Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Carlos Hernando Dueñas Montaño*
* Licenciado en Pedagogía Musical. Comunicador Social-Periodista. Especialista en Comunicación-Educación y Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos de la Universidad Central-Iesco. Cantante lírico. Actualmente es Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Martha Senn es tal vez la cantante lírica colombian a de mayor reconocimiento mundial. En estas páginas se hace una semblanza de su vida profesional, resaltando los giros en su trayectoria. Su vida ha sido una búsqueda permanente de respuestas a sus propias indagaciones vitales sobre el sentido de lo social, asociado con lo que mejor sabe hacer: cantar. Al final queda formulado un principio fundamental en las palabras de la propia Martha: la necesidad de utilizar la música como herramienta de transformación social.
Palabras clave: Arte, sociedad, canto lírico, gestión cultural, vida artística.
Martha Senn é talvez a cantora de ópera colombiana com maior reconhecimento mundial. Estas páginas trazem um esboço de sua carreira, destacando os giros de sua trajetória profissional. Sua vida tem sido uma busca constante de respostas para suas próprias investigações vitais sobre o significado da vida social em relação com o que ela faz de melhor que é cantar. No final fica formulado um princípio fundamental nas palavras da mesma Martha: a necessidade de usar a música como ferramenta de transformação social.
Palavras-chave: Martha Senn, arte, sociedade, ópera, gestão cultural, vida artística.
Martha Senn is perhaps the greatest worldwide-recognized Colombian opera singer. These pages make a resemblance of her career, highlighting the big turns in her pursues. Her life has been a constant search for answers to her own vital inquiries about the meaning of the social ground, associated with what she does best: singing. At the end, a fundamental principle is formulated in the words of Martha herself: the need to use music as a social transformation tool.
Key words: Martha Senn, art, society, opera, cultural management, artistic life.
En Colombia, la tradición del canto lírico ha tenido desarrollos dispares, principalmente a lo largo del siglo XX. Si bien hubo a finales del XIX y principios del XX cierto movimiento de compañías extranjeras itinerantes, no fue sino hasta la segunda mitad de la década de los setenta que se dibujó en el panorama nacional, con epicentro en Bogotá, una posibilidad de mantener, a través de temporadas anuales, una actividad alrededor de la producción de montajes escénicos de óperas del repertorio clásico y romántico de los compositores más reconocidos. Parecía que en ese momento existían las condiciones propicias para que un espectáculo, en principio muy costoso, se constituyera en un proyecto casi quijotesco y ambicioso, pero que sería el escenario para el surgimiento de figuras importantes de la lírica nacional.
Entonces, respaldada por figuras como Alberto Upegui y Gloria Zea, en 1976 nació lo que ha sido desde entonces la actividad operática nacional, más o menos estable en el tiempo, que tuvo repercusión en diferentes ciudades del país, ya fuera por las giras de la entonces conocida como Ópera de Colombia, o porque en otras ciudades también fueron surgiendo iniciativas que, también de manera intermitente, se han mantenido hasta hoy.
En ese escenario, en 1978 aparecían en los programas de la temporada de ópera los nombres de cantantes jóvenes que daban sus primeros pasos importantes como solistas, al lado de figuras nacionales ya reconocidas, como Carmiña Gallo, y de cantantes internacionales de gran trayectoria. Ocho títulos se montaron entonces: Elixir de amor, El barbero de Sevilla, Un baile de máscaras, Madama Butterfy, Carmen, La bohemia, Don Juan y Rigoletto. En medio de este bosque de nombres y estrellas figuraba el de una mezzosoprano joven, que luego veríamos desplegado en los diferentes carteles de las temporadas de ópera y en titulares de prensa de todo el mundo que destacaban los triunfos y desarrollos de una de las principales carreras de la lírica del país: Martha Senn.
Martha Senn Rodríguez nació en Suiza, más exactamente en la ciudad de San Gallen. A los tres años su familia se trasladó a Colombia, y asumió esta nacionalidad hasta la médula de sus huesos. Prueba de ello es que, a pesar de su ancestro paterno de origen suizo-alemán, es muy poco lo que ella registra de estos países. Al contrario, permanentemente hace alusión a la importancia que ha tenido en su carrera el presentarse como colombiana.
Su familia estaba compuesta por su padre, Nicolás (ya fallecido), su madre, Dilia, colombiana, "trabajadora social de gran inteligencia, sentido del humor, valores muy fortalecidos y generosidad de espíritu"1 y tres hijos, dos varones, Alberto y Nicolás, y una mujer: Martha. Recuerda que su padre influyó en su decisión de ser cantante, pues en su niñez él acostumbraba a hacer sonar grabaciones de música "clásica", lo que seguramente fue enrrutando el gusto, el oído y la apreciación estética en su hija. A propósito, relata la propia Martha en Notas sin pentagrama, un libro de corte autobiográfico, en el que rememora pasajes de su vida cotidiana y de su vida artística:
Gracias a él [a su padre], los recuerdos de la infancia están llenos de música: crecí entre las sinfonías de Mahler y las grandezas wagnerianas. Una voce poco fa2, la aprendí de memoria desde que tenía ocho años, antes de saber que Rossini era su autor y antes de entender que Victoria de los Ángeles, a la que se refería con veneración, no era el canto, perfecto en sí mismo, sino el nombre de la famosa soprano española que lo interpretaba, en la grabación de un disco de 38 revoluciones de la RCA Victor que, a menudo, escuchaba en su radiola de aguja manual (2000: 31).
Martha se define a sí misma como buena estudiante. Cuando la profesora del colegió le comunicó a su padre que era poseedora de un talento musical, una voz y un oído excepcionales (Senn, 2000), seguramente se dibujó en su vida el camino, aún impredecible, respecto a lo que sería su carrera como cantante. Desde ese momento, los estudios escolares los combinaría con la formación inicial en el Conservatorio de Música de la Universidad Nacional. Y seguramente su dedicación y su responsabilidad también fueron factores decisivos en el desarrollo de su carrera profesional como cantante lírica:
Por otro lado, yo siempre he sido una estudiosa. Yo he sido... y creo que cuando fui estudiante y joven era una niña nerd... yo era una niña estudiosa, disciplinada, juiciosa, yo era la primera del curso: trenzas, frenos y todo lo típico de los niños nerd... En la Universidad absolutamente concentrada, estudio, la primera de la clase, todo absolutamente siempre con una gran disciplina [...].
Pero antes de asumir la música de manera profesional, Martha Senn ingresó a la Universidad del Rosario, en donde adelantó la carrera de Derecho y se graduó como profesional en este campo. En su momento, la decisión pasó por el cedazo de sus padres. Así lo relata Pedro Javier López, en el libro La profesión va por dentro (2010), quien entrevistó a varios rosaristas que, habiéndose graduado en derecho, no ejercieron su profesión. Dice Martha:
Mi papá, con su espíritu idealista, suizo-alemán, dijo, "¡qué maravilla!, váyase a estudiar música a Europa" . Mi mamá, realista, bogotana, dijo: "¡No!, estudie música, pero estudie complementariamente algo de lo que sí pueda vivir" . Entonces, digamos que estudiar abogacía fue una decisión tomada en familia [...].
Una decisión que en esos momentos -años setenta- era consecuente con el imaginario que aún conserva nuestra sociedad, acerca de lo que significa, en general, dedicarse a las artes profesionalmente. Esta idea queda expresada de manera contundente en la respuesta de la madre: "[...] estudie complementariamente algo de lo que sí pueda vivir".
Cuenta Martha que, una vez graduada, trabajó en la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, como secretaria académica, con la tarea principal de asistir al maestro Darío Echandía como profesora auxiliar, quien impartía la cátedra "Constitucional general". En esta labor permaneció tres años, tras los cuales claudicó en su empeño, al reconocer, a pesar de su dedicación, su falta de convicción en el campo de la abogacía (Senn, 2000).
Apartarse así de la academia le abrió el espacio para tomar la decisión fundamental en su vida que la llevaría, apelando "al don más grande del que está dotado el ser humano" (Senn, 2000: 28), a la libertad de escoger, al universo de la lírica: "Con esta convicción como herramienta, abandoné el mundo hasta entonces construido y asumí el desafío de abrirme un camino por entre la tupida selva de la lírica, acompañada por lo único que me fue absolutamente imposible dejar: mis dos hijos" (Senn, 2000: 28).
Pero era una decisión fundamentada, pues, además de las apreciaciones de la directora del colegio sobre sus dotes musicales, ya Martha había hecho incursiones como cantante. La encontramos, siendo muy joven, como integrante del Coro de Cámara, dirigido por Olav Roots, en un concierto en el Museo de Arte Colonial, realizado el 4 de noviembre de 19693, al lado de Carmiña Gallo, Manuel Contreras y Alejandro Ramírez, tres de las voces más destacadas de la lírica nacional en las décadas de los setenta y ochenta. También, cuenta la misma Martha, luego de uno de los procesos de reconstrucción del Teatro Colón de Bogotá, fue invitada para interpretar la parte solista de la Novena sinfonía de Beethoven, una de las obras que escuchara en su niñez (Senn, 2000: 33). "[...] acepté el llamado. A ese amor no pude negarme: se atravesó en el camino de mi vocación de jurista y la devastó por completo. En un lapso de dos años me alejó para siempre de un mundo formal, que funcionaba como debía ser, pero en el cual yo no era".
En 1978, Martha Senn participó en la ya mencionada temporada de la Ópera de Colombia, en esos momentos dirigida por Alberto Upegui. Al frente del Instituto Colombiano de Cultura, antecesor del Ministerio de Cultura, se encontraba Gloria Zea, quien hoy es la directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, y continúa con el empeño de mantener la actividad operática en la ciudad. La temporada, al igual que la del año inmediatamente anterior, contaba con el apoyo de Asartes, una fundación que propendía por el incremento de la actividad cultural, especialmente de las artes escénicas4. Entre los miembros fundadores de la Asociación, se encontraba Martha Senn.
En ese año, la mezzosoprano tuvo a su cargo la interpretación de uno de los roles a través del cual sería reconocida por el público de la lírica nacional: Carmen. Curiosamente, Martha no se siente identificada con este personaje en la misma medida en que el público la reconoce. Al respecto, aduce que todos los personajes que ha interpretado han sido objeto de enamoramiento, de lo contrario, seguramente no los habría podido abordar exitosamente:
[...] a mí la gente me ha identificado con Carmen. En realidad mucho, me han identificado muchísimo con Carmen, pero a mí me pasó una cosa que es que [...] a mí me tocó enamorarme de los personajes. Personaje del cual no lograra enamorarme, no lo podía hacer. Y era tan importante para mí la Carmen, como la Charlotte, como la Dalila, como todos esos personajes de mezzosopranos líricas francesas, que son las que me tocó interpretar... Y de repente el tema del poder con la Dalila me parecía la cosa más fascinante del mundo. Y el tema de la libertad con Carmen también. Y el tema de la sumisión con Charlotte y esa tensión de la sumisión y el amor... y esta cosa me parecía tan absolutamente fantástica... Yo me enamoraba de los personajes... casi que la Carmen no la tengo como el primero... todos mis personajes, cuando me tocó interpretarlos, fueron los más importantes.
La carrera artística de Martha Senn está reseñada en varias notas biográficas aparecidas en los medios, en su libro de tono autobiográfico, en programas de mano. Realmente sería casi imposible hacer una lista de todos los teatros visitados, de los personajes interpretados en cada uno, de las temporadas en las que participó tanto en Colombia5 como en el resto del mundo, de los grandes solistas con los que compartió el escenario. Sin embargo, hay momentos que revisten gran importancia.
Uno de éstos es el día en que decidió participar en tres de los más importantes concursos de canto lírico: el de Baltimore, el de Nueva York y el Concurso Internacional de Canto de París (Senn, 2000). De los dos primeros resultó ganadora. Producto de esto resultó la oportunidad de debutar en 1983 en el Kennedy Center de Washington, como protagonista de la ópera Carmen, en remplazo de la mezzosoprano contratada (Senn, 2000).
En el Concurso de París tuvo la fortuna de contar con el acompañamiento del maestro Pablo Arévalo, uno de los pianistas más destacados del país, profesor por varias décadas del Conservatorio Nacional, y en quien Martha Senn encontró un gran apoyo, casi complicidad, durante toda su carrera. Justamente uno de los pasajes más atractivos del relato de Martha es el que refiere un sueño del maestro Arévalo, antes de la ronda final, en el que Rossini y Fauré le hacían algunas indicaciones sobre cómo ella debía corregir algunos detalles de las arias que había escogido para la presentación con orquesta. "[...] Rosini y Fauré se le habían aparecido en su visión nocturna" (Senn, 2000: 53), y recomendaban corregir unos errores en las cadencias rossinianas y alguna imprecisión en la pronunciación del poema musicalizado por Fauré.
[...] pregunté al maestro si recordaba las correcciones sugeridas por Rossini en su visión. Me respondió que, al despertar, las había escrito en un improvisado pentagrama. Nos encontramos para un último repaso. Convencida de su maestría y conmovida por su belleza decidí memorizarlas (Senn, 2000: 53).
Finalmente, con trece votos a favor, fue declarada ganadora del concurso. Pero más allá del triunfo, algo que dejó huella en la memoria de Martha, fue "el hecho de que el alcalde [de París] destacara mi nacionalidad". Algo que en su vida ha sido un factor importante al que se refiere en muchas ocasiones, y que ha sido motivo de orgullo: ser reconocida como colombiana. Este sentido de pertenencia es un rasgo relevante en el desarrollo de la carrera y la vida profesional de la cantante, lo que la ha llevado a otros escenarios profesionales diferentes a los de los grandes teatros. Pero esto será objeto de consideración más adelante.
En Los Ángeles, en 1984, cantó Carmen. Allí tuvo la oportunidad de conocer al tenor Plácido Domingo, a quien considera el gran cantante del siglo XX.
¿El cantante o la cantante de la historia del siglo XX? Yo diría que es Plácido Domingo... Yo lo escogería sobre Caruso, sobre la Callas, sobre todos estos. Yo diría que es Plácido Domingo [...] para mí es una cosa fantástica, que de lo que se supone [es] la línea recta del canto, de repente [él] asuma toda esa visión armónica integral y pueda pararse frente a un podio y pueda dirigir una orquesta [...].
Domingo la escuchó en audición y el resultado de ese encuentro se vería reflejado años más tarde, cuando el tenor la invitó a realizar la gira An Evening With Plácido Domingo, concierto del que existe grabación y que sería el mismo que realizarían en su visita a Bogotá (Senn, 2000).
Uno de los momentos más destacados por los medios nacionales fue su actuación en Salzburgo, la cuna de Mozart. El 31 de julio de 1987, mientras estaba en el público que disfrutaba La Cenicienta de Rossini, Ann Murray, la cantante principal, fue perdiendo la voz. El director escénico, Michael Hampe -quien participó en algunas temporadas de ópera en Colombia en los años ochenta- supo de la presencia de la mezzosoprano, con quien había trabajado meses atrás. Martha ya había sido prevenida por la colega acerca de su malestar, por lo que necesitaba que ella estuviera presente en la función. Así lo hizo, no sin antes repasar la partitura y recordar el montaje que hacía dos meses había realizado con el mismo director escénico (Senn, 2000). La prensa destacó el doble triunfo de Martha -remplazar sobre la marcha a la cantante principal y su resultado sobre el escenario-, en un festival tan importante para el mundo de la lírica.
Toda una vida artística, plena de éxitos y aplausos, sugiere necesariamente indagar sobre los procesos que subyacen a la preparación de un cantante de primer nivel. Evidentemente, lo primero que se viene a la mente es que la labor del artista está mediada por aquello que se denomina talento, pero también por la disciplina, el estudio y la dedicación total a la búsqueda de la perfección, siempre esquiva. Los antecedentes de Martha Senn hacen suponer que a ella no le faltó el arrojo necesario, ni la disciplina, ni la convicción para enfrentar el reto de convertirse en una de las cantantes líricas colombianas de mayor proyección internacional. A propósito afirma: "La convicción es una frágil pulsación del alma. Cuando se intensifica, estimula lo mejor de la creatividad, pero cuando se debilita, atrae olas de inseguridad, que tienden a asfixiar la esencia misma de un artista" (Senn, 2000: 159).
Pero, ¿cómo hace Martha Senn para adentrarse en la música, cómo aborda el estudio de una obra nueva?
En mi caso personal, yo estudio las partituras tratando de lograr la mayor aproximación a la partitura misma [...] yo, personalmente, prefiero en la etapa de aprendizaje de la partitura no escuchar a otros intérpretes, porque hay una cosa de oído y de memoria auditiva, que a mí -no sé a otros artistas-, a mí me conduce a memorizar otras voces, en vez de escuchar la propia mía interna [...]. Entonces digamos que, cuando agarro una partitura y quiero oírla tal como es [...] escucho toda la obra y una vez que la he escuchado [...] ya no la escucho más. Ya es mi turno de aprendizaje y de escucharme a mí misma. Ya no escucho más, nunca más, no más [...].
