Atlántida aproximación al adolescente escolar colombiano
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Atlántida aproximación al adolescente escolar colombiano
Atlántida approach to the Colombian school adolescent
Atlántida abordagem para a escola colombiana adolescente
Francisco Cajiao Restrepo*
* Licenciado en Filosofía de la Universidad Javeriana y M.A. en Economía de la Universidad de los Andes. Actualmente dirige la División de Educación de la Fundación FES.
Resumen
Aquí se resumen las conclusiones más importantes del Proyecto ATLANTIDA, orientado a conocer integralmente aspectos culturales del adolescente escolar colombiano, el cual se realizó bajo la dirección del autor por la Fundación FES. Específicamente, se muestra el atraso social de la escuela en cuanto a la concepción y práctica del conocimiento y en cuanto a su organización social, lo cual acentúa la ruptura entre las expectativas y el mundo del adolescente y el mundo adulto. Igualmente, describe la visión predominante negativa que tienen los adolescentes de esa institución y las inmensas posibilidades que tendría de desarrollarse si se adecua a las formas en que los jóvenes despliegan su capacidad y deseos de saber dentro de un clima de verdadero compromiso, libertad y aceptación afectiva.
En 1992 se inició el diseño de un proyecto de investigación que indagara sobre la cultura del adolescente escolar en Colombia, a partir del grupo de investigación de la División de Educación de la Fundación FES1. Se propuso como un reto ambicioso que pretendía ir allí donde muchísimos investigadores han explorado, mirando a la población adolescente desde la óptica de la psicología evolutiva, la sociología del desarrollo, la economía y, en muchísimos casos, la patología social que se expresa en fenómenos como la drogadicción, la criminalidad temprana y los desórdenes de conducta.
Pero pensamos que regresar al adolescente para interactuar con él en el espacio escolar nos ofrecería nuevas visiones, datos relevantes sobre su forma de asumir la vida y la propuesta adulta de sociedad que intenta transmitir el aparato escolar en el cual permanecen inmersos durante varios años.
Tres cosas estaban claras para la realización de proyecto:
- No había en el país ningún trabajo que estudiara las actitudes y comportamientos de los jóvenes de diferentes regiones y estratos sociales en relación con la escuela y con la misión central que a ella se le encomienda.
- Una propuesta como esta debía hacerse por el camino metodológico de la investigación cualitativa, privilegiando ciertos principios de la etnografía, en particular el uso de informantes calificados, lo cual permitía involucrar a los propios adolescentes como investigadores de su realidad, ya que de otra forma era imposible tener acceso a sus inquietudes, preocupaciones y conceptos, que no son compartidos con los adultos de la misma forma que se hace entre pares etáreos. Esto, de paso, permitía avanzar en la búsqueda de formas de democratización del saber, abriendo espacio para que los jóvenes tuvieran acceso a la investigación de su propia realidad y contribuyendo a suscitar una reflexión sobre los temas propuestos en el ámbito de las instituciones escolares.
- Un grupo amplio de universidades de diferentes regiones del país serían las encargadas de desarrollar el trabajo de investigación, ya que allí era donde se formaban maestros, psicólogos y otros profesionales que después trabajarían con adolescentes. Al ser estas instituciones de educación superior las ejecutoras principales de la investigación, serían también las depositarias principales del saber acumulado a lo largo del proyecto, y en conjunto, gracias a los profesores especializados en diferentes disciplinas, se iría perfilando un trabajo grupal que sería un foro permanente de carácter interregional e interuniversitario sobre la problemática escolar del país. El trabajo con las universidades permitiría también la inclusión de estudiantes en práctica en el proceso investigativo, dando oportunidad para que se involucraran en el conocimiento directo de los problemas educativos.
Saber si la escuela contribuye efectivamente a inducir a los jóvenes al desarrollo del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la cultura y averiguar cómo lo hace es vital para una sociedad. De igual manera lo es indagar sobre su capacidad de influir efectivamente en la formación de valores éticos y ciudadanos. Y, por supuesto, tratar de establecer alguna relación entre la función de la escuela y los aspectos individuales de desarrollo humano.
Dos años y medio después, al tener ya listo el material que se produjo en las diferentes regiones del país, nos encontramos con el resultado de una fructífera expedición. Más de diez mil páginas constituyen el material de base sobre el cual se ha iniciado la labor de desciframiento: allí hay autobiografías, historias de vida, poemas, entrevistas, observaciones de campo, horarios de colegio, dibujos, cartas de amor, confesiones, agendas, carteleras, objetos de colección. Y dentro de estas múltiples formas de expresión se contienen formas de ver la vida, esperanzas y frustraciones, temores, ilusiones, deseos, juegos, amores, desconfianzas y, en muchas ocasiones, un profundo dolor.
