La apuesta feminista de Judith Astelarra
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La apuesta feminista de Judith Astelarra
A aposta feminista de Judith Astelarra
Judith Astelarra's Feminist Bet
Regina Rodríguez Covarrubias*
* Periodista y licenciada en ciencias de la información de la Universidad de Chile y la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente. Gestora de políticas públicas de género y de cultura, en Chile y en España. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Resumen
Judith Astelarra, Master of Science y Ph.D. en Sociología por la Cornell University, Ithaca, New York y Doctor en Ciencias políticas y Sociología por Universidad Complutense de Madrid, es una pensadora feminista importante de las últimas décadas. Su contribución a la acción política, la investigación y el diseño de políticas públicas de igualdad de oportunidades ha sido valiosa en el espacio latinoamericano, tanto en las instituciones como en la academia.
Palabras clave: feminismo socialista, igualdad de oportunidades, reforma agraria, institucionalidad, género, políticas públicas.
Resumo
Judith Astelarra, Mestre em Ciências e Ph.D. em Sociologia pela Cornell University, Ithaca, Nova Iorque e Doutora em Ciências Políticas e Sociologia pela Universidad Complutense de Madri, e uma pensadoras feministas importantes das últimas décadas. Sua contribuição para a ação política e desenho de políticas públicas de igualdade e oportunidades foi fundamental no espaço latino-americano, tanto nas instituições como na academia.
Palavras-chaves: feminismo socialista, igualdade de oportunidades, reforma agrária, institucionalidade, gênero, políticas públicas.
Abstract
Judith Astelarra, holds a degree of Master of Science and a Ph.D. in Sociology from Cornell University and a degree of Doctor in Political Science an Sociology from the Universidad Complutense de Madrid. She is an important feminist thinker of the last decades. Her contribution to political action, research and the design of equal opportunity policies and gender politics has been of great value in the Latin American scene, both in the institutions and the universities.
Key words: socialist feminism, equal opportunities, land reform, institutions, gender, public policies.
Gracias a personas como Judith Astelarra la condición de la mujer ha llegado a ser una realidad visible.
Norbert Lechner
La ciudad resuena de alegría, las calles se desbordan de personas que cantan y bailan, miles de globos inundan el cielo y muchas mujeres, en una verdadera acción artística, se ciñen una banda presidencial tricolor, simbólico gesto que indica que se sienten parte de este momento histórico ¿Qué ha sucedido? Michelle Bachelet ha sido elegida la primera Presidenta de Chile. Es el resultado de la lucha de miles de mujeres durante décadas, en un esfuerzo donde la acción, la reflexión y las propuestas para ampliar la democracia han ido de la mano. En ese camino que hemos recorrido ha habido mujeres fundamentales. Judith Astelarra es una de ellas, una de las grandes.
Acaba de recibir en Barcelona la medalla President Macia, de la Generalitat de Catalunya, distinción creada en 1938 y recuperada por la Generalitat actual en 1983. Con ella se premia anualmente a aquellos trabajadores o empresarios que se hayan distinguido por su constancia, dedicación, experiencia e iniciativa en el ámbito laboral. Para Judith simboliza el reconocimiento de Cataluña, su tierra de adopción.
Judith Astelarra Bonomi, Doctora en Sociología, es una de las pensadoras más importantes de las últimas décadas en el espacio hispanoamericano. Argentina, española, chilena, amiga de presidentes, políticos, intelectuales y grandes personalidades de América Latina y España, su vida ha transcurrido entre la academia, la política y la militancia feminista. En las distintas etapas de su vida, cada una de estas dimensiones ha tenido una importancia diferente. La vida de Judith está atravesada por los acontecimientos más dolorosos y felices que han convulsionado a América Latina, España y también Estados Unidos. A veces los hechos cambian el curso de su vida, a veces ella es quien influye en el curso de los hechos, desde la acción y el pensamiento.
Una joven que pudo haber sido formal y no formal
Nace en Buenos Aires en 1943. Su padre fue funcionario de la CEPAL; su madre, una mujer de clase alta tradicional que renunció a sus inquietudes artísticas para seguir a su marido y criar a sus hijos. Es la mayor de nueve hermanos, de los cuales hoy sólo quedan cuatro, incluida Judith. La vida la trae a Chile a los nueve años, y en este país vive los más importantes acontecimientos de las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta. Su formación laica en el colegio Dunalastair, elección del padre, la prepara para estudiar la recién inaugurada carrera de sociología, más “femenina” que economía, como hubiera sido su deseo. Esta vez la opinión del padre se impone.
