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Resistiendo al Establishment desde una propuesta Gótica*

Resistindo o Establishment de uma proposta gótica

Resisting the Establishment from a Gothic approach

Tania Arce Cortés**


* La presente investigación es parte de un proyecto de investigación proyectado a seis años en torno a las expresiones contraculturales. En primer lugar, los resultados generados dentro de la investigación se han utilizado para la obtención del grado de Maestra en Antropología Social. En segundo lugar, la investigación se encuentra inscrita en el grupo de trabajo Juventud y Nuevas Prácticas Políticas en América Latina de Clacso. En la actualidad, la investigación está siendo retomada para formar parte de un estudio comparativo con otros países europeos. Parte del financiamiento ha sido proporcionado por Conacyt.

** Licenciada en Pedagogía. Magíster en Antropología Social y Culturas Juveniles. Candidata a Doctora en Antropología Social, Universidad Iberoamericana, México D.F. Actualmente labora en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. , Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El objetivo del artículo es describir y analizar a los jóvenes góticos como generadores de propuestas políticas de anti-globalización y anti -establishment, a partir de la autogestión y la autoeducación, en el contexto de Ciudad de México. Sus propuestas son analizadas desde las teorías de la globalización y los postcultural studies.

Palabras clave: gótico, establishment, autogestión, autoeducación, resistencia, globalización.

Resumo

O artigo tem como objetivo descrever e analisar, no contexto da Cidade do México, os jovens góticos como geradores de propostas políticas de antiglobalização e antigoverno (anti- establishment), fundamentadas em uma cultura de auto-gestão e auto-educação. As propostas são analisadas desde o ponto de vista das teorias de globalização e dos estudos pós-culturais (postcultural studies).

Palavras chave: gótico, establishment, resistência, autoeducação, autogestão, globalização.

Abstract

In this article we describe and analyze the young Goths, as generators of anti-globalization and anti- establishment political proposals, from the self-management and self-education, in the context of Mexico City. Their proposals are analyzed from the theories of globalization and post-cultural studies.

Key words: gothic, establishment, self-management, self-education, resistance, globalization.


Desde los primeros estudios sobre juventud en los años cincuenta del siglo pasado, llevados a cabo por la Escuela Sociológica de Chicago, hasta nuestros días, diversos ámbitos de la academia han realizado investigaciones que responden básicamente a dos preguntas: ¿cuáles son las principales características y distinciones de las organizaciones juveniles? y, ¿por qué surgen los grupos "contraculturales"? Estos cuestionamientos han sido respondidos con base en los períodos de surgimiento temporal-espacial, y de las formas de expresión grupal de los diversos grupos.

Desde nuestra experiencia, estos grupos han emergido como respuesta a los diversos procesos de capitalismo, globalización e identidad, reflejados en formas de resistencia. Para poder mostrar con mayor detenimiento lo anterior, y como parte de la especificidad antropológica, es de nuestro interés, por un lado, describir la cosmovisión del grupo denominado Escena Oscura, conocido como Gótica en la Ciudad de México, a través de sus conceptos de escena, estilo de vida, autogestión y autoeducación, y por otro, conocer su postura dualista: originalidad versus consumo; ambas propuestas son resultado de los procesos globales y una resistencia contra la uniformidad.

¿Qué significa para ellos la resistencia al establishment? ¿En qué ámbitos y cómo expresan esta resistencia? ¿Cuáles son sus propuestas ante estos procesos de homogenización y de exclusión? La Escena Oscura cuenta con propuestas que cuestionan y muestran que el sistema actual capitalista permite y promueve la creación de estos grupos, como parte de un equilibrio económico, pero, a su vez, este sistema crea instancias de homogenización y exclusión, que ubica, erróneamente, a la Escena Oscura como un grupo marginal, drogadicto, parafernalio e improductivo. Las propuestas de este grupo se enmarcan en dos ámbitos: autogestión y autoeducación.

El artículo se divide en cinco partes en términos expositivos. En la primera nos adentraremos en la descripción, de manera puntual, por un lado, de las visiones que tienen las posturas de la antropología de la globalización y de lospostcultural studies, y por otro, definiremos los conceptos estilo de vida y escena, desde la teoría y los actores. En la segunda se define qué es la Escena Oscura y cómo la entienden algunos de sus integrantes. En la tercera se muestran los fundamentos que sustentan su cosmovisión, como son el anarquismo y la creatividad. Y en la cuarta parte, se exploran sus propuestas y cómo éstas se encuentran relacionadas con su estilo de vida, concepto que funge como un espacio que permite la convivencia, socialización y estabilidad individual. En una última parte, responderemos a las preguntas: ¿cuáles han sido los impactos que ha tenido la globalización sobre estas prácticas culturales? O en su defecto, ¿cuáles son los impactos que han tenido las prácticas culturales en la globalización en el caso de la Escena Oscura? El diseño metodológico de los resultados del presente artículo se basa en una etnografía multisituada de tipo cualitativa.

Antropología de la globalización, postcultural studies, lifestyle y scene

Existen diversos enfoques en torno al fenómeno de la juventud y sus manifestaciones culturales, desde el enfoque biologicista hasta aquel que considera a los jóvenes como actores políticos y sociales con propuestas de cambio. En relación con los resultados presentados, es de nuestro interés centrarnos en dos posturas teóricas: antropología de la globalización y postcultural studies, por permitirnos analizar nuestros datos desde una visión integradora, comparativa e inclusiva.

Es decir, la primera de éstas, la antropología de la globalización, cuenta con una conciencia de la creciente dispersión, descentración, interpenetración y complejidad general de las comunidades globalizadas y transnacionales. La segunda postura, heredera de la escuela de Birmingham y de su concepto de subcultura, los postcultural studies, parte de la premisa, según la cual, los medios de comunicación, la tecnología y el mercado son la base del surgimiento de los grupos contraculturales. Ambas posturas coinciden en que la globalización no es promotora de la diversidad, sino generadora de procesos de exclusión y desigualdad de los procesos culturales.

Antropología de la globalización

La globalización económica, cultural y social trae consigo nuevas realidades emergentes como el subempleo, el mundo efímero del consumo, el trabajo precario, las identidades globalizadas, los movimientos sociales, entre otros fenómenos. Estas nuevas realidades implícitamente plantean la exclusión, la segregación y la desigualdad, tanto en sociedades del primer como del Tercer Mundo. De acuerdo con Harvey (2004):

[…] los movimientos de toda clase [se] de definen directamente en función de un antagonismo respecto del poder del dinero y de las concepciones racionalizadas del espacio y el tiempo en la vida diaria […]. Sin duda, gran parte del colorido y el fermento de los movimientos sociales, de la vida diaria y la cultura de la calle así como de las prácticas culturales y artísticas, surge precisamente de la textura infinitamente variada de las oposiciones a las materializaciones de dinero, espacio y tiempo bajo la hegemonía del capitalismo (Harvey, 2004: 265).

Con el mismo tenor, Castells (2008) plantea que estos grupos y/o movimientos sociales se caracterizan porque su "resistencia se enfrenta a la dominación, [su] movilización reacciona contra la impotencia y [sus] proyectos alternativos desafían a la lógica imbuida en el nuevo orden global, que en todo el planeta se percibe cada vez más como un desorden" (Castells, 2008: 92).

Para Harvey (2004), la existencia de esta oposición promueve la inmersión de los grupos dentro del manejo del espacio, el tiempo y el dinero del mundo capitalista, por lo cual, no serían en todo autónomos y seguirían dependiendo del mainstream. Estos grupos utilizan los medios de comunicación y la tecnología, para organizarse y darse a conocer (Castells, 2008), es decir, utilizan el propio sistema que critican para apropiarse de su movimiento.

La globalización, para algunos autores (Barker, 2008), es la pérdida de la diversidad y de la autonomía cultural, donde sólo se busca que una única cultura sea la dominante. De acuerdo con Hamelink (1983), existe una cultural homogenization, en la cual, la globalización del consumo constituye una envoltura capitalista que pierde el valor de la diversidad cultural. Para García Canclini (2005) y Aschcroft et ál. (1989), estas culturas son consideradas híbridas. El concepto híbrido implica que algo no puede ser visto como puro, sino como un producto de varias identidades. Las culturas híbridas en otro momento serían parte de la homogenización, y de ahí la exclusión y la desigualdad.

La exclusión ante el panorama de la globalización sólo propicia desigualdades sociales. La desigualdad social genera condiciones de competencia y estructuras de vulnerabilidad. Las juventudes ante este panorama se tornan más vulnerables. En un sentido amplio, las juventudes se desintegran y fragmentan. Por ejemplo, Massey (1998) muestra que una cultura juvenil no se encuentra encerrada dentro de su propia cultura, sino que es un producto de la interacción entre los ámbitos local y global. Para la autora, una cultura juvenil no es pura, ni auténtica, sino que se encuentra ubicada dentro fronteras específicas como un producto sincrético e híbrido de interacciones a través del espacio.

Postcultural studies

Históricamente, el término subcultura cuenta con tres etapas. En la primera empieza a ser utilizado (Pearson, 1994 y Roberts, 1971) para describir la semejanza entre el aspecto visual y un comportamiento que se distingue de los otros. La segunda aparece cuando la sociología americana, específicamente la Escuela de Chicago, utiliza el término subcultura para hacer referencia a la teoría de las desviaciones que sugiere que los integrantes de la subcultura cuentan con una personalidad criminal. Y la tercera se genera en Inglaterra a mediados de los años setenta, cuando surge el Birmingham Center for Contemporary Cultural Studies (CCCS), y en los últimos veinte años, los postcultural studies.

A partir de los años noventa, se ha venido cuestionando la validez del término subcultura y su utilidad actual. Por ejemplo, Frith (1983), Jenkins (1983) y Bennett (2004) plantean que el término subcultura es un concepto que utiliza románticamente los términos resistencia y subcultura como sinónimos (Frith, 1983), entiende a los jóvenes como personas flotantes y con fronteras inestables (Frith, 1983 y Bennett, 2004) y se utiliza para derrocar la cultura dominante (Jenkins, 1983).

Basados en el análisis anterior, los post cultural studies se comprenden como una propuesta más amplia y actualizada en el contexto, debido a sus influencias conceptuales, al relacionar las expresiones culturales, juveniles o adultas con las ideas de consumo y medio. Un ejemplo de esto es el libro After Subculture: Critical Studies in Contemporary Youth Culture (2004), recopilado de ensayos europeos que reconstruyen el concepto desubcultura a través de sus experiencias con grupos alternativos como manifestaciones de dance, extreme metal, goth, teenage girl, entre otras. Por ejemplo, Martin (2004) propone que el concepto de subcultura, por un lado, es una representación simbólica de determinadas relaciones sociales y prácticas que enfatizan algunos aspectos y gustos de un grupo y, por otro, es un proceso de creación continua. Mientras para Chaney (2004) la subcultura es una distinción cultural que está alrededor de los miembros.

Ejemplo de la aplicación de esta nueva corriente, los postcultural studies, a la Escena Oscura, es el estudio realizado por Hodkinson (2002 y 2004). El autor propone conceptualizar la gothic scene más allá del concepto desubcultura, readaptando el concepto como cultural substance, en referencia a la noción de fluidez, al mostrar un grupo con distinctiveness, identity, commitment y automomy. El estudio de Hodkinson (2004) demuestra que losgóticos son individuos en constante movimiento y con alto nivel de participación dentro de diferentes escenasmusicales, con lo que manifiestan un grado de compromiso, dinamismo, y con diferentes estilos.

Dos términos ejes del artículo son lifestyle y scene. Por un lado, el concepto de lyfestyle (Raimer, 1995; Fiske, 1989; Miles, 2005) vislumbra a los participantes como consumidores individuales con un toque de creatividad, imagen e identidad. Una segunda definición desde la sociología, ha pensado el lifestyle como una serie de comportamientos provenientes de costumbres, aprendizajes cotidianos y motivaciones, en tiempos y lugares específicos. Esta definición está enfocada en definir al individuo como una identidad personal con símbolos culturales únicos. Ambas definiciones utilizan el lifestyle para definir la relación existente entre una persona y lo que le rodea. Por el contrario, estilo de vida, como se mostrará en el presente artículo, definido por los integrantes del movimiento, es un círculo donde ellos se desenvuelven integralmente y aspiran a conformar una familia.

Por otro lado, el concepto de scene (Goffman, 2006) es utilizado para recalcar el sentido de la representación teatral de las situaciones sociales y su localidad, y, a su vez, de la translocalidad (Straw, 1991), orientada a la asociación de los estilos musicales y a su producción y consumo (Stahl-Harris, 2004). Stahl-Harris (2004) define la scene como una herramienta interpretativa que permite explicar la alianza entre espacios culturales, industrias, instituciones y medios, como elementos heterogéneos; y entre los modelos subculturales homólogos y homogéneos. La scene es entendida por los autores, como el espacio amplio que incorpora a las industrias, las audiencias y los modos de producción alternativos.

Para estos autores, el concepto de scene hace referencia al espacio de intercambio entre el consumo, los medios y el individuo. En el presente artículo, el concepto de scene o escena, basados en la definición del movimiento, se refiere a un espacio de socialización, intercambio y trabajo que ha generado un grupo de individuos para caracterizarse mutuamente y, a su vez, alude al grado de cohesión y compromiso existente entre todos ellos.

Definiendo la Escena Oscura

Ahorita te podría decir que la Escena Oscura es una gente que se viste de negro… Lo que sí te podría decir es que somos muchos menos que antes… la Escena Oscura es la mezcolanza de muchas cosas.
(Lady Palmolive1, Real Under2)

Para poder delimitar qué es la Escena Oscura, es necesario referir ante todo el concepto de lo gótico, por ser una noción de referencia común para este grupo y, a su vez, por tener connotaciones mutables y evolutivas en períodos históricos determinados.

En primera instancia, el término godo refiere a los clanes del siglo I d. C. que se comunicaban a través del lenguaje gótico –ahora una lengua germana muerta–. Tiempo después, en el siglo XII en Europa Occidental, surge el denominado arte gótico, considerado por sus practicantes como "arte bárbaro" por construir formas consideradas libres.

Sin embargo, no es sino hacia finales de los años setenta del siglo pasado, que el término se retoma para hacer referencia a una cultura juvenil autodenominada gótica en Londres (Inglaterra). Sus mismos integrantes se denominaron como Escena Oscura o Escena Gótica. La connotación de distinción entre estos nombres depende del estilo de vida y sus variantes musicales.

Para Paul Hodkinson (2002), los góticos son una oposición forzosa entre la subcultura y la cultura dominante. Para este autor, la subcultura es una entidad independiente y con criterio propio, donde el individuo adopta sus propios valores sin ser parte de un grupo, o una derivación de la lucha hacia la cultura parental y dominante. Así, el gótico es visto por el autor como una gothic scene "as a subculture, from more fleeting, ephemeral amalgams of young people, music and style" (Hodkinson, 2002: 7). La propuesta de Hodkinson es analizar toda gothic scenebajo los conceptos de distinctiveness, identity, commitment y autonomy.

Por su parte, para Fred Botting (2002)3el gótico está envuelto en atmósferas oscuras y misteriosas que se remontan a las emociones de terror y risa y, en la actualidad, al juego diabólico, el sacrificio y la violencia. La escritura gótica, de acuerdo con el autor, se caracteriza por la presencia de argumentos supernaturales, imaginación en exceso: delirios, transgresión social, religión versus diablo y desórdenes mentales (Botting, 2002).

Para Carol Siegel, teórica del feminismo en Berkeley, la subculture Goth(ic) está integrada por personas que valorizan las sensaciones psíquicas y los placeres intelectuales, y que están interesadas en promover la producción cuidadosa de estilos visuales como una artesanía y el cultivo de nuevos erotismos, así como un "lugar efímero" relacionado con una rebelión juvenil.

En síntesis, Siegel (2005) insiste en que el gótico se encuentra relacionado con el sadomasoquismo y la emergencia de una nueva revolución sexual, Botting (2002) muestra que el gótico despliega una fascinación por los objetos y prácticas que son construidas irracionalmente e inmoralmente y Hodkinson (2002) menciona que el gótico es un símbolo contestatario ante el mundo moderno, que no ha desaparecido y que se localiza bajo la tierra, que forma parte del arte, la literatura y la música. Siegel, Hodkinson y Botting enfocan el gótico desde posturas diferentes, pero coinciden en estudiarlo e interpretarlo desde el estilo (style).

En el caso de México, el movimiento gótico se autonombra como Escena Oscura. La Escena Oscura está integrada por personas que particularmente muestran agrado hacia la ironía, el horror, los sueños de grandeza y la elegancia –entendida como una manera de vestir no sucia y con sumo arreglo personal–. Se entienden y describen a sí mismos como personas capaces de realizar cualquier tarea y contar con una experiencia de vida basada en la organización de eventos y el conocimiento de la historia, por lo cual, consideran que las nuevas generaciones han fracasado. Demuestran no querer vivir en la abundancia, pero sí necesitados de una economía que les permita subsistir. Desconfían de todas las personas que se les acerquen y quieran implantar otras reglas, en consecuencia, se vuelven un círculo cerrado y exclusivo para sus pares.

Se muestran como personas volubles, gustosas de hacer "berrinches" y "lucirse" queriendo ser el centro de atracción. Se preocupan por sus amigos cercanos y se vuelcan hacia ellos con sentimientos de protección y apoyo, y aquellos que los traicionan son suprimidos del grupo. Viven en la creencia de que no existe un dios ni un líder que les indique cómo comportarse, por ello han creado un sistema basado en la autogestión y en la libertad. Manifiestan no importarles vivir justificándose por lo que hacen ante los demás, pero sí les interesa la opinión de sus amigos.

Entre las características que conforman el espectro de la Escena Oscura, la primera y la más importante es conocer, oír y gustar de un género musical que para los ajenos es insólito, pero que para los participantes constituye atmósferas que remontan a sus más extraños pensamientos y fantasías. La segunda característica es vestir parafernalia referente a grupos del siglo pasado, de los años setenta en Londres y de los años ochenta en Estados Unidos, que revela las preferencias particulares de cada uno de ellos. En tercer lugar, está cierto tipo de literatura, con la cual se sienten identificados (por ejemplo, autores como Charles Baudelaire, Kafka, Anne Rice, Tim Burton, etcétera). Finalmente, como parte de la pertenencia a un grupo, está contar con vivencias y expectativas semejantes para crear una afinidad.

Las cuatro características mencionadas tienen origen en su creencia en que la sociedad está "podrida" y es necesario contar con propuestas independientes que les eviten tener alguna relación con ésta. La "sociedad podrida", definida así por ellos, es como una sociedad sin valores, en colapso, no preocupada por el medio ambiente, irrespetuosa del prójimo y llena de codicia; la humanidad que se ha ido destruyendo poco a poco y se limita a explorar otros caminos no establecidos. Referente a ello, Drack señala:

Hay muchos niveles del malestar, el tráfico, la gente vive enferma, esto es terrible. Y no hablemos de instituciones, donde la corrupción es algo absurdo que no tiene límites, no creemos en el país en general. Por lo que yo he platicado eludimos la política como la lepra, no creemos en las instituciones generalizando, no creemos en el país y los que hacemos, todo es cuestión de creación, tenemos la mira en Europa, Estados Unidos no nos interesa ni el american status, todo es enfocarse a Europa (Drack4, La Orden del Císter5).

Con base en lo anterior, la Escena Oscura ha creado propuestas alternativas de vivir, que comprenden la autogestión, el autoaprendizaje y la libre expresión, las cuales son consideradas por ésta como herramientas para no valerse de las instituciones o de la sociedad, y para poner en práctica la autorregulación.

Antes de profundizar con mayor detenimiento en sus propuestas de autogestión y autoaprendizaje, mostraremos cuáles son los sustentos, por llamarlos "ideológicos", que perpetúan sus estilos de vida, y han sido retomados, con base en sus experiencias y conocimientos de diversas corrientes de pensamiento, como el punk y el dadaísmo, para fundamentar su postura política de crítica hacia la sociedad y el Estado.

Concepciones que sustentan la Escena Oscura

No es lo mismo, ser adiestrado a ser liberado, aunque para muchos la libertad no exista, por el simple hecho de seres sociables e interactuantes en ésta misma.
Resistencia Subterránea6

Las ideas de autogestión y creatividad son dos vocablos continuos en el habla cotidiana de la Escena, ambas derivan de la influencia de corrientes como el punk, el anarquismo y el dadaísmo.

El punk se traduce literalmente como mocoso, escoria, basura e inservible. La música punk se caracteriza por tener canciones simples, letras con orientaciones políticas y sociales, ritmos sencillos, rápidos y agresivos. Su nacimiento se considera a partir de dos grupos: en Nueva York con The Ramones en 1974, y en Inglaterra con The Sex Pistols en 1976, considerados los más representativos.

La herencia del punk en la Escena es visible en la adaptación de signos como crestas, ropa reciclada, botas Dr. Marteen7. Estos signos han sido entendidos y retomados por la Escena para demostrar autonomía –en el momento de generar sus propios empleos y objetos– y estar inmersos en una vida sin lujos, situación que ellos conciben como anarquía.

Esta concepción de anarquía se vislumbra en uno de los fanzines8, diseñados y distribuidos por la Escena, denominado El Guff9. Para ellos, la anarquía es la capacidad de crítica al orden establecido y la negación de toda autoridad, estar en un movimiento anticapitalista sin jerarquías ni propiedad comunal. En este mismo fanzine se encuentran citas de líderes de bandas punk y góticas como Rozz Williams del grupo Christian Death (1979): "[…] me gustaría regresar a mis orígenes, al post punk, ahí todo era más sencillo y sincero" o del vocalista de Sopor Aeternus (1989) Anna Barnie: "[…] me da asco ver a cientos de personas estar admirando a unos pocos".

Las anteriores citas son el discurso que ha sido retomado por los integrantes de la Escena para concebir la sociedad como banal y consumista. La postura anárquica significa evitar caer en ello. Para la Escena, el punkbusca derrumbar el sistema, sin embargo, el grupo no manifiesta una postura política violenta o transgresora, sino una "revolución cultural, visual y personal de las cosas" (Lady Palmolive, Real Under). Así, la anarquía es vivida por la Escena a través de la idea del hazlo tú mismo, abolición de un control social, rechazo del control capitalista y religioso. Con base en esto, han conformado un grupo y un sistema basado en la libertad de expresión, la autonomía individual, la solidaridad, el apoyo y la autogestión.

En el caso de el dadaísmo, lo definen como un movimiento situacionista con una "ingeniosa capacidad de crear o adaptarse en situaciones para un cambio social" (El Guff, 2002), que permite al individuo expresar su contradicción e inconformidad a través de lo absurdo e irónico. El dadaísmo ha sido retomado por la Escena, a partir de la idea de generar nuevas y contradictorias ideas artísticas que causen emociones en los espectadores, a través de los performances, los signos en sus ropas, el maquillaje y la música. El dadaísmo es considerado parte fundamental para llevar a cabo sus manifestaciones artísticas basadas en la creatividad, la autogestión, la calidad y la originalidad.

La influencia del dadaísmo es observable en el uso del maquillaje. Si bien éste se basa en grupos musicales, cada uno de los entrevistados manifestó ser creativo y personal a la hora de maquillarse el rostro, trazando determinadas líneas y colores que emergían en el momento, a la vez que cuestionaban los imaginarios sociales. Por ejemplo, los que gustan del death rock10, utilizan ropa desgarrada y se maquillan simulando estar muertos en vida.

