Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Francisco Ortiz Gómez**
** Antropólogo, Doctor de Tercer Ciclo en Etnología, Universidad de París, Sorbona. Miembro fundador de la Fundación Etnollano, Bogotá (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El artículo repasa los diferentes momentos en la historia de los curripaco y nheengatú, y su relación con el Estado y sus agentes religiosos, civiles y militares, para entender desde una perspectiva cultural e histórica, el sentido de su participación como pueblos a partir de la Constitución de 1991. En el proceso de traducción de algunos artículos de la carta política, se comprobó que las prácticas históricas socioeconómicas e ideológicas se amalgaman para conformar el actual sincretismo entre tradición cultural indígena, las vivencias de siglos de relaciones de dependencia y las nuevas formas de religiosidad.
Palabras clave: constitución, curripaco, lengua oficial, sincretismo cultural, Río Negro (Guainía).
O artigo repassa os diferentes momentos na história dos curripaco e nheengatú, e sua relação com o Estado e seus agentes religiosos, civis e militares, para entender desde uma perspectiva cultural e histórica, o sentido de sua participação como povos a partir da Constituição de 1991. No processo de tradução de alguns artigos da carta política, se comprovou que as práticas históricas socioeconômicas e ideológicas amalgamamse para conformar o atual sincretismo entre tradição cultural indígena, as vivências de séculos de relações de dependência e as novas formas de religiosidade.
Palavras chave: constituição, curripaco, língua oficial, sincretismo cultural, Río Negro (Guainía).
A review of the stages in the history of Curripaco and Nheengatú peoples and their relationship with the state and its religious, civil and military representatives is made here to understand from a cultural and historical perspective their role as peoples since the Colombian Constitution of 1991. During the translation process of some Articles it was established that the socio-economical and ideological practices are amalgamated to conform the current syncretism between indigenous cultural tradition, the experiences of centuries of dependant relationships and the new forms of religiosity.
Key words: constitution, curripaco, official language, cultural syncretism, Río Negro (Guainía).
La traducción de apartes de la Constitución colombiana a la lengua curripaco-aja se desarrolló por parte de un equipo de líderes y profesores de la organización Asociación de Autoridades Indígenas Aikurigua, responsables del proceso organizativo de las comunidades Curripaco y Nheengatú del río Guainía, y del programa de Escuelas Comunitarias. El proyecto contó con la asesoría de un equipo multidisciplinar de la Fundación Etnollano1.
La traducción implicó un ejercicio importante de construcción de nuevos conceptos, a partir de las ideas y prácticas jurídicas de la tradición indígena y de su experiencia histórica. Por eso, más que la traducción de un texto, el ejercicio se orientó a la elaboración de una reflexión sobre los procesos interculturales y políticos vividos por las comunidades a lo largo de la historia, y sobre las visiones, a veces contradictorias, entre la cultura curripaca y la no indígena. El concepto de ley, de escritura sagrada, de autoridad religiosa y civil, y las prácticas sociales de control o sanción por parte de diferentes actores que confluyen en el territorio fueron parte de los temas relevantes que se discutieron, y que son presentados aquí.
El proyecto permitió a los curripaco avanzar en el conocimiento de la Constitución nacional desde su pensamiento jurídico, y con la perspectiva de entender y armonizar sus relaciones internas, así como sus relaciones con la sociedad colombiana y el Estado. El proceso de discusión generó una mayor conciencia del pueblo curripaco sobre los derechos culturales, políticos y económicos, para consolidar su autonomía y fortalecer la capacidad de manejo de los resguardos.
Para iniciar el trabajo a mediados de septiembre de 1996, se realizaron diversas actividades y encuentros. Se comenzó con un gran taller que tuvo la participación de capitanes de las comunidades curripacas del río Guainía, con quienes se estableció un convenio para el desarrollo del trabajo, y se conformó un equipo con cua tro traductores, profesores y líderes curripaco.
Como preparación se realizó un taller técnico en Bogotá, en el cual participaron, entre otros, el entonces presidente de la ONIC y lingüista indígena Abadio Green, el senador indígena Gabriel Muyuy y el director del CCELA, Jon Landaburu. Este último había coordinado la traducción de la Constitución a once de las lenguas indígenas. También participaron el lingüista indígena Simón Valencia como asesor del proyecto -quien tuvo la experiencia de traducir la constitución a la lengua cubeo-, el abogado constitucionalista Fernando Torres y el profesor y abogado Germán Villate Santander.
Se realizó una visita a las diferentes dependencias de la Corte Constitucional, en donde fue recibido el equipo de traductores por el presidente de la Corte de aquel entonces, José Gregorio Hernández, quien los alentó en su importante tarea. En las comunidades se generó una gran expectativa por el desarrollo del trabajo y la participación de los capitanes fue decisiva.
El pueblo curripaco está conformado por veinte mil personas aproximadamente, que habitan en la hoya del Alto río Negro -Guainía y Orinoco- zona estratégica del noroeste amazónico, en la confluencia de los ríos Orinoco y Negro, y ocupan desde hace varios milenios un extenso territorio en la actual zona fronteriza entre Colombia, Venezuela y Brasil. Aunque en Colombia distintas comunidades ocupan el departamento de Guainía, la ma yor parte de la población está asentada a lo largo del río Guainía en los resguardos Alto, Medio y Bajo Guainía y Negro. En Brasil, los curripaco ocupan principalmente el río Isana en un área demarcada como tierra indígena. En Venezuela se reconoce el territorio tradicional, pero todavía no se ha avanzado en una demarcación oficial de las tierras indígenas.
Los curripaco se relacionan a través de redes exogámicas, ceremoniales y económicas con otros pueblos arawak de la rama maipure norte, principalmente warekena, baniva y baré (hoy día hablantes del nheengatú o lingua geral -lengua de la familia tupí que se extendió por la ama zonia en tiempos de la cauchería-); con los cubeo y wanano, grupos de la familia lingüística tucano; y con los puinave. Así mismo, mantienen relaciones asimétricas, de dependencia, con la población colona conformada por antiguos caucheros y extractores de recursos naturales, actualmente convertidos en comerciantes y administradores.
El territorio del Guainía es rico en recursos naturales, caucho, pieles, fibras como el chiquichiqui, oro, platino, cuarzos, minerales radioactivos, tantalita, una gran variedad de minerales cuya explotación parece inminente a juzgar por el número elevado de licencias en trámite ante el Ministerio de Minas y Energía -más de doscientas-, y la presencia creciente de mineros ilegales.
Se distinguen tres momentos en la historia de la relación de los curripaco con las instituciones y las autoridades militares, religiosas y civiles de los tres Estados nacionales, que anteceden al momento actual, marcado por el surgimiento de nuevos proyectos de sociedades multiétnicas y pluriculturales planteados en las nuevas constituciones, y para el caso de Colombia, en la Constitución de 1991.
Las raíces de la disputa por el territorio curripaco, por sus almas y su fuerza de trabajo -y hoy por sus riquezas naturales- se remonta al regreso del primer viaje de Cristóbal Colón, cuando en marzo de 1493, obligado por una tormenta, tuvo que atracar en Lisboa e informar sobre las tierras descubiertas al rey Juan II de Portugal. Con base en la Bula Aeternis Regis, Juan II reclama para Portugal la soberanía sobre las tierras descubiertas. Se envían embajadores a Roma y, finalmente, a través de las bulas Inter Caetera, Eximiœ Devotionis y Dudum Siquidem, dictadas por el papa Alejandro VI, un aragonés, siguiendo una arraigada tradición teocrática de los pontífices para definir asuntos territoriales, se fija un meridiano a trescientas leguas de las Azores y Cabo Verde, como límite entre los reinos de Castilla al oeste y Portugal al este. Además, desde este límite, pactado en Tordesillas, se decreta la excomunión a quienes se atrevan a navegar a "las Indias" sin la debida autorización de los reyes de Castilla. El Tratado de Tordesillas, que dejó por fuera del reparto del mundo a varias naciones imperiales, se conoció tam bién como "el testamento de Adán", quien, al decir de Francisco I de Francia, como primer habitante de la tierra sería el único con derecho a repartirla (Morales, 1975).
Durante los siglos siguientes se discutió y se modificó varias veces la ubicación de este meridiano frontera, el cual se debía fijar mediante una expedición en el terreno. Pero esta expedición nunca se llevó a cabo sino hasta mediados del siglo XVIII, cuando los misioneros del Orinoco supieron de las entradas de "bandeirantes" portugueses a través del recién descubierto Canal del Casiquiare, en busca de esclavos para las plantaciones de la costa. Por esos años, el tráfico de esclavos estaba en su apogeo, y los monarcas tenían el mayor interés en defender su participación en ese comercio.
Entonces se encargó la Exploración de Límites a comisiones de cada reino, que aunque no llegaron a encontrarse, ya que los portugueses no subieron más allá de Marabitanas y los españoles no bajaron más allá de la boca del Casiquiare, sí dieron pie a la fundación de poblaciones como San Carlos y San Felipe en 1759, y a la construcción de murallas en San Gabriel y San Felipe (González, 1984). A estos fuertes se suman trincheras en varias comunidades del río, como Cabezón y Hueso en el río Negro, y Manacal y otras comunidades en el Guainía. Estas estructuras militares revelan la violencia con que operaban los "rescates" por parte de los llamados bandeirantes, bandas de esclavistas provenientes de Brasil, que a veces eran acompañados por soldados del reino. Los cautivos eran llevados ante el capellán de indios quien, en un juicio, determinaba que si el cautivo no confesaba sus pecados y no se convertía al cristianismo, sería sometido a esclavitud y llevado a la plantación en el Pará. De establecer la inocencia del prisionero, de todas maneras era condenado a trabajar un número de años en las misiones, para así pagar la deuda causada por los costos de la expedición de "rescate". A veces los cautivos confesaban su paganismo, pero prometían "regenerarse" para negociar con el confesor el tiempo o las condiciones del cautiverio (Wright, 2005).
En la región del Orinoco eran los indígenas caribe quienes incursionaban por cautivos, por cuenta de los holandeses y franceses, para sus plantaciones en la Guayana. No los llevaban a la fuerza, sino que los intercambiaban por escopetas, machetes y otros bienes, y los trasladaban en calidad de yernos, pues prometían, una vez en su tierra, casarlos con sus hijas. Los caribe, a su vez, estaban en deudados con los europeos que suministraban como "avance" una cantidad de mercancías cuyo valor, por más esclavos que entregaran, no alcanzaba para pagar la deuda. Así que los caribe emprendían sucesivas expediciones al Orinoco, con más mercancías, para intentar comprar más esclavos y poder saldar sus obligaciones (Morey y Morey, 1975). Así como el interrogatorio del capellán de indios y la confesión subsiguiente fueron la primera forma de juicio conocida por los indígenas del río Negro, la deuda o avance fue una de las primeras formas de contrato, conservada hasta nuestros días por parte de fibreros y comerciantes.
Con la independencia de la península, la situación de los indígenas no mejoró sustancialmente. Durante el siglo XIX, el Alto río Negro permaneció como una fuente de mano de obra, de productos de la selva y materias pri mas para los pueblos. El gobierno brasilero intentó establecer un sistema de trabajo para la producción de mañoco2que fuera manejado por jefes indígenas reconocidos. Sin embargo, los comerciantes brasileros y venezolanos dominaron ese intercambio, explotando despiadada mente a los indígenas que intentaban escapar a la dominación refugiándose en los caños. Hacia mediados de siglo florecía el negocio de la construcción de barcos y la elaboración de cordajes en el que los indígenas trabajaban básicamente a cambio de cachaza3. Insatisfechos por el trato inhumano, los baré estaban preparando una masacre general de los blancos, que tendría lugar el día de San Juan, "cuando las viejas deudas serían pagadas" (Wright, 2005: 110). La revuelta no tuvo lugar, pero los baré fueron castigados duramente.
De acuerdo con el estudio de Wright, la influencia de los misioneros carmelitas presentes en la región era, sin embargo, mínima. En la época ya se realizaban festividades religiosas tanto en Venezuela como en Brasil, fiestas patronales o "fiestas de mastro" que se celebran anualmente en cada uno de los poblados. Hoy día aún se recitan letanías en latín al lado de rezos en lengua nheengatú, y se realizan procesiones donde intervienen personajes de la tradición indígena. Ese catolicismo popular, dice Wrigth, tenía una gran influencia de zambos, descendientes de negros e indígenas, entre quienes se mantenía una fuerte tradición de rebeliones contra los blancos que se remontaba hasta el siglo XVI. En ese contexto, apareció un predicador zambo proveniente de algún quilombo (palenque), conocido como el padre Arnaoud, quien crió y educó al profeta baniwa Venancio Aniceto Camico. Venancio, conocido también como Venancio Cristo, inició una serie de rebeliones contra los caucheros y autoridades, a partir de 1857.
En efecto, la fiebre cauchera generó entre los indígenas distintas formas de resistencia y rebelión que fueron señaladas por las autoridades civiles, militares y eclesiásticas como conspiraciones contra los "civilizados".
Robin Wright (2005) describe cómo los chamanes indígenas, adoptando símbolos del cristianismo, lideraron diversas movilizaciones de sus poblaciones en contra de los caucheros y comerciantes, negándose a trabajar o enfrentando a los delegados y embajadores del bando opuesto.
El padre Arnaoud formó a Venancio como predicador del catolicismo popular, y con un sentido de rebeldía que desafiaba la autoridad de los caucheros y misioneros. Venancio organizó procesiones y movilizaciones de poblaciones enteras reclamando condiciones justas a las autoridades. Según la tradición de sus descendientes, habría enfrentado al propio Funes, un cauchero que llegó a tomarse el gobierno de San Fernando de Atabapo4, y de quien dicen que escapó varias veces gracias a sus poderes sobrenaturales.
La tumba de Venancio Cristo está en Macareo en las cabeceras de Caño de Ake, un afluente sur del río Guainía, donde todavía hoy es objeto de veneración por parte no sólo de los baniwa, sino también de los curripaco y demás grupos. Venancio aparece como un salvador del pueblo indígena, y su prédica de un mundo más justo en esta tierra y en el más allá ha seguido viva hasta nuestros días.
Desde mediados del siglo XIX hasta el convenio de límites suscrito al final de la década del treinta del siglo pasado, todo el río Guainía estuvo bajo administración venezolana, primero como parte de la Provincia de Guayana y luego del Territorio Federal Amazonas, cuya capital era San Fernando de Atabapo. Posteriormente, la capital se trasladó a Puerto Ayacucho. Maroa y San Carlos de Río Negro -fundados desde mediados del siglo XVIII como poblados misioneros- se desarrollaron posteriormente como asentamientos mestizos donde actualmente funciona la administración, y son sede de destacamentos militares y guardia fronteriza (González, 1984).
La línea de frontera con Venezuela, que a mediados del siglo XIX, según el Tratado de Michelena y Pombo suscrito en 1833, partía desde el sitio de El Apostadero en el río Meta, incorporaba a Venezuela el oriente del actual departamento del Vichada, y llegaba hasta las cabeceras de Caño Ake, en límites con Brasil (Codazzi cit. Haro, 2000). Con el tratado de límites firmado en abril de 1941, la frontera se desplazó a los ríos Orinoco, Atabapo, y de las cabeceras de este último a la isla Venado en el curso medio del río Guainía. De ahí la frontera sigue bajando el curso del río Guainía hasta su confluencia con el canal Casiquiare, donde toma el nombre de río Negro, por donde sigue hasta la piedra del Cocuy que constituye un hito fronterizo trinacional.
La presencia de la administración colombiana se inició con el surgimiento de la comisaría del Guainía al dividirse el Territorio del Gran Vaupés, cuya administración de acuerdo con el Concordato, correspondería a las misiones. Sólo hasta mediados de los años sesenta, con la implantación de algunas escuelas e internados de la recién creada Comisaría del Guainía, se empieza a percibir alguna presencia de la administración civil colombiana.
La economía de la región sigue dominada por el mercado de alimentos con Maroa y San Carlos y el comercio de caucho, pieles y fibra de chiquichiqui (Leopoldina piassava) con comerciantes de San Felipe. El bolívar es hasta nuestros días la moneda de la economía regional.
Así, a fines de los años cuarenta, cuando todavía la cauchería y la extracción de pieles y otros recursos naturales mantenía sometidos a los indígenas del Guainía con el sistema del endeude, llegó al territorio una misionera evangélica norteamericana: Sofía Muller. Esta predicadora de la Misión Nuevas Tribus (MNT), basó su trabajo proselitista en la alfabetización de las comunidades y la traducción del Nuevo Testamento a lengua curripaco. Al mismo tiempo, implementó un sistema de reuniones que permitió una interacción social y económica fuera de la influencia de los comerciantes y de los misioneros católicos.
El evangelismo propagado por Muller entre los curripaco y puinave y otros grupos, hizo parte de una empresa a gran escala promovida desde Estados Unidos en América Latina y otras zonas del mundo, pobladas por grupos étnicos y en relativo aislamiento de los Estados. Primero en Centroamérica, en los años treinta y cuarenta, y luego en las décadas de los cincuenta y sesenta, se instalaron en todos los países decenas de misioneros de MNT y del Instituto Lingüístico de Verano (ILV). Se establecieron equi pos de misioneros en las comunidades con el único fin, según reiteradas declaraciones, de traducir la Biblia a las lenguas. Sin embargo, el objetivo real fue desarrollar una labor proselitista al tiempo que, apoyados por una empresa de aviación y un sistema de comunicaciones, producían un reporte diario de mensajes desde cada una de las comunidades. Estas comunicaciones, que incluían, en retroalimentación, asesoramiento en asuntos lingüísticos y religiosos, cumplían una función de monitoreo sistemático en zonas aisladas y de frontera de interés geopolítico para el gobierno de Estados Unidos. En 1974, el general Matallana, director del Ejército, lideró una comisión de "Reconocimiento y Verificación" (Matallana, 1974) para establecer la verdad sobre las denuncias relativas, entre otros asuntos, a la vio lación de la so beranía, prospección minera y contrabando. Se conocieron entonces denuncias por parte de sectores indigenistas y luego -con muchas resistencias de parte de la embajada americana- se restringió la acción del ILV en el territorio. Durante la administración liberal de Alberto Lleras Camargo, el gobierno colombiano convino la venida del ILV, se dice, para contrarrestar el poder hegemónico de la Iglesia católica en los llamados territorios nacionales, con lo cual logró efectivamente sustraer de este poder colonial a muchas comunidades. Sólo décadas después, evaluando los procesos de pérdida cultural generados por las misiones evangélicas y su verdadera función de control del territorio al servicio de un gobierno extranjero, se restringió un poco su accionar en el terreno.
David Stoll (1985) documenta las múltiples negociaciones de la embajada americana en favor de la permanencia de los misioneros. Pero fue la guerrilla quien desde los años ochenta expulsó a los misioneros de las comunidades. La organización prosiguió sin embargo con sus tareas con las comunidades desde varias ciudades con un bajo perfil hasta 2002, cuando el ILV en Colombia, constituido como asociación, fue disuelto como entidad legal5.
En el contexto de la explotación cauchera y de maltrato permanente por parte de comerciantes, administradores y misioneros católicos, Muller implementó con éxito un sistema de iglesias dirigidas por pastores indígenas, diáconos y consejos de ancianos, e instauró un ciclo de reuniones periódicas entre comunidades, denominadas santas-cenas y conferencias, ciclo superpuesto sobre el calendario de rituales de intercambio de alimentos o dabucurí6.
Este sistema de reuniones programadas a lo largo del año fortaleció la organización política interna, la autoridad de los pastores y el manejo colectivo de los recursos del territorio, y permitió un relativo aislamiento de las misiones y poblados no indígenas. El ciclo de reuniones recorre las diferentes comunidades curripaco y nheengatú, sube por los ríos Negro y Guainía, cruza por las cabeceras del Guainía al Isana y Cuyarí, por donde desciende nuevamente. Este circuito también definió una frontera interna delimitando comunidades evangelizadas y comunidades católicas. Estas últimas, en algunos aspectos, son más tradicionales, por ejemplo, en cuanto al uso de sicotrópicos y alcohol y frente a la vigencia de la ritualidad, el chamanismo y la tradición oral.
La traducción de la Biblia fue un instrumento esencial de la evangelización de Muller Sofía; se desarrolló primero como un ejercicio de alfabetización de los adultos en idioma curripaco, escrito con base en el alfabeto castellano. A partir de juegos de dramatización en que los indígenas representaban los personajes bíblicos, Sofía Muller implementó un sincretismo orientado a imponer una ideología de autodisciplina y sometimiento a la autoridad de los pastores, y a la vez de rechazo a la tradición chamanística. Muller prohibió del uso de sicotrópicos y alcohol, y negó la espiritualidad propia bajo pena de terribles castigos en el más allá.
Ñapiríkuli, el héroe civilizador de los curripaco y su hijo Kuwai, se asimilaron al dios padre y a Jesucristo. La Virgen María se equipara a Amaru, la madre de Kuwai. Este personaje, dueño de la música de las flautas y de las ceremonias de iniciación, rodeado por un halo de peligro, especialmente para las mujeres y los niños -para quienes la ceremonia es prohibida-, se asimiló al demonio de la tradición judeocristiana. El mito cuenta que Kuwai fue quemado en el sitio de Ñandú, en el río Isana, pero resucitó de sus cenizas en forma de palmas con cuyo tallo se elaboran las flautas sagradas.
Así, en la religión de Sofía Muller, el mal sigue vivo en las tradiciones y ceremonias que continúan practicando algunas comunidades, y también en la cultura de los católicos que fuman y consumen bebidas alcohólicas y de quienes preconiza, hay que mantenerse alejados.
Ahora bien, aunque la tradición ceremonial desapareció casi por completo de las prácticas sociales visibles, la espiritualidad tradicional sigue viva en muchas dimensiones de la cotidianidad curripaco. Especialmente en la relación con el territorio y con los seres de la naturaleza que cuidan las especies y sus espacios de reproducción, y determinan la salud de las personas.
El territorio no es considerado simplemente como una extensión de terreno. Para los curripaco su espacio vital está delimitado por cuatro raudales: Maipures en el Orinoco, Mapiripana en el Guaviare, Ipanoré en el Vaupés y Sao Gabriel en el río Negro, que son puntos cardinales y a la vez proyecciones celestes de las estrellas Sirio, Arturo, Procyon y Vega. Y en el plano del subsuelo, estos rau dales son puertas de entrada al mundo de los espíritus de la naturaleza. Así mismo, los demás raudales, y muchas lagunas y cerros son considerados como sitios sagrados donde es prohibido pescar o cazar. Si alguien se aventura a hacerlo, se expone a que el espíritu dueño del sitio o de la especie le transmita en castigo alguna enfermedad al infractor (Ortiz y Pradilla, 2002).
