Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co
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De igual manera que en nuestro anterior monográfico sobre ciberculturas -Nómadas 28 (2008)-, en el cual abordamos la estrecha relación que tienen las actuales tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con el capitalismo contemporáneo en la producción de subjetividades, conocimientos y el ejercicio de poder, que se expresa tanto en prácticas hegemónicas como en prácticas que están contestando el direccionamiento dominante, quisimos insistir en este número 36 en un abordaje que atraviesa críticamente la neutralidad de los discursos de la llamada sociedad de la información y el conocimiento (SIC).
En el actual estado de constitución de esta sociedad, partimos del hecho de que cada vez es más evidente que la comunicación, la creación lingüística, la producción de información y la construcción social de saberes, las ideas, en últimas, la cultura, se encuentran en el foco de la valorización del capital y se han integrado de lleno a los procesos de valoración económica. Frente a esta "gran coyuntura" histórica, una buena parte de la discusión política y académica gira entre algunas tendencias que abogan por la democratización del acceso a los saberes, y otras de carácter neoconservador que trabajan con ahínco por un proceso de encerramiento o cercamiento de estos (por ejemplo, a través de políticas de propiedad intelectual y patentes). De ahí que las condiciones para la producción económica, la acción política y la creación estética han entrado en una zona de disputa entre quienes intentan capturar toda creatividad en favor del capital, y aquellos/as que apuestan por la novedad social a partir del intercambio libre y la producción colectiva de saberes. Esta tensión no es nueva, pues de hecho, las actuales tecnologías digitales nacieron tanto de las necesidades del gobierno militar como de la experimentación del movimiento contracultural, esto es, como dispositivos de control y al mismo tiempo de libertad. Adicionalmente, es claro que esta lucha está vinculada con una economía del conocimiento, unas prácticas sociales y unas formas (dipositivos en el sentido foucaultiano) de ejercer el poder y el control, asunto que consideramos está en el corazón de la discusión sobre la ciudadanía y la subjetividad en el escenario contemporáneo de la SIC.
Los retos que este monográfico nos plantea son varios: entender esta mixtura entre sociedades y tecnologías sin caer en determinismos tecnológicos ni sociales; comprender la tecnicidad contemporánea alcanzada por nuestras sociedades, ahora cada vez más vinculada con modos de producción capitalista; analizar la manera como convergen, se entremezclan y a su vez se diferencian prácticas discursivas y no discursivas de proyectos de sociedad que abogan por la continuidad de una modernidad cuyo horizonte sigue siendo la idea de progreso y desarrollo, y otros que buscan construir alternativas a ese modo de entender el devenir de las sociedades; y, finalmente, ver en la tecnicidad contemporánea expresiones -actuales y virtuales- de política y subjetividad singular y colectiva que la hacen estallar desde adentro mismo en busca de otros mundos por fuera del circuito del capital.
Así, en la primera sección presentamos tres artículos que brindan diferentes perspectivas, amplias y críticas, sobre la sociedad de la información. Si bien los lugares de enunciación son diversos, coinciden en cuestionar la manera como los poderes hegemónicos y sus producciones discursivas han reducido -o pretendido reducir- la producción social a las dinámicas del capital, del mercado y a unas formas de enunciación que no permiten ver, precisamente, las complejas maneras como se enganchan la tecnología y la sociedad con la producción de conocimiento y los mecanismos trasnacionales de acumulación de capital.
En la segunda sección, dos artículos que trabajan sobre los mecanismos y entramados del poder en la producción de saber científico y en la producción de saber informacional (en particular, la producción de software). De manera específica, el primero se centra en los mecanismos de legitimación y orientación de la política pública que rige la investigación en Colombia. Para ello se observan críticamente las jerarquizaciones y las prácticas sociales generadas como consecuencia del entrecruzamiento de los condicionamientos económicos y las tecnologías de administración del conocimiento establecidas por los diferentes organismos y entidades que intervienen en el desarrollo de la investigación dentro del campo científico colombiano, y que a su vez han configurado una forma particular de capitalismo cognitivo. El segundo observa la manera como los mecanismos de control y disciplina operan en la labor de trabajadores informáticos de la ciudad de Buenos Aires, poniendo en tensión el supuesto paso lineal hacia sociedades del control, para mostrar en cambio la manera como se mezclan unas y otras formas sociales, incluso en el sector que por excelencia corresponde a las TIC: la producción de software.
La manera como la SIC ha venido gestionando la relación entre las TIC con los márgenes y las minorías es abordada en la tercera sección, por dos artículos que se inscriben geográficamente en India y Colombia. El primero analiza el papel de las TIC como un dispositivo de modernización de la sociedad india del periodo poscolonial y la manera como estas se insertan tanto en las dinámicas globales y del mercado de la producción de tecnologías informáticas, como en la compleja organización social y cultural del país, donde la raza, el género y la casta juegan un papel fundamental en la comprensión de esta nueva configuración cultural. En diálogo con el anterior, el segundo artículo hace un aporte desde las epistemologías feministas, para observar críticamente los procesos de feminización que caracterizan la puesta en escena de tecnologías de la información con un diseño social y educativo, en tensión con los procesos de desarrollo, cuyo diseño parte de ciertos imaginarios de usuario y de colaboración que se conciben como neutrales.
La cuarta sección reúne dos textos que nos convocan a pensar y reflexionar sobre el sujeto de la educación, especialmente en lo que tiene que ver con el muy discutido concepto de competencias. En un caso se cuestiona el supuesto de que el acceso a la Red de las nuevas generaciones de estudiantes universitarios representa una situación ventajosa para sus competencias lectoras y escritoras; sin embargo, esta situación no cambia las creencias y prácticas adoptadas en sus trayectorias de vida. El otro documento hace un análisis histórico de cómo son concebidas tales competencias en un programa nacional de formación de docentes, donde se destaca la emergencia de transformaciones o disoluciones de profesiones y oficios, así como de instituciones y agentes de diversos campos de producción académica, no como consecuencia directa ni exclusiva de la aparición de nuevos artefactos, sino vinculadas con relaciones y juegos de saber-poder.
Los dos artículos finales nos relatan dos experiencias de trabajo con TIC que pretenden enfrentar ciertos retos propios del escenario de la sociedad contemporánea. Uno cuenta la experiencia sobre un proceso de digitalización de los archivos pedagógicos de una escuela normal, a la vez que reflexiona sobre la tensión entre memoria de archivo y memoria digital, donde surgen preguntas sobre los nuevos regímenes de la representación de lo real y de lo presente, así como aquellas que invitan a repensar el archivo pedagógico, desde la óptica de la memoria de archivo y los retos que le plantea al campo educativo y pedagógico. El otro, nos muestra la potencia de una plataforma digital en los procesos de creación literaria de carácter colectivo de un grupo de investigadores, desarrolladores, creadores literarios y estudiantes, donde se ponen en juego cualidades que se le reconocen al trabajo e interacción con las actuales TIC, como la inteligencia colectiva, la interdisciplinariedad y la creación de saber compartido.
De esta manera, esperamos haber dado un paso más, de los muchos posibles, en este empeño por desentrañar las complejidades, aristas y entramados de una sociedad hecha de pluralidades, y cuyo devenir ha sido tan intenso y veloz que aún el asombro inicial y cierta especie de anonadamiento no nos deja comprenderla del todo.
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Carlos Eduardo Valderrama H.**
* Algunos de los apartados de este artículo forman parte de la contextualización de la investigación "Movimientos sociales e Internet en Colombia. Caso movimiento sindical" y de la tesis doctoral del autor titulada "Prácticas sociales de Internet, política cultural y movimientos sociales en Colombia".
** Sociólogo. Magíster en Sociología de la Cultura. Magíster y candidato a Doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento, de la Universidad Abierta de Cataluña. Profesor e investigador del Iesco de la Universidad Central, Bogotá (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. , Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Este artículo hace un recorrido por la manera como se ha venido construyendo la llamada sociedad de la información; analiza algunos de los reduccionismos con que se asume la dimensión tecnológica en dicho proyecto y describe brevemente la existencia de experiencias de resistencia por parte de colectivos sociales, artísticos y de contrainformación. Se concluye que en estos grupos el uso de las TIC trasciende el mero hecho de su condición de artefactos, y es el resultado de la conjunción compleja entre estas tecnologías, las prácticas políticas y las prácticas discursivas.
Palabras clave: sociedad de la información, tecnología, hegemonía tecnológica, reduccionismo tecnológico, resistencias.
Este artigo faz um percorrido pelo modo como a chamada sociedade da informação tem sido construída analisando alguns reducionismos com os quais é assumida a dimensão tecnológica nesse projeto. Também descreve brevemente a existência de experiências de resistência por parte de grupos sociais, artísticos e de contra-informação. Conclui-se que nesses grupos a utilização das TIC, para além do mero fato de sua condição de artefatos são o resultado da conjugação complexa entre as tecnologias, as práticas políticas e as práticas discursivas.
Palavras-chave: sociedade da informação, tecnología, hegemonia tecnológica, reducionismo tecnológico, resistência.
This article reviews the way the so-called information society has been built, analyzing some reductionisms, which in that project, are assumed toward the technological dimension. It briefly describes the existence of resistance experiences performed by social, artistic and counter-information groups. It is conclude that in those groups, the use of TIC goes beyond the plain fact of their status as artifacts, since it is the result of a complex conjunction involving technologies, political practices, and discursive practices.
Key words: information society, technology, technological hegemony, technological reductionism, resistances.
La sociedad de la información (SI) es un proyecto hegemónico construido de manera sistemática y calculada desde por lo menos las últimas cuatro décadas, bajo el liderazgo de los países del G-8, la OCDE y la complicidad de los sectores hegemónicos de los países del Tercer Mundo. Los reduccionismos y determinismos tecnológicos que fundamentan este proyecto conducen a una especie de totalitarismo tecnológico que más allá del uso instrumental de ciertas tecnologías para ejercer controles policivos tanto en el mundo presencial como en el virtual, se refiere a la imposición de un modelo único de tecnologías de la comunicación e información (TIC) y a la generación de un modelo de producción de subjetividades tecnológicas. Sin embargo, es claro que frente a los totalitarismos existe toda suerte de resistencias. Estas últimas no están "por fuera" del ser totalitario sino que, en medio tensiones y contradicciones, reinventan y amalgaman tecnologías y de paso dejan ver que otros mundos sí son posibles.
En 1787, a propósito de las reformas de la educación en el Nuevo Reino de Granada, uno de los "virreyes ilustrados", Caballero y Góngora, en su Plan de Universidad y Estudios Generales, afirmó:
[...] todo el plan se dirige a subsistir las útiles ciencias exactas en lugar de las meramente especulativas en que hasta ahora lastimosamente se ha perdido el tiempo; porque un Reino lleno de preciosísimas producciones que utilizar, de montes que allanar, de caminos que abrir, de pantanos y minas que desecar, de aguas que dirigir, de metales que depurar, ciertamente necesita más sujetos que sepan conocer y observar la naturaleza y manejar el cálculo, el compás y la regla, que de quienes entiendan y discutan el ente de razón, la primera materia y la forma sustancial (citado en Jaramillo, 1978-1979: 571).
Aproximadamente 210 años después, como resultado del movimiento gestado por los gobiernos de los países de la OCDE, las Naciones Unidas y la Comunidad Europea durante las décadas de los ochenta y noventa, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas definió que las reuniones de alto nivel del periodo, se dedicaran en 2000 al tema del "desarrollo y la cooperación internacional en el siglo XXI: la función de la tecnología de la información en el contexto de una economía mundial basada en el saber" (ELAC, s/f: s/p). Simultáneamente, que no coincidencialmente, en 2000, los ocho países más ricos del mundo (G-8), reunidos en Okinawa (Japón), decidieron impulsar de manera explícita lo que allí denominaron como sociedad global de la información1.
Esta sociedad fue definida, en esa oportunidad, como "aquella que mejor desarrolle sus potenciales y mejor realice sus aspiraciones" (G8, 2000: s/p)2. Para ello se debe asegurar que
[...] las tecnologías de la información sirvan como soporte para economías en desarrollo, mejoren la asistencia social y promuevan la cohesión social, así como refuercen el potencial democrático, incrementen la transparencia y responsabilidad de los gobiernos, promuevan los derechos humanos y la diversidad cultural y adopten estabilidad y paz internacional (s/p).
Se reconoció igualmente que el "sector privado juega un papel de liderazgo en el desarrollo de redes de información y comunicación en la sociedad de la información" (s/p), pero que le corresponde a los gobiernos "crear políticas estables, transparentes y no discriminatorias, así como las regulaciones necesarias para la sociedad de la información" (s/p), de tal manera que se evite obstaculizar la intervención del sector privado en el desarrollo de las TIC. El marco legal debe inspirar confianza tanto en los empresarios como en los consumidores.
Para que esto se haga realidad, es fundamental entonces defender algunos principios como la protección de los derechos de propiedad intelectual, la liberalización de las telecomunicaciones, combatir la piratería, promover políticas fiscales coherentes, entre otras medidas (G8, 2000).
Esta apuesta política y de desarrollo económico, como proyecto hegemónico de construcción de un modelo de SI se consolidó en la cumbre de Génova en 2001 y, por supuesto, en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI) de Ginebra 2003-Túnez 2005.
En efecto, en Ginebra, en donde se realizó la primera fase de la CMSI, específicamente se reforzó el compromiso de construir una SI y se reconoció
[...] que la educación, el conocimiento, la información y la comunicación son esenciales para el progreso, la iniciativa y el bienestar de los seres humanos. Es más, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tienen inmensas repercusiones en prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas. El rápido progreso de estas tecnologías brinda oportunidades sin precedentes para alcanzar niveles más elevados de desarrollo (Naciones Unidas-ITU, 2005: 9).
En Túnez, en su segunda fase, la cumbre se orientó más a los mecanismos de financiación de las políticas trazadas en Ginebra. Allí se reconoció
[...] la magnitud del problema vinculado al cierre de la brecha digital, que necesitará durante muchos años inversiones adecuadas y duraderas en la infraestructura y los servicios de las TIC, así como en el fomento de capacidades y la transferencia de tecnología (Naciones Unidas- ITU, 2005: 67).
Se hizo un llamado a
[...] la comunidad internacional para que se fomente la transferencia de tecnología en condiciones de mutuo acuerdo, incluidas las TIC, para que se adopten políticas y programas que ayuden a los países en desarrollo a poner la tecnología al servicio del desarrollo, entre otras cosas mediante la cooperación técnica y la creación de capacidades científicas y tecnológicas para colmar la brecha digital y del desarrollo (67).
De igual manera, se afirmó que aunque en el pasado la financiación de la infraestructura de las TIC en los países en desarrollo se basó en la inversión pública, recientemente la inversión aumentó de manera significativa "en los lugares donde se alentó la participación del sector privado, gracias a un marco de reglamentación sólido, y donde se implementaron políticas públicas encaminadas a colmar la brecha digital" (68).
Así mismo, se dejaron en claro una serie de prerrequisitos para lograr un acceso equitativo y universal a los mecanismos de financiación, siendo el primero de éstos: "Establecer políticas e incentivos en materia de reglamentación destinados a facilitar el acceso universal y reactivar la inversión del sector privado" (71).Quizá lo que mejor ilustra esta política es el flamante epígrafe con el cual el gobierno colombiano adornó los principios básicos del plan de desarrollo "Vive Digital" del Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en 2010: "El mercado hasta donde sea posible, el Estado hasta donde sea necesario" (Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, 2011a: s/p).
Una mirada rápida a los lineamientos de la CMSI, a los seguimientos y estrategias de los foros mundiales nos muestra el hecho de que, al igual que lo planteado en Okinawa, todo el sentido de la política pública que deben adoptar los diferentes Estados está orientada a facilitar la inversión del sector privado en la incorporación de las TIC en los muy diversos sectores de la sociedad, y en crear las condiciones para la apertura de los mercados del sector de las telecomunicaciones3, siempre sobre el supuesto de la transferencia tecnológica desde los países desarrollados hacia aquellos que son denominados en desarrollo.
Miremos con un poco más de detalle el caso de los países de América Latina y el Caribe. La región respondió proactiva y diligentemente a este proyecto, y en 2000, obedeciendo al mandato del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas mencionado, los representantes de los países allí reunidos aprobaron la Declaración de Florianópolis, en la cual, consideraron que se desea llegar al año 2005 integrados como miembros plenos de la SI y consideraron
[...] que las tecnologías de información y comunicación constituyen el eje central de la construcción de la economía global basada en el saber y en la conformación de la sociedad del conocimiento y que, en consecuencia son la base de una nueva forma de organización y de producción a escala mundial [...] (Países de América Latina y el Caribe, 2012: s/p).