El dadaísmo refuerza la idea de la Escena Oscura de legitimar sus expresiones en corrientes como la autonomía, la creatividad, la autogestión y la calidad continua, bajo un discurso que ellos denominan calidad. Drack la utiliza como el parámetro desde el cual él ve a los otros:

Nosotros estamos intentando, en el camino del conocimiento, tratando de mejorar calidades y nos hemos preocupado tener estudios en nuestra áreas, y hemos pasado de un grupo de personas de negros que organizan fiestecitas a un grupo de artistas que puede reconocer el País. No hay forma de justificar me visto de negro y no estudio, le echo las ganas, me rodeo de gente igual o mejor que yo. El parámetro lo pongo así, si yo puedo pintar, fotografiar, textos, si yo lo puedo hacer mejor él es malo (Drack, La Orden del Císter).

Para Lady Palmolive, la creatividad es "autocrearte, tienes que autovisalizarte de otra forma, así, debes verte, en un mundo diferente, pero a tí como persona" (Real Under). Por su parte, para Drack, es intentar "el camino del conocimiento, tratando de mejorar calidades […]" (La Orden del Císter). Finalmente, Voodoo Girl11sustenta que el fin es "ver más allá de tus narices, explorar […] vacunarte contra esa ignorancia" (Almas Perdidas12). Las tres citas recalcan la importancia de estar siempre en continuo aprendizaje, como la única manera creada por ellos para diferenciarse de esa sociedad podrida o ignorante.

La creatividad en la Escena Oscura es un mecanismo que permite mantener sus discursos, creaciones artísticas y su propia existencia, a través de la continua elaboración de producciones culturales como performances, conciertos, eventos semanales, artículos de revista y creación de un look. Así, la creatividad se vive como un mecanismo de sobrevivencia del grupo, lo que genera un sentimiento de estabilidad emocional, al vivir en la creencia de que a partir de ésta, ellos continúan existiendo.

Las ideas del anarquismo y del dadaísmo son utilizadas por la Escena Oscura para alejarse del establishment, generar sus propios signos de espontaneidad y libertad; para satisfacer sus ideas de originalidad y manifestarse a través de signos que causen terror a la sociedad. Con estos signos comunican un rechazo absoluto por lo establecido: la escuela, la familia y la sociedad.

Conociendo y aprendiendo de sus propuestas

La Escena se caracteriza por promover y ejercer el cuestionamiento de la sociedad y el establishment, a partir de la autogestión y el autoaprendizaje. La autogestión se caracteriza por buscar y crear un sistema laboral propio, mientras el autoaprendizaje se realiza bajo la premisa de una educación basada en sus necesidades como grupo.

La autogestión es vivida y entendida por ellos como la capacidad de crear sus propios medios de subsistencia y trabajo. El autoaprendizaje lo entienden como la posesión de todos esos conocimientos adquiridos en la vida cotidiana, considerando que no han aprendido nada. La vida sin lujos es percibida por ellos como contar únicamente con los medios que permitan al ser humano sobrevivir y mantenerse, apartándose de tendencias como el derroche o vivir en un mundo donde las marcas son lo más importante.

Respecto a la educación de los integrantes, ellos han decidido no contar con una que sea proporcionada por la escuela (educación formal), por haber quedado decepcionados del sistema escolar, pero sí una educación ideada, diseñada y transmitida especialmente por ellos (educación no formal), basada en sus ideales y necesidades.

La gente de la Escena Oscura, en general, cuenta con niveles de primaria, secundaria o preparatoria, y se autodefine como "buenos alumnos". Sin embargo, al salir de la primaria y enfrentar la secundaria, encontraron un sistema que no se interesaba en el alumno y en su aprendizaje. En general, mostraron ser personas con capacidades para aprender, pero al mismo tiempo, inquietos y desafiantes frente a los métodos de enseñanza, lo cual, creemos, en su momento no fue bien manejado por los docentes, de allí el proceso de deserción escolar13:

En la preparatoria tenía un guey tan barco que sí sentí el golpe y empecé a tener problema con los profesores, los cuestionaba, me empezaba a burlar de ellos, tuve pleitos de aventar cuadernos, salirme de la clase, de patear pupitres, no me interesaban sus clases, no los soportaba eran unos idiotas, me molestaba su mediocridad, me caía mal que hicieran que me molestará la escuela, era pésimo. Yo traer todas esas cargas de que yo adoraba la álgebra y chocar con un imbécil que me estaba regresando, de por si las matemáticas no son el abc de la población, la verdad todos mis compañeros eran pésimos y este cuate me estaba dando lo que llevaba en primero y segundo de secundaria y muy malo, me aburría […] (Drack, La Orden del Císter).

Para ellos, la escuela les proporcionó un conocimiento básico, pero no necesario para su realización o desenvolvimiento como personas con diferentes inquietudes, por contar con profesores mediocres, razón por la cual, estos últimos no fueron capaces de apoyarlos en su proceso.

Como consecuencia de este rechazo escolar, los integrantes de la Escena manifiestan continuamente no querer regresar a la escuela y prefieren crear por sí mismos, un proceso de enseñanza y aprendizaje caracterizado por ser autogestivo y no formal. Así, realizan distintos círculos de estudio y charlas en distintas temáticas sobre psicología, sociología, política, fotografía y música. El conocimiento es continuamente actualizado con cada búsqueda de bibliografía, que analizan y critican, para, posteriormente, difundirla al resto del grupo. Es aquí donde la educación formal es sustituida por el grupo, y deja de ser informal por convertirse en un proceso aceptado y admitido como parte de su formación.

Esta idea de contar con una enseñanza no formal se basa en el principio colectivo del movimiento "hazlo tú mismo", a partir de allí buscan generar los conocimientos que desean dentro de su circuito, a través de círculos de lectura o de la transmisión de individuo a individuo.

Un círculo de lectura se lleva a través del intercambio de libros sugeridos por algunos de ellos. Los libros tienen que ser leídos en una semana y después se discuten en la siguiente sesión. Los temas de los libros son muy variados, y a la vez vuelven a relacionarse con el ideal gótico. Un ejemplo de este sistema de enseñanza, que han implementado desde principios de los noventa, son las denominadas asambleas realizadas en el extinto UTA o el actual Real Under. D_M_T Berzeck14, opina que:

[…] ciertamente aprendemos algo, me pareció buena idea de difundir más la lectura entre nosotros, tanto en el periódico, leyendo novelas de estudiosos […]. Es cultura y ayuda y discutirlo entre nosotros, tal vez la hora no es la indicada: domingo a las 6 y 7 de la mañana […] hay cosas que ignoro y aprendo […] debemos leer más libros a la semana, tenemos un nivel muy bajo de cultura y hay que enseñarse a leer (D_M_T Berzeck, Real Under).

La transmisión de conocimientos entre individuos se realiza cuando una persona ha leído determinado libro y lo comunica a sus amigos. Así es como surge la idea de que, dentro de la Escena, todo integrante debe haber leído a Kafka, a Baudelaire, entre otros autores. Sin embargo, con el tiempo, ellos muestran un arrepentimiento por la difusión de estos autores y la combaten rechanzando su aporte.

Quieren mostrar que el sistema educativo no es el único medio para obtener el conocimiento, por ello, descalifican el aprendizaje formal con la creación de grupos autogestivos, y señalan que son capaces de asumir el papel de educadores de su propia vida. Esta postura se fundamenta en las vivencias que los integrantes de la Escena sufrieron en su vida escolar. Si bien a ésta le reconocen su papel, ven el sistema educativo nacional como incapaz de captar a los estudiantes que tienen intereses y expectativas de vida diferentes, lo cual impide que la educación sea vista como un motivo más de superación, tal como ellos lo han demostrado.

El aprendizaje no formal dentro de toda la Escena Oscura se genera a partir de la creencia en educarse y ser mejores, con lo que adquieren las bases suficientes para discutir y contar con un conocimiento apropiado sólo para ellos. Este tipo de educación informal refleja a un colectivo en busca de sus propios medios de subsistencia y lucha, al tiempo que el grupo expresa la necesidad de tener un sistema propio de supervivencia basado en la eficacia, el esfuerzo continuo de sus miembros y el intento de rechazar un sistema capitalista, buscando que el ser humano se exprese libremente y cree sus propios recursos sin obedecer al Estado.

Tanto la autogestión como el autoaprendizaje permiten a los integrantes de la Escena Oscura, contar con una manera alternativa de entender y llevar a cabo su vida, que perciben como única, pues se han aferrado de tal manera a ésta, que no se conciben viviendo de manera distinta. Esto es lo que ellos denominan un estilo de vida, es decir, una nueva forma de concebir la vida y todo su mundo, y no como un gusto de música o estilo de vestimenta. Voodoo Girl define la Escena Oscura como un estilo de vida:

Mi vida es la Escena Oscura, está en crecimiento constante y no he aprendido nada. Todos los días estoy aprendiendo algo nuevo, cada vez que abro un libro y oigo un disco es nuevo; el ver nuevos géneros y nuevas bandas Siempre estoy en crecimiento todo el tiempo y no ha parado. Pienso seguir en eso, porque en primero he ayudado y me llena, mucho… Es un estilo de vida que tengo. O sea no interviene con mi pareja, mi familia, mi hijo con los que me rodean, la gente que me rodea es del mismo estilo… Estilo de vida vestirme de negro como quiera, menos o más glamorosa, no me cuesta vivir así, y son los cambios que me gusta tener. Sigo aquí por gusto al arte en general y al gusto por lo que me ha dado el movimiento, el enriquecimiento de los eventos, la gente que he conocido y me llena mucho, te sientes bien, a gusto (Almas Perdidas).

Drack define estilo de vida como

[…] un hogar. Pues me dió amigos que considero mi familia, yo me divorcié de mi familia hace años y pues lo que me mantiene con vida son mis amigos y todo lo que hago en ella. Y mi idea utópica es formar parte de una élite de artistas enormes entonces la Escena me ha dado la posibilidad de creer en eso (La Orden del Císter).

Para Lacroix: "Es un estilo de vida, es como llevar una convicción que sí estás y eres. Nunca me cansaré de proponer y seguiré aquí y [ojalá] podamos mantenernos hasta ahora" (Maldoror15), y este estilo de vida les ayuda como en el caso de Herman Munster16: "[…] esto me ha ayudado mucho a desarrollar mi mente, mi espíritu y hasta me ha acercado al desarrollo del físico. Son tres cosas que debe desenvolver el ser humano: mental, espiritual y físicamente" (Real Under).

El desarrollo pleno, de acuerdo con ellos, consiste en, primero, la satisfacción de no estar involucrados con lasociedad normal y haber salido de las casas de sus familias natales para crear una vida de la que ellos gustan, independiente y sin que haya un grupo que dirija sus vidas. Segundo, desenvolverse lo mejor posible en cuanto a aspectos físicos –lo cual implica un cuerpo sano: no fumar ni drogarse–, aspectos mentales –leer toda clase de literatura que complete su ideal– y aspectos espirituales –sentirse a gusto con quienes son, y estar en "equilibrio"–. Mantener el cuerpo sano lo relacionan con evitar el consumo de "cigarros" y alcohol. Fuimos testigos, tanto en bares como en otros espacios, de que aproximadamente el 98% de ellos no ingieren bebidas alcohólicas, y el resto las consume dentro del ámbito de la convivencia sin llegar a formar una adicción17.

El desarrollo pleno, lo entienden como un arma que los defiende de los otros y les permite estar en armonía con ellos mismos y el grupo, pero, sobre todo, estar a gusto con la vida que llevan. Dj Margot18, aunque no es de la Escena mexicana, describe bien el sentimiento que también encontré allí: "[…] lo sentimos de corazón, porque esto es para siempre, porque cuando lo sientes, es para toda la vida. Yo creo que el sentimiento, es el sentimiento. No seguiré de dj, pero cuando lo sientes de verdad y lo entiendes es una actitud ante la vida, es una forma de ser" (Dj Margot, Barcelona).

En resumen, los integrantes de la Escena Oscura perciben su movimiento como su estilo de vida, porque les ha brindado la oportunidad de generar un mundo alternativo, con sus propias reglas. Se autobrindan lo que en un principio consideran se les ha negado: la individualidad, la libertad de crear su propio camino y otros códigos de vida, al final de cuentas ellos sí han escogido y decidido qué ser.

El ideal de la Escena Oscura se vive como un estilo de vida donde se comparte a pesar de las diferencias individuales, les brinda una autonomía para llevar a cabo su vida de acuerdo con su forma de pensar y con lo que consideran correcto. Es una oportunidad artística para expresarse como personas creativas capaces de contribuir para mejorar la Escena, y ellos se sienten contentos por estar en un grupo que los acepta y corrige. Significa tener un grupo de amigos como sus fieles acompañantes con los que sólo pueden imaginar, compartir y luchar por su manera de vivir.

La Escena Oscura es un grupo de personas que conviven alrededor de un ideal de vida caracterizado por estar en contra de la cultura hegemónica y de las ideas de bueno o malo existentes dentro de la sociedad. No seguir este ideal implica llevar una vida diseñada por ellos y bajo sus propias reglas. Esta concepción es el resultado de la influencia del p unk y del dadaísmo, donde la autogestión (tanto laboral como educativamente) es la principal herramienta de su subsistencia.

Esta idea, de no vivir auspiciados por el Estado, es para la Escena un estilo de vida que les ha brindado la oportunidad de salirse de la sociedad y automostrarse como individuos con otras expectativas de subsistencia.

A manera de reflexión

¿Cuáles han sido los impactos que ha tenido la globalización sobre este movimiento cultural? y, a su vez, ¿cuáles son los impactos que ha tenido la Escena Oscura en la globalización? Como hemos venido delimitando, la Escena Oscura, en su conjunto, se autodefine como un grupo que crítica a la sociedad, por estar en contra o en dependencia de ésta (subcultura), y se niega a seguir respetando, y no en forma de burla y enfrentamiento (contracultura), aquellas normas y valores que ésta ha establecido. Partiendo de esto, la Escena Oscura cuestiona lo común y lo aceptado como parte de una regulación de la función social.

La Escena Oscura es un grupo capaz de crear estrategias basadas en la instauración de trabajos específicos que permiten a sus integrantes no separarse de la Escena y seguir retribuyendo a ésta a través de su mano de obra.

La autogestión que realizan dentro del grupo, rompe con la idea de que el Estado y el sistema capitalista son los únicos medios válidos para proporcionar una vida, y muestran que el ser humano, dentro de un grupo con sinergia, es capaz de crear su propio sostén, valiéndose de sus habilidades y, sobre todo, para ellos, el ser humano no puede seguir siendo considerado como un objeto que obedece sólo a intereses ajenos, sino que tiene que retomar el interés de todo hombre: la subsistencia de su grupo.

Si bien su propuesta, o antipropuesta frente a la globalización, ayuda a sus integrantes a desarrollar sus propios medios y a establecer una crítica al capitalismo, entendido como el sistema de explotación, desigualdad, acumulación de riqueza y dictador/reproductor de contenidos, todos ellos se encuentran inmersos en los efectos del capitalismo. Es decir, la Escena se encuentra dentro de la desigualdad económica, por tanto, en la imposibilidad de elevar su nivel de vida (asunto que, tal vez, no desean). Esto no quiere decir que tendría que ser parte del capitalismo para mejorar, sino más bien que este tipo de grupos surgen como consecuencia de los procesos de globalización y del capitalismo.

Las propuestas mencionadas están encaminadas a eliminar la idea de reconocer a la sociedad dominante como la única reguladora de estructuras y prácticas cotidianas. Por ello, han creado una organización social, una ideología, un sistema de educación, laboral y familiar, alternativas que invitan a crear un nuevo espacio para organizarse, educarse, crecer y distinguirse de los otros. Por lo tanto, la Escena Oscura no es un grupo de paso, de identidad y culturara juvenil, sino una cultura alternativa19 (Arce, 2008) con un estilo de vida digno de ser tomado en cuenta, para mostrar otra cara de la moneda.

Estas propuestas tienen que ser vistas como parte de la renovación y reconfiguración de la misma sociedad. Son grupos "contraculturales" que buscan ser un equilibrio entre lo establecido y lo posible, entre la uniformidad y la diversidad, entre la masificación y la autenticidad. Como diría Harvey (2004) y Castells (2008), son movimientos sociales que surgen para oponerse a la materialización del dinero, el espacio y el tiempo, bajo la hegemonía del capitalismo (Harvey, 2004), y desde los cuales los participantes buscan su propia vivencia y construyen sus propios valores y sus trincheras de resistencia y de alternativa en las sociedades locales (Castells, 2008).

El movimiento de la Escena Oscura no es el único que se caracteriza por contar con las prácticas políticas anteriormente expuestas, sino, como lo muestran otros estudios generados dentro del grupo de trabajo Juventud y Nuevas Prácticas Políticas en América Latina de Clacso, los movimientos contraculturales y los jóvenes están generando propuestas políticas que transforman y cuestionan los roles de ciudadanía, libertad y participación. Lo que sigue es no olvidar la realización de estudios, que tengan en cuenta la relación continua entre juventudes, sistema capitalista y globalización.


Notas

1 Informante clave, que utiliza el seudónimo Lady para burlarse de los lords, y Palmolive lo retoma del grupo The Slits.

2 Real Under es uno de los bares continuos de los integrantes de la Escena.

3 Profesor de inglés en la Universidad de Keele.

4 Diminutivo de Drácula.

5 La Orden del Cister surge en 1994 como la primera organización oscura que busca reunir a los miembros iniciales de la Escena a nivel musical y artístico.

6 Nombre de un fanzine.

7 Las botas Dr. Marteen fueron un símbolo de la juventud alternativa de los noventa.

8 Fanzine se utiliza para definir las publicaciones en formato de revista que tienen el propósitito de realizarse de manera libre y difundir de manera gratuita.

9 El Guff es un fanzine con cinco números, editado por el Colectivo Resistencia Subterránea en 2002.

10 El término death rock surge en Inglaterra a comienzos de los años ochenta, y hace referencia a los grupos musicales que gustan cantar letras relacionadas con la muerte y el terror.

11 Retomado del personaje de la película de Tim Burton.

12 Organización que tiene como actividad principal el performance.

13 Lo que quiero expresar con esta idea, es que diversas investigaciones pedagógicas han hecho hincapié en que la falta de atención hacia el alumno, la mala planeación curricular y la ausencia de métodos didácticos en el aula, se consideran elementos intrínsecos de la deserción escolar.

14 Nombre utilizado como tributo a la banda noruega Apotygma Berzeck (1986).

15 Maldoror (1996-2006), grupo mexicano de rock gótico.

16 El nombre surge del protagonista de la serie The Munsters (1964), Herman Munster. Para este joven, el personaje indica que "la vida es una ironía".

17 Una minoría comentó que hace años tuvieron malas experiencias con el alcohol, por lo cual han decido dejarlo.

18 Dj Margot, seudónimo catalán que simula a la reina de la pista.

19 De acuerdo con Arce (2008), las culturas alternativas cumplen con las siguientes características: "[…] primero cuentan con más de quince años de existencia y sus integrantes son mayores a los veinticinco años. Segundo, cuentan con un sistema laboral, o en su defecto tienen trabajos dentro del establishment, y familiar donde siguen conservando sus 'fachas', lenguajes y formas de expresión. Y por último, son grupos que surgen como herederos de la música rock y se engloban todo ellos dentro de la expresión 'somos rockeros'" (Arce, 2008: 24).


Referencias bibliográficas

  1. ARCE, Tania, 2008, "El gótico es un estilo de vida: el caso de la Escena Oscura en México", tesis para la obtención de grado de Maestría, México, Universidad Iberoamericana.
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  22. SIEGEL, Carol, 2005, Goth´s Dark Empire, Indiana, Indiana University Press.
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  24. STAHL-HARRIS, Keith, 2004. "Unspectacular subculture? Transgression and Mundanity in the Global Extreme Metal Scene", en: Andy Bennett y Keith Kahn-Harris, After subculture: Critical Studies in Contemporary Youth Culture, Londres, Palgrave Mcmillan.
  25. STAHL, Geoff, 2004, "It´s Like Canada Reduced: Setting the Scene in Montreal", en: Andy Bennett y Keith Kahn-Harris, After subculture: Critical Studies in Contemporary Youth Culture, Londres, Palgrave Mcmillan.
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Jóvenes y política: las agrupaciones estudiantiles independientes de la Universidad de Buenos Aires*

Juventude e política: os grupos de estudantes independentes da Universidade de Buenos Aires

Youths and politics: the University of Buenos Aires’ independent students groups

Diego Picotto**
Pablo Vommaro***


* Este artículo es una reelaboración de una investigación realizada en el marco del seminario de doctorado Biopolítica, poderes sobre la vida y fuerza de lo viviente: Foucault a la luz de tres interpretaciones (Espósito, Virno y Agamben), dictado por Judith Revel en la Universidad de Buenos Aires. A su vez, recupera elementos de investigaciones anteriores y actuales de los autores.

** Licenciado en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador de las universidades de Buenos Aires y Lanús (Argentina). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

*** Profesor de historia de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Co-coordinador del grupo de trabajo Clacso Juventud y Nuevas Prácticas Políticas en América Latina. Becario doctoral del Conicet (Argentina). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Para explorar el vínculo entre los jóvenes y la política en las condiciones del presente, este artículo analiza las experiencias de organización de los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires, en relación con las transformaciones políticas y sociales de fines del año 2001. Sostiene que las agrupaciones independientes pueden ser pensadas como espacios de politización y refugio para militantes partidarios desencantados, constituyéndose en territorios de experimentación política de los jóvenes.

Palabras clave: jóvenes, política, Universidad, agrupaciones estudiantiles independientes.

Resumo

Com o propósito de explorar o vínculo entre os jovens e a política na atualidade, o artigo analisa as experiências da organização dos estudantes da Universidade de Buenos Aires, em relação às transformações políticas e sociais de finais do ano 2001. O autor sustenta que as agrupações independentes podem ser visualizadas como espaços de politização e refúgio para militantes partidários desiludidos, constituindo-se em territórios de experimentação política dos jovens.

Palavras chave: jovens, política, universidade, organizações estudantis independentes.

Abstract

To explore the links between the youth and politics in the conditions of our time, this article analyzes the students' organization at the University of Buenos Aires, in relation with the economic and social transformation emergency that found their highest point of condensation by the end of 2001. We support the idea that independent groups can be thought of as new spaces for politicization as well as shelters for disappointed young militants, becoming territories for youth's political experimentation.

Key words: youth, politic, university, independent students organizations.


Cambiar la vida, decía Rimbaud, transformar el mundo, decía Marx. Para nosotros esos dos lemas forman sólo uno.
André Breton

Un amor, una carrera, una revolución: tantas empresas que comenzamos ignorando su resultado.
Jean-Paul Sartre

I.

U n estudio realizado por la reconocida consultora Fara & Asociados, aparecido en la prensa argentina unos meses atrás, ratifica aquello que ya se convirtió en un lugar común: la distancia entre los jóvenes y la política1. Los datos parecen contundentes: el 74% de los encuestados –jóvenes entre los diecinueve y veintiocho años– mostró desinterés por la política y un porcentaje similar no le otorgó ninguna relevancia a las últimas elecciones legislativas. De modo similar, el 68% se mostró reacio a integrarse en alguna de las fuerzas políticas existentes y sólo el 21% se evidenció entusiasmado ante esa posibilidad. El descrédito de la actividad política es socialmente alto y los jóvenes son, sin duda, quines con menos reserva lo expresan.