Evidentemente, el estudio, el aprendizaje no son asuntos meramente individuales. La búsqueda del detalle, de la fidelidad a un compositor, a un estilo, a una época, son resultados del trabajo colectivo, en el que siempre existe el experto que es capaz de hacer que el otro logre convertirse en un instrumento virtuoso de interpretación de una partitura. La perfección no existe en la música -y tal vez en ninguna disciplina-, pero la aspiración a lograrla, por lo menos dentro de la tradición musical erudita de Occidente, es un factor determinante en el momento de la puesta en escena, de la interpretación.
[...] lo mejor que me pasó en la vida en ese sentido fue cantando en Salzburgo, Mozart [...]. Yo le pedí al maestro [Ricardo] Mutti, quien dirigía la ópera que yo cantaba, que si podíamos tener unas sesiones particulares de estilo mozartiano, porque yo me sentía débil en comparación con los otros colegas míos [...]. Y en efecto tuvimos un mes entero de sesiones sobre Mozart. Yo llegaba a estudiar Mozart con él [...] pero antes de eso él tocaba en el piano Mozart para explicarme el estilo mozartiano, lo que significaban las frases... todo era con otra música de Mozart, no con la que estábamos trabajando [...] eso sí se me quedó a mí como escuela.
Y complementa esto con otra apreciación de su autobiografía: "Creo que hasta el día de hoy llevo su marca [la de Mutti], que tiene que ver con el grado de profundidad con que se puede y se debe leer la música, buscando no sólo ser fiel a lo que el compositor escribió, sino a la esencia misma de su creatividad" (Senn, 2000: 80).
La música -y para el caso, el canto lírico- aún está anclada a ciertas maneras de enseñar y aprender propias de los oficios artesanales, muy cercanos a la tradición de los talleres de la Edad Media, en los que la filigrana, el detalle, el estilo, se aprendían del maestro artesano, que heredaba con el tiempo todo su saber a los discípulos más destacados -los aprendices-, y así se perpetuaba el oficio con todos sus secretos.
En este sentido, en el campo de la interpretación musical, existen límites más o menos definidos para la creatividad, relacionados fundamentalmente con los géneros. En algunos casos, la creación se limita a un nivel primario, no por ello menos importante: la imitación6.
En muchos géneros de las músicas populares, los grados de libertad en la interpretación son amplios. La improvisación, propia de las músicas ligadas a la tradición jazzística, permite márgenes considerables para que el intérprete se convierta en coautor de la obra. En el caso del canto lírico, estos límites de la creatividad tradicionalmente son más restringidos, sin embargo, esta lógica hace parte del lenguaje expresivo del género, con variaciones que responden a las épocas y los estilos. La partitura puede ser el verdugo que mata la creatividad o el artificio que la posibilita:
[...] en la música los intérpretes hacemos precisamente eso: interpretación, no nos corresponde, salvo que nos la juguemos como compositores -que no es mi caso, por supuesto- ir mas allá de mirar una partitura, estudiar el estilo, el autor [...]. El campo de la creatividad [es], por supuesto, lo que distingue una interpretación de otra interpretación, a un intérprete de otro intérprete. Los factores [determinantes] son, por supuesto [...] la calidad del instrumento mismo -y estoy hablando de lo vocal y de lo no vocal-, la técnica, el talento [...] la disciplina [...] la seriedad, el trabajo de conjunto [...] ¿Cuál es el aporte creativo de una interpretación...? Pues depende de todos esos elementos en su conjunto.
La vida artística de Martha Senn ha sido un proceso de crecimiento permanente, de maduración, de éxitos, a veces de sinsabores. Sin embargo, en un momento relativamente reciente, la vida de Martha ha dado un giro, que para quien no la conoce, sería inesperado y casi incomprensible, pero no para ella. Detrás de la cantante, de la artista, hay una mujer que no se conforma fácilmente con una vida unidireccional. Que busca en otros espacios las respuestas a los interrogantes que le formula la vida. Existe en ella una sensibilidad social que le permite dar un paso al lado y aceptar el reto de trabajar desde un ámbito, si no antagónico, por lo menos alejado del escenario artístico:
[...] durante veintipico de años, yo estuve en los escenarios internacionales, recibí aplausos ¿Y...? ¿y...? El compromiso de artista serio es llevar el talento lo más lejos posible y, con la disciplina, el talento se va formando como hace el escultor con su materia prima [...]. Sí, ese es el destino del talento, cuando se es serio realmente y ese es el foco cuando de verdad se quiere hacer que la vida sea eso. Pero es que la vida es mucho más que el talento. Gracias a la vida por el talento, pero más allá del talento hay más vida y el reto es: hasta dónde uno puede averiguarse vitalmente [...].
Sobre su giro vital, señala:
El momento en el cual cumplí veinticinco años dedicada al canto lírico [...] me detuve a pensar si... eso que es tan bello, tan absolutamente precioso y que le podría decir a uno, la vida es bella, como el nombre de la película, era el máximo de potencial de mi vida... o si realmente podía indagarme vitalmente en otros temas que siempre había tenido la inquietud de averiguar [...]. Y... me frené y me pregunté: ¿me voy a quedar con las ganas de averiguarme? O intento ir más allá [...].
En el 2004, el alcalde electo de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, invitó a Martha Senn a que lo acompañara en su gestión, asumiendo la dirección del Instituto Distrital de Cultura y Turismo, que posteriormente se convertiría en la Secretaría de Cultura, Recreación y Deportes de la capital. Una puerta que se abría intempestivamente, que implicaba dejar de lado su vida profesional como cantante, por lo menos en lo que se refería a compromisos internacionales, pero que era absolutamente coherente con otros intereses vitales en los que ya había tenido algunas experiencias7. Era el momento de encontrar el escenario propicio para abordar los temas sociales, alrededor de la cultura. Pero era también el espacio de abordar el sentido creativo desde otra perspectiva: imaginar una ciudad desde la cultura y la inclusión social. "[...] y entonces me fui a hablarle [a Lucho Garzón] de Cajita de Música. A decirle que me parecía que esa triangulación de una política pública de niños y niñas, con la familia y con la escuela, era decisiva realmente, si se quería avanzar en algo, y él me oyó". Y el alcalde le preguntó:
"A quién nombraría usted de secretario de cultura", entonces le dije: "Cómo así que a quién nombraría como secretario de cultura" (en ese momento se llamaba Instituto Distrital de Cultura). "Sí, porque Laura Restrepo, la escritora, se va porque se ganó un premio internacional, entonces... usted a quién nombraría". Entonces le di varios nombres así como de paso. "No, no, ese no porque tal cosa, fulano de tal no porque tal cosa...". Entonces yo, casi que en broma, le dije: "Ah no, si no le gusta ninguno entonces nómbreme a mí". Dijo: "Ah bueno, perfecto, entonces empezamos". Y le dije: "¿En serio?, ¿usted quiere que sea la que maneje el tema de cultura de la ciudad...?".
En ese momento, Martha venía pensando en una idea de la que estaba -y aún está- muy convencida. La necesidad de que en el país exista un servicio social obligatorio. "Cada persona de este país que, por las circunstancias de su vida, ha desarrollado con éxito un trabajo en cualquiera de las áreas, debería reflexionar sobre un servicio social obligatorio [...]". Y ella asumió este reto como su manera de retribuir a la sociedad, aportando desde un saber, una experiencia, pero sobre todo, desde una firme convicción personal sobre su lugar en la vida. Algunos de los temas centrales de su gestión fueron la inclusión social, la titularidad de los derechos culturales y la proyección internacional de la ciudad.
Seguramente no faltaron las críticas a la administración. Seguramente hubo detractores de la política. Sin embargo, el empeño en sus ideas acerca de la relación entre cultura y sociedad la dejaron satisfecha:
Y me declaro exitosa al ciento por ciento. No se quedó nada de lo que yo me había propuesto hacer sin realizar; nada. De modo que casi que me doy un aplauso a mí misma por esa tarea y, sobre todo, al equipo que tuve a mi lado para poderla hacer, porque fue extraordinario... extraordinario. Y no lo digo yo solamente, la gente lo reconoce, fueron muchos los aspectos que se mejoraron en el tema cultural en la ciudad y las cosas que se trabajaron fueron extraordinarias, pero, en resumen, el plan que me propuse cumplir, que venía empaquetado en cultura para la inclusión social, se cumplió al ciento por ciento.
Una vez terminada la gestión, Martha contactó de nuevo a sus agentes artísticos que, en principio, "nunca entendieron qué fue lo que yo hice". Al regresar a la actividad artística, le sugirieron que era el momento de dar un giro en su carrera. La madurez de la voz, la edad, requerían "un salto en el repertorio que me implicaba empezar de nuevo".
Entonces hablé con este señor [con el agente] y me dijo, "pues mira, yo creo que lo mejor es que te vayas a presentar un repertorio nuevo en el tema de wagnerianos, Strauss, ese tipo de cosas" y sinceramente, no me llamó la atención. Ya como que no tenía la necesidad, no tenía el impulso y me había quedado marcado el tema y la huella del trabajo social... de repente me surgió un reto y dije: "Voy a trabajar con eso" .
Actualmente, Martha está vinculada con la Universidad EAFIT, de Medellín. Aceptó la invitación del hoy rector, Juan Luis Mejía, para darle un nuevo sentido a la biblioteca de la institución, dada su experiencia en el sector de la cultura. Esto ha significado un nuevo reto creativo, pues se trata de acercar la Universidad a la ciudadanía:
"[...] bueno, en primer lugar vamos a quitar el nombre, no es Biblioteca Universitaria, es un Centro Cultural dentro de la Universidad; Centro Cultural Biblioteca". Y a partir de ahí empezamos a hacer toda una transformación en el sentido de un alcance mucho más grande de la Biblioteca Universitaria, simplemente como tal, ampliarlo a ser un servicio inclusive dirigido a la ciudad.
Éste es un escenario que le permite estar cerca de la realidad social y dedicarle tiempo a la gestión, pero también le permite seguir indagándose: "Hay otras cosas que yo tengo que seguir averiguando de mis posibilidades". Así, surge de las experiencias anteriores la pregunta por el arte y su función social. El sentido humanista de la formación en derecho seguramente quedó latente, como algo aprehendido que debía tener un lugar y un momento propicio para aforar. Esta pregunta se tradujo entonces en "la posibilidad de que el arte lírico, que es mi ejercicio, pudiera también manejarse como una herramienta de transformación social".
"Diseñé Trueques Creativos con la idea de... con la certeza, de que las transformaciones culturales no tienen sino una posibilidad verdadera de suceder, y es en la localidad". Así refiere la idea que surgió como posibilidad de darle salida en la práctica a la inquietud por el aporte que podría hacer en lo social, desde el ejercicio del canto lírico. El concepto de trueques creativos ya lo había acuñado en su paso por la Secretaría de Cultura, sin embargo, el sentido era otro en ese momento. Ahora, en un nuevo espacio, la potencia de la sentencia "el arte como herramienta de transformación social" debe rendir frutos: "Todas las políticas culturales que se plantean como marcos conceptuales, referenciales fabulosos, fantásticos... están allá... pero es en lo local, en el sitio mismo del grupo humano, donde es susceptible que una transformación que se busca, pueda suceder [...]".
Aparece, entonces, el concepto de lo local como un factor fundamental de desarrollo de las políticas públicas. Esta idea, nacida de la conjunción entre una vida dedicada al arte y una necesidad vital de ir un poco más allá del hecho artístico, se objetivó en un proyecto que pretende llegar a todos los municipios de Antioquia y dejar algo sembrado a partir de una experiencia directa con el canto lírico. Es en ese sentido que Martha apela a lo local como un espacio de transformación: "Dentro del esquema de un recital de canto y piano -que me encanta hacerlos-, dentro de ese esquema, se le abre el escenario a los artistas locales", quienes se convierten en las fuerzas creativas locales. "Las fuerzas creativas locales, quiénes son: las expresiones creativas desde cualquier campo del arte, o desde cualquier campo de lo creativo, de la expresión creativa" que se expresan justamente desde lo local, como una manera de resistir frente al embate de la tendencia a lo global.
Pero, ¿cómo funciona Trueques Creativos?:
Se convoca. Hay un grupo logístico que maneja el proyecto que va, habla con el alcalde, con el secretario de educación, con las organizaciones culturales locales, con el cura, con la Iglesia, con la biblioteca, y los llaman a todos en conjunto y les dicen: "La señora Martha Senn va a venir a hacer un recital aquí [...]".
En primer lugar: dónde. No hay teatros; hay iglesias. O hay auditorios de los colegios, o hay... siempre habrá un sitio en el cual se puede congregar un colectivo. ¿Tendrá acústica? El tema es social, no es artístico; es social, fundamentalmente, de modo que yo tengo que ceder muchísimo de mis requerimientos artísticos para que lo social pueda tener lugar [...].
En segundo lugar: "[...] hay una condición que ella pone: que se convoque a los artistas locales para que se haga un trueque de creatividades".
El Trueque Creativo tiene un lema que recoge su sentido: "Ofrece lo mejor de tu talento y aplaude el talento de los demás". Cualquier expresión tiene cabida. Hay
[...] narradores, hay bailarines, hay poetas, hay escritores de cartas, hay artistas plásticos, hay artistas de circo, es decir, de todas las expresiones, no hay ningún límite de convocatoria. Sin embargo, debe hacerse una selección para que quienes sean escogidos hagan parte de la programación del concierto.
Dentro de las expresiones que llegan a la convocatoria, Martha destaca una: "[...] las narraciones personales, los narradores que recogen la tragedia, la ponen en palabra y hacen catarsis". El día previsto se organiza un recital con toda la pompa del caso -pues también se trata de poner sobre el escenario las maneras diversas de las expresiones creativas y sus puestas en escena-, en el que la mezzosoprano ofrece un programa titulado Las músicas populares del mundo.
[...] yo lo primero que les digo es... "bueno, hay autores, compositores universales que se inspiraron en lo que ustedes hacen aquí, que es lo popular, la raíz misma de la expresión creativa. Y tomaron eso que recogieron y lo universalizaron y yo presento lo que esos compositores universales han hecho con lo popular [...]" y le abro un capítulo especial de lo mismo pero a los niños, porque los niños han sido la inspiración de los grandes autores universales.
Entonces yo saco [a] los niños del público [que] me acompañan en el momento de los cantos [...] y les cuento, si canto en otros idiomas, qué significa el canto. Al final de todo esto viene un conversatorio con el alcalde, los concejales, las organizaciones culturales, el cura, los artistas todos, no sólo los que pasaron sino los que hicieron el concurso y no pasaron, y entonces empiezo a hablarles de nuevo como gestora cultural: "¿Saben ustedes que son la fuerza creativa de este municipio? ¿Lo importante que es que estemos aquí reunidos todos para que, junto con el alcalde y con las personas que manejan y ejecutan los presupuestos, ustedes entren a participar en la construcción de lo cultural y lo local?". Y ahí se queda. Esa es la semilla que se siembra.
Evidentemente es sólo una semilla. Asegura Martha que la casi totalidad de asistentes -ya supera los veinte mil- seguramente no han escuchado ni visto un recital de canto lírico. Desde el concepto de trueque, sin duda se está poniendo también en juego la posibilidad de establecer diálogos interculturales, que permiten el reconocimiento mutuo de maneras diferentes de producir la cultura, alrededor de las expresiones creativas y del arte. Es una manera de aproximación entre las lógicas legitimadas en los escenarios globales y las lógicas legitimadas en lo local.
Otro factor que se pone de presente en este tipo de proyectos es el del reconocimiento de la diversidad, fundada en maneras diferenciadas de construir las nociones de identidad: "[...] son localidades muy pequeñas y, culturalmente, perfectamente identificables, perfectamente diferenciables".
Pero desde la mirada construida por la experiencia en la gestión, Martha es consciente de las carencias y las dificultades a la hora de articular las políticas públicas con las prácticas:La primera cosa que falta -y eso lo decíamos con el equipo con el que yo trabajé en la Secretaría- es reconocer que la cultura y lo cultural son un factor del desarrollo humano. Y que así como a todos los planes de desarrollo les ponen las tres patas, que son lo económico, lo político y lo social, le falta a la mesa, para que se tenga bien, una cuarta pata que es el tema de la cultura y lo cultural... Pero meten lo cultural como una cosa tan trasversal a lo social, que se va como esfumando y se confunde con la farándula, con los eventos culturales.
