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Los cuerpos de la violencia fronteriza*

Os corpos de violência na fronteira

The bodies of border violence

Patricia Ravelo Blancas**
Héctor Domínguez Ruvalcaba***


* Este trabajo forma parte de una investigación titulada “Protesta social y acciones colectivas en torno de la violencia sexual en Ciudad Juárez”, auspiciada por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

** Investigadora del Centro de Investigaciones y de Estudios Superiores en Antropología Social, profesora visitante de las universidades de Texas, en El Paso, y Pedagógica Nacional, Unidad Juárez. Doctora en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México, especialista en Estudios de la Mujer de El Colegio de México. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

*** Profesor investigador de la Universidad de Texas en Austin. Doctor en literatura hispánica en la Universidad de Colorado, máster en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Estatal de Nuevo México y Licenciado en Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Para los autores de este artículo, el miedo y el goce son los dos ejes teóricos más importantes para comprender las interrelaciones entre política y cultura cotidiana que detonan la violencia en Ciudad Juárez, México. El objetivo es reflexionar el cuerpo como espacio político bajo tres principios conceptuales articuladores: la política del miedo, la sociedad del goce y la colectividad concebida como víctima, cuya estructura de privilegios se establece mediante el criterio del derecho al luto.

Palabras clave: sistema político del miedo, goce, violencia contra las mujeres, masculinidad, cuerpo, crimen organizado y justicia.

Resumo

Para os autores deste artigo, o medo e o gozo são os dois eixos teóricos mais importantes para compreender as interrelações entre política e cultura cotidiana que detonam a violência na Ciudad Juárez, México. O objetivo é refletir o corpo como espaço político sob três princípios conceituais articuladores: a política do medo, a sociedade do gozo e a coletividade concebida como vítima, cuja estrutura de privilégios se estabelece mediante o critério do direito ao luto.

Palavras-chaves: sistema político do medo, gozo, violência contra as mulheres, masculinidade, corpo, crime organizado y justiça.

Abstract

For the authors of this article, fear and enjoyment are the two most important theoretical axes to understand the intersection between politics and daily life culture, which triggers violence in Ciudad Juárez, México. The objective is to reflect on the body articulated as a political space by three central concepts: the politics of fear, the society of enjoyment, and the community conceived as victim, whose structure of privileges is based on the criterion of the right to mourning.

Key words: political system of fear, enjoyment, violence against women, masculinity, body, organized crime and justice.


Temores y goces

Partamos de una afirmación, acaso temeraria, pero útil para andar en casa: en México el sistema de procuración de justicia no existe, si nos remitimos a la clásica definición de Platón que identifica la justicia con la felicidad, cuando afirma que “sólo el justo es feliz y el injusto desgraciado” (Citado por Kelsen, 1991: 9-10). Pero, como señala Kelsen (1991), un orden justo no puede existir cuando la felicidad del uno entra en conflicto con la felicidad del otro. En México no hay un sistema de justicia en estos términos, lo que existe es una legislación, un presupuesto y una serie prolija de gestos en los cuales nadie parece creer1. Las estructuras de control social están más bien regidas por un sistema de poderes a la vez autónomos e interdependientes, como los sistemas culturales (por ejemplo, el patriarcado) y los sistemas económicos (como el capitalista). Tal atomización propicia la cancelación de las garantías ciudadanas y produce un desmantelamiento de la ciudadanía en relación con gran parte de sus derechos civiles. En su lugar se establecen formas de control de cuerpos caracterizadas por el binomio del goce y el miedo, atravesado por la dualidad masculino/femenino. No es exacto decir que la sociedad se divide entre gozadores y atemorizados, reproduciendo el esquematismo de la hipótesis represiva (Foucault, 1982). Más bien se trata de comprender la constitución de los cuerpos (sexuados) del mundo globalizado como el resultado de la integración de estos dos factores. Es decir, los cuerpos son articulados, entre otros aspectos, a partir de sus temores, sus goces y sus prejuicios, en un orden simbólico donde las asignaciones de género aluden a la producción y reproducción de símbolos represores, discriminatorios y excluyentes tanto entre gozadores/ as como entre atemorizados/as2. En ese sentido, las políticas sexuales propuestas por el feminismo desde los setenta y ochenta sugieren reformulaciones que reinvindican el placer erótico en vez de castigarlo (Vance, 1989; Millet, 1975). El sistema de dominación de esta estructura intrínseca caracteriza a las formas de control que Foucault denomina biopoder, en contraste con las sociedades disciplinarias. Según analizan Michael Hardt y Antonio Negri (2000: 22-25), son las formas internalizadas de control –que nosotros interpretamos como el influjo del miedo y el goce– las que regulan a la sociedad globalizada. Se trata de una normatividad generada en la zona donde las acciones físicas son también acciones simbólicas, en una especie de somatización de los signos. Concebir el cuerpo como una construcción simbólica nos lleva a despsicologizar los actos de violencia y comprenderlos entonces como manifestaciones políticas. En el caso de Ciudad Juárez, al igual que en las sociedades más afectadas por el proceso globalizador, el cuerpo se erige como espacio de lo político. Esto es, mientras las instituciones del Estado, los marcos legales y las voluntades democráticas existen como prédicas y ceremonias la mayoría de las veces, los procesos sociales se caracterizan por su corporeidad, la cual se expresa en el mercado de la ilegalidad y, en general, en los espacios públicos, a través de asignaciones genéricas y sexuales donde las acciones de gozar y atemorizar juegan un papel vinculante. Ese solo hecho obliga a incorporar políticas sociales capaces de enfrentar al sistema de redes de tráficos ilegales (de mujeres, drogas y armas, por mencionar algunos de los más conocidos en la frontera) que buscan generar y mantener una política del miedo y una cultura del terror, vinculadas con el goce y el placer. Nuestro uso de los conceptos de miedo y goce está delimitado por una interpretación política. Como sugiere Rotker (2002), el miedo es un sistema de control caracterizado por la inmovilización de las voluntades políticas y el silenciamiento de los discursos críticos que cunden en las diversas conductas cotidianas; el goce, de acuerdo con Zizek (1994), consiste en la práctica de la posesión de los cuerpos vulnerables por fuerzas que actúan por encima de los parámetros legales, morales o éticos, y que ostentan una posición de dominio.

