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Trazos e itinerarios de diálogos sobre política con jóvenes contemporáneos de Bogotá*

Traços e itinerários diálogos sobre política com jovens contemporâneos de Bogotá

Dialogues Strokes and Itineraries about Politics with Contemporary Youths from Bogotá

Humberto Cubides**


* El presente artículo presenta los resultados globales de la investigación "Jóvenes, participación política y formación democrática", desarrollada en Bogotá por el Iesco de la Universidad Central, con la cofinanciación de Colciencias. El equipo de investigación estuvo integrado por Humberto Cubides (investigador principal), Patricia Guerrero y José Salinas (coinvestigadores) y Catherine Peña, Yenny Vargas, Mónica Vargas, Arley Daza y Francy Moncada (auxiliares). Un estudio paralelo se realizó en Medellín con el concurso de un grupo de investigadores pertenecientes al Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. El texto final contó con una importante colaboración de Patricia Guerrero, algunos de los apartados se apoyan en el análisis inicial que ella hizo sobre temas específicos; se retoman también algunas de sus ideas en la comprensión general del problema estudiado. No obstante, como es natural, la interpretación y escritura completa del documento corresponden a su autor.

** Psicólogo y Magister en Filosofía. Docente investigador del Iesco-Universidad Central, Bogotá (Colombia) y Coordinador de su línea de Comunicación-Educación. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El texto presenta conjunciones y disyunciones sobre las actuaciones de grupos juveniles de Bogotá, referidos a propuestas que renuevan el sentido y la experiencia de estar-juntos, de transformar sus condiciones de vida y las relaciones con los demás. Interroga los modos de agrupación, expresión y educación, develados a través de una etnografía reflexiva, y lo que los grupos constituyen como nuevo en la política.

Palabras clave: modos de agrupación juvenil, expresión de jóvenes, formación, nueva política, resistencia.

Resumo

O trabalho apresenta conjunções e disjunções nas atuações de grupos juvenis da cidade de Bogotá (Colômbia). Tais grupos são visualizados como propostas que renovam o sentido e a experiência de "estar juntos", de transformar as suas condições de vida e as relações com os demais. O texto analisa as formas de agrupação, expressão e educação, descortinadas por meio de uma etnografia reflexiva, bem como o significado dos grupos como fato novo na política.

Palavras chave: formas de agrupação dos jovens, expressão dos jovens, formação, nova política, resistência.

Abstract

In this text we present conjunctions and disjunctions about the actions of youth groups of Bogotá, about proposals to renew the sense and experience of being-together, of transforming their life conditions, and their relations with the others. The text questions the ways of grouping, expression and education, showed through a reflexive ethnography, and that that the groups build as new in politics.

Key words: ways of youth grouping, youth expression, formation, new politics, resistance.


Partir, partir, evadirse […], atravesar el horizonte, penetrar en otra vida….
D. H. Lawrence

Introducción

En este texto nos proponemos trazar una especie de cartografía1 de la capacidad que despliega un conjunto de grupos de jóvenes, pertenecientes a distintas localidades de la ciudad de Bogotá, para generar modalidades de actuación en donde se establecen conexiones diversas con otros, con el mundo y con las instituciones, de modo que ocurre una apertura a otras significaciones y a otras posibilidades de acción colectiva, distantes de aquellas que propone el Estado y los mecanismos del poder instituido, los cuales, en general, buscan encaminar su acción hacia caminos regulados, atenuando su capacidad de transformación2. En otras palabras, pretendemos evaluar la vitalidad de estos grupos, expresada a través de su decir y hacer cotidianos, para crear conexiones novedosas y atravesar-desestructurar el ámbito de lo real.

En esa perspectiva, intentamos responder una serie de interrogantes generados por el propio equipo de investigación que, en últimas, tienen que ver con la pregunta formulada por una parte importante de la comunidad de investigadores sobre el tema de jóvenes: ¿qué es lo que hay de nuevo en términos políticos en las prácticas de este tipo de agrupaciones? En fin, haremos una especie de diálogo sobre lo político asentados en los resultados de un estudio que se prolongó por cerca de dos años3. La tesis que intentamos demostrar es que la acción colectiva juvenil conjuga rasgos de formas molares, sobrecodificadas, propias de las organizaciones convencionales, con otros surgidos de un actuar propio y creativo, que se abre al campo social, poniéndolo en tensión y modificándolo parcialmente como consecuencia de su capacidad de agenciar otros modos de relación, de expresión y de educación.

En cuanto al primer aspecto, el de los modos de relación4, asumimos que cada grupo construye formas singulares de coordinar sus acciones, de articularse internamente y de vincularse con el afuera, es decir, desarrolla un actuar poseedor de un ritmo propio que da cuenta de su capacidad de afectación, de despliegue de su potencia y su disposición para permitir o negar la emergencia de lo múltiple. Esto no quiere decir que las agrupaciones actúen siempre de la misma manera y con la misma fuerza, el modo consiste, más bien, en un umbral que define el máximo y el mínimo de su capacidad de afectación. Dicha modalidad de actuación implica procesos, esto es, un conjunto de hechos y operaciones que llevan a cabo los colectivos (Guattari y Rolnik, 2006), los cuales integran cursos de comunicación, cuerpos de conocimiento y reglas de comportamiento particulares; igualmente, se presentan estructuras o mecanismos de "organización" en donde se ponen en juego diferentes habilidades y disposiciones individuales, lo mismo que diversos "arreglos" para vincularse internamente o con el afuera; por último, existe un conjunto más o menos homogéneo de apuestas que encausan la acción de los grupos, las cuales tienen que ver con los ejes de sus prácticas, las consignas que configuran y efectúan y los valores o principios, más o menos implícitos, que marcan sus conductas. En conjunto, a nuestro entender, los cuatro elementos descritos5 definen la posibilidad o imposibilidad de que los grupos de jóvenes produzcan acontecimientos políticos, en otras palabras, que creen líneas de fuga capaces de desterritorializar su acción, escapar a los fines establecidos, desestructurar los tipos de formación que pretenden caracterizarlos y resistir la sujeción mediante la cual el proyecto capitalista busca capturarlos (hacerlos partícipes).

En relación con la expresión de los grupos, avanzamos sobre lo dicho en otro lugar (Cubides y Guerrero, 2009). Esta dimensión tiene que ver con la forma de vibrar, de hacer emerger la potencia, ser afectado y establecer cierto tipo de relaciones, como sucede con cualquier otro ente singular. En ese sentido, a través de lo que los colectivos dicen o hacen permanentemente, expresan y demuestran su capacidad de agenciamiento6. Entonces, este proceso va más allá de lo que el lenguaje hablado o escrito les permite expresar, y sólo de manera reducida alude a la comunicación entendida como transmisión de información, pues abarca otros lenguajes y regímenes de signos, como también, otros mecanismos asignificantes7. Valga aclarar, además, que los agenciamientos se entienden como enunciados-actos colectivos, es decir, no son creados por una individualidad, se trata de una manera de "decir" el "decir".

Por otra parte, nos referimos a la educación como un proceso asociado con la constitución de la subjetividad, en donde entran en juego las relaciones del sujeto con su entorno, en particular con los colectivos a los cuales pertenece y que lo definen de distinta manera: la familia, el trabajo, los amigos, la escuela8. Pensar la idea deeducación como formación de sujetos, nos permite examinar aquellos procesos que llevan a que los jóvenes impulsen unas maneras particulares de ser y de expresarse desde prácticas de interpelación, es decir, desde acciones que aluden a cómo asumen, comparten o rechazan ciertas visiones de mundo, lo cual se traduce en posturas críticas, de resistencia o compromiso frente a los sistemas imperantes o respecto de las convicciones sociales (Cubides y Salinas, 2009). Además, los procesos de formación se dan asociados con los de identificación, los cuales no operan como totalidad, sino que se producen respecto de algunos aspectos de los referentes y de las referencias interpeladoras, que, contemporáneamente, son múltiples (Huergo, 2001). Tal producción subjetiva expresa también la paradoja de la presencia de un exterior que impone una cierta curvatura, una forma de poder vinculada con los mecanismos e instituciones de socialización, y, al mismo tiempo, la existencia de una fuerza que se afecta a sí misma, esto es, una formación autónoma (Butler, 1997). Estrictamente, no habría entonces alguien competente que desde fuera pueda sustituir completamente lo que cada quien sabe y puede realizar.

Ahora bien, si aceptamos que cualquier propuesta educativa despliega un conjunto de utopías e ideales que la marcan de manera más o menos explícita, se trata de una acción claramente política. En esa perspectiva, los jóvenes, al actuar en escenarios urbanos desde sus intereses y motivaciones, construyen nuevos espacios de comunicación y de expresión, realizan prácticas diversas mediante las cuales interpelan a la sociedad.

La construcción metodológica

La investigación se apoyó en una etnografía reflexiva que buscó generar con los grupos el análisis sobre los medios y procesos de comunicación de los cuales se sirven para impulsar sus propuestas en la esfera pública; de igual manera, buscó examinar conjuntamente sus propuestas de formación y participación, dirigidas tanto a sus propios integrantes como a otros grupos sociales de las localidades y de la ciudad. Se partió del supuesto según el cual, ambos sujetos partícipes del estudio ("investigadores" e "investigados") son actores de la construcción del conocimiento, y de la idea de que con este conocimiento son capaces de transformar de distinta manera las condiciones socioculturales de su existencia y su propia condición subjetiva. Más concretamente, asumimos que la reflexividad consiste en el conocimiento que alcancemos de nuestra capacidad de comprensión acerca de nuestro modo de ser singular y de la forma como éste se expresa, lo cual permite al individuo ajustar su conducta y definir los propósitos de su acción en el mundo.

Metodológicamente, lo anterior implicó comprender permanentemente las contingencias de la investigación, el porqué se realizó de cierta forma y la razón de las adecuaciones que fue asumiendo; por su parte, técnicamente significó estar atentos a la manera concreta como se fue desarrollando, el tipo de decisiones que demandó y la forma de aplicación de las distintas herramientas de investigación. Así, en cuanto a la selección de los grupos de estudio, reconocer su existencia efímera, cambiante y difusa llevó a flexibilizar las clasificaciones de la "muestra" predefinida, de modo que se estableciera contacto con aquellos grupos cuyas acciones, en verdad, respondieran al interés de analizar las transformaciones del actuar colectivo y político. Finalmente, se eligieron cinco agrupaciones pertenecientes a los estratos socioeconómicos uno y dos y a tres localidades diferentes, dos de estrato tres cuya presencia se daba en otras dos localidades y dos que actuaban desplazándose por la ciudad, así su origen estuviera en los estratos más altos (cuatro y cinco). Además, corroborar que con frecuencia existían nexos muy fuertes entre círculos de jóvenes más o menos cerrados y organizaciones más amplias, llevó a extender la observación antes de concentrar la mirada en el accionar de los grupos, lo cual permitió dilucidar el tipo de vínculos creados y aproximarnos a la lógica de trabajo en red, muy frecuente en buena parte de las localidades en donde nos situamos.

Luego de un período de aceptación del estudio por parte de las agrupaciones, se dio su seguimiento acudiendo al uso del diario de campo y la entrevista abierta, buscando explorar las maneras como estos colectivos se insertaban en los contextos locales e institucionales; concretamente, los vínculos que generaban mediante acciones de diverso tipo, frente a problemáticas críticas de las localidades y de la ciudad en general: violencia social, negación de derechos básicos, deterioro ambiental, exclusión, mala educación, etc., es decir, las mismas dificultades que aquejan a los demás sectores de la población colombiana.

Por último, la relación investigativa propuesta desde un comienzo intentó desjerarquizar la producción de conocimiento, valiéndose del componente reflexivo, para entrar en diálogo con las diversas producciones y saberes de las organizaciones. Esta actitud permitió ampliar, corroborar o ajustar varias de las conclusiones a las que el equipo de investigación llegó, acudiendo a la observación participante. En la línea de dicha actitud reflexiva, con precarios recursos pero poniendo en juego el modo de afectarse por los grupos, el equipo de investigación elaboró un dispositivo audiovisual que comunicó la manera propia de comprender la potencia de actuación de los colectivos, sus particulares modos de relación y las inquietudes generadas respecto de esos dos aspectos, todo lo cual de cierta manera "acicateó" a algunos de estos, es decir, impulsó la reflexión sobre sus dinámicas internas, sus lógicas de actuación colectiva, así como sobre el sentido de estas prácticas. Esta mediación expresiva, que se distancia de una visión objetivista de la ciencia, permitió que los grupos aceptaran la intervención del equipo de investigación en sus acontecimientos expresivos, mediante la observación participante, con aportes comunicativos y acudiendo al recurso de realizar talleres de expresión y comunicación.

Los hallazgos del cartógrafo

Sobre la potencia organizativa

La pregunta inicial es la siguiente: ¿qué es lo que constituyen los jóvenes al conformarse como colectivos, cuál es la clase de potencia que integran?

Respecto de los grupos que estudiamos, es evidente que no podemos generalizar; no obstante, nuestra primera afirmación se dirige a destacar que la decisión de agruparse implica la aparición de relaciones y composiciones afectivas que multiplican las fuerzas individuales y producen otra cosa distinta de su simple sumatoria; en ese sentido, el grupo es la oportunidad para que emerjan y se consoliden ciertas disposiciones que, de otra manera, difícilmente podrían manifestarse. Así, en el momento de llegar a ser fuerza agrupada, los jóvenes generan un mundo en medio del cual sus límites personales son desbordados continuamente, mundo que les permite aprender unos de otros y darle sentido a la experiencia que emerge de esa nueva condición para actuar9.

Aun en los grupos comunitarios más disímiles en cuanto a la experiencia y edad de sus integrantes, y, al mismo tiempo, más expuestos a incidencias de fuera, no puede decirse que su conformación se deba a una causa externa; así, no es la sociedad o la comunidad los que forjan su animación y dinámica, aunque de allí provengan10. Tampoco ese es el caso de las agrupaciones más homogéneas e integradas por jóvenes un poco mayores11: su emergencia no consiste en la mera reproducción de una idea o proyecto; incluso cuando los propósitos o razones de su creación estén emparentados con algunos que son propios de sectores pertenecientes al territorio o la comunidad de origen, su constitución significa de por sí una novedad. Esto es aún más cierto para los colectivos ético-ambientales12 y de creación estética13: el "llamado interior" o la adopción progresiva de un estilo de vida hacen que su integración tenga mayores visos de espontaneidad.

En resumen, para los jóvenes de las agrupaciones, llegar a estar juntos se diferencia de permanecer dispersos por la presencia de un movimiento de autoorganización; esta fuerza, al ser activada, gracias a la composición de afectos y capacidades distintas, permite realizar operaciones comunes que enfrentan la fractura social y conllevan el surgimiento de nuevos temas, nuevos objetos y nuevas esferas por atender. Si aplicamos aquí la hipótesis de Nancy cuando analiza la noción de communitas (1999: 16), el con (cum) que pone juntos, y coloca a unos jóvenes entre otros, no es un "mezclador" ni un "coleccionista", es más bien algo que expone, es un respecto o un hacia, consiste en un lugar de sentido, un mundo que hace un mundo y constituye la experienciade "ser con". Aun cuando más adelante intentamos dilucidar el sentido de tal experiencia en cada caso, el mero hecho de formar un grupo es ya un acontecimiento colectivo, pues ofrece la oportunidad de suspender una sucesión de despojos, o de interrumpir el flujo de restricciones y ausencias de sentido que la actual socialización homogenizada trae consigo. Consiste, a la vez, en volcar la fuerza de cada quien al agrupamiento y concederse una nueva fuerza, inaugurando un tiempo y un espacio al ser partícipes de una movilización.

Consecuentemente, ¿qué relación puede existir entre la clase de configuración que logran las agrupaciones de jóvenes y lo que ellos son capaces de realizar14?

Pensamos que la respuesta se encuentra en cómo se combinan las orientaciones que colectivamente son asumidas con la participación individual de sus integrantes. Cuando por diversas circunstancias las agrupaciones insisten en alcanzar determinados objetivos y dirigir las prácticas a escenarios preestablecidos (tales como lograr cierto tipo de organización política, producir un recurso institucional, prestar determinada clase de servicios o bienes, etc.) sin que la fuerza que moviliza las relaciones internas lleve a sus integrantes a visualizar otras conexiones con otros, entonces el impulso colectivo se debilita, la acción se torna rutinaria y el grupo tiende a fragmentarse o dispersarse, a pesar de que sirve como refugio ante la inseguridad y precariedad de la ciudad contemporánea. Tal circunstancia limita la posibilidad de enfrentar los problemas sociales que afectan a cada quien y, sobre todo, dificulta constituirse en ámbito de resistencia frente a las condiciones que producen la desigualdad. No obstante, ello no impide que se presenten experiencias y prácticas que se apartan de dichos fines, precisamente porque la acción convoca, de modo inusitado, la sensibilidad, la experticia y la fuerza individuales, prestándole un apoyo adicional.

Una alternativa distinta se presenta cuando propósitos similares se asumen en función de un "destino común", que marca tanto procesos de identificación con un territorio o un espacio social, como el alcance de las acciones grupales en donde convergen capacidades y potencias distintas. Entonces, el grupo actúa como una especie de móvil que ayuda a desplegar y hacer fuerte lo propio, convirtiéndose en un multiplicador dinámico, pero también en vector que dirige las conductas. De otro lado, la propiedad que sella el conjunto se puede traducir en un límite que impide abrirse al afuera, descentrarse y constituirse en un don-por-dar; en consecuencia, ocasionalmente hacer comunidad se asemeja a crear un proyecto inmunizador contra las constricciones sociales y las amenazas de la individualización, con lo cual, paradójicamente, se pierde la oportunidad de relación por efecto de un temor al contagio con otros verdaderamente distintos.

En otras ocasiones, cuando valores o fines universalistas se asumen como propios y dirigen tanto la acción colectiva como la conducta individual hasta convertirse en componentes de un estilo de vida personal, logran impulsar diversas actuaciones y, desde allí, ofrecen un resguardo colectivo a la debilidades individuales, pero también una garantía frente a los riesgos a que nos expone la vida actual: el deterioro ambiental, la violencia generalizada, la marginación de sectores sociales cada vez más amplios. Entonces, cada quien se encuentra inmerso en una especie de movimiento estético que lo cobija, lo cual le permite conectar su producción con la de otros, en apariencia distantes15. Así, por ejemplo, en el esfuerzo por dar sentido a las palabras, irrumpe el reconocimiento de la importancia de la fuerza de la voz y de la capacidad para escuchar a otros. Dos aspectos otorgan vigor a la actuación de estos jóvenes: su sensibilidad ante las "pérdidas" de la vida contemporánea, en particular frente a las condiciones generalizadas de desigualdad, y su capacidad para deslizarse en escenarios globales complejos, ámbitos en donde se plantean esta clase de luchas. Todo ello se dispone en favor no sólo de la intensidad y la amplitud de la acción del colectivo, sino también de lo que cada uno constituye como elemento particular en su intento por conformar un estilo de vida propio16. Quizás lo que por momentos debilita este tipo de hermandad social espontánea, y en consecuencia la permanencia de los grupos, es cuando la presencia individual se hace principalmente en función de lograr la cercanía afectiva con otras individualidades, pues se pierde la perspectiva de un proyecto colectivo.

Una situación casi inversa sucede cuando los grupos parecen ser el "simple efecto" de la suma de individualidades "egocéntricas", debido a que en principio cada quien busca potenciar allí su habilidad artística personal17. No obstante, el reconocimiento que fluye de los encuentros-por-dentro, así como el hecho de exponerse públicamente, llevan a las agrupaciones a tramar conexiones con mucha gente; independientemente del carácter de sus mensajes, su valor se centra en compartir una experiencia que desborda la identidad, un estilo que no es fruto del ensimismamiento, sino de una construcción subjetiva, que para delinearse se vale del poder de la comunicación con sus pares y con muchos otros. A pesar de lo anterior, cuando estas agrupaciones se inclinan a tener influencia sólo en sectores específicos, o cuando se asumen como voceros de una condición particular, corren el peligro de conjurar la emergencia de comunidades reales, pues ofrecen la comodidad de una pertenencia mecánica, de una identificación distante y transitoria.

Además de lo anotado, en conjunto vale destacar dos características de la conducta social de los grupos estudiados. Se presenta una marcada actitud de transformación de las problemáticas sociales, gracias a la cual los jóvenes buscan hacerse cargo de las situaciones de abandono, violencia y conflicto en que han vivido; ello demuestra que la transformación del "estado de cosas" general también es factible para ellos, aun cuando al comienzo no sea su preocupación central. De este modo, emergen alternativas a una existencia signada por la marginalidad o la exclusión, lo cual evidencia que un determinado tipo de sensibilidad puede extenderse hasta abarcar problemas de otro orden18. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, los colectivos construyen diversas mediaciones que les permiten relanzarse y entrelazarse con otras singularidades: grupos de niños, organizaciones juveniles, familias y comunidades locales, movimientos regionales o globales, etc. En síntesis, una decidida condición de fluir activamente hacia el entorno, con la cual, de cierta manera, se produce el desbloqueo mismo de la función "ser joven" y de las significaciones sociales que tienden a condensarla, restándole vitalidad.

Aquí surge un nuevo interrogante, ¿hasta qué punto las acciones de los grupos de jóvenes se pueden afirmar como prácticas emancipadoras colectivas?

Pensamos que esto depende de la conjugación de varios aspectos. El primero tiene que ver con la contemporaneidad y vigencia de sus luchas; en este nivel se puede afirmar que los ámbitos problemáticos de éstas son verdaderamente críticos: el deterioro ambiental y la escasez de agua; la igualdad de las especies junto con la sobreexplotación y el maltrato a los animales; la capacidad del arte para enfrentar la fragmentación, crueldad e indiferencia de la ciudad contemporánea; la inequidad educativa y la falta de oportunidades de distinta índole para los más chicos, en especial los de sectores marginales. Por otra parte, en general estas prácticas no se enmarañan en la mecánica de la política de representación, pues no tienen la pretensión de incidir en regulaciones o propuestas estatales, más bien, encuentran su eficacia aproximando las disposiciones alternativas vinculadas con una producción relativamente autónoma de la subjetividad con la realización de movilizaciones concretas que permitan reparar el daño que sobre el más débil se ha ejercido, ofreciendo el compromiso y la confianza de alguien cercano para transformar la vida cotidiana. Se trata de un proceso semejante a como lo sugiere Boaventura de Sousa Santos (2003), de una fuerza pragmática y retórica concreta que favorece la comprensión y el abordaje de las "últimas cosas", esto es, de aquellas consecuencias ligadas a la condición vital de los sujetos.

En esa perspectiva, se da el salto de una actuación desde los niveles más personales y locales hacia los más globales. Para ello, los jóvenes se valen de su capacidad para adaptar los nuevos equipamientos mediáticos a sus particulares condiciones, para ampliar las conexiones existenciales con otros y para generar interacciones de distinto orden. En cuanto a lo primero, es notable la capacidad de un grupo para asumir una voz propia apelando a la reconstrucción de valores y procesos ancestrales, más respetuosos de una ecología integradora; también, la habilidad de otros para combinar distintos lenguajes y recursos, de modo que exista una proliferación de la acción expresiva; así mismo, la facultad de varios para convertir la escasez de recursos en combinaciones insólitas de materiales, pero que adquieren una particular fuerza comunicativa.

Lo segundo tiene que ver con la intensificación de la afectación mutua y el fortalecimiento de los lazos de amistad y solidaridad entre chicos de distinta procedencia, o entre grupos que tienen diferentes finalidades pero que de manera transitoria se trazan derroteros comunes desde un sentir semejante por el territorio, alejándose de la competencia por los recursos. Ésta es una situación paradójica: en buena medida los grupos se apartan de hacer tangible lo común por medio de bienes, es decir, no se entregan al deber, a la obligación, al cargo; pero al mismo tiempo, asumen el compromiso de darse al otro, de donar sus talentos y energías, con miras a construir una existencia compartida, un auténtico "nosotros", o un "mundo-común", para acudir a las expresiones de Heidegger (cit. Esposito, 2003)19.

En términos de relaciones con pares, la actitud general es abierta, son bienvenidas distintas propuestas y los jóvenes se dejan sorprender e interesar por las posibilidades que brindan sus contemporáneos, al punto que buscan emular producciones de latitudes o esferas distintas. También, ocasionalmente, los grupos se unen a movilizaciones generales, promovidas a través de medios alternativos o de las nuevas tecnologías; entonces son capaces de mediar con sectores más amplios acudiendo a acciones que impulsan reivindicaciones específicas que intentan atenuar el despojo del cual son damnificados. No obstante, esta sensibilidad expandida a otras experiencias por momentos se congela y se deja seducir, entonces las consignas se vuelven reiterativas, las prácticas y apuestas pierden originalidad y el estilo parece calcarse.

El vigor de la singularidad

De lo anterior emerge una nueva pregunta: ¿de qué manera las formas de expresión particular de los grupos impulsan procesos alternativos al poder instituido?

A propósito de esto, las agrupaciones demuestran su capacidad de afectación desplegando su sensibilidad ante problemáticas que han sido parcialmente abandonadas por los demás sectores de la sociedad, por el Estado, o que son objeto de una acción estatal instrumental en beneficio de las grandes empresas, tal como lo hemos descrito. Habitualmente, la acción de los grupos se ubica en ámbitos en donde las frágiles relaciones sociales impiden comprometerse con procesos que reviertan estas situaciones, haciendo visible su manifestación (la agonía de un humedal, la violencia humana contra otras especies animales, el pánico que se apodera de la ciudad) y ofreciendo alternativas de solución mediante el impulso de diversas propuestas. En el caso de los grupos de creación estética, lo que se busca es compartir las experiencias de marginalidad sufridas por quienes las llevan a "escena", mostrando su capacidad para transitar en múltiples espacios y participar en eventos distintos en donde se ofrece la creación de un "estilo de ser" (una voz, un trazo, una composición propias) como alternativa al estado de cosas existente. Pero no siempre esta actitud evidencia una clara preocupación por los demás, pues muchas veces el encuentro se dispone para el crecimiento personal o el del colectivo; el don que se da es un tanto abstracto y logra "contagiar" sólo a unos pocos, aquellos que hacen parte de una sensibilidad particular, es decir, no fluye totalmente hacia afuera, hacia otros20.

Por su parte, los colectivos ecológicos operan principalmente mediante un contagio directo, afectivo, corporal y reflexivo, buscando asociar a otros a su causa, mediante acciones realizadas en espacios delimitados de la ciudad (el circo, la plaza de toros, los humedales, las fuentes de agua) sin, necesariamente, integrarlos a la organización; pero en razón de que formulan preocupaciones globales, alcanzan a afectar a otros sectores de la población y en lugares distantes. Así mismo, con su capacidad para fluir temporalmente hacia el rescate de saberes ancestrales o hacia utopías de convivencia interespecies, estos grupos plantean una nueva clase de solidaridad y una fuerza ética particular. No obstante, ocasionalmente el tipo de acciones que llevan a cabo no son tan ricas como los medios que les dan vida, por momentos las consignas se tornan reiterativas, pues se insiste más en establecer una diferencia con otros grupos que en profundizar en los motivos y sentidos de sus propuestas.

Las acciones comunitarias toman formas más variadas. En general, despliegan movimientos que se extienden a otros planos sociales como el de la familia, las instituciones educativas o los espacios locales de participación, con lo cual acrecientan su potencia. Las limitaciones se encuentran cuando la insistencia en ocupar un territorio y traer soluciones a éste, les lleva a asumir una idea de identidad que congela su gestión y, eventualmente, produce visiones convencionales sobre la existencia de supuestos riesgos locales por superar. Así mismo, desde el momento en que se concentran en encontrar las mejores estrategias de alianza para desarrollar externamente su actuar, la novedad de sus propuestas tiende a diluirse, las fuerzas internas se descoordinan y pierden solidez, y los grupos desvían la iniciativa que les habilita para sugerir verdaderas alternativas a la totalización contemporánea de la experiencia, en favor de una eficacia momentánea de su trabajo. A esto se suma el hecho de volver rutinarias aquellas prácticas destinadas a lograr un alivio temporal a la precariedad de recursos con que cuentan. Aún así, la disposición que tienen buena parte de estos grupos de atraer personas de diferente condición y competencia para trabajar alrededor de propósitos definidos, unida a su aptitud para generar espacios de discusión y reflexión sobre sus prácticas, con el tiempo permiten delinear proyectos consistentes y construir una experiencia que se abre a lo posible y, en ese sentido, a la aparición de una verdadera comunidad.

¿Hasta qué punto las acciones, reivindicaciones y consignas que promueven los grupos, alcanzan a desprenderse de lo que atañe solamente al sector social del cual ellos hacen parte?

Según lo que encontramos, algunas veces cuando institucionalmente los grupos de jóvenes desean asumir aquello que supuestamente les compete, en función del impulso inicial que les da vida, tienen dificultades para trascender esta situación. Entonces, la política tiende a reducirse al hecho de ocupar un lugar ya designado dentro de la compleja maraña burocrática del Estado21; como consecuencia, algunos integrantes asumen su papel como herederos naturales de un oficio, en tanto que sus compañeros se dispersan en acciones un tanto fortuitas, pero que permiten al grupo permanecer y obtener reconocimiento local. No obstante, tan pronto ellos son capaces de contradecir este deseo, afloran oportunidades para trazar espacios de actuación insospechados; el mundo se ensancha y proliferan distintas ideas y formas de conducta que al lograr conectarse trazan un contenido singular al ser propio de la agrupación22.

En otras oportunidades, aun cuando constituidas autónomamente, las agrupaciones nacen con una impronta que define la misión que les corresponde, y en cierta medida, el espectro viable de sus acciones. Esto parece dar cierta estabilidad a su desempeño, e incluso, definir roles diferenciados entre sus miembros23. Pero como cada quien significa un vector que impulsa diferencialmente, pronto el carácter de la acción colectiva adquiere sus particularidades, de modo que los eslóganes que lo orientan inicialmente son desbordados; en este caso, ideas como las de el servicio a la comunidad o el desarrollo social del barrio alcanzan a ser desestructuradas. La novedad de lo que a cambio aparece depende de qué tan profunda es la conmoción interna provocada por las discusiones y reflexiones en las que se involucra el colectivo. No obstante, de manera parcial, conjuntamente se logran explorar territorios más amplios para la acción.

Otras veces, cuando las agrupaciones nacen gracias a que sus integrantes se identifican con una condición social que para ellos exige una reparación, o cuando parte de su impulso se relaciona con una situación semejante, parecería que esto define el horizonte de su acción (resistirse a formar parte de aquella y colocarse en la situación contraria, supuestamente favorable)24. No obstante, en virtud del tipo de hallazgos que conlleva comprender las dinámicas de la realidad y explorar los límites de lo que chicos y jóvenes son capaces de realizar con sus cuerpos y mentes cuando encuentran el gusto por lo novedoso, irrumpe la oportunidad para visualizar otras configuraciones sociales, y la eventualidad de los cambios que el mundo logra acoger. En virtud de inesperadas combinaciones de lo lúdico con lo formal, de lo estético y lo sustantivo, de lo eficaz y lo estéril, se producen transformaciones dirigidas no a la salvación del sector social al que pertenecen los jóvenes en particular, sino que, más bien, apuntan a un amplio espectro de lo que puede efectuar cualquier ser humano con disposición de libertad.