La cura chamánica se basa en el conocimiento de la geografía sagrada. Cuando alguien se enferma, el chamán debe invocar los sitios y sus dueños espirituales. Fuera de ese territorio se pierde el vínculo, y la persona queda expuesta a las fuerzas desconocidas de otras naturalezas, controladas por chamanes de otras culturas.
La concepción del ser humano como parte de su territorio y de la naturaleza no pareciera compatible con la concepción evangélica en la que la persona está sometida a la omnipotencia de un dios abstracto y al poder de la fe, digamos al poder de la convicción personal. Ante una enfermedad grave, el pastor pregunta al enfermo si se quiere curar por medio de su fe en la Biblia o si se va a dejar morir en manos del chamán.
Sin embargo, de alguna manera, el texto bíblico, con los ejemplos de vida de Jesucristo y sus prédicas, es la expresión de un orden social y también de un orden espiritual. Esa misma dualidad se encuentra en la mitología en la que los actos deliberados de Ñapirikuli determinaron lo que sería el destino de los hombres, en la nueva era, y las reglas que deberían seguir para bien vivir.
En la historia de los curripaco, su relación con las autoridades civiles y el poder de comerciantes y militares ha estado sistemáticamente marcada o justificada por una gama de variantes de ideologías religiosas. En la historia se refiere a:
Más recientemente, desde hace cincuenta años, aproximadamente, el escape al sometimiento de misioneros católicos y a comerciantes locales se ha dado a través de la organización de iglesias evangélicas en el territorio de las comunidades. A pesar de una aparente liberación, esta nueva religiosidad se ha reestablecido, ahora en virtud de un nuevo convenio de misiones suscrito, no ya con Roma, sino con el poder que representan misioneros de Estados Unidos al servicio de una cruzada "anticomunista". Hasta nuestros días, el discurso hegemónico de Estados Unidos se ha fundamentado de una manera simbólica en la imagen de un pueblo elegido que lidera la lucha entre "el bien y el mal". Como dijo Bush padre recientemente: "Dios no es neutral" (Fresneda, 2001: s/p). El escape, entonces, no ha sido completo.
Sólo en los años sesenta y setenta, cuando se crearon la Comisaría del Guainía y los corregimientos departamentales, y se implantaron escuelas y puestos de salud, se comenzó a instaurar un orden social laico. Estas instituciones, aunque con una cobertura limitada, empezaron a articular la población curripaco con la administración del Estado. En 1989 se constituyeron los tres resguardos del río Guainía y el parque natural de Puinawai. En esas décadas, la presencia no indígena aumentó paulatinamente: algunos funcionarios representantes de los gobiernos centrales, más comerciantes y más colonos dedicados al contrabando, siembras ilegales y minería del oro -con un auge en la década del ochenta-, y, posteriormente, la guerrilla.
En los años ochenta, luego de la creación de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), se consti tuyeron las organizaciones indígenas regionales que abrieron espacios de representación a las comunidades. La participación en la Asamblea Constituyente por parte de representantes de los pueblos indígenas, constituyó una decisión muy debatida en el seno del movimiento indígena. Hasta esa fecha, las organizaciones se habían mantenido fuera del Estado y en una posición crítica y de reclamo de derechos. En el III Congreso de la ONIC, celebrado en junio de 1990 en la población de Bosa, se acordó participar en la Asamblea Nacional Constituyente al lado de otras minorías (Muyui, 2002). Las conclusiones del III Congreso hicieron parte del articulado propuesto por los constituyentes indígenas en esa Asamblea.
Promulgada la Constitución, resultaba lógico dar a conocer el resultado de ese ejercicio y difundirlo entre los diferentes pueblos. También se consideró necesario difundir la nueva carta política para promover la participación y armonizar las relaciones entre los pueblos indígenas, la sociedad y el Estado.
Con el proceso de creación y ampliación de resguardos en los setenta y ochenta, y el reconocimiento de sus cabildos como autoridades públicas, se dinamizó el proceso organizativo en todo el país. Un grupo de fundaciones creó el Programa de Consolidación de la Amazonía (Coama), para apoyar el proceso institucional de los resguardos, especialmente en la zona del Amazonas y el Orinoco. En términos de gobernabilidad, el Proceso de Consolidación de los Resguardos apuntaba en la misma dirección que el proceso constituyente, y se formuló acogiendo los planteamientos de los líderes indígenas y sus organizaciones, así como de los constituyentes que sustentaron la necesidad de implementar el reconocimiento de la diversidad y los derechos culturales y lingüísticos y, por otra parte, el derecho a la tierra y a la participación política. El trabajo de Coama se orientó a apoyar a) el proceso organizativo de los resguardos, b) la educación propia, c) la salud y d) la comercialización.
La Fundación Etnollano apoyó a las comunidades del río Guainía con la creación de un Programa de Escuelas Comunitarias, como un ejercicio inicial de autogobierno en aplicación de los principios de participación planteados por la nueva Constitución. La administración departamental consideró que plantear una alternativa educativa distinta a la de sus escuelas e internados constituía una intromisión en su jurisdicción. Para marcar esa posición, a las escuelas comunitarias se las calificó como "escuelas piratas". En cambio, la propuesta pedagógica y los procesos de normatización lingüística fueron reconocidos por el Centro Experimental Piloto y por delegaciones institucionales de Venezuela y Brasil que participaron en un ciclo de reuniones con las comunidades y con delegados de las organizaciones indígenas. En Inírida, durante un taller binacional de intercambio de experiencias etnoeducativas realizado con Venezuela (celebrado en diciembre de 1991), se presentó un documento sobre "Derechos indígenas en la Constitución del 91", que constituyó una hoja de ruta para el trabajo organizativo en el río Guainía (Arango, 1991).
Las escuelas iniciaron la educación de adultos con recursos propios, y luego con recursos de la cooperación internacional -como el programa de microproyectos de la Fundación GAIA Amazonas, FGA, proyectos con Danida y con el Fondo Amazónico-. El manejo de estos proyectos permitió un ejercicio de gobierno y manejo de recursos.
Como parte del ejercicio orientado a fortalecer el autogobierno indígena, las organizaciones acordaron abordar la traducción de los algunos artículos de la Constitución relativos a la implementación de su propio proceso organizativo, como en el caso de la Asociación de Maes tros (Amcurig), y como la Organización de Capitanes del río Guainía (Aikurigua).
Siguiendo el camino iniciado por lingüistas y líderes indígenas del Centro Colombiano de Estudios de la Lenguas Aborígenes (CCELA) -que emprendió la tarea de la traducción de la Constitución a once lenguas indígenas-, el equipo de líderes y profesores curripaco del río Guainía abordó la traducción a la lengua curripaco de varias normas relacionadas con su ejercicio educativo. La iniciaron los docentes, sin duda el sector más preparado en términos del conocimiento de las dos lenguas y de la escritura, en proceso de normatización.
Al intentar traducir el artículo 10 relativo a la oficialidad de las lenguas nativas, se percataron de que no se tratabatan solo de un ejercicio de traducción en el plano lingüístico, ya que expresar en palabras lo señalado por una norma, constituía en cierta forma un acto legislativo para el cual no sentían tener autoridad moral. Esa tarea correspondería entonces a los viejos de la comunidad. La idea de la traducción de la Constitución se empezó a discutir con los mayores y los líderes, y pronto se formuló como proyecto.
Así, el ejercicio de traducción no se presentó tan sólo como el encuentro entre diferentes visiones del mundo y de la sociedad en medio de concepciones diferentes de lo jurídico, sino que al abordar los conceptos de justicia, derecho, deber, Estado, Constitución, se revivieron y consideraron muchos de esos episodios descritos anteriormente sobre la historia de sometimiento e imposición cultural y religiosa.
La posibilidad de implantar un "Estado social de derecho", donde los indígenas se consideraran como ciudadanos con plenos e iguales derechos a los demás colombianos, pudo parecer a muchos como una utopía remota, frente a la experiencia continuada de violación de derechos, y de imposición de modelos colonialistas de sociedad. Paulatinamente, los líderes indígenas lograron vencer el escepticismo de las comunidades y, poco a poco, la nueva Constitución apareció como la posibilidad de cambio en la relación con las instituciones del Estado y la sociedad: abrió una nueva visión de las relaciones entre los dos mundos.
El proceso de institucionalizar y legitimar la propuesta del Programa de Escuelas Comunitarias formulado por las comunidades y sus autoridades, suscitó una fuerte oposición de parte de la administración departamental y su Secretaría de Educación, al ver que este modelo de escuela competía con el sistema de internados. Sin embargo, gracias a los convenios de intercambio con Venezuela y a la alianza con el Centro Experimental Piloto -antes de la descentralización, una dependencia con funciones pedagógicas y coordinada desde Bogotá-, el Programa de Escuelas Comunitarias se pudo desarrollar hasta 1998, fecha en la cual estas escuelas fueron reconocidas e incorporadas a la Secretaría de Educación Departamental (SED).
En 1994, mediante circular emitida por la Secretaría de Gobierno del departamento del Guainía, supuestamentete para garantizar la igualdad en el proceso electoral, se prohibió el uso de la lengua curripaco en las radios del departamento7.
Gracias al conocimiento que ya se tenía de la Constitución por parte de líderes y profesores, la ilegalidad de la orden impartida en esa circular se reconoció de inmediato y movilizó al grupo de profesores bilingües a que se tutelaran los derechos lingüísticos por los que abogaba el Programa de Escuelas Comunitarias. Entonces se apoyó al líder curripaco Félix Gómez, en ese momento directamente afectado por estar en campaña por la Asamblea Departamental, para que formulara y presentara una acción de tutela en defensa del uso de la lengua curripaco, al considerar vulnerados los derechos lingüísticos, culturales y de participación8.
Presentada la tutela ante el Juzgado Promiscuo de Familia de Puerto Inírida, éste la rechazó por improcedente, con base en los siguientes planteamientos:
La Corte Constitucional revisó ese fallo, y en Sentencia de 1994 (Colombia, Corte Constitucional, 1994: T-384), estableció que la acción sí era procedente, que la discriminación en razón de la lengua deviene en una discriminación racial, y que el ámbito de oficialidad de la lengua es todo el territorio del departamento.
El esperado fallo de la Corte motivó al grupo de profesores no sólo a compartirlo con los líderes de las comunidades, sino a analizar el alcance de ese triunfo político y cultural. Para ello se desarrolló el proyecto de traducción de la Constitución a la lengua curripaco. El fallo demostraba que la ley y la Constitución posibilitaban un nuevo relacionamiento con el Estado nacional, y podrían incidir en la relación con el gobierno departamental, controlado en buena medida por los comerciantes y sectores sociales ajenos a la población indígena.
El reconocimiento de la oficialidad de la lengua y de los demás derechos culturales, componentes esenciales de la propuesta educativa, permitió sustentar con mucha fuerza una segunda tutela para desentrabar el trámite de la personería jurídica de la Asociación Amcurig y su "Programa de Escuelas Comunitarias Curripaco y Nheengatú". Así, las propias escuelas fueron reconocidas, luego asimiladas a aulas anexas a centros educativos de la SED.
Años después, sin embargo, algunas escuelas fueron desatendidas, y, posteriormente, se cerraron con el argumento de no tener un número suficiente de estudiantes para que su gestión fuese sustentable. De nuevo, los niños de muchas comunidades se vieron forzados a matricularse en internados, donde eran sometidos a una educación convencional que excluía su cultura y su lengua -para no decir nada de las condiciones de mala alimentación y habitación-.
La aplicación de la Constitución en territorio curripaco tuvo un nuevo avance con la creación de las asociaciones de autoridades tradicionales indígenas (AATI), en cumplimiento de los artículos 329 y 330 y del Decreto 1088 de 1993, expedido al amparo del artículo 56 transitorio. Creadas las AATI, en 2005 se relanzó el Programa de Escuelas Comunitarias, nuevamente rechazado por la administración departamental. Sin embargo, las escuelas funcionaron con apoyos del Gobierno central, del Ministerio de Cultura y, después de interponer derechos de petición y tutelas que no prosperaron -aunque causaron un efecto en el Gobierno central-, se recurrió finalmente a solicitar la intervención del Ministerio de Educación (MEN). Por último, a partir de 2009 el departamento del Guainía contrató con las AATI la prestación del servicio público educativo a través de su programa de Escuelas Comunitarias.
Así las cosas, las reflexiones sobre la ley, las instituciones y el Estado se enmarcan en una controversia permanente con la administración departamental, y en la búsqueda de apoyo de autoridades e instituciones del orden nacional para la aplicación de la ley y la Constitución. La controversia corresponde a una lectura diferente de la Constitución por parte de representantes de la administración departamental, que en la práctica se han resistido a aplicar los principios constitucionales, por lo menos en lo que tiene que ver con las poblaciones indígenas y sus derechos. Esa administración no representa el modelo de Estado social de derecho que preconiza la Constitución de 1991, sino que representa el modelo del viejo Estado, en lo económico, siguiendo el modelo colonizador extractivista; en lo ideológico, católico y en buena parte bajo la administración educativa de la Iglesia que mantiene vigentes prácticas de autoridad derivadas del concordato; y políticamente clientelista y en manos del sector de los comerciantes.
Internamente, también en la sociedad curripaco se tienen distintas visiones de la ley y la autoridad. Además de la división entre comunidades católicas o evangélicas, en esta nueva religiosidad perviven elementos fundamentales de la visión tradicional chamánica, la idea de una pertenencia al territorio y a la naturaleza y a sus seres y fuerzas espirituales, cuyo equilibrio determina la salud, la organización social en clanes que canaliza los conflictos y las relaciones de hostilidad y venganza, y establece la jerarquía social.
Uno de los principales conceptos que se discutió en las asambleas con los capitanes fue la idea de Estado. El pri mer enunciado del artículo primero de la Constitución, "Colombia es un estado social de derecho, organizado como República unitaria", se tradujo al curripaco: "kulumbia ikatsa wanakika wakuetewaaka apadatsa wawaupjiakje pjiumi", que en castellano, se entendería: "Colombia es la forma unitaria de pensamiento para todas nuestras diferentes gentes". El concepto de Estado se asimiló a un pensamiento que es común a todos. Es un Estado inclusivo y consensuado. Y el consenso aparece como fuente de la ley y de la autoridad.
El concepto de territorio, waufakawa, "el espacio donde vivimos", es una noción que incluye los territorios de los ríos Guainía y Negro y sus afluentes en Colombia, Venezuela y Brasil. Wayaru wajle: resguardo, territorio delimitado, o, también, territorio de la comunidad sobre la que se tienen derechos. En efecto, por tradición familiar cada comunidad ocupa y aprovecha los recursos del vecindario de los asentamientos, en particular las áreas de siembra. Se acepta plenamente que cualquier curripaco transite por los territorios de las diferentes comunidades, y que aproveche ocasionalmente sus recursos, sin embargo, para extraer un recurso en mayor cantidad, como por ejemplo, palmas para techar una casa grande, deberá pedir permiso a autoridades de la comunidad.
Los países de Venezuela y Brasil se conocen por sus nombres coloniales como los reinos de Portugal y de Castilla: Putuwetsi (Portugal) y Katiyana (Castilla). Colombia, de cuya existencia se supo apenas en el siglo pasado, se nombra Kulumbia.
Fepaite, "nuestro territorio" (de los curripaco), es el mismo espacio vital, para los curripaco y otros grupos, como para los animales y seres espirituales. Es la noción que mejor expresa el sentido de pertenencia a la "madre tierra", no tanto como propietarios sino como parte de ésta. Es la "curripaquia". Aunque se respetan y se temen las diversas autoridades de los Estados nacionales, más por su capacidad coercitiva que por reconocer su jurisdicción sobre el territorio y sus recursos, los curripaco se perciben como parte integral de un amplio territorio trinacional, jalonado por innumerables sitios históricos y sagrados relacionados íntimamente: su ser como curripacos, baniwas, warekenas o nheengatús.
Fepaite pjiumi: el territorio de todos, Colombia. Esta no es tanto una definición espontánea de parte de los líderes, sino un intento de aproximarse al concepto propuesto por los asesores para generar una apropiación de los instrumentos jurídicos de la nueva carta política.
En el nuevo ordenamiento, los líderes proclaman que no es admisible la pena de muerte, sin embargo, se reconoce también que sigue existiendo la muerte por venganza, producida por medios chamánicos. La traducción expresa el rechazo a toda forma de maltrato físico. "No habrá pena de muerte": "Kuriwatsa jnerapitekapja até mayamikarupa". No se puede dejar sufrir a alguien hasta morir.
Un caso que se presentó hace unos años ilustra la idea de que el castigo justo a una muerte es la muerte para el culpable. En una partida de caza un curripaco disparó contra un compañero de otra comunidad tras confundirlo con la presa en la oscuridad de la selva. Aunque se trató de una muerte accidental, el responsable fue a la comunidad de la víctima, acompañado de su padre para ofrecer su propia vida y así pagar la vida que segó. Los familiares de la víctima aceptaron la explicación y perdonaron al responsable.
Este acto de confesión, generalmente ante el Consejo de Ancianos, es una práctica adoptada por las iglesias curripaco que generalmente concluye en el perdón. Es una forma de resocializar al responsable de un acto punible. Es probable que esta práctica tenga como antecedente las confesiones a las cuales sometía el capellán de indios a los cautivos de los bandeirantes. Pagar una vida con otra alude también a la deuda económica, a la deuda implacable que se contraía con el cauchero y que se pagaba con maltratos y a veces con la muerte.
Para los curripaco, el derecho y el deber son un solo concepto: "pasrulitsa pajnika": derecho; "pasrulitsa panaitaka": hacer cumplir, deber, obligación. No se diferencia al beneficiario de un derecho del responsable de cumplir un deber. Pareciera que frente a la ley, en la sociedad curripaco todos son beneficiarios y responsables, lo que expresa un sentido especial de solidaridad.
Vender y comprar también se expresan con una sola palabra: nuventaka. En todas estas nociones de confesión, perdón, castigo, deuda, obligación, derecho, prevalece un principio de reciprocidad que es un valor fundamental de las culturas amazónicas.
La confesión ante una autoridad religiosa plantea una ecuación entre la idea de infracción a una norma o un delito, y la noción de pecado, infracción a la ley de dios. La Constitución, como expresión del poder del Estado, como el conjunto de las reglas de la autoridad del Estado, se asimiló a la escritura sagrada de la Biblia como expresión de la autoridad de dios. Según la observación de los líderes curripaco, la propia forma de las normas constitucionales enunciadas mediante artículos breves corresponde a la estructura de la Biblia en versículos.
En el contexto de las culturas orales, el libro escrito, y particularmente el impreso, es respetado como vehículo de verdades respaldadas por alguna autoridad. Hasta hace pocos años, cuando la tipografía no era tan extendida y era mínima la cantidad de documentos y publicaciones que llegaban a las comunidades, generalmente provenían de alguna fuente oficial. El libro del Nuevo Testamento, sólo en poder de los mayores, es en sí mismo un objeto de respeto, ya que consigna la palabra divina. En algún grado, la nueva Constitución, y en general, los textos legales y reglamentarios, participan también de ese halo sagrado. Así como los pastores derivan su poder del conocimiento y manejo del libro sagrado, los líderes también apoyan su liderazgo en el conocimiento de los documentos legales, las compilaciones de legislación indígena y la Constitución.
Las prácticas socioeconómicas e ideológicas desarrolladas a lo largo de siglos de historia de los curripaco, se amalgaman para conformar un sincretismo entre la cosmovisión indígena y las nuevas formas institucionalizadas de relación con la sociedad criolla y sus agentes de poder. El catolicismo de Venancio se desarrolló desde la visión chamánica, mientras que el evangelismo de Sofía Muller se apoyó en algunas pautas del manejo tradicional del territorio, aunque también supuso la destrucción de buena parte de las tradiciones ceremoniales.
Así mismo, el desarrollo del proceso organizativo y de participación en el Estado desde la promulgación de la Constitución de 1991, lo protagonizan la nueva generación de líderes, profesores y capitanes más abiertos a la interacción con el mundo no indígena, pero se apoyan en la generación de los mayores y los pastores, a quienes les reconocen su autoridad moral orientada hacia el interior de la sociedad.
Las reuniones para la traducción, y otros momentos de negociación con la administración, se constituyeron en espacios de encuentro entre las diferentes generaciones para construir una nueva institucionalidad, sobre la base de conceptos jurídicos que preservan algunos valores culturales profundos.
1 La Fundación para el Etnodesarrollo de los Llanos Orientales (Etnollano), hizo parte del Programa de Consolidación de la Amazonia (Coama), cuyo objetivo era fortalecer el autogobierno en los macroresguardos de la orinoquia y amazonía colombiana. Contó con el apoyo de la Unión Europea y la Agencia Danesa para el Desarrollo (Danida).
2 Harina de yuca. Alimento principal en la dieta amazónica.
3 Destilado de caña.
4 En la confluencia de los ríos Guaviare, Atabapo y Orinoco. Capital del Municipio Atabapo, estado Amazonas de Venezuela.
5 Véase: <http://www.sil.org/americas/colombia/silasp?Lang=spa>.
6 Fiesta y ceremonia de intercambio de alimentos practicada por los pueblos indígenas del noroeste amazónico.
7 El texto de la circular afirmaba: "Con el fin de garantizar imparcialidad absoluta próximos debates electorales coma a partir de la fecha queda [sic] terminantemente prohibidas las conferencias radiales y de carácter político coma así como también las charlas por radio utilizando otro idioma ajeno al castellano punto En lo sucesivo y para todos los efectos deberá usarse radiograma punto".
8 Constitución Política de Colombia, artículos 2, 7, 10, 13, 16, 20, y 40, numeral 3.
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Milena González Piñeros**
* El presente artículo es un avance de la investigación doctoral "Transformaciones en el mandato económico constitucional de Bolivia, Ecuador y Colombia: nuevos escenarios de reconstrucción social del derecho y la economía", desarrollada gracias a una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) (Argentina).
** Abogada, Especialista en Derechos Humanos con estudios en investigación social interdisciplinaria, y Magíster en Economía Social. Candidata al Doctora en Ciencia Política de la Universidad Nacional San Martín, Buenos Aires (Argentina). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Este artículo analiza el reciente proceso constituyente boliviano como un escenario de disputas sociales y políticas por el tipo de economía por plasmar en la Nueva Constitución. En la primera parte se hace referencia al entramado monocultural, colonial y excluyente que ha sostenido una forma de entender la economía, la cual ha estado respaldada por la Constitución en favor de un bloque específico de poder. En la segunda parte, el escenario constituyente se analiza como oportunidad histórica para debatir el sentido de la economía. Como resultado de esa disputa, surge el modelo económico nacional productivo dentro del texto constitucional.
