Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
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Miguel Gil
Investigador en pedagogía sistémica, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios Culturales, Licenciado en Ciencias Sociales. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
EDITORAS:
Nina Alejandra Cabra Ayala y Camila Aschner Restrepo
EDITORIAL:
Universidad Central-Iesco
CIUDAD:
Bogotá
AÑO:
2017
NÚMERO DE PÁGINAS:
313
Un gesto singular vincula los textos aquí presentados: celebrar 30 años de trabajo por parte del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos (Iesco) de la Universidad Central, Bogotá. El libro contiene los artículos presentados con ocasión de dicha conmemoración en el Seminario Internacional Saberes Nómadas: Derivas del Pensamiento Propio. A través de su lectura, se percibe el espíritu jovial del encuentro de un grupo de nómadas que aquí se sienten como en casa.
En “Pensar por cuenta propia”, Enrique Serrano elabora una reflexión filosófica sobre la creación literaria. De entrada, renuncia a la pretensión de originalidad y propone ver en los motivos humanos una plataforma para refundar la creación literaria: el amor y el odio, la envidia y la soberbia, la desidia, la ira y la lujuria como grandes motivos de la historia, que vinculan al lector con su pasado mítico. Por este camino la literatura adquiriría sentido, en la medida en que lo que cuenta, a pesar de haber sido ya contado, es creído por sus lectores, quienes hacen nuevas interpretaciones. El autor invita al creador literario a evadir la cárcel de la contemporaneidad para vibrar al compás del tiempo mítico y conectar con el espíritu de pueblos ya extintos, y de este modo hallar el sentido del presente.
Hermann Herlinghaus, en “Felicidad, entre olvido y magia consumista: lagunas de la reflexión crítica”, llama la atención sobre la ausencia del problema de la felicidad en el pensamiento crítico contemporáneo, y denuncia la apropiación de los atributos de la felicidad por parte de la sociedad tecnoconsumista, mediante estrategias tales como la disociación y la economía psicotrópica. Como alternativa propone la idea de la felicidad simple y sostenible, entendida como una alternativa epistemológica, estético-afectiva y político-ecológica.
En “Modos de hacer escuela en la cultura digital”, Inés Dussel, a partir de sus experiencias en escuelas de Argentina, México, Brasil y Uruguay, analiza las relaciones entre las formas de conocimiento promovidas por los medios digitales y los modos escolares del saber. En contravía a la interpretación tradicional, la autora encuentra en el anacronismo de la escuela un potencial: propiciaría la suspensión del tiempo cotidiano y la creación de un espacio libre e igualitario desde el cual los estudiantes se distanciarían de los flujos automatizados de información y comunicación, y se abrirían a cierta forma de atención reflexiva y crítica, que compensaría la hiperatención y la hiperactividad.
“Una libertad puesta en cuestión: la investigación investida” desnaturaliza ciertas costumbres establecidas en las ciencias sociales para pensar la investigación. Para Luis Guillermo Jaramillo no sería suficiente “comprender al otro ‘respetando su cultura’” (75), por lo que exhibe las trampas presentes en la observación “neutral”, en la recolección de datos “objetiva” y en el uso de universalismos. De la mano de Lévinas, lleva hasta sus últimas consecuencias el concepto de reflexividad y propone una forma participativa, fundada en el otro.
Nina Cabra, en “Devenir nómada: estaciones de viaje y consulta de los arcanos” presenta un ejercicio de escritura experimental a través del cual reflexiona sobre el significado del nomadismo en el mundo contemporáneo. Se trata de un texto viajero que moviliza a través de la ruta señalada por los arcanos del tarot. La autora abandona el lugar fijo (el mundo) mediante gestos de desgarramiento y de “despedida de la propia piel” (84). Pasa por el cerebro, presentado como un órgano viajero y de predicción (la sacerdotisa) y consuma el viaje en la soledad: “condición de los viajeros que abren rutas” (el ermitaño) (84). La última estación “inicio o final del viaje” (el loco), quien viaja sin equipaje, por el puro placer: es la pulsión que empuja a la ruptura consigo mismo. En síntesis, es un texto nómada que lleva hacia un afuera que “es al mismo tiempo prolongación del viaje interior”.
En el artículo “Espacialidad, performance y autoexotismo” Amalia Boyer, desde su pertenencia simultánea a dos culturas —francesa y colombiana—, propone pensar la relación entre espacialidad, performance y autoexotismo, mediante una lectura que articula sus preocupaciones existenciales con la obra literaria de Maryse Condé y con los conceptos de dos geógrafas inglesas: Doreen Massey y Gillian Rose. Desde una mirada trasversal entre filosofía, geografía, literatura y feminismo, la autora busca “desestabilizar el orden del discurso filosófico para hacer valer el diálogo abierto con otras disciplinas cuyas concepciones del espacio y del sujeto modifican las categorías tradicionales empleadas por la filosofía” (100).
En “Los cuerpos del capitalismo: de la docilidad al espectáculo”, Manuel Roberto Escobar reflexiona sobre la introyección del mercado en la subjetividad contemporánea, a partir del análisis de dos experiencias sociales: una página de webcams y jóvenes escolares que fueron objeto de políticas de inclusión en el sistema de educación pública. Escobar encuentra que en ambas situaciones el formato del reality show “saltó de las pantallas a la vida social, la cual es experimentada como un gran espectáculo, un show de cuerpos consumibles”. El autor indica los vínculos existentes entre “un proyecto corporal orientado a la mirada del otro espectador” (123) y la apropiación capitalista de la “potencia deseante de los cuerpos para hacerla circular en flujos de consumo” (114).
