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Walter Mignolo: una vida dedicada al proyecto decolonial

Walter Mignolo: uma vida dedicada ao projeto decolonial

Walter Mignolo: a life dedicated to the decolonial project

Nelson Maldonado-Torres*


* Doctor en filosofía de la Universidad de Brown. Profesor asociado del Departamento de Estudios Étnicos de la Universidad de California - Berkeley. Su libro Against War: Views from the Underside of Modernity será publicado muy pronto por Duke University Press. Email: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

El filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres conduce en estas páginas una conversación con el pensador y teórico Walter Mignolo, considerado uno de los padres de la llamada red modernidad/colonialidad. A lo largo de esta entrevista, el autor indaga por la trayectoria académica de Mignolo, sus experiencias vitales tanto en Argentina, Europa y los Estados Unidos, así como por sus vínculos con el proyecto modernidad/colonialidad.

Palabras clave: poscolonialismo, decolonialidad, modernidad/colonialidad.

Resumo

O filósofo porto-riquenho Nelson Maldonado-Torres conduz nestas páginas uma conversa com o pensador e teórico Walter Mignolo, considerado um dos pais da chamada rede modernidade/colonialidade. No transcurso desta entrevista, o autor indaga sobre a trajetória acadêmica de Mignolo, suas experiências vitais tanto na Argentina, na Europa e nos Estados Unidos, assim como também por seus vínculos com o projeto modernidade/colonialidade.

Palavras-chaves: pós-colonialismo, descolonialidade, modernidade/colonialidade.

Abstract

The Puerto Rican philosopher Nelson Maldonado-Torres directs in these pages a conversation with the thinker and theorist Walter Mignolo, considered one of the fathers of the so-called modernity/coloniality network. Along this interview the author inquires for Mignolo’s academic trajectory, his life experiences in Argentina, Europe and the United States, as well as for his bonds with the modernity/coloniality project.

Keywords: post-colonialism, de-coloniality, modernity/coloniality.


Desde hace varios años, el teórico argentino Walter Mignolo ha sido reconocido como uno de los primeros pensadores latinoamericanos que asumió creativamente los debates académicos en torno a la “condición poscolonial”. Su libro de 1995, The Darker Side of the Renaissance, gozó de amplia discusión tanto en los Estados Unidos como en América Latina y es tenido ya como un verdadero “clásico” de los estudios poscoloniales latinoamericanos. Hoy en día, Walter Mignolo, junto con Aníbal Quijano y Enrique Dussel, es conocido como una de las figuras “paternas” de la llamada red modernidad/colonialidad, cuyas publicaciones e intervenciones han gozado de extensa recepción en varios sectores de la academia latinoamericana.

Nelson Maldonado-Torres: Walter, cuéntanos primero en qué tipo de entorno familiar, cultural o educativo creciste en la Argentina y de qué modo influenció tus posteriores inclinaciones profesionales.

Walter Mignolo: Nací y me crié en el campo, en la pampa gringa chica (sudeste de la provincia de Córdoba), que está más o menos en el centro del país, entre Buenos Aires y la ciudad de Córdoba, y limita con la provincia de Santa Fe. Una zona donde llegó una gran parte de la inmigración italiana a partir de fines del siglo XIX. Corral de Bustos, que ves en el mapa entre Marcos Juárez al norte y La Carlota al sur, está entre el antiguo camino real (de Buenos Aires a Lima) y el camino de frontera (de Buenos Aires a Río Cuarto, a la izquierda en el mapa), territorio de los indios Ranqueles, donde llegó Lucio V. Mansilla en una de las campañas de mediados del siglo XIX destinadas a limpiar las pampas de indios para producir cereales y carnes para el mercado internacional (Inglaterra y Estados Unidos, principalmente). Nací y me crié en el campo y mi padre, que era jornalero, decidió mudar a Corral de Bustos para que yo pudiera ir a la escuela. Pues, ese es un momento importante de mi vida y formación. Hice la escuela primara y secundaria en Corral de Bustos.

Familias grandes. Tanto mi padre como mi madre eran unos de los hijos e hijas de familias de 10 hijos/as cada una. De modo que me crié en un ambiente campesino y pueblero; familiar y cariñoso; rodeado de abuelos y abuelas, tíos y tías, primos y primas. Mis abuelos y abuelas eran todos italianos. De modo que yo soy “pura sangre”, nada de mestizaje e hibridación. A nivel biológico, claro. A nivel cultural, los descendientes de europeos en América estamos mezclados de alguna manera, nos habita y habitamos un tipo particular de doble conciencia, lo admitamos o no. Somos casi europeos en un ámbito de indígenas y mestizos/ as (uno de los sentidos que tiene la palabra “criollo” y “criolla” en Argentina) que habitan el “interior” (es decir, no en Buenos Aires), y de afrodescendientes no visibles en la Argentina “moderna” (construida a partir de 1860), pero de una presencia fuerte antes de esa fecha, y muy visible durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.

Del ambiente de Corral de Bustos, donde viví desde los 7 hasta los 19 años, quizás hasta los 20 (debido a que en segundo año de secundaria abandoné los estudios y después de dos años decidí terminar la secundaria como estudiante “libre”), quedaron firmes en la memoria algunos hitos. El “sentir” la diferencia –de manera borrosa en la razón pero clara en el corazón– de ser hijo de italianos y campesinos en un pueblo donde mis amigos eran hijos/as de doctores, abogados, notarios públicos. Ese “sentimiento” volvió de alguna manera cuando me fui a París a estudiar semiótica. La diferencia se daba en un sentido de no pertenencia, aunque había leído ya en Argentina, en la universidad de Córdoba, a Levi-Strauss, Barthes, Foucault, Derrida, Greimas, Genette, etc., y en fin, el estructuralismo y post-estructuralismo que estaba en debate. Cuando llegué a los Estados Unidos el fantasma de la diferencia volvió a aparecer en otro ámbito de no-pertenencia. El “descubrimiento” de lo que a mediados del setenta se conocía como “chicanos” me hizo descubrir lo que significaba ser ítalo-argentino.

Quizá por ese sentimiento de la diferencia (eso lo pensé mucho más tarde, claro), se dio el segundo hito: mis lecturas apasionadas, en Corral de Bustos, de Camus y Kafka. En esos momentos no podía entender que la diferencia habitaba, y ellos la habitaban, la obra de Camus y Kafka. Pero intuyo que el impacto que ambos tuvieron en mi formación, que fue grande, se debe en gran parte a la diferencia que nos habita. Claro, en ese momento no estaba en condiciones ni de entender la diferencia, ni de lo que significaba ser judío en Praga, un pienoire en París, o chicano/a en Estados Unidos; ni tampoco relacionar todo eso con mi biografía de ítalo-argentino, también del campo.

La lectura de El mito de Sísifo me enganchó con la filosofía. Por eso terminé el bachillerato como estudiante libre, y me fui a la ciudad de Córdoba a estudiar filosofía.

NMT: Después de terminar la universidad en Argentina, viajaste a Francia para continuar con tus estudios de posgrado. ¿Qué te motivó para hacer tal elección? ¿Qué profesores tuviste en Francia y cómo era el ambiente académico francés en el campo de las ciencias humanas? Cómo se posicionó la semiología frente a las propuestas teóricas de personajes como Foucault, Deleuze, Guattari, Derrida, etc.?

WM: En 1968 competí por una beca que ofrecía la universidad para estudios en el extranjero. La gané y allí llegué, a la Ecole des Hautes Etudes. La motivación era clara: entre las actividades que mencioné, estaban también las lecturas del estructuralismo y postestructuralismo francés. Había un marcado comercio de gentes y de libros entre Francia y Argentina. De modo que leíamos en francés a Levi-Strauss (en los seminarios de antropología antes mencionado); Barthes (en los seminarios de literatura con Jitrik), Foucault y Derrida por nuestra propia cuenta y los psicoanalistas (como Marcelo Pasternak y Néstor Braustein, principalmente). Eliseo Verón, en Buenos Aires, había iniciado otra vía de la semiología, una semiología social, análisis de publicidad, de discursos políticos, etc., pero muy conectado con París. En fin, todos los caminos conducían a París.

En París ingresé a la Escuela de Altos Estudios, la sección VI, creo que era, de Lingüística y Semiología. Mis mentores eran Roland Barthes (a quien escribí desde Argentina preguntando si me aceptaría en su seminario) y Gérard Genette, que en ese momento era maitre assistant de Barthes. El sistema de postgrado en la Ecole era muy abierto. Tomé las clases de Barthes y Genette, obligatorias aunque no bajo presión, y asistía a las de Algirdas Greimas, puesto que estaba muy metido en el estructuralismo. También a las de Oswald Ducrot, que hacía una especie de pragmática del discurso, ligado también a la filosofía de la mente y la pragmática, que en Inglaterra en esos momentos capitaneaba J.L. Austin con su influyente Cuando decir es hacer. Y de vez en cuando asistía a los cursos de Edgar Morin y Louis Marin, y un par de veces a los de Christian Metz, que hacía semiótica del cine. Pero en París me fui alejando de las actividades relacionadas con el cine. ¡Sólo me dedicaba a ver películas!

Uno de los debates en el ámbito en el que yo me movía era entre Tel Quel y el seminario de Greimas. Y Barthes, por cierto, estaba del lado de Tel Quel (donde estaban también Philip Soller y Julia Kristeva). A Foucault lo seguí leyendo porque ya me había interesado en sus trabajos en Argentina. También a Derrida. Pero no había muchos cruces, excepto que Derrida estaba también ligado al grupo de Tel Quel. Deleuze y Guattari aparentemente no eran tópico en los círculos en los que yo me movía porque recién leí el Antiedipo en 1973. Lo recuerdo porque fue mi primer regreso a Argentina y lo leí en los diez días de crucero en barco, desde Lisboa a Buenos Aires.

En lo personal, comencé a “desviarme”. A través del seminario de Ducrot me interesé en Austin y en Chomsky, no tanto el lingüista como el epistemólogo. Un artículo de Chomsky sobre la epistemología y la lingüística, no recuerdo bien el título, fue un impacto. Ese artículo fue un punto de referencia para Teun van Dijk, en Amsterdam, y Siegfried Schmitt en Belifield, que trabajaban teoría del discurso y epistemología, enganchados con la epistemología de las ciencias duras (Feyereband, Sneed). Schmitt se interesaba en las investigaciones de Humberto Maturana y Francisco Varela, El árbol del conocimiento, pero también varios artículos sobre neurobiología y cognición, se entrelazaban en sus reflexiones meta-teóricas. El concepto de auto-poiesis era fundamental para Schmitt. Lo fue también para mí en la introducción a The Darker Side of the Renaissance, explícito en la introducción, pero que subyace al argumento. Por ahí me metí y seguí esa línea, mezclada con otras, al menos hasta principios de 1980. Me vinculé con Janos Pettofi que en esos momentos tenía varias actividades, como seminarios en Urbino y edición de libros además de su propia producción sobre teoría del discurso. En este campo, sí había tensiones entre van Dijk y Schmitt, por un lado, y las escuelas de París, por otro. Los dos primeros creían en la ciencia y en la filosofía de la ciencia y veían a los parisinos como “metafísicos”. Los parisinos no comulgaban mucho con la filosofía de la ciencia en el ámbito anglosajón.

La semiología estaba fundada sobre una presunción fuerte de universalidad lógica. De modo que la de-construcción, la arqueología del saber, la machine désirante, etc., estaban fuera del proyecto de la ciencia que era el ancla para las orientaciones lingüísticas, discursivas y semióticas. Schmitt estaba empeñado en fundar una ciencia de la literatura, en la tradición alemana, renovada por la filosofía de la ciencia. Esta tensión se comprobó en el cambio que dio Roland Barthes cuando después de escribir la semiología del relato y el libro sobre la moda, pasó a S/Z. Es decir, pasó al ámbito de la reflexión hermenéutica más que epistemológica (en el sentido de filosofía de la ciencia). A mí me llegó ese momento a principios o mediados de los ochenta.

NMT: Tus primeros trabajos se orientaron hacia los estudios coloniales latinoamericanos. ¿Podrías hablarnos de esos trabajos? ¿Cómo los valoras hoy? Luego te moviste hacia el campo de los estudios poscoloniales. ¿Qué motivó este cambio de dirección?

WM: No, verdad que no. Los estudios coloniales –como les llamas– fueron mi segunda encarnación. Mi primer artículo, publicado 1971 en Caravelle, una revista de humanidades de la universidad de Toulouse, fue co-escrito con Jorge Aguilar Mora. El título era “Borges, el libro y la escritura”, un artículo de factura derrideana, haciéndonos eco de De la grammatologie. Mi segundo artículo, de 1972, fue publicado en Nueva Revista de Filología Hispánica, del Colegio de México. El título era “La dispersión de la palabra. Los Heraldos Negros de César Vallejo”, un análisis estructural y una reflexión cuasi-derrideana. Hasta principios de los ochenta publiqué varios artículos que oscilaban entre la literatura, el estructuralismo, la gramática generativa y la filosofía del lenguaje. Por ejemplo, “Emergencia, espacios, mundos posibles. Las propuestas epistemológicas de Jorge Luis Borges”. En fin, varios de estos artículos salieron recogidos en un libro, Textos, modelos y metáforas, publicado en 1986 por la Universidad Veracruzana, en Jalapa, México. Paralelo a estas investigaciones, hacía otras relacionadas con el análisis del discurso y sobre las relaciones entre ficción y literatura. Sobre lo primero hay unos cuatro artículos en inglés publicados en libros editados por Ladislav Matejka, Janos Petoffi, Anderson y Merrell. Publiqué también artículos en castellano, y todo eso fue a parar en un libro publicado por la UNAM, en 1984: Teoría del texto e interpretación de textos, donde la reflexión hermenéutica y epistemológica dialogan. Me ocupo del realismo mágico y de la literatura fantástica, de las condiciones de la ficción literaria, en fin, y hago un análisis largo y pormenorizado de Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos. A finales de los ochenta esta etapa llegaba a su fin y comenzaba, ahora sí, mi encarnación “colonial”. En el medio de todo esto apareció mi primer libro, Elementos para una teoría del texto literario, publicado por editorial Crítica, en Barcelona. Este fue un libro basado sobre la tesis doctoral en l’Ecole des Hautes Etudies, pero muy cambiada.

