Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co
• Elvira Espejo, 2018 | Foto: Mileniusz Spanowicz
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Aura Isabel Mora **
Este artículo presenta los encuentros con Elvira Espejo Ayca, aymara, sabedora, artista plástica, cantadora, narradora, cuentista, poeta, ensayista, textilera, investigadora y directora del Museo Nacional de Etnografía y el Folclore de la Paz (Bolivia). Indaga sobre su propuesta decolonial en torno a las mujeres en la ciencia, a partir de los conocimientos y técnicas del textil andino que realizan las mujeres. Resalta la importancia que la artista da al trabajo colectivo y a las luchas milenarias de sus antepasados, en defensa de su territorio, como alternativa a las políticas globales.
Palabras clave: resistencia, reexistencia, Ciencia de las Mujeres, interculturalidad, Elvira Espejo Ayca.
Este artigo apresenta os encontros com Elvira Espejo Ayca, Aymara, conhecedora, artista plástica, cantora, narradora, contadora de histórias, poetisa, ensaísta, pesquisadora têxtil e diretora do Museu Nacional de Etnografia e Folclore da Paz (Bolívia). Ela examina sua proposta decolonial sobre as mulheres na ciência, baseada no conhecimento e técnicas dos têxteis andinos que as mulheres fazem. Destaca a importância que o artista atribui ao trabalho coletivo e às lutas milenares de seus antepassados, em defesa de seu território, como alternativa às políticas globais.
Palavras-chave: resistência, re-existência, Ciência das Mulheres, interculturalidade, Elvira Espejo Ayca.
This text presents the encounters with Elvira Espejo Ayca: Aymara, thinker, visual artist, singer, narrator, storyteller, poet, essayist, textile creator, researcher and director of the National Museum of Ethnography and Folklore of La Paz (Bolivia). The article addresses Elvira Espejo Ayca’s decolonial proposal about women and science, based on the knowledge and techniques of Andean textile work made by women. It highlights the importance that the artist gives to the collective work and to the millenarian struggles of her ancestors, in defense of their territory, as an alternative to the global policies.
Key words: resistance, re-existence, Women’s Science, interculturality, Elvira Espejo Ayca.
*Este artículo es el resultado del proyecto de investigación “Comunicación para el Buen Vivir / Vivir Bien en América Latina (Abya Yala) hacia una Construcción de Diálogos Interculturales”, financiado por la Corporación Universitaria Miuto de Dios (Uniminuto).
**Docente e investigadora de la Maestría en Comunicación-Educación en la Cultura, Facultad de Ciencias de la Comunicación, Corporación Universitaria Minuto de Dios (Uniminuto), Bogotá (Colombia). Educadora y comunicadora social. Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos y Especialista en Comunicación-Educación. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Tapach tapachma chiru chiru
Alturupuniw thapachanta chiru chiru
Ayilira juthanispa chiru chiru
Pakalira juthanispa chiru chiru
(Construye, construye, chiru chiru
En la parte más alta, chiru chiru
Cuidado venga el águila, chiru chiru
Cuidado venga el halcón, chiru chiru)
Elvira Espejo Ayca
Elvira Espejo Ayca se crió en la comunidad indígena Qaqachaca, en el departamento boliviano de Oruro. A los catorce años resolvió a salir de allí para estudiar y, por haber sido la primera de su comunidad que salió del territorio, tuvo que romper con la tradición y desobedecer el mandato familiar de ser pastora. Hasta ese momento la vida de las mujeres de Qaqachaca transcurría entre el cuidado de la familia y la crianza de las llamas, alpacas, vicuñas y guanacos, especies de donde se extrae la lana para los diferentes textiles. Salir de allí significaba romper las relaciones familiares, económicas y sociales con sus padres, quienes se preocupaban por el cuidado de los animales, ello implicaría para Elvira que no tendría rebaño y por tanto tampoco herencia ni dote para tener marido ni familia. En otras palabras, no iba tener nada para el futuro. Pero Elvira no pensó en el rebaño, ni en la dote, ni en el marido, ni en la familia; pensó en estudiar, porque ese era su deseo.
(…) yo decidí un día y le dije a mis papás que yo iba a ir a Challapata y quiero terminar bachillerato y hay que hacerlo. ¡Uy!, se enojaron fuertemente porque era romper, en realidad, toda la estructura comunitaria. La estructura comunitaria es tener los dotes, tener el rebaño, conocer mucho del patrón del textil, luego tienes toda esta estructura de la familia, tienes que casarte (Elvira Espejo, comunicación personal, 19 de junio de 2018).
Elvira aprendió a tejer a los seis años con las abuelas y con su mamá, acompañada de los cuentos y narraciones de su abuelo, Daniel Espejo, uno de los mejores narradores y cantadores de la región. Él le cantaba al cóndor, al suri1 y a las fiestas, lo que alimentó su imaginación, como primera influencia literaria. Los abuelos y abuelas juegan un papel importante en la vida familiar de la cultura aymara; les enseñan a los niños los mitos y los ritos a través de narraciones; poseen saberes sobre los animales, las tierras y la sanación.
Se formó entre la escuela tradicional occidental y la de las abuelas, por lo que hoy en día puede contrastarlas diferencias entre las dos, y tomar elementos valiosos de ambas. El principal contraste es que en la escuela de su comunidad se utilizan los sentidos para ver y conocer el mundo de una manera más amplia (el cuerpo se integra al aprendizaje: se baila, se canta y se teje mientras se aprende), en la escuela tradicional, en cambio, el cuerpo se encuentra en reposo mientras se piensa para aprender. Un segundo contraste tiene que ver con que en la escuela tradicional occidental se les permite a los estudiantes ir más allá del territorio e interactuar con realidades y saberes diferentes a los de los pueblos indígenas, en un horizonte desconocido, mientras que la educación de su comunidad no permite a las mujeres salir e interactuar con otras culturas. Ellas cumplen un rol dentro del territorio de cuidado y se les limita la interacción.
A mí me gustaba más el oficio del textil, que es una educación más visual: tocas, palpas, se reconoce(n) los colores, mientras que cuando me enseñaban a leer y a escribir era como una escritura muerta, no se ve. La escala de educación era tres años básicos, luego tercero y ya las mujeres no entraban, y empezaban a reducir a quinto básico, y yo me rebelé ¿por qué los hombres tenían el derecho de ir a la escuela y las mujeres no?, mis padres lo que me contestaban era que los hombres manejan papeles y negocios y las mujeres manejaban las familias y los animales que, aunque sean dotes grandes de animales, para mí era no era suficiente (Elvira Espejo, comunicación personal, 19 de junio de 2018).
En mi comunidad, por ejemplo, las mujeres no tuvimos esa opción de terminar el bachillerato. Máximo llegabas a quinto básico y la mayor parte de las mujeres de la comunidad llegaba hasta tercero; eso quiere decir: tres años en la escuela y terminaba ahí. Viendo esa situación, que quería romper, me decía: “¿Por qué yo no puedo estudiar?, ¿por qué no puedo terminar mi bachillerato?”, entonces tuve que renunciar a la identidad y la cultura… porque, para mi comunidad, las mujeres tenían que ser buenas pastoras y estar cerca de los camélidos. Me fui a Challapata y ahí terminé mi bachillerato. (Elvira Espejo, comunicación personal, 16 de octubre de 2014).
Elvira es hija de una mujer aymara de las tierras altas, donde hay muchos rebaños de camélidos. Su comunidad se compone de llameros y alpaqueros en Catagua. Su papá es de origen quechua, de las tierras bajas de la cabecera del valle, donde hay pocos animales, pero mucha producción de papa, arveja y choclo. Hay cierta diferencia entre las culturas de sus padres, por lo que desde muy pequeña, Elvira aprendió a cultivar la tierra y a tejer, además de aprender dos lenguas: aymara y quechua. Ser bilingüe le permitió entender estos dos mundos y sus conexiones. Posteriormente, en la escuela aprendió español, una lengua más; conocer tres lenguas le amplió su proceso de interculturalidad y le ha permitido sacar lo mejor de cada una de las culturas por las que transita.
Siendo Elvira aún una niña, conoció a Denise Arnold con quien realizó varias investigaciones importantes en torno al textil. En 2008, junto a Juan de Dios Yapita, publicaron el ensayo Hilos sueltos: los Andes desde el Textil. En este libro, los autores visualizan aspectos del textil como lo corporal, lo territorial, lo textual, lo religioso y lo sagrado a partir del verso como un elemento subversivo de las mujeres andinas tejedoras. Allí se inicia una discusión que atraviesa la reflexión sobre la Ciencia de las Mujeres, centrada en el diseño de los textiles como arte vivo. Entender los Andes es entender cómo cada diseño hace parte de la fiesta, cada color y forma expresa las maneras en que los pueblos viven los ciclos anuales como “el ciclo agrario, el ciclo del ganado, el ciclo de las lluvias; los diseños fortalecen la noción cíclica de la vida y participan de la ritualización de la fiesta” (Mario Rodríguez, comunicación personal, 20 de junio de 2018).
• Elvira Espejo | Foto: archivo familia Espejo
En el 2010 Elvira y Denis publican el libro Ciencia de las mujeres, en donde recogen los resultados de una de las investigaciones más reconocidas en el campo de la técnica de los textiles andinos. El libro presenta la cadena de producción del textil y ubica el campo del diseño y el tejido como una ciencia desarrollada por las mujeres tejedoras andinas, a partir de la experiencia en su territorio en los ayllus2 de Oruro y Qaqachaca. Junto a la comunidad, Elvira reivindica lo textil, no solamente en función de las ténicas tradicionales, sino a partir de la reconstrucción y recuperación de una tecnología, de una verdadera ciencia. Ciencia de las Mujeres pone en discusión el desconocimiento de las técnicas tradicionales ancestrales, los lugares comunes en los que el textil es limitado a lo folclórico y la invisibilización de su valor cultural.
