nomadas57

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Ideología, ciencia y pueblo en Amílcar Cabral*

Ideologia, ciência e povo, Amílcar Cabral

Ideology, science and people in Amílcar Cabral

DOI: 10.30578/nomadas.n48a8

 

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José Neves**

Traducción del portugués: Laura Yolanda Calderón***

Resumen

Este artículo contribuye al debate sobre cómo los historiadores y científicos sociales entienden las relaciones entre ideología y ciencia, frecuentemente consideradas dominios de reinos rivales. Para ello, se posiciona críticamente frente a los estudios de y sobre Amílcar Cabral, que configuraron su actividad agronómica. Luego, somete el concepto cabraliano de “pueblo” a un análisis genealógico, y propone su emergencia en el discurso de Cabral como resultado de la intersección entre el pensamiento nacionalista anticolonial en el antiguo imperio portugués y los estudios agrarios en el Portugal metropolitano.

Palabras clave: Amílcar Cabral, ideología, ciencia, pueblo, genealogía, anticolonialismo, estudios agrarios.

Resumo

Este artigo contribui para o debate sobre como historiadores e cientistas sociais entendem as relações entre ideologia e ciência, muitas vezes considerados domínios de reinos rivais. Para isso, posiciona-se criticamente diante dos estudos de e sobre Amílcar Cabral, que moldaram sua atividade agronômica. Em seguida, ele submete o conceito Cabral de “povo” a uma análise genealógica e propõe sua emergência no discurso de Cabral como resultado da interseção entre o pensamento nacionalista anticolonial no antigo império português e os estudos agrários no Portugal metropolitano.

Palavras-chave: Amílcar Cabral, ideologia, ciência, pessoas, genealogia, anticolonialismo, estudos agrários.

Abstract

This article contributes to the debate regarding how historians and social scientists understand the relations between ideology and science, often considered as domains of adversary kingdoms. Thus, this article has a critical position in regards to the studies made by Amílcar Cabral, as well as the studies that have been made about him which shaped his agronomic activity. The article also submits the Cabralian concept of “people” as a genealogical analysis and suggests that its presence in Cabral's discourse is a result of the intersection between the anticolonial nationalist thought in the old Portuguese Empire and the agrarian studies in the metropolitan Portugal.

Key words: Amílcar Cabral, ideology, science, people, genealogy, anticolonialism, agrarian studies.

*Este artículo fue publicado por primera vez en portugués en la revista História, Ciências, Saúde, Vol. 24, No. 2, 2017, p. 333-347, editada por la Fundação Oswaldo Cruz, Rio de Janeiro. Agradecemos al autor y a la revista por habernos dado la autorización para su reproducción en español.
Nota del autor: este texto fue elaborado en el marco del proyecto “Amílcar Cabral, de la historia política a las políticas de la memoria” (PTDC/EPH-HIS/6964/2014), financiado por la Fundación para la Ciencia y Tecnología (Portugal).
** Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nueva de Lisboa; investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la misma institución, Lisboa (Portugal). Doctorado y Licenciado en Historia Moderna y Contemporánea. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
*** Docente de lenguas de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá (Colombia). Profesional en Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes, en la misma ciudad. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

Para discutir los escritos de Amílcar Cabral (1924-1973) y otros producidos sobre el autor, el presente artículo da cuenta, brevemente, de su biografía y de algunas tendencias interpretativas manifiestas en los estudios cabralianos, y abre, además, una ventana desde donde es posible observar y discutir parte del pasado de una de las figuras más notorias de la historia africana contemporánea. En seguida, de forma crítica y complementaria a la comprensión que estos estudios tienen sobre la formación científica de Cabral, el texto contribuye al debate de una cuestión de interés histórico e historiográfico más general: las relaciones entre ciencia e ideología. Mediante un rastreo de los diversos orígenes del concepto cabraliano de “pueblo”, consideraremos tanto la emergencia del pensamiento nacionalista anticolonial en el antiguo imperio portugués, como el desarrollo de los estudios agrarios en el Portugal metropolitano.

Amílcar Cabral y los estudios cabralianos

En 1945, cuando llegó a Lisboa, Amílcar Cabral tenía poco más de 20 años. Nacido en 1924, en el territorio de la actual Guinea-Bissau, viajó pronto a Cabo Verde, acompañado de su familia. En el archipiélago, a lo largo de la costa occidental de África, su desempeño escolar fue tan ejemplar que el gobierno portugués le concedió una beca de estudios universitarios. Es esta beca la que lo trajo, entonces, a la capital del imperio, más específicamente, al Instituto Superior de Agronomía (ISA). En los primeros años en Portugal, frecuentó la Casa de Estudiantes del Imperio, construida en 1944, con el objetivo de albergar a los estudiantes oriundos de los territorios coloniales. Se involucró en algunos movimientos de oposición que buscaban derribar la dictadura salazarista, y acompañó las noticias que anunciaban un mundo poscolonial, como la independencia de la India (1974) y la Revolución china (1949). Pero sólo a partir de inicios de los años 1950 la actividad política ganó mayor importancia en su vida. Al mismo tiempo que, ya licenciado, fue realizando diversos trabajos de investigación agraria —por ejemplo, los estudios de suelos en Angola, con Botelho da Costa y Ário Lobo de Azevedo, o la colaboración con la Brigada de Estudios de Defensa Fitosanitaria de los Productos Ultramarinos—, Cabral empezó a participar en encuentros políticos que culminaron en 1956, en la formación del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (Paigc), organización que dirigió en el transcurso de una larga guerra contra el colonialismo portugués (1963-1974).