En “Qué hacer con los universalismos occidentales” Santiago Castro-Gómez plantea una conversación en torno a dos lugares comunes del pensamiento crítico latinoamericano: la adhesión a la particularidad y el rechazo de la universalidad. “[…] el problema que está en juego no es elegir entre lo universal y lo particular, sino comprender el tipo de relación que se da entre los dos polos” (135). Castro-Gómez previene los peligros tanto del retorno a los particularismos, “no confrontan el sistema de relaciones que jerarquiza las identidades”, como del rechazo a la universalidad, “no se trata de liberarse de la universalidad en nombre de la descolonización”. Propone un camino alternativo: la “asimilación creativa y emancipadora de la modernidad desde historias locales” (145) teniendo como horizonte la construcción de una voluntad hegemónica común que combata contra las jerarquías de poder —no en nombre de la diferencia— sino en nombre de la igualdad.
En “El giro de la potestad a la potencia en la analítica de la colonialidad”, Dairo Sánchez pone en cuestión la narrativa del período colonial entendida como la victoria del colonizador sobre el colonizado, e invita a transitar desde “el lugar interpretativo de la derrota frente a los colonizadores, hacia el de la insubordinación paródica”. Para ello, explora “las condiciones históricas de imposibilidad del gobierno colonial” y encuentra que las “potencias interculturales insurrectas” (149) conformaron un plano de desobediencia que “bloqueó la configuración de una autoridad centrípeta en las colonias, mediante prácticas disfuncionales respecto del patrón de poder colonial. De esta manera, el autor apuesta por una crítica jovial de la colonialidad del poder.
En “Reflexividad dialógica como experiencia de epistemes sentipensantes y solidarias”, Alfredo Ghiso propone un camino para la construcción de conocimientos desde una episteme solidario-emancipadora, y a través de una reflexividad dialógica. En el artículo describe las características más significativas de la ruta metodológica dialógico-solidaria, y el punto de llegada está marcado por la emergencia en las comunidades investigadas de sujetos que se reconocen pertinentes en relación con la acción y la investigación.
En “El encuentro de saberes: hacia una universidad pluriepistémica”, José Carvalho, Juliana Flórez y Máncel Martínez presentan una reflexión sobre las experiencias relacionadas con una asignatura denominada “Encuentro de saberes”, la cual incorporó mestres y mestras tradicionales (chamanes, artesanos, arquitectos, músicos) en las clases de algunas universidades de Brasil y Colombia. El texto reflexiona sobre diversos aspectos teóricos y metodológicos de dicha experiencia, tales como la transdisciplinariedad, la relación entre oralidad y escritura, la espiritualidad como dimensión emergente, las prácticas investigativas indígenas y los aportes del proyecto para las luchas de los movimientos sociales.
En el texto “La investigación-creación: una alternativa de inclusión de las artes en las sociedades del conocimiento”, Natalia Castellanos señala un conjunto de desconexiones entre la manera en que opera el campo del arte en Colombia y los estándares y parámetros mediante los cuales se gestiona la producción artística por parte de las universidades y de Colciencias. Castellanos muestra cómo el saber artístico queda por fuera del circuito de legitimación y de reconocimiento de sus saberes y prácticas. Para la autora, el problema “está en que los parámetros y mecanismos de financiación de la investigación se rigen por las políticas de la investigación finalizada” (235). Propone una manera de superar la brecha: la investigación a través del arte.
En “El salón de clase como espacio de (des)aparición: estrategias pedagógicas, artísticas y jurídicas”, Marisa Belausteguigoitia presenta su experiencia con un curso en la Universidad Nacional Autónoma de México titulado “Des/apariciones: voz, cuerpo y mirada desde el salón de clase”. A través del curso, “las imágenes del rostro moreno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y su cuerpo ausente, subrayaron la contigüidad de las prácticas raciales y sexuales distintas” (275), y por ello el salón de clase devino escenario de aparición y búsqueda de los cuerpos propios de los estudiantes. La exploración desbordó “el salón de clase como espacio público” y se convirtió en “un espacio público como salón de clase” (277).
En el artículo “El cuerpo como territorio de afirmación política en el dispositivo fotográfico”, Hilderman Cardona, mediante el análisis de registros fotográficos del conflicto armado colombiano que muestran los signos dramáticos de la violencia sobre los cuerpos, analiza ciertas “estéticas de la crueldad” presentes en los rituales de la muerte. Para el autor, allí se pondría en juego una tanatopolítica en la cual “el suplicio, la muerte y el exterminio aparecen como formas de hacer política”.
En “Las víctimas que Colombia aún no llora”, Nancy Prada llama la atención sobre aquellas violencias ejercidas sobre personas que se apartan de las normas de género y de sexualidad en el marco del conflicto armado colombiano. ¿Qué significa para un cuerpo LGBT habitar un territorio en guerra o controlado por actores armados? A través de 63 entrevistas a víctimas y 14 talleres de memoria, Prada indaga para qué ejercen dichas violencias los actores armados, y explora lo que dicen estas violencias sobre el funcionamiento de la guerra.
El libro se cierra con un homenaje a Jesús Martín-Barbero mediante la presentación de un texto de su autoría titulado “Estéticas y políticas de la memoria”. Allí, el maestro presenta un mapa para pensar las transformaciones contemporáneas en aquello que Walter Benjamin llamó el sensorium de una época.
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Es un libro oportuno, que refresca las herramientas conceptuales y recarga de los afectos necesarios para asumir las luchas que se avecinan.
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