En Ciencia de las Mujeres se visibilizan conocimientos originarios y ancestrales que no se aprecian normalmente, y que no gozan del estatus de ciencia, pero que resultan muy importantes para pensar la organización de la sociedad y aprender a solucionar problemas estrategicos de la vida. Por ello, la labor de Elvira es poner en discusión estas miradas, visibilizar la ciencia y las técnicas desarrolladas por la cultura andina acerca del arte, el color y la iconografía y, con ello, la elaboración del textil. Esta investigación de más de veinte años participa en el debate con las teorías europeas sobre el textil.
En el año 2012, Elvira publicó, junto con su equipo y comunidad, Ciencias de Tejer en los Andes: estructuras y técnicas de faz de urdimbre. En esta etapa de la investigación, Elvira y Denise realizaron la clasificación de los textiles andinos rescatando la terminología de los sistemas de tejido a partir del punto de vista de las tejedoras de la región andina, que cuestiona los estudios clásicos como Textiles of Ancient Peru and their techniques de Raoul d´Harcourt (1962); The Primar Estructures of Fabrics de Irene Emery (1966) y Warp Patterned Weaves of the Andes de Ann Pollard Rowe (1977). Dichos estudios, según Elvira, han sido realizados por autores que clasifican los textiles andinos a partir de una terminología clasificatoria universal. Por ello, las autoras encuentran que estos estudios clásicos son contradictorios con la realidad de la cadena del textil y que se toman como verdaderos sin una verificación con las comunidades:
El lenguaje de las mujeres sobre el textil me ayudó a repensar la terminología y gracias a eso es el resultado de la investigación; entre otras cosas, queríamos casar entre las teorías que escriben los expertos académicos y lo que decían las tejedoras que no era así, y comenzamos a observar la estructura de cómo se arma el telar y, desde las lenguas aymara y quechua, las tejedoras nos sacaron de dudas frente a aspectos que no se entienden en la técnica moderna. Cuando se habla de hilos flotantes o complementarios no coincidían, las tejedoras decían si es un flotante es un error, si es suplementaria es un error porque no complementa, ya que cada hilo tiene su propia direccionalidad (Elvira Espejo, comunicación personal, 24 octubre de 2014).
Los autores clásicos del textil andino en las décadas de los sesenta y setenta no tuvieron en cuenta la palabra y el saber de las tejedoras, su terminología y sistemas clasificatorios en la lengua propia de la región. Este es uno de los grandes valores de la investigación de Ciencia de las Mujeres: el rescate de una terminología y sistema andinos del textil, y la exploración de la relación entre tecnología y lengua. Esta exploración llevó a la autoras a comprender que “en el mundo moderno subyace la percepción sociocultural del textil como objeto” (Espejo y Arnold, 2012:4) insensible, pasivo y sin vida, que bien podría estar en el museo. Las investigadoras explican que el textil se “conforma de una trayectoria mucho más amplia de varios elementos de elaboración que luego intervienen en las vidas humanas, en un momento determinado, y que finalmente entran en un proceso de descomposición e incluso de entierro antes de ser rescatado por los arqueólogos” (Espejo y Arnold, 2012: 4).
En el 2013 apareció el libro El Textil Tridimensional: la naturaleza del tejido como objeto y como sujeto, en donde se examina el textil de los Andes como sujeto, en su condición de ser viviente que entra en relación íntima con las tejedoras que lo han elaborado. Allí, las autoras profundizan en la idea del textil como objeto y sujeto en sus aspectos tecnológicos, técnicos e iconográficos.
Después de terminar su carrera universitaria, Elvira regresó a su comunidad y lideró el empoderamiento de las mujeres del textil a través de lo que han llamado la Ciencia de las Mujeres y, acompañada de los saberes y conocimientos tradicionales de los mayores acerca de la producción de los textiles, comenzó a perfeccionar el desarrollo de la confección de sus prendas. A partir de allí, se constituyeron en la Asociación de Artesanías para Seguir Unidos (APSU).
en la década de los ochenta, una comunidad de puna3 de pastores andinos, Livichuco, pertenecientes al ayllu mayor de Qaqachaca, emprendió un mejoramiento de su producción textil, con un mínimo de recursos, la comunidad compró ollas y bateas metálicas para la producción (Espejo y Arnold, 2010: 15)
Juntos lograron construir, de manera autónoma, un centro de textil, y allí, APSU mejoró los colores producidos por los tintes y diversificar su oferta de prendas para la venta. El centro fue diseñado en una arquitectura propia, aunque experimental, con ventanas amplias para dejar entrar suficiente luz, donde las tejedoras podían trabajar protegidas en la estación lluviosa y llevar a cabo sus reuniones.
Elvira regresó a su comunidad luego de estudiar, no para repetir lo que le habían enseñado en la escuela, sino para construir territorio a partir de la recuperación de los conocimientos de las mujeres en el textil desde de su cotidianidad. De esa manera, abrió junto a ellas un horizonte, la posibilidad de realizar los sueños y las esperanzas de generar, desde dichas acciones, una propuesta de economía propia. Estos procesos insertados en el territorio permiten fortalecer la idea de la epistemología andina. Elvira propuso la idea de la Ciencia de las Mujeres motivada por su amor al arte, aunada a las bases teóricas de su formación como artista en la academia de Bellas Artes.
La primera situación que se me presentó como un reto es que fui la primera mujer con pollera que se ha insertado en la Escuela de Bellas Artes. La segunda, que la carrera de Artes Plásticas estaba pensada para personas con recursos económicos fuertes, ya que se decía que era una carrera muy costosa, ni siquiera para clase media sino para clase alta, y que no era pa’ indígenas. (Elvira Espejo, comunicación personal, 25 de junio de 2018).
Durante sus estudios universitarios en la academia de Bellas Artes, Elvira padeció discriminación racial. A partir de entonces ha luchado para disminuir las desigualdades sociales que sufre su comunidad. Por esta razón, ha desarrollado alternativas para que entren en disputa con el orden hegemónico de un sistema con una matriz de poder blanca, patriarcal y capitalista que le tocó vivir como mujer indígena.
Cuando estudié, no podías entrar a los hoteles, no podías entrar a los restaurantes todavía ahí, a fines de los años 1990, no podían entrar indígenas a ciertos lugares. Yo me acuerdo que una vez había una exposición del escultor Victor Zapana, es un escultor muy interesante, es uno de los mejores en temáticas andinas, y nos dijeron en la Universidad: ¡hoy es la inauguración de la exposción de Zapana en el Hotel Radisson, todos vamos como amigos del curso. Fuimos en grupo; todos han entrado menos yo, no me dejaron entrar, y mi amiga no aceptó y me dijo ‘no puede ser este trato por lo que solo tienes pollera’. Y casi he llorado, pero al final he dicho: ‘no debo llorar porque esto no es la única razón de estar aquí’, entonces ella ha dicho: ‘si a ti te botan, yo tampoco voy a entrar’, las dos nos hemos retirado, hemos salido y hemos lamentado lo que ha pasado. (Elvira Espejo, comunicación personal, 25 de junio de 2018).
Esta situación de discriminación vivida por Elvira es el rezago de la colonialidad que aún pervive en Latinoamérica. Los imaginarios tradicionales sobre ciencia y tecnología, llevan a pensar que la producción de conocimiento es exclusiva de la academia y de los grandes centros de investigación europeos y estadounidenses donde trabajan personas con trayectorias de vida de estudios avanzados en determinadas especialidades científicas, cada vez más refinadas y complejas. Por tanto, la investigación y la ciencia se siguen viendo cómo un privilegio de personas que pertenecen a determinada clase social, supuestamente inteligentes, encerrados en centros y oficinas donde se produce el conocimiento. Estas posturas excluyen los conocimientos desarrollados por los pueblos originarios, así como la ciencia y tecnología de las comunidades indígenas, su epistemología y universo teórico. Los pueblos originarios conservan una relación mucho más equilibrada con la naturaleza y es precisamente este elemento de comunicación con la tierra4 el que permite una mayor potencia de su conocimiento.
Uno de los puntos fundamentales de Ciencia de las Mujeres es la recuperación de tintes naturales de la región y el rescate de la cadena de producción del textil, a partir del trabajo de las comunidades en el ayllu mayor de Qaqachaca, en las comunidades de Livichuco y Challapata de la provincia de Avaroa, en el departamento de Oruro. Para ello, se propuso trabajar con novecientas mujeres tejedoras en toda la cadena operativa y de producción, desde la sanidad de los animales y el mejoramiento de su fibra, hasta la terminación del producto, así como su comercialización y los flujos de mercado que lo envuelven. Para el logro de este objetivo fue fundamental APSU
Queríamos casar entre la teoría que escriben los expertos académicos y el saber de las tejedoras y comenzamos por agarrar la estructura de cómo se arma el telar y no coincidía lo que decían los autores clásicos acerca del textil de los Andes con la verdadera forma del hacer de las tejedoras en su lengua aymara o quechua, por eso las tejedoras me sacaron de muchas dudas y contradicciones de las teorías de los clásicos, nos dimos cuenta que la lengua era muy importante porque en aymara y quechua había palabras que no existían en las teorías (Elvira Espejo, comunicación personal, 21 de junio de 2018).
• Elvira Espejo con Aura Mora, 2017 | Foto: Bernardo Hernández
Con esta investigación comunitaria no solamente se descoloniza la práctica del textil, sino que además se resignifican las teorías académicas acerca de sus técnicas y métodos que, convertidos en productos de la cultura, se exponen en museos. Elvira va más allá: visibiliza y legitima, frente a la academia, las tecnologías del textil que las mujeres de los Andes desarrollan desde épocas antiguas y que siguen vigentes hoy para el proceso del textil; en otras palabras, una epistemología andina5. Por ello,
en el 2005, se inicia el proyecto Infotambo – Challapata que se propuso como meta la participación de 500 mujeres tejedoras en toda la cadena de producción, desde la sanidad de los animales y el mejoramiento de la fibra hasta la terminación del producto y su comercialización en el mercado” (Espejo y Arnold, 2010: 16).
Este proyecto produjo el libro Ciencia de las Mujeres, que sirvió para dar a conocer la experiencia de recuperación de la cadena del textil a las organizaciones de base, al personal de los gobiernos municipales y a una de las poblaciones con más relevancia para el equipo del proyecto: los estudiantes de los colegios. Compartir las ideas y resultados con los jóvenes y generar un debate sobre la posibilidad de desarrollar en el futuro estas formas de producción orientadas al textil andino fue uno de los objetivos del libro.