Derivado de estas consideraciones, surge un interrogante: realmente, ¿el arte hace mejores seres humanos? Desde la perspectiva de John Carey (2007), esto no es del todo claro. Este autor establece diferencias, por ejemplo, entre las concepciones platónicas y aristotélicas a propósito del papel de las artes en la formación del ser humano. Para Aristóteles, por ejemplo, "la música despierta cualidades morales", en cambio, para Platón, "las artes envilecen a la gente", aunque hace una excepción con la música, "siempre y cuando sea música 'virtuosa' que agrade a 'los mejores y los mejor educados', a diferencia de la música 'viciosa', que agrada a la mayoría" (Carey, 2007: 106)8. Al respecto, apunta Martha:
Hay una película que a mí me impactó tantísimo, tantísimo, porque es una película basada en hechos de la vida real de la época de los nazis. Y uno de esos personajes, que era apoyo absoluto de Hitler, era un tipo que mandaba en el día a quemar no sé cuántos de sus prisioneros y en la noche oía música clásica y admiraba el arte y era un hombre cultísimo.
En este orden de ideas, está de acuerdo en que cualquier disciplina, "cualquiera, la ciencia, cualquier manifestación de la creatividad humana y cualquiera de las expresiones de la cultura", estaría en capacidad de formar mejores seres humanos, es decir, no es algo intrínseco y exclusivo del arte, o atribuible a este, incidir de manera positiva en los procesos de construcción de la subjetividad. Lo que sí es una virtud del arte, a través de la educación, es la sensibilización, con lo que Martha está de acuerdo y lo propone a través de Trueques Creativos: "En relación con el público [el propósito es] contribuir a la formación de sensibilidad estética".
Un antecedente importante de este proyecto, que ya plantea el principio de transformación social a partir de la música, del canto lírico, fue Cajita de Música. ¿Qué quedó de esta experiencia?
La verdad es que fueron muchos, muchos niños, muchos maestros los que pasaron por Cajita de Música. Y es un proyecto que se tiene que retomar. Infortunadamente, las propuestas del sector cultural dependen del gobernante de turno, porque el sector cultural no está lo suficientemente fortalecido como para poner una voz imperativa en el manejo de la política cultural. Ahí hay un atraso tremendo. Y eso sí, como yo he estado en los dos sectores, tanto en el uno como en el otro, me doy cuenta de eso.
De cara al futuro inmediato, es claro que Martha siente que su vida ha sido un cúmulo de experiencias gratificantes, seguramente con una cuota de sacrificios propios del quehacer artístico profesional, que no pueden opacar un sentimiento de satisfacción por lo actuado. Lo que viene es consecuente con su manera de pensar a propósito del sector cultural en este país. Es otro escenario, igualmente exigente, el que espera a la cantante lírica de mayor proyección internacional que ha surgido en Colombia:
Después de veinticinco años de una carrera lírica, puedo decir que no me hacen falta más aplausos... de verdad, honestamente puedo declarar que no me quedaron haciendo falta aplausos. Hay artistas que cada vez necesitan más aplausos, cada vez más, más, más, más... No, yo tuve mi dosis de aplausos, con la que me siento totalmente satisfecha. Los aplausos que me llegan de aquí en adelante me emocionan profundamente porque ya casi que no me pertenecen. Mi interés, en lo que me quede de vida artística -que espero que todavía sea bastante, lo que Dios quiera, y con la disciplina del caso- lo quiero enfocar en ese reto del arte como herramienta de transformación social. Y me gustaría mucho que colegas artistas, no solamente de la lírica, sino de cualquier expresión del arte, abrieran una puerta en ese sentido, del reto de plantearse su contribución a una transformación social a partir de su ejercicio artístico. Eso es lo que me gustaría.
1 Los apartes aquí transcritos, no pertenecientes a textos reseñados, son extractos de una entrevista-conversación realizada con Martha Senn, en su apartamento de Bogotá, el 11 de diciembre de 2011, y de algunos datos compartidos a través de correos electrónicos.
2 Esta aria de la ópera ElBarbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, es interpretada en la obra por Rosina, el personaje protagonista femenino. Con esta ópera, Martha Senn debutó en 1985, en La Scala de Milan.
3 Información obtenida en el programa de mano del mencionado concierto, disponible en: <http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/pmano/F058-PDF/pm_1969-11-04.pdf>.
4 Información consultada en el catálogo de la Temporada de Ópera, 1978.
5 En las temporadas en Bogotá en los años ochenta, recuerdo haberla visto interpretando Amneris (en Aida), Preciosilla (en La fuerza del destino), Rosina (en El barbero de Sevilla), Azucena (en El trovador), Madalena (en Rigoletto), Cherubino (en Las bodas de Fígaro) y, por supuesto, Carmen, en la obra homónima.
6 Recordemos que el concepto de mímesis era muy importante para las concepciones y las prácticas en el arte griego.
7 En 1995, Martha Senn comenzó a realizar los mismos recitales que ofrecía en escenarios internacionales por los municipios de Colombia; en esta empresa estuvo respaldada por "tres gigantes" como ella los nombra: Pablo Arévalo, Juan Luis Mejía y Juan Manuel Ospina (López, 2010: 37). También, desde 1999, Martha Senn venía desarrollando con la fundación Ópera Estudio el proyecto de Cajita de Música, que abordaba el tema de la formación de la sensibilidad de los niños, los profesores y la familia, desde el punto de vista del arte lírico. Este proyecto cumplió ocho años de actividad.
8 El autor aquí citado dedica un capítulo completo "¿El arte nos hace mejores?" de su libro ¿Para qué sirve el arte? (20 07).
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Jorge Alberto Palomino Forero**
* Este artículo es un producto de la investigación "La seducción: la fuerza de la trasgresión", que fue desarrollada por el autor como becario del programa Jóvenes Investigadores e Innovadores "Virginia Gutiérrez de Pineda" de Colciencias.
** Comunicador Social y Periodista, estudiante de la Maestría en Estudios Culturales de la Universidad de los Andes. Investigador de la línea de Jóvenes y Culturas Juveniles del Iesco, Universidad Central, Bogotá (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El artículo presenta las tensiones que genera en la vida amorosa de las/os jóvenes bogotanos la aparición de cierta forma de subjetividad a la que llaman perra. El texto explora cómo los actos de seducción de este sujeto desestabilizan la noción de pareja legitimada por el amor romántico, dando paso a otras formas de comprender y vivir el amor y la sexualidad. No obstante, se concluye la permanencia de los ideales del amor romántico, como un fuerte aliado en el proceso de reproducción del sistema capitalista.
Palabras clave: amor romántico, sexualidad, jóvenes, pareja, subjetividad.
O artigo apresenta as tensões geradas na vida amorosa das/dos jovens de Bogotá e o surgimento de um tipo de subjetividade que elas/eles chamam de cachorra. O texto explora como atos de sedução deste personagem desestabilizam a noção de parceiro amoroso legítimo no contexto do amor romântico, dando lugar para outras formas de compreender o amor e a sexualidade. No entanto, concluímos que os modelos ideais do amor romântico permanecem como um forte aliado do processo de reprodução do sistema capitalista.
Palavras-chave: amor romântico, sexualidade, juventude, casais, subjetividade.
The article presents the tensions generated in romantic life among young people in Bogota, as a new way of subjectivity that emerges through the so-called figure of the doggy - bitch. The text explores how the seduction performances done by this subject, destabilize the notion of legitimate partner through romantic love, giving way to other modes of comprehending love and sexuality. However, it is concluded that the ideal of romantic love remains a strong ally for the capitalist system reproduction process.
Key words: romantic love, sexuality, youth, couples, subjectivity.
Gabriela es una contadora pública que se está recuperando de una ruptura amorosa, después de que su exnovio decidió cambiarla por otra mujer. Por otro lado, Juan Pablo es un estudiante de ciencias políticas que encuentra muy difícil resistirse a los encantos de una "vieja perruna". Alejandro es un diseñador de modas que espera encontrar un hombre que no le rompa el corazón. Laura es una estudiante de literatura que ha encontrado el amor en los brazos de otra mujer. A simple vista, estos jóvenes parecieran no tener nada en común, sin embargo, cuando cuentan sus historias de amor, la pareja y las "perras" se convierten en los elementos centrales de sus relatos. El artículo explora la aparición de nuevas posibilidades de experimentar el amor en la vida de las/os jóvenes, específicamente aquellas que se materializan en la llamada perra, vista como un sujeto que transgrede las formas tradicionales de vivir los afectos y el erotismo.
Gabriela, Juan Pablo, Alejandro y Laura son algunos de los jóvenes bogotanos que compartieron sus experiencias afectivas en la investigación "La seducción: la fuerza de la transgresión", de la cual este documento presenta resultados de forma parcial. Para este estudio se realizaron un total de doce entrevistas con hombres y mujeres de diversas orientaciones sexuales. Los entrevistados pertenecen a la clase media y tienen edades que oscilan entre los dieciocho y los veinte seis años. Los participantes son estudiantes o recién egresados de universidades privadas y públicas, de diferentes programas académicos.
Los testimonios que alimentan el artículo fueron recolectados mediante una serie de entrevistas en profundidad, en las cuales los jóvenes narraban sus historias amorosas y exponían sus percepciones sobre el amor. Para el análisis de la información se siguieron los lineamientos de la teoría fundamentada, por tal razón, se realizó un proceso de codificación de la información, que permitió la construcción de categorías útiles para la constitución de matrices de análisis. Términos como perra o relaciones de pareja surgieron espontáneamente en las entrevistas y se convirtieron en categorías de análisis, las cuales permiten comprender cómo tiende a configurarse el mundo emocional de los jóvenes urbanos contemporáneos.
En los relatos que se presentan en este texto, los jóvenes, mediante sus relatos personales, rescatan las experiencias y prácticas amorosas que consideran más significativas, ya que es a través de la narración de sus vidas que los sujetos son capaces de dar cuenta de su mundo emocional (Kristeva, 1983: 23). En este sentido, García Roca señala que "los recuerdos, sentimientos, acciones y circunstancias se concitan en los relatos, que tejen la vida como una secuencia de eventos ordenados y con sentido" (García, 2007: 8). De igual forma, Ferrarotti considera que en cada historia individual estaría contenida la historia de los grupos a los que ha pertenecido, ya que "un relato biográfico es una acción social a través de la cual un individuo retotaliza sintéticamente su vida (la biografía) y la interacción social en curso (la entrevista) por medio de un relato (interacción)" (Ferraroti, 2005: 15). Los relatos de los jóvenes son una posible entrada que podría permitirnos comprender cuáles son las formas de percibir y vivir el amor de la sociedad, ya que la estructura emocional de los individuos ha sido culturalmente construida y racionalizada, afectando directamente la manera en que los sujetos establecen relaciones con los otros, al crear reglas e instituciones para experimentar el amor, permitiendo la reproducción y consolidación de un modelo hegemónico de pareja y de familia.
Povineli (2006) señala que el amor es una experiencia vital, directamente vinculada con prácticas discursivas que operan en el ámbito de la intimidad, a través de la constitución de un conjunto de normas que le permiten al sujeto acceder a la experiencia afectiva, normas que están directamente relacionadas con las formas en las que se concibe el mundo. Para comprender las prácticas amorosas y eróticas de los jóvenes, es importante entender cómo los procesos de subjetivación brindan al joven las bases para la construcción de sentido de su existencia, hecho que se articula con la aprehensión de formas específicas de comprender y vivir los afectos.
A partir de Freud, las emociones, entre éstas el amor, pueden ser pensadas como pulsiones que se encuentran en constante movimiento en el interior de los sujetos, y que buscan ser controladas. Las emociones son entonces un conjunto de fuerzas que se ubican entre la conciencia y lo inconsciente, que actúan como un mecanismo de percepción, interpretación y respuesta a un conjunto de estímulos (Freud, 1979: 32). En este sentido, la cultura surge como el escenario en el cual el sujeto se inscribe en una serie de prácticas que le permiten controlar y estructurar el mundo emocional. Al respecto, Illouz señala que "los marcos culturales nombran y definen las emociones, señalan los límites de su intensidad, especifican las normas y los valores asignados a ellas, y ofrecen símbolos y escenarios culturales" (Illouz, 2007: 23). El amor es entonces una energía vital que moviliza al sujeto para establecer vínculos emocionales con los otros, pero, a la vez, es un hecho cultural, ya que la cultura establece cuáles son las condiciones bajo las cuales se puede constituir dicha relación.
A partir de lo anterior, se puede afirmar que el amor es una práctica cultural ubicada en el umbral de lo individual y lo colectivo, entre las emociones y su control. Para comprender cómo los jóvenes urbanos viven y perciben el amor, es importante preguntarse cuáles han sido las prácticas que ha construido la cultura occidental en torno al amor.
El amor romántico es una construcción cultural que ha dado pie a la consolidación de un conjunto de formas simbólicas, las cuales han permitido a los sujetos construir sentido en relación con la experiencia amorosa, y establecer y reproducir un conjunto de prácticas. En esta forma de comprender el amor, los sentimientos y los lazos afectivos son más importantes que las pulsiones sexuales. La fidelidad y la confianza se consolidaron como elementos constitutivos de la pareja, lo que a su vez configuró la institución del matrimonio, asignando a la mujer "respetable" los roles de madre y ama de casa, confinando la sexualidad femenina a la intimidad del hogar (Giddens, 1992: 45).
Tanto para Illouz como para Giddens, el amor romántico está asociado con el ideal de la libertad (el individuo tiene la capacidad de elegir su pareja), con un sentimiento utópico (el amor puede romper con las normas de la endogamia), una atracción instantánea (amor a primera vista) y un control sobre la sexualidad. Estos elementos se materializan en un sistema de valores, en el que la fidelidad y la creencia en "el amor eterno" son percibidas como elementos necesarios para que el individuo pueda acceder a la experiencia amorosa (Giddens, 1992: 23). Illouz muestra cómo los procesos de secularización permitieron que el amor dejara de ser un elemento asociado con la moral y las virtudes "espirituales" y se convirtiera en un valor independiente e importante en la búsqueda de la felicidad (Illouz, 2007: 53).
La literatura y otros objetos culturales pusieron en circulación los valores e ideales promovidos por el amor romántico, dando pie a la popularización de la experiencia romántica. Este proceso permitió la consolidación de lo que Illouz denomina capitalismo emocional, que es específicamente el modo en que el capitalismo ha alimentado una intensa cultura emocional en la cual las relaciones afectivas siguen la lógica del intercambio económico y de la negociación (Illouz, 2007).
El amor romántico, como experiencia cultural, crea una serie de prácticas que afectan directamente el cuerpo de los individuos, especialmente a partir de los asuntos relacionados con la reproducción. En este sentido, Foucault señala que la sexualidad no es únicamente un conjunto de impulsos biológicos, sino que es una construcción social, es decir, es "el conjunto de los efectos producidos en los cuerpos, los comportamientos y la relaciones sociales por cierto dispositivo dependiente de una tecnología política compleja" (Foucault, 1977: 154). Las relaciones de saber-poder y los discursos médicos no son los únicos dispositivos que han permitido la emergencia de una "sexualidad legitimada". El amor romántico, mediante ideas como la noción de virtud, ha alimentado formas particulares de vivir la sexualidad (Giddens, 1992: 28).
Bourdieu señala que el cuerpo es una construcción social, originada en las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, las cuales se unirán con un sistema de oposiciones homólogas (activo/pasivo) para "naturalizar" y legitimar las relaciones de dominación de lo masculino sobre lo femenino (Bourdieu, 2007). La cultura se convertirá en el escenario en que el cuerpo se moldea y se le asignan ciertos usos legítimos, este proceso dará origen a un cuerpo socialmente diferenciado del sexo opuesto, siendo la sexualidad y su relación con el amor un escenario estratégico para tal finalidad. La pareja, vista como un escenario legítimo para experimentar el amor y el erotismo, no es más que un esfuerzo por establecer un sistema de jerarquías sexuales, que buscan convertir la sexualidad en una herramienta al servicio del sistema de producción capitalista.
Por su parte, Meler afirma que la consolidación de la igualdad como ideal social permitió que la pareja se estableciera como un ideal de vida, que se articuló con un conjunto de instituciones (familia y Estado) y se incorporó en los procesos de constitución de la subjetividad. La autora señala que la pareja permitió establecer las condiciones idóneas para "el desarrollo de una vida social menos conflictiva" (Meler, 1999: 132). En este orden de ideas, Meler señala la aparición de los "dispositivos de emparejamiento", que son un conjunto de prácticas y creencias que incorporan a los sujetos en los procesos de constitución de pareja. El ideal de pareja se institucionalizó con el fin de configurar un proyecto afectivo hegemónico.
Se puede afirmar que el amor es una experiencia vital en la que se articulan un componente emocional con una determinada cultura. El amor romántico se configura como el marco cultural que le ha permitido a Occidente construir una forma particular de comprender y vivir el amor, estableciendo límites al ejercicio de la sexualidad, roles de género y prácticas legitimadas.
En la modernidad, la juventud "comienza a ser identificada como una capa social que goza de ciertos privilegios, de un periodo de permisividad que media entre la madurez biológica y social" (Margulis y Urresti, 1998: 4). En esta etapa de la vida las responsabilidades económicas son aplazadas, para permitir educación y acceso al tiempo libre1. La irrupción del joven en el mundo social permitió que los sujetos experimentaran el amor en el marco del noviazgo, el cual se definió como una relación amorosa en la que los sujetos pueden vivir el amor y posponer el matrimonio (Waked, 2010).