En la Escuela de Sociología de la Universidad Católica coincide con algunos estudiantes que serían destacados intelectuales de la época. “Nunca fui militante de consigna, sino que elaborábamos categorías ideológicas doctrinarias, leíamos mucho y teníamos una sólida formación”, dice Judith rememorando una de sus épocas felices1. “Tuvimos grandes maestros como Armand Mattelart y Frank Hinkelamert”. En realidad, ella pertenece a la generación de pensadores y dirigentes políticos que fundan partidos como el MAPU y la Izquierda Cristiana. Su grupo de referencia, en aquellos años, son los intelectuales demócratas cristianos que se van radicalizando con el proceso político y social del país.
Mientras estudia Sociología, en 1962, recuerda con claridad la fecha, se encuentra con el libro de Viola Klein sobre Psicología y condición de la mujer y las memorias de Simone de Beauvoir. Ambos libros son claves en sus reflexiones. El libro de la famosa escritora francesa le impresiona como el testimonio de una mujer que elige su destino y es capaz de construirlo. Su experiencia de ganar autonomía, a través del enfrentamiento con el padre, es similar. De alguna manera, su compromiso político y su rol de defensora de sus hermanos menores ante la autoridad paterna, en los conflictos familiares, marcan su reflexión posterior.
Corren aires de transformación social en América Latina y Chile no es ajeno. Judith participa de la lucha estudiantil desde la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica. Sus primeras experiencias la acercan a lo esencial de la vida y de la muerte. Se contacta con la pobreza al punto de ver morir bebés en sus brazos. La campaña presidencial en la que es elegido el candidato de la DC, Eduardo Frei, no cumple con sus expectativas. En esa época, cuenta, “creíamos que Frei y Allende podrían gobernar juntos, pero la decepción viene cuando gana Frei y la derecha celebra”. Se adelanta a su época, porque en Chile, solo después de diecisiete años de dictadura, desde 1990, el centro y la izquierda han formado la Concertación, coalición de partidos que ha dado estabilidad, gobernabilidad y desarrollo al país.
En la disyuntiva entre la política y la academia, gana la política. Rechaza una beca en la Universidad de Columbia y elige quedarse en Chile militando en el grupo de izquierda Ranquil. Se involucra de lleno en el proceso de transformación del país, recorre los campos como parte de su trabajo en la Corporación de la Reforma Agraria (Cora) en la zona de Choapa, al norte del país, donde se crean los primeros modelos de propiedad colectiva y asentamientos campesinos. De esa época la recuerdan muchos amigos y amigas en Chile con el sobrenombre familiar de “Magú”.
Lo personal es político
En 1966 se empareja con Alberto Herrero, a quien conoce en Israel durante un curso sobre temas agrarios. Será compañero de su vida por veintisiete años y padre de su único hijo, Rodrigo. En 1969 acepta una beca de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, para hacer su doctorado. Regresa a Chile en junio de 1971 e ingresa al Partido Socialista. Son los años de la Unidad Popular, y el nacimiento de Rodrigo se produce en medio de la efervescencia cotidiana. En palabras de Judith, “era una época en que realmente lo personal y lo político estaban íntimamente unidos”.
A la pregunta sobre el amor, Judith responde:
No creo en esas parejas absorbentes que se lo tienen que contar todo. Para mí lo que compartes con la pareja es una parte de tu vida y de tus sentimientos, pero se deben mantener los espacios autónomos. Creo que toda pareja ha tenido un comienzo romántico importante, pero el romanticismo desaparece con la convivencia. El amor queda, pero la relación debe ser renegociada permanentemente para que tenga duración en el tiempo y cambia permanentemente. Durante 27 años, hasta que murió, Alberto fue mi pareja.
Alberto es trece años mayor y divorciado dos veces, nacido en León, afincado en Cataluña, y luego residente en Argentina. Viaja a Chile a trabajar también por la reforma agraria y después del golpe regresan juntos a Barcelona, donde comparte su vida con Magú a quien siempre trata con amor y respeto por sus espacios autónomos. En 1992 muere de cáncer.