Sistema pólitico del Miedo

Mannoni (1982) usa los términos trastorno afectivo y perturbación fisiológica para definir el miedo. Una paráfrasis de esta definición nos permite concebir el sistema político del miedo en términos de trastorno de las relaciones intersubjetivas y perturbación de la seguridad. Esto es, se trastornan las relaciones políticas y las posibilidades democráticas de constitución del Estado y del sujeto, y se perturban las garantías de perpetuación de la vida humana y la libertad. Para hablar de una política del miedo, entonces, hemos de referirnos tanto a las estrategias de inmovilización social como a las formas de coerción practicadas en nombre de la ley, pero en violación del derecho. La imagen del policía judicial viene al caso3: aparición todopoderosa en los centros nocturnos, con su gesto hosco e inquisidor, lejos de cumplir con las funciones que los reglamentos establecen –agente vestido de civil que investiga los delitos–, se goza en la ostentación de la “charola”, ese documento que lo autoriza para ejercer su voluntad sobre la ciudadanía. Para saber quién es policía judicial basta con observar la conducta servil de todos los parroquianos, trabajadoras sexuales, barmen, vigilantes, meseros y parqueros que se esmeran en sus atenciones ante este personaje. Más que un oficial que ejecuta la ley, él es la ley misma. “El Estado soy yo” del rey despótico por excelencia, se encarna en esta figura de patriarca absoluto que en sí mismo es la más lamentable evidencia de la miseria política de nuestro país: la casi inexistencia de la democracia. Para ellos no hay a quién temer, nadie más que otros judiciales y sus jefes podrían desarmarlos. Pero si ellos son el Estado, no son de ninguna manera el Estado de Derecho. Como en el absolutismo despótico, y en las más encarnizadas dictaduras, la vida, la libertad y la integridad de la población dependen de lo que el policía judicial, y otras corporaciones policíacas municipales, estatales y federales, consideren castigable o tolerable. Perseguirán a los enemigos políticos de sus jefes antes que a los asesinos. Cohibirán a las víctimas antes que esclarecer la identidad de los victimarios. Ahí donde se han manifestado la crítica y las voluntades colectivas, siempre han tenido los poderosos a su disposición a estos ejércitos sin uniforme dedicados al trabajo sucio. La historia de las represiones masivas, desapariciones de líderes y lideresas disidentes, el desarrollo de negocios multimillonarios como la explotación desmedida de los bosques, el contrabando, el tráfico de indocumentados, la trata de personas y el narcotráfico, han sido posibles gracias a la vigilancia, control y represión que estos hombres armados y desalmados ejercen4.

