Intermitentes, peticionarios e indocumentados. Los nuevos personajes de la economía–mundo
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Intermitentes, peticionarios e indocumentados. Los nuevos personajes de la economía–mundo
Intermitentes, peticionários e indocumentados. Os novos personagens da economia mundial
Intermittents, petitioners and undocumented. The new characters of the world–economy
Maurizio Lazzarato**
Traducción Ernesto Hernández***
* Tomado de la revista Chimères, No. 32, invierno de 1997. Este texto fue escrito y circuló en Francia en el monento en que se desarrollaban las peticiones contra la ley Debré y el movimiento de los “intermitentes” del espectáculo. El título y los apartados son de la redacción de Chimères, que modifican ligeramente el texto original.
** Investigador en ciencias sociales y miembro del comité de redacción de Futur antérieur. Entre otros libros publicó, junto con Toni Negri y Yann Moulier-Boutang, Des enteprises pas comme les autres, París, Publisud, 1993.
*** Analista programador de computadores. Forma parte del grupo de editores de la revista de filosofía, ciencia y arte El vampiro pasivo de Santiago de Cali.
Resumen
En los hiatos y fisuras que van de las sociedades de “control” a la sociedad de la “integración”, se trazan y dibujan líneas de recomposición de la existencia humana marcadas por una nueva constelación de signos que oponen la creación y la cooperación, en suma la heterogénesis de la existencia, a cualquier práctica homogenizante. Al caos aleatorio, que conduce a la auto-abolición, los nuevos personajes oponen una nueva enunciación colectiva, creadora de riqueza en mil nuevos campos de la vida social humana. A la “minerable medida de la productividad” del Capitalismo Mundial Integrado, le oponen la espléndida fuerza de la creatividad, de la novedad, de las nuevas formas de existencia. A la “polución de los cerebros” y de los espíritus, anclados y reducidos a la subjetividad del “consumidor-comunicador” le oponen las nuevas subjetividades proliferantes marcadas por múltiples alternativas federativas y autonomistas.
A la oposición entre “intelectual y pueblo” que argumenta la derecha a propósito de los firmantes de las peticiones contra la ley Debré1, la izquierda sólo sabe oponer la argumentación según la cual los intelectuales también son parte del “país real” en cuanto que ellos forman la opinión, como en los tiempos de Zola. Para captar las transformaciones del trabajo intelectual, es mejor escuchar directamente a los capitalistas que, desafortunadamente, van adelante. Quienes deciden en Norteamérica (el equipo Clinton, los militares y los industriales) han dado pasos muy importantes en la reconquista de la hegemonía económica americana sobre el planeta, de los que dependen el modelo alemán y japonés2, planteando dos opciones muy simples:
- Controlar la integración de las tecnologías electrónicas y numéricas como eje estratégico de la organización de la “producción” en la re-estructuración de la economía- mundo.
- Explotar una nueva “fuerza de trabajo” que produce y administra los flujos de saberes, informaciones e imágenes que las máquinas numéricas organizan y transmiten. El ministro del Trabajo de la administración Clinton, en un libro programático sobre la organización y dirección, de nueva naturaleza, de la actividad productiva, define esta fuerza de trabajo por su “capacidad de manipular símbolos”3.
Los “manipuladores de símbolos”
Retomando la lista de las profesiones citadas por Robert Reich para designar a esos “manipuladores de símbolos”, encontramos gran número de profesiones firmantes de las diferentes peticiones contra la ley Debré. En el movimiento de los intermitentes del espectáculo se pueden leer estos mismos cambios que afectan el trabajo artístico-intelectual, pero esta vez desde el punto de vista de una “fuerza de trabajo” altamente escolarizada, detentadora de saber-hacer culturales, relacionales y comunicacionales, que se presentan en el mercado en busca de un trabajo “creativo” no sometida. Las transformaciones que trastornan las profesiones del espectáculo tocan de igual manera, y según procedimientos similares, a los periodistas, a los fotógrafos, a los estilistas de la moda, a los informáticos, a los arquitectos, a los trabajadores de la publicidad, del marketing, de la comunicación. Desde hace quince o veinte años esas profesiones viven un verdadero boom, alcanzando importantes inversiones y un aflujo masivo de mano de obra. Este aflujo ha agravado los fenómenos de precarización, de intermitencia, de imposición, de nuevas jerarquizaciones en la organización del trabajo, de nuevas presiones sobre los ritmos y los salarios. También ha reforzado las dinámicas conflictuales. Esta nueva capa de “trabajadores” presenta novedades radicales respecto de la organización clásica del trabajo intelectual en las sociedades industriales, una novedad que hemos llamado “intelectualidad de masa”4.
