Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Tras el declive de la experiencia del socialismo soviético, desde las últimas décadas del siglo pasado el capitalismo se ha extendido como modo económico y sociopolítico predominante, al punto que desde Occidente se erige como forma de existencia deseable para todas las culturas que habitan el globo terráqueo. No obstante, su expansión concita numerosas problemáticas que comprometen la vida misma del planeta y de sus habitantes, respecto de lo cual, emergen una y otra vez multiplicidad de resistencias. Por tanto, a su cooptación de la vida se le oponen apuestas de creación que sobreviven en la cotidianidad misma de las lógicas y dinámicas capitalistas.
Para algunos enfoques, esta vocación expansiva no es reciente sino que se vincula con un modelo civilizatorio de origen angloeuropeo que ha intentado universalizarse desde la Colonia misma, cubriendo la pluralidad de modos de vida de los pueblos del mundo, e imponiendo el dominio y la explotación de unos sobre otros (Wallerstein, 1974; Quijano, 2003). Esa modernidad colonialista ha dado paso a otros modos a escala planetaria, que contemporáneamente se reeditan como capitalismo global (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007) o mundialmente integrado (Guattari, 2005). Por tanto, el capitalismo se puede entender como una modalidad de la llamada modernidad, que se ha ido “afirmando y ainando” hasta tornarse dominante y prevaleciente sobre otras versiones de la vida.
Así, la modernidad imperante está “armada en torno al dispositivo capitalista de producción, la circulación y el consumo de riqueza social” (Echeverría, 1994: 15), con lo cual, el capitalismo “es el poder más importante de nuestra vida moderna” (Weber, 1905), en tanto trasciende la mera organización de la economía y se inmiscuye en todos los planos de la vida social. Su poder radica en erigirse como ethos civilizatorio, como mentalidad que prima en los significados de la existencia, como “principio de construcción de la vida” que opera —no sin tensiones— tanto en lo colectivo como en lo individual. Por ejemplo, el ethos del capitalismo moderno está signado por la idea de un sujeto que se realiza mediante la sublimación de su deseo en el trabajo productivo sobre Editorial la naturaleza (Weber, 2003 [1905], Echeverría, 1998), y más recientemente, en una perenne insatisfacción que se busca mitigar con el consumo espectacularizado.
Si bien puede dudarse de la modernidad como lógica que contundentemente trasformó toda la sociedad al separar naturaleza y cultura (Latour, 2007), una característica básica del modelo civilizatorio moderno-capitalista es la manera como “concibe la relación de lo humano con el resto de la vida; en esta relación un hecho fundante es la separación entre sujeto y objeto que establece un patrón de conocimiento hegemónico en Occidente” (Lander, 2010: 28). El sujeto narrado como externo a la naturaleza orienta su actividad al control de ésta, y se avoca a una extracción constante de los recursos naturales y a una producción exponencial de mercancías. Pero, además, el capitalismo propone como sentido de subsistencia una organización social en torno al valor de cambio de las mercancías en detrimento del valor de uso que éstas pueden tener para la vida humana. Esto, sumado a la individualización (Mariátegui, 1954 [1928]), que deviene en primacía de lo privado sobre lo público, instaura lógicas en las cuales el bienestar humano y las promesas de progreso y felicidad (Pedraza, 1999) se vinculan con la posesión incesante de riquezas, sin importar si tal tendencia beneicia a la minoría de la humanidad, e incluso si ello pone en riesgo la sobrevivencia del planeta en que vivimos.
El planteamiento es entonces que el capitalismo constituye un patrón de civilización que permea todos los planos de la existencia social. Organiza los sistemas económicos; acontece geopolíticamente entre los Estados norte-sur; transforma los territorios (por ejemplo, inicialmente incentivó la urbanización y la instauración de industrias en desmedro de la vida rural y artesanal para posteriormente impulsar la desterritorialización); conforma los vínculos y la interacción social; conigura la experiencia corporal de los sujetos, con lo cual modela las posibilidades de la subjetividad, propiciando ciertas identidades a la vez que relega y hace subalternas a otras; e incluso moldea el deseo humano.