Un poco distinta es la situación de colectivos que desde el comienzo acogen consignas que no están ligadas a la superación de factores particulares que los aquejan, sino que, por el contrario, se interesan por la organización de aspectos más complejos de la realidad social y ambiental: la libertad de las especies y el rechazo al maltrato animal, la posibilidad de expresión alternativa en una ciudad en donde la imagen y la palabra se encuentran colonizadas por el mundo del consumo y el mercado, la articulación entre nuestras modalidades particulares de existencia, las relaciones con nuestros semejantes y la supervivencia del mundo. De entrada, estas orientaciones suponen un cerebro y un cuerpo abiertos a conexiones insólitas y la puesta en común de disposiciones variadas que se intensifican y perfeccionan mediante su ejercicio en la tarea de comunicar al mundo nociones novedosas. De esta manera, la igualdad y la justicia irrumpen como valores universales posibles de alcanzarse permanentemente, el porvenir no se encuentra desligado del quehacer presente ni de las latencias del pasado, las situaciones locales se interconectan con las dinámicas globales25. En fin, los cambios posibles de la cotidianeidad se componen como asuntos de política general y reclaman la aparición de una nueva institucionalidad26.

¿De qué manera los procesos de enunciación comunicativa de los grupos dan cuenta de conformaciones heterogéneas de sus integrantes y potencian sus posibilidades de singularización?

La expresión y comunicación artística de algunos colectivos no está dirigida directamente a entablar una lucha para contradecir a un opresor, ni siquiera se realiza con la intención de denunciar un conflicto particular, sino que intenta mostrar lo que es propio de sensibilidades heterogéneas, sea descubriendo a través de un mural un trazo propio, pleno de color y de dinamismo –lo que conecta la escritura de un nombre particular en una pared, dispuesta frente a la masa de público y el flujo infinito de información de la ciudad contemporánea– o cuando se invoca a través de la potencia de la voz y el ritmo poético de los versos que componen una canción, las circunstancias de una vida que se juega en cada esquina de un barrio marginal27. En todos los casos, la idea es compartir la experiencia de quien no se acomoda a un estado de cosas, pero que no intenta señalar un lugar particular hacia dónde dirigir su acción para superarlo, aunque ocasionalmente pueda indicar las figuras parcialmente responsables de esta condición28. Lo que resulta más claro en este evento es la necesidad de eludir el consumo y no dejarse atrapar por la sociedad de mercado, con las ambigüedades y contingencias que ello supone en términos de sobrevivencia material para estos grupos.

En otras ocasiones, los dispositivos comunicativos, encausados por finalidades no muy lejanas de visiones tradicionales, se convierten en recursos que abren la experiencia y las ideas a terrenos inexplorados, sin que importe demasiado hasta qué punto se dilucidan alternativas de un porvenir distinto29. Lo que valoran sus protagonistas es el encuentro con otras formas de ver y el proceso de entrar en diálogo y discusión que permite poner en juego recursos expresivos, retóricos, de análisis e interpretación, antes extraños. Por supuesto, si nos colocamos desde fuera, esta situación no deja de sopesarse como una limitación "ideológica" o política, pero lo que es difícil de anticipar son las consecuencias que ello trae en cuanto a construcción subjetiva singular, la cual, conectada con otras vivencias y relaciones, puede llevar al despliegue de modalidades de acción más insubordinadas.

Finalmente, ante la necesidad de comunicar y difundir sus realizaciones, los grupos que trabajando localmente requieren apoyos diversos, se ven obligados a contar con recursos informativos que en un comienzo resultan un tanto elementales. Pero en este propósito, no dejan de aparecer iniciativas relacionadas con mejorar el "estilo" para comunicar e integrarse con otros con mayor experiencia y habilidades, y con ello, recurrir a medios más potentes tecnológicamente y cercanos a las sensibilidades de sus congéneres, justamente porque ayudan a mostrar y comprender cómo es su vida y de qué manera puede transformarse30. Allí, la disposición para interactuar, para aprender y reconocer el valor de lo que otros producen, funciona como un detonante de intensos procesos de cambio en donde las "limitaciones" individuales y colectivas de base se superan permanentemente31.

¿Cómo se conectan comunicativamente esas posibles formaciones singulares, esas alteridades, de modo que se creen modalidades de defensa y producción de bienes públicos y se propicie la construcción de lo común?

En primer lugar, debemos afirmar que en este caso lo público tiene que ver con construcciones desde las cuales los jóvenes resisten y transforman las modalidades de exclusión de la esfera pública institucional, y construyen otras relaciones entre lo local y lo global que no tienen que ver, precisamente, con la transnacionalización del capital, específicamente, con sus mecanismos y símbolos de dominio. Y lo hacen acudiendo a sentimientos de solidaridad, cooperación y fraternidad que les permiten luchar contra la obstrucción de una vida activa, desde el gusto por ser libres, mediante el acto de enlazar y hacer converger de forma novedosa distintas fuerzas. Como nuevos en este proceso, los jóvenes actualizan su capacidad de libertad, de renacer, de comenzar algo inesperado, o más generalmente, de imaginar nuevas combinaciones o dominios de lo que ya existe.

En esta dinámica, algunos colectivos tienen mayor capacidad para encarar el comienzo e interrumpir el curso de aquello que sienten y/o comprenden como indigno o injusto. Inseguros al principio, encuentran luego, a partir de este proceso, la oportunidad para quebrar la rutina y sobreponerse al desaliento que provocan los numerosos obstáculos a la configuración de algo común. Son agrupaciones que captan los rasgos de la materia en movimiento, del cambio social y/o cultural, y, paradójicamente, desde un plegamiento interno y una cierta parálisis frente al actuar comprenden el sentido de la duración: el tiempo puro del acontecimiento.

Dos son las modalidades en que lo anterior adquiere consistencia. En primer lugar, cuando los colectivos más que interesarse en sí mismos, en su conservación, posicionamiento local o reproducción, se despliegan y multiplican hacia afuera a través de protestas, denuncias, acciones formativas, influencias individualizadas, múltiples mecanismos de difusión, etc. En esa perspectiva, los grupos se expanden activamente, al margen de mecanismos organizativos o de propósitos de ampliación propiamente dichos32, pero tomando una posición práctica sobre aspectos que tienen que ver con las diversas formas de opresión o desigualdad contemporánea33.

La otra manera en que los grupos crean acontecimiento es a través de su conexión con redes más amplias, generalmente integradas por agrupaciones similares que encuentran en la cooperación y en la alianza para impulsar proyectos, mediante los que comparten puntos de vista y propósitos específicos, el mecanismo para hacerse fuertes, aprender, crear vínculos afectivos y enfrentar circunstancias adversas34. Redes en las que los colectivos propician un apoyo mutuo, intentan eludir la competencia recíproca, pero también el mecanismo de la fácil asimilación de unos por otros, pues entienden que esta clase de práctica termina siendo muy nociva, ya que quiebra lo que para ellos es importante: la exterioridad que emerge, aquella que permite la coexistencia de múltiples prácticas que al juntarse desbordan incluso aquellos actos habituales, de modo que las acciones adquieren un significado político más amplio y directo35.

No obstante, estos nuevos sentidos a veces sufren las contingencias paradójicas que conlleva encaminarse por una política de representación. En primer lugar, cuando los acuerdos sobre cómo organizarse son desvirtuados por prácticas clientelistas o maniqueistas, lo cual es comprensible, pues, frecuentemente, acceder al poder confunde y es la ocasión para que emerjan actitudes individualistas. Igualmente, cuando la idea de encontrar alternativas democráticas a los problemas locales termina por coincidir con formulaciones estatales que combinan una doble expresión: de un lado, el llamado a la participación, la promoción de la autonomía de las organizaciones juveniles, el respeto a sus derechos, el estímulo de las potencialidades y el fortalecimiento de los intereses propios de los jóvenes, etc. Del otro, las políticas del uso productivo del suelo, las ideas sobre desarrollo ambiental y socioeconómico "integrales", las propuestas de participación para hacer corresponsables a los jóvenes del "desarrollo" de la ciudad, finalmente, la promoción de una cultura institucional de solidaridad, reconciliación, seguridad y no violencia.

En otra vía, si bien muchas veces la red o la alianza temporal con otros es el espacio o modalidad bajo la cual emergen los colectivos, al punto de que, desde una mirada de corto plazo, hay una especie de indiferenciación entre uno y otro tipo de agrupamiento, el hecho de reconocer los lazos de conexión entre distintos procesos (movimientos ambientalistas, de género, educativos, etc.) que resisten las políticas globales de incorporación jerarquizada al sistema, no implica para los colectivos diluir su especificidad y los intereses que impulsan su constitución. Incluso, algunas veces se producen modalidades de vinculación que poseen "menor densidad", pues apuntan a actividades de colaboración o apoyo temporal, con miras a desarrollar las prácticas habituales más eficazmente, con mayor amplitud, o simplemente para contribuir a emprendimientos concretos de otros colectivos.

¿En qué medida la apropiación y uso de los medios y nuevas tecnologías expresa la reproducción de formas estandarizadas y homogeneizantes o, más bien, se ejerce desde modalidades heterogéneas y novedosas?

Partimos de considerar que los procesos y medios de comunicación a los que acuden los colectivos expresan la constitución de sus particulares patrones de comportamiento y, por tanto, sus modalidades específicas de relación. Aun en el caso en donde los grupos surgen, primordialmente, de fuerzas externas que los convocan para producir un medio o prácticas vinculadas con un objetivo de educación o comunicación predefinido, la dinámica que se propicia conlleva estructuraciones que hacen y son su diferencia. En ese sentido, incluso en los ejemplos aparentemente menos novedosos, la noción de reproducción no es del todo cierta: la novedad emerge a partir de la diversidad de trayectorias que se conjugan, y gracias a la heterogeneidad de capacidades puestas en juego durante el proceso de consolidación del colectivo. Hemos visto entonces cómo aparecen rasgos de invención en el uso de los formatos, en los temas que eligen difundir, en el o los lenguajes que se utilizan y, especialmente, en la manera como estas acciones inciden en el conocimiento y la formación de los integrantes del grupo.

En los grupos de producción estética, el medio apropiado (llámese mural, concierto o producción de videos) adquiere un sentido propio que, entre otros aspectos, muestra cómo el convencimiento de su especial fuerza de expresión conlleva la condición de eficacia en el uso de recursos más o menos precarios36. Los productores de grafiti intentan alcanzar su propia identificación y la de otros, a través de las características de un estilo que huye de la asimilación al mercado de la publicidad, pero también de su consideración como "arte", pues entienden el grafiti como una forma de escritura y de intervención urbana, como una cultura o movimiento, y no esperan la comprensión del gran público, sino, más bien, el reconocimiento de los pares y de algunos "fanes". Su fuerza la encuentran en la dinámica del trazo y en la intensidad de los colores utilizados37. De otro lado, con su presencia escénica, los jóvenes raperos convocan sentimientos y expectativas propias del medio local del que surgen, pero mediadas por las cualidades artísticas de agrupaciones foráneas que ellos consideran vale la pena emular. Aquí, las destrezas estéticas en el uso del lenguaje y la potencia de la voz se juntan con la afinidad hacia un público cuya condición se percibe como propia para, de entrada, engendrar una verdadera conexión con éste.

En cuanto a los grupos ecológicos, su reto consiste en ajustar los mensajes y los recursos comunicativos que utilizan con la condición contemporánea y global de los discursos y prácticas que promueven. En un caso, esta situación adquiere la característica de una verdadera pluralidad de medios para responder a las múltiples acciones que se realizan permanentemente38. Acuden, entonces, entre otros recursos, al uso de la radio comunitaria, los volantes, la proyección pública de videos, las manifestaciones y los perfomances hechos en la calle, el uso de sus páginas electrónicas y blogs, el correo electrónico, el chat, los fanzines, en donde se hace alarde de una auténtica "convergencia digital"39. Se trata primero de informar y sensibilizar a otros jóvenes y, con el curso del tiempo, de ayudar a formarlos de manera individualizada y acudiendo al ejemplo propio, para que actúen y se comporten como verdaderos activistas de esta condición y la asuman como alternativa de vida. Para los ecológicos ancestrales, la originalidad más que en el medio utilizado se encuentra en el lenguaje y el mensaje que se difunde, a ello se suma que sus prácticas de recorrido y de reunión se convierten en recursos comunicativo-educativos que se dirigen desde los más expertos hacia los menos hábiles.

A partir de lo descrito, ¿qué sentido toman las propuestas educativas-formativas que la mayoría de grupos desarrollan, qué fuerza nueva emerge de allí?

Vale resaltar que la mayoría de los grupos estudiados impulsan una decidida actitud formativa en la que no se establece una clara diferenciación entre la transformación propia y la de los demás. En algunos casos, realizar ciertas acciones supone habilitar una serie de destrezas, informarse y comprender los problemas alrededor de los cuales operan; en otros, la acción formativa es el núcleo de las prácticas. Por su parte, aun cuando las agrupaciones estéticas no parecen estar preocupadas directamente por formar a nadie, al difundir sus mensajes (que en buena medida están orientados a neutralizar o atenuar las fuerzas que hacen su vida y la de sus pares insegura y difícil) y/o dar a conocer su visión de mundo, influyen sobre sus seguidores o, más ampliamente, sobre quienes entran en contacto con sus creaciones. Al mismo tiempo, configurar y perfeccionar un estilo propio les exige un constante aprendizaje: conocer las técnicas de creación de otros, adaptar parte de estas, apoyarse críticamente y desplegar una emulación constante.

Para quienes tienen como propósito educar a otros, adoptar la forma "escuela" es uno de los recursos al que acuden, pero introduciendo cambios significativos frente al modelo institucional. En primer lugar, no se presenta una clara diferenciación entre la función de "organizar" (la escuela) y la de "formar", ya que normalmente todos los integrantes asumen ambos tipos de labor, lo cual por momentos produce alguna clase de desorden. Además, la distribución de responsabilidades se vincula con el gusto, experticia o habilidad propia, impidiendo que surja el desánimo o la caída en rutinas mecanizadas. De igual manera, se presenta mucha flexibilidad en cuanto a contenidos, programas o capacidades por desarrollar, dependiendo, sobre todo, de lo que el contexto o los educandos demanden, así como de la temporalidad de su implementación, adecuada a las condiciones de sus estudiantes.

No menos importante es que la escuela se extiende fácilmente a núcleos distintos del que le da su origen: a la familia, las comunidades locales, otras organizaciones de jóvenes, etc., rasgo que acentúa el carácter intergeneracional de la propuesta: niños, jóvenes y adultos aprendiendo mutuamente. No obstante, estos impactos se entraban en momentos en que lo complejo del montaje institucional, las adecuaciones permanentes que exige su dinámica, las difíciles condiciones de infraestructura y la precariedad de medios de financiación pesan más que los ánimos de quienes intentan darle vida, entonces se recurre a apoyos externos que en alguna medida cuestionan la autonomía de las propuestas. Igual sucede cuando más que impulsar, orientar o servir de mediadores frente a sus pupilos, algunos pares intentan conducirlos a lo que de antemano consideran valioso, instaurando telos por encima de construcciones éticas inmanentes a las prácticas, al propiciar el fortalecimiento de capacidades que, en su opinión, pueden resultar útiles para el desempeño social o para la inserción de aquellos en el mercado de trabajo; o cuando la aspiración a alcanzar una supuesta identidad local o territorial impide que emerjan configuraciones culturales novedosas y que las agrupaciones reconozcan el sentido de otras experiencias de vida.

Entre la anterior modalidad y la de simple difusión o información sobre temas específicos, a la cual le dan también importancia los grupos, emergen una variedad de dispositivos educativos de carácter informal con magnitudes y duraciones distintas: cursos de capacitación (sobre escritura, formulación de proyectos, investigación, manejo de finanzas, elaboración de artesanías, etc.); campañas educativas (de reciclaje, de higiene y salud, cuidado de recursos naturales, violencia intrafamiliar); mesas de información, talleres o encuentros específicos; recorridos o marchas por la localidad; mítines, carnavales, montajes teatrales o perfomances, entre otros. Aquí se combinan iniciativas propias con otras que provienen de pares, e inevitablemente con las que agencian las entidades del Gobierno o de otras organizaciones sociales; en este último caso, es evidente que los contenidos y propósitos de la formación buscan adecuarse a lo que la institución considera deseable, actitud que muchas veces coincide con un acto normalizador de la individualidad: la supuesta precariedad termina por disponerse en función de la gubernamentalidad neoliberal40.

En todo caso, son notables tres características: al propósito educativo se junta un elemento lúdico que muestra el aspecto jovial y positivo de la vida, contrario a una cotidianeidad frágil, sin aparentes salidas y con un futuro incierto. Así, algunas propuestas son capaces de distanciarse de una lógica llana, por la cual el presente se desprende de un pasado que no puede ni revertirse ni rescatarse; esto es, cuando se formula como evento sobre el cual se informa para que cada quien lo enfrente de acuerdo con su circunstancia individual. Al contrario, en la perspectiva que asumen algunos grupos, el tiempo se constituye en medio transmisor que lleva a establecer una trama de vínculos entre antepasados y contemporáneos, en donde saberes, prácticas y ritos pasados toman vida, en virtud de estar unidos a un territorio y a una comunidad que sobrevive, haciendo de la memoria en el presente una cualidad pública que se opone a un existencia individualizada41. En otro caso, la trama une a humanos y no humanos gracias un mecanismo que evidencia la necesidad de respetar la común vida "sintiente", y confronta la supuesta superioridad humana que justifica la utilización y maltrato de otros seres. Respecto al futuro, para la mayoría de colectivos éste se abre como posibilidad real de encuentro y aprendizaje con otros en comunidad, con miras a negar la condición presente y estimar la constitución de ser otros, de no-ser-nosotros.

En segundo lugar, se acude al cuerpo y a la expresión sensible para convencer y no sólo a argumentos o ideas racionales. De este modo, la formación trasciende las mentes y se enfoca al ámbito de un cuerpo integrado. Entonces se educa la voz en consonancia con una escritura rítmica; la escucha para encontrar expresiones y sentidos novedosos de la lengua, lo mismo que para dar forma a la palabra que canta; el movimiento rítmico para acompasar la voz y otorgar impulso al sentido de la palabra; la mano y el ojo para abrirse a ver y expresar con un trazo y desde éste; todo el cuerpo para configurar las protestas y conmover a quien ha minado su sentir. También en este caso surge una tensión permanente entre una actitud que busca despertar la libertad individual y otra que, por el contrario, trata de ordenar o gobernar el cuerpo para que se asimile a ideales de competencia, de éxito o de moralidad42.

Finalmente, los jóvenes reflexionan constantemente sobre sus prácticas tanto para cualificarlas como para hacerlas coherentes con sus formas de conducta. Ya sea en su tarea como comunicadores locales en donde para no limitarse a informar y para aprender a hacer visible su concepción de mundo despiertan su capacidad de observación, agudizan su sentido crítico y sus destrezas comunicativas; en la de escritores urbanos, al perfeccionar su capacidad estética y gráfica con miras a producir una sensación de ciudad distante del aletargamiento que producen los dispositivos publicitarios; en las acciones locales a través de las cuales encuentran el nexo entre problemas distintos que los asedian (diversas formas de maltrato, la violencia intrafamiliar, el deterioro ambiental, el consumismo, etc.); mediante el cultivo de la destreza física como entrada a lo que significa la formación integral de la persona; ejerciendo la condición de ser "ilustrados" de excepción con el propósito de impulsar a otros para que desplieguen sus particulares aptitudes; por último, al adoptar un estilo de vida singular, ajustando constantemente el nexo entre sus formas de pensar y de actuar.

Salida

Las respuestas al último de los interrogantes formulados nos dan pie para esbozar una conclusión un poco más general. Parece cierto que el ámbito de lo formativo es un terreno clave de confrontación política justamente porque significa los retos de proponer y desplegar un tipo de construcción subjetiva diferente de aquella impulsada por los modos de individualización propios del capitalismo. En este ámbito convergen los distintos aspectos examinados a lo largo del texto.

La acción de agruparse significa para los jóvenes, sobre todo, intensificar su capacidad de acción en el mundo. En particular, la espontaneidad con que se conforman buena parte de los grupos permite crear la novedad de una fuerza que se intensifica gracias a que pone en relación potencias singulares sin descaracterizar la individualidad, descongelando capacidades dispuestas de modo utilitario. De este modo, se logran neutralizar los proyectos de ejercer "soberanía" sobre otros, mantener un liderazgo subordinante, reproducir organizaciones unitarias, significaciones homogéneas y actitudes egocéntricas. En últimas, los colectivos median en la producción de experiencias vitales que al abrirse y cruzarse entre sí constituyen un devenir, precisamente porque habitualmente no replican prácticas jerarquizadas ni imitan conductas, valores o ideales aparentemente inamovibles.

En esa perspectiva, el estilo de actuación y la maneras de expresarse que adoptan los grupos se va conformando en la medida en que se confrontan las circunstancias problemáticas que convocan su actuar: dilucidando motivos, denunciando injusticias, proponiendo alternativas, transformando las situaciones de desigualdad y exclusión a las que son sometidos, etc., todo esto no sin eludir formas convencionales de relacionarse con la institucionalidad, la repetición mecánica de algunas consignas o proyectos extraños a su modo de ser y acudir a comunicarse desde modelos que privilegian la consolidación de un impacto mayoritario, esto es, uniforme. En todo caso, las agrupaciones estudiadas son capaces de influir sobre la voluntad de sus contemporáneos despertando su sensibilidad y acogimiento afectivo; pero también, hemos visto su potencial para discurrir más allá de lo que concierne a lo que se supone es el "ser" joven, hasta afectar y alterar la vida de otros, haciéndolos partícipes de propuestas de indudable relevancia en las que se muestra que otros mundos son posibles.

Con su actuar, los jóvenes demuestran su poder para discurrir más allá de los límites de sus propias agrupaciones, creando núcleos temporales, redes de mayor amplitud, alianzas estratégicas, conexiones diversas, etc.; en últimas, todo esto se refiere a cómo ellos hacen realidad la conformación de otro modo de organización social que, en general, no busca la captura de los sujetos, su direccionamiento, sino, más bien, construir otro tipo de experiencia social en donde no media la clasificación ni el orden. Al desbordar cierta tendencia dirigida a afincar las prácticas en lo local, que pretende convertir el lugar de origen en una forma de identidad y destino, percibimos finalmente en los jóvenes su habilidad para crear situaciones, para producir enunciados y agenciar acontecimiento social, a través de la construcción de formas de vida y de proyectos colectivos que efectivamente transforman las actuales condiciones de dominación, desigualdad e injusticia, constituyendo, mediante este transcurrir, una nueva subjetividad política.


Notas

1 Intentamos aproximarnos a la idea de cartografía sentimental propuesta por Suely Rolnik (1989), según la cual, del cartógrafo se espera que esté atento a las estrategias del deseo de cualquier realidad humana y a los lenguajes que encuentra, con miras a descubrir aquellas expresiones que favorecen el paso de las intensidades que recorren su cuerpo en el encuentro con los otros cuerpos que pretende entender. Esto no tiene que ver con explicar ni divulgar una situación, más bien se trata de dilucidar intensidades que buscan expresarse, "zambullirse en la geografía de los afectos, y al mismo tiempo, inventar puentes para hacer la travesía: puentes del lenguaje" (Rolnik,1989:2).

2 En otros lugares hemos descrito los procesos de expresión, comunicación y educación de las agrupaciones estudiadas. En un primer caso, cuando presentamos la apuesta metodológica reflexiva asumida por la investigación (véase Cubides y Guerrero, 2009), y, en el otro, en relación con el análisis de los proyectos de formación de los jóvenes integrantes de dichos grupos (véase Cubides y Salinas, 2009).

3 Durante aproximadamente diez meses, acompañamos nueve agrupaciones pertenecientes a cuatro localidades distintas de la ciudad de Bogotá, las cuales, con algún grado de esquematismo, hemos clasificado de la siguiente manera: estético-expresivas: Retórica (agrupación de rap) y OKC (grafiteros); ético-ecológicas: Casa Asdoas y Activegan; comunitarias: Estado Joven, Fundación Vida y Liderazgo, Génesis Rades, Sentido Opuesto y Thimos. No obstante, por ejemplo, algunas de estas últimas utilizan distintos medios estéticos (títeres, danzas, lanzafuegos, payasos, etc.) o comunicativos (un periódico, por ejemplo) para realizar su labor.

4 No buscamos que esta noción se asemeje a la de modos de producción del marxismo, pues no consideramos que el modo determine los demás aspectos del "ser" y las prácticas de los grupos; por el contrario, el modo sería el resultado de la articulación de un conjunto de aspectos como los mencionados.

5 Estos elementos, dispuestos como esquema de análisis y de seguimiento a los grupos, surgieron parcialmente de nuestra propia lectura de la propuesta de Fritjof Capra (2002), acerca de lo que constituye el espacio de una organización. A su vez, este mismo autor reinterpreta a Bateson, Maturana y Varela cuando describen el funcionamiento de un organismo vivo.

6 Para diferenciar este asunto en relación con la individualidad de un sujeto, Deleuze retoma el término ecceidad propuesto por Espinoza, al afirmar: "Se trata, literalmente, del hecho de ser esto, el hecho de ser un esto, un grado de potencia" (2005: 313). Sobre este punto, Félix Guattari aclara que al dar prioridad a la instancia expresante se parte de un "primado de la sustancia enunciadora sobre la dupla Expresión y Contenido" y esto es lo que para él constituye la "función existencializante" (Guattari, 1996: 36).

7 Siguiendo a Deleuze (2005), la expresión consiste en un espacio en donde cosas y signos interactúan, sin que exista predominio de un elemento sobre otro; por tanto, nada tiene que ver con la idea de representación. Existen expresión y contenido y formas de ambos; los dos constituyen las caras inseparables de un agenciamiento.

8 Al respecto, Hugo Zemelman señala como "nucleamientos de lo colectivo" (1987: 30) a las articulaciones dadas en el sujeto entre los ámbitos en los que se mueve y la relación con los planos de su realidad, proceso que impulsa la construcción del sujeto, de manera que la interacción con otros en la sociedad no produce una suma de individuos, sino espacios de reconocimiento común. Véase el capítulo "Sujetos y subjetividad en la construcción metodológica" (León y Zemelmann, 1997).

9 Pensamos que esta tendencia de la acción grupal posee trazos de lo que, según el parecer de Maurizio Lazzarato, constituye la multiplicidad: "[...] significa prolongar las singularidades en la vecindad de otras singularidades, trazar una línea de fuerza entre ellas, hacerlas momentáneamente parecidas y hacerlas cooperar, por un tiempo, hacia un objetivo común, sin por ello negar su autonomía y su independencia, sin totalizarlas. Y esta acción es, por su parte, una invención, una nueva individuación" (2006: 209).

10 Nos referimos a dos de ellos: Estado Joven y Génesis Rades. El primero, integrado por zanqueros, bailarines y payasos, pertenece a la localidad de Bosa, al sur de la ciudad. Esta organización, conformada por dieciséis jóvenes que se encuentran en un rango de edad entre los once y los veinticinco años, al comienzo del estudio llevaba trabajando más de cuatro años en la comunidad, aunque con otro nombre. Posee un claro líder para quien la primera parte del nombre del grupo alude a una forma de "organización soberana" que actúa en un territorio determinado, y la otra hace referencia al momento de la vida en que se es joven. Según él, ambas definiciones caracterizan el accionar del grupo, el cual, a través del arte y la cultura, busca fortalecer las capacidades de liderazgo entre los jóvenes, como actores activos de cambio en la sociedad. Por su parte, Génesis Rades, cuyo nombre significa "reciclar como alternativa de desarrollo económico y social", nació como proyecto de catequesis de sus integrantes, quienes aunque no pertenecían ya a la parroquia en donde nacieron, conservaron su nombre. El grupo desarrolla su trabajo en la localidad de Kennedy, la más grande de Bogotá; internamente se divide en dos subgrupos: el de jóvenes y el de niños (Los Genesitos, menores de once años), sumando en total cerca de veinticinco personas. Ambos se dedican al teatro, los títeres, las comparsas y a la gestión de diversas propuestas dirigidas a intentar resolver algunos de los agudos problemas ambientales de su localidad.

11 Aludimos a los siguientes grupos: Thimos, organización conformada por nueve jóvenes de los barrios la Igualdad y Floresta, pertenecientes a la localidad de Kennedy, quienes poseían edades entre los diecinueve y los veintiséis años, y vieron en el trabajo con niños y jóvenes la posibilidad de construir una sociedad formada en valores y principios como la igualdad, la responsabilidad, el esfuerzo y el compromiso. Su trabajo se centra, principalmente, en crear una escuela deportiva (de taekowondo y fútbol), en donde los principales objetivos son cultivar el cuidado del cuerpo, el buen trato a los demás y la convivencia. Además, realizancine-foros, talleres y salidas de campo a algunos sectores de la localidad, buscando la integración entre los jóvenes y sus padres. Sentido Opuesto, por su parte, es un grupo de aproximadamente doce jóvenes que residen en Barrios Unidos y cuyo principal medio de expresión es el periódico que lleva el mismo nombre, medio que circula ampliamente en la localidad. A pesar de la corta edad de la mayoría de sus integrantes (entre quince y veinte años) manifiestan que la responsabilidad, el sentido de independencia y de expresión marcan su accionar. Esto se amalgama con la frescura e irreverencia propia de los jóvenes. El grupo se nutre del gusto por la literatura de algunos de sus miembros, pero también de la inclinación de otros hacia el deporte, la música y el arte en general. La Fundación Vida y Liderazgo se constituyó en 1998, con el propósito de ejercer una función asistencial en la comunidad de Usme y Bosa. Desde mediados de 2004, el grupo cuestionó el tipo de labor adoptado y comenzó a buscar personas que trabajaran bajo la modalidad de talleres dirigidos a formaciones específicas. A finales de 2007 decidieron reformular su proyecto para actuar conjuntamente con otros jóvenes formados en música, danza, literatura y cuento por la Universidad Abierta, y con los que pertenecían a otra fundación, en la perspectiva de la "formación cultural de los niños". Su idea central es que el trabajo en los talleres en alguna medida ayuda a cambiar el proyecto de vida de los chicos. Se trata de un proceso de formación sociocultural que considera el contexto en el que viven los otros. En el momento del estudio, aproximadamente trece personas integraban el grupo, con edades entre los diecisiete y veinticinco años.