Como parte de este saber integral sobre el textil, también se recuperó y analizó la cadena de sanidad animal para resolver los problemas de parásitos e infecciones de los animales, para lo cual se vieron obligados a lanzar campañas de desparasitación y vitalización animal. Otro de los retos documentados fue la condición genética de los rebaños para mirar si existía un grado de endogamia y si eran adecuadas las prácticas eugenésicas locales en las ceremonias del cruce de las llamas para mirar la posibilidad de variabilidad genética en los rebaños y así mejorar la selección de los machos en cruce. Estos conocimientos los heredaron de los abuelos, dice Elvira. Por ejemplo, en la selección de las crías, se sabía cuáles se debían destinar a la producción de fibra y cuáles a la producción de carne:
en la práctica, en los intercambios regionales, los abuelos podían intercambiar la fibra por otros productos de los valles cómo parte de su propia economía. De esa manera, antes ellos iban a los valles con las caravanas de las llamas, cargados de lana de llama y alpaca, así, los abuelos hacían sus propios intercambios, ya sea por maíz u otros productos, este intercambio se mantuvo vigente hasta que llegó el transporte motorizado que fragmentó la cadena de producción (Espejo, 2010: 74).
En general, el proceso de recuperación se desarrolló a través de un diagnóstico regional de sanidad animal, capacitación en asistencia a campañas de vitalización animal, desarrollo del proceso de sanidad ambiental, valorización de materias primas, recuperación de praderas nativas, rescate del sistema de pastoreo y preservación del suelo, mejoramiento del manejo productivo de los camélidos, mejoramiento en la tinta de las fibras, mejoramiento en general de la cadena textil y sistematización de todas las etapas de la cadena productiva del textil en toda la región. Las autoras comprenden la tecnología como el conjunto de relaciones sociales generadas en torno a las interacciones con el mundo material y productivo:
los textiles poseen condición de mapas territoriales configurados por patrones de ríos, rutas y cerros, dada la ausencia de la escritura, servían en las cortes coloniales como documentos jurídicos de importancia para defender estos territorios contra la penetración de haciendas en distintos momentos históricos” (Espejo y Arnold, 2012: 28).
• Elvira Espejo, 2017 | Foto: archivo Musef, La Paz (Bolivia)
Lo anterior sirve para entender que las tecnologías andinas que se desarrollan para la producción del textil, no son solamente un objeto, sino un sujeto viviente que interviene en la vida de los humanos al participar de sus relaciones.
Si bien las “técnicas de los textiles andinos en las piezas arqueológicas, históricas y contemporáneas se encuentran entre las más complejas del mundo” (Arnold y Espejo, 2012: 3), la mayoría de los estudios realizados por europeos, clasifica de manera universal la terminología de los textiles andinos. Por eso, Elvira se ha propuesto rescatar la terminología y los sistemas clasificatorios de la faz de urdimbre desde el punto de vista de las tejedoras andinas. En este orden de ideas, Espejo y Arnold plantean que la terminología textil de las lenguas andinas actuales no debe ser la misma que en el pasado arqueológico. Sin embargo, evidencian que la actual tecnología del textil aymara y quechua utilizan una serie de términos que describen una lógica compleja, en tanto el objeto es también sujeto: “Los enfoques académicos han fomentado una manera de percibir el textil como un objeto terminado, un texto para leer, cuando en realidad el textil conforma una parte que interviene en las vidas humanas” (Espejo y Arnold, 2012: 5).
En la tecnología del textil universal subyace a la percepción sociocultural del textil como objeto, donde las piezas son folklorizadas y museologizadas. Bajo esta mirada, el textil es un objeto pasivo, bajo el escrutinio de curadores, mientras que en la percepción andina, el objeto interviene en las vidas de la gente, sirve para bailar, vestir, tender, cobijar, cargar a los niños y muchos otros usos en la vida cotidiana. “Las terminologías del textil andino describen al objeto como si fuera un ser viviente” (Arnold y Espejo, 2012: 4) que posee la capacidad de animar relaciones entre individuos y grupos de personas, inclusive entre amplias redes de intercambio, sostenimiento material y espiritual entre comunidades de práctica textil.
Las autoras plantean que un reto de la creatividad en los Andes es lograr una multi dimensionalidad de corazón y mente que permitan al tejedor (creador) y a la tejedora (creadora) desarrollar la naturaleza viva del textil, con su corporalidad y su aspecto tridimensional, en tanto el textil come y digiere lo que se introduce en el espacio textil con cada pasada de la trama. El textil, como ser viviente, aspira y expira los deseos de vida y muerte de su creador. Parece, entonces, que cada persona que teje, hace posible que el textil surja como sujeto, en la medida que le da vida al textil, pues le impregna su biografía y la narración de su entorno en el momento histórico al que pertenece. La experiencia de la Ciencia de las Mujeres, nos cuenta Elvira,
• Elvira Espejo, 2017 | Foto: archivo Musef, La Paz (Bolivia)
ha sido un éxito: por un lado, los diferentes países de América están interesados en cómo rescatamos las técnicas, para mejorar sus propias cadenas productivas y operativas y, para ello, tenemos la sistematización documentada; y, hacia afuera, varios investigadores de Europa están interesados en las nuevas técnicas, incluso se ha traducido el catálogo al inglés, porque es importante compartir la información (Elvira Espejo, comunicación personal, 20 de junio de 2018).
Elvira empezó a escribir a los trece años, oficio que profundizaría hasta el punto de ganar, en 1994, el premio de Literatura Indígena de Casa de Las Américas, con su libro de cuentos Jichha nä parlt’ä (Ahora les voy a narrar). En una ocasión, recuerda Elvira, aún durante su infancia, llegó a su región la antropóloga Denise Arnold, quien estaba interesada en los cuentos aymara. Ella les regalaba cuadernos y lápices a los miembros de la comunidad para que consignaran en ellos sus narraciones, pero solamente les preguntaba a los mayores. Entonces, la futura escritora y narradora se le acercó a la visitante y, con una sentida inquietud, le preguntó: “¿por qué sólo le pides cuentos a los mayores?, ¡si los niños también sabemos cuentos!”. Sorprendida, la antropóloga accedió a escuchar los cuentos que la pequeña conocía. Tiempo después, escribirían juntas importantes obras sobre el textil.
En 2005, Elvira publicó Sawutuq Parla (Acerca de los textiles) en el que da conocer narraciones de las mujeres tejedoras del norte de Potosí y de Oruro. En el libro explica, entre otras cosas, por qué la manta de la mujer “siempre tiene dos mitades”, y narra la historia del hueso con que se golpea el tejido en su elaboración y cómo se ha aprendido a introducir el color a las telas. Su poemario Canto a las flores (2006), escrito en aymara, quechua y castellano, recibió el premio Poetisa Internacional, en el Festival de Poesía Venezuela de 2007.
La Ciencia de las Mujeres se genera a partir de un profundo convencimiento sobre el significado e inmenso valor que Elvira le da al conocimiento que existe en las prácticas cotidianas de su comunidad acerca del textil y la recuperación de sus técnicas milenarias en los Andes. Para ello tiene en cuenta la integración del arte, la música y el baile, porque son estos los que le dan vida al textil.
En la vida de una adolescente de la comunidad aymara, la forma de entrar al amor y atraer a la pareja es a partir de la música o del baile, así que los jóvenes aprenden lo mejor que pueden a danzar o hacer música para preparar su rito de iniciación al amor:
A los quince años, uno comienza a integrarse al grupo del baile, normalmente se presenta en carnaval y eso se va perfeccionando poco a poco, tanto en tema de rimar, como el tema de improvisación directa, rápida e inmediata acción. Rápida en términos de emociones, en términos de inspiraciones, en términos de creatividades súper complejas, hay personas que pueden llegar a cierta calidad y hay personas que no pueden llegar a cierta calidad, que simplemente pertenecen al baile, tú tienes que improvisar ciertos versos y la improvisación requiere de mucha creatividad, ¿no?, dentro del grupo tú tienes que estar al tanto para tener versos nuevos y complejos y demostrar tu creatividad (Elvira Espejo, comunicación personal, 20 de junio de 2018).
A los quince años, Elvira ya era una excelente tejedora y una de las mejores cantadoras y poetas de la región. En sus cantos entraba en diálogo con las estrellas, el sol y el viento; hacía recorridos con grupos de diversas comunidades y, al mismo tiempo de su desarrollo musical, iba perfeccionando el textil. Aunque en su adolescencia era más conocida en la región por sus cantos y versos que como tejedora, fue perfeccionando su técnica en el textil con el tiempo y la experiencia.
Después de terminar sus estudios de bachillerato, siguió cantando en la región. En la búsqueda del canto se encontró con el libro Río de Vellón, Río de Canto de Juan de Dios Yapita y Denise Arnold, sobre los cantos de la poética andina y surgió la idea de rescatar los versos de las abuelas. Para la recuperación de los cantos, Elvira trabajó con Álvaro Montenegro, un músico urbano muy famoso en Bolivia, quien quería combinar los cantos andinos con el jazz y para eso era necesario complementar los cantos con las letras perdidas de las abuelas y las tejedoras, fundamentales en este proceso. Las jóvenes tejían y cantaban, producían nuevos versos y, al mismo tiempo, mejoraban la cadena productiva. Los primeros doce cantos del primer disco, propuesto por Montenegro, salen del trabajo de recordar los cantos de la región e ir tejiendo.
El disco Sonares Comunes, Takhi - La Senda es producido inicialmente por Elvira en compañía del grupo de Los Cisneros, conformado por dos hermanos nacidos en Qaqachaca, la región de Elvira; Álvaro Montenegro les propuso entonces fusionar los grupos para finalizar el disco:
La fusión de los grupos fue muy compleja, fue uno de los desafíos más grandes, fue muy difícil porque tuvimos que trabajar los dos grupos. Nosotros antes manejamos el escenario comunitario de bailar, cantar, en conjunto con el viento, con la lluvia, con todos los audios de todo lo que te rodea porque es el paisaje, pero, de repente, en un estudio tú no te puedes mover, no puedes bailar, fue fatal con audífonos, con micrófonos, es ¡uff, muy complicado! A pesar de eso, salió el disco, igual lo logramos (Elvira Espejo, comunicación personal, 20 de junio de 2018).