Allí mismo, instan al Consejo Económico y Social para que apoye a los países en desarrollo a: diseñar e implementar programas públicos con vistas a asegurar a la totalidad de la población el acceso; promover el crecimiento de la infraestructura de las redes digitales; capacitar la ciudadanía en las nuevas tecnologías; desarrollar los mecanismos y hacer las inversiones que sean necesarias en colaboración con el sector privado4; incentivar el desarrollo de empresas de base; desarrollar marcos regulatorios que protejan los derechos de propiedad intelectual y minimicen los riesgos e incertidumbres que el nuevo entorno de las TIC trae para el comercio electrónico; fortalecer la incorporación de estas tecnologías a los procesos productivos de pequeñas y medianas empresas; desplegar esfuerzos de cooperación regional en materia de políticas públicas sobre TIC, dedicados al comercio electrónico, la seguridad y la protección de la privacidad y los derechos de propiedad intelectual; entre otras aspiraciones (Países de América Latina y el Caribe, 2012).
Como parte del proceso de preparación para la CMSI, "las autoridades de la región intensificaron sus esfuerzos para crear una perspectiva regional sobre el desarrollo de sociedades de la información" (E-LAC, s/f: s/p) y en varias cumbres regionales trazaron planes y programas de acción regionales y nacionales5 para la "transición" de América Latina y el Caribe hacia sociedades de la información.
La región adoptó como guía los principios y el plan de acción de la CMSI, y desde entonces ha venido realizando cumbres ministeriales en las que se han trazado los planes de acción y se han definido las metas para los periodos 2005-2007 (E-LAC 20076), 2008-2010 (E-LAC 20107) y 2011-2015 (E-LAC 20158). Estos planes son agendas de política pública concertadas regionalmente y monitoreadas por la Cepal, quien ejerce la Secretaría Técnica.
Cada uno de estos planes de acción ha definido de manera puntual áreas de intervención, metas cuantificables y no cuantificables y líneas de acción específica que cubren tanto el sector gubernamental como los sectores productivos y de seguridad social9.
No podemos pasar al siguiente apartado sin presentar al menos un ejemplo de la concreción de este proyecto en el caso colombiano. En 2009 se promulgó la Ley 1341 por medio de la cual se "definen principios y conceptos sobre la sociedad de la información y la organización de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), se crea la Agencia Nacional de Espectro y se dictan otras disposiciones". Algunos de los principios orientadores de esta Ley son: dar prioridad al acceso y uso de las TIC en la producción de bienes y servicios, en condiciones no discriminatorias en la conectividad, la educación, los contenidos y la competitividad; propiciar, por parte del Estado, "escenarios de libre y leal competencia que incentiven la inversión actual y futura en el sector de las TIC y que permitan la concurrencia al mercado, con observancia del régimen de competencia, bajo precios de mercado y en condiciones de igualdad [...]" (Ley 1341 de 2009); fomentar el despliegue y uso eficiente de la infraestructura para la provisión de redes de telecomunicaciones y los servicios que sobre éstas se puedan prestar; proteger los derechos de los usuarios y velar por el cumplimiento de los derechos y deberes derivados del habeas data; promover la inversión en el sentido de que todos los proveedores de redes y servicios de telecomunicaciones tendrán igualdad de oportunidades para acceder al uso del espectro; masificar el gobierno en línea, entre otros. Por otra parte, el objetivo principal del ya mencionado plan "Vive Digital" de 2010, reza: "Impulsar la masificación del uso de Internet, para dar un salto hacia la prosperidad democrática" (Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, 2011b: 20) mientras que los cinco principios orientadores son en su orden:
Sin embargo, más allá de hacer notar lo que ya es evidente con este ligero y esquemático recuento, esto es, que la construcción misma de la SI ha sido planeada y calculada, dirigida y monitoreada por los países más desarrollados (G-8 y OCDE), con el concurso y complicidad de los sectores hegemónicos de los países del Tercer Mundo, desde luego; que los fundamentos primordiales de este proyecto siguen siendo la idea de progreso, la idea de desarrollo (y su variante: desarrollo sostenible); que se fundamenta en la idea de que el desarrollo tecnológico por sí mismo (en este caso de las TIC) va a traer más bienestar, más democracia, más prosperidad; y que este proyecto se inscribe rotundamente en la sociedad de mercado, el neoliberalismo como telón de fondo y la desregulación del sector de las telecomunicaciones como estrategia clave, lo que queremos comenzar a examinar y dejar planteado en lo que resta de este artículo es que, del compás y la regla de Caballero y Góngora a las tecnologías digitales de la información y la comunicación del G-8, emerge una serie de problemáticas de diversos órdenes que se derivan de la apuesta de la modernidad por hacer del conocimiento técnico, de la razón y la técnica, el fundamento primordial de la constitución y el devenir de las sociedades.
En el discurso hegemónico de la SI estas tecnologías y las técnicas han sufrido una suerte de sobrevaloración que se expresa tanto en los discursos de la política, como en los del mercado, e incluso, en un sector de la academia. La solución -se dice- a todos los problemas sociales, económicos, e incluso políticos de los países del Tercer Mundo, se encuentra en ciertas aplicaciones tecnológicas, especialmente aquellas de la información y la comunicación. Tal y como lo dejamos descrito en la primera parte, el proyecto hegemónico de la SI se fundamenta en esta idea relativamente simple pero de gran alcance: la única manera, el único remedio, para superar el atraso, cerrar las brechas socioeconómicas y lograr el desarrollo y el progreso (modernos, se sobreentiende) es con la introducción, en las sociedades y en las comunidades, de las TIC.
Queremos entonces llamar la atención en torno al hecho de concebir que los problemas sociales se superan a partir de soluciones tecnológicas, de fondo no es otra cosa que una suerte de determinismo tecnológico. Según la perspectiva determinista, la tecnología vendría a ser un universo que se desarrolla autónomamente y después moldea, ajustándola de acuerdo con sus patrones, a la sociedad (Winner, 1987). En este sentido, la creación e incorporación de un artefacto técnico o de una tecnología en una sociedad daría como resultado una transformación social cuyo tamaño dependería de los efectos que sobre la estructura social realice ese artefacto o esa tecnología. Estos efectos pueden ir desde la modificación de ciertos hábitos en la vida cotidiana hasta las grandes revoluciones, pasando por reordenamientos en la geopolítica internacional. En este planteamiento de la relación causal entre la tecnología y el mundo, se hace caso omiso a las demás dimensiones que juegan en la producción de las tecnologías y en sus apropiaciones y usos. La cultura, la ética, la estética son dimensiones pasivas que sufrirían los impactos de las tecnologías y se modifican por ello a través de procesos de corta, mediana y larga duración.
Es más, en el trasfondo de este determinismo, subyace una concepción reificada de la tecnología. Pareciera que ésta tuviese vida propia, fuese autónoma y se desarrollase por fuera de la sociedad (Aibar, 2001). Según Berger y Luckmann, la reificación es la aprehensión de fenómenos humanos en términos no humanos. Vale decir, la reificación es la "aprehensión de los productos de la actividad humana como si fueran algo distinto de los productos humanos, como hechos de la naturaleza, como resultados de leyes cósmicas, o manifestaciones de la voluntad divina" (1968: 116). La reificación indica que el ser humano desconoce, niega lo que él mismo ha construido, deshumaniza su propia acción y su propia obra. Y al deshumanizar su obra, en este caso la producción tecnológica, al alienar el mundo tecnológico, niega, de cierta manera, la posibilidad de modificarlo, pues fuerzas extrañas y todopoderosas guían su desarrollo.
Este doble movimiento, el del determinismo y el de la reificación, llevan implícita entonces la idea de la inacción, de la resignación y de la impotencia. Configurar estas subjetividades desde la idea del sujeto pasivo e impotente es un asunto altamente conveniente para las lógicas de incorporación de TIC en el proyecto de sociedad que estamos comentando.
Un protuberante reduccionismo, que ya ha sido resaltado por diversos autores, de las representaciones sobre la tecnología que suelen primar en la vida cotidiana, pero también en la política pública y en ciertos sectores de la academia, es aquél que la reduce a los artefactos o a los meros procedimientos -o sistemas de procedimientos-, es decir, a lo que pudiéramos considerar como una de las dimensiones de la técnica. Se piensa, igualmente, que estos artefactos son esencia de la tecnología, como si éstos no necesitaran de un proceso complejo de múltiples mediaciones para su producción, y como si en su uso no se jugaran intereses concretos y complejas relaciones de poder. Buena parte de las políticas públicas y de los programas y proyectos estatales en sectores como el de la educación o el de la administración pública, asumen de fondo la idea de que con la incorporación de artefactos tecnológicos que procesan y median el intercambio información, con la mera conectividad y acceso a la banda ancha, a procesadores, a tableros inteligentes, etcétera, los problemas de la formación de ciudadanos o de la participación se encuentran solucionados.
Otra idea que ayuda a configurar los reduccionismos que estamos describiendo, es que a menudo se olvida que la tecnología siempre ha estado en la base y en los procesos de construcción de la humanidad. La radicalización de la cultura tecnológica moderna ha hecho pensar que los sistemas tecnológicos son de reciente aparición y que el mundo "recién es tecnológico". De hecho, Ong (1994 [1982]) ha mostrado cómo la palabra misma, hecha oralidad en las culturas ágrafas (que desconocen la escritura, como prefiere denominarlas el autor), es una tecnología que se encuentra directamente relacionada con los modos de producir conocimiento (que no son precisamente los propios de una conciencia moderna), con las maneras de recordar (mnemotécnicas) y construir memoria (historias e Historia) y comunicarla.
Por esta vía, lo que se ha venido gestionando es la invisibilización, como estrategia de dominación política y subordinación económica, de una suerte de desarrollos tecnológicos que no obedecen al modelo tecnológico hegemónico de Occidente11. Este aspecto nos conduce a la tesis que queremos bosquejar en el siguiente apartado.
La idea aquí es que estos reduccionismos sobre lo que significa la tecnología en la dinámica de la sociedad y en la conformación de las subjetividades contemporáneas, por una parte, y la concomitante invisibilización de las dimensiones cultural, política, ética y estética de las tecnologías, por otra, conducen a una especie de totalitarismo tecnológico. Totalitarismo en términos tanto de paradigma de sociedad como de modelos tecnológicos y producción de subjetividad.
No se trata solamente del uso instrumental de las tecnologías para el control de los sujetos -totalitarismo tecnológico del Gran Hermano orwelliano-, sino de la supremacía e imposición de un modelo único de tecnología y de la producción de subjetividades tecnológicas únicas.
Cuando en la CMSI se da por sentado que el cierre de la brecha digital necesitará "durante muchos años inversiones adecuadas y duraderas en la infraestructura y los servicios de las TIC, así como en el fomento de capacidades y la transferencia de tecnología" y, en consecuencia, se hace un llamado a "la comunidad internacional para que se fomente la transferencia de tecnología en condiciones de mutuo acuerdo, incluidas las TIC", se obtura el despliegue de la creatividad y el desarrollo tecnológico propio, se impone el paradigma digital de las TIC como único posible. Cuando en algunos, muy pocos, de los lineamientos se enuncia la necesidad de desarrollar innovaciones tecnológicas por parte de los países del Tercer Mundo, esto no pasa de ser letra muerta, pues el grueso de la política se va del lado de la transferencia y el peso contundente de la dinámica costo-beneficio del mercado no permite que se haga realidad.
Por otra parte, el modelo único se prefigura en los discursos hegemónicos de la SI, cuando se parte del supuesto de la neutralidad tecnológica, tanto en su dimensión cultural como en su dimensión política. En efecto, esta mirada reduccionista pretende despojar a la tecnología de todo lo que en ésta hay tanto de cultura técnica como de tecnicidad. Con respecto de la primera, y recurriendo al concepto de cultura técnica brindado por Quintanilla (1998), esta visión quiere despojarla de los conocimientos, creencias y representaciones conceptuales o simbólicas; de las normas, pautas de comportamiento y habilidades derivadas de los usos y apropiaciones de las tecnologías y las técnicas; y del componente axiológico con el cual se definen diseños, usos y apropiaciones individuales y colectivas de determinadas tecnologías y sistemas tecnológicos.
Por otra parte, de acuerdo con Winner (1987), podemos afirmar que al menos son dos maneras en que la tecnología y la política se relacionan. Una se refiere al hecho de que el diseño, la producción y el uso de las tecnologías se utilizan para incrementar y sostener el poder, ejercer la autoridad y conseguir y mantener los privilegios de unos sobre otros. La segunda se refiere a lo que el autor denomina como tecnologías inherentemente políticas, las cuales contienen en sí mismas dimensiones políticas, en el sentido de que adoptarlas significa así mismo adoptar una forma de vida, una forma de sociedad, una forma de establecer determinado tipo de relaciones sociales.
Este totalitarismo se engancha con la sociedad de mercado a través de la dinámica de la innovación tecnológica. Es claro que las aceleradas y multifacéticas innovaciones están fundamentalmente en manos de la empresa privada12, y entrar en esa carrera, en nombre de la inclusión y del acceso a estas innovaciones, en nombre de cerrar las brechas y en nombre del progreso y el desarrollo, sólo significa entrar en la carrera del consumo tecnológico capitalista. El cierre de la brecha digital no sólo se torna permanente sino que se inscribe en la velocidad conveniente del consumo tecnológico, el cual marcha a su vez al ritmo de las innovaciones. La fórmula innovación-obsolescencia-innovación orienta los ritmos de los usos y apropiaciones de las TIC tanto de manera colectiva (vía políticas públicas) como de manera individual (vía distinción social, por ejemplo). Aprovechando la noción de aceleración formulada por Paul Virilio, Martín-Barbero llama la atención en torno a que no es la velocidad de los transportes o los viajes lo que cambia la vida cotidiana sino la rápida obsolescencia de los objetos: "Estamos ante una obsolescencia acelerada y programada por el sistema de producción y de tal modo que si no sustituimos a tiempo los zapatos o el reloj, el refrigerador o el automóvil, el sistema colapsaría" (2004: 11).
Sin embargo, esta obsolescencia no atañe de manera directa y única a los objetos tecnológicos de consumo. La memoria misma de las sociedades, su cultura, cae bajo ese mismo régimen totalitario. La Unesco detectó el problema al considerar que la desaparición de cualquier forma de patrimonio afecta el patrimonio de todas las naciones, y específicamente en el artículo 3 de la Carta para la Preservación del Patrimonio Digital planteó:
The threat of loss. The world's digital heritage is at risk of being lost to posterity. Contributing factors include the rapid obsolescence of the hardware and software which brings it to life, uncertainties about resources, responsibility and methods for maintenance and preservation, and the lack of supportive legislation (Unesco, 2003: s/p)13.
Cuando en la CMSI se reconoce "que la educación, el conocimiento, la información y la comunicación son esenciales para el progreso" (Naciones Unidas-ITU, 2005: 10), y que "las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tienen inmensas repercusiones en prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas" (10), no significa otra cosa que la misión de habilitación para el trabajo - como una de las dimensiones del proyecto moderno de la escolarización- también ha de responder por el tipo de exigencias provenientes de la restructuración del trabajo y del empleo que la misma SI ha propiciado.
Muchos analistas han destacado las transformaciones que el trabajo ha tenido en la sociedad contemporánea y las repercusiones de ello en diferentes dimensiones de la vida humana. Se destacan, por ejemplo, los cambios en la organización del trabajo que apuntan al establecimiento de redes, entre firmas y dentro de éstas (Carnoy, 2000) y la consecuente desintegración del modelo organizativo de las burocracias racionales verticales (Castells, 1999). Esta nueva lógica organizacional transforma el perfil general del trabajador en tanto se realza el trabajo que requiere análisis, decisión y capacidad de reprogramación en tiempo real. En este sentido, se enfatiza la importancia de la mente humana más que otras destrezas y habilidades propias de la sociedad industrial.