Los datos parecen contundentes. Sin embargo, es en la naturaleza fotográfica de las estadísticas – al presentarse como fotografías del presente– donde encuentran tanto su verdad irrefutable como su extrema debilidad. Son planas, lisas, carentes de profundidad. Congénitamente su nula densidad histórica exhorta a armar un mapa que de cuerpo, dimensión, a la problemática. Un mapa que grafique, por ejemplo, los momentos de encuentro y desencuentro entre los jóvenes y la política a lo largo de los siglos XX y XXI; un mapa cuyo recorrido articule el movimiento en torno a la Reforma Universitaria de la Córdoba de 1918 con ese momento de explosiva politización que fueron –en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo– las décadas del sesenta y setenta. Un mapa que enhebre las persistencias, las continuidades, pero, sobre todo, (como lo quería el Foucault lector de Nietzsche) que pueda revelar los bajos fondos, las zonas más opacas, no tan heroicas; que perciba "los accidentes, las desviaciones ínfimas –o, al contrario, los retornos completos– los errores, los fallos de apreciación, los malos cálculos que han producido aquello que existe" (Foucault, 1991: 42).

De ese mapa de encuentros y desencuentros entre los jóvenes y la política, el presente texto enfoca sólo un punto, un período concreto. Y no necesariamente el más glorioso. Un momento que podría parecer, al menos en obligada comparación con décadas anteriores, algo gris, desvaído; un momento en el que esta relación se vuelve distante, atascada, fangosa. Situémonos entre la posdictadura argentina –tiempo en que el miedo a ser sancionado por participar políticamente aún recorría el cuerpo social2–y la emergencia y consolidación del neoliberalismo –momento en que las prácticas de consumo se vuelven dominantes y reguladoras de la libido social–.

En ese marco, focalizaremos sobre un hecho singular: la emergencia en distintas universidades de Argentina de un conjunto de formas de organización que, bajo el calificativo común de independientes, constituyeron una potenteexperiencia de politización para jóvenes estudiantes universitarios. Dicha experiencia se fundó, principalmente, en la puesta en cuestión de los sentidos comunes constituidos en torno de lo político; sentidos encarnados por los agrupamientos estudiantiles que respondían a lógicas partidarias. Estos cuestionamientos, sostendrá el texto, se fueron masificando hasta cobrar, a fines de 2001, una forma destituyente.

Así, estudiaremos las agrupaciones independientes –también denominadas autónomas– de la Universidad de Buenos Aires como expresiones de un proceso de agotamiento de un modelo de militancia partidaria y organización política (de prácticas y de formas de pensar lo político) que se quebrará, finalmente, en 2001. Las agrupaciones independientes funcionaron en aquel contexto como nuevos espacios de politización que, por un lado, sirvieron como refugio para militantes partidarios desencantados que no encontraban un lugar en las estructuras políticas clásicas y, por otro, se constituyeron en espacios de creatividad y experimentación de nuevas prácticas y formas de organización políticas.

II.

Es un lugar común en el análisis sobre las ciencias sociales en Argentina, señalar la importancia que tuvieron los trabajos de Touraine (1987 y 1990) y Castells (1986) en torno a la emergencia y constitución de los nuevos movimientos sociales durante la década del ochenta. Gran parte de la eficacia de esta noción residió en que posibilitaba pensar una multiplicidad de acciones colectivas que escapaban a los esquemas teóricos disponibles hasta el momento. La emergencia de nuevos actores sociales, de nuevas formas de expresión política posguerra fría –tanto por sus identidades como por sus formas de organización, tanto por sus reivindicaciones como por sus formas de lucha–, solicitaba el surgimiento de nuevas miradas, de nuevas herramientas conceptuales: los movimientos de mujeres, de migrantes, de indígenas, de ecologistas, de campesinos, de homosexuales eran imperceptibles para miradas que buscaban al Estado y al movimiento obrero como principales referentes de la dinámica del conflicto social.

O, a la manera de Clauss Offe (1987), el concepto de nuevos movimientos sociales permitía aprehender teóricamente la emergencia de un conjunto de fuerzas sociales que se hacían visibles en el espacio público con reclamos novedosos y bajo formas de constitución no clasistas.

También Melucci (1994 y 2001) piensa en el mismo sentido la emergencia de los nuevos movimientos sociales en relación con

[…] la necesidad de superar la imagen de los movimientos como actores históricos unificados que desempeñan un papel central en los conflictos estructurales. He subrayado el hecho de que, debido a razones estructurales, la ubicación y los actores implicados en conflictos sociales pueden ser más variables, centrarse más en temas específicos y asumir un papel simbólico frente al resto de la sociedad (Melucci, 2001: 166).

Desde otra perspectiva, incluimos también al pensador francés Alain Badiou, quien, en dos conferencias dictadas en la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en abril de 20003, analizó de manera muy lúcida la emergencia delmovimiento social como espacio de producción de lo político, en detrimento de la desgastada forma partido, clásica del siglo XX. Allí, Badiou sostenía la necesidad de reinventar la política más allá del Estado, más allá del voto, más allá de la forma de organización que la había vehiculizado a lo largo del siglo XX. "El partido [afirmaba en la primera conferencia] es el modo de organización al que el Estado le reconoce el derecho de ocupar ciertas funciones dentro [de] él, es decir, representa algo para el Estado y dentro del Estado" (Badiou, 2000: 7).

Proponía, en cambio, una noción de movimiento social ligada a

[…] una acción colectiva con capacidad de crear sus propios tiempos y espacios no subordinados a la lógica estatal y que, por ello, no está prevista ni regulada por la potencia o el poder dominante y sus leyes. Esta acción colectiva tiene algo de imprevisible (dado que) rompe con la repetición, produce un acontecimiento (Badiou, 2000: 8).

Y, agrega, "no hay política sin acontecimiento". O, mejor dicho, no hay política que no emane de una situación concreta, pero, al mismo tiempo, "no hay política sin ese elemento suplementario que la situación no nos permite prever" (Badiou, 2000: 8). Por último, agregaba el filósofo, esta acción colectiva imprevisible, que inventa trayectos nuevos allí donde había mera repetición, sólo puede ser producto de la creación y, ese sentido, la organización política no es un instrumento ni un aparato sino que es un grupo creador. Creación de nuevas relaciones, creación de nuevos vínculos, creación de tiempos y espacios alejados de la repetición de lo mismo que encarna el Estado (Badiou, 2000).

Finalmente, quisiéramos hacer referencia al artículo "Protesta social en la Argentina de 2001: entre la normalidad y la ruptura", de Scribano y Schuster (2001), en el que examinan las transformaciones que se fueron produciendo en la década del noventa y que desembocaron en las jornadas de 2001, principalmente en lo que respecta a la emergencia de nuevos actores colectivos y a la diversificación de las formas de lucha; emergencia correlativa a la dificultad que encuentran los sindicatos para canalizar el conflicto social. Estas transformaciones y estas emergencias –evidenciadas de distintas maneras y a partir de matrices teóricas disímiles por los distintos autores citados– serán, entonces, nuestro punto de partida, los supuestos desde los cuales leeremos la irrupción de las agrupaciones independientes de estudiantes universitarios.

En síntesis, a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XX –pero, fundamentalmente, en la última– estos diversos niveles de conceptualización se transformaron en herramientas fundamentales a la hora de ensayar modos de abordaje del conjunto de interrogantes que se abrían ante la emergencia de múltiples acciones colectivas radicalmente novedosas. Y, en ese marco, ¿cómo pensar ya no un sujeto histórico esencial y un conflicto central como motor de la conflictividad social y política, sino una multiplicidad de sujetos y de conflictos, de identidades heterogéneas? ¿Cómo pensar prácticas sociales y políticas no directamente ligadas a la acumulación para un partido, ni cuya meta cardinal sea la disputa con el Estado? ¿Cómo pensar formas de organización que discuten en la práctica el autoritarismo, el verticalismo y el machismo inscriptos en las formas de organización tradicionales? ¿Cómo pensar formas de acción que ya no se dejan aprehender bajo categorías clásicas de lo social, lo cultural, lo económico, lo político? ¿Cómo pensar configuraciones de lo político donde ya no es lo ideológico o lo programático –en su sentido más duro– el modo de cohesión interno, ni es un telosdeterminado lo que otorga sentido a las prácticas, sino que parecen, más bien, encontrar en lo cotidiano, en lo territorial, en lo situacional, en la producción del vínculo mismo, en la valorización de la amistad y los afectos el sentido de sus prácticas?

Por último, ¿cómo pensar el vínculo entre los jóvenes y la política en una década que para algunos estuvo signada por la despolitización y la apatía?4¿Es posible abordar este vínculo desde el surgimiento de otras formas de vivir y experimentar la política?

En las líneas que siguen no intentaremos encontrar respuestas a estos interrogantes, sino más bien acercarnos a una experiencia –la de las agrupaciones de estudiantes independientes– que de modo singular se constituyó y transitó en medio de estas transformaciones, en medio de estas cuestiones.

III.

1989 es un año clave de la Argentina posdictadura. 1989 sintetiza un conjunto de acontecimientos cuya conjunción hace implosionar el campo de lo político, de lo social: el modo de ser de lo político y de lo social. 1989, en tanto cristalización de un proceso, reordenó de manera radical el campo de las organizaciones sociales y políticas argentinas. 1989 –al decir del filósofo francés citado líneas arriba– nombra un acontecimiento que, como tal, hace emerger un conjunto de posibles no previsibles en la situación dada. 1989 es, entonces, un buen punto de inicio para empezar a pensar las agrupaciones de estudiantes universitarios independientes.

1989 no implica necesariamente un comienzo: toda la década del ochenta o, más específicamente, desde el fin de la dictadura, se vuelven visibles formas de organización de estudiantes universitarios que encuentran en el calificativo de independientes un modo de distanciarse de los grupos que en la Universidad responden a orgánicas partidarias. Es el caso de la CUT de derecho, de la AEI (Agrupación de Estudiantes Independientes) de ciencias exactas, de Quantum de ingeniería o del FANA de agronomía, todos de la UBA. Valiosos ensayos de lo que pocos años después se multiplicaría por cientos a lo largo del territorio nacional.

Pero 1989 tiene un sentido muy propio que rompe y resignifica cualquier continuidad: es el momento en el que múltiples acontecimientos desestructuran de un modo decisivo ciertos modelos y prácticas políticas, evidenciando una crisis profunda de la militancia partidaria.

En 1989 cae el Muro de Berlín. Y junto con éste se desploman no sólo los llamados "socialismos reales", también se agudiza la crisis de las distintas variantes de la izquierda en América Latina, en general, y en Argentina, en particular5.

En 1989 entra en debacle el sandinismo por el triunfo electoral de Violeta Chamarro. Los sueños de una izquierda latinoamericana democrática que ensaya cambiar las armas por los votos se despedazan.

En 1989 se realiza el Asalto al Cuartel de La Tablada que simboliza un final –más o menos grotesco– para las vanguardias armadas y sus proyectos de toma de poder político (toma del Estado) en la Argentina. El discurso "democrático" ligado a la eficacia de la "teoría de los dos demonios" evidencia el "anacronismo" de todo intento de guerrilla armada y toma violenta del poder.

En 1989, con el triunfo/traición de Carlos Menem, la esperanza de que el partido justicialista se reconstituya en movimiento nacional y popular se ve aniquilada por su opuesto: la imposición "democrática" (a diferencia de los gobiernos militares) del neoliberalismo, y con él un cambio profundo en la estructura productiva del país. 1989 remite también a las privatizaciones, la ley de convertibilidad y los "ajustes" económicos.

En 1989, también el Movimiento al Socialismo –partido trotskista argentino con gran presencia en la década del ochenta– comienza a estallar en diferentes agrupamientos.

En 1989, hasta la misma Juventud Radical6entra en crisis ante la inoperancia política de un gobierno que no logra contener la hiperinflación y la revuelta social.

En ese sentido, 1989 no sólo marcará las crisis puntuales de estas diversas formas políticas, sino que el quiebre será aún mayor: será todo un modelo de militancia partidaria (sea "burguesa" y "democrática", o sea "proletaria" y "revolucionaria") lo que entrará en profunda crisis. O en otro plano –tal vez como lo entendería Badiou (2000)– es el modo en que se configuró "lo político" en el siglo XX –sustentado en la "representación", en la existencia de la forma partido como mediación entre los sujetos y las prácticas políticas y sociales– lo que evidencia su disfuncionalidad.

Así llegamos a los años noventa, con una militancia, primero destrozada por la dictadura militar y, luego, desilusionada y en crisis, sin espacios estables para militar y sin "modelo revolucionario" al que recurrir. Muchos abandonarán la militancia activa y se mantendrán a la espera de nuevas configuraciones políticas. Otros, en cambio, se refugiarán en múltiples militancias de base (en los barrios, en los sindicatos, en la Universidad) desde las cuales, "a la defensiva", intentarán resistir un proyecto neoliberal cada vez más sólido y excluyente.

"A la defensiva" implica, en principio, concebir sus nuevos espacios de militancia como refugio, como trinchera, como un espacio que ofrece resguardo mientras se espera un nuevo "modelo" y un nuevo "espacio orgánico-partidario" de militancia. Pero el quiebre ha sido profundo y, lentamente, se evidencian nuevas condiciones que será necesario asumir. Serán algunos de esos militantes de la década del ochenta –ex Juventud Universitaria Peronista, ex Juventud del Partido Intransigente, ex Federación de la Juventud Comunista, ex Movimiento al Socialismo– los que desde el principio de los noventa comienzan a formar las agrupaciones universitarias de estudiantes independientes.

IV.

Moscato, Pizza y Faina, El Malón, Miseria Académica, Rebeldes Primitivos, La Naranja, EIG (Estudiantes Independientes de Geografía), La Mariátegui, El Boquete –todas de la facultad de filosofía y letras–; El Mate, El Viejo Topo, La Cullen –en ciencias sociales–; Impaciencia –en ciencias exactas–; TNT (Tontos pero no Tanto) –en ciencias Económicas–, el EVET (estudiantes de veterinaria) son algunas de las agrupaciones que, entre 1989 y 1992, emergen masivamente en la Universidad de Buenos Aires como espacios académico-gremiales.

¿Qué indica esta masiva emergencia? En principio, el agotamiento de ciertas prácticas y de ciertas formas de pensar lo político. Tal como delineábamos en el punto III de este trabajo, para los movimientos sociales surgidos a mediados de los ochenta, la forma-partido –que implicaba en la Universidad la formación de núcleos de militantes dependientes de estructuras nacionales que determinaban tanto sus enunciados como sus formas de acción– se evidenciaba como un espacio anacrónico que no lograba aprehender los deseos y expectativas del estudiantado. En el envés de la trama, en antagonismo con estas prácticas y discursos "extrasituados", extraterritoriales, los grupos de estudiantes independientes comienzan a pensar formas "situadas" de lo político, es decir, prácticas, enunciados, proyectos, formas de vínculos que emergen nítidamente de su propia condición de estudiantes universitarios, que se vinculan sólidamente con la lógica del territorio concreto que transitan. En ese sentido, las agrupaciones independientes fueron un gran espacio de experimentación, un espacio creativo desde el cual repensar la propia potencia de lo político.

Experimentación y creatividad, tal vez todas las prácticas de las agrupaciones independientes podrían ser pensadas a partir de estos dos conceptos. Y no tanto porque necesariamente todas sus prácticas sean creativas o impliquen altos niveles de experimentación, sino más bien porque pareciera que es a partir de estas dos variables que se vuelve pensable una práctica política no anacrónica, una práctica política diferente a la de los partidos. Experimentación y creatividad, en tal caso, como exigencia y como horizonte de un conjunto de prácticas que asumían que el modo hegemónico de lo político a lo largo del siglo XX –organizado a partir de nociones como las de partido, conciencia, ideología y Estado– se evidenciaba agotado.

Experimentación y creatividad, entonces, que pueden leerse en cada una de sus prácticas, en cada uno de sus enunciados, no como definición ideológica o como proceso cristalizado, sino como tensión, como problema, como apertura ante lo singular de su situación y, sobre todo, como apuesta permanente por diferenciarse de lo constituido.

¿O qué otra cosa indican muchos de los nombres de las agrupaciones que listamos al comienzo de este apartado? ¿Qué resuena tras Moscato, Pizza y Faina o Tontos pero no Tanto sino una apuesta por desestructurar el ademán adusto y sacrificado a partir del cual se constituye la política partidaria? Creatividad, sin duda, aunque roce lo ridículo. Experimentación en torno a los efectos de esa desestructuración y de esa diferencia. Incluso en su nombre genérico retorna este ademán diferenciador: agrupaciones en lugar de partidos, independientes en lugar de dependientes de estructuras nacionales. Pero, ¿qué implicancias políticas tiene cada uno de estos conceptos diferenciadores?

La agrupación estudiantil, a diferencia del brazo partidario en la Universidad, ponía la forma de organización –y las relaciones de jerarquía y autoridad que estas suponían– como problema central: cómo organizarse, cómo discutir, cómo decidir serían, nuevamente, campos de experimentación, de ensayo y de error. En ese sentido, la forma partido y la lógica piramidal, vertical, serían el referente negativo desde el cual crear nuevas formas de organización7.

Pero sería reducir el problema plantearlo sólo como la búsqueda de una forma más democrática y menos autoritaria de decisión: lo que se encontraba tras esta búsqueda era la intuición de que lo político mismo se jugaba en la forma del vínculo: ¿cómo crear, cómo experimentar formas de vínculo que no supusieran una lógica instrumental ni meramente ideológica? ¿Cómo hacer de la "amistad" –y de la gratuidad que supone la amistad– un vínculo político? ¿Cómo hacer de la existencia compartida, de lo común el fundamento de lo político? ¿Cómo politizar nuestra existencia en la Universidad? Raúl Zibechi –reflexionando sobre la dinámica y forma de organización de la agrupación Hijos– ensaya aprehender este fenómeno a partir del concepto de grupo-comunidad, es decir, grupos cohesionados por variables afectivas más que políticas o ideológicas, grupos que encuentran en la horizontalidad y en la voluntad de consenso toda una forma de ser común (Zibechi, 2003).

En ese sentido, las formas del vínculo y de la existencia nos remiten, sin duda, a un problema que supera –aunque incluye– al de las formas de organización: es la pregunta por los modos de lo político lo que subyace a estos conceptos, es la necesidad de repensar formas de politización que vayan más allá de las nociones tradicionales que organizaban dicho campo. Para los grupos partidarios, no era sino una pregunta absurda: lo político estaba garantizado por su pertenencia a un partido político y por el proyecto de éste en el nivel nacional. La lógica de la acumulación resolvía rápidamente la cuestión: lo político en la Universidad era indistinguible de esta lógica (cantidad de fuerza, cantidad de votos, cantidad de militantes para el partido). En los hechos, sus prácticas universitarias no eran políticas –a lo sumo sociales o culturales–, eran "trabajos de base" que sólo cobraban sentido si eran totalizados por el partido.

Pero no parecía haber totalización alguna en las agrupaciones independientes que otorgara sentido a sus prácticas (aunque sí búsquedas reiteradas de encuentro y articulación, sea entre éstas en una misma universidad, sea entre agrupaciones independientes en el nivel nacional, es decir, entre éstas y diferentes organizaciones sociales). O, dicho de otro modo –y tal como adelantamos líneas arriba– las prácticas de las agrupaciones independientes parecen definir su sentido y significado en el propio territorio, en la propia situación. De ahí que lo gremial o lo académico (que en la lógica partidaria eran sólo mediaciones hacia lo político), adquirieran inmediato estatus de problemas políticos. Desde esta perspectiva, no parece haber una real jerarquía entre problemas tan disímiles como la falta de borradores o sillas en las aulas y la necesidad de una guardería para estudiantes-madres, entre la discusión de los planes de estudio y la creación de cátedras libres y paralelas: para los partidos eran instrumentos hacia otra cosa, para las agrupaciones independientes eran parte constitutiva de su cotidianidad politizada en la Universidad.

Lo político, lo social, lo gremial, lo académico, lo cultural, entonces, no parecen ser para las agrupaciones independientes esferas distintas relacionadas jerárquicamente. Más bien, es en el dispositivo singular que se configura allí donde estos campos se confunden, que comienza a emerger una política propia de las agrupaciones independientes. No obstante, esta indistinción, junto con la ausencia de totalización y la apuesta por elaborar sentido desde la práctica concreta y territorial, traslucía un problema de compleja resolución para las agrupaciones independientes: la relación adentro/afuera de las facultades (un problema, en un punto, ajeno a los partidos dada la linealidad y el mecanicismo, arriba expuestos, con que lo resolvían). Nuevamente, ante un problema de este tipo no parecían servir las recetas, las fórmulas preconcebidas, sino, más bien, una lógica de resolución ligada al ensayo y al error, una lógica sustentada en la experimentación.

Un ejemplo algo extenso puede permitirnos vislumbrar esta dinámica. Este ejemplo articula tres experiencias similares –llevadas a cabo por tres agrupaciones independientes distintas y en tres momentos distintos– que evidencian notablemente este dispositivo, esta configuración que funde campos diversos a partir de crear –tal como señalaba Badiou (2000)– tiempos y espacios propios, tiempos y espacios ajenos a la lógica de lo constituido. Estas tres experiencias desarrolladas en la Universidad tomaron forma de cátedra libre, lo que indica, en principio, una búsqueda por articular formas propiamente universitarias (la forma cátedra) con dinámicas, contenidos y modos de organización bastante diferentes de los experimentados en las asignaturas curriculares (hacia allí apunta, sin duda, el adjetivo libre). Hacemos referencia a la Cátedra Libre de Derechos Humanos (creada a mediados de 1994 en la facultad de filosofía y letras de la UBA, impulsada por La Mariátegui y encabezada por Osvaldo Bayer), a la Cátedra Libre Che Guevara (impulsada por El Mate a principios de 1997 en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) y, finalmente, a la Cátedra experimental sobre producción de subjetividad (creada después de 2001 por un conjunto de estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario en la Facultad de Psicología)8. Los tres espacios en sus diferentes momentos, podríamos decir, tuvieron la sensibilidad de divisar un conjunto de discusiones y problemas e intervenir sobre éstos de manera novedosa (al menos, hacia el interior de las facultades).

En los primeros dos casos, se constituyeron como foros abiertos a la comunidad, cuyo objetivo declarado era posibilitar y sistematizar discusiones que carecían de espacio tanto adentro como afuera de las facultades, al tiempo que –en palabras de un ex militante de El Mate– se ensayaba "sacar a la Universidad de su rutina y anquilosamiento participando en las luchas políticas y sociales"9. Y, en ese sentido, ambas se instauraron como territorio activo para el testimonio y reflexión de miles de militantes, intelectuales, organizaciones y movimientos sociales de todo tipo. No obstante, con el objeto de evidenciar el vínculo entre la dinámica social y política y la dinámica de las cátedras, se podría hacer una distinción: en la primera –que, tal como anotamos, surge en 1994, momento de sólida hegemonía del menemismo– los discursos son predominantemente testimoniales (de la represión durante el proceso a la dinámica actual de los derechos humanos, de la narración de las prácticas militantes de los setenta al cierre producido por la teoría de los dos demonios); en la segunda, en cambio, el testimonio deja su lugar a la reflexión y a la búsqueda: surgida tres años después –momento en que la hegemonía menemista comienza a agrietarse y se configura un nuevo ciclo de luchas con nuevos actores y prácticas–, repensar la figura del Che Guevara será la excusa para repensar colectivamente nuevos modos de intervención política acordes con las nuevas condiciones. Aquí los militantes ya no narran una historia en pasado (en donde el presente aparece como un efecto de la derrota), sino que presente y pasado se funden en función de interrogar las formas vivas de construcción y lucha que comienzan a abrirse y a extenderse.