Diversos dispositivos operan sobre el joven con el fin de moldearlo e insertarlo en una determinada forma de vivir y comprender el mundo. El erotismo y los afectos son campos sobre los cuales las tecnologías de la subjetivación hacen énfasis, pues allí habitan el deseo y su potencia transformadora, de ahí que "la sexualidad juvenil es el nodo de disputa más intenso en el campo simbólico del cuerpo y la afectividad [en éste] se traslucen las visiones sobre el placer y el uso del cuerpo que se disputan la hegemonía para definir la moral para la sociedad" (Rodríguez, 2006: 48).
Diversas investigaciones muestran que el noviazgo es el resultado de una negociación que hacen los jóvenes sobre sus afectos, utilizando como referentes los ideales del amor romántico y las formas contemporáneas de comprender la sexualidad, siendo la fidelidad uno de los nodos de mayor discusión (Tenorio, 2002; Córdoba, 2010). La infidelidad se constituye en un factor que puede destruir la relación de pareja, ya que los jóvenes terminarían su relación en caso de ser traicionados (Mejía, 2000). El noviazgo es una experiencia que les permite a los jóvenes incorporar en su experiencia vital los ideales que ha promovido el amor romántico.
Otros estudios han mostrado que los jóvenes negocian los parámetros que seguirán en su relación de pareja tomando como referente elementos de su contexto sociocultural, tal como los estereotipos de género (Sánchez, 2004). Esto muestra cómo el amor romántico ha sido exitoso a la hora de reproducir el orden social establecido. Cuando los jóvenes seleccionan una persona para establecer una "relación seria", tienen en cuenta su reputación, por lo que imaginarios sobre lo que significa ser una "mujer buena" siguen siendo relevantes (Serrano et ál., 2003). Esto abre un espacio para que creencias como que las mujeres únicamente buscan el amor y los hombres sexo sean discutidas por los jóvenes y cuestionen su percepción del amor (Allen, 2003; Rubio, 2001).
A partir de los testimonios, se puede ver cómo los jóvenes están inmersos en un proyecto afectivo hegemónico, en el que construir una pareja basada en la fidelidad y el compromiso se convierte en un medio para alcanzar la felicidad. Los relatos de los participantes dan cuenta de una serie de dispositivos que han configurado sus afectos de tal forma que han producido una determinada realidad afectiva. Estos hombres y mujeres, independientemente de su orientación sexual, señalan la existencia de costumbres amorosas que han aprendido y que les han permitido construir sentido frente a las experiencias amorosas. El noviazgo se constituye como un escenario en que el joven aprende cuáles son los principios que se deben seguir en una relación de pareja. Adriana, una de las participantes, afirma: "A mí me ha pasado que cuando estás en un relación, darle esa etiqueta de noviazgo es como una presentación en sociedad".
La pareja establecida bajo los parámetros del amor romántico no es deseada únicamente por los jóvenes heterosexuales. Gays y lesbianas también añoran formar noviazgos, en los que el amor sea lo fundamental. El testimonio de Óscar, un joven gay, muestra de forma contundente los vínculos que existen entre el amor y el noviazgo. "[...] yo creo que no podría estar en una relación sino hubiera amor, es indispensable [...] Si tú no amas a la persona no vale la pena siquiera intentarlo".
Los testimonios de los jóvenes permiten ver la configuración de una realidad afectiva fundamentada en el amor romántico, hecho que se hace palpable en la consolidación de la pareja, especialmente del llamado noviazgo, como una institución en la cual la experiencia amorosa se hace legítima. Es necesario preguntarse por los procesos que han permitido la consolidación la pareja como único escenario posible para experimentar el amor. Abordar esta pregunta permite comprender las relaciones afectivas como un lugar en el que se constituye la subjetividad y se normalizan las configuraciones emocionales reproductoras de las formas de comprender los afectos que sustentan el matrimonio y la familia.
Los participantes de la investigación se instalan en medio de una tensión: entre su añoranza por experimentar los ideales del amor romántico y el desencanto que sus experiencias amorosas les han producido, haciendo del noviazgo y de las relaciones de pareja una vivencia agridulce. "Lo que yo espero de una persona siempre un adiós, siempre espero lo peor, eso lo espero hace poquito, hace un año, antes era más idealista. Antes [...] creía en el amor, yo pensaba que eso existía".
Illouz señala que este desencanto tiene su origen en una hiperracionalización de las emociones, lo que ha generado una distancia cada vez más grande entre sujeto y objeto, entre la utopía romántica y sus posibilidades de realización. En este orden de ideas, la experiencia amorosa en el marco del capitalismo emocional ha pasado de ser el lugar de la pasión y de la ilusión de un "final feliz", para convertirse en un objeto medible, que se "gestiona" mediante la racionalización de la emoción (Illouz, 2006).
El miedo a ser lastimados se convierte en el principal aliciente para controlar las emociones en una relación amorosa. Laura, una joven lesbiana, es quien mejor ejemplifica estos procesos de racionalización de las relaciones amorosas. Ella logra establecer dos tipos de amor de pareja: "Yo también tengo dos conceptos, el amor high level y el amor low level, y el high level es el imposible, el que todo el mundo quiere conseguir y que no se consigue, de hecho creo que es súper utópico".
Laura ha construido, a partir de un proceso de racionalización de sus emociones y experiencias, una serie de conceptos que le han permitido mantener viva la utopía romántica, pero a la vez buscar otras formas de comprender el amor. El desencanto se manifiesta como resultado de malas experiencias amorosas, que desatan un intenso trabajo de racionalización de los afectos, mediante una serie de técnicas que buscan controlar sus pasiones. Las emociones han sido racionalizadas de tal forma que la experiencia amorosa se ha convertido en un lugar agridulce.
En los testimonios, los jóvenes muestran cómo su percepción del amor está cimentada en los ideales del amor romántico, siendo la pareja el escenario en el que se materializan. El relato de José, un hombre gay que mantiene una "relación seria" desde hace más de dos años, es un ejemplo de cómo se establecen en el mundo joven contemporáneo los elementos del amor romántico: "Un buen novio es una persona que primero te es fiel, te apoya, puede llegar a comprenderte".
Los hombres heterosexuales entrevistados señalan que ideales como la fidelidad y la confianza son necesarios para consolidar cualquier relación afectiva. De igual forma, tanto las mujeres heterosexuales como los gays se mostraron un poco más distanciados de los ideales románticos, pero reconocen como objetivo de vida establecer relaciones de pareja. Los entrevistados afirman que el noviazgo se fundamenta en un proceso de negociación, en el que se acuerdan una serie de reglas que se deben cumplir, especialmente aquellos relacionados con la exclusividad. Para estos jóvenes, independientemente de su orientación sexual, buscar el verdadero amor implica un proceso de selección de sujetos virtuosos y fieles. De ahí que el mayor peligro al que una pareja se puede ver expuesta es la infidelidad. Hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, señalan que la infidelidad es la mayor detonante de un conflicto amoroso.
La fidelidad y la confianza son dos de los ideales que los jóvenes contemporáneos han heredado del amor romántico, gracias a que se han articulado con los dispositivos de emparejamiento. Es decir, para que un sujeto logre establecer una relación de pareja debe ser fiel. Este hecho genera un conjunto prohibiciones en torno la actividad sexual. La conquista o la actividad sexual fuera del marco institucionalmente establecido son acciones prohibidas, quienes transgreden la norma son llamadas perras.
La preocupación del discurso médico sobre el cuerpo femenino - especialmente por los aspectos vinculados con la sexualidad- permitió que se consolidara la idea de la reproducción como el fin último de la sexualidad femenina. Las mujeres y hombres que se escapan de la "obligación" de poner sus cuerpos y deseos al servicio de la reproducción de la especie se convierten en poseedores de una "sexualidad peligrosa". En el siglo XVIII, se descubrió que en el ciclo de ovulación de las perras la producción de los "huevos" era "espontánea" y no dependía del orgasmo. Este hallazgo sirvió para que la medicina equiparara el "celo" de la perra con la menstruación, lo que hizo pensar que el comportamiento de las mujeres era igual al de las "bestias". Esta representación del cuerpo femenino hizo que sobre las mujeres recayera la obligación de controlar sus "instintos" para demostrar su superioridad moral (Laqueur, 1987). Aquellas que se "dejan llevar" por sus impulsos se convierten en "perras": bestias que ponen en riesgo la civilización con sus pasiones, debido a que la forma en que habitan su cuerpo desestabiliza el modelo de amor que se ha legitimado y que ha permitido la consolidación del modelo de familia, tal como se conoce.
Cuestas y Muriel señalan que en los colegios públicos de Bogotá, los jóvenes utilizan el término perra para señalar a aquella mujer que consideran "fácil" (Cuestas y Muriel, 2003). La "perra" es "una representación negativa de lo femenino, al punto de ubicar a la mujer portadora de la representación, en un lugar de estigma y vergüenza" (Garzón, 2005: 196). Durante las entrevistas, la expresión perra fue empleada por hombres y mujeres, tanto heterosexuales como homosexuales, para definir aquel sujeto que escapa de las normas establecidas por el amor romántico. La "perra" encarna el temor a la infidelidad y la sexualidad sin amor. "Perra sería la que se metió en la relación y el noviazgo" (Diana). "Perra es una persona [...] que se ha comido todo lo que ha podido" (Óscar).
La "perra" no sólo existe en las relaciones heterosexuales. En el marco de una relación homosexual, el nombrar a otro hombre como "perra" es una forma de censurar una determinada conducta. Sívori señala que el proceso de feminización de la masculinidad gay se constituye en un rechazo hacia las formas y estilos "amanerados" (Sívori, 2005). Otros estudios señalan que el término perra es empleado entre hombres homosexuales que son promiscuos, especialmente aquellos que son penetrados en el marco de una relación sexual (Kippax y Smith, 2001; Linneman, 2008). El testimonio de Andrés, refleja cómo es empleado el término perra entre gays. "Uno también se refiere a otros como mucha perra. Cuando uno quiere tratar despectivamente a un hombre uno le mete el género" (Andrés).
A partir de los testimonios, se pude afirmar entonces que la perra corresponde a dos acepciones vinculadas con la sexualidad. Por un lado, está aquella que interviene y "daña" una relación de pareja. Por el otro, es aquel sujeto que tiene sexo con "muchas" personas, encuentros que no están supeditados a instituciones como el matrimonio o el noviazgo.
Durante las entrevistas, un grupo de jóvenes se autodenominó como perras. Para ellos, la sexualidad y el amor puede vivirse bajo parámetros distintos a los que gobiernan las relaciones de pareja. Para estos participantes, la fidelidad y la confianza no son los ejes desde los cuales establecen sus vínculos amorosos. Llamarse a sí mismos perras abre la posibilidad de experimentar la sexualidad y el amor en un marco diferente al que se ha establecido. "Para mí es muy difícil ser totalmente fiel, yo puedo estar muy tragada, o sea muy tragada, yo no sé" (Silvia).
A partir de los testimonios de los jóvenes, se puede bar que las "perras" crean nuevas experiencias erótico-afectivas enmarcadas en la seducción. Baudrillard señala que la seducción es una fuerza que habita en lo femenino, no como oposición a lo masculino, sino como la posibilidad de configurar una relación dual que da paso al juego (Baudrillard, 1981). La seducción pone en riesgo las relaciones de poder, al transgredir las prohibiciones frente a las experiencias erótico-afectivas. Quien expresa de forma más clara el vínculo entre la seducción y la transgresión es Silvia, quien narra cómo el hecho de seducir al otro logra establecer diversas formas de relaciones amorosas. "Me dejo como halagar, me gusta jugar, como un gato cuando juega con una pelota de lana, como que los voto un poquito y como que venga" (Silvia).
Las "perras" hacen evidente la potencia de la seducción como fuerza destructora del orden y creadora de nuevos sentidos. Al hacer reversibles los símbolos surgen experiencias erótico-afectivas diferentes a las que se han legitimado. Estas particularidades hacen de las "perras" sujetos nómadas, "aquí el nomadismo en cuestión se refiere al tipo de conciencia crítica que se resiste a establecerse en los modos socialmente codificados de pensamiento y conducta" (Braidotti, 2000: 31). Quienes se autodenominan perras buscan experimentar su sexualidad en espacios diferentes al noviazgo, abriendo la posibilidad de establecer nuevas relaciones con los otros a partir de su propio deseo. En la historia de Lola se puede percibir cómo el manifestar su deseo y tratar de materializarlo la convierte en una "perra". "Las chicas dicen que estas viejas son unas perras [...]. Lo que pasa es que no les gusta tener un novio y tener sexo solo con el novio" (Lola).
Las "perras" son sujetos que establecen relaciones con los otros a través de sus actos de seducción; al romper con el modelo hegemónico de pareja, propician otras formas de concebir el amor. Este grupo de jóvenes puede pensarse como un devenir perra, un devenir animal, un devenir femenino, como una posibilidad de existencia que permite la creación de nuevas formas de comprender la sexualidad y el amor. Su postura frente al modelo de amor hace que estos jóvenes compongan relaciones afectivas que no estén basadas en las reglas tradicionales sino en las que ellos crean.
Estas formas de relacionarse con el otro y consigo mismo pueden ser vistas como una forma del devenir. Deleuze y Guattari definen el devenir animal como una alianza, un vínculo que se estructura como un rizoma y que produce un constante flujo de deseo. En el devenir animal el hombre no trata de imitar, ni de ser, ni de equivaler al animal que deviene, sino busca "unir" fuerzas para movilizar el deseo. En este sentido, el devenir animal es una involución, es decir, no es una progresión o una regresión, sino un acto en el que se crea un vínculo (Deleuze y Guattari, 2000).
Las experiencias de Silvia, Lola y Camilo dan cuenta de un proceso de reinvención de las normas que rigen las relaciones de pareja. Las "perras" logran reconfigurar las formas en las que se han legitimado las experiencias sexuales y amorosas. En este sentido, Lola señala que: "Si yo amo a mi novio mi corazón está con mi novio, pero mi parte de buscar más chicos porque a mí me gustan mucho los chicos está ahí puesta" (Lola).
Parece que autodenominarse perra es una forma de poner en lo cotidiano el deseo. Desde esta perspectiva, el devenir animal de estos jóvenes es una manifestación de sus deseos, es decir, una tendencia del sujeto a unirse a lo que aumenta su potencia de acción. Este último elemento permite pensar en los afectos como un espacio de resistencia a la forma como se ha codificado el deseo, que es en últimas una fuerza vital que permite construir y alterar la realidad. En otras palabras, el devenir animal es un devenir vital, transgresor, que pone en riesgo el orden establecido, por tal razón, los poderes hegemónicos buscan disminuir su potencia "disminuyéndolo" a través del lenguaje.
Romper con la noción de pareja es un primer paso para deconstruir los procesos en los cuales se normalizan las configuraciones emocionales que reproducen las relaciones afectivas base del matrimonio y la familia. Esto implica la posibilidad de configurar metas afectivas diferentes a las que conocemos, lo que permitirá la aparición de la multiplicidad. Deleuze y Guattari señalan que situarse ante la presencia de un devenir animal es estar frente a una población, una manada, una multiplicidad, desde la cual se puede leer la configuración de cuerpos colectivos (Delueze y Guattari, 2000). Desde esta perspectiva, la pareja se constituye en un cuerpo que es el resultado de relaciones de fidelidad, confianza y amor, las cuales se ven afectadas cuando un tercero trastoca estos vínculos que la constituyen. La "perra" rompe con las normas que permiten establecer relaciones de pareja en el marco del proyecto de amor romántico, pero a la vez permite la entrada a las múltiples posibilidades de vivir una relación de pareja.
A partir de los testimonios, los jóvenes que se autodenominan como perras se ubican en el lugar del anormal, que es un conjunto de posiciones que permiten diferenciar la manada del exterior (Delueze y Guattari, 2000). La "perra" es un anormal que está en contacto con otras posibilidades de establecer relaciones amorosas diferentes a las que se han establecido. Gracias a este encuentro, el sujeto reconoce la existencia de objetos que están al margen de la manada, la existencia de otro mundo. Siguiendo esta línea argumental, la "perra" tiene la capacidad de hacer evidentes otras formas de vivir el amor y la sexualidad, formas que están fuera de los límites que ha establecido el amor romántico.
Los jóvenes entrevistados muestran cómo el amor romántico es una experiencia cultural que ha permitido un control sobre las emociones, con el fin de reproducir los modelos de género, familia y pareja. Pese a que los participantes son de diversas orientaciones sexuales, todos mostraron un fuerte apego a los ideales del amor romántico, y a la forma exitosa en que operan los dispositivos de emparejamiento. Esto muestra cómo el ideal de la pareja sustentada en los ideales del amor romántico es uno de los más fuertes aliados en el proceso de reproducción del sistema capitalista.