Asesinado en enero de 1973, en circunstancias todavía por esclarecerse cabalmente, Amílcar Cabral no alcanzó a presenciar la declaración de independencia de Guinea-Bissau, ni la caída del más antiguo de los imperios coloniales europeos, en la seguida Revolución portuguesa del 25 de abril del 1974. Su nombre, sin embargo, quedó indeleblemente asociado a dicho proceso histórico, y al respecto se produjeron innumerables estudios de corte biográfico, realizados en varias partes del mundo, los primeros todavía en su tiempo de vida. Podemos decir que Amílcar Cabral ha sido objeto de una atención incomparable a la que ha merecido cualquier otra figura política del siglo XX portugués —incluso cualquier otro de los líderes anticoloniales que se opusieron al imperio portugués—.

Parte de los estudios cabralianos han valorizado, sobre todo la importancia histórica de la acción política de Cabral, como sucede, principalmente, en aquella que se estableció como su biografía académica de referencia internacional, escrita por Patrick Chabal (1983), que a partir de entonces se constituiría en una figura destacada en el campo de los llamados estudios lusófonos. Amílcar Cabral: revolutionary leadership and people’s war1 da particular relevancia al viraje estratégico del Paigc a finales de los años 1950. Después del 3 de agosto de 1959, cuando cerca de media centena de personas fueron asesinadas por las fuerzas de la autoridad colonial, que buscaban poner fin a una protesta de obreros estibadores en Bissau, el núcleo más activo del Paigc decidió salir en retirada de la ciudad. Tras la masacre de Pidjiguiti, militantes como Cabral partieron rumbo al interior, con el objetivo de reunir fuerzas y desarrollar una nueva estrategia de combate contra el colonialismo. En esta guerra de liberación, la acción de Amílcar Cabral es frecuentemente reconocida —de forma particularmente enfática por Chabal— como un factor decisivo tanto a nivel militar como diplomático2. Reivindicando la necesidad del método biográfico contra abordajes que tildaba de “estructuralistas” o “marxistas” y que, según el biógrafo, desvalorizaban la voluntad humana como factor histórico determinante, Patrick Chabal atribuye gran importancia a la figura de Amílcar Cabral y, en particular, a su desempeño como líder político y militar.

Esa representación biográfica de Amílcar Cabral como un hombre de acción era promovida por Patrick Chabal contra autores que, al volcarse sobre el dirigente máximo del Paigc, habían enfatizado en la singularidad de su pensamiento. Semejante énfasis se ha intensificado en los últimos años, en el marco del tratamiento teórico que la cuestión de la cultura ha recibido en el ámbito de los estudios poscoloniales, en los cuales Cabral es una lectura obligatoria. Por ejemplo, en el reciente Routledge companion to postcolonial studies se dice que3:

Un teórico, más que un escritor creativo, Cabral se ha convertido en una figura importante en los estudios pos-coloniales por su análisis del proceso de descolonización en colecciones en inglés como Return to the source (1973) y Unity and Struggle (1980). Se ha convertido, por lo tanto, en la contraparte lusófona de Frantz Fanon, quien escribió primariamente sobre la traumática guerra de independencia de Algeria contra Francia (1954-1962), y de escritores anglófonos / líderes independentistas, como Jomo Kenyatta (Kenia) y Kwame Nkrumah (Ghana). (Murphy, 2007: 67)4

Pero cierta canonización del pensamiento o de la producción teórica de Cabral resultó también por otras vías diferentes a la de los estudios poscoloniales. Existen trabajos que lo presentan preferencialmente como uno de los grandes teóricos de la estrategia militar, al lado de Clausewitz o Nguyen Giap (Chaliand, 1982); y otros que le reservaron a la idea cabraliana de cultura un lugar específico en la historia del marxismo, a la par de Antonio Gramsci o Paulo Freire (Marrocu, 1998; Pereira y Vittoria, 2012). Sea como sea, cualquiera de esos enmarcamientos del pensamiento y las ideas de Cabral —más ejemplos podrían referirse— se exponen a la crítica elaborada por Patrick Chabal a comienzos de los años 1980. Aunque en su propio estudio reservara un capítulo a lo que designaba como el pensamiento político y social de Cabral, en la biografía de su autoría, Patrick Chabal manifestaba reservas de cara a diferentes análisis como los de Ronald Chilcote (1968), investigador norteamericano quien todavía en 1968 publicó, en The Journal of Modern African Studies, un artículo significativamente titulado “The political thought of Amílcar Cabral”. Para Chabal (1983: 167), trabajos como los de Chilcote son precarios porque tienden a forzar un cuerpo heterogéneo de textos —como los escritos por Cabral en circunstancias y con finalidades diversas— a un principio de unidad.

Deudoras de la propia trayectoria de sus biógrafos, las divergencias entre sus estudiosos dan buen consejo a la hora de avanzar en una investigación sobre Cabral5. Nos gustaría, principalmente, que nuestra lectura evitara dos riesgos: por un lado, que resistiera a la tentación de configurar los textos de Cabral bajo una idea de obra, como en parte sucede con las aproximaciones que se enfocan en el hilo teórico de su pensamiento y lo modelan como un autor eventualmente próximo a ser canonizado, de esa manera abstraído de las vicisitudes de la práctica militante. Por otro lado, nos gustaría también considerar debidamente la importancia que la actividad intelectual asumió en la vida de Cabral. Tal consideración no siempre se tiene en cuenta en algunos de los estudios producidos como, desde luego, la biografía de Chabal, en la que prevalece un entendimiento del lenguaje como realidad política secundaria, evidente cuando el biógrafo afirma: “Cabral era, antes de más nada, un hombre de acción. Su liderazgo político se entiende mejor si consideramos lo que hizo y no lo que dijo” (1983: 167).