Punto de quiebre: el feminismo
A pesar de sus inquietudes feministas, se mantiene más ligada a la política y los estudios académicos. Pero es su paso por Estados Unidos el acontecimiento que marca el punto de giro definitivo. Al llegar, se encuentra con una gran manifestación pro-aborto que culmina con la aprobación de la ley en el Estado de Nueva York, y se vincula a los grupos feministas norteamericanos. Es la época en que Betty Friedan ha creado la National Organization of Women y un fuerte movimiento estudiantil exige incluir asignaturas sobre las mujeres en las mallas académicas. Judith ya ha terminado sus cursos, tiene un Master en Sociología del Desarrollo y su tesis doctoral es una comparación entre los procesos de reforma agraria de los gobiernos de Frei y Allende. De esa etapa recuerda haber vivido a la distancia la muerte de un gran amigo, director zonal de la Cora, apedreado por dueños de fundo, en Linares, cuando cumplía su función en la reforma agraria.
Al regresar a Chile, intenta incorporar algunas propuestas feministas en el Partido Socialista, basadas en análisis de Engels, pero no tiene ningún eco entre sus compañeros de militancia. Son los años del gobierno de la Unidad Popular, un proyecto político que moviliza de forma arrolladora a quienes lo comparten y a sus detractores. Un gobierno de izquierdas que, sin embargo, no asume ningún programa sobre la igualdad de las mujeres, más allá de una vaga propuesta sobre un Ministerio de la Familia, que nunca se concreta. En junio de 1973, después de un primer intento de golpe de Estado contra Allende, la familia se traslada a Buenos Aires donde ella trabaja como Directora de Extensión del Gobierno de la provincia de Buenos Aires. Alberto viaja a Chile el 10 de septiembre de 1973, un día antes del golpe de Estado de Pinochet. Los militares allanan su casa obligándolo a esconderse en los campos durante tres días hasta conseguir asilo en la embajada argentina.
Con el título de doctora en la mano, obtenido en Estados Unidos, en 1975, emigra a Barcelona junto con Alberto y Rodrigo, en pleno Año Internacional de la Mujer. En Cataluña nunca se siente extranjera, porque la experiencia de pertenecer a la familia de un funcionario internacional le permite adaptarse con facilidad. Tal vez en ese “sentirse en casa” reside su fuerza para superar grandes dolores. La represión de la dictadura argentina golpea duramente a su familia. Uno de sus hermanos es detenido y desaparece, su cuñada muere durante la detención, otra hermana está prisionera en un campo de concentración junto a su marido. El pequeño hijo de ambos nace en cautiverio y es entregado a la abuela por los militares. Judith asiste a estos dramas, a la distancia, impotente. La hermana grande ya no puede proteger a sus hermanos.
Pensamiento, acción, pensamiento
Se integra de lleno al movimiento feminista español, gran protagonista de la oposición a Franco en los últimos años de la dictadura. Simultáneamente, se instala en la academia y alterna sus actividades en las décadas siguientes. El dictador acaba de morir y los movimientos sociales, el de mujeres entre ellos, toman la delantera. Judith trae la experiencia adquirida en su paso por Estados Unidos y su debate con los partidos de izquierda en Chile, donde no habían tenido lugar sus propuestas por los derechos de las mujeres. Funda el Primer Centro de Estudios de la Mujer en la Universidad Autónoma. El objetivo central que se plantea es el de corregir el sesgo androcéntrico, teórico y empírico, de las Ciencias Sociales. Se trata de incorporar a las mujeres como objeto de estudio en la investigación y de reconceptualizar, desde esta perspectiva, las teorías sociales. Este enfoque lo aplica en sus estudios sobre la participación política de las mujeres.
En 1977, junto con Marina Subirats, quien será después directora del Instituto de la Mujer de España durante el segundo gobierno de Felipe González, organiza las Primeras Jornadas del Patriarcado, acontecimiento que reúne a más de mil mujeres que trabajan desde la coyuntura política y feminista hasta la Filosofía, la Antropología y la Historia. Un importante contingente de mujeres latinoamericanas participa en esas Jornadas reproduciendo el debate entre la izquierda latinoamericana y el feminismo, en una época en que las dictaduras dominan en América Latina.