Otro aspecto de la reconfiguración del trabajo en la sociedad informacional es la flexibilización. Para Carnoy (2000), la flexibilización es el hecho de que las tareas y los tiempos de trabajo puedan ser constantemente adaptados a las condiciones cambiantes de los productos, los procesos y los mercados. Esto repercute directa y cualitativamente sobre el carácter del trabajo y la estructura del empleo. Con respecto de este último, se amplía la incorporación de la mujer al mercado laboral -en condiciones no necesariamente favorables-, se presenta la tendencia a desaparecer el trabajador de tiempo completo y a surgir el medio tiempo o tiempo parcial de trabajo, el trabajo desde el hogar, etcétera. Estas transformaciones han dado lugar al llamado trabajo cognitivo, que ha sido definido como
[...] complejo, de naturaleza intelectual, fruto de procesos de aprendizaje y de formación continua dentro y fuera de la actividad productiva. El trabajador debe aprender a pensar para la máquina, debe aprender los procedimientos, los códigos, el lenguaje, debe aprender a entender lo que la máquina quiere. Este proceso de aprendizaje intelectual, de carácter continuo y procesual, requiere tiempo, energías, un dispendio mayor de recursos que los procesos de aprendizaje manuales, de carácter discreto, requeridos al trabajador fordista (Ricci citado por Fumagalli, 2010: 90)14.
No en vano, entonces, tanto en Okinawa como en la Cumbre Mundial, se reconoció como fundamental desarrollar recursos humanos capaces de responder a las demandas de la era de la información, haciendo frente a la creciente demanda de profesionales de tecnologías de información en muchos sectores de la economía. En ese sentido, las medidas y lineamientos relacionados con la educación están destinados a enfrentar este giro en el carácter o estatus del trabajo y a satisfacer la demanda de trabajadores "que sepan pensar para la máquina", "entenderla", adaptarse y ser proactivos ante las exigencias de la flexibilidad en la producción que, a su vez, atiende a la flexibilidad de los mercados. Este es el perfil general del sujeto tecnológico que la SI le demanda a los sistemas educativos.
Por esta razón, en los países del Tercer Mundo se ha generado en los últimos trece o catorce años una carrera de "modernización" tecnológica en los distintos niveles educativos de las instituciones oficiales. Para ello, han adelantado algunos programas que privilegian la dotación de aulas informáticas y la conectividad de las instituciones educativas, con algunos proyectos de capacitación-formación de docentes en los que se ha priorizado la capacitación técnica y el dominio instrumental de los artefactos.
Lamentablemente no tenemos espacio para ahondar en un debate que se ha venido gestando desde el inicio mismo del proyecto de SI y que es fundamental -que no el único- para pensar la educación en este escenario. Nos referimos a la tensión entre información-conocimiento-saberes. Diremos solamente que frente a la noción sociedad de la información, surgió en los años noventa la de sociedad del conocimiento (knowledge society). La Unesco adoptó el término sociedades del conocimiento dentro de sus políticas institucionales con la intención de incluir una dimensión de transformación social, cultural, económica, política e institucional, así como una perspectiva más pluralista que la meramente económica e instrumental a la que remite la noción de sociedad de la información (Unesco,2005). Sin embargo, es claro que, más allá de un debate puramente académico sobre dos o tres categorías conceptuales, lo que está en discusión es el tipo de sociedad que se quiere construir bajo este paradigma denominado sociedad de la información, el tipo de sujeto de la educación y la manera como desde ciertas prácticas culturales se le hace frente académica y políticamente a ésta. Lo que se pone en juego es la relación entre el conocimiento científico y los saberes otros (de los sectores populares, de las oralidades primarias de Walter Ong), y la manera como estos saberes y las culturas que soportan, entran en juego en la educación de los ciudadanos y en la constitución de las sociedades.
Como lo mencionamos en un trabajo anterior (Valderrama, 2008), la manera como algunos movimientos sociales15 se han apropiado de las tecnologías digitales no sólo han logrado constituir una esfera pública cualitativamente diferente a la que hasta hace poco años existía, sino que han logrado o bien modificar ciertas prácticas políticas, o bien potenciar prácticas sociales tradicionales o formas subjetivas ancestrales de relacionamiento con el mundo. Muchos de estos movimientos han logrado combinar para sus propósitos de comunicación política varias estrategias mediáticas y han logrado posicionar su propia voz (León et ál., 2005). Incluso, el movimiento sindical, tan resistente a transformaciones en sus prácticas políticas, ha tenido que confrontarse a la nueva situación de la comunicación política. En una investigación reciente (Valderrama, 2012) sobre los usos de Internet por parte de algunos sindicatos en Colombia, se muestra que si bien Internet ha sido utilizado de manera instrumental como una herramienta de información y de denuncia, desaprovechando en gran medida su potencial tecnológico (instantaneidad, usabilidad, interactividad, entre otras), es también cierto que el entorno de la comunicación política actual, altamente mediado por la Web, ha obligado a algunos otros sindicatos a modificar no sólo sus estrategias de información, propaganda y denuncia, sino a transformar sus prácticas comunicativas, desde luego con grandes dificultades debidas a sus estructuras organizativas jerárquicas, prácticas y discursos políticos rígidos.
En el campo del arte, son miles los ejemplos de la manera como ciertos colectivos se han apropiado de estas tecnologías digitales proponiendo formas novedosas de producción artística. Prácticas que ponen en cuestión la figura tradicional de autor (Rodríguez, 2008; Rodríguez y González, 2012, en este mismo número), el régimen de visibilidad y la producción de "verdad" artística instaurados por el museo ilustrado (Vásquez, 2008), y generan infinitas posibilidades para el ensayo y la creación, en tanto apuntan a experimentar subjetivamente todo aquello que realza el entorno cibercultural (la inmaterialidad, la instantaneidad, la interacción en red, la hipertextualidad, las rupturas espacio-temporales, etcétera). Y todo esto, de manera simultánea a los esfuerzos del proyecto hegemónico de la SI por preservar los derechos de autor, combatir "la piratería" y favorecer los tratados de libre comercio16.
Existen igualmente medios de comunicación virtuales o colectivos, políticos o artísticos, que han hecho de la comunicación un espacio de contrainformación frente a los contenidos de los grandes medios de comunicación masiva. Medios de contrainformación ya consolidados, como el caso de Indymedia, o algunas otras revistas y boletines que circulan a través de listas de correos y se alojan así mismo en sus propias páginas web (es el caso de muchos de los colectivos que se agrupan en el muy conocido Nodo 50 o de Adital Noticias y Prensa de Frente, por mencionar sólo algunos ejemplos17).
La manera como estos movimientos sociales, artísticos y contrainformativos, por nombrar únicamente éstos, han incorporado las TIC en sus prácticas políticas, trasciende el mero hecho de su condición de artefactos, y son el resultado de la conjunción compleja entre las TIC, las prácticas políticas y las prácticas discursivas. Decimos complejas, porque creemos que los procesos de subjetivación, de construcción de la memoria individual y colectiva y de configuración de la actuación ciudadana no se dan de manera esencialista, por oposición reactiva o por impacto directo de las TIC. Los usos y apropiaciones se mueven en permanentes tensiones, relativas incoherencias, idas y venidas, fragmentaciones y unidades que recuerdan la doble cara de Jano y que Rueda (2012, en este mismo número), dilucida a través de la metáfora del phármakon de Platón.
Estas fugas y polifonías, estas resistencias de subjetividades otras que buscan construir sus propias utopías, que buscan generar prácticas políticas descentradas de los escenarios modernos del ejercicio de la política, que desarrollan dinámicas comunicativas y educativas que trascienden las institucionalidades, en una suerte de comunicación y educación expandidas, nos dejan ver, afortunadamente, y como conjuro para momentos de desasosiego, que otros mundos sí son posibles.
1 Si bien la cumbre de Okinawa se constituye en un hito del proyecto, es necesario reiterar que este se venía gestando de tiempo atrás. Según Mattelart (2002), es con las crisis del modelo de crecimiento y de la gobernabilidad de los años 1972-1973 que los países de la OCDE, la ONU y la Comunidad Económica Europea (CEE) comenzaron a adoptar este nuevo modelo. El informe Nora-Minc es considerado igualmente como uno de los documentos que ayudaron a trazar el camino del uso de las TIC como estrategia para resolver la crisis económica y generar consenso político (Mattelart, 2002). De acuerdo con Beatriz Busaniche, las primeras referencias al concepto sociedad de la información se remiten a 1975 cuando la OCDE adopta el término "asesorada por algunos de los gurúes de la liberalización de las telecomunicaciones" (2004: s/p).
2 Traducción del autor.
3 En la CMSI (en Ginebra, primera fase) se estipuló la necesidad de crear un "entorno internacional dinámico y propicio, que favorezca la inversión extranjera directa, la transferencia de tecnología y la cooperación internacional, sobre todo en las esferas de las finanzas, la deuda y el comercio [...]" (Naciones Unidas-ITU, 2005: 17).
4 "[...] para que todas las localidades de todos los países de la región cuenten con centros comunitarios de conexión a la red digital, a fin de superar a la marginalización de la población del acceso a los servicios de la nueva economía, tales como comercio electrónico, telemedicina, trámites en línea, reforzando la infraestructura física y promoviendo las condiciones para un amplio acceso a las redes digitales" (Países de América Latina y el Caribe, 2012: s/p).
5 "En reuniones celebradas entre 2001 y 2003 por la red regional del Grupo de Tareas sobre las TIC de las Naciones Unidas, se destacó la importancia de la colaboración entre las partes interesadas para hacer frente a este desafío. Asimismo, en la Agenda de Conectividad para las Américas y Plan de Acción de Quito (agosto de 2002) se insistió en la necesidad de formular programas de acción y estrategias nacionales realistas" (E-LAC, s/f: s/p).
6 Plan de Acción Regional aprobado en la Conferencia Preparatoria Regional Ministerial de América y Latina y el Caribe para la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, en Río de Janeiro en junio del 2005.
7 Plan de la Segunda Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe celebrada en San Salvador en febrero del 2008.
8 Plan aprobado en la Tercera Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe llevada a cabo en Lima en noviembre del 2010.
9 En E-LAC 2015, por ejemplo, los lineamientos que se trazan son: alcanzar el acceso para todos, considerar el gobierno electrónico como una obligación, promover el uso de TIC para mitigar impactos ambientales, impulsar el uso de TIC para la seguridad social inclusiva, impulsar el desarrollo tecnológico y la innovación, elaborar un entorno jurídico que facilite el desarrollo de la SI, desarrollar e implementar las TIC para una educación inclusiva y promover la coordinación nacional.
10 Tanto la ley como el plan son continuidad de un programa de incorporación de TIC cuyo marco es el Documento Conpes 3072 de febrero de 2000 ("Agenda de Conectividad" y de los proyectos "Computadores para educar", "Compartel", "Colombia aprende", entre otros).
11 Ver Kavita Philip (2012, en este mismo número).
12 En el Foro de Seguimiento a la Cumbre Mundial 2011 (WSIS Forum) se destacó precisamente el papel jugado y por jugar del sector privado en esta materia. Destaco especialmente la intervención de Houlin Zhao de la ITU.
13 Para un análisis detallado de este problema véase Echeverría (2009) quien introduce la noción de brecha mnemónica o brecha de la memoria digital. Véase también el artículo que, aunque de carácter puntual sobre el tema de la digitalización del archivo pedagógico, tratan Ríos y Pabón (2012, en este mismo número).
14 Para ver algunas de la problemáticas asociadas a esta nueva condición del trabajo y la producción cultural, ver los artículos de Zukerfeld (2008) y Yansen et ál. (2012, en este mismo número).
15 Véase, por ejemplo, el caso de los colectivos asociados a la Minga Informativa de Movimientos Sociales (disponible en: <http://www.movimientos.org/>), el caso de los indígenas colombianos Nasa (disponible en: <http://www. nasaacin.org/>) o Vía Campesina (disponible en: <http://viacampesina.org/sp/>).
16 En el momento en que se termina de escribir este artículo, el presidente Santos de Colombia en el marco de la VI Cumbre de las Américas, acaba de firmar la "Ley TLC" sobre derechos de autor y "cuotas de pantalla", como parte de la exigencia de Estados Unidos para poner en marcha el reciente Tratado de Libre Comercio entre los dos países. Esta Ley, y la que se viene tramitando (Ley Lleras, cuyo trámite en el Congreso colombiano fue suspendido temporalmente), forman parte del proceso que globalmente se gesta y del cual forman parte los conocidos proyectos de regulación SOPA y PIPA del gobierno de los Estados Unidos.
17 Disponibles en: <http://www.nodo50.org>, <http://www.adital.com.br> y <http://www.prensadefrente.org>.
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Christian Fuchs**
Traducción del ingles: Santiago Restrepo***
* Este artículo fue publicado por primera vez en inglés en la revista Rethinking Marxism, Vol. 21, No. 3, julio de 2009. Agradecemos al autor, al editor de la revista y a Taylor & Francis Group, por habernos dado la autorización para su reproducción en Español.
** Estudios en Ciencias de la Computación de la Universidad Tecnológica de Viena. Doctor en Ciencias Técnicas de la misma universidad. Actualmente es profesor de Estudios de Comunicación y Medios del Departamento de Medios e Informática de la Universidad de Uppsala, Suecia. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Antropólogo con estudios de filosofía y de Maestría en Economía. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El propósito del artículo es discutir los aspectos micro y macro de los cambios económicos relacionados con las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Se discuten conceptos clave para entender la sociedad contemporánea, y se introduce la noción de capitalismo informacional/de redes transnacional. Enseguida se hace un esbozo de las causas de los cambios sociales contemporáneos y se discuten algunos aspectos importantes de la acumulación de capital que se realiza mediante los productos y las TIC. Se concluye con los conceptos que describen la nueva relación entre capitalismo y TIC.
Palabras clave: conocimiento, información, redes, globalización, capitalismo informacional trasnacional.
O objetivo do artigo é discutir os aspectos micro e macro das mudanças econômicas relacionadas com a tecnologia da informação e da comunicação (TIC). Discutimos conceitos chave para a compreensão da sociedade contemporânea, e se introduz a noção de capitalismo informacional / de redes transnacionais. Em seguida traça-se um resumo das causas das mudanças sociais contemporâneas e discutiram-se alguns aspectos importantes da acumulação de capital realizado mediante os produtos e as TIC. Conclui-se com conceitos que descrevem a nova relação entre o capitalismo e as TIC.
Palavras-chave: conhecimento, informação, redes, globalização, capitalismo informacional transnacional.
The purpose of this article is to discuss the micro and macro economical changes related to the information and communication technologies (TIC). There are discussed key concepts to understand contemporary society, introducing the notion of informational / web transnational capitalism. Subsequently, the causes of contemporary social changes are outlined, as well as a discussion on some important aspects of capital accumulation done through products and TIC. We conclude with the concepts that describe the new relationship between capitalism and TIC.
Key words: knowledge, information, networks, globalization, transnational informational capitalism.
Muchos científicos sociales concuerdan en afirmar que la sociedad contemporánea ha sufrido cambios importantes. Sin embargo, no existe el mismo consenso acerca del concepto que mejor describe y capta estos cambios. A pesar de que muchas teorías sociales contemporáneas abordan temas como la globalización y el rol de los computadores y los medios de comunicación en la sociedad, existe una gran diferencia en cuanto al concepto clave que utilizan para abarcarlos. Aunque las teorías sociales son complejas en sí mismas, escoger un concepto clave significa hacer énfasis en ciertos factores que se consideran de particular importancia y describirlos en tanto que influencias fundamentales que dan forma y cambian la sociedad. La pregunta en torno al concepto clave que mejor describe la sociedad contemporánea no es trivial, es de gran importancia. Se necesita un concepto clave crítico, pues la praxis política se ve afectada por la forma en que los académicos describen la realidad social. Existen varios conceptos en competencia, y los de tipo marxista son necesarios para plantear alternativas a las nociones afirmativas y fundamentar así las prácticas políticas de oposición.
El propósito principal de este artículo es discutir los aspectos micro y macro de los cambios económicos relacionados con las tecnologías de la información y comunicación (TIC). El enfoque escogido para ello se acerca a la crítica marxista de la economía política de los medios y la comunicación. Una de las razones por las cuales considero que este enfoque es más adecuado que otros, es que permite un análisis de la sociedad contemporánea con base en una dialéctica del cambio y la continuidad, que evita las dificultades de asumir de forma tendenciosa la novedad radical o la conservación radical en la teoría social. Otra razón consiste en que este enfoque cuestiona el statu quo y trata de evidenciar sus antagonismos, mientras que las teorías no críticas afirman las estructuras de dominación existentes.
Comienzo este artículo discutiendo conceptos clave para conceptualizar la sociedad contemporánea, e introduzco la noción de capitalismo informacional/de redes transnacional. Enseguida hago un esbozo de las causas de los cambios sociales contemporáneos y discuto algunos principios y aspectos importantes de la acumulación de capital que se realizan mediante los productos y las TIC. Por último, planteo algunas conclusiones.
