Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co
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Sonia Marsela Rojas
Docente investigadora del Iesco-Universidad Central, Bogotá (Colombia), donde coordina la Maestría en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos. Magíster en Antropología Visual de la Flacso (Ecuador) y candidata a Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Costa Rica. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
DIRECTOR DEL PROYECTO:
Leonardo Zambrano, docente investigador Departamento de Estudios Musicales
COINVESTIGADORA:
Sonia Marsela Rojas,docente-investigadora Iesco
DIRECTORES DEL AUDIOVISUAL:
Jan Willem Meurkens,docente Departamento de Cine
Iván Acosta,docente Departamento de Cine
ASISTENTES DE INVESTIGACIÓN:
Liliana Arias,egresada Departamento de Comunicación Social y Periodismo
Viviana Acero,estudiante Maestría en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos
AUXILIARES DE INVESTIGACIÓN
Isabelle Samper,estudiante Departamento de Cine
Jorge Alexander Cruz, estudiante Departamento de Estudios Musicales
Luis Camilo Cárdenas, estudiante Departamento de Comunicación Social y Periodismo
Sergio Escárraga, estudiante Departamento de Comunicación Social y Periodismo
INVESTIGADOR LOCAL
Juan Eulogio Mesa, músico y académico
PRODUCTORA
Yuly Andrea Amaya
PRODUCTORA
Yuly Andrea Amaya
ENTIDADES FINANCIADORAS: Universidad Central e IDEP
Ruana y carranga: una visión cinematográfica de la música carranguera como fenómeno social y de resistencia cultural del campesinado cundiboyacense” fue una investigación transdiciplinaria que se llevó a cabo entre el 2014 y el 2015 con docentes y estudiantes de los departamentos de Comunicación Social y Periodismo, Cine, Música, la Maestría en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos y el Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (Iesco), programas pertenecientes a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Central.
El objetivo principal de la investigación, enunciado como “comprender los contextos de producción y circulación en los que se origina, constituye y produce la música carranguera, con el propósito de reconocer los procesos y las estrategias de reactualización permanente que pueden configurarse como procesos de resistencia”, permitió una importante y amplia mirada en torno a lo que acontece y significa la música carranguera, más allá de su tradicional sentido de patrimonio musical.
Efectivamente, uno de los primeros retos del proyecto fue distanciarse del concepto de patrimonio, por lo menos de aquel que entiende la música carranguera como parte del folclor, como parte de la memoria (o el recuerdo) y del pasado que es necesario salvaguardar. Al contrario, nos inclinamos por comprender las dinámicas que se configuran en torno a los/as músicos/as y a la manera como dialogan con los entornos, contextos y los procesos del aquí y del ahora.
Dentro de ese marco de comprensión, la propuesta de investigación permitió un buen número de categorías y reflexiones que tuvieron que ver, entre otras cuestiones, con asuntos como las transformaciones contemporáneas del campo y los/as campesinos/as en torno a sus prácticas de trabajo rurales, su relación con el medio ambiente, su interacción con las propuestas de modernidad y desarrollo. Todos estos elementos se entretejieron con temas sensibles para los artistas campesinos tales como la familia, la cultura, la economía, las tradiciones y las expectativas sobre la proyección y transformación de la música carranguera.
En primer lugar, es importante decir que, lejos de una idea romántica de la música carranguera, sus protagonistas y los paisajes en los que nace, la investigación evidenció una serie de tensiones permanentes que dejan ver tanto la heterogeneidad de los sujetos, las prácticas y los procesos en la música carranguera, como las formas de resistencia y afrontamiento de ciertas situaciones que se cree son problemáticas.
En este marco de tensiones, un aspecto muy importante fue sin lugar a dudas el carácter de mixtura que tiene la música carranguera. Inicialmente el grupo de investigación buscaba dar cuenta del origen de este género musical, pero en su mirada de las dinámicas encontró que el concepto de acontecimiento (Foucault, 1992) resultaba más pertinente para comprender la diversidad de tiempos, situaciones, eventos y procesos que fueron dando lugar a esta expresión musical. Efectivamente buscando el origen, el grupo de investigación se encontró con múltiples versiones, historias y narraciones que se entrelazaban, contradecían o complementaban abriendo un rico panorama de las formas como se entiende y se significa esta música. Desde el mito de los campesinos caminantes comercializadores de carne, pasando por una música que nace y se recrea con aires llaneros, guabinas, torbellinos, corridos y otros aires musicales, hasta la figura del “maestro de maestros” Jorge Velosa, como el creador de la música carranguera, son historias que hablan del carácter de mixtura de este género musical y de los múltiples procesos culturales que lo fueron configurando.
