Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co
![]() |
Versión PDF |
María Nancy Ortiz Naranjo**
El artículo parte de constatar que los criterios de publicación en las humanidades dependen de una academia vinculada con el dispositivo tecnocientífico. Así, la tecnología del desarrollo plantea al profesor universitario como un empresario de sí que se capitaliza a sí mismo y a su corporación por medio de la publicación de artículos, desde una perspectiva competitiva. Concluye que la narración emerge como una de las formas discursivas de resistencia posible a este funcionamiento, a partir de la cual los textos dejan de constituirse como artefactos de datos para adquirir la condición de cuerpos vivos, tensionados por una ética de la existencia.
Palabras clave: escritura académica, desarrollo, gubernamentalidad, producción de conocimiento, humanidades, narración, resistencia.
O artigo começa com a observação de que os critérios de publicação nas humanidades dependem de uma academia ligada ao dispositivo tecnocientífico. Assim, a tecnologia do desenvolvimento coloca o professor universitário como empresário que capitaliza a si próprio e a sua corporação através da publicação de artigos, desde uma perspectiva competitiva. Conclui que a narrativa surge como uma das formas discursivas de resistência possíveis contra essa operação, das quais os textos deixam de ser constituídos como artefatos de dados para adquirir a condição de corpos vivos, coagidos por uma ética da existência.
Palavras-chave: escrita acadêmica, desenvolvimento, governança-mentalidade, produção de
conhecimento, humanidades, narração, resistência.
The article begins by establishing that the criteria for publication in Human Sciences depends on an academy linked to techno-scientific devices. Thus, the technology of development defines the university professor as an entrepreneur who capitalizes themselves and their company through the publication of articles, from a competitive perspective. The article concludes that the narrative emerges as one of the possible discursive forms of resistance in this operation from which the produced texts cease to be constituted as artifacts of data and acquire the condition of living bodies, permeated by an ethics of existence.
Key words: academic writing, development, governmentality, production of knowledge, humanities, narration, resistance.
* Este artículo hace parte de los primeros resultados de la investigación en curso: “Investigación y prácticas de escritura: emergencias de lo narrativo en la formación de maestros/as”, financiada por el Comité para el Desarrollo de la Investigación de la Universidad de Antioquia (CODI), y la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia (Colombia)
** Profesora de tiempo completo de la Facultad de Educación, Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). Doctora en Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia; Magíster en Educación, Licenciada en Español y Literatura. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
El profesor universitario contemporáneo se plantea como un académico eficiente, sabe que la calidad de su trabajo está medida por el impacto de sus publicaciones, por la cantidad de veces que sus artículos científicos han sido citados en otros textos del mismo tipo, y tiene muy claro que con ello aporta una valiosa cuota en el posicionamiento de su institución, en la aparición de esta última en los rankings internacionales. De modo que los productos de escritura académica, concebidos como información, capitalizan al sujeto que los produce y a su Universidad.
Esto ha llegado incluso hasta el campo de las humanidades, donde hasta hace relativamente poco no era frecuente la referencia a productos, pero en el que las prácticas de escritura y publicación se abocan, cada vez más, a un asunto de ascenso personal, profesional e institucional, “a mecanismos formales de modernización del sistema universitario, como los procesos de acreditación” (Silva, 2007: 208), en desmedro de su carácter ético, estético y existencial. Se trata de aumentar la calidad y el impacto de la producción de conocimiento basándose, paradójicamente, en criterios ajenos a los contenidos propios de los textos producidos, como por ejemplo, el factor de impacto1.
Así, los criterios para designar la calidad se basan en parámetros cuantitativos de citas, que cuantifican la producción y circulación de la información, desde el presupuesto de que las publicaciones científicas —independientemente de los principios y tradiciones del campo de conocimiento al que pertenecen— caen en desuso con cierta rapidez. Si bien este factor de impacto ha recibido bastantes críticas2, nada ha impedido que continúe siendo el índice bibliométrico más usado en la evaluación de la producción científica y en el otorgamiento de financiación de investigaciones (Mendoza y Paravic, 2006).
Lo anterior ya empieza a afectar directamente los procesos de publicación, edición y escritura de las humanidades en la Universidad y, desde luego, el ethos de la relación del profesor universitario con la escritura misma, ahora inscrita en un dispositivo tecnocientífico, cuyo régimen de verdad gravita sobre el discurso del desarrollo como avance progresivo, lineal y ascendente. Y aunque está claro que la Universidad ha sido siempre un territorio surcado por múltiples relaciones de poder, en tanto cada época y cada contexto tienen sus propias demandas para ésta, por tratarse de un espacio de creación de pensamiento, es preciso que los poderes que la habitan entren en tensión con su posibilidad de cuestionamiento, proposición y profesión3 pública.
En efecto, para Jacques Derrida, la Universidad “debería seguir siendo un último lugar de resistencia crítica —y más que crítica frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos” (2002: 12).
Pero, ¿quién tiene tiempo de profesar en la Universidad ahora que todos estamos tan ocupados, produciendo una academia que equipara “trabajador competitivo con sujeto pensante” (Quintar, 2007: 2)? Tal vez esta profesión resistente de la que habla Derrida no esté por fuera del terreno de los mismos textos que han sido incautados por esa mirada competitiva. Quizá nuestra principal resistencia se encuentre en la desinstrumentalización de la propia escritura para entender que es condición de posibilidad del pensamiento, no sólo un medio para comunicarlo y, menos, un producto mercantilizable.
Cuando el análisis no sólo pasa por una crítica de la dimensión macro del poder, sino que además se pregunta por lo micro y lo molecular, por el cuerpo y el deseo del mismo sujeto de análisis, se hace indispensable activar una ética de la existencia, que lleva equiparado un movimiento de diferenciación frente a determinada identidad uniforme.
Y aquí el discurso cumple un papel vital, porque tensiona las relaciones de saber-poder institucionalizadas y propicia el movimiento de sus límites. En este punto, la formadel discurso funciona como puerta en cuyo umbral se erige la potencia del pensamiento, que trasgrede cualquier policía discursiva. Se desplaza así la urgencia de determinar cuál es el género o la tipología textual autorizada para decir la verdad, porque las formas discursivas tienen indefectiblemente que alterarse para profesar algo hasta el momento impensado.
Lo presentado hasta el momento nos conduce ineludiblemente hacia la pregunta por cómo pudo filtrarse el régimen de verdad del desarrollo en las prácticas de publicación y escritura académica. Un breve recorrido histórico nos muestra que las estrategias de poder de la tecnología del desarrollo en el campo de la producción de conocimiento han sido eficaces precisamente porque han conseguido anudarse siempre a distintos saberes que las legitimen. Aunque inicialmente el discurso del desarrollo en Colombia tuvo un tono salvador y pastoral, de modo gradual fue adquiriendo un matiz gubernamental que favoreció su incidencia sobre la subjetividad y las formas discursivas de los escritos de los profesores universitarios, y encauzó sus prácticas de escritura y publicación hacia una dinámica competitiva.
La invención del desarrollo, para usar la expresión de Arturo Escobar (2007), encajó en la coyuntura de posguerra gracias a la configuración de un saber que se dio, según el mismo autor, principalmente por su engranaje con distintas disciplinas y conocimientos (economía, planificación, demografía, salud pública, nutrición, ciencias agrícolas, etcétera), y por su correspondiente profesionalización, lo que posibilitó “remover de la arena política todos los problemas y concebirlos dentro de la esfera aparentemente neutra de la ciencia” (2007: 20-21).
El punto de emergencia de todo este régimen de verdad no se ubica tanto en las políticas promulgadas como en el emprendimiento de acciones cuya racionalidad hizo explícitas las conexiones entre proyecto económico, proyecto político y saber científico-social.
Tal es el caso de la Misión Currie, producida entre el 11 de julio y el 5 de noviembre de 1949, cuyo discurso, en efecto, estuvo cubierto por un tono salvador, en el marco de una tecnología de poder pastoral4 que implicaba la intervención sobre la carencia y la ignorancia, por medio de la planeación y la educación. A pesar del auge de los modelos liberales de ese momento, que suponían la menor regulación estatal posible de la economía, en Colombia se experimentaba todavía un intervencionismo interno del Estado, que no era más que una réplica del intervencionismo mesiánico del cual el país era también receptor.
Con la consolidación de la economía del desarrollo y la planeación, los antiguos estilos de investigación fueron desprestigiándose gradualmente, en tanto “no podían satisfacer la necesidad de construcción de modelos y de investigación empírica que la nueva ciencia planteaba” (Escobar, 2007: 157). Este acontecimiento propició la articulación entre una búsqueda pragmática del conocimiento, dispuesta para su instrumentalización en el campo productivo, y una idea de ciencia centrada sólo en lo positivo, en los hechos verificables, en lo empírico y en la experiencia entendida como comprobación. Fue, quizá, este entrecruce estratégico en la búsqueda de tangibles lo que hizo posible el enganche entre ciencia y tecnología.
Lo tangible, además, es susceptible de ser contabilizado y de adquirir la condición de dato; de ahí también el auge de la estadística y su papel en la legitimación de la política pública. En esta dinámica, los datos son aptos para ser traducidos al lenguaje de la planeación, y gracias a ello esta tecnología se erige por encima de otros saberes culturales que, desde esta óptica, se asumen como inferiores.
Más tarde, en la década de los ochenta afloró una gran crisis que puso en duda los enfoques de desarrollo económico imperantes hasta los años setenta. Las prácticas estatistas y redistributivas empezaron a dar paso a la liberalización de la economía, a la privatización de empresas estatales y a políticas de reestructuración y estabilización bajo el control de organismos financieros tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Ésta fue, en gran medida, una crisis de endeudamiento que trajo consigo políticas de austeridad (principalmente en los campos de la salud y la educación) y el ingreso al círculo vicioso de tener que pagar préstamos anteriores con el dinero de deudas nuevas. En este período no desapareció el discurso sobre el desarrollo, lo que sucedió es que se acomodó estratégicamente a las nuevas circunstancias, en las que se hacía necesario, para salir de la crisis, la aplicación de un conjunto de reformas desde un núcleo de doctrinas y retóricas que sustentaban un aparente acuerdo global popularizado por los medios académicos y periodísticos como el Consenso de Washington (Gentili, 1996). Se trató de la “aceptación” de la racionalidad de gobierno neoliberal, cuyo principio regulador debía ahora ser el mercado.
Durante los años ochenta, Colombia ya experimentaba un tipo mixto de política económica, que empezaba a comprometerse con el libre mercado y el neoliberalismo, pero que a la vez mantenía prácticas propias del intervencionismo estatal (Martínez, 2004). Y, sin embargo, dichas prácticas se ponían ya en tela de juicio porque “a los ojos de los economistas neoliberales, no hacen otra cosa que generar una ‘cultura de mutuas dependencias’ en la que los individuos hipotecan su libertad al Estado y éste asume la función de pastor de las almas” (Castro-Gómez, 2010: 175).
