Xicanisma: la poética de “concientización” feminista y fronteriza de Ana Castillo*
Xicanísma: a poética de “conscientização” feminista e fronteiriça de Ana Castillo
Xicanisma: Ana Castillo’s Poetics of Feminist and Border “Conscientización”
DOI: 10.30578/nomadas.n54a14
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Diana Carolina Peláez Rodríguez**
Resumen
El artículo tiene por objetivo aproximarse a la vida y la obra de la escritora chicana Ana Castillo. La autora, a partir de los poemas, las novelas, los ensayos y las entrevistas de Castillo, se sumerge en la fuerza de su pensamiento feminista y fronterizo y comparte comprensiones sobre su influencia en la comunidad chicana y latina. Al final del artículo, la autora hace referencia a cómo el activismo creativo de Castillo nos provee de una imaginación xicanista y colectiva que construye posibilidades de mundo para un sistema social más justo con las comunidades racializadas en contextos históricamente racistas, clasistas y sexistas.
Palabras clave: xicanisma, Ana Castillo, movimiento chicano, epistemologías de frontera, migraciones, activismo espiritual.
Resumo
O artigo tem por objetivo se aproximar à vida e obra da escritora estadunidense de ascendência mexicana Ana Castillo. A autora, a partir dos poemas, os romances, os ensaios e as entrevistas de Castillo, mergulha na força de seu pensamento feminista e fronteiriço, e compartilha compreensões sobre sua influência na comunidade chicana e latina. No final do artigo, a autora faz referência a como o ativismo criativo de Castillo nos fornece de uma imaginação xicanista e coletiva que constitui possibilidades de mundo para um sistema social mais justo com as comunidades racializadas em contextos historicamente racistas, classistas e sexistas.
Palavras-chave: xicanísma, Ana Castillo, movimento chicano, epistemologias de fronteira, migrações, ativismo espiritual.
Abstract
The article aims to get us closer to the life and work of Chicana writer Ana Castillo. The author, drawing on Castillos poems, novels, essays, and interviews, immerses herself in the force of Castillo’s feminist and border thinking and shares insights about her influence on the Chicano and Latino/a/x community. The author concludes by referring to how Castillos creative activism provides us with a xicanist and collective imagination to build world possibilities for a more just social system towards racialized communities in contexts that are historically racist, classist, and sexist.
Keywords: Xicanisma, Ana Castillo, Chicano Movement, Border Epistemologies, Migrations, Spiritual Activism.
*Este texto es el resultado de mis indagaciones sobre la vida y obra de Ana Castillo, a partir del estudio de sus escritos y el intercambio de comunicaciones personales entre los meses de enero y febrero de 2021.
**Docente e investigadora, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios de Migración Internacional; magíster en Estudios culturales; profesional en Lenguajes y Estudios Socioculturales. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Las xicanistas luchamos
por nuestra necesidad de entender a cabalidad quiénes somos –seres humanos talentosos–y creer en nuestros dones, nuestra valía, nuestra belleza,
mientras tenemos que sobrevivir en constructos de un mundo opuesto a nuestra intuición y conocimiento sobre el significado de la vida.
Ana Castillo, Massacre of the Dreamers
Dar inicio a este texto no ha sido fácil. Ofrecer una introducción a Ana Castillo, a su trabajo y a la importancia de su pensamiento tanto en su comunidad como en otras fuera de las fronteras me ha enmudecido. He repasado en silencio sus palabras y solo encuentro que nadie mejor que ella ha sabido contarse a sí misma y que mi decir solo sería un burdo esfuerzo por encerrarla en casillas o etiquetas, de que ella misma ha sabido muy bien escapar, hasta traspasarlas e incluso superponerse a ellas. Rastreo entonces su propia enunciación y encuentro que se sitúa antes que nada como poeta y narradora de historias, pero también es ensayista, dramaturga, traductora y académica independiente.
En todos estos campos ha conectado y generado afectos profundos en quienes entran en contacto con sus múltiples expresiones. Yo la conocí en las aulas de clase sobre teorías feministas contemporáneas en San Diego, pero también en las calles del este de Los Ángeles, de la voz de raperas xicanas –sí, con X–. Así llegué a estudiar su libro de ensayos Massacre of the Dreamers y desde entonces me conecté con su pensamiento sociohistórico y encarnado, llamado Xicanisma. Estas fronteras diluidas respecto de su impacto, que fluyen entre la academia y las calles, me invitaron a profundizar más a fondo en el movimiento chicano y en los aportes particulares del feminismo que se gestaba en su interior, en donde encontramos a autoras, narradoras de historias, filósofas y poetas de la vida como Gloria Anzaldúa, Emma Pérez, Cherríe Morraga, Norma Alarcón y Ana Castillo.
A lo largo de este texto, conversaremos con Ana Castillo a partir de sus textos, poemas y entrevistas y de nuestro propio encuentro con ella y sus generosas respuestas, en varios intercambios por correo electrónico. Con su voz hecha tiempo, caminaremos por su pensamiento de poder femenino y fronterizo, lleno de valor y autodeterminación, y veremos su influencia en una sociedad racista y elitista que constituyó su identidad nacional con base en las oposiciones entre lo blanco y lo negro, que invisibilizan otras experiencias marcadas por un saberse cruzada por esa misma imaginación, pero a partir de otras diferencias sociohistóricas que no entraban en esa totalidad.