Por otro lado, se pueden percibir las tensiones que generan en la vida de los jóvenes urbanos la aparición de otras formas de concebir el amor y la sexualidad. La "perra" surge como una forma de subjetividad que estructura su mundo emocional a partir de su propia sensibilidad, lo que le permite romper con el modelo tradicional de amor. Desde esta perspectiva, se pueden encontrar dos tendencias: la primera, aquellos que sancionan a quienes escapan de este orden establecido; la segunda la componen aquellos jóvenes que rompen en sus vidas cotidianas con los límites establecidos por el amor romántico.
Tanto para heterosexuales, como para gays y lesbianas, llamar a otro perra es una forma de sancionar a aquel que rompe con las normas que ha creado el amor romántico. En el caso de los gays, esta forma de denominar al otro muestra cómo operan las jerarquías de género heteronormativas en el marco de las relaciones homosexuales, ya que esto no sólo dota de cierta animalidad a quien recibe este nombre, sino que también se utiliza la feminización de la masculinidad gay como una forma de castigo.
Entre tanto, en la segunda tendencia se ubican aquellos jóvenes que rompen con las reglas del amor romántico a la hora de establecer relaciones afectivas. Para ellos, esta forma de vivir el amor y la sexualidad abre la posibilidad de establecer relaciones que les permitan explorar su sensibilidad y sus emociones. La forma en que la "perra" vive el amor y la sexualidad abre una línea de fuga, que le permite a los sujetos pensar en otras posibilidades de experimentar el amor, tomando distancia del modelo del amor romántico.
Establecer relaciones afectivas a partir de actos de seducción, se constituye en un hecho creativo en el que se construye una línea de fuga que le permite a las "perras" escapar del proyecto hegemónico del amor romántico. La seducción es un acto de creación de sentido constante, pues reinventa los cuerpos y la relaciones erótico-afectivas, al deconstruir los signos que han configurado la experiencia afectiva. Las "perras" hacen de la seducción un arte de la existencia, en el que se adueñan de sus cuerpos y revierten los signos que los moldean y que domestican sus deseos. A partir de los testimonios se puede pensar que las "perras" son una forma de subjetividad que libera el amor de su carga discursiva para potenciar nuevas formas de vivir con el otro.
1 Estas características son propias de las clases medias y altas, pues los jóvenes con menos recursos económicos no pueden acceder a estos espacios de socialización.
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Alexandra Mancera Carrero**
* Este artículo es una síntesis de la investigación "Niños expósitos, menesterosos y menores en Bogotá", presentada por la autora para optar al título de Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos.
** Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos del Iesco, Universidad Central. Docente investigadora y consultora de Save the Children y del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP), Bogotá (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Se presenta aquí una síntesis de la investigación sobre las tensiones entre los derechos de infancia y los contextos de desigualdad y exclusión en Bogotá. Se asume tener presente el pasado para formular cuestionamientos a la propuesta de "protección integral", a partir del seguimiento de las rutas institucionales y la organización de la vida de niños considerados abandonados social y moralmente entre finales del siglo XVII y comienzos del XX. Se comprueba que entre el discurso médico y el religioso, se buscó una reeducación para corregir y transformar a una infancia considerada como peligro social.
Palabras clave: expósitos, menor, instituciones, infancia, tecnologías de gobierno, historia de Bogotá.
Apresentamos aqui uma síntese da pesquisa sobre as tensões entre os direitos das crianças e os contextos de desigualdade e exclusão em Bogotá. Assumimos a necessidade de ter em conta o passado para formular questionamentos e propostas de "proteção integral", a partir do rastreamento das rotas institucionais e a organização da vida das crianças consideradas social e moralmente abandonadas, entre finais do século XVII e século XX. Comprovamos que entre o discurso médico e religioso, buscou-se a reeducação para corrigir e transformar o conceito de infância considerada como perigo social.
Palavras-chave: crianças expostas, infantes, instituições, menores de idade, tecnologia de governo, história de Bogotá.
The article presents a synthesis of a research regarding tensions between the Rights of children, and the contexts of inequality and exclusion in Bogota city. It is assumed that it is necessary to take past history into account, so to formulate critics to the proposed "comprehensive protection" policy. This should be done through monitoring institutional trajectories and living arrangements given to children considered socially and morally abandoned, between the late seventeenth and the early twentieth century. We find out that between medical and religious discourses a re-education was sought to amend and transform childhood consideration as social dangerous.
Key words: abandoned children, minors, institutions, childhood, government technology, history of Bogota.
Han cobrado fuerza, en los discursos de instituciones gubernamentales y las organizaciones sociales, las perspectivas de derecho, corresponsabilidad y protección integral de la niñez. En particular, con la aprobación del Código de Infancia y Adolescencia en el 2006 (bajo la orientación de la Convención Internacional de Derechos del Niño), emerge la visión de sujetos de derechos con un interés superior, con lo cual, aparentemente, se cancela la imagen de "menor de la irregularidad".
A pesar del actual discurso de la protección integral en Colombia, las prácticas en instituciones y en el ideario común continúan permeadas por la anterior doctrina de situación irregular, como la persistencia de considerar menores a los niños/as con otras experiencias vitales, atravesadas, principalmente, por el abandono y la pobreza.
A lo largo de la historia del país, las desigualdades sociales y la exclusión han evidenciado una serie de tensiones entre un modelo occidental y europeo de infancia y la realidad cotidiana de niños/as, cuyas condiciones desbordan los límites y la pretensión de generalización de un ideal de vida de infante, considerado por antonomasia como niño/a. El punto de partida de la investigación es la "infancia" como invención moderna, de allí que se explorara la organización de la vida de niños/as abandonados/as, sin familia, y que no asistían a la escuela sino a hospicios o casas de instrucción, beneficencia y corrección.
Dada la complejidad del entramado de relaciones y tensiones que subyacen a este trabajo, inicialmente se focalizó la revisión documental en torno a la transición entre la "Doctrina de la Situación Irregular" y la "Doctrina de Protección Integral", entre 1989 y 2006, en Colombia.
Los primeros hallazgos evidenciaron la necesidad de rastrear las características del menor y las formas de administración de la población infantil irregular para precisar si efectivamente había una ruptura entre el tratamiento al menor y el sujeto del derecho, entre la Doctrina de Situación Irregular y la Doctrina de Protección Integral. Por esta razón, se enfatiza en la exploración de los acontecimientos que precedieron y consolidaron un entramado de control de la irregularidad infantil, y que crearon las condiciones de posibilidad para la emergencia de esta invención.
¿Por qué mirar lo que antecedió a la categoría menor y no lo que está sucediendo ahora después de haberse anulado aparentemente esta figura? En otras palabras, ¿por qué tener presente el pasado? El interés ha sido analizar, desde una perspectiva histórica, las condiciones, las imágenes comunes construidas o inventadas, los mecanismos e instituciones creados alrededor de aquellos "otros" niños de Bogotá -los abandonados-. En otras palabras, tener en cuenta el pasado para comprender el presente de una infancia constituida por el sujeto de derecho y la protección integral, y sus efectos en la vida de niños/as que, por sus condiciones, los ponen en tensión o los trasgreden.
La tesis central de este artículo muestra cómo la categoría explicativa de infante expósito1, que imperó entre los siglos XVIII y XIX, se constituyó en el escenario normativo para la emergencia del menor de la irreguralidad a comienzos del siglo XX, en tanto que ambos fueron concebidos como sujetos abandonados moral y socialmente, potenciales criminales, necesitados de alimento del alma y educación moral y, por tanto, sujetos que debían ser tutelados-controlados, en razón de un germen que podría ir en contra de la sociedad.
Para ello, nos interesa presentar algunos aspectos de la investigación en torno a los efectos de las prácticas de control social-moral, las escrituras de la ley como control penal y las prácticas institucionales en la administración de la vida de niños/as considerados expósitos que, producto de los cuerpos jurídicos de la irregularidad del siglo XX, fueron denominados menores. Es decir, los efectos en las cotidianidades de esta infancia no escolarizada, centradas en los aprendizajes de la doctrina y algunos oficios, para reformar sus costumbres de indigencia y ociosidad que se pensaba "[...] se transmitía[n] como herencia de padre a hijo, eI de convertir en miembros útiles a la sociedad a los que entonces eran individuos engangrenados, o lo serían más tarde"2 (citado en Restrepo, 2007: 269), o como se consideró en el siglo XVIII, como medio para reformar los hábitos de vagancia de una "polilla destructora"3.
Estos elementos son muestra de cómo operan las tecnologías de gobierno que producen un tipo de infante, tecnologías que permiten establecer esta articulación particular entre infancia, expósitos y menores, en razón de una gestión de la población infantil "diferente" que también devendrá "en presente y futuro de una sociedad". Aquí se plantea que las condiciones para la invención y naturalización de esta infancia en Bogotá, se dieron alrededor del discurso de la caridad y de lo punitivo, para tratar el desvío moral y mitigar los vestigios de vagancia de aquellos niños que requerían otras formas de intervención, atención y control.
Resulta importante evidenciar que el control de esta infancia "diferente" denota que a lo largo de la historia de Bogotá, incluso en la actualidad, no se ha contado con las disposiciones estatales y sociales para que todos los niños disfruten de la generalización de las condiciones de una infancia moderna, occidental, como forma de vida. En especial, entre los sectores considerados marginales, pobres o minoritarios. Sin embargo, sí se han expandido las limitaciones, exclusiones, estigmatizaciones y formas de designar "la falta", como sinónimo de carencia y peligrosidad, matizada entre la compasión y la marginalidad.
En esta medida, y dado el volumen de la investigación, el presente artículo solo retomará tres aspectos de la cuestión, en relación con las instituciones encargadas de recluir y recoger de las calles a los expósitos y menores, a partir de dos referentes: la Casa Refugio y la Casa Correccional de Paiba, como expresiones jurídicas de la Doctrina de Situación Irregular, Ley 98 de 1920.
La administración de la población, desde las políticas ilustradas originadas en las reformas borbónicas a finales del siglo XVIII, con las matrículas de vecinos, sus oficios, entradas y salidas, registradas en el libro-oficios, a manera de censos de los habitantes del barrio, fue adquiriendo, a mediados del siglo XIX, dimensiones de sofisticación, a través del seguimiento mensual del estado del personal de la capital y su publicación mensual en periódicos de la época como El Constitucional de Cundinamarca.
Ello implicó que se divulgaran datos por distritos parroquiales sobre los nacimientos, muertes, cantidad de varones, mujeres y, junto con estos, un manejo detallado de los movimientos del personal de las instituciones de beneficencia del Estado, lo que permitía contar con informaciones precisas sobre el número de existencias, muertes y salidas de todos aquellos que no estaban en el ciclo de casamiento, nacimientos, familia y fallecimiento (figura 1).
La presencia de este tipo de población de beneficencia, considerada desde la Colonia: como "Mendigos y desamparados de cualquier edad, clase y condición; mujeres e hijos, los indios e indias pobres que vienen a esta capital sin otro destino que mendigar, pobres; mujeres públicas; niños expósitos y locos" (Iriarte, 1989: 61), fueron objeto de control por una serie de instituciones como la Casa de Expósitos y Recogidas, fundada en 16424 para mitigar los infanticidios de recién nacidos por su abandono en las calles o el hospital San Juan de Dios creado en 1564, en el que se recluían enfermos pobres, huérfanos y locos.
Sin embargo, a finales del siglo XVIII, con la urgencia de la creación del Real Hospicio de la ciudad se denota un cambio en las prácticas de control social sobre esta población. A la caridad con los niños expósitos y menesterosos se junta un interés de principio reformador propio de la caridad ilustrada5, que determinaría el cambio de poderes e instituciones en la administración de los pobres, una amalgama entre el discurso pastoral y la beneficencia del Estado o el reino del supremo gobierno.
El monumento más glorioso y honorifico de la Ciudad de Santafé es la erección del nuevo hospicio de pobres, a que ha contribuido voluntariamente la mayor parte del vecindario. La mejor estatua, el elogio más sobresaliente de su Patriotismo y humanidad es, sin duda, el Templo que le ha eregido a la Virtud en esta casa destinada a la recolección de mendigos. Esos miserables, que en el seno de su propia patria andaban forasteros, y errantes sin asilo alguno; ya podrán vivir tranquilamente disfrutando una comodidad proporcionada á su estado invalido y calamitoso.
Del mismo modo se puede esperar una gran reforma de costumbres pues por este medio se harán vecinos utiles baxo el fingido hábito de pobres eran verdaderos holgazánes, y polillas destructoras de la República (Papel Periódico de Santafé de Bogotá, 1792: 98)6.
Durante el siglo XIX y comienzos del XX aumentaron las compañías y hermandades católicas que incidieron en la creación de instituciones de caridad para la infancia expósita y menesterosa, también favorecidas por el plan de reeducación en el marco del Concordato. Por ejemplo, el asilo-taller de la Asociación Obra del Niño Jesús en Favor de la Infancia Desamparada era administrado en principio por los salesianos hasta 1907, cuando fue asumido por las Hermanas de la Caridad, las mismas responsables de la administración de la correccional de Paiba.
Las casas de Don Bosco producen un bien manifiesto y señalados servicios a los países que les dan hospitalidad. Millares de niños, que habrían quedado vagabundos en las calles y expuestos a ser hez de la sociedad, han sido transformados, por la piadosa solicitud de amor, en útiles y dignos ciudadanos, hombres de bien y mérito. Así es como la obra salesiana concurre evidentemente al bien y a la prosperidad de las Naciones (El Orden, 1890: 340, cursivas mías).
Es necesario tener en cuenta que esta relación entre sujetos considerados mendicantes, expósitos, abandonados sociales y morales, junto con las instituciones, es parte del entramado de la administración de la vida de una población infantil en la que se aplican los dispositivos legales. En conjunto, se establece la filiación a figuras o imágenes de infancia expósita y menesterosa que determinan características de una subjetividad, formas de ser, comportamientos de acuerdo con éstas y las instituciones para recluirlos.
No es propósito del artículo dar cuenta detallada de todas las instituciones que, entre finales de los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, intervinieron en el control de la infancia que nos atañe. A continuación, presentamos algunos elementos de éstas que resultan ser referentes de la administración de una población particular de niños/as, cuyas prácticas dan cuenta de los problemas de ciertas pedagogías morales y, posteriormente, correccionales.
Dichas pedagogías se caracterizaron por el "reordenamiento" de la experiencia de vida bajo prácticas vinculadas con el trabajo infantil, la producción de manufacturas y el aprendizaje de un oficio como medios de provecho moral para la transformación de los vicios, la ociosidad y la vagancia en función de un "encausamiento" para producir un infante útil para la sociedad.
En 1833, la Cámara de Providencia de Bogotá decidió por decreto modificar la razón del Hospicio de Bogotá a Casa Refugio, con el propósito de contar con una casa pública de educación, instrucción y beneficencia. Esto, con el fin de recluir a la infancia expósita y menesterosa, presa de la vagancia e indigencia, así como a desvalidos de ambos sexos de la ciudad que, desde muy temprana edad, andaban vagando por las calles, eran huérfanos o sus familias no tenían medios para educarlos.
De esta manera, la Casa Refugio admitiría un personal organizado en dos grupos, los reclusos7 y los expósitos, cuyas características debían ser como sigue:
1) niños expósitos, o los que siendo huérfanos y menores de doce años se encontraban destituídos del ausilio de persona para que los recoja; 2) los jóvenes menores de catorce años que teniendo padres conocidos, pero indigentes, no pueden recibir de ellos la subsistencia; 3) los niños menores de diez años, hijos de los presos pobres en depósito hasta que sus padres queden en libertad, i de los menores también, de los presos que no siendo pobres, paguen la cuota alimenticia 4) las mujeres menores de quince años, que hayan quedado huérfanas i no tengan pariente, tutor o curador que cuide de ellas 5) los ancianos incapaces de subsistir por sí mismos; 6) toda persona que no teniendo renta o emolumento, esté inutilizado para trabajar 7) toda persona que teniendo conocimientos en alguno de los ramos de instrucción que se enseñen en la casa, quiera colocarlos en ella (Gobernación de la Provincia, 1851: 137, cursivas mías).
A partir de esta Ordenanza, los controles de la vagancia y los riesgos de la miseria, existentes desde la fundación de esta institución a finales del siglo XVII, se fundamentaron en el discurso sobre la necesidad de la educación, la instrucción y la beneficencia para la transformación de hábitos en los reclusos y expósitos.
A partir de los seis o siete años, se impartieron lecciones de religión, de moral, de primeras letras y un oficio en el que manifestaran ser aptos para subsistir, como la zapatería y el tejido (estas orientaciones se mantuvieron a lo largo de las diversas ordenanzas, como la N° 54 de octubre de 1848).
Los niños expósitos eran clasificados según su estado y circunstancia, a partir de la observación que realizaba el médico o profesor del establecimiento, para verificar que no tuviesen ninguna enfermedad contagiosa. Luego, eran registrados en el libro de estado del personal, para dar cuenta en la Casa de las salidas, entradas y muertes de acuerdo con el sexo. En el momento de ingreso de los niños a la institución, se les otorgaba un nombre, se les describían todas las particularidades para el reconocimiento posterior y, en cada partida o muerte, se anotaba el día, la edad y el oficio desempeñado.