Seleccionar todo este material y, posteriormente, interpretarlo no ha sido una labor sencilla. Aún tenemos la sensación de que lo más importante está por aflorar y por eso hemos intentado organizar cuidadosamente un archivo voluminoso de registros que puedan seguir siendo escudriñados por profesionales de diferentes disciplinas.
El informe de investigación está compuesto por cinco tomos que constituyen una visión inicial del conjunto y una unidad, en la cual se entretejen registros, interpretaciones parciales de la información por instituciones y regiones del país e interpretaciones globales elaboradas por expertos.
En el primero de ellos se reune un conjunto de ensayos hechos por profesionales de diferentes disciplinas: psicología, ligüística, psiquiatría, sociología, filosofía y pedagogía. Cada especialista ha podido hallar señales particulares en la información de base, que a la vez permitirán nuevas miradas posteriores.
Los tres siguientes recogen los informes realizados en cada una de las universidades e instituciones que participaron en el proyecto, y muestran aspectos particulares de los jóvenes de las diferentes ciudades del país. En el segundo tomo se recopilaron los cuatro informes de Bogotá, a cargo de las universidades Minuto de Dios, Javeriana, Pedagógica y Andes. El tercer tomo compendia el trabajo de la zona occidental a cargo de las universidades Pontificia Bolivariana de Medellín, Quindío, y Valle. El cuarto tomo está dedicado a la zona Atlántica y el Caribe con los estudios de las universidades del Atlántico, del Norte y la Secretaría de Educación de San Andrés y Providencia.
El quinto volúmen recoge una amplia selección de registros ordenados a manera de base de datos, de tal forma que otros investigadores tengan acceso a la información sobre la cual han sido elaborados los diferentes ensayos. Este tomo será de mucho interés, no sólo para los científicos sociales, sino para todos los maestros y padres de familia que quieran conocer el testimonio vivo de lo que piensan los jóvenes de la vida, de la sociedad, de la escuela y de ellos mismos.
Aún queda en nuestros archivos y en los de las universidades una gran cantidad de material que se desechó inicialmente, bien sea porque no reunía las características necesarias para su utilización en la investigación, porque su contenido no tuvo cabida en la forzosa selección temática que se debe hacer a la hora de preparar un informe, o porque era demasiado repetitivo. También hay una abundante producción literaria que incluye cuentos y poemas. Todo esto quizá tenga una oportunidad de ir saliendo a flote más adelante, o quizá quede por un tiempo en archivos esperando un lector meticuloso.
De lo que estamos seguros es que ATLANTIDA constituye un maravilloso patrimonio afectivo e intelectual de todos quienes participamos en el esfuerzo de redescubrir el espíritu de los jóvenes que marcarán el horizonte del país durante el comienzo del próximo milenio.
Lo que mostró la investigación
La escuela se ha constituido en el centro temático del proyecto Atlántida y alrededor de ese centro se ha construido la búsqueda de dos dimensiones:
- La dimensión social de la escuela, particulamente su relación con la modernización de la sociedad, su manera de estar con respecto a lo que sucede en la sociedad colombiana, sus formas de organización social, la naturaleza del conocimiento, lo que podría denominarse el tiempo social de la escuela.
- La dimensión cultural de la escuela, las relaciones entre adultos y adolescentes, la manera en que se lleva a cabo el proceso de socialización de una generación a otra.
De la consideración de esas dos dimensiones salen las dos conclusiones fundamentales que ofrece la investigación.
1. El atraso es el tiempo social de la escuela
A mediados de este siglo, cuando se dio el proceso de expansión de la educación, se le asignó a la escuela la función de ser un factor de modernización de la sociedad. En los últimos cincuenta años, la sociedad colombiana ha presentado un proceso dinámico y vertiginoso de modernización particularmente en las grandes ciudades. En contraste, la escuela se ha quedado rezagada reproduciendo un modelo arcaico expresado básicamente en dos aspectos: en la concepción y práctica del conocimiento y en la organización social de la escuela.
Con relación al primer aspecto, la escuela centró su función en la distribución de información, dejando de lado procesos pedagógicos encaminados al procesamiento de la información proveniente de nuevas y múltiples fuentes y a la creación de nuevos conocimientos, aniquilando así su esencia, convertiéndola en una institución socialmente ineficaz. Esta situación es muy grave para la sociedad colombiana si se tiene en cuenta que la creatividad es la herramienta fundamental que debe desarrollar la escuela para las exigencias del mundo moderno y de la sociedad del futuro.
