Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Jim Cohen*
Traducción del inglés: Diógenes Carvajal**
* Profesor de Ciencia Política en la Universidad de París VIII. Autor del libro Spanglish America: les enjeux de la “latinisation” des Etats-Unis, París, 2004. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
** Psicólogo. Investigador, Universidad de Los Andes.
Hasta hace muy poco el debate público sobre la “poscolonialidad” o la “condición poscolonial” no existía en Francia. Los “estudios poscoloniales” –un asunto algo diferente y más académico– no eran totalmente desconocidos, pero su existencia era aparente sólo para un puñado de intelectuales franceses más cosmopolitas, en particular aquellos que tienen el privilegio de hacer investigación en la esfera interdisciplinaria de la Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales (París).
Las cosas empezaron a cambiar de manera decisiva en el periodo 2004-2005. Varios desarrollos en los dominios social, político e intelectual han contribuido a la rápida cristalización de un debate francés sobre la condición “poscolonial”. Los “estudios poscoloniales” británicos, indios y estadounidenses per se sólo han tenido un papel menor en esta prise de conscience. Los motores reales de cambio son las dinámicas políticas del problema de la discriminación etnorracial, tal como se ha desarrollado en Francia, empezando por sus efectos negativos en las oportunidades de vida de hijos de inmigrantes de las antiguas colonias francesas, en particular aquellas del Norte de África (Argelia, Marruecos), África del Este (Malí, Senegal), pero también del Océano Índico (la isla de La Reunión y las Islas Comoro) y el Caribe (Martinica, Guadalupe).
La apertura –y posterior radicalización– del debate sobre la discriminación étnica y racial en Francia y la inclusión de las luchas contra la discriminación en la agenda política pública constituyen, en conjunto, la más potente explicación del surgimiento de un debate “poscolonial” en Francia. La discriminación etnorracial ha sido un asunto ampliamente ignorado en Francia hasta antes de mediados del decenio de 1990. Primero fue oficialmente reconocido por el Partido Socialista liderado por Lionel Jospin (1997-2002), como un problema con implicaciones para la política. Desde entonces se ha convertido en un ítem importante en la agenda política y un tema frecuente de debate público. Sociólogos, filósofos, científicos políticos y juristas, todos se han involucrado en un rico debate sobre las raíces sociohistóricas de la discriminación, cómo remediarla y cuáles deben ser los principios básicos de dicho remedio.
Sin embargo, los esfuerzos oficiales para luchar contra la discriminación se han enfrentado a, por lo menos, dos obstáculos grandes. Primero, una persistente falta de voluntad de parte de muchos actores sociales, incluyendo algunos actores oficiales, en reconocer el problema, y la correspondiente tendencia a ocultarlo invocando la retórica igualitaria abstracta del “modelo republicano de integración”, según el cual un ciudadano francés es un ciudadano a secas, y, por lo tanto, las distinciones de color o etnicidad no cuentan. Segundo, la imposibilidad que hay en Francia de tomar medidas antidiscriminatorias del tipo “acción afirmativa”, ya que el modelo de normatividad republicana francés no sólo es un discurso sino que también implica un conjunto preciso de normas y prácticas que limitan estrictamente los recursos para recoger información sobre lo etnorracial y de ahí, –aunque hay mucho debate sobre este punto– prevenir el desarrollo del tipo de herramientas estadísticas necesarias para medir y monitorear por completo el problema de la discriminación.
Bajo estas circunstancias, las medidas tomadas para luchar contra la discriminación, a la vez que han obtenido cierto respaldo del Estado, así como de asociaciones antirracistas e incluso de algunos empresarios importantes, han sido más bien mínimas en sus efectos dadas las dimensiones del problema. Es cierto que una clase media y un puñado de elites están empezando a emerger de la población “poscolonial” de segunda generación, pero su visibilidad social es tan baja (excepto en programas de entretenimiento y deportes) y su influencia política y económica es tan pequeña que los intelectuales críticos en sus estatus sociales, y los intelectuales franceses en general, sólo pueden preguntarse por qué Francia es tan lenta en darle lugar a sus ciudadanos descendientes directos de la inmigración reciente –ahora más y más referidos como inmigración “poscolonial”–. Aunque el problema no se teoriza con frecuencia al nivel de la política pública, aquellos que lo estudian reconocen, de una u otra manera, un complejo o síndrome particular que hace difícil para la sociedad francesa, como un todo, incorporar por completo a los descendientes de sus antiguos territorios coloniales.
