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Sentipensar con la tierra. Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia

Sentipensar com a terra. Novas leituras sobre desenvolvimento, território e diferença

Thinking-feeling with the land. New readings on development, territory and difference

AUTOR: Arturo Escobar EDITORIAL: Unaula CIUDAD: Medellín AÑO: 2014 NÚMERO DE PÁGINAS: 184

Olver Quijano Valencia*

* Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador). Docente de la Universidad del Cauca, Popayán (Colombia). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Sorprende, anima y reconforta el sugerente arsenal de energías, pensamientos, lucidez y esperanzas del pensador colombiano Arturo Escobar, quien en nuestro caso, y después de emocionarnos con su grata y reciente visita a la Ecoaldea Atlántida en nuestro querido pueblo Cajibío, Cauca, Colombia, hoy nos muestra en su nuevo libro Sentipensar con la tierra: nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia gran parte de su conversación y con ésta, su horizonte analítico y sus apuestas inscritas en la perspectiva de las transiciones civilizatorias, la ontología relacional, la comunalidad y la pluriversidad.

Este esfuerzo analítico que explora en general la dimensión política de la ontología y la dimensión ontológica de la política, se inspira también en el horizonte de la “justicia cognitiva” y, por tanto, en iniciativas que dan cuenta de estudios críticos académicos e institucionales y de prácticas, agenciamientos, locaciones y actores que invierten la lógica y la jerarquización del conocimiento, y ponen en tensión la naturalización de la exclusión cognitiva, propia del cientificismo y de sus intimidaciones eurocéntricas y ocularcentristas.

Escobar reivindica el vanguardismo de pensamientos y prácticas incubados en las agendas y agencias de movimientos sociales, cuyos horizontes tienen que ver con la (re) localización y la (re)comunalización, esta vez no como luchas y apuestas utópicas, sino como expresiones heterotópicas que defienden la vida, la singularidad sociocultural, el territorio, los saberes y cosmovisiones, con la cual contribuyen a constatar y visibilizar otras expresiones lugarizadas pero conectadas y en-red-adas con dinámicas globalocales.

Al pensar acerca del anacronismo y arcaísmo de los conocimientos “expertos” desplegados desde el Estado y la academia y sus contribuciones a la devastación ecológica y social, el autor destaca el lugar de temas como la tierra, la crisis ecológico-social, y “la relocalización de la alimentación, la economía, comida y muchos otros aspectos de la vida social como contra-propuesta a la globalización basada en los mercados dominados por los grandes conglomerados corporativos” (15). Se postula, entonces, la necesidad de sentipensar o corrazonar “con los territorios, las culturas y los conocimientos de los pueblos —con sus ontologías—, más que con los conocimientos des-contextualizados que subyacen a las nociones de ‘desarrollo’, ‘crecimiento’ y, hasta, ‘economía’” (16). Tal exhortación tiene nexos con el problema del conocer y, ante todo, con la “defensa de otros modelos de vida”, con la pluriversalidad, con la activación política de la relacionalidad, y, en suma, con las “luchas ontológicas” de nuestros espacios-tiempos.

Como se señala en el libro, enfrentamos una suerte de nueva problematización de la vida que pasa por la profunda crisis de la biodiversidad y la sustentabilidad, lo que deriva en el riesgo de todos los sectores estratégicos de la vida y, por tanto, en la amenaza a la supervivencia y las relaciones de humanos y no humanos. Se suma a esta problematización la práctica neoliberal en tanto guerra contra todas las esferas, los mundos relacionales y las asociatividades. No obstante, y en medio de esta dramática radiografía, a partir de experiencias, procesos y movimientos sociales, el autor destaca el horizonte de las transiciones civilizatorias o la posibilidad civilizatoria de la relacionalidad, y la lucha por el pluriverso. Se trata de un espacio para pensar otros modelos de vida, lo que también supone y demanda la “construcción de pensamiento, investigación y praxis para las transiciones hacia el pluriverso” (20), es decir, narrativas, léxicos, medios, activismos, concepciones y categorías para pensar la diferencia y consolidar el pensamiento y la práctica relacional y pluriversal.