Las luchas de los intermitentes pueden, entonces, contribuir a reconstruir partiendo de “la base”, una cartografía de esas nuevas subjetividades que se expresan por “lo alto” en las “peticiones”, bajo el abrigo de la cúspide de la jerarquía del trabajo artístico-intelectual. Los “peticionarios” no son olas ideológicas de izquierda, sino la expresión de una fuerza de trabajo inmaterial que ya está, en los Estados Unidos, en el centro de una estrategia económica y política.
Trabajo y nomadismo
En un periódico de centro-izquierda que ha aceptado a los firmantes de las peticiones, un sindicalista se alarmaba por el hecho de que “los intelectuales no se interesan ya por el mundo del trabajo”, y del desfase que existe entre este último y la sociedad. Los “intelectuales” deben hoy en día producir permanentemente las condiciones de posibilidad de su propia actividad, pues entre tanto, ellos han devenido una intelectualidad de masa, precarizada, fuertemente jerarquizada y explotada, colocada directamente en el centro de la producción de la riqueza en nuestras sociedades.
Este análisis se confirma por el examen de las proposiciones de la Coordinación lionesa de los intermitentes del espectáculo. Partiendo de sus propias condiciones de trabajo y de remuneración de los comediantes o bailarines, escenógrafos y realizadores, técnicos, etc., proponen una visión de la producción de riqueza.
A las formas de trabajo creativo y cooperativo que defienden los “intermitentes”, que anuncian quizá el futuro de nuestras sociedades, los sindicatos oponen su viejo “obrerismo”, apenas modificado por el reemplazo –modernización obligada– de la fábrica por la empresa, de los obreros por los asalariados y del trabajo por el empleo. Pero ese modelo político-cultural centrado sobre el trabajo corresponde cada vez menos a las sensibilidades y a las formas de vida contemporáneas. Se reduce a un modelo exclusivamente defensivo que, como lo demuestra la historia de las reestructuraciones industriales de los últimos veinte años, es absolutamente ineficaz.
A los sindicatos tanto como a la izquierda, siempre atados al trabajo industrial y a las formas de subjetividad disciplinarias, les repugna tomar en consideración esas nuevas formas de actividad, al igual que no ven claramente cómo integrar políticamente la movilidad y las formas de organización de los migrantes. Estos últimos, en efecto, no han esperado la liberación de los mercados financieros y la flexibilidad de la producción para construir sus redes internacionales de cooperación y de solidaridad. Su nomadismo, su capacidad de creación y de resistencia, sus formas de organización minoritarias, al menos parcialmente, escapan a la forma estatal del control, y son los momentos estratégicos de la construcción por la base de la economía-mundo.
Entre los migrantes y las subjetividades que se expresan en las nuevas formas de actividad artísticointelectual, hay algo en común más allá de la simple “solidaridad”: la movilidad, el funcionamiento por redes, la capacidad de iniciativa, la capacidad de jugar con las codificaciones molares del Estado y de las organizaciones políticas clásicas.
Excepción cultural y estatuto de los intermitentes
La proposición de estructurar una “industria de la cultura” que rivalice con los Americanos no tiene en cuenta la especificidad europea en la cual la innovación cultural siempre se hace sobre rupturas políticas y estéticas con Hollywood (del cine soviético de los años treinta, al neorrealismo italiano o la nueva ola)5.
La recodificación de la industria audiovisual y del cine parece, en efecto, ser el juego de negociaciones sobre los anexos ocho y diez de la convención de la Unedic6 que definían la especificidad de la indemnización-desempleo para los profesionales del espectáculo (507 horas de trabajo anual, o sea tres meses, bastan para recuperar los derechos de indemnización por un año). Pero el único problema que le interesa a los patronos parece ser el de la definición más estricta de la “afiliación a los anexos ocho y diez», es decir del “estatuto” de los intermitentes contra el “laxismo” actual. El estatuto de los intermitentes “no existe como tal”, repiten, de su lado, los sindicatos, pues se trata de una derogación de la forma clásica de la relación salarial. Pero justamente, como escribe ahora Alain Lebeaube en Le Monde7, cuando esta derogación tiende a devenir norma, los intermitentes pueden ser los precursores “positivos” de una nueva regulación que evita la precariedad sin eliminar la movilidad.
Los patronos tienen dos temores principales. El primero concierne a la posibilidad de la extensión del “estatuto” a otras categorías del trabajo precario. La segunda es que al interior de los profesionales del espectáculo, que ya son ellos mismos mucha gente, se beneficien muchos otros del “estatuto” de intermitencia. Ellos quieren asegurar ese reglamento para los trabajadores del cine y del audiovisual y para mantener en pie una fáctica “cultura de Estado”. El resto del sector, el espectáculo viviente, solo accedería a este a cuenta-gotas. Es la opción llamada de “profesionalización” cuyos resultados están ya en la pantalla grande y chica, ¡cada uno ha de jugársela! En este terreno, el riesgo de una convergencia entre patronos y sindicatos, y en esas condiciones el peligro de una normalización, es más que real.