Así empieza a emerger un arte de gobierno desde el cual es muy importante incidir en el ambiente, de manera que los gobernados se sientan en libertad de elegir. Se trata de una máquina de producción de subjetivación que no necesita imponer una ley a los hombres, sino disponer el saber y el poder de forma que sean aceptados libremente,“es decir, utilizar tácticas más que leyes, o, como mucho, utilizar al máximo leyes como tácticas; hacer de modo que, por ciertos medios, tal o cual fin se pueda alcanzar” (Foucault, 2010: 846-847).
Fue desde esta perspectiva que las ideas de salir adelante, progresar, ascender o escalar llegaron a constituir metas deseables, profundamente arraigadas en el deseo del sujeto que se convirtió en empresario de sí, “gestor de sí, un sujeto activo, exitoso, capaz de crear y administrar sus potenciales ganancias” (González, 2015: 209).
Aquello que en la década de los cincuenta y los sesenta fue enunciado desde un tono salvador, que implicaba el sacrificio y el “pago de un alto precio”, fue cambiando hacia un optimismo frente a la idea de que el desarrollo podría cobijar a todos, en la medida en que fuera calando en los cuerpos, hasta hacerse gubernamental; es decir, hasta hacer con diversas técnicas que los sujetos, desde su deseo, optaran por una forma de vida determinada.
Esto es totalmente visible en el texto Colombia: al filo de la oportunidad (República de Colombia, 1994), que constituye el informe conjunto de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, conocida como la Misión de Sabios, convocada en 1993 por el entonces presidente de la República, César Gaviria. Mientras en los documentos producidos en el contexto de la Misión Currie la tecnología de poder pastoral es la predominante, el discurso en la Misión de Sabios, en cambio, tiende hacia la instauración de una gubernamentalidad. En esta vía, la educación sigue orientándose en función del desarrollo, pero ahora éste es sostenible, equitativo y participativo.
De este modo, afloran nuevas formas de capitalismo que ya no tienen en su discurso la negación de la diversidad. Así pues, empieza a ser explícito el reconocimiento del carácter pluricultural y multiétnico del país, pero se trata de un reconocimiento encaminado hacia la competitividad.
Como hemos podido apreciar, actualmente la academia se mueve por un dispositivo tecnocientífico, compuesto por dos máquinas: ciencia y tecnología5. Pero no es cualquier idea de ciencia la que le sirve al dispositivo, sino aquélla que de forma estratégica se deja engranar con la tecnología por medio de la bisagra discursiva del desarrollo y sus correspondientes valores y prácticas.
Lo planteado hasta aquí nos ha permitido ver de qué manera este discurso ha ido tomando fuerza en nuestro contexto gracias a que ha conseguido adaptarse, sobreviviendo a los cambios nacionales e internacionales, perfilando institucionalidades, pero también instalándose en las prácticas, en la cotidianidad, en los imaginarios, en las narrativas, en el deseo, las expectativas y las maneras de actuación de los sujetos implicados, por medio de diferentes tecnologías, entre éstas la de la planeación, que a nivel macro y micro condiciona y parametriza actividades tales como la investigación, dentro de programas y proyectos que la sujetan a las agendas, cronogramas e intereses de las entidades financiadoras.
Efectivamente, en Colombia, en el marco de la institucionalización de esta tecnología, se funda Colciencias en 1968, entidad que, más que reconocer o hacer explícito el vínculo entre desarrollo industrial y ciencia-tecnología, lo que ha hecho es recoger información, planear estrategias, promover la creación de metodologías y organizar programas y convocatorias desde una racionalidad “volcada hacia la eficiencia y competitividad empresarial en el mercado, estimulación directa de la demanda por medio de la empresa privada, y el vínculo entre productores y usuarios de conocimiento y técnicas” (Jaramillo et al., 2013: 242). Esto ha generado más que una relación dinámica, la subordinación de la ciencia a los intereses productivos y económicos del capital mundial.
Pero, ¿cómo negar que todo esto haya generado alteraciones en la escritura de los profesores universitarios, principalmente en la de aquellos provenientes de las humanidades, un campo caracterizado por la pluralidad discursiva y la diversidad de escenarios de publicación? Sin embargo, el artículo científico, sujeto a los dictámenes de la indexación, viene erigiéndose como un imperativo por encima de cualquier otro género. Aquí está implicada una concepción de escritura a partir de la racionalidad instrumental, cuya validez se basa en la aplicación de un método que separa claramente sujeto de objeto, y sustenta sus aserciones exclusivamente sobre los datos de base empírica. Determinados juegos de saber y poder favorecieron que dicha concepción se instalara como única verdad en las prácticas de evaluación y publicación, por encima de otras que emparentan la escritura con formas de construcción de pensamiento alejadas de la demostración y que se acercan más a lo indicial, lo conjetural, lo analógico, lo aporístico, lo ensayístico o lo narrativo.
Aunque la idea de artículo (Aufsatz en alemán, article en francés) ya existía en las humanidades mucho antes de que el boom de la indexación irrumpiera en la cotidianidad de la academia, éste no puede considerarse, sin más, como sinónimo de lo que ahora se conoce en lengua anglosajona como paper (Santos, 2012: 204), que en castellano corresponde al artículo científico, como informe de investigación dividido en “introducción, materiales y métodos, resultados y discusión” (IMRAD), no obstante, esto no significa que el tradicional artículo de las humanidades no tenga ningún punto de encuentro con el artículo científico (paper) de la actualidad. Lo claro es que para el mundo de las indexaciones, este último tiene un valor superior porque, desde sus supuestos, es el que se acerca más al proceso científico.
Desde esta óptica, en manuales de estilo y reglamentos de publicación es constante la exhortación al uso u omisión de ciertas formas gramaticales y sintácticas, para mantener las reglas de una escritura que deja de ser ejercicio de pensamiento, para volverse informe aséptico en el que, como lo sugiere el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas, hay que “relacionar las conclusiones con los objetivos del estudio, evitando hacer afirmaciones rotundas y sacar conclusiones que no estén debidamente respaldadas por los datos” (Icmje, 2010: 19).
Y a pesar de que dentro y fuera de las humanidades se han debatido ampliamente las limitaciones del positivismo como marco general para brindar comprensiones sobre las realidades sociales y humanas,
[…] la ciencia actual todavía se legitima apelando a los datos, que se verifican una y otra vez en una búsqueda interminable de la verdad a través de la eliminación y el error. Y en su mayoría, las ciencias de la mente y la cultura (la psicología y la antropología) se han embarcado en la misma empresa. (Ingold, 2015: 14)
Es evidente que quienes pensamos desde la orilla de las humanidades no nos sentimos cómodos dentro del actual engranaje tecnocientífico, y quisiéramos poder frenar toda esta avalancha de “calidad e impacto”, en la cual las reglas del juego siempre dejan en desventaja cualquier texto que se desvíe de sus retóricas demostrativas y parametrales. Pero esto no es tan fácil dadas las potentes estrategias de las que el dispositivo se vale, y los intereses políticos y económicos que están en juego.
Y, sin embargo, esas escrituras resistentes que consiguen mantener su profesión dentro del dispositivo —para transformar un espacio es necesario habitarlo— introducen la diferencia porque más que informar o rendir cuentas de procedimientos investigativos autorizados, reactivan la práctica investigativa como ejercicio ético-estético de la incertidumbre y la pregunta. Se trata de textos que nos muestran la pasión de decir, profundamente emparentada con la producción de saber, como un compromiso con el acervo cultural, histórico y científico de la humanidad, pero, además, en contacto con esas regiones en donde reside aquello que no somos, que no hemos sido, aquello que reposa en nuestras sombras, en nuestro afuera, aposento de lo impensado.
Si las estrategias de poder del discurso competitivo —ensambladas a partir de una idea de ciencia centrada en la experimentación empírica, la demostración y la consecución de resultados tangibles y generalizables— son muy eficaces es porque justamente han conseguido calarse en nuestro cuerpo y en el de nuestros escritos de manera gubernamental; no obstante, es en la extensión de nuestro propio deseo y nuestra propia subjetivación que se incuba también la resistencia, capaz de producir una manera de ser y estar en la Universidad, de escribir, una forma de habitar la academia que permita no ser expulsado de ésta, pero que a la vez propicie la fuga y, por qué no, su transformación microfísica.
Ahora bien, profesar desde los bordes, cual equilibrista, sin ceder por completo a la normalización del adentro, sin caer al abismo del afuera, parece una tarea imposible. ¿Cómo bordear un régimen de verdad? En lo que concierne a la escritura, sólo podrá ser escribiendo, ensayando, argumentando, narrando, creando, afinando la estrategia retórica y, a la par, arriesgándose en la imagen, conduciendo el pensamiento al límite de las formas.
Gracias a que ningún dispositivo se encuentra totalmente cerrado y entre sus mallas de poder-saber siempre hay discontinuidades, intersticios, fugas, la vida se cuela en el discurso y se escapa al control del orden del discurso y su juego de reglas. Y aquí nos referimos a la vida como una fuerza activa no sujeta a los ritmos temporales, a los parámetros y prescripciones del deber ser de un régimen; vida como transformación, movimiento, lucha, devenir, capaz de abrir salidas diferentes a las que están clausuradas por el poder, y así encontrar un modo de fuga para respirar, cuando se experimenta la asfixia de un adentro normalizador, para desplegar la vida y profesar.
Desde esta perspectiva, subjetivarse es desinstalarse, moverse de un modo de existencia que empieza a cristalizarse (en la medida en que se acerca a una identificación sustancial y uniforme), hacia otro, tocado por un acontecimiento de vida que pliega el afuera de dicha cristalización. Subjetivarse es respirar, cuando todo está dado para la asfixia; es moverse, cuando todo aboca a la petrificación; es diferenciarse, cuando todo está dispuesto para la homogenización; subjetivarse es vivir.
Así, la subjetivación, en tanto elaboración ética y estética de la existencia, se mueve entre el poder que existe en el adentro de determinado régimen de verdad y la orilla que lo separa del afuera. La salida puede ser total, muerte o locura —no necesariamente clínicas—, si la huida de dicho poder no puede frenarse y luego de cruzar la línea se queda completamente varada en el irrespirable vacío del afuera(Deleuze, 1987: 126).
En el homenaje que hace a Michel Foucault, Gilles Deleuze plantea que la subjetivación reafirma la vida en los pliegues y escapa de esa peligrosa aventura con la muerte: “[…] lo más lejano deviene interior al transformarse en lo más próximo: la vida en los pliegues […] Aquí en esa zona de subjetivación, cada cual deviene maestro de su velocidad, relativamente maestro de sus moléculas y de sus singularidades” (Deleuze, 1987: 158).