Un segundo aspecto del atraso escolar se expresa en la naturaleza de la organización social de la escuela que se basa en un esquema en el que todo descansa sobre el poder del maestro, donde no existen mecanismos reales de participación de otros estamentos de la comunidad escolar (padres y alumnos) en las decisiones fundamentales de la institución educativa. En este sentido, no existe una pedagogía para la solución de conflictos, ni conceptos y mecanismos de justicia que permitan que éstos se diriman por vias democráticas.
En conclusión, a las puertas del siglo XXI, la escuela maneja un conocimiento obsoleto e ineficaz e intenta formar ciudadanos para una sociedad democrática por medio de esquemas fundamentalmente autoritarios. Es una escuela que encarna el atraso y cuyas estructuras fundamentales quedaron ancladas en la premodernidad obstaculizando así el acceso de los jóvenes a la modernización de la sociedad.
Como consecuencia de este atraso, la escuela ha perdido la capacidad de transmitir dos nociones fundamentales de la socialización: el pasado y el futuro. El pasado porque no ha logrado transmitir de manera viva y eficaz la identidad cultural. El futuro porque no logra que los jóvenes construyan proyectos de vida individuales con sentido social. Así, la escuela se aísla de la historia y del diseño del futuro, quedándose paralizada en un presente inmóvil. Se observa, entonces, como fenómeno fundamental la separación entre la escuela y la sociedad y entre la propuesta de la escuela y las expectativas de los adolescentes.
2. Hay una ruptura marcada entre el mundo adulto y el mundo de los adolescentes
Se observa en forma muy fuerte una ruptura entre el mundo adulto y el mundo de los adolescentes hasta crear dos culturas bien delimitadas. La existencia de estas dos culturas adelgaza la relación entre adultos y jóvenes llevando a su mínima expresión la capacidad socializadora de los adultos. Esta separación se explica en parte por la infantilización que hacen los maestros de los adolescentes como si quisieran perpetuar el poder de control que ejercen sobre los niños. A esto se añade un discurso permanente de consejo moral y de prevención que no aparece acompañado de oportunidades para asumir responsabilidades verdaderas o de entusiasmarse con proyectos que puedan involucrar activamente a los jóvenes en el destino de la comunidad. De igual manera, la mayoría de los maestros no reunen, a ojos de los adolescentes, los requisitos mínimos para ser adultos admirables. Esto es particularmente interesante si se tiene en cuenta que el desarrollo cultural de una sociedad está íntimamente ligado a la adecuada transmisión de la tradición cultural (idioma, historia, signos de identidad local y nacional, rituales, etc) por parte de los adultos que asumen el papel de incorporación cultural de los niños y jóvenes. A través del contacto con adultos admirables se configuran referentes de identidad en relación con valores éticos, aspiraciones intelectuales, científicas, políticas o artísticas y posibilidades de crear opciones a través de la rebeldía contra aquellos a quienes se admira.
Por este camino los adolescentes generan una cultura separada de los adultos que se basa en la importancia que le asignan al aprendizaje de conductas sociales centrados en las relaciones afectivas con los pares y no en la parte académica del mundo escolar. Por tanto, la escuela tiene atractivo para los adolescentes en la medida en que es el lugar institucional para reunirse con sus pares.
Esta cultura de los adolescentes se caracteriza por la multiplicidad de grupos con naturalezas culturales variables en los que el joven tiene que interactuar, lo que genera una fragmentación del mundo que ellos viven, y les exige moverse en culturas diferentes y, consecuentemente, construir discursos diversos para cada grupo, así como también relaciones rápidas y efímeras. Este mundo está directamente vinculado con la cultura global producida por los avances tecnológicos en los medios masivos de comunicación y en la informática. Es entonces fácil percibir el abismo que se abre entre la lenta cultura premoderna de la escuela y la intensa rapidez de la posmodernidad que se vive en el universo cultural de los adolescentes.
La escuela vista por los adolescentes
A estas conclusiones y recomendaciones globales en las cuales se condensa lo esencial de los hallazgos del proyecto ATLANTIDA, conviene agregar un conjunto de aspectos que especifican en forma más puntual cómo se manifiestan los fenómenos mencionados y que aparecieron con diversos matices regionales en la medida en que los jóvenes se vincularon al trabajo.