El horizonte transicional supone desde la perspectiva de la investigación, de una parte, “ir más allá de los límites institucionales y epistémicos existentes si, en realidad, queremos visualizar los mundos y las prácticas que puedan dar lugar a las transformaciones significativas consideradas como necesarias” (138). De otro lado, las transiciones involucran tres dimensiones medulares, a saber: a) los estudios pluriversales (tendencias en teoría social orientadas al pluriverso, tendencias en universidades y la cuestión de otras academias y la teoría y la práctica de los estudios pluriversales); b) los estudios de transición (narrativas y movimientos en el norte y sur global, visualización e investigación de transiciones regionales); y c) diseño y comunicaciones, es decir, la construcción ontológica, los movimientos sociales y nuevos medios para el pluriverso. Todo esto como

[…] un campo ontológico, práctico y político con el potencial de aportar elementos únicos para los distintos caminos hacia las transiciones ecológicas culturales vistas por muchos como necesarias ante las crisis interconectadas del clima, la alimentación, la energía,la pobreza y el sentido (151).

Importa el diseño ontológico en tanto coindice con la necesidad de desarrollar una política del sujeto o la pregunta sobre “qué prácticas de pensamiento y sentimiento, qué disposiciones y actitudes, qué capacidades podemos cultivar para desplazar el sujeto económico de hoy” (Gibson-Graham, 2011 [2006]: 69). Consiste en una forma completamente diferente de ser, esto es, de la seguridad acerca de que “si estamos en riesgo de autodestrucción, tenemos que reinventarnos completamente” (151).

Como ya se ha discutido por el autor en otras de sus obras, es el desarrollo un patrón, un discurso con efectos de verdad y un dispositivo de disciplinamiento de los paisajes biofísicos y socioculturales, el cual, y retomando a Esteva, “fracasó como proyecto socioeconómico, pero el discurso del desarrollo aún contamina la realidad social. La palabra permanece en el centro de una poderosa pero frágil constelación semántica” (32), como señala en la obra que aquí se reseña. De ahí que siguiendo a Gudynas y Acosta, para Arturo Escobar, es ineludible la movilización de alternativas al desarrollo y como posibilidad de “romper con las bases culturales e ideológicas del desarrollo contemporáneo, y apelar a otras imágenes, metas y prácticas” (37), donde son determinantes los estudios críticos sobre el fenómeno, es decir, el marco teórico modernidad- colonialidad-descolonización (MCD); el imaginario teórico-político de las alternativas al desarrollo y el “buen vivir”; la propuesta teórico- práctica de transformación o las transiciones al posestractivismo; los discursos de la crisis del modelo civilizatorio y las alternativas a la modernidad; y, finalmente, la postura teórica de la relacionalidad, la comunalidad y el pluriverso (38), perspectivas que importan en medio de las luchas ontológicas o la defensa de otras formas de vida.

Sin duda, el cambio de modelo civilizatorio implica también una práctica política ontológica que en casos colombianos particulares esbozados por Arturo Escobar, como Curvaradó, La Toma y, en especial, Yurumanguí, tiene relación con estrategias que desde el Proceso de Comunidades Negras (PCN), aluden a

[…] conceptualizar y potenciar el proyecto de vida de las comunidades, basado en prácticas y valores propios de su cosmovisión; la defensa del territorio como espacio que sustenta el proyecto de vida, desde la perspectiva étnico-territorial;la dinamización organizativa en torno a la apropiación y control social del territorio, base de la seguridad alimentaria y la autonomía; y la participación en estrategias de transformación más amplias, especialmente a través de su vinculación con organizaciones étnico-territoriales y con redes transnacionales de solidaridad (78).