12 La Corporación Casa Asdoas es una organización ubicada en la localidad de Usme, que busca fortalecer la participación y el aporte de la población en la construcción colectiva de la memoria histórica, ecológica y cultural de la región. Casa Asdoas intenta rescatar la memoria en todas sus manifestaciones, promoviendo el reconocimiento cultural, paisajístico y ecoturístico de Usme, y creando un banco de datos con reseña histórica rural y urbana, y un archivo fotográfico y audiovisual que se constituya en punto de encuentro e investigación para instituciones de Usme y el Distrito Capital. Como estrategia para el cumplimiento de sus objetivos realizan caminatas guiadas, recorridos ecoturísticos, visitas a granjas y campamentos por senderos previamente reconocidos, en donde muestran a los caminantes (generalmente menores) diferentes propuestas sostenibles, la vegetación del páramo y subpáramo, las especies de flora y fauna, así como los cultivos y las costumbres típicas de la gente de la región. El grupo hace parte del proceso Territorio Sur, una red de organizaciones ambientales de la cuenca del río Tunjuelo, que adelanta una labor de fortalecimiento social y ambiental al sur de Bogotá. Activegan es un colectivo vegano abolicionista y antiespecista, su núcleo básico está constituido por diez jóvenes entre los quince y veinticinco años; no obstante, durante sus acciones recibe el apoyo de al menos diez personas más. Activegan persigue la igualdad entre seres humanos y no humanos, "crear activistas verdaderos para quienes sus actos sean un ejemplo de auténtica liberación". El grupo quiere "hacer entender que una persona que opta únicamente por el vegetarianismo no es aún válida como activista, porque no hay que depender de ningún producto que involucre la vida de un animal no humano" (de la entrevista con Camilo). Según ellos, el veganismo no está ligado a una cultura, religión, escena, o sector particular. El grupo apoya otras propuestas que tomen el veganismo y el abolicionismo "como herramientas de lucha para la liberación total de los animales human@s y no human@s".

13 Nos referimos a Retórica, agrupación conformada desde el 2005 por "Linzo", diecinueve años, y "Pancho", veintisiete, a la cual se sumó hace algo más de dos años Óscar, de veintidós años. Los tres habitan en el barrio El Amparo de la localidad de Kennedy, y para su puesta en escena reciben la colaboración de entre diez y doce personas. A finales del 2006 este grupo da a conocer su primera producción, denominada "El arte de dar sentido a la palabra", con la cual obtienen cierto reconocimiento y la invitación para participar en el Festival Hip Hop al Parque. Para ellos, su nombre significa el arte de dar sentido a la palabra con los cantos "por los que sale el corazón y lo que ha dolido cuando la vida del que se quiere no vuelve". Llevan en la escena más de doce años, apreciando y diferenciando estilos. La agrupación actúa como escuela –enseña a los que se acercan al género– y al mismo tiempo como ayuda social –le preocupan, por ejemplo, las familias pobres del Chocó–. Se convierte así en referencia entre raperos, y en un impulso directo de algunas movilizaciones en su localidad. De otro lado, el grupo de grafiteros OKC (Obstruyendo Kalles Crew) está integrado por tres jóvenes: Camilo "Sham", Santiago "Word" y Camilo "Zero", con edades que oscilan entre veintiuno y veintiséis años. Se conformaron en el año 2003, aun cuando ya "pintaban" solos y al menos uno de ellos pertenecía a otros grupos. Al juntarse como OKC, la intención era la de "abarcar más territorio en la ciudad y diversificar muchas ideas, compartir productos, trucos que uno tiene, compartir experiencias", hacer grafiti también significa para ellos una diversión, un esfuerzo para ser reconocidos y una necesidad. Entienden la ciudad y sus muros como soporte para extender su nombre propio (tag). A su vez, la "cuadrilla" (crew) genera compañía, aprendizaje mutuo, la posibilidad de abarcar más espacio pintado, y con el apoyo y la crítica de otro, estar juntos para evolucionar, mejorar en su estilo e identificarse como amigos (tomado de una entrevista con Sham y Cero).

14 Un análisis detallado sobre los modos de relación que constituyen los grupos estudiados puede encontrarse en el artículo de Humberto Cubides y Patricia Guerrero (2009), "Modos de agrupación y prácticas políticas de jóvenes contemporáneos en la ciudad de Bogotá", publicado en la revista electrónica Ponto-e-vírgula.

15 Como lo indica el llamado hecho desde la página electrónica de un colectivo: "[...] este espacio se vuelve una forma de retroalimentación donde lo principal sea la búsqueda del cambio y la construcción de la igualdad" (véase <www.activegan.997mb.com>).

16 Esto explica por qué los individuos despliegan sus habilidades a través de propuestas que no se enmarcan, necesariamente, en la actividad del grupo, y le permiten encontrar nuevos rumbos a sus vidas: un joven tiene su banda de rock y produce un fanzine con el mismo nombre, en donde, además de promover el estilo de vida vegano, plantea reivindicaciones sobre la equidad de género, promueve poesía alternativa y ejemplifica los postulados del anarquismo político, entre otras temáticas. Ante la propuesta de vincular este medio a la actividad financiera del grupo, se niega diciendo: "[...] pero yo le dije que no, es algo personal. Ahora yo saco la tres [el tercer número de la revista] […] y pues es básicamente para autogestión, […] Corazones en Formol ha tenido un resto de éxito, pero yo he querido desligarlo directamente de Activegan" (de la entrevista con Juan Diego).

17 Tal como lo menciona un integrante de OKC: "[...] el graffiti es como… una forma de divertirme, una forma de mostrar mi nombre por todas partes. La verdad es algo como… yo lo veo como algo muy egocentrista, yo lo veo como sólo marcar el nombre de uno por todo lado y ya… darse a conocer por el nombre de uno, pues para mi es eso. Y divertirme pintando".

18 Para ilustrar esta situación nos valemos de dos referencias. Primera: los versos de una composición de Retórica que hablan de otras posibilidades vitales: "Voy a romper barreras de tiempo y espacio…Voy a acordarme de mis primeros pasos"; segunda: la imagen del "ñero ilustrado" a la cual acude la Fundación V y L para explicar su propósito de impulsar la formación de las capacidades de los chicos con miras a que en el porvenir puedan alcanzar una "vida digna".

19 Al respecto, es sugerente la interpretación de Roberto Esposito sobre Heidegger, a quien cita así: "[...] ElDasein resuelto puede convertirse en la 'conciencia' de los otros" (Heidegger cit. Esposito 2003: 162). Según este punto de vista, el único modo "político" o "ético" de relacionarse con los otros es abriéndose conjuntamente a la común responsabilidad por la propia cura; consiste en "reponer" al otro la posibilidad de ser-con en la donación, pues lo que acomuna no es un espacio lleno, sino un vacío, una carencia, una caída.

20 Lo sugiere un miembro de OKC ante la pregunta sobre qué aporta al grupo: "¿Y yo qué le aporto? No sé… es que es complicado, de pronto, no sé a mí digamos no me gusta el mural… no sé, me gusta más la sutileza en las cosas, no poner un letrero que diga las cosas explícitas, sino, hacer por medio de la imagen, del color y todo, pues hacer vibrar más las cosas, entonces no sé, ¿yo qué le aporto? Pues experiencia supongo".

21 A esto responden nociones de política como la que enuncia un joven integrante de una organización: "[...] el concepto que yo tengo de política es el arte de gobernar un pueblo [...] por lo que yo sé, la política es… bueno tomar las decisiones por los demás pero que no tomen las decisiones por uno y participar en las decisiones de los demás" (documento 16:1).

22 En un comienzo, según lo contemplado en la convocatoria de la cual surgió uno de los grupos, la alcaldía local quiso hacer de un medio impreso la expresión de "la voz juvenil" del barrio. Pero esto no sedujo suficientemente al grupo designado. Con el tiempo, y al sopesar la densidad de este recurso, este incursiona en ámbitos problemáticos con la intención de marcar un análisis crítico. El colectivo elude constantemente la homogeneidad que supone asumir el papel naturalizado, al punto que propone la inclusión de nuevos integrantes en lo que para ellos significa sumar fuerzas, pensamientos y sentimientos distintos que se ponen en juego.

23 Encontramos ejemplos en los que se reproducen formas organizativas ya establecidas, en especial por el interés de comunidades religiosas o grupos políticos por tener mayor presencia local. Sin embargo, en ninguno de los casos estudiados dicha influencia inicial logró determinar de manera decisiva la vida de la nueva agrupación.

24 Frente a la miseria económica, salidas inmediatas conllevan la valoración de la riqueza fácil, muchas veces ilegal, a involucrarse precariamente en el mundo productivo o disponerse a desarrollar las competencias que la sociedad de mercado demanda. Todo esto tiene el sello de la reproducción de aquellas situaciones que las agrupaciones intentan revertir.

25 Al respecto, el integrante de la Fundación V. y L. afirma: "[...] el hecho de que yo tenga una visión de territorio no quiere decir que sea totalmente ajeno a lo que está pasando a nivel mundial [...] yo creo que la 'vaina' es como articulada, reconocer un territorio, reconocer sus potencialidades, las necesidades, reconocer las posibles cosas que se pueden hacer, las opciones que se tienen, y a la vez entender desde afuera que hay cosas que están llegando, y que hay que mirar cómo se incorporan y cómo se hacen". Y agrega, más adelante: "Entonces uno no puede desligar unas cosas de otras, ni lo local se puede desligar de lo global, porque hay que entender que hay políticas globales con relación a lo local, y hay efectos locales que implican lo global, entonces hay que apostarle también a tener esa visión de integralidad".

26 Frente al interrogante por la institucionalidad, un chico vegano responde: "Primero hay instituciones autogestionadas que existen y que aquí en Colombia apenas están naciendo [...] Instituciones sí, pero mientras no generen como 'oligarquías'". Y complementa: "[...] estamos en contra de cualquier forma que afecte al otro,…en el momento en que hacemos manifestaciones [...] frente a cómo los gobiernos, las instituciones, el mismo capital [...] la existencia de poderes y de dominio frente a otro, hace que exista la explotación hacia los animales".

27 "Me inspiran estas calles con cruces y sangre / Tu desgracia puede estar en la esquina siguiente / Me inspira no dejar pasar el tiempo" (versos de Retórica).

28 De manera extraordinaria, un mural de OKC asimila la figura del presidente con el gesto del líder nazi Hitler. A modo de burla incluye la frase: "Llamemos accidente al terrorismo de Estado", y aparece con la firma de Milicianos Anónimos. Por su parte, la letra de un tema de Retórica afirma: "¿Por qué me garantizan la libertad de elección? / Si para cambiar mi vida no cuentan con mi opinión / ¿Por qué escriben libertad en una cartilla? / Si hoy es obligatorio pelear contra la guerrilla".

29 En un principio, la producción de un periódico local por parte de Sentido Opuesto no muestra mucha originalidad en cuanto a su formato y contenido. Los temas abordados, el tipo de escritura "objetiva" que propone, sus secciones, etc., parecen similares a los recursos informativos tradicionales. Pero el proceso que conlleva tomar posiciones editoriales, mantener cierta personalidad en la escritura y formular a las instituciones locales interrogantes críticos y reflexivos, indica que algo distinto se configura. Aparece entonces la necesidad deser diferentes, de no conformarse y de enlazar a la realización periodística una visión literaria y poética conectada con una existencia que tenga mayor sentido: trascender "una vida perra".

30 Los grupos descubren rápidamente las posibilidades de los medios audiovisuales, de los recursos digitales y de las redes de información, para ayudar a comprender las condiciones de su existencia, así sea desde condiciones precarias. Mostrar lo que se es como colectivo aparece tal vez más importante que la tarea de informar sobre acciones llevadas a cabo o proponer nuevas tareas. Además, es muy ilustrativo que algunos miembros prefieran dejarse ver a través de lo que sus realizaciones construyen en los demás, más que en los planteamientos o posiciones que ellos asumen.

31 En este ámbito, por ejemplo, sorprende la facilidad del colectivo vegano para entender y aprehender posturas ecológicas radicales de otros jóvenes, las cuales, fácilmente y de modo auténtico, se integran a sus discursos sobre las formas de evitar el sufrimiento animal.

32 En una entrevista, un activista afirma: "[...] el veganismo no está involucrado ni con alguna religión, cultura, movimientos [...] es una opción personal, que cada persona asume según sus creencias y conocimientos, pero de igual manera sigue siendo consecuente con lo que está diciendo y por su forma de actuar" (documento P143: 8). Otro de ellos agrega: "[...] lo que realmente importa no es tanto la cuestión de organizaciones y todo eso, sino simplemente el activismo como tal [...] nuestro objetivo no son las organizaciones… es formar activistas individuales que no se liguen a una organización a un colectivo, que tenga que tener una membrecía o tarjeta un carné o una inscripción [...] sino que si quieren hacer algo se unan a los actos" (documento P143: 41).

33 Paradójicamente, para algunos jóvenes este posicionamiento es bien distinto al de adoptar una ideología de partido, integrarse a este o a alguna instancia gubernamental, pues esto es visto como una "caída" en una forma de poderío inconveniente. Así, por ejemplo, un chico anota: "[...] para mí el comunismo es como un 'bienestarismo' donde se le trata mejor al obrero, o sea, como que siempre sigue existiendo un dueño real, y eso simplemente modifica una cuestión que todos van a tener, de pronto, unas riquezas iguales, entre comillas, pero igual siguen siendo regidos bajo alguien, o sea, no hay una libertad de que cada quien decida" (documento P143; 4-5).

34 "Entonces todo este tipo de cosas es lo que forman una sociedad, y en una sociedad, nos dimos cuenta y es lo que hemos tratado de venir construyendo, nadie queda solo, la mayoría de personas se quedan en el camino porque les da miedo asociarse, les da miedo llegar y alimentarse de la experiencia del otro, que es lo más valioso" (entrevista a una integrante de Sentido Opuesto, documento P33: 27).

35 Se puede entender este tipo de relaciones por la expresión de uno de los fundadores de la Fundación V y L: "Entonces lo que hacemos, y la decisión o no de entrar a los espacios, simplemente es la afinidad con la gente con que llega, esa afinidad de decir: estamos apuntándole a los mismos objetivos, le estamos apostando a las mismas cosas, por qué no reunir esfuerzos y tratar de pensarse una cosa más grande [...] y ahí se va formando como un lazo de amistad, y a la vez, además de ser un lazo de amistad es un lazo político, porque le apuntamos a los mismos ideales a los mismo s objetivos, y bajo la mismas herramientas [...] que es pensarse desde esa periferia, se pueden originar procesos propios, con autonomía, que rompan el esquema que se ha venido trabajando [...]" (documento P147: 62).

36 Sorprende, por ejemplo, la manera en que, a partir del uso de la cámara de un celular, adaptando una patineta para que funcione como riel de movilización, y acudiendo a un software de uso común que permite manipular las imágenes, Retórica, el grupo de rap, produce uno de sus primeros videos que, en opinión de los expertos, alcanza niveles aceptables de calidad que conmueven a quienes lo recepcionan.

37 A través de su página electrónica, los miembros de OKC reciben numerosos mensajes de personas que se identifican con sus realizaciones y los animan a seguir produciendo. Allí se encuentran respuestas de ellos: "[...] a mí al igual que a él, el graffiti me ha dado los mejores momentos de la vida, puede sonar culo y cursi, pero más q ver si es arte, o diseño o lo q sea, son este tipo de reacciones ante los autores y los espectadores lo q lo mantienen vivo, el q dijo q el graffiti murió está ciego [...]" (SHAM).

38 En un programa de radio, uno de sus responsables afirma, por ejemplo, "[...] pero bueno, recordando así rápido [tenemos] mesa informativa el viernes en la séptima con 26 [...] entre las cuatro y las ocho habrán volantes, documentales, camisetas, botones Mic, información gratuita de la nutrición vegana y todo; el lunes la transmisión de Rincón Radio, Rincón Vegano… en esta misma sintonía; el miércoles Activegan Radio; el viernes es la proyección de Mindemais, en estos días estaremos mandando el placer… se va a comenzar con Digitemás, Bihaindemás, y el sábado se va a hacer la actividad contra HLS a las 10 de la mañana… si se pierden escriban un correo antes" (documento P143, pp. 56/57).

39 En otro programa el activista recuerda: "[...] la página donde nos pueden escuchar eswww.liberacionanimal.ar, también estamos amplificados a través de radio libre, que es www.radiolibre.media.org, para que entre en nuestra página que es www.activegan.co y para que sigan participando y haciendo preguntas durante el programa, y opinando sobre el tema del día en Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. ", (documento P153, pp. 28/57).

40 Un ejemplo de esto sucede cuando se replican programas institucionales dirigidos a la formación para la participación, asentados en el impulso del liderazgo individual y en procedimientos estandarizados de elección y de establecimiento de consensos.

41 Aquí encontramos cierta similitud con la idea de utopía que propone Paolo Virno, para quien la memoria tiene un valor público y no es histórica por el contenido del recuerdo, sino porque se opone a una existencia singular. Véase Josefina Ludmer (2004).

42 Este último resulta ser el peligro de algunas propuestas de la teoría de la modernización reflexiva que define la política de vida en el contexto de reflexividad institucional, y se preocupa por remoralizar las decisiones sobre el estilo de vida. Véase Giddens (2006: 178).


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  28. ZEMELMAN, Hugo, 1987, Conocimiento y sujetos sociales, México, Universidad Nacional Autónoma de México.
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Acción colectiva juvenil: de movidas y finalidades de adscripción

Juventude ação coletiva: movimentos e objetivos do destacamento

Youth collective action: of ascriptions movements and finalities

Óscar Aguilera Ruiz*


* Doctor en Antropología Social y Cultural. Académico del Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Católica del Maule (Chile). Investigador Clacso en el Grupo de Trabajo Juventud y Nuevas Prácticas Políticas en América Latina. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El artículo presenta una propuesta teórico-metodológica para analizar la acción colectiva juvenil basada en una investigación etnográfica, con tres agrupaciones juveniles de Chile, desde las categorías expresividad, gestión política e identidades. El estudio presenta la diversidad de prácticas agregativas juveniles, que aquí se denominan finalidades de adscripción.

Palabras clave: acción colectiva, juventud, finalidades de adscripción, agrupaciones juveniles, prácticas agregativas.

Resumo

O artigo apresenta uma proposta teórico-metodológica, fundamentada em uma investigação etnográfica, para analisar a ação coletiva juvenil. A investigação foi realizada com três grupos de jovens do Chile e abrangeu, desde o ponto de vista das categorias de expressividade, gestão política e identidades. O estudo mostra a diversidade das práticas associativas juvenis, denominadas pelo autor como finalidades de adesão.

Palavras chave: ação coletiva, juventude, finalidades de adesão, agrupamentos juvenis, práticas associativas.

Abstract

This article presents a theoretical-methodological proposal to analyze the youth collective action based on ethnographic research, in three youths groups in Chile, from three categories: expressiveness, political management, and identities. The study presents a diversity of aggregative youth practices, that we called ends of ascription.

Key words: collective action, youth, ends of ascription, youth groups, aggregative practices.


¿Qué significa "movidas"? ¿Es sólo la voz sustantiva del verbo mover, o es la primera de las metáforas con que se intentará dar cuenta del complejo mundo de las prácticas políticas de los/as jóvenes? Un poco de ambas sería la respuesta correcta. Según la Real Academia de la Lengua, movida remite semánticamente a unas dimensiones temporales precisas, a las incidencias o accidentes con que se puede desarrollar una actividad, donde hay una discusión apasionada, y, particularmente en Latinoamérica, remite a un conjunto de significados asociados con la diversión, la conspiración (cons-pirar, respirar juntos, según el latín) y participar de acciones que muchas veces pueden no ser legítimas o legales. Remite a un conjunto de acciones que se desarrollan individual o colectivamente, pero que siempre refieren algún grado de cercanía, confianza o amistad. Llevado al plano colectivo, lo que distingue a las movidas de otros tipos de acción juvenil es su carácter informal, no estructurado o con escasa participación de grupos organizados1.

Si he querido poner el acento en la ambigüedad de una palabra como movida, es precisamente porque da cuenta de manera metafórica, pero elocuente a la vez, del conjunto de procesos, relaciones y afectividades de las que está compuesta la acción colectiva juvenil. Lejos de tratarse de una cuestión explícita, la acción colectiva muchas veces constituye una zona ambigua teórica y empíricamente, como lo demuestran el conjunto de teorías y enfoques con que se pretende analizar este fenómeno constituyente de lo social y tributario de lo cultural2.

Por lo tanto, el término movidas remite a las acciones colectivas que los jóvenes deciden emprender en conjunto, y que muchas veces son producto de una serie de procesos individuales y colectivos que nos hacen mover y nos facilitan los marcos y motivaciones posibles para la acción.

Este proceso de conceptualización y teorización fue acompañado de una estrategia etnográfica multilocal (Marcus, 2001) que implicó en un primer momento la realización de observaciones participantes con tres organizaciones juveniles de Santiago de Chile en el periodo 2004-2005:

  1. La Funa: es una agrupación que funciona en forma de colectivo y que integran distintas organizaciones juveniles y políticas. Sus objetivos son denunciar (funar, en argot) a los militares y civiles que participaron en violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. A través de acciones de denuncia pública y difusión del historial del funado en su propio barrio, pretenden subsanar la falta de enjuiciamiento de estas situaciones.
  2. ACES: es una coordinadora de centros de estudiantes secundarios de Santiago. Ha sido la principal protagonista de las movilizaciones estudiantiles desde 1998 en adelante. Su forma de organización en asambleas, el articular a estudiantes que provienen de colegios periféricos y su nivel de movilización callejera ha permitido que cobre mayor protagonismo que otras organizaciones estudiantiles del mismo sector y que responden más bien a patrones clásicos de representación estudiantil y política.
  3. Legua York: es un centro social y cultural que tiene aproximadamente ocho años de historia, y que reúne a jóvenes que realizan actividades culturales como el muralismo, los grafitis o la música hip-hop. Su ubicación en una zona de Santiago de alta estigmatización por el tráfico de drogas que tiene asociado, y la capacidad de gestión cultural y económica de La Legua York son elementos interesantes que nos permitieron evaluar de mejor forma las relaciones entre los colectivos juveniles y el mundo institucional. En la actualidad, el grupo musical del mismo nombre es la expresión pública más reconocida de esta experiencia de organización juvenil.

En una segunda etapa, y en el contexto de la movilización estudiantil secundaria de 2006, se participó de las distintas instancias de acción política desplegadas por los estudiantes secundarios, se revisó la prensa del periodo 2000-2006 que aludía en sus informaciones a las prácticas políticas juveniles (escuelas en toma, asambleas nacionales y regionales, manifestaciones callejeras) y, finalmente, se desarrollaron ocho grupos focales y ocho entrevistas en profundidad en las ciudades de Santiago, Valparaíso y Concepción, que nos permitieron acceder a las finalidades de adscripción y los procesos constituyentes de la acción colectiva juvenil.

Todo este despliegue metodológico posibilitó la construcción de las siguientes dimensiones analíticas que nos permitieron analizar las prácticas juveniles: expresividades, gestión política e identidades. Y a partir de estas dimensiones generamos una matriz comprensiva de las finalidades de adscripción y lógicas de acción colectiva juvenil.

Expresividades y políticas de visibilid

Expresar, manifestar, visibilizar. Nociones que remiten todas a la forma en que aparece frente a nosotros un grupo de jóvenes haciendo algo: los vemos, están allí, se hacen presentes, se visibilizan a través de un conjunto de lenguajes y estrategias que remiten todos a las características culturales que presentan las grupalidades juveniles3, así como aquellas otras que nos hablan de la manera en que la sociedad va construyendo y constituyendo a los distintos grupos sociales que en ella conviven.

Esto necesariamente debe ser analizado desde sus distintos niveles de organicidad, porque no todos los grupos juveniles se encuentran en un mismo plano: agrupaciones juveniles o "cabros de esquina"4, colectivos juveniles, movimientos juveniles o adscripciones identitarias. La distinción analítica nos permitirá precisar los grados de articulación social de las propuestas políticas construidas desde el campo cultural, así como hacer operativas tres categorías analíticas de la dimensión expresiva: las políticas de visibilidad, la performance y manifestación política y la subjetividad juvenil.

Políticas de visibilidad

La escena comunicacional se convierte en un analizador central de las luchas por la constitución de las visibilidades, a la vez que en un verdadero marco estructural de la construcción de la política juvenil5. De allí que nos proponemos problematizar una doble dimensión comunicacional en la construcción de la acción colectiva juvenil contemporánea: las políticas comunicativas desplegadas por los actores institucionalizados sobre el mundo juvenil, y aquellas que despliegan los propios actores juveniles en su intento por desarrollar estrategias comunicacionales como componentes centrales en las condiciones de posibilidad de la propia acción (tanto en su constitución como en su permanencia).

La principal característica que define la relación entre comunicación y jóvenes es su desconocimiento como actores sociales y la negación de voz propia6, pues siempre son otros los que hablan por la juventud a través de los medios. Es así como sostenemos que en la sociedad se reproducen las formas de relación que fueran formuladas por Rodríguez (2002) y que conceptualiza como una estructura paradójica de comunicación:

  1. La juventud debe ser obediente: la idea del sometimiento sociocultural a las normas y valores de la sociedad expresa un primer marco de relación con los jóvenes.
  2. La juventud debe ser auténtica: es el modelo ofrecido fundamentalmente por el sistema comunicativo global, que ofrece las condiciones simbólicas para la rebeldía y la confrontación con la normativa siempre y cuando ésta rebeldía quede circunscrita a pequeños circuitos que no incidan disruptivamente en la vida social.
  3. La juventud no tiene voz: carecer de palabras, no tener un discurso público, es la principal característica de los jóvenes en nuestra sociedad. No logran constituirse en sujetos del discurso y de discurso, y en compensación se les asigna la categoría de espectáculo (el artista, o el protagonista de la página policial, o el beneficiario de políticas sociales).

Por otra parte, la visibilidad que puede llegar a tener el conjunto de actividades que realizan las distintas agrupaciones cobra mucha importancia debido a que el trabajo que realizan se vuelve muy invisible para el resto de las personas que no están involucradas directamente en éstas. Este problema radica tanto en las formas en que llevan a cabo sus actividades (muchas veces esta actividad más soterrada es intencionada) y en que no construyen los espacios simbólicos de encuentro con otros actores (institucionales, generacionales).

Es por ello que en primera instancia es necesario determinar el lugar simbólico que la comunicación juvenil aspira a construir. Los convocados a la conversación social juvenil son muy pocos –los integrantes de la organización y su círculo más cercano–, no aparecen otros actores en sus diseños y en sus productos, y cuando emerge la figura del otro (adulto, institucional), con el cual hay que relacionarse, sólo surge en forma estereotipada.

En este sentido, una política de comunicación juvenil necesariamente debe involucrar más aspectos que las opiniones y visiones asumidas por los jóvenes sobre la democracia7. El que existan diversas demandas y necesidades comunicativas en la juventud nos obliga a pensar en políticas que se hagan cargo en su integralidad de estos procesos: los jóvenes no sólo buscan debatir sobre el país que quieren (opinión pública), sino mostrar lo que hacen (difusión institucional), o sus formas de expresar la particularidad juvenil (identidad y estilos). Como podemos apreciar, el análisis de esta dimensión trasciende con creces el plano explícitamente político de las iniciativas, y avanza hacia una dimensión implícitamente subjetiva de las prácticas juveniles y sus formas de comunicabilidad a través de diversas acciones que se mueven en un rango que va desde promover la discusión a partir de lo generacional (opinión y ciudadanía juvenil) hasta la escenificación de determinadas sensaciones o la resolución de cuestiones de carácter instrumental (expresividad juvenil).

Performance y manifestación política

La acción colectiva, entendida en términos coloquiales como "cosas que hacen en conjunto un grupo de personas"8, entraña dificultades analíticas que no siempre aparecen debidamente planteadas en los estudios sobre la participación política de los jóvenes. Es así como suelen otorgarse definiciones externas a lo que significan las prácticas o se presupone una unidad y totalidad en el sentido que los actores participantes le otorgan a su acción social.

Sin embargo, tal unidad y semejante totalidad subyacente en las prácticas no existen, y nos encontramos frente a movilizaciones y acciones colectivas que responden a diversos intereses de acuerdo con el lugar de emplazamiento de los actores, incluso muchas veces responde a estados emocionales que no siempre aparecen visibilizados y que muestran que muchas de las acciones colectivas están constituidas de una heterogeneidad que vuelve más rico el análisis de esos procesos de producción simbólica en la sociedad. Me parece pertinente vincular esta perspectiva con la producción antropológica sobre el ritual9, como forma de comprender a cabalidad las orientaciones culturales que los jóvenes despliegan en sus acciones: por ejemplo, en las adscripciones10 a determinados estilos queda en evidencia que la dimensión movilizadora de los rituales no siempre está preestablecida u obedece a una repetición mecánica. De otra manera, se adhiere a unas determinadas identidades así como se construyen otras nuevas.

Con ocasión de las manifestaciones convocadas en agosto de 2007 por la Central Unitaria de Trabajadores de Chile, la columna de la marcha se distribuyó según los criterios clásicos de espacialidad política: la vanguardia de izquierda encabezando (los partidos políticos tradicionales) y con participación de agrupaciones juveniles partidarias, en tanto las agrupaciones de izquierda más heterodoxa marchaban atrás, con fuerte presencia de colectivos juveniles autonomistas y anarquistas, observándose un enfrentamiento simbólico por el sector que agrupara más adeptos. Lo interesante de esta situación etnográfica fue la irrupción de un grupo de estudiantes y profesores universitarios que no se ubicó en ninguna de las columnas, y más bien optó por utilizar el espacio intermedio donde la ausencia de personas marcaba la invisible frontera entre las agrupaciones mayoritarias. Mientras el grupo de adelante coreaba "el pueblo unido, jamás será vencido", el grupo de atrás cantaba "el pueblo unido, avanza sin partido", lo que generaba un segundo nivel de significación que alteraba la ritualidad tradicional, hasta que finalmente el grupo que iba en medio comenzó con su propia consiga que decía "el pueblo vencido, jamás estuvo unido", con lo que daba una nueva vuelta de tuerca que molestó tanto a los grupos de vanguardia como a los que supuestamente reivindicaban para sí otra forma de pensar la política.

Al revisar las trayectorias de algunas de las agrupaciones juveniles pudimos observar cómo de las prácticas iniciales se avanza, a partir de estas performance, hacia la construcción de discursividades más complejas que van produciendo sentidos políticos sobre las propias prácticas.

La creación de la presencia

La forma en que las/os jóvenes aparecen en la escena social no es independiente de los repertorios de movilización que emplean (Tilly, 2002). Ahora bien, el estudio de las prácticas políticas de los jóvenes no opera en el vacío, por lo que parece pertinente utilizar la noción de campo político que desarrolla Bourdieu (2001).

Al respecto, propongo analizar los repertorios de la acción juvenil y las modalidades simbólicas y performativas de creación de la presencia a partir de los ejes espacios y lugares y estéticas.