En 1981 y 1982 salieron dos artículos, largos también. El segundo una monografía que, por un lado, fue el comienzo de lo que luego sería The Darker Side of the Renaissance y, por otro, marcó un hito en los estudios coloniales, junto con la intervención de Rolena Adorno y sus trabajos seminales sobre Waman Poma de Ayala. Estos dos artículos fueron “El metatexto historiográfico y la historiografía indiana”, publicado en Modern Languages Notes, en John Hopkins University; y “Cartas, crónicas y relaciones del Descubrimiento y la Conquista”, una colección de trabajos publicados por Editorial Cátedra, en Madrid, en 1982. En fin, estos dos trabajos fueron el inicio de mi dedicación a la historiografía renacentista y la historiografía de Indias, que se mezclaron con cuestiones lingüísticas y cartográficas.

NMT: Háblanos un poco de tu experiencia universitaria en los Estados Unidos. Primero estuviste en Indiana, luego en Duke. ¿Qué posiciones ocupaste en estas instituciones? ¿El hecho de haber realizado tu carrera académica en los Estados Unidos y no en Latinoamérica ha favorecido tus proyectos intelectuales?

WM: Comencé en la Universidad de Indiana, en 1973. Estaba en Francia, cuando Heitor Martins me invitó a dar cursos de semiótica y teoría literaria. Estuve un año y medio en Indiana y me fui a Michigan, la Universidad de Michigan en Ann Arbor, en setiembre de 1974. Ahí estuve hasta 1992. Comencé en Indiana y Michigan como profesor visitante. En Michigan hice todo el escalafón: de profesor visitante a asistente, de asistente a asociado y luego a profesor de tiempo completo. A Duke llegué en enero de 1993, en el programa de literatura y en el Departamento de Estudios Romances y al poco tiempo fui designado como Decano (Chair) del Departamento. Hacia el final de ese período me nombraron catedrático “William H. Wannamaker”. Después de terminar la decanatura tome un año de sabático, y comencé a trabajar con el Center for Global Studies and the Humanities, un instituto modesto asociado al John Hope Franklin Center for Interdisciplinary and Internacional Studies de la Universidad de Duke.

En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, es una de “El jardín de senderos que se bifurcan”. En primer lugar, mis proyectos intelectuales no preceden sino que son parte del proceso de comenzar en Argentina, viajar a Francia y luego a Estados Unidos. Hay una línea que conecta la experiencia en estos tres lugares y de la que fui consciente apenas en Estados Unidos cuando “descubrí” lo que significaba ser chicano/a o latino/a. Ahí me di cuenta de que en Argentina era hijo de inmigrantes del interior del país y que nunca sentí que pertenecía al país. En Francia, uno era “sudaca” como decían en Madrid, o el ejemplo del dernier gadget d’outremer que consumía la intelectualidad francesa a través de las novelas del “boom”. Y en Estados Unidos descubrí que era latinoamericano y blanco, pero no tan blanco, y que también era “hispano”. Curioso que la categoría hispanic entra en el vocabulario estatal durante la administración de Nixon, esto es, por los años en que yo llegué a Estados Unidos (con lo cual no quiero decir que fue mi llegada la que alertó a la administración Nixon de que algo estaba pasando con esta gente que viene del Sur). Quizá si no hubiera hecho este recorrido, si me hubiera quedado en Argentina, tampoco hubiera re-conocido la experiencia de cierto malestar. O tal vez sí podría haberla descubierto, como lo hizo Rodolfo Kusch en Argentina misma, pero “descubriendo” la cultura, historia, conciencia y epistemología aymara y quechua. En fin, seguro que de haberme quedado no tendría los proyectos que hoy tengo, tendría otros. ¡Quién sabrá cual de los senderos que se bifurcan en el jardín hubiera sido llevado a recorrer!

NMT: Hoy en día se te conoce por ser un animador permanente de la red modernidad/colonialidad. ¿Cómo se formó esta red, cómo ves personalmente tu función en ella y la de otros miembros, cómo trazarías sus genealogías intelectuales, en qué proyectos colectivos han estado involucrados?

WM: Yo diría “uno” de los animadores de la red modernidad/colonialidad. Es cierto que le puse mucho cariño a la red porque es un proyecto que reúne afectividad y pensamiento, epistemología y política. Y lo mejor, como digo a menudo, es un proyecto que no tiene un director o coordinador general, que no tiene estatutos, que no tiene una oficina central, que no depende de la generosidad de los organismos internacionales (y en eso tiene libertad de pensamiento y acción). No obstante, cada uno de nosotros trabajamos en nuestras universidades y centros de investigación. Es así que la red o proyecto contribuye a cambios institucionales sin ser ella misma una institución. Pero en fin, por eso le puse, le pongo todavía, y le seguiré poniendo cariño. Mi papel fue importante a comienzos del 2000. Luego aparecieron otros animadores y animadoras, como Catherine Walsh en Ecuador, Ramón Grosfoguel en Berkeley y Edgardo Lander en Venezuela (muy metido también en el Foro Social Mundial). Santiago Castro-Gómez ha hecho lo suyo en Colombia, organizando conferencias, publicaciones, y estando a disposición del interés que en Colombia hay por el proyecto. Ramón Grosfoguel ha sido un animador internacional, organizando cosas en Berkeley, París, Madrid, Salvador de Bahía, estableciendo vínculos también en Colombia. Tú, Nelson, eres un animador importante del proyecto tanto en Berkeley, como en tu participación con la Asociación Caribeña de Filosofía. En Salvador de Bahía (Brasil) se están organizando cosas y ahora ha iniciado el proyecto de una academia latina de la ciencia, en Estados Unidos. Me doy cuenta de que en verdad es un proyecto y una red que se toca también con otros proyectos, no sólo proyectos latinos y afro-caribeños de filosofía, sino también con el proyecto afro-andino en Ecuador y con los intelectuales indígenas en Ecuador y Bolivia, principalmente.

NMT: Has publicado tres libros importantes: The Darker Side of the Renaissance (1995), Local Histories / Global Designs (2002) y The Idea of Latin America (2006). ¿Cómo estableces la conexión entre estos tres trabajos?

WM: Ah, bien interesante esta pregunta porque estoy revisando el manuscrito de un libro que saldrá pronto en Duke University Press titulado I Am Where I Think: Globalization, Epistemic Disobedience and the De-colonial Option. En el prefacio explico cómo este libro es el último de una trilogía no planeada. Trilogía con The Darker Side of the Renaissance y con Local Histories/ Global Designs. ¿Cuáles son las conexiones? En The Darker Side me ocupé de la colonización del imaginario, usando una expresión de Serge Gruzinski en el nivel del lenguaje, oral y escrito; de la memoria y de la historia y de la cartografía. Pero también me ocupé de las respuestas indígenas a las imposiciones hispánicas. Tú ves que la mayoría de los estudios sobre globalización, imperio o imperios, todos cuentan la mitad de la historia: la historia imperial. Es como que el espacio donde el imperio se expande no existiera, la tierra vacía de los primeros momentos de la Conquista y las mentes vacías de los que habitan las tierras vacías. De ahí que me hiciera falta un “método” y surgió la hermenéutica pluri-tópica, con ayuda de Edmundo Pannikar que se había encontrado ya con el mismo problema en India, en el estudio de las religiones. Ahora bien, ves como estos dos elementos se convierten en un cordón que se une a Local Histories/Global Designs. Por un lado, las tres esferas de la colonización que exploré en el primer libro (lenguaje, memoria y espacio), se expanden al conocimiento, a la epistemología como instrumento de colonización, o colonialidad del saber. Para ello me fue necesario trazar el mapa de la expansión colonial desde el siglo XVI hasta el siglo XX (puesto que el libro lo escribí en la segunda mitad de 1990). No conocía los trabajos de Aníbal Quijano antes de terminar The Darker Side, y sus tesis se convirtieron en una guía crucial para el segundo libro. Por esos años, incidentalmente, comenzaba a formarse la red y, por otro lado, me ocupé de distintas respuestas, en distintos lugares y cuerpos, a la expansión colonial. En este libro la hermenéutica pluritópica se tradujo a pensamiento fronterizo. En el primer libro Anzaldúa me abrió el camino a las respuestas de-colonizadoras, diríamos hoy. Para el segundo me abrió las puertas al pensamiento o epistemología fronteriza. ¿Cómo se piensa desde la subalternidad? Pues no se puede evitar la imposición imperial pero al mismo tiempo no hay que acatarla. Anzaldúa piensa como mujer y confronta el patriarcado. Piensa como lesbiana y confronta la normatividad heterosexual. Y piensa como chicana confrontando la supremacía anglo-blanca.

El tercer libro, como decía, tiene el siguiente título: I Am Where I Think: Globalization, Epistemic Disobedience and the De-colonial Option. El título es una doble inversión del cartesianismo. Rodolfo Kusch, como descendiente de alemanes en Argentina, sintió que estaba en un no lugar: ni europeo ni indígena y criollo (refiriéndose al pueblo, del cual en Argentina el gauchaje es parte esencial). Descendiente de europeos y de clase media, ni lo uno ni lo otro. Llegó a teorizar “la conciencia mestiza” que despegó de lo biológico y la articuló en la cultura, en la subjetividad y en el pensamiento. Elaboró el ser frente al estar (no como dualidad, sino como co-existencia articulada en relaciones de poder y de imaginario imperial el primero, colonial el segundo; en últimas, es compatible con la constitutividad de la colonialidad en la modernidad, es decir, modernidad/colonialidad). Llega entonces a invertir a Descartes y a proponer: “Existo, luego pienso”. Es la inversión de-colonial. Ahora bien, por un lado mi experiencia es cercana a la de Kusch, como hijo de inmigrantes, pero italianos, en Argentina. Por otro, yo no vengo de la clase media sino del campesinado transformado en clase obrera. Y por último, a diferencia de Kusch, salí de Argentina y mi trayectoria intelectual se hizo en el extranjero. Como dije antes, termino siendo percibido como “hispánico” en Estados Unidos. Entonces la inversión Kuscheana no responde a mi experiencia. Tampoco la de Anzaldúa, puesto que no soy mujer, no soy homosexual y no soy chicano. Pero las dos reflexiones, la de Kusch y la de Anzaldúa, epistémica y políticamente desobedientes, me permiten llegar al Soy donde Pienso, en el cual se articulan la geo-política (marcada por la clasificación territorial imperial, por ejemplo, tercer mundo, países subdesarrollados, etc.) y la corpo-política (cuerpos y lenguas que está fuera de la epistemología imperial). La experiencia de la herida colonial es común en distintas partes del planeta, aunque las historias imperiales y locales específicas varían. Aunque la retórica de la modernidad y la lógica de la colonialidad, transformadas en la superficie a través de los siglos se mantenga. De modo que el habitar la frontera, el sentir a distinta escala la herida colonial, esto es, la humillación de ser inferior, lleva a la negación que afirma, como teoriza Kusch. La negación que niega y cierra el espejismo de la totalidad imperial, revela un mundo-otro que se convierte en la morada de un ser que es donde piensa. Y en este caso, es en el estar, en la exterioridad, existiendo en la negación imperial, lo que el imperio niega, pero que necesita. En breve, a la globalización epistémica se responde con la desobediencia epistémica y ello lleva a otra opción de pensamiento y de acción que es la opción de-colonial. ¿Opción en relación a qué? Por un lado, a los grandes meta-relatos imperiales y, por otro, a las formaciones disciplinarias. Santiago, Cathy y Freya también lo habían visto cuando editaron el libro Indisciplinar las ciencias sociales. Desobediencia epistémica que lleva a la opción de-colonial.

Y entonces, ¿Dónde está The Idea of Latin America? Este libro fue escrito por encargo. Andrew McNeillie, editor de Blackwell Publishing House, me propuso la idea. Lo conocí en un MLA. Michael Hardt (el de Imperio) nos presentó. En ese momento Andrew me propuso hacer una antología de uso universitario para estudios latinoamericanos. No me entusiasmó la idea y ahí quedó la cosa. Al tiempo recibí un mensaje de Andrew, que pasaba por Durham y que tenía “el proyecto” para mí. Nos juntamos en el Marrito, donde se hospedaba, y me lanzó la idea de “la idea de América Latina”. Eso sí me entusiasmó y lo acepté de inmediato.