El segundo disco, Sonares Comunes Volumen 2, Cantos a las Casas, fue “una recuperación arqueológica de la poetica de los Andes, que viene desde el Imperio Incaico, de las civilizaciones antiguas, donde hablan de la crianza del camélido, de tenerle cariño, de cuidarlo” (Elvira Espejo, comunicación personal, 20 de junio de 2018). Este disco contó con la participación de sus hermanos, quienes tambien tocan y bailan en las fiestas de la región y, con ellos, Elvira recupera la poética de las casas, cuya construcción se hace a partir de arcilla, piedra, madera y paja.
Elvira Espejo es una mujer que tomó la palabra en su comunidad y en el mundo occidental como funcionaria del Estado; en la ciudad de La Paz transita entre los dos mundos. Las mujeres del mundo andino y del mundo indígena en general han hecho un gran esfuerzo para exponer sus ideas, sus argumentos y su palabra. Elvira ha hecho visible su lucha por romper con las percepciones convencionales que la oprimían. Ella, a pesar de sufrir la herida colonial que han padecido las “mujeres con pollera”, se levanta, no con violencia, sino como creadora y gestora de la recuperación de la Ciencia de las Mujeres. Se acerca al mundo occidental como alguien diferente, donde la reconocen y la valoran, y acerca el mundo aymara y el quechua al occidental, al romper la barrera de esa herida colonial para reinventar la organización del mundo de las tejedoras del textil.
• Elvira Espejo en su estudio, 2017 | Foto: archivo familia Espejo
Integra el baile y la música como parte del desarrollo del textil y hace de sí misma y de su comunidad sujetos actuantes y vivientes de su cosmovisión, tan poco valorada por tanto tiempo. Pero Elvira y las tejedoras son mujeres enraizadas, es decir, reconocen la raíz de su historia personal, de su territorio, no niegan su biografía para entrar en conversación con el mundo occidental y, al mismo tiempo, reconocen a sus abuelos y abuelas como maestros.
Elvira es una mujer de resistencias, tiene un alto nivel de conciencia sobre la importancia del trabajo colectivo y de las luchas milenarias de sus antepasados, que se materializan a través del rescate de sus saberes y conocimientos. Por ese mismo camino, reivindica las maneras de ser, pensar, hacer y estar de su comunidad en defensa de su territorio, como alternativa a las políticas neoliberales. Ella asume la responsabilidad de mantener su lengua y su forma de vestir aymara, las posiciona como luchas emancipadoras y de auto reconocimiento en el mundo occidental. La re-existencia de Elvira se trenza a partir de reinventarse como mujer indígena en la academia, disputar el puesto de poder de las “mujeres con pollera” en el centro de Bolivia y luchar contra la matriz de poder blanca y patriarcal.
Ella decidió cambiar su forma de vida y dar un giro a su manera de existir, reinventando la vida, lo que implica cambiar la manera de comprender y asumir las prácticas económicas, sociales y culturales que la formaron. El proceso de organización que inició Elvira es pionero en las alternativas económicas al desarrollo impuesto y de rebeldía porque no acepta la imposición de la práctica del textil, sino que busca rescatar sus conocimientos para ponerlos a disposción, no solo de su comunidad, sino de todo aquel que esté interesado. Por esta razón, Elvira no solamente resiste, sino que re-existe al diseñar dispositivos de memoria para inventar todos los días la vida, para hacer frente a la realidad de un proyecto hegemónico que profesa el consumismo como única forma posible de vivir. La re-existencia de Elvira nace de las profundidades de su cultura, de la producción de la Ciencia de las Mujeres y, con ella, nacen las claves de formas organizativas de producción alimentaria, rituales y estéticas que permiten dignificar la vida y reinventarla para transformarse en economías solidarias, colectivas y comunales.
La resistencia y re-existencia de Elvira parten de su proceso de auto determinación como persona y como pueblo. Es a partir de ese auto reconocimiento que puede surgir el reconocimiento del otro y de su diferencia, lo que implica un posicionamiento de su propia identidad con digninidad. Elvira ha tenido que resistir la discriminación, por eso denuncia los espacios elitizados del saber, reivindicando los saberes andinos y su lugar en la historia de Bolivia y de América.
ESPEJO, Elvira, 1994, Jichha nä parlt’ä (Ahora les voy a narrar), La Paz, ILCA Instituto de Lengua y Cultura Aimara.
________, 2005, Sawutuq Parla (Acerca de los textiles), La Paz, ILCA Instituto de Lengua y Cultura Aimara.
________, 2012, Ciencia de tejer en los Andes: estructuras y técnicas de la faz de urdimbre, La Paz, ILCA Instituto de Lengua y Cultura Aimara.
________, 2013, El textil tridimensional: la naturaleza del tejido como objeto y como sujeto, La Paz, ILCA Instituto de Lengua y Cultura Aimara.
________, 2013, Kaypi Jaqhaypi Por Aquí por Allá, La Paz, Pirotecnia.
ESPEJO, Elvira, Denise Arnold y Juan de Dios Yapita, 2008, Hilos sueltos: los Andes desde el textil.
ESPEJO, Elvira y Denise Arnold, 2010, Ciencia de las Mujeres, experiencias en la cadena textil desde los ayllus de Challapata, La Paz, ILCA Instituto de Lengua y Cultura Aimara.
• Elvira Espejo | Foto: archivo familia Espejo
• Walter Hernandez en Transmusicales, Systema Solar, Rennes (Francia), 2010 | Foto: Patricia Rendon Galván
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El artículo explora el trabajo y la experiencia de vida del músico y activista de la radio comunitaria, Walter Hernández Romero (Índigo), proponiendo un análisis vinculante entre su relato personal sobre su proceso como artista, en la búsqueda de un concepto múltiple y reivindicativo de la idea del Caribe como espacio de resistencia creativa, y la representación de esta concepción en las prácticas de aprendizaje dialógico desde la radio comunitaria y la creación colectiva musical. Finaliza reconociendo el aporte de Hernández a la investigación de la cultura y la comunicación afrocaribeña.
Palabras clave: radio comunitaria, aprendizaje, resistencia creativa, apropiación, curiosidad epistémica, interacción comunicacional, música, afrocaribe.
O artigo examina o trabalho e a experiência de vida do músico e radio ativista comunitário Walter Hernández Romero (Índigo), propondo uma análise vinculante entre sua história pessoal sobre seu processo como artista, na busca de um conceito múltiplo e exigente de a ideia do Caribe como espaço de resistência criativa e a representação dessa concepção em práticas dialógicas de aprendizagem da rádio comunitária e da criação musical coletiva. Conclui reconhecendo a contribuição de Hernández para a investigação da cultura e comunicação afro-caribenha.
Palavras-chave: rádio comunitária, aprendizagem, resistência criativa, apropriação, curiosidade epistêmica, interação comunicacional, música, afro-caribe.
The article explores the work and life experience of the musician and community radio activist, Walter Hernández Romero Índigo, and proposes a linked analysis between his personal story about his process as an artist in the pursuit of a multiple and demanding concept of the Caribbean as a space of creative resistance, and the representation of this conception in practices of dialogical learning from community radio and collective musical creation. It concludes by acknowledging Hernández’s contribution to the investigation of Afro-Caribbean culture and communication.
Key words: community radio, learning, creative resistance, appropriation, epistemic curiosity, communicational interaction, music, afrocaribe.
*Radialista comunitaria, Barranquilla (Colombia). Miembro fundador de la Asociación de Radiodifusión Comunitaria Vokaribe. Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Walter de Jesús Hernández Romero, también conocido como Índigo, nació en Cartagena de Indias el 19 de septiembre de 1974. A los pocos días de su nacimiento, la joven familia fundada por Felio Hernández Torres —obrero y sindicalista— y Carmen Elena Romero Prieto —ama de casa— retornó a Turbaco2, Bolívar, donde habían encontrado su lugar para echar raíces. Allí Walter viviría hasta los 17 años, junto con sus dos hermanos menores Willman y William.
Felio y Carmen forjaron en sus hijos una educación conectada con el deporte, la solidaridad y la reflexión crítica frente a las injusticias y desigualdades sociales. “Eso es lo que soy” —me dice Walter—.
Una persona que fue educada en un contexto en el que se le apostó al deporte como una forma para mejorar la calidad de vida. La opción por el arte me la tuve que inventar, la tuve que encontrar. Me la encontré, porque el entorno en el que vivía durante esos tiempos era un entorno rico en música, rico en tradiciones musicales, en tradiciones dancísticas, en tradiciones orales.3
Walter es músico y comunicador social. Lo primero lo descubrió guiado por una especie de percusión natural que le habita desde siempre y lo acompaña en su cotidianidad. Lo segundo decidió aprenderlo en una universidad, en respuesta a su decisión de llenar de contenidos y técnica su otra pasión: la radio. Tiempo después y a partir de ejercicios frecuentes de autoanálisis, concluiría que ni la primera ni la segunda pasión, sobre las que, en su opinión, se fundamenta su existencia, habían estado desconectadas jamás.
Aprendió a identificar solo, y guiado por una curiosidad natural, el placer que le producía el sonido en toda su dimensión. Este último estaba representado en ese momento de la vida por la música y las locuciones deportivas que escuchaba cuando niño como una especie de ritual en solitario. Descubrió en la música desde temprana edad un placer que guiaría su vida y en ello una opción de conocer la fuerza que la primera tiene para movilizar, “para fortalecer el saberse quiénes somos y qué hacemos en un lugar como éste para vivir mejor” afirma Walter.