El tercer caso, la tercera cátedra evidencia el quiebre producido por el 2001: en la Cátedra experimental sobre producción de subjetividad ya no hay testimonio ni pasado: el problema concreto es interrogar las condiciones del presente. Constituida como un laboratorio teórico basado en la autoformación continua y en la coinvestigación, la pregunta sobre cómo se construyen las formas de vida en la actualidad, cruzará cada uno de los problemas de investigación (el trabajo, el Estado, el mercado, la comunicación y la Universidad). Las diferencias con las anteriores, como se ve, son notorias. Pero también lo son sus continuidades: no sólo por la formalización de un espacio desde la Universidad que articule lógicas universitarias con dinámicas y contenidos que le son extraños, sino sobre todo por el tipo de problemas planteados: cómo es posible configurar –desde la creación y la experimentación de tiempos y espacios ajenos a la lógica de lo constituido– nuevas formas de lo político.

V.

Ya no 1989 sino 1995: bajo los primeros signos de apertura de un nuevo ciclo de luchas ligado al debilitamiento del menemismo, una nueva camada de agrupaciones de estudiantes independientes comienzan a emerger. En principio, su surgimiento se distancia de la anterior por un hecho significativo: no eran militantes partidarios que "escapaban" de organizaciones nacionales en decadencia, sino conjuntos de estudiantes que encontraban allí su primera militancia política. Pero en otros puntos continúan (y muchas veces radicalizan) varias de las características propuestas líneas arriba.

SLM! (Salvemos los Muebles, ciencias exactas), NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas, derecho), PDI (Punta de Iceberg, psicología), y un tiempo más tarde, Síntesis (medicina) son algunos de los nombres que identifican a estas nuevas agrupaciones estudiantiles universitarias en la UBA. Salvo su origen (en general, la totalidad de sus militantes tenían una edad que los distanciaba de la militancia de los ochenta), y, por lo tanto, sus escasos vínculos con la "vieja política", casi no hay diferencias con la camada anterior. Las lógicas de experimentación y creatividad, de consenso y horizontalidad, de rechazo e interpelación a las formas constituidas de lo político, se radicalizan.

Nuevamente, tomemos un ejemplo que evidencie –creemos que de un modo bastante singular– estas características que venimos relevando de las agrupaciones estudiantiles independientes en su ensayo por intentar pensar una nueva política.

Corría octubre de 1999. Unas nuevas elecciones presidenciales se avecinaban. La oferta no era precisamente seductora: Eduardo Duhalde-Ramón "Palito" Ortega (por el partido justicialista10), Fernando de la Rúa-Carlos "Chacho" Álvarez (por la Alianza11), Domingo Cavallo- Antonio Caro Figueroa (por Acción por la República12) encabezaban los sondeos. En ese marco, de marzo a octubre, un grupo que luego pasó a llamarse Colectivo 501 y que estaba nutrido en gran parte por estas agrupaciones independientes, comenzó a reunirse buscando el modo de pensar una "política más allá del voto". Luego de múltiples discusiones, surge la idea: hacer uso de la ley del Código Electoral Nacional que exime de la obligación de votar a quienes se encuentran a más de quinientos kilómetros de su domicilio, tomándose un tren que los sitúe más allá del acto eleccionario, más allá del voto, en el kilómetro 501.

Esta experiencia –hoy poco recordada–, condensa un conjunto de elementos que vale la pena analizar, en este caso, no por la experiencia propia (significativa e interesante, sin duda), sino porque atestigua características capitales de las agrupaciones estudiantiles independientes, y estaba integrada por miembros de estos grupos universitarios. Por lo tanto, cada vez que en los próximos párrafos se diga Colectivo 501, léase –sin mayor inconveniente– varios integrantes de agrupaciones independientes.

El principal elemento por destacar –retomando a Badiou (2000)– es que el Colectivo 501 produce unacontecimiento. Un acontecimiento que "crea sus propios tiempos y espacios más allá de la lógica estatal", que muestra posibles allí donde sólo había opciones dadas, que indica un camino allí donde todo parecía cerrado, que evidencia alternativas allí donde todo parecía chantaje democrático. En ese sentido, el problema ya no era lo electoral, ya no era estar a favor o en contra, participar o no participar, apoyar a un candidato, proponer a otro o incitar al voto en blanco o nulo. No hay una pedagogía tras el acontecimiento 501, sino la evidencia de que donde todo parecía cerrado era posible abrirse a una situación nueva.

Con el fin de evidenciar la singularidad de este acontecimiento podríamos, en este caso, contraponerlo a la idea de lucha. Tal como Raúl Zibechi expone en la introducción a su libro Genealogía de la revuelta (2003), el conjunto de organizaciones que se hicieron visibles a lo largo de los años noventa produjeron una interpelación a la tradicional noción de lucha a partir de la cual se configuraban las políticas de resistencia de la izquierda. Y más allá de la clasificación y valoración de aquel respecto de la relación entre lucha y construcción (o lucha y autoafirmación) lo concreto es que el Colectivo 501 (experiencia harto cercana a la que Zibechi analiza en su texto) produce un replanteamiento práctico y profundo de esta noción. Como decíamos líneas arriba, ya no era la lucha electoral (sea participando o no, sea apoyando a un candidato o proponiendo uno o incitando al voto en blanco) ni tampoco la "lucha" a secas lo que estaba en juego en la práctica política de 501: era, más bien, un modo de desobediencia no sustentado en la confrontación sino en la desafección, en el éxodo, en un correrse de una situación dada rompiendo las asimetrías, las dualidades que ésta propone.

Entonces, a la tristeza, a la escasa intensidad de lo político-electoral (personificado de manera sublime por el triunfador de la contienda, Fernando de la Rúa) y al sacrificio de la lucha de los partidos de izquierda, 501 opone un éxodo alegre, festivo, intenso, juvenil. Pero no es la impúdica fiesta menemista. Tampoco la fiestaautomatizada (y previsiblemente apática) de la Rave: aquí la fiesta parece fundirse con una sensación delibertad, de ruptura subjetiva del dominio. En clave de Espinoza, una liberación ética evidenciada en el pasaje de las pasiones tristes a las pasiones alegres. O en clave nietzscheana, la fiesta pagana que sigue al enunciado "Dios ha muerto", que sigue a la liberación subjetiva del dominio del cristianismo.

Y no hay duda de que el éxodo festivo e intenso emanado de esta sensación de libertad tiene un vínculo estrecho con lo que líneas arriba llamábamos lo experimental y lo creativo: no es posible pensar nuevos caminos, abrir aquello que se evidencia cerrado, si no es con una apuesta por lo creativo, por lo experimental.

Finalmente, mencionemos de manera rápida (tal vez para ser retomadas y profundizadas en otra ocasión) algunas características más antes de cerrar este trabajo.

Una línea de continuidad y de radicalización respecto de las prácticas de las agrupaciones independientes que este acontecimiento evidencia se vincula con el modo de organización: ya no es sólo la apuesta por el consenso, por la discusión horizontal, por erradicar los autoritarismos, sino, sobre todo, la apuesta por poner entre paréntesis lo ideológico, lo partidario, lo identitario, en función de poder pensar (y pensarse) a partir de unapráctica común. Lo común, lo colectivo (devenir comunidad alegre, festiva, libre) será el fundamento que cohesionará y guiará el espacio. Continuidad y superación, entonces, de los postulados de las agrupaciones independientes.

Y vinculado con esto, lo efímero: la lógica de la política moderna, de la política partidaria, parece estar estrechamente vinculada con una idea de la durabilidad, de continuidad. Gran parte de sus prácticas políticas parecen perseguir el objetivo de la persistencia, de la autoperpetuación: desvanecerse, desaparecer, es indicio de fracaso, de derrota, de olvido. La temporalidad de 501 parece ser otra. No aspira a durar, a permanecer: no es desde allí que un acontecimiento es mensurable. Su valor, en cambio, parece sólo ser apreciable a partir de los tiempos y espacios que produce, en sus efectos, en sus resonancias aquí y ahora. Su tiempo es, tal vez, el de la fiesta. La luz se apaga. Una experiencia termina. Y ya otra, singular, comienza. Continuidad y superación, nuevamente, de los postulados de las agrupaciones independientes.

Con sus potencialidades y sus límites, con sus prácticas de experimentación y creación, sospechamos que la interpelación que las prácticas y concepciones de las agrupaciones independientes, en general, y que el Colectivo 501 en particular, implicaron para los saberes constituidos sobre lo político –no sólo en el plano universitario– no es en absoluto ajena a la interpelación social que sacudió a Argentina el 19 y 20 de diciembre de 2001.

VI.

2001. Finalmente, 2001. 2001 es el nombre de la cristalización, de la visibilización pública, de la perturbadora generalización de muchos de estos rasgos de las agrupaciones independientes que venimos indagando. 2001 hizo natural a la noche, lo que a la mañana era ajeno, extraño. No creemos estar equivocados si afirmamos que las agrupaciones independientes –como tantos otros colectivos, grupos, organizaciones– funcionaron como "anticipadoras" de ciertas discusiones y prácticas que quedaron ligadas al 2001.

En ese sentido, 2001, con su poder destituyente, evidenció el agotamiento de lo político en términos modernos. Los partidos (de izquierda, de centro, de derecha), así como los sindicatos y el Estado mismo, no supieron qué hacer, cómo actuar. 2001 inutilizó las recetas, los modelos. 2001 se sabía acontecimiento, y en cuanto tal, se abrió a diversas formas de la experimentación y de la creación. 2001 creó un nuevo espacio y una nueva temporalidad. 2001 fue una fiesta, como 501, de la desobediencia. En cada asamblea barrial, en cada fábrica recuperada, en cada movimiento de trabajadores desocupados resonaban los mismos temas: lo horizontal, el consenso, lo territorial, la producción del vínculo, de los afectos. Lo efímero.

Pero 2001 y, sobre todo, los años posteriores, también sirvieron como cierre, como clausura: pareciera que aquello que lo anticipó no logró resistir su fuerza, su intensidad. Pareciera que el "qué se vayan todos" comenzó por devorar a quienes lo enunciaban. Quedará para futuros trabajos probar si esta tesis abriga sentido alguno.

Al mismo tiempo, quedará para futuras labores examinar el modo en que las agrupaciones independientesautónomas de estudiantes se reorganizaron en los años posteriores al 2001, particularmente, luego de 2003, momento en el que, tras el anuncio de "la vuelta de la política" (es decir, una "vuelta" tanto de la intervención del Estado en lo social y lo económico como de las grandes discusiones ideológicas y políticas que se habían diluido en los noventa) se produce una radical despolitización de lo social.


Notas

1 Ver <http://www.sifara.com.ar/>.

2 Y la sanción cobró en la Argentina formas realmente trágicas.

3 Las conferencias fueron dictadas por Badiou el 24 y 25 de abril de 2000 en el marco de la preparación del Tercer Encuentro Nacional por un Nuevo Pensamiento, Instituto de Estudios y Formación, Central de Trabajadores Argentinos, bajo el título "Movimiento Social y Representación Política".

4 Para esta perspectiva ver, por ejemplo, Sidicaro (1998).

5 En palabras de Hobsbawm: "Entre agosto de 1989 y el final de ese mismo año el poder comunista abdicó o dejó de existir en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana sería muy pronto anexionada por la Alemania Occidental; en Yugoslavia estallaría pronto una guerra civil" (Hobsbawm, 1998: 482).

6 Juventud de la Unión Cívica Radical, partido al que perteneció Raúl Alfonsín, presidente entre 1983-1989.

7 Ver, entre otros textos, el análisis sobre estos ejes realizado por Raúl Zibechi en el capítulo 3: "El desborde juvenil de los `90. Experimentar la diversidad" (2003).

8 Si bien esta experiencia es de la Universidad de Rosario, la consideramos para nuestro trabajo, por su significado, dentro del conjunto de experiencias estudiadas, además por sus estrechos vínculos con agrupaciones de la UBA.

9 Entrevista realizada por los autores de este texto el 22 de junio de 2005.

10 El mismo partido al que pertenecía Carlos Menem (presidente entre 1989 y 1999). Sin embargo, Duhalde y Ortega eran de fracciones distintas del PJ y estaban enfrentados a las políticas sostenidas por aquel.

11 Coalición política conformada por la UCR y el Frepaso, un nuevo partido de perfil centroizquierdista.

12 Partido político de orientación centroderechista. Domingo Cavallo fue Ministro de Economía de Carlos Menem e impulsor de las políticas de ajuste neoliberal.


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Jóvenes trabajadores, jóvenes luchadores. reflexiones sobre experiencias contemporáneas*

Jovens trabalhadores, jovens combatentes. reflexões sobre experiências contemporâneas

Young workers, young fighters. reflections on contemporary experience

Analia Otero**


* Una primera investigación relacionada con la temática fue elaborada gracias a la contribución del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), en el marco del programa de becas Clacso-Asdi, para investigadores jóvenes de América Latina y el Caribe 2002-2003. El trabajo fue resultado del proyecto: "Representaciones y participación juvenil: el caso de los jóvenes del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús", premiado con una beca de investigación en el Consejo para Jóvenes Investigadores: "Movimientos sociales y nuevos conflictos en América Latina y el Caribe". Aquella propuesta realizada, fue luego reformulada, ampliada y profundizada a través de la elaboración de una segunda etapa de investigación que dio origen a la elaboración de la tesis "Representaciones sociales sobre el trabajo: un estudio de caso con jóvenes del Conurbano Bonaerense participantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús", aprobada durante el 2006 por la Maestría en Diseño y Gestión de Políticas y Programas Sociales (Flacso, sede Argentina), cuya dirección estuvo a cargo de la magíster Patricia Dávolos. Disponible en: <http://www.flacsoandes.org/dspace/community-list>.

** Licenciada en Sociología, UBA. Magíster en Diseño y Gestión de Programas y Políticas Sociales, Flacso. Doctora en Ciencias Sociales, Flacso. Es actualmente investigadora principal del Programa de Investigaciones en Juventud de la Flacso, Buenos Aires (Argentina). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. , Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Se presenta una reflexión sobre la construcción de identificaciones que establecen distinciones sociales, analizando cruces entre las figuras de “trabajador”, “luchador” y “vago”. Se trabajó en base a un estudio realizado en el período 2003-2005, entre jóvenes adscriptos al Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús (Argentina), que promueve la formación de grupos productivo-comunitarios y la gestión de microemprendimientos.

Palabras clave: jóvenes, subjetividades, trabajador, luchador, representaciones sociales.

Resumo

No trabalho se apresenta uma reflexão sobre a construção de identidades que estabelecem classificações sociais. Analisam-se interfaces entre as figuras do "trabalhador", do "lutador" e do "vagabundo". O artigo baseia-se em um estudo realizado entre os anos 2003 e 2005 com jovens afiliados ao movimento "Trabalhadores desocupados de Lanús (Argentina), que promove a formação de grupos produtivos comunitários e a geração de microempresas.

Palavras chave: jovens, subjetividades, trabalhador, lutador, representações sociais.

Abstract

In this article I present a reflection on the construction of social identifications that generate social distinctions, by analyzing the crosses among the figures of "worker", "fighter" and "lazy". The work was based on a study conducted in 2003-2005 among young people seconded to the Movement of Unemployed Workers of Lanús (Argentina), which promotes the formation of productive-community groups, and microenterprise management.

Key words: youth, subjectivities, worker, fighter, social representations.


Introducción

En Argentina, los altos niveles de población excedentaria con los que funcionó el modelo económico a partir de la década del noventa, se expresaron en elevadas tasas de desocupación abierta y diferentes modalidades de precariedad laboral, profundizando significativamente la heterogeneidad existente en las formas de inserción y de reproducción de la vida material, situación que ahondó las brechas entre las fracciones que constituyen la fuerza laboral.

Visiblemente en pocos años la evolución de la estructura del mercado de trabajo del país evidenció una sistemática y veloz transformación, verificada en el aumento sostenido de la tasa de desocupación, precarización e informalidad. Hasta entonces, en términos generales, la tasa de desempleo alcanzaba un porcentaje –en promedio histórico– que no superaba cifras de un dígito, acompañadas por relativamente altas tasas de empleo en el sector formal. Pero desde principios de los años noventa, y a medida que se fueron implementando reformas estructurales de magnitud, se produjo un incremento en el índice de desocupación abierta que trepó hasta los dos dígitos. Este proceso implicó un deterioro progresivo en los indicadores laborales que afectaron a amplias capas de la población.

Paralelamente, hacia finales de los años noventa, la dinámica política y social se caracterizó por presentar un escenario proclive al ascenso de la conflictividad social. Conjuntamente se manifestó una intensificación en las acciones de protesta directa y la emergencia de organizaciones vehiculizadoras de diversas demandas sociales. Las organizaciones de desocupados constituyeron uno de los fenómenos más dinámicos y visibles entre las nuevas formas que fue asumiendo la protesta social en el país durante aquel período. Adoptando el "piquete" como forma frecuente de expresión de sus demandas.

Claro que el desempleo y sus consecuencias distaron de constituir una experiencia homogénea, pero el alcance del debate que intentamos retomar en este trabajo trasciende las características de la inserción socioocupacional para situarse en el plano cultural de los sentidos atribuidos al trabajo y al empleo por jóvenes contemporáneos. Más precisamente, esta investigación fue realizada territorialmente en Provincia de Buenos Aires, tomando como objeto de indagación a jóvenes habitantes de barrios pobres del Gran Buenos Aires que participaron activamente en experiencias de acción colectiva en un movimiento de desocupados como una forma de enfrentar y palear el desempleo. De modo que a lo largo del ensayo retomamos los hallazgos de un estudio de caso entre jóvenes receptores de un plan social, cuya obtención fue mediatizada a través de su adscripción en un movimiento social de línea autonomista: el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús (en adelante, Movimiento).

La metodología utilizada se correspondió con un diseño de tipo exploratorio-descriptivo, con base en un abordaje cualitativo, y las técnicas empleadas han sido la observación y las entrevistas semiestructuradas recurrentes. El trabajo de campo se ha replicado en dos etapas, 2003 y 2005, en correspondencia con coyunturas en el plano político, económico y social bien diferentes. La primera cercana a la aguda crisis de principios de siglo XXI donde paralelamente se observó una alta conflictividad social y una abrupta elevación del desempleo. Otra, la segunda, constituyó un momento caracterizado por el comienzo del descenso en las tasas de desempleo abierto y un período de crecimiento de la actividad económica. De manera que, el carácter longitudinal del seguimiento permitió constatar mayores o menores discontinuidades en la situación laboral que los jóvenes atravesaban en ambas coyunturas.

En el marco de familias con trayectorias erráticas y signadas por la inseguridad laboral, dichos jóvenes establecieron una situación singular en el mercado laboral: su ingreso a la población económicamente activa como demandantes de empleo que no conseguían un trabajo, lo que los sumía en el ejército de desocupados. En este contexto, la pregunta central que ha guiado la investigación ha sido ¿cómo esta "crisis del empleo" fue práctica y simbólicamente resignificada por un grupo de desocupados que habían transitado por una experiencia peculiar dada su integración al movimiento "piquetero"?

Asimismo, se desprendían de allí una serie de cuestiones que interesaba indagar, entre otras: ¿qué innovaciones generó el pasaje por estas experiencias de organización territorial que establecieron formas colectivas de enfrentar la subsistencia en un contexto de crisis generalizada del empleo y de las tradicionales instituciones de bienestar ligadas al trabajo asalariado? ¿Se crearon a través de la acción colectiva nuevas formas culturales de "socialización" en torno al trabajo y al cambio social? Y al mismo tiempo, ¿cuáles fueron las regularidades y los cambios encontrados en sus visiones en torno al empleo y al trabajo durante la crisis y en el periodo posterior a ésta? ¿Cómo fue la experiencia y la visión de estos jóvenes que se insertaron en un movimiento social que promovía la conformación de grupos de trabajo productivo-comunitario? ¿Cuán transitorias fueron para estos jóvenes la desocupación de largo plazo, o la rotación entre periodos de desocupación y pequeñas changas o trabajos precarios? Más específicamente, ¿qué tipo de vinculación fueron estableciendo con el mercado laboral?

Este trabajo, en particular, se centró en el análisis de las representaciones sociales1 y las nociones acerca del trabajo que circulaban en el universo de estos jóvenes como "puentes" que utilizaban para caracterizar diferentes comportamientos existentes entre ellos y en el barrio, a partir de su ligazón con el mercado de trabajo. Bajo estas coordenadas focalizamos en ciertas figuras: "trabajador, luchador y vago", sosteniendo que éstas, si bien laxas y fragmentadas, lejos de ser neutrales establecían pistas sobre los límites y las distinciones entre lo positivo o lo negativo de determinadas situaciones, lo sospechoso y aquello que no lo era. Límites que no funcionaban meramente demarcando zonas entre el exterior y el interior del movimiento, sino dado que remitían a figuras tradicionales presentes en nuestra sociedad, operaban –con sus particularidades– entre los integrantes del Movimiento.

En cuanto a la organización de la exposición, en la primera sección expondremos nociones sobre la categoría histórica del trabajo y su papel en la sociedad moderna, repasando estudios que han recalado en la tensión de la condición del "asistido" en sintonía con la designación del "vago". En la segunda, presentaremos rasgos de las complejas duplas: juventud-trabajo y demandas-organizaciones de desocupados. En las siguientes secciones enfocaremos en el análisis de aspectos relevantes en los hallazgos de la investigación, tomando como eje central las asociaciones vinculadas con la figura del "luchador", las ambigüedades en la asimilación entre las propuestas generadas en el Movimiento y las conexiones con la figura del "trabajador", en seguida abordaremos con otro aspecto significativo: la confrontación entre las figuras de "trabajador y vago". Finalmente, proponemos una síntesis y reflexión general del desarrollo presentado.

En la mira: trabajo y sospecha en un mundo confuso y complejo

Se ha señalado que el término trabajo, lejos de remitir a una categoría invariable de la naturaleza humana, ha cobrado diversos significados a lo largo del desarrollo civilizatorio (Méda, 1995). Pero, si bien no existe un concepto unívoco como una de las reflexiones agudas sobre el tema, se ha destacado la ambivalencia que atravesó la historia del término, concebido como campo fértil para promover el autodesarrollo y potenciar las capacidades humanas y, al mismo tiempo, como fuente de esclavitud y dependencia (Hopenhayn, 2001).

En tanto categoría histórica, se suele sostener que el significado del trabajo, o específicamente del papel que ejerce en la forma de organización capitalista, constituye un tópico fundamental de integración social y mediatización del sujeto con la comunidad ciudadana. Se trata de un soporte privilegiado de inscripción de las personas en la estructura social, el medio de inserción productiva y social central bajo la era industrial y la racionalidad moderna. Es también bajo estos cánones y en esta etapa, que el concepto de trabajo permaneció prioritariamente ligado a lo "formal", reduciéndose a la idea de empleo. Al tiempo que, desde la perspectiva marxista, la venta de la fuerza de trabajo es reflejo de la indisponibilidad de las bases materiales para la subsistencia entre quienes no cuentan con otra fuente de ingresos.