Los enfoques dominantes que describen a la sociedad contemporánea son radicalmente discontinuos. Estas concepciones carecen de sentido crítico y son afirmativas porque no se centran en los problemas y la negatividad de la sociedad contemporánea. Y aunque aciertan al considerar que las formas de organización en redes, la información digital en redes, las tecnologías de la comunicación y el trabajo basado en el conocimiento se han vuelto más importantes, mi argumento contra este tipo de conceptos radica en que éstos no logran mostrar la negatividad y el carácter de clase de estas transformaciones, descuidando así nociones como dominación, explotación, poder e ideología (Fuchs, 2008a).
Dentro de los conceptos discontinuos que se han utilizado para describir la sociedad contemporánea se encuentran: economía del conocimiento/información y sociedad posindustrial, posmoderna, de la información, del conocimiento y de las redes. Estos enfoques se contrastarán con las teorías de inspiración marxista.
Fritz Machlup (1962) introdujo el concepto de industria del conocimiento. Este autor diferenció cinco sectores del conocimiento: la educación, la investigación y el desarrollo, los medios masivos de comunicación, las tecnologías de la información y los servicios de información. Peter Drucker (1969) argumentó que existe una transición de una economía basada en los bienes tangibles a una basada en el conocimiento. Marc Porat (1977) utilizó el valor de la suma del producto nacional bruto (PNB) y los sectores primario y secundario de la información como indicador de la economía de la información. Con base en Porat, Karl Deutsch definió la sociedad de la información como una sociedad en la cual la economía de la información produce más de la mitad del PNB y emplea a más de la mitad de los trabajadores (Deutsch, 1983).
Varios autores han definido la sociedad posindustrial o de la información como una sociedad en la que la mayoría de los trabajadores labora en el campo de la información o los servicios (Bell, 1976; Otto y Sonntag, 1985; Stehr, 1994, 2002a, 2002b). Alain Touraine (1988) aludió a la sociedad posindustrial en 1971. Radovan Richta (1977) argumentó que la sociedad se ha transformado en una civilización científica que se basa en los servicios, la educación y las actividades creativas. En su opinión, la ciencia y la tecnología son fuerzas inmediatas de producción.
Jean François Lyotard argumentó que "durante las últimas décadas [en la sociedad posmoderna] el conocimiento se ha convertido en la fuerza principal de producción" (1984: 5). Según este autor, este desarrollo disuelve las grandes narrativas debido al rol de la economía, que hace que la producción del conocimiento deje de ser un campo exclusivo de la ciencia y la ideología. La idea de Lyotard sobre la sociedad pos-moderna concuerda con el concepto de sociedad del conocimiento de Stehr y con la categoría de economía de la tercera ola de Toffer, pues se asume que el conocimiento se ha convertido en el recurso principal de la economía (Stehr, 2002a; Dyson et ál., 1994).
Uno de los conceptos discontinuos más recientes es el de sociedad de redes, que expresa el supuesto, según el cual, "las redes constituyen la nueva morfología social de nuestras sociedades y la difusión de la lógica de las redes modifica de manera sustancial el funcionamiento y los resultados de los procesos de producción, experiencia, poder y cultura" (Castells, 2000: 500)1.
El problema común de todos estos conceptos es que crean la impresión de que hemos entrado a un nuevo tipo de sociedad. "Si lo único que hay es más información, entonces resulta difícil entender por qué alguien tendría que sugerir que nos enfrentamos a algo radicalmente nuevo" (Webster, 2002a: 259). Estos conceptos hacen énfasis en la discontinuidad, como si la sociedad contemporánea no tuviera nada en común con la sociedad tal como era hace 100 o 150 años. Estos supuestos tienen un carácter ideológico, pues están de acuerdo con la idea de que no podemos hacer nada respecto al cambio, y tenemos que adaptarnos a las realidades políticas existentes (Webster, 2002b). Peter Golding argumenta que el discurso de la sociedad de la información es una ideología que "anticipa y celebra la privatización de la información y la incorporación de los desarrollos de las TIC a la expansión del libre mercado" (2000: 170). De acuerdo con él, el peligro de la fascinación de la sociología con lo nuevo está en que la distrae de hacer énfasis en los potenciales de radicalidad y la desvía de la crítica que evalúa cómo suprimir estos potenciales (Golding, 2000). La sociedad contemporánea es ante todo y todavía una sociedad capitalista, orientada hacia la acumulación de capital económico, político y cultural. Existe una dialéctica de continuidad y discontinuidad; el desarrollo capitalista ha entrado en una nueva fase de desarrollo.
Nigel Thrift (2005) escribió una "crítica" de lo que él llama el capitalismo suave o el capitalismo del conocimiento. Este autor no utiliza el capitalismo como una categoría negativa. La "crítica" de Thrift es afirmativa, no es crítica en el sentido marxista (las relaciones del capitalismo "no son todas malas", el capitalismo "también es divertido. La gente obtiene cosas de él", etcétera). Aunque su enfoque no es discontinuo, es tan afirmativo como el de las teorías discontinuas.
A mi entender, el enfoque basado en la crítica de la economía política de la comunicación y los medios es más adecuado para analizar la sociedad contemporánea que las teorías de desarrollo discontinuo. Esto debido a que la primera aproximación tiene en cuenta el rol negativo de la comunicación en el capitalismo en tanto que producto, ideología, herramienta de mercadeo, herramienta para la reproducción de la fuerza de trabajo, herramienta para la dominación y fuerza antagonista que también produce potenciales para el cambio a través de su funcionamiento (Fuchs, 2008a, 2009; Knoche, 1999).
De hecho, como lo argumentan los teóricos del desarrollo radicalmente discontinuo, se ha registrado un aumento en la importancia del trabajo y los servicios del conocimiento en la estructura del empleo y la producción de valor, y una transformación del papel de la ciencia, el conocimiento y la tecnología informática, que se han convertido en fuerzas inmediatas de producción (Fuchs, 2008a). Pero esta es solamente una cara de la historia. La idea de un capitalismo informacional/de redes transnacional abarca también la otra cara, al hacer énfasis en que estos desarrollos desempeñan un papel en la acumulación de capital, contribuyendo también a la creación y profundización de los problemas sociales. Esta noción es similar a la de otras aproximaciones marxistas, pero también se diferencia de éstas en la medida en que no trata de enfocarse únicamente en factores puramente objetivo-tecnológicos o subjetivos.
Para describir la sociedad contemporánea, los académicos marxistas han sugerido algunos términos que se centran en la transformación de las fuerzas productivas, como, por ejemplo, capitalismo digital (Schiller, 2000)2, capitalismo virtual (Dawson y Foster, 1998), capitalismo de alta tecnología (Haug, 2003), capitalismo informático (Fitzpatrick, 2002) y capitalismo comunicativo (Dean, 2005). Yo prefiero este tipo de términos a las expresiones discontinuas radicales tales como sociedad de la información o sociedad posmoderna, porque los primeros contienen una negatividad crítica. Pero, a la vez, dan la impresión de que la tecnología (digital, virtual, alta tecnología) determina la sociedad, esto es, de que las relaciones de producción son un resultado lineal de las fuerzas productivas. Pero el cambio que ha sufrido la sociedad contemporánea afecta tanto a las fuerzas y las relaciones, como a las estructuras y las acciones, porque la sociedad se basa en una dinámica dialéctica de estas dos cualidades (Fuchs, 2008a). Por lo tanto, prefiero hablar de capitalismo del conocimiento, capitalismo informacional o capitalismo de redes para hacer énfasis en que tanto el trabajo basado en el conocimiento como las tecnologías de la información dan forma a la producción y acumulación de capital en la sociedad contemporánea y son dos cualidades interconectadas.
Michael Hardt y Antonio Negri (2005) argumentan que la sociedad contemporánea es un imperio que se caracteriza por una lógica global particular de dominación capitalista basada en el trabajo inmaterial. Con base en este enfoque de Hardt y Negri sobre el trabajo inmaterial, algunos enfoques marxistas enmarcan las transformaciones actuales no como enfoques objetivos en términos de transformación tecnológica, sino como un giro subjetivo. Carlo Vercellone (2007) ve la transformación del capitalismo como un giro subjetivo y, por lo tanto, habla de "capitalismo cognitivo", una configuración que se caracteriza por "la hegemonía de los conocimientos, una intelectualidad difusa y el papel dirigente de la producción de conocimientos mediante conocimientos conectados al carácter cada vez más inmaterial y cognitivo del trabajo" (Vercellone, 2007: 16). Según este autor, existiría una "preponderancia de los conocimientos del trabajo vivo respecto a los conocimientos que se incorporan en el capital fijo y en la organización corporativa" (32). Para Vercellone, el naciente antagonismo entre el conocimiento vivo del trabajo y el conocimiento muerto del capital constante fijo causa una crisis en la ley del valor y un antagonismo entre el intento del capital por hacer valer la ley del valor de manera artificial (por ejemplo, por medio de los derechos de propiedad intelectual) y la socialización del conocimiento mediante su incorporación en los cerebros de los trabajadores colectivos del intelecto general. Paolo Virno (2004) formula este supuesto como su tesis número siete, que afirma que en el posfordismo, el intelecto general no coincide con el capital fijo sino que se manifiesta principalmente como una reiteración lingüística del trabajo vivo. El papel de la tecnología no desaparece, como lo pretende Vercellone. Esto se evidencia en el hecho de que entre las cien empresas más grandes del mundo (medidas por un índice compuesto de ventas, valor de mercado, activos y ganancias, como la lista Global Forbes 2000 del 2008), no solamente hay compañías financieras, bancarias, aseguradoras, petroleras, fabricantes de carros, alimentos, medicamentos y biotecnología, sino que cada vez figuran más proveedoras y productoras de TIC, como AT&T, Telefónica, IBM, Verizon Communications, France Telecom, Siemens, Hewlett-Packard, Samsung Electronics, Microsoft, Nippon, Nokia, China Mobile, Time Warner, Cisco Systems e Intel. De acuerdo con la lista Forbes Global 2000, quince de las cien corporaciones dominantes desempeñaban sus labores en el área de las TIC en el 2008.
Si uno aplica una metodología dialéctica, el surgimiento del capitalismo informacional transnacional no es únicamente una transformación subjetiva ni tampoco objetiva, sino que se basa en una dialéctica sujeto-objeto. Los enfoques objetivos son tecnodeterminísticos y desprecian la manera en que las formas de trabajo y agencia han cambiado; los enfoques subjetivos menosprecian la tecnología como fuerza que afecta y es afectada por la agencia. Ambos enfoques marxistas, tanto el objetivo, orientado hacia la tecnología, como el subjetivo, orientado hacia el conocimiento, son insuficientes. Pero, a la vez, están en lo correcto al enfatizar, cada uno, uno de los polos de la dialéctica de un marco de análisis más amplio. La noción de capitalismo informacional transnacional hace una síntesis dialéctica de ambas líneas de pensamiento, en la medida en que la información y las redes poseen tanto un aspecto objetivo como uno subjetivo, pues transforman los medios de producción y sus relaciones. El conocimiento se produce, comunica y consume con la ayuda de las tecnologías, de modo que pueda emerger un nuevo conocimiento que a su vez sea socializado con la ayuda de tecnologías, y así sucesivamente. En esta dinámica dialéctica, el conocimiento y la tecnología se refuerzan mutuamente.
La búsqueda de capital para nuevas estrategias y formas de acumulación de capital transforma el trabajo de manera que el trabajo cognitivo, comunicativo y cooperativo forma una cantidad significativa del tiempo de trabajo total (un desarrollo que se ha podido dar gracias al surgimiento de la ideología de la autodisciplina de la "administración participativa"), pero al mismo tiempo, este trabajo está altamente mediado por las TIC y produce bienes informacionales tangibles hasta cierto punto (así como servicios de información intangibles) (Fuchs, 2008a). La noción de capitalismo informacional transnacional capta esta dialéctica sujeto-objeto en la medida en que conceptualiza el capitalismo contemporáneo con base en el surgimiento del trabajo cognitivo, comunicativo y cooperativo que está interconectado con el desarrollo de las tecnologías y los bienes que objetivan la cognición, la comunicación y la cooperación humanas. El capitalismo informacional se basa en la interconexión dialéctica del conocimiento subjetivo y el conocimiento objetivado en las tecnologías de la información. La razón por la cual pienso que este enfoque está bien fundamentado es que el pensamiento dialéctico permite concebir la realidad como una entidad compleja y dinámica, cuestionando así los enfoques unidimensionales, discontinuos e ideológicamente estáticos de la realidad.
Algunos académicos hablan de capitalismo de la información (Morris-Suzuki, 1997) y otros de capitalismo informacional (Castells, 2000; Fuchs, 2005; Fuchs, 2008a; Schmiedle, 2006a, 2006b). Manuel Castells considera que el informacionalismo es un nuevo paradigma tecnológico (lo considera un modo de desarrollo) caracterizado por "la generación, el procesamiento y la transmisión de información", procesos que se han convertido en "las fuentes primordiales de productividad y poder" (2000: 21). A las teorías de la sociedad de la información, Castells les agrega la idea de que, en las sociedades contemporáneas, las funciones y los procesos dominantes están cada vez más organizados en torno a redes, que constituyen la nueva morfología social (2000). Castells es un teórico dualista, defende al mismo tiempo un enfoque discontinuo (sociedad de redes) y uno más continuo (capitalismo informacional).
Algunos teóricos critican la visión de Castells al considerarla tecnodeterminística (Garnham, 2004). Estas acusaciones son exageradas, por una parte, porque Castells señala que su enfoque se basa en una visión dialéctica de la tecnología y la sociedad, donde la tecnología encarna a la sociedad y la sociedad utiliza la tecnología (Castells, 2000). Por otra parte, estos señalamientos apuntan al carácter ecléctico del trabajo de Castells, que se debería a una carencia de teoría social (Fuchs, 2008a). Aunque Castells aclara que las formas dominantes de producción capitalista moldean el surgimiento de un nuevo "modo de desarrollo", él no da las razones por las cuales escoge este término. Esto puede crear la impresión de que la tecnología es la única fuerza rectora de la sociedad. Desde mi punto de vista, hablar en términos marxistas convencionales de "fuerzas de producción" es más apropiado y menos tendiente al tecnodeterminismo. Castells también se contradice cuando en otro pasaje argumenta que el informacionalismo es el resultado de "nuevas condiciones tecnológicas" (2000: 21) y no de una restructuración del capitalismo, como lo había argumentado inicialmente. La academia está inmersa en la sociedad y, por lo tanto, es posible que todas las teorías y el pensamiento académicos reflejen ciertos intereses. Es problemático que Castells presente su análisis como algo especialmente neutral, y que diga que las conclusiones de política deben evitarse (Van Dijk, 1999), porque todas las reflexiones académicas se basan en suposiciones axiológicas. En mi opinión, uno debería criticar a Castells por no sugerir implicaciones políticas y por su amplio descuido de sus raíces marxistas, pero uno no debería ir tan lejos como para llegar a concluir que su trabajo es "una celebración de derecha del capitalismo informacional" (Jessop, 2003).
Por otro lado, la noción de sociedad de redes señala la ocurrencia de cambios importantes en el capitalismo. La acumulación de capital económico, político y cultural (Fuchs, 2003b) es globalizante, y presenciamos el surgimiento de un régimen flexible de acumulación (Harvey, 1989). Pero, este concepto es una ideología que oscurece la dominación, porque fenómenos tales como el desempleo estructural, la pobreza creciente, la exclusión social, la desregulación del Estado de bienestar y los derechos de los trabajadores, y la disminución de los salarios con el fin de maximizar las ganancias, pueden legitimarse con facilidad en una sociedad cuyas redes se ven como patrones naturales de organización. Así, los problemas de la "sociedad de redes" contemporánea pueden presentarse como inevitables y como algo a lo que la gente debe adaptarse, y no como una situación abierta a una crítica fundamental y que requiere una intervención y un cambio políticos (Barney, 2003). Steven Shaviro habla de un "fascismo suave" (2003: 4) en este contexto. El término sociedad de redes también oscurece el hecho de que vivimos en una sociedad capitalista que se está reestructurando y cambiando de forma organizacional. Las redes caracterizan a todos los sistemas; no son específicas de la sociedad occidental contemporánea. La cualidad históricamente novedosa consiste en que es posible encontrar a los actores transnacionales que operan a escala global en cada vez más sistemas (tales como la economía, el gobierno e Internet). Esto los convierte en redes transnacionales-globales. Por lo tanto, es más apropiado hablar de capitalismo transnacional-global, capitalismo de redes transnacional-global o capitalismo informacional transnacional-global, con el fin de enfatizar la dialéctica de continuidad y discontinuidad y el rol de la información y las nuevas TIC en la sociedad.