Pues este libro retoma y desarrolla asuntos de los anteriores. El primer capítulo es una extensa nota al pie de The Darker Side, orientada hacia la aparición de América en la conciencia europea. El segundo capítulo es también una extensa nota al pie, orientada hacia la emergencia de la idea de “latinidad”, y ligado fundamentalmente a Local Histories/Global Designs. Y el tercer capítulo continúa la reflexión a partir de la exterioridad, del pensamiento fronterizo, de la opción de-colonial, orientada hacia el pensamiento y la acción indígena, afro-latina y latina en Estados Unidos. El “soy donde pienso” aparece con mayor fuerza en este capítulo.

NMT: Tus trabajos han provocado mucha controversia en el medio académico de los latinoamericanistas de los Estados Unidos, mientras que en América Latina han gozado de una mejor aceptación. ¿A qué atribuyes este fenómeno?

WM: Es así, pero no tan así. Me explico. Hay dos cosas que tenemos que contemplar aquí. Una es que el proyecto mismo modernidad/colonialidad/decolonialidad provoca incomodidades en algunos sectores y de ahí las críticas. ¿De dónde vienen esas críticas? Compleja la situación, pero, simplificando, del posmodernismo, de los estudios culturales latinoamericanos en USA y del marxismo. Estas críticas las encuentro aquí, en América del Sur, pero también en España. Allí el asunto fue evidente en un seminario de verano de la Universidad Complutense organizado por Heriberto Cairo Cairo, quien comulga con nuestras ideas. Pero en el seminario había un grupo de jóvenes doctorandos, defendiendo la sociología marxista, y haciendo críticas fuertes. Luis Carlos Castillo Gómez, profesor de la Universidad del Valle, cayó también en la volteada. Está también Nina Pacari, cuyos argumentos (bien fuertes, refiriéndose a las relaciones entre movimientos indígenas y la izquierda marxista en Ecuador) eran paralelos a los de Luis Carlos y a los míos, pero no la atacaban a ella. En fin, en América del Sur es similar. Las críticas vienen por lo general del posmodernismo periférico y del marxismo colonial. Sin embargo, en los Estados Unidos tanto el proyecto modernidad/colonialidad/decolonialidad como mis propios trabajos son bien recibidos por estudiantes del Tercer Mundo, por un sector del pensamiento latino y por la intelectualidad afro-caribeña. Y en América del Sur por sectores intelectuales que tienen una sensibilidad política semejante.

¿A qué atribuyo esto? Al hecho de que el proyecto modernidad/colonialidad es crítico tanto de la derecha como de la izquierda. Se posiciona frente a las ideologías imperiales, racistas, sexistas y no comulga con la izquierda marxista. Esto es: el pensamiento decolonial es desobediente tanto epistémica como políticamente. Ahora bien, más allá de eso, en cuanto a las críticas a mi propio trabajo (acá, allá y acullá) ya no sabría decirte. Pueden ser cuestiones personales, cuestiones de sensibilidad, la manera en que presento los argumentos, no lo sé. No sabría decirte a qué se deben las críticas, pero sí sé que, en parte, es por mi vinculación con el proyecto modernidad/colonialidad. Con esto no me quiero escabullir, sino distinguir entre las críticas al proyecto, por un lado, y las críticas personales, por otro. Interconectadas, claro está.

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Imaginarios del cuerpo y lenguajes "expertos". Aproximaciones a la imagen del cuerpo, entre el arte y la medicina*

Imaginários do corpo e línguas "especializadas". Abordagens à imagem do corpo, entre arte e medicina

Imaginaries of the body and "expert" languages. Approaches to the image of the body, between art and medicine

Gigiola Cáceres**


* El artículo es producto de la investigación “Imaginarios del cuerpo, lenguajes expertos: cartografías del cuerpo entre el arte y la medicina” que se realizó con la financiacion del Programa Nacional de estímulos a la creación y la investigación del Ministerio de Cultura de Colombia.

** Artista plástica de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y Especialista en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este artículo presenta una indagación sobre la medicina moderna y su impacto en la construcción de representaciones corporales. Aquí, representarse a sí mismo pasa por la apropiación que cada sujeto hace de los discursos provenientes de determinadas disciplinas científicas y/o sociales, así como de ciertas prácticas culturales, que aparentemente se conectan con los sistemas de verdad. No obstante, las apropiaciones que hacen los sujetos mutan, deforman e hibridan la noción de cuerpo, haciendo de la representación un espacio contra-discursivo, en donde se plantan críticas a las normalizaciones del cuerpo.

Palabras clave: cuerpo, imagen, discurso, arte, subjetividad, medicina, micro política.

Resumo

Este artigo apresenta uma indagação sobre a medicina moderna e seu impacto na construção de representações corporais. Aqui, representar-se a si mesmo passa pela apropriação que cada sujeito faz dos discursos provenientes de determinadas disciplinas científicas e/ou sociais, assim como de certas práticas culturais, com que aparentemente se conectem com os sistemas de verdade. No entanto, as apropriações feitas pelos sujeitos mudam, deformam e hibridam a noção de corpo, fazendo da representação um espaço contra-discursivo, onde são abordadas críticas às normalizações do corpo.

Palavras-chaves: Corpo, imagem, discurso, arte, subjetividade, medicina, micro política.

Abstract

This article presents an inquiry about modern medicine and its impact in the construction of body representations. Here, representing one self goes through the appropriation that each subject makes of the discourses that come from determined scientific and/or social disciplines, as well as from certain cultural practices that, apparently, are connected with the systems of truth. Notwithstanding, the appropriations that subjects make, change, deform and hybridate the notion of body, turning the representation into a counter-discursive space, where critics against the normalization of the body are focused.

Key words: Body, image, discourse, art, subjectivity, medicine, micropolitics.


Introducción

Por debajo de la piel, hago un coágulo en mi cabeza, como una nube de melancolía; el calor es tan fuerte que la sangre se torna quemada, entonces, queda en mí una nube corrosiva que no me deja ver la imagen de mi cuerpo.
“Fragmentos para una anatomía imaginada”,
catálogo de exposición.

Al no poder explicar el mundo que se esconde por debajo de la piel, nuestro lenguaje se rehace en una retórica capaz de dibujar desde la particularidad más inconexa, imágenes provenientes de la extensa cartografía mental que existe sobre el cuerpo humano. El cuerpo que nos imaginamos, divaga entre pensamientos, palabras y representaciones, provenientes de un discurso, que es, como indica Foucault, “tan realmente ingenuo, que parece situarse en el nivel más arcaico de la racionalidad” (1985: 5). Como parte de un gran rompecabezas, nuestro cuerpo se construye como objeto de discursos.

Hablamos aquí de la producción científica y académica que desde la modernidad produce saberes sobre el cuerpo, transmitidos a través de la educación que recibimos en nuestra cotidianidad. Ciertamente, las disciplinas sociales o las disciplinas científicas han generado reflexiones sobre el cuerpo, que sirven de apoyo para modelar las prácticas culturales sobre otro tipo de discursos como la higiene, la moda, la salud, la alimentación y la cultura física, entre otras (Pedraza, 1999). No es difícil observar que las maneras de percibir y de pensar el cuerpo corresponden a una tradición marcada por el poder: el de nombrar y clasificar. Para muchos de nosotros, observarse al espejo es una experiencia frecuente. Sin embargo, pocas veces nos detenemos frente al espejo para observarnos completamente desnudos. Si lo hacemos, es posible que sea para constatar una aparente normalidad o anormalidad según lo aprendido culturalmente.

Ahora bien, podría decirse que ese mirarnos al espejo puede ser una experiencia significativa, en donde el cuerpo es sólo un duplicado de eso que se revela seguidamente como imagen. Para hablar de la noción de imagen corporal, es necesario analizar el papel que juega la imagen en la contemporaneidad, cuando es claro que ésta se ha abierto un campo significativo en el mundo del conocimiento, pues no existe un lugar en el pensamiento colectivo en donde las imágenes no estén remplazando los cuerpos que vemos, que imaginamos y que anhelamos1. La imagen toma muchas veces el lugar del discurso y se convierte ella misma en un discurso. En los espacios cotidianos, advertimos casi siempre imágenes que en sí mismas contienen su propia discursividad. Por las calles y lugares de confluencia masiva, por ejemplo, son muchos los casos en donde las imágenes del cuerpo son discursos de belleza, poder, salud. Pero si miramos desde el lado de nuestra subjetividad, ¿podría una imagen traducir nuestra propia experiencia corporal, sin apelar al discurso experto y a los modelos del cuerpo promovidos en la cultura?

Ciertamente, existen múltiples experiencias en la cotidianidad del cuerpo, acontecimientos corporales, que no pueden fijarse ni describirse utilizando los dispositivos y lenguajes especializados: ¿acaso no hemos experimentado que las palabras nos faltan o que no son equivalentes a lo que sentimos, cuando tratamos de contarle al médico nuestras experiencias corporales y más aún, cuando tratamos de comprender el lenguaje especializado que el médico utiliza para describir nuestra propia enfermedad? Y si fuera necesario usar la producción experta, los esquemas disciplinares y las construcciones culturales para dar cuenta del flujo de pensamientos que rodea la experiencia de nuestro cuerpo ¿no estaríamos demarcando “los terrenos corporales de manera descarnada […] pasan[do] por alto el cuerpo, o lo que es peor, [escribiendo] contra él” (Butler, 2002: 11)? ¿Es posible, entonces, construir una noción de cuerpo por fuera de los esquemas y marcos de la representación científica, cuando advertimos que nunca habrá una significación lo suficientemente completa, que ilustre la realidad que se esconde por debajo de la piel y en ella?

Partiendo de estas inquietudes me propongo examinar algunas representaciones que –como figuras, imágenes o ideas– emergen en nuestras narraciones, cuando tratamos de explicar, a través de un lenguaje ordinario, nuestras experiencias de enfermedad, los itinerarios terapéuticos y los imaginarios del cuerpo, en donde cada individuo se define en relación con los modelos estandarizados, pero también con la posibilidad de imaginar y de pensar su cuerpo como diverso y diferente.

Para analizar estos imaginarios abordaré en primera instancia el análisis de algunos referentes visuales que como desde la Ilustración científica evidencian diferentes “miradas epistemológicas” para la comprensión del cuerpo. Seguidamente, presentaré una reseña de la investigación realizada por Gloria Garay Ariza y Carlos Pinzón Oviedo, sobre salud y subjetividad urbana, con el fin de dar un ejemplo de la apropiación por parte de los individuos de estos discursos y prácticas culturales. Finalmente presentaré mi propia reflexión en donde el cuerpo, como representación de nosotros mismos, es producto de imaginarios, mutaciones discursivas y micro-políticas, que posiblemente pueden generar desde lo estético algunas reflexiones sobre la experiencia de la representación del cuerpo humano en la contemporaneidad2.

Imaginarios, discursos y hegemonía en la representación del cuerpo

Las imágenes, como el lenguaje, dominan nuestro conocimiento. La representación anatómica, primordial en los estudios de medicina, constituye hoy una parte especial de la iconografía con la cual, a través de la historia, hemos construido nuestra propia representación.

Gracias al estudio de la anatomía, desde el Renacimiento, tenemos la posibilidad de construir una imagen de nosotros mismos, basada en los marcos estandarizados y reproducidos por la objetividad científica. Nuestro cuerpo, como objeto de estudio, es al mismo tiempo el reflejo del saber normativo de la medicina, de sus supuestos, de sus aciertos y de sus discursos, forjados todos estos a través de varios siglos de observación. Recordemos que hasta el Renacimiento, el cuerpo como creación divina era considerado sagrado y no podía estudiarse por dentro. Al cambiar los tiempos, con Vesalius y Leonardo Da Vinci, entre otros científicos, la observación de la materia abierta se enmarcaba ya en la búsqueda de una objetividad científica. Pero, ¿podía ser entonces el cuerpo abierto, el lugar donde reposaba la verdad sobre la corporalidad? En este punto, fuera de suponer una duda sobre el lugar de la materia en relación con la verdad, nos interesamos por el campo de la visión. La visión ha sido siempre la encargada de interpretar y reproducir los significados del cuerpo en un momento histórico determinado. Así, si nuestra relación con lo que observamos siempre ha estado mediada por el poder de la mirada, es a través de la mirada que se revela una forma explícita y particular de hablar y de pensar el cuerpo en la cultura.

La mirada ha sido por excelencia el dispositivo organizador de la ciencia positivista. Nuestro ojo, mediador entre lo visto y lo vidente, aparece en el centro de una serie de posturas de creencia visual. Un ejemplo de ello lo expone Thomas Laquear (1994) cuando muestra la dificultad que existe para leer e interpretar los textos antiguos, medievales y renacentistas sobre el cuerpo, con la óptica epistemológica de la Ilustración. Según Laqueur, en estos textos los cuerpos tienen características “insólitas, sorprendentes e improbables” para un lector moderno, siendo quizás el caso más relevante para esta reflexión el del “único sexo”.

Los médicos del Renacimiento, a través de la práctica de la anatomía, entendieron que sólo podía existir un solo sexo. La observación de la materia abierta y expuesta confirmaba que el cuerpo femenino era una versión del masculino, sólo que este último estaba dispuesto al revés. Así mismo, en el siglo XVII nadie estaba muy interesado en buscar pruebas de las diferencias anatómicas y fisiológicas concretas entre hombres y mujeres, hasta que tales diferencias, en el siglo XVIII, se hicieron políticamente importantes a causa de las primeras revueltas feministas ilustradas que abogaban, entre otros asuntos, por una autonomía corporal. De acuerdo con lo anterior, ahora nos preguntamos: ¿qué vectores de poder enmarcaban la emergencia y la creencia en ese tipo de realidades médicas construidas a través de la visión y de su representación?