Ana Castillo nació y creció en Chicago en una familia con un linaje de migraciones de México hacia Estados Unidos. Hija de madre proveniente de Ciudad de México y padre nacido en Chicago, ha dirigido su escritura a contar historias sobre los obstáculos sociales y económicos que los latinos enfrentan en los Estados Unidos. Actualmente vive en la zona de frontera de Nuevo México a un par de horas del cruce fronterizo El Paso-Ciudad Juárez. Castillo rompe el molde de la latina que se busca una vida en trabajos de servicio o como operaria en alguna fábrica, como lo hicieron las mujeres de su familia. Ella es licenciada en y maestra en Artes por la Universidad de Chicago y recibió el grado de doctora en Estudios Americanos de la Universidad de Bremen (Alemania), por la colección de ensayos Massacre of the Dreamers. Ha recibido varios premios, entre los cuales están el American Book Award (1987) de la Before Columbus Foundation, por su primera novela The Mixquiahuala Letters; y el Women of Words Award (1988); recibió dos becas del Fondo Nacional de las Artes de EE.UU. (1990 y 1994); el premio Carl Sandberg (1993) por su obra So Far from God (1993a);el reconocimiento Sor Juana Achievement Award (1998), entregado por el Centro Museo de las Artes Mexicanas en Chicago, y el premio de la Asociación de Estudios Americanos Gloria Anzaldúa (2013). También otros reconocimientos por sus obras Sapogonia, The Guardians y Peel My Love Like an Onion.
En su última obra de ensayos autobiográficos: Black Dove: Mamá, Mi’jo, and Me,se describe así: “no soy politóloga o historiadora, soy una poeta. Los poetas tenemos mala fama por nuestras peligrosas opiniones sobre todas las cosas” (Castillo, 2016, p. 327). Y en una entrevista que le hicieron, amplía: “pero yo era una poeta en el movimiento. Entonces no es que estuviera pensando en serlo para enviar mis poemas a una revista especializada. Era más algo como me voy a subir a esa tarima y voy a leer mis poemas. Entonces era más como mi forma de comunicar instantáneamente lo que estaba pensando” (en Cantú, 2008, p. 60). Entre sus obras poéticas están My Father was a Toltec, Women are Not Roses, I Ask the Impossible y Watercolor Women, Opaque Men: a Novel in Verse. Es editora de la colección de historias, poemas y ensayos sobre la Virgen de Guadalupe llamada Goddess of the Americas. Su legado como escritora, pensadora y activista cultural se consolida con su zine La Tolteca, una apuesta sobre la creación sin fronteras y censura.
En los años setenta, cuando se integra al movimiento chicano1 que acompañó las luchas por los derechos civiles en los Estados Unidos, las voces del liderazgo eran principalmente masculinas. Los roles de género dentro del movimiento eran los tradicionales del hogar, en donde los hombres protegían y liberaban y las mujeres cuidaban y reproducían la vida cotidiana. Las expresiones artísticas canalizaban afectivamente el deseo de transformación social y de orgullo de pertenencia y reivindicación sociohistórica méxico-americana por el derecho a estar ahí, con murales, música y poesía, especialmente.
La revisión y reconstrucción de historias familiares y el uso del simbolismo tradicional mexicano y precolonial lograron convocar discursos radicales hacia políticas de liberación comunal e individual que conectaron profundamente tanto con la comunidad mexicana, que fue atravesada por la frontera que se delimitó en el siglo XVIII, como con la de los inmigrantes y nuevas generaciones nacidas en EE. UU. Desde el legendario territorio de Aztlán, pasando por la figura religiosa de la Virgen de Guadalupe, hasta La Malinche, se tornaron en apropiaciones de valor nacional y orgullo, o de vergüenza étnica, en el caso de la última. El papel revisionista del feminismo chicano fue crucial en los giros epistémicos que se dieron respecto de esos mismos signos de valor, orgullo o vergüenza, para evidenciar la injusticia social sobre los cuerpos de las mujeres, las abuelas, las madres, las hijas de la comunidad que sustentaba la subvaloración del poderío femenino dentro del movimiento.