Ahora, desde este estado de la cuestión, más adelante nos proponemos aportar a una genealogía del concepto de “pueblo” en el discurso de Amílcar Cabral. Al elegir un concepto como objeto de análisis, en la senda de la historia de los conceptos de Reinhart Koselleck y de la escuela de Bielefeld, procuramos devolver a las palabras la importancia que otros les negaron: es claro para nosotros que, si el concepto de “pueblo” describe, identifica y objetiva una realidad dada, al mismo tiempo constituye, activa y subjetiva esa realidad (Koselleck, 2011). A su vez, al realizar este análisis genealógicamente —para utilizar los términos de Michel Foucault (1979)—, pretendemos poner en práctica una historia de las ideas en la que surjan menos como efecto de un pensamiento original, y más como elemento constituido en una serie de relaciones con otros sujetos y objetos.

En este artículo en particular, dada la multiplicidad de relaciones históricas que el origen del concepto cabraliano de “pueblo” comprenderá, consideramos principalmente las relaciones que estableció con otras prácticas discursivas. Tratamos de percibir lo que un autor pretende decir cuando enuncia una palabra dada, pero, para participar del viraje promovido por Pocock, Skinner y la Escuela de Cambridge, también tomamos ese acto de enunciación como parte de un contexto lingüístico que enmaraña las propias intenciones del autor (Pagden, 1987). Así, estaremos particularmente atentos a la intertextualidad del concepto “pueblo”, principalmente al hecho de que el “pueblo” cabraliano tiene una resonancia múltiple en los universos semánticos de las ideologías políticas contemporáneas, pero también contiene significados circunscritos al ámbito de los saberes científicos.

Nuestro procedimiento, referido al final de las notas introductorias que componen la primera parte del presente artículo, es quizás resultado de nuestra exposición a determinadas propuestas teóricas, principalmente las que fueron constituyéndose a partir de expresiones foucaultianas como “transferencia de tecnologías” (Foucault, 2000: 333), así como de nuestro acceso material-empírico relativo al caso en análisis, como por ejemplo, a la siguiente declaración de Luíz Cabral, militante y dirigente del Paigc: “él [Amílcar Cabral] hablaba de la lucha de la misma manera en la que hablaba de la agricultura” (Chabal, 1983: 53).

Ciencia e ideología en los estudios cabralianos

De acuerdo con los historiadores que han analizado la guerra colonial en Guinea, uno de los principales factores del éxito político-militar del PAIGC residió en su capacidad de adaptación al medio. Al entender, desde la lectura de los biógrafos de Cabral, entre otras razones, esa adaptabilidad refleja una sensibilidad propia del biografiado, agudizada en el transcurso de su trayectoria profesional. Al terminar la licenciatura, en 1952, con una monografía sobre Cuba, Cabral asumió en los años siguientes funciones profesionales en el área agronómica en el Alentejo, sur de Portugal. Regresó a Guinea como director adjunto de los Servicios Agrícolas y Forestales, y en 1953 acabó siendo jefe de un pequeño equipo que presidió un censo rural en Guinea, por encomienda del gobierno portugués, comprometido con la realización de un estudio junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (Cabral, 1956). Esta tarea administrativa —en el contexto de las presiones internacionales a las que el colonialismo portugués era sujeto en el marco de la segunda posguerra— es señalada por los biógrafos de Cabral como uno de los momentos más importantes de su carrera. Chabal (1983: 48) afirma que “La oportunidad de recorrer toda Guinea y de hablar con los aldeanos fue una experiencia crucial para Cabral, quien, habiendo sido educado en Cabo Verde y Portugal, poseía, hasta entonces, poco conocimiento real de África”.

Durante aproximadamente cinco meses, en 1953, Cabral y su pequeño equipo recorrieron el territorio de Guinea recogiendo información y recopilaron datos estadísticos sobre la economía rural, relacionados también con las dinámicas sociales y cotidianas locales. Esa experiencia le permitió adquirir un conocimiento del territorio y de la población que sería decisivo para la comprensión tanto de la estructura económico-social como de las circunstancias político-culturales del país. En los años de la guerra, ese conocimiento acumulado se revirtió en favor del éxito militar del Paigc (Rudebeck, 1974; Borges, 2008). Al combinar los planes de acción militar con el tejido de redes económicas, sociales y culturales que sostuvieran los guerrilleros, sustituir las funciones de gobierno del territorio y de la población, asumidas por el estado colonizador, y anticipar un modo de gobierno poscolonial, la estrategia de guerra del Paigc hizo un uso inesperado de los contactos y conocimientos humanos acumulados por el líder a comienzos de los años 1950, como agrónomo al servicio del Estado colonial, y no como guerrillero en su contra.

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Esta relación entre la práctica de investigación científica y la estrategia político-militar hizo que se considerara como parte de una misma ecuación la cuestión general de la concertación (o no) entre modos de conocimiento y acción política. Esta cuestión, sin embargo, no ha suscitado gran interés entre los biógrafos de Cabral, ni siquiera entre quienes optaron por una reflexión más profunda sobre el significado de su formación científica, como en el caso de Chabal y, también, de Mário Pinto de Andrade y Pablo Luke Idahosa. En la biografía realizada por Chabal se argumenta que la formación científica habría llevado a Amílcar Cabral a un entendimiento de la política más práctico que teórico, que Chabal clasifica como más realista (1983: 168):

Era fundamentalmente un realista. Su aproximación a las cosas era empírica y pragmática. Había sido entrenado como científico y había trabajado durante quince años como agrónomo, antes de comprometerse de tiempo completo con la militancia nacionalista. Esta experiencia, y la aproximación práctica a la realidad que requería, permaneció como una influencia dominante sobre su personalidad.