Más allá de saber cuáles de estas versiones correspondían al origen o cuáles eran verdaderas o no, lo que las historias dejaron ver fueron dinámicas constantes de transformación y de reactualización de la música carranguera, en el marco de las cuales surgen tensiones que pueden parecer contradictorias pero que sólo hablan de las estrategias de sobrevivencia, resistencia, acomodación, diálogo, rechazo, no sólo de la música misma a los contextos, sino de sus artistas y familias. Así, hay discusiones diversas en torno a asuntos como el tratamiento musical de la carranguera entre las nuevas generaciones y los reconocidos juglares, entre agrupaciones campesinas y grupos más comerciales, entre los ritmos que surgen del campo y los que han tomado nuevos aires en la academia, entre quienes componen y cantan para no olvidar su tierra y quienes lo hacen como una forma obtener más recursos, entre otros.
En cualquier caso, y fue otro de los asuntos significativos de la investigación, los músicos/as carrangueros/as tienen algo en común: siempre hay una alusión al campo y a las diversas formas de relacionarse con éste. En tal sentido, estas tensiones desentrañaban las complejas relaciones que se encuentran entre la música carranguera y la tierra, esta última no sólo como medio de subsistencia y de producción económica, sino como lugar privilegiado para la producción cultural, para la identidad social y la constitución de la familia. Así, entonces, las letras de las canciones de la carranguera no sólo se ocupan de las diversas vivencias de la vida cotidiana (la pareja, el amor, los vecinos, el trabajo, la belleza, la sexualidad, etcétera), sino que abordan diferentes situaciones y problemáticas que viven los campesinos. Lo anterior interpeló al mismo grupo de investigación en torno a las preguntas ¿qué entendemos cuando nos referimos al campesino y al campo? ¿Qué imaginarios tenemos sobre la población campesina?
En el marco de estas preguntas, los músicos/as carrangueros/as nos hablaron de la pauperización del campo, y los desencuentros que tienen los/as campesinos/as con muchas de las políticas económicas y productivas de los gobiernos nacionales y locales que los tienen en el olvido. La criminalización de la práctica tradicional de guardar las semillas para mejorar la producción, el uso indiscriminado y los altos costos de agroquímicos en sus plantaciones, la comercialización de la tierra que los transformó de propietarios de terrenos y de los cultivos a jornaleros con sueldos inestables y que desmejoran sus condiciones de vida, y muchos otros aspectos de sus condiciones actuales que son convertidas en canciones carrangueras.
Los músicos que acompañaron la investigación narran su lucha para mantener todos aquellos rasgos y aspectos que los definen como campesinos, aunque ya no tengan tierra para cultivar; aunque ahora sean albañiles, electricistas, plomeros, mineros, ebanistas, comerciantes o vendedores de frutas o papas en cualquier plaza de mercado o calle de la ciudad. La música carranguera es una de las herramientas con la que cuentan muchos campesinos para mantener sus raíces porque ella es parte de lo que les da identidad en tanto nació del campo y habla del campo. No tienen una voz que sea escuchada ni un puente para hablar con las autoridades en las que se respete su voz, así que mejor y más importante instrumento de difusión y protesta son sus canciones, coplas y ritmos.
No hay una negación de la industrialización, pero sí de la manera indiscriminada, sin criterio e inconsulta como se hace, ya que no atiende ni a sus necesidades ni a sus formas de organización social y cultural. La problemática económica del campo atenta contra la familia en tanto son las reducidas oportunidades en el campo las que la desarticulan, pues sus miembros son expulsados del núcleo familiar para aventurarse a conseguir otras cosas en las ciudades, lo que se deriva en escasos momentos de encuentro. Al desarticularse la familia, también se acaban los momentos para contar historias y escribir canciones; quienes se quedan, generalmente las generaciones de mayores, tienen que volverse jornaleros en tierras de otros con pagas bajas que les implican dobles jornadas para compensar sus gastos, y en tales circunstancias se reducen los momentos para contemplar la vida y así inspirarse en nuevas letras.
Sin embargo, los campesinos se resisten a acabar con sus costumbres y, ya sea en la tienda o los fines de semana, abren espacio para rasgar su guitarra, cantar y consolidar sus grupos, pues en algunos casos entonar la carranga les trae dinero extra porque son contratados para fiestas íntimas o festivales públicos. Estas situaciones por las que pasan los campesinos son motivo de nuevas historias para contar a través de la música y ahora logran constituirse con mayor fuerza en sentido político y de lucha. Por ello, no es casual que muchas marchas campesinas estén acompañadas por música carranguera no sólo como fondo musical que remite a la identidad del campo, sino como discurso reivindicativo y político-cultural. Tanto las conversaciones informales como las letras de las canciones no sólo reflejan problemáticas del campo sino del país, y se conectan con realidades actuales que aquejan a todos los ciudadanos.
