Blandas. Y a fe que la investigación se desarrolla mucho más en las primeras que en las segundas.
A pesar de las avanzadas por los territorios de la investigación reseñadas más arriba, la atención de la Universidad de Antioquia con sus directivas y profesores, se inclinaba por la profesionalización. Fue necesario esperar hasta la expedición del Decreto Ley 80 de 1980 que formaliza el cambio de giro en los pénsumes y en el currículo. Ahora las universidades se tornan investigativas por ley. De aquí en adelante la formación universitaria se “caracteriza por su amplio contenido social y humanístico y por su énfasis en la formación científica e investigativa”. Del pregrado al posgrado se generaliza la investigación que se convierte en asignatura obligatoria.
La cultura es la vida. Y en la Universidad de Antioquia ésta se llena de investigación pues se le define como el máximo logro, se le incorpora a la misión, y se le programa con exhaustividad. En gran medida la capacitación del profesorado tiene que ver con la adquisición de esta competencia y con la animación para que la traduzca en resultados, esto es, en producción. Pero las cosas no se concretan según los deseos. Y hay explicación suficiente para ello: de una parte, la ausencia de políticas claras y sostenidas de investigación dentro del Alma Mater que se acompasen con la determinación académico- administrativa arriba citada. De otra parte, la relajación de la exigencia, el mantenimiento del criterio de tiempo cumplido para el ascenso en el escalafón y, sobre todo, la persistencia de la orientación eminentemente docente, remitieron a toda la educación superior a la condición de una acción reproductivista, repetitiva e instruccional que permitió a sus usuarios manejar un lenguaje actualizado según la cultura de la comunidad científica. No obstante, esto es como el fruto vano, porque al no producir los referentes ni el lenguaje, quedó en posición de dependencia y servidumbre, limitándose exclusivamente a ser caja de resonancia.
La Universidad no fue cruzada de manera satisfactoria por el eje de la cientificidad. El espontaneismo, el sentido común, dominaron en ella, y eso no es malo, pero cuando el horizonte de conocimientos y control de la realidad se agota allí, no se puede esperar imaginación, creación, eficacia, independencia. Mucho menos vigencia del ethos investigativo. Bien se puede decir que en este período se dotó a los profesores de la Universidad de Antioquia de un instrumental, de cierta mirada hacia la realidad, proclive a la investigación, antes que a la aceptación acrítica a lo puesto y dado. En tales circunstancias aparecen individuos y grupos que desde la precariedad de los recursos, con gran disciplina y empecinamiento, se van abriendo campo y haciendo a un nombre en este terreno de la investigación. En la carencia aprenden y se consolidan. La investigación se hacía con los escasos fondos de una Universidad pública que tenía otros frentes más urgentes para la financiación y por encargo de entidades que aplicaban sus presupuestos a ésta. En los planes de trabajo y en los comités de desarrollo de personal seguía contando más el expediente de la docencia que el de la investigación, aunque a éste, ahora, se le reconocía un porcentaje en la calificación de un buen académico.
Finalizando la década de los ochenta se crea una política de Estado, mantenida por los distintos gobiernos y que resulta auspiciosa para la investigación: la emergencia de un sistema nacional de ciencia y tecnología con su respectiva ley; la ley 30 de diciembre de 1992 (de educación superior) y dentro de la Universidad el Acuerdo Superior N° 1 de 1994 (Estatuto General). A partir de este momento se convierte la investigación en el eje privilegiado de la acción, de la vida académica de la institución. Las funciones tradicionales permanecen, pero ahora, como fruto del descentramiento, cambiando su orden: primero la investigación, y luego la docencia y la extensión. No es un asunto meramente formal, tras él hay una búsqueda permanente por convertirlo en realidad. Un conjunto de tareas lo van haciendo posible. Dentro de ellas se conforman los nuevos investigadores.
Ello implica la creación de un modus vivendi en la academia que admite como una cosa natural el examen ininterrumpido de todo lo que hace y produce el profesor- investigador. Primero, por la comunidad inmediata a la cual se pertenece. Después, y sobre todo, por la comunidad de expertos del campo, preferentemente de alcance internacional. Tal procedimiento conduce a la homologación de las competencias de los investigadores de la Universidad de Antioquia con aquellas que predominan en el ámbito universal. “Todas las actividades propias de la investigación (presentación de proyectos, informes de avance, resultados finales, propuestas de formación, pasantías y capacitación de investigadores, participación en eventos científicos, etc.), deben ser evaluadas con arreglo a los criterios que regulan la vida científica en las comunidades nacionales e internacionales”1. Este es el horizonte de formación que tienen los nuevos investigadores en la Universidad: más que exponer, “exponerse”. Convertirse en hombres públicos, sometidos a escrutinio sobre sus reales competencias.
