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Dinámica de innovación en culturas y humanidades digitales: los corpus como fuente de innovación*

Dinâmica da inovação em culturas e humanidades digitais: o corpus como fonte de inovação

Innovation Dynamics in Digital Cultures and Humanities: Corpus as a Source of Innovation

DOI: 10.30578/nomadas.n50a4

 

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Dominique Vinck** Alexandre Camus***

Resumen

El texto analiza el hecho de que con el surgimiento de las humanidades digitales, el patrimonio cultural se vuelve un campo de interés para disciplinas e instituciones que no lo estaban considerando antes. A través de un estudio de caso –la digitalización de 5.000 horas de grabación de un festival de jazz durante 50 años–, este artículo identifica que la constitución de un corpus cultural se vuelve un recurso mayor para sostener una dinámica innovadora científica. La tesis es que el patrimonio cultural, a través de su digitalización, se está convirtiendo en un recurso competitivo en las ciencias de la computación y la ingeniería.

Palabras clave: humanidades digitales, patrimonio cultural, festivales de jazz, digitalización, innovación.

Resumo

O texto analisa que em decorrência do surgimento das humanidades digitais, o patrimônio cultural torna-se um campo de interesse para disciplinas e instituições que antes não o consideravam. Mediante um estudo de caso –a digitalização de 5.000 horas de gravação de um festival de jazz durante 50 anos–, este artigo identifica que a constituição de um corpus cultural se torna um recurso importante para sustentar uma dinâmica científica inovadora. A tese é que o patrimônio cultural, por meio de sua digitalização, está se tornando um recurso competitivo nas ciências da computação e da engenharia.

Palavras-chave: humanidades digitais, patrimônio cultural, festivais de jazz, digitalização, inovação.

Abstract

The article analyzes the fact that with the emergence of digital humanities, the resulting cultural heritage turns into a field of interest for disciplines and institutions that had not considered it before. Through a case study –the digitization of 5,000 hours of recorded music at a jazz festival taking place for 50 years– this article identifies how the construction of a cultural corpus results in a major resource for sustaining an innovative scientific dynamic. The argument is that cultural heritage, through its digitization, is becoming a competitive resource for computer science and engineering.

Keywords: Digital Humanities, Cultural Heritage, Jazz Festivals, Digitization, Innovation.

* Este artículo se basa en una investigación doctoral de Alexandre Camus, asistente en la Universidad de Lausana (Suiza), la cual inició en el 2014 y finalizó en junio del 2019.
** Profesor de planta en estudios sociales de ciencia y tecnología (CTS) en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lausana (Suiza), donde además dirige el STSLab. Profesor invitado en la Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia). PhD. en Socioeconomía de la innovación de la Ecole des Mines, París. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Estudiante de doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Lausana (Suiza). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Introducción

La innovación está asociada con una retórica instrumentalista que impulsa a los países a alinear su desarrollo con el crecimiento económico. Esto ocurre ahora también en el sector del desarrollo cultural en el cual las instituciones del patrimonio cultural y las humanidades en el medio académico están invitadas a aprovecharse de las nuevas tecnologías digitales para innovar y valorizar la herencia cultural. Se supone que las otras finalidades de las sociedades tales como el desarrollo social se cumplirían como efectos del desarrollo económico. El impulso hacia la competitividad se extiende entonces a nuevos campos de acción tales como el desarrollo humano. Ya no se presentan como dos objetivos en oposición (Cozzens et al., 2007) sino alineados. La inversión en investigación y desarrollo (I+D) sería entonces la solución también para las humanidades.

Hasta hace relativamente poco, las políticas públicas hacia la innovación no se preocupaban mucho por el sector cultural en tanto patrimonio cultural del pasado o las culturas emergentes. El tema de la brecha digital y de la e-inclusión surgió sólo en los debates (Valderrama, 2012), y su solución se pensaba en términos de multiplicación de computadores y extensión de la red Internet. Diversos programas de acceso y uso de tecnologías digitales (Plan Ceibal en Uruguay, Conectar Igualdad en Argentina, Computadores para Educar en Colombia, E-Mexico, etcétera) se plantean como impulso a la innovación pero no se conectan ni con el tema del patrimonio cultural ni con el de las culturas vigentes. La cultura sería sólo algo que adaptar y alinear (política educativa y formación de una mano de obra calificada) con la dinámica tecnoeconómica para sostenerla, o al menos no frenarla. No sería fuente de innovación. El interés por el patrimonio cultural sería interesante sólo como mercado de bienes culturales para consumidores ricos y letrados.

En la literatura sobre los determinantes de la innovación tampoco la cultura es tenida en cuenta. Los determinantes tienen más que ver con la creatividad técnica, el impulso científico o empresarial y las presiones que vienen del mercado (las preferencias y exigencias de los consumidores, su capacidad y su predisposición a pagar). Otros determinantes vienen de la sociedad y de comunidades particulares, pero se presentan más como limitaciones que como fuente de innovación, excepto a nivel de expectativas o valores generales como la preocupación por un desarrollo sostenible.

• Sin título, Festival Living Walls, Atlanta (Estados Unidos), 2012 | Pésimo

Revisando los procesos de innovación en las empresas, la literatura económica y la gestión se preocupan por identificar las fuentes de innovación (Von Hippel, 1988; Di Stefano et al., 2012). Entre los años sesenta y setenta hubo un debate entre economistas para determinar si el motor del proceso de innovación era sobre todo el desarrollo científico y técnico (el technology push) o el cambio en la demanda del mercado (el demand pull) (Freeman y Soete, 1997). De todos los factores analizados, los esfuerzos de I+D parecen los factores clave. Invertir en la generación y apropiación de conocimientos y en la exploración de nuevas tecnologías permite mejorar los procesos de producción e inventar nuevos productos para el mercado. Las empresas que invierten en actividades de vigilancia (a veces gracias a las asesorías externas), de imitación crítica y de apropiación logran tomar ideas y conocimientos de la adaptación de soluciones que vienen de la competencia, los proveedores o de sus clientes. La otra fuente es interna para la empresa cuando su política empresarial logra valorar los aportes de su personal calificado o no. La expectativa de recibir el fruto de su labor e ingenio también apoya las dinámicas innovadoras. Por fin, la literatura identifica el papel de los clientes y de los usuarios (Vinck, 2010) como fuente de ideas, de especificaciones y de soluciones, pero no el patrimonio cultural de las comunidades. Se valoriza el conocimiento tácito de cada uno dentro de la empresa y los aprendizajes colectivos, se promueve la circulación de conocimiento entre integrantes de manera que se desarrolle la creatividad y se obtengan ventajas competitivas. Sin embargo, la literatura se limita al nivel de la organización y no analiza la sociedad o la cultura de forma más extensa. Sólo la literatura que trata del desarrollo territorial o de las ciudades innovadoras integra estos aspectos hablando de modelos endógenos de crecimiento y articulando la educación, la fluidez de las comunicaciones y las redes sociales, dando poco espacio a la cultura.

Así, la cultura ha sido restringida en algunas ocasiones al ámbito social, humanístico y de las ciencias blandas. Pero la realidad nos demuestra que ese rol ha cambiado y está variando a pasos agigantados. Con lo digital, las humanidades muestran una nueva faceta. Actores del ámbito científico y tecnológico sondean nuevas posibilidades en el campo de las humanidades y del patrimonio cultural: centros de investigación e institutos de gran renombre en ingeniería, por ejemplo, se sienten atraídos hacia este sector, desarrollando así proyectos con un objetivo cultural (por ejemplo, facilitar el acceso a nuestro pasado), pero a la vez cuentan con un trasfondo tecnológico (inventar nuevas tecnologías) y económico (entre otros asuntos, crear un número de startups o transferir sus creaciones hacia el sector empresarial).

Analizando lo que pasa ahora con el surgimiento de las humanidades digitales, vemos que el patrimonio cultural se está volviendo un campo de interés para disciplinas e instituciones que no lo estaban considerando antes. Un cambio está ocurriendo para las humanidades y vale la pena cuestionarlo. A través de un estudio de caso, la digitalización de 5.000 horas de grabación de un festival de jazz durante 50 años, identificamos que la constitución de un corpus cultural se vuelve un recurso mayor para sostener una dinámica innovadora. El artículo en mención evidencia el fenómeno y ayuda a entender lo que pasa de forma concreta. La tesis es que el patrimonio cultural, a través de su digitalización, se está volviendo un recurso competitivo en ciencias de la computación e ingeniería. El análisis nos conduce a poner en evidencia una competición entre actores, privados y públicos, alrededor de la constitución de nuevos territorios de datos y corpus, y allí surgen cuestiones con respecto a los recursos de los unos y los otros para sostener esa competición. Se trata de ingeniería versus ciencias sociales y humanas, pero también de diferencias entre instituciones, regiones o países.

El caso de las humanidades digitales

Algo pasa en el sector cultural (Vinck, 2018). Desde el inicio de la primera década del siglo, entes estatales, como la US National Endowment for the Humanities (NEH), se presentan como constructoras de “una nueva frontera” para las humanidades y financian a los investigadores norteamericanos para que desarrollen rupturas científicas y tecnológicas en disciplinas como la historia, la lingüística, la antropología, entre otras. Hablando de forma irónica de un “Secret plan to replace human scholars with robots” (Kolowich, 2011), el director de la oficina para las humanidades digitales de la NEH invita a innovar en términos de análisis, interpretación y representación de enormes cantidades de datos culturales heterogéneos. En julio del 2012, la NEH anunció la asignación de 39 millones de dólares para proyectos en ciencias humanas que impulsaran el desarrollo de herramientas digitales. También se han unido organismos prestigiosos de varios países para crear un programa internacional de investigación (Digging into Data) que se dedica a preguntas como ¿qué hacer con un millón de libros, o periódicos, o fotografías?

Observamos una proliferación de invenciones de herramientas de todo tipo tal como el Main Street, Carolina1, o DH Press2, un sistema para el diseño y desarrollo de proyectos digitales de historia de una calle o una ciudad, que combina centenares de mapas antiguos y georreferenciados con una variedad de material digital (imágenes, textos, videos) para que los usuarios los conecten con su situación actual, para organizar un paseo, un debate sobre la urbanización o una exposición.

Si el movimiento de las humanidades digitales3 reivindica el libre acceso a los datos y metadatos así como la circulación y el “libre enriquecimiento de los métodos, del código, de los formatos y de los resultados de la investigación” (Dacos, 2011), genera a su vez también nuevos productos y aplicaciones que se pueden valorizar en algunos mercados (planificación urbana y diseño de una oferta turística, nuevas herramientas de tratamiento de datos masivos, etcétera). Las humanidades y la cultura se convierten en un sector para la invención de nuevas herramientas e innovaciones, no solamente de parte del medio académico y de las instituciones culturales, sino también de parte de grandes empresas como Google, Apple, Amazon, Twitter, Facebook, Flickr, etcétera. ¿Por qué Google está digitalizando un gran número de libros en bibliotecas si no es para diseñar nuevos productos y servicios (tal como el Google Ancient Places4) que pueden generar un valor económico a partir de este patrimonio cultural? Google, en el 2011 y el 2012, se involucró con un millón de dólares para financiar el campo de las humanidades digitales. Y vendiendo miles de palabras (a partir del análisis de las palabras que utilizamos en Internet y de su fondo de millones de libros digitalizados), ya genera un ingreso de cinco millones de dólares por hora (Kaplan, 2014). Más allá de inventar algunos algoritmos y ofrecer nuevos servicios en línea, esta empresa creó un modelo de negocio que se basa en la venta de palabras a través de la organización de millones de subastas por minuto, y un mercado lingüístico mundial. Más allá de una innovación que explota nuestras prácticas culturales en línea, Google impulsó un capitalismo lingüístico (Kaplan, 2014) y demostró que es un negocio lucrativo. Una gran parte de las otras aplicaciones que Google pone a disposición de los usuarios contribuye a este negocio. Las expresiones culturales son la fuente para las dinámicas económicas. Inventar algoritmos para tratar ese patrimonio cultural fortalece su modelo de negocio.

Lo que pasa con el surgimiento de las humanidades digitales nos lleva a pensar que hay más posibilidades, desde inventar herramientas, proponer servicios, desarrollar empresas y modelos de negocio, hasta construir nuevos mercados. El patrimonio cultural se está volviendo una fuente para la innovación. Un laboratorio como el DHLab del Profesor Kaplan de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) participa en esa dinámica. Se presenta como impulsador de nuevos enfoques informáticos para descubrir de nuevo el pasado y para anticipar el futuro. Su proyecto, The Venice Time Machine, tiene la ambición de digitalizar 1.000 años de archivos históricos (diseño de un robot para escanear 1.000 páginas por hora) con el fin de transformar los documentos en datos (desarrollo de algoritmos para reconocer las palabras y transcribir los manuscritos de varias épocas, indexación) que se puedan tratar de forma más o menos automatizada: diseño de nuevos algoritmos para analizarlos (por ejemplo, procesamiento de textos, minería de datos y de textos, construcción de redes dentro y entre documentos, conexión con georreferencias y mapas) y visualizarlos (reconstitución tridimensional de una ciudad con la posibilidad de caminar por sus calles y a través del tiempo, pasando, por ejemplo, del siglo XVIII al siglo XII; mapas interactivos, etcétera).

Un corpus cultural como fuente de innovación

Para profundizar esta reflexión sobre la cultura como fuente para la innovación, estudiamos el caso de un patrimonio cultural y su digitalización. Una fundación privada está a cargo de proteger y valorizar el patrimonio cultural que representan los archivos audiovisuales hechos de un famoso festival de jazz. Desde su inicio, se hicieron grabaciones de los conciertos (jazz, rock y blues) con las mejores tecnologías de cada época. Como resultado, hoy existe un archivo de 5.000 horas de grabaciones hechas con una gran variedad de técnicas, formatos y soportes (15 formatos de grabación audiovisuales como U-matic Video and Audio, 1” y 2” video, Betacam Digital, etcétera), los cuales han ido evolucionando a lo largo de los últimos 50 años. Los equipos para escuchar esas grabaciones están desapareciendo poco a poco y los soportes se están degradando, el riesgo consistía en que pronto este acervo cultural, inscrito en el patrimonio de la humanidad de la Unesco, se perdiera y ya no fuese accesible para nadie. Además, como estos archivos pertenecen a una fundación privada, el riesgo consistía en que no fuera sostenible económicamente a largo plazo. Entonces, para salvar este patrimonio, una empresa y una escuela politécnica tomaron la decisión de digitalizarlo en alta definición para preservar y valorizar este archivo. Para la escuela politécnica, ocuparse del archivo de un festival tan famoso, con artistas del mundo entero, aporta un poco del prestigio del festival. Se beneficia del capital simbólico del festival y de sus artistas, mientras que el festival se beneficia del prestigio de esta famosa escuela politécnica.

Una primera etapa de trabajo fue la realización de una base de datos: el archivo contiene 10.000 grabaciones en 18 formatos diferentes (algunas veces existen varios formatos de grabación para el mismo concierto). Para identificar los conciertos y los formatos, se atribuye a cada uno un código y en cada grabación se asigna un código de barras. La base de datos registra cada grabación y su contenido (un concierto se puede encontrar por partes en varias grabaciones, una cinta puede contener varios conciertos y un concierto se puede encontrar en varias cintas de formatos diferentes). Cada cinta se debe examinar para inventariar lo que contiene. Para la realización de esta base de datos, se hizo una investigación para encontrar, recolectar e integrar una gran variedad de informaciones que se encuentran en los documentos del Festival y en bases de datos que se hicieron anteriormente. La base de datos se hizo utilizando un lenguaje de programación (Scala) que fue creado por el grupo de un profesor de la escuela politécnica. Introducen entonces en la base de datos, informaciones sobre los conciertos, los grupos, los artistas, los instrumentos, las canciones, los formatos de la grabación original, los soportes (tipo y número de cinta), el proceso de digitalización (incluso los reportes sobre la evaluación de la cualidad), así como información sobre los derechos (de difusión, de distribución, de uso para la investigación y la enseñanza) que se negociaron con los organizadores del festival. Así se agrega al archivo existente, una base de datos unificada del archivo y una interfaz para la gestión y la búsqueda de información, lo que aumenta el valor y el interés del archivo. Esta base de datos se vuelve el punto de referencia de los múltiples actores involucrados en el proyecto de digitalización. Conectada a otros eventos de los conciertos, se vuelve la base de una plataforma para los que quieren trabajar con este material en la investigación o la enseñanza. Se enriquece con nuevos datos (por ejemplo, el orden de los eventos durante los conciertos) y materiales como lo veremos más adelante.

La digitalización se hace con una definición mejor que la de la televisión de alta definición. Esto abre la posibilidad de aprovechar las nuevas técnicas que pueden aparecer en el futuro; así, la preservación se piensa de una forma que permite la constitución de un corpus de alta calidad para sostener nuevas formas de valorización. Para reducir el costo de la digitalización, se inventan nuevas soluciones técnicas. De igual forma, mejorar las grabaciones originales, tal como colorear las películas en blanco y negro, espacializar el sonido monofónico, igualar el nivel audiofónico de un concierto al otro, de un año al otro, de un equipo de grabación o de un formato al otro, implica inventar e innovar. También se encuentran con muchos problemas que deben ser corregidos. El equipo encargado armó entonces varios proyectos para diseñar algoritmos de detección y corrección automática de los defectos audiofónicos y visuales que vienen de la degradación normal del material magnético, de interferencias en el momento de la grabación, de una mala configuración del equipo de grabación, de copia o de edición, de problemas ocurridos durante la digitalización, de la superimposición del logo de la emisora de televisión a cargo de la grabación inicial. En todos los casos, aplican esas correcciones y mejoramientos sobre una copia digital por si surgiese el caso de tener que volver a la digitalización original.

Este trabajo de corrección de defectos, de mejoramiento de las grabaciones y la elección de trabajar con una definición mejor que la de la televisión de alta definición, imponen desafíos técnicos y científicos a los investigadores e ingenieros de la escuela politécnica. Esto les llevó a plantear 25 proyectos de investigación, inventar soluciones técnicas y probar nuevos conceptos, con la idea de valorizarlos (registrándolos, patentándolos, creando startups, etcétera). La escuela politécnica anima a sus jóvenes investigadores a crear empresas que vendan soluciones de digitalización de archivos. Se hizo necesaria también una inversión en equipos (tienen 1,2 petabytes de archivos en servidores), armar un grupo de expertos (60 estudiantes, 3 expertos internos, 35 profesores e investigadores que vienen de una decena de laboratorios de la escuela politécnica) y desarrollar una red de empresas con las cuales trabajar. Como resultado, ahora cuentan con un centro de tratamiento de documentos digitales (sonido, video), que se ha convertido en uno de los más importantes del mundo en términos de equipamiento y de saber-hacer. Poco a poco están desarrollando y capitalizando un conociminento práctico que les permite atraer a otros socios y archivos.

• Prisionera de conciencia, detalle de mural en la cárcel de mujeres, elaborado junto al colectivo Monareta, Popayán (Colombia), 2016 | Guache

Tener acceso a un corpus tan grande de conciertos les da una ventaja en la competición científica y tecnológica. Los conciertos digitalizados del festival se archivan en cintas en un lugar protegido, pero también existe una copia en discos duros para facilitar la investigación cuando se toma como base este corpus, como en el caso de diseñar herramientas para la búsqueda de patrones musicales o probar los algoritmos de tratamiento automático que los investigadores de la escuela politécnica puedan inventar. Igualmente, negociaron los derechos de tal forma que el corpus sea accesible para los investigadores dentro de la escuela politécnica en lugares específicos y que el público lo pueda explorar y escuchar, pero no habrá acceso libre ni por Internet. Una empresa ligada al festival se encarga de comercializar parte de los archivos en formato CD y DVD. En consecuencia, el acceso al corpus está restringido a los investigadores de la escuela politécnica o a los que participan en proyectos de investigación con esta institución. Se construyó así una forma de renta monopolística ligada a la digitalización de un corpus cultural. El proyecto y el corpus se vuelven atractivos para investigadores de otras instituciones y disciplinas, como en ciencias humanas, ciencias sociales y musicología, que construyen acuerdos de colaboración y generan publicaciones en colaboración con la escuela politécnica.

Diseño y desarrollo para enriquecer el archivo digital

La digitalización del archivo lo transforma en una fuente de muchos datos (5 petabytes) que anima a investigadores en ingeniería y computación. Con tantos datos se podrían hacer diferentes cosas: investigación, diseño de algoritmos originales, demostradores de nuevos conceptos tecnológicos. Así, esa fuente de datos se vuelve un recurso para la escuela politécnica y sus laboratorios de investigación, porque permite identificar desafíos científicos y técnicos e incentivar a los investigadores a inventar soluciones. Entrar en la posesión de un archivo cultural como éste es como acceder a un material que tiene un gran potencial. De hecho, varios grupos de investigaciones lo consideran y empiezan a imaginar proyectos, entre otros, para enriquecer el archivo con metadatos que le agregan valor. Así, se estimularon varios proyectos que condujeron a los investigadores inventar soluciones y publicar el conocimiento:

 

  • El diseño de un algoritmo de detección automática de los aplausos para facilitar la detección de las canciones y la indexación de las 5.000 horas de conciertos. Con esta herramienta, se facilita la transformación de los conciertos en colecciones de canciones. El desafío científico y técnico es grande. El corpus se vuelve un material para imaginar, diseñar y probar conceptos tecnológicos.

 

 

  • De la misma manera, el diseño de un algoritmo de detección de solos (batería, saxofón, guitara, cantante) anima a los investigadores a inventar soluciones para extraer performances musicales individuales y cualificar automáticamente ciertos contenidos, en particular el tipo de instrumento. Un proyecto como éste contribuye a reconfigurar los conciertos que ya no son tanto conciertos como colecciones de canciones de las cuales una parte son solos, transformadas en un material musical con nuevas propiedades a las cuales se pueden agregar otras informaciones tales como metadatos. Los solos nutren entonces un inventario en el cual se vuelve fácil buscar y extraer piezas de música.