Son más las cosas y asuntos que desde la música carranguera emergen para pensar el país, pero por asuntos de espacio sólo precisaremos que hay una enorme preocupación de los artistas campesinos porque su música pueda sucumbir frente al frenesí del consumo cultural, del consumo alimentario y material que provienen de otras latitudes y, en tal sentido, su voz carranguera se sigue alzando para hablar no sólo por el campo y los campesinos sino por todos aquellos que vivimos del trabajo de los campesinos.
Finalmente, debemos dejar registrado que la vinculación con los sujetos músicos campesinos, sus familias y sus paisanos, nos permitieron llevar a cabo una serie de actividades que resultaron de gran importancia para los artistas carrangueros: la producción de algunos videoclips de los grupos, la grabación del disco compacto musical con diez canciones que dejan ver la diversidad tanto de estilos musicales, como de edades, regiones y temáticas abordadas, y el documental Los ritmos de la tierra, cuya propuesta narrativa y visual se debatió entre la mirada contemplativa y de cierta manera pasiva que ofrecen los hermosos paisajes de la región del altiplano cundiboyacense y de la región de Santander, la calidez de los anfitriones y su convencimiento tanto por su música como por su tierra y la mirada a la riqueza y diversidad de prácticas, procesos, tensiones y contradicciones encontradas. El documental es también una tensión constante entre lo problemático, lo caótico, lo estético, lo bello y lo artístico de las realidades de los campesinos.
Todos estos productos construidos con los mismos grupos y artistas carrangueros constituyeron para nosotros nuestra mejor manera de agradecer el tiempo dedicado y la apertura que cada músico/a, cada grupo, tuvo para la investigación. Enviamos un agradecimiento especial a nuestro investigador local, el maestro Juan Eulogio Mesa.
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AUTOR: Arturo Escobar EDITORIAL: Unaula CIUDAD: Medellín AÑO: 2014 NÚMERO DE PÁGINAS: 184
Olver Quijano Valencia*
* Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador). Docente de la Universidad del Cauca, Popayán (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Sorprende, anima y reconforta el sugerente arsenal de energías, pensamientos, lucidez y esperanzas del pensador colombiano Arturo Escobar, quien en nuestro caso, y después de emocionarnos con su grata y reciente visita a la Ecoaldea Atlántida en nuestro querido pueblo Cajibío, Cauca, Colombia, hoy nos muestra en su nuevo libro Sentipensar con la tierra: nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia gran parte de su conversación y con ésta, su horizonte analítico y sus apuestas inscritas en la perspectiva de las transiciones civilizatorias, la ontología relacional, la comunalidad y la pluriversidad.
Este esfuerzo analítico que explora en general la dimensión política de la ontología y la dimensión ontológica de la política, se inspira también en el horizonte de la “justicia cognitiva” y, por tanto, en iniciativas que dan cuenta de estudios críticos académicos e institucionales y de prácticas, agenciamientos, locaciones y actores que invierten la lógica y la jerarquización del conocimiento, y ponen en tensión la naturalización de la exclusión cognitiva, propia del cientificismo y de sus intimidaciones eurocéntricas y ocularcentristas.
Escobar reivindica el vanguardismo de pensamientos y prácticas incubados en las agendas y agencias de movimientos sociales, cuyos horizontes tienen que ver con la (re) localización y la (re)comunalización, esta vez no como luchas y apuestas utópicas, sino como expresiones heterotópicas que defienden la vida, la singularidad sociocultural, el territorio, los saberes y cosmovisiones, con la cual contribuyen a constatar y visibilizar otras expresiones lugarizadas pero conectadas y en-red-adas con dinámicas globalocales.
Al pensar acerca del anacronismo y arcaísmo de los conocimientos “expertos” desplegados desde el Estado y la academia y sus contribuciones a la devastación ecológica y social, el autor destaca el lugar de temas como la tierra, la crisis ecológico-social, y “la relocalización de la alimentación, la economía, comida y muchos otros aspectos de la vida social como contra-propuesta a la globalización basada en los mercados dominados por los grandes conglomerados corporativos” (15). Se postula, entonces, la necesidad de sentipensar o corrazonar “con los territorios, las culturas y los conocimientos de los pueblos —con sus ontologías—, más que con los conocimientos des-contextualizados que subyacen a las nociones de ‘desarrollo’, ‘crecimiento’ y, hasta, ‘economía’” (16). Tal exhortación tiene nexos con el problema del conocer y, ante todo, con la “defensa de otros modelos de vida”, con la pluriversalidad, con la activación política de la relacionalidad, y, en suma, con las “luchas ontológicas” de nuestros espacios-tiempos.