En Nicaragua, 1974 y 2011 | Cortesía de Ana Castillo
Nuestra poesía temprana, cuya intención era catalizar la resistencia y revolver los corazones del pueblo, buscaba emplear el ímpetu y el vigor de la vida cotidiana. La emergencia y vitalidad de esta poesía jugaba un importante papel en los dos objetivos primordiales del movimiento chicano: obtener reconocimiento legítimo por parte de la sociedad dominante, para así generar oportunidades educativas y económicas, y la afirmación de nuestra identidad cultural en una sociedad anglocéntrica. Para los años ochenta, sin embargo, llegamos a una nueva fase en la poética de nuestra auto-definición. Como mestizas2, nos observamos críticamente en el lenguaje (todos los que nos componen y su variedad de dialectos), con la comprensión de que el lenguaje no era algo que existía fuera de la experiencia. De forma explícita o implícita, el lenguaje es el vehículo a través del cual nos interpretamos en relación con el mundo. (Castillo, 2014, pp. 177-178)
El uso del Spanglish hace parte del ejercicio de reconocimiento del contexto lingüístico en el que se vive la experiencia y prioriza una carga afectiva, puesta en el español por sobre el inglés, en las memorias o expresiones que fluyen en las prácticas, evidencia de que la preferencia está profundamente relacionada con la identidad del hablante y de que este busca evidenciar esa pertenencia (Espín, 1999, pp. 139-140). Las mujeres chicanas buscaron socavar la ética cultural patriarcal que yacía en cada símbolo, en cada práctica y en cada relación con el mundo que las devaluaba, y construyeron historias paralelas, mitologías alternas, donde lo femenino no requiriera ni aun el permiso de existir y se encontraran en completa libertad de conocerse, quererse y aceptarse en su diversidad. En este ejercicio de intervención política y ética, lo estético fue central, y la escritura y la poesía debían ser accesibles a todas y estar entre las prácticas más democráticas.
Es así que aparecen metáforas que ayudan a imaginar un mundo posible en las fronteras, sin determinismos binarios que violenten a los cuerpos y se asuman en la subordinación y el desprecio de los otros y de sí, por género, clase, sexualidad, espiritualidad o cualquier otro diferenciador. El mito masculino de “puta”, “vendida” y “traicionera” por traer al mundo un hijo de Hernán Cortés, que Octavio Paz circuló sobre la Malinche, fue revisitado por varias autoras, como Norma Alarcón o Marta Cotera, y liberaron su cuerpo de la sumisión sexual como el centro de la maldad nacional, para reconstituirla en la figura de heroína, madre, figura de liderazgo y poder:
La palabra escrita ha sido un lugar exclusivo de un tipo particular de personas: hombres blancos, de clases altas y bien educados. Con el tiempo, un puñado de mujeres “excepcionales” han sido admitidas en tan exclusivo círculo. Aquellas que habían tenido acceso a instituciones públicas o parroquiales, a menudo inferiores, empecinadas en reprimir la voluntad humana no estaban destinadas a hacer de la pluma un estilo de vida. Como parte de la generación que se rebeló globalmente contra la autoridad, creo que hemos logrado, notablemente, cambiar esto. Al escoger ser transmisoras conscientes de expresiones literarias, nos hemos convertido en excavadoras de nuestra cultura común, escarbando leyendas, folclor y mitos para nuestras propias metáforas. Lo nuestro no es Homero sino Netzahualcoyotl, no es Sappho sino Sor Juana, no es Atenea sino Coatlicue. (Castillo, 2014, p. 177)
La poética de la Xicanista
Las escritoras, poetas, académicas y artistas chicanas comprendieron que las demandas del feminismo blanco, liberal y de clase media en Estados Unidos nunca iban a ser suficientes para contar sus historias particulares como mujeres de color en esa sociedad y emprendieron una búsqueda por una ética, estética y política propias, partiendo de sus historias, sus saberes, sus propias metáforas y su propia epistemología. Así constituyen ellas un paradigma crítico que puede ser considerado tanto teoría como método y que comprende formas oposicionales de consciencia (Sandoval, 1998, p. 360).
Xicanisma entró a conversar con varias propuestas de otras mujeres, como la de conciencia mestiza de Anzaldúa o los feminismos del tercer mundo estadounidense, de Chela Sandoval, para sostener creativamente una identidad que no fuera fija o “verdadera”, sino que se reconociera flexible y multidimensional. Gloria Anzaldúa lo llamó conocimiento, como otros modos de relacionarnos con nosotras mismas, con las otras y el mundo y una manera distinta de conectar, más allá de los colores, y otros diferenciales, con aliadas que viven sus propias contradicciones, para así desarrollar juntas una visión espiritual, imaginativa y política (2002, p. 571). Conocimiento es una indagación espiritual que se logra a través de actos creativos como la escritura, la danza, el curanderismo, la enseñanza, la meditación y el activismo espiritual; este surge de la apertura de todos los sentidos y estados (de emoción, cognición, intuición, imaginación y espíritu) conectados para la creación de saberes subversivos y de transformación (p. 542).