Koji Kajatni (2005) argumenta que así como en la etapa de desarrollo del imperialismo no hay ninguna novedad fundamental, lo mismo ocurre en la etapa del capitalismo tardío; en El capital, Marx ya había comprendido las estructuras contemporáneas incluso antes de que existieran, no tanto como sustancia sino como forma. Por lo tanto, hoy en día, más que un reproche o una renovación de Marx, lo que se requiere es un regreso a él. De acuerdo con Karatani (2005), Marx describió, como aspectos del capitalismo, la forma de fenómenos tales como el capitalismo de casino, el comercio electrónico, el trabajo centrado en servicios, el trabajo suave, el trabajo intelectual y la administración de la información. Para Karatani, la continuidad fundamental radica en que la acumulación de capital se basa en la plusvalía, sin importar si ésta se obtiene a partir de trabajo mental o manual.
En este sentido, al capital no le interesa si obtiene la plusvalía de un objeto sólido o de información fluida. Esto es tan cierto que la naturaleza del capital es la misma antes y después de que la rama de producción dominante pasara de la industria pesada a la industria de la información [...]. Lo que el capital debe producir desde el comienzo no son productos en sí mismos, sino, especialmente, valor (y plusvalía) (Karatani, 2005: 267-8).
Para Karatani (2001), en el capitalismo contemporáneo la plusvalía se consigue mediante la compresión y digitalización de la comunicación en el proceso de circulación, donde la información se ha convertido en la mercancía mundial y, por lo tanto, Internet se ve inmiscuido dialécticamente en la economía capitalista. Estoy de acuerdo con Karatani en que se requiere una relectura y redescubrimiento de la teoría marxista, no una revisión. Sin embargo, su versión hace demasiado énfasis en el polo de continuidad de la dialéctica, y más bien desatiende el surgimiento de nuevas cualidades de las estructuras continuas. El surgimiento del capitalismo informacional puede explicarse de manera consistente examinando el papel de la información y el trabajo intelectual en el concepto marxista de las fuerzas productivas. El capitalismo informacional transnacional es el resultado de la dialéctica de continuidad y discontinuidad que da forma al desarrollo capitalista. La plusvalía, el valor de cambio, el capital, las mercancías y la competencia son aspectos básicos del capitalismo; la manera exacta en que estas formas se producen, objetivan, acumulan y circulan es contingente e histórica. Estas formas se manifiestan de diferentes maneras en los diferentes modos de desarrollo capitalista. En el modo informacional del capitalismo, la plusvalía de la producción y la acumulación de capital se manifiestan cada vez más en mercancías informacionales simbólicas, "inmateriales", y en trabajo cognitivo, comunicativo y cooperativo. La acumulación de capital, poder y capacidades de definición a escala transnacional está altamente mediada por los nuevos medios. Roy Bhaskar (1993) distingue entre negación real, negación transformativa y negación radical, con el fin de hacer énfasis en el carácter no determinista y complejo de la síntesis. No todas las negaciones de las negaciones se dan en el nivel fundamental; también hay síntesis parciales que son transformativas, pero no radicales. El surgimiento del capitalismo informacional transnacional es una síntesis transformacional, pero no radical.
Después de la segunda crisis económica mundial de mediados de la década de los setenta, ocurrió una transición del modo de desarrollo fordista al modo posfordista de desarrollo capitalista. Con el fin de incrementar las ganancias, surgieron nuevas estrategias y un régimen flexible de acumulación y dominación (Harvey 1989). La idea principal consistió en incrementar las ganancias al presionar a los Estados-nación a bajar los salarios mediante la descentralización y globalización de los procesos de producción, con el fin de reducir los costos salariales, así como los costos de inversión y reproducción del capital, de manera que el capital variable y constante decreciera, resultando en una producción mayor de plusvalía.
La importancia creciente de las redes de computadores y de las organizaciones en red globales es un resultado instrumental del desarrollo capitalista. La tecnología computacional y el Internet se inventaron e introdujeron no en un contexto económico, sino militar. La difusión social de estas tecnologías se dio debido a su rol original en la reestructuración económica del capitalismo. Las redes de computadores son la base tecnológica que ha permitido el surgimiento del capitalismo de redes global: es decir, de regímenes de acumulación, regulación y disciplina que están contribuyendo cada vez más a basar la acumulación de capital económico, político y cultural, en organizaciones en red mundiales que utilizan el ciberespacio y otras tecnologías nuevas para lograr una coordinación y comunicación globales (Fuchs, 2008a).
La globalización puede definirse, en general, como un estiramiento de las relaciones sociales (esto es, de las redes de comunicación) en el espacio-tiempo. Un sistema social globalizante extiende sus fronteras en el espacio-tiempo y, como resultado, las relaciones sociales pueden mantenerse a través de distancias temporales y espaciales más largas (Fuchs, 2003a). En la sociedad moderna, los procesos de globalización se basan en la lógica de la acumulación de los recursos naturales, las herramientas, el capital moneda, el poder y la hegemonía. El problema principal de la sociedad moderna consiste en cómo acumular aún más capital. Cuando un régimen-modo de producción existente alcanza sus límites inherentes y entra en crisis, se necesitan nuevas estrategias y áreas de acumulación con el fin de revertir los procesos ordenados de acumulación. Así, en la sociedad moderna, la lógica de la acumulación del capital dirige inherentemente la globalización, lo que resulta en la apropiación y producción de nuevos espacios y sistemas de acumulación. El antagonismo entre estructuras y actores es característico de la sociedad moderna (las estructuras sociales están alienadas de sus productores: esto es, están controladas por ciertos grupos que excluyen a otros del control) y tiene como consecuencia un choque entre la alienación y la autodeterminación que es característico de todos los subsistemas de la sociedad moderna (Fuchs, 2008a). El conflicto básico consiste en que mucha gente no puede lidiar con la complejidad creciente del mundo, porque su vida se ve influenciada cada vez más por las estructuras alienadas globalmente que están fuera de su alcance y en las que no pueden participar.
El capitalismo contemporáneo se basa en un modelo organizacional transnacional. Las organizaciones atraviesan fronteras nacionales; lo novedoso está en que las organizaciones y las redes sociales se distribuyen cada vez más globalmente, los actores y las subestructuras están localizados en todo el mundo y cambian dinámicamente (es posible añadir y remover continuamente nuevos nodos), y los flujos de capital, poder, dinero, mercancías, personas e información se procesan globalmente a alta velocidad. El capitalismo de redes global es un sistema nómada y dinámico en el sentido en que sus partes se reorganizan de forma permanente al cambiar sus fronteras e incluir o excluir varios sistemas a medida que establece vínculos, uniones y alianzas, o que se libera de los actores que no sirven o contribuyen al propósito general de la acumulación capitalista o los ignora.
Las tecnologías de redes, como Internet, permiten la comunicación y las relaciones sociales a través de distancias espaciales y temporales gracias a su alcance global, su estructura descentralizada y su soporte de alta velocidad. Phil Graham (2004) considera que la alta velocidad y la amplitud de la comunicación son la característica principal de lo que él llama hipercapitalismo. La alta velocidad no es más que un aspecto cuantitativo de una nueva cualidad del capitalismo, un régimen de control transnacional en red. Quizás sea mejor concentrarse en cualidades y no en cantidades a la hora de escoger un concepto clave, porque en el pensamiento dialéctico, las transformaciones que surgen de la anulación de las características cuantitativas son decisivas. Un espacio global se constituye por medio de la interacción de sistemas tecnológicos globales y de organizaciones e instituciones (económicas, políticas, culturales) transnacionales (Amin, 2004). Este espacio se caracteriza por los flujos globales de capital, poder e ideología que crean y permanentemente recrean un nuevo régimen transnacional de dominación.
Algunos académicos argumentan que las redes son inherentemente no-jerárquicas e inclusivas (Deleuze y Guattari, 1976; Goguen y Varela, 1979), mientras que otros afirman que las redes no son automáticamente progresivas y participativas en lo político, sino que pueden ser segmentadas, centralizadas y jerárquicas (Castells, 2000, 2004; Van Dijk, 2006; Hardt y Negri, 2005). Según la definición más general, una red es un sistema de nodos interconectados. Esta definición no implica conectividad total ni un flujo simétrico de recursos. Dada esta definición, en una red puede haber núcleos y centros estratégicos con más vínculos directos desde y hacia otros nodos. Estos puntos almacenan y centralizan recursos, controlando su flujo a través de la red. Una red puede tener diferentes grados de centralidad y jerarquía; es posible que exista una estructura policéntrica, pluralista y descentralizada o actores centrales que dominen el movimiento de recursos. El grado de descentralización se refiere a la distribución del control de recursos tales como el conocimiento, el dinero de los activistas, el poder de decisión, la infraestructura, las tecnologías y poder de definición cultural.
Una forma sistémica de centralización de la propiedad y de otros recursos caracteriza la economía global del capitalismo de redes. Si el capitalismo está organizado en verdad como una economía global de redes, entonces es necesario hacer énfasis en que la geografía espacial de esta economía está diseñada de manera que hay una clase de núcleos centrales (corporaciones, países, ciudades, zonas citadinas, regiones, grupos ocupacionales, clases, individuos) que controlan los flujos de propiedad, dinero y bienes en la red, lo cual crea un espacio económico asimétrico, dividido y exclusivo en el que la mayoría de la gente está marginalizada y por fuera de la red, y en donde se crea una geografía dividida. Muchas personas sienten los efectos de este tipo de globalización rígida y económicamente dominada, y se sienten alienadas porque las decisiones que afectan sus vidas pertenecen a poderes anónimos que no conocen y cuyos actores nunca conocerán personalmente, por estar físicamente desligados de sus contextos locales.
Un ejemplo del carácter estratificado del capitalismo de redes transnacional es el acceso desigual a las TIC. El acceso en cuestión no es solamente físico, sino que también es acceso a habilidades, capacidades de uso, oportunidades de utilización significativa y oportunidades de participación política (Fuchs y Horak, 2008). Pero el acceso físico es una base para las otras formas de acceso, y por eso es muy importante. La brecha digital no es "digital"; es la expresión de la estructura de clases del capitalismo informacional transnacional. Una de las consecuencias de la pobreza y la desigualdad es la brecha digital, que puede observarse con gráficos como aquel que muestra que, a pesar de que África representa el 14,5 % de la población mundial, solamente posee el 3,4 % de los usuarios mundiales de Internet (Internet World Statistics, 2012). 20 de los 57 países africanos tenían tasas de acceso a Internet menores al 1 % en el 2006 (Fuchs y Horak, 2008). La mayoría de los países africanos se encuentran excluidos del capitalismo informacional. Naciones Unidas consideró que 16 de los 20 países africanos con una tasa de acceso a Internet menor al 1 % se encontraban entre los países menos desarrollados del mundo en el 2006 (medidos con el índice de desarrollo humano).
La organización en redes es una característica de la economía global posfordista: redes de empresas, redes de proveedores y distribuidores, redes financieras, alianzas estratégicas, joint ventures, mercados financieros basados en flujos globales rápidos de capital especulativo cada vez más inmaterial, que se transmiten y manipulan digitalmente mediante la tecnología de redes.
Si el trabajo basado en el conocimiento se define como la producción de bienes y servicios que se orientan sobre todo hacia la cognición, la comunicación o la cooperación, entonces los empleos basados en el conocimiento representan el 44,21 % de todo el trabajo asalariado de la economía estadounidense -datos del 2005 (Fuchs, 2008a: 193-200)-, proporción más alta que la de la agricultura, las manufacturas tradicionales y los servicios no basados en el conocimiento. Con base en la misma tipología, el 38 % del valor agregado en el 2006 se produjo en el sector del conocimiento (respecto al 2,9 % en agricultura, el 16,8 % en las manufacturas tradicionales, el 42, 3 % en el sector de servicios no basados en el conocimiento3). Estos datos muestran que el conocimiento se ha convertido en un factor muy importante en la producción de plusvalía y en la acumulación de capital.
Las tendencias de largo plazo muestran que entre 1951 y el 2004, el crecimiento del valor y el volumen de las exportaciones fue en general mayor que el crecimiento del producto interno bruto de todo el mundo (WTO, 2005: tabla II. 1). El valor total de las exportaciones e importaciones creció de manera continua (tabla II. 2). La proporción de exportaciones e importaciones como proporción de las exportaciones mundiales decreció en Norteamérica, África, América del Sur y Central y Australia y Nueva Zelanda, y creció en Europa. En Asia, ambas proporciones se incrementaron en países del este de esa región como China y Japón, y decrecieron en otras partes como India (tabla II. 2). Estos datos muestran que el surgimiento de una tríada comercial (Norteamérica, Europa y Asia Oriental) y la exclusión de muchos países en desarrollo estructuran la globalización contemporánea del comercio.
Los stocks internos de inversión extranjera directa (IED) mundiales como porcentaje del producto interno bruto mundial pasaron del 8,4 % en 1990 al 24,8 % en 2006, y los stocks externos del 8,7 % al 26,1 % (United Nations Development Programme, 2007: anexo, tabla B. 2). El aspecto cualitativo característico que se destaca en este aumento cuantitativo es su carácter estratificado. La IED está muy concentrada. En el 2006, el 55 % del total de los flujos de IED provinieron de Europa, el 21,5 % de Norteamérica y el 9,6 % de Asia, por su parte, el 43,4 % del total de los flujos entrantes llegó a Europa, el 19,7 % a Norteamérica y el 19,9 % a Asia (tabla B. 1). El resto del mundo, Latinoamérica y África, se vio en su mayoría excluido, lo que de nuevo muestra la estructura polarizada de la globalización contemporánea.
Los datos de exportaciones e inversiones confirman la hipótesis de la transnacionalización. El aumento de las cantidades ha resultado en una polarización y concentración en forma de una tríada de regiones como nueva cualidad de la globalización económica. La interconexión entre la informatización y la globalización puede verse, por ejemplo, en el hecho de que los servicios constituyeran casi las dos terceras partes de los stocks internos de IED en el 2005 (la manufactura representó el 30 % y la agricultura menos del 10 %). En 1990, la proporción de los servicios en la IED fue del 30 % (United Nations Development Programme, 2007: XVI).
El poder económico de las corporaciones transnacionales (CTN) puede apreciarse, por ejemplo, en el valor de los activos de la compañía más grande del mundo, el Bank of Scotland -3,49 billones de dólares (Forbes, 2009)-, que son mayores al PIB de cualquier país del mundo, salvo Japón y Estados Unidos (Banco Mundial 2009: 356-357)4.
Estos datos, a modo de ejemplo, resultan incompletos. Una tarea para investigaciones futuras consistiría en expandirlos. Sin embargo, en éstos observamos evidencia empírica de que la sociedad contemporánea es tanto informacional como transnacional. Pero su característica más importante es que está estratificada y es una sociedad de clases. Por lo tanto, debe considerarse que es una sociedad capitalista. Es razonable describir la sociedad mundial contemporánea como un capitalismo informacional transnacional. Aún más importante, los datos muestran que esta formación social posee una estructura de clases (Fuchs, 2008a). El punto fundamental del capitalismo informacional es que se trata de un sistema que ha encontrado nuevas formas de profundizar viejas desigualdades. Por ejemplo, mientras que la tasa promedio de ganancias se ha incrementado en un 39,4 % entre 1987 y el 2007 en 15 estados de la Unión Europea (rendimientos netos sobre el stock de capital, base de datos macroeconómica anual de la Comisión Europea), la proporción de los salarios respecto a la economía ha decrecido en un 7,5 % durante el mismo lapso (compensación por empleado como porcentaje del PIB en precios de mercado actuales, base de datos macroeconómica anual de la Comisión Europea). El resultado de este desarrollo ha sido una desigualdad creciente en el ingreso, puesto que la globalización capitalista solamente globaliza los modos de vida acomodados, mientras localiza a los pobres.
