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Diversidade e do multiculturalismo na escola

Diversity and multiculturalism in school

DOI: 10.30578/nomadas.n43a16

 

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Helena Alexandra Sutachán

Docente catedrática del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Central, Bogotá (Colombia). Psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia, Magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos de la Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

DIRECTOR DEL PROYECTO:
Manuel Roberto Escobar

COINVESTIGADORES/AS:
Juanita Méndez Cuervo, Xiomara Navarro Busaid, Jorge Alberto Palomino, Helena Alexandra Sutachán

ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN:
Luisa Fernanda Sánchez

EQUIPO IDEP:
Constanza del Pilar Cuevas, Jorge Alberto Palacio, Adriana Vargas

ENTIDADES FINANCIADORAS: Universidad Central e IDEP

Este estudio es el resultado de una iniciativa del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP), adscrito a la Secretaría Distrital de Educación, para la cual convocó al Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (Iesco) de la Universidad Central. Ambas instituciones partieron del objetivo común de indagar sobre cómo se vive la diversidad en los espacios educativos del Distrito Capital, en los cuales confluyen poblaciones aparentemente disímiles como niñas/os y jóvenes afro, rom, de distintas etnias indígenas o pertenecientes a la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales, transgeneristas e intersexuales (LGBTI), pero a quienes los unen prácticas de autodeterminación y resistencia como minorías frente a un sistema escolar que empieza a pensar en la diferencia, y a promover la inclusión de formas distintas de pensar y ser en la sociedad. Tal apuesta se desarrolló durante el primer semestre del 2015.

El proyecto nació alrededor de la pregunta sobre la experiencia de ser diferente en la escuela y los modos en los que tal diferencia se disfruta, se celebra, se cuestiona, se señala e, incluso, se rechaza y se oculta. Entender esta relación entre la vida escolar y la aceptación o rechazo de la diferencia es importante, pues la escuela, como institución que releja —y replica— esquemas de relación en los cuales las diferencias raciales, étnicas, sexuales o religiosas se subordinan ante los modelos de "normalidad", resulta ser un espacio fundamental para comprender las estructuras desde las cuales se mantienen los discursos discriminatorios y, a la vez, para proponer iniciativas que permitan el reconocimiento, el respeto y el disfrute de la diversidad.

Con estas ideas en mente, las fases iniciales del estudio estuvieron enfocadas en diseñar una metodología que, teniendo como base la concepción de que es en el cuerpo y desde éste donde se encarnan y materializan esas huellas, rasgos, diferencias que, en últimas, constituyen el pilar de las construcciones identitarias, apostara por la emergencia tanto del cuerpo en relación con la subjetividad, como de narrativas sobre la vivencia de ese "saberse diferente" en el contexto escolar. De este modo, se optó por el taller como recurso metodológico para la investigación, pues constituye una forma de trabajo pedagógico que permite producir información relevante, de manera participativa y lúdica (Torres, 1998), gracias a los ejercicios de debate, interacción, relexión y diálogo que pueden propiciarse desde actividades introspectivas, corporales y también colectivas.

La estructura y diseño de los talleres, si bien tuvo algunas modificaciones a lo largo del proyecto, conservó desde el comienzo tres momentos centrales, sobre los cuales se articularían cada una de las actividades propuestas, a saber: sensibilización, cartografía corporal y relato autobiográico.

El momento de sensibilización respondió a la necesidad de hacer de los talleres espacios de ruptura dentro de la jornada académica y proponer otras disposiciones corporales, más allá de la rigidez que implica la clase tradicional y el sentarse en un pupitre; de este modo, los ejercicios de sensibilización apuntaron al autorreconocimiento y a la introspección, desde la relajación de los músculos y los sentidos o, incluso, desde el movimiento y la diversión. En segundo lugar, la idea de cartografía corporal parte de la metáfora del cuerpo como primer territorio por habitar; sin embargo, dentro del proyecto se propuso un modelo de cartografía colectiva, que luego se tradujo en la construcción de monumentos, figuras representativas en las que pudieran incorporarse aquellas características (positivas y negativas) que identifican a un grupo social y lo hacen "diferente". Por último, a través del relato autobiográico se buscó que los participantes pudieran hilar en una narración esa relación entre cuerpo y experiencia alrededor de la propia identidad.

Transversalmente, durante cada uno de los momentos en los que estuvieron divididos los talleres, se buscó llevar registro de tres categorías analíticas que permitieran ordenar y sistematizar la información y, a la vez, otorgar sentidos más amplios a esos relatos cotidianos que iban siendo compartidos por los participantes. Las categorías de goce, violencia y diferencia se configuraron como puntos cruciales en el mapeo de las vivencias significativas en el hecho del sentirse y ser diferentes en la escuela.