Pero, además, no constituye un patrón civilizatorio estático, por el contrario, su disposición expansiva hace que mute permanentemente. En ese sentido, en concepto de Bauman (2000), el capitalismo habría pasado de un énfasis en la producción —sociedad para la acumulación de riquezas y mercancías—, a poner su acento en el consumo. Los consumidores serían ahora menos 9 regidos por una ética del trabajo que por una satisfacción individual de deseos vinculada a una estética siempre cambiante. Las clases que concentran riqueza serían ahora objeto de adoración, mientras que los “nuevos pobres” no tendrían acceso a esa estética del consumo y la novedad de los productos, caracterizados por su rápida obsolescencia. Así, el énfasis industrial habría transitado hacia uno financiero; el capitalismo local —tan urgido de su instauración en el Estado-nación— habría cedido su lugar a un capitalismo globalizado que se orienta por los avatares trasnacionales del mercado; y el sujeto dócil y productivo (Foucault, 2008) estaría dando paso a un sujeto desregulado, hiperestimulado y consumista. El ethos de vida estaría transitando de la acumulación de mercancías hacia la idea de cambiarlas permanentemente, desecharlas incluso si funcionalmente siguen siendo útiles. De la mano de las industrias de la comunicación y el entretenimiento audiovisual, y de la tecnología digital, la vida humana misma se estaría tornando consumible, y la lógica de mercado se estaría trasladando a toda la socialidad. Es el arribo de la sociedad del espectáculo, que tan acertadamente vaticinó Guy Debord (2000).
Entonces, la dinámica contemporánea del capitalismo se caracterizaría no sólo por su expansión sino, además, por su transformación, e implica una crisis civilizatoria evidente en tanto logra integrar en sus beneicios a una minoría de habitantes del globo terráqueo mientras que los excluidos son cada vez la mayoría (Martín-Barbero, 2004). También está agotando la capacidad del planeta para mantener el ritmo inacabable de producción, lo que es evidente al observar daños medioambientales irreparables. Como si fuera poco, la diferencia de pueblos y subjetividades se ve seriamente amenazada por una tendencia que si bien enarbola la diversidad, pareciera homogenizar a las culturas en un mismo patrón de consumo.
Por tanto, este monográico de la revista NÓMADAS, número 43, propone artículos que indagan por las tendencias del capitalismo contemporáneo, así como por las interpelaciones profundas que surgen desde su interior mismo. Se trata de poner a circular la inquietud por los modos como el ethos capitalista estaría operando hoy en los diferentes contextos, y sobre las estrategias de resistencia que una y otra vez emergen en tanto variedad del vivir, e interpelan la naturalización del sentido capitalista como el único viable para la existencia.
BAUMAN, Zygmunt, 2000, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa.
CASTRO-GÓMEZ, Santiago y Ramón Grosfoguel (eds.), 2007, El giro decolonial: relexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global, Bogotá, Universidad Central-Iesco.
DEBORD, Guy, 2000, La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-Textos.
ECHEVERRÍA, Bolívar, 1994, “El ethos barroco”, en: Bolívar Echeverría (comps.), Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, México D. F., UNAM/El Equilibrista, pp. 13-36.
________, 1998, La modernidad de lo barroco, México D. F., Era.
FOUCAULT, Michel, 2008, Vigilar y castigar, México D. F: Siglo XXI.
GUATTARI, Félix, 2005, Plan sobre el planeta: capitalismo mundial integrado y revoluciones moleculares, Bogotá: Desde Abajo.
LANDER, Edgardo, 2010, “Crisis civilizatoria: el tiempo se agota”, en: Irene León (coord.), Sumak Kawsay/ Buen vivir y cambios civilizatorios, Quito, Fedaeps, pp. 27-40.
LATOUR, Bruno, 2007, Nunca fuimos modernos: ensayo de antropología asimétrica, Buenos Aires, Siglo XXI.
MARIÁTEGUI, José Carlos, 1954 [1928], “Internacionalismo y nacionalismo”, en: Generación, abril-mayo, Lima.
MARTÍN-BARBERO, Jesús, 2004, “Crisis identitarias y transformaciones de la subjetividad”, en: María Cristina Laverde, Gisela Daza y Mónica Zuleta, Debates sobre el sujeto: perspectivas contemporáneas, Bogotá, Universidad Central-DIUC/Siglo del Hombre, pp. 33-45.
PEDRAZA, Zandra, 1999, Cuerpo y alma: visiones del progreso y la felicidad, Bogotá, Universidad de los Andes-Departamento de Antropología.
QUIJANO, Anibal, 2003, “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en: Edgardo Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Clacso, pp. 201-246.
WALLERSTEIN, Immanuel, 1974, The modern worldsystem,
WEBER, Max, 2003 [1905], La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
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