Castillo ha llamado “concientización” a este modo de indagar, para explicar la subjetividad xicanista: “una persona que tiene la conscientización es aquella que entiende quién es, que entiende dónde está ubicada en el gran esquema de la sociedad y que tiene las agallas de hacer cambios en su comunidad” (Castillo, 2014, p. 180). El uso de la X en Xicanisma es lo que Ana Castillo llama la “poética” de la xicanista, la cual corresponde a una nueva noción de color e identidad que involucra una revisión de las teorías monolíticas de mestizaje e hibridez racial para reevaluar a la mujer indígena y situarla en el puro centro de su identidad racial (Velasco, 2006, p. 208); es decir, en el centro simbólico de la comunidad imaginada identitaria:
La construcción desde la poesía y la prosa, el desarrollo de ideas, no es un logro que se le asume a un individuo de su generación. Todos estamos creando este telar. A veces es uno vibrante con color y movimiento, en otros es soso y redundante, y para otros, una pobre ejecución. Ninguna de nosotras es infalible, ninguna de nosotras solas logra la perfecta confluencia de elementos en su creación. La poética de la conscientización trata de todo y de todos al mismo tiempo –o al menos esa es su misión—. Se nos hace difícil persuadir incluso a aquellos que están con nosotras, un amante o nuestra hermana, que estamos creando no sólo una nueva poética con nuestro lenguaje, sino una nueva conscientización. (Castillo, 2014, p. 182)
Castillo construye el concepto de Xicanisma para referirse a esta nueva reconfiguración de la diferenciación genérica y étnica desde la “posicionalidad”. De este modo, se desmantela la noción biologicista, ahistórica o esencial de la raza y se abre un espacio para reclamar una experiencia historizada de la articulación entre género y etnicidad que, por consiguiente, posicionará al sujeto de manera política. El uso de la X es un recurso que reconoce y recupera lo indígena en el proceso de identificación y lo posiciona como el centro del mismo; esto con el fin de despojarlo de los significados negativos con los que históricamente la cultura dominante lo ha producido, para ser renombrados de otra manera:
Cuando inicié mi investigación para Massacre of the Dreamers, me pregunté: ¿qué es una chicana? ¿Quién es esta mujer de la que escribiré? Era una búsqueda pragmática y lo que fui descubriendo es que la mujer mexicana, tanto en la cultura prehispánica como después, es que ha sido definida desde un marco muy religioso. No podía extraer lo uno de lo otro. Con la iglesia católica, la cultura y la tradición se mezclan en la religión. Algunos de los mandatos más estrictos dictados por el papa son en contra –bueno, yo creo que lo son– de las mujeres. En este sentido, no puedo separar la identidad de la mujer mexicana y chicana del universo religioso. Las mujeres, creo, cargan las tradiciones de las religiones, así ellas no sean las que formulen la ideología. (Castillo, en Milligan, 1999, p. 20)
En 1996, Castillo edita un libro llamado Goddess of the Americas. La diosa de las Américas, en donde treinta autores comparten sus poemas y ensayos sobre la Virgen de Guadalupe - Tonantzín. El poder femenino para las niñas y mujeres chicanas proviene y está mediado cultural y espiritualmente por la Guadalupe, explica Castillo, y Tonantzín era el nombre en que esta fuerza femenina era reconocida por los mexicas. En la necesidad de reclamar por un mundo espiritual que dé valor y poder a lo femenino y desplazar al “padre” por la “madre”; Guadalupe-Tonantzín encarna ese sentido de cuidado y protección que todos deberíamos convocar “en un mundo en el que la esperanza pende de un hilo” (Castillo, 1996, p. xxiii).
En toda su propuesta, a modo de activismo espiritual, como lo propuso Anzaldúa, Castillo ha buscado que Xicanisma no fuera capturada por la atmósfera sofocante de los auditorios de conferencia ni por las acrobacias de las conceptualizaciones académicas y que, al contrario, “fuera llevada a nuestro puesto de trabajo, los encuentros sociales, las cocinas, las habitaciones y la sociedad en general” (Castillo, 2014, p. 11). Su obra se transforma, se mueve, les habla a las rezanderas, curanderas, brujas, hijas, madres, lesbianas, activistas, pero también a todo el que se identifique, que no sea necesariamente de ascendencia mexicana, o las latinas del otro lado, sino esa mujer desconocida en cualquier lugar de la clase trabajadora:
Entonces lo que me llevó a escribir Massacre of the Dreamers y a quien va dirigido es la mujer de la maquila en Juárez y la maquila en el sudeste asiático y en Los Ángeles y en Nueva York y en Chicago. Ella puede ser de origen mexicano, asiático o indio, de donde sea. Esta es la nueva forma, creo, prestar atención a esa identidad en el mundo en este momento; se ha movido a eso. […] pero siempre será una cuestión de raza, una cuestión de color, porque la historia de la colonización en este mundo ha sido devastadora para mucha gente de color y continua hoy afectándonos. (Castillo, en Milligan, 1999, p. 23)
Trata sobre nosotras. Por eso [los anglos] no conocen esa realidad. Y eso para mí es la muestra más evidente de que el racismo existe y existe para una escritora como yo. Pensemos en So Far from God. La escribí en seis meses como un gesto reactivo al terminar Massacre, el cual me tomó siete años escribir, y sin embargo todo el mundo puede leer So Far from God. ¿Por qué? Porque es ficción. No tenemos que creer que todas esas terribles historias son verdad, porque el libro es entretenido; mientras que Massacre of the Dreamers es todo lo contrario, porque es escritura acérrima y absoluta que busca la verdad. (Castillo, en Cantú, 2008, p. 61)
En Quito (Ecuador), 2012 | Cortesía de Ana Castillo
Conscientes de la movilidad del pensamiento, de la identidad, de la memoria, preguntamos a Ana Castillo por los orígenes deXicanisma y los modos en que ha cambiado, al igual de las transformaciones que ha traído para las mujeres a lo largo de las generaciones que se han nutrido de esta creación, a lo que generosamente nos responde:
Una de las razones por las cuales tiendo a evitar entrevistas sobre mis libros (especialmente años después de su publicación) es que me obligan a ir hacia atrás y pensar en quién solía ser en ese entonces. Es casi imposible hacerlo sin caer en la tentación de hacer una revisión. La memoria no es solo resbaladiza, sino que también es memoria del intento. Esto no significa que he cambiado de opinión o de postura. Es difícil, al menos para mí, posicionarme de lleno en el pasado. Todos nos transformamos con el tiempo, con suerte evolucionamos.