Cuando un profesor universitario encuentra recursos para profesar en las páginas que escribe, cuando se descubre otro, luego de ese movimiento deja de ver la escritura como un simple instrumento informativo de la academia para la que trabaja, y se da cuenta de que es academia viva, compromiso con el pensamiento; por más que el dispositivo pretenda cerrarse, la escritura le recordará constantemente que no todo está dicho, que no todo está pensado.
La metodología que da lugar a este trabajo combina una analítica del poder y la resistencia, desde una perspectiva genealógica (Foucault, 1983). Hasta el momento, se ha producido aquí una problematización de las relaciones entre los discursos del desarrollo y la producción de conocimiento, y ubicamos en su intersección un régimen de verdad en el cual se implican el saber y el poder, así como unas condiciones de posibilidad que hicieron propicia su emergencia.
En la labor genealógica salimos a la búsqueda de indicios y de marcas en los cuerpos-textos que nos remitan a otras formas de subjetivación y, por lo tanto, a otras verdades silenciadas o sepultadas por la relación de fuerzas vigente. Con un espíritu histórico, la genealogía permite problematizar la emergencia de tal juego de fuerzas y, a la vez, nos ayuda a recordar que hay otras escrituras posibles en el horizonte académico, que existen y han existido otras formas de pensar y escribir en la Universidad. Aquí es crucial el contacto con las formas de esas escrituras resistentes que no constituyen una abrupta oposición al régimen de lo normal, sino que reafirman la vida en los bordes.
Esto se da en la medida en que sea posible captar la argumentación en “el paso de lo habitual a lo inhabitual y el retorno a un habitual de otra índole, producido por el argumento en el momento mismo en que se acaba” (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989: 273). Resistirse es alterar la normalidad del régimen en la particularidad del texto, sin que éste se perciba como un cuerpo monstruoso o esquizofrénico, lo cual no sólo introduce la diferencia en el texto como pieza del dispositivo, sino en el dispositivo como conjunto. Así, en el seno del texto se produce una nueva habitualidad que dinamiza el régimen de verdad y sus esquemas de percepción.
La diferenciación, el desvío e, incluso, hasta el delirio son necesarios para la creación en la academia, “como procesos que arrastran las palabras de un extremo a otro del universo. Se trata de acontecimientos en los lindes del lenguaje” (Deleuze, 1996: 10-11); esto es necesario para escapar del centro, para bordear el régimen de verdad establecido y plegar algo del afuera en el adentro. Pero, para evitar que un texto sea expulsado del dispositivo (en este caso, para evitar que deje de ser considerado académico), debe cuidar no entrar en estado esquizofrénico; es decir, evitar crear a tal punto una realidad paralela, que ésta le impida darse cuenta de que se salió del dispositivo, que cayó totalmente en el afuera, en un movimiento en el que “las palabras ya no desembocan en nada, ya no se oye ni se ve nada a través de ellas, salvo una noche que ha perdido su historia, sus colores y sus cantos” (Deleuze, 1996: 11). Un texto esquizofrénico se queda sin elementos de significación-comunicación dentro del régimen de verdad del dispositivo.
Al bordear los límites, el texto corre el riesgo de la monstruosidad, la locura o, más aún, de exponerse a la muerte; en todo caso, en esa exposición riesgosa, reafirma la vida dentro del dispositivo. Para que el empleo de una forma (sintáctica, semántica o pragmática) que se desvía de lo normal consiga ser resistente, debe —más que llamar la atención por su carácter insólito— agitar el texto y crear una tensión. De nada valdría aquí realizar un inventario con aquellas figuras retóricas que tendrían esa fuerza inmanente, ya que ésta nunca se produce por fuera de un contexto argumentativo.
Por esta razón, es difícil citar fragmentos de escrituras resistentes, sin correr el peligro de descuartizar el cuerpo del texto y exhibir de manera aislada una parte que es insurrecta, bella o insólita, sólo en relación con ese contexto que sacude resistentemente. No obstante, me atreveré a referenciar un caso, únicamente para captar la emergencia de lo narrativo, como una de las trasgresiones de los tonos en que la academia suele profesar.
En esta vía, encontramos el artículo titulado “Cartas a Clotilde”, escrito por el profesor Alberto Echeverri y publicado en la Revista Colombiana de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional en el 2004. En este texto presenciamos la emergencia de Clotilde, un personaje cuyos padres fueron víctimas de la violencia de los años cincuenta, una mujer que deviene en el texto funcionaria de Estado, rectora, investigadora, maestra de una escuela normal y profesora de ciencias. El accionar y el discurrir de Clotilde como un personaje con una mirada y una voz distancia el artículo de los parámetros del experimento científico y nos pone de cara, más bien, frente a una trama en la cual la gran conjetura parece ser a lo largo del discurso: formar es preservar la vida del otro. “Cartas a Clotilde” consigue dar vida a un personaje, poco importa disertar en torno al carácter ficticio o no de su existencia, aquí el texto dice dibujando un rostro:
Tu edad cronológica oscila entre los cincuenta y los sesenta años; tu cuerpo existe desde tiempos inmemoriales en un cuento de García Márquez titulado La siesta del martes en donde la protagonista principal está poseída por un luto perpetuo. Siempre de negro el cuerpo de Clotilde parecía demasiado viejo para ser la madre de sus alumnos y alumnas, “a causa de las venas azules en los párpados y del cuerpo pequeño, blando y sin formas, en un traje cortado como una sotana”. Apoderémonos de la descripción que da cuenta de la atmósfera del personaje: “Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada a la pobreza” (García Márquez, 1999: 32). (Echeverri, 2004: 256-257)
La referencia al mundo literario no es menos válida que al científico; “si la ficción trata de algo no puede ser de algo que no sea factual. Ficción y no ficción no se diferencian por tratar de cosas reales e irreales respectivamente, sino por tratar de modo diferente sobre cosas reales” (Bermejo, 2008: 25). Y, así, el artículo de Echeverri al perfilar a Clotilde, a la par, va delineando el concepto de rostro magisterial:
Mi indagación se centra en preguntarme por las condiciones que hacen posible que los componentes de la práctica pedagógica se expresen como rostro magisterial. Es lo mismo que preguntarme, ¿cuáles son las condiciones que dan a luz a Clotilde? […] no se debe confundir el rostro magisterial con la cara, cutis, la tez o una imagen publicitaria del rostro; el rostro magisterial es paisaje, enunciados, prácticas, luchas estratégicas, imágenes, territorios, luz y oscuridad (p. 257). La historia a que vengo aludiendo es la plataforma o sustento material de la reconfiguración, y ésta, a su vez, la plataforma de las imágenes. Y el ayuntamiento de enunciados, prácticas, relatos e imágenes confluye en la visibilidad en donde toma la forma de rostros magisteriales, cuya corporalidad puede leerse como un habitus docente que gesta arraigo, pertenencia; en fin, efectos simbólicos que se traducen en normas de conducta práctica. (2004: 258)
Dentro de esta trama, Clotilde es vista moviéndose por distintos pueblos de Antioquia (Comalas6), y desde allí adquiere voz para hablarle a Echeverri, que se desdobla aporísticamente como autor, enunciador, narrador y, gracias a esa voz de Clotilde, también como personaje: “Y añadió Clotilde: ‘No te preocupes Echeverri. A los de mi escuela tampoco les llegarías con tus peroratas, lee con atención las palabras en donde las sembró el poeta Jaramillo Escobar’” (Echeverri, 2004: 260).
La narración busca más que solucionar problemas, descubrirlos, y ello la instaura como un terreno en el que brota con mayor fuerza el lenguaje de la posibilidad que el de la prescripción. El como si cumple aquí un papel vital; si bien la narración familiariza, acerca lo no conocido, no está dentro de sus pretensiones resolverlo del todo, porque la narración deja siempre la puerta entreabierta.
De acuerdo con Paul Ricoeur (2006), aunque la narración convive constantemente con proposiciones lógicas, en vez de estar movilizada por explicaciones causales, es una trama la que hace que el acontecimiento inesperado, imprevisto, anticanónico, pronto se inserte en una secuencia que dará lugar a una forma de comprensión nueva.
Hay relato en tanto algo acontece, algo no predecible irrumpe, algo que no puede explicar, de buenas a primeras, la lógica. Es la trama la posibilitadora del engranaje, de la ligazón del sentido. Basado en Walter Benjamin, Ricoeur afirma que la trama “‘rescata’ el origen de la ‘caída’ en la insignificancia […]. Por imposible que sea de coordinar en un todo el surgir del acontecimiento narrativo, no se agota en su efecto de ruptura, de corte; implica potencialidades de desarrollo” (2006: 141).
En este sentido, Michael Connelly y Jean Clandinin (1995), retomando a Welty, plantean que el sentido de la narrativa se estructura entre la trama y su escenario, el espacio en el que la acción ocurre, que es el aliento de la ficción, tan cerca de nuestras vidas como la tierra que podemos coger y dejar caer en nuestros dedos, algo que podemos sentir y oler. Volvamos al texto de Echeverri, para apreciarlo:
En el occidente Clotilde trabajó en la ENS Ifigenia, situada en la Comala II. En esta polvorienta población, la agonía se cernía implacable: cierre del matadero municipal y la cárcel, traslado de la Fiscalía, una avenida de quintas coloniales donde vivió su clase acaudalada (fruto del auge de la extracción del oro) agonizaba. Un viento de muerte y ternura, mezclado con aires de vallenato y rancheras cuenta los enfrentamientos entre guerrilleros y paras […] la agonía del pueblo se ve matizada por la vitalidad que se desprende del cuerpo de las jóvenes en el día. Al recorrer cimbreantes la plaza, y por el vuelo de las brujas que en las noches te mecen la hamaca y agitan la imaginación. Los cuerpos de las jóvenes y las brujas guardan en su intimidad los aromas del río y el inconfundible olor del café en maduración que desciende de las montañas.
Los aromas se mezclan en las disputas entre los miembros de la fuerza pública y los brazos armados de los poderes locales, por los cuerpos de las jóvenes. Entre los pobladores de todas las comalas circula un axioma que forma el sentido común de la infancia y la juventud, y guía la acción didáctica de las fuerzas del orden, reza de la siguiente manera: “¡Dejad que los niños vengan a mí!, que detrás vienen las mamás, las viudas y las solteras”. Con toda razón Liliana Cavan, en su película La piel, nos muestra cómo los derrotados de la guerra son los niños y las mujeres. (2004: 267)
Diferentes maneras de pensar deben traducirse en distintas formas de escribir. Un saber en tensión es un saber en trama, que se mueve entre el concepto y la imagen porque “donde el entendimiento fracasa, la imaginación sigue teniendo el poder de ‘presentar’ (Darstellun) la Idea. Es esta ‘presentación’ de la Idea por la imaginación la que obliga al pensamiento conceptual a pensar más” (Ricoeur, 2001: 399-400).