A pesar de la visión predominantemente negativa que muestran los adolescentes con respecto a la capacidad de la escuela para aproximarlos al mundo del conocimiento, a lo largo de la investigación se encontró que los adolescentes logran vincularse con un gran entusiasmo a aquellas actividades científicas que se les presentan en lenguajes accesibles para ellos y que proponen un reto a sus capacidades intelectuales. El mejor ejemplo de esto fue la participación de más de trescientos jóvenes, hombres y mujeres, durante algo más de un año, en una investigación social de la magnitud de ATLANTIDA. En esta experiencia se vió el compromiso de todos ellos tanto en la recolección de información como en la redacción de informes. Adicionalmente fue muy llamativo para los investigadores adultos la capacidad de interpretación que algunos de los jóvenes mostraban cuando tenían la oportunidad de expresar sus ideas y sus puntos de vista. Esta experiencia permite hacer énfasis en la necesidad de que las instituciones escolares de secundaria incorporen como eje central del trabajo intelectual la participación directa de los adolescentes en proyectos “reales” de investigación en los cuales pueden interactuar con sus maestros en igualdad de condiciones.
En muchas de las instituciones visitadas se dan ejemplos de este trabajo que logra entusiasmar y convocar a los alumnos, y en estas ocasiones tanto maestros como jóvenes encuentran puntos de contacto importantes que fortalecen las relaciones. Desafortunadamente parecen ser momentos aislados dentro de un rutina árida. Sinembargo, nos ha parecido importante destacar este punto, ya que señala que dentro de las mismas instituciones arcaicas está la semilla de muchos de los cambios que requiere nuestro sistema escolar.
Pareciera que existe un problema de valoración muy diferente sobre lo que es importante para los adultos y para los jóvenes. Mientras muchas actividades propuestas por los jóvenes son consideradas por el adulto pérdida de tiempo y riesgo para el nivel de rendimiento, la actividad académica escolar es vista por los adolescentes como formalismo vacío que nada tiene que ver con las cosas importantes que ocurren en el mundo. La escuela valora muy poco el conocimiento que los alumnos han adquirido fuera de las aulas escolares y no le da la suficiente importancia a la socialización de esos conocimientos que se produce entre iguales. Si los maestros aprovechan estas realidades podrán tener acceso a muchos campos del saber, partiendo de la información que ya circula entre sus alumnos. Las telenovelas y series de televisión, por ejemplo, son un material riquísimo de análisis sociológico, psicológico y literario. A los adolescentes les gusta ver televisión y pasan muchas horas comentando sobre sus programas favoritos, pero toda esta discusión no tiene cabida en el discurso oficial de la clase de física, biología, historia , geografía e icluso en literatura.
Hay dos hechos muy notorios que se destacan en la investigación:
- Los jóvenes están ansiosos de aprender, participar y divertirse en medio de un clima de libertad y aceptación afectiva.
- La propuesta de la escuela, tal como está organizada actualmente, no responde a ninguna de estas expectativas. Esto significa que debe haber cambios profundos en la institución educativa, de tal manera que ella pueda incorporar en forma más dinámica y flexible los avances de la ciencia y la tecnología, la información de la cual disponen los jóvenes sin necesidad de ir a clases, los saberes adquiridos en otros espacios sociales y laborales, las preocupaciones e interrogantes que les genera la incertidumbre propia de la modernidad, el deseo de tomar la iniciativa en la evaluación de sus necesidades y prioridades. Una escuela rígida, altamente normalizadora y organizada autoritariamente alrededor de la disciplina formal no puede responder a ninguna de estas características juveniles, ni tampoco a las expectativas de desarrollo del país. Seguramente se requieren cambios profundos orientados a la creación de currículos flexibles con materias opcionales, validación de cursos y certificación de habilidades. Deben reconocerse modalidades de aprendizaje individual, tutorías u otras opciones no convencionales.
En relación con la organización escolar, también la percepción de los adolescentes se inclina hacia sus rasgos negativos: autoritarismo, arbitrariedad, falta de oportunidades de participación real. Este es un aspecto que debe ser tenido en cuenta actualmente, cuando se está proponiendo una reforma profunda del sistema y de las instituciones educativas.
Más allá del conocimiento que pueda impartirse a través del sistema formal de educación, la escuela tiene una indudable importancia como institución formadora de ciudadanos. En ella se desarrollan procesos de socialización que, por una parte, se relacionan con las estructuras formales de autoridad, justicia y ejercicio de derechos básicos y por otra parte con mecanismos de organización informal entre compañeros, desarrollo de habilidades de liderazgo y oportunidades de participación democrática en el contexto formal de la institución social.
Esta característica socializadora de la escuela abre enormes posibilidades para la creación de oportunidades de aprendizaje fundamentales en la vida social contemporánea, tales como estrategias para la solución de conflictos, mecanismos de participación democrática efectiva, capacidad de liderazgo para el impulso y realización de iniciativas de beneficio común y el intercambio de experiencias entre la escuela y otras instituciones de la comunidad.