En primer lugar, la distinción entre espacio y lugar la retomo de la discusión desarrollada por distintos autores vinculados con las ciencias humanas y sociales (De Certau, 1999; Oslender, 2002). Esta distinción me permite avanzar hacia un análisis de los procesos en los cuales las prácticas de acción colectiva se transforman en movimientos sociales. Sostengo aquí que la creación de la presencia juvenil está por ahora acotada, en términos generales, al desarrollo de una política de lugares, es decir, de orientaciones subjetivas y derivadas de localizaciones territoriales en las que tanto individuos como comunidades desarrollan profundos sentimientos de apego a través de sus experiencias y memorias (Oslender, 2002). Esta política del lugar, que nos habla en muchos casos de experiencias colectivas fuertemente emocionales y de constitución de comunitas (Turner, 1988), necesariamente tendríamos que complementarla con una política del espacio, entendido en los términos de Bourdieu como campo, o en los términos culturales de De Certau (1999) como escenario, y que permita fijar a los agentes sociales concretos su mapa de referencias, su propia cartografía, con la ubicación que tienen sus prácticas sociales en el plano más amplio y, por lo tanto, inscribir sus acciones colectivas de lugar en una trayectoria temporal-espacial más amplia y que implique el reconocimiento de sus interlocutores, tanto antagónicos como aliados, y la necesaria concepción dinámica que tienen las acciones colectivas.

Una acción colectiva encuentra perfectamente su lugar en el marco de determinadas prácticas, pero no se transformará en una práctica política que incide en el entorno en tanto no se construya ese mapa global de referencias y significados sociales vinculados con una práctica aparentemente aislada como la de alimentarse. Por tanto, la noción de espacio puede resultar útil tanto para el análisis como para la acción política, y se convierte en un interesante analizador sociocultural que permite vincular las cuestiones de orden estructural (el poder, el sistema económico) con el campo de las subjetividades (la agencia humana, en este caso la agencia juvenil) y así superar las dicotomías resultantes de tener estructuras sin sujetos, o sujetos sin estructura.

Un segundo proceso que nos permite aproximarnos a la creación de la presencia, como parte de las dimensiones expresivas que reconocemos en la constitución de la acción colectiva juvenil, es la dimensión estética. Entiendo la estética como un segundo momento de visibilización de la acción colectiva juvenil; vemos unas maneras de llevar el pelo, de marcar el cuerpo, artefactos tecnológicos, los usos y marcas que dejamos en la ciudad, etc. Estos procesos, lejos de operar en forma autónoma, muchas veces se remiten recíprocamente en un juego de espejos entre los jóvenes, y de ellos con los dispositivos institucionales y del mercado. Al respecto, parece pertinente señalar cómo a partir de un análisis de cuestiones de orden estético se configuran también formas de "presentación en sociedad" (Goffman, 2006) que van configurando sentidos y adscripciones identitarias más profundas que desembocan en la constitución de estilos juveniles.

Movilizaciones y protesta social

En este punto, y siguiendo a Tilly (2002), podemos señalar que las acciones juveniles no siempre presuponen el establecimiento de un conflicto (nudo central en la definición de movimiento social); es más, podemos señalar que las acciones de los jóvenes se mueven entre la afirmación de una determinada adscripción identitaria y las demandas que sí afectan a un número de actores mayor. Ahora bien, me parece que esta distinción en las modalidades de los repertorios de la acción colectiva no debe pensarse de forma excluyente, o mejor dicho, como dos polos opuestos, y más bien las articularía en un continuum entre afirmación identitaria y conflicto social, fundamentalmente a partir del poder performativo que previamente hemos descrito.

Entonces, si utilizamos la distinción sólo para efectos analíticos, tendríamos que reconocer estas dos posibilidades de acción colectiva y movilización juvenil. En un primer caso tendríamos aquellas cuestiones derivadas fundamentalmente de la realización, creación y sostenibilidad de espacios de sociabilidad juvenil a partir de la reunión de jóvenes que adhieren a un determinado estilo cultural.

Emergen así formas de movilización colectiva como tocatas y conciertos que constituyen procesos fundamentalmente autogestionados y de relacionamiento horizontal con otras agrupaciones juveniles, la realización de eventos mayores donde se establecen relaciones de cooperación con la institucionalidad. Los repertorios comunes a esta primera posibilidad de acción colectiva juvenil son la realización de carnavales y pasacalles11, escenificaciones y performance callejera, conciertos y realización de tocatas, fiestas temáticas, etc. De esta forma se configura lo que podríamos denominar una forma de movilización colectiva lúdica.

Pero en segundo lugar, tenemos también las formas más comunes y recurrentes de ritualizar la práctica política, y que se encuentran enmarcadas en la consecución de demandas que afectan los intereses de un conjunto más amplio de actores institucionales y grupales, lo que configuraría la situación clásica de conflicto (Tilly, 2002). Los movimientos estudiantiles (universitarios y secundarios), aquellos que se movilizan en función de la recuperación de edificios y equipamiento público para uso cultural de las asociaciones de jóvenes y de vecinos, los precarios intentos de articulación de jóvenes trabajadores y pobladores que reivindican trabajos estables y no precarizados como es la norma de inserción laboral de los jóvenes chilenos, y la posibilidad de acceder a vivienda en condiciones preferenciales y no por vía del sistema bancario privado, despliegan las formas más convencionales de movilización y protesta social: la marcha y el desfile público (tanto en fechas emblemáticas, como el 1° de mayo o el 11 de septiembre, como en movilizaciones específicas), la interpelación de las autoridades institucionales correspondientes (ministerios, Palacio de La Moneda, etc.).

En síntesis, la movilización y protesta juvenil oscila pendularmente entre adscripciones identitarias y conflicto social, y en su repertorio entre formas lúdicas y violentas, entre formas clásicas y otras emergentes, modificando el repertorio de movilización y acciones de contestación juvenil al menos en tres procesos articulados mutuamente:

  • El paso de una protesta social masiva, a la acción específica de grupos que encaran directamente y sin mediaciones institucionales a sus objetos de demanda.
  • Una reconfiguración de la especialidad política en la que se manifiesta el conflicto, en tanto ya no se recurre sólo a la tradicional marcha o desfile en lugares céntricos, sino cada vez más se desarrollan acciones descentradas geográficamente y muchas veces replegadas hacia el interior de espacios semipúblicos (colegios en toma, casas ocupadas, parques públicos ocupados).
  • La sustitución de planificaciones centralizadas por acciones de protesta localizadas que desde una visión externa parecen espontáneas pero que requieren una gran coordinación, como las movilizaciones estudiantiles.

Subjetividad y política

Las formas de entender y nombrar la participación juvenil por parte de sus propios actores no se realiza por fuera de las condiciones de participación que presenta la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, la principal forma de ubicar históricamente la subjetividad social respecto a la acción colectiva (de la sociedad en general, y de los jóvenes en particular) se encuentra en las características culturales que promueve el modelo neoliberal, y que han ido modificando las disposiciones individuales respecto a la política y la vida social.

Tanto así, que la denominación común que tienen una buena parte de las acciones colectivas de los jóvenes está marcada por desafección, o como me cuenta una joven rockera de Valparaíso "[…] yo soy una desesperanzada, po, con eso […]" donde "eso" es la política entendida como transformación social. En ese desfase entre lo que cotidianamente hacen los jóvenes desde sus respectivos lugares, y la acción institucionalizada de la política, se ha instalado una brecha significativa para la cual no existen todavía los puentes necesarios.

Al respecto, sostengo que al menos hay tres procesos socioculturales que inciden fuertemente en la forma en que los/as jóvenes se vinculan con los espacios políticos institucionalizados.

En primer lugar, un modo de relación adultocéntrico y paradójico en que la promesa de futuro se realiza sobre la base de hipotecar y ceder el presente. Las narrativas respecto a que "el deber" de la juventud sería el "prepararse para" va progresivamente desalojando de la contingencia a los propios sujetos que observan cómo su capacidad de agencia es secuestrada o al menos reducida a una dimensión puramente expresiva y no deliberante.

En segundo lugar, la indiferenciación de proyectos políticos que se presentan en la sociedad. Se trata de una brecha cultural de profundo alcance respecto a lo que se entiende por política, los medios y mecanismos utilizados para desarrollarla y los fines que se propone alcanzar.

En tercer lugar, existe un poderoso operador cultural que viene reconfigurando las prácticas políticas y las relaciones intersubjetivas: el consumo. No se trata de negar la capacidad reflexiva que envuelven nuestras prácticas culturales de consumo, sino más bien mostrar los nuevos contextos en los que opera. Así como es común observar afiches llamando a la movilización estudiantil, encontramos a las agentes de ventas de los bancos y casas comerciales ofreciendo tarjetas de crédito a jóvenes que aún no desarrollan una vida laboral activa12.

Dimensión de gestión política

Si tuviéramos que caracterizar con una sola frase el principal rasgo de la acción colectiva juvenil, esa frase tendría que ser la "búsqueda de la política". Esta definición de la acción de los jóvenes hombres y mujeres está muy vinculada con la necesidad de revivir, dotar de vida y, por tanto, de significado, lo que la actual sociedad piensa, define y construye como práctica política.

Esta búsqueda de la política remite, como hemos podido apreciar a lo largo de este artículo, tanto a las formas de aprendizaje político (socialización y/o cultura política), como a los contenidos y definiciones propias de lo político (ontopolítica), así como a los procedimientos y modos de acción que decidimos realizar (agencia).

En este sentido, propongo analizar la gestión política juvenil a partir de cuatro recorridos que permitan observar la forma en que los/as jóvenes de hoy encaran sus modos de relación con la sociedad (sus pares y el mundo adulto), y los mecanismos que ensayan para imaginar precisamente un mundo mejor desde la práctica cotidiana: las relaciones de género, las relaciones de poder, las relaciones de nuevas oportunidades para la acción y la emergencia de colectivos juveniles, así como las relaciones de continuidad de las organizaciones y su articulación en redes más amplias.

Relaciones de género

El gran déficit de los estudios sobre juventud es el vinculado con la dimensión de género; es como si hablar de jóvenes supusiera hablar de jóvenes hombres13. La excepción al respecto la constituye el trabajo de Maritza Urteaga, quien ha investigado las culturas juveniles desde una perspectiva de género (Urteaga, 1996 y 2002). Pero, asimismo, este vacío investigativo también se reproduce cuando se pregunta por la participación política y la acción colectiva juvenil, por lo que nos encontramos con una doble invisibilización de las mujeres.

Una de las características que presenta el tema de género dentro de las organizaciones juveniles es precisamente su visibilización. Mientras para algunos jóvenes no es tema, es decir, no aparece como una cuestión relevante a la hora de pensar las formas de agrupamiento juvenil, entre otros el tema aparece como más relevante.

Esta situación de invisibilización hacia fuera se reproduce dentro de las organizaciones también, cuando las mujeres, a pesar de llevar la conducción en términos organizacionales, no asumen una visibilidad en términos políticos ante otras organizaciones con las que se articulan, con instituciones o incluso frente a los propios medios de comunicación. Sin embargo, este proceso, incluso en las agrupaciones más tradicionales, comienza a ser resquebrajado por la acción de las propias mujeres jóvenes que ven como aparecen subordinadas nuevamente, ahora no por "la sociedad", sino por sus propios amigos.

En ese contexto de doble exclusión cultural, por mujeres y por jóvenes, no es de extrañar entonces la "sorpresa" que provoca la aparición de mujeres jóvenes como líderes sociales o políticas, aunque esa mayor visibilización aparezca como algo excepcional y que, en su reverso, sólo naturaliza las imágenes culturales construidas sobre la mujer.

Pero decíamos anteriormente que la participación de las mujeres jóvenes en sus agrupaciones no puede ser entendida por fuera de sus anclajes socioculturales específicos, como forma de no caer en generalizaciones que idealicen de una u otra manera la participación juvenil en su dimensión de género. En algo que ya había sido estudiado por los investigadores de Birmingham respecto al lugar que tienen las mujeres dentro de las culturaspunk y skinhead (Willis, 1988), y que ha sido profundizado en el caso latinoamericano por investigadoras de juventud como Maritza Urteaga (2000 y 2007), la matriz simbólica de estos estilos condiciona fuertemente y tensiona la inclusión de las mujeres que forman parte de estas grupalidades.

Lo importante para destacar respecto a la relación entre estilos juveniles y género es precisamente la visibilidad creciente que va adquiriendo esta situación entre las generaciones más jóvenes, lo que genera conflictos y tensiones no resueltos administrativamente a través de sistemas de cuotas o cargos de representación generados por discriminación positiva, sino más bien procesados políticamente por las propias mujeres en primer lugar, y, en segundo término, en el desarrollo de disputas contrahegemónicas (de género) dentro de los propios grupos juveniles.

Finalmente, el tema de las identidades de género y las sexualidades son cuestiones que aún no encuentran "un lugar" en las organizaciones más tradicionales como los partidos políticos, a diferencia de las organizaciones menos tradicionales donde estos asuntos se conversan independientemente de que el discurso sea o no llevado a la práctica.

Las relaciones de poder

Aun cuando el tema del poder es permanentemente vigilado y se vuelve objeto de preocupación para los jóvenes, y se ensayan distintas modalidades para no estratificar ni construir relaciones jerárquicas, se reconoce que es un asunto "inevitable" y, por tanto, requiere de una adecuada gestión. De allí que el poder en las agrupaciones juveniles esté repartido entre sus integrantes, convirtiendo, por ejemplo, la toma de decisiones en una actividad compartida, y aunque esta característica tiene sus excepciones, es bastante general. Incluso en organizaciones "más tradicionales y politizadas", se generan procesos de progresiva autonomía y descentralización respecto a las decisiones.

Sin embargo, existen algunas agrupaciones que funcionan a partir de una lógica más jerárquica y estratificada, lo que coincide con una acción colectiva estructurada a partir de organizaciones adultas. Un caso paradigmático son las agrupaciones juveniles que participan alrededor de organizaciones religiosas, donde si bien la autoridad se expresa de un modo más flexible, se comparten las opiniones, pero sólo decide uno de los integrantes.

Una experiencia interesante por destacar, y que impugna ciertos prejuicios instalados respecto a la horizontalidad y transparencia que posibilitan las nuevas tecnologías, es lo que ocurre a partir de las propias comunidades virtuales que se estructuran fundamentalmente a partir de ciertas adscripciones simbólicas, donde nos encontramos con una reorganización de las relaciones de poder y la consiguiente paradoja de convivir en un espacio "descentralizado" (y descentrado) con altas "centralizaciones" (y concentraciones) a la hora de la toma de decisiones respecto a las acciones que emprenderá una determinada comunidad.

De allí que sea necesario profundizar en ciertos pliegues que provocan este tipo de prácticas, y en un espacio en el que aparentemente no se desarrollan, pero que se encuentran afectadas de la misma manera que las prácticas en las comunidades constituidas principalmente a partir de la materialidad de la experiencia de encuentro. O en otras formas de grupalidad juvenil en las que la acumulación de ciertos capitales sociales y culturales (Bourdieu, 1990) permite que se ocupen posiciones privilegiadas y de liderazgo en su interior14. Específicamente en lo que se refiere a la distinción entre núcleos fundadores y núcleos emergentes, tanto dentro de cada grupalidad como en los momentos de articulación en redes más amplias.

El que el primer objetivo de una agrupación juvenil sea la preocupación por el modo de gestión política, lo que la convierte en una tarea política permanente y cotidiana, se debe fundamentalmente a que la propia acción colectiva juvenil se transforma en sí misma (como acción) en la evidencia de la propuesta política que se le presenta a la sociedad. Dicho de otra manera y siguiendo a Melucci (1999), "el movimiento es el mensaje".

Nuevas oportunidades para la acción y la emergencia de los colectivo

Llegado a este punto, me parece necesario detenerme brevemente en el análisis de una de las formas organizativas mayoritarias entre las juventudes en la actualidad: los colectivos. Una aclaración previa: estas modalidades organizativas lejos de ser leídas como unidad y totalidad (en cuanto a sus objetivos), esconden tras de sí una multiplicidad de sentidos de acción política15. Por lo tanto, propongo aquí utilizar el sentido del términocolectivo sólo en una dimensión organizativa, que no dice mucho de las orientaciones políticas que animan su constitución, pero que sí evidencia, a partir de la orgánica adoptada, una potente señal (un mensaje) respecto a las nuevas formas de constitución del vínculo social entre los/as jóvenes.

Un colectivo presenta como característica principal y más visible la cantidad de participantes que se involucran; desde colectivos de tres o cuatro integrantes que comienzan a funcionar como núcleos de estudios de pensamiento social, y, por otra parte, otros que se constituyen a partir de actividades precisas como alguna acción territorial por desarrollar en el plano cultural. En ambos casos, la opción es formar y constituir pequeñas grupalidades sobre la base de orientaciones para la acción colectiva muy precisas, que van desde la necesidad de nuevas formas de expresión de los contenidos, hasta aquellos que se articulan sobre la base del rechazo a determinados modelos de vínculo político propuesto a los jóvenes.

Una segunda característica que reconocemos es que los integrantes de los colectivos intentan romper la dicotomía cotidianeidad/política, incluso redefinir las relaciones entre público y privado como punto de partida para la concepción de política con que trabajan. Los casos emblemáticos lo constituyen los grupos juveniles articulados con prácticas de autogestión comunitaria, ya sea en modalidades de casas okupadas o en barrios populares.

Una tercera característica está vinculada a aquellas cuestiones derivadas del respeto a la individualidad de los participantes, generando un proceso que intenta posibilitar incluso su desarrollo personal. Desde esa perspectiva, la propia posibilidad de reconocimiento de la palabra constituye además de una forma política, un proceso de constitución y gestión de sí mismo.

En cuarto lugar, la densidad de los vínculos y las relaciones entre los integrantes se profundiza, constituyendo verdaderas comunidades emocionales como señalamos anteriormente.

Asimismo, una quinta característica está relacionada con las confianzas que se generan entre los participantes y que los lleva, entre otros factores incidentes, a enfrentar con vehemencia cada una de las discusiones que emprenden. La confianza, como valor central en las prácticas juveniles, permite entender también las desilusiones que se producen cuando ese valor es traicionado o atacado por alguna práctica o sujeto.

Estas cinco características presentadas, y que emergen de las propias prácticas y discursos de los jóvenes que participan de estas modalidades de agrupación, constituyen un marco adecuado para comprender empíricamente el ciclo de constitución, decisión y ejecución de las actuales acciones colectivas de los jóvenes, pero también tienen un conjunto de debilidades que desarrollaremos en el próximo punto. No obstante, a modo de síntesis, nos permiten señalar, al igual que un joven okupa de Santiago de Chile, que […]

el colectivo, creo yo, que es importante la coordinación por ser un grupúsculo chico, cachai, creemos que es super importante la coordinación, creemos que generar un lazo así como redes de colectivos, cachai, es bueno así, la discusión de ideas, tener una, siempre tener una autonomía como colectivo, cachai, llegar a conclusiones, cachai, en cuanto a estrategias cachai de hacer algo, pero la autonomía de cada colectivo no se altera, no se interviene, por eso creemos nosotros que la, que son huevas' que después, el colectivo como forma de organización (Pablo).

Relaciones de continuidad de las agrupaciones y articulación en r

El propio origen de las agrupaciones juveniles (ya sea por reactividad o por proactividad) marca un primer corte en las posibilidades de continuidad: mientras es más probable que una grupalidad se mantenga debido a que sus propósitos son más bien proactivos respecto al campo en el que se instala, la existencia de los grupos que se articulan a partir del rechazo (reactividad) es tendencialmente menor. Es el caso de las numerosas coordinadoras y agrupaciones que se han constituido a partir de eventos emblemáticos y que concitan el rechazo de algunos sectores juveniles: reuniones multilaterales como la APEC, Cumbre Iberoamericana de Presidentes, entre otras.

Pero lo que tendríamos que señalar al respecto es que estamos en presencia de una transformación que altera el propio escenario (la definición de lo político), los actores (quiénes están legitimados para actuar) y las relaciones que se constituyen entre quienes concurren a la arena política (¿representación o participación?).

Este cambio respecto a los modelos representativos de organización política es lo que, a modo de hipótesis interpretativa, origina la inestabilidad y discontinuidad en las prácticas de los jóvenes, al no encontrar un "modo de relación política" que escape a las figuras de la representación.

La refundación de los colectivos16es algo que aparece en la práctica como una cuestión que amenaza la estabilidad y continuidad del grupo. Es común que los objetivos por los cuales se constituyen vayan variando en el tiempo de acuerdo con el grado de cumplimiento de los objetivos propuestos. Pero una segunda razón por la cual los colectivos y agrupaciones de este tipo son refundadas o modifican sus objetivos originales, es la composición heterogénea de los integrantes, así como de las motivaciones diversas que los hacen incorporarse en algún momento a estas organizaciones. Lo que se releva aquí es que los objetivos (individuales o colectivos) se modifican y eso obliga a replantear la orgánica adoptada.

Estos modos o lógicas de gestión política permiten apreciar entonces la dificultad de encontrar articulaciones más amplias y que trasciendan la acción particular que desarrollan las agrupaciones juveniles. De allí que el conjunto de prácticas de articulación o de constitución de alianzas quede circunscrita a relaciones informales, fundamentalmente mediadas por amistades que participan de otras iniciativas o por casos de doble militancia17(algo que se va volviendo cada vez más frecuente), o por coincidencias coyunturales basadas, por ejemplo, en compartir un determinado territorio, que son unificadas por el enemigo común que se tiene.

Sin embargo, esa informalidad de las relaciones que se construyen entre las agrupaciones juveniles hace que ese "algún momento" siempre quede relegado a un futuro improbable y que sólo emerja en el contexto de visibilización y/o aparición de oportunidades políticas generadas por las coyunturas de convocatorias a protestas sociales o fechas emblemáticas que reúnen a diversos sectores en recuerdo de hechos ocurridos durante la dictadura. Pero pasados "esos momentos", regresa el modo de trabajo "hacia dentro" de cada colectivo u organización, lo que sigue estando como "el" objetivo pendiente sobre todo en aquellos que tienen un accionar más politizado.

Pero asimismo, este tipo de lógica se replica en aquellas agrupaciones y jóvenes que participan en espacios "menos ideologizados" y que tienen una característica más de trabajo comunitario y de voluntariado. Un aspecto interesante por destacar a su vez, es que se generan "invisibles redes" entre el aparato estatal y las agrupaciones juveniles. En el contexto de esta investigación pudimos conocer a muchos jóvenes profesionales, hombres y mujeres, que además formaban parte de agrupaciones de la sociedad civil y a partir de esa doble condición incluso gestionaban recursos que beneficiaban mutuamente a las contrapartes.

Esta situación de apoyo "desde la institucionalidad" rompe asimismo con la imagen de grupos antagónicos que no tendrían relación mutua, convirtiendo a algunos jóvenes en "mediadores informales" entre el aparato político público y las agrupaciones juveniles. En ambos casos, como señalamos anteriormente, la confianza se constituye en el eje articulador de las alianzas extragrupales; nos juntamos con quienes construimos un vínculo afectivo basado en la confianza y la reciprocidad, y ese modelo que puede permitir fundar un colectivo, intenta ser trasladado al plano más amplio de relación con instituciones y organizaciones juveniles y adultas.

Dimensiones identitaria

Para aproximarnos a las dimensiones identitarias asumimos el riesgo de analizar un conjunto de procesos que no son conmensurables de antemano, y que dependen en buena medida "del punto de vista del actor". De allí que este apartado se haya escrito siguiendo las propias distinciones que los jóvenes realizan para referirse a la continuidad yo-nosotros-ellos que enmarca sus prácticas: nos referimos a los ejes estéticas y estilos juveniles y afectividades y consensos éticos.

Estéticas y estilo

El estilo18, para los jóvenes, es algo más que una moda. Es parte integral de su vida, y la estética es el punto de partida hacia la construcción de un estilo de vida diferente. Esta distinción émica permite comprender los diversos sentidos y significados que se construyen en las prácticas colectivas, pues si bien se realiza esta distinción entre estética (moda) y estilos, y posteriormente se generarán comprensiones distintas entre estilos y política, estas operaciones de delimitación identitaria sólo son realizadas a partir de la propia trayectoria biográfica que les permite a los/as jóvenes articular los distintos componentes de manera progresiva: nadie "nace", "nos vamoshaciendo". Y es a partir de la apariencia en el vestir y en los accesorios utilizados que se marca una primera diferenciación respecto al mundo social.

De esta manera, las estéticas entendidas como moda son quizás la primera forma de presentarse en y frente al mundo, y a partir de allí comenzamos a complejizar la relación entre identidades individuales e identidades colectivas. Lo cierto es que dentro de los grupos juveniles que se constituyen a partir de estos denominadores comunes que definimos como estilos, la discusión respecto a cómo entender y cómo definir el estilo, va articulando a su vez las prácticas colectivas que se emprenden.

Esta complejidad para caracterizar unitariamente un estilo juvenil viene dada en primer término por los procesos internos por los que un joven hombre o mujer adscribe a éstos: la trayectoria constituye así uno de los principales marcadores y jerarquizadores de las posiciones que ocupan dentro de cada grupalidad. Lo mismo ocurre con aquellos jóvenes que declaran múltiples adscripciones y, por lo tanto, obliga a un ejercicio demarcador que priorice "una identidad" por sobre "su otra identidad", como les ocurre, por ejemplo, a los jóvenes rockeros de origen cristiano.

En segundo lugar, dentro de los estilos tampoco aparecen claramente definidos los posicionamientos respecto a ciertos temas como la violencia, el consumo de drogas, la sexualidad, etc., lo que va ampliando el menú de ofertas disponibles exponencialmente. Así tenemos el caso de jóvenes straight edge que se declaran veganos, no tienen relaciones prematrimoniales y están más cerca de corrientes "espirituales", y, por lo tanto, el punto de partida para la construcción identitaria es la persona; otra vertiente de este estilo juvenil, sin descuidar los componentes básicos de alimentación y no consumo de alcohol y drogas, pone el acento en la construcción de una colectividad y, por tanto, están más cercanos a la construcción de proyectos políticos y de acción colectiva que no tienen sólo que ver con el cuidado del cuerpo.

Para otro conjunto de jóvenes que forman parte de un determinado estilo juvenil, lo más importante es saber de música; eso implica escuchar bastante, estudiar, buscar, conocer. Una de las distinciones más importantes que ellos/as hacen es en relación con aquellos que no saben de música, pero que se sienten parte de los distintos movimientos o movidas musicales: esto marca la diferencia entre ser realmente, entre adscribir a un estilo, o ser "posero" y andar a la moda; lo primero es digno de respeto y lo segundo de rechazo.

Lo mismo ocurre si preguntamos por la variable de género dentro de los estilos juveniles, en tanto los estilos se han asociado por lo general con experiencias masculinas; serían principalmente los hombres los que saben más de música, conocen primero a las bandas y se interesan por este tipo de cosas, más tempranamente que las mujeres. Esta idea es debatida por las jóvenes que son parte de estas agrupaciones y que, en cierta medida, deben pelear y defender su posición, defender sus conocimientos y su trayectoria musical, frente a sus pares hombres, lo que provoca además distinciones entre las propias mujeres. Nos referimos de manera preferente a culturas juveniles rockeras o punkies donde existe una creciente incorporación de mujeres a estos tipos de grupalidades.

Lo importante de estas diferenciaciones que se van produciendo dentro de cada estilo es que permiten un progresivo nivel de conocimiento y construcción de visiones de mundo por parte de los jóvenes que adscriben a estas grupalidades, y que en la medida en que estos van haciéndose más experimentados (y menos jóvenes), algunos aspectos que anteriormente eran centrales como la vestimenta o la adopción en toda su radicalidad de las diversas estéticas se van relativizando. En la medida en que el mundo juvenil (sus estéticas y formas de vida) se van relacionando y mezclando con el mundo adulto (por ejemplo, del trabajo), este tipo de puestas en escena espectacularizadas va desapareciendo y/o se construyen estrategias de ocultamiento, aunque siempre guardando las distinciones y diferencias. En estos jóvenes lo que permanece es el estilo de vida, como concepción integral de mundo.

Por último, es necesario observar la manera en que los distintos estilos juveniles definen las formas de participar que tienen los jóvenes, pues las modalidades de participación y acción colectiva que desarrollan no son independientes de esas configuraciones culturales que denominamos estilos juveniles. Por el contrario, se encuentran íntimamente articuladas, de manera que preguntarse por "lo que los jóvenes hacen juntos" es interrogar precisamente esos marcos socioculturales que posibilitan un campo determinado de posibilidades o repertorios de acción social.

Afectividades y consensos ético

En la constitución del "nosotros" que caracteriza a las distintas agrupaciones juveniles, la variable afectividad aparece recurrentemente en los modos de significar las prácticas que desarrollan los jóvenes. Este tipo de indicadores, lejos de constituir una novedad en el estudio de los fenómenos colectivos19, adquieren importancia hoy en día en tanto muchas de las acciones colectivas que los jóvenes emprenden pasan más que por compromiso con una colectividad política, por una relación con una comunidad afectiva.

Estas afectividades que sienten con sus organizaciones están relacionadas con los valores compartidos, el encuentro con personas que comparten similares experiencias, con la posibilidad de generar lazos de amistad dentro de éstas, lazos que, en definitiva, permiten construir proyectos mayores. Y aunque la amistad no sea la motivación que "los lleva" a involucrarse, sí es un proceso que tarde o temprano aparece en las relaciones cotidianas que establecen, y va perfilando no sólo una imagen de los demás, sino que también va caracterizando al conjunto de la grupalidad. Por ejemplo, pensemos en los distintos atributos que el imaginario colectivo ha adjudicado a los jóvenes punkeros (individualmente rabiosos, colectivamente violentos) y en el polo opuesto a loshippies (individualmente amables, colectivamente pacíficos). Por lo mismo, sería un error significar la afectividad solamente de una manera armoniosa o amorosa (Alberoni, 1996), pues la misma afectividad es capaz de despertar desinterés, o incluso rabia.

Desde esta perspectiva, las formas de relacionarse que las/os jóvenes tienen, sobre todo en lo que respecta a los vínculos de amistad y amor que construyen cotidianamente y en colectivo, evidencian una significativa ruptura con los modelos tradicionales de hacer política, en tanto estas dimensiones son las que definen las posibilidades de acción y la permanencia en los grupos de los jóvenes, incluso antes que la adscripción e identificación con los "objetivos más racionales".

Finalmente, señalamos que es clave para los jóvenes que la discursividad propuesta sea capaz de ser vivida cotidianamente, y los tipos de vinculación que se producen son el resultado precisamente de la mayor o menor cercanía con la práctica del discurso sustentado: es lo que denominamos consenso ético. De esa manera, junto con la amistad emerge la confianza como valor central en la práctica juvenil.

Se va configurando un consenso ético respecto a los valores20 que sustentan la práctica colectiva, y quizás allí radique la clave interpretativa de las actuales formas de acción colectiva juvenil. Con esto nos queremos referir a la existencia de un conjunto acotado de valores compartidos entre los integrantes de una determinada agrupación y que no serían contradictorios mutuamente, todo lo cual posibilita la estabilidad y compromiso del grupo, y es la tarea principal por asegurar en determinados tipos de agrupaciones. Se produce, de esta manera, un reencantamiento de la política, ahora desde la ética. Es por ello que resultan absolutamente dolorosos los momentos en que esas confianzas, y esas transparencias, son quebradas por parte de algún integrante o de algún grupo de sujetos.