Es una consecuencia de la tarea arriba explicada. Guarda relación de estricta congruencia con la definición de la investigación como el eje privilegiado de la acción universitaria. “Una cultura de la evaluación genera el establecimiento de jerarquías académicas que el escalafón profesoral debe consagrar. Con arreglo al reconocimiento de tales categorías deben determinarse prerrogativas y funciones para cada profesor. El régimen de estímulos debe estar claramente ligado a esta jerarquización”2. Se envía, pues, un claro mensaje a todos los miembros de la academia, en términos de reconocimiento, respeto, encomio para quien se dedique a la investigación y con ello alimente su docencia, proyecte un servicio a la sociedad y resignifique así el rol y la función profesoral.
Tanto por su sentido original de quehacer, o intención que se tiene de hacer una cosa y plan que se piensa para realizarla, como por la organización de un dispositivo técnico que responde a estándares institucionales que se ajustan a la lógica licitatoria, esta tarea se convierte con su ejecución y reiteración en la posibilidad de desarrollar una competencia instrumental, garantía del éxito en la consecución del crédito de los pares y del no menos necesario crédito económico. Por esta vía se instaura la práctica de la convocatoria, sea interna o externa, como el estrecho puente por el cual tendrán que pasar los investigadores que de veras lo son.
Esto tiene que ver con la adopción de una política que se traduzca en la preparación de los nuevos profesores y en la actualización y capacitación de los que tienen más años de vinculación. En otras palabras se requiere claridad con respecto a la “formación”.
Y la “formación” es integral u holística, vale decir, comprensiva, si se entiende que con ella se persigue indistintamente la intención y el esfuerzo por conducir globalmente el desarrollo del ser humano. Ello significa desenvolvimiento integrativo de todos los aspectos físicos, emocionales, intelectuales y espirituales, desde el nacimiento hasta la muerte. Admitiendo que ningún aspecto tiene prelación sobre otro y que allí sólo se atiende a lo vocacional; el hombre, cualquier hombre, está llamado a ser plenamente humano, es decir, armonioso, equilibrado, sentipensante. En el caso del profesor de la Universidad de Antioquia, competente para responder a los nuevos desafíos de la sociedad y la academia que pugnan por un nuevo perfil de investigador y docente impelido por el servicio a la comunidad. Queda perfectamente establecida la nueva dirección de esta institución de educación superior. El Alma Mater de los antioqueños entró a la corriente moderna de la universidad investigadora. Las demás funciones se subordinan a ello. Sigue, en consecuencia, un cambio radical en la cultura académica y unas estrategias facilitadoras, generadoras de impacto en el campo de la “formación”. Tales estrategias se configuran como Fondos con suficiente poder para crear hechos y son:
Constituyen la tarea más exitosa en materia de producción de conocimiento y al mismo tiempo la más esperanzadora en la perspectiva de formación de los nuevos investigadores. Hay consenso en cuanto a que “es a partir de ellos como la Universidad podría comenzar a imaginar nuevas formas de organización académico-administrativa, formas más acordes con las evoluciones recientes del saber y las disciplinas. Además, existe un conjunto de estrategias capaces de multiplicar el número de investigadores a partir de tales Grupos: la vinculación de estudiantes a sus proyectos, la participación en el programa “Jóvenes Investigadores. de Colciencias, el papel preponderante de estos Grupos en las evaluaciones universitarias, su participación en la dirección de trabajos de grado, tanto en pregrado como en posgrado, etc. De esta manera los nuevos investigadores se forjan en el frente mismo del trabajo científico y no en su remedo distorsionado muy propio de la cultura universitaria tradicional: los viejos e inútiles cursos de “metodología de la investigación”3.