Podemos acompañar la lectura de Chabal hasta cierto punto, sin embargo, nos distanciamos de ella cuando presenta la ciencia como factor de substracción de Cabral de la influencia de la ideología, que el biógrafo considera perniciosa. La interpretación de Chabal ve una división excesivamente rígida entre ciencia e ideología, como si replicara la distinción entre cosas y palabras en el dominio de las propias palabras, al suponer que la terminología científica da cuenta de manera transparente de la realidad y que las categorías ideológicas pueden ser eludidas. Este tipo de partición acaba por restringir el análisis al que el biógrafo somete la formación científica de Cabral. Es lo que sucede cuando Chabal caracteriza la monografía final de licenciatura de Cabral como una contribución a la innovación del estudio del problema de la erosión del suelo: aunque esa contribución consiste en la integración en los análisis de Cabral de elementos relativos a la estructura económico-social del país, Chabal de inmediato restringe las razones de tal integración a un ámbito estrictamente científico, como si la genealogía no pudiera remitir la ciencia a un distinto a la propia ciencia. “Aunque en partes de la tesis Cabral recurre a nociones marxistas sueltas, lo que más claramente resalta del estudio es su énfasis en un abordaje científico correcto” (Chabal, 1983: 39).

Al no admitir la mezcla entre la terminología científica y las categorías ideológicas, el biógrafo argumenta que Amílcar Cabral no recurría a nociones abstractas —en las que serían centrales el marxismo-leninismo y su jerga—, sino que, por el contrario, hablaba de la “realidad económica, social, política y cultural” (p. 65). En suma, Patrick Chabal afirma que Cabral “concebía la teoría como una descripción de la realidad y no como un mero ejercicio especulativo” (p. 186), aún cuando el mismo biógrafo fisura tal concepción de la teoría, suponiendo así que los discursos de Cabral estarían exentos de cualquier tipo de vicio ideológico, como si la forma de segmentar la realidad empírica entre “económica, social, política y cultural” no estuviera ya determinada históricamente por una cultura científica.

Por supuesto, la ideología marxista-leninista, en la senda de la partición hecha en Marx entre base y superestructura, estuvo lejos de ser extraña a esa misma cultura científica. Véase cómo la relación entre modos de conocimiento científico y de acción política en Cabral había sido analizada, aún antes de la biografía de Patrick Chabal, por Mário Pinto de Andrade (1974). Intelectual, sociólogo y militante angolano, Andrade fue uno de los primeros en escribir sobre Cabral, a quien conoció de cerca. En La Guerra del Pueblo en Guinea-Bissau, pequeño libro publicado en Portugal en 1974, pero que retoma textos ya publicados en otros lugares, Andrade afirma, al respecto del Censo agrícola de Guine”, que además de éste, “se trataba de profundizar en el análisis de las estructuras socioeconómicas, de situar el estado del desarrollo social y cultural, de demostrar los mecanismos de explotación, en una palabra, de conocer la realidad histórica”; y luego adiciona: “Pero [Cabral] no podría haber llevado a buen término tal emprendimiento si sus conocimientos y su técnica no estuvieran de antemano informados por un aparato conceptual: el ‘materialismo histórico’” (Andrade, 1974: 20).

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Detengámonos por un momento en la interpretación de Andrade. Por un lado, y tal como Chabal, Andrade defiende que el Censo agrícola de Guinea es ejemplo de una práctica de conocimiento que permitiría acceder a la realidad analizada. Por otro lado, al contrario de Chabal, Andrade defiende que tal conocimiento es posible debido a la filiación marxista de Cabral y no a pesar de ella. O sea, para Andrade el materialismo histórico es menos el nombre de una ideología que de una ciencia. Tal como muchos de los estudiosos del materialismo histórico, Andrade lo entendía como un método científicamente superior a los demás, sobre los que incidían la deshonra del idealismo y de la ideología.

Adicionalmente, podemos entrever las semejanzas entre el positivismo antimarxista de Chabal y el marxismo positivista de Andrade, lo que atiende aún a otra coincidencia. Ambos encuentran en la ideología un síntoma de extranjerismo. Chabal afirma que una de las virtudes de Cabral residía en el hecho de que su línea política no se exponía a modelos e ideas extranjeras, sino que se inspiraba en su propia historia —según Chabal (1983: 142), su ideología “se basó esencialmente en su propia historia y no en ideales o modelos extranjeros”—. Por otro lado, Andrade (1974, p. VII) defiende que fue bajo la influencia del Partido Comunista Portugués (PCP), y formado en las concepciones ideológicas de un marxismo eurocéntrico, que, en la segunda mitad de los años 1950, el Paigc apostó erradamente por la lucha urbana, sólo para corregir su estrategia después de la masacre de Pidjiguiti.

• El hombre de fuego,  1929 | Nikolaj Prusakov

Fue apenas en los trabajos sobre Amílcar Cabral publicados por Pablo Luke Idahosa, profesor en la Universidad de York, Canadá, que se logró una forma menos antinómica de comprender la ciencia y la ideología. Para Idahosa (2002), quien publicó un artículo seminal en la revista Lusotopie titulado Going to the People: Amílcar Cabral´s materialist theory and practice of culture and ethnicity, los escritos agrarios de Cabral pretenden censar una “cultura de la producción”, y también proponer una “sociología de la formación de la identidad y del desarrollo”. De acuerdo con Idahosa (p. 41):

Aunque los trabajos descriptivo-interpretativos realizados por Cabral resultaran de la necesidad de trazar las bases agrarias de la economía mercantil colonial, estos encontraban igualmente raíces en su propio desarrollismo moral, a partir del cual la técnica es un instrumento de bienestar popular y es posible observar tanto una cultura de la producción, como las premisas de una sociología de la formación de la identidad y del desarrollo.