La figura del trabajador, individual y colectivamente, ha cumplido un rol clave. Como componente de la fuerza de trabajo ha sido una pieza fundamental tanto en el sostenimiento del sistema social como en la lucha por la emancipación de ese sistema de dominación. Su centralidad medió en la conservación de las estructuras históricas, y también constituyó un elemento en la construcción identitaria de la subjetividad moderna. Asimismo, funcionó como eje demarcador de posiciones sociales.

Siguiendo los argumentos de Lo Vuolo (2004), en las sociedades modernas siempre se confundieron las funciones económica y social del trabajo. Allí estribó la posibilidad de un postulado: las actividades humanas y las personas se valoran considerando el precio que el mercado paga por su fuerza de trabajo. Idea fuerza que delinea al trabajador como responsable por la realización de los esfuerzos que demanda el ser "empleable", y que habilita la individualización por culpa de la situación del desempleo.

Diversos autores han mencionado las tensiones materiales y simbólicas sobre la noción de trabajo que recorren también los espacios de las organizaciones de desocupados (Merklen, 2005; Svampa y Pereyra, 2003). Paralelamente, la lectura sobre la condición de "asistido" permanece estrechamente asociada con la figura opuesta a la del "trabajador", es decir, ligada a la identificación de "vago", referida a su vez a una actitud que convierte al sujeto en objeto de sospecha para el conjunto de la sociedad. Investigaciones locales e internacionales a partir de casos específicos, han subrayado esta compleja cuestión, entre otros, Soldano (2004), Merklen (2005), Dávolos y Perelman (2005) y Howe (1998).

Entendemos que la figura del "vago" concentra la acumulación de todo un malestar social que permite, a través de la pasividad frente a los avances de un sistema de dominación, mantener un status-quo y perpetuar el ordenamiento social, por tanto, opera como figura de reaseguro del disciplinamiento social. Al mismo tiempo, obra como mecanismo de distinción entre los sujetos a partir de sus comportamientos.

Por otra parte, en la presente investigación se incorporó igualmente una nueva figura: el "luchador". Porque en el escenario argentino, desde fines de los noventa y para los jóvenes que componían nuestro universo, la construcción de esta figura remitía a una situación bien precisa: eran parte de una organización de desocupados, mediante la cual adelantaban acciones colectivas que les permitieron tener acceso a la asistencia estatal.

El conjunto de los elementos aquí expuestos fueron el centro neurálgico de nuestro interés, como parte de las múltiples cuestiones surgidas entre las respuestas de la política pública, los intereses políticos y las demandas sociales, que conformaron un marco bien amplio de entrecruces.

Una cara de la lucha

Durante el siglo XX, la inserción de los jóvenes al mercado de trabajo actuó como un reaseguro en el proceso de reproducción social. No obstante, las tendencias de las últimas décadas interpelan los supuestos que alimentaban este pasaje. El de los jóvenes es uno de los sectores más afectados por la crisis del empleo y el proceso de reestructuración del mercado laboral, que como segmento de la clase trabajadora en periodo de formación, experimenta múltiples complejidades a la hora de vincularse con el mundo del trabajo.

En este sentido, diversos autores argentinos han subrayado que si bien las problemáticas laborales se evidenciaron con crudeza en la población de jóvenes del país, entre las tendencias señaladas se observaron amplias brechas entre quienes provenían de diferentes sectores sociales. Se destacó que los jóvenes ubicados en los sectores de menores ingresos habían sido quienes mayormente habrían sufrido altas tasas de desocupación, anunciando un proceso de preocupante polarización social (Salvia y Tuñón, 2003; Jacinto, 2004; Miranda y Otero, 2005). Esta situación generó interrogantes con respecto a cómo transcurriría su ciclo vital activo, pero también en relación con sus impactos en términos subjetivos, considerando el contexto y la situación señalados (Otero, 2006).

Análogamente –sin inferir generalizaciones– en la mayoría de los movimientos sociales más visibles en el escenario nacional, se observó la presencia de un alto componente juvenil en su seno. En efecto, parte de los jóvenes afectados por las problemáticas laborales integraron diversas organizaciones gestadas en la dinámica de la lucha contra el desempleo que se instaló con fuerza en nuestro país, sobre todo desde mediados de la década del noventa. En este marco, las organizaciones de desocupados formularon su demanda frente al Estado como un reclamo por "trabajo/trabajo genuino". Al mismo tiempo, bajo una forma de intervención estatal donde la política social cobró peso creciente como mediador del conflicto social, la obtención de planes alcanzó prioridad.

Pero sobre estas reivindicaciones, subyacían nudos simbólicos en tensión. Por un lado, las organizaciones apelaban tanto al reconocimiento como a la salida de la condición de desocupación. Por otro, luchaban por acceso a bienes y servicios, pero al estar sometidos a la urgencia, la situación inauguraba una tensión por aceptar ofertas de asistencia que les posibilitaran su supervivencia (Merklen, 2005).

Ahora bien, los jóvenes participantes en estas organizaciones no permanecían ajenos ni tampoco se adaptaban linealmente a las propuestas surgidas allí, sino que resignificaban y otorgaban sentidos diferentes a las nociones tematizadas en el Movimiento. Y, si bien podían reconocerse elementos comunes entre los discursos, convivían representaciones fragmentadas acerca de nociones como trabajador, luchador y vago. En los próximos apartados profundizaremos en estas temáticas, tomando en cuenta los perfiles de los casos bajo estudio y las huellas de su pasaje en la construcción de un colectivo.

Los jóvenes y el Movimiento

Los hallazgos de la investigación realizada conformaron líneas interesantes de discusión. En primer lugar, como una descripción sucinta y panorámica se logró entrever que la trama de actividades cotidianas que componían la vida interior del Movimiento, comprendía múltiples espacios, entre los cuales, las asambleas, los cortes de ruta y los grupos de trabajo productivo-comunitario destacaban como propuestas centrales. Al mismo tiempo, uno de los criterios rectores, se cimentaba en la horizontalidad entre los miembros. Es decir, arraigaba en una fórmula de construcción compartida entre iguales en la cual las instancias colectivas primaban ante cualquier tipo o forma de liderazgo y jerarquía, imprimiendo el carácter, el perfil y la orientación a la organización y a la forma de participación en ésta.

Las instancias mencionadas conferían una dinámica temporal activa en su interior, y la distribución de las actividades se establecía conforme al ritmo de los grupos de trabajo productivo-comunitario, pero revestía alteraciones constantes en función de su complementariedad con los cortes de ruta y marchas2. La circulación de buena parte de los habitantes de la zona por los espacios del Movimiento había logrado instalarse en el ámbito barrial desde su surgimiento a fines de los años noventa. Entre los jóvenes de habitantes de la zona los contactos establecidos cobraban matices acentuados. La mayor parte de ellos se aproximaba luego de la adscripción de familiares, amigos o vecinos que ya habían trazado un primer acercamiento. En los casos que componían la muestra bajo análisis y dado las escasas prácticas previas de participación en la conformación de un espacio de este tipo, desde su inicio constituían una experiencia "novedosa".

En esta trama, el ámbito más perceptible de identificación con la figura del "luchador" se conectaba directamente con las acciones de protesta directa3. Desde los discursos de los jóvenes, el ritual de iniciación generalmente se consumaba con la asistencia a un "corte" de ruta, de allí que el "puesto", es decir, la obtención del plan social, era resultado y ganancia de la lucha, mientras que el esfuerzo que simbolizaba "ir" era reconstruido como una tarea que interpelaba la pasividad cotidiana. Los cortes eran un momento significativo de visibilidad pública, constitutivos del Movimiento, y metáforas de una forma de expresión. Sucesos donde se desplegaban pautas de comportamiento próximas a las que predominaban en otros ámbitos cotidianos, es decir, en cierta medida, usuales para estos jóvenes. Por eso, entre ellos se observaba cierta predisposición por este tipo de práctica (Zibechi, 2003)4.

Tras los distintos grados de involucramiento que mediaban la participación de cada joven manifestante, se entreveía un consenso: el corte remitía tanto a un momento de expresión del descontento social y la demanda, como a una forma de estar juntos, de autoreconocimiento como integrantes de un movimiento "piquetero" de lucha. Un momento de exposición que predisponía al despliegue de afectividades y emociones, marco donde se gestaban innumerables anécdotas que alimentaban y trazaban su constitución como participantes-luchadores5.

En este sentido, el acontecimiento como sus alcances y detalles eran reconstruidos, pasando a formar parte de la narrativa de la lucha colectiva, y al mismo tiempo, del bagaje de experiencias transitadas por cada uno de los protagonistas. La posición que vertebraba las opiniones del grupo formulaba la validez del reclamo y el acto de justicia que involucraba esa demostración pública. Pero no era una práctica despojada del desafío de un posible enfrentamiento represivo6. En esta dirección, todos ellos subrayaban que la sensación de riesgo generada por sus manifestaciones, se agudizó a la luz de los sucesos del 26 de junio de 2002 con la muerte de Darío Santillán, uno de sus "compañeros". Este hecho significó una renovada toma de posición y decisión respecto de continuar o no asistiendo a los encuentros.

No obstante, la reconstrucción de la etapa de mayor intensidad en las manifestaciones de protesta se rememoraba como un período favorable en la lucha. También para entonces, la opinión pública de aceptación del reclamo otorgaba cierto margen de apoyo. Sin embargo, luego del 2003, parecía haberse pasado de una etapa de reconocimiento y solidaridad para con los "desocupadospiqueteros" a otra donde primaba el descontento y el cuestionamiento generalizados. Se discutía su legitimidad y se alegaba el perjuicio que ocasionaba esta práctica para el conjunto de la sociedad en sus posibilidades de movilidad y tránsito por la vía pública, al tiempo que se hacía referencia a la vagancia como un motivo de desacuerdo con la política social implementada.

Aun en el 2005, en los discursos de los jóvenes entrevistados, los reclamos enarbolados seguían siendo justos y existía un elevado grado de predisposición latente hacia este tipo de manifestación del descontento hacia el orden social. A pesar de ello, reconocían el predominio de una estigmatización cada vez mayor hacia los "piqueteros". Destacaban que la influencia negativa de los medios de comunicación, así como la expansión de los "cortes" como método utilizado por múltiples grupos sociales, atentaban contra la efectividad de la medida y contribuía a reforzar juicios desfavorables.

¿Sabés qué pasa? Llegó un momento en que el piquete era la justa razón. Cada auto te puteaba cada tanto; ahora te putean todos apenas salís. ¿Sabés cuál es el problema? Está tan involucrada la palabra "piquetero". Vos, antes decías "piquetero" y era capucha, palo y fuego. Ahora, piquete, vienen dos boludos que se pelearon con el sindicato y hay un piquete y está mal dicho eso. Por ahí está bien dicho: piquete involucra a todo. Pero antes, "piquete-piqueteros" era piquete y piqueteros ¿viste? Y después estaba la CGT, la CTA y la familia atrás ¿viste? (Ev. No. 10, varón, veintiún años).

Ambigüedades y resistencias: entre trabajo y planes

Ahora bien, nos preguntábamos también qué pasaba con los jóvenes y las propuestas de grupos productivo-comunitarios. De qué manera retomaban la probabilidad de inclusión en microemprendimientos y qué significación tenía la posibilidad de vinculación con un espacio de trabajo con características bien disímiles a las que ofrecía el mercado de trabajo asalariado. Interesaba sondear si estas experiencias en el colectivo agregaban nuevos elementos en la elaboración de representaciones sobre el trabajo que los jóvenes iban configurando7.

En un primer nivel de análisis interpretábamos que los entrevistados se reconocían en la herencia de la clase trabajadora y –en términos generales– remitían a extensos núcleos familiares donde los padres, a través de su inserción laboral, incluso precaria, habían sido los proveedores centrales del hogar, y la posibilidad de consumar formalmente una asociación entre trabajador-dignidad estaba presente en sus historias. Se establecía allí una compleja tensión con el marco de posibilidades dadas para generaciones precedentes8.

Entre estos jóvenes, la dignidad como valor formaba un puente con la figura del trabajador en el esfuerzo personal por sustentar su supervivencia. No obstante, la dignidad no encontraba una significación homogénea en el conjunto. De modo que, dentro del grupo, para algunos jóvenes un trabajo "digno" se definía en función de que la remuneración fuera suficiente para la manutención de una familia, permitiendo la reproducción de la unidad doméstica sin tener que pedir "ni vivir de prestado". Mientras que, para otro subgrupo, refería a aquel donde "nadie manda" y no existe una relación de explotación. Finalmente, en una tercera asignación frecuente, un trabajo "digno" remitía a la condición de cumplir derechos laborales como: contrato por tiempo indeterminado, obra social, pago de aportes, vacaciones, etc., es decir, asociado con el esquema trabajo asalariado formal. En la última definición, digno nombraba el cumplimiento de los derechos laborales y su opuesto, cualquier tipo de abuso por parte del empleador, lo que promovía una alteración del contrato pactado y atentaba contra dichas condiciones de trabajo: "Trabajo digno, ya te digo: no me importa de qué, dónde sea. Lo que me importa es que no tenga que cagar a nadie y gane bien. ¿Entendés? Y a la vez tenga la obra social, porque si vos ganás bien, podés tener a tu familia bien" (Ev. No. 10, varón, veintiún años).

Entretanto, la tarea desempeñada en el Movimiento adquiría valor en relación con su aporte en la conformación de éste, y, sobre todo, como una práctica horizontal y antijerárquica, ambos núcleos valorados positivamente. Los relatos recreaban una manera de organización y visión del proceso de trabajo entre pares, que caracterizaba el desarrollo de los grupos como parte del nuevo espacio generado. En torno a estos ejes se enunciaban los puntos contrastantes con las vinculaciones laborales anteriores. Aun cuando las trayectorias daban cuenta de experiencias bien dispares –incluso casos de escasas y/o casi nulas inserciones previas en el mercado laboral–, en sus discursos las diferencias cobraban sentido haciendo hincapié en la permanente comparación entre las ofertas laborales y en función de la contraposición pasado/presente. La ausencia del "patrón" como figura clave sobrevolaba en las expresiones del conjunto. Al tiempo que, la separación en torno a la dirección, organización y ejecución del trabajo perdía peso en esta actividad innovadora. Así, la forma de organización piramidal en cuyo vértice se asentaba el dominio patronal y cierto tipo específico de orden disciplinario, se exponía en confrontación con la propuesta colectiva de trabajo9.

[…] acá, uno trabaja por su cuenta y no tenés que andar dependiendo. O que alguien venga y te rete: "que esto no es así" o "esto es así y así porque…" un patrón sería. Acá no tenemos patrones. Acá, nosotros nos ganamos todo por la lucha y nadie regala nada, porque si nosotros no salimos a luchar, no vamos a tener nada. Nosotros todo lo ganamos en la lucha (Ev. No. 12, mujer, veintisiete años).

Homogéneamente, los jóvenes subrayaban aspectos positivos de su intervención en los grupos productivocomunitarios, opinión que se asentaba fundamentalmente en el modo colectivo de trabajo. Desde allí, en los relatos resaltaba una y otra vez que el intercambio entre pares y la toma de decisiones sobre el proceso de trabajo, era una práctica innovadora, en tanto sus experiencias anteriores se circunscribían al desarrollo de una tarea en forma individual que no implicaba el ejercicio de una puesta en común y decisiones conjuntas sobre la forma de su realización. Pero también estimable en la medida en que el mayor intercambio afianzaba vínculos entre los miembros de cada actividad. Aun cuando los espacios no estaban exentos de conflictos cotidianos, la dinámica rememoraba anécdotas cargadas de sensaciones agradables.

En esta misma dirección, e independientemente de los logros productivos, la larga cadena de pasajes por grupos de trabajo productivo-comunitario implicaba un protagonismo con el cual se sentían comprometidos. Estos jóvenes valoraban la posibilidad del trabajo grupal y la generación de espacios de discusión, así como también la flexibilidad de rotación para incluirse en los distintos grupos. Pero las experiencias allí tenían alcances bastante dispares, algunas lograban sostenerse por tiempos prolongados generando núcleos de relativa solidez, capaces de consolidar el trabajo colectivo. Sin embargo, el grueso de los ensayos de microemprendimientos eran una mixtura de aciertos y desaciertos que se renovaban constantemente en concordancia con la lógica de búsqueda, en un contexto por sí mismo desalentador. Además, el escaso cimiento de rutinas laborales consolidadas entre parte de los jóvenes sumaba un elemento de complejidades y discusión a su viabilidad (Svampa y Pereyra, 2003; Zibechi, 2003).

Más allá del tipo de inserción y de actividades realizadas en ocupaciones anteriores, para estos jóvenes, las tareas dentro del Movimiento cobraban un sentido diferente en tanto permanecían atravesadas por una constante interacción. En efecto, suponían una conexión entre pares distinta a la reconstruida con base en situaciones pasadas. Este pasaje sentaba huellas, en los discursos críticos respecto a las relaciones laborales que ofrecía el mundo del trabajo. Así como también, en la valoración positiva de la asociación libre de la propuesta y en el modo de consensuar roles y tareas dentro del Movimiento.

[…] en un grupo, todos se ponen a hablar, se sientan a hablar primero a ver cómo se hace el trabajo. En cambio, en una fábrica no se sientan a hablar. En la fábrica te dicen "vos tenés que producir tanta cantidad para que puedas cobrar esto o más". Hay mucha diferencia. En cambio acá, en el MTD, en el grupo de trabajo primero se habla, después se buscan los elementos y después se hace en conjunto el trabajo (Ev. No. 2, mujer, veintinueve años).

De igual modo, entre los jóvenes, el hecho de participar en distintas actividades cobraba sentido ante la pasividad del desempleo, y las instancias colectivas proveían un lugar donde posicionarse. No obstante, los grupos de trabajo propuestos escasamente ofrecían una identificación plena con la idea de trabajador y convivían visiones encontradas a la hora de asimilar las tareas que realizaban dentro del Movimiento con un trabajo. Desde sus relatos surgían dos imágenes centrales, que nos orientaron a la hora de profundizar en las opiniones respecto al tipo de prácticas generadas. Estas imágenes aludían, por un lado, a la añoranza de formas de integración social vía el trabajo formal, por otro, con sus experiencias en el MTD de Lanús.

En sintonía con esta última, entraban en juego valores como la cooperación entre los "compañeros", la solidaridad entre los miembros del colectivo y la gestión conjunta de las tareas. Todos estos elementos que agregaba la emergencia y encuentro con experiencias innovadoras tenían implicancias en las subjetividades y, obviamente, en las representaciones sociales en torno a la figura del "trabajador". Aun así, la connotación positiva que sugerían hallaba límites bien precisos relacionados con la escasa sostenibilidad de las experiencias que marchaban en un vaivén constante.

Específicamente en el caso de los micremprendimientos, al caminar a contrapelo de la lógica dominante del capital, encontraban serios obstáculos a la hora de generar circuitos de venta, de producción y de retroalimentación de la cadena productiva, que consecuentemente restringían la obtención de mayores recursos económicos para los participantes. Además, los escasos apoyos estatales y la insuficiencia de soportes de profesionales que, tendientes a fomentarlos, formaran parte de sus límites constantes.

Como hemos señalado, las experiencias laborales previas –en la mayoría de los casos ligadas al sector de servicios– tenían implicancias a la hora de la proyección y constancia de una tarea y su continuidad. Pero también los escasos ingresos generados como contraparte de su inclusión en un grupo de trabajo productivo-comunitario, ante un mundo exterior que los convocaba e interpelaba todo el tiempo como sujetos de consumo, hacían cuesta arriba la tarea de la resistencia. En esta trama constante de tensiones, las necesidades económicas irrumpían una y otra vez. Entre trabajos y planes, conseguir "la moneda" seguía siendo fundamental, y, sobre todo, el peso del ejercicio de jefatura del hogar se traducía en un elemento prioritario a la hora de fundamentar separaciones entre las figuras de "luchador" y "trabajador".

Ahora bien, durante el 2005, las historias del grupo presentaban puntos de inflexión: si bien rememoraban positivamente su pasaje por el colectivo, una cierta "apertura" en las posibilidades de inserción al mercado laboral implicaban una nueva toma de decisión. Las opciones no eran de ningún modo lineales, pero la estabilidad económica que prometía un trabajo dependiente cobraba primacía entre estos jóvenes, de hecho, la mitad de los integrantes de la muestra ya había dejado de concurrir a los espacios del Movimiento en busca de nuevos rumbos, fundamentalmente en procura de un puesto laboral.

Como planteáramos al finalizar el proceso de investigación antecedente, en el sentido de cuestionar las relaciones que signan el capitalismo, el combo "luchadortrabajador" no formaba por entonces dos caras de una misma moneda. El carácter instrumental de las vinculaciones de cara al mundo laboral, como la noción del trabajo asociado con remuneración y la cobertura de riesgos sociales, constituía la imagen más cercana a la dignidad, en el horizonte de sus expectativas. Por ello, formulábamos que la idea de dignidad todavía permanecía fuertemente asociada con los derechos del trabajador formal, de alcance, en la etapa previa (Otero, 2006).

Trabajadores versus Vagos

Dentro de las cuestiones que nos sugería el cruce entre experiencias tan dispares, como el acceso a un mercado laboral altamente fragmentado y el enfrentarse a una situación de desocupación, nos hemos preguntado desde el punto de vista del trabajador, ¿qué ocurría cuando material y simbólicamente no podían vender su fuerza de trabajo en el mercado? ¿Cuál era el margen de posibilidades para obtener un plan social y qué implicancias tendrían ambas situaciones en las representaciones sociales elaboradas? Así, intentábamos explorar en qué medida se modificaban o reactualizaban estigmatizaciones sociales entre "vagos" y "trabajadores". Acentuábamos en la reconstrucción sobre cómo operaba el sentido común en las prácticas y representaciones que los jóvenes tenían sobre el trabajo, y concluíamos que se manifestaba en la reactulización de ambas figuras centrales, entrelazadas y en tensión: "trabajadores versus vagos"10.

En el caso de los jóvenes entrevistados, la elaboración de imágenes sobre la figura del trabajador se nutría de miradas que involucraban las actitudes de sus mismos pares participantes del Movimiento, y desde esta perspectiva se trazaban diferencias o similitudes con "otros" jóvenes del barrio, o con las historias de sus padres, extendiéndose hacia el conjunto de la sociedad.

La contrastación permitía delimitar y valorar su propio comportamiento, así como legitimar su posición con respecto al cumplimiento del deber que implicaba su esfuerzo. Es aquí donde la transmisión generacional de los valores asociados con la figura del "trabajador" adquiría peso. Los relatos evocaban la historia de antecesores próximos, sus propios padres, visualizados como "luchadores" en el terreno laboral. Este reconocimiento vinculado con la idea de un "relativo" progreso económico, comprendía a quienes, a través de su propio esfuerzo, lograron sobrevivir y reproducirse aun en un medio plagado de adversidades. En tanto que el término luchador no se hallaba linealmente en correspondencia con la rememoración de manifestaciones colectivas de conflicto, es decir, no permanecía estrictamente ligado a las luchas entabladas por generaciones de trabajadores precedentes, sino aludía a una dimensión individual. Al tiempo que planteaba una sensibilidad ampliada al conjunto de los que resistían condiciones sociales, laborales, etc., adversas, y pugnaban por progresar.