En todas las modalidades, pero particularmente en Maestrías y Doctorados se está trabajando con la explícita intencionalidad de formar investigadores. Los primeros entre ellos, quienes habrán de conformar el contingente profesoral. Aquí y ahora, aprovechando los 20 investigadores provenientes del extranjero o colombianos que se encontraban trabajando en centros de reconocido prestigio y que se han vinculado a la Universidad a través de los Grupos o de las distintas unidades académicas. También los 42 jóvenes que adelantan estudios doctorales en las mejores universidades del mundo y que se han hecho acreedores a las becas de Colciencias para tal efecto. Los 105 programas de posgrado vigentes, entre Especializaciones, Maestrías y Doctorados que han naturalizado la idea y la exigencia por la calidad investigativa como lo distintivo de los mismos.
La investigación ha encontrado su sitio en la Universidad de Antioquia. Sus miembros, profesores, estudiantes y administradores, así lo han captado y para su cumplimiento trabajan, cada uno desde su ángulo de adscripción y acción. Se ha revalorizado en todos la idea de que la mejor manera de decir es haciendo. A investigar, por ejemplo, se aprende investigando. Juntándose con quienes tienen experiencias, ejecutorias, y por eso autoridad para iniciar a los demás. Aprovechando los múltiples espacios de construcción de competencias, que van desde los más altamente formalizados de los cursos programados en los respectivos pénsumes hasta los informales, que discurren por el entramado institucional (corredores, plazas, auditorios, teatros, lenguaje, vida social y cultural ). Hay, pues, un ethos investigativo en marcha en la Universidad que se articula a sus otras importantes acciones y de cuyo cabal cumplimiento los miembros de esta comunidad derivan sentido de identidad y pertenencia.
La Universidad, consecuente con esta nueva atmósfera, ha expedido el Acuerdo Superior 083 del 22 de julio de 1996 o Estatuto del Profesor. En tal instrumento se refleja lo que cuenta para el Alma Mater su clase profesoral. El nuevo perfil de ésta ha sido marcado por el sesgo investigativo. Con respecto al tema generador de la investigación se recoge allí una definición de ésta, comprensiva y moderna, que consulta las aspiraciones de todos los directos implicados y que, inclusive, señala unos indicadores de logro a la hora de los juicios para tomar decisiones. Se postula la investigación como fuente del saber, soporte del ejercicio docente, parte del currículo. Tiene como finalidad la generación y comprobación de conocimientos orientados al desarrollo de la ciencia, de los saberes, de la técnica y a la interpretación del pasado y del presente. Estará asociada con la producción académica y con la comunicación de los resultados obtenidos, con el fin de compartir conocimientos, e inducir la controversia y la evaluación, bases de la comunidad académica. Y, obviamente, sin olvidar el servicio transformador a la sociedad colombiana.
En el mismo Estatuto la Universidad prevé lo que hay por hacer, después de insistir en que lo más importante es el ser. De manera que si el investigador es bueno (y esto en principio quiere decir racional, comunicativo y compasivo), la investigación será buena. En el artículo 18 plantea el camino a seguir así: con el fin de garantizar el éxito de la labor investigativa y estimular la formación de investigadores, la Universidad apoyará la asistencia a cursos, talleres, certámenes nacionales e internacionales, pasantías y entrenamientos, e igualmente fomentará la participación de los profesores en los programas de posgrado.
Como bien dice el actual rector “uno de los aspectos esenciales en esta nueva etapa de la Universidad de Antioquia es la de transitar el camino, áspero pero bellamente gratificante, de su relación con la sociedad. La Universidad tiene que estar presente para investigar acerca de lo que en la sociedad acontece, para opinar sobre los problemas que la aquejan, para proponer soluciones a sus dificultades, para orientar cuando la crisis y los conflictos la desvían de sus objetivos y le desdibujan sus metas”4.
Para eso se forman sus investigadores y se les alienta permanentemente a la investigación.
1 Gustavo Valencia Restrepo, Catálogo de Investigaciones 1995, Medellín, Universidad de Antioquia, Grupos y Centros de Investigación. Impresos Caribe, 1996, p.5.
2 Ibid., p.6.
3 Ibid., p.7.
4 Jaime Restrepo Cuartas, “La Universidad fue creada por la sociedad y a ella tiene que servirle”, Discurso del 13 de mayo de 1997 en la Asamblea Departamental, con motivo del homenaje a la Corporación de Ahorro y Vivienda CONAVI.
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