Recuerdo a Judith brillante, dueña del espacio que comparte con Cristine Delphi, Empar Pineda y muchas otras destacadas feministas europeas. La recuerdo también acogiendo a las latinoamericanas y a mí en especial, con esa calidez de hermana mayor que la caracteriza. Desde entonces, muchísimos latinoamericanos/ as han pasado por su casa, ya sea para hacer un curso, participar en un seminario o simplemente viajar por Europa. Ella siempre los acoge, les cocina, usando alguno de sus múltiples artefactos para aliviar el trabajo doméstico, y entabla interminables debates donde siempre aprendemos algo. Su alegría de vivir y su interés por los procesos de nuestros países son extraordinarios, también su gusto por bailar todo tipo de ritmos, probar nuevas comidas y visitar los más apartados lugares en insólitos tours que luego nos relata en medio de carcajadas contagiosas. Le fascina tanto discutir ideas con un alto funcionario del gobierno de cualquier país en una mesa política, como quedarse en silencio contemplando la naturaleza en algún paraje apartado de América Latina. Recuerdo verla llegar a mi casa de Madrid con las bolsas del supermercado, para surtir mi escuálido refrigerador de exiliada. Mi hijo cuenta de ella con gran cariño: “Cuando yo tenía como siete años, me regaló una gatita que trajo en el tren desde Barcelona, siempre iba vestida con mucho estilo y cuando te compraba un juguete, te hacía sentir que en ese momento estaba contigo, aunque luego hubiera cosas más importantes”. La mezcla entre la intelectual y la hermana protectora es lo que hace entrañable a esta gran mujer.
Los primeros años de la transición española legitiman el feminismo como una propuesta política, cultural y social. Con el primer gobierno socialista el trabajo de las feministas se traslada a las instituciones. Judith forma parte del Consejo Asesor del Instituto de la Mujer. Su compromiso con el proceso democratizador de España se orienta a tres áreas de la política: la elaboración de las nuevas propuestas democráticas, la implementación de políticas de igualdad de oportunidades y la investigación en sociología política sobre participación de las mujeres. Por un lado, su vocación política la conduce a entrar directamente en la acción. Por otro, al estar siempre en la universidad, la perspectiva de la investigación le permite reflexionar sobre la acción desde afuera y con categorías analíticas, de allí que sea capaz de trasladar experiencias de un lugar a otro y de insertar las políticas públicas en diferentes contextos. En ese sentido, su compromiso feminista no está en la calle y la movilización sino en el diseño y ejecución de soluciones institucionales a los problemas de la política.
En esa época sus principales aportes se refieren a la incorporación de la perspectiva de las mujeres en los conceptos de democracia y ciudadanía. La polémica en aquellos años era básicamente con los partidos de izquierda y ella escribe textos tan importantes como “El feminismo como concepción teórica y práctica política”, “Reflexiones feministas para la izquierda latinoamericana” o “¿Es posible una lectura feminista de Marx?”, entre otros. La apuesta es entonces por incluir la noción de ciudadanía como fundamento del sistema democrático, un escenario que permite la incorporación de las mujeres. Este debate revaloriza la democracia como sistema político, un cambio de enfoque que tiene consecuencias hasta hoy en toda la cultura de la izquierda y que adquiere una enorme vigencia en el plano latinoamericano.
La reflexión política sobre la democracia llevó a la consideración de que si bien el espacio de la ciudadanía era el más idóneo, era preciso introducirle reformas y ampliaciones. Para ello, se consideró imprescindible hacer propuestas al reformismo radical, como las que planteaba el feminismo en todas las demás áreas sociales. Se trataba de revisar las bases de la democracia, puesto que había excluido inicialmente a las mujeres al negarles los derechos ciudadanos. El sufragismo, el primer movimiento feminista, ya había puesto a la democracia como un eje central al ejercicio del poder.
Tanto el sufragismo como el feminismo moderno han tenido siempre esa vocación, puesto que sostenían que la política no debería ser sólo el espacio de la jerarquía y el poder sobre las personas, sino que debía guiarse por el principio del servicio público. De allí que el feminismo moderno haya buscado extender la democracia desde el ámbito público también hacia el ámbito privado.