Las observaciones realizadas durante el proyecto muestran que los adolescentes tienen una gran capacidad de comprometerse con la institución escolar, cuando dentro de su organización existen posibilidades reales de participación y sobre todo cuando se los escucha y se tiene verdadera confianza en la bondad de sus iniciativas y en su capacidad para desarrollarlas. Esta capacidad de compromiso fue puesta a prueba con todos los jóvenes que participaron en Atlántida y con los promotores de Camaleón, una revista juvenil que surgió del proyecto y que en la actualidad convoca a más de 500 adolescentes escolares de 16 ciudades del país. Uno de los factores determinantes para el éxito de proyectos de participación juvenil en las instituciones escolares, o a partir de ellas, es la actitud de los maestros y adultos que interactúan con ellos proponiéndoles proyectos que dentro de su campo de interés suscitan grandes retos en los cuales la responsabilidad mayor es de los jóvenes y hay suficiente espacio para la creatividad y la actividad grupal. Es posible que alrededor de programas como vigías de la salud o la alfabetización puedan movilizarse muchas oportunidades de participación e investigación sobre las realidades en las cuales vive la comunidad.
Frente a estas opciones muy positivas de participación en el entorno de la escuela existe como contraste la aplicación formal y mecánica de los mecanismos de participación democrática exigidos por la ley, tales como la elaboración de manuales de convivencia, elección de gobierno escolar y designación de personeros escolares. Aunque todos estos pueden ser puntos de partida para importantes desarrollos de los jóvenes y de las instituciones, es evidente que la forma en que se viene haciendo en diversas partes es decepcionante. En muchas instituciones el manual de convivencia es concebido como un reglamento represivo “a prueba de tutelas”, que además de ser ajeno a las necesidades de los jóvenes, afianza los formalismos de uniformes, controles, etc. y establece criterios claros de exclusión por razones académicas, morales, ideológicas o de simple apariencia personal.
Parecería por los registros de la investigación que la participación más valorada por los jóvenes no es esa que se relaciona con la formalidad de una democracia representativa, sino aquella en que maestros y alumnos logran construir una confianza y aprecio mutuos suficientes como para compartir propuestas, iniciativas y actividades. En muchas ciudades la institución de los personeros escolares empieza a consolidarse, sobre todo en la medida en que otras instituciones ajenas al sistema escolar (personerías municipales y ONG’s, entre otros) comienzan a agrupar personeros de diferentes colegios para crear ambientes de intercambio de experiencias y capacitación en sus funciones. Todos estos son elementos muy esperanzadores de renovación de la estructura escolar y se requiere que los directivos, maestros y padres de familia comiencen a asumir el riesgo de escuchar a los jóvenes, de tener en cuenta sus puntos de vista y de apoyar con confianza y exigencia sus iniciativas y proyectos, así ellos no sean idénticos a los que desearía imponer el mundo adulto.
Quizá uno de los puntos más recurrentes en toda la investigación es el distanciamiento de la “cultura adulta” y la “cultura juvenil”. Al usar el término “cultura” se hace referencia a todo un sistema de significados, de lenguajes, de códigos estéticos, de formas de comunicación y relación afectiva. Efectivamente parece haber una profunda escisión entre los maestros y los jóvenes y entre los padres y sus hijos adolescentes.
Los investigadores de Atlántida plantean como una necesidad urgente que la escuela asuma una función de “negociación cultural”, que implica un aprendizaje mutuo y un intento de construcción conjunta de significados entre maestros y jóvenes. Esto exige una concepción diferente de la escuela, que ya no estaría establecida sobre una imposición de significados estáticos y definitivos sobre una población joven, sino sobre un intento de interpretación de la realidad a partir de visiones diferentes. De alguna manera el proyecto Atlántida mostró caminos para llevar a la práctica esta concepción al promover el trabajo conjunto de profesores universitarios, estudiantes universitarios de diferentes disciplinas, maestros de secundaria y adolescentes. Durante los dos años de trabajo se pudo constatar que la pregunta sobre la adolescencia colombiana, sobre la escuela, la sexualidad, la política o la familia, resultaba notablemente enriquecida cuando era abordada desde las diferentes perspectivas, e igualmente se pudo constatar que no sólo era posible sino muy motivante para jóvenes y para adultos la discusión conjunta de los diferentes puntos de vista. Los tres volúmenes regionales de la publicación (tomos 2, 3 y 4) contienen el resultado de un prolongado proceso de negociación cultural entre adultos y jóvenes que se expresa a través de las voces de unos y otros entrelazadas en los textos. En algunos ensayos predomina la voz de los jóvenes y en otros la de los adultos, pero durante todo el proceso hubo un encuentro permanente de lenguajes, expresiones, valores y signos que quedaron consignados en una forma de escritura muy poco convencional.