Palabras clave: reforma constitucional, economía, Bolivia, bloques de poder.
Este artigo analisa o recente processo constituinte boliviano como um cenário de disputas sociais e políticas pelo tipo de economia por plasmar na Nova Constituição. Na primeira parte é feita referência à redede monocultura, colonial e excludente que tem sustentado uma forma de entender a economia, a qual tem estado respaldada pela Constituição em favor de um bloco específico de poder. Na segunda parte, o cenário constituinte é analisado como oportunidade histórica para debater o sentido da economia. Como resultado dessa disputa, surge o modelo econômico nacional produtivo dentro do texto constitucional.
Palavras chave: reforma constitucional, economia, Bolívia, blocos de poder.
The recent constituent Bolivian process is analyzed in the first section as the scene of social and political debate about the economic model to be embodied in the New Constitution. The first part refers to the monocultural, colonial and excluding framework that has maintained a form of understanding economy which has been supported by the Constitution, favoring a distinct power bloc. It is followed by the analysis of the constituent scene as a historical opportunity to debate the reason of the economy. this debate results in the productive economic national model declared in the text of the Constitution.
Key words: constitutional reform, economy, Bolivia, power blocs.
Bolivia constituye, hoy por hoy, una de las realidades más complejas e interesantes por las profundas transformaciones que los movimientos sociales e indígenas han impulsado dentro de la sociedad y la política. Si bien las condiciones de posibilidad de estas transformaciones habían sido truncadas y aplazadas históricamente, en los últimos años han tenido a su favor una dinámica política en la cual los actores de estos movimientos sociales han entrado a participar. Una de las transformaciones propuestas, tal vez la más neurálgica, es la apuesta por una economía plural, entendida como la transición de un modelo económico basado en el capital, hacia un modelo de desarrollo económico y social basado en el vivir bien, que integra las "otras formas económicas" y devuelve al Estado su función reguladora. La propuesta de una economía plural es el resultado del proceso histórico de movilización social e indígena que logró incorporar esta transformación en el texto de la Constitución Política de Bolivia a partir de 2009, con lo cual se constituyó no sólo un programa de gobierno o una iniciativa popular coyuntural, sino también el núcleo fundamental de esta Constitución que hace de Bolivia un Estado pluricultural, plurinacional, plurilingüe y pluriorganizativo.
En este sentido, la economía plural puede ser entendida como una construcción social y política de los excluidos históricamente de los debates económicos, que transformaron el campo jurídico constitucional durante la Asamblea Nacional Constituyente. Esta economía plural puso en debate cuestiones que antes eran impensables: el lugar y el papel del Estado en la economía, la participación real de la economía popular en la economía nacional, las posibilidades concretas de la integración de los subsistemas económicos y su reconocimiento constitucional, la importancia de la filosofía del vivir bien practicada por los pueblos indígenas y campesinos en las cadenas económicas, la riqueza de la naturaleza y su protección. Dichas discusiones implicaron una reestructuración del escenario de relacionamiento entre el derecho, la economía y la sociedad boliviana: a partir de las demandas sociales e indígenas por la redefinición de una economía basada en el vivir bien, se reformó la Constitución con la inclusión de la economía plural como modelo económico para el país.
En este entramado se puede evidenciar la interrelación de tres esferas que constituyen la realidad boliviana: el derecho, la economía y la sociedad. Antes de la reforma constitucional, el modelo económico hegemónico liberal se impuso durante gran parte de la historia republicana contando con la legitimación de las constituciones modernas, en las cuales no hubo un lugar significativo para las demandas de los movimientos sociales e indígenas. Con la nueva Constitución, se impulsa un modelo económico y social plural basado en la economía del vivir bien que ha existido siempre en las prácticas económicas indígenas y en los sectores de la economía popular, pero que sólo como producto de las disputas en el campo jurídico de la reforma constitucional, hoy hace parte del texto constitucional. Este entramado y sus relacionamientos están inmersos en una lucha permanente por el poder, un campo de disputa entre los bloques históricos que tensionan el contenido de cada esfera, al punto de plantear la redefinición de la economía, el derecho y la sociedad en el escenario de la reforma constitucional.
Durante el último proceso de reforma constitucional en Bolivia (2006-2009) se consolidó un escenario de emancipación social liderado por los movimientos sociales e indígenas, que entró en disputa con las posturas más tradicionales y conservadoras de la sociedad boliviana. El resultado de esta confrontación fue la resignificación de la economía y el derecho; dicha resignificación implicó una nueva estructura estatal con poderes, instituciones y normas que incluía la diversidad étnico-cultural y la pluralidad civilizatoria de los regímenes simbólico y técnico-procesual de la organización del mundo colectivo, es decir, un Estado multinacional y multicivilizatorio (Gutiérrezet ál., 2002).
Este proceso de disputa abarcó un cuestionamiento profundo de las raíces de la sociedad boliviana. Si bien, el entramado social, cultural, económico y jurídico que hasta 2006 sostenía al sistema económico hegemónico se fundamentó en la herencia de una estructura social colonial basada en la exclusión étnica1, dicho entramado fue, además, legitimado por un marco político-jurídico de tipo liberal2. Esto significa, en primer lugar, que la economía en Bolivia ha estado inserta en un ordenamiento social excluyente de larga duración (Rivera, 1984); en segundo lugar, que las constituciones políticas han jugado un papel de facilitación y legitimación de dicha exclusión, incluso como un enraizamiento moral y cultural sobre la economía que tendió a naturalizarse y, por ende, a hacerse inapelable (González, 1996); en tercer lugar, el modelo económico se ha definido bajo el criterio hegemónico capitalista, dejando de lado otras concepciones y otras formas económicas presentes en la heterogeneidad social boliviana (Patzi, 2009).
En el inicio republicano se fundan los cimientos de este entramado excluyente, a partir de la consolidación de los Estados modernos, que se valen de la constitución y las leyes para sostener esta aparente institucionalidad civilizadora:
[...] desde que la asamblea deliberante de 1825 y la constitución de 1826 otorgan derechos políticos y jurídicos a quienes posean una elevada renta, una profesión, sepan leer y escribir y no se hallen en relación de servidumbre, es claro quiénes han de ser interpelados como ciudadanos por el naciente Estado y quiénes no (García, 2008: 136).
En ese sentido, Beatriz González Stephan plantea que la función jurídico-política de las constituciones "apunta a la invención de la ciudadanía, en el sentido de un campo de identidad que debía construirse como espacio de elementos homogenizados para su gobierno más viable" (1996: 28), con lo cual se garantiza un ordenamiento social y de clase a partir de la producción de una norma que será el soporte de la economía.
Durante el siglo XX, el proyecto moderno de exclusión intensificó sus estrategias para sostener este entramado:
El auge de la economía boliviana se extendió hasta 1929, año de la explosión de la gran crisis económica internacional. Ese progreso excluyente y señorial, con una democracia restringida sólo a los alfabetos (16% de la población), fue administrado por los liberales y republicanos. El partido liberal administró el país los primeros veinte años, facilitando un creciente comercio exterior que ubicó al país en el noveno lugar del comercio por habitante de América en 1910. Los republicanos gobernaron la tercera década, ensayando algunos cambios mediante la presión fiscal, pero mantuvieron la esencia del liberalismo (Luna, 2002: 20).
Si hay algo que se torna constante en la historia boliviana, es que los pueblos indígenas han sido sometidos por un Estado republicano monocultural, colonialista y excluyente (Núñez, 2009: 89) que desconoce abiertamente la existencia de los indígenas, sobre todo de los aymaras, como otro pueblo, como otra nación:
[...] el indio sigue siendo el Otro, la otredad de la conquista, pero también de la Colonia; sólo que su figura ya no es tan abstracta, ambigua y borrosa. El indio es el Otro, sólo que dentro de las redes del sistema, dentro de los diagramas de fuerza colonial [...] El indio está en todas partes de las tierras conquistadas, es la aplastante población mayoritaria [...] El indio es el sustrato demográfico de las clases subalternas, incluso es el substrato social de la mestización, que se extiende a lo ancho del campo social, atravesando todos los estratos sociales (Gutiérrez et ál., 2000: 119).
Tanto la pervivencia histórica de las formas de exclusión colonial (Stefanoni, 2006), como la legitimación brindad a por un marco constitucional a una racionalidad económica instrumental, son condiciones que suscitan la negación y el ocultamiento de la diversidad boliviana, como característica esencial de lo que Zavaleta Mercado define como una formación social abigarrada3. Y es en este contexto abigarrado en el que emergen los pueblos indígenas junto con los movimientos sociales, para la construcción y la exigencia de una agenda de transformaciones cuya finalidad es la creación de otros futuros posibles que trasgredan el orden del derecho, la economía y la sociedad (De Souza, 2009). Esta agenda encuentra su punto de inflexión en la fuerza de los pueblos indígenas y en "las demandas y la capacidad de movilización socio-política de los movimientos sociales" (García, 2008: 15) que en 2000 y hasta 2005 encuentran una oportunidad política para visibilizarse en el escenario nacional.
Con la intensificación de protestas y movilizaciones, especialmente en El Alto, Cochabamba y el Chapare, por la exigibilidad de los derechos vinculados con las necesidades esenciales y la defensa de los recursos naturales, los movimientos sociales e indígenas se consolidaron en una multitud4 capaz de tejer redes de movilización colectiva al punto de disputar el poder con las clases tradicionales. De esta multitud participaron tanto las fuerzas sociales más tradicionales concentradas en el sector sindical (la Central Obrera Boliviana, la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos, el Consejo de Federaciones Campesinas de los Yungas, la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia) como los nuevos/antiguos5 actores de la escena política (la Confederación de los Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano, el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu, la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz, la Federación de Juntas Vecinales El Alto, la Coordinadora del Agua y el Gas, la Federación Departamental de Regantes de Cochabamba), quienes impusieron gran parte del liderazgo y a partir de los cuales surgieron las propuestas de transformación, entre estas las concernientes a la economía plural con raíces profundas en la cosmovisión indígena:
[...] no había pasado eso desde 1899, en época de la guerra federal. Los indios nunca habían tenido tanta posibilidad de presión y de contra-poder como lo estamos viendo hoy [...] En Bolivia, es por demás evidente que pese a los profundos procesos de mestizaje cultural, aún no se ha podido construir la realidad de una comunidad nacional [...] es por demás claro que Bolivia es en rigor una coexistencia de varias nacionalidades y culturas regionales sobrepuestas o moderadamente articuladas (Prada et ál., 2005: 157).
Esta movilización de las estructuras sociales y políticas más antiguas en el país, con identidad campesina e indígena simultáneamente, donde lo indígena no sólo tiene una connotación étnico-cultural sino también nacional, indica que se está moviendo otra sociedad más que simplemente una parte de la sociedad (Gutiérrez, 2002); es el punto de encuentro y articulación donde surge la Asamblea6 Nacional Constituyente7 como escenario de debate y refundación de Bolivia, y como oportunidad para diseñar una forma de cogobierno multicultural. Esta movilización de la otra sociedad es una de las manifestaciones en donde lo social explotó a raíz de una crisis orgánica que produjo un desplazamiento entre sus diferentes niveles estructurales, incluido el sistema legal, con lo cual se convirtió en una posibilidad de cambio radical en la organización política y jurídica de la sociedad (Gramsci, 1931) que se llevaría a cabo con la reforma de la Constitución.
La explosión de lo social está vinculada directamente con la manifestación de la crisis orgánica en otros ámbitos, por ejemplo, con los nefastos resultados ocasionados por el orden económico: la economía boliviana optó por la implementación acelerada del modelo neoliberal en cabeza del bloque liberal conformado por cuatro grandes sectores: el sector petrolero controlado por la inversión extranjera8; el sector de la agroindustria dedicado a la producción de soja; el sector de la minería mediana con explotaciones en Potosí, La Paz y Oruro; y el sector de la banca privada (Banco de Crédito, Banco Nacional de Bolivia, Banco Mercantil). Entre 1985 y 2003, el bloque neoliberal de poder administraba anualmente 1.366 millones de dólares que representaban el 16% del flujo monetario anual (Vicepresidencia, 2008). Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1998 la población en estado de pobreza alcanzaba 5 millones de personas, que representaban al 62% de la población total, 5 años después, la población empobrecida ya era de 5,8 millones de personas, y el porcentaje de pobreza era del 64,3%. La Cepal registró para 2002 las siguientes cifras:
Bolivia creció un 2,7% durante 2002, en un marco de limitado crecimiento de la demanda de los hogares, incertidumbre política y desaceleración de las exportaciones. Dicho crecimiento fue superior al de 2001 (1,6%), pero se mantuvo por debajo del 5% registrado en 1997 y 1998. En el primer trimestre de 2003, el PIB sólo creció 1,4%, lo que se atribuye al estancamiento del consumo de los hogares y a los disturbios sociales de febrero. Con el crecimiento observado se prolonga el período de cuatro años consecutivos sin mejoras en el PIB por habitante (Cepal, 2003: 151).
Es así como la crisis y sus manifestaciones en los diversos ámbitos tienen una vinculación estrecha con los pedidos sociales de reforma de la Constitución, lo cual coincide con la idea de Elster, quien señala que "casi siempre se escriben las nuevas constituciones después de una crisis o de circunstancias excepcionales de algún tipo [...]. Por mucho [...] el vínculo entre crisis y creación constitucional es muy fuerte" (1994: 370). Tanto las acciones políticas en las calles como el ejercicio electoral9 fueron estrategias definitivas para que los movimientos sociales e indígenas avivaran el desbordamiento democrático de la sociedad sobre las instituciones de exclusión y predominio prevalecientes, impulsando contundentemente la reforma de la Constitución de 1967 y la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente.
La Asamblea Nacional Constituyente10 refuerza y consolida el espacio de deliberación que ya se había instalado. Su objetivo fundamental fue la reforma total de la Constitución y, de paso, consolidar la agenda debatida por los movimientos sociales e indígenas como el núcleo común intercultural sobre el que se refundaría el Estado, la economía y la sociedad. En concordancia con este mandato, la Asamblea Constituyente fue más que un acierto:
[...] ha sido concebida y convocada para crear un orden institucional que corresponda a la realidad de lo que somos. Hasta ahora, cada una de nuestras 17 o 18 constituciones solo ha tratado de imitar la última moda institucional -francesa, norteamericana, o europea-. Era evidente que no nos convenían, porque estas constituciones corresponden a otras sociedades. Somos indígenas y no indígenas, liberales y comunales, somos una sociedad profundamente diversa en lo regional e hibrida en términos de clases sociales. Así que tenemos que tener instituciones que nos permitan reconocer este pluralismo (Carlsen, 2007: 4).
Esta Asamblea contó con la legitimación electoral y popular más alta en la historia del país: el 84,51% de votantes (3.133.602 ciudadanos), razón por la cual se consolidó como uno de los hechos más importantes en la definición de la disputa por un Estado en transición que posibilitó un escenario propicio para el debate de alternativas que fueron incluidas en la Nueva Constitución de 2009, entre estas un nuevo modelo económico y social: la economía plural.
La aprobación de la Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional, mediante el mecanismo democrático del referendo popular en agosto de 2008, conjuró la pugna política y el clima de inestabilidad que rodeó a Bolivia durante ese periodo, demarcando un punto de bifurcación en la historia del país. Fue a partir de hechos electorales, hechos de fuerza social y hechos de consenso que se consolidó un "nuevo" sistema político y un "nuevo" orden simbólico estatal (García, 2008). En esa dirección, se hizo imprescindible una reforma económica que estuviera acorde con dichos cambios, y es así como el nuevo modelo económico nacional productivo se consolidó como la apuesta del país para iniciar un ciclo económico distinto.
En el proceso constituyente, la fuerza de la acción colectiva produjo las bases para la reconstitución de la política (Chávez y Mokrani, 2007), y de la política con la economía y la sociedad. De esta reconstitución surge el modelo económico nacional productivo, basado en cinco pilares fundamentales: la expansión del Estado nacional productor, la industrialización de los recursos naturales, la modernización y tecnificación de la mediana y pequeña producción urbana y rural, la satisfacción del mercado interno y las exportaciones y la redistribución de la riqueza (Vicepresidencia, 2008). Si bien este conjunto de principios está orientado hacia el objetivo común de "mejorar la calidad de vida y el vivir bien de todas las bolivianas y los bolivianos" (artículo 306), es importante señalar que estos fundamentos corresponden a posturas e intereses contrapuestos de los actores sociales y políticos que confluyeron en la Asamblea Constituyente con la intención de que sus planteamientos sobre la forma de entender la economía quedaran incluidos dentro de la Nueva Constitución.
La discusión sobre el tipo de economía que orientaría al país fue abordada de manera transversal en toda la Asamblea Constituyente, sin embargo, la Comisión XIX11 de Desarrollo Económico y Finanzas (Repac y Vicepresidencia del Estado Plurinacional, 2008) concentró los debates en torno a la modificación del contenido del régimen económico de la Constitución de 1967 y la elaboración del texto sobre la estructura y organización económica del Estado que haría parte de la Nueva Constitución (Comisión XIX, 2007). En la conformación de la Comisión XIX12, si bien existía una representación de todos los sectores sociales13 como lo planteaba la ley, el debate se polarizó en dos bloques que proponían dos visiones sobre la economía, inicialmente irreconciliables. La novedad de esta coyuntura fue que el bloque social de poder nacional, conformado por los sectores sociales e indígenas en cabeza del Movimiento al Socialismo (MAS), contó con una ventaja comparativa al poder definir los marcos legales, políticos y de poder, los cuales históricamente habían favorecido al bloque neoliberal de poder.A continuación se presentan los puntos de vista fundamentales de cada uno de los bloques14, se trata de un análisis sobre las implicaciones de discutir la economía en el campo jurídico y los resultados que quedaron plasmados en el texto constitucional.
Si bien este bloque había contado con un conjunto de prerrogativas basadas en el entramado monocultural, colonial y excluyente que estructuró las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales en Bolivia durante toda la República, en la Asamblea Constituyente y, en particular, en la Comisión XIX, ocupó el lugar de minoría frente al bloque social de poder.
Para el bloque liberal, el modelo económico adecuado para Bolivia estaba basado en una serie de principios que sostenían tanto la visión liberal tradicional con la garantía y protección de las libertades individuales y una marcada ausencia del Estado, como la inclusión de rasgos más vinculados con el pluralismo y lo social; esta variedad de principios refleja un cambio importante en las estrategias del liberalismo para acomodarse al nuevo escenario político latinoamericano. Tanto los principios tradicionales como los más contemporáneos conformaban la propuesta con la que este bloque quiso ocupar un lugar dentro de la Constitución y, con ello, mantener su lugar político; por tal razón, en el Informe de Minorías (Comisión XIX, 2007) se sintetizó de manera armonizada esa intención al plantear principios como:
[...] generación de riqueza, eliminación de la pobreza y la desigualdad, reducción de las desigualdades regionales, pleno empleo y trabajo digno para hombres y mujeres, impulso integral a los sectores productivos, sin discriminación de género, defensa de la consumidora y del consumidor, conservación del medio ambiente, Desarrollo Nacional Sostenible, exportación de productos terminados, prioridad a la productora y al productor nacional (artículo 3).
Si bien, el bloque liberal podría ser un defensor a ultranza de la Constitución de la República de Bolivia (1967)15por considerar que hasta ahora había garantizado el cumplimiento de sus objetivos dentro de un marco legal e institucional, su actitud dentro del proceso constituyente fue estratégica en dos sentidos: por un lado, retomó los puntos esenciales del pensamiento liberal económico incluido en la Constitución de 196716, tales como laindependencia y el desarrollo "mediante la defensa y el aprovechamiento de los recursos naturales y humanos en resguardo de la seguridad del Estado y en procura del bienestar del pueblo boliviano"17 (artículo 133), y laprohibición de monopolios privados (artículo 134). En ese sentido, propuso un reajuste de los principios clásicos en una idea minuciosa y detallada sobre el ordenamiento económico, organizada en treinta y dos artículos en los que se incluyen temas fundamentales: las funciones del Estado en la economía; el sistema de planificación e inversión; las políticas fiscal, financiera, monetaria y de control; toda esta propuesta con la clara orientación hacia una actuación acotada o nula del Estado como garantía de un funcionamiento eficaz de la economía.
Por otro lado, el bloque liberal tuvo un desempeño estratégico al plantear su postura sobre uno de los puntos neurálgicos propuestos por el bloque opositor acerca de la disyuntiva entre economía de mercado o economía social comunitaria; para este bloque dicha disyuntiva resulta ser un situación menor al catalogarla como de falsa o aparente disyuntiva, la cual fue solucionada en un acotado apartado en el que se explica que, debido a los grandes avances de la democracia, hoy existen todas las garantías de participación igualitaria hasta en los escenarios económicos, por lo que no es necesario tener una diferenciación entre los tipos de economías existentes. Adicionalmente, este bloque indica que al tener los destacados resultados en materias como crecimiento, eficiencia y desarrollo, el país debe fortalecer y apoyar más la economía que ha funcionado. En respuesta a esta forma de comprender la economía, el bloque social de poder18 propone una modificación radical de esta postura.
El (re)surgimiento y consolidación del bloque social en Bolivia fue producto de la capacidad de emancipación social e indígena para incidir en las estructuras modernas y liberales del Estado, la Constitución y la Economía (De Souza, 2009). Este bloque de poder social, liderado por el MAS19, encontró en la Asamblea Constituyente las condiciones político-jurídicas20 para poner en el debate la propuesta de la economía social comunitaria como alternativa posible a los modelos económicos tradicionales. Es así como el nacionalismo indigenista del MAS fue una síntesis tanto de las visiones y propuestas de los movimientos sociales e indígenas nacionales, como de las propuestas de refundación del país que implicaban una nueva constitución y la reversión del neoliberalismo (Grebe, 2009).
En esta dirección, la economía social comunitaria propuso cuatro grandes planteamientos21 que invitan a repensar el lugar de la economía en el desarrollo del país, y la importancia de la Constitución en relación con los temas económicos. Estos planteamientos se refieren a: 1) la economía social comunitaria como base de la organización económica del Estado, 2) la orientación del sector privado y el monopolio hacia el beneficio social, 3) el retorno a una función reguladora del Estado en la economía y 4) la fuerza creadora y ordenadora de la economía del vivir bien como trasfondo filosófico de la propuesta. De manera sintética, a continuación se describe cada uno.