Este trabajo nos ha permitido observar que la escritura del profesor universitario no es homogénea, que está poblada de tensiones, como signos de movimientos de las relaciones de poder que atraviesan la academia, de saberes que no sólo responden a la aplicación estricta de un método validado en un tiempo determinado, sino a la experiencia como acontecimiento en el que pensamiento, ética y estética se tocan y se alteran. Aquí, el lenguaje no es únicamente un instrumento para representar la realidad, es una forma de construirla, y el método, más que ley o código externo al sujeto de saber, es entrada, paso y camino, como su etimología lo sugiere.
En efecto, el método, como elaboración ética y estética que busca saber, puede entenderse como camino cuya entrada, al igual que en el cuento Ante la ley de Franz Kafka, está custodiada por un guardián que nos advertirá que es poderoso, y que si logramos vencerlo, nos toparemos con otros centinelas, cada uno más fuerte que el anterior. Ninguna fuerza molar podrá derribar ese poder vigilante, porque la entrada está hecha para una sola persona, aquélla que ha llegado a su umbral y ha decidido franquearlo, o morir esperando la autorización de ingreso.
Quien no quiera resignarse, se arriesgará a entrar porque siente que ese camino hay que andarlo, y sea lo que sea aquello que acontezca en esa andanza, nunca será equiparable a un cúmulo de datos huérfanos, desprovistos de contexto. Dado que en un proceso investigativo el resultado, hallazgo, enigma, secreto, o como quiera llamárselo, emerge en estrecha imbricación con las condiciones de posibilidad y las tensiones de una trama que lo hacen ser de un modo particular, para comprender lo acontecido no sólo hay que conocer los caminos que condujeron a ello, sino también recorrerlos, vivirlos, construir una experiencia propia en éstos por medio de la palabra. Por esta razón, no estamos de cara a un saber generalizable, pero eso no lo hace un saber inferior, en absoluto; lo convierte en reto cognitivo, porque le exige al lector desatar sus propias capacidades analógicas, comprender, haciendo parte de, abriéndose una ruta.
BARTHES, Roland, 1986, Lo obvio y lo obtuso: imágenes, gestos, voces, Barcelona, Paidós Ibérica.
BERMEJO, Diego, 2008, “La construcción de realidad: la realidad de la ficción y la ficción de la realidad”, en: Diego Bermejo (ed.), Las fronteras de la ciencia, Bogotá, Anthropos, pp. 23-29.
CASTRO-GÓMEZ, Santiago, 2010, Historia de la gubernamentalidad: razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault, Bogotá, Siglo del Hombre/Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar/Universidad Santo Tomás de Aquino.
COMITÉ Internacional de Editores de Revistas Médicas (ICMJE), 2010, “Requisitos de uniformidad para manuscritos enviados a revistas biomédicas: redacción y preparación de la edición de una publicación biomédica”, tomado de: https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag30800/requisitos_de_uniformidad_2010_completo.pdf.
CONNELLY, Michael y Jean Clandinin, 1995, “Relatos de experiencia e investigación”, en: Jorge Larrosa (ed.), Déjame que te cuente, Barcelona, Laertes, pp. 11-59.
DELEUZE, Gilles, 1987, Foucault, Barcelona, Paidós.
________, 1996, Crítica y clínica, Barcelona, Anagrama.
DERRIDA, Jaques, 2002, La Universidad sin condición, Madrid, Trotta.
ECHEVERRI, Alberto, 2004, “Cartas a Clotilde”, en: Revista Colombiana de Educación, No. 47, Universidad Pedagógica Nacional, pp. 78-103.
ECHEVERRÍA, Javier, 2005, “La revolución tecnocientífica”, en: Confines, tomado de: http://confines.mty.itesm.mx/articulos2/EcheverriaJ.pdf.
ESCOBAR, Arturo, 2007, La invención del Tercer Mundo: construcción y deconstrucción del desarrollo, Caracas, El Perro y la Rana.
FOUCAULT, Michel, 1983, “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en: Sociología, No. 5, Facultad de Sociología de Unaula, pp. 4-15.
________, 1988, “El sujeto y el poder”, en: Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, No. 3, pp. 3-20.
________, 2010, Obras esenciales, Madrid, Paidós.
GENTILI, Pablo, 1996, “El Consenso de Washington y la crisis de la educación en América Latina”, tomado de: http://www.ipecal.edu.mx/Biblioteca/Documentos/Documento1.pdf.
GONZÁLEZ, Leydi, 2015, “Constitución del sujeto como empresario de sí: modos de subjetivación en el neoliberalismo”, en: Nómadas, No. 42, Universidad Central-Iesco, pp. 197-212.
INGOLD, Tim, 2015, “Soñando con dragones: sobre la imaginación de la vida real”, en: Nómadas, No. 42, Universidad Central-Iesco, pp. 13-31.
JARAMILLO, Hernán, Juanita Villaveces y Natalia Cantor, 2013, “El pensamiento: eje de legitimidad y gobernabilidad de Colciencias”, en: Mónica Salazar (ed.), Colciencias cuarenta años: entre la legitimidad, la normatividad y la práctica, Bogotá, Observatorio de Ciencia y Tecnología (OCyT), pp. 209-269.
MARTÍNEZ, Alberto, 2004, De la escuela expansiva a la escuela competitiva: dos modos de modernización en América Latina, Bogotá, Anthropos.
MENDOZA, Sara y Tatiana Paravic, 2006, “Origen, clasificación y desafíos de las revistas científicas”, en: Investigación y Postgrado, No. 21, tomado de: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttextpid=S131600872006000100003lng=esnrm=iso.
PERELMAN, Chaïm y Lucie Olbrechts-Tyteca, 1989, Tratado de la argumentación: la nueva retórica, Madrid, Gredos.
QUINTAR, Estela, 2007, “Universidad, producción de conocimiento y formación en América Latina”, en: Polis, No. 18, tomado de: http://polis.revues.org/4096.
REPÚBLICA de Colombia, 1994, Colombia: al filo de la oportunidad, Bogotá, Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo/Presidencia de la República.
RICOEUR, Paul, 2001, La metáfora viva, Madrid, Trotta.
_______, 2006, Sí mismo como otro, México, Siglo XXI.
SANTOS, José, 2012, “Tiranía del paper: imposición institucional de un tipo discursivo”, en: Revista Chilena de Literatura, Vol. XXX, No. 82, pp. 197-217.
_______, 2014, “Compraventa de escrituras: el lugar de los académicos en el mercado de las textualidades”, en: Revista Paralaje, Vol. XXXX, No. 10, pp. 6-23.
SILVA, Renán, 2007, “Historia crítica: una aventura intelectual en marcha”, en: Renán Silva, A la sombra de Clío, Medellín, La Carreta, pp. 204-222.
![]() |
Versión PDF |
Anna María Fernández Poncela**
El objetivo de este trabajo es una reflexión en torno a la investigación en las ciencias sociales: temas, enfoques y creencias. Presenta un panorama general sobre la necesidad de observarnos y resignificar nuestro quehacer intencional e ideológico, temático y metodológico. Aborda el papel de las emociones, las perspectivas utópicas y distópicas, los discursos de cambio que no sólo no transforman sino que presentan mensajes amenazantes o desesperanzadores. El artículo apuesta por nuevas temáticas y, sobre todo, renovadas miradas, principalmente, por la reflexión y la flexibilidad a la hora de investigar.
Palabras clave: investigación, reflexión, emociones, creencias, utopías, cambio.
O objetivo deste trabalho é uma reflexão sobre pesquisa nas ciências sociais: temas, abordagens e crenças. Ele apresenta um panorama geral sobre a necessidade de nos observar e ressignificar nosso trabalho intencional e ideológico, temático e metodológico. Aborda o papel das emoções, perspectivas utópicas e distópicas, discursos de mudança que não só não transformam, mas apresentam mensagens ameaçadoras ou sem esperança. O artigo está comprometido com novos temas e, acima de tudo, com vistas renovadas, principalmente, por reflexão e flexibilidade quando se trata de pesquisas.
Palavras-chave: pesquisa, reflexão, emoções, crenças, utopias, mudança.
The purpose of this work is to create a reflection regarding research in Social Sciences: topics, approaches and beliefs. The article presents a general overview about the need of observing and resignifying ourselves in our intentional, ideological, thematic and methodological work. It addresses the role of emotions, utopian and dystopian perspectives, the discourses of change which not only transform but also present threatening or hopeless messages. The article proposes new themes and, above all, renewed views, mainly as a result of reflection and flexibility regarding research.
Keywords: research, reflection, emotions, beliefs, utopias, change.
* El presente artículo es una reflexión personal de la autora como docente e investigadora y ante todo como persona. Pretende aclarar una serie de ideas que desea compartir con quien se interese en el tema sobre ¿qué y cómo investigamos? En especial, ¿para qué sirve actualmente la investigación? Y qué podría mejorarse, desde la aceptación plena hasta la posible transformación de la conciencia. Una reflexión en voz alta y que se expande para quien quiera ver y escuchar, para quien esté en la sabiduría de la inseguridad que menciona Watts (2007).
** Profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México. Doctora en Antropología. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Decía Virginia Wolf que a los seres humanos nos gusta sentir, sea lo que sea lo que sintamos. Hoy parece que nuestra configuración mental y nuestro contexto sociocultural y político especialmente nos conducen por los derroteros de la pobreza, la violencia, el sufrimiento y el miedo. El pesimismo se cierne sobre quienes tienen como trabajo pensar y reflexionar, y qué decir del horror que inunda los medios de comunicación. Ya sabemos que el mal vende y muchas personas gustan más del terror que de la alegría. Dentro de este panorama de la sociedad occidental actual, en consonancia con éste y centrándonos en las ciencias sociales y la vida, cabría preguntarse ¿qué sería de las ciencias sociales sin el infortunio? ¿Y nuestras vidas qué serían sin el miedo o la angustia? Y, finalmente, ¿todo mundo piensa y siente igual?
Es un momento en que la discriminación parece al límite, la polarización social y la pobreza se acrecientan, la violencia estalla por doquier según los medios, las neurosis personales se generalizan según las estadísticas, ansiedades y depresiones también, y qué decir del aumento exponencial de la enfermedad en general. Ante estas circunstancias, los viejos discursos en ciencias sociales parecen poco productivos, los nuevos no parecen haberse asentado todavía, ¿qué está aportando la investigación social? ¿Qué hay de nuevo en el horizonte de la reflexión o de las prácticas más allá de reiterar viejos mensajes y de envolverse en un supuestamente nuevo metalenguaje?
En tiempos en que se reitera hasta la saciedad que estamos en un cambio de paradigma epistemológico y metodológico, ¿de verdad estamos cambiando? ¿Se puede cambiar con sólo desearlo, tener la intención o pregonarlo? ¿Son las ciencias sociales responsables de salvar a los pobres o al planeta? ¿O sólo se trata de un saber más como hay otros, que puede aportar un granito de arena, eso sí, según la perspectiva, intención y flexibilidad que tenga? ¿Estaremos ante la presencia de una investigación social enjaulada que se reproduce a sí misma, ajena a la transformación que acontece afuera y que es sobrepasada por los vertiginosos cambios económicos, tecnológicos y mentales de este siglo XXI?