La idea básica que subyace al concepto de capitalismo informacional transnacional radica en que la acumulación de capital moneda, poder y capacidades-de-definición cultural (esto es, explotación, dominación y legitimación ideológica) se ha vuelto más transnacional y se ve influenciada por la producción de conocimiento (aspecto subjetivo) y por las TIC en redes (aspecto objetivo) (Fuchs, 2008a). El capitalismo de redes transnacional tiene un carácter antagonista; el conocimiento y las nuevas tecnologías no tienen efectos unilaterales, sino que deben analizarse dialécticamente: están entremezclados en un antagonismo fundamental del capitalismo entre cooperación y competencia, que se manifiesta específicamente en los diferentes subsistemas de la sociedad (Fuchs, 2008a). El computador es una máquina universal que es a la vez un medio de producción, circulación y consumo. Esta característica combinada con las redes ha dado como resultado el surgimiento de la figura de prosumidor (productor-consumidor) que, por una parte, promete un nuevo modelo de producción cooperativa y la socialización de los medios de producción, pero, por otra, se subsume antagónicamente bajo la égida del capital (Fuchs, 2008b, 2009).
Las nociones de red e información se relacionan estrechamente pero no son idénticas (Fuchs, 2007, 2008a). Una red es la estructura de interacción interna de un sistema complejo. Incluye sus partes, sus relaciones y los patrones que emergen de las interacciones. La información es un proceso dinámico que comprende tres aspectos: estructuración interna (cognición), interacción-comunicación y una acción conjunta que produce cualidades emergentes del sistema en su totalidad (cooperación). Una red puede considerarse como la estructura interna de un sistema complejo, que es a la vez medio y resultado del triple proceso informacional de cognición, comunicación y cooperación. Existe una dialéctica de las estructuras en red y los procesos de información.
La ley del valor no ha perdido su importancia hoy en día, como lo pretenden los marxistas autónomos. En las categorías de la teoría laboral del valor marxista, el valor del producto es el tiempo de trabajo objetivado que se necesita para producir el bien. "Por lo tanto, el valor de un producto varía directamente respecto a la cantidad e inversamente respecto a la productividad del trabajo que incorpora" (Marx, 1867: 54-55).
El valor de un producto se compone del valor de las materias primas necesarias (capital constante), el valor del trabajo necesario (capital variable) y el valor generado en el proceso (plusvalía): V= c + v + p. Si el conocimiento se produce una vez, puede copiarse y transportarse casi sin costo con ayuda de medios tales como los discos compactos, los DVD e Internet. El elevado interés del capital por transformar el conocimiento en mercancía radica en que éste último tiene un valor bajo, no pierde su valor con el consumo y puede reproducirse a bajo costo. La venta del conocimiento a precios superiores a su valor económico es el mecanismo central, desde el punto de vista de la teoría del valor, en el proceso de acumular capital mediante productos del conocimiento.
Examinemos un ejemplo que muestra la forma en que el capital puede utilizar las características específicas de la información con el fin de producir grandes ganancias con mercancías de información. Imaginemos la producción de un programa de computador masivo con cierto tiempo de vida útil. El tiempo de producción del conocimiento necesario para ello se asigna con más eficiencia durante el primer periodo de rotación del capital. Asumimos que todas las copias se venden, que se obtiene una ganancia después de este primer periodo y que no hay intereses o arriendos por pagar. Sea el precio de mercado de una unidad del programa de computador igual a 1.190 €. Necesitamos diferenciar el capital constante y variable en la producción del conocimiento (C1 y V1) del capital involucrado en el proceso de reproducción física (C2 y V2). Asumamos también que en la primera rotación se producen 100.000 unidades del producto, y que C1 = 10 106 €, V1= 50 106 €, C2 = 5 106 €, V2= 2 106 €.
Así pues, los costos totales de inversión son 67 106 €. Asumimos una tasa de plusvalía del 100 %. La masa de capital constante es C = C1 + C2 15 106 y la masa de capital variable es V = V1 + V2 = 52 106. Debido a la tasa de plusvalía del 100 %, la masa de plusvalía producida es P = 52 106 €. Todas las copias se venden, por lo tanto, los ingresos son 1190*100.000 = 119 106 €. Sustrayendo de esta cifra los costos de inversión, se obtiene una ganancia de 52 106 € en el primer año. El valor promedio de una copia individual es V = Cd + Vd + Pd , donde Cd + Vd + Pd describen las proporciones promedio para un producto respecto al capital constante y variable total, así como al total de la plusvalía producida. El valor promedio del producto es:
V = 15 x 10ˆ6⁄10ˆ5 + 52 x 10ˆ6⁄10ˆ5 + 52 x 10ˆ6⁄10ˆ5 = 1.190
En este ejemplo, el valor del producto es igual a su precio de mercado. Examinemos ahora la segunda rotación del capital: asumimos que las condiciones de producción, los costos y el monto total de productos permanecen constantes. ¿Cómo cambian las ganancias? En esta ocasión, los capitalistas no necesitan gastar en costos de inversión para la producción debido a las características específicas de la información (C1 = 0, V1 = 0). Por lo tanto, el valor promedio del producto se reduce a
V = 5 x 10ˆ6⁄10ˆ5 + 2 x 10ˆ6⁄10ˆ5 + 2 x 10ˆ6⁄10ˆ5 = 90
¡Esto quiere decir que el valor promedio de un único programa de computador ha disminuido masivamente sin que fuera necesario un cambio en las condiciones de producción! Esto se debe al hecho de que el conocimiento solamente tiene que producirse una vez. Únicamente posee lo que Marx llamó una devaluación moral, pero no pierde valor por envejecimiento, uso o desuso; puede reproducirse fácilmente con un costo muy bajo. El programa de computador todavía se vende a 1.190 €, por lo tanto, las ganancias aumentan de 52 106 € a 112 106 €. Esto es equivalente a un incremento en las ganancias promedio por producto de 520 € a 1.120 €, y a un aumento en la tasa de ganancias de 0,78 a 16 (tasa de ganancias = ganancias/(c + v). Este ejemplo muestra que el valor de un programa de computador es más bajo que su precio de mercado, y que las características específicas del conocimiento favorecen la acumulación de capital en la industria del conocimiento y los programas de computador.
Conceptos como conocimiento, información, posmodernidad, posindustrialismo, Internet y sociedad de redes no logran captar la dialéctica de continuidad y discontinuidad de la sociedad, pues interpretan los cambios relacionados con los nuevos medios como novedades radicales e ignoran la dominación continua de las estructuras capitalistas. Con el fin de enfatizar que la acumulación de capital se ve transformada por el surgimiento de las tecnologías del conocimiento y la información, y por el modelo espacial transnacional conectado al régimen flexible de acumulación, he sugerido la utilización de nociones como capitalismo de redes transnacional, capitalismo informacional transnacional o capitalismo transnacional del conocimiento como conceptos clave para describir la sociedad contemporánea. La acumulación de capital que se realiza con base en los productos del conocimiento se basa en las características específicas de la información en el capitalismo del conocimiento: generalmente no se gasta por las múltiples veces que se usa, se expande durante su utilización, puede comprimirse, puede remplazar otros recursos económicos, puede transportarse a la velocidad de la luz por las redes globales de información, y el costo de reproducir la información por lo general es muy bajo y disminuye aún más gracias a las innovaciones y progresos tecnológicos. El conocimiento como mercancía puede producirse y difundirse con un costo muy bajo. El mecanismo para obtener ganancias de los productos de la información consiste en que éstos se venden a precios más altos que sus valores.
1 Véase también Van Dijk (2006) y Barney (2004).
2 Véase Glotz (1999) para una explicación no marxista.
3 Datos disponibles en: <http://www.bea.gov>, tipología de Fuchs (2008a).
4 Valores del PIB de 2007.
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Rocío Rueda Ortiz**
* El presente es un artículo de reflexión sustentado en la investigación y docencia que sobre el campo "Cibercultura y educación" ha venido realizando la autora en los últimos años.
** Doctora en Educación y Magíster en Tecnologías de la Información aplicadas a la Educación. Profesora del Doctorado Interinstitucional en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, grupo de investigación Educación y Cultura Política. Miembro ad hoc del grupo Comunicación-Educación del Iesco, Universidad Central, Bogotá (Colombia). Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El presente texto es una reflexión teórica que busca atravesar críticamente la neutralidad de los discursos hegemónicos sobre la sociedad de la información y el conocimiento. Para ello, se proponen dos movimientos: 1) realizar una aproximación genealógica de la tecnicidad actual en relación con una economía del conocimiento; 2) observar en dicha tecnicidad expresiones de política y subjetividad singular y colectiva, resaltando ambigüedades y paradojas de las tendencias dobles que los configuran. Finalmente, se plantean algunas consideraciones en clave subjetiva desde la experiencia latinoamericana.
Palabras clave: tecnicidad, tecnologías de la información y la comunicación, phármakon, subjetividad, dispositivo.
Este texto é resultado de uma reflexão teórica que atravessa criticamente, desde o nível teórico à neutralidade dos discursos hegemônicos sobre a sociedade da informação e o conhecimento. Para isso, propomos dois movimentos: 1) a realização de uma aproximação genealógica da atual tecnicidade a respeito de uma economia do conhecimento, 2) a observação nesta tecnicidade de expressões de políticas e subjetividades singulares e coletivas, com destaque para os paradoxos e ambigüidades das tendências duplas que os configuram. Finalmente, apresentam-se algumas considerações fundamentais, desde um ponto de vista subjetivo, acerca da experiência latinoamericana.
Palavras-chave: tecnicidade, tecnologias da informação e da comunicação, pharmakon, subjetividade, dispositivo.
This text is a theoretical consideration that looks to traverse, from a critical perspective, the neutral hegemonic discourses about information society and knowledge. To do this, we propose two motions: 1) conduct a genealogical approach of current technicality regarding a type of knowledge economy, 2) observe in that technicality expressions of politics and of singular and collective subjectivity, highlighting ambiguities and paradoxes of the double trends that shape them. Finally, it presents some subjective considerations from Latin American experience.
Key words: technicality, information technology and communication, pharmakon, subjectivity, device.
"[...] Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los
egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un
fármaco de la memoria y de la sabiduría". Pero él le dijo:
"¡Oh artificiosísimos Theuth! Y ahora tú, precisamente,
padre que eres de las letras, por apego a ellas, les
atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque
es olvido lo que producirán en las almas de quienes las
aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de
lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de
caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y
por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo
que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia
de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que
no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin
aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos,
siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente
ignorantes, y difíciles, además, de tratar porque han
acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de
sabios de verdad".Platón
Pierre Lévy, en su conocido texto Cibercultura (2007), señala en un corto pasaje que nos enfrentamos a una mutación técnica donde la inteligencia adquiere un carácter participativo, socializante, abierto y emancipador, a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Esta inteligencia colectiva es veneno y remedio de la cibercultura: "[...] sería el remedio contra el ritmo desestabilizador, a veces excluyente, de la mutación técnica. Pero con el mismo movimiento, la inteligencia colectiva trabaja activamente en la aceleración de esa mutación" (Lévy, 2007: 15). Esa doble condición de la cibercultura la despacha Levy señalando que "la cibercultura es a la vez veneno para aquellos que no participan (y nadie puede participar en ella completamente por lo vasta y multiforme que es) y remedio para aquellos que se sumergen en sus remolinos y consiguen controlar su deriva" (15). Estando de acuerdo con el planteamiento central de Lévy sobre la potencialidad que la actual transformación técnica nos ofrece para el despliegue de una inteligencia colectiva, creemos, sin embargo, que esta comprensión del doble efecto remedio/veneno es más compleja que la simple oposición de estar dentro o fuera de la cibercultura. Tiene además el vicio de la neutralidad que acompaña a la mayoría de discursos hegemónicos de la sociedad de la información y del conocimiento, porque reduce el asunto a "llevar el remedio" a quienes no lo tienen, como, de hecho, ha sido la consigna de la políticas sobre la brecha digital, sin cuestionar el modelo social que configuran (Rueda, 2008a, 2008b). Nuestro punto de partida es que es necesario mantener esa doble condición de tendencias remedio/veneno en el origen, pues éstas actúan tanto en las transformaciones subjetivas y culturales que catalizan, como en la puja política por la hegemonía de ciertas formas de conocimiento -y sus objetivaciones- sobre otras. Asimismo, consideramos que Lévy evade observar críticamente la manera en que las actuales tecnologías digitales se han acoplado con el modelo de producción capitalista y, en consecuencia, desestima uno de los elementos más amenzantes del doble efecto phármakon: su articulación con el mercado y las industrias de producción cultural.
Nuestro propósito entonces es desarrollar aquí en mayor profundidad esa naturaleza phármakon del invento técnico descrita en Fedro (1970), siguiendo nuestra tesis, según la cual, las actuales tecnologías digitales hacen parte de un proceso histórico de evolución de los dispositivos de escritura -las formas de inscripción cultural (Rueda, 2007)-, donde técnica y lenguaje han sido fundamentales para nuestra humanización. Dicha tecnicidad, descrita por el etnólogo, arqueólogo e historiador Leroi-Grouhan, se refiere a que el
Pero este proceso de mutación técnica no se da de manera tranquila o sin tensiones, pues siempre configura pliegues actuales y virtuales de realización, en medio de procesos de transformación cultural de las formas y las luchas políticas de inscripción de la memoria de la humanidad, que son las que regulan tanto la evolución de la humanidad, como de la técnica. Más que simples instrumentos o aparatos, diremos con Stiegler (2009), éstos son un sustrato constitutivo de la subjetividad individual y colectiva y, en consecuencia, constitutivos y constituyentes de nuestras sociedades, pues son exteriorización de nuestra memoria y resguardo de la experiencia (de los saberes más cotidianos, hasta los más objetivados de las ciencias).
Nuestra lectura crítica seguirá una ruta posestructuralista y posmarxista, con base en los trabajos de Derrida y Stiegler, junto con los de Lazzarato y Guattari. A diferencia de ciertos posicionamientos críticos que observan que el capital y el trabajo poseen el monopolio exclusivo de la invención social y de los procesos de subjetivación, interesa comprenderlos desde una ontología que ve formas de expresión y actualización del deseo e invención social. Esto significa también asumir la ambigüedad y las paradojas que ello implica.
Derrida, en "La farmacia de Platón" del libro Diseminación (1997), retoma este diálogo de Fedro que opone la anamnesis filosófica (esto es, el recuerdo de la verdad del ser) a una hipomnesis sofista (es decir, una mnemotécnica -auxiliar de la memoria- como una fábrica de ilusiones y una técnica para manipular las mentes). Para Derrida, esta oposición es falsa pues es imposible oponer el interior (anamnesis) al exterior (hipomnesis), en otras palabras, no es posible oponer la memoria viva a la memoria muerta, la cual constituye a su vez la memoria viviente de lo que será aprendido. Por lo tanto, la paradoja es que la escritura es tanto una técnica del lenguaje como su tecnificación, idea que atraviesa la vieja disputa entre filósofos y sofistas, entre logos y tekhné.
Esta falsa oposición la desarrolló con mayor profundidad Derrida en De la gramatología (1986), donde critica a la lingüística estructural su tendencia totalizante y universalizante, sustentada en un logocentrismo que presupone una teoría tradicional del signo que unifica el carácter heterogéneo del significante y el significado. Aquí propone, en cambio, la differance1, como una relación transductiva donde los términos existen en la relación, no la anteceden ni la preceden. Esto implica una gramatología donde todo lenguaje sea puesto en cuestión, en paréntesis, diferido, pues para Derrida, si hay una unidad, es la del nexo, de ahí que la gramatología sea el arte y la ciencia de conectar2.
Esa relación transductiva y gramatológica planteada por Derrida, es retomada por su discípulo, Bernard Stiegler (1998, 2009, 2011), para pensar las actuales tecnologías digitales, no como ayudas de la memoria, sino como memorias en sí mismas. Sin embargo, la tesis de Stiegler es que lo descrito por Sócrates en Fedro, es decir, la exteriorización de la memoria como una pérdida de memoria y de conocimiento, es la materia de nuestra experiencia diaria, dado que las actuales tecnologías capturan nuestra atención y percepción desde formas de producción industrial y de mercado a un ritmo y velocidad que sobrepasa la conciencia reflexiva. De esta manera, el riesgo de que la hipomnesis, o memoria exterior, termine debilitando a la memoria viva interior, la mnesis, reaparece para Stiegler, no por su oposición, sino por la apropiación y monopolio que del conocimiento pueden hacer las industrias de medios, junto con una lógica de mercado que configura un tipo de memoria planetaria: la que se ajusta a sus fines de rentabilidad.