En primer lugar, la economía social comunitaria como la base de la organización económica del Estado propone la inclusión formal de cuatro formas económicas dentro del sistema económico boliviano: la empresa pública; la empresa privada (pequeña, mediana y grande); las unidades y organizaciones económicas de producción, comercio y servicios, urbanas y rurales que funcionan con visión comunitaria; y las empresas de economía social (cooperativas). Si bien este aspecto es menor para el bloque liberal, para el bloque social es el punto central en el debate, ya que durante siglos el entramado colonial excluyente hegemonizó la economía alrededor del capitalismo, ocasionando una invisibilización de las otras economías22, tales como la doméstica, la campesina, la indígena, la informal, que habían existido en el plano real pero no habían logrado una formalización constitucional23. En este sentido, se pueden identificar dos logros importantes, por un lado, haber instalado el debate sobre las otras formas de la economía y su valor real en la economía del país en pleno proceso de reforma constitucional, y, por otro, preparar el escenario de debate sobre la formulación de políticas públicas destinadas a fortalecer estas formas productivas en la dinámica del sistema productivo nacional.
En segundo lugar, la empresa privada es reconocida como parte de la economía del país y, por tal razón, su actividad estará enmarcada en una serie de condiciones que orienten su labor; por un lado, el aporte al desarrollo económico y social del país y al fortalecimiento de la independencia económica, y, por otra, la obligación de proteger el medio ambiente y generar trabajo digno. En ese mismo sentido, la prohibición de monopolio incluye una variación particular, la prohibición del acuerdo entre empresas "que perjudiquen al pequeño productor y al consumidor" (artículo 5) como una condición para evitar la competencia desleal. Tanto el papel de la empresa privada como la prohibición del monopolio, sufren un giro con respecto a su función tradicional (Goitia, 2006): ahora no son principios retóricos, tienen una intencionalidad política en medio de la correlación de fuerzas, relacionada con limitar la acción del capital, no para frenar el desarrollo, sino para incentivar una economía que estimule el funcionamiento dinámico de la economía pública en función de la economía del capital, y de éstas con la economía social comunitaria.
En tercer lugar, el rol regulador del Estado en la economía retoma un lugar central en la discusión, ya que el bloque de poder social cada vez tiene más argumentos, luego de los efectos de la última crisis financiera, para justificar la importancia de esta función en cada etapa del proceso productivo: en la planificación, con la creación de espacios de participación y consulta ciudadana; en la producción directa de bienes y servicios económicos y sociales; en la regulación que protege el medio ambiente; en el control de los sectores estratégicos de la economía; en la promoción de la integración de los sectores económicos; en la industrialización de los recursos naturales renovables y no renovables; en la promoción de políticas contra las desigualdades y otras formas de exclusión social y económica para erradicar la pobreza en sus múltiples dimensiones. Si bien esta es una de las funciones más contradictorias y a la vez definitivas para orientar el tipo de relaciones entre economía, Estado y sociedad, en Bolivia fue y sigue siendo uno de los temas vitales en las discusiones entre los bloques de poder, debido a lo que está en juego: el tipo de modelo económico. Si bien la economía boliviana ha estado en modelos similares como es el caso del nacionalismo de la década del cincuenta24, esta propuesta intenta incrementar drásticamente los ingresos fiscales a partir de la recaudación de recursos provenientes de los hidrocarburos y de la minería25, para sostener y consolidar las políticas sociales de redistribución iniciadas por el presidente Morales en 200626.
Finalmente, la economía del vvir bien (sumaq qamaña)27 es uno de los aportes más significativos de los pueblos indígenas bolivianos en el proceso constituyente, ya que propone una reflexión crítica sobre el lugar de la economía en la estructuración de las relaciones sociales y de poder. Si bien el vivir bien es un principio de la cosmovisión indígena que ha sido utilizado a lo largo de la historia en todo tipo de prácticas económicas, no era conocido ni usado por la población mestiza o blanca, debido a las explicaciones modernas que negaron de tajo el valor del saber indígena. Por tal razón, esta forma de entender la economía implica la reconstrucción de la identidad cultural y de la herencia ancestral milenaria con la recuperación de los conocimientos y saberes antiguos, así mismo, implica una política de soberanía y dignidad nacional, una apertura a nuevas formas de relaciones de vida (ya no individualistas sino comunitarias), la recuperación del derecho de relación con la madre tierra y la sustitución de la acumulación ilimitada individual de capital por la recuperación integral del equilibrio y la armonía con la naturaleza (Huanacuni, 2010). En este sentido, la economía del vivir bien es una apuesta epistemológica y política del Sur (De Souza, 2010) basada en el pensamiento indígena y campesino, que incluye todas las formas de organización económica, con la importante misión de orientar la economía hacia la vida. Esta coexistencia de formas económicas es una manifestación del pluralismo económico, que constituye uno de los rasgos novedosos de los procesos constituyentes contemporáneos28 en Latinoamérica.
Hacia el final del mandato de la Asamblea y en vísperas de la aprobación del texto constitucional, Bolivia estuvo sumergida en un clima de violencia generalizada, manifestaciones en contra de los asambleístas, una masacre de campesinos en Pando, actos de desestabilización en contra del gobierno de Morales, cierre de las principales vías de acceso a las ciudades, incendios y destrucción de oficinas estatales29. Éstos, entre otros hechos, avivaron las discusiones entre los dos bloques de poder ya no sólo dentro del recinto de la Asamblea Constituyente, sino en las calles (Prada, 2008). Y es en medio de esta alta conflictividad social y política que se logró llegar a un acuerdo sobre el texto de la Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia (2009), y en este, sobre las bases del modelo económico nacional para los próximos años. Este "acuerdo" entre los bloques de poder social implicó tres posibles escenarios: el consenso definitivo, la articulación de propuestas o la imposición de una postura sobre las demás. El contenido del acuerdo entre bloques de poder expresado en el texto constitucional contiene las siguientes características:
1) Generación del producto social. 2) La producción, distribución y redistribución justa de la riqueza y de los excedentes económicos. 3) La reducción de las desigualdades de acceso a los recursos productivos. 4) La reducción de las desigualdades regionales. 5) El desarrollo productivo industrializador de los recursos naturales. 6) La participación activa de las economías pública y comunitaria en el aparato productivo (artículo 313).
Es importante señalar que el texto completo de la Nueva Constitución fue refrendado con la realización del referéndum constitucional dirimitorio30 en enero 25 de 2009, el cual contó con la participación del 61,63% del padrón electoral. Si bien podría catalogarse como excesiva la legitimación por la vía electoral democrática del trabajo de la Asamblea Constituyente, ya que el texto gozaba de un estatus importante al ser producido durante el mandato legal, fue una jugada política del gobierno de Morales llamar a las urnas para relegitimar el trabajo de la Asamblea en vista de las grandes fragmentaciones y polarizaciones de la sociedad boliviana, y como estrategia para medir de nuevo las fuerzas sociales luego de ese espinoso proceso constitucional.
En clave histórica, se puede plantear que la Constitución de 1967 cerró el periodo nacionalista caracterizado por un marcado constitucionalismo social y un capitalismo de Estado (Rivera, 2005), que sumado a la consolidación y crisis del modelo neoliberal, impulsó una alta movilización social (de élite y popular) para reformar la Constitución en función de los cambios económicos. En este sentido, los cuatros principios estipulados en la Constitución de 1967 resultaron insuficientes para responder a la dinámica desarrollada en cuatro décadas, lo que implicó una necesaria ampliación en los principios económicos: la definición del modelo económico, así como su finalidad y objetivos, el reconocimiento del subsistema comunitario/popular como complemento de los subsistemas estatal y de capital. Adicionalmente, otro cambio importante en esta trayectoria fue el paso de lo económico como régimen especial a la economía como parte fundamental de la Constitución, resaltando la centralidad y el liderazgo que ésta imprime sobre las demás dimensiones de la realidad.
Las posturas de los bloques sociales de poder en confrontación están claramente definidas. Por un lado, con un giro a la izquierda, el bloque social de poder está orientado a la reivindicación de un modelo económico comunitarista desarrollado en pocos artículos, que requiere de un marco ideológico indígena y popular para ser comprendido; si bien la propuesta de la economía social comunitaria se mantiene dentro de los lineamientos modernos del derecho constitucional como una garantía para ser discutida dentro del campo jurídico, los contenidos de la propuesta son fisuras por donde se encara la ruptura de los clivajes liberales modernos que han legitimado un solo modelo económico. De otra parte, el bloque de poder liberal, en su posición como minoría, propone un marco muy interesante, ya que conjuga planteamientos innovadores como el pluralismo, el mejoramiento de la calidad de vida, la eliminación de la pobreza y la desigualdad, la igualdad entre hombres y mujeres, la defensa de los consumidores, temas muy acordes con las demandas sociales actuales, pero que tienen la pretensión de dar un giro más humano al capitalismo; para tal fin, promueve y defiende la democracia y la institucionalidad como medios para lograr su objetivo.
Entre la Constitución de 1967 y la Constitución de 2009 se puede dibujar un recorrido de larga duración por el conjunto de cambios propuestos como un marco de pensamiento y acción que está acorde con las características de este tiempo de transiciones; en este sentido, la Nueva Constitución de Bolivia se constituye en un producto social que responde a las transiciones que le impone la historia nacional y global. Grandes retos como la pluridiversidad, la plurinacionalidad, el vivir bien, el pluralismo hacen parte de las características del nuevo constitucionalismo latinoamericano, las cuales requerirán de un diseño institucional adecuado, a través de políticas públicas, para cumplir con su finalidad.
1 Bolivia es un país mayoritariamente indígena, en el que existen 37 culturas distintas: tres grandes y 34 pequeñas. Los mestizos constituyen el 38%; los aymaras, el 25%; los quechuas, el 30%; y los pueblos indígenas del Oriente y Chaco, el 7%. (INE, Censo 2001).
2 La primera Constitución de Bolivia data de 1826, durante este siglo aparecen nueve constituciones más (1831, 1834, 1839, 1843, 1851, 1861, 1868, 1871 y 1878). A partir de la Constitución de 1890, se inicia un periodo de estabilidad, ya que esta Constitución se muestra como el eje de la organización política boliviana, la cual ha sido modificada parcialmente pero mantiene su estructura básica (1938, 1945, 1947 y 1961).
3 "La formación social abigarrada se caracteriza, entonces, por contener tiempos históricos diversos, de lo cual una expresión más particular es la coexistencia de varios modos de producción; la existencia de formas políticas de matriz diversa o heterogénea, que se expresa en la existencia de un conjunto de estructuras locales de autoridad diversas entre sí y un Estado más o menos moderno y nacional, pero que no mantiene relaciones de organicidad con las anteriores y, en consecuencia, es un Estado más o menos aparente" (Tapia, 2002: 10).
4 "Creo que el gran desafío del laboratorioboliviano es crear una multitud capaz de tomar decisiones políticas como un actor autónomo, el de inventar una forma de gobernar en la que la multitud tenga el poder de su autodeterminación y el de crear un proceso constituyente multitudinario. Ese es el ambicioso papel de Bolivia en el mundo hoy" (Hardt, 2010: 74).
5 Si bien el accionar político de los pueblos indígenas, así como el de las organizaciones de vecinos, es presentado en Bolivia como novedoso debido al impacto cultural y mediático que han logrado tener, en especial durante el proceso constituyente, es necesario notar que en realidad se trata de fuerzas sociales de una larga historia y trayectoria. Al respecto, véase Rivera (1984).
6 Según Barragán (2006) en la historia de Bolivia, del conjunto de asambleas para el siglo XIX, doce fueron constituyentes: tres congresos constituyentes (1834, 1839 y 1848), tres convenciones nacionales (1843, 1851, 1880-1881) y seis asambleas constituyentes (1826, 1831, 1861, 1868, 1872, 1877-1878). Mientras que en el siglo XX se tuvieron cinco convenciones nacionales (1900, 1920-1921, 1938, 1944, 1945) y dos asambleas constituyentes (1956-1957, 1966-1967).
7 En 2004, el Parlamento Nacional sancionó la "Ley No. 2631 de Reforma Constitucional con el fin de derogar la Constitución de 1967" y convocar la Asamblea Constituyente.
8 El sector petrolero estaba controlado por Repsol YPF, BG Group, Petrobras, YPFB Chaco S.A. El sector sojero fue conformado por las industrias de aceite FINO S.A., ADM SAO S.A., así como medianos y grandes productores nacionales y extranjeros.
9 Para el vicepresidente de Bolivia, el ascenso electoral de las izquierdas nacional-indígenas (Movimiento Indígena Pachakuti) y popular-mestizas (Movimientos al Socialismo) se convirtieron en el capital de movilización de los sindicatos y comunidades, en capital político electoral de autorepresentación indígena, como efecto diferido de la renovación democrática de los espacios, los discursos, las instituciones, los capitales y los sujetos de la política en la Bolivia actual.
10 Apenas en 2004 la Asamblea Nacional Constituyente fue reconocida como mecanismo legal para la reforma de la Constitución en Bolivia, ya que anteriormente era la declaración de necesidad de la reforma ante las cámaras y se diera trámite de ley ordinaria (Constitución de 1967, artículo 230).
11 La Comisión XIX está integrada por quince miembros: Teodora Tapia Aruni (presidenta), Emilio Gutiérrez Colque (vicepresidente), Angélica Siles Parrado (1ra Subcomisión), Franz Choque Ulloa (2da Subcomisión), Andrés Zeballos Chocomani (3ra Subcomisión), Enrique Quiroz Escobar, Wilder Vaca Cuellar, Nilda Copa Condori, Simona Garzón de Antezana, Guisel Zárate Gumiel, Dora Arteaga Alanoca, Ana Núñez Durán, Samuel Doria Medina, Juan Carlos Aranda Crespo, Miguel Ojopi Sosa.
12 De la composición total de la Asamblea Constituyente (255 miembros), 137 (53%) pertenecen al Movimiento al Socialismo MAS (partido del gobierno) y 60 (23%) pertenecen a Podemos (partido de la oposición). Esta proporción fue mantenida en las comisiones.
13 Aunque la Ley Especial de Convocatoria de la Asamblea Constituyente, No. 3364 de marzo 6 de 2006 intentó proponer una participación amplia e incluyente como el reconocimiento de la equidad de género, fue muy cuestionada por mantener los criterios de las normas electorales tradicionales, basados en los partidos electorales, las circunscripciones y el sufragio.
14 El Reglamento General de la Asamblea Constituyente (2006) prevé varias fases de debate dentro de cada comisión y en las audiencias generales; para la discusión en dichos escenarios se prevén dos informes: el de mayorías y el de minorías, los cuales son sometidos al debate y posterior votación. En caso de que no haya consenso, se convoca un comité de concordancia y redacción final del texto (artículos 25 y 26).
15 El texto de la Constitución promulgada el 2 de febrero de 1967 durante la presidencia de René Barrientos Ortuño mantuvo, en términos generales, el contenido de la Constitución de 1961; una de las reformas más significativas fue la inclusión del artículo 133 sobre la independencia nacional (Goitia, 2006: 252).
16 Gargarella (2005) en su estudio sobre el constitucionalismo menciona que los planteamientos liberales con estas características han estado presentes a lo largo de las constituciones postindependentistas de América Latina, por ejemplo, en Perú, con José Simeón Tejada; en Bolivia, con el general Linares; en Argentina, con Alberdi.
17 Para autores como Asbun Rojas (citado por Ciro Félix Trigo) existe una disyuntiva sobre el carácter del Estado y su relación con la economía. Si bien este artículo, de influencia nacional socialista, antepone la soberanía del Estado al bienestar de la ciudadanía, está fuera de contexto y apunta en dirección contraria al principio de la Justicia social. Estado de derecho versus Estado social y democrático de derecho.
18 Es interesante anotar que entre los proyectos de minorías y mayorías, varios temas fueron aprobados por consenso: "Integración económica, turismo, micro y pequeñas unidades productivas, fomento a la producción nacional, cooperativas, trabajadores por cuenta propia, Bolivia productiva e industrial, reconocimiento al trabajador del hogar, promoción de formas asociativas y empresas mixtas" (Comisión XIX, 2006: 4).
19 Dentro de la dinámica social organizativa en Bolivia, el MAS rebasó el concepto tradicional de partido político, al ser considerado un instrumento político que se encargaría de visibilizar en la arena electoral las pretensiones del movimiento social e indígena.
20 De los quince integrantes de la Comisión XIX, este proyecto de informe fue avalado por nueve miembros del MAS.
21 Esta síntesis está basada en el Informe de Mayorías presentado en la Comisión XIX. Los artículos citados corresponden a la numeración interna del informe presentado.
22 Sobre la definición teórica de las otraseconomías, existen diversas posturas al respecto, tanto en Europa como en América Latina: economía social y del trabajo (Coraggio), economía social y solidaria (Defourny), economía solidaria (Singer).
23 Polanyi plantea una crítica sobre la visión moderna de la economía centrada en el mercado, la cual es propia del siglo XVIII: ha generalizado la idea de economización como la definición formal e institucional de la economía, dejando fuera toda la economía real (Polanyi, 2007).
24 Durante la Presidencia de Víctor Paz Estenssor se profundiza el constitucionalismo social con medidas como la redistribución de la tierra a través del a reforma agraria, la nacionalización de la minería, la regulación de la explotación de los recursos naturales, la reforma educativa y el régimen de seguridad social (Goitia, 2006).
25 Las reservas internacionales han aumentado desde 1.000 millones de dólares en 2003 a 7.700 millones de dólares a fines de 2008.
26 Entre los programas sociales de este gobierno se destacan: la Renta Dignidad para la tercera edad, por un monto anual de 340 dólares para cada beneficiario; el Bono Juancito Pinto para los niños en edad escolar, por un monto de 29 dólares al año; y el Bono Madre Niño Niña para las mujeres embarazadas y sus hijos menores de dos años, por un monto de 257 dólares pagadero en un lapso de dos años y nueve meses.
27 El vivir bien es considerado uno de los fundamentos del Plan Nacional de Desarrollo: "La concepción del vivir bien es propio de las culturas originarias o indígenas del país. El vivir bien expresa el encuentro entre pueblos y comunidades, respeta la diversidad e identidad cultural. Significa 'vivir bien entre nosotros', es una convivencia comunitaria con interculturalidad y sin asimetrías de poder, 'no se puede vivir bien si los demás viven mal'. Se trata de vivir como parte de la comunidad con protección de ésta, en armonía con la naturaleza, 'vivir en equilibrio con lo que nos rodea', también significa 'vivir bien contigo y conmigo', que es diferente del 'vivir mejor' occidental, que es individual, separado de los demás e inclusive a espaldas de los demás y separado de la naturaleza" (Plan Nacional de Desarrollo "Bolivia Digna, Soberana, Productiva y Democrática para Vivir Bien" 2006-2010).
28 En ese sentido, Viciano y Martínez (2010) encuentran que los rasgos del nuevo constitucionalismo están vinculados con el real control del poder ciudadano y la pregunta por la desigualdad social.
29 La alianza cívico-prefectural realizó acciones de oposición en todo el territorio de la Media Luna por el tema de las autonomías. Las juventudes cruceñistas lideraron acciones como protestas en las calles, incendios de instalaciones oficiales, insultos públicos contra los miembros del MAS. En El Porvenir (Pando) se registró una masacre de aproximadamente veinte campesinos, la cual presenta claros indicios de ser una acción fundada en motivos raciales, nacionales, étnicos, culturales y sociales (Unasur, 2008).
30 El referéndum contenía dos preguntas. La relacionada con la Constitución interrogaba: "¿Usted está de acuerdo con refrendar el texto del proyecto de Constitución Política del Estado presentado por la Asamblea Constituyente, y ajustado por la Comisión Especial de Concertación del H. Congreso Nacional, que incluye los consensos logrados en el diálogo entre el Gobierno Nacional por los Prefectos y Representantes Municipales sobre autonomías, incorporando el resultado de la consulta sobre el artículo 398 a ser resuelto en este mismo referéndum, y que la misma sea promulgada y puesta en vigencia como nueva Ley Fundamental del Estado Boliviano?"
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Hernán Palermo**
Cynthia Rivero***
* Una versión preliminar de este artículo fue presentada como ponencia en la 27ª Reunión Brasileña de Antropología (RBA). Asimismo, este trabajo se enmarca en las líneas de investigación que se desarrollan de forma articulada desde el Ceil-Piette del Conicet de Argentina y la Universidad de Buenos Aires.
** Doctor en Ciencias Antropológicas. Investigador del Ceil-Piette del Conicet. Docente-investigador de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT) de la misma Facultad. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Licenciada en Ciencias Antropológicas. Coordinadora del área Calidad de Vida en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Docente-investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo (GAT) de la misma Facultad. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El objetivo del artículo es analizar de qué modo los procesos de privatización en Argentina implicaron la desestructuración de un orden sociolaboral y simbólico, que organizaba la vida de dos colectivos de trabajadores vinculados con la extracción de petróleo y la producción de acero. Realiza una reflexión sobre los sentidos y valores que se diputan en los procesos de construcción de la memoria, rastreando continuidades y rupturas. Como común denominador encuentra que el proceso privatizador, así como la conversión de los trabajadores en emprendedores, representa un punto de ruptura que dificulta y complejiza la transmisión de la experiencia.
Palabras clave: procesos privatizadores, trabajo, trabajadores, disputas de memorias, petroleros, siderúrgicos.
O objetivo do artigo é analisar de que modo os processos de privatização na Argentina implicaram a desestruturação de uma ordem social trabalhista e simbólica, que organizava a vida de dois coletivos de trabalhadores vinculados com a extração de petróleo e a produção de aço. Realiza uma reflexão sobre os sentidos e valores que se disputam nos processos de construção da memória, rastreando continuidades e rupturas. Como denominador comum encontra que o processo privatizador, assim como a conversão dos trabalhadores em empreendedores, representa um ponto de ruptura que dificulta e torna complexa a transmissão da experiência.
Palavras chave: processos privatizadores, trabalho, trabalhadores, disputas de memórias, petroleiros, siderúrgicos.
This article is directed to analyze the way in which the privatization processes in Argentina led to the des-structuring of a socio-laboring and symbolic order that used to organize the life of two worker collectives linked to the oil extraction and steel production. it also thinks over the meanings and values struggling into the process of construing memory, tracking continuities and ruptures. it was found that the privatization process as well as turning workers into entrepreneurs represents a rupture point that makes it difficult and more complex to broadcast the experience.
Key words: privatization processes, labor, workers, memory disputes, oil workers, iron and steel workers.