Como se señala en el libro, enfrentamos una suerte de nueva problematización de la vida que pasa por la profunda crisis de la biodiversidad y la sustentabilidad, lo que deriva en el riesgo de todos los sectores estratégicos de la vida y, por tanto, en la amenaza a la supervivencia y las relaciones de humanos y no humanos. Se suma a esta problematización la práctica neoliberal en tanto guerra contra todas las esferas, los mundos relacionales y las asociatividades. No obstante, y en medio de esta dramática radiografía, a partir de experiencias, procesos y movimientos sociales, el autor destaca el horizonte de las transiciones civilizatorias o la posibilidad civilizatoria de la relacionalidad, y la lucha por el pluriverso. Se trata de un espacio para pensar otros modelos de vida, lo que también supone y demanda la “construcción de pensamiento, investigación y praxis para las transiciones hacia el pluriverso” (20), es decir, narrativas, léxicos, medios, activismos, concepciones y categorías para pensar la diferencia y consolidar el pensamiento y la práctica relacional y pluriversal.
El horizonte transicional supone desde la perspectiva de la investigación, de una parte, “ir más allá de los límites institucionales y epistémicos existentes si, en realidad, queremos visualizar los mundos y las prácticas que puedan dar lugar a las transformaciones significativas consideradas como necesarias” (138). De otro lado, las transiciones involucran tres dimensiones medulares, a saber: a) los estudios pluriversales (tendencias en teoría social orientadas al pluriverso, tendencias en universidades y la cuestión de otras academias y la teoría y la práctica de los estudios pluriversales); b) los estudios de transición (narrativas y movimientos en el norte y sur global, visualización e investigación de transiciones regionales); y c) diseño y comunicaciones, es decir, la construcción ontológica, los movimientos sociales y nuevos medios para el pluriverso. Todo esto como
[…] un campo ontológico, práctico y político con el potencial de aportar elementos únicos para los distintos caminos hacia las transiciones ecológicas culturales vistas por muchos como necesarias ante las crisis interconectadas del clima, la alimentación, la energía,la pobreza y el sentido (151).
Importa el diseño ontológico en tanto coindice con la necesidad de desarrollar una política del sujeto o la pregunta sobre “qué prácticas de pensamiento y sentimiento, qué disposiciones y actitudes, qué capacidades podemos cultivar para desplazar el sujeto económico de hoy” (Gibson-Graham, 2011 [2006]: 69). Consiste en una forma completamente diferente de ser, esto es, de la seguridad acerca de que “si estamos en riesgo de autodestrucción, tenemos que reinventarnos completamente” (151).
Como ya se ha discutido por el autor en otras de sus obras, es el desarrollo un patrón, un discurso con efectos de verdad y un dispositivo de disciplinamiento de los paisajes biofísicos y socioculturales, el cual, y retomando a Esteva, “fracasó como proyecto socioeconómico, pero el discurso del desarrollo aún contamina la realidad social. La palabra permanece en el centro de una poderosa pero frágil constelación semántica” (32), como señala en la obra que aquí se reseña. De ahí que siguiendo a Gudynas y Acosta, para Arturo Escobar, es ineludible la movilización de alternativas al desarrollo y como posibilidad de “romper con las bases culturales e ideológicas del desarrollo contemporáneo, y apelar a otras imágenes, metas y prácticas” (37), donde son determinantes los estudios críticos sobre el fenómeno, es decir, el marco teórico modernidad- colonialidad-descolonización (MCD); el imaginario teórico-político de las alternativas al desarrollo y el “buen vivir”; la propuesta teórico- práctica de transformación o las transiciones al posestractivismo; los discursos de la crisis del modelo civilizatorio y las alternativas a la modernidad; y, finalmente, la postura teórica de la relacionalidad, la comunalidad y el pluriverso (38), perspectivas que importan en medio de las luchas ontológicas o la defensa de otras formas de vida.