A cargo de los reclusos y expósitos estaban el director, un médico cirujano, un capellán preceptor de la escuela de niños, una receptora de expósitos, la preceptora de la escuela de niñas, un síndico tesorero, un mayordomo, una mayordoma, las amas de crianza y los maestros de artes y oficios. Las responsabilidades de cada uno muestran una cotidianidad centrada en los talleres de trabajo, y en guardar el orden y la disciplina, verificando que los reclusos o refugiados -como se les empezó a denominar en 1850- estuvieran bien vestidos, aseados, sanos, y con actitud para trabajar.
Según el reglamento de la institución, la mayordoma debía tener instrucción en todas las ramas indispensables para el buen gobierno doméstico de oficios propios de su sexo, tales como coser, hilar, bordar, cocinar y lavar, así como leer, escribir y contar, con el fin de que las reclusas y las expósitas los aprendieran en cada sesión de taller. Los deberes del médico tenían que ver con realizar visitas diarias para indicar las medidas higiénicas que se debían adoptar para preservar la Casa de los ataques de las enfermedades, hacer los reconocimientos de los reclusos y expósitos a su entrada, prescribir los métodos de asistencia para enfermos y las indicaciones de los suministros de alimentos.
En este reglamento son descritas las rutinas para los infantes expósitos y reclusos varones; al contrario, no había tal detalle para la escuela de niñas, más allá de las ramas referidas al buen gobierno doméstico. Esta ausencia da pie para considerar que tal programación sólo estaba destinada a los niños. Estaba dada de la siguiente manera:
[...] a las seis de la mañana, se levantarían desde esta hora hasta las siete, se ocuparan del arreglo de sus personas, sus vestidos y sus camas, desde esta hora hasta las ocho del aseo del establecimiento, de esta hora a las nueve a tomar el desayuno, de esta hora en adelante de los trabajos de la Casa hasta las doce; desde esta hora hasta la una el almuerzo; desde esta hora hasta las cuatro i treinta de los trabajos de la Casa, hora en que entregarán el trabajo al preceptor, para que las examine i las ponga a disposición del mayordomo [...] a las cinco tomarán la comida i de esta hora en adelante quedan en descanso hasta las siete de la noche, hora en que recibirán del capellán una lección de moral e iglesia, hasta las ocho; descansarán hasta las nueve i media i se recojerán en silencio (Consejo Administrativo Casa de refugio, 1851: 140)8.
El Constitucional del 6 septiembre de 1851 publica otra práctica con esta población infantil: el concertaje con personas honradas y de responsabilidad bajo las condiciones de enseñar a leer, escribir, contar y un oficio o profesión lucrativa; mantener a los niños regularmente vestidos y alimentados (en caso de ser devueltos después de un año de concierto, sin que hayan aprendido lo exigido por la Ordenanza, se le podía exigir al concertante el pago de una suma de satisfacción como compensación del valor del tiempo perdido que no podría ser inferior a quinientos reales anuales); la presentación anual del individuo concertado para examinar el cumplimiento de las condiciones; y, finalmente, la firma de un documento público de escritura para dejar constancia entre el concertante y el director del establecimiento.
Otra forma de administración y control sobre esta infancia se manifestó en el interés por gestionar la vida de los expósitos, por ejemplo, con la solicitud del director de la institución a la Cámara de Providencia de Bogotá, conducente a generar cambios en el sistema de crianza que venía desde la Colonia. Esto con el fin de no entregarlos a las nodrizas, ya que, a su juicio, la experiencia diaria demostraba que los criados en medio de la humedad y el desaseo morían, reduciéndose a menos de la mitad, pero resultaba más grave que los que escapaban eran la mayor parte "monstruosos, imbéciles, enfermizos e inútiles" (El Constitucional, 1847b). Con base en esta solicitud, se generaron ordenanzas de crianza de expósitos9, determinando que el cuidado de los niños estaría a cargo de amas en la misma Casa Refugio, supervigiladas por la mayordoma, para garantizar el alimento acorde con su edad, salud y asistencia.
A propósito del problema de la multitud de mendigos en la ciudad, la Casa Refugio se consagró como receptáculo con un propósito reformador sobre: a) personas desvalidas, que no pudiendo trabajar, estaban expuestas a todos los riesgos de la miseria; b) niños expósitos que aprendieran un oficio para que pudieran valerse por sí mismos; y c) personas reducidas por inutilidad para los demás, y que encontraban entre los oficios que ejecutaban en el establecimiento, el que sabían hacer, asegurando por este medio su subsistencia.
Es decir que la caridad y la beneficencia institucional gestionaron una serie de condiciones para materializar el ordenamiento social y moral de un sistema económico que requería para su expansión, la mutación de aquellos considerados como mendigos, en agentes económicos encauzados hacia el circuito productivo como forma de favorecer su utilidad social.
La Casa Refugio resulta ser un referente muy interesante en la invención de la infancia expósita y menesterosa, ya que, por un lado, inaugura con su origen como hospicio a finales del siglo XVIII la administración de esta población infantil, invisible, y existente como problema social a partir de las reformas borbónicas. Por otro lado, su transición en 1874 de Casa a Hospicio de nuevo es la apertura para la especialización de instituciones en el control de los vagos, mendigos, delincuentes, indigentes y decadentes, pues, para 1875, su nuevo objeto lleva a que se creen otras instituciones como los asilos de hombres, asilos de mujeres, asilos de niños/as de la infancia expósita y menesterosa.
A comienzos del siglo XX, los diarios señalaban la peligrosa situación de la ciudad a causa de la desmoralización de la juventud. En el periódico El Tiempo de septiembre de 1920, el director de la Policía escribía al ministro de gobierno sobre el problema de las madres viudas de la guerra, cuyos hijos huérfanos eran víctimas del desborde moral, la degradación y los vicios. A esta queja se sumaba la ausencia de medios legales y de establecimientos de corrección de menores, pues, en palabras del director, sólo existía uno que era imperfecto e insuficiente, diseñado para menores de doce años. Este establecimiento "imperfecto" era la Casa Correccional de Paiba, creada en 1905, época en la cual se entretejían varios aspectos en relación con la vagancia, la corrección y los infantes menesterosos y delincuentes.
El Decreto creado por el alcalde Tadeo Prieto Solano en 1905 estableció una serie de determinaciones de reclusión sobre los vagos y ociosos; ello implicó la recogida de las calles de aquellos clasificados dentro esta población, entre los que estaban los niños de la infancia expósita y menesterosa. Sin embargo, la criminalización comienza a tener mayor relevancia sobre los discursos de caridad y beneficencia, al constituirse una percepción colectiva sobre el aumento de los rateros, lazarillos y abandonados. Esta persistencia de control social y penal, de entreverar indigencia y menesteroso como disposiciones para la delincuencia, resultó de una especialización de las formas jurídicas sobre lo que se tipificaría como actos delictivos, lo que llevaría a que la Casa de Corrección de Paiba, bajo la administración de las Hermanas de la Caridad, recluyera a los infantes menesterosos considerados como pequeños delincuentes.
A comienzos del siglo XX, las prácticas en la Casa de Paiba dejan ver la emergencia de otras pedagogías que se suman a las morales, ya que ahora se incluye una pedagogía correccional que busca las causas de los actos de delincuencia infantil en el cuerpo del niño, al ser considerados aquellos como manifestación de la degeneración de la inocencia del buen infante.
Este es un elemento interesante, ya que el informe presentado por los médicos Bejarano y Sanmartín, publicado en El Tiempo del 12 de diciembre de 1923, permite evidenciar las transiciones entre el discurso de la caridad pastoral y la beneficencia estatal, y la emergencia de los discursos de la criminalidad, soportados en ciencias como la medicina e instituciones como la Asociación de Pediatría o la Academia de Medicina, que trajeron consigo la invención de categorías como reeducación, enfermedad, patología, anormalidad, degeneración cerebral y moral, sifilíticos, etcétera.
Un primer aspecto que evidencia estas transiciones se expresa en la consideración de estos médicos sobre la necesidad de que establecimientos del carácter de la Casa Correccional no estuvieran bajo la dirección de una comunidad religiosa, ya que los castigos estaban bajo la férula de un maestro que no conocía "la naturaleza enferma de un niño anormal". Por tanto, el sistema correccional era imperfecto, pues no brindaba ningún provecho moral, en la medida en que, sumado a lo anterior, la educación sólo exigía rezar oraciones: "[...] el pequeño delincuente queda en la libertad de practicar el arte de la zapatería y el de las alpargatas, únicas y pequeñas profesiones" (Bejarano y Sanmartín, 1923: página séptima), es decir que, además de la lectura y la escritura, no se contaba con estrategias que encauzaran las voluntades enfermas por un buen sendero.
Un segundo aspecto tenía que ver con la mirada de las Hermanas de la Caridad, quienes contemplaban la vida desde aspectos distintos a los que eran en realidad, asumiendo que los infantes menesterosos delincuentes "son verdaderos criminales a quienes nada salvará de sus inclinaciones, y en este convencimiento se aplican castigos que están reñidos con la naturaleza del niño" (1923: página séptima). Empezaron a cobrar mayor relevancia los discursos sobre la enfermedad de una población, producto de la degeneración cerebral y moral, cuyas anormalidades formarían parte de las patologías individuales, que la simple consideración de reformar y limpiar los vicios de la vagancia y la ociosidad.
Los discursos moralizantes, policivos y de salubridad soportan las nuevas lecturas sobre la anormalidad de una conducta infantil, cuyo proceso de reeducación podría darse a través de centros de corrección, por encima de las lecciones de moral y doctrina, como se venía haciendo desde el siglo XIX. A su vez, se crean las condiciones para una consideración diferenciada sobre los infantes menesterosos y delincuentes como seres abandonados, pero con una herencia determinante en sus comportamientos, es decir que la entrada de elementos biologicistas para explicar la conducta de estos niños crea un tipo de clasificación más particular que complejiza la distinción como mendigo e indigente.
Así, la Casa de Paiba es ejemplo de la gestión sobre una población infantil considerada problema social, cuyos controles debían alejarla de la senda del crimen, y mediar en su naturaleza enferma, causada no sólo por el abandono social, sino, principalmente, por la degeneración moral y cerebral, propia de un ambiente y unas relaciones sociales viciadas. Por ello, la sociología de la criminalidad infantil y la estadística proveían la tipificación de las diversas causas que contribuían al aumento del delito en niños/as:
[...] las estadísticas del movimiento de adolescentes y niños que pasan y han pasado por la cárcel de Paiba, es algo que contrista el alma, y que llama a ser serias meditaciones del porvenir que se les espera a todos aquellos niños a quienes ahoga la miseria, y a quienes se les ofrece el mal ejemplo del hogar, agravado por factores heredo-alcohólicos, específicos (Bejarano y Sanmartín, 1923: página séptima).
En la medida en que se expande la consideración sobre los riesgos sociales de los ahogados en la miseria, crece la consideración sobre la necesidad de la reclusión por los crímenes, y la razón que le imprime el dolo a las acciones de los pequeños delincuentes. En consecuencia, se da un aumento en el número de penados en Paiba: en 1908 estaban recluidos 66 niños, dos años después eran 331. Con la expedición de la Ley 98 de 1920, cuando se emite el concepto jurídico de menor delincuente, se registran cifras mayores; así, en 1920 eran 905, en 1921, 777, y en 1922, 746.
Los médicos Bejarano y Sanmartín describen en su informe las prácticas que se pueden interpretar como intervenciones para el dejar morir sobre aquellos considerados como anormales:
[...] en este edificio se asilan no menos de doscientos cincuenta niños, quienes disponen de tres salones para dormitorios, cuyas condiciones higiénicas podrían ser aceptables si uno de ellos no tuviera la grave circunstancia de que casi en su interior están situados cuatro o cinco excusados que hacen la atmosfera insoportable y que pueden bien tomarse como una de las causas que hacen del personal de Paiba, más frecuentes los casos de fiebre tifoidea (Bejarano y Sanmartín, 1923: página séptima).
La Casa de Corrección de Paiba y el Decreto de 1905 marcaron un tratamiento diferencial de la reclusión de una infancia anómala, siendo la semilla para que más adelante, en 1920, se diera el tratamiento jurídico dirigido exclusivamente al control de menores.
[...] en los márgenes e incluso
a contrapelo de un sistema de
ley, se desarrollan técnicas
de normalización [...].Michel Foucault
El periódico El Tiempo, del 20 de noviembre de 1920, publicó la creación de los Tribunales Infantiles, aprobada por el Congreso de la República, como parte de la Ley 98 de 1920, que fue presentada por el ministro de gobierno Luis Cuervo Márquez, a propósito de la protección de menores, sobre la base de la educación y corrección para la readaptación social. El discurso presentado por el ministro señala que el interés de la Ley es la protección vinculada
[...] al porvenir no solamente moral, sino físico de las nuevas generaciones, porque un niño recargado de trabajo y en malas condiciones higiénicas, no podrá ser un hombre robusto y apto para los trabajos fuertes, ni una niña rodeada de una atmosfera corruptora podrá sustraerse a la corrupción y nunca llegará a ser un elemento sano y apto para formar una familia (Cuervo, 1939 [1920]: 24).
A partir de la Ley 98, se expresó la caracterización jurídica de un sujeto, el menor, que contenía a aquella población infantil en situación irregular. Según su artículo 1, eran
[...] los menores de diez y siete años y mayores de siete años que ejecuten actos definidos por el Código Penal como delitos, o castigados por el Código de Policía como infracciones, quedan sometidos a la jurisdicción de un funcionamiento especial, que se denominará Juez de Menores, y sustraídos a la acción de los sistemas de investigación y de penalidad aplicados a los mayores de edad, en cuanto se opongan a las disposiciones de esta ley (Congreso de la República, Ley 98 de 1920).
Además de infractores penales, eran considerados también como menores, como se señala en el artículo 11, los "menores de diez y siete años que se encontraran en estado de abandono físico o moral, vagancia, prostitución o mendicidad; los que sean hijos de personas que estén en la cárcel o presidio por delito cometido, y que carezcan de medios de educación de subsistencia" (Congreso de la República, Ley 98 de 1920).
Entonces, la emergencia de la infancia de los "menores" recogió en una misma categoría la infancia menesterosa y penal a partir del control social punitivo. En efecto, se trata de la patologización de la pobreza, que buscaba identificar la causa de los actos delictivos y las consecuencias de las atmósferas corruptoras en los comportamientos anormales que afectaban el alma infantil. Así, los menores fueron objeto de consideraciones sobre la enfermedad derivada de su naturaleza, producto del ambiente de miseria que ahondaba su degeneración moral, social y cerebral.
Con la Ley 98 de 1920 se repitió la ley de encierro de la pobreza, y no necesariamente del delito (violando el principio de la legalidad). Si bien es cierto, no especificaba o penalizaba la pobreza, las acciones de contención y reclusión determinaron el encierro de una población que, por su origen y condición social, era proclive a la criminalidad infantil. Ello implicó la conducción de los menores, por decisión de los jueces , a establecimientos de corrección y asilos para la infancia abandonada, administrados por la Iglesia católica, con base en los discursos morales. A manera de ejemplo, la Casa de Corrección de Paiba y el Asilo Obra del Niño Jesús de la Infancia Desamparada, administrados por las Hermanas de la Caridad (figura 2).
La política de gestión de esta población infantil evidencia la persistencia del encierro en instituciones, entre los siglos XVIII y XIX, de los abandonados por su germen de ociosidad, contrario a la política de desarrollo, en pos de la "esperanza" del progreso. Sin embargo, en 1920, se debe destacar que la Ley 98 implementada, en principio, solamente en Bogotá, introdujo otras consideraciones sobre la importancia de las instituciones como las casas de reforma y corrección, para ocuparse ahora del desarrollo anormal y la atrofia del sentido moral de los, ahora denominados, menores.
La atrofia del sentido moral, como lo señalaba el informe de la Cámara de Representantes, hacía de los niños pródigos de perversión y ejemplares notables del crimen, producto del deteriorado ambiente moral. Por ende, los menores fueron objeto de sanciones, como medidas de seguridad para prevenir los riesgos contra el bienestar de la sociedad y la patria. El primer juez de menores, en junio de 1921, en su informe al ministro de gobierno, señalaba:
Es preciso tener en cuenta que todo cuanto por los niños se haga, desde cualquier punto de vista, ya sea desde el higiénico, ya desde el moral, religioso o intelectivo, no cabe duda que redundará en bien positivo para la patria, disminuyendo la criminalidad de los menores, verdadero azote de nuestra sociedad que amenaza destruirla y acabar con ella [...]. No perdamos de vista que la criminalidad, el vicio y la corrupción se han apoderado de la niñez. Los diarios relatan con frecuencia hechos horrorosos [...] todos esos pilluelos que andan por nuestras calles son rateros y ladrones; verdaderos apaches, son el terror de los honrados habitantes de los suburbios de la ciudad (Anzola, 1939 [1921]: 23).
