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Comunidades emocionales. Afectividades y acción colectiva en organizaciones sociales comunitarias de base en Bogotá (Libro)

Comunidades Emocionais. Afetividades é ação coletiva em organizações sociais comunitárias de base em Bogota.

Emotional Communities: Affectivities and Collective Action in grassroots social organizations in Bogotá

DOI: 10.30578/nomadas.n57a7

 

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Adriana Dallos Osorio

Profesora de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios Culturales, especialista en Psicología del Consumidor y psicóloga. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Luis Miguel Peña Hernández

Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios Culturales, especialista en Docencia Universitaria y licenciado en Teología. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

AUTORA:
Diana Carolina Peláez Rodríguez

EDITORIAL:
Corporación Universitaria Minuto de Dios

CIUDAD:
Bogotá

NÚMERO DE PÁGINAS: 230

AÑO: 2020

DISPONIBLE PARA DESCARGA: Link

El libro recoge parte del trabajo realizado en el grupo de investigación del Centro de Educación para el Desarrollo (CED) de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, durante los años 2015 a 2017. Este trabajo busca comprender la dimensión colectiva y social de las emociones, así como su función política en el agenciamiento y la experiencia ética y estética de las organizaciones sociales participantes. En esta reseña se destacan los aportes conceptuales de Peláez, al abordar los fenómenos socioculturales desde el giro afectivo, y se escribe como homenaje a una compañera que hoy brilla en nuestra memoria.

El libro se estructura en cuatro capítulos que van desde la fundamentación conceptual, pasando por la explicación y la ejemplificación de una propuesta metodológica innovadora, hasta presentar los hallazgos que permiten densificar el concepto de comunidades emocionales y dejar abiertos nuevos puentes o caminos de análisis más que darlos por concluidos.

El estudio se sitúa en sectores periféricos en conflictode Bogotá, donde las dinámicas asociativas y la acción colectiva de seis organizaciones comunitarias permiten comprender “la función social y política de los procesos corpoemocionales” (p. 32) y la manera en que estos estructuran las matrices socioculturales emocionales propias de las organizaciones, deviniendo en comunidades emocionales.

Peláez nos aclara que este no es un estudio sobre las emociones, sino desde las emociones, por lo cual la investigación apuesta por comprender cómo actúan las emociones en contextos específicos, su motivación, su rol en la generación de procesos identitarios y su capacidad de transformación social.

Desde este lugar, y dando forma a uno de los grandes aportes de la autora, en la noción de procesos corpoemocionales, se destacan los aportes de Sarah Ahmed sobre las economías afectivas y su comprensión de las emociones como circulantes, maneras de hacer mundo, apegos y fijaciones que nos conectan con otros cuerpos, nos dan forma, nos ubican, nos (con)mueven. Los procesos corpoemocionales hablan de las continuidades, las discontinuidades, las fijaciones y los rechazos de la experiencia de vivir; “afectan y son afectados por los objetos que actúan en la interacción” (p. 69); son estructurados en y estructurantes de la matriz cultural emocional en las relaciones sociales, matriz mediante la cual se comprenden los códigos de conducta, los valores, las solidaridades y las sanciones propias de las comunidades.

Para comprender la dimensión social y política de las emociones, Peláez recurre a la noción de marcos de acción colectiva, señalando que los afectos1 se entienden como reacciones corporales que afectan y son afectadas por el entorno, como prácticas sociales que se inscriben en una suerte de cultura afectiva. El valor contextuado y colectivo de las emociones permite dar cuenta de su movilización y su direccionamiento hacia los otros, a quienes dotan de significados particulares dentro de las relaciones sociales. De esta forma, se ubica, identifica y nombra el mundo social, construyendo unos paquetes culturales (citando a Gamson) o esquemas de interpretación a partir de los cuales las agrupaciones pueden alinear sus intereses, expectativas y propósitos, facilitando con ello la identificación colectiva, el fortalecimiento de lazos y la legitimación de sus apuestas.

Para el abordaje teórico, la autora recurre al concepto de comunidades emocionales, el cual aborda a partir de las propuestas de Bárbara Rosenwein, Myriam Jimeno, Victoria Camps y Michel Maffesoli. Por una parte, las comunidades emocionales corresponden a una adhesión de los individuos a los sistemas emocionales que, dentro del contexto, responden a los intereses y los valores del grupo (siguiendo a Rosenwein). En complemento de lo anterior, resulta pertinente el carácter moral que proponen Jimeno y Camps como la base del vínculo social, donde destacan la dimensión ética del reconocimiento del daño moral compartido que moviliza la acción y el interés de transformación; así mismo, esa capacidad de sentirse afectado favorece la reacción afectiva ante la vulneración de los principios morales básicos y la constitución de una comunidad que actúa en consecuencia con el juicio sobre lo que se considera está bien o mal. Finalmente, siguiendo a Maffesoli, se destaca la necesidad de pensar siempre las emociones ancladas al espacio.