Pero lo que en primer momento aparece como una virtud (la coherencia) fácilmente se puede convertir en un estigma (inconsecuente), cuando se traiciona la coherencia, o en fundamentalismo, cuando se la lleva hasta las últimas consecuencias. Esta noción de consenso ético puede ayudarnos a su vez a comprender las militancias múltiples que adoptan en la actualidad los jóvenes hombres y mujeres; como son pocos los valores que sustenta cada organización, mientras no entren en contradicción unos con otros se puede participar de más de un espacio sin sentirse traicionando a nadie: es así como tenemos jóvenes que se dedican a las artes circenses y por esa vía tienen su propia grupalidad y sus propios espacios y temas de relación, pero a la vez son veganos y desarrollan su práctica con otro conjunto de jóvenes, y a partir de allí se vinculan con movimientos animalistas que reclaman el fin del sufrimiento de los animales.

Por lo mismo, definir cuáles son los valores que movilizan una determinada acción y, por esa vía, buscar compatibilidades con otras causas a las cuales sumarse, es un ejercicio muy delicado que al parecer requiere necesariamente una dosis de relativismo en las creencias centrales de la agrupación.

Acción colectiva juvenil y finalidades de adscripción

Asumir que la acción colectiva es un punto de llegada antes que un punto de partida en el análisis de las prácticas juveniles, implicó no simplemente describir "lo que hacen los jóvenes" e interpretar de manera más fiel posible los significados de esas acciones, sino devolver el camino y preguntarse en primer lugar qué los hace (a los jóvenes) hacer lo que hacen. En segundo lugar, supuso un desplazamiento no sólo teórico sino metodológico: ¿qué es lo que tendríamos que observar?, ¿cuáles serían los conceptos pertinentes para observar este "hacer" juvenil? Y aquí nuevamente surgía el obstáculo epistemológico de quedarnos atrapados en las formas más evidentes de acción colectiva juvenil: las organizaciones y agrupaciones tradicionales. Es por ello que fue necesario problematizar las dimensiones empiristas de estudio de la acción colectiva y sustituirlas por dimensiones más cercanas a lo cultural y lo simbólico como posibilitadoras de acciones colectivas. De allí que hayamos trabajado con el concepto de agregaciones juveniles (Urteaga, 2000), en el entendido de que el énfasis está puesto en los mediadores simbólicos que permiten constituir "un nosotros", una "grupalidad" que siempre es imaginada (Anderson, 1993).

Por lo tanto, a partir de las dimensiones expresivas, de gestión política e identitarias, he procedido a construir un mapa que nos aproxime a la diversidad de prácticas agregativas juveniles que he denominado finalidades de adscripción, que no son excluyentes mutuamente como hemos podido apreciar en el transcurso de este artículo, pero que sí nos permiten diferenciar y especificar los objetivos centrales que movilizan la acción de los jóvenes en la contemporaneidad.

La primera finalidad de adscripción reconocida es aquella que tiene como propósitos centrales la politización y el cambio social, y está compuesta fundamentalmente por aquellas agrupaciones juveniles ligadas a prácticas de la política más tradicional, con lo que nos encontramos en este caso con una diversidad de formas orgánicas como los colectivos, las juventudes políticas y las organizaciones estudiantiles.

La segunda finalidad de adscripción reconocida es aquella cuyo sentido central se orienta al trabajo comunitario en territorios claramente definidos, y que intenta poner en marcha procesos participativos con las comunidades, compuesta por diversos colectivos urbanos culturales, sociales y artísticos, que muchas veces transitan a contrapelo del sistema dominante y no necesariamente en contraposición (a veces incluso pueden dialogar con la institucionalidad, por ejemplo, recibiendo financiamiento o apoyo de instancias gubernamentales). Nos referimos aquellos grupos que expresan su politicidad a través de prácticas de tipo cultural y social. Entre ellas podemos mencionar algunas experiencias de grupos okupas y casas libertarias, que han levantado algún tipo de trabajo comunitario especialmente a través de la implementación de diversos talleres artísticos y educacionales en los que participan tanto los jóvenes miembros de la organización como los vecinos circundantes.

La tercera finalidad de adscripción es aquella que está orientada a la satisfacción inmediata de ciertas carencias a través del trabajo de voluntariado. Está compuesta por agrupaciones con altos niveles de institucionalización, creadas y dirigidas en su mayoría por personas adultas; aquí se ubican agrupaciones vinculadas con espacios religiosos como parroquias y templos evangélicos, quienes participan de centros deportivos, y los jóvenes que forman parte de organizaciones dedicadas a la beneficencia.

Una cuarta finalidad está definida por la expresividad de ciertos elementos simbólicos comunes, que se hace visible ante el resto de jóvenes y de la sociedad gracias a una estética que posee caracteres bien definidos, y que han sido vinculados con movimientos contraculturales denominados también culturas juveniles espectaculareso tribus urbanas. Estas agregaciones juveniles expresan la política de lo cotidiano, de la situación, del corto plazo, de quienes no tienen (en general) una posición militante, y que poseen un germen de politicidad distinto y diferenciado del germen de la politización: metaleros, dark, góticos, rasta regge, hip hoperos, punk, otaku, skin, y todos aquellos jóvenes que utilizan el cuerpo como resistencia. Además, expresan su parecer y desarrollan participación a través de acciones de tipo artístico vinculadas con los estilos a los cuales adscriben, realizando tocatas, festivales, talleres de música o simplemente encuentros en ciertos focos donde pueden consumir diversos productos culturales específicos.

Lejos de quedar atrapados en una fascinación juvenilista y adultocéntrica que niegue historicidad a las prácticas al invisibilizar las tensiones que atraviesan a los/as jóvenes, se trata de reconocer en estos procesos las claves comprensivas para el conjunto de la sociedad. Sólo de esa forma, la escritura de lo político en relación con los mundos juveniles no sólo hablará de desencantos y derrotas, sino también de espejos y deseos: sólo así podremos abrir puertas a una sociedad construida desde la democracia intergeneracional y el respeto a las diversas formas de vida.


Notas

1 Sobre el análisis de aquellas modalidades no estructuradas de acción social que despliegan las/os jóvenes en América Latina, y que ahí hemos conceptualizado como movidas, véase los trabajos de Valenzuela (2009), Reguillo (2000) y Urteaga (2000).

2 Un buen texto sobre el tema lo constituye Acción colectiva. Un modelo de análisis (Morales, 1999). Allí, el autor realiza una revisión de perspectivas teóricas para entender el fenómeno de la acción social y nos lleva a lecturas que van desde la visión del estructural-funcionalismo, pasando por la fenomenología y el interaccionismo simbólico, para terminar con las teorías de los movimientos sociales (Touraine) y de la acción colectiva (Melucci). Desde estas perspectivas, Morales centra sus ejes de análisis en el dilema de las ciencias sociales respecto del sistema y el actor, el orden y las libertades; del constreñimiento que ejerce la estructura sobre el actor; y de las posibilidades de invención que tiene éste en dicha estructura.

3 Se utiliza la noción descriptiva de grupalidades juveniles para referirse al conjunto de formas empíricas que adopta el estar juntos de las/os jóvenes. La más evidente al ojo del analista externo es la organización, que se caracteriza por su estructuración de las prácticas (rutinas, códigos, liderazgos). Sin embargo, existen otro conjunto de expresiones de grupalidades juveniles en que las prácticas no se encuentran demasiado estructuradas (redes simbólicas, adscripciones identitarias). Ambas formas de grupalidad juvenil son objeto del análisis que aquí presentamos.

4 Cabros de esquina refiere a la modalidad coloquial para referirse a agrupaciones juveniles informales y fundadas en la amistad que se desarrolla en los territorios de residencia. En el caso colombiano se le denomina parche, en México el símil sería banda.

5 Como señala Reguillo, la producción de visibilidad debemos entenderla como "el acceso al espacio público en condiciones equitativas de enunciación de los propios movimientos sociales […] lo que estará en juego es en qué medida los movimientos sociales serán capaces de generar las condiciones para dejar de ser 'rehenes de la fotografía' que los medios de comunicación producen sobre ellos" (2005: 55).

6 Las acciones colectivas juveniles aquí estudiadas remiten todas a construcciones colectivas de sentido, nos referimos a visiones comunes que orientan la actuación de las/os jóvenes. Desde esa perspectiva es que comprendemos a la juventud como actor social. En la base teórica de esta afirmación se encuentran los trabajos de Faletto (1986), Aguilera (2003), Valenzuela (2009), entre otros.

7 La política de comunicación juvenil remite a aquellos procesos simbólicos y comunicativos que despliegan tanto las/os propios jóvenes como el mundo adulto e institucionalizado. Se trata de una lectura que visibiliza fundamentalmente los modos de relación social entre los distintos grupos generacionales que se proponen a través de dichos procesos.

8 Esta forma de acceder al análisis de la acción colectiva está influenciada por la utilización de la teoría, fundamentada en términos metodológicos, lo que implicó trabajar con sucesivos procesos de teorización de los que esta definición no es más que el punto de partida.

9 En general, aunque no exentas de debate, algunas propiedades formales de los rituales serían repetición(tiempo, espacio, contenido, de forma), acción (implica hacer algo y no sólo decir o pensarlo, por lo tanto, no es espontáneo), estilización (acciones, símbolos extraordinarios o usados de modo inusitado, hay una complacencia en fascinar, desconcertar y confundir, no en pocas ocasiones producen disonancias cognoscitivas), orden (eventos organizados de personas o elementos culturales, tienen un principio y un fin, no excluyen momentos de caos y espontaneidad), estilo presentacional evocativo (intentan producir un estado de alerta manipulando símbolos y estilos sensoriales), dimensión colectiva (tienen un significado social, las reglas exigen que sean reconocidas públicamente y que sean transmitidas por actores pertinentes), felicidad e infelicidad (de la realización del ritual), multimedia (utilizan heterogéneos canales de expresión), tiempo y espacio singulares (fragmentan el fluir de la vida cotidiana) (Díaz, 1999).

10 La noción de adscripción que utilizamos es tributaria de Reguillo (2000) y remite a aquellas modalidades de agregación juvenil donde el componente simbólico y de sentido, o la red simbólica como la define Valenzuela (2009), son lo que define el estar juntos antes que la sistematicidad u organicidad de sus prácticas.

11 La relación entre carnaval y conflicto social está ampliamente documentada en las ciencias sociales y humanas, y también en los fenómenos empíricos que hemos observado. El último de estos ocurrió precisamente en Valparaíso en el mes de diciembre cuando en el marco de la realización de los carnavales culturales se produjeron violentos enfrentamientos entre jóvenes y policías producto de la ocupación de plazas y parques como lugares de fiesta pública con el consiguiente consumo de alcohol asociado. La acción policial para desmantelar estas fiestas espontáneas generó una fuerte reacción de los jóvenes que se tradujo en enfrentamientos durante las dos primeras noches de carnaval y tal como ha venido ocurriendo en años anteriores.

12 Los resultados de la V Encuesta Nacional de la Juventud muestran que los principales problemas de los jóvenes chilenos se refieren al endeudamiento, con un 25% de los jóvenes con deudas en casas comerciales y entidades financieras, 55% mujeres, la mayor tasa de acuerdo con la variable género. Este proceso afecta principalmente a jóvenes de sectores medios y bajos.

13 En el caso chileno, los estudios sobre juventud presentan con mayor profundidad esta característica. Quizás el único campo en donde podemos encontrar estudios sobre la materia es la sexualidad y sus problemáticas asociadas: proyectos de vida, embarazo adolescente y juvenil, etc. Lo privado aparece entonces como "lugar" de enunciación y teorización de la vida juvenil en su dimensión de género, provocando un gran descuido por aquellas cuestiones "públicas".

14 De acuerdo con Bourdieu, el concepto de capital social remite al conjunto de recursos disponibles por parte de un sujeto y que están enmarcados en una red de relaciones recíprocas e institucionalizadas. Esto implica al menos la existencia de una grupalidad a la cual se pertenece, que además posee elementos comunes y cuyos vínculos son permanentes.

15 Una investigación desarrollada por el Centro de Estudios Socioculturales (CESC, 2003, Chile) tiene como objetivo analizar "el paso de los movimientos sociales a los colectivos". Creo que allí radica una confusión teórica y metodológica a la vez, en tanto se confunden nociones de planos teóricos (movimientos) con nociones de planos empíricos (colectivos), y, por lo mismo, resulta difícil sostener una tesis de dicha naturaleza, más aún en el momento de realizar empíricamente una investigación sobre la base de estas premisas. De hecho, en conversación personal, pues no hay publicaciones todavía, los investigadores me cuentan que tuvieron que dejar de investigar colectivos y comenzar a estudiar las formas de participación juvenil en general.

16 La refundación alude al cambio de los objetivos que persigue el colectivo. Siguen los mismos integrantes, quizás mantengan las mismas rutinas organizaciones, pero se dedican "a otros temas" y no a los que originalmente dieron origen a la agrupación.

17 Si algo constituía la forma clásica de participación política era la exclusividad en la militancia. O se estaba en el territorio, o se participaba del movimiento estudiantil. Así como existía exclusividad territorial, también reconocemos una exclusividad en torno a un solo conflicto: o de clase, o de género. Eso, a la luz de las evidencias acumuladas, es lo que hoy en los mundos juveniles se encuentra en retirada.

18 El uso del concepto de estilo en los relatos juveniles es coincidente con la conceptualización utilizada por autores como Hedbige (2003) y Douglas (1998), entre otros, en cuanto a considerarlo una gramática que posibilita organizar la posición del sujeto en la sociedad.

19 Al respecto, podemos señalar los trabajos de Weber, Durkheim y Simmel.

20 La idea del consenso ético la he recuperado de Margaret Mead, a propósito de su estudio sobre la sexualidad de los jóvenes en Samoa. Ver Adolescencia, sexo y cultura en Samoa (1985).


Referencias bibliográficas

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Los jóvenes de Medellín: ¿ciudadanos apáticos?*

Os jovens de Medellín: Apático cidadãos?

Medellín’s Youths: Apathetic Citizens?

Deicy Hurtado Galeano*


* Este texto hace parte de la investigación "Jóvenes, participación política y formación democrática", financiada por Colciencias, la Universidad de Antioquia y la Universidad Central de Bogotá, cuya duración fue desde febrero de 2007 hasta diciembre de 2008. Algunos elementos fueron expuestos en el seminario "Políticas públicas y formación de ciudadanos éticos y socialmente responsables", Medellín, Universidad de Antioquia, abril 22 y 23 de 2009.

** Socióloga, Magíster en Filosofía Política. Profesora e investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El artículo analiza algunas formas de expresión y comunicación que jóvenes de Medellín han construido para mostrar la estrechez de la política y exponer sus formas particulares de ejercerla: la música, el grafiti, el teatro, las artesanías, los medios de comunicación alternativos, la agricultura orgánica y las estéticas corporales.

Palabras clave: reconfiguración de la política, ciudadanías contextualizadas, aprendizajes ciudadanos, expresiones políticas juveniles.

Resumo

O artigo analisa algumas formas de expressão e comunicação que jovens de Medellín (Colômbia) construíram para mostrar a miopia da política e expor as suas formas particulares de exercê-la: a música, o grafite, o teatro, o artesanato, os meios de comunicação alternativos, a agricultura orgânica e as estéticas corporais.

Palavras chave: reconfiguração da política, cidadanias contextualizadas, aprendizagem cidadão, expressões políticas juvenis.

Abstract

The article discusses some forms of expression and communication that young people of Medellín have built to show the nearness of politics and to present their particular ways of practice: Music, graffiti, theatre, crafts, alternative media, organic farming and corporal aesthetic.

Key words: politics reconfiguration, contextualized citizenships, citizen learnings, political juvenile expressions.


Hemos oído muchas veces lo de pan y circo para el pueblo, pero ni pan ni circo nos han dado, tan sólo un espectáculo dantesco de muertes… tantas.

Ya nos acostumbramos a la muerte cotidiana, y alineados unos a otros, los cuerpos baleados, a veces, con las manos atadas y los ojos vendados, calcinados y destruidos por sierras se repiten una y otra vez en la pantalla del TV.

Es la muerte de la solidaridad y la sensibilidad, sometidos a la intimidación colectiva habitamos la muerte cotidiana, los cuerpos torturados, masacrados, amarrados, marcados, se erigen en el modelo de castigo.

Sin embargo, sabemos que mientras más delirante y agobiada se encuentra una sociedad, más urgencia tiene de arte, cultura, espiritualidad y juventud […].

Desadaptadoz

Introducción

En Colombia existen imaginarios sociales bastante negativos sobre los jóvenes y su participación en la esfera política, basados en su desafección o desidentificación con los partidos políticos, en la alta abstención electoral y en la baja implicación de los jóvenes en escenarios de participación donde se discuten y toman decisiones sobre los problemas comunes, tal como se desprende de las encuestas de percepción ciudadana y de las mediciones de cultura ciudadana. Cifras como las presentadas en encuestas nacionales de opinión pública parecen corroborar estas representaciones cuando afirman que existe un índice de rechazo muy alto (63%) de los jóvenes entre 25 y 34 años hacia las estructuras partidistas1. En Medellín, la situación es similar, pues según diferentes ejercicios de medición de la cultura política, alrededor del 70% de los medellinenses posee una mala imagen de la política por lo que la asocia con: corrupción, clientelismo e incumplimiento de promesas (Miralles, Reina y Arenas, 2006). En el mismo sentido parece ir la cifra, según la cual, 51% dice que no le interesa nada la política y el 43% manifiesta que le interesa poco esta actividad (Arenas, 2008)2.

Atenerse a estos imaginarios y a la contundencia de los estudios cuantitativos, sólo deja como opción confirmar el desinterés por la política y la apatía ciudadana como una representación simbólica de la política o como un rasgo profundo de la cultura política de Medellín, y no sólo de los jóvenes. Pero ubicarse en un lugar epistemológico distinto y echar mano de un nuevo mapa cognitivo, permite comprender cómo es que se está redimensionando la política, justamente desde actores que tradicionalmente habían sido excluidos (o se habían fugado) de esta importante esfera de acción humana y a través de formas de expresión que las teorías clásicas no reconocían como políticas3.

Este artículo presenta algunos hallazgos del caso de Medellín que resultaron de la investigación "Jóvenes, participación política y formación democrática. Un estudio comparado entre Bogotá y Medellín"4en el que, además de poner en cuestión la difundida apatía política de los jóvenes, se querían auscultar las formas de expresión, organización y actuación de los jóvenes de estas dos ciudades que potencialmente renuevan las prácticas políticas. La primera parte del artículo construye un mapa conceptual que permite virar la mirada hacia lo que la racionalidad formal del pensamiento moderno y las teorías sociológicas y politológicas tradicionales habían desdeñado catalogándolo como lo no político y como los no sujetos de la política, pero que desde una mirada atenta a estos sujetos y a sus experiencias permite decir que, aunque no cesan de declarar su malestar con la política tradicional, no han abdicado de la política, ni han declarado su muerte. En la segunda parte, el texto se adentra en esas otras modalidades del quehacer político, en esas formas y ejercicios políticos y ciudadanos emergentes en las experiencias de jóvenes, quienes reclamando el reconocimiento de sus diferencias, de sus identidades, de sus subjetividades, de su creatividad individual, no cesan de pensar en la necesidad de construir un proyecto común, es decir, un horizonte de futuro en el que sea posible una sociedad más justa.

De la crisis de la política o la urgencia de nuevas claves interpretativas para entenderla

Uno de los lugares o puntos de partida más comunes en la literatura reciente de las ciencias sociales, habla de la despolitización de las sociedades, del fin de la política como representación y como construcción de comunidad política, frases con las que se quiere englobar no sólo la muerte de los metarrelatos y de las ideologías políticas, sino que también pretenden dar cuenta del desvanecimiento de las fronteras entre las esferas pública y privada, de la "apatía ciudadana frente a la participación política y electoral, de la erosión de la identidad nacional" (Martín Barbero, 2001: 17), de la casi desaparición del sujeto de derechos en aras del ciudadano consumidor, de la fragmentación que hace impensable lo común5.

Es en ese contexto en el que cobra absoluta pertinencia la pregunta que ha planteado la profesora María Teresa Uribe (2004) en su Invitación a la ciencia política, sobre si lo que está en crisis es la política o lo que se sabe de ésta con sus respectivos métodos y teorías. Porque también esta disciplina se ha inscrito en los cambios epistemológicos evidenciados por las filosofías postanalíticas (Bermudo, 2001) cuando han puesto al desnudo el declive de categorías fijas, definidas, ordenadas, para darle paso a su deconstrucción desde la crítica y la falsación, reconociendo la indeterminación y el carácter inconcluso, intrínseco al conocimiento.

Es muy probable que no tengamos los ojos acostumbrados a ver en la oscuridad de aquello que aún no ha terminado de nacer, que no sepamos aproximarnos a otras maneras de hacer y representar la política, de pensar el Estado, de discurrir sobre sus límites y sus alcances, de entender el sentido de los nuevos poderes, la naturaleza de conflictos inéditos, las prácticas de actores tradicionalmente ausentes de los espacios públicos y que irrumpen para reivindicar derechos específicos que en la práctica desafían la generalidad y la universalidad de estos derechos, discutimos si están emergiendo nuevas ciudadanías y declinando viejas soberanías sobre las cuales se soportaba hasta hace muy poco el edificio del Estado-nación. Y si se transformaron las fronteras, los límites, los espacios y los territorios que enmarcaban tradicionalmente el viejo edificio de la ciencia política, y esta disciplina se ve abocada a nuevas travesías por el desierto para reconstruir maneras de entender el mundo y transformarlo (Uribe, 2004: 12).

Justo es reconocer que la idea de ampliar la definición de la política no es un problema del nuevo milenio, ha sido una tarea de los teóricos desde las décadas de 1970 y 1980, cuando se planteaba, por ejemplo, que se debían tener en cuenta los "aspectos no democráticos de la política"6, y cuando hablaron de situarla siempre en sus contextos sociales; incluso, cuando con los aportes del feminismo7 se le inquirió a la política la necesidad de no quedar reducida al gobierno y los asuntos públicos, a la economía y las relaciones exteriores, a la administración pública y al Estado, mostrando con suficiencia cómo asuntos privados se habían convertido en asuntos públicos (Stoker, 1997).

Algunos autores han propuesto definiciones más dinámicas de la política planteando, por ejemplo, la idea de la política de la vida cotidiana, abriendo nuevos caminos para entenderla como un aspecto de las relaciones sociales, como un proceso generalizado de las sociedades humanas que abarca otras áreas de la vida social (género, raza, clase) y comprende las actividades de cooperación y de conflicto dentro de las sociedades y entre éstas; concibiéndola como una actividad ubicua que se encuentra en la familia, en las asociaciones voluntarias, en el Estado y en las corporaciones multinacionales (Stoker, 1995).

De manera que frente a la idea de reducir la política al poder ejercido desde la sociedad hegemónica, desde el Estado, se abrieron paso visiones más amplias que volvían a ponerla en el lugar de las relaciones sociales, y no sólo de las relaciones de poder. Ese intento por sacar a la política de los marcos estrechos de la representación y del poder, ha tenido eco en la ciencia política desde la década de 1990, cuando el nuevo institucionalismo propuso dar el giro epistemológico hacia la consideración de las bases culturales de los fenómenos relacionados con la distribución del poder y, en general, con el orden simbólico de la política8. Esta variación en el eje epistemológico de la política está relacionada con elementos contextuales como la crisis de las democracias en las sociedades desarrolladas, la quiebra del Estado de bienestar que ha dejado a su paso profundas desigualdades económicas y nuevas formas de marginación social, así como los problemas del desarrollo del Tercer Mundo, obligando a que en su análisis se reconsidere el papel de la acción colectiva y el surgimiento de nuevas formas de participación política.

En el trasfondo de esta discusión está la pregunta por el lugar en el cual se pone la atención para interpretar la política y el comportamiento político de los ciudadanos en la esfera pública: en el orden y la estabilidad política, en el sistema y en la estructura institucional; o en las tramas visibles e invisibles de la cultura, en la confrontación de fuerzas y potencias diversas de que se compone la política, así como en la dimensión de transformación y cambio que subyace a ésta. La perspectiva que queremos profundizar nos aboca a mirar hacia ambos lados: el del "orden" establecido con sus formas de sujeción y subordinación que desde un pretendido "discurso político verdadero" legaliza variadas formas de exclusión y son naturalizados los sistemas de injusticia, como también el de esos caminos "desviados" por donde transitan formas de resistencia e innovación social, pugnando porque los "discursos políticos despreciados" aparezcan en la esfera pública cargados con "nuevas formas de voluntad de verdad"9, desde las cuales se conjuran prácticas, representaciones y discursos de la política dura, luchando por más equidad.

Es una provocación a ver el orden y el desorden, el centro y la periferia de lo político, pero con otras matrices interpretativas. De tal suerte que para el primero, el centro, se requeriría una indagación por los discursos y prácticas que sustentan el orden (instituciones, leyes, sistema político); se trataría de auscultar los procedimientos a través de los cuales se controla, selecciona y distribuye la producción del discurso, y que generan sistemas de exclusión hacia lo prohibido, lo anormal, lo falso, lo carente de verdad y de racionalidad: "Así no aparece ante nuestros ojos más que una verdad que sería riqueza, fecundidad, fuerza suave e insidiosamente universal. E ignoramos por el contrario la voluntad de verdad como prodigiosa maquinaria destinada a excluir" (Foucault, 2002: 5).

Para la segunda, la periferia, lo que ha sido invisibilizado desde el centro de lo político, se requiere poner la mirada en las retóricas, en las estéticas, en las poéticas, en los referentes simbólicos utilizados por los sujetos para divulgar sus proyectos y convencer a los otros. Una interpretación del discurso que no es sólo traducción literal, es auscultar cómo se dice y argumenta, cómo se rebate al contradictor, qué se menciona, qué se calla, qué se recuerda y qué se olvida, qué proyectos construye, qué acciones emprende. Es una vertiente del análisis del discurso, no ya para ver cómo contribuye a sustentar el orden, sino cómo también puede ser utilizado para trastocar órdenes existentes, para interactuar con otros, para resistir o combatir, para construir utopías, lo que además de palabras exige acción.

Es una convocatoria a intentar desentrañar el sentido político de prácticas, acciones y discursos que la ciencia política dura se ha empeñado en negar, bien por haber estado relegadas al mundo de lo privado; bien por ser enunciadas por actores tradicionalmente excluidos del saber y la práctica política (los jóvenes, las mujeres, los negros, los indígenas); bien por hacer parte de reivindicaciones que se suponían del mundo prepolítico o de la esfera de la necesidad (la vida privada, los sectores populares); bien por utilizar estrategias y expresiones que se distancian de las formas de expresión política clásicas, como las urnas y los partidos, para transitar por la música, la pintura, el grafiti, el teatro, las redes de comunicación y las estéticas corporales.

Multiplicidad de prácticas, escrituras, lenguajes y discursos encarnados en sujetos y actores que pugnan por el reconocimiento de sus especificidades y diferencias, pero que deben ser interpelados por la política en su capacidad de construir un nosotros que permita superar el individualismo egoísta desde identidades tenues e incluyentes. Se trata, entonces, de lo que se ha llamado transformaciones de la política o dimensión cultural de la política, que además de reconocerle a otros actores sociales y culturales su accionar político, de reparar en la forma como estructuran sus discursos y expresiones puestas en escena en una esfera pública plural, también se ocupa de ubicarlos en el contexto histórico, esto es, en la manera como son marcados por la conciencia y la memoria histórica (factores socioestructurales e institucionales). Esas tramas de la cultura que también permiten explicar las fuentes de la legitimidad de un régimen político, el devenir de los procesos de transformación y cambio, así como la diversa naturaleza de la vida política producidas en distintas sociedades o aun dentro de una misma sociedad (Morán y Benedicto, 1995).

Así como ha sido declarada la insuficiencia de los escenarios políticos y del espacio público convencional (los partidos, las urnas, los cabildos), también están siendo desbordados los ejercicios tradicionales de la ciudadanía (el ciudadano votante, el ciudadano miembro de un partido, el ciudadano participativo). La imposibilidad de diseñar el modelo ideal de sociedad, con su respectivo modelo de Estado, de ley y de polis, ha estado acompañada de la infructuosa búsqueda del hombre ideal, del ciudadano ilustrado y virtuoso, capaz de vivir en ese mundo armónico, obedeciendo al Estado, sometiéndose a la ley y participando en la polis10.

Pero las sociedades contemporáneas han experimentado la imposibilidad de ver sus calles transitadas por ese sujeto que prometía la moderna teoría política, por esos ciudadanos integrados, homogéneos, sin fisuras ni contradicciones; ha quedado como una promesa incumplida de las viejas teorías sociológicas y politológicas. En su lugar, las sociedades han visto proliferar la diversidad, por la coexistencia y confrontación de lógicas de acción heterogéneas, pues además de estar constituidas por los grupos hegemónicos y por los actores que enarbolan la tradición, también están habitadas por grupos subordinados, por identidades negadas, por voces silenciadas tras la ciudadanía nacional como identidad política por excelencia (y piedra angular de la teoría política moderna), pero que desde las últimas décadas del siglo XX emergieron en cuerpos y grupos de mujeres, homosexuales y transexuales, en comunidades indígenas y negras, en colectivos de jóvenes y de inmigrantes que desde entonces no han cesado de reclamar el "derecho a sus memorias" y a sus proyectos (Martín Barbero, 2002)11.

La exclusión de la esfera política que han experimentado todos estos actores no les ha impedido hacer política de facto, es decir, "en el acto mismo de la exclusión [han descubierto] su potencialidad" (Sánchez, 1999: 144). Porque su primera acción política ha sido, justamente, poner al desnudo la precariedad de la movilización masiva y del rito electoral, denunciar los malestares con la exclusión institucionalizada, plantear la crisis de las tradicionales formas de hacer política, evidenciar la desafección hacia los partidos políticos como forma paradigmática de participación o incorporación en el orden político. Esas posturas son una muestra de su potencialidad política, porque han configurado otras formas de organización y movilización y otras prácticas colectivas que han obligado a ensanchar la esfera pública-política, a reconocer la existencia de universos políticos plurales, a construir identidades políticas a partir de formas asociativas del espacio privado y de las subjetividades, y no sólo a partir de la pertenencia a un partido o a la nación. Se trata, en fin, de unos actores políticos excluidos que construyen órdenes normativos de facto, que replantean las relaciones entre los sujetos y la autoridad o el orden, pero también disponen de recursos para resistirse al poder, configurándose así esa idea de ciudadanías híbridas omestizas12.

Es un enfoque que se atreve a dudar del orden y la ley denunciando las injusticias y exclusiones institucionalizadas, que

[…] ha enfatizado en la necesidad de ampliar el ágora, de darle entrada a los excluidos, de universalizar derechos y libertades, o de reconocer diferencias, que han indagado sobre los fundamentos de la legitimidad de los gobernantes y sobre las razones éticas y políticas de la obligación de obedecerles, han dudado de la bondad de la ley, de la intrascendencia del mundo privado y han propuesto modelos alterativos de orden político, donde el conflicto y la guerra pudiesen tener también su espacio para la reflexión (Uribe, 2004: 6).