La negociación cultural en la escuela permite que las nociones y saberes que los jóvenes tienen sobre la ciencia, la tecnología, el arte, la cultura, la televisión o la política sean tomadas en cuenta como nuevos puntos referenciales de una interpretación válida del mundo contemporáneo. Muchos de estos jóvenes manejan con habilidad sistemas de información que son desconocidos para sus maestros y tienen acceso a enfoques de la realidad que merecen ser escuchados. Desde los grupos de jóvenes aficionados al rock o al rap surgen visiones de la realidad que deberían ser contrastadas con las que pueden tener los profesores de ciencias sociales. Hoy en los puestos de revistas circulan fascículos sobre informática, psicología, sexualidad, arte, tecnología y salud que vienen acompañados de diskettes para computador o de videos. A esto se añaden juegos electrónicos, revistas y programas de televisión cuyo contenido es comentado por los jóvenes en su espacio, en su tiempo de amigos y compañeros. Todo esto más los encuentros en los conciertos, en las fiestas, en los centros comerciales y en el espacio abierto de la calle va fortaleciendo una cultura que tiene cosas importantes que decir sobre el mundo, pero no existen ni momentos ni espacios para confrontar esta visión con la del mundo adulto. Pensamos que la escuela es el lugar por excelencia para este intercambio cultural.
Una sugerencia adicional, que puede ser tomada desde la institución escolar es favorecer el intercambio con adultos capaces de transmitir la tradición. Tanto en la escuela como en otros espacios sociales conviene ampliar las relaciones de los jóvenes con adultos que representen aspectos importantes de la vida local o nacional, y que preferiblemente puedan intercambiar opiniones, puntos de vista y experiencias con ellos. La escuela, infortunadamente, se ha convertido en un ghetto en el cual los únicos adultos que pueden actuar frente a los jóvenes son los maestros. Pueden realizarse muchas experiencias de proyectos de investigación social sobre la historia de las comunidades, desciframiento arquitectónico del entorno, problemas ambientales que darían oportunidad de contacto personal con artistas, científicos y empresarios. También vale la pena recomendar a las instituciones escolares que aprovechen como fuente de reflexión sobre la historia y la cultura del país excelentes programas de televisión que rescatan momentos y personajes actuales: Talentos, Historia debida, Inmigrantes, Maestros… Igual los jóvenes podrían en sus instituciones intentar por ellos mismos descubrir este tipo de personajes en su entorno más inmediato y hacer sus propias versiones en la escuela, invitándolos o filmándolos.
Los adolescentes frente al entorno social
La rápida urbanización del país, los procesos de migración y la carencia de una tradición histórica y cultural arraigada producen una especie de orfandad cultural que se expresa en la predisposición de los jóvenes a adoptar formas de expresión, modas, bailes, música y expectativas de vida desvinculadas de lo que su propio entorno les puede ofrecer como proyecto de vida. A las nuevas libertades que hoy disfrutan muchos jóvenes, se añade el acceso a fuentes de diversión, consumo masivo, información y modelos de vida centrados en un paradigma de juventud lúdica, bella e irresponsable de la cual no vale la pena desprenderse para convertirse en un adulto aburrido y agobiado por cargas familiares y laborales. Pareciera que el mundo adulto de este país no tiene nada qué ofrecer a sus jóvenes: ni ideales, ni oportunidades, ni un sentido que dé significado al esfuerzo individual y colectivo. La consolidación gradual de una cultura de la adolescencia pareciera que ha substituído al tradicional conflicto de generaciones (rebelión juvenil, protesta, cuestionamiento de los valores caducos, etc.). Lo que ahora se presenta es una escisión que lleva a los jóvenes a ignorar completamente la tradición en una coexistencia de mundos superpuestos.
Los adultos que están en contacto con los jóvenes no aparecen para ellos como dignos de imitación, bien sea porque no lo son o porque no hay mecanismos que les permitan valorar lo que muchos adultos hacen y el grado de satisfacción que les produce su actividad personal. Por otra parte los científicos, artistas o deportistas importantes siempre aparecen mediatizados por los medios de comunicación y de ellos se conoce el éxito, la fama y el dinero pero no el esfuerzo que se requiere para construir una obra perdurable. En muchos niveles de la sociedad los adultos más admirables son aquellos que manejan mucho dinero y que eventualmente pueden ser alcanzables si se tiene la disposición y el compromiso para adherirse a ellos, lo cual ha sido ampliamente utilizado para incorporar jóvenes al mundo de la delincuencia organizada. La ruptura con el mundo adulto, en términos reales de relación y contacto, no permite ni la adhesión ni el rechazo, con lo cual se da una situación de estancamiento social generada por la indiferencia ante lo que ocurre en el país y en el mundo.