He notado cómo las palabras que toma algún movimiento para incorporarse con su energía, luego más adelante en el tiempo son apropiadas y usadas de otra manera. Algunas veces, mal usadas. Cuando se usan para obtener dinero o fuera de contexto (se me vienen a la mente los comerciales de televisión que usan el slogan, la imagen o la canción de un movimiento social). El significado cambia o incluso es tergiversado.
Quizás es una cuestión de que un término sea para el momento y para aquellos que lo usan para impulsar su movimiento. En mi juventud, cuando “chicano” se convirtió en el referente para los activistas méxico-americanos, nuestros mayores no lo acogieron. Chicano, en su época, era despectivo hacia los mexicanos en los Estados Unidos. Lo mismo puede decirse de la palabra “negro” en el movimiento negro.
A finales de los sesenta e inicio de los setenta, las mujeres negras estaban activas en el diálogo. Para mediados de los setenta, las activistas latinas y chicanas (brown women) en Estados Unidos, a menudo asociadas con la clase trabajadora, comenzaron a identificar sus luchas particulares como mujeres; esto implicaba hasta cierto punto un diálogo asertivo sobre la sexualidad. Xicanisma no existía como término. Algo que podía ser definido como feminismo chicano, sin embargo, se estaba desarrollando en los círculos académicos y en la práctica de organizaciones sociales de base. A mediados de los ochenta introduje el término Xicanisma (chicanismo híbrido de chicana con un giro indígena) para llenar el vacío enunciativo de cómo hablar de la emergencia del pensamiento feminista chicano. Hasta ese momento, el feminismo enunciaba a las mujeres blancas de todas partes, especialmente las de clase media y alta.
Estoy complacida, me siento halagada y respetada de saber que las activistas y académicas más jóvenes reconocen la contribución de Massacre of the Dreamers, pero también de mi poesía y ficción más tempranas (hago referencia a la actual edición de My Father was a Toltec y mi primera novela The Mixquiahuala Letters, ambas actualmente en prensa). Massacre of the Dreamers tuvo una edición de vigésimo aniversario en 2014 como indicador del vigente interés en la obra. También soy consciente de que feministas en otros países aplican las teorías que he presentado allí en relación con la colonización de sus propias sociedades. He visto que las generaciones más jóvenes usan el término, con o sin consciencia de su procedencia con mi libro o si sienten que fuese importante reconocer esa conexión. (Entrevista, 2021)
Vivir en la frontera
En su última colección de ensayos Black Dove: Mamá, Mi’jo, and Me, Ana Castillo hace un ejercicio de memoria profunda para llevarnos de la mano a lo que ella llama “su historia”. Es una autobiografía cuyo propósito explícito es convocar a quien lee a reconocerse en las varias historias que una mujer de color, bisexual, escritora y madre, pueda ofrecer, por más distinta que parezca de la propia, e invita desde la introducción a que nos permitamos sentir los cruces de sentidos comunes que se encuentran y nos unen, más que separarnos.
2016 | Cortesía de Ana Castillo
La dedicatoria con la que abre la novela The Guardians explicita: para todos aquellos que trabajan por un mundo sin fronteras y para todos aquellos que se atreven a cruzarlas. Los personajes en las novelas de Castillo habitan la frontera, con sus mezclas identitarias, nacionalidades y lenguas; pero las fronteras para las chicanas significan más que el territorio cruzado por líneas que bordean un cuerpo y lo fragmentan. Las fronteras son más bien estados de transición y cruces, pero no hacia el otro lado, para existir en él, sino más bien por el bienestar de esa zona indeterminada que escapa de las violencias de lado y lado, una zona de autodeterminación, autonomía y poder. Pero situarse allí tiene sus costos y es la violencia por parte de quienes las han construido para ordenar y dividir. Las mujeres en sus obras son receptoras de esas violencias y son las primeras que nos muestran la posibilidad de ese tercer espacio, el hogar donde estarán a salvo (Johnson, 2004, p. 41). Castillo nos ayuda a reflexionar sobre el control masculino de la sexualidad femenina, las violencias en el mundo dividido por los hombres como lo privado y lo público y los castigos en estos espacios, marcados por los golpes, la violación y el feminicidio.