 

 

  • El diseño y la realización de una base de datos y su limpieza. Muchos datos ya existen, a saber: programas de cada edición del festival, listas de artistas en cada concierto, listas de canciones, etcétera. Pero la recopilación de esos datos en un archivo genera errores y confusión. Una limpieza es necesaria para que los archivos estén listos para las búsquedas: completar los datos que faltan (por ejemplo, los nombres abreviados); aclarar las ambigüedades (dos artistas que tienen el mismo nombre y apellido); corregir los nombres mal escritos; quitar la información que se repite; asegurar la coherencia de los datos; relacionar cada concierto con la lista completa y controlada de los grupos, artistas, canciones e instrumentos. Para un tercio de los conciertos ya introducidos en la base de datos, la limpieza llegó a pasar de 43.000 nombres de artistas a 30.000. Esto parece un trabajo normal en la construcción de una base de datos que sea útil, pero este corpus en el contexto de una institución de investigación en ingeniería llevó a la idea de diseñar un algoritmo de limpieza automática (eliminación de espacios, puntos y mayúsculas; fusión de apellidos en dos partes).

 

 

  • La indexación de las canciones también se ha vuelto un desafío científico y técnico para identificar cada evento (canción, aplauso, introducción del concierto, introducción de la canción, interludio, silencio, come back, etcétera) dentro de cada concierto, introducir marcadores relevantes para el inicio y el final de cada canción, cortar en los conciertos y extraer las canciones, y luego agregar los metadatos relevantes a cada canción (nombre de la canción, de los artistas). En realidad, el desafío fue tan grande que el trabajo se hizo movilizando muchos estudiantes durante varios años. El resultado fue un archivo ya no constituido por conciertos sino por canciones, sin discursos ni aplausos (o muy poco de ello) agregando las canciones en playlists.

 

 

  • La digitalización de fotos: además de las grabaciones, el archivo tiene 80.000 fotos de parte de los fotógrafos oficiales del festival de jazz desde su inicio, y aparecen nuevas colecciones de fotos que se agregan al proyecto. Este trabajo y el corpus que genera constituyen también una oportunidad para inventar métodos y técnicas que se pueden valorizar después para otros corpus.

 

 

  • La indexación de las fotos: cada foto se identifica y se describe con categorías generales, como nombre del fotógrafo (algunos son muy famosos), derechos ligados a la foto, lugar, fecha y concierto, artista fotografiado y ambiente. Se agregan a los ficheros metadatos para facilitar su búsqueda en la base de fotos. Se inició un proyecto de investigación para diseñar un motor de búsqueda que podría indexar las fotos de forma más automatizada.

 

Así, vemos que entrar en la posesión de un corpus cultural tan grande y rico (varios materiales y tipos de datos) abre oportunidades para la investigación y la creatividad técnica. Historias similares ya ocurrieron en otros campos como el de las ciencias biomédicas con el desarrollo de la bioinformática. El hecho de que sea un corpus cultural se ha vuelto interesante para la escuela politécnica porque tiene muchos datos heterogéneos, auditivos y visuales, con música y otros registros (aplausos, palabras). Ya se entiende mejor por qué los ingenieros se interesan en algunos patrimonios culturales y en temas de humanidades en relación con lo digital. La escuela politécnica, de hecho, abrió un instituto de las humanidades digitales con dos proyectos gigantes de este tipo (el otro se enfoca en la digitalización y el tratamiento de kilómetros de archivos manuscritos que representan 1.000 años de historia).

Los proyectos que acabamos de presentar se desarrollaron gracias a la oportunidad de crear y entrar en la posesión de un archivo digital único, y lograron una base de datos extensa y coherente que se vuelve un nuevo recurso: una plataforma multimedia de este patrimonio cultural para buscar informaciones a partir de los metadatos y acceder y consultar el contenido, ya sea documentos, imágenes (los afiches de los festivales, por ejemplo), fotos o videos.

Invención, diseño y desarrollo de productos y servicios innovadores

A partir y alrededor de este gigante corpus, los investigadores e ingenieros de la escuela politécnica van más allá de la invención de soluciones frente a ciertos desafíos científicos. También imaginan productos y servicios que podrían diseñar, desarrollar y promover a partir de este corpus. Aquí presentamos brevemente algunos de éstos para precisar cómo inventan nuevas alternativas a partir del corpus en su posesión y se lanzan dentro la aventura de la innovación, eso quiere decir desarrollar, adaptar e integrar las novedades en situaciones tales que otros actores empiezan a adoptarlas. Así, el corpus cultural se vuele un recurso para innovar. Les genera ideas de lo que se podría imaginar como nuevos productos y su uso. Se lanzan en varios proyectos para inventar productos que valorizan el archivo de este festival, utilizan este corpus para probar los nuevos conceptos tecnológicos y los prototipos. Varias de estas invenciones, en realidad, pueden servir con otros corpus, pero este sirve para entrenarse y probar antes de proponer el producto a otros. Se diseñaron así varios productos gracias a la movilización de diferentes grupos de investigación de la escuela politécnica en temas como acústica, tratamiento de señal, comunicación audiovisual, pero también con grupos de otras instituciones (por ejemplo, la escuela de arte y diseño) y se tradugeron en la creación de startups.

Un primer producto es un algoritmo innovador que genera recomendaciones y constituye listas de canciones para escuchar tomando en cuenta los gustos del usuario5 pero sin pasar por metadatos agregados por humanos. Esta herramienta de recomendación analiza las características (ritmo, notas, timbre) de cada canción que escucha el oyente (la idea es acercarse a las emociones, gustos y el perfil del usuario) y busca en tiempo real en su base de datos, sobre la cual hace un mapeo de las similitudes entre canciones, las piezas parecidas que le podrían gustar al usuario. Genera luego una lista de obras organizadas de tal forma que haya una transición suave entre éstas. Otro desarrollo de esta aplicación se relaciona con las redes sociales en Internet, para analizar las tendencias y generar recomendaciones al usuario en la misma orientación. Así también se alinearán las sugerencias con respecto a la industria musical. Innovaciones similares surgieron en el mercado en relación con el streaming y se abandonó este desarrollo.

Un segundo producto es una aplicación digital que se instala en los iPad para explorar en el archivo digital6: buscar un concierto, un artista, una canción pero también fotos, afiches e informaciones. La aplicación también sugiere escuchar otras cosas similares (proposición de una balada musical), gracias al algoritmo anterior. Esta aplicación es el resultado integrado de varios proyectos y algoritmos que completan el trabajo de limpieza e indexación. Está muy ligado a este corpus cultural pero podría valorizarse para otros patrimonios culturales similares.

El tercer proyecto es muy distinto porque no es específico para este archivo cultural, pero el corpus se utilizó para probar la tecnología. Se trata de un tipo de paraguas, el SounDDots7, debajo del cual se puede escuchar un sonido orientado de alta calidad. Se basa en el desarrollo de una tecnología (un ensamblaje de parlantes con un control de la distribución del sonido) que permite crear un ambiente musical local (en el interior de un círculo de dos metros de diámetro) dentro un espacio abierto. Se podría utilizar, por ejemplo, en cada mesa de un restaurante para escuchar una música diferente sin molestar a las otras mesas, o bajo una obra dentro de un museo donde se mantendría un ambiente silencioso. Varios prototipos fueron diseñados y probados con usuarios durante varias ediciones del festival, valorizando a la vez el corpus con sus metadatos. Este equipo contribuye a revitalizar el archivo del festival.

Un cuarto producto tiene que ver con el diseño de un espacio original para la audición íntima de conciertos, con una pantalla especial (con microperforaciones para la acústica) incurvada para producir un trompe l’oeil: el Cocon8. Es un módulo (7x8 m) hasta para cuatro personas que les permite sumergirse en el ambiente para mirar, escuchar, explorar e interactuar con el archivo digital. Cuando el módulo está abierto, se puede dirigir hacia un auditorio más amplio. Una mesa interactiva permite a los espectadores navegar manipulando los gráficos del archivo. Este equipo también contribuye a revitalizar el archivo del festival y explorar lo que se puede hacer con archivos digitales más allá de sólo repetir un concierto, para, por ejemplo, enfocarse en algunos detalles de un sonido (instrumento, formato o equipo antiguos, etcétera) o probar una posición diferente (alejarse de la pantalla, mirar desde arriba). El proyecto resulta de desarrollos tecnológicos en términos de ingeniería de sonido, y utiliza una tecnología de audiofónicos 3D desarrollada por una startup que surgió de un laboratorio de la escuela politécnica. El Cocon sirve también para estudiar cómo los usuarios interactúan entre ellos (gracias a la interfaz táctil) y con la inmersión en sonido y video de alta calidad (estudio de las percepciones del espectador y de la posibilidad de tomar en cuenta su visión). La idea es imaginar y probar nuevos usos para las tecnologías y abrir nuevas perspectivas para su diseño. De nuevo, esta invención se podría utilizar con otros corpus, pero la posesión de un corpus permite probar el equipo y también atraer a usuarios para testearlo.

El quinto desarrollo es un karaoke instrumental. Gracias a la grabación con pistas múltiples (una para cada instrumento) se puede quitar un instrumento del concierto para que un músico reemplace, en vivo, al artista original de la grabación, y toque con el concierto acompañándolo. Para las grabaciones anteriores al uso de pistas múltiples, se hace el diseño de un algoritmo de identificación de la posición, del timbre y del ritmo de cada instrumento de forma que se puedan extraer y así generar una grabación con pistas múltiples, y luego volver a mezclar las pistas gracias a la interfaz. De este modo, se puede quitar un instrumento de cualquier grabación y generar un karaoke para los músicos aficionados. Se trata igualmente de una invención que no es específica de este corpus musical, pero el hecho de tener un corpus de esa amplitud y cualidad da a los investigadores una ventaja grande para desarrollar y probar el producto.

• Tonantzin (detalle), para la exposición Social Justicie de la Galerie F, Logan Square, Chicago (Estados Unidos), 2016 | Guache

Finalmente, se están desarrollando algoritmos para la modelación del sonido en tres dimensiones que permite simular varios tipos de acústica, por ejemplo, la de una sala de conciertos que desapareció9. Se puede así escuchar un concierto con la acústica de una sala que no es la propia del concierto o con la acústica de otra época.

Varias de esas invenciones se probaron con usuarios (aficionados, artistas, expertos en sonido, periodistas, ingenieros, personas mayores que asistieron a los conciertos hace algunas décadas) en un bar dedicado al archivo del festival.

Con esta lista de casos se demuestra la amplitud de las investigaciones, invenciones e innovaciones que se impulsaron gracias a la posesión de un corpus que no sólo tiene un importante acervo de datos, sino al tiempo, heterogéneos y de gran valor cultural. Los problemas de su conservación y su gestión, las posibilidades de mejorarlo y enriquecerlo y la fuente de datos que representa el archivo para imaginar nuevas maneras de tratarlo y valorizarlo, pero también para probar nuevas tecnologías frente a un corpus real, todo esto hace que la inversión en un corpus cultural se convierta en un recurso estratégico para una institución politécnica y una fuente para la innovación.

Competición para la constitución de territorios de datos

El caso que analizamos conduce a evidenciar el papel de los corpus en la innovación, en particular los corpus culturales, por su riqueza, su amplitud, los desafíos distintos que representan (no son iguales a los de la bioinformática, de la gestión industrial, de las especulaciones en bolsa, etcétera). En consecuencia, los patrimonios culturales digitalizados se vuelven un recurso para generar nuevas ideas, enfrentarse a nuevos desafíos científicos y técnicos y desarrollar nuevos productos y servicios. Este hecho es tan importante que se observa una competición entre actores, privados y públicos, alrededor de la constitución o de la captación de corpus. Los corpus se convierten en los nuevos territorios de la competición innovadora, son territorios de datos.

Este fenómeno se observa en una institución educativa prestigiosa como la escuela politécnica analizada con la inversión en el archivo del festival de jazz que la condujo a poner en marcha un centro de tratamiento multimedia y a capitalizar un saber-hacer que ahora le permite atraer a otros socios y archivos; de este modo recuperaron los archivos de la radio y televisión nacional suiza (son 32.000 horas de programas audiovisuales) y tuvieron contactos con el Comité Internacional Olímpico (COI) para encargarse de sus archivos, aunque en esos dos casos los expertos en esos corpus son académicos de ciencias sociales y humanas de otras instituciones, los cuales deben pasar desde ahora por la institución que tiene el corpus digital. También lanzaron el proyecto Venice Time Machine10 para tratar, con la Universidad Ca’Foscari, 1.000 años de historia. La importancia del acceso a tales corpus es tan grande para la escuela politécnica que su presidente asume las negociaciones él mismo. Construir y tener gigantes corpus digitales se ha vuelto una preocupación estratégica para instituciones que tienen una visión y una ambición para su futuro como actores de la investigación, de la innovación y del emprendimiento. Se escucha, en la escuela politécnica, que las humanidades digitales sirven para ayudar al desarrollo de la inteligencia artificial; además, si esos corpus ya tienen un prestigio, permiten a la institución que invierte en éstos ganar de su prestigio. El hecho de que sea un corpus cultural también tiene alguna importancia para una escuela de ingeniería porque le permite mostrar su interés por las humanidades, y defenderse de trabajar sólo en asuntos técnicos.

También se desarrollan empresas paralelas alrededor del corpus, tal como Google Books que digitaliza decenas de millones de libros en bibliotecas públicas (lo que les permite generar algunos corpus importantes, por ejemplo, de libros antiguos o de mapas) o el corpus de los rastros de las acciones que dejan los usuarios en Internet. Las empresas atraen a los investigadores ofreciéndoles acceso a partes del corpus (documentos escaneados en forma de imágenes y texto, datos derivados) además de un aporte financiero y del acceso a sus tecnologías y experticia. De la misma forma, una empresa como Twitter se reserva el derecho de elegir quiénes son los investigadores, éstos serán seleccionados por agencias nacionales de investigación, basándose en los proyectos que proponen y el acceso a sus corpus.

Si la digitalización de corpus culturales abre muchas posibilidades en términos de acceso al patrimonio cultural, en realidad actores privados y públicos se están posicionando para tener y acceder a tales corpus. De hecho, se está generando una competición creciente. La digitalización de contenidos refuerza la posición de los actores que manejan o poseen los medios de digitalización, almacenamiento y acceso a la información digitalizada, mientras que los expertos del contenido patrimonial se vuelven más dependientes de los expertos de la tecnología y sus corpus digitales.

Riesgo y desafíos

La creación de bases de datos digitales de patrimonios culturales y su explotación para generar representaciones y conocimientos, además de incrementar la comprensión de las culturas, juega un papel importante en el desarrollo de comunidades y regiones. Hasta hace poco se trataba de las bibliotecas y patrimonios del Norte. Por ejemplo, el proyecto Gutenberg, hasta el 201111, digitalizó 30.768 libros en inglés y solamente 1.834 en francés, 516 en portugués, 308 en español y 51 en tagalo (Filipinas). Pero es probable que poco a poco, los actores que buscan corpus vuelvan su mirada hacia el patrimonio cultural de otras sociedades. La competición entre actores alrededor de la constitución de nuevos territorios de datos ya se hace muy evidente en los países desarrollados. Un riesgo para otras regiones del mundo es que se conviertan en nuevos campos de batalla para capturar patrimonios y crear corpus y datos. Las culturas se vuelven cada vez más una cuestión de geopolítica (surge el tema del acceso, de la inclusión /exclusión) que influye en la construcción de las identidades regionales y de los grupos sociales. Podría ser un problema si el paso a lo digital se limita a una reducción del patrimonio cultural accesible, conformado por lo que se digitaliza en Estados Unidos y Europa, y en el dominio de los corpus culturales del mundo por un número reducido de instituciones y empresas. Como esos corpus son fuentes no sólo para la innovación sino también para la producción de bienes culturales (palabras e idiomas, narrativas digitales colectivas12, gestos y costumbres, eventos, obras, etcétera), su circulación y acceso, la constitución de territorios de datos a partir de los patrimonios culturales y el paso obligado a través de aquéllos que digitalizan los corpus debería ser una preocupación de política científica, cultural y de innovación para los países no hegemónicos (Arellano et al., 2012).

• Cómo perder la cabeza en la falda de una montaña, Tlecuilco (México), 2016 | Fusca

Los saberes indígenas, las habilidades de grupos profesionales en vía de extinción, las contraculturas y el conocimiento no científico empiezan a interesar a movimientos sociales como los del open access, y a empresas que perciben y preparan la constitución de nuevos mercados para bienes culturales. Pensamos, por ejemplo, en Google haciendo una explotación del mapeo en Brasil, realizado por los habitantes de las favelas para darlas a conocer (Connors, 2014).

Académicos en América Latina se preocupan por la digitalización de sus archivos. En el 2012 en México se llevó a cabo el Encuentro de Humanistas Digitales que dibujó un panorama de los proyectos latinos (Directorio Digital de Fondos Antiguos de México, Biblioteca Digital del Pensamiento Novohispano del siglo XVII, Biblioteca Digital Nacional con los fondos reservados de las bibliotecas de distintas instituciones). Poco a poco grupos profesionales como los bibliotecólogos y archivistas, los museólogos y las editoriales reflexionan sobre la naturaleza de su trabajo y su papel en la sociedad, entre otros, para la recuperación de la memoria institucional o cultural. Grupos sociales se involucran también, tal como algunos pueblos indígenas, porque esos archivos digitales pueden volverse un recurso para diseñar y desarrollar tecnologías sociales (Thomas, 2012). Es el caso del Corpus del Nuevo Diccionario Histórico del Español13 a cargo del Grupo de Ingeniería Lingüística de la Universidad Autónoma de México (UNAM), que brinda herramientas para su exploración y análisis. Surgen también colectivos contraculturales que usan y transforman las tecnologías para desarrollar nuevas prácticas y formas de participación política (Fonseca y Rueda, 2012) tal como movimientos feministas e indigenistas en Internet (Rueda, 2005) o una red de telecentros que introduce una metodología de narración para la transmisión de experiencias y conocimientos locales o generar versiones alternativas al conflicto en el caso del Sistema de Comunicación para la Paz en Colombia (Sipaz). Esos movimientos y los corpus que los constituyen pueden ser apropiados por algunos actores y volverse fuente de innovación. Hasta ahora se hace con la idea del pueblo global (abrir el acceso al conocimiento), de dar existencia a grupos invisibles o de modificar la percepción de grupos o lugares mal vistos tal como el caso de las favelas. Pero esos corpus también se vuelven recursos para las dinámicas tecnoeconómicas, la invención de nuevos productos y servicios, y son fuente de valor comercial. Actores inesperados, como escuelas de ingeniería y empresa, se movilizan para invertir en este sector y apropiarse de los corpus porque descubrieron su utilidad en el fomento de la invención de nuevas tecnologías, la innovación y el emprendimiento de startups.

Conclusión

Si las políticas públicas hacia la innovación no hicieron gran caso de las humanidades, con la digitalización del patrimonio cultural se encuentran nuevos actores (entre otros, en la ingeniería) que invierten en corpus culturales porque descubrieron que construyen una base de trabajo y una fuente de nuevos proyectos y desarrollos, no sólo en sentido social por las potencialidades de investigación que ofrecen, sino también de carácter tecnológico, por las herramientas y proyectos que se generan a su alrededor. Si la perspectiva es a veces la innovación con el lanzamiento de nuevos productos en el mercado y el emprendimiento, el proceso no se reduce a una dinámica económica. Las instituciones de enseñanza e investigación, con su inversión en corpus culturales, buscan también mejorar su reputación y su reconocimiento, a través de publicaciones, patentes, prueba de conceptos y creación de startups. Se aprecia así que la apropiación del patrimonio cultural y su digitalización tienen metas variadas. Ya se ve en el caso de una escuela de ingeniería, pero es aún más evidente si se consideran otras instituciones académicas (para las cuales la inversión en corpus culturales está más ligada a preguntas analíticas de las humanidades y las ciencias sociales), patrimoniales o a los movimientos sociales, tal como el de las humanidades digitales a nivel internacional14. Sin embargo, la sorpresa es observar el interés grande de escuelas de ingeniería en relación con lo cultural. Con el presente artículo se entiende mejor por qué los corpus culturales se han vuelto fuente de desafíos científicos y técnicos, recursos para diseñar y probar conceptos tecnológicos y lugares para la innovación. En consecuencia, con la digitalización se ha generado también una competición por constituir territorios de datos sobre el patrimonio cultural. El patrimonio cultural se está volviendo un recurso competitivo en ciencias de la computación y la ingeniería, pero los recursos de los unos y los otros para sostener esa competición son desiguales entre ingeniería y ciencias sociales y humanas, entre instituciones, regiones y países.

Por estas razones, las políticas públicas deberían preocuparse más de sus archivos y de su patrimonio cultural. Hasta hace poco, éstos no entraban en las prioridades usuales con respecto al impulso del desarrollo científico y de las innovaciones, y se daba menos importancia a lo cultural como variable para el progreso económico, excepto para evitar resistencias al cambio. Ahora, con la digitalización, cuando las políticas públicas se preocupan por las humanidades digitales, están apuntando al desarrollo de tecnologías. Pero mostramos que más allá de las tecnologías hay que analizar lo que pasa con los corpus. Como éstos se convierten en fuente de innovación, sus contenidos, transformaciones y apropiación se vuelven metas estratégicas. Las políticas de innovación, en consecuencia, deberían comenzar las discusiones, reflexiones, investigaciones y experimentaciones para fomentar nuevas dinámicas innovadoras conectadas a recursos específicos de su país, región o colectivo. Es también un desafío en términos de equidad social y de posicionamiento en dinámicas internacionales.