Pero, ¿cómo es posible que se produzca esto? Stiegler desarrolla entonces lo que denomina una economía retencional de la memoria (o economía de la tecnología de la memoria) en tres estratos. Una retención primaria que se construye en el paso o transcurso del tiempo, como un presente que pasa y que es constituido, capturado, por una retención primoridal e inmediata. Convertido en pasado, este paso del presente se constituye en una retención secundaria, donde los contenidos (saberes) forman los hilos y tejidos de nuestra memoria. La retención terciaria es una exteriorización nemotécnica de retenciones secundarias, las cuales, a su vez, están conformadas por retenciones primarias. Así, el proceso de hominización (aquí Stiegler retoma a Leroi-Gourhan) se describe como "un proceso de exteriorización (que es el devenir técnico), en un soporte intergeneracional de la memoria, el cual, configura las actividades de aprendizaje de una sociedad" (Stiegler, 2011: 8-9)3. Esta doble caracterización de la tecnicidad empareja la interioridad y la exterioridad de la memoria, ensambladas en un mismo movimiento de anticipación y demora, donde nuestra memoria se transforma e incrementa en complejidad y densidad. El veneno del phármakon que observará Stiegler es la alianza de las actuales tecnologías como sistemas retencionales terciarios (que configurarán a su vez los otros dos estratos retencionales), con el monopolio de las industrias de medios y el sistema capitalista.
Veamos cómo se produce este proceso. En el caso de la primera gran transformación técnica, el sistema escritural y la numeración, el logos discretiza y ordena el flujo del lenguaje, el cual, una vez espacializado, puede ser considerado analíticamente. Los trabajos de Walter Ong (1987) son muy interesantes al observar cómo la entrada del texto impreso en el conjunto de los mecanismos de la vida social y cultural, paralelo a un hundimiento de las performances de comunicación oral directas, permitirá, en contrapartida, una mayor capacidad de acumulación y de tratamiento de los saberes, una expansión de la memoria humana. Asimismo, representa una gran transformación subjetiva. Foucault destaca en Tecnologías del yo (1996), cómo, desde la Antigüedad, la escritura y las prácticas epistolares, literarias, hicieron posible el desarrollo de virtudes y una experiencia del yo, del cuidado de sí, caracterizado por una clase de autorreflexión, autorrepresentación que se traduce en una forma de vida ética, una forma de considerar la vida, de comportarse en el mundo, de actuar y relacionarse con otras personas, que, en últimas, es para Foucault el camino a la libertad que armoniza el gobierno de sí mismo con el gobierno de la ciudad (Foucault, 1996).
¿Pero qué implica el nuevo pliegue de este proceso histórico-cultural de las tecnologías de la escritura? Para Ong, se trata de la emergencia de una oralidad secundaria que no hace una ruptura total con la escritura impresa y sus prácticas de lectura y escritura alfabética, sino que se trata más bien de una suplementariedad entre unas y otras. Señala que el encuentro entre ambas "produce diferencias entre el conocimiento profundamente interiorizado de la escritura y los estados de conciencia más o menos residualmente4 orales" (Ong, 1987: 36). Aquí hay un elemento clave: el asunto es que hay continuidad y no ruptura entre estos (des)pliegues subjetivos y todos los agenciamientos y estratos que "exceden" al individuo.
Sin embargo, cuando la escritura deja de ser una actividad artesanal y se convierte en un proceso industrial, se produce su mayor efecto phármakon: como veneno, al vincularse al mercado y, al mismo tiempo, como remedio, como vía para favorecer la diseminación y democratización de saberes antes restringidos a unos pocos "alfabetizados". Ya Ong lo advierte, es por el proceso de impresión -diríamos su industrialización- que la palabra se convierte en propiedad privada y en mercancía. Aquí la democracia enfrenta la paradoja de que la apertura y la ampliación del espacio público implican, a su vez, la apertura de un mercado -su determinación comercial-. Se trata, pues, de una economía del conocimiento5, que al lado de la producción industrial, inaugura la cuestión de la finitud del texto y la engañosa sensación de que un texto "termina" o agota la discusión sobre un tema (comparado con la continuidad de la discusión oral), lo cual se une a la noción del texto como lo verídico, lo cierto, lo real, entre otros sentidos. Es decir, aquí se está configurando un tipo de sociedad de la información y el conocimiento, sustentada en una forma de inscripción dominante que marca también un tipo de relación con un conocimiento que se considera verdadero y legítimo, así como la forma y contenido de la memoria por conservar y transmitir, que sabemos, se impuso sobre saberes y sociedades tradicionales, orales (otro efecto phármakon sobre el que no habla por cierto Stigler), y que en el proceso de industrialización se ve determinada por la lógica del mercado.
Con las actuales tecnologías digitales se producen varias transformaciones claves en nuestra tecnicidad. La primera es que estas tecnologías, como soportes terciarios de la memoria, ya no se inscriben en la duración, sino en el flujo de la conciencia, lo que implica que el horizonte temporal de ésta se encoge, limitando, de este modo, también sus posibilidades individuantes: sin sustratos duraderos, nuestra capacidad de anticipación -pero también de pensar el pasado- se restringe al corto o cortísimo plazo y, en consecuencia, se contrae su tejido existencial en un presente prolongado vivido igualmente como una temporalidad de flujo , que se encadena necesariamente al ritmo del objeto temporal industrial constructor de la actualidad (que va desde escuchar la radio, ver la televisión, hasta interactuar en redes telemáticas sincrónicas). La consecuencia es que la movilización de las energías libidinales en nuestra actualidad, se hace mediante la captación de nuestra temporalidad -como pasado y futuro- a través de la canalización de la atención (o control atencional tanto del lado de la producción como del consumo). De ahí que nuestra interacción -nuestro trabajo- con estas tecnologías, aumente también la velocidad de la mutación técnica y sea uno de los motores claves del actual capitalismo (el doble efecto phármakon que no ve Lévy)6.
Una segunda transformación tiene que ver con la condición fluida de la conciencia, que supone también su caráter performativo en relación con los objetos con los cuales se relaciona. Es decir, no puede existir antes que lo exterior (el objeto de la conciencia), en la medida en que la existencia de uno implica necesariamente la existencia del otro. Así, el hecho de que el aparato psíquico esté en una relación transductiva con el sistema técnico, implica que aquél no se pueda socializar sin pasar a través de los phármakon constitutivos del sistema técnico -y de un sistema de retenciones terciarias-, que soporta así protensiones individuales y colectivas7 en circuitos que pueden ser largos o cortos. Recíprocamente los sistemas sociales, como procesos de individuación colectiva, no se pueden perpetuar sin adoptar los phármakon a través de individuos psíquicos que se transindividualizan a sí mismos en el corazón de los sistemas sociales (Stlieger, 2009, 2011)8.
La tercera transformación se da en el espacio-tiempo, pues con las actuales tecnologías se disuelven los criterios de selección y orientación que se conocían de la mnemotecnia propia de la escritura (impresa) y su respectiva diposición espacio-temporal, así como esa subjetividad de la reflexividad, la atención y la disciplina, centrada en la revisión del pensamiento objetivado en el texto. Ahora se instituyen otras dimensiones espacio-temporales de la percepción audiovisual, donde las funciones noéticas, psicomotoras, estéticas, se encuentran transformadas por un proceso de gramaticalización, junto con las funciones de concepción, producción y consumo, las cuales, al final, están incorporadas a un aparato dedicado a la producción de retenciones terciarias. Este proceso ha llegado al punto de que la exteriorización de la memoria y el conocimiento se ha hiperindustrializado (la biotecnología y la nanotecnología son ejemplo de ello).
El cuarto cambio tiene que ver con el desastre que han denunciado algunos filósofos (como Sloterdijk, Virilio, Boudrillard, y el propio Stiegler), que estriba, como lo plantea Sei (2004), en el hecho de que el ritmo productivo, anónimo y deslocalizado, asume cada vez más las características de un flujo cuyo discurrir tiende a coincidir con el de la conciencia, lo que marca una diferencia importante con las anteriores tecnologías de la escritura. En consecuencia, la sincronización del ritmo productivo con el flujo de las conciencias (especialmente a través de la expansión tecnológica de industrias que producen programas y memoria) implica una fuerte reducción del "retraso" de la conciencia, aquella fundamental para efectos de la reflexión y la crítica. Esto se produce justo cuando el sistema técnico-industrial ha entrado actualmente en una fase de inestabilidad e innovación permanente; pero esta innovación, como transformación permanente de las cosas del mundo y, por tanto, de aquello que constituye su experiencia, se ha convertido hoy en un imperativo económico y en una condición indispensable para el desarrollo y la subsistencia del sistema. Se trata, pues, de una economía de la innovación a partir de una constante programación y anticipación técnico-industrial del porvenir, o un cálculo de futuro cuyo parámetro principal es la rentabilidad. Esta necesidad de innovación nos plantea inquietantes cuestiones relativas tanto a las posibles consecuencias de las decisiones de programación y anticipación de nuestra memoria viva y de lo que transmitiremos a nuevas generaciones, así como de las posibilidades de configuración de un nosotros -de una trasinidividuación colectiva- cuando la figura del ciudadano ha sido transformada por la de consumidor y público.
La quinta transformación es la que se produce entre las fronteras de lo privado y lo público, pues nos enfrentamos a dispositivos maquínicos que rastrean toda huella de información personal para ponerla al servicio de las máquinas productivas (como sabemos, ocurre con el software inteligente, que recoge información sobre los gustos, actividades, preferencias de los usuarios en la Red, y la envía a redes de mercadeo, publicidad, etcétera). Pero al mismo tiempo, vivimos una explosión de la subjetividad que se expone y hace pública su vida privada, cotidiana, pues ha encontrado los medios asociados para hacerlo, a través de redes de información en las cuales invierte afectos y tiempo, tal como lo ha estudiado, por ejemplo, Paula Sibila (2008), en los blogs y redes sociales. No sorprende pues que la nueva economía del conocimiento tenga en el público, esto es, como expresara Foucault, en la población, tomada a partir de sus opiniones, uno de los focos principales de la producción capitalista contemporánea. Por esto, en la actualidad, "la integración y la diferenciación de las nuevas fuerzas, de las nuevas relaciones de poder se hacen gracias a nuevas instituciones (la opinión pública, la percepción colectiva y la inteligencia colectiva y nuevas técnicas de acción a distancia)" (Lazzarato, 2006: 93).
Estas transformaciones nos muestran cómo, en el proceso de exteriorización de nuestra memoria, lo que está en juego es un saber-vivir (Stigler, 2009). Mientras el phármakon remedio abre la posibilidad de la novedad con la ampliación de formas de vida (o el resurgimiento de formas residuales), así como una pretendida democratización, el phármakon veneno puede llevar a que la respuesta mental y corporal frente a este estado de fluidificación de la conciencia sea la de fijarse en figuras rígidas o estereotipadas de identificación (lo que puede producir fundamentalismos de diferente naturaleza), o bien la de diluirse a sí misma como flujo en el fluir empírico de ese inmenso objeto temporal que es hoy el sistema técnico-industrial de producción (Stiegler, 2009). Este proceso se ha observado ya desde la televisión que produce un proceso en el que la multiplicidad de las voces se marcan con un sello homogenizador, y se constituye así en el punto de partida de una producción autoritaria de sentido, un público mayoritario y de consenso (Lazzarato, 2006), que ha llevado, según Stiegler (2009), a la infantilización y desrresponsabilización de nuestras sociedades, pues se cortocircuitan las oportunidades de participación en la individuación colectiva por vía de una hipomnesis industrial. En este caso, dice Stiegler, "el sistema económico toma un lugar más allá de los otros sistemas sociales, adquiriendo el control del sistema técnico en sí mismo -controlando las potencialidades y tendencias del sistema técnico- e imponiendo hechos técnicos favorables al capital" (Stiegler, 2011: 119).
Pero, ¿dónde dejamos el efecto remedio o pliegue terapéutico de nuestro phármakon? Aquí tendríamos que volver los ojos hacia otras condiciones que acompañan la fluidez y las transformaciones del espacio-tiempo que hemos mencionado antes. Nos referimos aquí al corazón de la inteligencia colectiva anunciada por Lévy en la naturaleza interactiva, hipermedial y de conectividad de las actuales tecnologías que ponen en tensión el modelo de producción industrial que separa a productores y consumidores (conocido desde el texto impreso hasta la televisión y la radio). Mientras la televisión nació como una forma de monopolio, la Web nace como patchwork, es decir, se trata tanto de protocolos de comunicación, como de dispositivos de hardware y software (libres y propietarios), de derechos sobre la propiedad intelectual (patentes, copyright, pero también, creative commons y copyleft) que se mantienen juntos a pesar de su heterogeneidad (Lazzarato, 2006).
Asimismo, la reflexividad de las tecnologías digitales en los terrenos de lo visible y del movimiento, que no eran posibles con las tecnologías anteriores, pueden ser una oportunidad para obturar el monopolio (público o privado) de los medios masivos de comunicación, pues la multiplicidad lingüística y cultural requiere ir a la par de la multiplicidad de los dispositivos tecnológicos de expresión. Pero también representan la posibilidad de alterar esa relación contrapuesta, que no observan los teóricos europeos, entre letrados y no letrados, entre lectores de textos y televidentes, como por ejemplo, en América Latina, nos ha mostrado lúcidamente Martín-Barbero respecto al papel que jugaron la radio y la televisión en los procesos de modernización de nuestros países. De ahí que sea necesario ver la doble relación phármakon más allá de la simple oposición. Esto es, no se trata de oponer veneno y remedio, pues vemos que la economía del phármakon es una composición de tendencias y no una lucha dialéctica entre dos opuestos, donde las prácticas culturales pueden transformar la dirección de las tecnologías.
Como alternativa, Stiegler (2011) propone la posibilidad de una diseconomía del phármakon, la cual resulta de la aparición de un nuevo fármaco que cortocircuite los otros niveles de individuación psíquica y colectiva, como lo que está ocurriendo, por ejemplo, con las redes sociales, con las prácticas de compartir conocimientos bajo licenciamientos libres, copyleft y creative commons; el "hacktivismo" -hacking con finalidades políticas y sociales-; y el "artivismo" -de los ambientes del net art, que hacen del arte un instrumento de lucha o análisis social-. Estas redes representan una forma de cooperación entre cerebros y, por ello, una clase de reflexividad que es producida por un sistema de gramaticalización, cuyo efecto farmacológico puede, según Stiegler, o llevar a una "estupidez sistemática" o a un un "milieu colaborativo y dialógico", a través de una reticulación digital, donde las actividades cognitivas, a pesar de ser gestionadas por el capital, al mismo tiempo introducen la posibilidad de un nuevo régimen de individuación psicológica y colectiva, y con ésta, un nuevo proceso de transindividuación que abre una perspectiva política y económica: la economía de la contribución9. Se trata de un giro en la sensibilidad como condición de posibilidad en esta edad del phármakon, donde el consumismo transforma cada cosa en una necesidad, esto es, en subsistencia, liquidando el deseo. Por ello, una economía libidinal y política de la contribución debería reabrir esta dimensión, esto es, el deseo de la gente (como una economía de la protensión), enfocado hacia una individuación colectiva, que es más vivencial, participativa, y se construye desde abajo. De ahí que se trate de la reinvención permanente de las relaciones humanas, del ser ciudadano, del saber-vivir, una forma de vida ética, una forma actuar y relacionarse con otras personas, que toca en términos foucaultianos tanto al gobierno de sí mismo, como al de la ciudad.
Pues bien, para terminar, quisiéramos profundizar un poco más en esta alternativa en clave subjetiva, mostrando las maneras paradójicas en que hemos de enfrentar este posicionamiento de las tendencias dobles del phármakon en el contexto actual. Hemos planteado que la subjetividad es producida por la interacción con diversos dispositivos10 (instancias individuales, colectivas e institucionales), en un proceso de gramaticalización farmacológica que hoy, como señala Agamaben (2008), se caracteriza justamente por un aumento exponencial de los dispositivos de subjetivación. Esta condición nos lleva a retomar de nuevo la transducción y diferencia derridiana en el origen, para enfatizar que los diferentes registros semióticos que concurren en la conformación de la subjetividad no tienen entre éstos relaciones jerárquicas fijadas de una vez por todas. Esto, a su vez, nos permite ver que no nos queda sólo la repetición o reproducción de formas de vida dominantes o hegemónicas, sino que es posible la novedad.
Es decir, "la subjetividad, es plural, polifónica, y no conoce una instancia dominante de determinación que pilotee a las otras instancias de acuerdo con una causalidad unívoca" (Guattari, 2008: 58). Por ello, para Lazzarato, se trata de acudir entonces a una ontología pragmatista y pluralista -heredada de Foucault- que traza relaciones posibles entre las cosas, más que la relación de las partes respecto de un todo, por lo tanto, todo movimiento, como todo elemento, puede participar de varios sistemas a la vez, tener varias relaciones, como la gramatología derridiana, y experimentar diferentes funciones, por ejemplo, estar al mismo tiempo en el interior y el exterior de la relación de capital, estar dentro y estar fuera (Lazzarato, 2006).