En Sapogonia, So Far from God, The Mixquiahuala Letters e incluso su autobiografía en Black Dove, Castillo expone la matriz de poder que los hombres han asumido sobre los cuerpos de las mujeres como objeto poseído, castigable y desechable y los riesgos continuos de que las mujeres siempre estén expuestas a esa posibilidad de la violación. Incluso en Sapogonia3 nos expone que el mandato masculino exige fidelidad a la filiación de género antes que nada, y ese será siempre el mayor lugar de sostenibilidad del poder cuando el antihéroe Máximo Madrigal, después de violar a una joven indígena y dejarla en un camino, se pelea a muerte con el hermano de la víctima, aunque luego desarrollan una camaradería. El escape de los personajes femeninos de las fronteras rígidas militarizadas por los cuerpos masculinos y el patriarcado colonial se construye a través del espacio seguro conformado por el trabajo colectivo, político y activista, que evidencia la ética de lo que llama interconnectedness o interconectividad entre las mujeres y su comunidad, y no desde la competencia. Hacerse fuertes en ese espacio seguro de “hogar” expandido que flexibiliza las fronteras de lo público y lo privado para encontrar sustento en las conexiones, un espacio de traducción y negociación donde se transforme la violencia. En la propia descripción que Castillo hace de The Mixquiahuala Letters expresa: “El tema principal se ocupa de las relaciones o las conexiones, con todas sus complejidades aparentemente irreconciliables: mujer con hombre, mujer con mujer, mujer como hija, mujer como madre, mujer con la religión, mujer con la cultura chicana/mexicana, mestiza con la cultura anglo, entre muchas otras” (2014, p. 179).
Pastora, en Sapogonia, es una mujer que representa fuerza y sabiduría ancestral a través de las artes que realiza y de los saberes de la naturaleza que convoca; es considerada una bruja/curandera que lleva una vida poco tradicional. Sofi, en So Far from God, debe superar la pérdida de su esposo, sus hijas y su patrimonio y encuentra en su interior la fuerza para luchar por su comunidad como alcaldesa autoproclamada. Es una fuerza de cambio que mediante la organización de cooperativas provee a la comunidad un sentido de unidad y poder. Ella encuentra su camino como lideresa (Shaul y Quinn-Sánchez, 2016, p. 19). Este libro hace parte de la lista de ochenta libros vetados en Arizona por una ley en contra del curriculum de los Mexican-American Studies, impulsada por los republicanos, que busca que estos libros dejen de ser circulados y enseñados en las escuelas públicas, con el argumento de que enseñan odio y resentimiento hacia los blancos. Entre los libros vetados se encuentran Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire, The House on Mango Street de Sandra Cisneros y Borderlands/La frontera de Gloria Anzaldúa.
En la obra de Castillo, las migraciones aparecen en todas sus formas, desde la búsqueda del sueño americano, la deportación, la experiencia del refugiado, del “mojado”, hasta la descripción de la creciente industria migratoria, formal como la patrulla fronteriza e informal como las redes de coyotaje y el problema de la trata de personas. Pero en ninguna obra es este escenario tan central como en The Guardians. La novela se localiza en las ciudades fronterizas de El Paso en Texas, Ciudad Juárez en México y Cabuche en Nuevo México. Castillo nos muestra que, para los anglos del Sur de Estados Unidos, los habitantes fronterizos son siempre transgresores, aliens, con documentos o no, sean chicanos, indígenas o negros, por lo que se esfuerzan por “resguardarla” a como dé lugar. Es un territorio hostil que continúa recordando a esa otredad que quienes entren serán gaseados, violados, mutilados, desaparecidos o asesinados, de modo que “la frontera se ha vuelto como el Triángulo de las Bermudas. Tarde o temprano todos conocen a alguien que ha desaparecido” (Castillo, 2008, p. 132). En la obra, esta es una frontera sitiada por la patrulla fronteriza, la pandilla MTM, los Minutemen, los narcotraficantes, los coyotes, las redes de trata de personas, el Grupo Beta4 y las fuerzas del orden locales. En la novela sentimos las varias violencias territoriales e identitarias, pero también las varias resistencias en los espacios seguros que se conforman por el cuidado desde las redes comunitarias, como protectoras de vida. En la novela, los guardianes son las montañas Franklin, como testigos de lo que ocurre a lado y lado de la frontera, y los personajes principales, Regina y Gabo, que protegen a su familia y a su comunidad de la gran y oscura mancha de actores que “protegen” la nación y sus intereses.
Nuevo México (Estados Unidos), 2007 | Foto de Robert A. Molina
Por la ilusión de la paz
Everywhere i travel these days,
from university to university,
there is a cheering team waiting at the airport,
not for the poet, of course, but for a hero.
There are plastic flags waving, helium filled balloons, pregnant wives, fathers, mothers, friends, new babies –all to welcome their heroes home–. Their very own
Who stand for freedom somewhere far away.
In a place they’d never heard of before: the magical, golden landof Shahrazad, where anything can happen and has.
In Kentucky and Oregon the descendants of the Puritans hardly surprised me.
El Paso and Albuquerque were another matter, as were
Chicago and Los Angeles.