Tras esta breve e inquietante enunciación, este artículo tiene como objetivo reflexionar en torno al tema reflejado en el título de manera general, y replantearse quizás no el cambio en las ciencias sociales y el mundo, sino sólo la posibilidad de vaciar perjuicios, retroceder unos pasos y resignificar los temas, los enfoques, las intenciones, las miradas, así como poner el dedo sobre las emociones. Para ello presenta algunos ejemplos de cómo, por un lado, desde los mensajes aparentes de cambio no se cambia nada, esto es, las miradas distópicas en los medios y en la academia. Por otro lado, mostrar cómo desde las visiones aparentemente complacientes tal vez sí se esté cambiando algo, esto es, las perspectivas de lo inédito posible en equilibrio. Distopías pintadas de alternativas que parecen rupturistas y que sólo conducen a un callejón sin salida emocional y social, a repetir errores y a desmotivar la misma posibilidad de transformación a la que apelan; la alegría personal y colectiva por lo bueno de la vida, que también existe, aunque parezca frívolo reconocerlo y sea políticamente incorrecto decirlo. Utopías moderadas y modeladas en la investigación y en el desarrollo humano, aparentemente de baja intensidad, que permiten explorar otros caminos y posibilidades, focalizando la valorización en lo bueno de la vida, en lo que sí hay, en el interior del ser y las posibilidades de la sociedad. Se trata de algo tan simple —y a la vez tan complejo— como dicen que señala el oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”, y como dicen que pronunció Gandhi: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
La sociedad contemporánea es definida como la sociedad del conocimiento y la información, la sociedad red e informacional, la sociedad postindustrial, capitalista y financiera, y de consumo; también se la denomina líquida, del riesgo, la incertidumbre e insegura, y se la caracteriza como una sociedad con miedo (Castells, 1989; Beck, 2002; Castel, 2004; Bauman, 2007a, 2007b).
No es objetivo del presente texto profundizar sobre el miedo pero sí presentarlo y reconocerlo. Mucho se ha pensado y dicho, es la emoción más sentida e importante, como varios especialistas de todas las ramas de la ciencia y la academia afirman. Los medios de comunicación reproducen la cultura del horror (Bericat, 2005). Los políticos amenazan y atemorizan en sus discursos (Robin, 2009). Además, se dice que
La vida de las personas, incluso de las más felices (o de las más afortunadas, según una opinión común, un poco teñida de envidia, de las infelices) es cualquier cosa menos carente de problemas. Pocos están dispuestos a declarar que en su vida todo va sobre ruedas, incluso estos pocos conocen momentos de duda. (Bauman, 2007b: 133)
¿Estará la vida perversamente diseñada para sólo ver, reconocer, sentir y expresar dolor y sufrimiento? ¿Será parte de un complot político internacional? ¿Conformará el autoengaño individual y colectivo? (Goleman, 2013).
Los miedos contemporáneos son, nos lo recuerda Bauman (2007b), los que amenazan el cuerpo o propiedades personales; los que amenazan el orden social del que depende la seguridad, esto es, empleo, renta, o la sobrevivencia misma; los que amenazan el lugar de la persona en el mundo, la identidad cultural o la jerarquía social.
Para concluir este punto inicial, ¿qué seríamos sin el miedo? ¿Cómo sería nuestra sociedad? El miedo como emoción primaria posee una función de sobrevivencia, no es negativo ni positivo, es, y más que es, se siente, lo necesitamos, ya que advierte del peligro. Aunque el verdadero peligro es que no distinguimos el miedo real del miedo imaginario. Observa el jaguar que te mira, ruge y se acerca a ti que estás solo y desarmado en la selva, u obsérvate a ti ante la supuesta percepción de la sinuosa amenaza de un vecino, la amenaza no tan sinuosa de despido explícita de un jefe, o la que te presentan los políticos y los medios. Sin embargo, ¿cuántos miedos nos sobran? ¿Cuántos son introyectos programados por nuestro entorno y nuestra cultura, cuántos nos llegaron inoculados por nuestros ancestros o son herencia de la época de las cavernas?1
Krishnamurti (2004) señala que ante el miedo no hay que crear resistencia, pues en ese caso se estará creando otro conflicto. El miedo es algo intrínseco de los animales, incluidos los humanos; tiene que ver con la sobrevivencia y nos protege del peligro, no obstante, en algunos casos cuando está disminuido no vemos el peligro, y cuando es exagerado nos invita a un enfrentamiento, huida o parálisis sin aparente sentido lógico y real. En fin, como dijo Nelson Mandela: “El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo”; y, por otra parte, el miedo más grande del ser humano no es ser inadecuado sino saber cuán poderoso es, como señaló en su discurso el propio Mandela cuando fue investido presidente de Sudáfrica en 19942.
No, no han leído mal, se trata de una paráfrasis libre, invertida y controvertida de El Gatopardo, novela de Di Lampedusa (1990), que expresa la frase: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, significando la adaptación aristocrática a la revolución con objeto de conservar el poder. Aquí se revisan algunos supuestos discursos de cambio que en realidad no cambian nada —más allá de la intención que se tuviera—, las distopías en la academia y en los medios que invocan al infortunio desde una postura victimista-derrotista o desde un mensaje aparentemente combativo y alternativo que parece cerrarse en una reproducción cuasi inevitable de más de lo mismo. De ahí que el título de este apartado invoque lo que se verá en el siguiente: la teoría paradójica del cambio, no obstante, el apartado mismo da muestras de gatopardismo.
¿Cuántas investigaciones hay sobre pobreza, cuántas en torno a la violencia? Y alguna de éstas ¿ha podido modificar el estado de las cosas? O todas éstas juntas ¿qué han podido hacer? ¿Necesitamos más investigaciones sobre la pobreza? Por cierto, éstas son financiadas a veces desde las instituciones mismas que se dicen empeñadas en combatirla, o por quienes sí contribuyen a crearla, y realizadas por quienes no están en esa condición, a veces gracias a la misma pobreza. Además, con una guerra de números y profundo desacuerdo en cuanto a enfoques de medición, explicación, interpretación y comprensión. Hay quien dirá que lo que hay que hacer es ponerlas en práctica, y eso tiene que ver con la acción política que no siempre posee un acompañamiento académico. Sólo por poner una ilustración de las miles posibles, menciono un proyecto internacional iniciado en el 2016, denominado “ Determinando las dimensiones de la pobreza y sus distintas medidas”, y que se realizará en siete países, los cuales identificarán
[…] distintas “dimensiones” o elementos característicos de la pobreza. Estas nuevas dimensiones ayudarán a los responsables políticos a priorizar las problemáticas pertinentes, a elaborar programas eficientes y comprobar si su realización aporta diferencias significativas. (ADT Cuarto Mundo, 2016: s/p)
El texto del proyecto añade que la investigación pretende contribuir al objetivo de las Naciones Unidas de “poner fin a la pobreza en todas sus formas antes de 2030”, y se menciona que como conclusión del encuentro inicial: “Los expertos empiezan a tomar conciencia de que el mejor modo de identificar las soluciones es estableciendo un diálogo y escuchando a las personas a las que dichos programas pretenden apoyar” (ADT Cuarto Mundo, 2016). Aquí una frase vale más que mil palabras, al parecer a estas alturas estamos descubriendo y planteándonos la participación y escucha al sujeto, actor o actante involucrado, como queramos llamarlo, en una política pública, como si no se hubiese pensado ya desde hace tiempo y realizado en algunas ocasiones. Como este ejemplo hay innumerables casos más. A veces pareciera que poco estamos avanzando como investigadoras/es y, por ende, también como seres humanos, repitiendo temas, miradas, métodos, conclusiones. La incongruencia es algo que como en otros espacios también existe en la academia. A propósito del tema, supongo que nadie conoce un antropólogo hipercrítico del turismo —de masas— mientras con dinero público viaja con alto estatus social, quién conoce a un sociólogo muy crítico del sistema político que replica usos y costumbres en su feudo universitario y además trabaja para alguna institución estatal, y es que en nuestro medio, como en todos, hay incongruencias, problemas y dificultades3.
Qué decir de la violencia que aparece en todos sus tipos, relaciones, posibilidades, y con amago de detalles mórbidos a veces. En el caso concreto de la violencia hacia las mujeres se reitera una y otra vez sus estudios, se visibiliza, legisla, penaliza social y jurídicamente, sin embargo, ¿ha disminuido con ello? A juzgar por los datos no, quizás se denuncie más, quizás se imparta castigo, y quizás también el aumento persista. En todo caso, queda claro que hay que hacer algo más que investigación y políticas públicas sobre el tema. ¿Quizás una respuesta sea bucear en el alma humana más allá de la comprensión social o psicológica, cultural y terapéutica? ¿Tal vez tomar en cuenta que somos seres biológicos y que ni discursos ni políticas van a solucionarla sino profundizamos sobre su lejano origen, esto es, el cerebro reptiliano y el mal entendido que hoy existe entre éste y el neocórtex? ¿A lo mejor es necesario ahondar en la falta de amor que existe en nuestros días y que provoca la desconexión y el irrespeto a la vida o la enajenación ante el sufrimiento humano del prójimo? Pero eso es trasladarse del psicoanálisis, el conductismo y el humanismo psicológico al cual ya nos hemos acomodado, para indagar en el desconocido mundo biológico-animal que todos/as llevamos dentro, y no sé si seremos capaces de asumirnos y asomarnos a verlo. Por otra parte, se trataría de concientizarnos en torno a que somos más que un cuerpo y que estamos conectados/as a la tierra y al universo y a la energía de la creación, o sea, somos espíritu infinito de amor. Tal vez y quizás el camino sea a través de la biodescodificación —y sus múltiples nombres actuales— que incide en la lógica biológica a pesar de nuestra ignorancia sobre ésta (Daillie, 2014; Fleche, 2015; Wolder, 2016). A lo cual hay que añadir, entre otras cosas, la biología de la creencia (Lipton, 2010), o el poder de la mente (Wallace y Hodel, 2009), y la conciencia cósmica (Wilber, 2004), sin olvidar todos los avances de la neurociencia que en las últimas fechas nos informan de cómo funciona el cerebro de una manera más amplia y profunda que rebasa no sólo el viejo positivismo sino también el actual construccionismo. Podríamos empezar a reconocer las cuestiones espirituales a las cuales se ha estado dando la espalda en los últimos siglos. La actitud es importante, la intención también, el desear y trabajar para que estas nuevas corrientes se abran paso con objeto de escudriñar nuestro ser de forma holística y transdisciplinaria, la fórmula físico-bio-antropo-socio-culturo-histórica de Morin (1999), o simplemente llegar a ser lo que somos, personas, según Rogers (2007), desnudar nuestra alma y entrar en un nuevo nivel de conciencia que nos convierta en seres más humanos, o simplemente humanos.