La anatomía renacentista legitimaba, al igual que hoy, los hechos y la verdad de los significados construidos culturalmente a través de lo visto y de la transmisión de ciertas ideas del cuerpo, sobre un dibujo o una ilustración. La ciencia en este caso, se constituye como una política de representación que a partir de la anatomía y la medicina, nos dirá qué es un cuerpo, cómo esta constituido y cómo se representa, por lo tanto, la ilustración científica y las estrategias de representación propias de las tecnologías médicas son afectadas por la mirada y por los dispositivos subjetivos que informan sobre la realidad. Podríamos así pensar, dados los anteriores ejemplos, que la ciencia constituye una política de la representación que, a partir de la anatomía y la medicina, instituye un saber sobre el cuerpo común al entendimiento de los integrantes de una sociedad, a través de la instauración de significaciones y representaciones homogéneas.

Este tipo de reflexiones, también ha sido vital en el trabajo de varios teóricos contemporáneos. Para Judith Butler (2001 y 2002) existe un plano de la experiencia cultural que condiciona la realidad material. En su reflexión, Butler explica que si bien es cierto que existen aspectos de la corporalidad que se escapan a la materia, es la materia del cuerpo aquella que se vuelve importante para establecer lo que los cuerpos son. En este sentido, cuando pensamos que la diferencia sexual es una cuestión de diferencias materiales, la materialidad está de algún modo marcada por las prácticas discursivas que en nuestra sociedad normativizan un ideal regulatorio en torno al género y la sexualidad. La materialidad, en este sentido, será consecuencia de la práctica reiterativa, mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra3. Por ejemplo, el discurso heterosexual regula la percepción en donde hombres y mujeres son identificados claramente por sus características anatómicas y fisiológicas. El discurso determina a partir de las categorías pene/vagina otras características socio-culturales esenciales, que diferencian las conductas, los modos de ser, las maneras de actuar, las formas de vestir e inclusive las características psicológicas que determinan un estado emocional y/o psicológico en cada sujeto.

No es extraño entonces, que en nuestro contexto circulen apreciaciones del tipo: “los hombres son más impacientes, insensibles e inconstantes y las mujeres son más sensibles, ordenadas, conservadoras y estables”, categorías de clasificación que se asocian con la carencia o posesión de útero y menstruación. Así mismo, el discurso heterosexual no incluye otro tipo de identidades en donde los signos biológicos no corresponden con las identidades hegemónicas hombre = pene y mujer = vagina. Cualquier realidad que se aleje de esta relación resulta ser parte de una anomalía, categorizada entre las anormalidades o las desviaciones propuestas por el discurso heterosexual, y que por lo tanto, corresponde a otra serie de discursos, como el de la homosexualidad, la inmoralidad y los problemas adscritos a las patologías psicosociales. En este caso, “lo que constituye el carácter fijo del cuerpo, sus contornos, sus movimientos, será plenamente material, pero la materialidad deberá concebirse como el efecto del poder, como el efecto más productivo del poder” (Butler, 2002: 18).

Como no se trata aquí de pensar la materialidad del cuerpo como anterior al discurso, sino de pensar cómo nosotros relacionamos el conocimiento social con la experiencia del cuerpo en nuestra cotidianidad, es necesario llevar esta inquietud a nuestro contexto y momento particular, preguntándonos ¿bajo qué óptica epistemológica se nos ha enseñado a percibir nuestro cuerpo? Esta pregunta nos sirve para ser conscientes de la relación que existe entre nuestro cuerpo y el sentido que le imputan al mismo las construcciones culturales. Como sujetos reflexivos, podríamos entonces cuestionar y analizar las políticas del cuerpo que en nuestra cultura nos definen a través del género, la singularidad, los modelos de identidad y los protocolos que utilizamos para inscribirnos dentro de un contexto social.

La experiencia médica

Partir de las experiencias que los médicos han podido hacer sobre mi cuerpo, es partir de mi cuerpo en medio del mundo y tal como éste es para otro.
Jean Paul Sartre

El discurso médico, como un lugar de reconocimiento hegemónico situado entre las prácticas culturales de Occidente, produce desde la modernidad representaciones del cuerpo humano que circulan de manera estandarizada. Entre ellas podríamos vagamente pensar en las imágenes del cuerpo enfermo en oposición a las del cuerpo sano. Por ejemplo, los afiches en los consultorios servirían para ilustrar modos y maneras de representar la corporalidad, pero los mismos también son útiles para regularizar nuestra percepción sobre lo normal o lo anormal. Así mismo, en los figurines que vemos en los consultorios de las clínicas, con los cuales se representan, por ejemplo, las etapas del crecimiento, podemos recordar los cánones de belleza, salud y bienestar físico y psicológico, difundidos por los dispositivos de normatividad social.

Estas representaciones amparadas en la veracidad objetiva de la ciencia, aseguran su legitimidad política e institucional dentro de un aparato estatal y reproducen, desde esa posición, algunas lógicas que pueden dominar sobre otras. Incluso un componente moral puede encontrarse allí. Como las representaciones de este tipo no son ajenas a las posibles lecturas que podemos hacer, es posible que aparezcan aspectos menos visibles, implícitos por debajo del mensaje explícito de las figuras. Así mismo, no es difícil notar que los modelos de cuerpo representados en las enciclopedias anatómicas son forjados a partir de la morfología del hombre blanco, occidental y europeo, siendo estas representaciones claramente excluyentes.

Hoy, la aproximación a un modelo de cuerpo sano, que al mismo tiempo debe ser bello, favorece el consumo y la comercialización de todo cuanto puede equipararse con otra clase de discursos como el bienestar, la belleza, el placer y el poder. La medicina, en este caso, al homogeneizar el saber sobre el cuerpo, anula la identidad de los sujetos como seres diferentes y diversos, no porque la medicina contamine con su saber la experiencia corporal, sino porque construye la noción del cuerpo a través de lo social. Justamente, advertir tal relación me llevó a formular la pregunta que orientó el desarrollo de esta indagación: ¿qué implicaciones tiene la relación de un modelo médico hegemónico, con la representación del cuerpo que cada individuo se hace desde su subjetividad?

En un artículo publicado en 1999 por la Universidad Nacional de Colombia, con motivo de la compilación realizada sobre el coloquio “Cuerpo, diferencias y desigualdades”, se presentó la investigación adelantada por Gloria Garay Ariza y Carlos Pinzón Oviedo sobre salud y subjetividad urbana. Su trabajo hace parte de una serie de reflexiones que ponen sobre la mesa las alteridades que inscriben el cuerpo, la salud y la subjetividad, como campos cruzados por tensiones políticas, económicas y sociales en tiempos de la globalización. En esta investigación, los sujetos entrevistados recrean, a través de sus narraciones, los juegos de verdad que les permiten hacer un reconocimiento de sí mismos, en relación con los itinerarios de sus prácticas terapéuticas, los significados de su cuerpo vinculados con la enfermedad y el cuidado de la salud, los niveles de reconocimiento y apropiación de los discursos médicos en su cotidianidad. A través de estas narraciones, los investigadores identifican el manejo de un discurso proveniente del paradigma médico moderno y también de otro tipo de discursos provenientes de tradiciones médicas no occidentales4.

En este marco interpretativo es posible reconocer la presencia de los discursos médicos en la realidad y cotidianidad de las personas entrevistadas (particularmente usuarias de la salud en Bogotá), así como es posible observar las transacciones culturales que tienen que ver con movilidades de tipo mercantilista. Movilidades que desde la subjetividad de los individuos, producen campos de acción relacionados con la resistencia al sistema médico hegemónico, ya que los usuarios de la salud tienen la libertad de acceder a los servicios terapéuticos que están por fuera del sistema de salud regulador5; la demanda de otro tipo de servicios relacionados con las prácticas terapéuticas alternativas se ha convertido en un mercado importante. La utilización de estas prácticas alternativas, por parte de los usuarios, es cada vez más influyente en la construcción de nuevos paradigmas de cuerpo, salud y subjetividad6.

Esta realidad propia de un sincretismo o mestizaje entre los sistemas médicos y otros modos de conocimiento y cura corporal, hace posible que en las narraciones que hace de su cuerpo una misma persona, pueda producirse un imaginario híbrido. Se trata aquí de un mestizaje cultural y por lo tanto hablamos de la construcción de nuevos significados culturales. En efecto, en la narración que hacen los entrevistados de sus experiencias terapéuticas, empiezan a ser importantes las estrategias que utilizan para recrear y resignificar todo lo que concierne a la construcción de su propia subjetividad corporal. “La resignificación ocurrida con la movilidad de las colectividades productoras de culturas médicas, ha generado ‘micro políticas’, en donde el sujeto apela a lugares de la memoria, destinados a condensar la información de lo que se es, y otros destinados a condensar la información de las imágenes de sí, para otros, y de los otros, sobre sí”. Es decir, para producir una representación de sí mismos, en relación con los juegos de verdad. (Garay y Pinzón, 1999: 66).

La mirada como dispositivo transformador: la mutación del discurso

La mutación del discurso es un concepto que podemos tomar prestado de Foucault para adentrarnos en la manera como ha sido integrada y relacionada la mirada médica en las diferentes formas de percepción sobre el cuerpo y la enfermedad a través de la historia de la medicina. Hacemos referencia, en este punto, a la dependencia entre la percepción subjetiva del médico y el paciente y el positivismo científico. El discurso médico que, con el tiempo, va cambiando, aparece ligado a una estrategia de comprensión de la realidad, para entender los diferentes sistemas de visualización a partir de la representación.

En este ámbito, nombrar lo visible ha sido una tarea particular de la ciencia para interpretar los signos que denotan la enfermedad. Según Foucault, en la percepción hay lugares en donde las palabras y las cosas aún no están separadas, por lo tanto, recurrimos a los mecanismos retóricos del lenguaje poético, ya que es útil para describir los fenómenos adscritos a una situación no definida.

A través de la relación mirada-objeto-imaginación, se hace evidente la utilización de representaciones metafóricas y/o alegóricas cuando la imagen de un síntoma hasta entonces no tiene un equivalente lingüístico que pueda definir lo que se está viendo o sintiendo. El sujeto recurre a la metáfora para definir un estado corporal determinado, utilizando un lenguaje no especializado para ello. Las siguientes narraciones, pueden ilustrar el uso de herramientas retóricas para definir o describir una experiencia de enfermedad:

[…] se me durmió el hombro derecho, el brazo entero estaba entumecido. El médico me hizo unas pruebas, y determinó que todo se trataba de un nervio pellizcado. Me recetó analgésicos y me aconsejó no esforzarme tanto en el gimnasio. La mañana siguiente, el lado derecho de mi cuerpo estaba entumecido. Desde el cuello hasta los dedos de mis pies, no podía moverme, pero todavía pensaba que se trataba sólo de un nervio pellizcado. Los paramédicos decidieron llevarme al Hospital St. Luke’s, donde me sometieron a una prueba de tomografía computarizada (escán CAT), que detectó una mancha oscura en mi cerebro, lo que significó la presencia o de un tumor o un coágulo de sangre. Me diagnosticaron un ataque cerebral (trombosis de seno sagital) (American Heart Association, 2006).

Motivo de consulta: “punticos en la cara” desde hace aproximadamente 6 meses y de manera progresiva, lesiones en la cara asintomáticas. Niega uso de cremas.

Examen físico: en frente canchas anulares presenta pápulas de más o menos 0,2 cm., blanquecinas, duras, de diferentes tamaños. Otras pápulas más pequeñas y comedones cerrados, cicatrices deprimidas y ritidas.

Diagnóstico Principal: Quistes de Millium grandes

Diagnóstico relacionado:
1: cicatrices
2: comedones actinicos7

Por otro lado, quisiera también señalar algunas de mis propias narraciones, con la diferencia de que éstas han sido intervenidas poéticamente, dentro del contexto particular de mi trabajo artístico:

Dolor en el pecho:
Ventilación con ocasionales ruidos transmitidos por secreciones.
Localización: porción ventral del cuerpo donde se cierne la soledad.
Anorexia, diuresis, tiroides bien, normal senos.
Dolor abdominal, ingesta de alimento y desencadena estados de ansiedad.
Va a psicología.

Ojera:
Mancha en torno de la base inferior del párpado.
Paisaje lívido que va desde el alma hasta los ojos,
Cansancio lento,
Llanto viejo. (“Fragmentos para una anatomía imaginada”, Catálogo de exposición, 2001).

Con los anteriores ejemplos, podemos observar que cada sujeto posee su fábrica de pensamientos, es decir, su fábrica de representaciones de todo lo que ve, siente e interpreta. Con ayuda del lenguaje, el cuerpo comienza a encontrar un espacio retórico de significación, en donde las palabras producen metáforas, analogías, alegorías, asociaciones y comparaciones para generar nuevas significaciones no percibidas anteriormente.