• Sin título, Festival Pura Calle, Lima (Perú), 2013 | Pésimo

Notas

  1. Véase: <http://mainstreet.lib.unc.edu/>.

  2. Véase: <http://dhpress.org>.

  3. Existen muchas definiciones de las humanidades digitales. Algunas son muy extensivas (por ejemplo, the big tent) y las definen como el encuentro entre las ciencias sociales y humanas con ciencias y tecnologías de la computación para diseñar conceptos, recursos (entre otros corpus), métodos y herramientas para tratar corpus culturales y generar un nuevo conocimiento.

  4. Véase: <http://googleancientplaces.wordpress.com/>.

  5. Véase: a http://metamedia.epfl.ch/montreux_jazz_digital_project/valorize/archive_experience/genezik>.

  6. Véase: <http://metamedia.epfl.ch/montreux_jazz_digital_project/valorize/archive_experience/archive_discovery_application>.

  7. Véase: <http://www.hidacs.com>.

  8. Véase: a http://www.epfl-ecal-lab.ch/index.php/projects/montreux-jazz-heritage-lab>.

  9. Véase: <http://lcav.epfl.ch/iam>.

  10. Véase: <http://vtm.epfl.ch/>.

  11. Véase: <http://www.gutenbergnews.org/statistics/>.

  12. “[…] narrativas que cuando brotan, revitalizan las memorias de los barrios y de las subjetividades, memorias menores que han estado en la periferia, saberes olvidados de la contracultura y la rebeldía, expresiones de resistencia y de creación ante una percepción fragmentada de la ciudad y de los procesos comunitarios” (Fonseca y Rueda, 2012: 16).

  13. Véase: <http://saussure.ii.unam.mx/chem/>.

  14. El movimiento académico internacional de las humanidades digitales sostiene una variedad de perspectivas y no se reduce a una lectura utilitarista de los corpus culturales. Pero su desarrollo está muy ligado a la idea de salvar a las humanidades valorizando su trabajo para atraer a nuevos estudiantes y públicos.

Referencias bibliográficas

  1. ARELLANO, Antonio, Rigas Arvanitis y Dominique Vinck, 2012, “Circulación y conexión mundial de saberes: elementos de antropología de los conocimientos en América Latina”, en: Revue d’Anthropologie des Connaissances, Vol. 6, No. 3, pp. I-XXVIII.

  2. CONNORS, Will, 2014, “Google, Microsoft Expose Brazil’s Favelas: Tech Companies Seek to Map Previously Uncharted Slums in Rio, Tapping New Web Users”, en: The Wall Street Journal, tomado de: http://online.wsj.com/articles/google-microsoft-expose-brazils-favelas-1411659687>.

  3. COZZENS, Susan, Sonia Gatchair, Kyung-Sup Kim, Gonzalo Ordóñez y Anupit Supnithadnaporn, 2007, “Knowledge and Development”, en: Edward Hackett, Olga Amsterdamska, Michael Lynch y Judy Wacjman (eds), Handbook of Science and Technology Studies, Cambridge, MA, MIT Press, pp. 787-811.

  4. DACOS, Marin, 2011, “Manifiesto por unas Humanidades Digitales”, en: ThatCamp Paris, tomado de: http://tcp.hypotheses.org/487.

  5. DI STEFANO, Giada, Alfonso Gambardellab y Gianmario Verona, 2012, “Technology Push and Demand Pull Perspectives in Innovation Studies: Current Findings and Future Research Directions’, en: Research Policy, No. 41, pp. 1283-1295.

  6. FONSECA, Andrés y Rocío Rueda, 2012, “Subjectividades, ciudadanías y tecnologías digitales”, en: Diálogos, enero-junio, pp. 1-25.

  7. FREEMAN, Chris y Luc Soete, 1997, The Economics of Industrial Innovation, Londres, Pinter.

  8. KAPLAN, Frederic, 2014, “Linguistic Capitalism and Algorithmic Mediation”, en: Representations, Vol. 127, No. 1, pp. 57-63.

  9. KOLOWICH, Steve, 2011, “The Promise of Digital Humanities”, en: Inside Higher Ed, septiembre, tomado de: <https://www.insidehighered.com/news/2011/09/28/promise-digital-humanities>.

  10. RUEDA, Rocío, 2005, “Apropiación social de las tecnologías de la información: ciberciudadanías emergentes”, ponencia presentada en el congreso Colombia: Diálogo Cultural y Tecnologías de la Información y la Comunicación para el fortalecimiento de los Procesos Comunitarios, Universidad Autónoma de Occidente, Cali, Colombia.

  11. SWISSINFO, 2007, “Archivage High-Tech pour le Festival de Jazz de Montreux”, tomado de: <http://www.swissinfo.ch/fre/archivage-high-tech-pour-le-festival-de-jazz-de-montreux/5387606>.

  12. THOMAS, Hernán, 2012, “Tecnologías para la inclusión social en América Latina: de las tecnologías apropiadas a los sistemas tecnológicos sociales: problemas conceptuales y soluciones estratégicas”, en: Hernán Thomas, Guillermo Santos y Mariano Fressoli (eds.), Tecnología, desarrollo y democracia: nueve estudios sobre dinámicas socio-técnicas de exclusión/inclusión social, Buenos Aires, MINCyT, pp. 25-78.

  13. VALDERRAMA, Carlos, 2012, “Sociedad de la información: hegemonía, reduccionismo tecnológico y resistencias”, en: Nómadas, No. 36, pp. 13-25.

  14. VINCK, Dominique, 2010, “Innovación: el papel de los usuarios y de la sociedad”, en: Pedro Bejarano, Álvaro Zerda y Carlos Cortés (eds.), Innovación: desafío para el desarrollo en el Siglo XXI, Bogotá, Prensa UNAL, pp. 543-552.

  15. ________, 2018, Humanidades digitales: la cultura frente a las nuevas tecnologías, Barcelona, Gedisa.

  16. VON HIPPEL, Eric, 1988, The Sources of Innovation, Nueva York, Oxford University Press.

• Olvido, San Guillermo, Malinalco (México), 2016 | Fusca

Investigación en ciencias sociales desde los posgrados en Colombia*

Pesquisa em ciências sociais com base nos programas de pós-graduação na Colômbia

Social Science Research in Graduate Programs in Colombia

DOI: 10.30578/nomadas.n50a3

 

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Eduardo Restrepo**

Resumen

Este artículo examina cómo el surgimiento de los posgrados en ciencias sociales y humanas se articula con la transformación del modelo de Universidad, donde los pregrados han experimentado una reducción en las exigencias frente al papel de la investigación en el proceso formativo. Afirma, además, que la investigación en los posgrados se enfrenta con los grandes cambios en lo que significa hacer investigación hoy en Colombia y con el posicionamiento de lógicas gerenciales y empresariales en el establecimiento universitario.

Palabras clave: investigación, posgrados, modelo de Universidad, Colciencias.

Resumo

Este artigo examina como o surgimento de cursos de pós-graduação em ciências sociais e humanas é articulado com a transformação do modelo de Universidade, onde os cursos de graduação experimentaram uma redução quanto às exigências no que diz respeito ao papel da pesquisa no processo de formação. Também afirma que a pesquisa nos cursos de pós-graduação encara grandes mudanças em relação com o significado de fazer pesquisa hoje na Colômbia e com o posicionamento de lógicas de gestão e de negócios no estabelecimento universitário.

Palavras-chave: pesquisa, pós-graduação, modelo de Universidade, Colciências.

Abstract

This text examines how the emergence of graduate programs in social and human sciences articulates with the transformation of the University model, which implements a reduction of research requirements within the training academic process in undergraduate programs. It states that graduate research must also face the major changes taking place in the terms research is understood today in Colombia, a positioning dominated by the management and business logics in the university establishment.

Keywords: Research, Graduate Programs, University Model, Colciencias.

* Este artículo es resultado de los proyectos de investigación “Transformaciones de las concepciones y prácticas académicas en Colombia” y “Antropología crítica de las antropologías del sur”, del Grupo de Investigación en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana. Ambos proyectos se realizaron en el 2015. Agradezco los comentarios y críticas que diligentemente hicieron los evaluadores de este artículo; fueron de gran utilidad para decantar mis planteamientos.
** Profesor titular del Departamento de Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). Doctor en Antropología con énfasis en Estudios Culturales de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill (Estados Unidos). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Entrada en primera persona1

Hice mi formación de pregrado en una universidad pública a finales de los años ochenta y principios de los noventa. La experiencia de estudiar en aquellos años antropología en la Universidad de Antioquia constituye un referente que hoy me permite una particular perspectiva sobre cómo se ha instalado hoy la relación entre investigación y posgrados, que constituye el objeto del presente artículo. Un segundo referente se deriva de mi primera experiencia laboral. Antes incluso de obtener mi título como antropólogo, me encontré trabajando en el Instituto Colombiano de Antropología2, donde se dio una fuerte discusión sobre las más sedimentadas certezas de la tradición disciplinaria que seguía cómodamente reposando en el nicho del salvaje (Trouillot, 2011), en el momento en el cual se instalaba la noción de que era urgente la creación de posgrados en Colombia.

Por diversos avatares, al tiempo que caían las Torres Gemelas, terminé realizando un doctorado en Estados Unidos. Allí habité un establecimiento académico que muchos han naturalizado considerándolo un indiscutido modelo por seguir, encarnación de los criterios y estándares de calidad y productividad para estos lares tercermundistas. Éste es un tercer referente que alimenta mis planteamientos sobre la relación entre investigación y posgrados. Un último referente apunta a mi desempeño laboral actual. Regresé a Colombia en el 2006 para laborar en medio de privilegios, con mucha “gente bien”, en una universidad privada en el primer programa de posgrado en estudios culturales. He contribuido durante trece años a su consolidación, tanto en la docencia como en la dirección de numerosos trabajos de grado. Con los colegas nos hemos interesado y movilizado frente a las políticas de ciencia y tecnología del país, y en el marco del grupo de investigación en estudios culturales destinamos cerca de tres años a debatir y estudiar estos asuntos.

Esa es la trayectoria desde la que hablo, esos son los alcances y límites de mi análisis en este artículo. Lo planteo así de descarnado y en primera persona para que los lectores tengan insumos frente a mis posiciones y porque explicitarse de esta manera invita a entender que el conocimiento siempre es parcial y situado, como nos lo han enseñado desde hace tiempo los feminismos. Si en los párrafos que siguen no invoco mi lugar de esta manera, no es para obliterar mi marcación sino para enunciar desde el análisis este lugar, como será evidente para un lector atento.

Introducción

Hace apenas dos o tres décadas, en Colombia se contaba con sólo un puñado de posgrados en ciencias sociales. La formación en pregrado tenía mayor relevancia y las exigencias de realizar una investigación para entregar una tesis eran comparables a las que hoy se hacen en el nivel de maestría e incluso en el de doctorado. Hoy en gran parte de los pregrados se han abandonado estos requerimientos, lo que es una expresión sintomática de las transformaciones del modelo de Universidad operado en las últimas décadas en el país. En la actualidad, es otro el modelo de Universidad el que prima, pero también son otras las lógicas y ritmos que imperan en la investigación.

En este artículo argumento que el lugar que ocupa la investigación en los posgrados es el resultado de una serie de transformaciones en el modelo de Universidad y en las maneras de concebir la investigación. Para desarrollar este planteamiento, empezaré presentando algunas de las transformaciones dadas con la emergencia de los posgrados y sus efectos en los pregrados. Luego me detendré en explicar cómo han cambiado las concepciones y prácticas de la investigación en las últimas dos décadas en el país, para dejar claro cuáles son las condiciones y características en las que hoy opera la investigación en los posgrados. Finalmente, me centraré en los cambios en el modelo de Universidad predominante que, en el caso colombiano, engloba tanto a las universidades públicas como a las privadas.

Surgimiento de los posgrados, apocamiento de los pregrados

Un punto de partida es señalar que en Colombia la investigación desde los programas de posgrado en ciencias sociales es relativamente reciente. Para los años noventa en el país existían unos cuantos posgrados en ciencias sociales, ya que el sistema universitario, consolidado desde los años sesenta, se había centrado en los programas de pregrado. Así, por ejemplo, hasta comienzos de los años noventa, se contaba con cuatro programas de formación de pregrado en antropología (tres en universidades públicas y una en una universidad privada) que se habían creado entre mediados de los sesenta y comienzos de los setenta, pero no existían programas de maestría ni menos de doctorado3.

Hasta mediados de los años noventa eran muy pocos los posgrados en ciencias sociales, la investigación se aprendía y se hacía desde el pregrado. Además de los cursos de investigación cualitativa y cuantitativa, las tesis4 eran exigentes y algunos estudiantes se tomaban años haciéndolas. En antropología, por ejemplo, la tesis implicaba sustanciales periodos de campo y no era extraordinario que el texto entregado fuera de más de doscientas páginas. Muchas de las mejores tesis, con distinciones por parte de los jurados, se publicaron como libros y todavía hoy son referentes en diferentes ámbitos disciplinarios por sus contribuciones.

Hoy se cuenta con decenas de programas de maestría y doctorado en ciencias sociales, la gran mayoría de éstos en Bogotá. Algunos de estos posgrados son disciplinarios (en antropología, sociología o historia, por ejemplo), mientras que otros son de carácter interdisciplinario o transdisciplinario (como en estudios de género o estudios culturales). La creación de los posgrados ha estado asociada a ciertos cambios en el modelo dominante de Universidad en particular, así como a las transformaciones de las políticas de ciencia y tecnología en general. Sobre ambos cambios volveré más adelante.

Uno de los argumentos esgrimidos para la creación de estos posgrados fue, precisamente, que la investigación no era algo que se debía (o podía) hacer en pregrado, sino que debía dejarse para el posgrado. Esta concepción se tradujo en que para los pregrados la tesis se convirtió en una de las opciones de grado o en su eliminación, permitiendo que los estudiantes obtuvieran sus títulos con prácticas en una institución o empresa o simplemente con ver las clases del primer semestre en una maestría (lo que en el lenguaje de la burocracia académica se conoce como cursos coterminales). Se instaló la idea, entonces, de que los pregrados eran apenas un abrebocas del proceso de formación, el cual requería para su adecuada culminación de los programas de posgrado.

Las universidades que abrazaron esta premisa empezaron un proceso de desmantelamiento de sus pregrados eliminado la tesis como requisito de grado o dejándola como una opción entre otras que cada vez menos estudiantes transitan: desde la perspectiva de muchos, es más fácil hacer una pasantía o tomar algunos cursos del primer semestre de maestría. Aunque en otras universidades se ha mantenido hasta hoy la tesis como un requisito ineludible en sus programas de pregrado, esto no significa que las exigencias de las tesis de hoy sean las mismas que las existentes en el pasado. Las tesis de los pregrados de hoy no sólo se han reducido en número de páginas, sino también en los tiempos y logros esperados. Pocas de estas tesis (incluso las que han sido declaradas como meritorias) hubieran sido aprobadas hacia finales de los años ochenta o principios de los noventa, y aún no he leído alguna que pudiera ser laureada (¡sí, en esa época las tesis de pregrado podían ser laureadas!).

Además del apocamiento de las exigencias en la tesis o su eliminación, algunos de los antiguos pregrados y muchos de los nuevos (que, para los años noventa, se multiplicaron) a menudo se plegaron a un modelo de cursos compartidos durante los primeros semestres entre estudiantes de las más disímiles carreras. A veces apuntalados en las narrativas de la interdisciplinariedad y otras en las demandas de burocracias universitarias deseosas de abaratar los costos de operación de los programas, este modelo de cursos compartidos significó en la práctica la drástica reducción de los cursos dedicados específicamente a la formación disciplinaria. Si uno se inscribía a una carrera como sociología, por ejemplo, se pasaba los primeros cuatro o cinco semestres (y a veces más) tomando cursos generales con estudiantes de otras carreras, algunos de ellos también matriculados en ciencias sociales, pero otros en áreas tan distantes como la medicina o las ingenierías5.

Con la reducción de las exigencias (o la desaparición) de las tesis y la dilución de la especificidad disciplinaria en (a veces masivos y generales) cursos compartidos, la formación en investigación desde las ciencias sociales que se materializaba en las tesis de los pregrados ha sido endosada a los posgrados. Los pregrados han sido socavados en exigencias disciplinarias e investigativas con el argumento de que es en los posgrados donde los estudiantes enfrentarán estos retos.

Además, se ha argumentado que el perfil de egreso de los estudiantes de pregrado no puede ser el del investigador, sino que la demanda del mercado laboral, que ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas, requiere profesionales con otras competencias más orientadas hacia la gestión o el emprendimiento. Desde esta perspectiva, el énfasis dado a la investigación en pregrado no sería más que dilapidar esfuerzos y recursos, ya que éstos deberían orientarse a generar perfiles profesionales relevantes a las demandas del actual mercado laboral y a las expectativas profesionales de los estudiantes (y sus padres6). Se asume que la investigación es una opción en la formación de pregrado y que se puede postergar para los posgrados7.

En suma, este proceso de apocamiento de los pregrados ha llevado a que, descontando algunos tímidos esfuerzos en algunas tesis y la participación en lo que se ha instalado como semilleros, hoy el grueso de la investigación en relación con la formación se realice en el posgrado. En prácticamente todos los programas de maestría, sobre todo los de modalidad investigativa, se exige una tesis como requisito de grado. En los doctorados, por su parte, se requiere para las tesis investigaciones no sólo con mayor alcance y profundidad, sino que se espera que sean un “aporte original” al campo de estudio. No son pocas las tesis de pregrado de antes de la década de los noventa que parecen tesis de doctorado de hoy, y son mejores que muchas de las tesis de maestría actuales. Pero esos tiempos ya pasaron, puesto que a los estudiantes de pregrado, cuando se deciden por la tesis o deben presentarla, no se les exige mucho, se los infantiliza, se los trata como incapaces o inmaduros que de ninguna manera podrían hacer investigación seria. Por eso, la investigación como parte del proceso formativo se encuentra ante todo en los posgrados.

Transformaciones en la investigación

Un segundo aspecto que me gustaría señalar en contraste con lo que se daba hasta los años noventa, es que la manera de hacer investigación en ciencias sociales también se ha transformado radicalmente. Las prácticas de investigación en el establecimiento académico se han orientado cada vez más hacia los ritmos, los propósitos y los resultados que distan notablemente de lo que predominaba hace dos décadas. El posicionamiento y la naturalización de ciertas políticas de ciencia y tecnología en el país encarnadas por la entidad gubernamental responsable (Colciencias) y su articulación con los mecanismos de registro y acreditación de las universidades y los programas académicos de formación de pregrado y posgrado ante el Ministerio de Educación Nacional, han redefinido las lógicas y prácticas de investigación en el país (Rocha, 2014).

En las últimas dos décadas, la investigación ha sido objeto de toda una serie de intervenciones que, a través de definición de criterios y dispositivos de medición apuntalados desde Colciencias, han transformado sustancialmente las prácticas investigativas y el mapa de prioridades no sólo de los investigadores sino del establecimiento académico en su conjunto. La creación de plataformas y formatos para el registro y medición de la investigación (como el GrupLAC y el CvLAC) que hace énfasis en los productos –donde al artículo académico (el paper) se le ha otorgado el mayor peso– y que define el grupo de investigación como la unidad de análisis significativa de la práctica investigativa de las instituciones académicas, ha implicado que la investigación hoy opere en términos muy distintos a los de la década de los noventa cuando no existían el grueso de los posgrados en ciencias sociales en el país.

• Sin título, Puebla (México), 2016 | Fusca

En nombre de la visibilización y del apoyo a la actividad científica, desde Colciencias se han impulsado criterios y dispositivos de medición de los grupos e investigadores que han producido efectos de estandarización, normalización y jerarquización de la labor investigativa, plegados a concepciones y lógicas productivistas a partir de la priorización de ciertos resultados cuantificables. Los ritmos, características y propósitos de la investigación se han orientado cada vez más a alimentar las crecientes demandas de soportes y resultados que den más puntos y que permitan mejores clasificaciones de las universidades, grupos de investigación y académicos (Grupo de Investigación en Estudios Culturales, 2015).

Se ha ido confundiendo la relevancia de la investigación con los “buenos” resultados en la medición; se ha ido equiparando la calidad de universidades, grupos e investigadores con responder dócilmente al conjunto de indicadores impuestos desde Colciencias, que rara vez son objeto de escrutinio o reflexión. En algunas universidades han ido apareciendo un ejército de asistentes o contratistas que son expertos en alimentar las plataformas de captura de Colciencias y en el arte de hacer aparecer y posicionar productos y grupos. En otras, son los mismos docentes los que deben asumir esta labor, con las frustraciones y sobrecargas que esto significa. En general, se despliega toda una alquimia para satisfacer indicadores cienciométricos que definen cada vez más la visibilidad y el prestigio de universidades, grupos e investigadores.

Como la unidad de medida privilegiada son los productos, y entre éstos el artículo académico (el paper) tiene un peso bien destacado, el efecto es que la investigación se ha orientado hacia una maquinaria de producción de papers. Si bien publicar los resultados de la investigación era valorado, hoy la publicación se ha convertido en un verdadero fetiche que tiene importantes efectos en la forma como opera la investigación. La publicación dejó de ser un momento en el proceso de investigación para convertirse en su producto por antonomasia, en el indicador privilegiado (Gómez, 2018). Pero no es simplemente la publicación en general lo que se espera de las investigaciones, sino cierto tipo de publicaciones y en ciertos lugares, lo que ha devenido como un imperativo en las carreras de los investigadores y en las visibilidades de las universidades (Grupo de Investigación en Estudios Culturales, 2015).