Tales estrategias se inscriben en las luchas por el reconocimiento y la defensa del territorio, entendido como proyecto de vida o espacio “material y simbólico, al tiempo, biofísico y epistémico, pero ante todo es un proceso de apropiación socio-cultural de la naturaleza y de los ecosistemas que cada grupo social efectúa desde su ‘cosmovisión’ u ‘ontología’” (91). Esta concepción se contrapone a la visión corporativa e institucional que ve al territorio como “una entidad inerte, medible, adjudicada en propiedad privada, transferida o intervenida” y no como la “apropiación efectiva (y afectiva) mediante prácticas culturales, agrícolas, ecológicas, económicas y rituales, etc.” (90).

En esta suerte de “giro territorial” o de “reinvención del territorio” se instala el conjunto de procesos de resistencia o de reexistencia que ponen a grupos y movimientos sociales como protagonistas en la reapropiación social y cognitiva de la naturaleza, donde es clara la relación entre dignidad y territorio, autonomía y perspectiva de fututo, naturaleza y cultura, y, en suma, resistencias, oposiciones, defensas y afirmaciones, como también espacios y prácticas que agencian vida, libertades, alegrías y esperanzas.

Son entonces los temas y procesos transicionales, el pluriverso, la relacionalidad y las lógicas comunales, horizontes y lugares de la esperanza, los cuales se debaten con intensidad en la última década y desde distintos movimientos sociales, organizaciones, intelectuales, académicos y en espacios universitarios intersticiales interdisciplinarios y transdisciplinarios. Según el autor, son claves en este debate, expresiones referidas al sistema comunal en el cual se genera un

[…] desplazamiento progresivo de la economía capitalista y la democracia liberal representativa para dar paso a formas comunales de economía y autogobierno, así como al establecimiento de mecanismos de pluralismo cultural como base para una genuina interculturalidad entre los diversos sistemas culturales (50).

Asimismo, tienen centralidad los entramados comunitarios y las sociedades en movimiento en contraposición a las “coaliciones de corporaciones transnacionales”, los primeros son entendidos como tejidos asumidos como prácticas que dan cuenta de la multiplicidad de mundos, la organización social autonómica, el paso de lo cultural a lo ontológico y, en general, de formas de “pensar los territorios, la relación campo-ciudad, la comida, el conocer, el sanar, el habitar y, por supuesto, la economía” (55). Forman parte también de estas manifestaciones el feminismo comunitario o las opciones por despatriarcalizar la vida, lo que incluye también el rechazo a patriarcados originarios, indígenas y populares, muchas veces inobservados en numerosos análisis y en diversas militancias.

Son las ontologías relacionales y el pluriverso elementos de importancia en la reconfiguración de las formas de ver y hacer política, pero también de construir conocimiento, pues las consecuencias del dualismo en nuestras vidas y sociedades son dramáticas. Entonces, las tendencias posdualistas son claves para el entendimiento de la red de interrelaciones y materialidades desde donde se entiende con claridad que no hay seres y órdenes culturales discretos y autocontenidos, sino en permanente enactuación, interrelación e interculturalización. Evidentemente, Escobar destaca la “relacionalidad constitutiva” y la interexistencia como muestras de que nuestras vidas, procesos y realidades son radicalmente relacionales y, por tanto, es imprescindible considerar su valor y potencialidad en tanto condición de posibilidad y horizonte de esperanza.