Por otro lado, la obra de Antonin Artaud plantea otro ejemplo, mucho más complejo, que se sitúa dentro de una producción literaria particular. Artaud, en su búsqueda lingüística, planteó nuevas formas de escribir y vivir la corporalidad haciendo que no solamente fuera viable la existencia de diferentes posibilidades para el lenguaje, sino que el lenguaje también pudiera convertirse en una experiencia corporal desde lo poético. Se hace relevante en algunos casos, la necesidad de acudir a un lenguaje que cambie el sentido lógico-discursivo de la palabra y lo reemplace por un lenguaje que aluda a la realidad afectiva del cuerpo. La experiencia del lenguaje en la obra de Artaud nació paradójicamente del dolor corporal ligado con un desarreglo muy temprano de su cuerpo. Finalmente, este dolor se unió a la pregunta por el lenguaje y sus propiedades en el mundo de la representación. La búsqueda del escritor francés fue incansable, dedicándose a la investigación sobre un lenguaje imposible, un lenguaje que negara su propia esencia: la de representar.

El cuerpo es una usina recalentada debajo de la piel, y por fuera,
el enfermo resplandece,
brilla,
con todos sus poros,
expandidos,
semejantes a un paisaje
de Van Gogh al medio día. (Artaud, 1997: 181)

Una sensación de ardor quemante en los miembros, músculos contraídos y candentes, la sensación de estar vidriado y frágil un miedo, una retracción ante el ruido y el movimiento […] Un dolor paroxístico del cráneo, una incisiva presión de los nervios, la nuca agarrada al sufrimiento, las sienes que se cristalizan o se marmorizan, una cabeza pateada por caballos. (Ibíd.: 26 y 27).

Las palabras de Artaud son imágenes sobre el cuerpo que permiten la relación de otros modos de existencia altamente subjetivos, imágenes que tienen sentido por su familiaridad con nuestra propia representación corporal. En este punto, me referiré específicamente a algunas entrevistas realizadas a mis amigos y conocidos que complementan, de alguna manera, esta percepción8.

Carolina Díaz, 29 años, Artista Plástica

Gigiola: ¿Cuándo fue la última vez visitaste el médico?
Carolina: No recuerdo… el año pasado fui a un oftalmólogo.
G: ¿Cuál fue la razón de tu visita al oftalmólogo?
C: Hacer un nuevo examen para determinar las dioptrías de mis lentes, porque soy miope.
G: ¿Qué es una dioptría?
C: Es la medición de, digamos, ummmmmm, en términos de la “jerga”, tener la visión 20/20, es tener una visión perfecta, entonces, cuando la visión no es así y una dioptría es de 1.5 o 2.5, quiere decir que es como la cantidad… ¡de lo que yo no veo! (risas) ¡Qué raro! ¿Cómo así que yo no veo 1.5?

Marcela Isaza, 27 años, Socióloga

G: ¿Cuál fue tu última experiencia médica?
M:Hace como un mes, 20 días y me tienen que operar. Me tienen que quitar una catarata, un terigio.
G: ¿Qué es un terigio?
M: Es una telita superjarta, un acumulado de células que me rasca, me pica, se me irrita el ojo.
G: ¿Cómo te la imaginas?
M: Como una carnosidad fea, me imagino un acumulado de células pero como no sé cómo son las células, como una masa jarta, carne blanca rosada.
G: ¿En este momento tienes algún tipo de tratamiento terapéutico alternativo?
M: Sí, energético a través del reiki, y la danza siempre ha sido para mí una terapia muy energética. Siempre estoy tratando de nivelarme energéticamente con otras cosas, y otras con “goticas”, pero hace dos meses que ya no las estoy tomando.
G: Mentaliza tu imagen corporal. ¿Cómo es esa imagen?
M: Me gusta, me parece bacano aunque estoy un poco chueca, obvio, estoy rechueca porque tengo un tobillo malo por un esguince de hace un mes y me molesta la rodilla. Me gusta mucho mi imagen independientemente de… pues hay algo que siempre me molestó hace un tiempo cuando tenía 15 años, pues porque no tenía “puchas”, por ejemplo, y porque era muy flaca… pero nada pues, cuando empiezo a hacer danza empecé a aceptar mi cuerpo, porque yo estaba supremamente gorda, me decían michelín, pero ya me aburrí y empecé a hacer danza y acepté mi cuerpo, como era gordo, gordo. En este momento rico tener lo que tengo y que no me falta una mano o un pie.

En la narración que hacen los entrevistados de sus experiencias terapéuticas, son importantes las estrategias que utilizan para recrear y resignificar su propia subjetividad corporal. Frases como: “tengo 1.5 dioptrías”, “el estómago es como un tubo que uno tiene con una bolsa”, “tengo un seno mas grande que el otro”, ”tuve una fractura con desplazamiento” o “me desguincé la rodilla”, sólo por nombrar algunas de las frases más significativas, toman prestado del lenguaje experto palabras o conceptos para definir una experiencia o representación corporal. Al mismo tiempo, incluyen asociaciones retóricas, para resolver la imposibilidad de expresar con palabras lo que se quiere decir respecto a ciertos significados o nociones de cuerpo y enfermedad.

Representarse a sí mismo, parece entonces, un proceso que pasa necesariamente por la apropiación que cada uno hace de los discursos provenientes de determinadas disciplinas científicas y/o sociales, así como de ciertas prácticas, en donde cada individuo produce narraciones que le permiten recrear un imaginario personal para describir una determinada situación de su cuerpo. Se trata de imágenes que aparentemente el individuo cree conectar con la objetividad científica, pero que, al mismo tiempo, mutan, deforman e hibridan la noción de cuerpo y enfermedad que se produce a través de sus propios pensamientos. Esta apropiación aparece ligada frecuentemente a procesos de singularización, en donde el sujeto utiliza otros dispositivos de interpretación diferentes a la razón, como la imaginación y la creación poética-estética.

Intuiciones finales: “El cuerpo, es lo que quiero decir”9

Nos enseñan a oponer lo real a lo meramente imaginado, como si lo real estuviera siempre al alcance de la mano y lo imaginado, fuera de alcance en la lejanía. Esa oposición es falsa. Si bien es cierto que los acontecimientos están a nuestro alcance, la conexión interna de esos acontecimientos (aquello a lo que nos referimos como la realidad) es una construcción imaginaria.
John Berger

La imaginación es la única facultad del conocimiento que puede crear ideas propias y relacionarlas. Al mismo tiempo, es la facultad que nos hace por una parte acceder a la asociación inventiva y, por otra, nos permite articular con ingenio los datos que la razón organiza. Las representaciones que hacemos de nuestro cuerpo los no expertos, pueden trascender y ser útiles como experiencia estética. Si bien los imaginarios surgen a través de las imágenes mentales, éstas mismas puedan ser tan reales como lo son aquellas provenientes de la objetividad.

Como Artaud, muchos hemos construido imaginarios mentales gracias a los estados producidos por una enfermedad determinada. Por ejemplo, en mi tesis de pregrado en artes, realicé una reflexión que partió del recuerdo de algunas de las enfermedades que tuve en mi niñez. Igualmente, otras personas crean sus imaginarios a partir de otro tipo de experiencias y contextos, como la sexualidad, el trabajo, las creencias espirituales, las ideologías políticas y las experiencias estéticas. En este punto, la referencia a la obra del artista colombiano Luis Caballero se hace necesaria para ilustrar una noción de cuerpo que nace en la experiencia estética de la práctica de la pintura y del dibujo y que, finalmente, genera una aproximación al cuerpo desde lo que el artista como sujeto quiere decir. Así, más que resaltar al artista y su obra, me interesa resaltar a la persona, que como muchos de nosotros, ha construido una noción de su propio cuerpo a partir de su singularidad y particularidad psicológica y emocional:

El cuerpo es todo para mí –hasta un punto obsesivo y que lo veo y lo siento cargado de todo lo que para mí significa algo–. Sólo cuando dibujo un cuerpo me siento implicado yo mismo de manera casi carnal. Pinto cuerpos para sentir mi propio cuerpo, y en el momento de pintarlo, todo se confunde y se mezcla. El cuerpo que veo me emociona, y la emoción esta en el dibujo, y el dibujo me la recuerda. El modelo renueva esa emoción, y con mi cuerpo siento el cuerpo que dibujo, y ese cuerpo puede llegar a ser yo mismo. Yo que simplemente dibujo. El cuerpo, es lo que quiero decir. (Caballero, 1982).

El artista nos habla aquí de una verdad del cuerpo, que sólo se puede dar a través de un proceso de reflexión personal. Aunque su producción artística no ha estado exenta de la incidencia de discursos relacionados con la homosexualidad y el deseo que no va conforme con los modelos establecidos, la idea de verdad implícita en su propia narración puede dar cuenta de una idea de cuerpo que se impone tanto y aún más que la realidad. Una noción de cuerpo que supera la idea de estar sujeto a los esquemas predominantes de una política corporal, prescrita por las normalizaciones y regularizaciones sociales.

En oposición a esta noción, el discurso propio pronunciado desde la subjetividad del artista, rescata y da valor a los pensamientos que surgen cuando el sujeto busca representaciones del cuerpo que no conoce o que no ha visto. Ciertamente, las expresiones de la plástica son posibilidades que buscan una definición particular relacionada principalmente con el cuerpo imaginario –el que no se ha visto–, porque sólo pertenece a las vivencias de un individuo determinado que, como muchos, ha construido la imagen de su cuerpo a partir de varias significaciones y alusiones fragmentarias, que hablan de él pero que nunca lo han llegado a definir en su totalidad.

Pero, ¿qué queda de nuestro cuerpo, después de la influencia que en nosotros ejercen los discursos y las representaciones producidas por la objetividad científica, social y hasta plástica? y ¿qué hacer entonces, con este mundo de imágenes que se nos presentan y que regularizan de algún modo la percepción que tenemos de nosotros mismos? Indudablemente, esta investigación intenta movilizar un pensamiento reflexivo, que dé importancia a los devenires, la imaginación y la creación poética-estética, para construir nuevas nociones de cuerpo. De esta manera, es crucial para mi trabajo artístico crear imágenes que emerjan de las narraciones realizadas por los sujetos, para ilustrar la singularidad y particularidad de sus experiencias y pensamientos. Por ejemplo, si uno de los entrevistados refirió que su estómago era como “una bolsa que uno debe tener con un tubo”, dicha frase me puede llevar a realizar un trabajo visual, en donde el significado de estómago puede alterarse, trasladando el sentido que normalmente conocemos.

Así mismo, esta investigación proyecta su análisis futuro hacia algunos espacios contra-discursivos, en donde se planteen críticas a las normalizaciones del cuerpo que le han sido útiles a las estrategias del consumo. En el arte, por ejemplo, es posible retomar las propuestas críticas como las emprendidas por Orlan y Cindy Sherman, señaladas al principio de este texto. En la publicidad encontramos campañas de marcas comerciales de productos de aseo y embellecimiento para el cuerpo, como Dove: “La belleza real”, en donde se busca generar una conciencia sobre la belleza, presentando imágenes de cuerpos de mujeres no hegemónicos. En algunas vallas, se pueden observar mujeres gordas o con manchas, señoras de edad o imágenes de adolescentes que no están regidas por los modelos dominantes de belleza corporal.

Finalmente, desde una visión transdisciplinar, se proyecta la socialización de esta reflexión, con diferentes grupos de profesionales y personas no expertas, con el objetivo de intercambiar pensamientos, devenires y ficciones sobre el cuerpo, la salud y la enfermedad. Siguiendo a Régis Debray, “empecemos este viaje a los orígenes de la representación del cuerpo, con los medios de que disponemos: nuestros pobres ojos, nuestras pobres palabras”. (Debray, 1994: 20).


Citas

1 Algunos investigadores, entre ellos los más cercanos a la antropología médica, han explorado itinerarios terapéuticos que permiten divisar la importancia de las imágenes en la construcción de la subjetividad del cuerpo. Un caso particular es evidenciado en el trabajo de Gloria Garay Ariza y Carlos Pinzón Oviedo, Violencia, cuerpo y persona. “En la investigación, las imágenes que los sujetos hacen de este mundo, derrumban la construcción historiográfica de las imágenes, produciendo un descentramiento que llega incluso hasta el punto en donde las imágenes reemplazan completamente el lenguaje”. (Garay y Pinzón, 1999: 14).

2 Trabajos pioneros en este tipo de análisis son los realizados por la artista francesa Orlan, quien por años se ha sometido a múltiples operaciones quirúrgicas a fin de modelar su cuerpo, y en especial su rostro, en relación con modelos artísticos occidentales. En una de sus más importantes intervenciones, “La Ré- Incarnation de Sainte-Orlan e Images, Nouvelles Images” (1993), se hace implantar en la frente dos piezas de silicona que usualmente se utilizan para realzar los pómulos. De esta manera, lo controversial de su trabajo radica en la idea de usar la medicina estética como mecanismo de crítica contra las presiones sociales ejercidas sobre el cuerpo femenino y contra los estereotipos propios del canon de belleza occidental. Así mismo, la artista norteamericana Cindy Sherman ha trabajado con ciertos modelos femeninos y prototipos de belleza estandarizados, para denunciar la ambivalencia sexual que reproducen los modelos y regularizaciones que hacen parte de la educación que recibimos durante nuestro crecimiento.

3 Butler ha desarrollado este tipo de postulados básicamente en dos textos: Cuerpos que no importan, sobre los limites materiales y discursivos del sexo, y El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad.