El ensayista y narrador cubano Antonio Benítez Rojo aborda en su obra La Isla que se repite (1998) el fenómeno del polirritmo que habita en el ser caribe: “[…] se trata de un meta-ritmo al cual se puede llegar por cualquier sistema de signos, llámese este música, lenguaje, arte, texto, danza, etc”. (Benítez, 1998). Walter Hernández es en mi opinión un vivo ejemplo de esto.
La identificación de estos signos que conectaron a Walter a ese metarritmo que define Benítez Rojo, abrió los caminos para su realización no sólo como músico y creador sonoro, sino en el proceso de construcción de su identidad como ser caribe, ligado a un sentido de lucha por superar la opresión social heredada históricamente en esta región colombiana.
El Caribe es para Walter Hernández su espacio de rutina y movimiento. En éste aclara su relación con la vida, la naturaleza, las culturas, los lenguajes, los seres humanos, el amor, la creación y el arte de la resistencia. “¿De dónde soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué hay más allá de esto que ves y lo que soy que me vincula a este espacio nombrado ‘Karib’? ¿Qué me mueve y hacia dónde me mueve?”, repite usando la primera persona al comenzar la entrevista que guía este relato, como un juego en el que me devuelve las preguntas que le he formulado.
No es fácil a veces mantener el hilo conductor en una conversación con Walter, quien propone puntos de abordaje específicos pero que, como el agua, se riega por donde haya espacio para correr libre. En este caso, sin embargo, partimos de un lugar de encuentro: preguntas y respuestas retornan siempre en conexión con ese espacio simbólico-real que es el Caribe.
“¿Qué representa para ti ser caribe?”, le pregunto convencida de que éste será el punto de partida para finalizar un diálogo que lleva décadas. Su respuesta me lleva a la imagen evocada por García Márquez al aproximarse al Caribe como ese “gran país que no es de tierra, sino de agua” (García citado en Centro Gabo, 2017), un lugar de conexiones que, de acuerdo con Benítez Rojo, “sólo puede ser intuido a través de lo poético, puesto que siempre presenta una zona de caos”:
• Walter Hernandez, 1974 | Foto: Archivo personal
Soy Caribe, así como el agua. Ese lugar del mundo ya no se llama ni Barranquilla, ni Cartagena, ni Jamaica, ni Trinidad y Tobago… Por eso mi piel es la piel del mundo, es la piel de toda la humanidad y es la piel que tiene la tierra con sus diferentes facetas. Somos fuego, somos aire, somos agua, y en el Caribe hay una certeza de eso, que es lo que me conecta bien con la vida, con la existencia. Puedo estar en cualquier lugar del mundo y sé que estoy en el Caribe. Y porque soy Caribe puedo estar en cualquier lugar del mundo, haya frío o haya situaciones adversas. Mi ser caribe hace que todo eso se trascienda. Lo aprendí de la forma de vivir consciente de los ritmos, de la oralidad y de la forma de sentir y jugar con las palabras. El Caribe trasciende la misma palabra. Se dinamiza y se adapta y aprende.
Para hablar de lo que propició el descubrirse en esa polirritmia y, por ende, en la caracterización de su propio ser caribe, Walter retorna a su infancia y evoca el barrio Nariño en Cartagena de Indias, lugar que visitaba con frecuencia durante su niñez y adolescencia. Evoca a la abuela materna, Catalina Prieto, y a su abuelo Saúl Romero. Ambos representan la línea más próxima y viva de su afrodescendencia:
Me inspiró mucho que mi abuela Catalina Prieto viviera en el barrio Nariño en Cartagena, un gran Palenque urbano. Ella era muy conocida en el barrio. Su casa era uno de los pocos lugares donde había una acometida del agua, así que ahí iba todo el mundo ¡Imagínate, allá llegaba el agua!
De acuerdo con su relato, el barrio Nariño se caracterizaba por el rol simbólico que jugaba en la cotidianidad y las relaciones personales, la sonoridad y la tradición de la oralidad. Lo musical y el deporte eran los dos ejes de la vida diaria del barrio:
Ahí, yo vi por primera vez a un boxeador. Recuerdo a Rocky Valdés, el Baba Jiménez… Todas esas memorias las tengo de niño […] ¡Y de la música! El inmortal Joe Arroyo es del barrio Nariño y de ahí salieron grandes representantes de la champeta como Anne swing, Melchor Pérez… y otros más. Entonces criarme cerca de la cultura palenquera en ese contexto urbano me ayudó y me enseñó a forjar mi identidad.
La conexión de dos mundos que caminan paralelos, el urbano y el rural, en la que creció y aprendió a apreciar la vida y la riqueza de las culturas de los pueblos del mar Caribe, está directamente relacionada con el abuelo Saúl Romero, a quien evoca en el contexto del Mercado de Bazurto, en pleno corazón de Cartagena:
Mi abuelo trabajaba en el mercado de Bazurto. Nosotros lo ayudábamos los fines de semana. Él vivía entre el barrio Nariño, el mercado de Bazurto y Turbaco. Todo eso a mí me conectó mucho, porque ahí se movía la energía de lo rural. O sea, la fuerza del pueblo, la alimentación, la conciencia de los productos del campo, la fruta, la yuca, el plátano, el ñame… Reivindicar todo eso me ha guiado en mi andar.
En ese contexto, Walter forjó las bases de su gusto por la música en un ambiente de lo etiquetado como popular, y a partir de la valoración de haber nacido en ese lugar del territorio caribe. Le pregunto a continuación, a riesgo de que se produzca un salto en el orden de las ideas, sobre cuántos caribes pueden caber dentro de su definición del Caribe:
Lo que ocurre es que el Caribe es una palabra y es una conexión a la vez. Es una manera de decir. Y esa manera decir es una manera de huir de la clasificación. Lo que más convencionalmente la conecta con intentar definirla es la diversidad. Sin embargo, la diversidad puede ser algo muy vacío. Reconocer que vivimos con esa particularidad de tener gran fuerza en lo particular y al mismo tiempo en contar con activadores y activadoras de la memoria, que nos permite conectarnos y hacernos parte de algo. Entonces eso ha sido el Caribe: todos estos pueblos, aunque tengan diferentes idiomas, tanto las comunidades de pueblos originarios, más las poblaciones que han sido colonizadas. […] Y si uno va a cada lugar va a encontrar que cada quien ha encontrado su manera. Lo que menos es sinónimo de Caribe es lo homogéneo.
• Walter Hernandez, 2018 | Foto: Jairo Rendón Camargo
La banda sonora de la infancia de Walter estaba llena de ritmos cubanos que le llegaban a través de Radio Habana Cuba, la emisora cubana de onda corta que su padre sintonizaba con regularidad, en su equipo de sonido marca Phillips, dada su afinidad política y cultural con la isla. Presenció ensayos de las bandas papayeras 4que animaban el ambiente durante las fiestas tradicionales locales, disfrutó de las interpretaciones de bandas de porro sabanero, propio de Córdoba, Sucre y parte de Bolívar, también tradicional en las fiestas locales de Turbaco. Creció rodeado por la influencia de intérpretes y compositores de la música de acordeón a nivel local y teniendo como referencias cercanas en Turbaco, la escuela del maestro Remberto “El Pollo” Sotomayor, de donde han salido músicos de trayectoria en la región, así como la de la familia Arnedo, quienes ocupan un lugar reconocido en la historia de la música de Colombia por su influencia en las fusiones de jazz con ritmos más autóctonos de la región Caribe colombiana.
El bolero no sólo le llegó a través de las ondas de Radio Habana Cuba, sino de manera casi directa por la influencia del maestro Sofronín Martínez, el “Juglar de Pasacaballos”, gran bolerista —nacido en ese municipio— radicado en Turbaco, considerado como uno de los grandes del bolero de feeling (Muñoz, 2013).
• Walter Hernandez, 2018 | Foto: Jairo Rendón Camargo
Pero si bien creció rodeado de música en su cotidianidad, un evento marcaría para siempre su identidad y afianzaría su gusto musical. A los diez años asistió por primera vez, junto con su madre, al Festival de Música del Caribe en Cartagena, donde se encontraría frente a frente y reunidos en un sólo lugar que no era la radio de la sala de su casa, con agrupaciones de Martinica, Barbados, Trinidad y Tobago, Jamaica y Cuba:
Eso me marcó para siempre. También venían músicos de África […]. En Cartagena el mes de marzo se volvía un mes muy especial por la antesala al Festival, porque se empezaban a promover las músicas de los artistas invitados. Entonces en la radio se generaba como una apuesta por promover el Festival, y también una oportunidad para conocer músicas de esos lados, que realmente es música muy buena, a mi entender y sentir. Y eso me sirvió mucho para vivir bien… Después yo me fui soltando […]. Cuando empecé a escuchar la música de la comunidad afro de los Estados Unidos, me encontré con el mundo del soul, del funk, el pop hecho por Michael Jackson, Tina Turner… y mucha más gente de afuera. […]. El picó 5es fundamental también porque yendo a una fiesta de picó, tú podías conocer música también de otros lados. El picó es como una emisora, como si fuera una programadora de música… El picó como difusor sonoro musical, es un programador del gusto. Un forjador de hábitos.
Esa confluencia o interacción, entre lo extranjero y tradicional ganó, en el proceso de la formación del gusto y la sensibilidad musical de Walter. La connotación a la que hace referencia Benítez Rojo cuando habla de la relación entre “lo extranjero” o influencia en la música tradicional del Caribe y el símil del efecto de un rayo de luz en un prisma: “[…] se producen fenómenos de reflexión, refracción y descomposición, pero la luz sigue siendo luz; además la cámara del ojo sale ganando puesto que se desencadenan performances ópticas espectaculares que casi siempre inducen placer, cuanto menos, curiosidad” (1998: 37).