La autora comprende las comunidades emocionales a partir de seis dimensiones: estética, ética, política, espacial, temporal y sociocultural. La dimensión estética se materializa en prácticas como la danza, conciertos o talleres comunitarios; en expresiones orales, escritas o corporales, y en figuras, colores, olores, sonidos y vibraciones. La dimensión ética implica la construcción conjunta de (re)interpretaciones del mundo, la asignación de otros significados y sentidos a las prácticas y las acciones, más proclives a lo grupal y colectivo.

La dimensión política aboga por estimular el sentir común y el estar juntos, busca unos habitus afectivos asociados a la autonomía, el compromiso con los/as otros/as y con el interés público. La dimensión espacial se juega, por su parte, en los elementos materiales y de lugar que posibilitan las acciones y las prácticas de las organizaciones. La dimensión temporal alude a que existen ritualidades, prácticas y encuentros constantes, así como artefactos y objetos que posibilitan transmitir en el tiempo un cierto ethos o aura comunes que definen la permanencia y la prolongación de las comunidades. La dimensión sociocultural conjuga representaciones de lo individual y lo colectivo; construye fronteras simbólicas de inclusión y de exclusión.

Desde estas conceptualizaciones, las investigadoras construyen el camino para la exploración contextualizada de esa suerte de circulaciones afectivas en comunalidad con el espacio y la acción colectiva que pueden observar en las organizaciones que integran el estudio. Para el abordaje metodológico de este proyecto, se presenta la propuesta epistemológica de la triada performativa, la cual se define como un modelo tridimensional que abarca a los interlocutores (todos los sujetos que interactúan en la investigación), los métodos o técnicas de diseño (narrativa performativa individual y grupal, fotovoz y observación corpoemocional) y el análisis de los procesos corpoemocionales.

La apuesta metodológica está en romper el canon que tradicionalmente ha separado al sujeto investigador del objeto investigado, lo que lleva a reconocer que las investigadoras hacen parte de la red de afectividades que se produce en los rituales de interacción y cómo allí se da la conexión intersubjetiva e interobjetiva entre las partes. Es precisamente en estos espacios donde emergen los efectos materiales de la circulación de afectos y objetos de emoción, promoviendo la observación y la comprensión de los procesos corpoemocionales. Por su parte, la técnica de fotovoz se destaca como el corazón de la triada performativa. Su relevancia radica en el potencial que tienen las fotografías para hacer explícitos los objetos de emoción, las realidades cotidianas, las prácticas y sus interpretaciones, lo que pone en evidencia cómo las memorias corpoemocionales tienen un carácter multitemporal y multiespacial.

Adicionalmente al reconocimiento que merece el ingenio de las investigadoras para trascender los alcances del abordaje etnográfico tradicional, este desarrollo metodológico tiene un valor importante al permitir, por un lado, la observación, el registro y el análisis de los procesos corpoemocionales, y por otro, el descubrimiento y la comprensión de las matrices socioculturales en que se inscriben las organizaciones como comunidades emocionales.

En sus hallazgos, el libro de Peláez esboza los contextos de violencia, pobreza y opresión en que se encuentran las organizaciones sociales participantes en la investigación, pero con el énfasis puesto en las maneras en que dichas organizaciones fungen a manera de comunidades emocionales. Otros hallazgos interesantes tienen que ver con la forma en que los espacios pueden ser resignificados desde las acciones colectivas; se explora cómo el ámbito de lo espiritual posibilita la constitución de paquetes culturales que aglutinan a los sujetos y les generan una economía afectiva atractiva. Así mismo, muestra cómo desde el arte y la música, es posible construir marcos de identidad colectiva y de apropiación política de los espacios.

La autora cierra con reflexiones sugerentes y atractivas en torno a la posibilidad de construir puentes que logren sobrepasar los abismos de violencia, opresión y desigualdad, que se ciernen hoy en día en el mundo y de manera particular en Colombia. Para ella, las organizaciones que participaron en la investigación lograron construir comunidades emocionales que pudieron a su vez dar lugar a cambios en las constelaciones afectivas de sus integrantes y estimular habitus afectivos distintos de los presentes en los contextos de violencias de los que provienen; en últimas, son comunidades que lograron construir puentes por sobre los abismos y que abrieron nuevos caminos de conocimiento fuertemente enraizados en los afectos y las emociones.

Nota

  1. Desde el comienzo del texto, se señala el uso indistinto de afectos y emociones.


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