En Argentina, la denominada Reforma del Estado acontecida durante los años noventa, dinamizó una serie de políticas de carácter neoliberal1, las cuales iniciaron una metamorfosis de las formas de organización del trabajo, signada por la precarización y la tercerización laboral (Figari y Palermo, 2008), la desocupación y la reconversión del rol de los sindicatos, que retrocedieron sobre derechos históricamente adquiridos por los trabajadores. Los cambios en el modelo de acumulación capitalista implicaron también profundas modificaciones en las estructuras productivas nacionales y en la distribución de la riqueza, aumentando exponencialmente la desigualdad social y, con ello, la precarización de las condiciones de vida. En tal sentido, la política de privatización que ejecutó el gobierno de Carlos Menem2 durante la primera parte de la década del noventa, fue posible, entre otras razones, por la disgregación social y el debilitamiento de la organización sindical producidos durante la última dictadura militar a mediados de los años setenta.
Las medidas económicas impuestas por los funcionarios de dicha dictadura generaron una fuerte caída en el salario real, lo que afectó de manera negativa el nivel de vida que habían alcanzado los trabajadores asalariados. Numerosos empresarios en complicidad y organicidad con las fuerzas armadas dictatoriales y en algunos casos también con las cúpulas sindicales, arremetieron contra los derechos históricamente adquiridos por los trabajadores. En este sentido, Victoria Basualdo afirma que
[...] la política de desindustrialización que constituyó la contracara de la valorización financiera, no fue consecuencia de una crisis endógena del sector industrial. Por el contrario la industria evidenció un crecimiento continuo entre 1964 y 1974, que fue brutalmente interrumpido mediante un cambio radical en la política económica. El golpe militar implicó, desde esta perspectiva, una revancha clasista a favor del capital y en contra de la clase obrera (2006: 21).
De este modo, la desaparición sistemática de activistas y militantes sindicales, políticos y sociales, comisiones internas y cuerpos de delegados provocaron un acallamiento de las acciones de protesta y resistencia en un contexto en el que era prioritario para algunos sectores del poder económico generar mecanismos para la reestructuración del modelo de dominación. La persecución y desaparición de los sectores populares, así como la desindustrialización, constituyeron las dos caras de una misma moneda.
Esta perspectiva nos permite establecer líneas de continuidad entre los efectos que ocasionó la política económica y represiva de la dictadura sobre la organización de los trabajadores, y las condiciones creadas para la instalación extendida de la flexibilidad y la precariedad, que prevalecen actualmente como atributos característicos en la condición de vida de gran parte de la clase trabajadora.
El terror y persecución de los sectores populares, junto con la desindustrialización implementada por la dictadura, el terror económico aplicado por el proceso hiperinfacionario3 de los ochenta, elaboraron las bases para que las políticas neoliberales se consolidaran en los noventa y generaran la ficción de que se avanzaba hacia el capitalismo del "primer mundo". En tal sentido, consideramos necesario analizar a partir de las narraciones de los trabajadores cómo se desarrollaron los procesos sociales que condujeron a la construcción de diversas memorias como colectivos de trabajo estatales, y qué marcas o huellas imprimió sobre ésta la pérdida traumática del trabajo.
En este artículo, nos proponemos analizar las experiencias de dos colectivos de trabajo, durante el proceso de privatización de empresas públicas en Argentina: por un lado, los trabajadores siderúrgicos de la exempresa estatal Somisa (Sociedad Mixta de Siderurgia Argentina) en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, y los trabajadores petroleros de la exempresa estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) emplazada a lo largo y ancho del país. Ambos colectivos de trabajo reivindican su experiencia en la fábrica e identifican el proceso de privatización como evento traumático que transformó profundamente las condiciones de existencia. En esa vía, es de nuestro interés indagar, desde una perspectiva etnográfica, acerca de los sentidos que se disputan en los procesos de construcción de las memorias, para explorar las continuidades y rupturas que se establecen en el devenir de la experiencia de los trabajadores.
Sabemos que si bien las memorias se despliegan en un tiempo presente, necesariamente evocan un pasado. Por ello, la pregunta acerca de los procesos sociales de construcción de las memorias estará orientada a explorar las relaciones que se establecen entre el devenir de los acontecimientos políticos y económicos que atravesaron la vida de ciertos grupos de trabajadores, y la configuración de sus memorias e identidades a partir de los sentidos otorgados al pasado.
Con el objetivo de investigar este proceso hemos definido el concepto de memoria como un entramado intersubjetivo complejo, selectivo y con una temporalidad propia, que se sitúa en el presente, para comprender el pasado de los procesos sociales que han intervenido en su construcción. Así, Henry Rousso afirma que "la memoria humana no es acumulativa, recordar es siempre olvidar algo, es desplazar la mirada retrospectiva y recomponer un paisaje distinto del pasado" (2002: 88).
Retomando esta perspectiva, afirmamos que la memoria puede ser imaginada como un rompecabezas incompleto por definición, cuyos fragmentos se componen en la certeza de que las figuras creadas son siempre contingentes pero necesarias. Esas contingencias se definen en coyunturas políticas e históricas específicas que no obstante requieren de la articulación de un grupo social, en nuestro caso los colectivos de extrabajadores de YPF y Somisa. Sin ellos, sin sus recuerdos y olvidos, sería imposible intentar pensar y combinar los variados fragmentos que componen esas memorias. No obstante, es preciso destacar que si bien cada grupo social reconoce una memoria común que lo constituye como tal, y a su vez es condición de posibilidad en la reconstrucción del recuerdo, esta memoria no existe como un objeto abstracto, singular y exterior por encima del recuerdo, sino que, dadas ciertas relaciones intersubjetivas, se entraman memorias múltiples y relativas al posicionamiento ideológico y a los intereses de quienes las han constituido. Tal como sostiene Schmückler,
[...] cada grupo se reconoce con sus propias memorias, pero no hay una memoria que nos espere fuera de nuestra propia historia, de nuestra propia voluntad, de nuestras propias convicciones, anunciando su verdad; sino que hay "memorias", porque los distintos grupos tienen distintas memorias (2007: 3).
Por último, nos interesa analizar cuáles son las memorias que se disputan en un escenario marcado por un diagnóstico neoliberal que pone énfasis en la categoría del trabajador como "emprendedor" en detrimento del trabajador como "productor". Dado que hemos podido rastrear a través de los discursos que esgrimían diversos sectores político-gubernamentales, comunicacionales, empresariales, etcétera, un desplazamiento de sentido que afirmaba la necesidad, y por qué no, la ventaja de convertir al trabajador en un "emprendedor". Por tal razón, nos preguntamos qué significa pensar un sujeto como "productor", y qué significa pensar un sujeto como "emprendedor", en términos de otorgar legitimidad a un proceso privatizador que articuló una compleja vinculación entre memoria, experiencia y trabajo.
La promoción e instalación de empresas estatales en Argentina marcó intensamente las experiencias de gran parte de la clase trabajadora Argentina. Tal es el caso de los colectivos de trabajo en YPF y Somisa, dos empresas estatales de producción estratégica para el desarrollo y crecimiento del sector industrial. La primera dedicada a la explotación petrolera, y dada la particularidad de la industria, localizada en toda la extensión del territorio argentino, de norte a sur, de este a oeste. Mientras que la segunda se concentra en una sola localidad, focalizada en la producción siderúrgica.
YPF fue creada el 19 de octubre de 1922 por el general Enrique Mosconi, quien fundó la primera empresa estatal de exploración y producción de petróleo en América Latina. Detrás de la idea de un Estado "empresario", que debía actuar como propietario, operador y regulador del sistema energético, se encontraba una facción del Ejército que tenía una fuerte vocación industrialista y nacionalista (Rouquié, 1986; Potash, 1985). Esta facción manifestó la fragilidad Argentina ante una potencial situación de guerra, particularmente contra Brasil y Chile, pugnando por la creación de industrias estratégicas que asegurasen la autonomía en la defensa nacional. Bajo esa misma perspectiva, en 1947 se decide impulsar la construcción de Somisa en la localidad de San Nicolás, Provincia de Buenos Aires. La ley que posibilitó la creación de la siderúrgica llevó el nombre de "Ley Savio"4 en honor al general Manuel Nicolás Savio, quien dedicó gran parte de su vida a la instalación de Somisa y su constante expansión. El general Savio fue el heredero y continuador de las tesis esgrimidas y materializadas por las facciones del Ejército que representó el general Enrique Mosconi para transformar una economía nacional agropastoril exportadora en otra que tuviera a las industrias de base como motor del crecimiento.
Para los extrabajadores tanto de YPF como de Somisa, la importancia de ambos militares reside en que a través de sus biografías se pueden rastrear cuáles fueron los conceptos que fundamentaron la creación de ambas empresas: defender el país ante un posible ataque militar, así como afirmar la soberanía nacional y la independencia económica, a través de una planificación industrial indispensable para el desarrollo económico y social de Argentina. El fundamento ideológico que sustentaba la creación de ambas empresas se hallaba cimentado sobre las ideas de nacionalismo, estatalidad e industrialismo. Son estas nociones las que caracterizan las narraciones de los extrabajadores respecto a sus adscripciones subjetivas como colectivo de trabajo en las fábricas.
Actualmente, dichas ideas constituyen los fragmentos de una memoria que no cesa de transformarse en función de las tensiones sociales y políticas donde se disputan los sentidos contemporáneos que tales nociones expresan, generando continuidades y rupturas entre diferentes temporalidades. De este modo, el carácter contingente de las memorias se trasforma en necesario cuando surge una voluntad común de preguntar, indagar y repensar aquellos fragmentos y sentidos que formaban parte de las experiencias de los extrabajadores, y que han permanecido ocultos o difusos bajo el discurso de legitimación de los procesos privatizadores.
Tanto para los extrabajadores petroleros como para los siderúrgicos, la fábrica aparece en la reconstrucción de las memorias como la que sustentó, desarrolló, organizó, impulsó y ordenó sus vidas y las de sus familias durante décadas. Ambas empresas contribuyeron a la urbanización de los territorios en los que se instalaron, con lo cual crearon un universo social y económico vinculado con su crecimiento, ya que representaban la principal fuente de empleo directo o indirecto en los territorios. La posibilidad de trabajar allí significaba prestigio social, una condición económica favorable derivada del alto poder adquisitivo, junto con una movilidad social ascendente y previsible, sobre todo para quienes no habían podido obtener un título universitario que les permitiera desarrollar una carrera profesional.
Estos significados aparecen recurrentemente en la caracterización de los procesos sociales que forjaron las memorias de los extrabajadores en consonancia con los elementos de una política que dinamizó el orden fabril, tendiente a constituir colectivos de trabajo disciplinados frente a los intereses empresariales (Palermo y Soul, 2009). El orden fabril en ambas empresas desbordó el control dentro del espacio de trabajo hacia todos los intersticios de reproducción de la vida, a través de la construcción y distribución de las viviendas, la garantía de acceso a la atención de la salud, el fomento de la educación mediante la construcción de escuelas e institutos técnicos, el ocio y la recreación, etcétera5. Dicha política generó y consolidó una relación asimétrica entre la empresa y el colectivo de trabajadores que fue percibida por estos últimos en términos unidireccionales: unos aparentemente podían dar todo, mientras los otros sólo se limitaban a recibir. Esta lógica, ciertamente ficticia, operó durante largas décadas forjando un estrecho vínculo entre los trabajadores y la empresa, que luego se condensaría en la autoadscripción de "ypefeanos" y "somiseros". De esta manera, se tejieron las relaciones de dominación entre el capital y el trabajo en estas dos empresas estatales, modelando dos colectivos obreros profundamente identificados con los intereses de las empresas.
Al analizar la cuestión de la memoria y la identidad, Michael Pollak explicita que "la memoria es un elemento constituyente del sentimiento de identidad, tanto individual como colectiva, en la medida en que es también un componente muy importante del sentimiento de continuidad y coherencia de una persona o grupo en su reconstrucción de sí" (2006: 38). De este modo, podríamos conjeturar que hallamos una coherencia en la reconstrucción de sí mismos como "somiseros" e "ypefeanos", y aunque no se reconocen como grupos homogéneos, ya que existían diferencias según las tareas que desempeñaban y los puestos que ocupaban dentro de las fábricas, recuperan aquellos sentidos, valores y experiencias comunes que, aun hoy, fundan una identidad compartida. De este modo, la noción de ypefeanos y somiseros no refere a una categoría naturalmente dada, sujeta a un conjunto de atributos, sino que puede ser analizada como "un constructo abierto, dinámico y ambiguo que representa un 'momento' identificatorio en un trayecto nunca concluido" (Archuf, 2002: 11). Ese momento identificatorio se encuentra vinculado con la vida dentro de la fábrica, y en el proceso de construcción de las memorias permanece en constante resignificación, provocando un desajuste respecto de cualquier intento totalizador. El nosotros de YPF y Somisa sugiere un colectivo de personas que instituye una memoria compartida. Los "ypefeanos" y "somiseros" no eran semejantes en todos los aspectos; tal como dijimos anteriormente, existían diferencias en el nosotros a pesar de los rasgos comunes, pero esas diferencias se tornaron insignificantes en el transcurso del tiempo, y, sobre todo, después de atravesar el proceso de privatización, fueron compensadas o a veces disueltas en la evocación del recuerdo.
Ahora bien, dadas las diferentes temporalidades en la evocación de los recuerdos, es preciso definir el contexto social que enmarca los procesos de construcción de las memorias. De este modo, Elizabeth Jelin afirma que "quienes recuerdan y olvidan son seres humanos ubicados en contextos grupales y sociales específicos, por lo que es imposible recordar o recrear el pasado sin apelar a esos contextos" (2002: 20). Por ello, no es fortuito que los trabajadores en la actualidad señalen aquel aspecto de las memorias en el que todos eran iguales, más allá de las diferencias e incluso de las disputas internas que pudieran existir. Ante la desolación, precarización e individualización que impera en el presente del mundo del trabajo, el pasado retorna idílico, armónico y estable, ya que sobresale, incluso con cierta nostalgia, el sentido de pertenencia que les otorgaba trabajar tanto en Somisa como en YPF, así como un conjunto de relaciones sociales concebidas de manera solidaria y una identidad común. Las privatizaciones llevadas a cabo durante la década de los noventa impusieron rupturas en las memorias de los colectivos de trabajo a la luz del avance de la hegemonía neoliberal y de la consolidación de un diagnóstico que dinamizó una profunda deslegitimación de todo aquello que fuera propiedad estatal.
El diagnóstico neoliberal fue construyéndose desde los años setenta, tras el golpe de Estado, en virtud de los lineamientos ideológicos liberales de la dictadura. Estas ideas retomaron nuevos aires en los ochenta, y hegemonizaron toda la década de los noventa, a partir de un amplio consenso social. Este consenso no sólo alcanzó a sectores medios de la sociedad, sino también a sectores que estaban marginados a partir de la implementación de las políticas neoliberales. Atilio Borón y Mabel Thwaites Rey argumentan que
[...] aunque la bonanza no fue compartida por todos los sectores, lo más destacable es que permeó como valor al conjunto de la sociedad [...] una parte significativa de los argentinos tuvo acceso al crédito para adquirir viviendas, autos, electrodomésticos u otros bienes de consumo. Este fue, sin lugar a dudas, un sustrato material fundamental para entender la construcción de la prolongada hegemonía del menemismo (2004: 149).
En este contexto, la hegemonía neoliberal dinamizó la "demonización" del Estado, definido como un conjunto de instituciones burocráticas costosas, ineficientes y corruptas que impedían el desarrollo de la economía. Este proceso expresó una dinámica de concentración y centralización de capitales que pugnó por expandirse hacia sectores que se habían vuelto rentables -y que vieron detenida su competitividad- merced a la intervención estatal. De este modo, el proceso de ajuste estructural que se llevó a cabo durante la década del noventa, tuvo un eje central en las privatizaciones. Las estrategias políticas se orientaron hacia la adecuación de los marcos jurídicos6 en aquellas empresas sujetas a privatización. Simultáneamente, en los espacios de trabajo se desarrollaron distintas estrategias de racionalización de trabajadores que llevaron al vaciamiento y desorganización de los procesos productivos, lo cual generó un quiebre en las experiencias de los colectivos de trabajo.
En YPF este proceso comenzó en 19907 y culminó en 1999 con la compra de la mayoría accionaria de la empresa por la española Repsol8. En el caso de Somisa, el proceso fue iniciado con una primera intervención en diciembre de 1990 y finalizó en noviembre de 1992 cuando fue transferida al consorcio del que formaban parte el Grupo Techint, entre otros9. Entre 1990 y 1994 el gobierno nacional ejecutó el plan racionalizador para la petrolera estatal, desvinculando a 35.689 trabajadores en todo el país10. Del mismo modo, en Somisa fueron desvinculados 6.500 trabajadores, sobre una población de 120.000 habitantes. Las consecuencias económicas y sociales de los procesos privatizadores fueron devastadoras para ambos colectivos de trabajo en términos de organización y resistencia.
Contrariamente a la retórica privatizadora de los funcionarios de gobierno, quienes exaltaban las "virtudes" del presente en detrimento de los "vicios" del pasado en las empresas recientemente privatizadas, para los extrabajadores de YPF y de Somisa la vuelta al pasado no significaba de ningún modo "sufrimiento" sino más bien "plenitud". Es decir, si el pasado se anclaba en las décadas anteriores, ellos señalaban aquel momento en términos de estabilidad laboral, ascenso social, posibilidad de planificar el futuro, etcétera, mientras que el presente de los años noventa aparecía bajo el signo de la incertidumbre y la inestabilidad. El acontecimiento de ruptura entre estas dos temporalidades fue impuesto por el proceso de privatización. La temporalidad de los procesos privatizadores son significados por ambos colectivos de trabajo como tiempos críticos o "coagulados" en la memoria, como momentos de largas agonías vinculadas a las estrategias de despidos, en donde se jugaron negociaciones y tensiones entre los dirigentes gremiales, los sucesivos interventores y los funcionarios políticos, así como la permanente contradicción entre las declaraciones públicas y las acciones políticas efectivamente ejecutadas, las cuales desgastaron enormemente al colectivo de trabajadores11.
La racionalización de trabajadores consistió en un paquete de estrategias que se implementaron, con la anuencia de las dirigencias sindicales respectivas, sin mediación, contención o una planificación en relación con el futuro de quienes ya no formarían parte de las empresas después de la privatización, pero que habían trabajado ininterrumpidamente por más de veinte o treinta años. En este sentido, los trabajadores "ypefeanos" y "somiseros" se vieron inmersos en un proceso de transformaciones sin precedentes ni en la empresa, ni en la historia Argentina, que lo tornaba inconmensurable e inexplicable, de acuerdo con sus propias trayectorias y experiencias.
Por estas razones, y por lo que significaron los procesos de privatización en la experiencia de los colectivos de trabajadores, es preciso detenernos a considerar su dimensión como acontecimiento traumático en la reconstrucción actual de la memoria. De acuerdo con la perspectiva de Rousso, la memoria colectiva no puede entenderse solamente en términos de las invariantes que imponen los marcos sociales, sino a través de acontecimientos singulares y relevantes, que son vividos y reconocidos como tales por los sujetos, en tanto constituyen "puntos de referencia, límites fundadores para la representación, reapropiación y reconstrucción permanente del pasado que hacen los actores sociales" (1991: 5).
Bajo este horizonte nos interesa plantear que los procesos de privatización tanto en YPF como en Somisa constituyeron, cada uno con sus temporalidades y características específicas, un acontecimiento traumático y un punto de referencia ineludible en tanto provocaron no sólo la pérdida del trabajo, sino también la desorganización de las familias, así como los sentidos, valores y experiencias que los identificaban como colectivo de trabajo. Asimismo, el proceso de privatización es significado como un tiempo de sufrimiento prolongado cargado de presiones, "aprietes" y continuos rumores que sembraban la desconfianza entre quienes habían trabajado juntos durante muchos años. Frecuentemente se instalaban dentro y fuera de la fábrica todo tipo de sentencias inverosímiles respecto a los posibles despidos e indemnizaciones, que acentuaban la incertidumbre y hacían imposible la vida cotidiana de los "ypefeanos" y "somiseros" en el espacio de trabajo. Los rumores acerca de "a quien le tocará hoy", "dicen que ya no van a pagar los retiros", "me cambiaron de lugar", "nos sacaron las herramientas", etcétera, tornaban agobiante la vida dentro de las fábricas e imposibilitaron, entre otras muchas cuestiones, la construcción de una alternativa colectiva, circunscribiendo la decisión de continuar o no dentro de la fábrica a la opción falaz de los retiros "voluntarios".
[...] fue un retiro obligatorio, más que voluntario. O sea, si te dicen "mirá [...] no hay lugar para vos, vos te vas a ir. Podes elegir como hacerlo. Te retiras con una buena plata o te vas sin plata". Bajo esta alternativa la gente qué hacía: firmaba el retiro voluntario (exoperador de campo de YPF, Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut).
Era más como una cuestión de rumor, que no sabés de dónde sale, que te comentan y que se percibe en el ambiente. Antes de la privatización se escuchaba "dicen que Somisa va a cerrar", después venían y te decían: "Dicen que van a echar 1.500", "dicen que ahora echan 20", "dicen que ahora echan 200", "dicen que" [...] nunca nadie podía decir quién lo decía pero esto pasaba. También decían "si no privatizan quedan todos en la calle" con esta cuestión se jugó mucho. La cuestión era quién era el afortunado que se iba a quedar y después la cuestión fue, quién era el afortunado de acogerse al retiro voluntario que no era más que un despido encubierto, obviamente (extrabajador de Somisa, San Nicolás, Provincia de Buenos Aires).
En particular, los extrabajadores de Somisa invocan las condiciones fraudulentas y engañosas que caracterizaron la venta de la principal fábrica nacional de producción de acero, y cómo ello significó, entre otras cuestiones, abandonar y regalar el proyecto que fuera impulsado por el general Savio para consolidar una industria de base. Si bien ellos reconocen que había falencias en la gestión estatal dentro de la fábrica, ello no constituía un argumento suficiente para renunciar al objetivo de alcanzar un autoabastecimiento siderúrgico y, menos, para despedir a miles de personas12. Cabe mencionar que durante el proceso de privatización fue muy dificultoso, aun para quienes estaban luchando por defender la fábrica, articular un discurso y una práctica común, más allá de las dirigencias gremiales, que les permitieran oponerse a la política de privatización. Uno de ellos lo interpreta del siguiente modo:
Ahora nosotros lo podemos ver desde otro lugar, pero antes toda esa gente no tenía percepción de la catástrofe de la falta de trabajo, no había sentido de la pérdida del trabajo, no había despidos en Somisa, había progreso automático y sueldos fantásticos. Había beneficios tremendos que daban una confianza enorme en el futuro, entonces no había sentido o percepción de lo que significada perder, o de la catástrofe que se venía (extrabajador de Somisa, San Nicolás, Provincia de Buenos Aires).