Sin embargo, un pequeño grupo de intelectuales de izquierda, descendientes de inmigrantes del Norte y Este de África, han empezado a asumir una “identidad” pública nueva, la del “sujeto poscolonial”, al conformar una organización conocida como Le Mouvement des Indigènes1. El término indigène se usa de forma irónica para referirse a estatus sociales y legales subordinados que el imperio colonial francés en Argelia reservó para la mayoría musulmana. Al asumir esta identidad estigmatizada y al convertir el estigma en una etiqueta de orgullo, el Mouvement des Indegènes tiene la esperanza de apoyar ampliamente medidas más vigorosas para luchar contra lo que llaman “colonialismo poscolonial”, por lo que entienden un conjunto particular de prácticas discriminatorias que continúan afectando a los descendientes del imperio francés después del final del colonialismo formal: no sólo discriminación en el lugar de trabajo, sino también una amplia gama de discursos y percepciones que continúan violentando la “mirada colonial” y contribuyen a cierta subalternización de los sujetos “poscoloniales”. Como podía esperarse, la reacción política y de los medios a esta iniciativa ha sido extremadamente crítica a los Indigènes, debido a su insolente reto a la ortodoxia del igualitarismo abstracto republicano. Algunos los acusan de asumir el estatus de víctimas eternas o incluso de “racistas en reversa” –cargos que ellos niegan vigorosamente porque insisten en un objetivo de igualdad y rechazan ser vistos como obsesivos por la diferencia–.
Independientemente de esta iniciativa política particular que, debe ser dicho, no ha tenido gran éxito (los Indigènes han estado plagados de rompimientos internos y han quedado reducidos, a pesar de sus ambiciones, de un movimiento de masas a un grupo pequeño de intelectuales), otros factores han contribuido recientemente al surgimiento de un debate poscolonial en Francia. Entre estos está una serie emergente de luchas alrededor del problema de la memoria histórica. Varios grupos –descendientes de esclavos, pero también descendientes de víctimas de otras formas de violencia colonial– han luchado por la recuperación de la memoria de la opresión colonial y han llevado su atención hacia obtener un estado oficial de reconocimiento de lo que, hasta ahora, ha sido ampliamente negado o “barrido debajo de la alfombra”.
En este clima político e intelectual, ciertos sectores de la izquierda intelectual han empezado a interesarse por el asunto de la “herencia poscolonial” y sus efectos actuales. La publicación en el 2005 del libro colectivo La fracture coloniale, editado por Pascal Blanchard, Nicolás Bancel y Sandrine Lemaire, marcó un giro importante (aunque estos autores ya habían publicado diversos trabajos previos en esta vía); claramente la mayoría de los intelectuales antirracistas toman muy en serio la pregunta sobre el modo en el que las relaciones sociales coloniales afectan hoy en día las relaciones sociales. En meses recientes una serie de revistas intelectuales francesas (Hérodote, ContreTemps, Esprit, Labyrinthe) han dedicado dossiers al tema “poscolonial”, que ha empezado a ser menos exótico y (ligeramente) más familiar en la esfera pública, aunque ciertos guardianes clave como los críticos literarios de Le Monde desdeñan el tema y le buscan límites a su influencia.
Para aquellos que siguen la perspectiva de la “colonialidad del poder”, estos desarrollos en Francia tienen un interés intrínseco. Sin embargo, las herramientas teóricas usadas para aprehender la situación poscolonial en Francia son más bien diferentes de las referidas por Aníbal Quijano, Fernando Coronil, Edgardo Lander, Walter Mignolo, Santiago Castro-Gómez, Ramón Grosfoguel y otros. No parece que muchos investigadores en la Francia actual estén interesados en explorar por completo los antecedentes sociohistóricos y sistémicos del racismo y la subordinación de grupos inmigrantes y racializados. La producción intelectual en Francia que involucra el tema “poscolonial” se ha vuelto abundante, pero no mucha de ella toma las preguntas macrohistóricas que son parte de los antecedentes históricos asumidos por los miembros del grupo de la modernidad/ colonialidad. Existe una genuina industria nueva de exploraciones historiográficas de las posibles formas de continuidad en la sociedad metropolitana entre la era colonial y la era “poscolonial” y un cuerpo creciente de trabajo crítico sobre lo que Achille Mbembe (2000) llama la poscolonie. El tema de la “raza”, por largo tiempo más bien marginal en las ciencias sociales en Francia, está regresando de una forma más grande y algunas veces combinado de manera creativa con análisis de clase y género2. Es cierto que en general estos intercambios recientes han estimulado a la sociedad francesa a renovar la imagen que tiene de sí misma. Sin embargo, las preocupaciones de la mayoría de las personas involucradas en esta nueva vena de estudio y crítica poscolonial se centran en Francia y “sus” sujetos poscoloniales y tiene poco que ver con la generalización del caso francés a una escala mundial-sistémica. Esto no debe ser entendido como si el pensamiento crítico francés fuese un todo que permanece cerrado en sí mismo; Francia, después de todo, es uno de los lugares de nacimiento del movimiento alternativo de globalización y del Foro Social Mundial.