Esta perspectiva ha sido influenciada por la sociología, la antropología y la historia políticas, que han llevado la discusión hacia la pregunta por los procesos sociales que en diferentes momentos y espacios permitieron la configuración de la ciudadanía, la construcción de comunidades políticas, los procesos organizativos, la producción y reproducción del poder político, la naturaleza y cosmovisión de la sociedad en cada momento histórico, las dinámicas de inclusión o exclusión operadas en el ámbito cultural, territorial y étnico13.

El propósito de este enfoque es evidenciar la matriz básica de la ciudadanía que permea el pensamiento político de una sociedad, que se traduce en constituciones y leyes (el referente normativo fuerte de cada sociedad), al tiempo que en costumbres y prácticas políticas (cultura política) de las élites y de los sectores subordinados. Porque son estos últimos con sus prácticas los que permiten ver cómo la imposición de una matriz dominante de ciudadanía (la que se construye desde la sociedad mayor), no solamente da lugar al sometimiento o a la aceptación y legitimación de ésta, sino también a su modificación o reinterpretación, incluso, a la resistencia. Y aquí se abre el campo de la hibridación, de la coexistencia y/o superposición de diferentes universos políticos y distintos modelos de ciudadanía que, por supuesto, inciden sobre las prácticas políticas y nos ponen "de cara a", esto es, las ciudadanías realmente existentes14.

Visibilizando los aprendizajes políticos emergentes en las experiencias juveniles

El mapa cognitivo construido en el anterior apartado, le otorga centralidad a la perspectiva del actor del proceso político y a su subjetividad, al tiempo que rescata las experiencias de aquellos que generalmente han sido puestos en los márgenes del orden político. Mantener una coherencia con este corpus analítico, implica asumir un enfoque metodológico sustentado en la reflexividad hermenéutica que supone no una investigación sobre jóvenes, sinocon los jóvenes articulados con diversas expresiones organizativas15. Sus discursos –entendidos como palabras y relatos, pero también como experiencias y prácticas– constituyen la unidad básica de análisis que permitió al equipo de investigación y a los propios jóvenes describir y comprender las formas de, organización, expresión y actuación que un sector de jóvenes de Medellín viene proponiéndole a la ciudad, variopintas maneras, proyectos y esferas de actuación política.

En tanto proceso constructivo y dialógico, implica la utilización de una caja de herramientas metodológicas con las que "el investigador y los jóvenes involucrados reconocen, integran, reordenan y expresan los elementos que componen el sistema descriptivo, comprensivoexplicativo de sus prácticas políticas" (Instituto de Estudios Políticos, 2008: anexo 6,10), que está conformado por: 1) los momentos de observación participante que permitieron el reconocimiento de las prácticas llevadas a cabo en la vida cotidiana de las agrupaciones juveniles, en las acciones públicas realizadas, al tiempo que del propio equipo investigador; 2) las entrevistas por organización que, mediante unas preguntas generadoras, permitieron caracterizar cada agrupación permitiendo que afloraran las distintas perspectivas que coexisten en su interior; 3) los talleres de la memoria con los cuales fue posible una interacción cara a cara entre jóvenes e investigadores para dar lugar al diálogo de saberes que pone en cuestión la relación poder-saber, para configurar sujetos que expresan sus vivencias, comentan sus emociones, dan cuenta de sus comprensiones, problematizan sus imaginarios, recuperan sus recuerdos, describen sus acciones y, por supuesto, construyen y reconstruyen conocimientos; 4) la investigación documental que permitió tanto la construcción de estados del arte sobre jóvenes y política, como la sistematización de la documentación de archivo y virtual elaborada por las agrupaciones. Los diarios de campo, la transcripción de entrevistas, las relatorías de talleres y tertulias, las notas ampliadas, la matriz de balance de información, así como las fichas analíticas fueron los instrumentos para consignar la información obtenida y los datos relevantes para la investigación. Cada uno de estos instrumentos se ingresó como documento primario en Atlas.ti, y dio lugar al análisis por cada organización (descripciones densas) y a partir de códigos saturados se construyeron informes temáticos. La comunicación de resultados fue un proceso permanente en la investigación, pues en cada taller o tertulia se validaba la información obtenida en momentos anteriores, las notas densas se socializaron con cada uno de los grupos y fueron convertidas en cartillas que recogen asuntos fundamentales de sus prácticas: contextos de surgimiento, configuración del grupo, sujetos, prácticas discursivas, acciones políticas, redes y alianzas, propuestas educativas. Además, se hicieron perfiles de los grupos con el fin de disponerlos en forma de videoclips en el blog Nomelepeguealperro, creado en el marco de la investigación, los cuales fueron la base para la producción, en asocio con Platohedro, de un video documental que recoge testimonios y los hallazgos centrales de la investigación16.

Para seleccionar las agrupaciones de jóvenes que permitieran un acercamiento a las prácticas políticas objeto de la investigación, el proyecto estableció que los ámbitos de acción debían ser la cultura, la comunidad o la política, para reconocer conjuntamente con los integrantes de estas agrupaciones las modalidades de organización que constituyen los motivos y fines que movilizan, los contextos en que se desenvuelven, sus formas de comunicación y expresión y su incidencia en los contextos educativos amplios de la ciudad y los ciudadanos. Sin embargo, esta clasificación planteada en el proyecto no se correspondía con lo hallado para el caso de Medellín, pues las distintas entidades públicas y privadas consultadas mostraban que la forma de clasificar a las organizaciones respondía a la siguiente nomenclatura: culturales, participación, ecológicas, políticas, religiosas, recreativas, de emprendimiento, deportivas, salud y convivencia; por supuesto, la delimitación se centró en las cuatro primeras clasificaciones.

Para llegar a identificar las organizaciones se realizaron visitas a entidades municipales y a organizaciones no gubernamentales, se participó en encuentros juveniles, se rastrearon páginas electrónicas en Internet y se hicieron entrevistas con expertos de la ciudad en el tema de juventud. Acercamiento que permitió construir un abanico de treinta organizaciones juveniles que potencialmente pudieran hacer parte de la investigación, lo que suponía establecer nuevos criterios para seleccionar de allí a las nueve agrupaciones. Estos fueron: estar conformada por más de tres personas, un 60% de ellas con algún vínculo de escolarización, tener entre catorce y veintitrés años, ningún adulto presente en la organización (aunque podrían haber influido en el impulso de ésta), distribución territorial por zonas o comunas y estratos socioeconómicos y actuación de la organización a través de algún medio de expresión. Estos criterios debieron flexibilizarse porque no se pudieron contactar organizaciones juveniles de los estratos cinco y seis; también porque las organizaciones de larga trayectoria, para el momento de la realización del trabajo de campo, contaban con integrantes que superaban el rango de edad establecido.

Los grupos seleccionados fueron los siguientes: Red Juvenil, OtraEzcuela (organizaciones educativas), Desadaptadoz, Punkies y Cerebro, Crew Peligroso (colectivos musicales de punk y hip hop), Arte Ambigua, Revolución de la Cuchara (organizaciones ambientalistas, antiespecistas), Crisálidas (organización comunitaria con enfoque de género), Jughandi (organización comunitaria lúdica)17. El trabajo de estos grupos se localiza en barrios y comunas de estratos dos y tres, pero sus integrantes viven en barrios de estratos que van del uno al cuatro. Desde los primeros acercamientos a los grupos era claro que sus experiencias individuales y colectivas estaban marcadas de distinta manera por el conflicto urbano de Medellín, además compartían la búsqueda de alternativas políticas diferentes a las tradicionales, es decir, a las del bipartidismo, la participación electoral, el clientelismo; aunque en distintos niveles cada uno de los grupos ha desarrollado un carácter político crítico frente a uno o varios ámbitos de la realidad colombiana: la injusticia, la pobreza, el militarismo, el machismo, el deterioro ambiental, la corrupción, la "politiquería" y la concentración de la tierra.

Han sido múltiples los elementos encontrados en las experiencias de los grupos juveniles participantes de la investigación que dan cuenta de la forma como están redimensionando la política, pero se dará cuenta de algunos de ellos que permiten aproximarnos a una caracterización de las modalidades del quehacer político que están desarrollando los jóvenes en Medellín, desde las cuales se están otorgando otros sentidos a la política.

La denuncia de los malestares con la sociedad y con la política

Aunque muchos hablan de la falta de conciencia de los jóvenes sobre la realidad social que les ha tocado vivir, lo que se condensa en frases como "¡usted no sabe en donde está parado!", o en preguntas como "¿en qué país cree que vive?", lo cierto es que nuestro acercamiento a las experiencias de jóvenes nos ha mostrado las capacidades que han desarrollado para identificar las situaciones de injusticia e inequidad a las que se enfrentan, empezando en las esferas más íntimas (las relaciones amorosas, familiares y vecinales), pasando por los contextos de la ciudad y del país (las dinámicas violentas pervivientes), hasta llegar a escenarios más globales (la dependencia y la pobreza generada por el sistema capitalista).

"[…] la aparición de diversas formas de violencia, tanto en el ámbito rural como urbano. Surgieron los grupos de justicia privada, las milicias, el sicariato" (taller de la memoria sobre contextos de surgimiento). Fue justamente esta situación la que exigió una nueva expresividad musical. "El rock era el sonido que se imponía, con el que una gran cantidad de jóvenes se identificaron. Pero además, hijo de éste, nacía una vertiente, que como todo hijo se declaraba rebelde y aun más contestataria y visceral, era la generación punk. En los barrios populares, en particular, este nuevo lenguaje cayó como anillo al dedo a una juventud obligada a sobrevivir en condiciones hostiles con déficit de vivienda, de salud, de educación" (taller de la memoria sobre contextos de surgimiento).

Lo anterior logra verse claramente cuando en los talleres de la memoria los integrantes de los grupos evocaron los contextos de violencia como los motivos que impulsaron a la conformación de la mayoría de estas organizaciones. Contextos que para los jóvenes han sido agenciados por los grupos armados, las bandas delincuenciales y el Estado, como perpetradores y perpetuadores de las múltiples violencias que ha enfrentado la ciudad y el país. Contextos de violencia y exclusión que se producen y reproducen en la esfera íntima del amor, las familias y el vecindario; por ejemplo, narraban como vestirse y peinarse distinto, gustar de otras músicas y ritmos, preguntarse por los roles de hombres y mujeres dentro de la familia, practicar otros rituales y conmemoraciones los ha convertido en objeto de señalamiento, de estigmatización, de exclusión y hasta de eliminación física. Esto se evidencia en que estos jóvenes han sido estigmatizados por actores tradicionales como los curas párrocos, por considerar, por ejemplo, que los rituales de conexión con la naturaleza son contrarios a la fe cristiana. También han sido perseguidos por grupos emergentes como los paramilitares por el decidido rechazo que han realizado estos colectivos al tradicional militarismo que ha caracterizado a la sociedad colombiana, y que no le ha dejado otra opción a los jóvenes de estratos bajos que la de pertenecer a ejércitos legales e ilegales. Finalmente, se mira con sospecha a quienes luchan por la construcción de relaciones equitativas entre hombres y mujeres, entre los seres humanos y la naturaleza, así como a quienes pretenden mostrar que este orden político esconde una gran "podredumbre" social.

Los políticos representan intereses particulares, esto incluye empresas del sector privado y actores armados. La administración municipal atiende sólo a los líderes comunitarios de la "maquinaria". Hay ausencia de espacios de participación, la paramilitarización, la politiquería, el clientelismo y la corrupción han llevado al desfalco de las finanzas públicas por la permanente utilización de recursos con fines particulares. El municipio presenta un continuismo de los líderes políticos tradicionales […] lo que hace imposible que existan espacios para la diversidad política. […] Nosotros nacemos como una crítica a las formas tradicionales de hacer política (taller de la memoria sobre contextos de surgimiento).

En síntesis, los jóvenes tienen aprendizajes que les permiten tener conciencia de la situación conflictiva en que se desenvuelve su vida y la de sus grupos, lo que genera en ellos preguntas y cuestionamientos sobre lo que ocurre, sentimientos de inconformidad y necesidad de construir alternativas; tal como lo dice Pilar Riaño (2006), la violencia actúa no sólo como impronta en la memoria de los jóvenes que los obligó a obedecer, sino que también los incita a la acción mediante la organización. Así pues, para estas organizaciones ni el temor generado por la violencia, ni las sistemáticas formas de exclusión e infrareconocimiento las ha paralizado, por el contrario, han asumido el reto de la acción que les permite salir del círculo vicioso que ha visto a los jóvenes a la vez como víctimas y como victimarios de este contexto de violencias. El sentido político, entonces, se desprende de su capacidad para reconocer y denunciar los malestares con la sociedad (violencias, pobrezas, machismos) y con la política (referentes y prácticas políticas excluyentes, autoritarias, corruptas).

[…]. La actividad del kittin18 político es un tipo de intervención que también se necesita para llevar una propuesta contracultural, pero que son mucho más difíciles de hacer porque no son actividades abiertas que uno pueda salir a hacer, son "ilegales". La campaña delataba nuestra tendencia política, un tanto anarquista, y nuestro descontento con un sistema político y electoral mentiroso, que nos cree idiotas, un sistema falto de ética y sobre todo, falto de democracia y vaciado políticamente (entrevista grupal con OtraEzcuela).

La decisión de emprender la acción

En resonancia con lo anterior, las acciones que despliegan los grupos surgidas de sus experiencias de exclusión e invisibilización, no sólo les han permitido ver de frente y denunciar los problemas de la ciudad, sino también alimentar de manera diferente los debates sobre dichos problemas (con las letras de sus músicas, con los grafitis, con los performances y el teatro, con las artesanías y el trabajo de la tierra, con las marchas y acciones directas, con las prácticas pedagógicas libertarias, con los blogs). En últimas, han aparecido en el espacio público con herramientas y dispositivos distintos al voto, a la filiación en el partido, a la representación política, al consumo irreflexivo de la noticia política.

La primera herramienta para la acción, alude pues a articularse con otros, a organizarse y construir grupo para trascender la soledad y el individualismo que impone la sociedad contemporánea. Sus organizaciones son, pues, una primera forma de buscar un sentido social vinculante, un nosotros a pequeña escala, que se va ampliando cuando se articulan con grupos de pares para defender intereses propios de los jóvenes. Ello es claramente visible con el movimiento local de jóvenes objetores por conciencia y, ligado con esto, la prevención del reclutamiento ilegal de menores, lo que le ha permitido a agrupaciones como la Red Juvenil construir un motivo de lucha propio que cohesiona a muchos sujetos y organizaciones de jóvenes. Éste fenómeno se ha fortalecido aún más cuando han encontrado que sus luchas no pueden desconocer las otras que se libran en la ciudad y en el país, para ello construyen redes de acción conjunta relacionadas, por ejemplo, con la desposesión de derechos sociales y económicos (la movilización por el acceso universal y democrático a los servicios públicos básicos), la reivindicación de derechos colectivos (el Referendo por el Agua, la Ruta Pacífica de las Mujeres y las movilizaciones ambientalistas).

Redes de trabajo y cooperación conjuntas que generan aprendizajes internos a la organización, como el fortalecimiento de confianzas y afianzamiento de capacidades, y externos, que aluden a la apertura de caminos para el reconocimiento ante públicos más amplios que les obliga a cualificarse políticamente, pero sobre todo, porque ese es el camino para construir con otros –similares y distintos– un proyecto de sociedad que exprese la diversidad: "Hasta el momento hemos logrado consolidar fuertes lazos de cooperación, confianza y amistad con otras organizaciones que nos han permitido adelantar propuestas conjuntas de comunicación, formación y movilización en nuestra ciudad" (entrevista grupal con integrantes de la Red Juvenil).

Con esto es posible decir que algunas agrupaciones juveniles están trabajando por lograr que desde la especificidad de los jóvenes y de sus formas de organización y expresión, se construyan mediaciones con otros grupos, con otros movimientos y sectores sociales que permiten conjurar la fragmentación y segmentación que se le ha endilgado al movimiento juvenil cuando éste se ha encerrado en sus propias formas y espacios de acción. Mediaciones que se concretan en redes, alianzas y trabajo cooperativo necesarios para hacer más fuerte esa voz inconforme con el estado de cosas, con las situaciones de injusticia que se han naturalizado y para avanzar en el esclarecimiento del proyecto futuro.

La segunda herramienta tiene que ver con la comunicación19. En contraposición al silenciamiento generalizado producido por la sociedad mayor y por los medios masivos de comunicación, una apuesta decidida de las agrupaciones juveniles está relacionada con el diálogo, con la comunicación interpersonal que pasa por el encuentro cara a cara, pero también por el uso de medios y tecnologías comunicativas (los blogs de los grupos, elchat, el correo electrónico, el celular). Para los jóvenes, la comunicación es la forma de intercambiar información, de plantear y discutir posturas que reclaman un lugar en la vida grupal, de manifestar inconformidades y de expresar sentimientos y pensamientos ante el colectivo. Los integrantes de las agrupaciones también ven la comunicación como mediación para hacer una coordinación social de la acción y para vislumbrar sueños, utopías, esto es, para proyectar la acción. Con la comunicación y los mensajes que construyen quieren conjurar esa costumbre de la sociedad mayor de acallar su voz, amparada en la minoría de edad, de relegarlos al lugar de consumidores pasivos de la información o de minimizar sus posturas bajo el rótulo de fábulas pasajeras de rebeldía.

Aunque reconocen el peso que hoy día tienen medios como Internet en los procesos juveniles y sus potencialidades para el acceso de cada miembro a la información, no desconocen la despersonalización e individualización que generan, por eso valoran el encuentro cara a cara, las reuniones grupales donde, según ellos, es posible palpar los sentimientos y dejarse contagiar por la sensibilidad del otro: "Lo dialógico es lo político, el proceso de intercambio. El carácter dialógico de las acciones, del hacer con otros, eso hace las acciones políticas porque el diálogo conduce a la acción, a la elaboración" (taller tertulia con miembros de las agrupaciones sobre acciones políticas).

Aquellos grupos que tienen un trabajo fuerte a través de los medios virtuales, plantean que uno de los retos cuando producen piezas informativas es, por supuesto, transmitir con claridad el mensaje, pero se esfuerzan también por que esos mensajes estén cargados de sensibilidad y de fuerza emocional, para ello apelan a la utilización de símbolos, de signos que potencian mediante las técnicas artísticas y del diseño gráfico. Esa es su manera particular de que las propuestas y puntos de vista de los jóvenes hagan parte del foro público, para visibilizar su voz y lograr permear a los públicos a los cuales se dirigen.

Este es el primer año de la Escuela Popular, tratamos de hacer la convocatoria a partir de una idea de la página y el otro, el más importante creo yo, fueron unos plegables que distribuimos en distintos lugares de la ciudad. Entonces, como hay organizaciones ubicadas en diferentes barrios, digamos que el primer foco fueron muchachos pertenecientes a organizaciones que están dentro de la red de organizaciones populares comunitarias, que todos están ubicados como que en barrio de acá de la ciudad (entrevista grupal, Red Juvenil).

Y con lo anterior se da entrada a la tercera herramienta: expresarse estéticamente, ponerse en escena cargados de otros símbolos y signos para contrarrestar la cultura política y la opinión pública dominante mediante unos universos simbólicos subalternos. Para la mayoría de estos jóvenes, el arte, la estética, es una dimensión constitutiva del ser humano mediante el cual construyen su identidad y se ponen en interacción con otros sujetos que han constituido su universo simbólico a partir de experiencias sociales distintas. Esa constitución de la identidad mediante la estética, empieza por sus propios cuerpos, cuando los integrantes de los grupos musicales, por ejemplo, usan determinados atuendos, objetos, colores y con esa estética corporal irrumpen en el espacio público para declarar autonomía, así como en búsqueda de reconocimiento desde la distinción en una sociedad homogeneizante.

Cada uno tiene su forma de protestar, me parece a mí, yo en mis letras tengo una, que es la que vivo, pero mis temas tienen sus cosas muy políticas, pues hacen referencia a lo que pasa actualmente con el Estado.

Claro, si yo quiero ser violento con mi baile, yo interpreto que soy violento con mi baile. Es que el baile es una forma de expresión que usted cuando la ve dice este muchacho está interpretando un animal, o está interpretando […] a un pillo (taller de la memoria con las agrupaciones sobre símbolos y rituales).

La apuesta estética se concreta también en los espacios donde tienen lugar sus experiencias grupales: las casas o sedes, el ensayadero, el taller de artesanías, la huerta, los espacios de reunión y trabajo se van llenando de objetos, pinturas, dibujos, en su mayoría elaborados por los propios jóvenes, con lo que construyen una escenografía propicia para activar las sensibilidades propias y ajenas. Permear la esfera pública material y virtual a través de mediaciones estéticas, representa para la mayoría de estas agrupaciones un objetivo claro: formar y transformar a sus públicos, sensibilizar para transformar actitudes, comportamientos y representaciones arraigadas, para lo que se requiere fortalecer la capacidad de argumentar desde las líricas y el canto; saber expresar el descontento frente a la situación social con el cuerpo y el teatro; permitir la interpretación del grafiti utilizando los trazos, símbolos y colores apropiados.

Tomarse la calle, el espacio público, mediante una comparsa no sólo fue el detonante de la Red, en la que se unieron ochenta organizaciones de jóvenes, sino que fue la manera de irrumpir el silencio que impone el miedo, mediante la chirimía.

La calle es el parche de amigos, todos podíamos estar en ella y conspirar. Fue un momento muy bonito porque a pesar de la crisis social que vivíamos en los barrios, la organización de los jóvenes, la solidaridad y la cooperación nos permitieron pensar en la convivencia (taller de la memoria sobre contextos de surgimiento de las organizaciones).

Por todo esto, más que el goce personal de la expresión y la experiencia íntima, lo que las organizaciones de jóvenes están mostrando es la necesidad de recuperar el sentido político de las expresiones artísticas y su potencialidad para tocar las capas profundas de la cultura donde están instaladas pautas de comportamiento social y político, también para cuestionar y trastocar esas pautas por el papel que juegan en los procesos de construcción de identidad de manera reflexiva, por la capacidad que históricamente ha tenido el arte para leer el momento presente y anticiparse a los acontecimientos, y para decir lo que muchos otros callan, porque en éste también se condensan propuestas y perspectivas de transformación.

La necesidad del reconocimiento de las subjetividades

Los jóvenes que participan de estas experiencias reivindican la heterogeneidad, la diferencia, sus propios estilos de vida e identidades, pero no quieren caer en la guetización, en la conformación de compartimentos-estanco, de particularismos que hagan impensables los proyectos comunes. Están viviendo nuevas formas de sociabilidad que reivindican la subjetividad, pero no el individualismo egoísta, es decir, asumen que los compromisos colectivos sólo podrán fortalecerse en la medida en que se haga un trabajo desde el reconocimiento que el sujeto haga de sí y del reconocimiento recíproco, de lo que depende el fortalecimiento de la capacidad de acción (agencia del sujeto) y, por tanto, los procesos de vinculación a los proyectos comunes. Para la realización del proyecto común se requiere la autorrealización a partir de valores y sentidos construidos desde la libertad y la autonomía, y no como algo que se tiene que asumir, aceptar y reproducir.

A pesar del riesgo que ello implica, les interesa sentirse y aparecer en su entorno inmediato y distante como diferentes, pues esto implica ponerle a la sociedad la evidencia del "otro", de que hay quienes están dispuestos a "salirse de la fila", de los estándares y prototipos de la sociedad normalizada, de que hay seres y grupos capaces de poner en cuestión los consensos culturales y políticos de la sociedad mayor.

Uno también podría hablar como de quien no podría estar [en nuestra Escuela]. Si hay alguien a quién no le gusta la política entonces no podría estar, pues aunque la Escuela no se centra estrictamente en temas políticos, pues la Escuela sí tiene una postura política y está preocupada por la política; si a alguien no le gusta por ejemplo debatir y le gusta imponer su palabra tampoco tiene mucha cabida, ya que la Escuela en lo que se plantea es dialógica y lo otro es que tenga cierto nivel de autonomía para estudiar, para asumirse en un grupo de estudio (entrevista grupal con integrantes de OtraEzcuela).

En buena parte de estas experiencias se puede ver claramente esa idea de reconocer las subjetividades involucradas como una dimensión fundamental de la política. Para algunos, transformar patrones tradicionales de nuestra cultura y del ejercicio de la política como el autoritarismo, sólo es posible si se trabaja desde esas regiones olvidadas como los sentimientos, las emociones, las pasiones. "El cambio empieza por uno. Uno transforma su entorno y de ahí se gestan los grandes cambios. Tenemos un compromiso grande, porque creemos que es válida la utopía" (taller-tertulia sobre rupturas frente a la cultura política dominante).

En consonancia con el anterior apartado, ante la frustración frente a la política tradicional, han desplegado estrategias para el fortalecimiento de la creatividad individual, sin dejar de lado el compromiso político. Además de reivindicar la intimidad y el goce estético, sus puestas en escena apelan al contenido simbólico de las expresiones estéticas como una manera de mover las representaciones tradicionales de la política y los referentes culturales que al haberse naturalizado y normalizado se han vuelto costumbre y siguen arraigados en la acción de los sujetos. En esta tarea de fortalecer la subjetividad, algunos le otorgan un fuerte papel a los procesos formativos, pedagógicos, a través de los cuales, los jóvenes puedan descubrir otros sentidos y transformar aquellos que resultan contrarios a una vida digna y justa. Buena parte de sus integrantes optan por la autoeducación a través de grupos de estudio y de la acción misma, por ejemplo, los integrantes de Arte Ambigua consideran que en el trabajo permanente en la huerta, la práctica es la principal fuente de conocimiento que les permite acercarse al entorno para comprenderlo y comprenderse a sí mismos": […] la interacción con la naturaleza es la vida misma. Por tanto para conocer la vida y la manera en la que funciona el planeta, se debe entender la naturaleza […]. Entender la naturaleza, trabajar con ella y protegerla es la forma adecuada para llevar a cabo un cambio social" (nota densa, Arte Ambigua, 2008).

Con esta deriva educativa y formativa, las agrupaciones juveniles no pretenden violentar la subjetividad moldeando conciencias, sino que buscan el autodescubrimiento, la creatividad, el fortalecimiento de la personalidad, el pensamiento autónomo, la toma de decisiones, la marcha al propio ritmo, la participación y el involucramiento como resultado de la propia convicción de que el grupo y sus acciones constituyen un universo en el que encuentran reconocimiento y pueden desplegar su subjetividad.

[…] fuimos entendiendo la Escuela como un espacio de acercamiento hacia la política, hacia la interpretación de sociedades diferentes, de perspectivas diferentes, hacia otras formas de comprender la vida, de tomar la vida también como un compromiso frente a la sociedad, frente a uno mismo y yo creo que ahí se resignifica el objetivo de la escuela (entrevista grupal con miembros de OtraEzcuela).

La búsqueda de marcos interpretativos para la construcción de la utopía, de la esperanza

Pese a que de los jóvenes se ha dicho que condensan la incertidumbre y el relativismo contemporáneos y que son seres sin una ideología clara, que no tienen posición política, ni perspectiva de futuro, encontramos que estas agrupaciones juveniles realizan un esfuerzo constante por encontrar esos marcos interpretativos, incluso ideológicos, que les dé sentido a su vida, que les permitan comprender la complejidad social y que puedan orientar su acción presente y delimitar su proyecto futuro. Aunque es clara la incomodidad de los jóvenes con las ideologías impuestas, forzadas, y con esos marcos estrechos de los esquemas prefabricados, sus búsquedas ideológicas no se agotan en la dicotomía izquierda/derecha, sino que transitan también por las sendas del ecologismo, la agroecología, el feminismo, el pacifismo, el anarquismo, la educación popular, el vegetarianismo, el antiespecismo y por el humanismo.

Tránsito que muchas veces se hace de manera simultánea, lo que a ellos mismos los lleva a reconocer un cierto eclecticismo ideológico, pero que les sirve para otorgarle sentidos a sus luchas por la soberanía alimentaria, por el respeto y protección de la naturaleza, por la equidad entre los géneros, por el antimilitarismo y la no violencia, por una sociedad igualitaria, por una formación libertaria, por el respeto de otros seres vivos, por el respeto de los derechos humanos. En sus prácticas discursivas y en sus acciones se escuchan frases como: "El poder con" como refutación al "poder sobre", "hazlo tú mismo", "ningún ejército defiende la paz", "transforma el presente", "política para inconformes". Frases ligadas a valores o formas de habitar el mundo: la solidaridad, el cooperativismo, la autogestión, la autonomía, la equidad, la igualdad, la rebeldía.

Reflexiones finales

Es posible que en una ciudad como Medellín, que ha cifrado todas sus expectativas en la idea de la competitividad, asuntos como la exclusión social, política y cultural hayan dejado de ser un tema y un problema de discusión pública, sin embargo, es una realidad que aparece a la vista de todos con sólo echar una mirada a las cifras de pobreza; una realidad que se manifiesta también cuando se pone la atención sobre las estrategias, a veces peligrosamente imperceptibles y a veces descaradamente directas, de invisibilización histórica de identidades culturales, con sus respectivas historias, con sus visiones particulares del mundo, del tiempo, del espacio, con sus concepciones sobre lo correcto e incorrecto, con sus tradiciones, símbolos y rituales.

Esa misma realidad avasalladora que brota cuando nos detenemos a pensar en las estrategias contundentes y radicales de exclusión de múltiples grupos de la comunidad política, separación que ha llegado hasta la completa aniquilación del otro. Los jóvenes de Medellín hacen parte de ese mapa de formas de vida diversas e identidades culturales subalternas en permanente pugna con la cultura hegemónica.

Este acercamiento a las dinámicas de un sector de los jóvenes de Medellín, nos ha permitido constatar que hay cuerpos y grupos de jóvenes pugnando por el reconocimiento de sus voces e identidades, configurando formas de organización horizontales que resaltan la cooperación, la solidaridad y el afecto, sin subsumir al sujeto; se involucran en acciones políticas con metas alcanzables, para lo que se valen de estrategias simbólicas que dejan marcas contundentes en sus públicos. En sus acciones directas, sus performances, sus conciertos, sus grafitis y tomas culturales, ponen en juego la autonomía y la creatividad de los sujetos para manifestar con energía y con pasión su inconformidad. Experiencias políticas jóvenes que recorren otros territorios, que quieren tomarse espacios políticos distintos al Estado y sus formas de representación: la calle, los parques, las paredes, las tertulias, las quebradas y bosques; pero, sobre todo, la subjetividad como ese "espacio público interior" (Roiz, 2003) que es fundamental a la hora de asumir reflexivamente lo que se ha sido y lo que se quiere ser como individuo y como colectivo.

Decimos, entonces, que los jóvenes de Medellín no dejan de luchar por su reconocimiento y desde ahí han estado pugnando por ensanchar nuestra estrecha esfera política donde hacen gala costumbres políticas ancladas en el clientelismo, la corrupción, el militarismo, el gamonalismo, el autoritarismo, el machismo, la devastación indiscriminada de los seres vivos. Es urgente que estas expresiones sean miradas sin prejuicios y sin epítetos, pero eso sólo se logra si se reconoce la existencia de universos políticos plurales, donde la disidencia, el desacuerdo, la crítica, la resistencia y la inconformidad con lo instituido son fundamentales a la hora de hablar de calidad de la democracia, claro, ¡si es que un país como Colombia tiene el propósito de transitar la senda de una sociedad incluyente y democrática!