Sin duda, el cambio de modelo civilizatorio implica también una práctica política ontológica que en casos colombianos particulares esbozados por Arturo Escobar, como Curvaradó, La Toma y, en especial, Yurumanguí, tiene relación con estrategias que desde el Proceso de Comunidades Negras (PCN), aluden a
[…] conceptualizar y potenciar el proyecto de vida de las comunidades, basado en prácticas y valores propios de su cosmovisión; la defensa del territorio como espacio que sustenta el proyecto de vida, desde la perspectiva étnico-territorial;la dinamización organizativa en torno a la apropiación y control social del territorio, base de la seguridad alimentaria y la autonomía; y la participación en estrategias de transformación más amplias, especialmente a través de su vinculación con organizaciones étnico-territoriales y con redes transnacionales de solidaridad (78).
Tales estrategias se inscriben en las luchas por el reconocimiento y la defensa del territorio, entendido como proyecto de vida o espacio “material y simbólico, al tiempo, biofísico y epistémico, pero ante todo es un proceso de apropiación socio-cultural de la naturaleza y de los ecosistemas que cada grupo social efectúa desde su ‘cosmovisión’ u ‘ontología’” (91). Esta concepción se contrapone a la visión corporativa e institucional que ve al territorio como “una entidad inerte, medible, adjudicada en propiedad privada, transferida o intervenida” y no como la “apropiación efectiva (y afectiva) mediante prácticas culturales, agrícolas, ecológicas, económicas y rituales, etc.” (90).
En esta suerte de “giro territorial” o de “reinvención del territorio” se instala el conjunto de procesos de resistencia o de reexistencia que ponen a grupos y movimientos sociales como protagonistas en la reapropiación social y cognitiva de la naturaleza, donde es clara la relación entre dignidad y territorio, autonomía y perspectiva de fututo, naturaleza y cultura, y, en suma, resistencias, oposiciones, defensas y afirmaciones, como también espacios y prácticas que agencian vida, libertades, alegrías y esperanzas.
Son entonces los temas y procesos transicionales, el pluriverso, la relacionalidad y las lógicas comunales, horizontes y lugares de la esperanza, los cuales se debaten con intensidad en la última década y desde distintos movimientos sociales, organizaciones, intelectuales, académicos y en espacios universitarios intersticiales interdisciplinarios y transdisciplinarios. Según el autor, son claves en este debate, expresiones referidas al sistema comunal en el cual se genera un
[…] desplazamiento progresivo de la economía capitalista y la democracia liberal representativa para dar paso a formas comunales de economía y autogobierno, así como al establecimiento de mecanismos de pluralismo cultural como base para una genuina interculturalidad entre los diversos sistemas culturales (50).
Asimismo, tienen centralidad los entramados comunitarios y las sociedades en movimiento en contraposición a las “coaliciones de corporaciones transnacionales”, los primeros son entendidos como tejidos asumidos como prácticas que dan cuenta de la multiplicidad de mundos, la organización social autonómica, el paso de lo cultural a lo ontológico y, en general, de formas de “pensar los territorios, la relación campo-ciudad, la comida, el conocer, el sanar, el habitar y, por supuesto, la economía” (55). Forman parte también de estas manifestaciones el feminismo comunitario o las opciones por despatriarcalizar la vida, lo que incluye también el rechazo a patriarcados originarios, indígenas y populares, muchas veces inobservados en numerosos análisis y en diversas militancias.
Son las ontologías relacionales y el pluriverso elementos de importancia en la reconfiguración de las formas de ver y hacer política, pero también de construir conocimiento, pues las consecuencias del dualismo en nuestras vidas y sociedades son dramáticas. Entonces, las tendencias posdualistas son claves para el entendimiento de la red de interrelaciones y materialidades desde donde se entiende con claridad que no hay seres y órdenes culturales discretos y autocontenidos, sino en permanente enactuación, interrelación e interculturalización. Evidentemente, Escobar destaca la “relacionalidad constitutiva” y la interexistencia como muestras de que nuestras vidas, procesos y realidades son radicalmente relacionales y, por tanto, es imprescindible considerar su valor y potencialidad en tanto condición de posibilidad y horizonte de esperanza.