Así, la amenaza de destrucción de la sociedad estuvo matizada por la protección del menor; este discurso se puede interpretar como un mecanismo de protección colectiva frente al potencial de peligrosidad. Se criminalizaba a una población infantil bajo argumentos de vicios y corrupción que comprometían el futuro de la patria, elementos suficientes para caracterizar una serie de degeneraciones que requerían control social-penal.
La Ley 98 de 1920 da cuenta de las invenciones del "otro" en la "taxonomía social" que clasifica, a partir de lógicas de situación de irregularidad, como menores, a infantes considerados como perturbadores y potenciales peligros. Se consolida la transición del discurso caritativo sobre el mendigo e indigente, al discurso penal sobre pilluelos, pequeños delincuentes, rateros y ladrones. Este tratamiento, a la luz de la situación de irregularidad, a través de fomentar el sentido moral en instituciones para anormales, fue el soporte para administrar y controlar a los perversos prematuros, o en peligro de serlo, como sofisticación del control social punitivo sobre la transgresión de los ordenamientos morales y la infracción de la ley.
Así, el aprendizaje de un oficio manual y la educación religiosa y moral para el desarrollo del sentido moral, fueron las medidas para la "readaptación social" que permitiera a esta infancia anormal ser útil a la sociedad. En efecto, a comienzos del siglo XX, la emergencia del menor, el juez de menores y el médico de menores, se consideraron como una suerte de ventajas de la especialización, producto del contacto con la infancia menesterosa y delincuente. La judicatura fue vista como muestra de la garantía de la reeducación, toda vez que, en palabras del juez José Antonio León (1939), lograba amaestrarse -el juez- con base en la psicología aplicada, la psiquiatría infantil y en la educación de niños anormales, para ser un clínico del delito infantil.
Sin embargo, en 1920, dicha reeducación congregó las prácticas del juez, del médico, del capellán o de las Hermanas de la Caridad, encargados de las instituciones, con el fin de encauzar a una infancia particular hacía la normalidad.
Los expósitos, transgresores de los órdenes de infancia escolar y familiar, fueron considerados potencialmente anómalos, potencialmente criminales, una suerte de mezcla entre inocencia y perversidad. Hijos del vicio, de la sombra, de amores prohibidos o de la pobreza, fueron objeto de la reclusión en instituciones en Bogotá como el Hospicio o la Casa Refugio, la Quinta Camargo o el Asilo de la Infancia Desamparada.
Eran vistos como una clase de niños, vagos, mendigos y ociosos que, de no ser recluidos y corregidos a partir del edificio pedagógico de la moral, la religión y el trabajo, podrían llegar a ser hez de la sociedad, polillas destructoras, juventud desvalida, conducidos por la vagancia y la indigencia a la prostitución y todos los vicios. Por ello, alrededor de esta población infantil se constituyeron una serie de prácticas de corrección o reformas de costumbres de los vicios heredados por su origen y condición social.
Estos botones de ciudadanos del futuro -como lo señala el Periódico Ilustrado de octubre de 1884- requerían las medidas necesarias de control que les determinaron un ordenamiento de la existencia, de su estar y hacer con el fin de hacerlos vecinos útiles.
Así, los aprendizajes de un oficio fueron sinónimo de instruirse para el trabajo, aprender a ser un sujeto económico que al estar vinculado con el circuito de la producción, se despojaba de la vagancia del lisonjero. En virtud de esto, la educación involucró estrategias moralizantes como la reclusión y el concertaje mediante escritura pública de los expósitos. Aprendizajes de subsistencia a través de pedagogías correccionales que llevaron a que pagaran a la Casa Refugio su manutención a través de las manufacturas elaboradas. Entre tanto, los infantes de la escuela y la familia, circularon bajo otras prácticas institucionales y otras pedagogías, propias de los modelos rousseaunianos. Sin embargo, tenían en común la administración y organización de la vida en rutinas institucionales de aquellos que devendrían en promesas de futuro, de un mejor mañana, de una esperanza de progreso.
A comienzos del siglo XX, las persistencias en la Casa de Reforma y Corrección de Paiba mantenían la organización de los tiempos y la experiencia cotidiana con el ánimo de la reforma y la corrección, a través de métodos que derivaran en el desarrollo del sentido moral; en palabras del juez de menores José Antonio León Rey, de penetrar el alma infantil y de aplicar remedios saludables que apartaran a estos menores de la senda del crimen, la inmoralidad y los vicios. Así, junto con las prácticas de las Hermanas de la Caridad, se especializaron las estadísticas juiciosas de ingresos y reincidencias de menores, y las disciplinas como la sociología de la criminalidad infantil y la psicología del menor. Entre el discurso médico y el religioso, se buscó orientar una reeducación para corregir y transformar a una infancia considerada como peligro social al no ser curada de su anormalidad.
Como hemos visto, estos abandonados sociales y morales, que pululaban en la ciudad de Bogotá, empezaron, a comienzos de siglo XX, a denominarse menores bajo el arbitrio de la Ley 98 de 1920, primera Ley pensada para una población infantil que consagró bajo esa figura a todos aquellos niños cuyas conductas eran consideradas infractoras. Estaban incluidos en esta condición: los que violaban las leyes, los que violaban los órdenes morales y sociales al estar en abandono físico o moral, vagancia, prostitución, mendicidad, es decir, los que eran hijos de nadie o de presos o de pobres que carecían de medios de educación o subsistencia.
En el contexto actual del enfoque de derechos promulgados por la Convención de Derechos del Niño (CIN), y en un país de tantas tradiciones jurídicas, resulta interesante problematizar sobre las persistencias de la situación de irregularidad del menor en las prácticas de instituciones, funcionarios y programas del Estado que son rectores, coordinadores y articuladores del Sistema Nacional de Bienestar Familiar.
Por tanto, la aparente divisoria de aguas entre ser menor y ser sujeto de derecho abre posibilidades de investigación sobre las transiciones y traslapos en las intervenciones tutelares sobre aquellos que, a partir del 2006, por los nuevos cuerpos jurídicos, se les denominó vulnerados, víctimas de delitos y adolescentes con responsabilidad penal.
1 Los documentos sobre el estado de la población de la capital, el Reglamento de la Casa Refugio o las ordenanzas de crianza de expósitos, como la N° 1 de 1847, denotan el uso del término expósito para referirse a aquellos niños abandonados o huérfanos menores de doce años que se encontraban destituidos del auxilio de alguna persona, tutor o cuidador.
2 "Secretaría del Interior y Relaciones Exteriores. Exposición del Secretario de Estado en el Despacho del Interior i Relaciones Exteriores del Gobierno de la Nueva Granada al Gobierno Constitucional del año de 1834".
3 A finales del siglo XVIII, el periódico Papel Periódico de Santafé de Bogotá, que contaba con licencia del superior gobierno del virreinato, difundió a lo largo de varios números todo un marco de lo gubernativo con una serie de publicaciones sobre el discurso de la población. En particular, en el N° 50 señalaba la importancia del Hospicio para recoger de las calles y reformar a los vagos y mendigos, polillas destructoras, que requerían convertirse en vecinos útiles.
4 Ubicada al lado de la Catedral, luego se trasladó a la Plaza de San Victorino, carrera 12 entre calles 13 y 14.
5 La caridad ilustrada forma parte de las políticas surgidas de las reformas borbónicas, las cuales generaron una serie de tensiones entre los poderes eclesiásticos y del "Reyno". Una de las principales consecuencias fue la expulsión de los jesuitas de los territorios de la Corona española y la confiscación de todos sus bienes, a través del mandato de Carlos III en 1767. La Orden retornaría definitivamente al país a mediados del siglo XIX.
6 Este documento histórico es de uma importancia dado que por contar con la licencia del Superior Gobierno del Virreinato se constituía en el canal oficial de divulgación de las cédulas reales y todas las acciones administrativas, pues se distribuía en diferentes regiones del "Reyno".
7 Nótese en la Ordenanza 119 la descripción de la población de la Casa Refugio, dado que aquellos mayores de doce años eran denominados reclusos, y presentados así en los informes que se publicaban en los periódicos de la época sobre el estado del personal del establecimiento público.
8 "Reglamento de la Casa Refugio, Instrucción i beneficiencia de Bogotá, acordado por el consejo administrativo de la misma casa y aprobado por la cámara de la Provincia".
9 Las ordenanzas de crianza de expósitos fueron la N° 1 de 1847, que se derogó por falta de recursos para pagar a las amas, y la N° 54 de 1848, que ratificó la primera.
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Constanza Pérez Martelo**
Aliex Trujillo García***
Jorge Mejía Quiroga****
Fernando Guerra Avellaneda*****
Ruth Muñoz Sanabria******
* Este artículo surge de un proceso de construcción colectiva de conocimiento dentro de la investigación "La gestión de conocimiento en grupos de investigación de la Universidad Central", financiada por la Universidad Central (Bogotá, Colombia) para ser ejecutada por el grupo Complexus. El equipo del proyecto está conformado por los autores de este artículo y el profesor Julio Mario Rodríguez.
** Ingeniera Industrial, Magíster en Ingeniería Industrial, estudiante de Doctorado en Ingeniería y Sociología Industrial. Docente e investigadora del grupo Complexus, Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Ingeniero Mecánico, Magíster en Desarrollo Educativo y Social, estudiante de Doctorado Interinstitucional en Educación. Docente e investigador del grupo Complexus, Departamento de Ingeniería Mecánica, Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
**** Ingeniero Industrial, Magíster en Administración e Ingeniería Industrial, estudiante de Doctorado en Ingeniería. Docente e investigador del grupo Complexus, Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
***** Ingeniero de Sistemas, Especialista en Matemáticas Aplicadas. Docente e investigador del grupo Complexus, Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
****** Ingeniera Industrial, estudiante de Estudios Literarios. Investigadora del grupo Complexus, Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
En este trabajo abordamos la pregunta "¿cuáles son las dinámicas y frutos de la construcción colectiva de conocimiento?" a través de una observación participante en un ejercicio de construcción colaborativa de una ponencia dirigida al Congreso Latino-Iberoamericano de Gestión Tecnológica, Altec 2011, y del estudio de sus veinticinco versiones. Los resultados aportan elementos para estudiar las dinámicas de los grupos de investigación desde los procesos, considerando productos de segundo orden.
Palabras clave: trabajo colaborativo, conocimiento, práctica, redes, observación participante, metared.
Neste trabalho abordamos a seguinte questão: "Quais são as dinâmicas e os benefícios da construção coletiva do conhecimento?", através da observação participante feita num exercício de construção colaborativa de um documento endereçado ao Congresso Latino Ibero Americano de Gestão Tecnológica, Altec 2011, e do estudo de suas vinte e cinco versões. Os resultados fornecem elementos para analisar a dinâmica dos grupos de pesquisa a partir dos processos, considerando produtos de segunda ordem.
Palavras-chave: trabalho colaborativo, conhecimento, prática, redes, observação participante, meta-rede.
In this paper we address the question "What are the dynamics and benefits of the collective construction of knowl-edge?" through participant observation regarding the collaborative construction of a paper for the Latin Ibero American Congress of Technology Management, Altec 2011, and through the analysis of its twenty-five versions. The results provide elements for the study of research groups' dynamics from the point of production procedures, considering second-order products.
Key words: collaborative work, knowledge, practice, networks, participant observation, meta-network.
We have a habit in writing articles
published in scientific journals to
make the work as finished as possible,
to cover all the tracks, to not worry
about the blind alleys or to describe
how you had the wrong idea first,
and so on. So there isn't any place to
publish, in a dignified manner, what
you actually did in order to get to do
the work, although, there has been in
these days, some interest in this kind
of thing.Richard Feynman
Los estudios sociales de la ciencia han resaltado el carácter construido de las producciones científicas (Latour y Woolgar, 1996; Vinck, 2007), que se vuelve invisible cuando se consideran enfoques centrados en los productos "acabados" y no en los procesos (Guzmán, 2010). Villaveces et ál. ofrecen una perspectiva en la cual diferencian entre los productos de la investigación que son "los resultados tangibles, verificables y puestos en circulación", y sus efectos o "resultados cuyo ámbito trasciende al del grupo de referencia". Para esos autores, "un elemento importante en la determinación de un efecto es la existencia de un cambio, de una transformación cualitativa o estructural en la sociedad o en un grupo social amplio" (2005: 127-128). Asumiendo una visión a partir de procesos, y considerando los efectos de la producción científica en sentido amplio (incluyendo los efectos de esa producción sobre quien la genera), en este artículo indagamos en torno a ¿cuáles son las dinámicas y frutos de la construcción colectiva de conocimiento? Para ello, abrimos la "caja negra" del texto científico, a partir del acercamiento a la práctica1 de la escritura colaborativa, mediante el estudio de un ejercicio de producción de una ponencia destinada al Congreso Latino-Iberoamericano de Gestión Tecnológica, ALTEC 2011 (Mejía et ál., 2011).
Este artículo se encuentra organizado en cuatro partes. Luego de la introducción, en la segunda sección presentamos el enfoque metodológico y los elementos conceptuales utilizados en el análisis. En la tercera parte mostramos los momentos y aspectos identificados en el proceso de construcción colectiva estudiado, y en la cuarta, discutimos los resultados.
El estudio de la experiencia de construcción de la ponencia lo realizamos mediante la observación participante (Guber, 2001) durante cuatro meses de trabajo como sus autores. El trabajo colaborativo tiene su máxima expresión cuando todos los participantes escriben todo el texto todo el tiempo (Trujillo, 2011). En el caso que estudiamos aquí, se presentaron momentos de trabajo sincrónico en reuniones con al menos dos de los cuatro autores cada vez, y otros espacios en los cuales algunas producciones asincrónicas se aportaron para la discusión. Las observaciones fueron contrastadas con cada una de las veinticinco versiones del texto de la ponencia, realizando un análisis asistido por software (Molette y Landre, 2010). Dicho análisis consistió en identificar las relaciones más frecuentes entre los conceptos, a partir de la proximidad de las palabras dentro del documento, así como las estructuras de las redes que describen las conexiones entre éstos (Borgatti, 2002; Borgatti et ál., 2002). Estas redes las denominamos de aquí en adelante redes conceptuales. Encontramos a partir de ese ejercicio, trece redes conceptuales diferentes, y cada una de éstas asociada con un momento de la construcción del documento. Ésas fueron las consideradas en el análisis.
Los cambios en el documento y la observación-participación de las situaciones en las cuales surgen esas modificaciones nos permiten dar cuenta de las negociaciones que llevamos a cabo como autores de la ponencia y las inscripciones (Latour y Woolgar, 1996) que realizamos en el texto. El estudio de la experiencia de construcción colectiva de conocimiento busca dar cuenta de los frutos que se presentan en el ámbito de trabajo colaborativo, la escritura de la ponencia.
Hay toda una discusión filosófica sobre la metáfora de los frutos: la ontología, la pragmática, el constructivismo, el evolucionismo, lo escatológico, lo teleológico buscan respuestas al fruto. Para nosotros tiene un sentido más bien poético: mirar otros espacios donde también se construye un fruto, en el lenguaje, en el discurso escrito, en las formas en que la ponencia va tomando su forma final. La metáfora es situada en la existencia social, cuando y donde ocurre ésta, en los espacios de escritura colectiva en "tiempo real" y en la presentación oral de la ponencia como evento de cierre parcial del proyecto, en tanto producto, como es concebido, por ejemplo, por ScienTi2.
Cuando se tiene una semilla se piensa como un futuro fruto. La semilla es el fruto en potencia, que sólo espera para su realización una actualización de esa potencia. Para que esta realización sea posible, son necesarios ciertos cuidados. Los cuidados de la semilla para que se realice como un fruto; es la energía que se transforma en el fruto esperado. Dice Lévy respecto a la semilla:
El problema de la semilla, por ejemplo, consiste en hacer crecer el árbol (por lo tanto, el fruto). La semilla "es" el problema, pero no sólo eso, lo cual no significa que "conozca" la forma exacta del árbol que, finalmente, extenderá su follaje por encima de ella. Teniendo en cuenta los límites que le impone su naturaleza, deberá inventarlo, coproducirlo en las circunstancia de cada momento (Lévy, 1999: 18).