Quisiera detenerme en unos ejemplos concretos centrados en los medios de comunicación cuya difusión rompe las barreras que tiene una investigación académica por muy internacional y difundida que ésta sea, sin embargo, coincide con ésta en la incertidumbre que puede sembrar en las mentes humanas. Unas ilustraciones donde no están claras las intenciones, y que dejan al televidente o a la audiencia cinematográfica con cierto grado de confusión, cuando no de devastación. Se revisa a continuación el discurso y mensaje de una película de Luis Estrada, conocido director cinematográfico crítico del sistema político en México y su film El infierno, así como una telenovela, La candidata, de la empresa Televisa, nada crítica del sistema político. Curiosamente ambas narrativas visuales aportan aparentemente, desde posturas supuestamente opuestas, un mismo mensaje.
En el primer caso, El infierno4, estrenada en el 2010 al calor de los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución mexicana, refleja el estado de corrupción y violencia que tiene lugar en varias regiones de la geografía del país, con un lema adecuado a la coyuntura: “¿Hay algo que celebrar?”. La pobreza y la violencia, la migración y la drogadicción, el caciquismo y la corrupción son mostrados de la forma más cruda —de manera que la violencia parece naturalizada y hasta justificada cuando no fomentada en la cotidianeidad de la gente—. Todos los personajes —excepto el protagonista al inicio, pues luego cambia— exponen sus vicios y su cara más descarnada y sanguinaria —la sangre es otro de los personajes protagónicos—. Por lo que la película es crítica en grado sumo, juzga y condena a las autoridades políticas en contubernio con los capos y participantes del narcotráfico —cuando no son los mismos— aunque hay algunos guiños hacia el público con algunos de estos últimos. “Divertida, inteligente, pero sobre todo brutal; Estrada consigue con éxito sembrarnos la duda: ¿realmente hay algo que festejar?” (Alemán, 2010: s/p).
Este parece ser el mensaje final —por supuesto como creación artística puede ser una obra polisémica o abierta—, en todo caso también es posible considerar, como creemos aquí, que el mensaje es: “No hay salida”. O, en palabras de El Cochiloco:
El infierno es aquí merito. ¿Ya no se acuerda cuándo éramos chamacos el hambre que teníamos, el canijo que pasábamos, la miseria en la que vivíamos? […] como ahora mismo que cabrones como nosotros andan matando así porque así, nada más porque no tienen una manera decente de vivir. Me cae que esta vida y no chingaderas es el verdadero infierno.
Tras esta expresión parece claro que no hay nada que añadir. Se puede valorar la estética de la película, sus logros cinematográficos o ético-políticos, quien así lo considere; pero como su mismo director afirmó en una entrevista: “Quisiera pensar o imaginar un mejor porvenir para el país, desafortunadamente no se puede” (Huerta, 2009: s/p). Eso es justo lo que ha mostrado en El infierno, magnífica fábula política que conmueve y paraliza, cuya moraleja pareciera ir encaminada a la aceptación del estado de las cosas, como si no hubiera no sólo salida, sino otros México u otras realidades o percepciones posibles. La aguda crítica política, las virtudes oratorias y las imágenes impactantes opacan un mensaje reduccionista y fatalista: presentar un mapa y hacerlo pasar por el territorio. ¿Es éste el cine que queremos, necesitamos y nos merecemos? —y no me refiero a ello cinematográficamente hablando—. ¿Es cierto que estamos en una sociedad “sin salida” y de “desesperanza total”? Si el cine, según Morin, “nos ofrece el reflejo no solamente del mundo, sino del espíritu humano” (2011: 179), ¿qué nos refleja esta película sobre las/os mexicanas/os y su espíritu humano en nuestros días o en los últimos años en este país? Pudiera ser que a veces el mensaje implícito o la intención crítica perecen opacados y derrotados por el explícito y la explosión de frases e imágenes contundentes.
En el segundo caso, La candidata5, se trata de un melodrama televisivo inédito para su famosa televisora pública, porque también desnuda el sistema político mexicano mostrando sus entrañas de corrupción y violencia, así como su íntima relación con el narcotráfico. Sazonado con frases de apoyo a la valía de las mujeres y de condena a la violencia hacia éstas, ensalza la figura de la protagonista que asciende en el organigrama político institucional hasta llegar a la candidatura para la presidencia de la República, mientras tiene que defenderse de la voracidad de poder y riqueza de su propio padre, de su esposo, además del suegro y del financiador de su campaña que resulta ser enlace del narco. Entre lágrimas y lucha parece encumbrarse y llegar a la presidencia en el episodio final del melodrama, mientras el esposo se fuga con el narcotraficante con la insinuación de un futuro regreso. Pero eso no es lo peor, pues en la última escena la protagonista aparece saludando al pueblo desde el balcón presidencial, tras la mira de un arma de fuego, con lo cual el mensaje es el mismo o parecido al anterior: “No hay salida” y “desesperanza total”, cuando no una advertencia a las mujeres que quieran alcanzar la cúspide del poder político, en contra del mensaje explícito que supuestamente la telenovela quería dar: la posibilidad de acceso de las mujeres a la política —o así aparecía en promocionales y entrevistas—. Sabemos que la ambigüedad es parte de la humanidad, sin embargo, en ocasiones parece ser su característica por excelencia.
En este sentido, La candidata ofrece un modelo de una mujer fuerte y honesta y con una retórica política en favor de los derechos de las mujeres de forma clara y directa, por un lado, que enarbola mensajes contra la violencia y modela la posibilidad de la presencia de mujeres en el más elevado nivel de la política. Insinuaba o prometía poner en alto la imagen de las mujeres en la esfera pública, pero parece ser que no lo ha hecho tanto, pues sólo su protagonista, Regina Bárcenas, enfrenta y se salva de la corrupción y la violencia. Y de hecho, jamás sabremos si realmente se salva, pues en la escena final aparece en la mira de un objetivo de arma de fuego. ¿Ése es el mensaje para las jóvenes generaciones? ¿Las mujeres políticas acaban amenazadas por el ojo del asesino? O ¿las personas —mujeres— honestas acaban atravesadas por una bala? Se cumple así el lapidario eslogan de la telenovela: “En el juego de poder sólo la estrategia más fuerte triunfa”.
En fin, dos ejemplos que pueden dejar un sabor amargo, una sensación de desasosiego y una emoción de derrota, pues lejos de alcanzar la supuesta meta de desnudar y criticar los problemas del país, o más bien, a la par de hacerlo, ya que esbozan un sistema político corrupto y violento y dibujan a una sociedad deshumanizada, también muestran cómo todo parece tan magistralmente articulado que no hay posibilidades de cambiarlo o de superarlo, y ni siquiera se presentan guiños al espectador que muestren cierta esperanza.
Un día aprendí algo que sinceramente todavía no he comprendido con plenitud, no obstante, me iluminó la vida: “El cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es”, lo cual significa que
El cambio no tiene lugar merced al intento coactivo realizado por el individuo para cambiar o por otra persona para cambiarlo, pero sí tiene lugar cuando aquél invierte tiempo y esfuerzo para ser lo que es —en entregarse plenamente a su situación actual. Al rechazar el papel de agentes del cambio, posibilitamos un cambio significativo y metódico. (Beisser, 2008: 85)
Esta cita concluye: “La experiencia demuestra que cuando el sujeto se identifica con fragmentos alienados, se produce la integración. De esa manera, siendo —plenamente— lo que es, puede llegar a convertirse en alguien distinto” (2008: 86).
Ahora cabe preguntarse y reflexionar sobre el hecho de que, tal vez, temáticas o enfoques considerados complacientes en ciencias sociales, portan más semillas de cambio de las que aparentemente nuestra conciencia pueda entender en primera instancia, como por ejemplo, focalizar lo bueno de la vida y las cosas que consideramos se hacen bien, centrarse en las personas buenas y sus acciones satisfactorias, reencontrarse con las emociones agradables y que nos revitalizan o nos tranquilizan, amplificar lo positivo de todos y de todo y desplegar lo inédito posible desde el equilibrio.
Aquí entra en escena, por ejemplo, la psicología positiva de Seligman, y más que él o su obra6, es su mensaje lo importante, que además sirve como metáfora y moraleja para las ciencias sociales si así lo queremos ver:
Durante los últimos cincuenta años la psicología se ha dedicado a un único tema, la enfermedad mental, y los resultados han sido bastante buenos […]. Ha llegado el momento de contar con una ciencia cuyo objetivo sea entender la emoción positiva, aumentar las fortalezas y las virtudes y ofrecer pautas para encontrar lo que Aristóteles denominó la “buena vida”. La búsqueda de la felicidad es un derecho legítimo de todo ser humano. (2011: 12)
Este autor subraya cómo hay miles de investigaciones sobre la depresión y cientos de tratamientos. No obstante, añadimos aquí, ésta aumenta día con día y se la considera “la enfermedad del siglo XXI”, señalándola incluso como epidemia y plaga de nuestro tiempo. Claro que la industria de la supuesta felicidad, y en concreto la farmacológica, no es ajena al caso, ya que hoy en día la directriz es arreglarlo todo con una simple pastilla —no olvidemos que ingerimos supuestos alimentos que se sabe son perjudiciales para la salud, y cuyos comerciantes financian junto a las farmacéuticas, las asociaciones que congregan e informan a los enfermos que supuestamente protegen7—. Pero eso es otra veta de reflexión que desborda los objetivos de este texto. Lo que aquí nos importa es cómo crece exponencialmente la depresión y especialmente cómo un sinnúmero de investigaciones al respecto no ha solucionado para nada el supuesto problema. Quizás hay que respirar mejor la existencia sin tanto tanto Prozac, e incluso Platón, con perdón de Marinoff (2000), ya que la misma filosofía a veces predica su uso para la felicidad y en ocasiones hace todo lo contrario (Droit, 2016). De nuevo, se visibiliza el mundo ilusorio de opuestos en el que creemos vivir (Wilber, 2004; Krishnamurti, 2000).