En la trama discursiva los padres aparecían como referentes claves tanto como transmisores de valores que elevaban la importancia del esfuerzo personal, como portadores de un ejemplo a través de historias asociadas con la constante elaboración de estrategias de supervivencia. Más que enarbolar prósperos recorridos laborales, los jóvenes destacaban una actitud de búsqueda constante. En este sentido, en la configuración del esquema de representaciones sociales, la imagen no aparecía reforzando una conciencia ni política, ni corporativa, sino más bien tenía su anclaje prioritario en el recurso del esfuerzo individual como sostén de las trayectorias.

En el contexto de crisis, las explicaciones argumentadas por el grupo de jóvenes en torno al desempleo apuntaban al conjunto de transformaciones en la estructura laboral, sin embargo, emergía allí una fractura que hacía posible visualizar actitudes y comportamientos de sus propios pares que llevaban a asimilarlos como semejantes en situación, pero "diferentes" en tanto no manifestaban actitudes de esfuerzo y superación. La falta de voluntad para emprender cualquier tarea, la "dejadez", la escasa motivación y la ausencia de compromiso, así como la pasividad, eran un conjunto de rasgos que identificaban el comportamiento de esos "otros".

Te digo porque es la visión general porque… Yo te puedo decir que se dá en un 30%, 35%. Un tercio, serán vagos […] El sistema se organiza, el sistema busca cómo organizarse. Y como tienen un discurso de que todos son vagos, muchos piqueteros se creían vagos […] (Ev. No. 9, varón, veintinueve años).

Bajo esta sutil diferencia de actitudes, se simboliza el estancamiento en el cual permanecía sumergido su tiempo y el espacio de hábitat. El vago simbolizaba la figura contrapuesta al trabajador, sembrando sospechas entre los integrantes del Movimiento y con el resto de los habitantes del barrio. Enlazaba poniendo en tensión las problemáticas asociadas con el trabajo y el funcionamiento de la política social, a través del ingreso masivo y sistemático de los planes sociales. Tenue pero implacable, la aplicación del juicio frente a estas actitudes, establecía posiciones. De modo que la imagen estaba presente en sus evaluaciones del resto de los desocupados, pero también de desocupados incluidos en el Movimiento. Recíprocamente se utilizaba como término de designación para "otros desocupados", y un referente a la hora de identificar participantes. Por ello, como formas de identificación dentro del espacio colectivo, el mecanismo que ponía en juego la figura del "vago" provocaba contrastes que, sin llegar a quebrar el orden cotidiano, permitía establecer distinciones entre los jóvenes, así como entre los restantes miembros.

Ahora bien, la figura del "vago" se centraba en un rasgo inherente a cada persona que se reforzaba a través de la naturalización de los planes sociales y las expresiones de un dilema sin solución aparente: la crisis del empleo y las respuestas generadas desde la política social. Si embargo, al ser interpretadas como rasgos subjetivos, el cambio quedaba sujeto a su portador. Esto conducía nuevamente al opacamiento de la situación estructural de la problemática en torno al empleo. De allí que en los discursos, esta figura permanecía en los límites donde los jóvenes se confrontaban con sus propias elecciones. No había sanciones explícitas, pero subyacía una suerte de tensión entre el "no se puede" y el "no se quiere", mecanismos que cobraban expresión a la hora de establecer posiciones.

Si bien, la opinión que recorría y homogeneizaba gran parte del resto de los sectores sociales con respecto a la sospecha del asistido por el Estado como "vago", encontraba correspondencia y circulaba en estos participantes jóvenes del Movimiento, hallaba nuevas fronteras de ruptura a partir de los espacios colectivos de comunicación y reflexión crítica como prácticas cotidianas en el marco de la dinámica propuesta por el Movimiento. La disputa por la resignificación y la reelaboración de las clasificaciones latía una y otra vez en los momentos de la exposición de casos específicos que abrían la posibilidad del diálogo. Ejemplificar este acontecer poco sujeto a linealidades resultaba una tarea compleja, sin embargo, señalando algunos ejemplos concretos, la demanda de cada miembro de rotar de grupo de trabajo y/o los enfrentamientos dentro de dichos grupos que alteraban su funcionamiento, requerían ser tratados en las asambleas colectivas, sometidos así al intercambio que se establecía entre las opiniones de los miembros sujetos a visiones encontradas y cuestionamientos que precedían la evaluación de cada caso. De allí la apertura a las interpelaciones y el reconocimiento de nuevas aristas a partir de situaciones concretas, permitiendo la puesta en marcha de consensos para la identificación de los propios miembros. Justamente en ese entrecruzamiento, la tensión entre las propuestas del Movimiento, las nuevas formas de relaciones sociales como laborales emergentes, se enfrentaba a clasificaciones del sentido común sugiriendo pugnas abiertas.

Sin lugar a dudas, tanto los postulados que guiaban el movimiento social, como las prácticas dadas en el marco de las instancias colectivas, permitían generar espacios de reflexión que abarcaban y trascendían el binomio trabajador-vago. Por otra parte, el funcionamiento y puesta en marcha de planes sociales de expandido alcance, generó discusiones controvertidas desde su implementación. Si bien la coyuntura de crisis legitimaba la afluencia de recursos estatales destinados a atender a los sectores más afectados por el contexto crítico, no dejaban de señalarse cuestionamientos a los juegos perversos propios del carácter "asistencialista" de estas iniciativas, ideas que se fueron reforzando con la masividad que alcanzó el Plan Jefes y Jefas Desocupaos (PJ JyJDH).

El clientelismo y la vagancia formaban y forman, por cierto, parte de sustantivos debates, frecuentemente vinculados tanto con los sectores pobres como con los jóvenes provenientes de dichos sectores. En torno a estos últimos recayeron los más significativos interrogantes respecto a cómo transcurrirán sus trayectorias vitales, y qué tipo de inserciones signarían su futuro, cuestiones que aún no encuentran correlato en el diseño de políticas activas e integrales capaces de enfrentar dicha problemática.

A modo de cierre

A partir de las reflexiones expuestas, entendemos que las figuras de "trabajador", "luchador", "vago" que circulaban en el universo de designaciones utilizadas por los jóvenes entrevistados, constituían un esquema de entrecruces y tramas en tensión recorridas por visiones dicotómicas que denotaban posiciones de lucha y combatividad; resistencia y demanda; fragilidad y resignación, conformando el núcleo de las representaciones sociales vinculadas con el mundo del trabajo y la lucha por un cambio social, eje rector del MTD de Lanús.

En este marco, estos jóvenes advertían su aporte a la construcción del espacio colectivo, ante todo, como una forma de enfrentar la situación crítica por la que atravesaban ellos y sus familias. Mientras que el perfil horizontal y antijerárquico de la participación en todas las instancias del Movimiento constituía un aporte central para su adscripción a éste. De igual manera, los espacios inaugurados tras la propuesta permitían ciertas "flexibilidades" acordes con su propio comportamiento y mundo de vida. La preferencia por dicho modo, conducía a un nuevo planteo sobre en qué medida esta tendencia de pautas culturales que marchan a contrapelo de férreas y escasamente flexibles disciplinas, anticiparían un giro en los modos de participación predominantes.

Sin embargo, respecto el ámbito laboral encontrábamos sugerentes matices. La vivencia concreta de un mundo de trabajo estructurado bajo la égida jerárquica no resultaba totalmente desconocida para estos jóvenes, aunque no siempre se correspondía con prácticas cimentadas en sus propias trayectorias. La alternancia entre períodos de trabajos precarios, de escasa duración, desocupación y planes sociales, fueron configurando una amalgama de tramos que delineaban el carácter errático de las trayectorias laborales. De esta forma, se reafirmaba la rotación, la movilidad y el cambio constante como rasgos persistentes en las vinculaciones que estos jóvenes de sectores pobres entablaban con el mundo del trabajo y las políticas sociales formuladas en respuesta a las transformaciones dadas en la estructura laboral.

No obstante, las huellas del pasaje por grupos autogestionarios –propuestos por el Movimiento– cimentaron las bases de una experiencia innovadora valuada positivamente en contraste con tramos laborales previos. Las experiencias y prácticas dentro de los grupos de trabajo productivo-comunitario sirvieron de estímulo en la reconfiguración de la figura del trabajador, pero la vinculación entre participación-trabajo se establecía y traducía en términos de ambigüedades y diferencias. Implícitamente en sus contenidos se traslucía, por un lado, la evocación de su frustración como trabajadores y, por otro, su reinvención inacabada como sujetos-productores-autónomos en la incipiente organización (Otero, 2006).

A pesar de tratarse de un movimiento autonomista, los microemprendimientos escasamente lograban sostenerse en un proceso prolongado en dirección al cambio social. Entre estos jóvenes predominaba la opción por un trabajo asalariado tradicional, independientemente de los cuestionamientos que establecían en torno al mercado laboral. Claramente, durante el 2005, sus expectativas estaban orientadas en dirección a conseguir un trabajo formal con beneficios y estabilidad, visión que, como hemos visto, permanece ligada a la dignidad del trabajo.

Por su parte, la figura del "vago" resultaba un factor sutil de distinción. Pero en la percepción del grupo entrevistado, era opinión compartida que la noción de vago designaba a aquellos jóvenes –incluso del Movimiento y sobre todo aquellos no vinculados a éste–, que permanecían en la ociosidad absoluta, apáticos a cualquier tipo de actividad que requiriera una mínima cuota de compromiso. Se refería a aquellos que no buscaban ninguna salida a su situación, quienes parecían haber perdido la noción de ciertos "códigos mínimos" para comunicarse; e incluso su misma presencia como habitantes del barrio, resultaba amenazante y acarreaba complejidades en el entorno, dada su predisposición violenta.

Estos rasgos en conjunto inauguraban nuevas diferencias, permitiéndoles ser clasificados como "otros" dentro del conjunto de jóvenes, al cual ambos grupos pertenecían por compartir edades y posiciones similares en la estructura social. De esta forma se generaba un incipiente espacio de diferenciación que involucraba el ámbito cultural y de valores, hecho que establecía distancias con estos jóvenes, cuyas trayectorias laborales, a partir de 2005, se perfilaban hacia nuevas inserciones como asalariados.


Notas

1 Partimos del supuesto, según el cual, las representaciones constituyen sistemas simbólicos que conforman un modo de construir la realidad y median en la relación sujeto-sociedad. La lucha simbólica por la renovación de tales sistemas consiste en una dinámica compleja de interpelaciones tanto colectivas como individuales presentes en el entramado social. Retomamos aquí el concepto elaborado por Jodelet (1986).

2 La estructura organizacional el MTD de Lanús se divide en áreas operativas: grupos de trabajo productivos (panaderías, huerta, bloquera, etc.), Grupo de Trabajo Comunitario (cocina, obra, biblioteca, copa de leche) y áreas de trabajo organizativo y comunitario (administración, relaciones, finanzas, prensa, formación). Al compás del funcionamiento de las áreas reproducidas en cada uno de los barrios se articula la participación. En sintonía con los postulados del Movimiento, los microemprendimientos están orientados al logro de una autosubsustentación acorde con el cambio social eje de la propuesta a largo plazo del MTD, los subsidios conforman un paso en lucha. Una de las características distintivas que hace al perfil del MTD de Lanús inscripto en la corriente autonomista, es la promoción de actividades económicas de carácter autogestivo. Desde los materiales de difusión elaborados en el mismo Movimiento, el propósito es "transformar los planes sociales, improductivos y asistencialistas en la concepción del gobierno, en proyectos auténticamente productivos". Mientras que la figura del trabajador permanece fundamentalmente asociada con la dignidad de las personas (Dignidad Rebelde, revista barrial del MTD de Lanús, número 0, abril 2003).

3 Como forma de acción colectiva, el "piquete" presenta tres características: en primer lugar, consiste en cortar la circulación de mercaderías, interrumpir la movilidad, e implica un desafío en tanto acción no permitida legalmente. En segundo lugar, el corte genera solidaridad interna en el grupo que contribuye a la construcción colectiva, y, en tercer lugar, genera también incertidumbre, ya que no se sabe cómo termina ni cómo transcurre, y en cualquier momento puede esperarse la represión.

4 Siguiendo con el argumento de Zibechi, la afinidad de este espacio y las prácticas sociales posibles allí marchan en correspondencia con otros espacios de acción sociales de los jóvenes de sectores populares. "En cierto sentido, el piquete es el desenfado del cuerpo, el triunfo del cuerpo liberado y desenvuelto, inspirado en la cultura popular, sobre la paquetería burguesa. Porque en el piquete pueden ser ellos mismos, gritar, bailar, cantar, desafiar con el cuerpo como lo hacen los sectores populares. Igual que en la tribuna y en el recital de rock" (2003: 142).

5 Cabe aclarar aquí que parte de los jóvenes de la zona, aun cuando se sumaban a los cortes, no se integraban al MTD, ni obtenían un plan social por esta vía. Pero intencionalmente en los casos de la muestra bajo análisis, la participación en los cortes continuaba cotidianamente con la intervención en alguno de los grupos de trabajo productivo-comunitario y en la adjudicación de un plan social.

6 La autora argentina Maristella Svampa, a partir de una lectura acerca de las consecuencias del proceso de descolectivización social, propone la emergencia de una nueva matriz popular. Como parte de esta, enuncia una primera tesis sobre la subjetividad de los sectores populares en la cual destaca que "las jóvenes generaciones son objeto de la persecución policial en los barrios y a menudo víctimas del gatillo fácil", con ello enfatiza que estamos asistiendo a una transformación en la construcción del sujeto: de una subjetividad definida fuertemente por su inscripción en el mundo del trabajo, pasamos a una subjetividad definida por la experiencia de desinstitucionalización, de la distancia, de la ausencia, en relación con aquellos colectivos que anteriormente integraban al sujeto. La subjetividad actual se nutre de experiencias relacionadas con el consumo (restringido sin dudas cuando hablamos de los sectores populares), y también con la represión; la experiencia de la represión policial está "constituyéndose en un elemento fundante de la subjetividad para la juventud" (2003: 3). En este sentido, los jóvenes protagonistas de nuestra investigación, reconstruyen múltiples experiencias de la intervención policial en el barrio, y la agudización de la violencia en el territorio exacerbada en los últimos tiempos. En los cortes de ruta, la violencia represiva y/o su amenaza vuelve a reproducirse.

7 Un problema señalado por autores como Zibechi (2003) y Svampa y Pereyra (2003) en relación con los interrogantes que generan tanto los escasos o nulos hábitos laborales, como las referencias a la figura del "trabajador" en los integrantes jóvenes de los MTD de la Zona Sur del Conurbano Bonaerense. "Cercado en su dimensión territorial las vivencias relacionadas con la experiencia de la desocupación es significativamente diferencial, en el Conurbano Bonaerense […] la historia familiar de muchos jóvenes que participan en las organizaciones piqueteras reenvía a la inestabilidad y la desprotección laboral, y por ende, aparece ligada a un proceso de desestructuración socioeconómica de más largo plazo [ en relación con otras experiencias como el UTD de Mosconi ]. Así, en estos jóvenes los recuerdos de una supuesta 'edad de oro' en la cual se ligaban de manera inextricable vocación peronista, bienestar material y trabajo industrial son menores, cuando no inexistentes" (Svampa y Pereyra 2003: 155-156).

8 Svampa y Pereyra, al analizar el caso de la UTD (en el territorio ex YPF), si bien muy diferente al aquí estudiado, sugieren que su conformación expresa la articulación entre dos perfiles generacionales: uno constituido por trabajadores ex "ypefearios", obreros, con experiencia laboral, calificados, de mediana edad, y otro de jóvenes con escasa o nula experiencia laboral. Retomando el trabajo de Touraine sobre conciencia obrera, concluye que mientras los del primer perfil exhiben una "conciencia orgullosa" (conscientes de su lugar como fuerza productiva en la sociedad), los del segundo expresan una "conciencia más 'proletaria'", visible en la baja calificación y a veces escasa trayectoria laboral, pero con una alta conciencia de su situación de pobreza. El protagonismo de los ex "ypefeanos" posibilitó el rápido enlace entre las categorías de piquetero y trabajador, mientras que la dirigencia de la organización pertenece a aquellos que se reconocen como trabajadores y para quienes "uno de los objetivos es recrear simbólica y materialmente la cultura del trabajo" (2003: 135-136).

9 Svampa y Pereyra (2003) sostienen que las propuestas de la línea de las organizaciones autonomistas como los MTD son las que con mayor énfasis rechazan una visión fabril del trabajo y promueven la tentativa de pensar nuevas formas de trabajo no capitalista, formas que no generen condiciones de explotación y que implican el autocontrol de la fuerza de trabajo. La propuesta de horizontalidad –es decir, la no existencia de divisiones jerárquicas entre los miembros– va en contra de todas las experiencias anteriores vinculadas al trabajo.

10 Cabe recordar aquí que hacia fines del 2003, un representante del sector eclesiástico argentino, monseñor Jorge Casaretto, afirmaba ante un medio de comunicación que los planes JJyDH "fomentaban la vagancia", interpretación repetida y avalada tanto por el presidente Kirchner como por el jefe de gabinete de su gobierno. Antes estos sucesos, Auyero argumentó que detrás de esa pseudoteoría "mezcla de elitismo con estupidez […] están dos acusaciones veladas: una que los desempleados están sin trabajar porque no quieren trabajar. Dos que la protesta no sirve" (Suplemento Cash, 30 de noviembre de 2003: 12).


Referencias bibliográficas

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Los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento*

Jovens e suas lutas pelo reconhecimento

Youths and their struggles for recognition

Adrián Restrepo**


* Este artículo hace parte de la investigación "Jóvenes, participación política y formación democrática", estudio financiado por Colciencias y desarrollado por la línea "Acción colectiva, culturas políticas y ciudadanías" del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia en asocio con el Iesco de la Universidad Central de Bogotá.

** Magíster en Ciencia Política, miembro del grupo de investigación Estudios Políticos y docente del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El artículo constituye una reflexión sobre la experiencia de ocho grupos juveniles de la ciudad de Medellín. La potencialidad política de estas prácticas juveniles es abordada desde la perspectiva de las luchas por el reconocimiento. Las heridas morales causadas por las situaciones de exclusión motivan a tales personas a emprender acciones para ser reconocidas, en donde los medios de comunicación adquieren un papel preponderante.

Palabras clave: jóvenes, exclusión, luchas, reconocimiento, democracia, medios de comunicación.

Resumo

O artigo faz uma reflexão sobre a experiência de oito grupos juvenis da cidade de Medellín (Colômbia). Abordam-se, desde a perspectiva da luta pelo reconhecimento, as potencialidades políticas de tais grupos. O elemento motivador para os jovens empreender ações a procura do reconhecimento é a ferida moral causada pela exclusão. Nesse contexto, os meios de comunicação adquirem um papel preponderante.

Palavras chave: jovens, exclusão, lutas, reconhecimento, democracia, meios de comunicação.

Abstract

This article is a reflection on the experience of eight youth groups in the city of Medellin. The political potential of these youth practices is approached from the perspective of the struggles for recognition. Moral wounds caused by the exclusion situations motivate these people to undertake actions to be recognized, where the media take on a preponderant role.

Key words: youth, exclusion, struggles, recognition, democracy, media.


La renuncia al mejor de los mundos no es la
renuncia a un mundo mejor
.
Edgar Morin

La participación política suele asociarse con la participación de los ciudadanos en los asuntos del Estado por medio de los mecanismos formales dispuestos para dicho propósito. Esta asociación, tradicional en la ciencia y la teoría política, ha permitido cierto reduccionismo tanto de la idea de la política como de los medios para realizar ejercicios políticos de participación. La política, así concebida, termina por reducirse a la acción de las instituciones estales, a los profesionales políticos y al "buen" ciudadano que acude constantemente a la legalidad como fuente de derecho.

Esta forma de percibir la política deja al margen otras dinámicas sociales que pugnan por constituir una sociabilidad política que, si bien por necesidad histórica hace referencia a las instituciones estatales, sin embargo, exalta al ciudadano comprometido con los asuntos públicos como eje articulador de la acción política. En esta dirección, el ciudadano no deviene propiamente después de la constitución del Estado, ni los derechos adquiridos son dádivas otorgadas por el soberano. Por el contrario, la centralidad del ciudadano conduce a comprender al Estado como un resultado posible en la medida en que los ciudadanos han participado en la determinación de una forma de organización peculiar de la comunidad política. Y dicha participación activa del ciudadano –las luchas que desata– obedece a que éste compromete en sus luchas el estilo de vida singular y el de su colectividad con la que comparte un mundo en común (Arendt, 1998).

En el caso particular de los jóvenes, éstos, junto con sus organizaciones, han sido confinados a la parte "impura" de la política. Las instituciones estatales, en cabeza de los adultos, encuentran válida la actividad política de los jóvenes siempre y cuando acudan a los mecanismos establecidos y sigan los parámetros institucionales. Aquellas prácticas juveniles que renuncian a la participación electoral y a la utilización de los procedimientos estatales son vistas por los adultos como apáticas frente a los asuntos públicos y cargadas de apoliticidad. A contracorriente de esta tendencia, existen distintas organizaciones de jóvenes que con sus experiencias vienen reconfigurando la política como acción y discurso. En esta lógica, la ausencia de participación de los jóvenes en los escenarios tradicionales de la política no expresa la apoliticidad de los jóvenes, sino, por el contrario, una fuerte conciencia de lo público que los obliga a "dejar" los espacios formales de la política porque aparecen a su juicio como envilecidos y agotados para la toma de decisiones pretendidamente colectivas.

Para estos jóvenes, la acción política implica, por un lado, el reconocimiento de problemas comunes, o sea, situaciones de exclusión que afectan el estilo de vida que cada joven en particular pretende desplegar y, por el otro, la posibilidad de encontrar soluciones a los problemas queda sujeta a la conformación de un colectivo que, reconociendo la subjetividad de cada uno de sus integrantes, crea las estrategias pertinentes para enfrentar los poderes que configuran la situación de exclusión que hace que sus planes particulares de vida aparezcan en riesgo.

Las distintas formas de acción implementadas por estos jóvenes tienen la peculiaridad de afirmar, en medio de una situación de exclusión1, la constitución de una identidad personal que para concretarse en una práctica social aceptada requiere también de la conformación de un grupo con el cual reconocerse y, a la vez, emprender una acción colectiva para ensanchar la esfera pública. La lucha de los jóvenes por la inclusión expresa la disputa por el reconocimiento en escalas como la familia, la sociedad y el Estado. Estos ámbitos de la vida son considerados por los jóvenes como portadores de prácticas de exclusión que deben modificarse de manera que los sujetos jóvenes puedan desplegar sus estilos de vida satisfactoriamente.

En esta perspectiva, la creación de los grupos juveniles y el empleo de la comunicación y el arte, como una especificidad de la acción realizada por los grupos, hacen parte de la disputa por la conformación de una opinión pública subalterna que cuestiona el tratamiento ofrecido por la sociedad mayor a los jóvenes, porque tal trato discrimina a esta población en la medida en que la conduce al silencio, a la adopción irreflexiva de un estilo de vida que contraría las expectativas de realización personal que cada joven posee, y porque, en general, el modelo socialmente ofertado, con sus contenidos prescriptivos de identidad, resta posibilidades reales para la conformación del reconocimiento de los jóvenes en las dimensiones de la autonomía, el autorespeto y la autorealización.