Este sentido de catástrofe que también puede extenderse a la experiencia narrada por los trabajadores de YPF, se expresaba como consecuencia del impacto que produjeron los retiros voluntarios. El "retiro voluntario" formaría parte de una estrategia política que lejos de expresar una elección "voluntaria", mostraba el artificio, la tergiversación de sentidos por sus opuestos. El carácter "voluntario" disimuló lo obligatorio, lo forzoso, lo inevitable, la coerción encubierta, en definitiva, el despido constituido como única alternativa. Fue entonces el contexto de caos en el proceso productivo, vaciamiento, desorganización, desequilibrios financieros e irregularidades de diverso tipo, lo que generó una profunda desorientación e incertidumbre para que la mayoría de los trabajadores decidieran voluntariamente abandonar las fábricas.
Si bien significaron despidos encubiertos, no fueron nom brados de esta manera, y esto nos parece que tiene una explicación más allá de lo discursivo. Por ello, es importante remarcar el pasaje que se dio desde lo público a lo privado tanto en el plano económico y objetivo, es decir, en lo que hace a la venta de las empresas públicas a capitales privados, como en el nivel antropológico y subjetivo, lo que debilitó el campo de la lucha colectiva de los trabajadores.
Las huellas que hoy aparecen en esas memorias interrumpidas como consecuencia de las privatizaciones son, al decir de Michael Pollak, "un pasado que permanece mudo, menos como producto del olvido que de un trabajo de gestión de la memoria según las posibilidades de comunicación" (2006: 31). Fue muy difícil para quienes aceptaron los retiros voluntarios hablar y transmitir a otros esa experiencia traumática de la privatización que provocó la pérdida del trabajo, cuando lo que se reponía por parte de quienes escuchaban era: "[...] los trabajadores se quejan pero en su momento cobraron un monto importante de dinero que luego no supieron invertir adecuadamente" (periodista de San Nicolás, Provincia de Buenos Aires). Este enunciado ilustra claramente de qué modo la implementación de las políticas de retiros voluntarios significó un arma decisiva en la desarticulación de las acciones comunes, tanto durante el proceso de privatización, como posteriormente, cuando debieron decidir en qué invertirían el capital obtenido por el retiro. Muchos pensaron que era más conveniente, en última instancia y dadas las condiciones de presión e incertidumbre, aceptar el dinero y buscar un nuevo camino fuera de la fábrica. Pero los resultados que obtuvieron de esta elección no los favorecieron, en tanto fracasaron la mayoría de los emprendimientos que impulsaron los trabajadores de manera individual13. De esta forma, la política de retiros voluntarios no sólo silenció las voces de protesta, sino que tergiversó el sentido de las responsabilidades. La responsabilidad ya no era del empleador que despedía, sino de los trabajadores que no sabían invertir el dinero, omitiendo incluso las condiciones en las que debieron tomar esa decisión.
En este contexto, surcado por la incertidumbre y la inestabilidad, dado que desaparecía la estructura de Somisa e YPF como garantes de la relación salarial y como marcos de referencia de los proyectos y expectativas de los trabajadores, aparece un nuevo énfasis en las responsabilidades y obligaciones de los individuos respecto del deber de tomar iniciativas para asegurar su bienestar. El discurso y las acciones que impulsaron ciertos sectores del gobierno nacional y local durante los años posteriores a las privatizaciones para afrontar los altos índices de desempleo14, fue exaltar las virtudes de conceptualizar el trabajo bajo el signo del "emprendedorismo". Estos principios atravesaron tanto las escasas implementaciones de políticas públicas orientadas a la capacitación y reinserción de la fuerza de trabajo, como los ámbitos más nucleares de la familia o los círculos de amigos. La nueva filosofía que impusieron ciertos organismos del Estado en sintonía con algunos sindicatos, fue la promoción de diversos emprendimientos productivos a cargo de los trabajadores que cobraron el dinero de los retiros voluntarios. Así, la nueva fórmula del éxito consistía en reconvertir trabajadores en emprendedores, ya que la nueva empresa privatizada aseguraría para algunos la contratación de los servicios. Esta política impulsada desde las empresas, con un particular interés por parte de los sindicatos, otorgaba a ciertos trabajadores la posibilidad de vender su fuerza de trabajo en forma mercerizada. En el caso de YPF este esquema consistía en el otorgamiento por parte de la empresa, de una licitación durante uno o dos años para quienes formaran emprendimientos productivos, con maquinaria comprada a la propia compañía. Bajo esta nueva condición, los emprendedores brindarían el mismo servicio que antes realizaban dentro de la empresa como trabajadores asalariados. Estos emprendimientos adquirieron distintas formas jurídicas, tales como sociedades anónimas, cooperativas o SRL, que les permitieron trabajar durante un lapso de tiempo, pero que no pudieron mantenerse frente a la competencia con otras empresas históricas del sector. En este contexto, la responsabilidad por el fracaso de los "emprendimientos" no fue asumido por quienes los impulsaron, sino trasladada a quienes habían sido expulsados durante el proceso de privatización. El resultado de ese fracaso fue atribuido por algunos sectores del gobierno nacional y local, a la ausencia de una "actitud empresarial, visión de negocios y capacidad" de quienes habían formado parte de las empresas. Así, resulta sintomático de esta nueva época, los modos en que se instala progresivamente y en diferentes ámbitos un vocabulario que emerge, en este caso, de los discursos legitimadores de las privatizaciones15.
Dentro de esta lógica que subvierte valores y transfiere responsabilidades, el trabajador debe convertirse en un emprendedor para advertir que la pérdida del trabajo es una oportunidad para desarrollar, desde su saber y capacidad individual, nuevas formas de autosustentarse y, por supuesto, debe hacerlo de manera rápida y exitosa. Pareciera entonces que la condición de posibilidad para permanecer en el mundo del trabajo y, en consecuencia, huir de la categoría de desempleado, fuera cumplir con esa difusa normativa que depende casi exclusivamente de la capacidad de los individuos para emprender la propia vida. En tal sentido, Nikolas Rose reflexiona acerca de las nuevas racionalidades y técnicas de gobierno que ha denominado liberales avanzadas, en tanto promueven una gestión de gobierno a partir de las elecciones realizadas por actores singulares y autónomos, en el contexto del compromiso particular con sus familias y comunidades. Sin duda se repite lo mismo en el intento de regenerar las economías locales: según el autor, "el declive económico ha de ser superado a través de una serie de dispositivos que fomenten la acción de individuos emprendedores con habilidades, flexibilidad y aspiraciones de autopromoción" (2007: 129).
Frente a este escenario de profundos cambios y transformaciones, las memorias discurren como procesos en construcción, pero también como recursos a los que apelar en la recuperación y resignificación de ciertos valores, sentidos y experiencias de los colectivos de trabajo. Existen, por lo tanto, disputas de memorias acerca de lo que significó para los trabajadores su trayectoria y experiencia en Somisa e YPF.
Nos decían que hagamos emprendimientos con otros compañeros. De hecho nos dieron cursos de cooperativismo. Te decían que tenía que ser SRL o S.A. Después que te dejaban sin trabajo te quedaba el emprendimiento. Era una buena idea al principio, dejabas de ser empleado y eras dueño, te manejabas vos mismo. Pero hay que reconocer que nos peleamos entre todos, no sabíamos nada de empresa (extrabajador de YPF, formó parte de un emprendimiento al que no le renovaron el contrato, Comodoro Rivadavia, Chubut).
Por una parte, este fragmento nos expresa la imposibilidad para los trabajadores (históricamente vinculados a la empresa bajo una relación de dependencia) de llevar adelante los emprendimientos de manera exitosa. Ellos colisionaron frente a nuevas actividades y saberes para los que no estaban preparados, tampoco disponían de los recursos materiales y simbólicos para enfrentar la nueva situación. Por otro lado, reconocen, a partir de sus propias experiencias, una memoria que se focaliza en la producción, en la generación de valor, en la reivindicación de una identidad común en torno a la fábrica y en la interpretación de sí mismos como productores, y no como emprendedores.
De este modo, para ambos colectivos de trabajo la figura del emprendedor corresponde al periodo posterior a la privatización, y se vuelve significativa como vestigio de una memoria interrumpida, donde es más dificultoso construir una trama, es decir, una narrativa a través de la cual definir una identidad anudada a un colectivo de trabajo más amplio. Los trabajadores han recordado que en los años posteriores a la privatización fue muy arduo articular redes sociales que excedieran el ámbito de la familia. Por eso, se torna recurrente en los testimonios aquella frase que alude a "una vez que se terminó la plata de los retiros voluntarios mucha gente no supo qué hacer", es decir, cómo desarrollar nuevas estrategias de supervivencia no individuales sino colectivas, a pesar de la ausencia de YPF y Somisa. Esa carga de frustraciones, angustias y ansiedades que vivieron individualmente los trabajadores, tuvo un efecto doble y complementario: por un lado operó en términos de idealizar el pasado y eliminar de las memorias los padecimientos en la fábrica. Un padecimiento que tuvo su correlato en la realidad de un proceso de trabajo altamente riesgoso e insalubre como es la actividad petrolera y siderúrgica. Por otro lado, y en complementación con lo anterior, para algunos trabajadores hubo un impedimento de transmisión de la experiencia, es decir, se volvió muy penoso hablar de lo que representó la privatización en sus vidas porque aún no habían podido recuperarse de esa pérdida. Incluso algunos han expresado la dificultad de realizar el duelo correspondiente, lo que provoca el retorno permanente de ese acontecimiento traumático que, de algún modo, obstaculiza la posibilidad de tender puentes para la construcción de las memorias entre diferentes generaciones.
Sin embargo, el devenir de los "ypefeanos" presenta algunos matices diferentes respecto de los "somiseros" que es necesario destacar. En algunos territorios donde se desarrolló la petrolera estatal, los trabajadores pudieron transformar ese duelo en organización y resistencia. Tal es el caso de los extrabajadores "ypefeanos" de la localidad General Mosconi en la Provincia de Salta, autodenominados Unión de Trabajadores Desocupados (UTD). Esa pérdida del trabajo, producida por la privatización de YPF, pudo ser transformada a partir de un proceso de lucha en una organización colectiva que genera trabajo y sentidos de pertenencia para sus miembros. Fortalecida sobre los cimientos de las experiencias obreras en YPF, la UTD recupera el orgullo de ser petrolero, transitando ambiguamente entre la valoración positiva que permite la acción colectiva en el presente y la nostalgia del pasado. De este modo, una de las acciones que despliega la UTD es intentar erigir puentes entre las memorias de las diferentes generaciones: la de los extrabajadores de YPF y la de sus hijos y nietos que forman parte de una gran mayoría de jóvenes que no lograron trabajar en la empresa, e incluso poseen una escasa o nula experiencia laboral. Así, no resulta nada sencillo para quienes se constituyen como "referentes" y conductores de la organización, advertir cómo y cuáles podrían ser los procesos de formación entre los jóvenes, tendientes a recuperar un saber obrero aprendido en el oficio petrolero. Por otro lado, para quienes nacieron en un territorio surcado por la ambivalencia entre la presencia y ausencia de YPF, es necesario comprender los sentidos de las antiguas lógicas de sociabilidad laboral, en consonancia con un presente laboral sumamente incierto, inestable y comparativamente precarizado.
A la luz de lo dicho, es interesante retomar lo que plantea Andreas Hyussen respecto de cómo se produce en la actualidad un giro hacia la memoria, impulsado por el deseo de anclarnos en un mundo que no nos inspira confianza, en el cual la memoria aparece como la búsqueda de aquello estable y permanente a lo cual apelar en términos de consuelo. En la reconstrucción de las memorias que realizan los extrabajadores, el presente es caracterizado a partir de una fuerte incertidumbre en oposición a la proyección de futuro que existió durante los años de trabajo y esplendor en las fábricas. Así, las memorias se constituyen a través de la idealización de un pasado cristalizado.
No obstante, y paradójicamente, algunos extrabajadores han manifestado que la repetición de ciertos acontecimientos negativos se deberían a la "falta de memoria" de la sociedad. Ante este diagnóstico, ellos proponen que deben recordarse los hechos que sucedieron en el pasado para evitar la repetición en el futuro. Pero la dificultad que evidencia este enunciado, según Eduardo Grüner, es que se nos dice: "[...] recuerden... recuerden pero no perciban. No perciban que todo eso que se nos demanda recordar lejos de representar una ruptura con el presente, constituye una y -no la menor- de las condiciones para que el presente sea lo que es, sea este y no otro" (1998: 48). De esta forma, se torna necesario pensar una y otra vez de qué manera los acontecimientos que han sucedido en el pasado tienen una profunda y estrecha relación con el presente, e incluso se constituyen en su condición de posibilidad. Ya no se trataría de un pasado al cual apelar en la restauración de una memoria perdida, sino más bien en recomponer aquellos fragmentos que permiten iluminar cuánto hay de repetición en aquello que hoy aparece como novedad, tal como mencionamos respecto de las lógicas de invención sobre "emprendimientos" y "emprendedores".
Asimismo, es preciso comprender, según afirma Elizabeth Jelin, que
[...] el espacio de la memoria es un espacio de lucha política y no pocas veces esta lucha es concebida en términos de "lucha contra el olvido". Nuevamente, recordar para no repetir: "La memoria contra el olvido o contra el silencio esconde lo que en realidad es una oposición entre distintas memorias rivales (cada una de ellas con sus propios olvidos). Es en verdad "memoria contra memoria" (2002: 6).
Tal como planteamos en nuestro último apartado, es posible que los nuevos vocabularios, dispositivos y técnicas desarrolladas para generar diversos emprendimientos y emprendedores, más allá de lo económico, esté vinculdo con ciertos grupos sociales que pretenden construir una memoria, desconociendo la historia de Somisa e YPF y la trayectoria de sus trabajadores. En consecuencia, se establece una disputa con aquellos que aspiran a reedificar una memoria en la que sea reconocida tanto su experiencia de trabajo en la fábrica, lo que significó Somisa e YPF en sus vidas, así como el proceso de privatización y el devenir como organización y resistencia en el caso de la UTD en Mosconi, Salta. Así, la memoria serviría no solo para que no se repita el pasado sino para que el presente sea otro.
1 La "triunfante" economía capitalista elabora un recetario, creado desde los Estados Unidos y los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), para ser aplicado en los llamados países en vías de desarrollo. Parte de estas políticas se relacionaron con la disciplina presupuestaria, cambios en las prioridades del gasto público, reforma fiscal, apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas, privatizaciones, desregulaciones, etcétera. En esta línea de pensamiento, uno de los pilares impulsado por el Consenso de Washington, postulaba que el crecimiento económico, más tarde o más temprano, acabaría beneficiando también a los de abajo, en consonancia con la teoría del derrame.
2 Carlos Menem fue presidente de Argentina por el Partido Justicialista durante dos períodos consecutivos: 1989-1994 y 1995-1999.
3 Durante los años ochenta la economía Argentina se caracterizó por un profundo proceso de infación. Perry Anderson (2003) argumenta que estos proceso infacionarios en América Latina, fueron el equivalente funcional a los traumas de las dictaduras, como mecanismo para inducir "democráticamente" y no a través de la coerción, las drásticas políticas neoliberales.
4 El Congreso Nacional sancionó la Ley 12987 a través de la cual aprobó el Plan Siderúrgico Nacional, que otorgó el marco jurídico para la creación de Somisa (Sociedad Mixta de Siderurgia Argentina). Esta Ley fue conocida posteriormente como "Ley Savio". Dicha industria fue considerada estratégica tanto desde el punto de vista militar como económico en términos de impulsar un fuerte proceso de industrialización tendiente a la sustitución de importaciones.
5 Leite Lopes (1978, 1979, 1987) y Federico Neiburg (1988) han analizado las distintas estrategias empresarias, y las formas que adquiere el proceso de dominación en el espacio de la reproducción de los trabajadores. Así, las representaciones y prácticas sociales de los trabajadores se ven atravesadas por los intereses empresarios que desbordan el espacio de la fábrica y se sitúan en todos los aspectos de la vida cotidiana. En esta línea de análisis, también June Nash (1989) ha realizado aportes de relevancia al analizar la conformación de la hegemonía corporativa empresaria en el nivel de las localidades para el caso de la empresa General Electric en Estados Unidos. La autora se pregunta cómo se incorporan los trabajadores en la dinámica de la hegemonía corporativa, y cómo esto moldea las instituciones de la localidad y la vida cotidiana.
6 El programa de privatizaciones en Argentina fue implementado a partir de dos leyes centrales: la Ley de Reforma del Estado (23696 de 1989), que estableció la posibilidad de privatizar las empresas estatales, declarándolas "sujetas a privatización", y la Ley de Emergencia Económica (23697 de 1989), que reestructuró el gasto estatal, suspendiendo todo tipo de subsidio y reglamentando la igualdad de tratamiento entre el capital nacional y el extranjero. Ambas leyes fueron aprobadas tanto por el partido Justicialista que se encontraba en el poder, como por el radicalismo que era oposición.
7 El Decreto 2778 de 1990, firmado el 31 de diciembre de 1990, denominado Plan de Transformación Global, disponía la transformación de YPF Sociedad del Estado (S. E.) a una Sociedad Anónima (S. A.) abriendo la posibilidad de la venta accionaria de la empresa. De este modo, se abrían las puertas al desembarco del capital privado y a la posibilidad de compra de la empresa.
8 En junio de 1999 y previo pago de 13.000 millones de dólares, Repsol pasó a controlar casi la totalidad del paquete accionario de YPF. De esta manera, en los días finales de 1999 Repsol concretó la adquisición del 83,24% de las acciones de YPF S. A.
9 El grupo accionario estaba formado por la Organización Techint, la cual poseía la mayoría accionaria; el banco Chartered West Ltd. (que pronto vendería su participación a Acindar, el otro grupo siderúrgico de origen argentino); Usiminas y Vale do Río Doce de origen brasileño; y la Compañía de Aceros del Pacífico de Chile.
10 En 1989 la dotación total de YPF era de 37.046 trabajadores, y se redujo en 1994 a 5.839 agentes. La cifra de 35.689 trabajadores despedidos se obtiene teniendo en cuenta la reducción de personal y adicionando los ingresantes durante ese período (datos obtenidos a partir del análisis de los anuarios estadísticos de 1980-1982, 1984 y 1986, y de la Memoria y Balance General de YPF, ejercicio No. 14).
11 Para más información, véase Cynthia Rivero (2008) y Julia Soul (2002).
12 De los cinco planes de retiro voluntario instrumentados a instancias de la intervención de Jorge Triaca y hasta octubre de 1992, tres fueron especialmente importantes, dada la magnitud de personal que se acogió a éstos, a saber: el primero de los regímenes (Plan "A") vigente a partir de julio de 1991, con 1.469 trabajadores inscriptos; el segundo (Plan "B") puesto en vigencia en octubre de ese año, con 2.063 retirados, y el quinto (Plan "F") inaugurado a mediados de noviembre de ese año, y en virtud del cual se fueron de Somisa 2.391 de los 6.244 asalariados retirados "voluntariamente" de la empresa (Hardoy, 1994: 52).
13 Producto de las indemnizaciones de los retiros voluntarios que percibieron los trabajadores se produjo un crecimiento exponencial de las actividades cuentapropistas, tales como apertura de kioscos, taxis, etcétera. Es así que se generó una situación caótica y una saturación de las actividades llevadas a cabo por los extrabajadores de las empresas que no pudieron ser absorbidas por el mercado de trabajo cada vez más restringido, producto de las altas tasas de desocupación de la Argentina posterior a la privatización.
14 La desocupación en Argentina alcanzó los índices más altos de su historia. En aquellas regiones donde se privatizó YPF ascendía a niveles inéditos, comparativamente a la desocupación general del país. Por ejemplo, en Comodoro Rivadavia, Provincia de Chubut, el desempleo alcanzaba en 1993 el 14,8%, siendo el índice más alto en el país en ese momento. En 2001 los índices de desocupación generales de Argentina aumentaban, y en aquellas zonas donde se había llevado adelante la privatización de YPF alcanzaban niveles inéditos. La región que mejor ilustró esta situación fue General Mosconi y Tartagal, en la Provincia de Salta, con 42,8 % de desocupación para 2001.
15 Véase: Cynthia Rivero y Juan Manuel Gouarnalusse (2007).
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Rafael Alonso Hernández López**
Iván Francisco Porraz Gómez***
* Artículo resultado de las tesinas de Maestría en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, llevadas a cabo entre 2008 y 2010, con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) (México).
** Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Unidad Occidente, Guadalajara (México). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales y Humanísticas en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, San Cristóbal de las Casas (México). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El objetivo del presente artículo es poner de manifiesto y analizar las relaciones sociales y laborales entre una población mestiza de Los Altos de Jalisco (México) y una población indígena migrante procedente de Chiapas en el sureste mexicano. Se constata que los migrantes chiapanecos se han convertido en mano de obra para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor y por las cuales hay menor retribución económica; además, su presencia ha generado reacciones mayoritariamente negativas entre la población de recepción. Estas actitudes, según se concluye, recrean y dan forma a nuevas relaciones de sumisión, exclusión, subordinación y discriminación, enmarcadas en un contexto de reconversión productiva en torno al tequila.
Palabras clave: explotación laboral, exclusión social, racismo, migración interestatal, jornaleros chiapanecos, Altos de Jalisco (México).
O objetivo do presente artigo émanifestar e analisar as relações sociais e trabalhistas entre uma população mestiça de Los Altos de Jalisco (México) e uma população indígena migrante procedente de Chiapas no sudeste mexicano. Constata-se que os migrantes chiapanecos converteram-se em mão de obra para aquelas tarefas cuja exigência física é maior e pelas quais há menor retribuição econômica; além disso, sua presença tem gerado reações majoritariamente negativas entre a população de recepção. Estas atitudes, segundo conclui-se, recriam e dão forma a novas relações de submissão, exclusão, subordinação e discriminação, marcadas em um contexto de reconversã produtiva em torno datequila.
Palavras chave: exploração trabalhista, exclusão social, racismo, migração interestatal, bóias friaschiapanecos, Altos de Jalisco (México).