Notas

1 Las cifras de la Encuesta Nacional de Opinión, Invamer Gallup, fueron publicadas por la Revista Cambio, (abril 16, 2009: 20-23.)

2 En esta misma encuesta se dice que el 41,4% de los ciudadanos nunca hablan de política y 43,1% rara vez lo hace.

3 Sobre la emergencia de formas de participación no institucional de los jóvenes, véase: Universidad Central/DAAC (2003); Escobar y Mendoza (2003, 2005); Gaviria (1995); Paisajoven (1993); Cubides, Laverde y Valderrama (1998); Hopenhayn (2008); García (2008); y Krauskopf (2008).

4 La investigación fue financiada por Colciencias, la Universidad de Antioquia y la Universidad Central.

5 Para este autor, en el caso de América Latina los llamados intereses nacionales no se corresponden con los intereses y demandas sociales de los diversos actores que configuran la vida de estos países, sino que se ha configurado un Estado-nación incapaz de articular las demandas y de representar los diversos intereses que coexisten en su interior.

6 Se refiere a los problemas de deslegitimidad que afectan la estabilidad y pervivencia de los sistemas democráticos contemporáneos (Held, 1992).

7 Jenny Chapman, por ejemplo, plantea que "la política trata de todas las decisiones que configuran nuestra vida, y no sólo de aquellas que se toman en el ámbito restringido que tradicionalmente se define como política" (1995: 116); Agnes Heller, por su parte, afirma que "lo político se vuelve realmente político si hombres y mujeres desean que, como tal, se discuta, rebata, o decida en el dominio público […]. Nada ni nadie queda, en principio, excluido" (Stoker, 1995: 17).

8 El neoinstitucionalismo retomó la idea de Thompson (1977) de que el comportamiento simbólico no sólo permite explicar la conducta social, sino también interpretar el desarrollo y el conflicto políticos. Por eso, las instituciones además de ser prácticas materiales, son "sistemas simbólicos, modos de ordenar la realidad y dotar de significado al espacio y al tiempo" (1977: s/p). Tal como nos lo recuerda Morán esta perspectiva del análisis cultural o interpretativo, retomados desde la antropología, la filosofía y la sicología, resulta importante porque subraya la "relevancia de la dimensión cultural (o metafórica) en la interpretación de la realidad social; la comprensión del comportamiento individual y colectivo no es posible sin la inclusión de este nivel, el único que nos ayuda a interpretar el mundo vivido por los actores sociales, porque permite superar la división cartesiana entre sujeto/objeto y materialismo/idealismo que ha caracterizado toda la teoría social occidental" (Morán, 1995: 103).

9 Aquí asumimos la clave foucaultiana de ver las relaciones de poder y las prácticas de verdad desde las que el sistema ejerce dominio y sujeta a los individuos (biopolítica), pero ver también las acciones creadoras y libertarias de los sujetos desde las cuales se resisten a las relaciones de dominación y desde las que pretenden, incluso, revertirlas (cuidado de sí, subjetivación) (Foucault, 2002). Una clave que Boaventura de Sousa Santos (1995) propone en términos de la tensión entre la dimensión reguladora frente a la emancipatoria del derecho, del conocimiento, de la política y, diríamos también, de la ciudadanía, entendida como capacidad de actuar sobre sí y de transformar el curso de los acontecimientos.

10 Este registro de los enfoques ideales que buscan un ciudadano virtuoso en el sentido de capaz de gobernarse a sí mismo adoptando virtudes públicas, y que cumple ejemplarmente con sus deberes ciudadanos participando en la construcción del mejor gobierno de su sociedad, no ha desaparecido de la literatura sobre la ciudadanía, pues la búsqueda del orden armónico está en el tapete de la discusión cuando resuena por todas partes aquello de construir o formar ciudadanos competentes y cívicos a través de programas de cultura ciudadana, de educación para la democracia y en las mediciones de las competencias ciudadanas que se hacen en la educación básica colombiana.

11 De hecho, el sistema político colombiano se ha caracterizado históricamente por sojuzgar, invisibilizar y excluir a numerosos y variados actores sociales con sus respectivas prácticas políticas y referentes simbólicos. Las mujeres, los indígenas, los negros y los jóvenes, por mencionar sólo algunos, que en distintos momentos de la historia han sido excluidos de la comunidad política (de la polis deliberante) y muchas veces el orden político hegemónico les ha negado el estatus de ciudadanos o de sujetos políticos.

12 El concepto de ciudadanías mestizas se inscribe en esa necesaria búsqueda de categorías que permitan leer de manera más adecuada nuestras realidades y contextos hispanoamericanos, latinoamericanos y colombianos. Búsqueda que se ha nutrido del trabajo de autores como Fernando Escalante (1992), Nora Rabotnikof (1995) y François Xavier Guerra (1989), quienes se han empeñado en mostrar la génesis del ciudadano en América Latina. En el nivel nacional han sido María Teresa Uribe (1998) y Jesús Martín Barbero (1997) quienes abrieron la senda del estudio de la ciudadanía desde la perspectiva histórica y cultural.

13 Autores como Pierre Rosanvallón (1995), Fracois Xavier Guerra (1989), Fernando Escalante (1992) y Ricard Zapata-Barrero (2001) han sido fundamentales para comprender esta nueva manera de interpretar la ciudadanía.

14 Para una ampliación de la idea de ciudadanías contextualizadas, realmente existentes, véase: Naranjo, Hurtado y Peralta (2001).

15 La apuesta metodológica de la investigación se describe ampliamente en: Instituto de Estudios Políticos (2008, anexo 6).

16 Colectivo de realizadores audiovisuales que junto a otros y otras vienen trabajando para apoyar procesos sociales, proponiendo un arte político, por lo tanto todos sus trabajos buscan provocar reflexiones de sus más cercanas realidades. Su sede está localizada en la comuna ocho de Medellín.

17 Esta organización se marginó del proceso de investigación desde las primeras actividades.

18 Se trata de una actividad realizada en el marco de las campañas electorales, que consiste en retirar la publicidad política de los candidatos, por considerar que se trata de campañas publicitarias sin propuestas políticas.

19 Un análisis más detallado sobre los hallazgos de esta misma investigación en lo relacionado con los medios y procesos de comunicación de los cuales se valen los jóvenes de Medellín para impulsar en la esfera pública sus propuestas, puede verse en Instituto de Estudios Políticos (2008, anexo 3).


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La Nación Latin Kings, desafíos para repensar lo nacional*

A nação Latin Kings, desafios de repensar o nacional

The Latin Kings Nation, challenges to rethink the national

Mauro Cerbino*
Ana Rodríguez**


* Doctor en Antropología Urbana. Profesor-investigador y director de la revista Íconos de Flacso, Quito (Ecuador). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

** Curadora de arte. Magíster en Filosofía Estética y en Estudios de la Cultura. Profesora de la Universidad Central del Ecuador, Quito (Ecuador). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

En contra de visiones de la criminología positivista y las perspectivas securitarias, que reducen la organización Latin Kings a un fenómeno de pandillerismo, es decir, como formación juvenil desviada, esta investigación indaga en las condiciones históricas, sociales y culturales que han posibilitado el surgimiento de este grupo y su permanencia en contextos de profundas desigualdades y exclusiones.

Palabras clave: pandillas, nación, Latin Kings, modernidad, violencias, síntoma.

Resumo

A investigação realizada rejeita a visão da criminalística positivista e das perspectivas de segurança, que reduzem a organização Latin Kings a um fenômeno de formação de uma gang juvenil, isto é, como um desvio de formação. O trabalho indaga sobre as condições históricas, sociais e culturais que possibilitaram o surgimento deste grupo e a sua permanência em um contexto de exclusão e de profundas desigualdades. Pertence a uma gang

Palavras chave: quadrilhas juvenis, nação, Latin Kings, modernidade, violência, sintoma.

Abstract

Against the approaches of positivistic criminology and securitization perspectives, that reduce Latin Kings organization to a gang phenomenon, i.e., as a deviated juvenile group, this research inquires into the historical, social and cultural conditions that have allowed the emergence of this group, and its permanence in deeply unequal and excluding contexts.

Key words: gangs, nation, Latin Kings, modernity, violence, symptom.


Premisa

Los Latin Kings (en adelante, simplemente LK) son una agrupación juvenil estigmatizada por los signos de lo pandilleril y lo violento que, en medio de la inmovilidad que pueden producir esas ataduras que buscan fijarla en la inviabilidad, se reproduce mostrándonos mucho más que la marginalidad de la nación moderna –y, por esa vía, algunos de sus desbordes asociados con los jóvenes, como la violencia socialmente localizada y el crimen organizado– y nos deja ver, más bien, los elementos centrales de una modernidad incompleta y poscolonial: la masculinidad hegemónica, el modernismo cultural de la nación y sus dispositivos pedagógicos, la dimensión circular de los ejercicios de la violencia.

El presente artículo presenta, parcialmente, los resultados de una investigación etnográfica de más de cuatro años en la que el trabajo de campo propiamente dicho ha consistido en una serie de entrevistas en profundidad de las cuales una decena se han ido transformando en relatos de vida. Las entrevistas se han realizado en varias ciudades de Ecuador y de España, con lo cual la investigación ha asumido un carácter transnacional, siguiendo las huellas de una acción que, con el mismo carácter, la organización LK despliega en varios continentes. En ocasiones, los fragmentos de muchas conversaciones orales venían anotados no sólo por los investigadores sino también por sus interlocutores, especialmente cuando del diálogo y de las cosas dichas asomaba una idea o algo que estos consideraban digno de marcar, es decir, de reflexionar. Otras veces, se han registrado conversaciones mantenidas en el chat. La utilización de este medio no fue sólo por razones logísticas, debido a la distancia entre los sujetos de la entrevista, ya que también se recurrió a éste cuando se trataba de personas que, de hecho, estaban presentes. Resulta que el espacio del chat es en el que más cómodos se sienten varios jóvenes LK (y no sólo ellos), muy acostumbrados a usar este medio para comunicarse mutuamente. De ahí que lo más importante es que el chat permitiera la producción de largas reflexiones que, de otro modo, habrían sido imposibles en un contacto cara a cara. Así, el chat se transformaba de un espacio de la inmediatez y de la información instantánea, a uno en el que la conversación tenía cargas reflexivas, porque el "otro" del investigador podía proyectarse con mayor eficacia que en presencia, dado que, como se sabe, en presencia muchas veces los niveles de inhibición pueden producir ruidos que dificultan el intercambio.

Además, la utilización del chat permitió con mayor facilidad recurrir a lo que hemos llamado la operación de marcar y de anotar, siendo que los interlocutores, así como los investigadores con sus diarios de campo, pueden volver (y han vuelto) sobre algunos de los contenidos de chats grabados, para repensar en torno a lo que en ellos se dijo, produciendo así nuevas reflexiones.

Debemos señalar, aunque sólo de paso, que uno de los mayores problemas que ha tenido que enfrentar la investigación ha sido el hecho de que la organización actúa de modo semiclandestino, utilizando recursos de comunicación para su reproducción o sobrevivencia que se fundamentan en la elaboración de códigos y lenguajes marcados por un relativo secretismo y por la prohibición de su divulgación.

Pandillas, juventudes y violencia

La violencia generalizada es la moneda de cambio de la hegemonía que se derrumba, no de la hegemonía que está en el control.
Jock Young, 2003

El término banda se ha tornado uno de los últimos términos más satanizados de la sociedad contemporánea, desplegado para englobar y condensar una enorme diversidad y complejidad de experiencias en una sola imagen fetichizada de desorden sin sentido y maldad. La "banda" proyecta y cataliza los miedos y ansiedades de las clases medias acerca del desorden social, la desintegración y el caos que son palpables en estas figuras demonizadas de improductivos, depredadores, patológicos y extraños Otros escondidos en las sombras y los márgenes urbanos. Antes de que los chicos urbanos marginales se tatúen con las insignias empoderadoras de las bandas callejeras, son marcados por los periodistas, respaldados por los "investigadores" académicos, como Otros transgresores, fuera de la comunidad moral de gente decente (Conquergood, 1994).

Según la mayoría de los estudios consultados, el "espectro" de la violencia juvenil protagonizada por pandillas recorre prácticamente todo el continente latinoamericano y además estaría en ascenso1. En publicaciones de organismos internacionales o adscritos a gobiernos de la región, como es el caso del Informe del WOLA 2005 (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos), se señala que "la actividad criminal de estas pandillas juveniles asola a las comunidades y algunas de estas pandillas bien podrían estar a punto de embarcarse en el crimen organizado" (Thale, 2005: 1). En otros casos, se afirma que la acción violenta de las pandillas representa una real amenaza a la seguridad nacional de los países en los que operan (Santacruz et ál., 2001; Rodríguez, 2006; Cepal, 2008).

El problema, en el caso de los estudios sobre violencia juvenil (y tal vez en general sobre violencia) es que el investigador, partiendo de un conjunto de conceptos, aspectos teóricos y lugares comunes, tiende a no prescindir de una mirada que califica la violencia desde una perspectiva, de algún modo, de tipo moral. Lo mismo sucede en cuanto al sujeto investigado –el pandillero– quien interioriza un discurso moral que lo reduce a la proyección de ser, siempre, víctima o victimario de una violencia que, de algún modo, ha perdido su relación con las condiciones del derecho y de la justicia. Siguiendo a Benjamin (1995: 13) son estas condiciones las que hay tener en cuenta para efectuar una crítica de la violencia, porque es tal, en los términos de una causa agente, sólo cuando incide sobre relaciones morales, cuya esfera es definida por los conceptos de derecho y justicia. Sin embargo, según la propia argumentación de Benjamin, la dimensión moral de la violencia desde esta perspectiva, es decir, de ser un medio (el derecho) para fines justos o injustos (la justicia), sería un asunto resuelto sólo si se aplicara el derecho natural. Es decir, aquel que plantea que la violencia es un producto natural o, al revés del derecho positivo, que considera la violencia como parte del devenir histórico del poder.

Para ambos casos, y más allá de las diferencias radicales que existen entre el uno y el otro derecho, para que la violencia sea juzgada en términos morales, se debe plantear la existencia de un "pacto social", o contrato racional –como lo define Benjamin (1995)– por medio del cual cada individuo delega al Estado el poder de toda autoridad. Este es el marco a partir del cual se entiende la violencia ejercida legítimamente por el aparato estatal.

Es necesario subrayar que no se trata de un contrato jurídico porque, como dice Benjamin, todo contrato de esa naturaleza, "conduce siempre en última instancia a una posible violencia" (1995: 28), una violencia que se justificaría por la aplicación del derecho. En síntesis, pensar la violencia desde la moral sólo es posible en la medida en que, además del derecho, debe estar vigente ese pacto social que garantizaría, en última instancia, la convivencia, la inclusión y el respeto mutuo.

¿Se puede afirmar que un pacto de ese carácter esté vigente en el mundo contemporáneo y, en particular, en América Latina? El descrédito que ha venido sumando la acción de un Estado que paulatinamente se ha ido transformando de benefactor, o Estado providencia, en uno penitenciario (Wacquant, 2000) debido, sobre todo, a la cesión de su función integradora a las fuerzas de un mercado cada vez más desregulado y privatizado (Bauman, 2004); la crisis de un capitalismo que no sale de la condición de ser "salvaje" y que ha ahondado en las inequidades y en el individualismo a ultranza (Amin, s/f; Bauman, 2001; Harvey, 1993); la crisis de un "orden social" cuyo fundamento ya no es la legalidad o la legitimidad, sino un conjunto de prácticas "paralegales" o abiertamente ilegales (Wallerstein, 2003), han creado una fuerte tensión sobre el mantenimiento del pacto social que, de este modo, se encuentra "herido de muerte".

Ante esta situación, vuelve a despertarse la profunda necesidad o deseo de tener "comunidad" (Bauman, 2007) como un anhelo para contrarrestar una globalización que nunca ha dejado de producir fronteras y límites –y, por lo tanto, fragmentación– lo que ha abonado un sentimiento de angustia y de no pertenencia social entre amplios sectores ciudadanos, especialmente aquellos que viven en la precariedad laboral y la marginalización social.

Consideramos que el pandillerismo, entendido como un signo evidente de un malestar juvenil que no debe ser reconducido a una conducta desviada de la norma social, es el síntoma de un malestar general que se anida en el seno mismo de la crisis del orden y del pacto social. Que, además, es un fenómeno que debe ser pensado aplicando una perspectiva histórica en cada país, con lo que sea posible ubicarlo como un producto de acontecimientos e imaginarios nacionales con los cuales entra en una relación de continuidad2.

El pandillerismo, desde esta perspectiva, es el síntoma de condiciones sociales estructurales que son consecuencia de las construcciones históricas de las que cada país se dota. Sin embargo, es pertinente tener en cuenta que, junto con los problemas relacionados con el debilitamiento del pacto social, en las sociedades actuales se asiste a la estructuración de un orden social basado en el autoritarismo o en la coerción, según lo señalábamos antes con Bauman (2004). En síntesis, las agrupaciones juveniles denominadas pandillas, son el síntoma al mismo tiempo de dos condiciones en las que se encuentran las sociedades contemporáneas. Por un lado, del malestar que viven estas sociedades, a causa del debilitamiento del pacto social que la modernidad en crisis se muestra incapaz de reconstruir, dado que se esfumaron las promesas de emancipación y bienestar que están en el centro de su proyecto. Por el otro, son el síntoma de un tipo de orden social que se anida en el mismo seno de la modernidad, bajo las formas de un autoritarismo cuyas estructuras jerárquicas representan la concreción más clara de la época en la que se vive. Ubicar los elementos historiográficos que, más allá de los "factores sociales", hacen posible este fenómeno, es uno de los retos desatendidos por los investigadores.

El investigador que pretenda adentrarse en descifrar los significados y las prácticas de un fenómeno como el pandillerismo juvenil, tiene la tarea de mostrar los elementos que lo componen como síntoma. Para ello, no debería partir de una posición moral a priori, que adquiere sentido y es posible en la medida en que plantea la existencia de un pacto social, como si éste se ubicara por fuera de la realidad que estudia, porque los pandilleros lo habrían roto. De hacerlo, la visión moralizante del investigador no podría dar cuenta del hecho de que, en contra de una idea aún dominante en los estudios de juventud y violencia, los jóvenes pandilleros no atentan contra el orden social cuando se los acusa de colisión o de abierta complicidad con el crimen organizado, y, por el contrario, son ellos los que cargan, concretamente, aunque no de modo exclusivo3, con el problema general que vive la cultura contemporánea: el desfallecimiento del orden social y la crisis que atraviesa la construcción de un nuevo pacto civilizatorio.

La nación imaginada de los Latin Kings

La indagación teórica alrededor del concepto de nación aparece cuando, trabajando con organizaciones juveniles, surge una que se autodenomina "nación", de modo completamente anómalo a la lógica de la calle, caracterizada por su fragmentación, y que pretende cumplir con algunas funciones que nos van dando luces sobre el sentido que adquiere esa denominación para los jóvenes latin kings.

Esas funciones empiezan a aparecer en el momento del nacimiento de la organización en los Estados Unidos: consisten en "unir" y "proteger" a jóvenes latinoamericanos hijos de emigrantes laborales frente al racismo y a la xenofobia de las otras poblaciones. Según rezan los escritos latin kings, lo que tienen en común esos jóvenes, desde los años sesenta, es el hecho de ser "latinos" y por consecuencia "marginales", y de sentir la falta –y entonces querer– una nación que los identifique, y a la cual referirse, en grandes ciudades como Chicago o Nueva York (Brotherton y Barrios, 2004). Aquella denominación de una "nación latina" en la "diáspora", capaz de elaborar formas mínimas de sobrevivencia y reproducción social y, a la vez, de afirmación identitaria, tiene en Ecuador desde los años noventa, cuando aparece, el sentido de redefinir a la misma nación ecuatoriana.

Al tratar de describir a la nación LK, nos damos cuenta de que estamos caracterizando los rasgos dominantes de la cultura nacional ecuatoriana. La de los latin kings muestra, de modo sintomático, las faltas y exclusiones de la nación ecuatoriana: es una nación dentro de otra que se incrusta en el lugar de la exclusión como afirmación de lo excluido. Las faltas podrían resumirse en la ausencia de ciudadanía universal, de igualdad de oportunidades y Estado de bienestar. Los discursos dominantes, tanto en la nación ecuatoriana como en la nación LK, serían de modo evidente el militarismo, la masculinidad y el nacionalismo. Es por ello que decimos que este concepto denación pasa de ser una metonimia de la latinidad en los Estados Unidos, a convertirse en una metáfora de la "nación incompleta" que se ha dado en Ecuador.

Sin embargo, en los dos casos mencionados y en lo referente a los latin kings en España (Feixa et ál., 2006) e Italia (Queirolo, 2007 y 2009), la nación cumple con una función identificatoria cuyo signo perdura: la práctica del nacionalismo con base en la construcción de un proceso de etnogénesis de lo "latino". Se trataría, por ello, de una nación para el nacionalismo. Desde los primeros momentos de la indagación sobre el capítulo ecuatoriano de la organización Latin Kings, la denominación de "nación" empieza a adquirir un significado "especial" si se lo pone en relación con la nación ecuatoriana, con su dimensión diacrónica, que es la que puede crear un horizonte de larga duración en el cual ir ubicando esa "otra inobservada nación".

No obstante, la opinión y la imagen generada por la mayoría de los medios de comunicación sobre los latin kingscomo una pandilla juvenil dedicada a cometer actos ilícitos y desviada del orden, la tesis que sostenemos es que el análisis e interpretación de los modos de funcionamiento de la nación de los latin kings pueden representar un ámbito heurístico de primer orden para leer el fenómeno de la nación ecuatoriana en su conjunto, al menos en algunos de los aspectos que la constituyen como tal.

Esto no quiere decir que la existencia de esta organización dependa exclusivamente del modo como se ha ido constituyendo la nación ecuatoriana como comunidad imaginada, y que se ha ido plasmando en la vida cotidiana por medio de los dispositivos educativos, los textos escolares, las celebraciones patrias y otras "ritualidades". Por el contrario, pretendemos afirmar que la organización de estos jóvenes funciona como un espejo que muestra, de modo distorsionado o amplificado, elementos fundamentales de ese orden social constituido que llamamos nación ecuatoriana.

Entonces, más que ser simplemente un síntoma de un proyecto social y político que ha desconocido la necesidad de crear condiciones favorables para la participación de los jóvenes en la escena de la sociedad y del Estado ecuatoriano, la existencia de la nación LK es el signo del cuestionamiento (no necesariamente consciente, pero no por eso menos importante) del modo como se ha venido constituyendo ese proyecto y, sobre todo, de los incumplimientos de la modernidad del Estado-nación ecuatoriano. Es el signo de una especie de "exhumación de lo premoderno" (García, 1990: 156) o, en todo caso, de la reproducción de una modernidad con sus sistemas paradójicos de exclusión-inclusión que se muestra en el propio seno del proyecto de Estado-nación ecuatoriano, el cual resulta fallido porque está sostenido en retóricas que sólo aparentemente resultan universalizantes o incluyentes y son, por el contrario, excluyentes y reproductoras de lógicas corporativistas.

Más que registrar las causas que se ubicarían en problemas individuales de corte psicológico de los jóvenes o en las fallas de sus familias, es oportuno dar cuenta de una crítica no sólo del proyecto nacional ecuatoriano sino también de los intentos enmarcados en una colonialidad del poder en la dimensión transnacional de la organización y su dependencia del "liderazgo mayor" presente en los Estados Unidos. En otras palabras, la lectura de la nación de los latin kings pretende arrojar luces sobre la nación ecuatoriana también en su dimensión de sociedad poscolonial.

No se trata de plantear la pregunta de por qué no hay otras organizaciones juveniles que, alimentadas por los mismos ingredientes nacionalistas provenientes de la historia oficial ecuatoriana, hayan desarrollado el mismo esquema que la organización de los latin kings, sino de mostrar la relación de implicación que existe entre aquellos ingredientes y el modo como la acción de la nación LK adquiere sentido. Un sentido que, por lo tanto, no se ubica en el espacio de la desviación de la norma o, peor, en la condición de desamparo o desadaptación emocional debida a un estado de inestabilidad típica del estadio de juventud. Ese sentido se ubica en el mismo espacio de constitución de la nación ecuatoriana, de la cual abreva, y en las formas como ésta se ha ido conformando en el contexto de cambios políticos, económicos y sociales contemporáneos.

De ahí que, para contestar a la pregunta de por qué la existencia de una nación como la de los latin kings en Ecuador, es necesario ir descifrando aquellos factores estructurales y diacrónicos que guardan relación, por un lado, con la constitución de imaginarios de asociatividad juvenil de los últimos veinte años y, por el otro, con la configuración de una serie de discursos que tienen en el significante militarista y en el del telurismo (significante ancestralista e indigenista), los ejes articuladores de la práctica social de la organización de los LK.

Resulta que esos discursos son algunos de los constituyentes fundamentales de la de la nación ecuatoriana, los que se han articulado para volver posible la historia republicana. Debemos aclarar que, al referirnos al significante militarista, no lo hacemos en el sentido de la influencia que han tenido los sucesivos gobiernos dictatoriales de las fuerzas armadas ecuatorianas a lo largo de los siglos XIX y XX en la historia y consolidación de un conjunto de ideas sobre la nación ecuatoriana, sino como un elemento imaginario y simbólico de fuerte intensidad, que influye en la forma como se constituyen los habitus y las relaciones sociales. Este referente se plasma en el sistema educativo y, de ahí, en los marcos referenciales de la familia.

Nos interesa mostrar la existencia de una conexión entre la presencia constante del significante militarista en la construcción de una idea de nación ecuatoriana y sus relaciones con el discurso y práctica de la masculinidad hegemónica y el autoritarismo, entendidos como elementos que articulan un modo de pensar la elaboración del orden social, la búsqueda de la afirmación y el reconocimiento y la dinámica amigo-enemigo, para procesar las relaciones sociales y el conflicto.

Al discurso militarista hay que agregar un segundo elemento, que es la visión indigenista o telurista, que se plasma en la construcción estereotípica y anacrónica de la imagen de los pueblos ancestrales como guerreros nacionalistas. Juntos conforman los ingredientes fundamentales que nos permiten pensar tanto la nación LK como la nación ecuatoriana, de modo que si la primera se ha ido dando una estructura que configura la elaboración de un orden social paralelo a la segunda (o en sus márgenes), es la nación ecuatoriana, en los términos de sus imaginarios constitutivos, la que ofrece a la nación LK los componentes esenciales de su estructura. Esta opera de modo mimético, en el sentido que Bhabha (2002) da a la mímesis –de lo que es casi lo mismo pero no exactamente, no lo suficiente– reelaborando, a su manera, aquellos componentes esenciales sin poder separarse de éstos y del horizonte nacional al que pertenecen.

En síntesis, la de los latin kings es una "nación imaginada" que funciona y se estructura casi del mismo modo a como lo hacen los imaginarios de la nación ecuatoriana. La primera se alimenta de la segunda en aspectos cruciales de su constitución y es capaz, así, de mostrar la trascendencia de esos elementos constitutivos.

Condiciones de posibilidad de la construcción del orden simbólico paralelo de la nación LK

La nación Latin King es como un
Ecuador en chiquito, pero es nuestra
.
King D., quiteño, veintinueve años,
diez en la organización

Al hablar de condiciones de posibilidad, nos referimos a las condiciones históricas que dan cuenta del devenir de un discurso en la complejidad del devenir histórico. En el caso que interesa aquí resaltar, esas condiciones tienen que ver con la consolidación de un medio ambiente en el cual se reproduce la dominación o, cuanto menos, la exclusión. Las condiciones de posibilidad son condiciones dominantes, es decir, que arremeten contra la ínfima voluntad de los dominados de escribir su devenir histórico.

La historia de los latin kings, su presencia en Ecuador, está particularmente ligada a la historia de la dominación en el país y a las formas estratégicas de reproducción del poder. La dominación como problemática histórica, en los estudios de Andrés Guerrero (2000) sobre el siglo XIX, se llevaba a cabo a través de un control de poblaciones que privilegiaba a la población blanco-mestiza sobre la indígena. Por ejemplo, a través de los impuestos, a pesar de la existencia de leyes que vanamente intentaban expresar un principio de igualdad y justicia ciudadana. Esa dominación se produce en los "confines del Estado", que no son solamente confines territoriales, es decir, rurales y campesinos, sino que son hacendatarios y "privados".

En el contexto del crecimiento urbano del siglo XX, la problemática de la dominación está presente en la "administración de poblaciones" que hace de la ciudad "una categoría social más que técnica", "de producción y reproducción de la condición humana", en donde lo arquitectural condiciona el orden de las relaciones sociales y reproduce relaciones de dominación (Kingman, 2006). La arqueología de la dominación aparece, entonces, como una reconstrucción necesaria a la hora de entender la producción de un "orden social paralelo" como el de la nación LK.

Para comprender el proceso complejo e inacabado de ciudadanización, Guerrero (2000) recurre a dos categorías teóricas y a dos recursos metodológicos. La primera categoría es la de dominación, concebida en términos de relaciones de poder que retoma de Foucault (1999), y que se complementa posteriormente con la de sentido común ciudadano (Geertz y Bourdieu cit. Guerrero, 2000). En términos metodológicos, Guerrero recurre a dos tipos de recursos: la ciudadanía a través de, por una parte, el análisis de la "administración de poblaciones" y, por otra, el análisis de documentos de segundo orden en los archivos que muestran relaciones de trato cotidiano de subordinación.

A mediados del siglo XIX, los ciudadanos de facto del sentido común correspondieron a una categoría cuya legitimidad social como privilegiados (aun siendo pobres) residió en sus orígenes raciales blancos, razón por la cual, estaban exentos de impuestos. El mundo del sentido común es definido por Bourdieu como un "fondo de evidencias compartidas por todos que garantiza, dentro de los límites de un universo social, un consenso primordial sobre el significado del mundo" (cit. Guerrero, 2000: 12). Si ampliamos esta definición, podríamos decir que, así como es parte del mundo del sentido común, dado que está "históricamente constituido y relativamente organizado" (Geertz cit. Guerrero, 2000: 12), no se asume como tal sino que aparece casi de modo natural como inmediato a las experiencias. Entonces, podríamos ubicar dentro de ese acuerdo o convención implícita, inmediata, incorporada, una prolongación contemporánea de lo que serían, en la actualidad, los no ciudadanos de facto del sentido común: los marginales. Para el sentido común, la marginalidad no es un orden, puesto que permanece fuera del orden. No ha sido excluida en el sentido común sino que se mantiene marginal.