Según la lectura de Idahosa, el conocimiento científico no es el único que permite acceder a la realidad, lo cual otorga realismo a la orientación política, como vimos, desde luego, en la interpretación de Chabal. Por el contrario, es una determinada concepción político-ideológica la que, al permear la práctica científica, la lleva más allá de sus eventuales propósitos. La ideología política de Cabral hizo que sus trabajos científicos, a pesar de responder a la solicitud del poder colonial y de servir a la economía colonial, acabaran por satisfacer preocupaciones con otro sentido político o, por lo menos, moral. “La compilación de hechos y estadística hecha por Cabral no era, obviamente, puro estudio académico, sino que reflejaba su preocupación por tener una visión directa de lo que creía que eran las experiencias efectivas de los colonizados” (Idahosa, 2002: 36).

De acuerdo con la perspectiva de Idahosa, podría decirse que la actividad científica está determinada por propósitos y contrapropósitos político-ideológicos. Tal circunstancia obliga a las disciplinas científicas a convertirse en objeto de una historia que no puede ser sólo internalista de la ciencia, esto es, una historia en la que el origen de un conocimiento científico mayor y mejor reside únicamente en el desarrollo del propio debate científico. Importa también pesar los factores político-ideológicos del trabajo científico de Cabral, desde luego el hecho de su familiaridad con el marxismo y su inclinación humanista lo incitaron a convocar lo social y lo económico para el estudio del medio natural.

Aún así, el análisis de Idahosa también alcanza limites importantes. Principalmente, corre el riesgo de reducir la historia de la ciencia a la historia de las luchas por su determinación político-ideológica, por prescindir de la necesidad de una historia del propio campo científico. Es decir, en la lectura de Idahosa, la ideología determina la ciencia, pero lo inverso no parece tan admisible. Si en la visión de Patrick Chabal (o en la de Andrade) la ciencia funciona como un factor de revelación cristalina de la realidad, luz que ilumina la acción política en sentido realista y la libera del oscurecimiento ideológico, en la perspectiva de Idahosa la ciencia es tendencialmente conducida por orientaciones político-ideológicas, como si las vicisitudes del campo científico fueran un capítulo secundario en la historia general de aquellas orientaciones.

De nuestra parte, nos distanciamos tanto de las interpretaciones de Patrick Chabal y de Mário Pinto de Andrade, como de las interpretaciones de Pablo Luke Idahosa. Y, sin devaluar los innumerables elementos empíricos y analíticos que sus obras ofrecen, proponemos situar los trabajos científicos de Cabral en el marco de una historia de la ciencia, así como de una historia de las ideologías políticas. Proponemos, pues, cuestiones como la siguiente: ¿se preocupa también el “puro estudio académico” de las “experiencias efectivas de los colonizados”? Nuestra respuesta a esa pregunta es afirmativa. La ciencia colonial buscó objetivar los recursos naturales y las cualidades de los suelos, pero no por eso desconsideró lo que entendía como parte del orden social y humano, conforme lo han indicado recientes trabajos sobre ciencia en el imperio portugués de la segunda posguerra (Castelo, 2012, 2014; Ágoas, 2012). A esto se suma que hoy sabemos, debido al trabajo también reciente de Federico Ágoas sobre historia de la sociología en Portugal, que los estudios agrarios constituyeron uno de los orígenes de la sociología en Portugal.

• Cumplamos el plan de grandes obras,  1930 | Gustav Klutsis

A lo largo del siglo XX, incluido el periodo dictatorial, una parte de esos estudios pasó de una práctica de administración de la gestión agrícola a —en un primer momento— el análisis en el ámbito de la economía política; y —en un segundo momento— al desarrollo de disciplinas como la geografía agraria y la sociología rural (Ágoas, 2010: 199). Ahora, podemos decir que esa inclinación sociologizante de una parte del conocimiento agrario se manifestó de algún modo en la carrera científica de Cabral. Esto es visible, desde luego, en el estudio monográfico que realizó como trabajo final de licenciatura. Tal estudio es una de las evidencias de un viraje en el campo de la pedología. Dicha disciplina asume una preocupación ecológica, lo que se entiende aquí como la atención a la tierra, la flora y la fauna, pero también a los hombres y sus relaciones sociales. Se podría decir, pues, que la monografía de Cabral y sus estudios agrarios, de algún modo participaron de un proceso más largo de sociologización de la agronomía.

Es decir, de nuestra parte, no se trata propiamente de estar en desacuerdo con Idahosa, por el contrario, estamos de acuerdo con él cuando dice: “Si bien para Cabral no hay realmente una correlación linear entre producción y cultura, él quiso afirmar una afinidad importante entre el modo como las personas producían y sus visiones de la vida y del mundo” (2002: 43). Sin embargo, sí tratamos de situar la aserción de esa afinidad como efecto, ya sea de la motivación político-ideológica de Cabral, o de su trayecto profesional y científico, como veremos en seguida a propósito de la genealogía del concepto cabraliano de “pueblo”.

“Pueblo” en Amílcar Cabral

Escritos fundamentalmente en los años cincuenta, en los textos agrarios de Amílcar Cabral hay una tesis que gana forma: el progreso económico del territorio de Guinea-Bissau, sustentado en el progreso de la agricultura, depende no sólo de la “adaptabilidad de varias culturas industrializables y de elevado rendimiento al medio agroclimático”, sino también de la creación de “condiciones que permitan, tanto en el campo humano, como en el campo físico, la valorización de los recursos del medio y su integral utilización en favor del progreso de Guinea” (Cabral, 1959: 349). En ese sentido, Cabral sustenta en un artículo en la revista Agros del Instituto Superior de Agronomía, que debería fomentarse tanto el “acceso de los guieneses a la educación técnica agrícola en particular y a la educación en general”, como, y “con base en las tradiciones locales, una estructura agraria compatible con el desarrollo progresivo de las poblaciones” (p. 350). Es decir, desde el punto de vista agronómico asumido por Cabral, habría que mirar las cuestiones que podríamos considerar de índole estrictamente natural, pero también variantes humanas y sociales de esa naturaleza, y proponer consecuentemente la cualificación técnica de los individuos y la adaptación de la estructura agraria a las características locales6.