Who were these Hispanic-Americans convinced that Kuwait deserved liberation and ravaged El Salvador does not?
Who were these new patriots who now pledge allegiance to the flag at family reunions and support free-trade negotiations between the United States and Mexico?
What economic law assures them that women and adolescents exposed to toxic waste and chemicals at wages of three dollars a day by any measure is progress?
Did they hear by chance of the flower rancher north of Los Angeles who kept one hundred fifty Mexican workers under lock and key?
Their heads were shaved.
They were sold goods on credit at the company store.
They worked sixteen hours a day, six days a week –or of the number of women trying to cross the border who are stolen for the extraction of their organs for use in transplants in the United States– or
Of the children shot by United States border officials in Mexican territory?
They distinguish themselves these good Hispanics from
the bad ones: the Chicano gang members,
Columbian drug kings, Puerto Rican crack users, dark
Guatemalans, the good-for-nothing illegals
with no right to be here,
with no right to be,
with no rights.
But i don’t know from where these good Hispanics have come.
It isn’t language that binds us now nor our common history.
There is nothing left between us, those whom
I once so bittersweetly called my people. (Castillo, 1993b)
Por la ilusión de la paz
Dondequiera que viaje estos días
de universidad en universidad,
hay un equipo de vítores esperando en el aeropuerto,
no para la poeta, por supuesto, sino para un héroe.
Hay banderas de plástico ondeando, globos llenos de
helio, esposas embarazadas, padres, madres, amigos,
recién nacidos, todos para dar la bienvenida
a casa a sus héroes. Los propios.
Quienes defienden la libertad en algún lugar lejano.
Un lugar del que nunca habían oído hablar antes: la
mágica tierra dorada de Shahrazad, donde todo puede
suceder y ha sucedido.
En Kentucky y Oregon, los descendientes de los
puritanos apenas me sorprenden.
El Paso y Albuquerque son otro asunto, al igual que
Chicago y Los Ángeles.
¿Quiénes eran estos hispanoamericanos convencidos
de que Kuwait merecía
Liberación, pero El Salvador devastado no?
¿Quiénes eran estos nuevos patriotas que ahora juran
lealtad a la bandera en reuniones familiares y apoyan
las negociaciones de libre comercio entre Estados
Unidos y México?
¿Qué ley económica les asegura que mujeres y
adolescentes expuestos a desechos tóxicos y productos
químicos por un salario de tres dólares al día
significa algún tipo de progreso?
¿Habrán oído de casualidad del ranchero de flores al
norte de Los Ángeles que mantuvo bajo llave a ciento
cincuenta trabajadores mexicanos?
Les afeitaron la cabeza.
Les vendían productos a crédito en la tienda de
la empresa.
Trabajaban dieciséis horas al día, seis días a la semana
–o de la cantidad de mujeres que intentan cruzar la
frontera y que son robadas para la extracción de sus
órganos que luego usan en trasplantes en Estados
Unidos– o
¿De los niños baleados por funcionarios fronterizos de
Estados Unidos en territorio mexicano?
Se distinguen a sí mismos como buenos hispanos al
lado de los malos: los pandilleros chicanos,
reyes colombianos de la droga, consumidores
puertorriqueños de crack, guatemaltecos oscuros, los
ilegales buenos para nada sin derecho a estar aquí,
sin derecho a ser,
sin derechos.
Pero no sé de dónde han venido estos buenos hispanos.
No es el lenguaje lo que nos une ahora ni nuestra
historia común.
No queda nada entre nosotros, aquellos a quienes
alguna vez llamé tan agridulcemente mi gente.
Desde este universo fronterizo, le preguntamos a Ana Castillo sobre la transversalidad de las migraciones en su trabajo y el peso simbólico que ha tomado este fenómeno en la política interna y académica de los Estados Unidos:
El primer hecho histórico que me gustaría resaltar a los lectores que no estén al tanto es que la primera ley que se instauró en la frontera México-Estados Unidos no era para mantener a los mexicanos fuera. Sino que se trató de la Ley de Exclusión China [Chinese Exclusion Act] de 1882 en adelante. Sin embargo, con el 9/11, se generó, y tal vez continúa, la idea equivocada de que una amenaza migratoria proveniente del Medio Oriente entraría a los Estados Unidos vía México. He vivido cerca a esta frontera (a una hora de camino en carro) por las últimas dos décadas. Me he percatado de las varias formas de violencia que afectan a las personas a lo largo de la línea fronteriza, por mi relación directa con sus habitantes. Desde aquella espeluznante conocida como “feminicidio” (sobre la cual he escrito y de la cual he hablado internacionalmente), a la guerra contra el narco por parte del gobierno mexicano en el 2008, en donde vimos cómo el gobierno militarizó el territorio; a la violación de derechos humanos en las “maquilas”, con mujeres a las que les pagaban pocos dólares al día; a la pobreza devastadora (provocada en alguna medida por los millones que migraron a las ciudades fronterizas y donde prevalece la falta de infraestructura de vivienda, agua, sanidad, entre otros); hasta el aberrante trato que actualmente se les da a quienes han venido a solicitar asilo; y, por
supuesto, el vergonzoso acto de separación y detención de menores. Aunque he participado en varias marchas a lo largo de los años, no he estado directamente involucrada con organizaciones que trabajan estas problemáticas.