“El proyecto feminista no puede estar al margen del resto de la sociedad y necesita de la participación de los hombres”2.
En relación con el diseño de políticas públicas de igualdad de oportunidades, Judith participa del Consejo Rector del Instituto de la Mujer desde su creación en 1983 por el gobierno central, hasta 1990. Es importante su aporte en los debates y decisiones de la naciente institución, que incluyen el diseño del Primer Plan de Igualdad de Oportunidades. Durante la década de los ochenta colabora con los institutos de la mujer de las comunidades autónomas, especialmente en el Instituto de la Mujer de Cataluña, del País Vasco y en el de Andalucía. Su contribución es fundamental, dada su experiencia con el gobierno central, en la elaboración de planes de igualdad y su evaluación. Su vida es, como siempre, muy intensa; se traslada por las ciudades españolas y participa en los encuentros del exilio chileno en Europa, manteniendo su compromiso con España y América Latina. Durante un viaje de sus padres a Europa, muere Verónica, la menor de sus hermanos, en un accidente trágico en Argentina. Solo la puede llorar desde lejos.
En cuanto a la investigación en Sociología Política sobre la participación de las mujeres, Judith parte del diagnóstico siguiente:
La movilización feminista y su impacto en las organizaciones internacionales, Naciones Unidas y Unión Europea, entre otras, ha hecho que los poderes públicos hayan decidido implementar políticas públicas para paliar y, a ser posible, eliminar la discriminación de las mujeres. Esto implica cambiar el papel del Estado moderno que antes legitimó la discriminación de las mujeres en la sociedad, la política y la economía.
Judith aporta con su acción y su reflexión teórica e investigativa a las reflexiones sobre la participación democrática y la intervención del Estado. En cuanto a la democracia, se trata de redefinir el espacio ciudadano desde las nociones de patriarcado y sistema de género. Ha sido necesario incorporar el estudio sobre las relaciones de poder al ámbito familiar y asumir, en el ejercicio de la ciudadanía, los nuevos derechos
sexuales y reproductivos y de cuidado a las personas. Con respecto al Estado, ello ha implicado la obligación de implementar las políticas de género en todas sus variantes: igualdad de oportunidades para las mujeres, acción positiva y transversalidad.
Al hacer el balance de este período considera que “las políticas públicas y la legislación actuaron explícitamente en la dirección de eliminar la discriminación de las mujeres. Gracias al activismo feminista, el Estado ha debido no solo modificar su actuación anterior sino contribuir con su acción a transformar la sociedad patriarcal”.
La academia como espacio para sembrar
Permanece en la academia desde 1977, donde empieza siendo profesora de sociología, y trabaja un año gratis, a pesar de tener un doctorado en Estados Unidos. En 1986 es elegida por el claustro de profesores como directora del Departamento de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona; por el claustro paritario de profesores y estudiantes, vicedecana en 1989, y decana de la Facultad de Políticas y Sociología en 1992. Su actividad en esos años se centra en la universidad. Son tiempos en que las universidades españolas abordan importantes cambios que las ponen al nivel europeo; que son hechas con una gran dosis de dedicación por parte de los que detentan estos cargos académicos. Los temas de género se convierten también en líneas de investigación hechas desde la academia. Judith mantiene también una gran vinculación con la institucionalidad pública a cargo de las políticas de género, pues continúa con su tarea de evaluar los Planes de Igualdad de la Administración Central y autonómica. Combina en estas evaluaciones los criterios políticos con la investigación académica, lo que le permite no sólo abordar la práctica de la política pública, sino la reflexión sobre las nuevas necesidades y preguntas que surgen a partir de su puesta en ejecución. Al respecto explica: “si bien el feminismo le planteó a la academia que revisara su quehacer, tanto de investigación como de docencia, el rigor científico hace que la ideología política no deba estar mezclada de cualquier ideología, incluso la feminista”. Viaja permanentemente por América Latina, participa en la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing. De toda esta práctica institucional surgen nuevos análisis y planteamientos políticos que vierte en libros, artículos de revistas e informes de investigación en todo el mundo. Consultorías, cursos y seminarios en distintas comunidades autónomas españolas y países de América Latina ocupan parte importante de su tiempo.