• Sin título, Chorrillos, Lima (Perú), 2014 | Pésimo

El paper, publicado en revistas indexadas internacionales como ISI o Scopus, se ha convertido en el referente privilegiado de medición de la calidad científica de los programas, universidades e investigadores (Gruber, 2014; Rocha, 2014). En estas lógicas de medición, tiene gran importancia la cantidad: sobre todo importa cuántos papers se publican, muchos de los cuales ni siquiera logran un puñado de citaciones como lo ha evidenciado Yuri Yack Gómez Morales (2017). Otros formatos de publicación académica, como el libro incluso, han sido relegados. El prestigio académico, por no decir que la simple posibilidad de consolidar una carrera académica (y hasta en gran parte su salario) cada vez pareciera desplazar la publicación del libro hacia la publicación de (muchos) papers (Piñeres et al., 2017). Esto es todavía más fuerte respecto a publicaciones en formatos no académicos como los artículos de prensa o materiales dirigidos a otros tipos de públicos, que han sido literalmente despreciados en este sentido frente al paper8.

Estos criterios y dispositivos impuestos por Colciencias tendientes al registro y medición de grupos de investigación e investigadores no tuvieran mayor impacto si no se hubiesen anudado en la práctica a las lógicas de registro calificado y acreditación de programas de formación de pregrado y sobre todo de posgrado de las universidades del país dependientes del Ministerio de Educación y del Consejo Nacional de Acreditación (CNA) (Gómez, 2015). Así, por ejemplo, para la creación de un programa de posgrado o su posterior acreditación, los pares evaluadores examinan con detenimiento la investigación que soporta el programa, lo cual se traduce en indicadores como el número de grupos de investigación y su clasificación por parte de Colciencias.

Esto también opera para las universidades en su conjunto, por lo que el registro y clasificación de grupos de investigación se ha convertido en un asunto prioritario para las burocracias universitarias. El prestigio o capital simbólico de las universidades en Colombia está sustancialmente asociado a sus clasificaciones en el desempeño en investigación. Así nos encontramos ante una profunda ansiedad de las burocracias universitarias para que los productos de sus grupos e investigadores sean visibilizados y logren la mejor clasificación posible (Montes y Mendoza, 2018).

En un sistema universitario donde se encuentra abiertamente posicionada la Universidad privada (como lo abordaré más adelante), este prestigio se traduce en matrículas y recursos financieros que las autoridades universitarias (incluso las públicas y, sobre todo, para los posgrados) no se dan el lujo de despreciar. Esto explica la abierta presión de las universidades en los procesos de contratación, incentivos salariales o dispositivos de gestión para catalizar la producción en investigación que se traduzca en mayor visibilidad y mejor jerarquización en los modelos de medición con los que opera Colciencias (Rodríguez, 2017)9.

Desde la perspectiva de los investigadores esta presión se experimenta como un abierto chantaje. No son pocas las universidades donde los recursos para la investigación están explícitamente amarrados a grupos de investigación reconocidos por Colciencias, y la exigencia de que los docentes tengan sus CvLACS y estén en esos grupos de investigación no es negociable por los burócratas de turno. Si no se pliegan a estas exigencias se supone que serán despedidos, aunque no he tenido noticia de ningún caso en el que esto haya sucedido porque los académicos (incluso colegas que se imaginan como críticos) se pliegan temerosamente a estas exigencias10.

La investigación en el posgrado, entonces, debe ser entendida en este amplio marco de transformaciones de lo que significa hacer investigación desde el establecimiento académico en Colombia hoy (Gómez, 2017; Rocha, 2014; Zambrano, 2018). Como vimos, los docentes que se encuentran laborando en los posgrados enfrentan la sutil o abierta presión de las universidades para que adelanten investigaciones que se vean reflejadas en productos registrables y que contribuyan a posicionar los indicadores del programa en particular y de la Universidad en general. De esta manera, gran parte de la investigación que los docentes adelantan desde los posgrados se encuentra subsumida bajo esta lógica y ritmos de productividad (Grupo de Investigación en Estudios Culturales, 2015).

Las tesis de maestría y doctorado son otro importante escenario en el que se desarrolla investigación en el posgrado y que, afortunadamente, no han sido del todo subsumidas por las lógicas de la publicación de papers11. Dado que incluso en las universidades públicas los posgrados implican altos costos, y son muy pocos los que cuentan con becas para cubrir los valores de las matrículas (y, menos aún, las que cubren gastos de manutención), los estudiantes suelen hacer sus tesis y disertaciones con la presión de terminar cuanto antes. Si a esto se le suma que pocos son los que cuentan con financiación para la realización de la investigación y la escritura de sus tesis, se hace evidente la precariedad que enfrentan los estudiantes de posgrado.

A pesar de estas dificultades, las tesis en los posgrados son sometidas a procesos de evaluación por jurados que hacen que a menudo se constituyan en contribuciones a los campos disciplinarios o transdisciplinarios en los que se presentan. En este sentido, ocupan el lugar de lo que antes ocurría con las tesis de pregrado. Las tesis, al demandar un ejercicio de investigación por parte del estudiante, son vitales en los procesos de formación por sus irremplazables efectos pedagógicos, aunque también constituyen una importante contribución a sus campos.

En efecto, la existencia de reservorios en las universidades y otras formas de ponerlas a circular en formatos digitales, permite que estas tesis sean consultadas desde cualquier lugar del planeta por investigadores interesados. Esto constituye una gran ventaja en comparación con algunas décadas atrás, cuando sólo se podía acceder a una tesis visitando la biblioteca o centro de documentación donde existiera una copia física. En algunos programas de maestría y doctorado se cuenta, además, con estrategias de publicación de libros a partir de las tesis que han sido mejor evaluadas, recurriendo a las editoriales universitarias. Esto también ha contribuido a que se amplíe y pluralice la literatura existente en los distintos campos disciplinarios y transdisciplinarios. Pocos son, sin embargo, los autores de estas tesis que continúan profundizando las investigaciones realizadas. Muchos perciben la tesis como un padecimiento del que hay que liberarse pronto, como un requisito más para obtener sus grados. Se la experimenta como un punto de llegada y un cierre, no como el comienzo de una labor investigativa y escritural articulada a una opción vital.

Quinde, panel 2 de mural díptico para el Colombobogotá de Bulevar Niza. Retrato de mujer Chamacoco de Paraguay, basado en una foto de Guido Boggiani, colibri de las líneas de Nazca y mapa invertido de Joaquín Torres García, Bogotá (Colombia), 2017 | Guache

El modelo de Universidad

Colombia cuenta con un sistema de educación superior en el cual las universidades privadas son centrales no sólo en la disputa por los prestigios académicos, sino también en los alcances de la formación en pregrados y posgrados. A diferencia de Brasil, México o Argentina, por ejemplo, donde la Universidad pública es el gran referente académico y de prestigio, mientras que las universidades privadas ocupan un lugar marginal, en Colombia las universidades privadas aparecen constantemente en el imaginario social en un lugar equivalente (e incluso superior) al de las universidades públicas.

En estos imaginarios sociales, las universidades públicas son percibidas como lugares donde se “pierde mucho tiempo” por las interrupciones en los calendarios académicos debido a los paros y demás actividades políticas y de agitación estudiantil. También se los percibe como “lugares peligrosos”, donde grupos de izquierda y extremistas tienen gran influencia y poder de seducción sobre los estudiantes. Esto contribuye a que un puñado de universidades privadas aparezcan en los imaginarios sociales como “mejores” que las universidades públicas.

Con el programa del pasado gobierno “Ser pilo paga”, que le otorgaba la posibilidad a los egresados con pocos recursos económicos, y que habían tenido los mejores resultados en las pruebas Saber, de acceder a estudiar sus pregrados en las universidades acreditadas que seleccionaran, se hizo evidente cómo opera ese imaginario social sobre las universidades públicas y privadas en el país12. La abrumadora mayoría de estudiantes que optan por las universidades privadas se explica, en gran parte, por un imaginario social que supone que ciertas universidades privadas son las “mejores” y las universidades públicas aparecen asociadas a una serie de estigmatizaciones (Puentes y Virviescas, 2016). Si a estos imaginarios se le suman los procesos deliberados de precarización de la Universidad pública13, intensificados desde los años noventa, no es extraño que en el sistema universitario en Colombia la Universidad privada posea una relevancia que en otros países de la región no tiene.

Así las cosas, la educación universitaria puede ser absurdamente costosa en Colombia. En la Universidad privada el costo de un semestre en pregrado para antropología o historia puede ascender fácilmente a más de dos mil dólares, en un país cuyo salario mínimo mensual no alcanza los trescientos dólares. Aunque en las universidades públicas estudiar el pregrado no supone esas cifras (sin que sea totalmente gratuito), los posgrados son muy costosos, como bien lo señala Fabio López de la Roche en un documento aún inédito: “Las maestrías en la Universidad Nacional de Colombia se encuentran privatizadas”. La Maestría en Estudios Culturales de la Universidad Nacional, por ejemplo, cuesta casi dos mil dólares al semestre. Esto no sucede sólo en la Universidad Nacional, por lo que se puede argumentar que la privatización de la Universidad pública se ha instalado ya en lo que respecta a los programas de posgrado. El alto costo de los posgrados, aunado a las relativamente escasas posibilidades de becas, hace que muchos colombianos busquen como alternativas de formación en América Latina países como México, Brasil o Argentina14.

Es en este marco en el cual se ha ido posicionando un nuevo modelo de Universidad, que no se circunscribe a las universidades privadas, sino que también se expresa en las universidades públicas. La presencia de este modelo en las universidades privadas y públicas significa que, aunque estas últimas reciben su financiación predominantemente del Estado, su carácter público se ha ido achicando y empobreciendo sustancialmente. Por tanto, no son públicas en el sentido estricto del término, no están orientadas a la defensa de lo público, al fortalecimiento de la imaginación social y política de la relevancia de lo púbico en el proyecto de nación, sino que tristemente se han plegado a urgencias y lógicas que no las diferencian de los embrujos del mercado como horizonte de existencia.

Tres son los rasgos más destacados que definen este nuevo modelo de Universidad. No existen de forma independiente, sino que se encuentran estrechamente anudados. El primero se refiere a la creciente centralidad de un lenguaje y prácticas de corte gerencial desde el cual se concibe y regula la Universidad como tal (Vega, 2015). Así, en su estudio de estas transformaciones, Cabrales y Díaz anotan cómo “las universidades empezaron a cambiar sus modelos administrativos hacia los modelos de gestión, que permitían adaptar la ahora llamada organización al entorno neoliberal” (2015: 223). En este nuevo modelo de Universidad son centrales las narrativas y prácticas que han priorizado una concepción gerencial de ésta, donde la productividad, la calidad y la eficiencia se han convertido en nociones naturalizadas, que usualmente se encuentran al margen de cualquier escrutinio o discusión.

Esta concepción y prácticas gerenciales que apelan a la productividad, la eficiencia y la calidad han colonizado la Universidad, entre otras razones, por su insistencia desde el mismo Estado. En efecto, tal concepción y prácticas son constantemente avaladas y difundidas desde el Ministerio de Educación, en la legislación existente sobre ciencia y tecnología y en las acciones adelantadas por Colciencias. Si se examinan sus discursos, se puede rastrear cómo se va instalando este “lenguaje”, cómo se crean incentivos para que las prácticas gerenciales se vayan articulando en el entramado de la cotidianidad de las universidades como necesarias y deseables:

Thunderbird, panel 1 del mural díptico para el Colombobogotá de Bulevar Niza. Basado en una fotografía de Herman Heyn (Ma-King, la mujer Oglala Lakota), la Estrella del Alba y el Pájaro del trueno, Bogotá (Colombia), 2017 | Guache

[…] una de las más importantes transformaciones que ha afectado a la educación en las últimas décadas es la imposición disimulada de una nueva lógica propia del discurso neoliberal, que ha venido acompañada de la implantación de un nuevo lenguaje proveído en gran medida del ámbito gerencial. Este discurso proviene del concepto de la calidad total y se introdujo en el ámbito educativo sin mayor discernimiento. Entre algunos de los conceptos que han hecho carrera en el mundo educativo se encuentran la privatización, competencias, medición de resultados, rendimiento de cuentas, competitividad, eficiencia, eficacia, estándares, acreditación y calidad, ligados a otros más generales como los de “sociedad del conocimiento” o “era de la información”. (Cabrales y Díaz, 2015: 230)

El posicionamiento de ese modelo gerencial se traduce en procesos de precarización de las labores docentes y de investigación. La precarización de contratos laborales y espacios para la docencia se hace notable, igualmente las condiciones para la investigación y la exigencia de productos visibles que posicionen a las universidades (Amador, 2011; Vega, 2015). Se regula cada vez más el tiempo y los productos (que sean registrables en los CvLACS y GrupLACS) de los docentes de planta y de cátedra, se les exige cada vez más que se hagan cargo de la creciente demanda de los procesos burocráticos que consume buena parte de sus esfuerzos.

Con la instalación del modelo gerencial, las universidades se imaginan y operan cada vez más como si fuesen empresas. En este sentido es que podemos considerar que este nuevo modelo de Universidad, en el que tienen gran peso las ansiedades gerenciales, es el de la Universidad-empresa. Como es de esperar, la Universidad-empresa no sólo se la entiende y opera desde el discurso empresarial, sino que, incluso en las universidades públicas, se posiciona un interés cada vez menos encubierto por una rentabilidad inmediata de la actividad académica. Rentabilidad monetaria, sin duda, pero también y fundamentalmente concebida en términos de visibilidad y prestigio de las universidades.

El segundo rasgo de este nuevo modelo de Universidad, estrechamente asociado al primero, consiste en el posicionamiento de una creciente y poderosa burocracia académica. La avalancha de formatos diseñados por la burocracia universitaria, que se alimentan en plataformas y bases de datos digitales para registrar y regular los múltiples procesos administrativos relacionados con la docencia o la investigación, se multiplican demandando cada vez más horas y energía de los profesores e investigadores: “[…] el diligenciamiento de un sinnúmero de formatos, informes, productos no conforme, planes de mejora, actas y reuniones, ha hecho que el trabajo de la enseñanza se reemplace por el trabajo administrativo” (Cabrales y Díaz, 2015: 228). Así, investigadores y docentes ven socavados sus tiempos y energías para alimentar los formatos diseñados por el caprichoso apetito de “datos” de las burocracias universitarias. No es extraño que algunos de los tecnócratas que componen esta burocracia académica no tengan experiencia en investigación o docencia, y cuando la tienen suele ser marginal.

Sabemos que la burocracia universitaria ha existido desde el comienzo de la Universidad. Pero los afanes gerenciales del nuevo modelo han potenciado de manera inusitada el poder y la filigrana desde la cual se constituye esta casta dentro de la Universidad. Nuevas oficinas y cargos aparecen para crear innumerables procedimientos estandarizados para la docencia y la investigación. Aparecen vicerrectorías y oficinas de todo tipo, que cargan a los docentes e investigadores con sus demandas traducidas en más y más formatos por llenar. En las universidades cada vez hay más gente que suele trabajar de ocho de la mañana a cinco de la tarde, para diseñar e implementar tecnologías de visibilización individualizadas de la “producción” de profesores e investigadores, así como para regular un creciente conjunto de sus prácticas: “[…] el aparato burocrático-administrativo produce un tipo de investigador disciplinado y útil al sistema, de lo contrario el docente-investigador estará excluido no sólo del contexto académico sino de las posibilidades de ingresar en concursos docentes que garanticen mayor estabilidad laboral” (Amador, 2011: 27).

Esto tiene un sutil pero profundo impacto en la investigación y la docencia. En una perspectiva foucaultiana, estas tecnologías deben ser examinadas no sólo desde su aspecto negativo, que imposibilita, sino también desde su productividad, esto es, en lo que generan. Se producen corporalidades y subjetividades de profesores e investigadores dóciles, que llenan puntual y permanentemente planes de trabajo y formatos con diversas informaciones solicitadas de sí mismos y de otros, de lo logrado, lo esperado, lo que no ha sido alcanzado. Planes de trabajo y formatos se complementan con la solicitud de informes y reuniones que satisfacen los afanes de fijar, estandarizar y saber sobre el desempeño de cada quien por parte de la cada vez más densa burocracia universitaria. Por supuesto, estas tecnologías no son para nada neutrales, priorizan y posibilitan unas prácticas, fomentándolas, mientras hacen otras inviables.

Finalmente, el tercer rasgo del nuevo modelo de Universidad se refiere a su abierta orientación empresarial, ya no tanto en el sentido de apropiarse de narrativas y prácticas empresariales (de la Universidad-empresa), sino de transformar la Universidad para responder a los intereses empresariales. Esta transformación tiene varios componentes. Uno, que se articula desde el discurso del perfil profesional de los egresados, asume que la Universidad debe responder a las demandas del mercado profesional, entendido como la formación de fuerza de trabajo útil (es decir, calificada y sumisa) o de emprendedores que agencien y potencien intereses empresariales:

[…] la Universidad contemporánea se mueve en este escenario complejo de mercantilización de los productos de conocimiento y de sus propósitos sociales de formación, alimentando de este modo un sistema de producción hegemónico (el postfordismo), a la vez que lo reproduce y perpetúa en el seno de las instituciones educativas. (Amador, 2011: 61)

Incluso en carreras de las ciencias sociales y humanidades es cada vez más común encontrarse con estudiantes que quieren obtener lo más pronto posible un trabajo, y con las mejores retribuciones salariales. Perciben el pago de costosas matrículas o su dedicación a “quemarse las pestañas” como una inversión que esperan sea retribuida con un “buen” trabajo, esto es, un contrato en el que reciban un alto salario. Sin duda, esto tiene que ver con transformaciones generacionales y aspiracionales, que no pueden dejarse por fuera del análisis de la naturalización del nuevo modelo de Universidad.

• Sin título, muro en el Foto Museo Cuatro Caminos, Ciudad de México (México), 2018 | Fusca

Este instrumentalismo en la educación, donde la formación universitaria es para asegurar un trabajo para los individuos y para el “desarrollo” económico del país (esto es, hacerle la tarea al mercado), explica que concepciones de la educación como el fomento del pensamiento crítico sean marginalizadas o abiertamente despreciadas.

Un segundo componente relacionado con la forma como se anuda el nuevo modelo de Universidad con los intereses empresariales es más profundo, tiene que ver con cómo entiende su carácter de productora de conocimiento. Desde siempre la Universidad se ha imaginado como el espacio para la producción de conocimiento resultado de la investigación adelantada desde sus múltiples facultades y disciplinas. No obstante, lo que se ha transformado en el nuevo modelo de Universidad es el desplazamiento en el para quién se produce este conocimiento. En su orientación hacia la “innovación” o en sus expresiones más abiertamente comerciales como las patentes, se evidencia un establecimiento universitario que explícitamente celebra y considera positivos sus vínculos con el sector empresarial. Y esto no es exclusivo de las universidades privadas, también ha hecho amplia carrera en las universidades públicas.

Luna Nueva (detalle), inspirado en una foto de Jade Beall, barrio La Favorita, Bogotá (Colombia), 2017 | Guache

Este discurso de la innovación, con su inflexión empresarial, se pretende entronizar como fundamento de la política de ciencia y tecnología en el país a través del documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) (2016). Con la explícita intención de adecuarse a las demandas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), este documento despliega una serie de indicadores en el lenguaje de la “productividad”, del “capital humano” y del “desarrollo” para evidenciar las necesidades de profundizar la vinculación de la investigación con las empresas. La relación Estado-Universidad-empresas es central en el marco de la innovación y el emprendimiento para que el conocimiento de “alta calidad” sea traducible al sistema productivo (Vega, 2015).

En suma, en las últimas dos décadas se han dado transformaciones sustanciales en el modelo de Universidad, en el que no sólo ciertas universidades privadas han logrado obtener mayores beneficios, sino que también se ha ido socavando la viabilidad de una universidad pública con una orientación a la investigación articulada a nuestras realidades. De ahí que las disputas por la Universidad pública deben ir más allá de la adecuada financiación por parte del Estado, puesto que importa cuestionar las concepciones y prácticas privatizantes de la investigación instaladas desde el posgrado.

Conclusiones

Aaron Swatrz, en su conocido Manifiesto por el acceso abierto, publicado en el 2012, escribía:

La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren mantenerlo para ellos mismos. La herencia científica y cultural del mundo entero, publicada durante siglos en libros y revistas, está siendo digitalizada y bloqueado su acceso por un puñado de empresas privadas. (Swartz, 2012: s/p)

Desde entonces, en Colombia se han desplegado una serie de estrategias y medidas para que nuestra labor investigativa se oriente a alimentar criterios y modelos de visibilidad subsumidos en lógicas establecidas por grandes emporios editoriales del norte global. Aunque no suele ser presentado así por Colciencias y sus áulicos de las burocracias académicas, lo que está en juego con las transformaciones del modelo de Universidad y en las concepciones y prácticas de la investigación tiene mucho que ver con el enriquecimiento de unos cuantos mediante la privatización del acceso a los artículos publicados en estas revistas indexadas (muchas veces, producto de investigaciones financiadas con recursos públicos). En este sentido, Colciencias y las burocracias universitarias son un engranaje más dentro de un dispositivo global de despojo diseñado para el enriquecimiento de poderosas corporaciones (Gómez, 2015; Gruber, 2014.). En nombre de la supuesta visibilización internacional y del impulso de la calidad de la ciencia producida en nuestro país, se han profundizado los amarres de nuestra subordinación complaciente a la dominante economía política y geopolítica del conocimiento tecnocientífico que garantizan los insumos ideológicos y tecnológicos de la reproducción de la desigualdad social.