Quisiera reiterar que, a pesar de que a lo largo de mi vida he estado inmiscuida en escenarios académicos, yo no me considero una académica per se. Actualmente no me encuentro afiliada a ninguna institución y rara vez participo en eventos. Creo que me mantengo actualizada en política, especialmente en cómo afecta a los latinos/as/x. Esto, a la luz de toda una vida formando puntos de vista, la mayoría expresados a través de mi escritura, creo que mantiene relevante mi perspectiva. No obstante, al no impartir clases en el presente, no presto mucha atención a las tendencias, términos o controversias internas de la academia. (Entrevista, 2021)
Ana Castillo tiene múltiples formas de expresar su activismo espiritual, pues también hace pintura y dramaturgia y ha hecho explícito su deseo de crear cine, en un género que quisiera llamar Chicana noir,“porque nuestras narrativas son invariablemente negras” (Castillo, 2016, 124). En sus obras y su pensamiento siempre ha dialogado con Latinoamérica, fuera del contexto mexicano. En Black Dove nos cuenta sobre los gustos musicales de su madre, la importancia del danzón cubano en su vida, la literatura brasileña de Clarice Lispector, y Gabriel García Márquez, a quien Regina, protagonista de The Guardians, ha leído atentamente. Por esto le hemos preguntado por su relación con Latinoamérica y las colaboraciones creativas/activistas que ha realizado:
He sido afortunada en la vida por haber sido invitada a hablar en programas, escuelas, festivales literarios, universidades y medios en muchos países. Recuerdo una visita a Cuba en el 2000, cuando el presidente del sindicato de escritores me dijo, Ana, te vemos como latinoamericana, como una de nosotros. He desarrollado muchas conexiones y con mujeres muy variadas en países de habla hispana. Claro que, aunque tengo por Brasil un lugar muy especial, pues estudié portugués en la escuela y lo he visitado, no tengo una conexión formal allí.
Identificarme como lo hago con mi sangre indígena me hace también conectarme con estos pueblos. Tengo innumerables referencias de las veces que he participado en festivales de poesía, encuentros y colaboraciones con escritores de toda América Latina a través de décadas –hombres y mujeres, en presentaciones ante grandes audiencias, en talleres de escritura, siendo publicada o trabajos que he ayudado a publicar acá–. He viajado mucho y sostengo también trabajo a larga distancia. Desde entrar en contacto con un grupo de profesores bilingües en Quito, participando también en festivales de poesía en Nicaragua o en talleres de escritura en la Universidad de Galápagos, dando talleres sobre memoria escrita en Buenos Aires, también festivales de poesía y talleres en Perú, compartiendo con escritoras en Cuba, lecturas y firmas de libros en Puerto Rico, etc. A eso hay que sumarle los viajes alrededor del mundo por trabajo y colaboraciones a distancia. (Entrevista, 2021)
Entre los feminismos, el pensamiento de Ana Castillo y las experiencias que aporta en los actos creativos escritos hay gestos descolonizadores que desplazan los modos de imaginar lo femenino. Ella nos lleva a encarnar un “yo” donde la mujer mestiza/mexicamerindia es el centro de la acción y la reflexión sobre el mundo y que, aunque se sabe subalterna, por las fuerzas que la definen, reconfigura su existencia en sus propios términos y amplía su espectro de acción, sin perecer ante la exposición de las violencias, para posicionarse fuera de los discursos racistas, clasistas y sexistas que la oprimen mientras se forma su propio repertorio de amor a sí misma.
Finalmente, la conscientización xicanista trata de cuestionar las definiciones reductoras y monolíticas de las identidades de género, étnicas y nacionales y dar cuerpo a las contradicciones, en lo que la chicana Norma Alarcón ha llamado “‘sujetos-en-proceso’ mediante narrativas textuales” (Klahn, 2003, p. 122), pero es una conciencia continua de sí misma, de las alianzas que construye y del entorno.
Con el análisis identitario xicanista, a través de actos creativos –el activismo espiritual de Anzaldúa–, se busca enfrentar el miedo aprendido a conocerse, así como abrir espacios de autoevaluación que nos acerquen a una comprensión de nosotras mismas de forma afirmativa. El activismo de Castillo provee al mundo de una visión donde se cambian los hechos que condicionan a que las mujeres sean violadas, acosadas sexualmente o sigan siendo las peores pagadas, especialmente las latinas, en un país como Estados Unidos. En la voz de Castillo: “como xicanistas (no solo como obreras culturales sino guerrilleras culturales) debemos ser tanto arqueólogas como visionarias de nuestra cultura. Así puede que contribuyamos a una visión colectiva hacia el desarrollo de un sistema social alternativo” (2014, p. 226).
Ecuador, 2016 | Cortesía de Ana Castillo
Notas
Referencias bibliográficas
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- Última actualización en 16 Septiembre 2021