La experiencia institucional muestra que las distintas formas de intervención pública apuntan a objetivos diferentes. La igualdad de oportunidades es una estrategia para incorporar a las mujeres en la esfera pública y Judith la considera una respuesta a las demandas sufragistas. Vienen a corregir lo que se puede definir como las “ausencias” de las mujeres. Pero las mujeres también tienen “presencias”, en especial su aporte en el ámbito doméstico. Hoy, con nuevas categorías económicas que han permitido calcular el costo económico que tendrían estas actividades, ha sido posible cuantificarlas. Los resultados fluctúan entre el 40 y el 65% de aumento del PIB en los países considerados. De modo que, como el trabajo doméstico es hecho de forma gratuita, esto convierte a las amas de casa en un sector del voluntariado y, como tal, en la ONG más grande de este planeta. Esta nueva perspectiva del análisis de la desigualdad hace necesario plantearse otro tipo de políticas que cambien la base estructural de la sociedad de género moderna.
El traslado de las propuestas y demandas feministas a las instituciones ha producido una profesionalización y especialización. Judith ha estado involucrada directamente en esas experiencias y constituye su principal contribución a los países de América Latina que han mirado atentamente a España en relación con las políticas públicas. Sin embargo, de este lado del Atlántico, el Estado tiene sus propias características y limitaciones. Ella ha recorrido muchos países latinoamericanos en diferentes momentos, especialmente cuando han puesto en marcha sus instituciones destinadas a promover la igualdad de oportunidades o para evaluar el resultado de su acción. Chile, Argentina y Costa Rica están entre los más visitados en los primeros noventa, después Bolivia y Colombia, y últimamente México. Pero ha sido Cuba el país que más la ha sorprendido, sobre todo por sus movimientos subterráneos. “Sociología había sido cerrada, porque se consideraba que con estudiar marxismo bastaba”, cuenta, pero algunos sociólogos seguían ligados a la sociología latinoamericana. Cuando se reabre la escuela en los noventa, piden a la Universidad Autónoma de Barcelona formar al profesorado y allí va Judith a hacer un curso de género para un Master en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, solicitado por la Universidad de La Habana. Al principio teme la reacción de la Federación de Mujeres Cubanas con quienes las feministas se enfrentaron siempre en las conferencias de Naciones Unidas, pero se encuentra con jóvenes ávidos de conocer cosas nuevas, el género entre ellas. Desde entonces, va siempre a Cuba y es acogida con interés y simpatía por los estudiantes y amigas de la FMC; se publican sus artículos en revistas cubanas y su libro ¿Libres e iguales? es reeditado sin modificaciones en la isla.
En suma, la experiencia española en el diseño de políticas públicas y los aportes teóricos de Judith Astelarra han contribuido en los procesos de los países de América Latina y ella siempre ha estado dispuesta a participar en todo tipo de espacios que las latinoamericanas abren y donde requieren su apoyo, considerando compatibles las ideas generales, pero tomando en cuenta la realidad histórica, cultural, económica e institucional de cada país en particular.
Y después de la paridad ¿qué?
La década del noventa se inicia con grandes tristezas en su vida personal, primero la muerte de Alberto, su compañero, después de dos años largos con cáncer en los que ella está a su lado día tras día. Luego, la muerte de su padre y de su hermano José María en Argentina. Entre las alegrías se cuenta el regreso de la democracia a Chile y el inicio de un proceso donde participa activamente. Histórica es su conferencia ante 600 mujeres en el Primer Encuentro de Igualdad de Oportunidades organizado por el recién creado Servicio Nacional de la Mujer. Es el espaldarazo a la formulación del Primer Plan de Igualdad de Oportunidades en Chile, y las feministas latinoamericanas, españolas y suecas vienen a apoyarlo. Aquí están Magali Pineda, Rosalba Todaro, Virginia Guzmán, Gina Vargas, Haydée Birgin, Line Bareiro, Carlota Bustelo, entre muchas otras. Los vasos comunicantes de la experiencia de las mujeres funcionan a través de estas activistas y pensadoras entre las cuales Judith destaca por su lucidez, reforzada por su presencia activa en la transición española, fuente en la que Chile bebe cada día.