Las universidades, con sus programas de posgrado, se han ido plegando con poca resistencia a estas transformaciones, ya sea por convicción o por los chantajes amarrados a las certificaciones, condiciones de financiación o a la acumulación de sus capitales económicos o simbólicos en establecimientos académicos cada vez más orientados por los imperativos del mercado. Así, hoy experimentamos un modelo de Universidad en el cual imperan lógicas gerenciales que han entronizado burocracias universitarias orientadas por concepciones abiertamente empresariales instaladas en los discursos de la productividad, la innovación, la eficiencia, la internacionalización y la calidad. Es en ese marco donde ha operado la investigación desde el posgrado.

Por el lado de los docentes, la investigación desde el posgrado ha estado cada vez más circunscrita a la tiranía del paper. En cuanto a los estudiantes, las tesis de posgrado suponen realizar investigaciones y constituyen un importante acervo empírico y teórico en los distintos campos disciplinarios y transdisciplinarios de las ciencias sociales y humanas. No obstante, las condiciones de precariedad en las cuales muchas de estas tesis son realizadas y su poca o nula posibilidad de continuidad evidencian las limitaciones de un sistema universitario que ha apocado los pregrados para que pululen los programas de posgrado.

De ahí mi pesimismo frente a las potencialidades de la investigación en el marco de los posgrados. El establecimiento académico en el país, del cual los posgrados son expresión, cada vez es más impactado por los imperativos del productivismo y el utilitarismo inmediatista, articulado por un modelo de universidad gerencial, burocratizada y plegada a intereses empresariales. La investigación pierde entonces relevancia ética y política, para gravitar en la profundización y defensa de un orden social de privilegios y desigualdades.

El sueño original (detalle), muro que representa la belleza de la migración como un derecho fundamental, 2018 | Gleo

Notas

  1. Una versión previa de este artículo fue presentada como ponencia en el Seminario Internacional “La Universidad Pública en Bolivia frente a los desafíos de su reforma” realizado en la Universidad Mayor de San Andrés en el año 2016. Dicha ponencia fue publicada en el libro La universidad pública en Bolivia, editado por Cecilia Salazar de la Torre (La Paz: Cides-UMSA, 2017).

  2. Hoy Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh).

  3. Esto significaba que los antropólogos que querían hacer posgrados, salían a estudiar en países como México, Brasil, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Pero muchos de los docentes en los programas de antropología en el país y que
    desempeñaban relevantes cargos como antropólogos, no contaban con títulos de posgrado ya que su solidez académica y profesional no dependía de ello. Hoy, en cambio, pareciera que al menos una maestría es requerida sólo para aspirar a cualquier opción laboral

  4. En Colombia a los textos que se entregaban como requisito de grado en los programas de pregrado se les denominaba tesis. Hoy ha cambiado el vocabulario, y se habla de trabajo de grado para los pregrados, de tesis para las maestrías y de disertaciones para el doctorado. En algunas universidades, sólo para los doctorados se habla de tesis. Para evitar confusiones, en este artículo hablaré de tesis tanto en pregrado como en posgrado.

  5. Este modelo se inspira en la formación universitaria estadounidense, donde los Bachelor of Arts (B.A) que se suelen equiparar a los pregrados en Colombia, han sido diseñados para clases masivas compartidas por todos los estudiantes, quienes las complementan con sólo unos cuantos cursos en su formación específica de lo que consideran es su major (área de concentración).

  6. El lugar de las expectativas de los padres, en el marco de las actuales generaciones de jóvenes universitarios que suelen vivir en la casa de sus padres y con fuertes lazos de dependencia económica, es uno de los contrastes más sorprendentes con lo que sucedía hace algunas décadas. Nadie se hubiera imaginado entonces situaciones como una reunión de padres de familia en el primer semestre o que estos llegaran a las oficinas de los directivos de los programas a preguntar por sus hijos. Esto es un indicador de transformaciones más profundas en las estructuras del sentir de ciertos sectores y clases sociales, así como un proceso de infantilización de estas generaciones.

  7. Esto desconoce que la investigación en ciencias sociales es un componente insoslayable en el proceso pedagógico de formación de las sensibilidades y disposiciones. Para una discusión sobre este punto, en el caso de la antropología, véase Restrepo (2012).

  8. José Santos Herceg (2012) se ha referido a esto como la tiranía del paper.

  9. Esto no sucede solamente en Colombia. Para un detallado análisis de cómo operan estos procesos en Chile, véase Díaz Crovetto (2018); para México, véase Yuri Jiménez (2017).

  10. A lo largo de los años he escuchado en boca de consolidados colegas innumerables excusas para hacerlo, desde que sus estudiantes necesitan las becas y recursos ofrecidos por Colciencias o sus universidades, hasta que se trata de un asunto estratégico para que no cierren los programas de pregrado o posgrado a los que están adscritos. Los más jóvenes, que apenas inician sus carreras, no pueden concebir un mundo distinto y consideran que los costos por no plegarse son demasiado altos e implicarían tener que renunciar a sus aspiraciones profesionales. De ahí que sientan que sólo los académicos ya consolidados son los únicos que tienen el privilegio de esas disidencias. Tanto aquellas excusas como estos miedos evidencian el profundo calado de la naturalización de los criterios y dispositivos de medición en las subjetividades de viejos y jóvenes investigadores, lo que se ha traducido en una parálisis colectiva y en el vaciamiento de la imaginación de cualquier alternativa.

  11. No obstante, en algunos programas de maestría los estudiantes tienen la opción de entregar un paper en vez de sus tesis, con lo cual no se escapa de estas lógicas.

  12. Así, por ejemplo, para el 2016, de 10.080 estudiantes que iniciaban el programa, sólo 367 se presentaron a la Universidad Nacional de Colombia, la universidad pública más destacada del país. Superada por universidades privadas como la Universidad del Norte (1.068), la Universidad de La Salle (1.004), la Universidad Jorge Tadeo Lozano (665), la Universidad Pontificia Bolivariana (641), la Pontificia Universidad Javeriana (607), la Universidad Autónoma de Bucaramanga (607), la Universidad de Los Andes (578), la Universidad de la Sabana (400) y la Universidad Icesi (393)

  13. Este sistemático proceso de precarización de la universidad pública con gobiernos que, por ejemplo, prefieren financiar las universidades privadas mediante programas como el de “Ser pilo paga” antes que invertir en las universidades públicas, ha sido puesto en evidencia en el debate nacional por el movimiento estudiantil del año pasado (Bedoya, 2019).

  14. Este dato es el resultado de las conversaciones sostenidas con muchos colegas en estos países, que han mostrado su sorpresa ante la notable presencia creciente de estudiantes colombianos en sus clases.

Referencias bibliográficas

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Sin título, colaboración con Gráfica Mazatl y Mixer Creativo, (México), 2017 | Fusca

Mi tiempo ya no es mío: reflexiones encarnadas sobre la cienciometría*

O meu tempo já não é meu: reflexões corporais sobre cienciometria

My Time is No Longer Mine: Embodied Reflections on Scienciometry

DOI: 10.30578/nomadas.n50a2

 

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Tania Pérez-Bustos****

Resumen

El artículo reflexiona sobre los estándares de medición que regulan la producción de conocimiento científico y sus consecuencias en los sujetos. La autora detalla el valor de la velocidad que este campo promueve y las formas en que propicia sentimientos de soledad e inseguridad en los investigadores. El artículo presenta los argumentos que se han dado para ralentizar la ciencia y hacer de ésta un espacio de generosidad y cuidado que propicie un ethos científico más solidario. Para presentar estos argumentos, la autora retoma anteriores reflexiones etnográficas, usándolas para cuestionar las temporalidades de la ciencia.

Palabras clave: campo científico, cultura de la auditoría, aceleración social, cuidado en la tecnociencia, política de conocimiento, escucha.

Resumo

O artigo reflete sobre os padrões de medição que regulam a produção do conhecimento científico e suas consequências sobre os sujeitos. A autora particulariza o valor da velocidade que esse campo promove e as formas pelas quais propicia sentimentos de solidão e insegurança nos pesquisadores. O artigo apresenta os argumentos que têm sido dados para desacelerar a ciência e torná-la um espaço de generosidade e cuidado que promove um ethos científico mais favorável. Para apresentar esses argumentos, a autora retoma reflexões etnográficas anteriores, utilizando-as para questionar as temporalidades da ciência.

Palavras-chave: campo científico, cultura de auditoria, aceleração social, cuidado em tecnociência, política de conhecimento, escuta.

Abstract

This article reflects on the standards of measurement that regulate scientific knowledge production and their consequences on the subjects. The author makes emphasis on the velocity promoted in the field and how it fosters emotions of loneliness and insecurity in researchers. The document also presents arguments that have emerged on slowing science down and making it a space of generosity and care that promotes a more solidary scientific ethos. The author uses previous ethnographic reflections to question the temporalities of science in order to present her arguments.

Keywords:Scientific Field, Audit Culture, Social Acceleration, Care in Technoscience, Politics of Knowledge, Listening..

* Este artículo se realizó en el marco del proyecto de investigación “Cuando el quehacer textil documenta”, financiado por la convocatoria Fals Borda de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. El proyecto concluyó en enero del 2019.
Agradezco el apoyo de Carolina Rosa Rincón como asistente de investigación en la escritura de este texto; su búsqueda de literatura fue de gran importancia para mí. Así mismo, agradezco a Andrea Neira por la gentil invitación que me hizo a participar de este importante dossier, lo que me permitió concretizar reflexiones importantes sobre mi práctica investigativa.
** Profesora asociada de la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Doctora en Educación. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Así no inician los artículos académicos.

Es miércoles y escribo estas líneas cansada. Estamos terminando septiembre, todavía quedan algunos meses para que el año académico cierre, pero yo siento que necesito vacaciones ya. Estoy en la recta final de un proyecto de investigación que inició en enero y la próxima semana inicia otro de escala internacional que durará dos años. Para el que estoy cerrando, debo escribir al menos un artículo, la financiación es pequeña y local, por lo que no se me exige más, pero debo pensar bien a qué revista enviarlo, de modo que cuente como producto para mi universidad. Se trata de un artículo sobre lo que hace el trabajo textil en quien lo realiza. Ayer escuchaba algunas entrevistas sobre esto, en una de éstas una mujer de mi edad decía con añoranza, mientras acariciaba una pieza textil que había hecho hace algunos años, y que ahora guarda en un cajón de sábanas viejas, “ahora no tengo tiempo1 para hacer estas cosas… mi tiempo ya no es mío”.

Tuve que interrumpir mi escucha porque la secretaria de posgrados necesitaba preguntarme algún asunto sobre una sustentación que tengo mañana. Luego me llegó una invitación para una estancia de investigación en marzo en Uruguay y entre un tema y otro, me llamaron de la agencia financiadora para decirme que el desembolso del proyecto que está por iniciar se encuentra demorado por cualquier razón burocrática. Le escribo a mi coinvestigador británico para informarle que quizás se nos retrase el inicio. Respondo el correo del colega que me invita a Montevideo, diciéndole que mi visita no puede ser en marzo, pues para esa fecha tengo una hackathon del proyecto con Inglaterra, que nos toca aplazarla para abril. Le digo también que no pueden ser dos semanas, sino una, que mejor cerca de Semana Santa, así puedo tomarme unos días de descanso en el sur. Me estiro, estoy cansada, es septiembre y yo pensando en el retraso del proyecto que aún no inicia, en marzo y abril del otro año, en el evento que tengo que hacer, en las vacaciones en el sur. Vuelvo a la entrevista “mi tiempo ya no es mío…”.

Hace apenas quince días terminé de enviar la corrección de otro artículo que sometimos a revisión en enero. Pertenece a un proyecto que finalizamos el año pasado. Lo enviamos a una revista española que está en el cuartil 3 de scopus. Mientras lo corregía, íbamos pensando con mis colegas sobre la escritura del artículo del proyecto que ahora está cerrando. Escribir con otras ayuda a pensar, no necesariamente hace más eficiente la escritura, al menos no en las ciencias sociales, pero posibilita el diálogo y en éste las ideas se nutren, se aclaran, cosa que en solitario tiene otro precio: no siempre logro dialogar conmigo misma.

En la investigación actual somos cuatro colegas. Una de ellas, como yo, trabaja en otra universidad de prestigio en el país, las otras dos dividen su tiempo trabajando como asistentes de investigación con nosotras, dando clases en instituciones educativas de bajo perfil, haciendo consultorías de investigación social en lo que salga, cuidando a sus hijos, atendiendo a compañeros, familiares. Yo también cuido de mi madre y aunque no divido mi tiempo en otros trabajos precarios, tengo un trabajo que me fracciona el tiempo y yo siento que eso también lo hace precario. Hoy escribo esto, que no es una responsabilidad con ninguna investigación, mañana vuelvo a escribir sobre el hacer(se) textil, luego tengo la sustentación, voy a una reunión curatorial de la exposición que haremos en diciembre, en la tarde noche hago un taller de contención con tesistas. En medio de esto respondo muchos correos, aclaro dudas de estudiantes, envío documentos, lleno formularios. Cuando puedo, en los intersticios de lo que mi agenda no registra, hago cartas de referencia, evalúo artículos, leo avances de investigación de personas a mi cargo. Gracias a los teléfonos inteligentes, el tiempo se estira en los trayectos en bus, taxi o avión, así, cuando voy de la oficina a la casa o en los viajes a alguna conferencia, logro buscar posibles revistas en las cuales publicar.

• Sin título, Avenida Pedro de Osma, Lima (Perú), 2017 | Pésimo

Y aunque así no inicien los artículos académicos, sí es ésta una de sus principales condiciones de posibilidad actualmente. Me pregunto si Bruno Latour tuvo en cuenta esa dimensión subjetiva y política cuando los llamó móviles inmutables (1986), ¿se imaginaría que la ligereza de éstos propiciaría tal aceleración sin tanto movimiento2?

Sobre la aceleración y la auditoría

En tanto que formas de inscripción, los artículos académicos han permitido estabilizar los procesos de investigación científica. Esta capacidad de “fijar” el conocimiento ha facilitado también el que estos dispositivos sean combinables (Latour, 1986), entre otros, en el sentido de que pueden ser citados, y ello ha propiciado la tendencia a que se desapeguen de su origen. Michel Foucault (1998) llamaría a esto la función autor, es decir, la propiedad de las obras de eliminar la condición de sujeto de quien las escribe. No importa aquello que ha hecho posible la escritura, menos aún sus dimensiones subjetivas, lo importante es lo que dice, la arquitectura de sus argumentos, su posibilidad de refutabilidad o de convencimiento. Esta invisibilidad del lugar de enunciación detrás de la obra también ha sido considerada como un privilegio masculino por autoras como Donna Haraway (2004), en el sentido de que subraya la modestia de quien escribe como principal mecanismo para que trasciendan sus palabras. Una trascendencia desapegada, pública, distante de cualquier nimiedad doméstica y personal como aquellas que abren este texto.

Esta función autor no es, por supuesto, espontánea, se trata de una atribución social producida por la forma en que las comunidades científicas están configuradas. Así, el énfasis que Latour hace sobre la forma en que la capacidad combinable de los artículos (de su arquitectura) permite su acumulación, hace posible que podamos explicar también que éstos sean objeto de cálculo, de auditoría, de producción en línea de ensamble (Vostal, 2015). Y ello propicia sin duda que puedan ser apropiados con facilidad por las lógicas del mercado, como es el caso de los tiempos de producción e intercambio que este escenario promueve. Así, no es gratuito que este autor se refiera en su reflexión a quienes escriben artículos académicos como competidores que están en una carrera por construir pruebas y escribirlas antes que otros (Latour, 1986). Escribir y publicar en fuentes legítimas, por supuesto, sólo de esa manera es posible sostener el campo.

• Sin título (detalle) | Guache

En esa carrera, las fuerzas se miden, siguiendo a Pierre Bourdieu (2008), en términos de capital intelectual. En este sentido, el lugar en el que publicamos nuestras reflexiones y hallazgos investigativos es crucial para permanecer legítimamente en el campo académico hoy día, pero no sólo para permanecer. El prestigio de una revista o editorial define también el mérito de nuestras palabras, entendido éste como la posibilidad de que sean visibles y reconocidas. Así, si las publicaciones son prestigiosas, lo serán nuestras letras y por tanto lo que a través de éstas queremos decir. Y de ese reconocimiento depende nuestro lugar en el campo académico. Por supuesto esto también pasa, dirá Bourdieu (2008), por dónde nos formamos y en qué universidad trabajamos, todos éstos aspectos que también están definidos en el mundo contemporáneo por escalafones de diverso tipo que en general responden a geopolíticas particulares a escala nacional e internacional. En este sentido, no basta con escribir y querer publicar, la posibilidad de que esto último ocurra depende de dónde estamos, de quiénes somos y de qué tanto hemos podido viajar y a dónde para darnos a conocer en ciertas conferencias.

Así, la competencia en el campo académico está coconstituida por la posibilidad combinable y acumulable de los artículos, es decir, por la forma en que se encuentran estructurados en tanto móviles inmutables, y por la estructura política de este campo en el que estamos quienes los escribimos. Allí el mercado opera definiendo, a través de burocracias científicas muy particulares, que el criterio de legitimidad para permanecer y tener un lugar reconocido en la academia no es sólo publicar en revistas reconocidas, sino publicar mucho, lo que diversidad de autores llaman un estándar de productividad regulado por una cultura de la auditoría desde la cual se configura una relación de poder entre quien define qué es legítimo y aquel que busca legitimidad (Gómez-Morales, 2018, 2017; Malina y Maslin-Prothero, 1998; Williams, 2013; Menzies y Newson, 2008; Vostal, 2015).

Esta cultura de la auditoría se enfoca por entero en los objetos de información, nunca en los sujetos que se comunican (Gómez-Morales, 2017: 17). Y esto tiene dos efectos, por un lado, define procesos de estandarización en los que se privilegian ciertas formas de escritura y publicación versus otras. Así, se privilegian artículos que reportan resultados de investigaciones de una forma sintética y que son escritos en la lengua franca de la ciencia, el inglés. Con esto se asume que ello permite una mayor facilidad de apropiación y por tanto una mayor dinamización en la producción de conocimiento. Sin embargo, esto no suele ser afín con la investigación en las artes y las humanidades que están más dadas a la reflexión crítica y toman más tiempo en producirse (Zambrano, 2017). Por otro lado, este énfasis en los objetos de comunicación y no en quienes se comunican vuelve a llamar la atención sobre la invisibilidad de las condiciones de posibilidad de la escritura. Pierde de vista los valores que estos estándares de auditoría encarnan y sus efectos en las vidas de quienes alimentamos el sistema. ¿Qué implica a nivel personal que tengamos que escribir más y de esa forma? ¿Qué le hacen estos estándares a nuestra labor investigativa?

Una primera respuesta a estas preguntas tiene que ver con la introducción de la velocidad como criterio rector de la competencia, y la aceptación de ésta por parte de quienes estamos en el campo académico (Gómez-Morales, 2018). Ya no sólo hay que lograr publicar en revistas prestigiosas, hay que hacerlo antes que otros y con mayor frecuencia que antes. Esto conlleva una forma de ser y estar en la academia que se encuentra orientada por una temporalidad externa, la del mercado, y no por los ritmos internos y personales de aprendizaje, creatividad y reflexividad (Menzies y Newson, 2008). Por eso la metáfora de la carrea a la que refiere Latour (1986) es tan potente. Los recursos para investigar son escasos y así mismo los incentivos para hacerlo, sólo quienes logren aceptar las lógicas de eficiencia que dispone este panorama tendrán las oportunidades de recibir las debidas recompensas; las(os) demás, las(os) que sobran (Gómez-Morales, 2017) contribuyen a sostener el sistema que les precariza, pero no abandonan la carrera3.

Por su puesto esto genera estrés, pero además de ello, configura ecosistemas de productividad solitarios. No en el sentido de con quién escribimos, sino de para qué lo hacemos. Sobre esto nos indica Filip Vostal (2015) que la tasa de publicaciones excede con creces la taza de lectura de todo lo que se escribe. Es decir, no estamos publicando para que nos lean, sino porque el sistema así lo demanda y porque nos interesan los estímulos y el reconocimiento que hacerlo conlleva, por supuesto. Competencia, aceleración, estrés, aislamiento individual, ¿son estas las únicas formas de estar en la academia y hacer investigación?

Posibilidades otras de estar en la academia

“Si no tenemos un referente del cuerpo es muy difícil comprender cómo es que pensamos” me dice Juan, mientras me cuenta por qué decidió animarse a retomar el hacer textil ya de grande, luego de que a los ocho años su abuela le enseñara a hacer cadenetas en crochet. Como yo, Juan tampoco tiene tiempo para hacer estas cosas, pero de alguna manera lo encuentra, pues en el bordar el cuerpo se apacigua, contempla lo que pasa, puede estar consigo mismo y para él esa temporalidad es sagrada. “Ay Helenita empezó a tejer” dice Silvia su hija de ocho años que nos escucha mientras seguimos conversando. En efecto, su hija menor, de seis, ha tomado una aguja de crochet y se ha puesto a ensartar un trocito de hilo sobre sí mismo. Juan la mira, yo la miro, y en la grabación se escucha un silencio de unos segundos. “¿Qué significa el cuerpo para el pensamiento, para el aprendizaje?” se pregunta Juan en voz alta mientras sigue mirando a su hija, quien de forma concentrada continúa haciendo una línea larga de argollas en crochet.

Como Helena y Silvia, yo escucho a Juan atentamente. El tiempo se expande y pasan diez, veinte, treinta minutos. No hago otra cosa que escuchar de forma receptiva sus reflexiones y observar cómo éstas se insertan en su preciada cotidianidad y en la de sus hijas. De vez en cuando lo interpelo con alguna pregunta que lo hace volver sobre lo que me está contando para precisar el momento de su vida; me sonrío, asiento sobre lo que dice, lo miro atentamente, observo a sus hijas, sigo escuchando y el tiempo pasa, a su propio ritmo.