En esta fase de su vida, se despertó en él un interés particular por la programación musical de las emisoras locales. Sin mucha reflexión, empezó a seleccionar música que escuchaba en la radio local, anotaba en un cuaderno el orden de aparición de los listados musicales en las emisoras y desarrolló una especie de hábito como programador:
Yo escuchaba la radio y si había una canción que me gustaba yo la dejaba. La grabadora estaba adentro de la casa y dejaba que sonara y me iba para la terraza. Me sentaba ahí y cuando se iba acabando la canción me paraba, iba de nuevo, esperaba a ver si la que venía era buena… y si no buscaba otra que me gustara a mí. Me gustaba ver la reacción de la gente que pasaba con lo que estaba sonando. […] Eso nadie me lo enseñó. […] A veces salían emisoras de músicas en otros idiomas por la influencia, la injerencia de la industria de la música de los Estados Unidos y de Europa en la radio comercial de ese momento. Entonces había mucha música que venía de otros lugares, y yo no sabía inglés. Lo que escuchaba, tal como lo escuchaba yo lo escribía. […] Esos cuadernos yo los tengo todavía.
¿Pero, cuándo es consciente de la fuerza transformadora que hay en la música? Esta revelación llegó a partir del encuentro con el rap y la cultura hip-hop durante su tiempo como estudiante de secundaria. En ese contexto —y en las fiestas de picó a las cuales como adolescente comenzó a asistir—, conoció a Elías Vásquez, Jhony Cabarcas, Jairo Rivera, Oscar Gazabón, los amigos con los cuales conformaría el primer experimento de grupo musical al que llamaron Sound Street. Su primo Enrique Carrasquilla Romero también sería parte del grupo:
La influencia en los ochenta del hip-hop fue grande en el mundo. Entonces me conecté con el hip-hop, con el rap, con ese mundo, a la vez que también mantenía la conexión con esas otras expresiones africanas de los Estados Unidos y también las africanas vía el picó como medio difusor de la música.
Cuando empezamos con Sound Street no teníamos máquinas ni sabíamos cómo se hacía eso. Éramos cinco amigos de Turbaco entre los quince y dieciséis años. En esta fase llegó también la apropiación de sentir que en el hip-hop o en eso del rap podía construir una voz, con la que yo podía dar mi opinión y mi sentir para hacerlo público. […] Oyendo rap es cuando tengo ese clic de mirar la fuerza que puede tener un mensaje, que se diga de una manera divertida, o que te conecte, que te haga sentir bien, pero que al mismo tiempo te informe algo, con su palabra. Porque la música es liberadora. […] el rap tiene esa combinación, de decirte las cosas con un swing, con un beat y con creatividad. Usando sonidos tomados de cualquier lado. Quienes hacen hip-hop en muchos casos son personas que tienen una formación empírica, pero de muy alto nivel, que la fueron forjando a partir de inspirarse en escuchar muchas cosas.
• Walter Hernandez en Transmusicales, Systema Solar, Rennes (Francia), 2010 Foto: Patricia Rendon Galván
Con el grupo Sound Street de Turbaco, Walter inicia la exploración para crear en colectivo y afinar sus intereses, dominar algunas técnicas y explorar las primeras formas de gestión e intercambio en redes de contenidos, informaciones y materiales útiles para ese primer ejercicio de “hacer música”. Todo esto en el contexto de una escena relativamente joven, que se abre paso lentamente en Cartagena:
Ahí fue donde conocí a Nicanor Orozco, quien se convirtiera más adelante en líder del movimiento La HeroiK6. Conocíamos así grupos de todos lados en Cartagena, la mayoría de los barrios periféricos o de diferentes estratos. […] Participábamos de pequeños festivales o eventos organizados por las emisoras locales. […] Pude ver en vivo a varios DJ que escuchábamos en la programación de las emisoras. También entró al grupo Ranulfo Méndez, un amigo que fue para nosotros muy clave, porque introdujo por primera vez una batería electrónica. […] Con Oscar Gazabón aprendí a hacer beatbox, a rapear y bailar.
Justo fue en este tiempo compré mi primer vinilo. Un disco de Michael Jackson, el álbum Dangerous, un álbum doble donde está Black or white. Ese álbum lo conseguí con mucho esfuerzo. […] En el grupo ahorrábamos todos para comprar un disco que tuviera una pista, una versión instrumental de algún tema, que nos sirviera para cantar encima7, porque hacíamos la canción, las letras, pero no teníamos los equipos para producir.
La disolución de Sound Street a comienzos de los noventa coincidió con el ingreso de Walter a la universidad y su traslado a Barranquilla, esa otra ciudad del Caribe que marcaría una nueva fase en su vida como artista y en la que empezaría su exploración de la comunicación y la radio. A excepción de Ranulfo Méndez y Walter, ninguno de los otros integrantes de Sound Street continuaron el camino de la música.
Otro de los procesos de creación y organización colectiva del que participó Walter en un rol de gestor y promotor fue Rapquilla8. Este escenario naciente de encuentro y expresión colectiva de los diversos exponentes de la escena hip-hop en Barranquilla generó algunas bases para incentivar la organización de un movimiento del hip-hop en la ciudad que no se sostuvo en el tiempo, pero que constituyó un antecedente para futuros escenarios e iniciativas de este perfil en la ciudad:
Con Rapquilla y la participación de un invitado de la contundencia de Ángel Perea Escobar9, nos atrevimos a decirle a esta ciudad que había una generación que nos estábamos formando bajo referentes que no eran socialmente comprendidos. En gran parte gracias a Rapquilla, y gracias también a un documental dirigido por Leonardo Yepes, Rap al filo del milenio, que fue emitido por Telecaribe, la sociedad en general del Caribe colombiano pudo palpar y descubrir a una cultura urbana que llegó para quedarse, adaptarse y fundirse con los sabores afrocaribes, y el advenimiento del movimiento de otra de las culturas alternativas del Caribe colombiano, como lo es el universo de la champeta, que más que música es una gran oportunidad de resignificar la existencia de comunidades excluidas de origen afro y mestizo.
En ese contexto y espacio temporal, nace también la Fundación Cultural Afroamericana (Fukafra)10, de la que Walter es cogestor junto con investigadores de la cultura afrocaribe de la región, tales como Sidney Reyes, Sadid Ortega, Dairo Barriosnuevo, Nicolás Contreras, entre otros:
Fukafra ayudaría a divulgar las experiencias de vida y las investigaciones e indagaciones de ese mundo afrocaribe. Nuestros métodos de difusión y extensión de esos saberes que eran resultado de la investigación colectiva, eran a través de exploraciones lúdicas con bailes y exposiciones en vivo. […] En general, me moví y he movido recogiendo información de las historias sociales de las músicas y el coleccionismo, para compartir en las pistas de baile como herramienta pedagógica.
Walter no estudió música formalmente. Tampoco aprendió la interpretación de un instrumento musical. Su profunda conexión con la música y su sensibilidad natural lo llevaron a explorar la composición sonora:
Yo me atreví a hacer algo porque escuché cosas y porque sentí que yo también lo podía hacer. Tuve mucha influencia de la percusión y empecé a repetir esos patrones y luego me di cuenta que yo podía […] O sea, lo que tú dices, lo que haces, el juego rítmico que puedes hacer con la boca, puedes llevarlo a los dedos. O puede pasar que se te ocurre primero con los dedos, y eso luego lo puedes expresar con la voz. Y ahí es donde surge el hecho de tener conciencia de componer algo. Y eso es lo que sigo haciendo. […] Se me vienen los sonidos, empiezo a encontrarlos y los empiezo a organizar. De tal manera que puedo hacer una canción completa, aunque yo no maneje la técnica.
Cualquier sonido del ambiente que le rodeaba se volvía un objeto de análisis y disfrute. Su exploración del sonido pasaba por el ritmo que encontraba al dar leves golpes sobre el pupitre en el colegio o la mesa del comedor en la casa, los vidrios de la ventana o el acto cotidiano de cepillarse los dientes. Si algo captaba su atención, entonces lo escuchaba atento, lo seleccionaba e incorporaba a alguna melodía. Todo lo que generaba sonido ganaba ritmo y cuerpo. Nada pasaba y pasa desapercibido por sus oídos: “Todo puede servir para hacer música”, me dice, mientras inicia una especie de sesión improvisada de beatbox11 combinada con chasquidos de sus dedos y golpes de sus pies sobre el suelo.
“Sí, todo sirve para hacer música”, reafirma con convicción. Y esa conclusión producto de la experimentación propia cotidiana se convirtió en regla para su vida como creador sonoro. Walter es —por ejemplo— compositor de varias de las canciones que hacen parte del paisaje de la música en Colombia de la última década y dentro del repertorio de Systema Solar12, un colectivo músico-visual convocado por la VJ belga Vanessa Gocksch, con quien ya Walter trabajaba en Bogotá desde el 2000 en proyectos de investigación sobre el hip-hop en Colombia13, y del cual es miembro y parte activa-creativa desde el 2006:
En Bogotá en el 2000 conozco a Vanessa Gocksch y ahí juntos decidimos crear la propuesta Intermundos, que es un centro de documentación de culturas afroamericanas e indígenas para promover el interés y la conexión de jóvenes con los entornos rurales a partir del conocimiento y el respeto de las ancestralidades. Logramos, a través de Intermundos contactar a artistas de hip-hop de Miami y New York para que donaran sus producciones, y junto a nuestras colecciones personales de libros, discos, casetes, videos, los pusimos a disposición pública en una plataforma física, activando una alternativa de formación en unas áreas que por lo general no son tenidas en cuenta desde la mal llamada educación formal.
A partir de esta relación colaborativa y creativa junto a Vanessa Gocksch, surgen inicialmente nuevas oportunidades de fortalecer los diversos procesos de creación asociados con la exploración musical y audiovisual, en los que Walter expresa especial interés, y que poco a poco van ganando forma en el proyecto Systema Solar que hoy reúne un selecto grupo de DJ, MC, productores y creadores sonoros, músicos y representantes de las escenas del hip-hop y la electrónica en Colombia, tales como Daniel Broderick, Juan Pellegrino, Jhon Primera, Vanessa Gocksch, Arturo Corpas, Andrés Gutiérrez y Walter Hernández.