Esa ambición reformadora que los textos agrarios de Cabral revelan, puede ser entendida en un doble sentido. Por un lado, en el contexto de las funciones éticas que él le atribuyó a los ingenieros agrónomos, cuando afirma que estos “deben trabajar afianzadamente, contra todos los obstáculos, por la elevación del nivel de vida de las poblaciones rurales” (Cabral, 1959: 350). Esa idea de la función del agrónomo revela una concepción humanista de la ciencia, así como de la cultura en general y de la técnica en particular. Por otro lado, la ambición reformadora vehiculada en los escritos agrarios de Cabral, efecto de una idea humanista que en parte deriva de un orden político y moral —que podríamos suponer tanto inherente a la ciencia, lo que sucede en el análisis de Andrade, como impuesto sobre ella, lo que sucede en el análisis de Idahosa—, también es evidencia de un proceso más general: un traslado creciente hacia la economía de los elementos sociales y humanos, y de los saberes científicos que deben ocuparse explícitamente de estos elementos. En este sentido, cuando Cabral (1951: 15) apela a la responsabilidad humana de la ciencia y de los científicos, emprende una crítica al intelectual alienado del mundo y encerrado en su torre de marfil, para retomar los términos de las polémicas intelectuales antifascistas de los años 1930. Pero también era indicio de una articulación gradual entre los dominios de la ideología política, el saber científico y la producción económica, como lo sugieren igualmente la flexibilidad y la polivalencia de ciertos conceptos7. Y es justamente en uno de sus textos agrarios que Cabral hace un primer esfuerzo de definición conceptual del sujeto pueblo.

• ¡Vencer al enemigo de la revolución de la cultura!,  1932 | Sin autor

En “Acerca de la contribución de los ‘pueblos’ guieneses a la producción agrícola de Guinea”, de 1954, publicado en el Boletín Cultural de la Guinea Portuguesa, Cabral presenta algunas reflexiones resultantes del censo rural que dirigió en 1953. Al criticar el hecho de que el análisis agronómico en el área de la pedología —sobre la cual hizo su tesis de licenciatura— estaba excesivamente condicionado por la centralidad de la relación territorio-población. Por eso, busca por primera (y muy probablemente única) vez acuñar una definición del concepto de “pueblo”, al afirmar que no basta con “considerar el factor poblacional para inferir las diferencias en la contribución al área total cultivada”, y se hace igualmente necesario describir otro factor, que llamará “pueblo”:

Un ‘pueblo’ con una dada población puede cultivar un área mayor (menor) que la cultivada por otro que tenga una población mayor (o menor). Tal hecho sugiere la importancia del estudio de las características de la exploración agrícola familiar (técnica agrícola, área cultivada, productividad) para conocer completamente el valor económico de cada ‘pueblo’ (Cabral, 1954: 776).

La emergencia del término “pueblo” en los escritos de Cabral no sorprende a quien lea su discurso a la luz del contexto político-ideológico que lo envolvió más directamente. Con particular agudeza en los años 1940, la palabra “pueblo” empezó a llamar la atención en universos semánticos que rodeaban la vida política de Cabral. El término se destacó en el marco de varias luchas anticoloniales y anti-imperialistas que marcaron la inmediata posguerra, como en la exclamación de guerra popular, asociada al maoísmo chino, y se convirtió en uno de los nombres del sujeto político más utilizados en el discurso antifascista europeo. Así lo ilustra un breve señalamiento estadístico que elaboramos para el caso del comunismo portugués, en cuyo discurso la palabra “pueblo”, en asociación con otras como “democracia”, habría adquirido mayor protagonismo en los años inmediatamente posteriores a 19458. Esta evolución puede ser entendida, sin embargo, como consentida, e incluso deliberada, si se atiende a los cambios ocurridos en el seno de la teorización marxista de la cuestión nacional entre la primera y la segunda mitad del siglo XX. En 1908, la escritora marxista Rosa Luxemburgo decía:

• 2 + 2 = 5. La aritmética de un plan de contador financiero industrial más el entusiasmo de los trabajadores,  1931 | Sin autor

Al hablar de ‘derecho de los pueblos a la autodeterminación’ nos referimos generosamente a la totalidad de un ‘pueblo’, a una unidad social y políticamente homogénea, pero exactamente tal noción de ‘pueblo’ corresponde a ciertas categorías de la ideología burguesa que fueron objeto de una revisión radical por parte de la teoría marxista, que demostró fielmente que por detrás de esas cortinas de humo, tales como ‘la libertad del ciudadano’, la ‘igualdad ante la ley’, etc., se esconde en cada caso un contenido histórico bien definido. En una sociedad de clases, el pueblo, como un todo social y político homogéneo, no existe, mientras lo que existe en cada nación son clases sociales con sus intereses y ‘derechos’ antagónicos (Luxemburgo, 1988: 39).

A este paso, en la segunda mitad del siglo XX, encontramos en Álvaro Cunhal (1974: 214), dirigente principal del PCP, la siguiente definición:

En la época del imperialismo, a la fórmula de Marx y Engels [‘Proletarios de todos los países, uníos’], Lenin le dio una nueva expresión: ‘Proletarios de todos los países y pueblos oprimidos, uníos’. Hoy, que la lucha anti-imperialista se extiende a todo el mundo y se desmorona el sistema colonial, la consigna de Lenin tiene particular actualidad. La unidad de la clase operaria internacional y de su mayor creación y fortaleza, el campo socialista, con un movimiento nacional-libertador dará ímpetu invencible a las fuerzas revolucionarias.