En la década de los noventa, mientras en Chile se consolida la democracia y en España la derecha es gobierno, Judith dedica su tiempo a profundizar en sus estudios sobre los efectos de las políticas de igualdad aplicadas en España. Desde su casa que domina el Mediterráneo en los altos del monte Tibidabo en Barcelona, reflexiona:
El principal logro de las últimas décadas ha sido convertir la igualdad de oportunidades en política de Estado, basada en una estrategia de incorporación de la mujer al espacio público, esto equivale a completar el trabajo iniciado por las sufragistas. Sin embargo, en los últimos años, las conferencias de Naciones Unidas asumen las demandas de las mujeres para reconocer los Derechos Sexuales y Reproductivos. Hoy hablamos de los Derechos de Cuidado, esa es la tarea ahora.
Trabaja actualmente en proyectos europeos, es miembro, como experta, de la Secretaría de Cooperación al Desarrollo y pertenece al Consejo Asesor de la fundación Carolina. Ambas son entidades no marcadas por el género, algo que, de algún modo la interpreta, porque está convencida de que hay que encontrar respuestas a la pregunta ¿después de la paridad qué? Los avances realizados en España, de manera acelerada en el período de la democracia postfranquista, y también la experiencia de otros países europeos, vienen a confirmar que no se ha resuelto el problema de la segregación vertical y horizontal en la sociedad.
En opinión de Judith, esas respuestas deben comprender la complejidad del problema, algo que no ha sucedido hasta ahora, porque el énfasis ha estado puesto en lograr el acceso de las mujeres al espacio público. En una entusiasta conversación telefónica se explaya:
Las categorías del feminismo moderno surgieron del feminismo radical, entre ellas la del patriarcado. El feminismo socialista es una respuesta que, admitiendo el vacío, señala que no es la única dimensión social, sino que hay que combinarla con otros elementos que generan la desigualdad, como las clases sociales. No podemos seguir sosteniendo que las mujeres hacemos todo mejor y tenemos respuestas diferentes para todo; que la dimensión patriarcal es el origen y la explicación de todo lo que sucede en la sociedad. En este sentido, hoy el feminismo ha producido avances en la situación de las mujeres, España es un buen ejemplo, pero los nuevos problemas requieren respuestas más complejas y proyectos en los que las feministas podamos encontrarnos en sitios diferentes [Es necesario] sacar el género a las actividades porque de otro modo quienes redistribuyen su tiempo solo son las mujeres.
En su visión, el camino recorrido nos indica que ya no es necesaria sólo la autonomía, sino que los hombres, quienes son parte del problema, deben ser también parte de la solución.
Entre las grandes preguntas que necesitamos responder en el futuro cree que
la principal es cómo salir de la dicotomía del género que propone dos tipos de identidades personales, dos sistemas de roles y la división de los ámbitos sociales en dos. El patriarcado es un sistema dicotómico donde hay superioridad masculina, en la jerarquía cultural y en el reparto de los recursos sociales, económicos y demás. Su trasfondo de desigualdad lo hace insostenible desde la postura democrática, pero, suponiendo que el sistema fuera igualitario ¿queremos seguir prisioneros de la dicotomía? Hasta ahora hemos puesto el énfasis en la forma como la dicotomía ha producido la dimensión patriarcal, en el caso de las políticas públicas la discriminación y la desigualdad. Creo que debemos posicionarnos desde la libertad y proponer que el sistema de género sea amplio y plural y no dicotómico. Esto sí es una verdadera revolución cultural.
Judith apuesta hoy por proyectos políticos de experimentación en pequeños territorios. A su juicio, la dimensión local permitiría abordar esa complejidad. Vuelve a retomar una antigua propuesta de las italianas en los años ochenta que hablaba de la redistribución del tiempo. La Ley del Tiempo, así la llamaron, se propone combinar los intereses de todos los actores de una comunidad, para mejorar la vida de todos. Es seguro que la contribución de Judith a las respuestas que necesitamos será muy importante y aún queda mucho camino por recorrer juntas.
La medalla que acaba de recibir es sólo otro hito en su camino.
Citas
1 La mayoría de las citas textuales que aparecen en este texto son producto de diversas conversaciones sostenidas entre la autora y la protagonista del presente artículo, a lo largo de varios años de amistad.
2 Judith Astelarra, 2003, ¿Libres e Iguales? Sociedad y política desde el feminismo, Santiago de Chile, Cem.
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- Última actualización en 07 Enero 2017