4 Los investigadores incluyen en el artículo algunas de las entrevistas realizadas a mujeres que forman parte de un grupo que promueve el desarrollo de la persona. La narración de sus experiencias ilustra algunos de los conceptos sobre el cuerpo y la enfermedad que las participantes ponen en juego. El material fue recogido por la antropóloga Beatriz Sánchez en el curso de la investigación. (Garay y Pinzón, 1999: 55). Para comprender la producción de sentidos o significados que suscita este material, los investigadores sugieren tener en cuenta las condiciones socioeconómicas y el contexto multiétnico y pluricultural que rodea a las entrevistadas.

5 Sistemas generales de seguridad social en salud como Sisbén, POS y EPS entre otros.

6 Los investigadores mencionan algunas prácticas alternativas como la acupuntura, la moxibustión, la homeopatía, el yoga, el tai chi, el feng shui, el reiki, la fruto-terapia, las esencias florales y la terapia neural, entre otras. Así mismo, las diferencian de las estrategias terapéuticas de los curanderos y chamanes locales y regionales, en los que se reconoce el uso de plantas, bebedizos, rezos, tabaco etc. (Garay y Pinzón, 1999: 59).

7 La consulta de este tipo de archivos fue posible gracias a la colaboración de la IPS Compensar, Bogotá. Las frases fueron tomadas de algunos archivos médicos de la entidad, correspondientes a diferentes fechas ubicadas entre los años 2005 y 2006. Aproximadamente fueron revisados unos 20 archivos médicos. Por otro lado, vale la pena anotar que en el protocolo de los archivos, la frase que aparece entre comillas, corresponde a la versión del paciente, interpretada por el médico.

8 Las entrevistas fueron realizadas sin ninguna pretensión etnográfica y/o antropológica que buscara generalizar la percepción que tiene un grupo de personas sobre su propio cuerpo. Ya que la narración nace en la subjetividad de cada quien, no hay clasificación alguna de estrato, edad y/o sexo, pues el interés del trabajo es el de resaltar precisamente la particularidad de las narraciones. Fueron realizadas aproximadamente diez entrevistas.

9 Luis Caballero, catálogo de la exposición en la Galerie Albert Loeb, París, 1982.


Bibliografía

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Hegemonía y polarización en Bolivia. El primer año del gobierno de Evo Morales y el conflicto en Cochabamba

Hegemonia e polarização na Bolívia. O primeiro ano do governo Evo Morales eo conflito em Cochabamba

Hegemony and polarization in Bolivia. The first year of the Evo Morales government and the conflict in Cochabamba

Marlene Choque Aldana*


* Socióloga y Comunicadora Social; Magister en Ciencias Sociales por FLACSO-México; candidata a Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Profesora de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana, Cochabamba - Bolivia. Becaria de CLACSO-Asdi en la categoría de semisenior. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Un conflicto sucedido en el departamento de Cochabamba al concluir el primer año de gobierno de Evo Morales evidencia la polarización existente en Bolivia, alrededor del proceso constituyente y la demanda de autonomías departamentales. Si bien el gobierno tuvo varios éxitos de gestión, las oscilaciones entre matrices de acción y discursos no armonizados en el seno del partido oficialista y los movimientos que lo respaldan plantearon desafíos políticos que continúan irresueltos.

Palabras clave: movimientos sociales, gestión gubernamental, Evo Morales, conflictos sociales, hegemonía, polarización política.

Resumen

Um conflito sucedido no departamento de Cochabamba ao concluir o primeiro ano de governo de Evo Morales evidencia a polarização existente na Bolívia, al redor do processo constituinte e a demanda de autonomias departamentais. Apesar de o governo ter tido vários êxitos de gestão, as oscilações entre matrizes de ação e discursos não harmonizados no seio do partido oficialista e os movimentos que o apóiam abordaram desafios políticos que continuam sem solução.

Palavras-chaves: Movimentos sociais, gestão governamental, Evo Morales, conflitos sociais, hegemonia, polarização política.

Resumen

A conflict placed in the department of Cochabamba (Bolivia) by the end of the first year of government of Evo Morales, is evidence of the polarization that exists in Bolivia, around the Constituent Assembly and the claim for departmental autonomy. Though the government had some successes in its managements, the oscillations among action matrixes, and un-harmonized discourses in the core of the official party and the movements that support it, arouse political challenges that are yet unsolved.

Key words: social movements, governmental management, Evo Morales, social conflicts, hegemony, political polarization.


Introducción

Ha pasado poco más de un año desde los históricos comicios que convirtieron al dirigente cocalero Evo Morales en presidente de Bolivia. Además del 54% de votación obtenido a nivel nacional, su partido, el Movimiento Al Socialismo, Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), ganó las elecciones rotundamente en todo el departamento de Cochabamba, plaza fuerte del movimiento cocalero, perdiendo solamente una de las diez diputaciones de circunscripción uninominal. Hoy, en la luminosa tarde del 11 de enero del 2007, se distingue una muchedumbre agitada que intenta abrir el frágil cerco policial que protege la Plaza de las Banderas, en el norte de la capital departamental. Son habitantes de la ciudad, sobre todo jóvenes de las zonas más acomodadas, que salieron en una marcha “pacífica” con la intención de “defender la democracia” y ahora asedian la plaza. Muchos portan bates de béisbol, bastones de artes marciales, mangos de herramientas de labranza y la determinación manifiesta de dar un escarmiento a los cocaleros –vistos como invasores o intrusos–, que junto con otras organizaciones campesinas ocupan con sus movilizaciones el centro de la ciudad desde hace una semana.

En la plaza están los cocaleros, hombres y mujeres, esperando en tensión el inicio inevitable de la lucha. El ímpetu de los “defensores de la democracia” rompe el endeble cerco y se desata un combate que hace retroceder a los campesinos varias cuadras hasta la plaza principal. El saldo de la ominosa refriega –el más violento enfrentamiento entre civiles ocurrido en una ciudad desde la recuperación de la democracia– incluye dos muertos (un joven citadino y un campesino cocalero), más de dos centenares de heridos y el arraigo aparentemente irrevocable de la intolerancia y la incertidumbre en el departamento.

Si bien este episodio podría entenderse aislada o localmente como consecuencia de la reacción de parte de la población urbana ante la ocupación del espacio público por los campesinos, o como el aflorar del racismo y la discriminación que existen latentes en la sociedad cochabambina, más ampliamente se explicaría en función de la polarización que acusa la política boliviana en general. Aunque la polarización reduce la complejidad de los problemas y conduce a la esquematización de los grupos en amigos y enemigos, el contexto no deja de ser complejo, sobre todo si además de las posiciones de cada actor político se toman en cuenta los aspectos deficitarios de la institucionalidad, que permite el planteamiento de conflictos y no presenta vías de solución. En este artículo trataremos de resaltar algunos de los elementos que arman el contexto en el que se desarrolló el primer año de gobierno de Evo Morales y el MAS-IPSP en Bolivia. Sobre la base del caso extremo que constituye el conflicto de enero del 2007 en Cochabamba, rastrearemos las dificultades que los movimientos que conforman el MASIPSP deben enfrentar en su paso de movimiento a partido, de fuerza local a propuesta nacional y de oposición a gobierno.

El contexto de la llegada del MAS-IPSP al poder

El resultado de las elecciones de diciembre del 2005 dio solución de continuidad formal a un “modelo” que imperó durante dos décadas en Bolivia combinando la “democracia pactada” y las políticas económicas neoliberales, luego del colapso económico y político del primer gobierno que siguió a la reinstauración de la democracia (1982-1985). La estabilidad política que los pactos parlamentarios daban a los gobiernos de turno connotó la preeminencia de los espacios institucionales, la continuidad de los procesos electorales y la asunción, por parte de los partidos políticos, del papel mediador que las leyes preveían. También significó, sin embargo, la obsecuencia del poder legislativo frente al ejecutivo; el olvido de criterios ideológicos y programáticos en función de “administrar el modelo”; la distribución de “cuotas de poder” entre los partidos pactantes, que generaba un escenario apto para el patrimonialismo y el tráfico de influencias; un alejamiento creciente e insalvable de la “clase política” –instituida en dueña del sistema político– en relación con la población en general, y un deterioro de la política como espacio y como acción.

La estabilidad económica que siguió al shock neoliberal debeló el fantasma de la hiperinflación pero sacrificó los derechos laborales y sociales de cientos de miles de trabajadores y desempleados, generando inseguridad y la búsqueda de salidas por cuenta propia sin ninguna protección estatal. Más adelante, la privatización de las empresas públicas y el establecimiento de ventajas excesivas e inclusive anticonstitucionales a la inversión extranjera contribuyeron al deterioro de la economía nacional y a la armazón de un entramado institucional con amplias rendijas para la corrupción de cuello blanco.

La anteriormente vigorosa movilización social, que en el convulso período de la transición, en el cruce de las décadas de los años setenta y ochenta, podía doblegar las decisiones de un gobierno, vivió entre 1985 y 2000 una etapa de reflujo. Al terminar ese lapso, se dio una inflexión en la acción colectiva y sobre todo en su impacto en la política (Tapia, 2000), cuando se desencadenó una serie de protestas iniciadas en Cochabamba. La “Guerra del Agua” cochabambina y después los prolongados bloqueos de caminos en el altiplano aymara resaltaron las condiciones inicuas de la privatización de servicios básicos y el déficit de representatividad de los miembros de la clase política.

En 2002 el MAS obtendría un sorpresivo segundo lugar en las elecciones generales, marcando con su numerosa presencia parlamentaria la declinación de la democracia pactada. En febrero del 2003 un enfrentamiento entre el ejército y la policía expresó –tras dos días de combate y más de treinta muertos frente a los palacios de gobierno y legislativo– la pérdida de legitimidad de la violencia estatal. En octubre del mismo año la resistencia social frente a la política de exportación de hidrocarburos que pretendía impulsar el gobierno concluyó con la renuncia del entonces presidente Sánchez de Lozada y el establecimiento tácito de la “Agenda de Octubre” (defensa de los hidrocarburos, asamblea constituyente), luego de una semana sangrienta que costó alrededor de setenta vidas.

La renuncia de Sánchez de Lozada abrió un período de incertidumbre que duraría hasta las elecciones de diciembre. Sin nitidez, aunque con mucha esperanza, se vislumbraba la apertura de un nuevo ciclo político, una rearticulación de las relaciones entre el Estado, la sociedad y la esfera económica, con un papel estatal mucho más vigoroso que en la etapa del neoliberalismo y sin el protagonismo pernicioso de la “clase política” tradicional. Tras lapsos críticos que terminaron canalizándose en los cauces institucionales (el orden constitucional se mantuvo firme a pesar de las renuncias de dos presidentes y de los intentos de algunos políticos “tradicionales” de obstaculizar jurídicamente la realización de elecciones), existía disponibilidad social para el cambio. La misma institucionalidad se fortaleció con la reforma constitucional que introdujo el referéndum, la iniciativa ciudadana y la posibilidad de presentar candidaturas sin partido político, mediante agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas.

Simultáneamente, resurgían con fuerza los movimientos cívicos de los departamentos de tierras bajas (que junto al departamento sureño de Tarija conforman la llamada “media luna” de Bolivia). En Santa Cruz, sobre todo, las entidades empresariales y cívicas se articularon alrededor de la demanda de autonomía departamental, que en sus versiones extremas reclaman la calidad de “Estado libre asociado” a Bolivia y en sus versiones oficiales o más moderadas demandan una profundización de la descentralización. A principios del 2005, el movimiento cívico cruceño obtuvo del presidente Mesa, que sucedió a Sánchez de Lozada, el compromiso de convocar a elecciones para nombrar prefectos departamentales (atribución que aún hoy es prerrogativa presidencial) y a un referéndum para establecer autonomías departamentales.

Avances y desplazamientos del movimiento campesino y el MAS-IPSP

Las elecciones generales del 2005 debían designar al presidente y vicepresidente de la república, a diputados y senadores. Al mismo tiempo se llevó a cabo la primera elección de prefectos departamentales. El MAS-IPSP llegaba a los comicios con diez años de vida y con el respaldo de decenas de organizaciones sobre todo campesinas e indígenas y la esperanza de convocar el apoyo complementario de las clases medias urbanas. Los diez años eran la continuidad de la trayectoria del movimiento campesino, principalmente de los cocaleros, que habían resistido las duras políticas de represión del cultivo de coca desde mediados de los años ochenta y habían decidido plantear una alternativa partidaria propia, un instrumento político dependiente de las decisiones de las organizaciones sociales. La reforma municipal de 1994 dio a los campesinos la oportunidad de participar en elecciones locales, acceder a la representación política y al gobierno en el nivel municipal y así ganar una experiencia valiosa en la gestión gubernamental.

La historia reciente de una parte del movimiento campesino –continuada en la historia del MAS-IPSP– puede sintetizarse en tres cruces de fronteras o cambios de escenario. Primero, la decisión de formar el instrumento político significó la opción de crear (o convertirse en) un partido dependiente de las organizaciones sociales principalmente rurales. En función de la legislación entonces vigente, este salto al terreno institucional significó también un salto de lo local a lo nacional (solamente existían partidos nacionales) y la necesidad de arraigarse más allá de los sectores de influencia directa de los sindicatos cocaleros o las federaciones campesinas. En tercer lugar, las victorias electorales obligaron un paso del ejercicio de la oposición (institucional y extrainstitucional) al ejercicio del poder. En cada caso se plantean problemas que el MAS-IPSP no resolvió plenamente (Córdova, 2004). Su primer año de gobierno confirma que la creación de un partido no representó dejar de ser movimientos sociales; ganar elecciones nacionales no significó mecánicamente la extrapolación de la “democracia sindical” local a mayores escalas; en tercer lugar, a pesar de llegar al gobierno nacional, los movimientos masistas ejercen la oposición en los departamentos con prefectos contrarios al MAS-IPSP.