En este contexto, es lícito suponer que la enunciación del término “pueblo” por parte de Cabral —aunque lo mismo podría decirse al respecto de otros militantes anticoloniales— participó en una estrategia de movilización política nacional afirmada en la senda de los liberalismos del siglo XIX y del marxismo del siglo XX europeo. En cualquier caso, se trató de identificar un sujeto que era al mismo tiempo unificante —capaz de fundir diferencias étnicas y sociales internas de la nación— y fracturante —capaz de afirmar la nación contra un enemigo externo— (Neves, 2008; 2009).

De igual modo, el recorrido de Amílcar Cabral hacia el vocablo “pueblo” guarda sentido con el momento de resonancia de movimientos y proyectos literarios como la revista caboverdiana Claridade, surgida en 1936 (Carvalho, 1998). Pero, como vimos, fue en el marco de sus estudios agrarios que Cabral convirtió al “pueblo” en un objeto de un esfuerzo de definición conceptual. La ciencia se revela así como un campo importante de determinación de los nombres del sujeto colectivo y de disputa de sus significados. En el caso específico de la agronomía, nombres como “población” y “pueblo” fueron una y otra vez movilizados como forma de objetivación y subjetivación de relaciones sociales y/o de una comunidad nacional. En este dominio particular, las posiciones de Cabral no se pueden disociar de los desarrollos concomitantes de la pedología en un contexto colonial, principalmente de la inserción internacional de los estudios de su profesor Botelho da Costa (Sousa, 1971), sino que también deben ser vistas como fruto de un proceso histórico más antiguo. Véase el caso —estudiado por Federico Ágoas (2010: 298)— de monografías y trabajos realizados en el Instituto Superior de Agronomía de los años veinte, cuando a la acepción demográfica de población se sumó una de sentido “demológico”, dirigida en una dimensión económico-social, frente a una concepción estrictamente naturalista de la primera.

En el artículo “Población: importancia de su estudio dentro de la economía”, publicado en 1927 en Agros (la revista de estudiantes del instituto que, como ya vimos, más tarde acogería escritos de Cabral), un estudiante afirmaba:

En efecto, si en alguna de las ramas en que el hombre puede ejercer su actividad, ‘mejor y más profundamente necesita conocer el medio en el que vive y en ese medio principalmente la población que lo habita’, esa rama es la Agricultura (Benoliel, 1927: 130).

• Cada cocinera debería aprender a gobernar el Estado (Lenin), 1925 | Il'ja P. Makarychev

En este caso, aunque todavía desde el concepto de “población”, se reclama por una ciencia dirigida al factor humano y social de la producción, un saber que proceda simultáneamente al conteo de los productos y a la investigación de la subjetividad de los productores. Para volver al artículo de Benoliel

¿Cuál es el factor principal de la producción?, ¿cuál el incansable organizador de la circulación?, ¿cuál el regulador de la repartición?, ¿cuál, en fin, el consumidor obligado de la mayor parte de las riquezas que la producción creó, que la circulación puso a su disposición y que por la repartición le cabe?

A lo que se responde: el hombre, “átomo de lo enorme, de lo incomparable, del todo complejo que es la población; de ese ser colectivo con su vida propia, sus movimientos, y sus periodos de vigor y de decadencia” (Benoliel, 1927: 128-133). Por lo demás, debemos tener en cuenta que, en ocasiones posteriores a la de la definición de pueblo en sus escritos agrarios de finales de los años cincuenta, Cabral mismo se propuso reinventar el término “población” con el sentido que antes le había reservado a “pueblo”. En Análisis de algunos tipos de resistencia, libro que compila un conjunto de ponencias pronunciadas en 1969 y destinadas a escuadras, militantes y militares del Paigc, Cabral (1975: 34) afirma que:

cada tierra tiene sus riquezas naturales y su población, que es la mayor riqueza de una tierra. La población, en la medida en la que esta desarrolle su capacidad de trabajo, de producción, de sus riquezas naturales, ya sean reales o en potencia, y los medios para producir.

El concepto cabraliano de “pueblo” guarda características que vale la pena señalar. A semejanza de lo que sucede con otros nacionalismos anti-imperialistas —desde luego, corrientes que mantuvieron proximidad con el maoísmo—, el pueblo de Cabral se revela al mismo tiempo portador de una identidad cultural y política. Es frecuente que, en la senda de la distinción entre modelo cívico y modelo étnico de nación establecida entre otros por Anthony Smith (1986), se atribuya al concepto de pueblo o un significado preferencialmente político o cultural. En el primer caso, tiende a comprender al pueblo como aquel en el que reside la voluntad soberana de la nación y es definido en la figura del ciudadano. En el segundo caso, se remite a la idea de pueblo como fiel depositario de la tradición nacional, imaginado en la figura del campesino (Leal, 2010). Ahora, en el caso del discurso cabraliano, los dos tipos de significado tienden a coincidir, de tal modo que es justamente a partir del campo que el sujeto político se afirma. Es desde luego en ese sentido que podemos hablar de la politicidad de la idea cabraliana de cultura.