Para abordar las luchas de los jóvenes por el reconocimiento, el artículo hace referencia en primer lugar a los modos de constitución del reconocimiento intersubjetivo y su relación con la exclusión. Segundo, en la línea del reconocimiento, describe las distintas formas de exclusión vividas actualmente por los jóvenes. Tercero, indica la recurrencia de un pasado en común entre los integrantes de los grupos juveniles que les permite derivar aprendizajes sobre el presente, a la vez que dota a los jóvenes de referentes identitarios. Cuarto, el texto propone interpretar las luchas por el reconocimiento de los jóvenes como un esfuerzo por profundizar la democracia al promover el pluralismo y la utilización de los medios de comunicación para difundir, justificar y posicionar las subjetividades negadas. Por último, el documento presenta una reflexión general a modo de conclusión.

Reconocimiento y exclusión

La formación de la identidad involucra a la persona en su ser en tanto la enfrenta a la necesidad de responder por el sentido de su existencia, o sea, confronta la pregunta "¿quién soy yo?". El sujeto, para dar respuesta a este interrogante, necesita superar la situación de objeto en que está al llegar al mundo, para lo cual emprende el proceso de constitución de su identidad. La constitución en sujeto autónomo requiere que la persona emprenda la búsqueda de sentido ontológico, recorrido sólo factible en la medida en que participa de relaciones intersubjetivas, en los ámbitos de la familia, la sociedad y el Estado, conducentes a la definición de la propia identidad.

Este proceso dinámico está constituido por la reciprocidad entre los sujetos que integran a una situación de relación en la cual experimentan un saberse en el otro, sin ser necesariamente iguales en términos de los contenidos de sus pretensiones, aunque sí en el hecho mismo de tener pretensiones consideradas por ellos como legítimas. En palabras de Honneth, "sólo cuando cada sujeto ha experimentado también del otro que se sabe a sí mismo en el otro, puede adquirir la confianza de que el otro… es para mí. Para designar tal relación de recíproco conocerse-en-el-otro, Hegel emplea por vez primera el concepto de reconocimiento" (Honneth, 1997: 52).

La identidad personal de un sujeto está ligada al presupuesto de determinados actos de reconocimiento por parte de otros sujetos; la formación de la identidad del sujeto está anudada a la experiencia de un reconocimiento intersubjetivo que, según Honneth, pasa por los estadios de la familia, la sociedad y el Estado. A cada uno de estos estadios corresponde un modo de reconocimiento así: el amor en la familia, el derecho en la sociedad y la solidaridad en el Estado. Estos estadios tienen como característica que, en su orden, contribuyen en mayor grado a la autonomía del sujeto2.

El reconocimiento acaece en la interacción de la vida diaria de los sujetos, en ésta deviene la formación del sujeto en la medida en que el otro reconoce las facultades y las cualidades de una persona como valiosas. Tal exaltación permite a la vez que el sujeto conozca aspectos irremplazables de su identidad, al punto de llegar a contraponerse al otro en tanto se confrontan dos identidades singulares.

En este movimiento del reconocimiento están involucradas las etapas de la reconciliación y el conflicto entre los sujetos. Etapas que, aunque separadas, conforman una dinámica de lucha por alcanzarlo, una puja de fuerzas por aceptar o rechazar facultades o cualidades que cada sujeto considera en su fuero interno como pretensiones legítimas que reclaman un campo de acción social efectivo. El establecimiento de la identidad conducente a la formación de un sujeto autónomo implica una lógica intersubjetiva de afirmaciones y negaciones que contraen o ensanchan la esfera pública, permitiendo o negando la instauración de un determinado estilo de vida considerado por cada uno de sus gestores con capacidad de constituir pretensiones legítimas.

La lucha por el reconocimiento tiene como componente motivador aquellas experiencias de construcción de la identidad del sujeto truncadas u obstaculizadas por el otro, y que generan en el sujeto el sentimiento de menosprecio. Este sentimiento consiste en una delimitación forzada de la individualización y el reconocimiento del ser humano que genera una experiencia de lesión psíquica capaz de sacudir la identidad de la persona en su totalidad. El menosprecio va acompañado de sensaciones afectivas que indican las privaciones de reconocimiento social como situaciones internas de ánimo que llegan a expresarse manifestando el sentimiento de desplome del propio valor.

El sentimiento de menosprecio es una vivencia experimentada por el sujeto en contra de su voluntad, y, como vivencia, manifiesta la existencia de situaciones de exclusión (Cortés, 2002). De acuerdo con Honneth (1997), las situaciones de exclusión tienen lugar en los ámbitos de la familia, la sociedad y el Estado, los mismos espacios de relaciones sociales donde también tienen lugar los tres modos de reconocimiento señalados anteriormente. A cada una de esas formas de reconocimiento corresponden entonces unos modos de menosprecio o humillación que atentan contra la autonomía, el autorespeto y la autorrealización del sujeto.

El sentimiento de menosprecio, no obstante la adjetivación negativa, trasciende a un estado de positividad porque permite al sujeto la formación de la conciencia de sí. El ser humano tiene la capacidad de aprender de las acciones y los hechos que configuran la trama de la vida –entre éstos las situaciones de exclusión– y deriva de estos acontecimientos el conocimiento para comprender su vivencia y para orientar la acción. En esta perspectiva, las heridas morales (Uribe, 2000) son más que el mero registro de experiencias de exclusión en la vida del sujeto y pasan a convertirse en motivaciones para la acción del sujeto sentipensante (Morin, 1998).

Las heridas morales causadas por las situaciones de exclusión marcan la historia de vida de cada sujeto excluido y, a la vez, motivan a tales personas a emprender acciones para ser reconocidas como miembros plenos de una sociedad de derechos en donde cada sujeto podrá vivir la autorrealización. Esta afirmación, siguiendo a Honneth, implica aceptar que "la pretensión de los individuos a un reconocimiento intersubjetivo de su identidad es la que, desde el principio, como tensión moral, se aloja en la vida social" (1997: 14). Los conflictos sociales, en consecuencia, no se libran solamente por recursos económicos o por obtener el poder a secas, sino que tienen también reivindicaciones en términos de justicia.

En los conflictos sociales los involucrados ponen en "juego" sus identidades, lo que son y lo que pretenden ser. De esta manera, las luchas o conflictos catalogados como objetivos, racionales y "puros", tienen a la vez como corolario una base intersubjetiva en donde la subjetividad, las personas con sentimientos y aspiraciones de autorrealización personal, entran en pugna por poder ser a plenitud, por llegar a vivir autónomamente.

Esta caracterización del conflicto como situación que compromete al sujeto y su identidad tiene, de acuerdo con Honneth, asiento en el hecho de que "en la estructura de las relaciones humanas de interacción, la espera normativa de enfrentarse con el reconocimiento de los otros está construida sobre el presupuesto implícito de ser tenido en cuenta en los planes de acción de los demás" (1997: 60). La expectativa social de inclusión demanda la participación activa del sujeto en cuanto ser autónomo. De ahí que "ser tenido en cuenta en los planes de acción de los demás" incluya la participación del sujeto en el proceso mismo de toma de decisión para que no sea socialmente ignorado.

El proceso dinámico del reconocimiento está aparejado con la exclusión. Las luchas por el reconocimiento cobran sentido justamente porque son libradas en situaciones que atentan contra la dignidad de la persona al generar en ella el sentimiento de menosprecio. Las heridas morales causadas a la persona por las vivencias de menosprecio actúan como motivaciones para la acción pública de los excluidos en procura de ser reconocidos por el otro como sujetos autónomos y, por tanto, como portadores de pretensiones legítimas que reclaman aceptación social para poder desarrollar fácticamente los planes de acción que concretan su identidad. La lucha por el reconocimiento expresa así los esfuerzos de los excluidos por hacer parte de un orden que posibilite la vivencia plena de su subjetividad3.

Según este análisis, la formación de grupos procede de la vivencia de situaciones de exclusión que constituyen una herida moral, y que son comunicadas entre las personas por la imperiosa necesidad de confirmar su existencia y desatar los nudos de los sentimientos que pueden ser sobrellevados una vez el dolor adquiere nombre. Estas heridas permiten la identificación entre quienes posteriormente conformarán la organización. Los participantes del grupo encuentran como elemento común los sentimientos generados por las pérdidas en la constitución de un orden que los excluye (Roiz, 1996). El grupo, asimismo, es el espacio para la acción política porque, por un lado, permite el encuentro entre iguales, pero estos iguales entienden que, por otro lado, el grupo es un espacio social limitado y las problemáticas que han generado su exclusión trascienden ese espacio que, aunque importante, no logra reemplazar los otros ámbitos de la vida del sujeto en los cuales él espera desplegar sus planes de acción.

Esta necesidad de conformar agrupaciones para posteriormente trascender el ámbito grupal en la constitución del reconocimiento por parte de los excluidos, puede entenderse como la progresión de la identidad (Ricoeur, 2006). Paul Ricoeur mostró como los caminos que dan cuenta del paso del reconocimiento-identificación al reconocimiento mutuo (base de la relación de reciprocidad) pasan necesariamente por el reconocimiento de sí, pues este último permite al individuo apropiar las capacidades que modulan el poder de obrar, es decir, la agencia del sujeto. Este proceso conduce a constituir una figura de la identidad en la mutualidad (grupos). El reconocimiento por parte del otro conlleva el dominio de las propias capacidades, autonomía que para confirmarse requiere ponerse en cuestión y, así, simultáneamente entrar en práctica. Un sujeto en soledad sabe poco de la autonomía, simplemente está en estado de expectativa social. La autonomía tiene como mayor atractivo ser vivida y ese componente pragmático conecta al sujeto con el Otro y, por tanto, muestra la soledad como fuga para resguardar el ego, circunstancia excepcional que necesariamente queda constreñida a la situación constante y real de un vivir en relación con los otros donde la identidad del sujeto logra establecerse.

En este proceso de progresión de la identidad, siguiendo a Ricoeur, entra en juego el binomio de la memoria y de la promesa "en el que la temporalidad del sí se despliega en las dos direcciones del pasado y el futuro, al tiempo que el presente vivido revela su doble valencia de presencia e iniciativa" (2006: 312). Este hilo de la temporalidad permite abordar el estudio de la conformación de la lucha por el reconocimiento que libran los jóvenes siguiendo el vestigio de la configuración grupal en tres momentos: el recuerdo, el presente y la promesa.

El recuerdo es entendido como la evocación viva sobre una experiencia pasada y de carácter personal que deja heridas morales en la vida singular y que motiva la constitución de los respectivos colectivos juveniles; elpresente, como las vivencias actuales de los jóvenes que anudadas al recuerdo permiten el surgimiento de la organización como tal; y la promesa, como la perspectiva de futuro que los grupos figuran a partir de un presente vivido en perspectiva histórica (en cuanto la memoria de sus integrantes) donde cifran, particularmente, el propósito de resarcimiento de las heridas morales. Los participantes de los grupos miran hacia el futuro y comprometen su vida personal en un acto de pertenencia a un colectivo. La organización aparece como la forma de poder para concretar el futuro tanto por lo que pretende hacer (objetivos) como por la manera real en que lo hace.

La progresión de la identidad llega así a la acción política propiamente dicha cuando el presente y el futuro como posibilidad de realización están más allá del espacio de poder grupal y el grupo no encuentra ya en el afuera un límite sino un reto para lograr la transformación social.

El presente: la vida de los jóvenes desperdiciada

El lugar público que han logrado los ocho grupos de la presente investigación4al posicionar básicamente los discursos ambientalistas, de género, el vegetarianismo, el antimilitarismo y el anarquismo, los ha hecho parte activa de la discusión política en los distintos ámbitos donde tiene lugar la constitución del reconocimiento5. El papel que desempeñan estas organizaciones en la profundización de la democracia radica en la implícita promesa de llevarla al plano de un estilo de vida: vivir la democracia. Sin embargo, este entusiasta relato contiene a la vez un presente problemático, acompañado por el signo de la exclusión y por el recuerdo de los perdedores.

El punto de partida para analizar la progresión de la identidad por medio de la lucha por el reconocimiento que emprenden los jóvenes es el presente, un hoy en el cual estos jóvenes están organizados y continúan viviendo en los sitios donde la exclusión toma rostro pero donde simultáneamente ellos emprenden las contiendas por la inclusión. Un presente que, por ejemplo, persiste en tener a los jóvenes como población destacada en las estadísticas de muertes violentas.

La máxima expresión del menosprecio hacia el sujeto adquiere forma en la escena de la sangre derramada. Tan elocuentes han sido las cifras de muertes violentas en Colombia y, especialmente en Medellín, que resulta aquí inoficioso acudir al dato; la conocida frase "los jóvenes como víctimas y victimarios" condensa la estela de muerte violenta que recorre la historia de esta ciudad durante los últimos veinte años. Relato vivo en las palabras de los jóvenes que participaron en la investigación cuando afirman que: "Los barrios están fragmentados mediante las fronteras establecidas por los grupos armados que impiden la movilidad de los jóvenes"6.

Llama la atención que sean los jóvenes, cotidianamente representados como potencial de vida, quienes paradójicamente encabecen las cifras de muertes violentas. Los jóvenes muertos junto con las demás víctimas del conflicto político y criminal de la ciudad pasan a formar parte de la memoria de una sociedad que menosprecia a un sector de su población (Foucault, 2007) y, en esta circunstancia, los jóvenes son en cierta forma el medio más apto7 para, llegado el caso, resolver los conflictos de forma violenta. La violencia, vista así, aparece como el punto máximo de expresión del menosprecio, el culmen de situaciones de exclusión que lentamente configuran la dramática trama con el conocido desenlace. La manera en que la muerte llega suele ser la culminación de una manera de vivir. La exclusión última de los jóvenes está precedida por una cadena de exclusiones en la cual la muerte violenta es el cénit.

Los jóvenes que participaron en la investigación compartieron sus experiencias de exclusión y las de sus comunidades. Expresaron sus sentimientos de menosprecio y pintaron los contornos de las heridas morales que hacen parte de su identidad. La exclusión experimentada por los jóvenes transcurre en los ámbitos de la familia, la sociedad y el Estado. Y aunque en cada uno de estos ámbitos la exclusión tiene formas peculiares de presentarse, la violencia física tiene el protagonismo en estas tres escalas de relaciones sociales.

En el trabajo con los grupos de jóvenes, al indagar por sus entornos, nombraron inmediatamente la violencia, especialmente la producida por sectores de la sociedad y el Estado. Esta violencia compromete a estos dos últimos actores, y provoca un acto de cancelación de la autonomía del sujeto. Asimismo, la violencia física también irrumpe en las casas de los jóvenes, bien porque los muertos son familiares o seres queridos, o bien porque entre los miembros de la familia la violencia ocupa un lugar privilegiado para imponer una mirada unívoca del mundo. En esta dirección, las mujeres jóvenes narraron las prácticas machistas ejercidas en sus barrios, las cuales, según ellas, conducen "a la victimización de las mujeres al padecer la violencia por parte de los hombre dentro de sus hogares y la violencia de los actores armados, específicamente las violaciones"8.

Los jóvenes también narraron otras formas de exclusión que han vivido. Relacionada con el ámbito social se destaca la estigmatización que recae sobre los jóvenes porque desarrollan actividades entre pares que ponen en cuestión la autoridad del mundo adulto. De esta manera lo expresa una joven del grupo Crisálida:

La estigmatización ha sido exacerbada tras la llegada de un cura, quien al no contar con el apoyo del Centro de Promoción Juvenil para realizar sus actividades, ponía a la comunidad en contra de nosotros diciéndoles: "Ustedes ¿qué creen que hacen ellos por allá? quemando gatos a media noche; y los pelaos en zancos ¿a ustedes les parece mucha cultura unos muchachos montados en unos palos con unas tiras amarradas?". Porque además los amarres de los zancos eran los pasacalles de los políticos, entonces íbamos y los bajábamos y con eso hacíamos los amarres de los zancos. Entonces, eso era satánico, eso era pornográfico9.

Poner etiquetas (Cohen, 1998) como "satánicos" es una forma utilizada por distintos sectores sociales para generar control. Estas prácticas están basadas en la afectación de la autoestima de la persona a partir de imponer una sanción social que designa de manera peyorativa a una persona o a un grupo. El trato peyorativo, en términos de práctica de exclusión, lesiona el autorespeto del sujeto al sufrir el desprecio público a partir de un aspecto constitutivo de su identidad juvenil que este considera valioso. La etiqueta, en este caso, busca descalificar a los jóvenes al punto de la burla y a la vez pretende validar otras prácticas (las orientadas por la Iglesia y los vecinos, por ejemplo) consideradas por sus propios líderes como las correctas.

En cuanto al ámbito estatal, los jóvenes señalaron como prácticas excluyentes aquellas que afectan su calidad de vida, básicamente la pobreza y con ésta las distintas maneras en que la vida termina reducida a la sobrevivencia. Situación extrema que los jóvenes interpretan como un fuerte motivo para el despliegue de la violencia física. En palabras de los participantes en la investigación: "Los jóvenes son excluidos no sólo de la participación en el barrio, sino también en la ciudad, de alguna manera los jóvenes responden mediante la violencia a la violencia generada por la falta de vivienda, educación y empleo"10. Para estos jóvenes, el Estado tiene presencia en sus vidas desde la perspectiva militar, pero es el gran ausente cuando se trata de garantizar el acceso a bienes y servicios referidos a la calidad de vida.

La exclusión social y económica que viven estos jóvenes es interpretada por ellos más allá del conocido relato de que ambas son el resultado de "falta de esfuerzo personal", por el contrario, estos jóvenes consideran que el propio esfuerzo es inoficioso ante el cierre sistemático de oportunidades de acceso al bienestar, situación de la cual el Estado es responsable. La pobreza, dentro de esta lógica, constituye, al decir de Bauman (2005), el vertedero de vidas desperdiciadas: allí paulatinamente llegan los residuos de la modernidad economicista, es decir, las personas que naufragaron en el intento de inserción en la lógica competitiva del mercado respaldada por un Estado reducido a garante del cumplimiento de contratos entre productores y consumidores. La pobreza, en esta perspectiva, es más que la falta de ingresos y constituye la expresión de la degradación y gradual eliminación de la vida. El empobrecimiento deviene así en la imposibilidad del sujeto para lograr la autorrealización.

Y, en el ámbito familiar, la exclusión tiene asiento en la actitud de los adultos, especialmente los padres, al menospreciar los estilos de vida que los jóvenes empiezan a configurar. Esta actitud genera dos tipos de relaciones entre padres e hijos que, eventualmente, pueden llegar a conectarse. En la primera situación, los adultos manifiestan el menosprecio por las prácticas de los jóvenes al considerarlas como "locuras" o "cosas que se quitan con el paso de los años", y, por tanto, sin trascendencia, de manera que permiten a los hijos continuar con sus opciones de vida, porque al fin y al cabo "eso" terminará cuando los chicos sean adultos.

La segunda situación consiste en que los padres ni siquiera toleran esas "rebeldías de juventud", estos padres consideran la etapa juvenil como un momento determinante de la vida que debe tomarse seriamente sin perder tiempo ni extraviar el camino. Los padres, en aras de que los hijos sigan el camino correcto, intervienen drásticamente en la vida de estos últimos, prohibiéndoles formas de ser, hacer, estar y tener que rompen con los cánones considerados correctos por los adultos. Sobre esta situación es ilustrativa la siguiente narración de una mujer vinculada con un grupo juvenil que trabaja la perspectiva de género:

[…] además todo lo que implicaba tener que enfrentarse a las madres, por ejemplo, mi mamá que era una mamá católica y apostólica creía que yo era satánica. Ella me decía: "Usted es muy rara, usted se viste muy raro, usted habla muy raro, usted está loca ¿cómo me va a decir a mí que usted no se quiere casar y que la mantengan? Usted está muy equivocada en lo que está diciendo y en lo que está pensando". Y, por ejemplo, a mí me ponían estampitas de la Virgen María y de San Ignacio de Loyola debajo de la almohada, me echaban agua bendita, y yo lloraba, pero inconsolable porque yo no me iba salvar11.

Las formas de exclusión que viven los jóvenes son actualmente inseparables de las propias vidas de esta juventud que aprende de sus heridas morales, de las que recuerdan que está quedando fuera del circuito natural de la vida. Y aprenden que el reconocimiento parte de su ser singular proyectado hacia el otro, un otro que en la situación de exclusión está referido a aquel que pueda mirar a los ojos, a otro excluido, alguien con quien compartir una historia en común.

El recuerdo: el poder de las ausencia

Los excluidos gestan entre ellos la fuerza para emprender las luchas por el reconocimiento. Del vínculo personal y grupal toma aliento el proceso conflictivo de la inclusión emprendido por los jóvenes para vivir una vida digna. El presente es una realidad compartida para estos jóvenes, porque encuentran también un relato similar de vida que les permite reconocerse, saberse en el otro en la experiencia de la exclusión, certeza que reposa en la memoria de cada sujeto, donde se ha registrado consciente e inconscientemente la experiencia personal vivida, narración que convoca identidades y motiva a la acción. El surgimiento del grupo en sí muestra el poder de la ausencia en la vida de quienes organizan los grupos juveniles.

La génesis de los grupos juveniles pasa por las historias de vida de cada uno de sus participantes. Vivencias marcadas por las pérdidas que genera la disputa por el poder, relatos que toman cuerpo y sentimiento en las vidas de estos chicos/as que sienten la vida arrebatada, lo que contraría la posibilidad de la autonomía. Cada participante de estos grupos lleva la impronta de una herida moral, la irremediable certeza de una pérdida, sentimiento hecho recuerdo al enfrentar el paso del tiempo, que llega a pervivir en el sujeto.

Sobre el recuerdo, los jóvenes en esta investigación expresaron que todas las experiencias surgen en contextos de violencia, en los que sus integrantes como sujetos de vivencias singulares se hacen preguntas, plantean inconformidades y alternativas frente al orden establecido. Uno de los jóvenes cuenta que: "He visto caer tanta gente en el barrio, tantos jóvenes, que a mí me ha tocado ver amigos que han muerto sin cumplir los dieciocho años, sin tener una cédula, me ha tocado mucho, hemos visto caer mucha gente"12. Las múltiples violencias y los sentimientos experimentados por cada uno de los miembros de los grupos en esas situaciones de exclusión, hacen parte de la vida de los jóvenes, la violencia ha dejado una impronta, ha marcado la memoria de los jóvenes (Riaño, 2006) y, con esta última, ha creado pautas de obediencia y, a la vez, ha incitado a la formación de las organizaciones de los jóvenes.

El dolor por la pérdida de los amigos y conocidos durante la época de la lucha contra el narcotráfico liderado por el cartel de Medellín, luego las incursiones paramilitares y la instauración de un orden, aún hoy en disputa por actores armados, ha ocasionado miedo y angustia en los jóvenes, pero el temor no los ha paralizado, por el contrario, han vertido el sentimiento de las pérdidas en una acción que, sin dejar de sopesar los riesgos, contrarresta la violencia como propuesta para configurar un estilo de vida en sus respectivas localidades. En la memoria de estos jóvenes permanecen las heridas morales que motivan al resarcimiento, a la realización de esfuerzos para que la historia no vuelva a repetirse, para que los jóvenes no continúen siendo las víctimas ni los protagonistas de la violencia.