Durante dos meses se realizaron 9 talleres en 6 instituciones educativas distritales1, con un total de 82 estudiantes participantes en el estudio. Por supuesto, al ser éste un ejercicio investigativo de corta duración, no pretendió aportar conclusiones ambiciosas que den cuenta de la complejidad de las situaciones que día tras día experimentan en la escuela los niños/as y jóvenes afro, rom, indígenas y LGBTI; a modo de analogía, esta investigación fue más un ejercicio fotográfico a través del cual se buscó retratar un instante del devenir de estos estudiantes rotulados —y autorrotulados— como diferentes y, a partir de esa captura, de esa instantánea, dejar sembradas una serie de inquietudes acerca de cómo generar ambientes escolares más inclusivos, tanto desde propuestas académicas, como desde ámbitos políticoinstitucionales.

No obstante, las luchas para transformar las prácticas sociales excluyentes frente a grupos minoritarios han sido procesos colectivos que, en no pocos casos, se han extendido a lo largo del último siglo, y aún hoy no alcanzan sus objetivos de adquirir derechos, reconocimiento y respeto. El Estado, como "garante" de derechos, ha venido generando espacios y estrategias para suplir los años de exclusión, la más de las veces, formulando políticas públicas inclusivas y diferenciadas, buscando desde la institucionalidad una igualdad formal que pocas veces tiene el impacto esperado, pues en realidad cada grupo se construye identitariamente de acuerdo con condiciones sociales que son el resultado tanto de las formas jurídicas, como de las luchas colectivas y los propios procesos de subjetivación.

Así, para los grupos indígenas de la sabana el impulso constitucional les ha permitido "reconstruir" una identidad a partir de rastros y leyendas (Gross, 2012); para los/as jóvenes de la comunidad LGBTI, por otro lado, las condiciones son distintas y su construcción identitaria parte desde una posición dicotómica en la que deben optar por el anonimato y la invisibilidad o por la autoafirmación y las violencias asociadas con ésta, a pesar de las acciones jurídicas y colectivas que han permitido mayor reconocimiento y respeto por la diversidad sexual en el país. Por su parte, la comunidad afrocolombiana enfrenta el reto de impedir que el pasado de violencia y explotación hacia ellos se mantenga y se perpetúe, apropiándose de manera activa del valor de su color de piel y de todo su acervo cultural (Wade, 2008), a la vez que se enfrentan a modelos massmediáticos de su etnia como un exotismo pertinente para el consumo. Y, finalmente, el pueblo rom, o gitanos, como los suelen reconocer, se mueve entre el deseo de reconocimiento y la participación en espacios institucionales, y la necesidad de proteger su cultura frente a los embates de la modernidad ilustrada y la globalización contemporánea.

El escenario escolar, por supuesto, no está ajeno a estas contradicciones y paradojas, y nos muestra cómo las identidades no son construcciones estáticas y homogéneas y, por el contrario, son dinámicas, performativas y posicionales (Hall, 2003), en la medida en que dan cuenta de las tensiones entre los grupos rotulados, las instituciones rotulantes y los sujetos que, desde sus propias prácticas individuales y corporales, se reconocen no desde una, sino desde distintas formas previstas de ser. De este modo, las niñas/os y jóvenes participantes en este estudio no sólo se narran desde la etiqueta que los hace "diferentes", sino también viven y se reconocen desde dimensiones como el ser estudiante, joven, niño/a, sujeto de consumo, etcétera.

Sumado a esto, se hace evidente que la idea de diversidad, en sí misma, es incapaz de agrupar todos los tipos de diferencia que pueden convivir en el espacio escolar, ya que los goces y violencias asociados, por ejemplo, con ser un joven afrodescendiente, son distintos a los que se viven al ser una joven bisexual, un niño indígena, un adolescente homosexual o una niña rom. En otras palabras, las diferencias, más que en las etiquetas, están en los sujetos que las portan y en sus situaciones y construcciones individuales, por lo tanto, los esfuerzos sucesivos habrían de estar enfocados en el diseño y aplicación de modelos pedagógicos que propendan por el reconocimiento del otro, como sujeto, y orientados a generar prácticas de convivencia entre lo múltiple dentro de la escuela misma.

Referencias bibliográficas

  1. GROSS, Christian, 2012, Políticas de la etnicidad: identidad, Estado y modernidad, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh).

  2. HALL, Stuart, 2003, "¿Quién necesita identidad?", en: Stuart Hall y Paul du Gay (comps.), Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu.