Efectivamente, lo que estamos observando en muchas de las recientes movilizaciones ciudadanas a través de redes sociales y de telefonía móvil, tanto en Oriente como en Occidente, y que además se transmiten inmediatamente al conjunto del planeta, es que al lado de un objetivo político, como expresión democrática, al mismo tiempo han hecho evidentes las cargas afectivas contagiosas de las que han sido portadoras, desbordando el marco de las reivindicaciones. Lo que está en juego es un estilo de vida, una concepción de las relaciones sociales, una ética colectiva que nos está mostrando una lógica de los afectos más que una lógica de los conjuntos bien circunscritos (Guattari, 2008).
En efecto, la propuesta de Guattari es que una nueva subjetividad maquínica toma consistencia en los media y las telecomunicaciones, en un movimiento que tiende a "doblar" las antiguas relaciones orales y escriturales, cuya polifonía resultante implica tanto voces humanas como maquínicas; "estos componentes implican dimensiones semiológicas significantes, pero también dimensiones semióticas asignificantes, que escapan a las semióticas propiamente lingüísticas" (Guattari, 2008: 59). De esta manera, aparece la continuidad expresada por Ong entre unas tecnologías y otras, pero además, los universos de referencia ético-políticos que hemos tenido por tanto tiempo bajo el predominio del logos, ahora están llamados también a instaurarse en el prolongamiento de universos estéticos de los afectos.
En Colombia y América Latina, desde diferentes estudios recientes sobre la acción colectiva de jóvenes que usan intensivamente tecnologías digitales (Rueda, 2011; Gómez et ál., 2011; Gómez, 2010; Fonseca, 2009; Lago et áí., 2006), se ha encontrado que conformar un "nosotros", un "común", intensifica su potencia de acción en el mundo, aunque esto se produce de manera ambigua y a veces contradictoria. Así, por ejemplo, es frecuente encontrar jóvenes artistas que producen obras de netart o de música electrónica en redes globales de cooperación y de software libre, que paralelamente se enrolan en una empresa como desarrolladores de software en el modelo más competitivo del mercado. Esto para sobrevivir y subvencionar sus "obras libres", que luego "donarán" a su comunidad o red de artistas contraculturales. En algunos casos, estos colectivos apoyan acciones ciudadanas organizadas por movimientos sociales on y offline, pero son articulaciones parciales que pueden repetirse en el tiempo, sin tener una identificación total con sus luchas reivindicatorias; algunas veces lo hacen a modo personal y otras como colectivo. De esta manera, podemos decir que estos sujetos siempre están en una relación transductiva con los sistemas técnicos de que disponen y, por lo tanto, deben pasar a través de los phármakon constitutivos de dichos sistemas. Estos soportan así protensiones individuales y colectivas en circuitos que pueden ser largos o cortos, y se producen en una permanente tensión y organización de las fuerzas de poder de cooperación, pero al mismo tiempo, de captura del deseo por las lógicas del capital.
De hecho, es claro que mantener la novedad y el impulso de resistencia y creatividad social no es fácil, pues el aumento de dispositivos de subjetivación, si bien amplia el campo de acción y potencia, también puede restringir y constreñir de manera regular tales posibilidades. Como Gómez et ál. (2011) plantean, el impulso poético, creativo, puede ser aplazado o administrado por formas de "burocratización" e institucionalización de prácticas, donde las relaciones con organizaciones políticas o empresas del mercado le restan fuerza al "movimiento actualizador de mundo", y lleva a que la acción se vuelva rutinaria, a que el "nosotros" se fragmente y pierda en muchos casos su impulso y se disperse.
Pero, insistimos, hay una subjetividad inconforme con el estado de cosas, pues ya con el consumo televisual, a pesar de los aspectos de reificación, de identificación, de hipnosis, al mismo tiempo, asistimos al rechazo, a una especie de toma de conciencia de ese tipo de manipulación intolerable, como lo muestra Víctor Sampedro (2005) en su libro 13-M, multitudes on-line, a propósito del atentado de Atocha en Madrid el 11 de marzo de 2004. De hecho, es a partir de la profusión de canales y medios, y en la posibilidad de acceder a la información "inmediatamente" que ofrecen las tecnologías digitales (que antes describimos como phármakon veneno), donde existe una oportunidad para eludir la intervención y manipulación de la información que ha caracterizado a los medios masivos. Por lo tanto, si bien hay entonces diferentes vertientes de reificación de la subjetividad, a través de nuevas tecnologías, también hay líneas de fuga, recuperaciones posibles a través de procesos de reapropiación de estas.
Ahora bien, el proceso iniciado con la industrialización de la escritura y la relación entre democracia y mercado sigue vigente, y de manera cada vez más compleja para la investigación crítica. ¿Cómo atravesar la paradoja de estar insertos en la lógica del capital? Veamos algunos ejemplos. El caso de las leyes Stop Online Piracy Act (SOPA), Protect Intellectual Property Act (PIPA) y Lleras11, pone sobre el tapete cómo la lógica del mercado de las industrias del entretenimiento, bajo supuestos de "protección de los derechos de autor" y un atemperamiento de la propiedad privada de la democracia liberal, generan un "cercamiento de los bienes comunes". ¿Cómo leer críticamente la alianza que parece crearse entre movimientos y acciones sociales en a favor de estos bienes comunes y empresas capitalistas de la Red, cuyo principal interés es mantener la mayor apertura de su mercado? Más aún, ¿cómo valorar "críticamente" nuestras prácticas de investigación social cada vez más soportadas no sólo por tecnologías de administración y control de producción de conocimientos en las plataformas construidas por los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, sino también por el uso intensivo de plataformas para la socialización e intercambio académico, de carácter comercial, para las que terminamos trabajando gratuitamente y nos sometemos al imperativo de la innovación y la obsolesencia? O, ¿cómo interpretar las protestas que los usuarios de Facebook hacen, a través de la misma plataforma, contra las políticas de privacidad de esta firma? ¿Debemos restarles valor político y social por ser usuarios y consumidores de tecnologías del capital? Como se ve, la investigación social crítica tiene en los debates sobre la agencia y la resistencia, así como en la flexibilidad y ambivalencia de las tecnologías (Feenberg, 2002), un terreno de praxis política y de investigación muy interesante, que apenas estamos empezando a esbozar.
Guattari confía en que los sistemas maquínicos no solamente estén siempre en el cruce de caminos de dimensiones heterogéneas, sino que abran una heterogeneidad potencial en el dominio de la tecnología, y también en los dominios de la subjetividad, de la sensibilidad. De ahí que, para él, sea posible concebir una recomposición de los medios masivos a través de medios alternativos12, como una reapropiación colectiva, correlativa de una resingularización de la subjetividad, de una nueva manera de concebir la democracia política y económica, que respete las diferencias culturales.
En este punto quisiera hacer una disgresión respecto a esta era posmediática que anuncia Guattari. En el caso latinoamericano, tendríamos que rastrearla ya desde los setenta, de la mano de los proyectos de educación y comunicación popular, de investigación-acción participativa, que han apropiado desde las tecnologías de la oralidad, pasando por la escritura, hasta los medios y las nuevas tecnologías, para promover procesos de emancipación social (radios, canales de televisión comunitarios ahora muchos de ellos on-line, como la radio comunitaria de la comunidad indígena Nasa-Acin en Colombia). En estas experiencias hay una memoria y una experiencia importante por recuperar y actualizar, para ver lo que desde éstas tenemos para aprender y transferir al ecosistema comunicativo actual, hecho de viejas y nuevas tecnologías, de (re)(des)pliegues subjetivos, de duraciones e intensidades cortas y largas. Esta historia nos corresponde a nosotros construirla, y, por supuesto, mostrar cómo se constituyen las tendencias phármakon, y lo que con éstas hemos ganado en términos de agencia individual y colectiva.
En este sentido, otra tarea urgente que tenemos es la de deconstruir y establecer al mismo tiempo puentes entre nuestra comprensión de las tecnologías de la escritura, ligada a su caracterización histórica en Occidente (como la describen los autores que hemos traido a este texto), y una genealogía que dé cuenta de otras tecnologías y escrituras prehispánicas, que a su vez es clave para la teoría crítica del pensamiento latinoamericano. Al respecto, los estudios de la poscoloniadad en América Latina, como los de Walter Mignolo (1995), destacan cómo la cultura letrada, la escritura, el alfabeto, reproducen los mecanismos occidentales de dominación, fijan el habla, reifican el discurso, suprimen otras formas de decir ajenas al alfabeto, imponen la lógica binaria que invisibiliza al subalterno. Esta lógica de dominación que acompañó la incoporación de la alfabetización en nuestro contexto, habría sido producida y reproducida por la élite urbana de los letrados que, divorciados de las formas orales de comunicación, sumergieron esa heterogeneidad de voces en la escritura, en un gesto completamente funcional al poder disciplinador de los nacientes Estados-nación. Este análisis requeriría hoy atemperarse en relación con las formas de fuga en ese proceso de subjetivación, en las maneras como unas experiencias de vida concretas, atravesadas por clase social, raza, género, región, asumieron el modelo dominante, pero, al mismo tiempo, fueron readaptándose a través de otros dipositivos maquínicos, otras tecnologías, otras experiencias de vida.
Éstas y otras experiencias que se han invisibilizado como reservas de memoria, esto es, de vida y del deseo, nos muestran la posibilidad de reinventar procesos moleculares a partir de nuestras subjetividades y de nuestra particular historia (de exterminio, desarraigo, de invisibilización), y reactivar ese saber espiritual del que habla Foucault, del cuidado del yo, para pensar, en un mismo movimiento (de individuación psíquica y colectiva), la transformación del mundo y la transformación de sí mismo, de manera que nuestra potencia de acción y de vernos afectados se vea multiplicada a través de técnicas susceptibles de suscitar esta transformación, de desplegar, de cultivar, pero también de cuidar las fuerzas que componen un nosotros. Este, consideramos, es un trabajo cultural y educativo crítico, pues se trataría de movilizar todos los medios posibles para servir, diferenciar y enriquecer la heterogeneidad subjetiva, y no sólo proteger de una manera defensiva un proceso de homogenización de lenguajes, de subjetividades y de posibilidades para la invención social. Con todas las paradojas y ambigüedades que nos habitan, tenemos el reto que bellamente nos mostró Juliana Flórez, de la mano de las teorías decoloniales y feministas, de mover los límites de inteligibilidad de los deseos como estrategia política (desde los de reproducción hasta los de fuga), "teniendo siempre presente los deseos que atraviesan y sostienen de manera paradójica aquello que se desea cambiar" (2010: 231).
1 Esta differance tiene dos sentidos: uno, el de diferir (demora, retrazo o reserva), que implica una temporalización; el otro sentido es el más corriente, el de no ser idéntico, ser otro, de tal manera que entre los elementos diferentes se produce una distancia, un espaciamiento (Derrida, 1989), que es el que se debe aprovechar para hacer surgir la polifonía de voces.
2 Esta gramatología ofrece una visión productiva que transforma al lector en un lector-autor, en una relación transductiva donde ambos se producen en el encuentro; al mismo tiempo, una salida al monolingüismo para ir al encuentro del plurilingüismo, la multivocidad. Algunos teóricos de la teoría crítica y la tecnología ven en el lenguaje hipertextual propio de las actuales tecnologías digitales, una vía para la práctica gramatológica polifónica (Landow, 1993).
3 Gilbert Simondon (2008), autor que retoma Stiegler, plantea un proceso que comienza con la individuación física, pasa por la individuación biológica, sigue en la individuación psíquica hasta llegar a la individuación colectiva. Dicho proceso no posee necesariamente una secuencia lineal y determinada.
4 Raymond Williams (1974, 1982) es muy sugerente para pensar estas transformaciones, pues para él la cultura está compuesta por un conjunto de relaciones entre formas dominantes, residuales y emergentes, con lo cual destaca la cualidad desigual y dinámica de un momento determinado. Ni las residuales o emergentes existen de manera simple, "dentro de" la cultura dominante o junto a esta, sino que se producen procesos de tensión continua, que puede tomar tanto la forma de la incorporación como de la oposición dentro de ésta.
5 Recordemos aquí que la economía clásica se ha pensado en relación con la distribución de los recursos escasos para satisfacer las necesidades del ser humano. De ahí que no sorprenda la visión de escasez que acompaña a la producción industrial del texto impreso, y que hoy se extiende, paradójicamente, en medio de una abundancia de saberes.
6 Este aspecto es desarrollado por varios autores del capitalismo cognitivo, donde se plantea una nueva "proletarización" en la cual los muros de la fábrica se han ampliado a todas las situaciones de la vida cotidiana, donde la producción y el consumo se producen simultáneamente, y donde es posible la generación de excedentes (Berardi, 2007; Stiegler, 2011).
7 Aquí Stlieger retoma conceptos clave de la fenomenología. Las retenciones y las protensiones son las intencionalidades específicas que hacen a la conciencia temporal, y a su vez temporalizadora. Pasado y futuro se disponen, pues, en el campo de presencia -de lo real, actual- como dimensiones intencionales con las cuales el sujeto siempre cuenta, y trazan de antemano cuando menos el estilo de lo que va a venir (Merleau-Ponty, 2000).
8 Este concepto que Stlieger toma de Simondon refiere a que más que una relación interindividual, en lo colectivo se da una relación transindividual. El individuo que hace parte de la individuación colectiva aporta una reserva que él trae, que es de alguna manera su pasado, su haber. Y de lo colectivo recibe aportes que para él son la esperanza de futuro, su proyección hacia adelante. Tanto el individuo que se suma al grupo como el grupo que lo acoge tiene expectativas diferentes, buscan aspectos disímiles. Y es en esta disimilitud que se produce algo nuevo, algo que es el resultado de una disparidad. Pero si esta relación es interrumpida, captada, "cortocircuitada", como dice Stiegler, entonces los individuos alcanzarán, cuando mucho, una forma de relación interindividual, pero nunca transindividual. Se requiere que dichos procesos de individuación tengan la posibilidad de producir medios asociados, necesarios para servir de soporte, fondo, estructura, al individuo naciente.
9 Stiegler piensa aqui en poner las políticas industriales de la hipomnesis -de la memoria externa- al servicio de la anamnesis -de la memoria viva-.
10 Siguiendo a Agamaben, quien profundiza la conceptualización de Foucault sobre los dispositivos, éstos son "todo aquello que es capaz de capturar, conducir, determinar, inhibir, formar, controlar y asegurar los gestos y comportamientos de los seres vivos" (2008: 26). La subjetividad entonces es el producto de la relación o de la lucha entre los seres vivos y los dispositivos. Así, el aumento de los dispositivos en la actualidad implica un aumento también de los procesos de subjetivación.
11 La Ley SOPA y PIPA, originalmente propuestas en Estados Unidos para luchar contra las infracciones a los derechos de propiedad intelectual en la Red y combatir el tráfico de contenidos con derechos de autor a través de Internet. Ambas iniciativas fueron apoyadas por los autores y titulares de derechos de propiedad intelectual y desde sectores interesados como la Recording Industry Association of America (RIAA) y la Motion Picture Association of America (MPAA), y cuestionadas por actores de la Red, tales como Google, Yahoo, YouTube, eBay, AOL, Mozilla, redes sociales como Facebook, Google+, etcétera, que estiman que estas iniciativas legislativas coartan y atentan contra la libertad de expresión, el acceso libre a la Red, la intimidad, la libertad de empresa y otra clase de derechos que se pueden ejercer en Internet. La Ley Lleras para el caso colombiano, por la cual se pretendía regular la responsabilidad por las infracciones al derecho de autor y los derechos conexos en Internet no fue aprobada en 2011, pero actualmente está nuevamente en debate al plantearse como parte del TLC con Estados Unidos. Véase: http://www.ambitojuridico.com/BancoConocimiento/N/noti-1202084_%28la_situacion_real_de_los_proyectos_de_ley_sopa_pipa_y_open%29 y Botero (2012).
12 No obstante, aquí no se puede olvidar que estos medios alternativos también enfrentan el capitalismo de manera ambigua, dados los problemas de sostenimiento y de recursos, a partir del trabajo precario, voluntario, la autoexplotación, o a través de apoyos de instituciones o del capitalismo, vía publicidad, mercadeo, etcétera, donde se pone en juego su autonomía. Pero, por ello, tampoco podríamos desconocer la potencialidad que han abierto para comprender otras formas de apropiación de los medios y sus posibilidades políticas.
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