El primer año de gestión gubernamental y el conflicto de Cochabamba

El MAS-IPSP llegó al poder asumiendo con seriedad varios desafíos: la realización de la asamblea constituyente, la recuperación de los recursos naturales –compromisos incluidos en la “Agenda de Octubre”– y, más ampliamente, la reorientación de la economía, la recuperación del papel director de la política y la inclusión sin discriminación de las mayorías indígenas en la vida social, económica y política del país. En cuanto a la política, las relaciones con el parlamento, los movimientos sociales y los prefectos se perfilaban como claves en el desarrollo del gobierno (Mayorga, 2006).

El reto simbólicamente más amplio era la realización de la asamblea constituyente, que potencialmente consagraría la inclusión igualitaria de todos los bolivianos, negada a lo largo de la vida republicana. La asamblea era planteada por Morales como una refundación (una asamblea originaria), en la que participarían todos los que habían sido excluidos de la primera fundación de Bolivia. En su primer discurso presidencial se comprometió a inaugurar la asamblea en el aniversario patrio, el 6 de agosto de 2006.

Desde el inicio de su administración, el presidente introdujo varias novedades en la política boliviana. Al margen de elementos secundarios como una mayor cercanía con la población o la propia composición del gabinete ministerial (con mayor proporción de mujeres y miembros de las organizaciones de base que conforman el instrumento político), Morales trató de dignificar las relaciones con la cooperación internacional (que anteriormente imponía condiciones casi vergonzosas) y con los inversionistas que privatizaron las empresas estatales. La nacionalización de los hidrocarburos –el control accionario del Estado en las empresas y la recuperación de la mayoría de la renta para el país– fue criticada por varios sectores con criterios diversos pero demostró su efectividad. Mientras unos la acusaban de no ser “realmente” una nacionalización, otros la consideraban inviable, asegurando que las empresas transnacionales preferirían dejar el país a firmar nuevos contratos menos convenientes que los anteriores. Las empresas accedieron a la modificación de los contratos y ello significó la continuidad de la inversión y el incremento de los aportes de la renta de esta industria a las arcas estatales, de tal suerte que por primera vez en treinta años existe superávit fiscal.

Este primer año estuvo marcado por los desplazamientos o cambios de escenario señalados anteriormente. Al iniciar 2006, por ejemplo, Morales fue ratificado en la presidencia de la coordinadora de las federaciones de productores de coca de Cochabamba, reafirmando su compromiso con los “movimientos sociales” pero restando posibilidades a su liderazgo nacional, que es incontrastable aunque podría ser más amplio.

El principal nudo problemático del primer año de gestión masista fue el desarrollo de la asamblea constituyente. El plazo impuesto para su inauguración presionó la formulación de la ley de convocatoria, que privilegió la representación territorial, desechando las propuestas de representación corporativa (indígena, sindical), estableció en dos tercios la proporción de votos necesaria para aprobar el texto constitucional (que podría otorgar poder de veto a grupos minoritarios) y fijó un período de un año para redactar el nuevo texto constitucional. Simultáneamente, se convocó el referéndum vinculante a la asamblea para incluir un régimen autonómico en la nueva constitución y para ponerlo en práctica en los departamentos cuya población optara por el sí en la consulta.

En julio de 2006 se llevaron a cabo los dos procesos electorales. En la elección de constituyentes el MAS obtuvo nuevamente la mayoría absoluta, ciento treinta y cinco de los doscientos cincuenta y cinco constituyentes. En cuanto al referéndum, pocos días antes el gobierno había optado por promover el no, considerando que la autonomía era una propuesta oligárquica, excluyente y poco solidaria. El no ganó en cinco departamentos del occidente; el , en todo el oriente y en Tarija (donde se encuentran los yacimientos de hidrocarburos). En Cochabamba el no alcanzó un porcentaje de 63%, resultado que significó una derrota para el prefecto, que había impulsado una respuesta afirmativa. La asamblea fue inaugurada en agosto, tal como había ofrecido Morales, con una emotiva marcha de representates de todos los pueblos indígenas, acto simbólico que significó el primer encuentro intercultural del país en más de ciento ochenta años de vida republicana.

Discursos y acciones del MAS-IPSP

El gobierno masista y los movimientos que están ligados orgánicamente al instrumento político no son homogéneamente antineoliberales ni puramente “originarios”. Existen diferentes vertientes que se traducen en un discurso indigenista (que coincide con el fortalecimiento de los elementos étnicos en las organizaciones campesinas y con el vigor de la retórica que afluyó en el MAS sobre todo del altiplano aymara), populista (aunque no apela constantemente al “pueblo” sino sobre todo a los “movimientos sociales” y a la soberanía popular), nacionalista-estatista (sobre todo por la defensa de los recursos del subsuelo y de la soberanía nacional y por su rechazo del neoliberalismo) y de izquierda (en su enfrentamiento con los “partidos tradicionales”, en su relación con movimientos “progresistas” de otros países y en su promoción de la justicia social). Esta indefinición da un lugar central a la figura del presidente, que brinda coherencia a la imagen del gobierno y a sus políticas.

Analíticamente, podemos distinguir tres componentes en el proceso que guía el MAS-IPSP. Hay un ejercicio del poder gubernamental y un proceso constituyente que contribuyen a un proyecto hegemónico todavía sin definición clara. En los tres se presentan notorias oscilaciones entre algunos de los elementos señalados anteriormente (el indigenismo, la soberanía popular, el nacionalismo y la justicia social). Estas tensiones se dan no solamente entre un discurso “radical” y una acción concertadora –que es lo más visible– sino también dentro del discurso y dentro de la acción, sobre todo, tal como apunta Fernando Mayorga (2007), entre el indigenismo y el nacionalismo que conviven sin armonía en el MAS. Así, las articulaciones que en el discurso permitirían apuntalar la hegemonía del MAS pueden ser negadas en principio (por ejemplo, si se impone un reduccionismo indigenista que reconoce en otros actores elementos puramente antagónicos).

El ejercicio del gobierno transcurrió con más luces que sombras. La nacionalización de los hidrocarburos, el superávit fiscal, el reconocimiento de derechos sociales, la condonación de gran parte de la deuda externa, la ampliación de las concepciones de desarrollo incluyendo las visiones indígenas y el impulso de proyectos regionales de integración son, entre otros, logros destacables. Sin embargo, el proceso constituyente tropezó repetidamente (a un punto tal que a medio año de su instalación la asamblea no redactó todavía ni un solo artículo de la nueva constitución). Este retraso se debió a la suspicacia de la oposición, que considera que el MAS no respetará los resultados del referéndum autonómico, y a la intención masista de imponer una fórmula mixta de voto en la que predominaba la mayoría absoluta y no los dos tercios. Según la perspectiva masista, la aplicación de la cifra de dos tercios en la redacción de cada artículo por separado podría implicar el bloqueo de la asamblea y el desperdicio del esfuerzo que llevó iniciarla, tomando en cuenta el plazo de un año que impuso la convocatoria1.

La falta de acuerdos y avances en la asamblea fortaleció de hecho a una oposición que carece de propuestas e iniciativas y que básicamente insiste en aplicar los dos tercios en la aprobación de todos los artículos del nuevo texto constitucional. En la oposición se distinguen cuatro vertientes: la resistencia de los sectores que no desean perder los privilegios económicos que el Estado les otorgó anteriormente (empresarios nacionales y extranjeros, terratenientes), la oposición política (los partidos “tradicionales” reconvertidos en agrupaciones ciudadanas), la oposición social latente y manifiesta (grupos que pueden expresar aun violentamente sus desacuerdos con el gobierno) y la oposición mediática, expresada en una campaña acaso no planificada pero sí constante, sobre todo en redes de televisión que tienen un alto impacto en las ciudades del interior, especialmente en Santa Cruz de la Sierra.

Al final del primer año la política en Bolivia está polarizada y la conflictividad no disminuyó. De hecho, de acuerdo con la base de datos de conflictos de CERES y Ciudadanía, el número de conflictos y protestas aumentó en 2006 en relación con los gobiernos del ciclo neoliberal. Los motivos de división y conflicto se subordinan al clivaje que articula la oposición política y la división regional, alrededor de la demanda autonómica y la proporción de voto en la asamblea constituyente. En los hechos, la polarización diluye los matices y establece equivalencias gruesas que operan prácticamente. Así se establecen comuniones entre grupos de la clase media, los movimientos cívicos de los departamentos de tierras bajas, grupos oligárquicos, políticos “tradicionales” y empresarios mediáticos que articulan una oposición que al inicio del gobierno del MAS estaba muy débil.

El conflicto por la hegemonía en Cochabamba

En enero del 2007 se desarrolló en el departamento de Cochabamba un conflicto que permite entender las falencias de la institucionalidad nacional y las dificultades que el MAS-IPSP debe superar en su gestión gubernamental. Muestra los problemas que los movimientos sociales que forman el instrumento político encaran cuando salen de sus lugares de acción “naturales” (el área rural, en este caso) y se movilizan en las ciudades, ya que la simpatía de la población urbana es veleidosa y su apoyo nunca puede darse por sentado. Muestra también que los aliados del gobierno pueden “radicalizarse” e ir en contra de las políticas gubernamentales (algunos hechos violentos registrados en las movilizaciones afectan sin duda la imagen del gobierno). Expresa asimismo la dificultad de enlazar consistentemente la “política en las calles” con la política institucional, a diferencia de lo que ocurre exitosamente en los municipios cocaleros o en otras zonas rurales del país. Por el lado de la institucionalidad, se percibe cómo existen condiciones para el surgimiento de conflictos, pero al mismo tiempo, se observa que no siempre existen canales para gestionarlos.

Al conocerse los resultados de las elecciones del 18 de diciembre del 2005 se podían vislumbrar algunos conflictos en la gestión prefectural en Cochabamba. La mayoría de los municipios del departamento eran gobernados desde enero de ese año por alcaldes y concejos municipales masistas; Evo Morales y el MAS habían ganado las elecciones presidenciales y parlamentarias pero Manfred Reyes Villa, el prefecto departamental que fue elegido el mismo día, era candidato de la oposición2. Era la primera elección de prefectos mediante el voto popular, y la legislación acusaba serias inconsistencias. Según la Ley de Descentralización (1995) los prefectos son parte del poder ejecutivo nacional; dependen del presidente de la república y son acompañados por un Consejo Departamental consultivo cuyos miembros son designados por los concejos municipales (en el caso de Cochabamba, los consejeros departamentales son mayoritariamente masistas). Los prefectos elegidos en 2005 gozan de la legitimidad del voto, a diferencia de los consejos departamentales; en los hechos pueden oponerse a las políticas del poder ejecutivo nacional o marcar sus propios rumbos sin el contrapeso de un ente fiscalizador o una asamblea departamental.

La victoria de Reyes Villa tenía su base en sus exitosas administraciones como alcalde municipal de la ciudad de Cochabamba. Pudiendo haberse presentado como candidato a la presidencia, tal como había hecho en 2002, prefirió optar por la prefectura del departamento, postergando sus aspiraciones. Con un pasado militar que incluía la participación subalterna en una dictadura y acusaciones disueltas de implicación en crímenes políticos, aparecía como el único líder sobreviviente de la “clase política” tradicional, lo cual lo hacía blanco de los movimientos sociales afines al MAS, que condenaban su pacto con el gobierno de Sánchez de Lozada y pretendían anular su influencia en Cochabamba. Cercado por un Consejo Departamental y un gobierno nacional adversos y movimientos sociales que amenazaban su gestión, intentó afirmar su legitimidad enganchándola a un resultado afirmativo del referéndum autonómico y posicionándose al lado de los prefectos de los departamentos del oriente, en los que ganó el . El resultado en Cochabamba fue de un 63% por el no, que, como veremos, no fue plenamente aceptado por el prefecto.

A lo largo del 2006 las relaciones entre Reyes Villa y el Consejo Departamental fueron difíciles, a tal punto que los consejeros intentaron censurarlo e inclusive hicieron una huelga de hambre reclamando por una mayor equidad interprovincial en la ejecución de obras públicas. Al final del año, este enfrentamiento se fundió con la conflictividad alrededor de la asamblea constituyente (por la fórmula de voto y el régimen autonómico). A mediados de diciembre se llevaron a cabo sendos cabildos en los cuatro departamentos en los que había ganado el , para reclamar el respeto de los resultados del referéndum autonómico y exigir que cada artículo de la nueva constitución fuera aprobado por dos tercios de los constituyentes. Un día antes, el 14 de diciembre, Reyes Villa llamó a una concentración en la Plaza de las Banderas de la ciudad de Cochabamba, para afirmar la unidad del país –amenazada por solicitudes de independencia de grupos de la extrema derecha de Santa Cruz– y para pedir el respeto de la democracia –que Reyes Villa identificó con la aprobación de los artículos de la nueva constitución por dos tercios–.