Industria y creatividad
Es así como la constitución de una verdadera “industria” cultural no hace más que destruir el trabajo artístico- intelectual, jerarquizar y excluir la creatividad de miles de personas. Pues hoy en día, contrariamente a la edad de oro del avance industrial cantado por Marx, la industria ya no crea riqueza y trabajo, como en la producción manufacturera, más bien los destruye. La “productividad” del trabajo, ahora y principalmente en ese sector, depende de las capacidades creativas, comunicacionales, afectivas, cognitivas, tanto de los “empresarios” como de los “trabajadores”, y esas competencias no pertenecen a la empresa, que sólo las captura en sus coacciones y fines, sin poder apropiárselos integralmente. La industria no sabe valorizar la riqueza y la complejidad de niveles de cooperación que se desarrollan en las prácticas artístico-culturales (como por todas partes en muchos otros sectores). Por eso la iniciativa “industrial” en ese dominio no podrá echar fuera de borda, a través de la organización de un doble, o aún triple mercado del trabajo, los saber-hacer y las capacidades de iniciativa desarrolladas de manera autónoma por un creciente número de actores sociales.
Lo que falta no es la capacidad artístico-intelectual (no es, entonces, el “trabajo” lo que falta), son los “empleos” y los “recursos” definidos según las finalidades de las empresas. El desempleo no es debido a que “falta trabajo”, sino al hecho de que el sistema productivo está en desfase negativo con las formas de cooperación social que se desarrollan a pesar de él. Las reservas de productividad y de creatividad hoy en día superan ampliamente la iniciativa capitalista. El empleo, en nuestras sociedades post-industriales, no es una medida económica adecuada de la productividad y de la creatividad social, como en la época en que la industria creaba la cooperación productiva, los saber-hacer, las subjetividades y los modos nuevos de organización. Ha devenido un simple dispositivo de control de esta creatividad, con los fines estrechos de la empresa, una medida miserable de la productividad de la sociedad. Más allá de cualquier moralismo contra “el dinero rey”, hay que admitir hoy que la industria bloquea la cooperación artístico-intelectual.
Lo que está en juego no es simplemente la reducción del tiempo de trabajo existente para compartirlo, sino la invención de nuevas formas de trabajo, irreductibles a la relación salarial clásica, tomando su regulación y su finalidad de las nuevas formas de subjetividad, de saber y de cooperación. Es por esta razón que los “artistas” de la Coordinación lionesa no comprenden porque los sindicatos quieren, de manera absoluta, pasar por el trabajo asalariado y por la empresa cuando aquella tiene una función destructiva y regresiva por los obstáculos que le pone a la creatividad.
La polución de los cerebros
La generación del 68 pensaba la relación entre “intelectual y pueblo” a través de las figuras del intelectual “comprometido” (Sartre) después del “específico8” (Foucault). Pero el “intelectual de masa” pulveriza estas categorías reproducidas simplemente como forma de dominación, por los nuevos grandes mediadores (estrellas del periodismo, intelectuales mediáticos, artistas de la industria cultural). ¿Cuál puede ser el papel del “intermitente” al interior de las transformaciones que tocan tan profundamente el trabajo intelectual y el trabajo a secas? ¿Podemos movilizarnos para que “la cultura no muera”, sin preguntarnos cuál es la relación que existe hoy en día entre el arte, la cultura y el consumo masivo?
Y de manera más general, ¿quiénes plantearán el problema de la “polución de los cerebros” y de la reducción de nuestra subjetividad a la del consumidor-comunicador, si no los trabajadores de las industrias que preparan las conciencias y los cuerpos del siglo XXI?
Citas
1 Proyecto de ley presentado por Jean-Louis Debré el 6 de noviembre de 1996; esta ley modificaba y endurecía el régimen de control a los inmigrantes (N. de T.).
2 Ver el dossier Neil Gross, Peter Coy, Otis Port, “The technology paradoxes”, Business Week, 6 de marzo de 1995.
3 Robert Reich, L’économie mondialisée, París, Dunod.
4 Para un análisis más profundo ver: Corsani, Lazzarato, Negri, Le Bassin du travail immatériel dans la métropole parisienne, París, L’Harmattan, 1996.
5 Por ejemplo, los militares americanos invierten desde hace muchos años en la informática y las tecnologías numéricas; al contrario, ver el destino de Olivetti y de Thompson.
6 Régimen francés de seguridad para el desempleo (N. de T.)
7 Después de haber hablado de “privilegios” durante los movimientos de los intermitentes en 1992.
8 Específico pues compromete su saberhacer y no su simple relación con lo universal.
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- Última actualización en 29 Julio 2017