Pero lo que tal vez singulariza el pueblo cabraliano es precisamente el hecho de que resulta de prácticas de conceptualización propias de los saberes agrarios. Esa circunstancia le confiere al pueblo cabraliano no sólo un sentido político-cultural, sino también uno económico-social. Al respecto, es particularmente significativo que Cabral (1954), en uno u otro pasaje de sus escritos agrarios, tenga cuidado en precisar que no se trata simplemente de decir “pueblo”, sino en la forma plural “pueblos”. Desde el punto de vista de una historia de las ideas políticas, podríamos decir que el recurso plural evidencia la intención de Cabral de definir una diversidad étnica articulada con una idea de unidad nacional, en la que combina particularidades culturales y unidad política. Pero el recurso también puede ser entendido como parte de una estrategia de movilización productiva que supone un análisis capaz de preguntarse por el funcionamiento de las diferentes partes de la sociedad. Véase, por ejemplo, cuando Cabral apela a la compatibilidad entre el proyecto agroeconómico y las tradiciones locales. Esta noción tendrá origen en preocupaciones humanistas, como la necesidad de que la innovación respete la tradición, pero también en la preocupación por que las dimensiones de la vida humana y de la sociedad se involucren en el proceso productivo.

Adicionalmente, la idea de cultura de Cabral asume singularidad en este mismo punto: en efecto, tal idea ya no busca apenas proceder a un reconocimiento político identitario, sino que también trata de ser sensible a la transformación económico-social. En ese sentido, en la idea cabraliana de cultura se encuentran los sentidos políticos y nacionales tantas veces subrayados en los estudios cabralistas, pero también un sentido propiamente económico y social. Como afirmaría más tarde, hay una necesidad, para el movimiento de liberación, de conceder una importancia primordial no sólo a las características generales de la cultura de la sociedad dominada, sino también a las de cada categoría social [pues] es ahí que la cultura alcanza todo su significado para cada individuo: comprensión e integración en su medio, identificación con los problemas fundamentales y las aspiraciones de la sociedad, aceptación de la posibilidad de modificación en el sentido del progreso (Cabral, 1999: 141).

Ese proceso de “socialización” y “economización” de la cultura será, por lo tanto, uno de los motivos por los que Amílcar Cabral alertó una y otra vez en contra de las tentaciones culturistas: “la identidad no es una cualidad inmutable, precisamente porque los datos biológicos y sociológicos que la definen están en permanente evolución” (1999, p. 133).

Consideraciones finales

Las referencias al pueblo ocupan frecuentemente un lugar central en los estudios cabralianos. Por ejemplo, expresiones como “guerra popular”, “people´s war” o “going to the people” titulan trabajos como los de Patrick Chabal, Mário Pinto de Andrade y Pablo Luke Idahosa. Es menos frecuente, sin embargo, prestar atención a la historicidad de la emergencia del propio concepto de “pueblo” en el discurso cabraliano. De esa cuestión nos ocupamos en la investigación que dio origen a la segunda parte del presente artículo, en la que mostramos que en tal conceptualización se intersectan —por lo menos— trayectorias de sentido ideológico y científico. El caso estudiado indica, pues, la necesidad de comprender lo que se aparta de los dominios de la ciencia y la ideología, pero también lo que una y otra comparten entre sí. Al mismo tiempo, este estudio permite alertar sobre la necesidad de que los estudios cabralianos, de acuerdo con lo identificado en la primera parte del artículo, concedan mayor atención al contexto de movilización económica de los saberes científicos, de la que participa el pensamiento político y cultural de Cabral.

Notas

  1. No se han traducido del inglés los apartes y títulos que el autor del artículo conservó en este idioma en el artículo original en portugués (N. de la T).

     

  2. En Dadda (1993) hay un análisis que concede menos relevancia a la figura de Cabral en el marco general de la lucha anticolonial en Guinea. Se destacan también dos biografías recientes de Cabral: Tomás (2007) y Sousa (2011). Aunque poco suman al debate sobre la cuestión específica que nos ocupa en este artículo, ofrecen elementos nuevos sobre diversos aspectos del trabajo de Cabral.

     

  3. Ya que el autor realizó libremente la traducción de las citas originalmente en inglés, para esta versión del artículo se han revisado sus traducciones con respecto a los textos originales en inglés. Esto con el fin de evitar una doble traducción de las citas, sólo con base en la versión en portugués (N. de la T.).

     

  4. Véase también el reciente trabajo de Rabaka (2009), en el que el cabralismo se pone en relación preferencial con lo que el autor designa como la tradición africana de pensamiento crítico.

     

  5. Nuestro interés por los estudios cabralianos tuvo origen en el propio Cabral y la consecuente necesidad de informarnos sobre el conocimiento producido sobre el autor. Sin embargo, la variedad de interpretaciones biográficas con la que nos encontramos acabó igualmente por constituirse en sí misma en un interés historiográfico. El presente artículo refleja, en parte, esta circunstancia, que esperamos tratar más centralmente en artículos futuros, en la senda de las investigaciones de tipo metabiográfico como las realizadas, por ejemplo, sobre Alexander von Humboldt (Rupke, 2008) y Oliveira Martin (Maurício, 2005).

     

  6. Para una descripción relativamente exhaustiva de los escritos agrarios de Cabral, ver el trabajo de Paulo Campbell Franco (2009: 113-137).

     

  7. Carlos Cardoso (2005) desarrolló esfuerzos semejantes en torno al concepto de “desarrollo” en el pensamiento de Cabral. En Cardoso, sin embargo, no se trata de un análisis genealógico del concepto, sino de la filtración del pensamiento de Cabral a la luz del concepto de “desarrollo” definido por las Naciones Unidas.

     

  8. Analizando los títulos de todas las noticias publicadas entre 1930 y 1974 en el periódico Avante, principal órgano de comunicación del PCP a lo largo de su historia, pude verificar una acentuación del uso de la palabra “pueblo” en los años siguientes a la posguerra. Por ejemplo, si en 1936 la palabra apareció un 2,38%, en 1946 el índice subió al 9,18%, y se mantuvo en valores semejantes hasta el final de la década.

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