  3. TORRES, Alfonso, 1998, Estrategias y técnicas de investigación cualitativa, Bogotá, Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).

  4. WADE, Peter, 2008, "Población negra y la cuestión identitaria en América Latina", en: Universitas Humanística, No. 65, pp. 117-137.

Nota

  1. Institución Educativa Distrital (IED) San Bernardino (Bosa), IED Gerardo Paredes (Suba), IED Ofelia Uribe de Acosta (Usme), IED Miguel de Cervantes Saavedra (Usme), IED Jean Piaget (Kennedy) e IED Paraíso Mirados (Ciudad Bolívar).

Etnorock : os rostos da música mundial no sul do México

Etnorock: the faces of global music in southern Mexico

DOI: 10.30578/nomadas.n43a17

 

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Anna María Fernández Poncela

Profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco (México). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

COORDINADORES:
Martín de la Cruz López Moya, Efraín Ascencio Cedillo y Juan Pablo Zebadúa Carbonell

EDITORIAL:
Cesmeca y Juan Pablo Editores

CIUDAD: México DF
AÑO: 2015

NÚMERO DE PÁGINAS: 155

La obra Etnorock: los rostros de una música global en el sur de México

La obra Etnorock: los rostros de una música global en el sur de México, coordinada por Martín de la Cruz López Moya, Efraín Ascencio Cedillo y Juan Pablo Zebadúa Carbonell, es una revisión del rock étnico. Reúne varios artículos, algunos de los cuales invitan a la reflexión sobre la vida y la identidad, que acompañan el repensarse, repensarnos y repensar la existencia.

En primer lugar, el interés por la música desde los estudios sociales en México, y concretamente por el rock, se ha incrementado en los últimos años. Como obras pioneras se encuentran los libros editados por Causa Joven, Culturas Populares y la Secretaría de Educación Pública (CEP) en los años noventa: Por los territorios del rock de Maritza Urteaga y Oye como va, coordinada por José Manuel Valenzuela y Gloria González; además del trabajo de Violeta Torres, Rock-eros en concreto, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por citar algunos. En segundo lugar, qué más se puede decir hoy sobre la identidad, un concepto que ha llenado páginas y desbordado charlas, y todavía andamos preguntándonos ¿qué es la identidad? A lo cual podríamos respondernos: ¿y tú me lo preguntas? Parafraseando a Gustavo Adolfo Béquer: la identidad eres tú. O, mejor dicho, en este caso, lo que tú quieras que sea o lo que cada quien quiera ser. No se trata de una afirmación posmoderna, es una proposición práctica ante un concepto complejo: apego a la tierra, cohesión política, autoconcepto de grupos y estereotipos y desprecio por el otro, y el desarrollo del ego, entre otras cosas. En este libro la identidad se focaliza y diversifica en voces, miradas y músicas, sacando brillo a la imaginación, perdiendo los bordes que separan y ampliando contornos que unen.

La obra que aquí presentamos es una buena excusa para seguir reflexionando en torno a la identidad. En concreto, reúne diez artículos y once autores. Se trata de acercamientos al “rock indígena” como se nombra en la “Presentación de la obra”, tras esbozar el interrogante: “¿Qué tan musicales son las juventudes indígenas?” (11), de tres estados: Veracruz, Guerrero y Chiapas. Un cruce de caminos entre rock, jóvenes indígenas, discursos musicales, políticas culturales, estrategias mediáticas, consumo cultural, procesos globales y locales, autopercepción simbólica, inclusión social, sincretismo cultural, pertenencias identitarias, hibridaciones culturales, artistas y receptores o consumidores y una “estrategia de reconocimiento de las juventudes urbanas contemporáneas” (13).

En los entramados socioculturales contemporáneos se llevan a cabo prácticas musicales protagonizadas por rockeros, indígenas y jóvenes. Una efervescencia musical de nuevo cuño que entrelaza o hibrida letras y tonadas en idioma local o español con músicas e historias propias de cada lugar, que une grupos indígenas con públicos más amplios; gustos locales y globales se hermanan. Aquí cae como anillo al dedo la invención de la tradición planteada por Hobsbawm, y es que toda la cultura es un invento, creación y recreación humana. Vivimos en comunidades imaginarias como nos recordó Anderson. Es más, la identidad es narrada, como señala Bauman. Y hoy los descubrimientos de la neurociencia llegan abriéndose paso entre los discursos de las ciencias sociales, según los cuales todo es construcción social, y afirman que la clave está en la percepción, y detrás de su acto, la conciencia es la que sostiene la calidad de la experiencia, como señaló Jacobo Grinberg hace ya más de dos décadas. Si esto lo traducimos o adecuamos a las ciencias sociales, la clave está en la interpretación, o en la interpretación de la interpretación, si nos inspiramos en Edgar Morin. Pues nuestro sujeto de estudio, que ni es nuestro ni es sujeto, crea e interpreta su realidad, y nosotros/as mortales investigadores/as traducimos, conquistamos o interpretamos, según varios autores apuntan como resumen del ejercicio de investigar.