Esto tal vez explica la apatía de la mayoría de ellos para participar activamente en la vida escolar, en la vida política, en los grupos religiosos o en otras modalidades de institución de interés público. Esto parece ser más fuerte en las ciudades de mayor tamaño y modernización que en aquellas en las cuales aún se mantienen vigentes tradiciones sociales y familiares.
Muchos de los jóvenes que participaron en Atlántida muestran dificultades con respecto a los roles de género, tanto en lo que corresponde a sus padres como a su propio papel. Esta dificultad con respecto a la posición de hombres y mujeres, se expresa también en una expectativa confusa sobre la posibilidad de constituir pareja, sobre el sentido de esta y sobre las limitaciones que impone el asumir compromisos afectivos. Igualmente aparece un amplio espectro de opciones, tanto en hombres como en mujeres, con respecto a las expectativas reproductivas (rechazo a la idea de tener hijos, deseo de tener hijos pero sin tener pareja…)
El dinero constituye una necesidad inmediata e inaplazable que permite la realización de sus expectativas, sin que aparezca ligado con el trabajo, el esfuerzo y la persecución de ideales. Esta necesidad de disponer de dinero como única expresión de éxito está enfrentada a la escasez de oportunidades de acceso al mercado laboral y a la dudosa rentabilidad económica de los estudios profesionales. El objetivo de ganar dinero como prioridad se contrapone con otras actividades como el arte, la ciencia o la política honesta que no parecen ser caminos apropiados para sobresalir.
Existe una limitada oferta de servicios sociales orientados a los jóvenes adolescentes, y aquella disponible no parece ser estimulante ni estructuradora. Para muchos jóvenes los programas que se les ofrecen son encaminados a prevenir comportamientos desviados como la drogadicción o para llenarles el tiempo libre. Los programas tienden a privilegiar la asistencia a reuniones, a actividades muy escolarizantes o infantilizadoras, lo cual genera una gran deserción. No aparecen programas en los cuales se los tome verdaderamente en serio invitándolos a participar en acciones válidas que contribuyan a modificar situaciones sociales o a compromenterse con proyectos de gran alcance. También en este caso puede hablarse de ineficacia social de los programas juveniles.
Es muy importante destacar la necesidad de hallar caminos para que los jóvenes puedan participar activamente en la construcción de una identidad nacional basada en la recuperación de la historia, en el reconocimiento de los valores más fuertes del país y en las oportunidades de interacción con el resto del mundo. Quizá esto sea un camino definitivo para traspasar la apatía y la desesperanza que se percibe en muchos jóvenes alrededor de sus proyectos de vida. Evidentemente es muy difícil consolidar una identidad cultural esperanzadora y dinámica basada en los estereotipos de país violento, narcodemocracia, corrupción estatal, etc.
Hay algunas sugerencias que podrían ser incorporadas por los programas de desarrollo juvenil del Ministerio de Educación en colaboración con otras instituciones, que surgen de la investigación:
- Estímulo al desarrollo de medios de expresión que den oportunidad de acceso a la expresión escrita, a los medios de comunicación y al discurso narrativo de la experiencia del joven.
El proyecto Atlántida, así como múltiples experiencias que se realizan con adolescentes, nos han mostrado que los adolescentes colombianos tienen mucho que decir acerca de la realidad nacional, del mundo en que viven, de la educación que reciben y del mundo en que desean vivir. Pero también es cierto que los medios de expresión de que disponen son muy precarios y su circulación muy restringida. Es verdad que algunos periódicos y programadoras de televisión y radio han ido abriendo oportunidades, pero infortunadamente no son suficientes, ni suficientemente serias. Si un periódico hace una separata para adolescentes, también tendría que permitir que ellos entren de lleno al medio periodístico, que tengan contacto con columnistas, que discutan sobre lo que van a escribir. De igual manera su participación en radio o televisión debe trascender la presentación de videoclips o de ídolos de la canción o la moda, pasando a otros temas en los cuales se les exija una reflexión responsable sobre su entorno. La expresión juvenil debe ser asumida socialmente como una necesidad del país para ir hallando desde ahora los orientadores de la opinión y los dirigentes del futuro próximo. La escuela por su parte debe alimentar en forma permanente la libre expresión oral y escrita, de manera que los jóvenes puedan plasmar sus ideas y sus experiencias, a la vez que el cultivo de la lengua adquiera utilidad más allá de la presentación de previas y trabajos formales.
- Generación de proyectos de historia local, municipal, tradición oral, etc. realizados conjuntamente por jóvenes y adultos.