Empero, en medio de las paradojas, límites y esperanzas de procesos emergentes, el autor se pregunta sobre “¿cómo mantener las condiciones para la existencia y reexistencia ante la avalancha desarrollista, extractivista y modernizante que constituye una amenaza tan grande a territorios, y con poca frecuencia, su pérdida?” (121). La activación política de la relacionalidad y los múltiples proyectos, las transiciones y los numerosos activismos transicionales nos muestran caminos para ahondar la creación de reflexividad, narrativas y prácticas transicionales en favor de modelos socionaturales. Contribuciones en este sentido son destacadas por Escobar, no sólo desde las prácticas y agentividades sociales, sino también desde gramáticas, conceptos y categorías para pensar la diferencia y movilizar el pensamiento relacional, muchas de éstas referidas a formas no capitalistas, no liberales y no estatales de organización asociadas con la relacionalidad, otros modelos civilizatorios, alternativas al desarrollo, transiciones, identidad, territorio, soberanía alimentaria, justicia ambiental, paz, autonomía, buen vivir, libertad, críticas al desarrollo, etcétera. Sin embargo, este ejercicio podría evidenciar categorías de mayor originalidad y contundencia, propias de la política del nombrar popular y comunal, las cuales, tal vez, a través de trabajo etnográfico o de una amplia conversación con movimientos y comuneros, posibilitarían su identificación, comprensión y movilización. Me refiero a aportaciones teóricas, algunas señaladas por el autor en el libro, y muchas ausentes, las cuales hacen parte de las revoluciones teóricas suscitadas por los movimientos sociales en tanto comunidades de pensamiento.
Se trata de cambios en las condiciones de producción del conocimiento referidas en primer lugar a la expansión del rango de sus productores más allá de la academia, lo que implica la transformación de locaciones y contenidos de la teoría y de su forma. En segunda instancia, estos cambios hace alusión al hecho de que la teoría social contemporánea se está quedando corta en imaginar tanto las preguntas que habría que hacerse sobre las problemáticas claves del presente, como las posibles respuestas a éstas (38-39). Más que el diálogo, se requieren nuevas formas y espacios conversacionales o
[…] del versar-con, en tanto medio para la conversión o la transformación y para el reconocimiento del “otro” como interlocutor y posibilitador del aprendizaje […] o como un marco social de interacción y de acercamiento a la complejidad de la historia y del mundo de hombres y mujeres a través de la práctica de “acomodar la palabra para intercambiar con el corazón” tal como lo han sugerido algunos comuneros en el Cauca indígena en Colombia (Quijano, 2015, s. p.).
Como lo sugiere claramente Arturo Escobar, retomando a Ashis Nandy,
[…] todo diálogo de culturas, tiene que comenzar con las categorías de la víctima, incluyendo sus concepciones alternativas de libertad, compasión, justicia, etc., ya que estas categorías desechadas contienen pistas cruciales para entender el lado reprimido del mundo […]. No es posible un diálogo efectivo con aquellas culturas que reclaman un monopolio sobre las formas de entender la compasión, la ética, la democracia, la razón. Más aún, es frecuente que la cultura con el lenguaje más asertivo del “diálogo” (en términos “racionales” o “científicos”) termina imponiéndose en el llamado diálogo. El diálogo se convierte así, desde su inicio, en la forma de ganar la batalla (49-50).
Son estos los sugerentes y provocadores planteamientos que nos ofrece el pensador colombiano, análisis pertinentes a la hora de revisar y practicar las transiciones y las transformaciones tanto civilizatorias como ontológicas en medio del debate y del combate entre “entramados comunitarios” y asociatividades frente a las “coaliciones corporativas transnacionales”, escenario en el cual se amplía el campo de batalla, claro está, en medio del “ineludible ‘surgimiento’ de voces, conocimientos, prácticas y estrategias de organizaciones y movimientos sociales de corte étnico-territorial” (67), donde la activación política de la relacionalidad, el pluriverso y la comunalidad son claves en el marco de las diversas luchas por la vida, es decir, de las “luchas ontológicas”.
1. GIBSON, Katherine y Julie Graham, 2011 [2006], Una política poscapitalista, Bogotá, Siglo del Hombre /Pontificia Universidad Javeriana.
2. NANDY, Ashis, 1987, Traditions,Tyrannies and Utopias: Essays inthe Politics of Awareness, New Delhi, Oxford University Press.
3. QUIJANO, Olver. 2015, “La conversación o el ‘interaccionismo conversacional’: pistas para comprender el lado oprimido del(os) mundo(s)”, manuscrito, Universidad del Cauca.
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EDITORES: Mónica Zuleta Pardo y Miguel Ángel Urrego Ardila EDITORIAL: Universidad Central-Iesco/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo-IIH CIUDAD: Bogotá AÑO: 2014 NÚMERO DE PÁGINAS: 234
Andrés Arango*
* Sociólogo de la Universidad de Medellín. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Este libro es resultado del Primer Congreso Internacional: Izquierdas, Movimientos Sociales y Cultura Política en Colombia, organizado por la Red para el Estudio de las Izquierdas en América Latina (Reial), capítulos Colombia y México, llevado a cabo en octubre del 2011 en las instalaciones de la Universidad Central, Bogotá (Colombia). Consta de una selección de ponencias que fueron trabajadas más a fondo por los autores y posteriormente evaluadas por pares académicos. En ese sentido, no se trata solamente de la memoria de un evento, sino más bien de una reflexión detenida sobre algunos aspectos de la historia de las izquierdas en Colombia y América Latina.