En el caso que nos ocupa, la identidad, además de inventada, imaginaria, narrada, construida, interpretada o parte de la percepción, es una identidad cantada. Y ya sabemos que la música nos acompaña de la cuna a la sepultura, traspasa el cuerpo y la mente, transita las emociones y llega al alma; es vibración y regocijo, arte y recreación, una caricia al corazón o grito de desesperación.

Como se dijo, la identidad eres tú, lo que nos dicen y creemos que somos, lo que queremos y logramos supuestamente ser, lo que tenemos que ser, lo que queremos que los otros crean que somos, lo que los otros creen que somos, etcétera. Así, el etnorock es vehículo de identidad, entre otras cosas. Una revitalización de lo ancestral en lo actual o una moda pasajera de recreación del pasado, un juntar tiempos y espacios, entrelazar idiomas y ritmos, una comunión de repertorios que animan el gusto de una ciudad cosmopolita y tradicional a la vez, como es el caso de San Cristóbal de las Casas, en la cual la efervescencia musical internacional está al orden del día, así como la recreación tradicional pervive resistente e indómita. También llega a la montaña de Guerrero, a la región totonaca veracruzana, y a los alrededores de la capital cultural chiapaneca.

El primer estudio de esta obra: “El rock indígena en Chiapas: estrategias de reconocimiento y de consumo cultural”, de Martín de la Cruz y Efraín Ascencio, resume las características de esta práctica musical: “[...] evocaciones de su diferencia como jóvenes, imaginarios de sus experiencias amorosas, valoraciones de su pertenencia étnica, de su lengua, del cuidado ambiental, del respeto a la naturaleza y de seres sagrados, y alabanza evangélica” (29). Todo esto da lugar a la música que la obra presenta y analiza. Y añade un poco más adelante: “Con esta nueva música, también nombrada rock indígena; aquella que antes estuvo reservada sólo para el ámbito ceremonial sagrado ahora se pone en escena como un espectáculo fuera del contexto ritual” (29). Este artículo presenta y explica lo relacionado con el rock en Chiapas, en concreto de San Cristóbal de las Casas, ciudad fructífera n los últimos años, artística y culturalmente hablando. Un texto que se lee con agrado, un artículo libre, cuyos autores se percibe que están a gusto con el tema, poseen conocimiento profundo sobre este, flexibilidad experiencial y un ojo amplio y agudo. Diversas fuentes inspiran el trabajo, miradas cruzadas de métodos y disciplinas, que entre otras cosas apuntan la cultura y la identidad como fenómenos móviles y dinámicos, raíces y pertenencias étnicas y caminos de cambios y transformación, reinvenciones, búsquedas o refuncionalizaciones y resistencias, cosmovisiones, con todo lo positivo y también seguramente lo negativo que entrañan. Pero visto lo anterior desde las nuevas generaciones, su mirada y libertad, su autopercepción individual y creatividad cultural que “permiten la producción de saberes, emociones, valores, cosmovisiones y aspiraciones” (33). Todo ello puesto con antecedentes históricos y en contexto social, retomando testimonios de los protagonistas, letras de canciones, textos en Internet, presencia en conciertos. Finalmente afirman:

El llamado etnorock es resultado entonces de la creatividad y la conluencia de diversos actores sociales: jóvenes, rockeros, el zapatismo, las políticas culturales, organizaciones no gubernamentales, etcétera. Surge en un contexto de relaciones interculturales y como una estrategia de reivindicación indígena que busca organizar la diferencia cultural en términos musicales: “conservemos nuestra madre tierra, nuestro idioma, el tsotsil, nuestra cosmovisión maya, la naturaleza toda”, son las evocaciones reiteradas de sus canciones. ¿Estamos asistiendo, con el etnorock, a un develamiento de los discursos ocultos de lo comunitario, de lo indígena y de la sociedad que oprime y aprisiona lo joven? ¿El rock indígena es una formulación fresca ante el “poder” o ante los poderes asertivos de la sociedad a la que pertenecen? (41).

Lo que parece cierto es que reelaboran miradas, recrean y trasgreden identidades, atraviesan fronteras musicales y locales, étnicas y culturales, nos acercan a la cocreación del mundo y de la vida.