Las palabras de Juan y su cotidianidad me acompañan luego de que salgo de su casa. Me cuidan, permitiéndome escuchar cómo estoy, cómo está mi cuerpo, qué me duele, cómo me siento. Aquí el cuidado refiere a una noción básica de sostenimiento de lo vital (Fischer y Tronto, 1990; Puig de la Bellacasa, 2017), un hacer que acompaña afectivamente y en esa medida me da presencia. Cuando termino la entrevista me revelo a partir de esa cotidianidad de Juan, soy investigadora en y con aquella (Pérez-Bustos, 2014, 2016). Así la investigación se engendra en el devenir con lo otro y la vida emerge de ese encuentro (Haraway, 2008; Nardini, 2014; Barad, 2003). Cuidar es un acto de responsabilidad en el que la interdependencia colectiva es posible, en particular cuando pienso en la aceleración con la que di inicio a esta reflexión. El hacer textil de Juan pone en perspectiva mi hacer investigación, permitiéndome observar, más que los tiempos externos con los que ésta se mide, los tiempos internos que ello me demanda, esos tiempos que ya no son míos. Escucharlo me afecta, me calma, me ralentiza.

La demanda por ralentizar la producción de conocimiento en un contexto de hiperproductivismo y aceleración tiene como hito el movimiento ciencia lenta (The Slow Science Academy, 2010) y las discusiones más recientes sobre cómo ello afecta el ethos de quien investiga (Berg y Seeber, 2013). Algunos de estos trabajos plantean que la lentitud es al tiempo un valor necesario para el soporte de la vida de quienes trabajan en el campo académico en condiciones de competitividad, estrés y asilamiento individual, y una forma de resistencia frente al ethos corporativo y consumista de este sistema basado en la auditoría y la estandarización (Berg y Seeber, 2013). Otros se preocupan por distinguir los ritmos de la burocracia científica de los ritmos de la producción de la ciencia (The Slow Science Academy, 2010). En este sentido, señalan que investigar requiere tiempo para leer, pensar, dialogar y equivocarse, procesos que implican privilegios, y que no suelen contemplarse en los estándares de productividad, que, como su nombre lo indica, están centrados en lo que se produce, no en las condiciones de posibilidad de aquello que es producido.

Estas reflexiones son interesantes pues traen de presente las temporalidades de lo que es investigado, como aspecto capaz de afectar la forma en que estamos llamados a investigar. No sólo en el sentido de los tiempos que estas realidades demandan y a los que debemos atender para poder dar cuenta de éstas, sino a los espacios a los que nos convocan y los cuerpos que éstos implican. Cuerpos que acompañan, escuchan, están presentes, y sólo así pueden escribir.

Esto supone un giro en la forma en que entendemos la investigación, un llamado a prestar atención a la vida diaria, con sus ritmos, complejidades y rutinas, en su dimensión personal y política, a reconocer el cuidado que ello nos reporta a nivel personal y emocional, pero también la responsabilidad que nos demanda en términos de lo que esa escucha y presencia le hacen al sistema de medición que nos regula.

Tiempos del hacer investigación, tiempos cuidadosos

Tim Ingold (2013) nos dice, en referencia a cómo pensamos en el hacer, que el ejercicio de conocer no es posible sin una cocorrespondencia, un diálogo mutuo con el mundo que nos rodea. Allí, nos reitera, hacer es mantener los ojos entrenados en el horizonte mientras nos involucramos corporalmente en el trabajo de la proximidad. En este sentido, pensar es crear materialmente, escribir con lápiz y papel o digitar teclas en el computador, leer libros, pero también estar en el espacio o recorrerlo. No proyectamos nuestras ideas en la escritura de artículos científicos, éstas se producen en el proceso mismo, ya se trate de una escritura acelerada o no. Las ideas objetivadas en textos se generan en los flujos y transformaciones materiales –escribir y borrar, quedarnos paralizadas frente a pantallas en blanco– y en los movimientos de la imaginación y la conciencia sensible de quien hace (Ingold, 2012). En este contexto la proximidad puede estar en sintonía con nuestros ritmos internos, o al menos ser consciente de su existencia, o puede alienarse y definirse en función de las demandas cotidianas de la carrera por la productividad y el reconocimiento.

Pensar en el hacer o hacer pensando pone en perspectiva la forma en que investigamos y trae de presente las condiciones de posibilidad de la investigación y, por su puesto, de la escritura; aquélla que se acumula y es cooptada por lógicas de mercado, o no. En este movimiento, mientras hacemos lo que estamos intentando entender (Lindström y Ståhl, 2016), llamamos la atención sobre los cuerpos que dicho hacer implica, convoca y hace posibles (Pajaczkowska, 2016). La referencia a lo corporal aquí es principalmente material y sensible. Esto es, refiere sobre todo a esos cuerpos que la función autor omite (Foucault, 1998), pero que cargan con el peso de los ritmos que demanda la escritura en un contexto de auditoría.

En este marco, preguntarnos por hacer investigación nos invita a trascender la idea de que el problema de los estándares de productividad es externo y al tiempo producido por nuestros artículos (Gómez-Morales, 2018)4, para ir hacia adentro. Esto es volver sobre la pregunta por quienes investigamos y nuestras condiciones de posibilidad, así como nuestros privilegios, pero sobre todo, por nuestra capacidad de escucha sobre dichas condiciones. ¿Cómo estamos escribiendo?, ¿para qué? Y con esto, recuperar los ritmos, respirar, como la principal forma de hacer resistencia a un sistema que nos ahoga. Esta política de los cuerpos que escuchan y se escuchan cuando hacen investigación ofrece la posibilidad de entender que la investigación es ante todo un encuentro, con nosotras(os) mismas(os), tanto como con quienes están nutriendo nuestras preguntas –las comunidades, las ecologías, los territorios, los tiempos–. Un encuentro antes que un discurso, una presencia, un devenir (Watson, 2014). Un hacer cuidadoso en el que existimos al investigar con aquello que observamos. Una investigación capaz de responder por esos vínculos, más allá de sus textualizaciones; una investigación que acompaña, que antes que escribir, hace presencia, escucha, se escucha, toca y se deja tocar, y allí reflexiona, y allí escribe.

A modo de cierre

Esos tiempos de la investigación cuidadosa y responsable que trasciende la escritura no hacen parte de los actuales sistemas de medición de la ciencia. La pregunta es si deberían serlo. Reconocer que se escribe en contexto y que la escritura es un hacer en el que (nos) pensamos, un hacer que deviene de otros haceres y con éstos, nos permite ralentizar su producción. Como ya señalé, en esta escucha el sistema disminuye su ritmo, tanto el interno como el externo. Es en este sentido en que esta escucha es política, nos permite recuperar esos tiempos que ya no son nuestros y con ello intentar redefinir las condiciones de producción de aquellas obras que no hablan de quiénes somos, de dónde estamos, de lo que sentimos, sino sólo de lo que pensamos. ¿Tiene sentido medir nuestras posibilidades sentipensantes y hacedoras? ¿Qué tan posible sería hacerlo?

Las discusiones sobre sistemas alternativos de medición de la ciencia han crecido en los últimos tiempos, éstas se concentran en promover el uso de plataformas de circulación del conocimiento abiertas y construidas colectivamente (Bornmann, 2014; Torres et al., 2013). Con ello parten de la premisa de que el problema está en quienes miden y sus lógicas mercantilistas, por lo que asumen que quitarle representación a los índices y escalafones comerciales resolverá el problema de la auditoría, o por lo menos lo posicionará como un asunto de interés colectivo, democratizando así la medición, pero con ello no resuelven la aceleración del sistema, sus lógicas de campo y sus juegos de poder.

La tarea está en concebir el hacer investigación de otro modo, en repensar sus prácticas. Una iniciativa en esta dirección fue la adelantada en el 2010 por el grupo de Apropiación Social del Conocimiento de Colciencias5 (Lozano y Maldonado, 2010), que buscó incluir en el sistema de ciencia y tecnología colombiano herramientas para dar cuenta de las formas en que la investigación científica se construía con la sociedad y para ésta. En este documento se refiere a cómo el proceso de investigación debe permitir el diálogo reflexivo y contextualizado, así como la participación de las comunidades, construyendo conocimiento desde procesos formativos críticos.

En esta propuesta, la investigación no se define por sus productos (artículos), sino por los procesos que genera y en los que es generada. Sin embargo, en la operacionalización de ésta, los indicadores que aterrizaron lo que eran estos procesos terminaron por estandarizarse: listas de asistentes, cursos impartidos, estudiantes con distinciones, contenidos comunicativos generados (Colciencias, 2017). Y la investigación como espacio de encuentro se fue traduciendo en formatos que no dieron cuenta de lo que de allí emergía.

Lo interesante es que las mediciones de la investigación no otorgaron tampoco ningún valor a estos indicadores, por lo que éstos no contribuyeron a la clasificación y escalafón de los grupos de investigación. Se reconoció que hay otras formas de hacer investigación, se produjo una política con base en esto, ésta luego fue estandarizada con ciertos indicadores, pero éstos nunca adquirieron ningún valor en los algoritmos que definen los rankings que nos clasifican y otorgan recursos. ¿Es esta paradoja un ejemplo de lo inconmensurable de estas prácticas o una muestra de su desvalorización? Quizás lo segundo, pero la pregunta sobre si es deseable que la lentitud y la escucha, el cuidado, la presencia y el devenir investigadores(as) en esas prácticas hagan parte de la cultura de la auditoría sigue sin responderse. A la misma, y a título personal, diría no gracias, prefiero que el sistema no mida mi cansancio para ver cómo lo resuelve y me hace más productiva, por el contrario, me quedo con la banalidad de los haceres textiles que ahora estudio, me dejo afectar por sus tiempos. Esa será mi principal resistencia, por ahora.

Notas

  1. Se trata de un espacio de hacer colectivo, generalmente relacionado con tecnologías.

  2. Vostal (2015) refiere a que la aceleración en la academia es ante todo sedentaria, es decir, no necesariamente está producida por el desplazamiento, sino por la forma en que las múltiples actividades ocurren en un mismo lugar y de forma constante, gracias también al uso de las tecnologías de la información.

  3. Debo decir aquí que la participación en esta carrera, como en cualquier otra, no es para nada homogénea. Están quienes compiten porque quieren ganar mayor reconocimiento y quienes lo hacen porque necesitan superar sus propias marcas personales, y así se los demanda la institución a la que pertenecen o su propia subjetividad. Junto con ellos están además quienes corren sin competir y lo hacen en colectivo escribiendo con otras(os), aunque eso no se incentive, o publicando en español y en revistas locales, aunque esto cuente menos o no cuente o tenga una resonancia distinta y en algunos casos inaudible para los sistemas de ciencia. Pero sobre todo, están también quienes observan con deseo, pero sin posibilidad: docentes universitarios ocasionales o de cátedra que dividen su tiempo para dar clase en muchas instituciones, profesores de carrera de centros académicos que tienen tantas tareas administrativas y pedagógicas que viven la aceleración de otros modos y les es imposible imaginar tener unas pocas horas dentro de su carga para escribir. Esos que sobran dentro del sistema, como diría Gómez-Morales (2017), sufren el agobio de la mercantilización de la Universidad de formas distintas a como lo hacemos quienes tenemos aún la posibilidad de escribir y lo hacemos intentando no ser engranajes del sistema. Y aquí es importante reiterar que en todos estos casos hay componentes de clase y de género que son determinantes para poder participar de la carrera en un lugar u otro, con mayor o menor “privilegio”.

  4. Trascender en el sentido de que no podemos quedarnos sólo allí para movilizar ese problema y resolverlo, no en el sentido de que el problema no exista.

  5. Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia.

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• Sin título, Chosica (Perú), 2019 | Pésimo

Explosión informativa revisitada: control bibliográfico y hegemonías científicas*

Explosão informativa revisitada: controle bibliográfico e hegemonias científicas

Informative Explosion Revisited: Bibliographic Control and Scientific Hegemonies

DOI: 10.30578/nomadas.n50a1

 

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Yuri Jack Gómez-Morales**

Resumen

Esta contribución revisa la historia del control bibliográfico y de uno de sus mecanismos básicos: la revista periódica, a partir de cuatro momentos en el desarrollo de las publicaciones seriadas y la manera como éstos se asocian con los procesos de demarcación del conocimiento y el surgimiento de sus formas hegemónicas. Muestra cómo la explosión de la información es en realidad parte de una estrategia retórica recurrente en manos de actores sociales relevantes en su lucha por el control hegemónico de la producción de conocimiento certificado.

Palabras clave: control bibliográfico, demarcación en la ciencia, revistas, hegemonía, ciencia moderna.

Resumo

Esta contribuição revisa a história do controle bibliográfico e um de seus mecanismos básicos: a revista periódica, baseada em quatro momentos no desenvolvimento das publicações seriadas e na maneira como estão associadas aos processos de demarcação do conhecimento e ao surgimento de suas formas hegemônicas. Mostra como a explosão de informação é, na verdade, parte de uma estratégia retórica recorrente nas mãos de atores sociais relevantes em sua luta pelo controle hegemônico da produção de conhecimento certificado.

Palavras-chave: controle bibliográfico, demarcação na ciência, revistas, hegemonia, ciência moderna.

Abstract

This article reviews the history of bibliographic control and one of its basic tools –the periodical journal–, based on four moments in the development of serials and how they are associated with the processes of knowledge delimitation, as well as the emergence of its hegemonic forms. It reveals how the explosion of information is actually part of a recurrent rhetorical strategy led by relevant social actors in their struggle for the hegemonic control of the production of certified knowledge.

Keywords: : Bibliographic Control, Delimitation in Science, Journals, Hegemony, Modern Science.

*Esta contribución es el resultado acumulado de las investigaciones sociohistóricas sobre la publicación periódica seriada como forma editorial y como dispositivo sociotécnico. En cuanto tal no da crédito a ninguna institución o bolsa de financiación especificas. En lugar de ello reconoce y agradece el diálogo y la discusión continua con colegas, editores y estudiantes.
**Profesor asociado del Departamento de Sociología e investigador adscrito al Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Doctor en Sociología de la Universidad de York (Reino Unido). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

La explosión de la información: creencia errónea V. Explicación científica

Hablando de información técnica y científica especializada se cree actualmente que experimentamos en la Web una explosión informativa nunca antes vista. Las implicaciones de este fenómeno para el conocimiento en general y el conocimiento científico y técnico en particular han inspirado una nueva generación de estudios cuantitativamente orientados1 que de una manera u otra intentan caracterizar y explorar formas para lidiar con este explosivo fenómeno mediante productos especializados que son desplegados en un mercado global de información por una legión de consultores expertos en bibliometría, análisis de redes y minería de datos. Mirado en retrospectiva, las explosiones de información tienen sin embargo una larga tradición histórica como quiera que han sido un fenómeno asociado con el texto escrito en Occidente, tras la introducción de la imprenta de tipos móviles por Gutenberg a mediados del siglo XV, como veremos más adelante.

Introduzcámonos en el tema abordando una de las últimas explosiones reportadas profusamente en la literatura de mediados del siglo XX que fue descrita y explicada en el clásico bibliométrico de 1963 Big Science, Little Science de Derek de Solla Price, con el cual pretendía dar carta de ciudadanía científica a una nueva disciplina, la cienciometría. Price notó que esta percepción de una explosión de información no es de ninguna manera exclusiva del periodo de la big science norteamericana de mediados del siglo XX, y afirmó que en lo concerniente a la ciencia el mundo no es diferente ahora de la forma en que siempre ha sido desde el siglo XVII. “Los científicos [añade] siempre se sienten naufragando en un mar de literatura que aumenta en cada década tanto como en todo tiempo anterior” (De Solla Price, 1965a: 15).

Convencido del inminente triunfo del nuevo campo de la cienciometría sobre la creencia ordinaria en explosiones, Price consideró que éstas no merecían más investigación: la ciencia tiene que ver con hechos en lugar de afirmaciones sin fundamento que pueden ser explicadas por referencia al parámetro fundamental que rige el crecimiento científico. La ley del crecimiento exponencial de la ciencia describe el proceso real tal cual es, constante y regulado de crecimiento, no como es percibido de manera explosiva por científicos, humanistas o políticos sin entrenamiento específico en la nueva cienciometría. En efecto, afirma Price, debido a la forma particular en que la ciencia ha crecido a un ritmo continuo y regular duplicando su tamaño cada veinte años como la evidencia empírica muestra (De Solla Price, 1965a), es fácil concluir que el ochenta o noventa por ciento de todo lo que se ha publicado en ciencia ha sido difundido justo frente a nosotros, dentro de la memoria viva de nuestro propio tiempo. Sin embargo, es erróneo concluir de este hecho que estemos por tanto viviendo tiempos de crisis, de explosiones; por el contrario, concluye Price, si algo caracteriza al crecimiento científico es su regularidad y continuidad; el sentido recurrente de crisis proviene para él de las limitaciones de la mente humana y de las limitaciones técnicas para lidiar con este creciente inventario de conocimiento científico2.

En la contribución fundamental de Price hay, sin embargo, un aspecto de alguna manera pasado por alto o subestimado por la posterior tradición bibliométrica que él contribuyó a fundar, pues no se debe olvidar que, a pesar del estatus científico que reclamaba para sí la cienciometría, la ciencia de la ciencia fue concebida originalmente como una investigación de carácter histórico inscrita en la tradición de la historia serial o cuantitativa; baste recordar el título del trabajo con el que Price debutó fallidamente como historiador en el Congreso Internacional de Historia de 1951: Quantitative Measurements of the Development of Science (Thackray, 1978, Gómez-Morales, 2007b).

No obstante, las admoniciones positivistas de Price, quisiera profundizar en la historicidad de esta perenne creencia en explosiones, porque hay más que una mera confusión o falta de experticia en las quejas recurrentes sobre explosiones de información. La desmitificación de las explosiones de información hecha por Price en términos de una oposición entre el hecho y su explicación científica de un lado, versus la percepción distorsionada elaborada como opinión no sustanciada, por el otro, oculta, sin embargo, una tendencia significativa a lo largo de la configuración histórica de la ciencia moderna relacionada con la organización y el control de su literatura por medios bibliográficos, esto es, con el desarrollo de las herramientas del control bibliográfico y, de manera particular, con aquella novedosa forma editorial que fueron las publicaciones periódicas seriadas.

Esta contribución reconsidera algunos eventos importantes en la historia de la revista y sugiere que en tanto tecnología textual para el control de la literatura, la publicación seriada ha desempeñado un papel significativo en la construcción de fronteras sociales y cognitivas entre diferentes formas hegemónicas de conocimiento erigidas por Occidente y formas alternativas en competencia a través de la historia moderna; fronteras entre lo que cuenta como conocimiento certificado y lo que no; fronteras que no se corresponden con ninguna propiedad esencial, con ninguna característica necesaria o trascendental de la forma de conocimiento hegemónica que permita distinguir el punto en el cual la frontera puede ser trazada (Gómez-Morales, 2007a).

Para este efecto hemos reunido un conjunto de evidencia episódica en la larga historia de estas publicaciones que nos permita observar a los propios participantes justo cuando trazan y justifican estos límites. La atención se enfoca entonces sobre cuatro momentos en el desarrollo de la publicación periódica y la manera como éstos se asocian con los procesos de demarcación del conocimiento y el surgimiento de sus formas hegemónicas.

Historizar la creencia I: la explosión del siglo XIX y la aparición de la revista profesional disciplinaria

Price observó con perspicacia histórica que el desarrollo de la revista ha estado inextricablemente vinculado al sentimiento recurrente de crisis de la información. En el siglo XVIII, dice De Solla Price, “hubo los primeros movimientos furtivos hacia revistas de resúmenes especializados en un vano intento de detener o al menos racionalizar la marea creciente de publicaciones” (1965a: 15), e incluso antes, en el siglo XVII, continúa,

[…] no podemos olvidar que el propósito motivador de las Philosophical Transactions y del Journal des Sçavans no fue la publicación de nuevas contribuciones a la filosofía natural sino la vigilancia y digestión3 de las publicaciones y cartas eruditas que ya eran demasiadas para que un hombre [sic] pudiera abarcarlas en su lectura y correspondencia diarias. (De Solla Price, 1965a: 15)

En opinión de Price el papel de la revista en sus diferentes periodos y formas decantadas de desarrollo como literatura primaria ha sido tan importante como su rol en tanto literatura secundaria, es decir, como herramienta de control bibliográfico en sí misma, esto es, como una tecnología textual para enlistar, monitorear, resumir, indexar, vigilar y digerir otros textos: libros, artículos, informes, cartas y reuniones.

Pese a la extensa literatura dedicada a la comunicación científica, sobre todo al estudio de los artículos sustantivos para comprender las dinámica del cambio en las ciencias, de las comunidades y de las redes sociocognitivas, no puede pasarse por alto el hecho de que la comunicación en la modernidad ha estado mediada a través de la publicación de libros y revistas, por lo que queda, por lo tanto, sometida a las restricciones sociotécnicas impuestas por estos medios, es decir, aquellos elementos técnicos que regulan la circulación y producción de revistas y libros, en otras palabras, al control bibliográfico. Tanto la promoción de nuevas ideas como la organización y el control de la literatura correspondiente han sido funciones realizadas por las publicaciones seriadas desde sus inicios a partir de las revistas eruditas hasta las contemporáneas revistas especializadas; la revista es en suma un dispositivo sociotécnico y sociocognitivo.