Aunque no es el primer libro que se publica sobre la historia de las izquierdas en Colombia —pues existe al menos un número de Controversia, revista del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep); el libro titulado Una historia inconclusa: izquierdas sociales y políticas en Colombia, editado también por el Cinep en el 2009, y un listado importante de libros de autor que se refieren a este tipo de actores sociales— es necesario resaltar algunos hechos particulares sobre la presente obra. Antes de detenernos en algunos aportes, nos parece fundamental resaltar que se trata de una coedición entre el Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (Iesco) de la Universidad Central y el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo de México, hecho poco frecuente que le asegura a la obra una amplia difusión y posibilita aún más el diálogo con investigadores latinoamericanos.
El libro es la presentación en público de un esfuerzo, que como toda experiencia de este tipo, ha tenido sus altas y bajas, que intenta replicar en Colombia la experiencia de la Reial de México, lugar donde se creó la Red y donde un grupo de investigadores viene adelantando desde el 2007 un trabajo de reflexión continuo sobre la historia de las izquierdas. Por ello, tanto el evento como el libro en mención tienen la intención de constituir un espacio de discusión permanente.
De otra parte, el volúmen es un encuentro plural y democrático en el que se debatieron libremente diversas posiciones políticas y teóricas. Hay que resaltar que no se trata de una lectura en una sola dirección sino que, por el contrario, tiene el rasgo plural que debe animar el debate académico e incluso a las organizaciones de izquierda, que por principio tienen en nuestro continente un origen diverso. En tercer lugar, son textos producto de investigaciones, tesis de grado y trabajos de reflexión individuales que dan cuenta de la necesidad de nuestra sociedad de conocer la historia de este actor político (las izquierdas) que tradicionalmente ha sido marginado de la historiografía e incluso perseguido con saña. Dicho de otra manera, los artículos publicados son producto de una reflexión académica y no simples apologías a determinadas organizaciones o actores.
En la selección convergen diversas trayectorias individuales, donde se destacan tanto jóvenes investigadores como historiadores con trayectoria y reconocimiento. Vale destacar este hecho, pues es condición para generar la consolidación de un proyecto cuya continuidad tendría muy buenas posibilidades: en América Latina sobran las modas intelectuales y hacen falta los proyectos a largo plazo.
El texto está organizado en cuatro capítulos: el primero corresponde a un esfuerzo en el terreno de las definiciones conceptuales, por lo que se trata más de un planteamiento teórico que de la reconstrucción de una trayectoria. El primer trabajo, escrito por Miguel Ángel Urrego, elabora una síntesis de las polémicas recientes sobre las izquierdas en América Latina, haciendo un balance sobre la producción de los últimos diez años, para lo cual agrupa los textos alrededor de ejes temáticos.
El segundo trabajo, elaborado por Luis Carlos Muñoz Sarmiento, reflexiona sobre la cultura y la necesidad de transformar la estructura mental ante el incesante flujo de inventos científicos y técnicos. Para el desarrollo de su planteamiento, el autor se basa en un libro elaborado por Roberto Rosellini y cuyo título es muy sugerente: Un espíritu libreno debe aprender como esclavo.
El capítulo dos congrega la mitad de los artículos del libro y se concentra en el estudio de movimientos, partidos y proyectos de las izquierdas en Colombia a lo largo del siglo XX. Por la diversidad temática y por la diferencia en la trayectoria académica de los autores, resulta difícil elaborar una visión de conjunto, no obstante, quiero resaltar algunos hechos que a mi juicio son importantes. En primer lugar, es evidente el esfuerzo por rescatar del olvido algunas trayectorias de académicos y militantes de las izquierdas en Colombia, muchas de las historias de vida ejemplifican claramente las difíciles condiciones en las cuales se es militante de las izquierdas, además de las características de la formación intelectual, la trayectoria como militante, las contradicciones en las que se ha actuado, las implicaciones de los contextos culturales y políticos y las relaciones con el movimiento social y popular. Igualmente, se pueden valorar de mejor forma los aportes políticos y las contradicciones de los actores, la diferenciación de los momentos de su actuar y, en algunos casos, de sus relaciones con el movimiento indígena. En dicha perspectiva se pueden ubicar los textos de Luz Ángela Núñez, que trabaja el tema del indigenismo de Antonio García Nossa; el de María Helena González y Sonia Milena Jaimes, que explica el papel que jugó el mismo personaje en la creación de cuatro proyectos políticos de corte socialista en el periodo de la Violencia; y el texto de Emilce Garzón, dedicado a la figura de Diego Montaña Cuéllar.