El artículo de Ariel García Martínez es sobre “Rock y juventudes indígenas en el Totonacapan”, el consumo del rock en las nuevas juventudes indígenas rurales y urbanas de esta región veracruzana, la globalización, la apropiación de géneros musicales contemporáneos desde lo local y lo étnico, relacionado con los procesos migratorios, los medios, las nuevas tecnologías, la educación.

Juan Pablo Zebadúa Carbonell presenta “Estilos juveniles e identidades en la región del Totonacapan: rockeros, consumidores y transculturados”, que se enfoca en la transculturización identitaria, la revalorización étnica a través de estilos y tendencias juveniles que pasan por el consumo de la música rock. Afirma que el indígena se movió de lugar y hoy se

[...] hace necesario cambiar los horizontes de análisis y abrir el espacio conceptual para dar cuenta de los nuevos procesos culturales que acontecen ante nosotros. Se debe dejar de lado la visión donde las otredades étnicas folklorizantes eran perennes e inalterables, para transitar hacia procesos más amplios y, en el caso de los jóvenes indígenas, con una vigorosa apuesta a su presencia cada vez más protagónica (75).

Jaime García Leyva, con “Jóvenes indígenas, identidad y rock en la montaña de Guerrero”, realiza un análisis sociohistórico del rock en esta región, con la nueva emergencia de rockeros indígenas. Se centra en la apropiación musical juvenil, la difusión y construcción de nuevas propuestas. Señala “la adopción del rock como un medio de desahogo o de denuncia de la realidad regional” (83). Alude a nuevas identidades juveniles, migración, radios, bandas, siendo el rock para los jóvenes indígenas o mestizos, “vehículo de identidad, de desahogo y de protesta ante las injusticias, y también para marcar un punto de ruptura con sus familias y la comunidad; o se desapegan o fortalecen vínculos” (92).

Juris Tipa escribe “Rock en tu idioma, rock en mi idioma: etnicidad y geografías culturales en el consumo de rock tsotsil”, centrado en un estudio sobre uso y percepción de esta música en la Universidad Intercultural de Chiapas. Autorreflexión y autonarración de quiénes somos y cómo nos sentimos, la música tiene que ver con geografías culturales, concluye.

Otro texto, el de Edgard Joaquín Ruíz Garza, titulado “Los orígenes de Vayijel: un paraje en los senderos del rock”, se centra en la historia de esta agrupación, poniendo en relación procesos macro y microsociales a modo de cartografía cultural del rock indígena. Rock en tostsil como resistencia cultural popular, resignificación de elementos tradicionales a modo de “el camino intermedio entre la subjetividad subalterna militante y la tradición selectiva legitimadora de la élite comunitaria” (116). No se trata de perversión de costumbres ancestrales, tampoco de un símbolo de apertura identitaria, entrecruzamiento cultural y liberación.

“¿Etnorock cristiano? Jóvenes músicos indígenas cristianos en la periferia de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas”, de Alan Llanos Velázquez, expone cómo jóvenes indígenas de esta ciudad cantan rock como parte del culto evangélico, “hacer llegar las buenas nuevas del evangelio” (137) a la comunidad.

Identidades juveniles, indígenas y rockeras desilan a lo largo de las páginas de Etnorock: los rostros de una música global en el sur de México, que nos actualiza sobre gustos, estilos y consumo cultural, identidad flexible, adaptable o líquida, cómo cambia y cómo también, en parte, permanece. No es algo esencial, tampoco una supervivencia cultural; quizás, una suerte de tránsito necesario por nuestro estado de conciencia actual, donde precisamos la muletilla material del apego y el pertenecer, pero aquí, lejos de ser corsé o esclavitud, se entrecruza con dinámicas de cambio y resistencia, de elección y decisión, de autorrealización y compromiso. Identidades, como dice Bauman, no talladas en la roca, sino negociables y renovables, flexibles y cambiantes.

Este texto colectivo, editado por el Cesmeca y Juan Pablo Editores, ve la luz toda vez que alumbra realidades, sueños y percepciones, narrativas y ritmos, mensajes y discursos; se trata de un estilo musical con sus raíces y prospectivas, entretejiendo mundos, o mejor, tiempos, pasados y futuros, en el “presente”, que como el fondo de la palabra indica, se trata de un “regalo”. Y esto es este libro: un regalo para leer, pensar, reflexionar, emocionarse, desidentificarse o identificarse, porque, como ya se dijo, la identidad es lo que quieras tú que sea.

Referencias bibliográficas

  1. LÓPEZ, Martín de la Cruz, et al., 2014, Etnorock. Los rostros de una música global en el sur de México, México D.F, Juan Pablo.


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