• Sin título (detalle), Lima (Perú), 2014 | Pésimo

En este sentido, el desarrollo de la revista ha sido resultado del esfuerzo de individuos e instituciones para imponer orden en el caos “explosivo” del material impreso. Durante el siglo XIX, siguiendo la figura 1, sobre la época en que se acuñó el término científico, preocupaciones sobre el inmanejable flujo de información fueron ya manifiestas. El proceso de especialización de la ciencia estaba generando preocupación entre las comunidades de practicantes por el creciente volumen de la literatura científica y su inmanejabilidad para el científico profesional, y los voceros de estas comunidades denunciaban la excesiva especialización de la ciencia como la responsable por aquel crecimiento desenfrenado de publicaciones, advirtiendo que esto terminaría afectando el proceso de certificación del conocimiento, basado justamente en el control de la literatura disciplinaria. En efecto, la segunda mitad del siglo XIX fue testigo de la evolución del artículo científico hacia el formato y alcance que tiene hoy en las revistas especializadas. Estas publicaciones emprendieron por entonces la construcción de nuevos índices temáticos para responder a las quejas de los científicos profesionales sobre su incapacidad para gestionar la creciente masa de material publicado dentro de los límites de sus respectivas disciplinas. El rasgo significativo de este período es que la situación se volvió lo suficientemente grave como para exigir algún tipo de acción colectiva que se materializó en el surgimiento de dos nuevos productos editoriales en el universo de las publicaciones seriadas, a saber, las revistas de resumen (abstracting services) y la indización (indexing services) como la forma moderna de organizar la información con fines de control. La disciplina química, como uno de los principales campos de investigación en la ciencia de la época, sintió la necesidad de este desarrollo entre las primeras. En su discurso presidencial a la Sociedad Química (1894), Henry Edward Armstrong señaló esta creciente tensión generada por la especialización, y se lamentaba de que la velocidad a la que crecía la literatura química la hubiera hecho “inmanejable e incontrolable” como resultado del constante surgimiento de nuevas revistas. La comunicación científica dentro de la química profesional estaba a punto de colapsar como resultado de la creciente especialización; algo debía hacerse, reclamaba Armstrong, con el fin de permitir a los químicos mantenerse en contacto con su tema y simultáneamente retener su dominio sobre la literatura general. En este punto de su discurso Armstrong reconocía con gratitud los beneficios de “nuestro sistema de resúmenes” (citado en Meadows, 1974: 85). Uno de los aspectos más retadores del mundo de la publicación es su enorme cantidad unida a la importancia del material que contiene4. El crecimiento y grado de especialización de las revistas durante el siglo XIX condujo al desarrollo de nuevas tecnologías para su control, nos referimos al notable desarrollo y crecimiento de la literatura periódica secundaria como se aprecia en el recuadro derecho de la figura 15.

Figura 16. Tecnologías textuales para el control bibliográfico del conocimiento científico

Fuente: elaboración propia a partir de De Solla Price (1965a: 9) y Woolgar (1988:15-29).

De hecho, la propia revista disciplinar (anterior a la especializada) jugó un papel importante en la construcción de fronteras por la vía bibliográfica al controlar y monopolizar la producción y circulación de conocimiento para la disciplina; la revista instituye demarcaciones sociales entre comunidades previamente indivisas como se documenta en los trabajos de Meadows (1974) y Laudan (1977) para la geología en el Reino Unido, o el de Bazerman (1984) para la Physical Review. Este mismo proceso se puede observar también mediante el heterodoxo análisis de citaciones de Allen y colaboradores (Allen et al., 1994) en su estudio longitudinal de las Philosophical Transactions.

En su detallado examen histórico de referencias en revistas, Allen y compañía identificaron y clasificaron en tres grupos las revistas citadas en las Transactions durante el período denominado ascenso de la ciencia (c. 1860 a 1990). El más antiguo contenía revistas generalistas de ciencia como las propias Transactios y más recientemente revistas generales como Science, Nature o Scientific American. El segundo grupo estaba formado por revistas disciplinares como el American Journal of Mathematics y el Chemical Society Journal, el tercer grupo, más reciente, contenía revistas especializadas dedicadas a un tema particular: el segmento de una disciplina (Allen et al., 1994).

Por su parte, el examen de Meadows de las revistas geológicas durante el siglo XIX hasta mediados del siglo XX revela un creciente énfasis en la investigación que se expresa en la estructura y la definición de lo que constituye un documento científico aceptable en geología. Para comenzar, Meadows llama la atención sobre la paulatina introducción del arbitraje en las revistas de alcance nacional al principio y, después, en las locales, así como la correspondencia entre estas prácticas y los procesos de asociacionismo entre los geólogos en unas pocas sociedades que excluían a los practicantes amateur que permanecieron vinculados a sociedades locales y terminaron quedando por fuera de la escena. El flujo de la producción nos habla también de este proceso de institucionalización de la geología como disciplina y de su construcción de fronteras; los artículos geológicos en revistas de ciencia generalista disminuyeron gradualmente, lo cual es consistente con el análisis de Allen, y toda la producción aceptable paulatinamente se desvió a revistas de ciencias geológicas generales (hasta 1870), publicaciones que a su vez perdieron terreno frente a las explosión de revistas especializadas tras la Segunda Guerra Mundial (Meadows, 1974). Procesos semejantes se han documentado también para las revistas técnicas (Houghton, 1975).

El surgimiento de la revista profesional disciplinaria junto con su nuevo tipo de periodista, el científico profesional, fue reconocido aunque no necesariamente bienvenido. William Spottiswoode, físico y matemático inglés, expresaba su disgusto y el de la generación más antigua de practicantes científicos amateur: en su discurso de posesión como presidente de la Royal Society a principios de la década de los ochenta del siglo XIX, Spottiswoode observa la “perturbación del flujo uniforme de la investigación” y sugiere que esto es resultado de la ya grande y siempre creciente dificultad de conocer rápidamente lo que es nuevo en la ciencia natural, así, en singular, como un solo corpus. Él consideraba la “lucha por el progreso relativo más que por el progreso absoluto [en la ciencia]” (citado en Meadows, 1974: 86) como desafortunada para el avance científico en su conjunto, y como una de las tendencias más peligrosas de la época en que él y su audiencia vivieron.

Además de la formación específica y las credenciales académicas, los patrones de publicación se convirtieron en una fuente de identidad para el científico profesional disciplinar tanto como para el especialista. Escribir para publicar en una revista disciplinar o una especializada se convirtió paulatinamente en un exigente ejercicio de escritura, considerando que no era sólo una cuestión de presentar un resultado, sino también de cómo, dónde o, lo que es equivalente, ante qué audiencia. El especialista fue forjado como un escritor normalizado a través de pautas editoriales y como lector estandarizado a través del uso de “literatura pertinente” recuperada mediante servicios de indexación y resumen7. El estudio de Allen y compañía documenta este punto mostrando los patrones cambiantes de referencia en las páginas de las Transactions. De un lado, Allen y su equipo muestran una visión general sobre cuán informativas y en qué parte de la página se solían hacer las referencias a la literatura previa: desde referencias apenas informativas en el texto y la marginalia como formato predominante hasta mediados del siglo XVIII, hasta notas a pie de página, predominantes desde finales del siglo XVIII hasta principios del siglo XX, para terminar con notas a final del texto durante el siglo XX. Por otro lado, el estudio transversal proporciona datos cuantitativos sobre el tipo de publicaciones consumidas que atestiguan un cambio de patrón hacia la literatura periódica o journalización de las referencias como fuente prominente de afirmaciones fácticas. En relación con el contenido, los escritores científicos también evolucionan su estilo, a partir de detallados relatos plenos de “pompa y circunstancia” propios de los filósofos naturales de principios del siglo XVII (Shapin, 1984; Licoppe, 1994; Manten, 1980), hacia textos “objetivos” e “impersonales” característicos del artículo estándar contemporáneo que nos es familiar (Latour y Fabbri, 1995 [1977]; Woolgar, 1988; Bazerman, 1984). Así mismo, el uso sistemático de literatura secundaria se impuso como requisito para todo autor que quisiera estar al tanto de la literatura de su especialidad o disciplina y evitar de esa manera la práctica “abominable” de “difundir afirmaciones sin fundamento” (Garfield, 1955: 108). La disponibilidad de literatura secundaria y su uso representó una novedad si se la compara con estadios previos de institucionalización en los que la autoridad cognitiva de las afirmaciones dependía más del hecho de haber presenciado el experimento y de haber logrado su replicación, unido a la altura moral y social de quien daba el testimonio8. En una empresa cada vez más internacional, la comunicación científica hizo de la construcción de la confianza en la literatura un tema estratégico, pues quien controla la comunicación, ya sea en el campo de la revista especializada o en el emergente agregado de la literatura secundaria, controla también la producción de confianza sobre lo que se tomará como conocimiento certificado y, por lo tanto, será más efectivo en la construcción de fronteras sociocognitivas mediante herramientas bibliográficas (sociotécnicas).

Historizar la creencia II: la explosión del siglo XVIII y la aparición de la revista independiente

Tanto el florecimiento de la revista profesional, disciplinar y especializada, así como de la literatura secundaria, fue precedido por una diferenciación previa motivada, nuevamente, por una experiencia compartida de crisis entre los editores y autores. A finales del siglo XVIII, el crecimiento y la proliferación de revistas “independientes” no pasó desapercibido, ya que representaban un reto para las revistas de las academias y sociedades: “¡Esta es verdaderamente la década de la revista! Debería limitarse su número en lugar de aumentarlo ya que existen en demasía”, afirmaba en 1789 el médico alemán editor de la Neue medicinisches Wochenblatt für Aerzte (citado en Kronick, 1976 [1962]: 171). Una década antes, sin embargo, el abate rebelde Jean-Baptiste François Rozier, editor independiente del Journal de Physique, señalaba que, por el contrario, se necesitaban más revistas, pero de un tipo diferente a las publicadas por las sociedades y academias científicas. Muchas de las contribuciones al Journal de Physique fueron informes preliminares de documentos que habiendo sido presentados ante diversas sociedades científicas en Europa y Francia en particular, eran, sin embargo, publicados primeramente por el Journal de Physique y otras revistas independientes, como quiera que la difusión de las ideas por parte de las sociedades y academias no fue preocupación central de estas últimas durante buena parte los siglos XVII y XVIII. La Academia de Ciencias de París, por ejemplo, no publicó sus Memoirs regularmente sino hasta 1702, y la Real Sociedad de Londres sólo asumió responsabilidad por las Transactions hasta 1753 (Kronick, 1978; Houghton, 1975). Nuestro abate reclamaba, entonces, que se necesitaban más revistas para que el “progreso científico” no disminuyera su ritmo (citado en Kronick, 1978). Observamos aquí una nueva distinción entre las revistas independientes y las revistas académicas, que si bien no se diferenciaban por su scope generalista, sí introducían el tema de la autoridad del editor como fuente de credibilidad. Las publicaciones de las sociedades transmitían toda la credibilidad que había sido conferida por la sanción oficial, ya sea que la sociedad deseara reconocerlo o no. En cambio, no hubo una fuente de autoridad similar para las publicaciones periódicas iniciadas por individuos como fue el caso del Journal de Physique. La credibilidad o autoridad de la revista independiente derivaba del editor, quien, a veces, buscaba establecer sus credenciales relacionándose con una sociedad existente, como fue el caso de Henry Oldenburg, el primer editor de las Transactions, o creando una sociedad (a veces ficticia) que serviría a aquél propósito (Cormick, 1973; Fraser, 1994). De hecho, en este período temprano, las revistas independientes fueron frecuentemente resultado del laborioso trabajo de los editores mismos, como quiera que la mayor parte si no todos los textos publicados eran de su autoría. Hay numerosos ejemplos de revistas eruditas inauguradas en este período por editores independientes con la esperanza de atraer a otros colaboradores, pero que terminaron su curso sin ningún otro contenido que el suministrado por ellos mismos, como fue justamente el caso de las Transactions durante el periodo de Oldenburg (Kronick, 1978).

• Sin título, colaboración con Blastuno, Cholula (México), 2017 | Fusca

El florecimiento de las revistas comerciales independientes, señalado como explosivo por el editor de la Neue medicinisches Wochenblatt für Aerzte (1789) como vimos atrás, ha sido relativamente descuidado por los historiadores de la ciencia, y esto ha sido así quizás por su denodado empeño en apuntalar una versión oficial del origen de las “publicaciones científicas” en el siglo XVII que las presenta como surgidas en el seno de las sociedades y las academias. De allí que el periodismo erudito, comercial e independiente fuese de alguna forma ignorado. Pero claramente este periodismo cumplía funciones importantes como las que defendía Rozier, a saber, acelerar la publicación y circulación cuando los procedimientos de las sociedades científicas eran intermitentes o tenían periodicidades muy largas. Las revistas independientes también proporcionaron “inteligencia” o reportes de lo publicado en revistas extranjeras para quienes no tenían acceso a grandes bibliotecas, ventilaron controversias, aceptaron publicar contribuciones menores y a veces triviales con las cuales las sociedades científicas jamás se habrían molestado, e incluso estas revistas a menudo aceptaron contribuciones sobre hallazgos originales o especulaciones teóricas consideradas como poco ortodoxas por las sociedades (Laudan, 1977), estableciéndose entre éstas una competencia por la autoridad cognitiva (Brock, 1980).

• Androide volador, mural para Latidoamericano, Asunción (Paraguay), 2016 | Guache

De este modo, las revistas independientes contribuyeron enormemente a nutrir imágenes populares de la filosofía natural y a expandir su conocimiento cuando la institucionalización de la actividad era apenas incipiente (Merton, 1938 [1970]). Sin embargo, sólo algunas de estas revistas independientes fueron longevas por contraste con el importante número de revistas patrocinadas por sociedades que han sobrevivido de alguna forma hasta el presente. De las revistas comerciales fundadas en los siglos XVIII y XIX, sólo alrededor de una docena alcanzó el siglo XX: Curtis’s Botanical Magazine (f. 1789); Philosohical Magazine (f. 1798); The Lancet (f. 1823); Magazine of Natural History (f. 1828); Chemist and Druggist (f. 1859); Engineering (f. 1866); The Practitioner (f. 1868); Nature (f. 1869); The Observatory (f. 1877), Annals of Botany (1887), Science Progress (1894). No es difícil explicar esta dispar longevidad; las sociedades y academias tienen una audiencia cautiva de miembros, bibliotecas especializadas y redes de suscriptores relativamente estables hasta hace poco tiempo, así, provistos los fondos para cubrir facturas de impresión y envío, las sociedades de entonces poca preocupación tenían por la rentabilidad de la publicación (Brock, 1980).

Historizar la creencia III: la explosión del siglo XVII y el surgimiento del periodismo erudito

El episodio más antiguo de esta duradera creencia en explosiones tiene que ver con la aparición misma de los periódicos eruditos (learned journals. Como se observó más arriba, aquí también este tipo de revista surgió como respuesta a la percepción de un crecimiento descontrolado, esta vez, de libros impresos.

Los problemas de la organización bibliográfica son al menos tan antiguos como el propio libro impreso y la necesidad de bibliografías. Esta “tecnología” tradicional para organizar y controlar el conocimiento se intensificó con el cambio en el volumen de la producción de libros y la tecnificación de los métodos de publicación, ambos consecuencia de la revolución industrial introducida con la imprenta de tipos móviles en Europa a mediados del siglo XV. En efecto, para finales del siglo XVI el volumen de conocimientos volcados al nuevo formato del libro era tan grande que los estudiosos (the learned) sintieron la necesidad de sistematizarlo de alguna manera (Malclès, 1961). Y así, una vez más, a cincuenta años de la imprenta aproximadamente, en 1613, Barnaby Rich9 –un escritor bastante prolífico de la época con al menos veintiséis libros propios– ya se quejaba apelando quizás a la interpretación más escatológica de la metáfora de la digestión de la literatura:

Una de las enfermedades de esta era es la multiplicidad de libros que sobrecargan tanto al mundo que este no es capaz de digerir la abundancia de materia ociosa que se incuba todos los días y es arrojada luego en él. (citado en Kronick, 1976 [1962]: 171)

Además de los reconocidos catálogos de las más antiguas ferias de libros de Frankfurt, Mainz o Leipzig, fueron también publicadas series intermitentes y diversas de listas bibliográficas que se pretendían sondeos de libros recientes ampliamente disponibles para libreros y clientes-coleccionistas por igual. La información en éstas contenida, como en la mayoría de los catálogos comerciales, no se adaptaba, sin embargo, a todos los clientes potenciales, limitándose a lo esencial: autor, título, librero, y el serio asunto del precio (McKitterick, 1992 [1985]).

La creciente producción y el comercio de nuevos libros representó problemas adicionales, pues a diferencia de las reediciones de los “clásicos” del Renacimiento sobre los cuales se trabajó mucho para lograr su edición canónica (o estándar) al menos desde el siglo XII (Eisenstein, 1983), el creciente número de nuevas publicaciones en la “Nueva Atlántida” y la “República de las Letras” no tenía ningún comentario crítico; las listas de venta producidas para su comercio, aunque anunciadas como exhaustivas y universales, estaban de hecho orientadas hacia el mercado local y, en consecuencia, se prestaba poca atención a las publicaciones extranjeras.

Para afrontar los nuevos desafíos planteados por el mercado y la industria del libro impreso, un nuevo tipo de publicación, el periódico erudito (learned journal), se abrió camino en la recién nacida galaxia Gutenberg. En una de las primeras revistas de revisión en inglés, la Weekly Memorials for the Ingenious (f. 1682) se criticaba precisamente los “magros títulos de libros” (catálogos) como “cosas un tanto secas, y poco capaces de elevar en el hombre [sic] ese gusto y apetito por aprender como el que esperamos que estos breves recuentos harán” (citado en McKitterick, 1992: 37).

Una pobre lista de ventas ordenada por títulos y autores puede parecer un medio muy básico para lidiar con el problema de manejar inventarios que funcionaron razonablemente bien durante la era Guntenberg10, sin embargo, a medida que la revolución de la imprenta desplegó las listas de publicaciones, a pesar de sus mejoras, aquéllas se hicieron insuficientes para cumplir con las expectativas de clientes ávidos de conocimiento. De hecho, los letrados y eruditos pedían más que títulos, autores y precios para controlar esa “abundancia de materia ociosa que se incuba todos los días en el mundo y es arrojada” como nuevos libros. Algo más informativo que una lista de “magros títulos”, lo suficientemente rápido para seguirle el ritmo a la velocidad de la producción, sobradamente emocionante como para despertar el apetito, necesariamente corto como para “aprender con poco esfuerzo”, algo racional y suficiente para brillar en concursos cortesanos, en suma, capaz producir la sensación de ser contemporáneo de la propia época, fue lo que la revista erudita llegó a satisfacer. Más rápido que la composición de un libro, el diario erudito encarna el sentimiento de contemporaneidad y novedad heredada de la prensa noticiosa. Más ligero que los libros en peso, carácter y precio, las revistas eruditas pudieron entregar en forma abreviada una amplia gama de producción de conocimiento.

El prototipo de este nuevo tipo de publicación fue el Journal des Sçavants (f. 1665). Para Denis de Sallo, su primer editor, el objetivo de la publicación era

[…] catalogar y dar información útil sobre libros publicados en Europa y resumir sus trabajos, para dar a conocer experimentos en física, química y anatomía que pudieran servir para explicar fenómenos naturales, describir máquinas o inventos útiles o curiosos, registrar datos meteorológicos, citar las principales decisiones de tribunales civiles, religiosos y censuras de universidades, para transmitir a los lectores todos los eventos dignos de la curiosidad de los hombres. (citado en Houghton, 1975: 14)

La cantidad significativa de revisiones de libros llevadas a cabo periódicamente en esta revista disfrutó de un público entusiasta en toda Europa. John Dunton, el editor de la Athenian Gazette (f. 1691), ofreció traducciones extensas del Journal des Sçavants y otras publicaciones; tras veintiséis años de publicación continua, Dunton aún se ufanaba frente a su audiencia británica destacando la excelente recepción que su revista había tenido en la “República de las Letras”, como una demostración de su “admirable utilidad para quien ambiciona elevar su alma por encima de la multitud grosera” (citado en McKitterick, 1992: 39-40).

La revista erudita permitió algún tipo de control sobre la producción de conocimiento de alcance inferior al de las bibliografías o listas de subastas, pero poderoso para discernir sobre qué tipo de conocimiento promover y cuál no. Este tipo de publicación fue capaz de cultivar una audiencia de individuos que no asistieron a la escuela de gramática o a la Universidad, que no sabían latín, que no estaban en la corte o en una de las grandes profesiones, que no tenían cómo asistir al teatro o no poseían medios para comprar muchos libros (Mayer, 1994); a través de sus páginas orientó a su audiencia sobre qué leer y construyó una opinión sobre los contenidos publicados, al mejor estilo de los influencers de hoy. Estos editores entendieron muy bien que el lenguaje era un problema para sus objetivos culturales; aunque algunas revistas –particularmente aquéllas vinculadas a las sociedades– como el Acta Eruditorum (f. 1682) o el Commentarii de Rebus en Scientia Naturali et Medicina Gestis (f. 1752), diseñadas para servir a una clientela internacional exclusiva, decidieron publicar en latín, la mayoría de los países de Europa desarrollaron sus publicaciones periódicas en sus propias lenguas vernáculas (Kronick, 1976 [1962]), suministrando al público relatos en su propia lengua de libros ininteligibles de otra manera en su versión original en latín o en lengua extranjera (Barnes, 1934). El editor de la Gioranle dei litterati di Roma (f. 1668), por ejemplo, declaró que “él deseaba dar a los italianos el beneficio de una publicación en lengua vernácula como la que tenían los franceses” (citado en Ornstein, 1963 [1928]). Las revistas eruditas no fueron únicamente dispositivos efectivos para promover y propagar las nuevas ideas sobre la filosofía natural, sirvieron también para transformar, socavar o simplemente excluir y marginar las formas tradicionales y alternativas de conocimiento de sus páginas y, por esta vía, de la esfera pública (Shapin, 1984; Brown, 1972; Shell, 1992; Walsh, 1992) pues, como ha sugerido Burke (2000), existe la posibilidad de que las revoluciones intelectuales de la modernidad temprana europea no fueran más que la aparición en imprenta de ciertos tipos de conocimientos populares o prácticos y su legitimación selectiva por parte de algunos establecimientos académicos por la vía de la publicación autoritativa; la historia y la sociología del conocimiento deben ser conscientes, agrega Burke, de todo el espectro de lo que podría considerarse como conocimiento dentro de una sociedad, centrándose en la competencia, el conflicto y el intercambio entre los sistemas intelectuales de las élites académicas y lo que podríamos llamar conocimientos alternativos.