La perspectiva de la “colonialidad del poder” no es completamente desconocida en Francia. Una versión inicial del pensamiento de Aníbal Quijano fue publicada en Francia en 1994 en un volumen colectivo sobre América Latina, pero no dejó ninguna marca particular en ese tiempo y los términos del análisis fueron muy poco familiares para los lectores. Hay evidencia de que algunos investigadores de la Ecole des Hautes Etudes como Serge Gruzinski, especialista en mestizaje cultural en México, están concientes de la perspectiva de la colonialidad pero no han encontrado la forma de promoverla o usarla en sus análisis.
Un posible punto de giro ocurrió con la publicación del número de verano de 2006 de Multitudes, una revista que puede ser clasificada esquemáticamente como de izquierda, posmoderna y “negrista” (referida a Antonio Negri). Los editores escogieron para publicar, en un dossier importante sobre “lo poscolonial y la política de la historia”, un artículo de Santiago Castro- Gómez, “El capítulo faltante de Imperio: la reorganización posmoderna de la colonialidad en el capitalismo posfordista” y otro de Ramón Grosfoguel, “Las implicaciones de las alteridades epistémicas en la redefinición del capitalismo global: transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global”3. Significativamente, en la traducción francesa, en el título de Castro-Gómez, la palabra “colonilidad” fue traducida como “colonización”, una clara indicación de que el vocablo colonialidad y el análisis detrás de él todavía son asuntos más bien foráneos para los editores de Multitudes. En la introducción del número, los editores Yann Moulier-Boutang y Jérôme Vidal revelan que la intención al publicar estos dos artículos fue provocar el debate con Toni Negri y Michael Hardt sobre la cuestión de la colonialidad global, cuya importancia (como lo muestra Castro- Gómez) es ignorada o, peor aún, negada explícitamente por los dos autores de Empire. Grosfoguel enfatiza en las múltiples fuentes de críticas contemporáneas de la colonialidad global, como opuesta a la perspectiva epistemológica universalista del pensamiento eurocéntrico. Este debate macrohistórico emergente es de la más alta importancia teórica y política y será muy interesante ver qué le replican Hardt y Negri a Castro-Gómez y Grosfoguel en un número posterior de Multitudes. ¿Ayudará este intercambio a estimular una aproximación más sistémica y macrohistórica a la pregunta de la dominación colonial y las dinámicas de descolonización actuales? No se debe excluir totalmente. Otra posible fuente de inspiración para una convergencia entre los debates “poscoloniales” franceses actuales y las preocupaciones más mundiales-históricas podría ser el trabajo de Etienne Balibar (1997), cuyos importantes diálogos con Wallerstein sobre raza, nación y clase han sido reeditados en un libro clásico que ha circulado ampliamente4. Por último, en un futuro número de la revista crítica de izquierda Mouvements, Aníbal Quijano ha sido invitado para mostrar el significado global de la perspectiva de la colonialidad del poder, que puede, por el momento, sufrir todavía la desventaja de aparecer como una perspectiva “latinoamericana” o “regional” más que una global o macrohistórica. El debate francés ha tomado vida propia, pero esto no necesariamente lo prevendrá de unirse a debates más amplios. Esta historia será tomada nuevamente en una fecha posterior, cuando haya más qué decir.
1 El cibersitio de la organización es <http://www.indigenes-republique.org>
2 Ver el trabajo colectivo reciente De la question sociale à la question raciale? Représenter la société française (2006). Ver también Elsa Dorlin (2006) y el dossier “Le racisme après les races”, en: Actuel Marx.
3 Ambos trabajos fueron presentados en la conferencia “¿Uno solo o varios mundos posibles?” organizado por el Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos de la Universidad Central, IESCO-UC (Bogotá, Colombia) en junio del 2005.
4 Etienne Balibar et Immanuel Wallerstein, Race, classe, nation, les identités ambiguës, La Découverte, 1988, 1997.
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