La propuesta estética de Systema Solar, la Berbenaútika, abre un nuevo capítulo en la historia de la música electro-acústica en Colombia y América Latina, que explora sin límites los elementos del lenguaje de la música y la sonoridad. Esta propuesta se puede intentar definir como una confluencia de elementos fundantes y característicos de las culturas del Caribe colombiano, que se ve reflejada en los sonidos de Systema Solar, en la clara influencia del Picó, así como en la exploración de ritmos autóctonos fusionados con los sonidos de la electrónica, expresiones de la oralidad Caribe, sonidos urbanos colombianos, de las zonas naturales sagradas y expresiones también visuales de la cotidianidad del Caribe:
En general, ese proceso de la composición musical en Systema Solar es de creación colectiva. Entre todos aportamos ideas de arreglos musicales y de composición de la lírica. En cada letra hay un sentir y una entrega en la que el sentimiento es difícil de medir. Te pongo un ejemplo de cómo vivimos el proceso de creación en Systema Solar: la canción Bienvenidos fue el primer tema que hicimos con aportes de todos en 2006. Nuestro primer DJ David Fresh, sampleó14 una canción que se llama La coleta del maestro Adolfo Pacheco. Ese tema tenía líneas de acordeón y bajo muy cadenciosas y nos conectó muy bien a todos. Se le agregó otro pedazo de un tema del rapero Busta Rhymes, una parte instrumental que no se reconoce tanto en la mezcla general de la canción. Fuimos improvisando frases a las que se les contestaba y surgió esa primera parte a varias voces que dice: “Si no te dieron visa, no te escaparás / ven baila con nosotros Systema Solar / Si no hay plata en el banco y no tienes naa / ven baila con nosotros Systema Solar / Systema Solar / Systema Solaaaaar”.
Arturo Corpas le aportó un beat muy del estilo de la champeta, Juan Pellegrino le grabó líneas de bajo complementarias a las que ya tenía. En este tema interpretamos instrumentos con nuestra boca como maracas y tocamos guacharaca con las palmas de nuestras manos. Es decir, no usamos ningún instrumento convencional. Bienvenidos se convirtió, sin planearlo así, en una especie de “carta de presentación” de nuestra propuesta musical en todos lados a donde llegamos. […] El proceso creativo es muy espontáneo, cada quien suelta y propone una idea que puede partir de un sonido de alguna máquina o algo narrado, o de algún sample y poco a poco entre todos se va dando una improvisación tipo jam session 15y Juan Carlos Pellegrino en su rol de producir, va organizando y haciendo surgir lo que luego se reconoce como canción.
Para Walter, en Systema Solar se materializan muchas de las búsquedas y reflexiones que le han acompañado a lo largo de su vida, no sólo desde su proceso de realización como músico, sino como promotor de luchas vinculadas a la defensa por el derecho a la comunicación y la libre expresión, la protección de la naturaleza, los derechos de comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas:
Para mí, estos diez años de estar en Systema Solar han servido para fluir con una energía que he ido construyendo a través de mí, y que tiene que ver con la interpretación de lo que la vida me enseña, ligado a la danza, a la performancia y contundencia o fuerza creativa nativa sonora. He podido hacer aportes y he podido también recibir enseñanzas que me han permitido conectarme a un nivel colectivo como una posibilidad. Algo que siempre para mí va a estar en movimiento. Esa expresión que hace que activemos la autoestima, el ánimo, la consciencia del ser y estar desde un lugar, del ser y estar en un planeta, en la vida. […] Siempre mi preocupación ha sido “cómo” puedo fundirme con el público, a los que no veo como observadores, sino como parte activa del proceso creativo [...]
• Walter Hernandez, 2016 | Foto: archivo Vokaribe
El otro espacio de creación y expresión en el que Walter ha encontrado su lugar y otras maneras de entrar en diálogo con otros, ha sido la radio comunitaria. A través de la radio descubrió el ejercicio de la escucha consciente, el poder magnificado de la voz, la fuerza creadora del sonido como portador de mensajes movilizadores, la posibilidad de poner en un mismo tiempo y diversos lugares un mensaje que pueda mover algo dentro de las personas. Y para ilustrarlo pone como ejemplo su primer encuentro con la magia de la radio:
Yo escuché y empecé a aprender a escuchar radio, porque mi papá tenía una radiola Philips. Y en ella él escuchaba siempre sus programas. Fue un objeto que me llamó mucho la atención, así como los vinilos y creo que, desde ese momento me conecté con ellos hasta hoy. […] El béisbol también me ayudó a inspirarme en la radio… El arte de transmitir béisbol. De oír el partido. Si no puedes ir al estadio, oír el partido. Pasó mucho tiempo para mí hasta que pude ir a un estadio de béisbol a ver un partido. Pero cuando fui al estadio, lo primero que hice, después de ver el estadio y asombrarme de lo magnánimo que es un estadio, fue ir a las cabinas de radio, desde donde transmitían. Quería ver quiénes eran esas personas que transmitían. Y me quedaba ahí viéndolos transmitir y a establecer la relación entre las personas y su voz.
El activismo con un fin transformador a través del arte, que ya venía generando inquietudes y preguntas en Walter desde su encuentro con el rap en Cartagena, influenciado además por el entorno político en el que creció a partir del rol de su padre como sindicalista, se irá complementando paulatinamente en su encuentro con las reflexiones que, desde la comunicación y el lenguaje, empiezan a emerger en él:
Era un convencido de que había que crear el medio. Había que crear uno. Yo tenía claro que yo no quería ir a Caracol, ni RCN, ni nada de eso. Siempre fui crítico con esa forma de asumir expresarse en los medios. Y a mí como me interesaba la radio, me motivaba la radio por la música […]. Me motivé mucho a conocer los procesos de la comunicación alternativa en Francia, en Canadá, en algo de España, leía mucho sobre eso.
De esta manera su encuentro con la academia en la Facultad de Comunicación es paralelo con la naciente propuesta de Vokaribe, 16un colectivo que, desde comienzos de los años noventa, impulsaba en Barranquilla la comunicación alternativa como una corriente legítima dentro de las teorías de comunicación, y que reconocía y reivindicaba el derecho a la comunicación como derecho fundamental humano.
Desde 1993, hasta hoy, Walter se integra a la Asociación de Radiodifusión Comunitaria Vokaribe, que en su momento inicial reunía a personas provenientes de una experiencia de radio barrial en Las Malvinas al suroccidente de la ciudad, autodenominada como La Voz sin Frontera, así como a estudiantes de comunicación y producción de radio y televisión y a otras personas interesadas en la exploración de la radio como medio de comunicación desde una perspectiva emancipadora y de construcción de paz.
Walter se conecta a la experiencia de la radio comunitaria desde una orilla en la cual, como él mismo ha afirmado, decidió “estar para ser y ayudar a ser a otros y otras”:
De Vokaribe me movió el hecho de que había un lugar específico, una comunidad con la cual todo eso se podía poner en marcha. Cuando yo llego a Las Malvinas, invitado por Milton Patiño, uno de los compañeros fundadores de la Asociación Vokaribe, y veo que ya hay gente que está conectada en el barrio con la radio comunitaria, yo digo “¡esto es!” […]. Yo nunca había venido acá como a la zona del suroccidente, yo vivía en diferentes zonas que no eran éstas […]. Entonces gracias a la conexión con Vokaribe, descubro esta otra ciudad […]. Me encontré con estas prácticas de reunirse, de pensarse, de construir propuestas y de tomar decisiones para un proyecto a futuro […]. En Vokaribe encajó todo: lo social, la expresión musical, encajó la radio.
La experiencia en Vokaribe lo conectó de manera directa con realidades sociales complejas no desconocidas para él, pero nuevas en tanto representaban un escenario en construcción alrededor de la comunicación, que, como bien lo describe Walter, “estaba para imaginarlo y pintarlo”. Escenario que exigía pensarse cómo, desde un laboratorio de comunicación local, se avanzaba en la tarea macro de democratizar la comunicación, como parte del propósito de lograr condiciones para la dignificación del ser humano. Procesos difíciles, cambiantes, amenazados y por momentos llenos de “poca claridad”, dado el contexto en el que se desarrollaban, de conflicto violento en lo social y político de la Colombia de las últimas décadas:
Vokaribe nace en un contexto de lucha y de necesidad de transformaciones en Colombia. En Vokaribe se reflejaba esa lucha de personas que decidieron cambiar y defender esos cambios. Incluso quienes en algún momento habían optado por la vía armada, o desde la organización estudiantil o desde la música que ayuda a generar consciencia. En Vokaribe hay todos esos ejemplos. Como restitución de dignidades en los barrios, en los pueblos, en ese tránsito de la experiencia colombiana de lo rural y lo urbano. En esa encrucijada de la búsqueda de la paz en un país en contexto de guerra. Todo eso está en Vokaribe. Somos un grupo que le apostó a una manera de cambiar o de cambiarse a sí mismo pero que encontró en la radio una manera de apoyar esos cambios.
A la experiencia de ser parte de un equipo de base, dentro del proceso de la Asociación Vokaribe, se suma el cambio significativo que representó en su proceso de aprendizaje y participación dentro de una organización la responsabilidad de asumir en el 2008 la dirección y representación legal de la Asociación y de la naciente Emisora Comunitaria Vokaribe. En especial, porque se ubicaba frente al reto de ayudar a construir y replantear el proyecto político y comunicativo de la nueva Vokaribe, que exigía reconocerse en un contexto de legalización, reglamentación y de cumplimiento de obligaciones de orden financiero y normativo ante el Estado colombiano.