Ya existen en el país algunas experiencias muy exitosas de recuperación cultural realizada desde las instituciones educativas. En Medellín, por ejemplo, hay algunos trabajos importantes de historias de barrio, en Roldanillo (Valle) se han hecho trabajos de diagnóstico social realizados por adolescentes, en Montelíbano (Córdoba) se realizaron en algún momento reconstrucciones históricas del municipio a partir de la tradición oral. Muchas cosas de este estilo se realizan en centros educativos de Cali, Barranquilla o Bucaramanga. Infortunadamente siguen siendo experiencias aisladas que tendrían que sistematizarse y replicarse como forma esencial de participación de los jóvenes en el esfuerzo de valoración y reconstrucción de una cultura propia. También pueden realizarse estudios importantes, bien financiados, con participación de adolescentes e investigadores experimentados en muy diferentes campos de las ciencias sociales.
- Formación de grupos ligados con el desarrollo municipal, no solamente en función de programas de juventud, sino de interés público.
La educación juvenil no puede agotarse en las aulas escolares, sobre todo si lo que se transmite en ellas resulta tan poco significativo como aparece en la investigación. Es necesario que los jóvenes puedan participar en el análisis y discusión de la problemática de su localidad, vinculándose activamente con los concejales, los alcaldes municipales y los funcionarios que tienen a su cargo el servicio a la comunidad. Los temas en los cuales pueden y deben participar no se restringen a los problemas de la juventud, ya que antes que jóvenes son ciudadanos con capacidad de participar en muy distintos aspectos de la vida pública, cultural y económica de las comunidades. Desde la escuela es perfectamente posible articular esta participación, contando con los adolescentes para el estudio de problemas que posteriormente pueden ser canalizados a través de nuevos mecanismos de organización ciudadana. En este sentido la obligación de la escuela en la formación de ciudadanos no concluye adentro de las aulas con la expedición de un manual de convivencia o de un reglamento escolar; la eficacia social de su labor debe proyectarse a la construcción de una sociedad más justa y más democrática. Tanto el Ministerio de Educación como otras organizaciones deben estimular esta participación de los jóvenes en los temas públicos creando premios, becas o medios de expresión en los cuales se difundan las mejores experiencias.
Muchas otras cosas podrán leer educadores y planificadores en los informes completos del proyecto. Allí encontrarán igualmente diferencias muy interesantes entre las diversas regiones del país. Sin duda habrá quienes deseen explorar con más cuidado aspectos relacionados con la sexualidad, el alcoholismo o la drogadicción. Para muchos investigadores habrá un interés particular en los problemas de género o la percepción de familia. En fin, el material que presentamos tiene innumerables facetas que no han sido aún trabajadas y que permiten ver las ilusiones de quienes comienzan su tránsito por la vida en un país confuso, en el cual se superponen la violencia y el progreso, la ilusión y la desesperanza.
El Proyecto ATLANTIDA nos ha acercado a un inmenso y maravilloso continente que apenas comienza a emerger, intentando romper los esquemas de quienes lo habían imaginado sin quererlo ver cara a cara. En efecto, el mundo adulto se ha empeñado en fabricar una imagen del adolescente sin darle la palabra, sin escuchar sus inquietudes y sus angustias, sin mirar el futuro a través de su expresión musical y su exuberancia gráfica. Padres y maestros se han preparado juiciosamente durante años para enseñarles, hablarles, aconsejarlos o sancionarlos, pero no han tenido ningún entrenamiento para escucharlos, aprender de ellos, oír sus historias y sus experiencias de contacto con el mundo.
Los investigadores de ATLANTIDA pensamos que la gran propuesta que engloba todas las sugerencias y recomendaciones, está encaminada a sanar una cultura fracturada en la cual los jóvenes crecen huérfanos de cultura, carentes de pasado, incapaces de hallar referentes en un mundo adulto que los invite a la adhesión o que por lo menos suscite la rebelión y estimule la creación de nuevos mundos, en tanto que los adultos viven con escepticismo dando la espalda al futuro, al verdadero futuro encarnado en la generación que les pisa los talones. No parece que el mundo adulto esté preocupado por alimentarse de ideas juveniles, de sueños frescos: tal vez tanta violencia y tanta desconfianza mutua han generado temor a la esperanza.
ATLANTIDA ha sido una gran aproximación a hallar caminos para volver a tejer una conversación entre la experiencia y la imaginación. Ojalá sirva como un nuevo aporte para rescatar toda la pasión que fluye por la sangre viva y expectante del país.
Citas
1 Integrado desde 1991 con la dirección general de Francisco Cajiao R., la dirección científica de Rodrigo Parra Sandoval, Elsa Castañeda y Martha Luz Parodi.
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- Última actualización en 29 Diciembre 2017