En esa marginalidad podrían aparecen todo tipo de cosas informes, como el pandillerismo (forma de llamar a toda asociatividad juvenil marginal por parte de los ciudadanos de facto del sentido común, incluidos los medios de comunicación) o de modo general, la organizatividad e inventiva popular, que aparecen en lugares en los cuales el Estado está ausente. En este sentido, resulta "natural" que, como parte de un régimen de dominación que se prolonga, surjan nuevos dominados como parte de las relaciones sociales. Eso explicaría por qué resulta tan común que gente de los mismos barrios marginales designe a los jóvenes en sus parques como pandilleros peligrosos: es una manera de incluirse en la categoría de ciudadanos de facto del sentido común. Es decir, en una categoría de "prestigio". Sobre los jóvenes aparece entonces como legítimo descargar el miedo, y temerlos.

Lo que sucedió en el siglo XIX, a decir de Guerrero, es que se pasó de una modalidad centralizada de la administración de las instituciones del Estado, que reproducían, a su vez, la antigua administración colonial de indios, a una nueva forma republicana descentrada, "difusa y variopinta de 'campos de fuerza' (Bourdieu) ubicados en la esfera particular privada" (2000: 12). Lo que Guerrero define, con Foucault, como un sistema de dominación, se amplía hasta las más remotas formas de reproducción social del poder. La dominación es, entonces, una categoría inevitable en la conformación y reproducción de las relaciones sociales históricamente arraigadas en la impostura (no en la universalización) del proyecto de ciudadanía nacional.

Las formas de representación de lo marginal popular continúan siendo en gran medida "ventrílocuas"4en algunos aspectos del mundo, la burocracia y la participación política, en la medida en que los sujetos populares deben ser interpelados como electores. Nos preguntamos hasta qué punto, en el mundo de la investigación académica, la ventriloquia y la transescritura5sobre las que reflexiona Guerrero, han sido un motivo de reflexión metodológica y epistémica. En este sentido, trabajar sobre las condiciones de representación, podría tener efectos sobre las condiciones de audibilidad de los sujetos marginales, y replantear de modo participativo el problema de la ciudadanía.

Es la ciudad la que, a partir del modernismo, empieza a encarnar las relaciones de dominación y exclusión en sus configuraciones centradas y marginalizadas. Según Kingman (2006), la triada ciudad-modernidad-poder da cuenta de una nueva manera del control y administración de poblaciones. Nos preguntamos con Kingman por cuál es la comunidad imaginada que la ciudad, en tanto espacio específico de la modernidad, proyecta en la conformación de sus relaciones sociales.

Según el autor, las ciudades andinas surgieron como "resultado de las estrategias coloniales de control territorial y administración de las poblaciones indígenas, y expresaron (y en parte expresan hasta el presente) las ambigüedades de esa política" (2006: 38). Por ello, a pesar de los intentos de modernización y estandarización de los servicios públicos urbanos, estas ciudades siguen siendo fuertemente excluyentes en la actualidad (2006: 45).

El análisis de Kingman nos permite entender la directa relación entre la lógica incorporada de la dominación y la situación de exclusión social de la mayoría de los barrios de Quito en la actualidad. Ya en las primeras décadas del siglo XX podemos presentir las prácticas culturales ambiguas (es decir, que dan cuenta de la convivencia de tiempos heterogéneos) que encontramos, levemente transfiguradas, en la actualidad.

Dentro de la ciudad ha habido una marginalización histórica de las clases populares, no sólo en términos de territorialidad, sino de acceso a la ciudadanización y a los servicios públicos básicos.

La ciudad se muestra dividida espacial y temporalmente, o mejor dicho, escindida entre la modernidad cultural, presente en el discurso pedagógico escolar del Estado nacional, y la ausencia de modernización y ciudadanía en los confines de la ciudad marginal. Podemos constatar, en la actualidad, en uno de estos nichos de heterogeneidad temporal como es un parque descuidado y sin iluminación de la urbanización Primero de Mayo en el Sur de Quito en 1994, cómo aparece de modo sintomático la metáfora de esa división en la fundación de la nación de los latin kings dentro de la ciudad quiteña, metáfora de la nación moderna ecuatoriana.

Para completar la sintomática imagen de la ambigüedad nacional podemos decir que, después de que las políticas contemporáneas de higienización y regeneración se hicieran cargo de iluminar dicho parque, y que las políticas de policialización y persecución intentaran desmontar la organizatividad juvenil, los jóvenes miembros de la nación LK se refugiaron en el nicho seguro de la iglesia parroquial del barrio Turubamba, en donde el sacerdote les entregó un espacio de reunión y confianza, para que la nación se reprodujera y continuara organizándose de manera paralela al Estado y al orden del sentido común.

Ese paralelismo mostrará, en 2007, el máximo de sus ambigüedades: buscará relacionarse con el Estado y con las autoridades de la ciudad para pedirles inclusión, pero respetando la existencia y la legitimidad de su nación chiquita dentro de la nación grande. ¿Nos obliga esto a pensar en la nación Latin King como en una especie de comunidad-nación o un rezago premoderno? Parecería un poco forzado, sobre todo en tanto su condición de existencia tiene también que ver con la transnacionalidad, es decir, con un discurso posnacional que atraviesa (y, de cierta forma, cuestiona) la centralidad nacional.

Sin embargo, pretendemos plantear una relación más o menos directa entre "nación grande" y "nación chiquita", cada una con su consistencia y con sus "destinos", que a veces se hacen comunes, entrelazando la una con la otra y viceversa. Otras veces se mantienen paralelas e independientes, como si se rechazaran mutuamente por una especie de "horror especular". Lo que está claro es que la nación grande no ha podido crear condiciones oportunas para que la nación chiquita no sólo no tenga cabida en ella, del modo como se ha dado y se ha desarrollado –al margen y sin un lugar de integración– sino que la nación chiquita muestra muchas de las facetas que hicieron posible la grande, reproduciendo de ésta los mismos "vicios" que determinaron la expulsión de la primera.

Elementos de interpretación de “lo nacional” en la nación Latin Kings

En vez de ser un objeto a ser examinado, la cultura de bandas necesita ser yuxtapuesta con la cultura dominante e insertada dialógicamente (Bakhtin) para la profundización mutua del entendimiento que lleva hacia la compasión y la humildad, y el auto-entendimiento que lleva a la crítica, a la responsabilidad social y a la acción ética. En vez de material de autocomplacencia, como si nosotros fuéramos puros de violencia, y ellos dados a la violencia, necesitamos reconocer a las bandas callejeras como espejos magnificantes en los que podemos ver claramente la violencia, la territorialización y el militarismo en nosotros mismos.
Conquergood, 1994

Pregunta: ¿Qué es la Nación de los Latin Kings? […] es permanecer en un mundo distinto aislado de todo alrededor. Tú puedes estar, es como una cúpula donde tú estás encerrado y tú estas viendo todo el mundo afuera y todo el mundo te ve, pero nadie se da cuenta que tú estás en una cúpula y es cúpula de cristal que tenemos nosotros, es linda y se ven muchas cosas bellas, también se ven muchas cosas malas por ejemplo muertes, que ves hermanitos que se han criado contigo y de repente ya no están. Son sufrimientos, son lágrimas, imagínate muchas veces se convierten en lágrimas de sangre, porque no sólo lloras tú a tu brother que ha caído, sino muchas familias llorarán al culpable de ese brother que ha caído, ¿si me entiendes?
Respuesta de King Cris de Guayaquil (veintiocho años, catorce en la organización, actualmente vive en España).

En Ecuador se puede hablar de una "nación ecuatoriana" sólo a condición de tener en cuenta que los sectores populares han sido condenados a una marginalidad política y económica y a la exclusión social y simbólica. Los sectores populares en Ecuador han sido vistos siempre como un puro y simple reservorio electoral, al que se apela de modo populista para conquistar el poder y se desecha una vez obtenido éste.

Por ello, se ha venido constituyendo un gigantesco sector marginal y de excluidos que hace imposible plantear estas condiciones –la marginalidad y la exclusión– como resultado del desmantelamiento del Estado contemporáneo, de la producción de residuos (Bauman, 2005) o del fracaso de políticas públicas de bienestar social. Lo que se observa en Ecuador es más bien un "Estado ausente", que no ha sido capaz de sostener la construcción de una nación, y un país que no ha sido capaz de imaginar una nación más allá del simulacro realizado por las élites que, a su vez, han hipotecado el futuro del país a través de la reproducción de privilegios y clientelismos propios de un Estado premoderno, y de una economía de enclave que beneficia sólo a las clases burguesas. La marginalidad y la exclusión adquieren, así, en Ecuador, un carácter estructural, que hace vislumbrar condiciones sociales de supervivencia, y estrategias para sortearlas del mejor modo posible, como en el caso de las emigraciones: alrededor de un millón de ecuatorianos han emigrado a España en los últimos diez años.

Es en un contexto de esta naturaleza, donde hay que ir ubicando la reproducción y actualización de la nación de los latin kings en Ecuador, y el conjunto de significados a los que apela. La nación LK es, además de víctima de un modelo de desarrollo económico liberal precario, un síntoma de las faltas de la nación moderna, sobre todo un síntoma de la precariedad de un Estado y de una sociedad que se han mostrado incapaces de construir referentes y oportunidades para la juventud, especialmente para la perteneciente a los sectores populares. Una parte de esta juventud, desprovista de los recursos necesarios para la movilidad, el ascenso social y la afirmación, ha terminado por inventarse su "propia nación personal" para garantizarse un espacio oportuno de reproducción social.

Los miembros de la nación LK han actuado en la semiclandestinidad y en el secretismo, en un espacio intersticial "del" margen y "en" éste, construyendo, desde ahí, un modo de ejercicio ciudadano que no se ampara en los derechos formales ni en el reconocimiento de una actuación política claramente constituida, sino en sus propias reglas de convivencia y autoprotección. De algún modo, se podría decir, con Agamben (1996), que en Ecuador, y en asombrosa similitud con lo que sucede en países receptores de los jóvenes emigrantes (en España e Italia, por ejemplo), el Estado-nación ha creado en su interior una especie de "refugiados" –los jóvenes de sectores populares aquí y los jóvenes "latinos" en los países de destino– como sujetos cuya condición es la de encontrarse desprovistos de los derechos formales que se reservan a los ciudadanos. Los refugiados, de allá y de aquí, son "vidas desnudas", personas que el Estadonación de ninguno de los dos sitios logra representar en su interior y que, por lo tanto, expulsa hacia un margen. Y dado que, como afirma Bauman (2005), para los excluidos no hay ley aplicable, los jóvenes que caen bajo esta condición se crean un "refugio" en una organización paralela (la nación LK), que está dotada de leyes que sostienen un orden simbólico para la convivencia y la reproducción social, aunque bajo formas jerárquicas y autoritarias. Se trata, de este modo, de la configuración de una nación (la LK) dentro –y en el margen– de otra (la ecuatoriana), la cual ni siquiera toma en serio su existencia en cuanto organización juvenil, pues la tilda de "pandilla" y trata de reprimirla como si fuera una organización criminal.

Podemos decir que la de los latin kings se configura como una nación que, al igual que cualquier otra, es una comunidad imaginada porque reúne las condiciones por las cuales, según Anderson, en la mente de cada uno de sus miembros "vive la imagen de su comunión" (1983: 23), aun cuando no todos sus integrantes se conocen directamente. El número de miembros de los LK puede llegar a ser de varios miles en cada territorio en el que están presentes. La estructura se articula en capítulos, "células" distribuidas en cada barrio, que mantienen una relativa autonomía organizativa en relación con el "centro", del "Inca", que es el líder de primer nivel. Existe entre los miembros un imaginario colectivo, en la medida en que se ha ido construyendo un colectivo imaginado, debido a la existencia de lo que definen como la "literatura". Un conjunto de textos "canónicos" que también denominan "la Biblia Latin King", provenientes, en su mayoría, de los Estados Unidos, y que adquieren un valor de reconocimiento incluso en el plano transnacional.

La existencia de códigos lingüísticos (y retóricos), junto con los específicos contenidos y saberes relacionados tanto con la literatura escrita como con las vivencias y experiencias que cada miembro ha tenido en la nación, conforman las destrezas para comunicarse y entenderse mutuamente, entre quienes se definen como reyes ohermanitos. Se trata de una especie de común "hábitat de significado", para utilizar la expresión de Hannerz (2001). Estas "destrezas" representan un importantísimo capital que hace posible el reconocimiento mutuo entre miembros que no se conocen personalmente; incluso permiten establecer vínculos de prestigio o jerárquicos.

La nación LK, por medio de mitos fundacionales, hace posible su reproducción a través de lo que sus miembros definen como "plantar bandera". Se trata de una acción simbólica que dice mucho, no sólo de la fuerza identitaria intrínseca a la nación, sino que representa una especie de síntoma que se activa cada vez y en todos los lugares donde cualquier otra bandera reconocida por la "sociedad de naciones" no puede o no quiere ofrecer a los jóvenes latinos (y no sólo), un lugar en el cual sea posible la vida. Es decir, donde se den las condiciones para que puedan sentirse ciudadanos, o al menos personas, y habitar espacios y territorios en los que no sean predominantes las miradas que nieguen, aminoren o destruyan las más preciadas condiciones humanas, como son el reconocimiento y el respeto social.

La pertenencia, por lo tanto, se da siempre por una "falla" que ninguna retórica de Estado puede neutralizar o hacer desaparecer. Esta falla tiene varios nombres: marginación, exclusión o expulsión, inequidad o injusticia, irrespeto e incomprensión. Se produce en el corazón mismo del orden social normalizador de los Estados modernos, y es consecuencia de un modo racista y desigual de articulación y configuración de las relaciones sociales, sostenido sistemáticamente.

Étienne Balibar, refiriéndose a los inmigrantes "indocumentados" presentes en Francia, y más generalmente en Europa, afirma que "han puesto a la luz uno de los principales mecanismos para la extensión del 'racismo institucional', tendiente a crear una especie de apartheid europeo, asociando una legislación de excepción y la difusión de ideologías discriminatorias" (2004: 28). Este es, quizás, uno de los elementos sociológicos y políticos más importantes a la hora de pensar en este tipo de organizaciones juveniles, tanto en contextos nacionales como transnacionales.

Por su parte, Lea y Young prefieren hablar de privación relativa, dado que, en el proceso de asimilación dictado por la lógica del mercado, "una nueva generación de jóvenes ha asimilado las expectativas de la cultura mayoritaria, pero luego les han sido negadas en la realidad" (2001: 149). Esta última es, tal vez, la más sofisticada forma de exclusión, la más impactante, que produce un sentimiento de frustración y de retirada del orden "normal" constituido. No obstante, dentro de la nación, se discute mucho sobre el problema de la soberanía. Un principio que los hermanitos ven con ojos críticos, más allá de las formas retóricas utilizadas por el discurso oficial.

Para King Polo:

Construir la nación ha permitido (y permite) tener lo que nunca los líderes políticos de los países de América Latina supieron construir: una organización, un "reino" fuerte y compacto con capacidad de contrastar la dominación y el yugo de los países colonizadores del norte (guayaquileño de veintisiete años, ocho en la nación LK).

Por su parte, King Borrego (guayaquileño de treinta años, doce en la nación LK) afirma, con pesar, que Ecuador nunca ha sido un país que le haya hecho sentir que era suyo. Siempre lo ha vivido como un país extranjero.

Este es el sentido, profundo y dramático a la vez, de la metáfora de la nación LK. No es sólo una nación dentro de otras, es también una nación "en lugar de otras", cuyas fronteras son los límites de la intolerancia, del estigma y del desprecio, de los cuales son objeto los jóvenes que no encajan ni aquí ni allá, y donde prima su condición de "refugiados". Estos jóvenes son "siempre portadores" de alguna condición o característica que los proyecta "fuera de", poniéndolos al margen, haciéndoles sentir "menos" e identificándolos como "pequeños números", para usar la expresión de Appadurai (2006), lo cual representa una amenaza para las mayorías "normales" de aquí y de allá, que fusionan estereotipo y estigma, como condición necesaria para alejar la amenaza que representan aquellos pequeños números.

En cada contexto social en el que se constituye una identidad mayoritaria existe esta mirada, que inventa y construye a quienes hay que ubicar por fuera de los límites de un espacio pretendido homogéneo y controlado. Por ello, muchos jóvenes "escogen" (se ven obligados a escoger) la calle como un escenario para sobrevivir por fuera de espacios que les son negados, como los de la institucionalidad social, la escuela, el barrio, la familia o el empleo formal que, por sus propias incapacidades, tienden a expulsar "excedentes incontrolables". La calle no es, en todo caso, concebida como un espacio al que uno se enfrenta individualmente, sino en grupo, a partir de reglas y normativas colectivas. Las organizaciones juveniles del tipo de la nación LK se convierten, así, en mundos que amparan a los que "no encajan". Mundos paralelos o alternativos en los que se mantienen estados de exclusión que pretenden convertir a los jóvenes de los sectores populares en sujetos desechables (Bauman, 2005).

Uno de los signos más evidentes de esta ruptura social y, a la vez, del esfuerzo que protagonizan los jóvenes LK para intentar reconstituir un lazo social deshilachado, es la reiterada expresión –que se manifiesta al término de cada oración ante un interlocutor externo a la organización– "¿sí me entiende?". En esta expresión –que representa una especial síntesis de incertidumbre, incomprensión recíproca, falta y reclamo de escucha– se cuaja la elaboración de una lengua extraña que no remite a la "normal" circulación del sentido. Es el signo evidente de una liminaridad, de una "frontera entre".

La organización LK es una estructura que nace en el margen, vive y prospera en el espacio liminal de la frontera. Ha sido Turner (1999: 11), refiriéndose a los trabajos de Van Gennep sobre los ritos de paso, quien ha reflexionado sobre la condición de liminaridad en cuanto a la dimensión interestructural, relacionada con la constitución de grupos, comunidades o comitivas de camaradas que no conforman una estructura de posiciones jerárquicamente dispuestas, porque trascienden las distinciones de rango, edad y parentesco.

En el caso de los LK, la frontera es aquella línea que delimita un espacio cuyo trazado no ha sido realizado por el Estado (Ilardi, 2007). Una línea de frontera vacía de referencias fijas y determinadas, habitada sólo por las tensiones y los conflictos. Una línea, por lo tanto, incierta donde todo se mezcla. La legalidad y la ilegalidad se confunden y la resolución de conflictos es siempre aleatoria (Ilardi, 2007).

La nación LK puede ser entendida como una organización que se constituye por medio de la imitación y reproducción de algunos de los mismos ingredientes que sostienen el sistema cultural dominante en Ecuador. Como ya hemos anotado, el proyecto de nación ecuatoriana se ha ido articulando alrededor de algunos discursos. El de tipo militarista, enmarcado en uno de masculinidad hegemónica, y el del ancestralismo que evidencia la utilización de figuras míticas fundacionales.

Bajo la denominada masculinidad hegemónica se va configurando un discurso potente, que articula los modos de concebir y poner en práctica la relación con el otro. La jerarquización, la proyección de un otro contemplado como inferior, la predisposición para aminorarlo o incluso para aniquilarlo, son algunas de las expresiones de la masculinidad hegemónica, que concibe el reconocimiento y el respeto como condiciones que se ganan en la medida en que se es capaz de aplicarlas en la relación con el otro. Muchas veces la masculinidad hegemónica justifica acciones violentas que son consideradas aplicaciones normales (aceptadas o toleradas por la cultura dominante) de aquel discurso6.

Es necesario subrayar que el ejercicio de la masculinidad opera también como un signo de afirmación y "distinción" que los jóvenes de los sectores populares utilizan, no sólo para crearse una plataforma de superioridad los unos con los otros, sino también para compararse con los jóvenes pertenecientes a los sectores pudientes. Siguiendo a Stoler (cit. Gutmann, 2003), quien hace referencia a la dialéctica existente entre hipermasculinización y desmasculinización, se puede decir que los jóvenes de los sectores populares tienden a desmasculinizar a los jóvenes de clase alta proyectándose, de este modo, como hipermasculinos. La construcción de este imaginario funciona como una respuesta que los jóvenes de los sectores más desfavorecidos construyen, dada la necesidad que tienen de establecer un recurso para reequilibrar una diferenciación discriminante que estos mismos jóvenes padecen dentro de una estructura social desigual y fuertemente jerárquica.

El modo como funciona y se articula este discurso masculino es ilustrado por algunos fragmentos extraídos de las entrevistas que reportamos a continuación. En primer lugar, es emblemática la expresión vertida por la mamá de uno de los reyes, que muestra claramente el nivel de incorporación del significante masculino, también en las familias: "Yo no entiendo pon qué mi hijo [King S.] ha entrado en los Latin Kings, ¡si él no sabe pelear!".

Otro testimonio, el de King New (guayaquileño de veintiséis años, seis en la nación LK), narra lo que le dijo un viejo miembro de los LK cuando él expreso el deseo de entrar a la nación y cómo lo logró:

Cuando empecé a investigar cómo hacer para ingresar, le pregunté a B. y me dijo: "Tú no tienes gallardía para ingresar", porque yo era tranquilo. Después me dijo: "Demuéstrame que tú quieres entrar". Una vez unos de la banda Master querían apuñalarlo a B. para ellos coger todo el territorio. Un viernes que salió B. y yo justo lo fui a ver para que me haga los exámenes para ingresar, entonces le seguí y total lo acorralaron y yo salí a defenderlo a él, tiré piedras, les dije a unos vecinos que lo querían robar. B. me dijo: "¿Si sabes lo que acabas de hacer? Diste tu vida por un hermano. Tú vas a ser un buen Rey, tú vas a salir adelante. Demostraste más de lo que yo quería que demuestres porque ellos eran más que nosotros dos y podían haberte matado".

El ejercicio de la masculinidad es también una especie de "regulador" de situaciones críticas:

Nosotros éramos de las personas que solo nos dejábamos llevar por problemas todo para nosotros era problema, era el pito [la reyerta] era el ensalzarse frente al que primero te quedaba viendo mal en la discoteca y así que esto que el otro, tener fama como quien dice (King Cañón, guayaquileño, veintiocho años, diez en la organización, actualmente vive en España).

Aunque sea sólo de paso, por no haber sido tema de particular atención en la investigación, es necesario señalar que el de la masculinidad hegemónica es un discurso que influye también en las mujeres reinas que pertenecen a la nación. Lejos de poder interpretar su presencia como un intento de feminización de la estructura organizacional de los latin kings, las reinas contribuyen a consolidar ese discurso. Su participación está subordinada a un paulatino proceso de masculinización sin el cual es imposible alcanzar posiciones de autoridad y de poder en un contexto de hipermasculinidad.

Al mismo tiempo hay que subrayar que, tanto en la literatura como en las prácticas de la nación, la figura de la mujer es interpretada de un modo similar al que se da en el sistema dominante: subordinada al hombre que ejerce así su "protección" hacia ella. Las reinas son ante todo madres que deben tutelar a los "príncipes". De modo que, asignándoles este papel, la nación no hace más que reproducir un esquema de ultraconservadurismo muy instalado en Ecuador.

En cuanto a la reproducción del discurso ancestralista, es probable que esto se deba a su particular conjunción con el discurso militarista y masculino. Una de las afirmaciones recurrentes en las narraciones que los miembros de los Latin Kings hacen sobre "su nación", es la referencia al Inca (en particular Atahualpa, pero también Rumiñahui) como de un pasado que se debe rescatar si se quiere construir una nación fuerte, compacta y no subalterna. De hecho, la organización en Ecuador asume el acrónimo STAE, que significa Sagrada Tribu Atahualpa Ecuador. Según King M. (guayaquileño de 32 años, miembro desde la fundación y líder actual de la organización), la apelación a raíces ancestrales es una regla presente en la literatura canónica de Chicago, la cual se traduce en Ecuador en la búsqueda de los propios incas míticos. Esto explicaría la asimilación de las figuras de Atahualpa y de Rumiñahui. Estas figuras que fundamentan la idea de nación ecuatoriana, son las que cualquier adolescente o joven aprende a reconocer como tales en la escuela y en el colegio. Por medio de ellas, como hemos dicho, se rescata y reconoce el valor de ser bravos guerreros, diestros y valientes al enfrentarse a todo tipo de enemigo. Por ello, el reconocimiento que tributan los jóvenes latin kings a estas figuras es doble. Por un lado, porque aprenden en los libros de historia que son las figuras que alimentan el imaginario de constitución de la nación ecuatoriana. Por el otro, porque las virtudes militaristas y masculinas con las que en esos textos se representan, son una fuente importante de inspiración para pensar su nación.

En un testimonio de King M. se pone en evidencia de qué modo se resignifica la figura de esos guerreros para contemplarlos dentro de la organización. Lo interesante es que King M. se plantea un interrogante sobre el significado histórico de Atahualpa en un viaje que realiza a Perú para abrir un capítulo LK. Ahí, los jóvenes peruanos le hacen ver que Atahualpa es el enemigo de Huáscar, su hermano peruano, a quien arrebató una parte del Imperio inca que su padre Huayna Cápac le había dejado en sucesión. King M., en esa ocasión, tuvo que aclarar que utilizan la figura de Atahualpa por razones culturales y no por su carácter de "abusivo" (según la versión peruana), y que, de todos modos, Atahualpa es el fundador de la nación ecuatoriana.

El aprendizaje de la historia patria no sólo es asumido por los jóvenes latin kings, quienes la recrean para constituir su nación, sino que dentro de la misma, como una de las actividades formativas principales, esta historia, su simbología fundamental y todo el relato mítico es, a su vez, enseñado a los miembros de la organización.

Está claro, sin embargo, que no toda la historia aprendida en las aulas y en los textos escolares se reproduce vía enseñanza dentro de la nación. Únicamente lo hace aquella que tiene que ver con el pasado que dio origen a la patria y sus emblemas principales. Del resto, de la historia más contemporánea, dicen que no vale la pena enseñarla porque es "vergonzosa", debido a la actuación inapropiada de los gobernantes que se han sucedido. Es decir, la valoración hiperbólica de los mitos ancestralistas coincide con una descalificación de la historia contemporánea y más reciente.

Otro aspecto con el que se puede pensar el tipo de organización que se ha dado la nación LK tiene que ver con lo que Roberto Esposito (2005) ha definido como inmunidad. Es decir, aquella condición del cuerpo social o individual que se activa cuando se siente asediado por lo negativo –las amenazas que provienen de lo externo a estos cuerpos, léase extranjeros o enemigos, por ejemplo– hace surgir nuevos particularismos que se olvidan de lo "común" (de lo "universal") que puede construirse entre distintas identidades, y predispone al empleo de estrategias beligerantes7. En el caso de la nación LK, la necesidad de manejar cierto secretismo, los mecanismos de lealtad, y las "sanciones" para los que deciden abandonarla de forma "sospechosa", representan un modo de inmunizarse hacia ese otro externo (el orden social "legítimo"), el cual, a su vez, se comporta del mismo modo hacia la nación LK. De entenderse así, la nación LK representa un síntoma más o menos evidente de condiciones culturales, políticas y sociales conflictivas que se ubican en el sistema dominante. Esto torna inviable la interpretación, según la cual, los latin kings actuarían como un colectivo "antisistema" al estilo de otros colectivos juveniles, como es el caso de los rockeros. Más bien hay que saber leer los signos de una demanda de integración que, en los últimos años, se ha vuelto patente y ha hecho posible que la organización busque el camino de un reconocimiento formal.

Conclusiones

En contra de visiones que reducen el fenómeno de los latin kings asociándolo al pandillerismo, hemos querido mostrar y sostener otra perspectiva. Nuestro punto de vista es que esta organización, nacida en los Estados Unidos hace ya seis décadas, y que se autodenomina como una "nación", obedece a fenómenos más complejos relacionados con la forma como se construyen las identidades juveniles en contextos al mismo tiempo transnacionales y locales.

En el caso de Ecuador, nace, prospera y tiene razón de ser y estar en las entrañas mismas de una modernidad contradictoria que da lugar al proyecto nacional ecuatoriano. Aquello que ha sido rápidamente tachado como conducta criminal desviada, como consecuencia de situaciones disfuncionales de irregularidad propias de la familia contemporánea o, también, como el resultado de la propia condición de inestabilidad emocional de la juventud, resulta ser una organización juvenil cuyas condiciones de posibilidad y existencia hemos ido buscando en el modo como se viene construyendo esa otra "nación grande" que es Ecuador.

Los elementos contradictorios de la nación ecuatoriana han alimentado y permitido que esa otra –la nación chica de los LK– se haya dado y reproducido. Las formas militaristas y de masculinidad hegemónica han sido algunos de los ingredientes que hemos querido mostrar, y que nos hacen plantear un relativo paralelismo a la hora de pensar ambas naciones. Del mismo modo, algo parecido sucede con el carácter inequitativo y excluyente de la nación ecuatoriana que hace que estos elementos nacionales se reproduzcan en sus "márgenes".

Si la existencia de estas organizaciones depende en buena medida de las formas de construcción de la nación y del Estado, de sus inconsistencias, de sus promesas desatendidas, de su base de inequidad y desigualdad, todas éstas comprendidas en un modelo de desarrollo económico liberal y clientelar; si la existencia de organizaciones como la de los latin kings es el resultado de la producción de un "resto" en el proceso de marginalización y exclusión que ha sido históricamente una constante de la acción del Estado ecuatoriano, ¿cómo no tener en cuenta estos y otros elementos a la hora de diseñar políticas públicas de juventud en materia de organizaciones juveniles de la calle, y también para aquellas de naturaleza abiertamente pandilleril? En vez de querer combatirlas para aniquilarlas, habrá que entender a fondo el lugar sociológico, cultural e histórico desde donde provienen estas organizaciones. Los modos con los cuales se inscriben en los procesos históricos y sociales de larga duración del país. Las formas de reproducción, de resistencia y de resignificación del orden constituido.

Paradójicamente, la nación de los LK representa todo lo que pudo haber sido un país, y que no logró ser. En realidad, es el único "país" posible para sujetos que nunca han sido incluidos en un país "normal".


Notas

1 Para Centroamérica: Aguilar y Carranza (2008), Acevedo (2008), Cruz (2005 y 2006), Guobaud (2008), Gaborit (2005), Rubio (2006), Fournier (2000). Para toda la región: OPS/GTZ (2008), BID (2006), WOLA (2006), Concha-Eastman (2000).

2 Los trabajos de Jose Manuel Valenzuela (2007), Alonso Salazar (1990 y 1998) y Rossana Reguillo (1995 y 2000) van en esta dirección, siendo, sin embargo, que la mayoría de los estudios sobre pandillas no toman en cuenta los factores históricos en sus análisis.

3 Es probable que en este sentido el aumento, al menos en América Latina, de casos de ajusticiamientos extrajudiciales y linchamientos comunitarios, sean ingredientes que muestran el mismo síntoma.

4 Ventrílocuas son las formas de la comunicación por medio de las cuales los sujetos subordinados y dominados establecen por intermedio de "ciudadanos" y funcionarios públicos, la relación con el Estado.

5 Con transescritura Guerrero (2000) entiende las formas de registro y escritura que se plasman como consecuencia del ejercicio de las ventriloquias.

6 Esta es una de las argumentaciones principales tratadas en trabajos anteriores (Cerbino, 2006).

7 Sobre este argumento también existe la referencia de Appadurai (2006) cuando habla de "identidades depredadoras", entendiéndolas como las que no toleran "ningún otro" (pues es visto como una amenaza para la homogeneidad o pureza de su identidad) e intentan deshacerse de él.


Referencias bibliográficas

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