• Walter Hernandez, 2018 | Foto: archivo Vokaribe
Un proceso que convocaba a nuevos actores, personas y procesos en la ciudad. El proyecto que había nacido a comienzos de la década de los noventa era en el 2008 otro, y había que reinventarse la manera de estar en éste y aportar a su consolidación, proyección y sostenibilidad:
[…] Creo que empezaría por ubicarme en el lugar en el que estamos todos y todas dentro de Vokaribe y desde ahí mirarme en el colectivo que somos. Mi lugar no es más arriba que el que ocupa Octavio, Belén, Iván, Laura y tú misma…17o quienes siguen activos en la Asociación […] Cuando reactivamos en [el] 2008 la idea de tener una licencia de funcionamiento, un permiso para usar el espectro con sus ventajas y desventajas del ser legales, era claro que había que aprender todo de nuevo. Me veo inicialmente acompañando en la motivación, a no desistir ante la adversidad. Me veo reaprendiendo a hablar sobre Vokaribe, sobre las nuevas condiciones del proyecto. He ido aprendiendo a representar, he ido comprendiendo esa dinámica de administrar ¡Y todavía no lo he logrado bien! […] Vivimos diferentes momentos, que te hacen tener la certeza de que tu apuesta política y de vida es acertada. Imagínate que se te cae a pocos meses de montar la emisora, con todos los contratiempos que has vivido, se te cae en una tormenta la torre de 32 metros que sostiene la antena de la radio… Un proyecto de este tipo, sin un colectivo de personas convencidas y conectadas a la apuesta social que defiende la radio, no logra mantenerse en pie un año más o un par de meses más después de una desventura como esa […]. Quienes hacemos parte de apuestas colectivas, comunitarias, de lucha diaria por la dignidad, por el respeto a los derechos de las personas, no nos sentimos derrotados tan fácilmente.
En este momento de la conversación me es inevitable preguntarle la relación que se genera entre su lugar en un proyecto como Vokaribe y otro como Systema Solar, no sólo desde lo creativo, sino desde lo que representan políticamente ambas apuestas:
Tanto en Systema Solar como con Vokaribe estamos en un gran laboratorio que ha implicado eso: cómo explorar para fortalecer cada vez más esas conexiones con quienes también resisten. Es fuerte. El mayor reto para mí es eso de la descolonización, es hacerle frente a la intimidación. Cuando construyes mensajes, cuando diseñas estrategias de comunicación, cuando propones mantener espacios en la radio que se traduzcan en ese ejercicio vivo y equitativo de comunicación… Tienes que saber elegir qué vas a decir y cómo lo vas a decir, con quién lo vas a decir. Creo que ahí se mide mucho qué tan dispuesto estás a ir pa’ lante.
Fundar y construir junto con otras personas los proyectos creativos en los cuales se mantiene activo ha sido una de las formas de realizarse en los sueños que desde niño tuvo. Hacer y promover la radio comunitaria, crear y hablar desde la música es su forma de participar de procesos de dignificación del ser humano, de educar como un acto creativo contra toda forma de opresión, de vivir bajo principios y valores como la solidaridad, la justicia y la convivencia pacífica entre seres humanos y la naturaleza. En todos esos puntos Walter es reiterativo.
La experiencia vivida en la radio comunitaria le ha permitido trascender toda búsqueda personal del “gusto por el medio sólo por el medio”, y lo pone frente al sentido del “para qué hacer lo que se hace. Para qué el medio y el fin del mensaje”. Nada diferente ocurre en la relación música-radio, donde la voz se convierte para Walter en el puente conector-liberador, una representación de su derecho a ser y estar, reflejado en la aproximación que hace Lidia García (2003) sobre el “derecho a sonar libremente”.
Para García, desarrollar la voz es un proceso de crecimiento en todos los niveles; es querer elevarse a través de un camino de autoconocimiento, de liberación y de autoafirmación: “Es el camino por el que llegamos al núcleo del ser”. La música y la radio en el caso de Walter, se han convertido en escenarios de liberación de su propia voz:
Hacer radio es una manera de hacer música. Eso ya yo lo he encontrado. Debes estar inspirado, o debes estar atento a que cualquier mensaje te sirva para fortalecer algo que quieras decir. Y así se hace música. Organizas sonidos, le das un carácter, le das una intención, estás todo el tiempo jugando con las emociones, las que te llegan a ti, y las que puedes ayudar a tocar. Es un juego. La radio es un lugar de las emociones. La voz, el sonido, es una de las posibilidades comunicativas más fuertes para la humanidad.
Paulo Freire en su obra Pedagogía de la esperanza (2011) señala que una de las cuestiones centrales de la educación democrática y popular es la del lenguaje como camino de invención de la ciudadanía. Esto llevado al contexto de la práctica cotidiana en un ejercicio de radio comunitaria obliga a plantearse ciertas preguntas en torno a “cómo” se está dando ese uso del lenguaje en un sentido estricto, ¿se habla sobre las personas, comunidades, audiencias? O ¿se habla con los/as participantes? (Freire, 2011).
La búsqueda de ruptura sobre esta práctica común de insistir en “transitar ese camino tradicional” de hablar sobre y no dialogar o debatir con despertó en Walter una curiosidad por indagar sobre el poder real que hay en las formas y en el cómo nos comunicamos con los otros.
¿Me interesa conocer la lectura del mundo que tienen los otros antes de iniciar una labor pedagógica a través de la radio o la música que produzco? ¿Cómo accedo a esas otras miradas de los otros con quienes interactúo en este ejercicio de comunicar algo cuando uso la radio? Estas preguntas que parecen salidas de contexto en el hilo conductor de este texto, permiten comprender la importancia y lugar que ocupa la reflexión sobre el poder que otorga “tener palabra”, “sacar la voz”, “ser escuchado”, “escuchar al otro con atención”. Walter lo resume así:
Una radio comunitaria debe, en lo que han significado casi 25 años de experiencia a través de Vokaribe, insistir en restituirle el lugar del valor que tiene la palabra. Que ha sido pisoteada, desconocida, limitada. Que han intentado silenciar. La radio comunitaria puede ser la respuesta ante esos intentos de detener la expresión, la respuesta a retomar y mantener esa posibilidad de hablar y entrar en un diálogo que me permita comprender las visiones y miradas de los otros. Es una toma de decisión para posibilitar que una persona, desde su comprensión y experiencia, se exprese, que sea lo que es, con sus errores, con sus potencialidades y con sus grandes bellezas en todo sentido, en todas las comunidades. Es eso y ha sido eso y lo sigue siendo el poder que representa y está en una experiencia de radio comunitaria que ha decidido explorar el poder de la palabra y las voces.
Esta reflexión puede ejemplificar el momento en el que Walter se ve a sí mismo en ese escenario de la comunicación y la radio comunitaria, en un tránsito que suma poco más de dos décadas de activismo y procesos creativos.
Una decisión que se fundamente en las formas como ha dialogado frente a las circunstancias y lugares en los que se ha movido en la vida. Su búsqueda de mantener la conexión de su propio polirritmo en conexión con las experiencias de vida que ha ido encontrando, reflejan la forma más simple de entender eso del derecho a “la libertad a expresarse”. Una forma cada vez más coherente con su búsqueda intencional de libertad. Esa que le otorga, según él, ser parte de un territorio que, como el Caribe, ha tenido capacidad de resistencia y reexistencia.
***
El recorrido por la experiencia personal de Walter Hernández, en diálogo con sus procesos de creación desde la música y la radio como hijas del sonido, en el contexto de la representación simbólica emancipadora contenida en su autorreflexión sobre lo Caribe, empieza a llegar a su final y quedan temas pendientes. Este diálogo es apenas el comienzo para ponerle un orden a todo el aporte que alguien como Walter sigue haciendo a la investigación de la cultura y la comunicación. Para cerrar este primer diálogo le pregunto sobre su percepción sobre el futuro de procesos como Vokaribe o Systema Solar:
El sonido es como el agua, puede cambiar de forma, pero va a seguir siendo la misma. El agua para este mundo: con ella todo y sin ella nada. La información y la necesidad de lo que implica esa urgencia de la información y en ella la radio es lo fundamental. Es un servicio como el agua.
La información es el agua de la gente. Está en la web, está en la calle, la podemos hacer. Nosotros la hacemos en la calle. La podemos poner en una mesa y unos micrófonos y se amplifica y ahí estamos ya en la dimensión esa del escucharnos, del expresar, decir, debatir, hablar. Ahora va a estar en unas bandas, pero es lo mismo. Debe haber un altavoz. Es lo mismo cambiando, como diría Amiri Baraka… Es lo mismo cambiando. Él se refiere a la fuerza de la cultura africana, afroamericana, pero es válido para esto, para lo que estamos hablando.
Y, ¿de qué depende que espacios de creación y de sentido como Vokaribe y Systema Solar sigan siendo tan necesarios como el agua? —“Que haya gente que se reconozca en ese sentido. Si hay gente que se reconoce en ese sentido, vamos. Y si no, seguimos los que sí”.
• Walter Hernandez en Rock al Parque, 2012 | Foto: Felipe Valbuena
Musicólogo y Especialista en Historia Social de la Música y la Cultura Afroamericana.
Véase más sobre Systema Solar en el sitio web ofical: http://www.systemasolar.com .
Véase más sobre Vokaribe Radio en el sitio web oficial: https://www.vokaribe.net.
BARRIOSNUEVO, Dairo, 2016, “Breve reseña histórica del picó en el Caribe colombiano”, en: Fukafra, 25 de abril, tomado de: http://fukafra.blogspot.com/2016/04/breve-resena-historica-del-pico-en-el.html.
BENÍTEZ, Antonio, 1998, La isla que se repite, Barcelona, Casiopea.
CENTRO Gabo, 2017, “El Caribe en 13 frases de Gabriel García Márquez”, en: Centro Gabo, noviembre 18, tomado de: https://centrogabo.org/gabo/hablemos-de-gabo/el-caribe-en-13-frases-de-gabriel-garcia-marquez.
FREIRE, Paulo, 2011, Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la pedagogía del oprimido, México, Siglo XXI.
GARCÍA, Lidia, 2003, Tu voz tu sonido, Madrid, Díaz de Santos.
HUMAN Beatbox, 2005, “History of Beatbox: Old school”, en: Human Beatbox, 20 de abril, tomado de: https://www.humanbeatbox.com/articles/history-of-beatboxing-part-2/.
LAPOST.TV, 2012, “Picó: la máquina del Caribe”, en: Vimeo, febrero 23, tráiler, tomado de: https://vimeo.com/37326073.
MUÑOZ, Enrique, 2013, “Sofronín Martínez: el Juglar de Pasacaballos”, en: Acera Izquierda, enero 15, tomado de: https://aceraizquierda.wordpress.com/2013/01/15/sofronin-martinez-el-juglar-de-pasacaballos/.
• Walter Hernandez-Systema Solar, 2012 | Foto: archivo Vokaribe
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