This article is aimed to highlight and analyze the social and labor relationships between a mixed population in Los Altos de Jalisco (Mexico) and a migrant indigenous population from Chiapas in the Mexican Southwest. It is confirmed that the migrant chiapanecos have become the labor for those physically demanding tasks of less payment. In addition, their presence has generated mainly negative attitudes among the receiving population. It can be concluded that these attitudes recreate and conform new submitting, excluding, subordinating, and discriminating relationships framed into a productive reconvertion around the tequila.
Key words: exploitation of labor, social exclusion, racism, domestic migration, chiapanecos workers, Altos de Jalisco (México).
El siguiente artículo aborda las diferentes formas de exclusión que se gestan entre un grupo de mestizos, los alteños de Jalisco, y los jornaleros chiapanecos, las cuales recrean y dan forma a relaciones de sumisión, subordinación y discriminación en un mismo país. Los migrantes chiapanecos se han convertido en mano de obra calificada, para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor y por las cuales hay menor retribución económica. Su presencia ha generado reacciones entre la población de recepción, en la mayoría de los casos negativa, sobre aquellos contra quienes compiten en el mercado laboral. Son sujetos de discriminación social, mediante expresiones típicamente racistas fundamentadas en la condición indígena del jornalero1 y en su desempeño laboral, cuyo interés está centrado en la necesidad de ganar dinero para subsistir. La explotación laboral y la carencia de prestaciones son hechos irrefutables.
En la primera parte describimos el contexto de la migración de chiapanecos. Enseguida brindamos un marco sociohistórico de la región de los Altos de Jalisco. Posteriormente, abordamos la explotación laboral de los jornaleros chiapanecos en la región y las diferencias culturales que se gestan alrededor de la producción del tequila, y finalizamos con una breve reflexión sobre el caso de estudio2.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida
imposible. Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol
naciente hacia el poniente. Les han robado su lugar en el
mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras.
Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen
de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando
caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas
que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran
en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son
cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas,
o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro
mundo a donde querían llegar.Eduardo Galeano
Las migraciones contemporáneas se presentan bajo su forma más lacerante, obligadas y forzadas por la lógica de funcionamiento del sistema capitalista, la cual es referida a la lógica tiene que ver con el mantener gente afuera (del sistema) mientras se mantiene gente dentro. El "mito organizativo del capitalismo" como refiere Wallerstein (1998: 92), se asocia de manera fundamental con la idea de progreso, y tiene obviamente repercusiones o manifestaciones concretas en la vida de los pueblos y en la totalidad de ámbitos en los que se mueve el ser humano. Nos referimos a aquellas migraciones que son causa y efecto de un sistema que, por tanto, es desigual, inequitativo, basado en la explotación humana y en el que, además, la mercancía de sus circuitos es la propia gente que pretende huir del hambre a causa de la falta de empleo y servicios, con el fin de encontrar mejores condiciones de vida.
La migración está formada por dos movimientos: el primero es la emigración que hace referencia a la salida de un lugar específico, y el segundo la inmigración, referida a la llegada a un nuevo lugar. Ambos se desarrollan en dos contextos diferentes: el de las migraciones internacionales que apuntan al desplazamiento de un país a otro, y el de las migraciones internas que versan sobre desplazamientos en el interior de un país o región determinada. En este trabajo se abordarán las migraciones internas o interestatales que tienen lugar entre la región Altos y Selva de Chiapas y los Altos de Jalisco (figura 1, página siguiente).
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2009, primer trimestre, Chiapas tiene 4,5 millones de habitantes. De los cuales, según el II Conteo de Población y Vivienda 2005, existen en el estado 957.000 hablantes de lengua indígena. Las actividades económicas más comunes en Chiapas son las agropecuarias, las comerciales y las turísticas, y las más escasas son las industriales. Las más rentables son las relacionadas con el comercio y el turismo. En los últimos años, la migración de población de las regiones chiapanecas, particularmente Altos y Selva a la región Altos de Jalisco, ha sido un paliativo para la crisis económica del estado que explicaremos más adelante.
Hasta hace dos décadas, Chiapas era uno de los estados en el cual el fenómeno migratorio no mostraba gran intensidad, incluso las migraciones internas o interestatales eran consideradas como parte de un acomodo constante de la población (Fábregas cit. Cruz et ál., 2007). Sin embargo, existen trabajos que han documentado la migración de los chiapanecos por distintas razones dentro de las fronteras estatales desde hace dos siglos. La migración interna se tiene registrada desde el siglo XIX, y se relaciona con distintos eventos, desde las necesidades de subsistencia de campesinos indígenas, la repartición de tierras y procesos de emigración, en búsqueda de tierras en áreas entonces poco pobladas como la selva Lacandona, hasta por problemas políticos y religiosos. Respecto a ello, García, Basail y Villafuerte afirman:
La migración interna en Chiapas ha estado relacionada con la demanda de mano de obra del mercado laboral (por ejemplo en las zafras cafetaleras o azucareras), la construcción de infraestructura carretera u otro tipo, los procesos de colonización y poblamiento de la selva, así como los conflictos religiosos, agrícolas y políticos, incluso armados (2007: 148).
Se trató de migraciones internas, de regiones altamente pobladas a regiones con baja densidad demográfica, convocadas por políticas gubernamentales o por movimientos espontáneos, en atención a las necesidades de tierra o trabajo. Sin embargo, también se presentaron desplazamientos forzados por conflictos políticos y religiosos.
Por otra parte, con respecto a la migración interestatal, se registra en los últimos años una mayor diversidad de lugares de destino. De acuerdo con Rodrigo Pimienta y Marta Vera, en su estudio basado en las encuestas del Inegi, en 1970 residían fuera de la entidad chiapaneca 90.578 personas. Las entidades receptoras más importantes eran el Distrito Federal y el estado de México, siguiéndole en importancia los estados vecinos de Tabasco, Veracruz, Puebla y Oaxaca. Chiapas se encuentra dentro del grupo de emigración media con el 2% de población expulsora, de un total de 5 grupos.
En la década de los noventa aparecen nuevas entidades receptoras, como Quintana Roo y Jalisco. Para el 2000, sobresalen las entidades del norte como lugar de destino: 20.214 chiapanecos se desplazaron al estado de Baja California; cerca de 20.500 lo hicieron a Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Coahuila. No obstante, el estado de México, con 49.990 migrantes chiapanecos, y Quintana Roo, con 31.818, siguieron siendo las entidades más importantes de recepción (García y Olivera, 2006: 33).
La mayor parte de la población migrante, tal como lo mencionan Rodrigo Pimienta y Marta Vera (2005), se encuentra en edades productivas. En el 2000, la proporción de migrantes internos tenía entre 15 y 49 años de edad. Asimismo, en Chiapas, la proporción de migrantes internos varones es de 48,5%, la de las mujeres alcanzó 51,5%3. Es decir, es posible que estén emigrando parejas jóvenes sin hijos o quizás sólo el jefe/a del hogar o ambos padres, como un modus vivendi de supervivencia familiar. Es importante precisar que los datos arrojados no reflejan especificidades del grupo referido, sin embargo, podemos inferir que en su mayoría se trata de jóvenes campesinos e indígenas de múltiples grupos culturales y dialectales que, por supuesto, tienen prácticas culturales diferentes a las de la sociedad receptora, concebida como no indígena.
En suma, y con base en los datos de Rodrigo Pimienta y Marta Vera (2005), podemos afirmar que desde los años setenta es visible una tradición migratoria interestatal, primero a los estados del centro, y a partir de los noventa, su posterior tránsito hacia la zona turística de Quintana Roo y hacia algunos estados del norte de la República.
En el caso de la migración internacional, se registra un notable incremento en los años noventa (Villafuerte y García, 2006; Jáuregui y Ávila, 2007; Viqueira, 2008). Esto obedece a diversas causas, entre las que destacan los cambios en los mercados laborales de los países tradicionalmente receptores, el recrudecimiento de la pobreza, el desempleo en los países expulsores y el desarrollo de las comunicaciones que posibilitó el flujo de ideas e información en una escala global. Sin embargo, Chiapas, al igual que otras entidades del sur de México, se inserta en los flujos migratorios internacionales en los años noventa, específicamente hacia los Estados Unidos y Canadá, fenómeno que se incrementa en los primeros años de este siglo.
Chiapas se ha consolidado como uno de los principales estados expulsores de migrantes; según la información del Consejo Nacional de Población (Conapo), con base en datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF), en 2008 Chiapas fue el estado que más migrantes envió a Estados Unidos (14%), incluso por encima de Guanajuato (8,6%) y Oaxaca (7,2%), estados con una antigua tradición migratoria (Villafuerte y García, 2006; Jáuregui y Ávila, 2007). Otros analistas que han trabajado la migración en Chiapas, mencionan que la incursión de chiapanecos en el fenómeno internacional e interestatal es principalmente de carácter laboral, esto es, tiene como objetivo atenuar la grave crisis en la que se encuentran miles de familias campesinas que han visto disminuir su capacidad productiva y, con ésta, el deterioro progresivo del empleo y los ingresos. En el problema del campo en Chiapas, se identifican puntos de inflexión que explican los momentos y las causas de la migración hacia las entidades del norte del país y hacia los Estados Unidos: la crisis de los precios internacionales del café en 1989; el fin del reparto agrario, después de la reforma agraria de 1992; las recurrentes crisis agrícolas; el conflicto zapatista de 19944; y, más recientemente, los desastres naturales, entre los más importantes.
Un estudio realizado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, refería que en el ámbito estatal, el porcentaje de desplazamientos migratorios de jóvenes sin educación básica se presentaba de manera diferenciada, como es el caso de Chiapas, Guerrero y Veracruz, donde más del 70% de los jóvenes no había concluido el nivel secundario (81, 72 y 70%) (INEE, 2008). La referencia anterior y algunos datos adquiridos en el trabajo campo nos permiten sostener la idea de que el mercado laboral en el que se insertan numerosos chiapanecos es integrado por trabajos que exigen poca calificación: agricultura, construcción, servicios, y la maquila en el caso de las mujeres en el norte del país. En el siguiente apartado describiremos el contexto sociohistórico del espacio receptor de numerosos jornaleros chiapanecos.
Desde hace muchos años el estado de Jalisco5 ha figurado como receptor y expulsor de población al mismo tiempo, siendo la zona metropolitana de Guadalajara el principal espacio de atracción del occidente de México. Aquí llega gente atraída por su clima, sus servicios de salud, de educación, y sobre todo, por su mercado de trabajo en expansión (Alba, 2000).
En el plano administrativo, el estado se encuentra dividido en doce regiones que albergan un número variable de municipios muy próximos unos de otros, con actividades económicas similares: Norte (1), Altos Norte (2), Altos Sur (3), Ciénega (4), Sureste (5), Sur (6), Sierra de Amula (7), Costa Sur (8), Costa Norte (9), Sierra Occidental (10), Valles (11) y región Centro (12).
En la extensión geográfica de los Altos de Jalisco, se distinguen dos regiones: Altos Norte (2) y Altos Sur (3)6, siendo esta última de la que forman parte los municipios en donde se encuentra concentrada la mayor producción tequilera de la región. Destacan en el mismo rubro, Arandas y Tepatitlán de Morelos (figura 2). Para el caso de Atotonilco el Alto, que también tiene una considerable producción agavera y tequilera, debemos mencionar que pasó a formar parte de la región Ciénega (3) (figura 2), después de habérsele considerado como municipio de los Altos durante mucho tiempo. La región Altos Sur cuenta con una extensión territorial de 6.667 km2 que representa aproximadamente 5% de la superficie del estado. Las actividades económicas de esta región son la agricultura, la ganadería y la industria alimenticia, que abarcan una vasta extensión de tierras para el cultivo del maíz grano, el maíz forrajero y el agave7, así como para la producción ganadera de ovinos, bovinos, porcinos y aves de corral.
Los Altos tienen diversas definiciones en términos de su cobertura territorial. Cada una de estas definiciones responde a una perspectiva de análisis particular. No hay unanimidad respecto de cuáles municipios pertenecen a esta delimitación cultural y geográfica del estado de Jalisco, por lo cual se consideran cifras que van entre 19 y 26 municipios. Lo común es que lo alteño gravite en medio de un campo de fuerza formado por las principales ciudades del centro-occidente: Guadalajara, Aguascalientes, León, San Luis Potosí... (Gilabert y Camarena, 2004).
La pequeña propiedad tiende a corresponderse con las unidades de producción de las unidades domésticas campesinas y granjeras, que se dedican predominantemente a la producción de autoconsumo, y cuando esto no se logra de modo constante, algunos de sus miembros recurren a la estrategia adaptativa de la venta de mercancía-trabajo, lo que explica la expulsión de la fuerza de trabajo en la región alteña (López, 1999). La expulsión constante de "braceros", fenómeno de la revolución que tuvo su despunte durante la guerra cristera, se mantuvo hasta la década del ochenta, y obligó a un nuevo cambio tecnológico, por la ausencia de fuerza de trabajo, lo que generó la modificación de manejos agrícolas extensivos a intensivos (López, 1999).
Bajo estas circunstancias, se puede corroborar que diversas empresas transnacionales y demandas de abasto muy específicas han incidido para definir la lógica de producción especializada de los Altos, delimitándola en cuatro vetas: la ganadería de leche, la avicultura, la porcicultura y el tequila (Gilabert y Camarena, 2004). Una región de "tierras flacas", que ancestralmente ha luchado contra la escasez de agua, constreñida a lo que ofrecen las erráticas lluvias de temporal, ahora debe afrontar también los estragos de la sobreexplotación de sus recursos naturales y aun humanos (Gilabert y Camarena, 2004).
En los últimos años, el uso del suelo ha cambiado radicalmente, al grado de convertir el territorio, metafóricamente hablando, en un tapete azul que pone de manifiesto las grandes extensiones de tierra sembradas con agave. Obviamente, esto se ha traducido en la creciente instalación de fábricas productoras de tequila con alto volumen de producción. En las localidades de Arandas y Atotonilco el Alto, se encuentra plantada la mayor cantidad de agave de la región. En su totalidad, la tenencia de la tierra corresponde a la pequeña propiedad, y los suelos son predominantemente rojizos (luvisoles férricos arcillosos).
Entre los factores que agilizaron el proceso de producción tequilera en gran escala, se encuentran, por citar algunos, los acuerdos comerciales que crearon condiciones favorables para la exportación del tequila, la participación de empresas transnacionales con inversiones que han permitido la modernización del sector tequilero, además, la bebida y la marca tequila pasaron a ser un referente de la identidad nacional, lo cual impactó favorablemente en el consumo nacional y en el de los mexicanos radicados en el extranjero (Hernández, 2005).
Actualmente, de un total de 155 casas productoras de Jalisco que tiene registradas el Consejo Regulador del Tequila (CRT)8 -órgano rector de la autenticidad del tequila y salvaguarda la denominación de origen9- la región de los Altos agrupa un total de 50, distribuidas primordialmente en los municipios de Arandas (23), Tepatitlán de Morelos (8), y otros municipios circunvecinos, que representan, en conjunto, 21% del total estatal. Atotonilco el Alto, que pertenece a la región Ciénega, cuenta con 11 y la región Valles cuenta con alrededor de 46 casas productoras ubicadas principalmente en los municipios de Tequila, Amatitán y el Arenal (CRT, 2009).
En la figura 3 podemos observar el comportamiento de la producción tequilera total durante el periodo 1994-2008, en donde sobresale un crecimiento sostenido a partir de 1995 y hasta el 2000, cuando comienza la industria a decrecer. A partir de 2004 inicia un repunte para alcanzar el nivel más alto en 2008. Entre 2004 y 2008 la producción aumenta en casi 76%, cifra ligeramente superior al periodo 1995-2000. Si tomamos en cuenta todo el periodo considerado en la gráfica, podemos observar que la producción total de tequila se multiplica por 3. Llama la atención que la producción de tequila, 100% agave, se multiplica casi por 11, situación que explica la creciente demanda de mano de obra para las labores del agave.
De la misma forma que Los Altos de Jalisco se constituyen como zona de migración internacional, es un lugar de inmigración de jornaleros indígenas, provenientes mayormente de las regiones Altos y Selva de Chiapas. De esta manera, se va conformando una migración de "reemplazo", que permite proveer de fuerza de trabajo - en las actividades menos atractivas para los trabajadores regionales- a los mercados laborales locales.
La población a la que nos referimos oscila mayoritariamente entre los veinte y treinta años, no obstante, existen casos de personas menores y mayores a este rango de edad. La ocupación actual de los varones es en las labores del campo, por tanto, ésta no se encuentra disociada con respecto de las actividades que realizaban en su lugar de origen, donde se dedicaban fundamentalmente a la agricultura de autosubsistencia. En cuanto a las mujeres, destaca el hecho de que también empiezan a tener una presencia considerable, sin embargo, su concentración es en el servicio doméstico. Los municipios de expulsión en los que se tiene registrada la presencia de jornaleros en los Altos de Jalisco son San Cristóbal de las Casas, Mitontic, Santiago el Pinar y Pantelhó de la región Altos; Soyaló de la región Centro; Huitiupán de la región Norte; y Yajalón, Salto de Agua, Benemérito de las Américas, Ocosingo y Palenque de la región Selva, siendo los dos últimos municipios mencionados los que mayor población registran (figura 4).
Ahora bien, con la expansión de la agroindustria tequilera y el posterior boom internacional del tequila, durante la década de los noventa del siglo pasado, la actividad agrícola dio un vuelco considerable, la sobreproducción del agave y el posterior incremento de fábricas productoras de la conocida bebida espirituosa generaron una importante transformación industrial y económica en varios municipios de la región. A raíz de todo este proceso, el mercado laboral sufrió alteraciones, de manera que para cubrir la demanda de mano de obra local y regional, algunos de los empresarios tequileros llevaron a decenas de jornaleros desde el sureste mexicano en 1998. Los primeros migrantes en aparecer en la región de destino, en su mayoría eran provenientes de Palenque. Con el paso del tiempo y el establecimiento de redes de migración, comenzaron a llegar personas provenientes de Ocosingo, San Cristóbal de las Casas, Las Margaritas, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, así como de otras comunidades aledañas a estos sitios y regiones de Chiapas, las cuales, con el paso de los años, han llegado a tener una presencia destacable en esta región del país. En 2008 la revista Proceso, en su suplemento editado en Jalisco, presentó un reportaje sobre la migración chiapaneca, en el que se estimaban alrededor de 1.200 jornaleros repartidos en los municipios de Atotonilco, Tepatitlán y, mayoritariamente, Arandas (Ríos, 2008).
Actualmente, un número consistente10 de migrantes, provenientes de los municipios antes mencionados, se han convertido en mano de obra calificada, para aquellas tareas cuya exigencia física es mayor, y por las cuales hay menor retribución económica. Constatando así que el sistema es estructuralmente violento, pues su construcción y funcionamiento descansan sobre una lógica progresiva-universalista que subordina la vida al objetivo del enriquecimiento (Olivera y Sánchez, 2005). A pesar de las dificultades y obstáculos que la región de destino y sus habitantes han creado sobre los migrantes, muchos de ellos persisten en su objetivo de trabajar con el fin de conseguir una "mejor calidad de vida", entendida ésta como la obtención de un mejor salario: "Me vine a trabajar para acá por la necesidad, allá [Chiapas] no se consigue trabajo, no hay fábrica donde trabajar [...] acá pagan un poco más" (entrevista a Margarita Cruz11, 20 de enero de 2010).
Ahorita somos pocos [Chiapanecos] los que quedamos, antes éramos muchísimos, los compañeros prefirieron regresar a la comunidad y venir temporalmente, así que los que nos quedamos, vemos como se va componiendo el trabajo y tratamos de aguantar hasta que se mejore la situación; de hecho, aquí en Arandas, hay mucha gente que le está batallando, tanto de nosotros como de la gente de aquí; todos tenemos que echarle muchas ganas, porque casi no hay trabajo y peor se pone cuando pagan poco en las fábricas, uno no puede decir nada o pedir más, porque ellos saben que hay mucha gente en espera de trabajo, entonces, como saben que en cierto modo tienen reservas, pues hacen lo que quieren (entrevista a Mariano Sánchez, 21 de enero de 2010)12.
Como hemos argumentado, Chiapas ha sido históricamente una entidad federativa eminentemente agrícola, los cultivos como el maíz y el café, pero también la ganadería bovina y las maderas preciosas, la convirtieron en la abastecedora de alimentos y materias primas de las entidades del centro del país que habían emprendido un desarrollo industrial pujante. Esta "vocación" productiva explica que su fuerza de trabajo estuviera, hasta muy recientemente, orientada al sector primario, más aún, que la movilidad de su población laboral se diera dentro del mismo estado, y muy lentamente se articulara con algunos mercados laborales del centro del país.
Es necesario enfatizar que a raíz del boom tequilero, se incrementaron, diversificaron y especializaron los tipos de tareas que se realizaban en el campo, lo que generó una organización del trabajo establecida ya no por jornada o por hora, sino por trabajo específico. Este es el caso de los jornaleros que antiguamente trabajaban no sólo en el agave, sino también en el maíz u otro tipo de cultivo o incluso cuidando animales; ahora, gracias a la especialización del trabajo, se dedican a labores bien delimitadas y definidas, por tal motivo, hoy tenemos jimadores, cargadores, plantadores, fumigadores, entre otros.
Esta especialización posibilitó oportunidades laborales para otras personas y, por tanto, abrió la oferta para los migrantes chiapanecos, los cuales no han desplazado laboralmente a los alteños, quienes se han quedado con los trabajos que son mejor pagados y que exigen cierta especialización y poco desgaste físico, mientras que a los chiapanecos se les han asignado los trabajos con mayor exigencia, desgaste físico y menor retribución.
En un principio, la mayor parte de los migrantes empezaron trabajando como jornaleros en las plantaciones de mezcal, realizando actividades varias como la limpieza del terreno, el desahije13 de la planta o la jima. Los salarios que reciben por su trabajo representan una mejoría en su nivel adquisitivo, sobre todo si se toman en cuenta las condiciones de los lugares de origen. El salario de un jornalero ronda los 1.000 pesos14 semanales (aproximadamente), sin derecho a ningún tipo de prestación y con jornadas que van de ocho hasta quizá diez o doce horas diarias. Relacionando esta cantidad con los salarios habituales, por los que laboraban los jornaleros en su natal Chiapas, representa una diferencia salarial importante, sin embargo, esta cifra vista por los oriundos de la región de los Altos de Jalisco es insuficiente para el tipo de trabajo que se realiza, por eso prefieren emigrar a Estados Unidos.