Dos acciones realizadas por Reyes Villa en esa oportunidad dieron pie al conflicto que semanas después conmocionó al departamento. Propuso la convocatoria de un nuevo referéndum departamental sobre autonomía, desconociendo el resultado del anterior, realizado hacía apenas cinco meses. En un lapsus –o acto fallido– en medio de su discurso, el prefecto afirmó: “¡Adelante, Santa Cruz, con su independencia!”, en vez de referirse a la autonomía que reclaman los dirigentes de ese departamento.

Las organizaciones que conforman el MAS-IPSP en Cochabamba entendieron la campaña abierta para promover la realización de un nuevo referéndum sobre autonomías y el desliz de la “independencia” (que no fue aclarado inmediatamente) como una provocación a la ciudadanía y un intento de “manipularla” para aproximarla a ideas supuestamente divisionistas de la región oriental y sur del país. Rápidamente se iniciaron movilizaciones para pedir la renuncia de Reyes Villa. Los primeros días del 2007 llegaron a la ciudad miles de miembros de las federaciones cocaleras, la federación departamental de campesinos y la federación de regantes. Un cabildo realizado el 4 de enero en la Plaza Principal resolvió exigir la renuncia de Reyes Villa. El 8 de enero una movilización en la que participaban campesinos, cocaleros, regantes, universitarios y otros sectores fue reprimida por la policía –que después se retiró– y concluyó en la quema parcial del edificio prefectural, ubicado en la misma plaza. Luego de este “desborde” que estaba fuera de los planes de acción de los campesinos y fue atribuido en su inicio a agentes “infiltrados” entre los universitarios, los sectores movilizados decidieron permanecer en la plaza en una vigilia pacífica hasta la renuncia del prefecto.

El diálogo entre el gobierno nacional y el prefecto pudo haberse establecido a partir de concesiones de ambas partes: el abandono de la propuesta de un nuevo referéndum, por parte del prefecto, y la flexibilización en los pedidos de renuncia, por parte de los movimientos afines al MAS. Se truncó por “falta de garantías”. Mientras tanto, la presencia de los campesinos en la ciudad era considerada por parte de algunos grupos de la sociedad local como una agresión. El Comité Cívico organizó una marcha que debía concluir en una concentración en la Plaza de las Banderas el 10 de enero por la tarde. En horas de la mañana los campesinos ocuparon esa plaza, impidiendo que la marcha llegara al lugar. La policía hizo un cerco que evitó el encuentro de los grupos movilizados. La marcha “por la defensa de la Democracia y la Paz” tenía los caracteres ambiguos de la movilización del día siguiente: había personas con banderas bolivianas y blancas; pero había también gente con palos y escudos de madera. Con la concentración frustrada, los dirigentes cívicos tomaron dos decisiones de consecuencias incalculables: declararon un paro cívico y llamaron a la gente a manifestarse “pacíficamente” en defensa de la democracia y la institucionalidad. El 11 de enero sucedió el episodio que narramos al principio del artículo. En esa ocasión aparecieron los “jóvenes por la democracia”, un grupo de choque muy parecido a las brigadas de la Unión Juvenil Cruceñista, organización de extrema derecha basada en Santa Cruz de la Sierra (Opinión, 2007, Los Tiempos, 2007).

Ante estos hechos, las autoridades gubernamentales ordenaron –tardíamente, a la luz de lo acontecido– la intervención de las fuerzas militares para resguardar la ciudad, prevenir enfrentamientos entre pobladores civiles y evitar que surgieran nuevos brotes de violencia. Rondaba el fantasma de una guerra civil, y Cochabamba parecía ser el lugar propicio para encenderla: existían fuerzas movilizadas y opuestas sin predominancia clara de ninguna de ellas (con un mayor equilibrio que en los otros departamentos) y ya se habían dado enfrentamientos sangrientos.

El prefecto se encontraba en la ciudad de La Paz, reuniéndose con los demás prefectos contrarios al gobierno, intentando ganar su solidaridad y dar al problema cochabambino una dimensión nacional que el gobierno negaba (se trataba, en las declaraciones oficiales, de un problema de Cochabamba que debía resolverse en Cochabamba). El diálogo entre los dos niveles de gobierno (responsables tácitos de los hechos anteriores) no se restableció a pesar de la declaración pública del poder ejecutivo de respaldar a los prefectos elegidos (Opinión, 2007) y de la renuncia del prefecto a la propuesta del referéndum. En un mensaje a la región Reyes Villa diría: “Comprenderán que no puedo ni debo renunciar presionado por la violencia, porque podría poner en entredicho el proceso democrático (...) porque provocaría más ruptura en el país” (La Razón, 2007).

Un nuevo cabildo de los movimientos realizado el 16 de enero decidió llevar a cabo acciones más prudentes, con la intención de no poner en riesgo la institucionalidad: el retorno de los cocaleros y los demás campesinos a sus lugares de origen y la búsqueda de caminos legales para destituir al prefecto. Entre estos caminos sobresalían la realización de un referéndum revocatorio, propuesto el día anterior por el presidente Morales (Morales, 2007), y un juicio de responsabilidades a Reyes Villa por los hechos sangrientos de los días anteriores. Habiéndose llegado a esas decisiones, algunos grupos presentes en el cabildo acusaron a los dirigentes de haber actuado con tibieza excesiva, obligaron a los consejeros departamentales a abrir una sesión que debía desconocer a Reyes Villa y finalmente formaron forzada y grotescamente un “Gobierno Departamental Popular”, con nuevos consejeros y prefecto designados entre los presentes. Esta institución paralela desapareció a pocas horas de su creación, por el escaso apoyo de las bases sociales más influyentes y porque el mismo gobierno la calificó de ilegal (El Deber, 2007).

La quema del edificio prefectural, la bochornosa elección del gobierno popular y los ataques a los medios de comunicación durante los días más tensos expresan un problema que el MAS-IPSP debe enfrentar en varios sectores del país: sus propios aliados pueden ser más conflictivos que la oposición política. El “desborde” es siempre una posibilidad que puede superar las decisiones de las organizaciones, aun en el caso de los cocaleros, que tienen amplia experiencia y disciplina en sus movilizaciones.

A finales de enero, el prefecto todavía no reasumió su cargo. La ley interpretativa que permitiría la realización del referéndum revocatorio no fue aún presentada al parlamento. Los campesinos se retiraron y esperan esta salida legal. Para coordinar con los prefectos, el presidente nombrará delegados en cada departamento. Algunos prefectos ya calificaron esos nombramientos como una intrusión y una injerencia autoritaria del gobierno.

En el conflicto de Cochabamba los cocaleros y las otras organizaciones campesinas jugaron en contextos espaciales adversos. No se reeditó la complementación que mostraron las movilizaciones de la guerra del agua, en las que las organizaciones rurales y urbanas actuaron coincidentemente. Debido a la exacerbación propia de la polarización política, emergieron elementos racistas en la población urbana, y temores que movían a proteger la propiedad privada y los bienes públicos urbanos. El paso de una hegemonía “natural” en el área rural a la necesidad de articular actores y discursos en el área urbana fue entendido por algunos dirigentes de manera reduccionista: según esta visión, siendo los campesinos más auténticamente “pueblo”, sus decisiones eran “democráticas” y debían ser aceptadas y respetadas sin contraste aun por los opositores urbanos.

Por otro lado, el gobierno del MAS-IPSP tuvo que vérselas con el ímpetu autónomo de sus aliados. Los “desbordes”, las propuestas de atacar la vivienda del prefecto y los medios de comunicación podrían presentarse como expresión “genuina” de la cólera popular, pero ponen en riesgo no solamente los objetivos de las movilizaciones sino la validez de la movilización como principal método y recurso de la acción colectiva y los avances realizados por el movimiento popular durante los últimos años. En cuanto a la complementación de la acción directa con la institucional –efectiva en las áreas rurales, por ejemplo, en la definición de candidatos municipales en cabildo, porque los candidatos designados en cabildo son luego elegidos por voto popular–, la “política en las calles” se vio ante un callejón sin salida, ya que no existía la posibilidad legal de refrendar institucionalmente las decisiones de los cabildos.

En este ámbito, la elección de los prefectos presenta caracteres inconsistentes: solamente cambió su forma de designación, y no sus atribuciones. La búsqueda de mayor democracia (que justifica su elección mediante el voto popular) puede verse afectada cuando el Consejo Departamental no goza de la legitimidad del voto y no puede efectivamente controlar sus acciones.

Conclusiones

Explicar el conflicto de Cochabamba y el primer año de gobierno masista en relación con figuras puras de izquierdismo, nacionalismo, andinismo o antineoliberalismo es un error derivado de una visión incompleta del MAS-IPSP y del contexto en que actúa. El MAS-IPSP es todo eso simultáneamente, y la riqueza de sus acciones, su posible innovación de la acción política y sus aportes al conocimiento derivan de la mixtura que lo constituye.

El tema que nos ocupa revela las dificultades que derivan de los cambios de escenario que realizaron las organizaciones que conforman el MAS-IPSP frente a un contexto que se fue polarizando crecientemente alrededor del proceso constituyente. Expresa también los problemas que surgen de la superposición de los proyectos que lleva adelante el gobierno. En el primer caso, destaca la importancia estratégica que Cochabamba tiene en el mapa político nacional, ya que el MAS-IPSP tiene el control del Consejo Departamental pero el prefecto es opositor.

En el segundo caso, el proyecto hegemónico se cruza con la necesidad de tener controles más efectivos de la gestión de los prefectos. La consigna tácita de eliminar la probable oposición del prefecto cochabambino en función de afirmar la hegemonía masista en Cochabamba choca con la inexistencia de mecanismos institucionales de evaluación del desempeño y revocatoria de los cargos de las autoridades departamentales. La debilidad del proyecto hegemónico también se muestra en el malestar generado en las clases media y alta urbanas con la presencia intimidante de los campesinos en el centro de la ciudad. En este punto, la decisión de no utilizar las fuerzas de represión para controlar la situación abrió la oportunidad para el enfrentamiento entre sectores de la sociedad.

El proyecto es afectado por las oscilaciones que acusa el MAS-IPSP. Son oscilaciones cuyo rasgo peculiar no es la inconsistencia entre el discurso y la acción, lo cual entraría en la “normalidad” de la acción política, sino también entre orientaciones diferentes del discurso y la acción. En efecto, no es tan relevante la posible inconsistencia entre un discurso “radical” y decisiones “moderadas”, que podrían ser criticables desde posiciones “socialistas” (según las cuales el gobierno del MAS es en el fondo neoliberal) o “democráticas” (que reclamarían mayor prudencia en la retórica gubernamental), sino la oscilación entre matrices de acción nacionalistas o indigenistas, entre la articulación propiamente hegemónica y una concepción del antagonismo que busca eliminar las posibles oposiciones. En el caso estudiado, inicialmente se impuso esta visión excluyente que no hizo lo necesario para evitar el enfrentamiento civil.

Las esperanzas de que la conflictividad social y política disminuiría en un gobierno masista se disiparon con prontitud. La apertura del gobierno al diálogo con los sectores sociales fortalece la certeza de que la movilización es efectiva para satisfacer una demanda. Por otro lado, el gobierno central no es ya el único adversario de los conflictos o el blanco privilegiado de la protestas. Los prefectos, sobre todo los opuestos al MAS-IPSP, soportan una gran carga de protestas y demandas sociales. Los grupos opositores también parecen haber asimilado las formas de acción de los movimientos y organizaron contramovimientos que pasan por alto los canales institucionales de gestión de conflictos.

Por otro lado, cuando el Estado era una parte constante en los conflictos sociales, los conflictos se planteaban entre algún sector de la sociedad y el Estado. Durante su primer año, el gobierno trató de evitar la represión y el uso de la fuerza, de manera que se estableció tácitamente la propensión a trasladar el conflicto al seno de la sociedad. Los combates entre cooperativistas mineros y obreros asalariados, en el mes de octubre, y los hechos de Cochabamba expresan suficientemente esa tendencia.

Ello expresa no solamente los problemas que el MAS-IPSP debe enfrentar en sus cambios de escenario, sino también el carácter deficitario de la estructura de gestión de conflictos en el país (no olvidamos el papel constructivo de los conflictos a lo largo de la historia nacional). De hecho, varias de las reformas institucionales apuntan a manejar la conflictividad de manera más estable. El referéndum revocatorio es una de ellas. Es posible que contribuya a una forma más democrática de encarar las relaciones entre las autoridades electas y la sociedad. También es posible que se generen escenarios de inestabilidad en la gestión y que saturen la disponibilidad de la población a participar en la política, comprometiendo el proceso de cambios que Bolivia vive actualmente.


Citas

1 Al cerrar la redacción de este texto, el presidente Morales propuso que todos los artículos de la constitución se aprueben por dos tercios de los constituyentes presentes, y que los artículos que no hayan sido aprobados antes del 2 de julio de 2007 sean motivo de referéndum. Probablemente esta decisión distenderá en alguna medida el ambiente conflictivo que rodea el proceso constituyente.

2 Desde el punto de vista de Fernando Calderón, el voto dividido en Cochabamba expresa la complejidad de la participación política. El ciudadano no sería un ente simple sino un sujeto complejo y activo que modifica racionalmente su estructura de voto (Calderón, 2006: 26).


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