Se afirma incluso que la felicidad es lo contrario del miedo (Punset, 2006). Se considera que es una vocación, tendencia o inclinación humana (Aristóteles, 1931). Una actitud vital, más aún, “una postura de compromiso incondicional con la propia vida” (Bucay, 2006: 46). Algo que se busca como parte de la existencia (Aristóteles, 1931), aunque hay quien prefiere pensar que se construye (Lyubomirsky, 2011), o que simplemente llega (Osho, 2008), o que es el objetivo de la vida misma (Dalai Lama citado en Ricard, 2005). La felicidad se identifica pues con el placer, pero no el placer de estar o de tener o de hacer, sino más bien el placer de la virtud, de significar y fundamentalmente de vivir y de simplemente ser, aceptando las cosas que consideramos negativas y subrayando aquellas que juzgamos positivas. En fin, se trata, según algunas tendencias más espirituales, de un estado mental y una actitud ante la vida, la calma del ser; no sentimos felicidad, nosotros somos y emanamos la felicidad, es nuestra naturaleza (Drukpa y Adams, 2015), sólo hace falta descubrirlo y reconocerlo. Así que bien haríamos en aceptar la vida como es y caminar su camino, escuchar qué nos pide en vez de estar siempre pidiéndole a ésta (Frankl, 2003). Aunque la mayoría de las investigaciones sociales, todo hay que decirlo, tienden a alinearse aparentemente con el pesimismo (Sartre, 1982; Simmel, 2017), hay otras que en los últimos tiempos ahondan en torno a las posibilidades de la felicidad; eso sí, también es cierto que una versión actual de ésta es otro de los tantos laberintos mercantiles de nuestros días y nos convierte en rehenes del destino (Bauman, 2017).
Los estudios sobre la felicidad pueden ser aún hoy calificados como superfluos y tenidos en cuenta en menor medida —en cuanto a producción y difusión— que los realizados en torno a la depresión, el miedo, la violencia o la pobreza; no por ello quiere decir que no sean útiles e importantes, al margen de lo que cada quien piense que sea la felicidad, desde la satisfacción por la vida, el sentir emociones agradables, hasta compromisos, virtudes y significados, un estado del ser, sin olvidar al placer hedónico.
Por otra parte, a veces nuestro inconsciente domina nuestro pensar, sentir y actuar, esto es, domina parte de nuestra vida, así que bien haríamos en reconocerlo y conocerlo como subraya Daillie (2014). Quizás a través del “conócete a ti mismo” griego, ya señalado; tal vez por medio del “darse cuenta” gestáltico poco practicado, o de la actual versión del tradicional mindfulness. No obstante, si no nos conocemos a nosotros/as mismos/as, ¿cómo suponer que con nuestras investigaciones vamos a conocer o a pretender cambiar el mundo? ¿Cómo insinuamos o afirmamos tener la razón y la vedad en nuestra opción político-social o simplemente en nuestra existencia cotidiana?
En todo caso, no necesitamos distopías como las novelísticas y cinematográficas que pueden llegar a abrumarnos, algunas en la vía de la ciencia ficción, que pretenden hacernos ver hacia dónde nos conduce nuestro desarrollo científico con el objetivo de frenarlo, o el deterioro medioambiental para concientizarnos y detenerlo, o tal vez sí las necesitamos. No necesitamos esperanzas y utopías como diría Maturana (1996), tan sólo vivir en la dignidad, el respeto por nosotros y por los otros en el ser cotidiano. Al parecer estamos en el mismo lugar como hace ya bastante tiempo este autor junto a Varela se interrogaban:
¿Están las ciencias sociales, en particular la economía, las ciencias políticas y las ciencias de la educación, fundadas en una adecuada comprensión de la naturaleza del proceso de aprendizaje humano, de lo que determina la diversidad de las conductas humanas? Y, si no lo están, ¿podrían estarlo?, es decir, ¿podría el ser humano desarrollar una teoría capaz de dar cuenta de los procesos que generan su propia conducta auto-destructiva, esto es, la conducta de descripción de sí mismo o autoconciencia? (Maturana y Varela, 2003: IX()
Prosiguen los autores planteándose cómo es posible que si el ser humano se ha adaptado a todos los ambientes, sin embargo, parece incapaz de convivir con el prójimo, y qué hacen políticos y cientistas sociales al respecto. Algo que alumbran es la participación del observador en la generación de conocimiento y la necesidad de nuestro encuentro profundo con nuestra naturaleza consciente; nuestra sociedad no se ha encontrado a sí misma ni ha asumido plenamente lo que significa ser humano. Concluyen:
[…] nos entrega la comprensión de nuestro ser humano en la dinámica social, y nos libera de una ceguera fundamental: la de no darnos cuenta de que sólo tenemos el mundo que creamos con el otro, y que sólo el amor nos permite crear un mundo en común con él… Nosotros afirmamos que, en el corazón de las dificultades del hombre actual, está su desconocimiento del conocer. (2003: 164)
Hoy en día cada vez más la nueva ciencia parece acercarse a la antigua mística (Tart, 2013), veremos lo que en este aspecto nos depara el destino, y si realmente llegaremos a ser lo que supuestamente somos, reiterando las palabras de Rogers: humanos (2007).
Vamos a cerrar esta reflexión con la cenicienta de las emociones: la alegría. Lo podríamos haber hecho con la felicidad, pero ésta, más que emoción, es una constelación de significados y orientaciones, que además hoy en día al ponerse de moda y ser utilizada por todo hijo de vecino, está perdiendo su originalidad; en todo caso, ya la definimos con anterioridad.
Sobre la alegría apenas hay escritos desde la investigación social, oscurecida por la mencionada versión de la felicidad, arrinconada y encerrada por el miedo infinito y diverso, el enojo reactivo o perenne y la tristeza sigilosa; apenas se le ha dado espacio académico para que crezca, y me atrevería a decir que tampoco espacio personal y colectivo en nuestra actual sociedad y en nuestro corazón, salvo por quienes no han caído bajo la seducción o la amenaza del discurso del miedo o el compromiso con la importancia personal.
La alegría, según una definición básica de la gestalt, tiene una función de vivificación, carga de pila a la vida, y regula la energía vital, ello en su posición equilibrada y satisfactoria. No obstante, también puede darse de manera exagerada en el sentido de la negación de lo desagradable y el dolor dando lugar a la manía y la deflexión, además de tener lugar de forma disminuida, esto es, la falta de energía vital, que desemboca en apatía y desmotivación (Muñoz, 2009). La alegría conlleva efectos sociales y cognitivos, en general apunta a la flexibilidad en cuanto al pensamiento, así como a la reflexividad en cuanto a la conducta social; por ejemplo, la gente se muestra más abierta a nuevas ideas, sociable, más solidaria, generosa e incluso más responsable, favorable a crear nuevos lazos sociales o a vivificar y fortalecer los existentes.
Sin embargo: “Los hombres desgraciados como los que duermen mal, se muestran siempre orgullosos de ello” (Russell, 2003: 25). De hecho, Tolstói afirmaba que las familias felices no tienen historia, y Hegel que los periodos dichosos son como vacíos en la crónica de los pueblos (Savater, 1994). Así, seres humanos, grupos familiares, incluso etapas históricas se presentan sin sentido cuando la felicidad los visita y la alegría los vivifica, acostumbrados como estamos al temor, la tristeza y el sufrimiento en general. El existencialismo y el escepticismo inundan el espacio académico, o hay cierta pose en torno a éstos, confundida con la inteligencia o rendida ante los cantos de sirena de la desesperanza. Entre tanto, la alegría y la serenidad se asocian con la frivolidad, la vacuidad y la inconsciencia. Cuando ya no nos persiguen dinosaurios hemos de inventar desdichas, sobre todo entre la intelectualidad, pues entre la gente en general muchas veces la mirada parece distinta, la experiencia indica que hay pobres que dicen sentirse bien y hay ricos que consideran ser felices consumiendo. ¿Por qué no darles crédito?, ¿para qué juzgar a unos y otros como enajenados? Aquí entramos al espinoso planeta de las ideas-creencias, a la tenebrosa ética y autoridad académica, al prejuicio y al mal juicio, a la torcida ventriloquía social, en vez de limitarnos a describir, explicar y, sobre todo, comprender (Morin, 1999).
Volviendo a la alegría, dentro de esta emoción y su consecuente actitud estaría bien ver qué avances científicos nos benefician como sociedad —no los que benefician los bolsillos, al poder o al ego—, conocer qué pequeños proyectos nos airean y acarician el alma en la academia, personal y colectivamente. Interrogarnos, ¿por qué no estudiar la risa?, ¿qué sabemos sobre la alegría?, ¿qué es la felicidad para la gente? Además de ¿qué hay que decir de ciertas alternativas o completudes que recordamos desde la tradicional y antigua sabiduría indígena o en torno a las nuevas rebeldías juveniles? Quizás ya estemos en los tiempos de transformación social, y no los veamos cegados por la búsqueda ideal del cambio acomodado a dogmatismos y viejos esquemas ideológicos. Recordemos que muchas utopías, soñando crear el paraíso en la tierra, han construido muchos infiernos. Las utopías son para lo que son, para guiarnos, sabiendo que nos acercamos como al hermoso horizonte de la humanidad que cuanto más te acercas, más se aleja, conociendo su imposibilidad de aterrizar, pues ya no son utopías y habría que bautizarlas con otro concepto. Quizás un nuevo mundo no se pueda dentro de nuestro sistema, y no me refiero al político y cultural —aunque también—, sino a nuestra forma de pensamiento, con lo que no sólo hay que abrir la ciencia a nuevos saberes y paradigmas, hay más que destruirla y reconstruirla, resignificarla, lo cual dista mucho de lo que aquí se pueda proponer y reflexionar, por lo que nos ceñiremos a posibilidades.
Habría que intentar, eso sí, refrescar y flexibilizar los enfoques y miradas. En vez de preguntarnos por qué no vota la juventud, hay que interrogarse por qué los que sí votan lo hacen. En vez de señalar a las personas que dicen no interesarse por la política preguntarnos qué hace que las que sí se interesan lo hagan. En vez de reiterar la carencia alimentaria voltearse hacia los proyectos de regreso a lo rural o a los huertos urbanos. En vez de denunciar la contaminación, buscar y usar alternativas más ecológicas. En vez de investigar las familias atrapadas en dificultades, estudiar las que no las tienen o las solventan. En vez de hurgar en culturas políticas corruptas y desesperanzadas que parecen imposibles de superar, navegar modelando lo nuevo sin enfrentarse al monstruo pero sin perder el rumbo. En vez de quejarse por la ignominia de los gobiernos o la estupidez ciudadana, mirarnos al espejo y reconocer que somos parte de eso y que lo que realmente podemos intentar y conseguir cambiar es nuestro propio interior y reflejarlo en el exterior, no a la inversa.
En fin, ya concluyendo y para ponernos un poco filosóficos/as y serios/as —la ambigüedad es rasgo humanoide, como se dijo—, es posible pensar que somos producto de la evolución homínida (Daillie, 2014), en proceso de civilización (Elias, 2009), empática (Rifkin, 2010), con el poder de elegir (Marquier, 2006) y camino hacia la libertad de ser (Marquier, 2013). Que no somos nuestra mente ni nuestra cultura (Tolle, 2006), aunque así lo creamos. Seremos lo que queramos ser cuando consigamos aceptarnos y amarnos, mirar hacia adentro y comprender, no sólo explicar, desde la totalidad bio-psico-social (Morin, 1999). Lo que sí es triste —perdón, pues deseo concluir con la alegría, como señala el título de este apartado— es que la educación con todo su aparente potencial humano, nos domestique más de lo que nos acompaña a reflexionar y despertar; nos fomenta lo ilusorio y el sonambulismo espectral —o quizás está más de moda hablar de zombis— frente a lo realmente importante, si es que eso que llamamos realidad existe (Watzlawick, 2003) —siguiendo con las contradicciones—, y lo realmente importante es preguntar y respondernos ¿qué somos? (Marquier, 2013).