•  Chamanes, Wynwood, Miami (Estados Unidos), 2016 | Pésimo

Historizar la creencia IV: la explosión del siglo XX y la aparición de la revista especializada

La organización social de la ciencia y el trabajo de fronteras sobre el cual se construye no se detuvieron con la ciencia profesional disciplinaria de finales del siglo XIX. Las fronteras de la especialización siguen siendo materia de negociación en la actualidad, el siglo XX de ninguna manera ha sido la excepción en este sentido, y al igual que en procesos anteriores de diferenciación, la ciencia del siglo XX tuvo su propio registro de explosión informativa que comenzó a tomar forma a mediados de los años cuarenta, cuando los bibliotecarios comenzaron a vocear la crisis en relación con los límites de la capacidad de almacenamiento físico en bibliotecas. Para comienzos de la década de los sesenta, el tema de la explosión informativa se transformó en un problema “científico”, y es en este desplazamiento donde Price, Garfield y la bibliometría encontraron su oportunidad. Como en episodios anteriores, una tendencia hacia la selectividad y la jerarquización de ciertos autores, estilos de escritura, revistas e idiomas, por un lado, y las resistencias hechas en nombre de lo que puede ser pasado por alto, invisibilizado o simplemente eliminado como consecuencia de esa selectividad, tuvo lugar una vez más. En este contexto, la bibliometría, como la forma más sofisticada de control bibliográfico en su momento, proveyó los medios para reconfigurar las fronteras sociocognitivas de la ciencia de nuestro tiempo.

En esta sección final, examinaré una de estas fronteras del siglo XX, a saber: la que existe entre la ciencia dominante o de corriente principal (mainstream science) y la ciencia periférica; en otra parte he examinado con detalle la demarcación actual que ocurre en el marco de la emergente sociedad de la auditoría del primer cuarto del siglo XXI, donde esa ciencia periférica se desdobla en una disciplina internacional o internacionalizada, que se caracteriza por el isomorfismo de sus patrones bibliométricos, la naturaleza hipernormal de sus prácticas y su integración subordinada a la ciencia modo dos, y la ciencia provincial, endogámica “de mala calidad”, con bajo factor de impacto y agotada en los ritualismos de la ciencia modo uno (Gómez-Morales, 2017, 2018; Gibbons et al., 1994).

Si la definición de la ciencia de corriente principal es relativamente fácil de proporcionar con la ayuda de la bibliometría hegemónica o estándar, la definición de la ciencia periférica depende en gran medida del contexto en el que se establece la primera. Así, por ejemplo, en los “mapas” cognitivos construidos a través del análisis de cocitación se afirma que un campo de conocimiento está compuesto por un núcleo de artículos y autores relacionados entre sí y circundados por una cantidad considerable de artículos y autores que se relacionan por la vía de la citación con los primeros y que constituyen la periferia de este campo, sus fronteras sociocognitivas. Hablando de producción científica, Price definió la corriente principal como aquellos autores que han contribuido más al crecimiento del campo y la periferia como la considerable cantidad de autores individuales que han aportado uno o dos artículos a dicho progreso. Si hablamos de especialidades, la corriente principal está constituida por ese pequeño núcleo de revistas que cargan con la mayor proporción de contribuciones a la especialidad, y la periferia sería esa gran proporción de revistas (muchas de éstas remanentes de épocas previas de desarrollo) que cargan sólo una pequeña porción de los aportes a la especialidad. Estas definiciones fueron sin embargo contestadas, tanto en Europa y como en los Estados Unidos, a finales los la década de los setenta, y en América Latina una década después a mediados de la década de los noventa1111. Aunque en los dos escenarios la discusión gira en torno a lo periférico, nos interesa de manera especial dar cuenta de las especificidades del debate latinoamericano sobre la “Ciencia perdida del Tercer Mundo”, que fue el título del reportaje central de la primera edición en español de Scientific American (Gibbs, 1995). Allí se ventilaron las enormes diferencias entre naciones respecto de su participación en la producción científica mundial y se intentó explicar por qué –si estas naciones “invisibles” que en su conjunto representan una cantidad considerable de la población mundial dedicada a actividades de ciencia y tecnología con significativas inversiones para investigación– las revistas “significativas” de la ciencia publican sólo una pequeña proporción de contribuciones originadas en estos países, y correlativamente el impacto de esta pequeña proporción visible es estadísticamente despreciable en la mayoría de los casos (Gibbs, 1995: 81, nota xv); múltiples estudios bibliométricos realizados en aquel decenio presentaban evidencia empírica que soportaba esta descripción del problema (Garfield, 1984, 1997; Fortes, 1995; Krauskopff y Welljams-Dorof, 1995; Krauskopff et al., 1995). La implicación del argumento de Gibbs era, sin embargo, que hay una producción invisible que existe pero cuya medida de volumen y de impacto no se puede determinar. Varios de los científicos, editores y políticos entrevistados por Gibbs sugerían que la visión general sobre la ciencia periférica es inexacta como consecuencia de 1) la falta de representatividad de la base de datos por entonces hegemónica y de uso obligado para este tipo de estudios, el ISI –hoy WoS (Web of Science)–, y 2) del sesgo de las revistas mainstream en contra de las contribuciones provenientes del mundo en desarrollo.

Más que cuestionar la medición en sí misma, el argumento pone en duda la equivalencia entre ciencia mainstream y ciencia mundial que subyace como presupuesto no explicitado en todos los estudios realizados incluso en la actualidad usando las bases de datos del WoS o las de Scopus (Galliard, 1990 [1989]). Pero no se trata solamente del problema metodológico de la representatividad de la(s) base(s) de datos usada(s), puesto que el tema radica en la herramienta básica de control bibliográfico de la literatura: la revista mainstream. El corazón de este debate tiene que ver también con la segunda de las razones que explican la invisibilidad, a saber, los sesgos contra las contribuciones producidas en la periferia y que siendo sometidas a publicación en las revistas mainstream, son luego rechazadas; y, finalmente, también con los patrones de publicación de amplios sectores de las comunidades nacionales en busca de la pertinencia de sus resultados entre la audiencia local, lo cual nos regresa al problema inicial de la representatividad.

El debate paradójico de finales del siglo XX sobre una ciencia perdida de cuya existencia es prueba su invisibilidad, termina señalando las serias limitaciones técnicas de las herramientas de control bibliográfico construidas en América Latina. La pregunta es entonces por qué los países periféricos no son capaces de construir una representación de su propia producción. Algunos analistas proponen que parte de la respuesta está en la disrupción metrológica que tiene lugar en la forma básica para el control bibliográfico en los países en desarrollo (Cano, 1992, 1995; Vessuri, 1995; Gómez-Morales et al., 1998). La revista periférica como dispositivo técnico no era adecuada para realizar un control efectivo de la literatura y su capacidad para construir fronteras cognitivas era precaria en la gran mayoría de los casos; si acaso, la publicación periférica definía colectivos muy limitados y frecuentemente vinculados a las instituciones de educación superior como resultado del característico desarrollo institucional de la ciencia en América Latina volcado sobre este tipo de instituciones.

Medidas de política pública orientadas hacia el fortalecimiento y mejoramiento de las revistas locales fueron tomadas con el fin de internacionalizar los medios locales de circulación de la producción: las revistas, en lugar de internacionalizar la producción en sí, los artículos. En toda América Latina fueron realizados sistemáticos y continuados ejercicios de empadronamiento y definición de líneas base sobre revistas12. Felizmente, para cuando comenzaron estos ejercicios de registro y escalafonamiento de revistas en Latinoamérica, asistimos al lanzamiento paralelo de dos servicios de información secundaria de carácter regional: el Directorio Latinoamericano de Publicaciones Periódicas (Latindex) y la Biblioteca Científica en Línea (SciELO)13.

Permítanme, entonces, terminar este último episodio con un pequeño pero significativo divertimento bibliométrico14 que confirma la percepción imperfecta de muchos defensores de la ciencia invisible, así como el argumento central de este ensayo con respecto al papel de las herramientas del control bibliográfico en la construcción de fronteras sociocognitivas. Las tablas 1 y 2 son escalafones de revistas ordenados en función del número de citas recibidas; la diferencia entre las dos tablas es, sin embargo, la fuente de datos.

Tabla 1. Listado ordenado (ranking) de revistas de acuerdo al número de citas totales según el ISI

Fuente: Institute for Scientific Information (ISI) a partir de un reporte solicitado por Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología (OCyT) en el 2006.

Tabla 2. Listado ordenado (ranking) de revistas de acuerdo al número de citas totales según SciELO

Fuente: Scientific Library Online (SciELO Brazil) a partir de un reporte solicitado por Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología (2006).

La tabla 1 utiliza los datos de citación del ISI para el 2006 en tanto que la tabla 2 utiliza datos de citación SciELO para ese mismo año. La comparación entre las tablas pone de presente la manera como la fuente de información secundaria utilizada ordena las revistas de manera diferente. Así, mientras que para la ciencia mainstream las Memorias do Instituto Oswaldo Cruz ocupan el puesto 1751, para la ciencia periférica las Memorias ocupan el tercer lugar en el escalafón. ¿Esto significa acaso que la New England Journal of Medicine es una revista mediocre o que publica pseudociencia o ciencia de mala calidad? Claro que no, sólo quiere decir que su agenda no es pertinente en América Latina del modo que sílo es, en cambio, el proyecto editorial de las Memorias. Siendo simétricos, es decir, utilizando el mismo tipo de explicaciones para el mismo tipo de fenómenos, tendríamos que concluir que Memorias es una excelente revista en opinión de la audiencia de América Latina que encuentra su agenda pertinente. ¿Pero entonces qué expresa esta enorme diferencia en el número de total de citaciones? Ya lo hemos dicho en otro lugar, las diferencias en el factor de impacto construidas a partir del volumen de citaciones sólo expresan las diferencias de los mercados editoriales de las revistas: diferencias en tamaño, poder adquisitivo, porcentaje del PIB dedicado a ciencia y tecnología, asuntos todos que nada tienen que ver con la calidad de los contenidos: las audiencias del New England son demográficamente más grandes y comparten un código cultural básico, el inglés, lo cual hace que las probabilidades de ser citado aumenten, a lo que habría que agregar la complicidad de todos los que hemos adoptado el inglés como lingua franca y que asumimos como patrón exitoso escribir para audiencias anglosajonas sin consideración alguna por los costos institucionales que dicho patrón de consumo y publicación conlleva (Gómez-Morales, 2018).

La divergencia entre los dos escalafones tiene que ver con los tamaños relativos de las audiencias, sus gustos (es decir, sus patrones de consumo de la literatura) y los medios técnicos para construir estas audiencias y gustos: las revistas periféricas y un sistema secundario de información suficientemente robusto y representativo en términos relativos. Pero al igual que en los episodios históricos que hemos revisado en las páginas precedentes, lo que está en juego en estas guerras de la información es la definición de lo que se considera como ciencia mainstream y la imposición de esta definición en el orden global.

Como en episodios anteriores, el debate de la década de los noventa sobre la ciencia invisible ejemplifica otro caso claro en el cual se prenden las alarmas señalando el crecimiento explosivo de la publicación científica latinoamericana, demandando medidas para controlar tan peligrosa explosión, y simultáneamente otros actores manifiestan preocupación por lo que podría ser invisibilizado y finalmente eliminado como consecuencia de la imposición de una definición de ciencia por parte de un sistema de organización y control de la literatura robusto y bien establecido (el WoS)15. Vimos también cómo una acertada intervención sobre la forma básica del control bibliográfico de la literatura, la revista periférica, en conjunción con la creación de servicios de información secundaria para la subregión (SciELO, Latindex, Redalyc) que tenían como condición aquella intervención sobre el formato básico, permitieron resolver el debate sobre la ciencia periférica en términos de una respuesta contrahegemónica que a su vez puso en marcha nuevas definiciones sobre la producción científica y sobre formas alternativas y más adecuadas de medirla (Gómez-Morales, 2005). De allí que sea tan lamentable para el proyecto contrahegemónico de construcción de una definición alternativa de ciencia la venta del servicio SciELO a la corporación Clarivet en el marco de las guerras por el mercado de la información latinoamericano con el otro gran cartel europeo, Elsevier.

Discurso público sobre explosiones como medio para establecer fronteras en la ciencia a través del control bibliográfico

Competencia, conflicto e intercambio entre sistemas de conocimiento establecidos y formas alternativas o subalternizadas de conocimientos son el eje subyacente de esta revisión de la persistente creencia en explosiones. Sea que nuestra creencia en explosiones esté equivocada o no, lo que en realidad importa es que tiene consecuencias reales: los episodios históricos presentados en las páginas precedentes ilustran el pánico moral frente al crecimiento de la publicación voceado por grupos que lo interpretan como amenaza a su participación directa en la industria como autores, editoriales, distribuidores, impresores; o como una seria alteración en la cadena de la información para bibliotecarios, investigadores, bibliómetras; o en fin, como un grave desafío a los poderes instituidos de la ciencia, el Estado o la Iglesia16.

Los varios episodios referidos atrás nos permiten identificar un conflicto sostenido por el control y la organización de la producción de conocimiento que ha sido articulado públicamente como un discurso sobre crisis, inundaciones o explosiones de información. Este conflicto sostenido involucra el desarrollo de dispositivos técnicos innovadores (bibliografías, índices, servicios de resúmenes y abstracts, distribución de tablas de contenido y, por supuesto, revistas) capaces de operar tareas de estandarización textual, así como el despliegue social de dichos dispositivos (normalización), de modo que se constituyan como punto de paso obligado para cualquier pretensión autoritativa por establecer un nuevo conocimiento.

Desde esta perspectiva, las revistas, como esa forma editorial novedosa surgida en el siglo XVII, se nos presentan ahora como una respuesta social organizada frente a la recurrente percepción de crisis de información; la revista ha perseguido el control y la organización del conocimiento científico como una de sus principales tareas desde sus inicios (Zuckerman y Merton, 1973). Para cumplirla, la publicación seriada ha sacado provecho de la concurrencia de tecnologías materiales, sociales y literarias socialmente sancionadas que le dieron origen (Shapin y Schaffer, 1985) y le permitieron entretejer una red sociotécnica y sociocognitiva que soporta y controla la producción de ciertas formas de conocimiento pero que también excluye activamente formas alternativas o en competencia.

Notas

  1. Nos referimos a la webometría (Borgman, 2000; Larson, 1996; Almind y Ingwersen, 1997; Ingwersen, 1998; Smith, 1999). Véase también la información disponible en: <http://modelingtheweb.com/>; la cibermetría (Borgman, 2000;), y, finalmente, la infometría (Turner, 1994).

     

  2. Un problema técnico cuya solución involucró a bibliotecarios y documentalistas en lo que Bowles (1999) denominó como las guerras de información. Al final, esta confrontación abierta llegó a ser resuelta por la idea de Garfield de un índice de citas para la ciencia, formulado conceptualmente en 1955 e implementado como un prototipo funcional en 1964, y que continúa operando en la actualidad como uno más de los productos de la corporación Calrivet.

     

  3. Vigilar dieta y digestión fueron metáforas fisiológicas recurrentes en tratados sobre educación de la temprana modernidad (1450-1650) que perviven hasta hoy cuando otras metáforas computacionales toman su lugar (Nakládalová, 2013).

     

  4. Incluso la fuerte creencia en que no todos los artículos publicados están realmente haciendo contribuciones importantes al conocimiento, no puede absolver al control bibliográfico de la necesidad de un sistema completo que permita alguna razonabilidad sobre las decisiones en torno de la adquisición, cancelación y almacenamiento de publicaciones periódicas en bibliotecas.

     

  5. Por literatura secundaria entendemos publicaciones orientadas a la organización de la literatura primaria o sustantiva de cara a su efectiva diseminación o recuperación. Contemporáneamente este tipo de servicios, originalmente en formato impreso, han sido sustituidos por un variado tipo de servicios de alerta y personalización en las bases de datos referenciales y de texto completo.

     

  6. La figura 1 es el resultado de una intervención sobre la gráfica 1 de De Solla Price: “Número total de revistas científicas y servicios de resumen fundadas en función del tiempo” (1965a: 9), basada en la interpretación sociohistórica de Woolgar (1988) de esta gráfica en torno a las transiciones o cambios en lo que denominamos como ciencia, y en nuestra revisión de algunos de los tipos bibliográficos de control que constituyen la “novedad” de esta contribución. Lo que la presente figura documenta son las varias explosiones que han tenido lugar entre transiciones, y que han dado lugar al desarrollo de tipos de control bibliográfico.

     

  7. Este proceso de normalización y estandarización del autor/lector científico especializado no se limita al siglo XIX. Shapin y Shaffer (1985) han descrito ampliamente la manera como se forjó el nuevo estilo literario de los curious and ingenious ingleses, y Licoppe (1994) y Manten (1980) han hecho lo propio con los savans franceses contemporáneos de aquellos.

     

  8. Charles (1991) observó que en el relato sobre la historia de la electricidad su autor, Joseph Priestley (1779), afirma que se basó enteramente en replicar los resultados de otros experimentalistas. Lo que importa señalar a propósito es que la confianza en la literatura era aún algo por desarrollar a finales del siglo XVIII.

     

  9. Poco más de cuatro siglos después Braun y Zsindely (1985) propusieron el efecto Barnaby Rich para referirse al razonamiento básico del trabajo de frontera por medios bibliográficos según el cual “es siempre el otro autor (el) que publica demasiado, el que contamina, el que sobrecarga etc. la literatura, nunca yo”.

     

  10. Las tecnologías bibliográficas lograron paulatinamente mejoras notables durante los primeros cien años de imprenta como las primeras páginas, las portadas, la numeración arábiga y el ordenamiento alfabético de autores inicialmente y en las centurias subsiguientes de materias y autoridades. Con el tiempo, la bibliografía logró trazar una frontera técnica, material y cognitiva entre la catalogación (lugar en los estantes) y la clasificación (lugar en el mapa de conocimiento).

     

  11. En general, los franceses respondieron la provocación de Garfield publicada en La Recherche en 1976 con un número monográfico de la misma revista (7(22)) con respuestas de políticos e intelectuales como Michel Debré, Jean Marc Lévy-Leblond, Hubert Joly y C. Vidal y otras réplicas adicionales en los números subsiguientes de 1977 (8(74), 8(75)); respuestas adicionales se publicaron en las páginas editoriales de los Archives Françaises des Maladies de l’Appareil Digestif , Biologie et Gastroentérologie , Archives Françaises de Pédiatrie, y Le Progrès Scientifique. Por su parte, David Edge contestó las pretensiones de Garfield con su demoledor “Why I’m not a Cocitationist”, una demoledora crítica al modelo co-citacionista en el boletín de la Society for Social Studies of Science (1977); los esposos MacRoberts (1982) sacudieron los fundamentos de la ley de Lotka en la revista Social Studies of Science; y los científicos gringos inundaron las secciones de cartas al editor de la revista Science y del American Sociological Review desarrollando todo tipo de argumentos para ilustrar cuán inconveniente era esta nueva ciencia de la bibliometría para decidir sobre las carreras profesionales de los científicos.

     

  12. Para los casos de México y Brasil, véase Vessuri (1995), Acosta Hoyos (1985), Krzyzanowski y Gonzaga Ferreira (1999); para una descripción detallada de Colombia, véase Gómez-Morales (1998); para una visión general de América Latina como conjunto véase Cetto y Hillerud (1995) y Cetto y Alonso-Gamboa (1998).

     

  13. Quizás valga la pena mencionar como antecedentes regionales las iniciativas que desde la Universidad Autónoma de México (UNAM) se materializaron en las bases de datos Clase y Periódica, así como el esfuerzo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) por generar un sistema de información para el área de las ciencias médicas. En cierta forma la primera iniciativa es el origen del actual directorio Latindex y la segunda del servicio SciELO.

     

  14. El propósito del divertimento es subrayar que el arreglo ordinal que subyace al ranking de revistas está en función de las fuentes usadas para construirlo. Bibliométricamente, sin embargo, los ordenamientos que proponen las tablas infringen el principio de no comparabilidad entre disciplinas con dinámicas propias y lógicas diferentes. Sin embargo, y en ello consiste la gracia del divertimento, en ambas tablas se incurre en las mismas fallas de modo que éstas actúan de manera semejante y nos permiten enlistar lo que de otra forma no podría visualizarse en una misma tabla-comparación.

     

  15. Gibbs (1995), Cetto y Hillerud (1995), especialmente las contribuciones de Vessuri, Burgos y Fortes.

     

  16. Entre los primeros dispositivos textuales que funcionaron como índices, el Index Librorum Prohibitorum (f. 1559) es otro muy buen ejemplo de esta tecnología del control bibliográfico que es al mismo tiempo social y textual. En relación con el control bibliográfico ejercido por el Estado, véase el interesante documento de Robert Darnton (2014) sobre el trabajo de los censores o de cómo los Estados configuraron las literaturas nacionales.

     

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• Sopa de letras, participación en el festival Callegenera, Monterrey (México), 2018 | Fusca


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