Estas experiencias de exclusión han motivado la aparición de organizaciones juveniles, por ejemplo, un chico expresó sobre los estímulos para ser punkero:

En términos del ambiente cultural, la música producida no daba cuenta de esa otra realidad de la ciudad. No había un género musical que representara las vivencias de los jóvenes en esa situación; fue el punk quien capitalizó esa insatisfacción, pues los jóvenes éramos las flores en los tarros de basura, ese sentimiento queda capturado en el frenesí del ritmo punk y en la dureza y franqueza de las letras de las canciones13.

En Medellín, el punk marcó la entrada de la voz de los jóvenes de los sectores populares en la urbe, con este ritmo empiezan a hacerse sentir, pero es ante todo una entrada en el espacio público por los caminos de las alcantarillas. Todos los adjetivos peyorativos que caben al punk por parte de la sociedad mayor fueron recibidos por los seguidores de este género con satisfacción, la ofensa fue interpretada como reconocimiento, la incomodidad que el punk y el punkero generaron a los habitantes corrientes de la ciudad sirvieron paradójicamente de aspecto identitario para un colectivo que incursionaba en la cotidianidad, a la vez que reafirmaba la existencia particular de cada uno de los punkeros que habitaba la ciudad.

Con similar tono los jóvenes del hip-hop entraron en el espacio público de la ciudad y a diferencia de los anteriores, su inclinación por las marcas de ropa y otros consumos (influenciados por Estados Unidos) logró disminuir el sentimiento de rechazo de sectores sociales que difícilmente aceptaban a unos jóvenes que se apartaban de la tradición del "vestir paisa". Tanto el punk como el hip-hop nacen en la marginalidad y crecen bajo las sombras, al punto de correr el riesgo de ser un mero gueto. La conformación de una identidad propia (individual y colectiva) está cobijada por el señalamiento (el estigma) y, en algunos casos, la persecución por manifestarse abiertamente diferentes.

Por su parte, los jóvenes vinculados con otras experiencias incluidas en la investigación, aunque anteponen como motivos fundacionales de la respectiva organización aspectos "objetivos" referidos a la violencia y a las distintas exclusiones vividas en la ciudad, lo cierto es que al adentrarse en la conversación, reconocen que como parte de un sector excluido, experimentaron situaciones personales de infrarreconocimiento, y que tal sentimiento jugó un papel importante a la hora de embarcarse en la conformación de su grupo. De ahí, por ejemplo, que todos los colectivos expresen que el primer escenario de conflicto en la conformación de la propia identidad haya sido (y siga siendo) la familia, cada uno de los jóvenes empezó no sólo a tocar temas vetados en casa, sino porque sus decisiones se tradujeron en maneras de vestir, en posturas y valoraciones, que pronto entrarían en contradicción con los padres y hermanos. Y si bien confrontar las sanciones sociales impuestas por los escenarios locales hace parte de la constitución de la identidad personal y grupal, será la vivencia de esas sanciones en la familia el punto crucial para avanzar o no en la elección del tipo de identidad personal y organizativa, pues una vez sorteados los inconvenientes con las personas más cercanas a los afectos, el carácter del joven se fortalece para enfrentar escenarios lejanos en relación con la vida íntima.

La conformación del grupo, en primera instancia, aparecerá como el espacio para estar fuera de casa, la manera de tomar distancia de una familia de la cual no es posible aún desligarse económicamente pero con la cual los jóvenes tienen serias diferencias. Éstos, fuera de hallarse incómodos en sus familias, viven también situaciones de exclusión en otros ámbitos donde el reconocimiento adquiere mayor autonomía. El grupo, en estas circunstancias, aparece como el espacio de reconocimiento que, a contracara, evoca las exclusiones que estos jóvenes viven y han vivido, esas vivencias constituyen una parte vital de su memoria personal y colectiva. El recuerdo que aviva el presente anuda los contenidos del futuro.

La promesa: la profundización de la democracia

El presente y el pasado entrelazan la trama del futuro, dan lugar a una promesa para poder vivir y vivir bien. El pasado en común y unas condiciones actuales de exclusión aportan elementos de identificación entre estos jóvenes. Este reconocerse en el dolor de las pérdidas y las ausencias confluye en el reconocimiento subjetivo e intersubjetivo y anima a los jóvenes para conformar una organización que en términos políticos pretende incidir en la situación asimétrica que vive cada uno de sus participantes. En efecto, los jóvenes entrevistados señalan que "entre el común del colectivo decimos que ahí estamos como los raros de esta ciudad. Son jóvenes muy particulares en el sentido de sus búsquedas, son jóvenes que en cierta forma han llegado a criticar como que este modelo, este sistema, su forma de vida, criticar a esta ciudad"14.

Estos grupos, de manera general, aportan a la profundización de la democracia porque, por un lado, sus estilos de vida y las demandas de inclusión que representan contribuyen a promover y a consolidar el pluralismo como valor democrático. Y, por otro, en consonancia con este propósito, los grupos juveniles recrean los medios de comunicación y sus contenidos para alcanzar así el estatus de sujetos políticos e incidir en la esfera pública.

Hacia una sociedad pluralista

En el grupo y con la capacidad de cada sujeto en singular para realizar una acción con perspectiva histórica, empieza a generarse el poder de la organización juvenil. En estas formas organizativas, la promesa de acción política anuncia que no existe un adentro y un afuera, que la vida del sujeto y la vida pública son inseparables. Nombrar lo personal como político (Vélez, 2008) obliga a pensar, por ejemplo, en los controles de la vida diaria como parte del acto mismo de autonomía del sujeto, afectada a su vez por decisiones estatales que afirman respetar la llamada esfera privada de la vida pero sobre la cual el Estado legisla en relación con los contenidos y los estilos de vida admitidos y rechazados. La vida personal vinculada con lo político se manifiesta en los objetivos de los grupos, así lo plantean los chicos: "Nosotros tenemos un propósito básicamente comunitario, o sea, de proyecto personal, del proyecto de vida y el proyecto de vida común ¿cierto? Y ya desde ahí se nos ensamblan todos los otros propósitos"15.

La propuesta de estos grupos, entonces, deriva en la conformación de un estilo de vida (Feixa, 1999) que reclama vivir a plenitud la constitución de la autonomía, el autorespeto y la autorealización, búsquedas que comprometen la identidad del sujeto joven en la profundización de la democracia en cuanto a los valores que intenta instaurar. Por ello, el grupo es para estos jóvenes "un espacio de acercamiento hacia la política, hacia la interpretación de sociedades diferentes, de perspectivas diferentes, hacia otras formas de comprender la vida, de tomar la vida y también como un compromiso frente a la sociedad, y frente a ellos mismos"16.

Para poder cumplir con la promesa, cada una de las partes se compromete a realizar una acción colectiva con sentido específico, la cual hace parte de la incursión de un actor social que irrumpe en la vida pública. Los grupos de los jóvenes, una vez conformados, son organizaciones que desarrollan actividades con sentido, es decir, implementan acciones políticas porque pretenden incidir en la formación del orden social.

Los objetivos de las organizaciones juveniles indican que para todas ellas es importante construir una sociedad incluyente, donde los sueños de los jóvenes tengan cabida. En la conformación de una sociedad así, estos grupos de jóvenes caracterizan sus propuestas con todos aquellos rasgos propios de la democracia17en cuanto procedimiento para la toma de decisiones, pero también como proyecto social sustancial (Bobbio, 2003). En esta perspectiva, el grupo OtraEZcuela creó la campaña "Política para Inconformes", para promover la idea de que "la política no se reduce a los círculos cerrados del poder, de la demagogia barata y la farándula encorbatada, proponiendo recuperar la política para ellos, para el ciudadano del común y cambiarle el olor, el color y el sabor a esa palabra que les huele a corrupción, mentira y elitismo"18.

Los valores democráticos que comportan estas propuestas conducen a relievar la preponderancia del reconocimiento del Otro, de proteger la diferencia que expresa cada forma de vida particular y la riqueza que subyace en la pluralidad (Arendt, 1998). Uno de los elementos que permiten realizar esta afirmación consiste en el rechazo que estos grupos hacen de toda forma de violencia, para ellos la violencia es la negación del reconocimiento, del derecho a tener derechos que cabe a todo ser humano. Para estos jóvenes los derechos son objeto de disputa política pero sin necesidad de recurrir a la violencia. La manera de preparar a los jóvenes para afrontar las luchas por el reconocimiento privilegia los procesos educativos como esenciales para ir avanzando en la consolidación de la utopía social. Las propuestas educativas desarrolladas por los jóvenes apuntan a lograr la transformación de las personas sin violentar su subjetividad, buscan que cada individuo tome una decisión sobre cómo vivir, y para que dicha elección sea un cambio profundo de las personas es necesario que la decisión provenga del convencimiento propio, por esto una consigna que los grupos comparten dice: "Nadie cambia a nadie".

Esta convicción sobre el proceso de transformación que adelantan los grupos también provee la paciencia para no perder el norte del trabajo, en palabras de un joven: "Sabemos que estamos nadando contra la corriente y no esperamos masas"19. La lentitud de la transformación radica en las dificultades propias del medio social y en el lento proceso de transformación personal de cada individuo. El reconocimiento, en este caso, incluye aceptar que el Otro, el diferente, elige, toma decisiones, y ello demanda tiempo, pues no se trata únicamente de modificar el decir sino también el obrar.

Para cumplir con la promesa a partir del presente, los jóvenes incluidos en la investigación, por lo general, resaltan que las vías de reconocimiento de los integrantes de los colectivos transitan por modalidades que vinculan al sujeto con el grupo pero necesariamente trascienden el mismo grupo como espacio de reconocimiento. Estas experiencias de organización juvenil proyectan su acción más allá del ámbito grupal, para ellos los proyectos de realización personal pueden efectuarse siempre y cuando se creen las condiciones para acceder a los bienes y servicios implícitos y explícitos demandados en los contenidos de sus propuestas y que comprometen a la sociedad y al Estado.

Para lograr mayor impacto pero a la vez aprender y fortalecerse internamente, acuden a la conformación de redes, alianzas y a la cooperación con distintas organizaciones. Al respecto, un joven afirma:

En Otraezcuela hemos planteado como una de las necesidades fundamentales para la consolidación de nuestro proyecto la articulación con las diferentes expresiones e iniciativas juveniles de resistencia, tanto a nivel local como nacional. De esta manera hemos tratado de generar canales de comunicación permanente con organizaciones juveniles20.

La conformación de redes de trabajo, la realización de eventos conjuntos, entre otras acciones de cooperación, les permiten fortalecer la confianza dentro del grupo y generar aprendizajes y, simultáneamente, hacia afuera, abre los caminos para el reconocimiento de estas experiencias ante públicos más amplios y contradictorios que permiten cualificar políticamente a cada uno de los miembros de los grupos, como a las colectividades en sí.

Los medios de comunicación como espacio de disputa del reconocimiento

Los medios de comunicación permiten a las instituciones establecer relación con un importante número de personas globalmente, reflejan la sociedad pero tomada desde un punto de vista, el que media entre los dueños de los medios y los poderes que pueden de ellos beneficiarse (Vallespín, 2003). Si bien los medios de comunicación no determinan las subjetividades, está fuera de toda duda que sin ellos la subjetividad actual carecería de una vital impronta.

Los medios sirven para que la sociedad establezca un intercambio de símbolos y principios de realidad con los cuales coordinar acciones, por supuesto, esta coordinación también funciona para el sometimiento de otros sectores de la sociedad. La conformación del orden social, su mantenimiento y reproducción en la época de las sociedades de masas ha puesto en su centro a los medios de comunicación y su desarrollo tecnológico. Los medios muestran un espejo y el reflejo deja luces y sombras: son tanto lo que dicen como aquello que callan. En el lado del silencio están los jóvenes con sus visiones políticas del mundo.

Las percepciones y juicios que las personas elaboran de los asuntos públicos están influenciados por la información con la que cuentan y por las orientaciones de sentido que tal oferta establece y que conduce a ejercer o no ciertas prácticas de relación social. La influencia de los medios de comunicación masivos sobre la vida de las personas y la tendencia a la monopolización, produce el gran riesgo de la uniformidad de la información, la presentación parcializada de los distintos hechos sociales vistos únicamente desde un solo lugar, en muchos casos del lado de quienes ocupan puestos de poder, situación que limita de manera preocupante la posibilidad de formar una opinión pública plural y democrática (Van Dijk, 1999).

En los medios de comunicación los jóvenes aparecen, por lo general, contribuyendo a reafirmar la auto conservación de la sociedad sin ponerla en cuestión; sin atender los reclamos que otros sectores realizan, y que autores como Ulrich Beck llaman la autoconciencia de la humanidad, su pensamiento crítico (Beck, 1998). Los medios de comunicación son declarados "democráticos", así el acceso al medio esté en manos privadas, de esta forma, promueven valores, crean y refuerzan sentimientos y percepciones de realidad y, por supuesto, sirven a quienes los poseen. Los jóvenes de la investigación indicaron que "los medios de comunicación sirven para muchas cosas, en la política uno ve como los medios están al servicio de los intereses de los partidos, a favor de los que tienen el poder y que terminan beneficiando a unos pocos, casi siempre ellos mismos"21.

Asimismo, los jóvenes son un público selecto para los medios de comunicación: los estudios publicitarios, por lo general, están dirigidos a esta población. Quizá la noción de futuro atada a la figura del joven conduce a que las instituciones y las empresas dediquen esfuerzos por conocer su vida, para luego traducir sus expectativas en productos y en órdenes. La idea de que los jóvenes están en etapa de conformación de la identidad refuerza la oferta de subjetividades (modos de ser) que los medios de comunicación promueven con referencia a parámetros establecidos por la sociedad hegemónica, de manera que ésta pueda autorreproducirse; en esta época, dicha socialización está bajo el signo fundamental del mercado y la publicidad, de esta forma, como dice Rosana Reguillo, los circuitos comerciales influyen en las identidades de los jóvenes (Reguillo, 2000).

Los medios de comunicación actuales, atrapados por la lógica del mercado, difícilmente contribuyen a la formación de espacios para el diálogo entre los diferentes sectores de la sociedad. Podría decirse, como plantea Victoria Camps, que no reflejan la opinión de los ciudadanos, más bien la construyen (Camps, 1999). De tal suerte que el ciudadano es un consumidor más de un producto llamado noticia, él no la produce, sólo la consume.

Desde la situación de los jóvenes de esta investigación, los actuales medios de comunicación, dicen ellos, están al servicio de intereses que generan una sociedad de múltiples exclusiones que ellos viven en su vida diaria y afectan sus estilos de vida. Para estos jóvenes los medios permiten la difusión de información construida desde un sólo punto de vista. En este sentido, el problema más que el medio mismo es su orientación.

Por el valor que tienen los medios de comunicación, tanto por lo que representan como por lo que efectivamente permiten, han alcanzado un lugar preponderante en las organizaciones juveniles, pues les permite su incursión en el debate público, significa poner su voz en escena e interpelar a quien por tanto tiempo ha enviado a los jóvenes al lugar del receptor. Los jóvenes buscan formar opinión pública, por eso incursionan en el debate a partir de la constitución de una posición política arraigada en la subjetividad y garantizada en la organización juvenil que pretende crear las condiciones para que esos particulares estilos de vida cuenten con los requerimientos necesarios para su realización en los ámbitos de la sociedad y el Estado. Los jóvenes vinculados con la investigación señalaron que "lo virtual es un medio importante para lograr mejor comunicación entre los miembros de los grupos y dinamizar el trabajo, para poner a circular nuestras propuestas en la sociedad, pero hay que tener cuidado porque lo virtual puede causar la impersonalidad del individuo"22.

Al utilizar los medios de comunicación, asumen una posición activa, emiten un mensaje que ellos mismos producen con sus acciones y estilos de vida. Esta práctica contribuye a reforzar el principio liberal del derecho a la información, pero va más allá, porque el protagonismo de los jóvenes como productores de la noticia y los contenidos propios de lo que informan redunda en el debate y los procedimientos democráticos para mediar los conflictos. Un análisis de contenido de los mensajes emitidos por los jóvenes muestra con claridad, por ejemplo, que la violencia es vista como el fracaso de la democracia, y que sólo a través del diálogo es posible tener un vínculo social, en sus propias palabras: "Lo dialógico apunta a no reproducir lo mismo. Lo dialógico permite conocer al otro y pensar por sí mismo"23.

El interés de los grupos juveniles por construir sus propios medios de comunicación posibilita fortalecer el debate público, a la vez que incide en la formación de una opinión democrática. Los discursos de los jóvenes, contrarios a los intereses de grupos de poder, han tenido que apropiarse de alternativas comunicativas para así transmitir sus puntos de vista, por ello la creación y la utilización de periódicos, páginas electrónicas, obras de teatro, la creación de canciones, entre otros recursos utilizados cotidianamente por estas organizaciones.

Con sus medios de comunicación, proponen otras formas de explicar los sucesos de interés para la sociedad; desde la marginalidad estos actores contribuyen a formar una opinión pública que difiere de la mayoría, constituyen un punto de opinión diferente, alimentan el debate al confrontar posiciones y maneras de presentar los sucesos por parte de los medios de comunicación tradicionales. Los jóvenes participantes de esta investigación, a partir de la reflexión sobre sus experiencias personales, el ejercicio dialógico en la constitución de una identidad colectiva y el relacionamiento con distintos actores de la sociedad y el mundo (la globalización), rechazan muchos de los criterios creados por la sociedad hegemónica e impulsados por los medios de comunicación masivos, porque en general consideran que los menosprecian, los conducen a la ignorancia social.

Estos jóvenes tienen unas lógicas de relación social diferentes de los marcos tradicionales y a través de los medios de comunicación alternativos, creados y utilizados por ellos, transmiten su percepción diferente del mundo. En esa medida, los medios de comunicación representan para estos jóvenes la posibilidad de difundir las propuestas que hacen parte de sus identidades, a la vez que el hecho de la difusión entra a reforzar la lucha misma por ser reconocidos en ámbitos más allá del grupo.

Reflexión final

Los resultados del análisis de las experiencias juveniles que participaron en esta investigación permiten aseverar que los jóvenes mantienen el interés por los asuntos políticos. Estas experiencias han asumido la cuestión política como un proceso conflictivo en el cual está en juego el orden social. En esa situación, las disputas políticas son más que debates entre entes abstractos, las decisiones derivadas de las instituciones comprometen la vida de las personas en particular, en este caso la vida de cada uno de los jóvenes singularmente.

Para estos jóvenes, la ilegitimidad del orden actual radica en la exclusión de identidades y vidas que pugnan por ser plenamente. La exclusión deja de ser así un conflicto generado sólo por la disputa entre objetos y posiciones de poder y pasa a representar ante todo una lucha por el reconocimiento. Entre las motivaciones que encuentran para emprender tal confrontación aparece la experiencia de vida signada por heridas morales, recuerdos vivos que contribuyen a entender la situación de exclusión actual que viven los jóvenes.

La evocación del pasado para profundizar en la comprensión de los problemas del presente incentiva a la acción política de los jóvenes. La organización juvenil, en este sentido, es una expresión diciente del poder de la ausencia, pero también obra como compromiso para instaurar un cambio en el cual las heridas morales puedan ser resarcidas al menos con la promesa de construir un nuevo orden social donde se garanticen las condiciones de no repetición de las situaciones de exclusión.

Las luchas por el reconocimiento de los jóvenes recorren un proceso progresivo de conformación de la identidad que, sin perder su carácter dinámico, les lleva a interactuar con distintos actores sociales y políticos a los cuales exigen inclusión. Su capacidad de influencia en los entramados sociales está acompañada por la creación y la utilización de medios de comunicación a través de los cuales estos actores disputan el reconocimiento de subjetividades y los idearios sociales que presuntamente permitirían su realización.

En el proceso de confrontación de los jóvenes con la familia, la sociedad y el Estado, surge lentamente el sujeto en propiedad en la medida en que el orden social resultante cristalice la autonomía, el autorespeto y la autorealización de los jóvenes. Tal posibilidad, como la dinámica misma del reconocimiento advierte, está supeditada al campo de fuerzas históricas en el cual los involucrados despliegan sus iniciativas y en donde persisten en la conformación de la propia subjetividad.


Notas

1 En el presente artículo, la perspectiva de análisis centra la atención en aquellos jóvenes que en contextos de exclusión, buscan reconocimiento, sin reducir con ello la dinámica del reconocimiento a la existencia de contextos de este tipo.

2 Esta concepción controvierte la idea liberal de las democracias modernas de un individuo autónomo en términos autárquicos y señala, por el contrario, que la autonomía de existir incluye reconocer los límites del sujeto en cuanto singular. Véase. Javier Roiz (1996).

3 Sobre los límites del concepto de reconocimiento y los marcos de acción legítima del sujeto, véase Francisco Cortés Rodas (2005).

4 En consonancia con el enfoque teórico de este estudio, la investigación adoptó el método de la reflexividad, el cual, en general, posibilita la construcción de conocimiento desde la dinámica intersubjetiva.

5 Estos son los grupos que participaron de la investigación y los asuntos que intentan posicionar: Crisálidas (feminismo y género), Arte Ambigua (ecologismo), Red Juvenil (antimilitarismo), La Revolución de la Cuchara (vegetarianismo), Punkies y Cerebro (punk), Desadaptadoz (punk), Otraezcuela (educación política) y Escuela de Hip-Hop. Grupos a los cuales agradecemos su valiosa participación en esta investigación.

6 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.

7 Históricamente el joven ha sido asimilado a la figura del "guerrero" tanto por sus condiciones físicas como por cierta predisposición al riesgo y a la aventura.

8 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.

9 Entrevista a una integrante de Crisálida, San Antonio de Prado, mayo 21 de 2008.

10 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.

11 Entrevista a integrante de Crisálida, San Antonio de Prado, mayo 21 de 2008.

12 Entrevista realizada a dos integrantes de Desadaptadoz. 5 de diciembre de 2007.

13 Taller con los ocho grupos de la investigación sobre análisis de contextos. Medellín, San Juan de Luz, 21 y 22 de julio de 2008.

14 Entrevista a miembro de la Red Juvenil. Medellín, diciembre 5 de 2007.

15 Entrevista personal a tres miembros de Arte Ambigua. San Antonio de Prado, noviembre de 2008.

16 Grupo OtraEZcuela. Comunicación personal. Diciembre 13 de 2007.

17 Paradójicamente, en los discursos de estos grupos el concepto democracia está ausente, es una palabra desvirtuada para los jóvenes gracias al trato maniqueo que la sociedad mayor hace de ella y al reduccionismo de que es presa al quedar circunscrita a una forma de gobierno y no a unas formas de vida y de relaciones sociales, como plantean los chicos.

18 OtraEzcuela, mimeografiado, Mayo de 2008.

19 Taller con los grupos de investigación sobre configuración discursiva. Medellín, septiembre 13 de 2008.

20 Conversatorio con los grupos de la investigación sobre rupturas con la cultura política dominante. Medellín, 16 de agosto de 2008.

21 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.

22 Taller con los grupos de investigación sobre configuración discursiva. Medellín, septiembre 13 de 2008.

23 Taller sobre las prácticas y las costumbres políticas con los grupos incluidos en la investigación. Medellín, octubre 4 de 2008.


Referencias bibliográficas

  1. ARENDT, Hannah, 1998, La condición humana, Barcelona, Paidós.
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