Cuando los jornaleros no son contratados, o el trabajo en el mezcal se ha acabado, algunos empleadores los llevan a trabajar a otras tierras, en el cultivo de otros productos o en la realización de trabajos diversos, normalmente en relación con actividades agrícolas, por temporadas, como lo vemos en la entrevista siguiente:
Ahorita ya pasó la temporada del tomate [octubre, noviembre y diciembre], ahora va la del rastrojo, hay que molerlo y encostalarlo, pero ya casi se acaba [la temporada], por eso ya casi no hay trabajo, el rastrojo está húmedo y mucho se va a podrir, entonces peor se va a poner, pero hay que esperar porque como ha estado el clima [por el descenso de temperatura y las consiguientes nevadas] va a ser necesario sacar la planta [mezcal] que se quemó y poner planta nueva (entrevista a Francisco Vázquez, 27 de enero de 2010).
Por otra parte, la presencia de los jornaleros chiapanecos ha generado diversas reacciones entre la población local, sobre todo entre los que compiten en el mercado laboral. Aparte de la explotación laboral y la carencia de prestaciones, son sujetos de discriminación social, mediante expresiones típicamente racistas, fundamentadas en la condición indígena del jornalero y en su gran desempeño laboral, cuyo interés está centrado en la necesidad de subsistir.
La lógica de expansión del capital mundial nos pone en la antesala del análisis de la exclusión de la que son sujetos los jornaleros indígenas migrantes, entendida ésta como un fenómeno social y una cuestión política, económicamente mala, socialmente corrosiva y políticamente explosiva... manifestación, expresión y resultado de una determinada estructura social, es decir, que da cabida a lo "externo al sujeto" como papel determinante y en ocasiones decisivo en estos procesos (Bel, 2002).
Si bien es cierto que existen múltiples y variadas formas de exclusión, aquí hemos decidido avocarnos a aquella que es fruto y consecuencia de la migración, en el sentido de que reconocemos, por un lado, la existencia de estructuras (políticas, económicas) que configuran un entorno excluyente que imposibilita el acceso equitativo a recursos y el sano desarrollo de condiciones mínimas de vida (expresiones de ello podrían ser el desempleo, la pobreza, la desprotección social) y, por otro, la presencia de actores y contextos sociales que generan ruptura, disgregación y erosión, salvaguardando fervientemente lo asumido como propio, auténtico y verdadero.
De acuerdo con lo expresado anteriormente, consideramos el racismo como un marco analítico que nos puede ayudar a interpretar estas formas de exclusión. En primera instancia, retomamos el argumento, según el cual, la migración ocurre a raíz del racismo histórico-estructural implantado en el continente americano durante la Colonia, es decir, partimos del reconocimiento de la globalización como la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América (Quijano, 2000), y que impuso una serie de condicionantes a la población indígena, que a su vez posibilitaron su posterior exclusión y explotación en su propia tierra.
Con la expansión colonial europea, las comunidades culturales originarias de América sufrieron un proceso de disociación entre cultura y territorio. Se abrió desde entonces un proceso de etnicización, a través del cual, los pueblos originarios fueron convertidos en foráneos, en extranjeros en sus propios territorios (Giménez cit. Oehmichen, 2003). Por si esto fuera poco, posteriormente se configuró la idea de nación, como unidad sustentada en la homogeneidad racial de los súbditos, demarcando de tal manera la línea que dividía a los que podrían entrar a formar parte de esta comunidad política y los que no: los indios, a quienes -a partir de la formación de relaciones sociales fundadas en la idea de raza- se les creó una identidad histórica nueva asociada con jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ésta (Quijano, 2000), así como la construcción de un conjunto de relaciones entre grupos subordinados en un complejo sistema regional de hegemonías -región de poder la denomina Claudio Lomnitz (1995)-, a contrapunto de las distintas formaciones del Estado y la cultura nacional (Joseph y Nugent, 19940).
Con estos presupuestos, emergieron los discursos sobre el dualismo de la nación, que condujeron inevitablemente a la diferenciación de razas, con un trasfondo civil, sustentado en la extracción de consecuencias sociales y culturales, a partir de la definición biológica. Con esto se pretendió hacer creer que un cierto tipo de desigualdades sociales y de acceso al poder se debían a ciertas características (culturales, raciales, de origen o religiosas) de un sector de la población (Bastos, 2010).
La práctica racista se asentó en el imaginario colectivo, creando una marcada línea, ciertamente identificable en algunas regiones de nuestro país, entre el blanco y el no blanco, pero también entre la gente que se autoasume como civilizada (gente de las urbes, con un cierto grado de educación -académica-, estatus económico medio o elevado) y lo incivilizado (gente de escasos recursos, poca educación -académica-, campesinos, indígenas), o simplemente entre indios y mestizos, utilizando parámetros sobre todo culturales para marcar la diferencia.
Los indígenas son vistos como raíz de los mexicanos, es decir, tan solo representantes del pasado glorioso, pero no como agentes del presente. Desde la escuela y los medios de comunicación, los "indios" son entendidos como "nuestro pasado" y también como resabios de culturas premodernas. La tradición es pensada como un reducto del pasado en términos de oposición a la modernidad. Por tanto, el uso cotidiano de los términos indígena y mestizodeja de tener un sentido técnico (descriptivo o analítico) y adquiere un contenido ideológico-político, para identificar identidades ubicadas geográfica y espacialmente en el sistema de hegemonías regional, es decir, en un marco de jerarquías y relaciones de subordinación y explotación que unen procesos simultáneos con la formación del Estado y de formas de conciencia local (Joseph y Nugent, 1994), o como señala Zárate (2005), se trata de la construcción de hegemonía política, para mantener el orden, refrendar o transformar las instituciones políticas locales, lo cual implica formas particulares de modernización e integración a la sociedad mayor.
Desde el caso en cuestión, el contenido ideológico se materializa en expresiones y conductas ordinarias que suscitan formas de exclusión hacia los migrantes:
Esos pinches15 chiapanecos vienen y abaratan el "jale"16, porque ellos cobran barato... o no es que cobren barato, sino que a veces trabajan más, por lo que les pagan y nos joden a todos... y luego, ahora hasta las morras17 nos andan bajando, ya se oye que unas viejas de Betania, se casaron con unos chiapanecos bien prietos18, que porque son bien trabajadores... al rato, ni trabajo ni mujeres va a haber para nosotros... me dijeron que ya hasta tienen un equipo de fútbol en la liga municipal de puros patarrajadas19 (Ríos, 2008: 17).
Es aquí cuando la relevancia social del fenómeno adquiere carácter y sentido peyorativo, pues se trata de sujetos a los cuales se les han negado las condiciones para el sano desarrollo y la potencialización de su vida en el lugar de origen, y se les niega también el acceso a otros espacios sociales de integración y desarrollo humano en el lugar de destino.
La sociedad alteña en Jalisco, específicamente la de Arandas, posee un gusto y una actitud muy particular frente al consumo de tequila, a tal grado que se ha normalizado su consumo excesivo, factor que no despierta ninguna preocupación o cuidado. Para evidenciar tal situación, vale constatar la gran cantidad de cantinas y licorerías que existen en el municipio referido, eso sin contar las fábricas que venden tequila a granel, o simplemente lo dicho por una persona para referirse al consumo: "No habrá quien te invite dos tacos, pero sobra quien te invite un tequila" (entrevista a Daniel Fonseca, 22 de julio de 2009).
Aún cuando este tipo de actitudes están presentes en gran parte de la población, el hecho de que algunos jornaleros chiapanecos se alcoholicen ha sido el factor que ha traído una especie de conmoción y ha servido también como pretexto para etiquetarlos como borrachos y violentos.
[...] a mis padres no les parecía conveniente [acercarse y charlar con ellos a solas] dado la fama que tienen los que vienen de Chiapas de ser bebedores, así que con la finalidad de protegerme, me sugirieron que empezara terminándose las fiestas [pasando las fechas de las festividades] (comunicación con un estudiante de derecho, asistente en proyectos de investigación de la Universidad de Guadalajara).
[...] se les ha caracterizado por ser borrachos y violentos, pero violencia con cuchillo (entrevista a Daniel Fonseca, 22 de julio de 2009).
Estos relatos dan cuenta de la exclusión y la discriminación a raíz del estereotipo generado, y ciertamente la creciente incursión de jóvenes jornaleros en el alcoholismo, así como la aparición de algunos casos en donde la violencia es el denominador común. La problemática social también tiene que ver con la casi nula asistencia social por parte de las autoridades municipales, la cual de entrada es precaria para los originarios, y aún más para los migrantes.
Muestra de la complejidad anteriormente mencionada que se corrobora continuamente con los migrantes chiapanecos, los cuales han aparecido como "extraños" en los municipios de Arandas, Atotonilco y Tepatitlán en Jalisco, no sólo por su fenotipo e indumentaria, sino también por diferencias de carácter cultural, en las que denotan particularidades y características muy propias. A estos migrantes se les percibe como amenaza y son estereotipados como protestantes, milicianos zapatistas, analfabetas, salvajes, incivilizados (por no hablar el castellano) y testarudos, pues no podrían, por ejemplo, aprender a jimar20 (Hernández, 2005). A continuación, citamos un extracto de una conversación sostenida con un empresario arandense, al respecto de los jornaleros chiapanecos, a los cuales recurría con anterioridad para ofertarles trabajo:
Hay mucha diferencia entre un jornalero de Chiapas y uno de Arandas. Los de Chiapas son más cerrados, tienes que decirles como diez veces las cosas para que hagan las cosas como uno quiere y no como ellos la entienden [...]. Son como unos burritos de trabajo. Nunca dejaron de hablar su dialecto, aunque les insistí que hablaran bien (entrevista a Ramiro Jiménez, 23 de julio de 2009).
Una peculiaridad de la mayoría de la población alteña en Jalisco es la tez blanca, rasgo que contrasta inmediatamente con el grupo de migrantes provenientes del sur de México. La constatación de esta diferencia no queda simplemente ahí, sino que se presta en muchos casos como motivo y argumento para discriminar, marginar e incluso explotar al migrante. Desde esta perspectiva, se estaría planteando el racismo como instrumento de explotación y exclusión, y como marco analítico para aproximarnos a la comprensión de tales realidades. Dada la reciente emergencia del fenómeno en cuestión, son prácticamente nulos los trabajos sobre relaciones sociales entre los grupos referidos. Además de que Los Altos de Jalisco no fungen como un enclave agrícola tradicional para jornaleros indígenas, está el hecho de que gran parte de la atención de los estudios migratorios es puesta en la dinámica internacional, de ahí que como primera aproximación, el tema de la exclusión y el racismo sean abordados desde perspectivas generales, no por ello, menos importantes.
En el actual contexto de neoliberalismo, en donde se critican fuertemente las excesivas facultades atribuidas al Estado, y en el que además se pretende, ante todo, un nuevo modo de gestionar conductas en ámbitos muy variados (política laboral, seguridad social, sistema de salud, sistema educativo), ¿quién va a velar por la desaparición de la discriminación contra estos actores? Para el caso que nos ocupa, el espacio laboral se verá fuertemente influido e incluso perjudicado por esta oleada neoliberal en la cual se pretende la vivencia radical de la libertad.
Esta lógica de funcionamiento tiene consecuencias graves para personas como los jornaleros chiapanecos, porque precisamente por ser sujetos de la discriminación de la que son parte socialmente, laboralmente son también discriminados, explotados y excluidos, y, lo que es peor, todo esto dentro del marco de una supuesta legalidad, pues al no estar normadas ciertas situaciones, que podrían denominarse faltas (ausencia de seguridad social, prestaciones, horarios de trabajo) no hay quien atienda y sancione estos atropellos. Es así que nos encontramos con una práctica racista, enmarcada en el espacio laboral de una agroindustria enclavada, a su vez, en el mercado global, que toma de la constatación de las diferencias fenotípicas, culturales y de la desprotección social, laboral y estatal, en general, sus herramientas más socorridas para discriminar, segregar, excluir y explotar al migrante. La vinculación con lo ancestral es por tanto vista y asumida como sinónimo de retraso o precariedad, en el caso de algunos pobladores de Los Altos de Jalisco, los cuales, mediante diferentes tipos de expresiones, no hacen más que refrendar una supuesta superioridad, fincada en la formación histórica de la región por pobladores europeos.
Hoy en día se puede observar la recreación-articulación de sistemas de clasificación social que tienden a colocar a las colectividades culturales que conocemos como indígenas, en los márgenes del mercado laboral y de la vida urbana (Oehmichen, 2003:). Se sigue constatando la estigmatización de la indianeidad, por ser sinónimo de pobreza, ignorancia y atraso en las representaciones culturales dominantes, y por la ubicación de lo indio en el extremo inferior de la estratificación social mexicana (González, 2003).
Nos enfrentamos a un racismo en el que se ha sincretizado, como lo afirma Todorov (2007), lo biológico y lo cultural. Dentro de esta síntesis se puede dar una divergencia, por un lado, para marcar la diferenciación de "razas" con un supuesto grado de ingenuidad: la fetichización de las culturas ancestrales, apelando al folclor, a las tradiciones, modos y práctica, en torno a los cuales se suscitan expresiones que en ocasiones son fundamento, en otras expresión de lástima, benevolencia, paternalismo y minusvaloración. La otra arista que recorre la divergencia es la de la discriminación, segregación y marginación frontal, que se da sin tapujos, vergüenza o remordimiento.
La agroindustria del tequila ha dejado de configurar un producto de consumo regional, para pasar a ser referente nacional y, por consiguiente, una expresión que ejemplifica con claridad la idea wallersteiniana de los sistemas-mundo, en la que se dimensiona el origen de los modelos productivos globales y desiguales, situación que se expresa, en este caso, a través de las grandes asimetrías regionales (Jalisco/Chiapas) que explican la división del trabajo, en atención a las jerarquías ocupacionales.
En ese sentido, se vuelve pertinente reconocer el hecho de que las migraciones refuerzan las desigualdades suscitadas en la actualidad, fenómeno comandado por empresas multinacionales, las cuales han cambiado la propiedad de la tierra en los países periféricos y han mecanizado las tareas de la población, provocando un excedente de mano de obra que se traduce en un sujeto desarraigado y propenso a marcharse al extranjero.
En el caso concreto de la inserción de jornaleros migrantes chiapanecos en la región alteña de Jalisco, la problemática está fuertemente marcada por dos realidades: la explotación laboral y la exclusión social. El racismo sirve de fundamento a la dialéctica de inclusión-exclusión, a la vez que contribuye a la polarización social y a la revalorización de la identidad de los migrantes.
La inserción de los jornaleros migrantes mejora su ingreso monetario, pero su costo social y cultural se expresa en una desvalorización de la persona. En sentido estricto, podríamos decir entonces que las relaciones sociales del migrante no le sirven, al contrario, se le impide formar parte de la sociedad de una manera integral, pues su incursión, en muchos de los casos, está asentada en desiguales relaciones laborales. A partir de éstas, los mestizos alteños de Jalisco recrean y dan forma a nuevas relaciones de sumisión, exclusión, subordinación y discriminación, enmarcadas en un contexto de reconversión productiva, en la cual, un producto global como el tequila se sustenta en relaciones desiguales.
Lo que intentamos a lo largo del escrito es mostrar cómo en el México actual, se manifiesta o afirma la inferioridad de algunos grupos étnicos, frente a la superioridad del propio mestizaje, ello justificado en la explotación y la exclusión de dos grupos. La crisis socioeconómica en la mayoría de los países en los últimos años ha multiplicado los actos de discriminación y exclusión, el caso que presentamos es uno de éstos, que van desde los discursos hasta actos de violencia como las agresiones individuales y colectivas.
Pese a los constantes acuerdos mundiales y las campañas sobre las diferencias culturales, en muchas partes de México, ser indígena simboliza atraso y miseria tanto para los mestizos como en el marco de las políticas gubernamentales. Asimismo, las asimetrías regionales en el país, favorecen que muchos pueblos indígenas sean subordinados y explotados. Es decir, en el caso mexicano, la relación entre sociedad nacional y los pueblos indígenas ha estado mediada por la desigualdad en sus distintas variantes, desde la explotación y la exclusión, hasta el racismo y la marginación que se heredaron desde el régimen colonial.
Es claro que, hasta el momento, tanto el fenómeno migratorio como los estudios se van incrementando, sin embargo, en el caso de Chiapas, aún se necesita profundizar más en el tema, en especial, en los ámbitos rurales y los microprocesos de reestructuración y cambio, que como efectos de la migración de uno o varios de sus integrantes, se dan en el seno de la familia y sus formas tradicionales de organización productiva y de trabajo.
De igual manera, es necesario abordar el costo social en los migrantes indígenas y, consecuentemente, en su intersubjetividad, en los impactos manifiestos en la vida cotidiana, así como en el contexto social y cultural comunitario; además de explorar las articulaciones que definen las relaciones dinámicas entre fronteras e identidades sociales, que nos permitan comprender los procesos de cambio sociocultural registrados en las localidades, las familias y los individuos insertos en la dinámica migratoria.
1 Para los fines del presente trabajo se entiende por jornalero aquella persona que trabaja sin una actividad fija, es decir, hace lo que le pide quien lo contrata sin contar con ningún tipo de seguridad social o prestación. El cobro ordinariamente es por día de trabajo realizado.
2 Para la obtención de los datos empíricos realizamos trabajo de campo a lo largo del periodo comprendido entre enero de 2009 y enero de 2010, asimismo, realizamos numerosas entrevistas a jornaleros situados en la región Altos de Jalisco y en algunos lugares de expulsión en Chiapas.
3 García y Olivera (2006) han documentado que hacia la frontera norte muchas jóvenes solteras de 15 y 25 años deciden no sólo prolongar la distancia en el lugar de destino, cuando no el arraigo definitivo, sino que también optan por permanecer solteras o casarse después de los 24 años o más, ya no con un miembro de la localidad o del estado, sino con un migrante de otra entidad federativa.
4 La presencia del EZLN en el estado derivó en numerosos conflictos en diversos municipios entre los simpatizantes del movimiento y adherentes de partidos políticos.
5 Se encuentra en la región occidente de la República mexicana, colinda con siete estados (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas) y el océano Pacífico. Cuenta con una extensión de 80.137 km2 en donde se establecen alrededor de 10.643 localidades que conforman un total de 6.752.113 habitantes (Gobierno de Jalisco, 2007).
6 Una vez hecha está aclaración, indicamos que cuando nos refiramos a "Los Altos de Jalisco" estaremos aludiendo a la región Altos Sur.
7 Agave tequilana Weber, variedad azul.
8 El Consejo Regulador del Tequila (CRT) es un organismo mexicano de certificación y verificación que surgió en mayo de 1994. Cuenta con laboratorios acreditados y aprobados, que se encargan de analizar, registrar y certificar la producción tequilera de México, así como de salvaguardar la denominación de origen en México y el extranjero, con el fin de garantizar al consumidor la autenticidad del producto. Está integrado por productores de tequila, agricultores de agave, envasadores y comercializadores y el Gobierno mexicano, pues se encuentra avalado por la Secretaría de Economía, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y las aduanas. El CRT cuenta con oficinas en Arandas, Tequila, Guadalajara, Jalisco, Madrid (España), Washington y Chicago (Estados Unidos) y Tokio (Japón) (Presentación del CRT, 2006).
9 La denominación de origen es el nombre de una región geográfica del país que sirve para designar un producto originario de ésta, y cuya calidad y características se deben exclusivamente al medio geográfico, comprendidos en éste los factores naturales y humanos.
El término denominación de origen, está vinculado a tradiciones culturales arraigadas en los países que han desarrollado y perfeccionado la fabricación de un producto propio de su región. Se relaciona además con valores culturales propios, pues representa la suma de experiencias transmitidas a lo largo de generaciones.
Una denominación de origen no se crea, se reconoce, es sinónimo de originalidad y a su vez es un reconocimiento a una calidad, ligada a una zona geográfica, así como a un origen avalado por un Consejo Regulador que establece los mecanismos de control y supervisión, que garanticen esa autenticidad. El tequila es el primer producto con denominación de origen en México (1974), de un total de 10 productos que cuentan con tal distinción: mezcal, olinalá, talavera, Café Veracruz, ámbar de Chiapas, bacanora, sotol, mango ataulfo Chiapas y charanda.
La denominación de origen para el Tequila comprende una extensión de 181 municipios distribuidos en 5 estados, de entre los cuales Jalisco comprende la totalidad de sus municipios con 125, seguido de Michoacán con 30, Tamaulipas con 11, Nayarit con 8 y Guanajuato con 7 (Presentación del CRT, 2006).
10 Preferimos indicarlo así, dado que no hay aún datos oficiales respecto al número actual. Sin embargo, en el trabajo de campo constatamos que esa cifra ha aumentado.
11 En las referencias de entrevistas, los nombres de los interlocutores han sido cambiados para mantener su anonimato.
12 La entrevista fue realizada luego de una gélida temporada invernal en los Altos de Jalisco, en donde el descenso de temperatura fue tal, que cayeron nevadas en la región, algo poco común para la zona, siendo la nevada más fuerte el 12 de enero de 2010. Por tanto, las condiciones climáticas imposibilitaban en muchos casos que los jornaleros pudieran salir al campo a trabajar.
13 Luego de aproximadamente cuatro años de haber sido plantado el mezcal, comienza a generar una especie de extensiones o rebrotes conocidos como hijuelos, los cuales son removidos con una doble finalidad: el óptimo crecimiento de la planta y, por ende, la producción de azúcares, además de la posterior replantación de los hijuelos en otro terreno.
14 El tipo de cambio en relación con el dólar norteamericano es de aproximadamente doce pesos mexicanos por dólar.
15 Pinche: adjetivo calificativo para insultar a una persona.
16 Jale: sinónimo de trabajoen el ámbito local.
17 Referencia a las mujeres.
18 Prietos: adjetivo calificativo que hace alusión a la tonalidad de la piel, en este caso, se refiere a la tez morena del migrante que difiere de la tez clara de la mayoría de los alteños de Jalisco.
19 Patarrajadas: adjetivo calificativo que se refiere a la condición indígena proveniente del imaginario colectivo en torno a la idílica figura del indígena que portaba traje de manta y calzaba huaraches.
20 La jima es un proceso en el cual, con la ayuda de un machete o de una coa, se cortan las "espadillas" -las cuales poseen un gran número de espinas- de la "cabeza-piña" del agave-mezcal, con dos finalidades: por un lado, propiciar un mejor rendimiento de la planta en cuanto a azúcares y, por otro, facilitar la entrada de animales para que puedan comer la hierba que crece en torno al agave. El trabajo de jima es una labor que requiere habilidad y extremo cuidado para evitar la pérdida de alguna extremidad corporal.
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