Quizás hablar de risa y alegría, en medio del hambre y la guerra, pueda parecer frívolo para algunos/as, señalar la posibilidad de visibilizar los pequeños proyectos que la gente está haciendo en el presente —desde la huerta familiar hasta aprender a meditar— en vez de discursear las grandes revoluciones del futuro, pueda resultar minúsculo e insuficiente. Sin embargo, qué duda cabe de que cuando todos o la mayoría miremos en esa dirección, la violencia y la pobreza desaparecerán. No es posible cambiar una ciudad, un país o el mundo sin antes cambiar nuestra mirada y nuestro corazón, transformar la propia vida, entonces la sociedad se transformará sin intentar hacerlo. Quizás sólo se trate de ser lo que realmente somos —como venimos repitiendo a lo largo de estas páginas—: seres humanos. Hay quien considera que desde otro nivel de conciencia todo es muy sencillo y todo es realmente perfecto. Para quienes todavía no estamos ahí, bien podemos poner la intención y la actitud, y partir de la aceptación para desarrollar la compasión no sólo hacia el prójimo, sino también hacia nosotras/os mismas/os (Ricard, 2016).
Para finalizar, respondo al título que abre este artículo: ¿qué harían las ciencias sociales sin el infortunio? La respuesta es simple y clara: ¡muchas cosas! Para empezar, desterrar prejuicios sobre lo que supuestamente son temas importantes para la sociedad, por otro lado, resignificar miradas y enfoques, refrescar creencias, escuchar experiencias y voces, reflejar la vida, así como renovar intenciones y exponer proposiciones, en el sentido de no sólo lamentar, criticar, sino realmente cambiar sin apenas intentarlo, como espero haber dejado claro a lo largo de este artículo. Dijo Nelson Mandela: “Todo parece imposible hasta que se hace”, señaló Martin Luther King: “Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto”, y afirmó Ghandi: “Si quieres cambiar el mundo cámbiate a ti mismo”. De cada quien depende qué actitud quiere fomentar, y quizás algún día todas/os ganemos como sociedad.
Sabiduría indígena: un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos/as acerca de la vida. Él les dijo: “¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!… ¡es entre dos lobos! Uno de los lobos es maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, rabia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, egolatría, competencia, superioridad. El otro es Bondad, Alegría, Paz, Amor, Esperanza, Serenidad, Humildad, Dulzura, Generosidad, Benevolencia, Amistad, Empatía, Verdad, Compasión y Fe. Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la Tierra”. Lo pensaron por un minuto y una de las niñas le preguntó a su abuelo: “¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”. El viejo respondió: “El que alimentes más”.
Sinopsis de la película: “La historia comienza cuando Benjamín García, conocido como ‘El Benny’, se despide de su mamá y de su hermano menor para migrar a los EE.UU. Después de veinte años, ‘El Benny’ es deportado de los Estados Unidos. Al regresar a su pueblo encuentra un panorama desolador. Su hermano ‘El Diablo’ había sido asesinado en extrañas circunstancias dejando un hijo y a su esposa que se ganaba la vida como mesera en un bar. La violencia, la corrupción generalizada y la crisis económica que azotan al país han devastado por completo al lugar. ‘El Benny’, sin otras opciones y viendo que su sobrino andaba en malos pasos decide ayudar a la familia de su hermano y se enamora de su cuñada, gracias a su encuentro con un viejo amigo el ‘Cochiloco’ se involucra en el negocio del narcotráfico debido a que necesitaba dinero para liberar a su sobrino que había sido detenido por la policía. Gracias al narcotráfico encuentra, por primera vez en su vida, prosperidad, dinero. Poco a poco se va metiendo cada vez más en este mundo hasta que un día el hijo del patrón José Reyes es asesinado por el cartel que dirigía el hermano de Reyes, es así que se decide empezar una guerra contra el hermano de Reyes ordenando que se dé muerte a toda la familia de su hermano. Luego se entera que la persona que dio el soplo para que puedan facilitar el asesinato del hijo de Reyes es el mismo sobrino de ‘El Benny’, quien para protegerlo decide sacarlo de México. Finalmente decide acogerse al beneficio de colaborador de la justicia delatando al Patrón sin contar que las autoridades del gobierno eran manejadas por Reyes, quienes lo delatan y lo torturan casi hasta matarlo. Finalmente logra escapar y decide vengar la muerte de su hermano y la de su cuñada asesinando a Reyes y todas las autoridades del pueblo aprovechando la ceremonia del bicentenario” (Wikipedia, 2014).
Véase información tomada de: http://www.whatthehealthfilm.com/.
ALEMÁN, Alejandro, 2010, “Crítica Chilango”, tomado de: http://www.chilango.com/cine/pelicula/el-infierno.
ARISTÓTELES, 1931, Ética a Nicómaco, Madrid, Imprenta R. Rubio Aguas, tomado de: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=767.
ATD Cuarto Mundo, 2016, “Qué es la pobreza? Una investigación innovadora que busca nuevas respuestas”, tomado de: http://www.atd-cuartomundo.org/la-pobreza-una-investigacion-innovadora-busca-nuevas-respuestas/.
BAUMAN, Zygmunt, 2007a, Tiempos líquidos: vivir en una época de incertidumbre, Barcelona, Tusquets.
__________, 2007b, Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores, Barcelona, Paidós.
__________, 2017, El arte de la vida, Barcelona, Paidós.
BECK, Ulrich, 2002, La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós.
BEISSER, Arnold, 2008, “La teoría paradójica del cambio”, en: Joen Fagan e Irma Shepherd (eds.), Teoría y técnica de la psicoterapia gestáltica, Buenos Aires, Amorrortu.
BERICAT, Eduardo, 2005, “La cultura del horror en las sociedades avanzadas: de la sociedad centrípeta a la sociedad centrífuga”, en: Reis, No. 110, pp. 53-89.
BUCAY, Jorge, 2006, El camino de la felicidad, México, Océano.
CASTEL, Robert, 2004, La inseguridad social, Buenos Aires, El Manantial.
CASTELLS, Manuel, 1989, La sociedad red, Madrid, Alianza.
DAILLIE, Laurent, 2014, La lógica del síntoma, Barcelona, Bérangel.
DI LAMPEDUSA, Giuseppe, 1990, El Gatopardo, Madrid, Alianza.
DROIT, Roger-Pol, 2016, La filosofía no da la felicidad: ni falta que hace, Barcelona, Paidós.
DRUKPA, Gyalwang y Kate Adams, 2015, La felicidad empieza en tu mente, Málaga, Sirio.
EL CANAL de las Estrellas, 2016, “Acerca de La Candidata”, tomado de: http://www.lasestrellas.tv/series/la-candidata/sinopsis/.
ELIAS, Norbert, 2009, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, Fondo de Cultura Económica.
FLECHE, Christian, 2015, Descodificación biológica de las enfermedades, Barcelona, Obelisco.
FRANKL, Viktor, 2003, El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herder.
GOLEMAN, Daniel, 2013, El punto ciego, Barcelona, Debolsillo.
HUERTA, César, 2009, “El infierno de “Narcángel””, en: El Universal, 2 de septiembre, México.
KRISHNAMURTI, Jiddu, 2000, La conciencia fragmentada: el despertar de la inteligencia, Vol. III, Málaga, Sirio.
__________, 2004, Antología básica “La verdad sin caminos”, Madrid, Edaf.
LIPTON, Bruce, 2010, La biología de la creencia, Madrid, Gaia.
LYUBOMIRSKY, Sonja, 2011, La ciencia de la felicidad, Barcelona, Books4pocket.
MARINOFF, Lou, 2000, Más Platón y menos Prozac, Barcelona, Ediciones B.
MARQUIER, Annie, 2006, La libertad del ser, Barcelona, Luciérnaga.
__________, 2013, El poder d´escollir, Barcelona, Sargamata.
MATURANA, Humberto, 1996, El sentido de lo humano, Santiago, Dolmen.
MATURANA, Humberto y Francisco Varela, 2003, El árbol del conocimiento: las bases biológicas del entendimiento humano, Buenos Aires, Argentina.
MORIN, Edgar, 1999, El método: el conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra.
__________, 2011, El cine o el hombre imaginario, Barcelona, Paidós.
MUÑOZ, Myriam, 2009, Emociones, sentimientos y necesidades: una aproximación humanista, México, IHPG.
OSHO, 2008, La alegría, Barcelona, Debolsillo.
PUNSET, Eduard, 2006, El viatje a la felicitat: les noves claus científiques, Barcelona, Columna.
RICARD, Matthieu, 2005, En defensa de la felicidad, Barcelona, Urano.
__________, 2016, En defensa del altruismo: el poder de la bondad, Barcelona, Urano.
RIFKIN, Jeremy, 2010, La civilización empática, Barcelona, Paidós.
ROBIN, Corey, 2009, El miedo: historia de una idea política, México, Fondo de Cultura Económica.
ROGERS, Carl, 2007, El proceso de convertirse en persona, Barcelona, Paidós.
RUSSELL, Beltrand, 2003, La conquista de la felicidad, Barcelona, Debolsillo.
SARTRE, Jean-Paul, 1982, “El existencialismo es un humanismo”, en: Figura Fondo, 1, IHPG.
SAVATER, Fernando, 1994, Sobre el contenido de la felicidad, Madrid, Aguilar.
SELIGMAN, Martin, 2011, La auténtica felicidad, Barcelona, Zeta.
__________, 2014, Florecer: la nueva psicología positiva y la búsqueda del bienestar, México, Océano.
SIMMEL, Georg, 2017, Sobre el pesimismo, Madrid, Sequitur.
TART, Charles, 2013, El fin del materialismo: parapsicología, ciencia y espiritualidad, Barcelona, Kairós.
TOLLE, Eckhart, 2006, La nueva tierra: un despertar al propósito de la vida, Bogotá, Norma.
WALLACE, Allan y Brian Hodel, 2009, La ciencia de la mente: cuando la ciencia y la espiritualidad se encuentran, Barcelona, Kairós.
WATZLAWICK, Paul, 2003, ¿Es real la realidad? Confusión, desinformación, comunicación, Barcelona, Herder.
WIKIPEDIA, 2014, “El infierno (película de 2010)”, en: Wikipedia, tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/El_infierno_%28pel%C3%ADcula_de_2010%29.
WILBER, Ken, 2004, La conciencia sin fronteras: aproximaciones de Oriente y Occidente al crecimiento personal, Barcelona, Kairós.
WOLDER, Ángeles, 2016, El arte de escuchar el cuerpo, Barcelona, Círculo Rojo.
Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co