Esperar un fruto es parte de los deseos en la condición humana. Cuando esperar es activo, es porque se realizan una serie de acciones en ese cuidado para salvaguardar la posibilidad del fruto. El trabajo colaborativo entra dentro de estas acciones cuando un grupo le hace costosas apuestas a la construcción de su identidad. La identidad, más que fruto de un grupo de investigación, es una construcción que deja algunas marcas entre las versiones de la ponencia estudiada, estas marcas son de interés para la construcción de una identidad en un grupo de investigación. La identidad es, entre otras consideraciones, la diferencia entre el producto y el proceso; más que considerarla un producto, podemos atribuirle una cualidad propia, en este sentido la identidad es el árbol, el lugar necesario para que se encuentren la semilla y el fruto. Es cierto que la semilla y el fruto también se encuentran cuando el fruto proporciona su propia semilla, pero la identidad construida en el trabajo colectivo se puede ver en las variaciones de las valoraciones afectivas del juicio y en estéticas positivas que en las versiones los autores hacen como grupo. Bajo el supuesto de que una maximización de las valoraciones propias positivas es una evidencia de la construcción de identidad, y que la identidad es un árbol, una mediación necesaria entre la semilla y el fruto. Si la semilla es el conocimiento que el grupo tiene de sí mismo, si el árbol es la identidad, entonces, ¿qué pasa con el fruto? ¿Qué es el fruto? Cuando el fruto está incompleto es porque la identidad ha sido poco favorecida.
En el estudio de las transformaciones de la ponencia, utilizamos la noción de traducción3 del enfoque del actor-red (Callon, 1986, 1991) y consideramos varios atributos de la práctica: los procesos (producción, identificación, captura, cambio de formato, validación, contextualización, transferencia, cierre/apertura), el dominio de conocimiento, el grado de formalidad, las variables de desempeño organizacional que afectan la práctica (Hull, 1999), así como los objetos intermediadores4 (Callon, 1991; Vinck, 1999, 2009, 2011).
El resumen de la ponencia fue elaborado por dos de los autores, introduciendo una noción que uno de los investigadores ha estado trabajando a partir de un curso internacional en el que participó en la Universidad Carnegie Mellon en los Estados Unidos: la noción de metared. Ese autor presenta la ponencia colectiva como una oportunidad para incorporar los nuevos enfoques al grupo de investigación. El texto del resumen se convierte en el centro de una red de trabajo, y articula la construcción colectiva, transformándose en el proceso. Una vez el resumen es aprobado por el Congreso, se convierte en un punto de pasaje obligado (Callon, 1986) para los actores de la red, es decir, los participantes en el proceso de escritura colectiva deben hacer aportes que no presenten divergencias con los aspectos comprometidos en ese texto. La noción de metared, al estar presente en el título de la ponencia, es también un punto alrededor del cual deben construir los coautores. La primera versión de la ponencia es una ampliación del resumen sumada a unos títulos de temas que enrolan a los investigadores a la red de escritura.
Durante el proceso de construcción se presenta una transformación de los conceptos a partir de la puesta en común de las diferentes visiones de los autores. El ejercicio se va orientando hacia la búsqueda de intersecciones entre los enfoques. Las distintas versiones dejan rastros de ello. En la figura 1 se presentan las estructuras de relaciones más frecuentes entre conceptos en las primeras versiones. En la medida en que el trabajo avanza, se realizan más conexiones entre las nociones. El concepto de metared, que es central en el título de la ponencia y en el resumen aprobado por los pares, no aparece relacionado con otros elementos en las primeras etapas. La pareja de conceptos conocimiento-gestión se empieza a resaltar en el texto, es decir, es un invariante a partir de la red conceptual que se observa en la gráfica 4 de la figura 1.
En un punto de avance del trabajo, uno de los autores llama la atención: "[...] el documento no está siendo fiel al título y al resumen aprobado, es necesario involucrar el concepto de metared". En los textos esa noción aparecía en un apartado independiente, sin relación con otros elementos de la configuración. Tal como se observa en la figura 2, metared se empieza a conectar con los otros elementos a través de la noción de red. Esta última había sido trabajada por el grupo desde distintos enfoques. Se involucra en esta etapa también el enfoque de "valoración de actitud" por parte de uno de los autores.
A partir de las discusiones, el enfoque de metared es incorporado al ejercicio y se transforma en el proceso. La metared es asimilada a una "red de redes" que da cabida a varios enfoques del grupo (redes de valoración, redes de proximidad cognitiva, redes sociotécnicas, redes de prácticas) y se incorpora a las configuraciones de las redes conceptuales del documento, alejándose de las categorías predefinidas que trabaja el enfoque original de metared. La utilización de las definiciones, el grado en que se transforman las visiones originales en aras de la integración, es negociada por el grupo. Es así como se construyen enlaces entre los enfoques. En la figura 3 puede observarse cómo el concepto red se ha enriquecido con nuevos vínculos en las versiones del texto.
El concepto metared, entendido como red de redes, toma el rol de noción frontera en el ejercicio, en la medida en que es "adaptable a distintos puntos de vista, y es suficientemente robusto para mantener la identidad a través de ellos" (Star y Griesemer, 1989: 387). Dicha noción de frontera la hemos utilizado en este artículo para tratar los conceptos que transformamos, para conectar los distintos enfoques que manejamos y que han posibilitado la colaboración.
En la etapa que describimos coexisten dos estilos de escritura en los textos de la ponencia: la voz pasiva y la primera persona en plural. Este punto es discutido por los autores, y uno de ellos hace alusión a otra experiencia de escritura colectiva:
[...] en el artículo que escribí con [...] él me decía: "escribamos nosotros, porque somos quienes estamos haciendo el trabajo y eso debe quedar explícito en el texto" .
Finalmente los investigadores acordamos un estilo en primera persona en plural, en el cual el "nosotros" da cuenta del trabajo colectivo en el texto del documento. En esta etapa los autores nos permitimos dejar crecer el texto sin pensar aún en las restricciones de espacio, y ello enriqueció las distintas perspectivas tratadas.
En la etapa final de escritura, la negociación se presenta dando énfasis a dos puntos: revisión de la coherencia entre el cuerpo del documento, el título y el resumen, y la necesidad de no superar dieciséis páginas, pauta que establece el Congreso dentro los parámetros de los artículos. En este proceso, algunos frutos no se incluyen en la ponencia por las decisiones que tomamos frente a las características que debía tener el texto final.
Son frutos que retomamos en otros ejercicios y espacios del grupo de investigación. Las redes conceptuales mostradas en la figura 4 dan cuenta de las relaciones más fuertes entre los conceptos de las últimas versiones. Al contrastar esos elementos con los registros de las sesiones en las cuales se construyeron esos textos, se observa que algunas nociones no se reflejan como fuertemente relacionadas con otras dentro de la ponencia, pero sí fueron objeto de discusión e intercambio. Se trata de frutos que no se evidencian en el producto tangible del documento de la ponencia.
Un elemento distintivo de las redes conceptuales en esta etapa es la aparición de la palabra resultado. La escritura en esta fase final busca dar cierre al texto y persuadir al lector del logro de los objetivos comprometidos en el resumen.
En el caso estudiado, se identifican varios procesos de construcción colectiva de conocimiento. Se presenta una producción de un nuevo conocimiento, recontextualizando una noción a la cual se accede a través de uno de los miembros del grupo de investigación que asiste a un curso internacional, para luego transferir los enfoques al grupo a través de presentaciones y remisión de artículos de soporte. Los nuevos enfoques tienen un proceso de validación interna entre los investigadores, y se transforman para dar origen a nociones flexibles en definición, para ser un puente entre las distintas perspectivas y permitir la colaboración. La internalización de ese conocimiento se realiza mediante la traducción a partir de nociones previamente trabajadas por el grupo. La aprobación de la ponencia por parte del Congreso internacional es un ámbito de validación externo del resultado de este ejercicio, y su presentación oral genera nuevas indagaciones alrededor del documento.
Los resultados nos muestran que la ponencia es sólo uno de los "frutos" del ejercicio colectivo. Identificamos productos de "segundo orden"5 del trabajo grupal colectivo, asociados con la práctica de la escritura colaborativa. Algunos de éstos son la transformación de los conceptos y enfoques para construir conexiones que posibilitan la colaboración o el enriquecimiento de estas perspectivas. Esto sugiere que no es necesario un consenso6 a priori para el trabajo colaborativo, pero sí la construcción de nociones frontera que hagan las veces de "puentes" entre miradas diversas (a veces contradictorias). Los acuerdos sobre el manejo de los conceptos se realizan mediante su maleabilidad y adaptación al enfoque de análisis.
Profundizando en ese punto, el proceso de decisión que llevamos a cabo durante la escritura de la ponencia posee elementos propios del consenso tales como ser participativo, igualitario, colaborativo; reconociendo que había ocurrido un aprendizaje a partir de las intervenciones y experiencias de los demás autores, escuchando a cada uno lo que tenía por decir. En algunas situaciones, los autores cambiamos de opinión ante los argumentos dados por otros (ya sea porque hubo persuasión o renuncia a preferencias particulares en aras de la culminación del ejercicio), favoreciendo en tales situaciones concretas que se dieran acuerdos. Sin embargo, durante la realización del documento, recurrimos a concesiones. Cuando surgieron los conflictos, aunque inicialmente hubo una invitación a discutir y a disentir generando debate, se terminó en polarización, derivando en una resolución por votación (suprimiendo las perspectivas que disentían), o por alguna moción. Esto último nos dice que hubo colaboración pero no consenso.
Otro producto de "segundo orden" es la articulación de estrategias de exploración de conocimiento externo al grupo de investigación con la explotación de enfoques ya trabajados7. En el proceso de escritura colaborativa, los enfoques son puestos a prueba y transformados de manera que se construye un conocimiento colectivo. La práctica se constituye además en un mecanismo de externalización de conocimiento tácito8 (Nonaka y Toyama, 2003) y su inscripción en un objeto que se convierte en intermediador de conocimiento. Si bien la práctica de escritura colaborativa puede desafar las variables de desempeño organizacional del grupo de investigación por el tiempo requerido para llevarla a cabo, los productos de "segundo orden" que se generan pueden potenciar sus actividades. Estos resultados aportan en las miradas al quehacer del grupo de investigación que han buscado ir más allá de los frutos tangibles de su actividad.
El dominio de conocimiento definido por la práctica de escritura colaborativa es la capacidad para generar puentes e identificar nociones frontera, así como acercarse al trabajo del otro. La práctica se formaliza dentro del grupo de investigación, asignándole espacios coordinados para actividades sincrónicas entre los participantes y el establecimiento de acuerdos para algunas tareas asincrónicas cuyos resultados son puestos en común.
Callon (1991) y Vinck (2007) han mostrado cómo los textos articulan una red de elementos heterogéneos (por ejemplo: autores que se citan, enfoques, experiencias que se muestran). En el caso estudiado, son varios los puntos que son integrados en los documentos. La ponencia es un punto de una red que inicia con una estrategia de exploración de nuevas fuentes de conocimiento (March, 1991), incorporando el enfoque de metared al trabajo del grupo de investigación, y su integración requiere negociaciones y transformaciones. La proximidad cognitiva (Knoben y Oerlemans, 2006), o similitud en las visiones de los autores de la ponencia, es modificada en el proceso a partir de la reconstrucción de la noción de metared. Las divergencias y contradicciones presentes entre los enfoques son tratadas a través de la construcción de conceptos "frontera" con suficiente flexibilidad para permitir la colaboración. La proximidad cognitiva puede estar mediada por nociones que tengan sentido para todos los actores participantes. Otro elemento que se despliega en el texto es la negociación de estilos de escritura. Esto permite revelar a los autores integrantes del grupo de investigación, las formas de trabajo y llegar a acuerdos sobre un estilo. Las nociones construidas colectivamente son un punto de una red de explotación de los diversos enfoques que traemos al ejercicio los investigadores. Se encuentra que los conceptos y enfoques son transformados para construir puentes entre éstos, y se articulan las estrategias de exploración y explotación de conocimiento (March, 1991).
Respecto a nuestro estilo de escritura, el grupo ha fortalecido la construcción de un diálogo propio como lugar de enunciación. La posibilidad de un "estilo de escritura" grupal es una de las materializaciones del encuentro de las voces, lo cual dispone todo un evento de comunicación que alimenta y es alimentado en distintas direcciones: escuchar al otro, ser escuchado, enunciar las ideas propias y relacionarlas con las ideas del otro en enunciados que vamos construyendo para escribir, para decir, para nutrir un entramado discursivo que es el texto. Este último, entonces, está hecho del ejercicio de "pensar conjuntamente"; elaborar pensamientos acompañados por el otro, por lo que el otro dice y por lo que se acuerda conjuntamente como resultado. La sesión procura el encuentro de los aportes y la construcción individual del análisis, y la observación de lo hablado sigue su camino en cada uno de nosotros, esto enriquece el lugar de la voz de cada miembro y de la voz conjunta, por lo que se obtienen frutos que trascienden en la construcción y el reconocimiento de un espacio común.
Identificamos varios procesos y aprendizajes que dan cuenta de la producción colectiva. La presencia de una instancia externa (el Congreso) promueve la construcción de puentes para articular los desarrollos alrededor del resumen comprometido en la propuesta. Ello permite identificar la experiencia de escritura colaborativa con presencia de pares externos como un espacio propicio para la construcción colectiva. Un fruto es observarse a sí mismo como grupo teniendo mecanismos de validación externos. Ello revela una trayectoria de las visiones que alimenta nuevas construcciones colectivas del grupo de investigación.
Este trabajo muestra un proceso de incorporación de nociones de ámbitos externos a los temas tratados por el colectivo. Ello aporta elementos a la discusión sobre las estrategias de exploración y explotación en las organizaciones. Para el caso particular de un grupo de investigación, el contacto con entornos diversos permite explorar nuevas visiones que enriquecen sus áreas, y el trabajo colaborativo alrededor de éstas permite traducirlas, transformarlas e internalizarlas como parte de los procesos de gestión de conocimiento del grupo.
El enfoque usado en este artículo contribuye a encontrar etapas de un ejercicio de colaboración a partir del seguimiento del rastro de los objetos intermediadores que se construyen por los participantes. En este caso particular, los momentos de construcción de la ponencia muestran fases en las cuales se aportan diversidad de elementos a la discusión, sin buscar a priori su compatibilidad, para luego, en etapas posteriores, trabajar por la articulación. Ello aporta a comprender las dinámicas de producción de los grupos de investigación que combinan fases orientadas a resultados concretos con otras de exploración de enfoques y contradicciones.
Este estudio muestra una dimensión del trabajo colaborativo en los grupos de investigación que frecuentemente se pasa por alto: el proceso de construcción colectiva y los frutos que se derivan de ello. Para los participantes de ese tipo de entornos, observar cómo se construyen las nociones y cómo se trata con los conflictos y divergencias permite hacer explícitas las distintas perspectivas para enriquecerlas y articularlas, más allá del fruto concreto de la actividad. Son esos "otros frutos" los que dan continuidad a las prácticas de colaboración en aras de la consolidación de los grupos de investigación. En ese sentido, miradas como las que presentamos en este trabajo proporcionan a dichos grupos elementos sobre lo que produce en su organización aquello que están generando como colectivo, aportando a la discusión sobre los resultados que se observan en el quehacer científico.
1 Tomamos la noción de práctica de Nicolini como "el horizonte dentro del cual todas las acciones discursivas y materiales se hacen posibles y adquieren significado; esas prácticas son inherentemente contingentes, materialmente mediadas y no pueden ser entendidas sin hacer referencia a un lugar, tiempo y contexto histórico concretos" (2009: 1394).
2 Es la plataforma para registrar la información de los grupos de investigación colombianos.
3 Callon (1986, 1991) define la traducción como un proceso de conectar elementos heterogéneos mediante un conjunto de acciones de definición de actores y la identidad que tendrán en una red (problematización), así como su involucramiento y la definición de sus roles (enrolamiento).
4 Callon define los intermediarios como "cualquier cosa pasando entre actores que define la relación entre ellos" (1991: 134). Vinck (1999) resalta su rol mediador en actividades de coordinación.
5 Los productos que llamamos aquí de segundo orden combinan la orientación de "efecto" que manejan Villaveces et ál. (2005), con la perspectiva de la cibernética de segundo orden de observar el observador que somos (Bermeo, 2010). Los productos de segundo orden son para nosotros resultados que generan una transformación del observador que somos como grupo de investigación y se asocian con nuestros aprendizajes.
6 El consenso se refiere tanto a la decisión como al proceso para llegar a tal decisión. Para comprender la afirmación, el hecho de recurrir a votación entre los autores incluso en la situación en que hay unanimidad, revela que no se da consenso. La unanimidad puede ser el resultado de consensuar, pero la unanimidad no es consensuar pues esta acción requiere deliberación para alcanzar acuerdos en beneficio del grupo.
7 Ver el trabajo de March (1991) sobre las estrategias de exploración y explotación en la adaptación, aprendizaje e innovación en las organizaciones. La explotación profundiza en conocimientos y áreas ya trabajadas por la organización, mientras la exploración busca nuevas posibilidades de intervención.
8 En su trabajo, Nonaka y Toyama (2003) diferencian entre un conocimiento tácito, que es difícil de codificar e involucra modelos mentales y creencias, y un conocimiento explícito, que es formal y sistemático, razón por la cual, puede ser fácilmente comunicado y compartido. Al proceso de transformar un conocimiento tácito en explícito estos autores lo denominan externalización.
Revista Nómadas
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