Dos artículos de este segundo capítulo examinan el movimiento estudiantil universitario, actor fundamental en la historia de las organizaciones de izquierda, particularmente del trotskismo y el maoísmo que se desarrollaron en los medios universitarios. Lo mismo se puede decir de los movimientos armados, en particular del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Jorge Alberto Cote hace un análisis teórico sobre la definición de los estudiantes a partir de las movilizaciones de los años sesenta y setenta, y aborda la pregunta de si se trata de un nuevo movimiento social. Por su parte, Juan Carlos Celis investiga las movilizaciones estudiantiles universitarias de Medellín que se presentaron en el periodo 1957-1968. Resalta, entre otras cosas, la relación de los estudiantes con la búsqueda de proyectos de izquierda distintos al Partido Comunista; la presencia de intelectuales con gran prestigio en el país, entre ellos Estanislao Zuleta, Mario Arrubla y Delmiro Moreno; y, en general, el impacto de las movilizaciones en la ruptura con instituciones conservadoras y poco democráticas.
Los otros artículos que componen el capítulo dos del libro abordan temáticas muy particulares: Mauricio Flórez, por ejemplo, estudia los expedientes judiciales para analizar el anarquismo y el anarco-sindicalismo en Colombia entre 1920 y 1930. Y al cierre del capítulo, Mónica Zuleta analiza las ciencias sociales en Colombia a partir de la confrontación de dos modelos: el de la ciencia comprometida y el de ciencia marxista, para lo cual examina el proyecto de la Fundación La Rosca y su revista Alternativa, y el proyecto del Partido Comunista Colombiano y su revista Estudios Marxistas.
El tercer capítulo está dedicado al análisis de los movimientos indígenas y campesinos. Sobre el primer tipo de trabajo se encuentran los artículos de Jhonny Alexander Muñoz y Álvaro Villaraga, los dos dedicados al estudio de los movimientos indígenas y su resistencia a los actores armados y al conflicto interno. Por su parte, Nicolás Espinosa explora la relación existente entre el proceso de construcción regional y la configuración de la cultura en los Llanos del Yarí.
Por su parte, el capítulo cuatro exploras tres casos sobre la condición contemporánea de las izquierdas en México y Colombia. El primer artículo, escrito por Gabriel Salazar, privilegia el caso del zapatismo en México. Como es sabido, la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) transformó sustancialmente la mirada sobre las comunidades indígenas y sus posibilidades políticas, los límites de la imaginación de las izquierdas sobre su accionar, y replanteó los grandes temas y preocupaciones actuales de las izquierdas en América Latina: el poder, el Estado, la autonomía, etcétera.
Finalmente, Frank Molano y Jymy Alexander Forero analizan las condiciones y posibilidades de las izquierdas en Colombia en tiempos de revolución capitalista, y los retos y perspectivas en la coyuntura que vivía el país en el momento en que se realizó el Congreso que dio origen a este libro. En particular, coinciden en examinar las condiciones y procesos de reconstitución de las fuerzas de izquierda a la luz de la experiencia de movimientos recientemente creados.
Es necesario comentar dos aspectos adicionales: el primero, que el volumen recoge solamente un número parcial de ponencias debido a la no declinación de algunos trabajos con destino a la publicación por parte de los autores, o a causa de los resultados del proceso de evaluación externa a la que se sometió el texto, asunto necesario y fundamental en el marco de las políticas de publicación institucionales.
El segundo, que el libro deja entrever solamente un aspecto del Congreso, pues por razones diversas tampoco fue posible incluir las polémicas generadas por la confrontación de los distintos puntos de vista. Entre los temas que acapararon la atención de los participantes está precisamente el de la relación de las izquierdas con la violencia, al punto que se acordó dedicar el II Congreso al estudio de esta relación.
Es esperable que un esfuerzo tan importante como el que implica la realización de este encuentro y la elaboración del libro correspondiente tenga continuidad, pues una sociedad que anhela la paz requiere de este tipo de investigaciones y trabajos para consolidar una apuesta de país como la que se busca con el denominado posconflicto.
Revista Nómadas
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