Empero, en medio de las paradojas, límites y esperanzas de procesos emergentes, el autor se pregunta sobre “¿cómo mantener las condiciones para la existencia y reexistencia ante la avalancha desarrollista, extractivista y modernizante que constituye una amenaza tan grande a territorios, y con poca frecuencia, su pérdida?” (121). La activación política de la relacionalidad y los múltiples proyectos, las transiciones y los numerosos activismos transicionales nos muestran caminos para ahondar la creación de reflexividad, narrativas y prácticas transicionales en favor de modelos socionaturales. Contribuciones en este sentido son destacadas por Escobar, no sólo desde las prácticas y agentividades sociales, sino también desde gramáticas, conceptos y categorías para pensar la diferencia y movilizar el pensamiento relacional, muchas de éstas referidas a formas no capitalistas, no liberales y no estatales de organización asociadas con la relacionalidad, otros modelos civilizatorios, alternativas al desarrollo, transiciones, identidad, territorio, soberanía alimentaria, justicia ambiental, paz, autonomía, buen vivir, libertad, críticas al desarrollo, etcétera. Sin embargo, este ejercicio podría evidenciar categorías de mayor originalidad y contundencia, propias de la política del nombrar popular y comunal, las cuales, tal vez, a través de trabajo etnográfico o de una amplia conversación con movimientos y comuneros, posibilitarían su identificación, comprensión y movilización. Me refiero a aportaciones teóricas, algunas señaladas por el autor en el libro, y muchas ausentes, las cuales hacen parte de las revoluciones teóricas suscitadas por los movimientos sociales en tanto comunidades de pensamiento.

Se trata de cambios en las condiciones de producción del conocimiento referidas en primer lugar a la expansión del rango de sus productores más allá de la academia, lo que implica la transformación de locaciones y contenidos de la teoría y de su forma. En segunda instancia, estos cambios hace alusión al hecho de que la teoría social contemporánea se está quedando corta en imaginar tanto las preguntas que habría que hacerse sobre las problemáticas claves del presente, como las posibles respuestas a éstas (38-39). Más que el diálogo, se requieren nuevas formas y espacios conversacionales o

[…] del versar-con, en tanto medio para la conversión o la transformación y para el reconocimiento del “otro” como interlocutor y posibilitador del aprendizaje […] o como un marco social de interacción y de acercamiento a la complejidad de la historia y del mundo de hombres y mujeres a través de la práctica de “acomodar la palabra para intercambiar con el corazón” tal como lo han sugerido algunos comuneros en el Cauca indígena en Colombia (Quijano, 2015, s. p.).

Como lo sugiere claramente Arturo Escobar, retomando a Ashis Nandy,

[…] todo diálogo de culturas, tiene que comenzar con las categorías de la víctima, incluyendo sus concepciones alternativas de libertad, compasión, justicia, etc., ya que estas categorías desechadas contienen pistas cruciales para entender el lado reprimido del mundo […]. No es posible un diálogo efectivo con aquellas culturas que reclaman un monopolio sobre las formas de entender la compasión, la ética, la democracia, la razón. Más aún, es frecuente que la cultura con el lenguaje más asertivo del “diálogo” (en términos “racionales” o “científicos”) termina imponiéndose en el llamado diálogo. El diálogo se convierte así, desde su inicio, en la forma de ganar la batalla (49-50).

Son estos los sugerentes y provocadores planteamientos que nos ofrece el pensador colombiano, análisis pertinentes a la hora de revisar y practicar las transiciones y las transformaciones tanto civilizatorias como ontológicas en medio del debate y del combate entre “entramados comunitarios” y asociatividades frente a las “coaliciones corporativas transnacionales”, escenario en el cual se amplía el campo de batalla, claro está, en medio del “ineludible ‘surgimiento’ de voces, conocimientos, prácticas y estrategias de organizaciones y movimientos sociales de corte étnico-territorial” (67), donde la activación política de la relacionalidad, el pluriverso y la comunalidad son claves en el marco de las diversas luchas por la vida, es decir, de las “luchas ontológicas”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. GIBSON, Katherine y Julie Graham, 2011 [2006], Una política poscapitalista, Bogotá, Siglo del Hombre /Pontificia Universidad Javeriana.

2. NANDY, Ashis, 1987, Traditions,Tyrannies and Utopias: Essays inthe Politics of Awareness, New Delhi, Oxford University Press.

3. QUIJANO, Olver. 2015, “La conversación o el ‘interaccionismo conversacional’: pistas para comprender el lado oprimido del(os) mundo(s)”, manuscrito, Universidad del Cauca.

 


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