Tendríamos quizá que disculparnos por reiterar lo que todo el mundo conoce, murmura y da por hecho: en México, el mercado informal, con todas sus variantes criminales y toda su red de influencias y chantajes, se ha convertido en un mal que no se podría extirpar sin hacer peligrar la frágil estabilidad económica. No hay caos ni incapacidad productiva, lo que existe es un negocio criminal, un terrorismo feminicida legible en las señas de misoginia dejadas en los cuerpos de las mujeres masacradas a lo largo de más de una década de asesinatos (Russell, 2004; Altolaguirre, 2004). El negocio del tráfico de drogas se ha vuelto indispensable para la existencia de varias comunidades, tanto las que habitan en los barrios pobres como en los residenciales. La economía fronteriza no sería posible sin el ahínco de los policías. Cuando una de las madres de una joven desaparecida en Ciudad Juárez, ante la falta de resultados en las investigaciones, recriminó: “¿por qué no trabajan los policías?”, la respuesta cínica de una secretaria fue: “le juro señora que trabajan demasiado, pero en su propio negocio”5. Nada lo ignoran, en todo estarán presentes, conocen con nombres y apodos a los maleantes de cada barrio, a los “guaruras”, a los capos, a los líderes comunitarios, a los profesionales de todas las ramas y a los políticos de todas las causas. Para la percepción de la ciudadanía es imposible que los policías desconozcan quiénes asesinan, quiénes violan, quiénes secuestran y quiénes le distribuyen los narcóticos a nuestra lozana y desnutrida juventud. Las escuelas, las discotecas y las fiestas raves o “afters” se han convertido en los sitios más prósperos para la venta de estupefacientes: lo denuncian los profesores de primaria, los vecinos de los picaderos6 y los propios jóvenes durante las redadas. Es visible en los baños de los clubes nocturnos, donde siempre estarán los agentes del orden trabajando arduamente.

Los policías y la Línea

El 28 de febrero de 2004, en The Dallas Morning News apareció un artículo que describe las acciones de una mafia de policías de Ciudad Juárez llamada “La Línea”, a la cual relacionan con el grupo “tres arbolitos”, que en los años noventa controlaba crímenes callejeros y narcotráfico al menudeo en los picaderos –de los cuales, según dicho artículo, existen alrededor de mil en esta ciudad–. “La Línea” transporta cocaína y mariguana a Estados Unidos (Corchado y Sandoval, 2004). Cada vez que un cargamento es introducido con éxito a ese país, estos policías, de acuerdo con los autores del reportaje, organizan orgías en las que violan y torturan mujeres secuestradas. Por lo menos en tres casos de mujeres desaparecidas y asesinadas en esta ciudad se han mostrado indicios de haber sido secuestradas por policías7.

Pero los policías no son un grupo homogéneo. Unos se van coludiendo en el negocio del narcotráfico, del tráfico de mujeres y de armas; otros van ascendiendo en las jerarquías de las mafías para ser desplazados por los sicarios más hábiles. Por eso una gran mayoría de ejecuciones son contra ex-policías o ex-agentes. Esas muertes se justifican en la sociedad juarense por estar ligadas al tráfico de drogas, lo que crea un sentimiento colectivo de castigo, parecido al juicio contra las mujeres asesinadas por la supuesta vida inmoral que llevaban (Monárrez, 2000: pp. 87-118). Durante el 2002 se registraron 39 casos de ejecuciones con 55 víctimas, entre las cuales se encontraban expolicías. La cifra es muy cercana a la del 2001 que fue de 43 ejecuciones, según indica un reporte de la Procuraduría de Justicia del Estado8. El reporte de homicidios directos señala que hasta noviembre del 2002 sumaban más de 269 las muertes masculinas directas, de las cuales 55 correspondían a ejecuciones de hombres, muchos de ellos ex-policías (Castro, 2002). Las ejecuciones de policías se incrementaron a mediados del 2001 y a principio del 2002, principalmente contra ex-agentes de la Dirección de Seguridad Pública Municipal y del desaparecido Grupo Frontac (grupo antidrogas de la Policía Municipal). Así han trascurrido los siguientes años, con ejecuciones de policías de diferentes corporaciones, hasta la escandalosa ejecución de un joven de la Agencia Estatal de Investigaciones, quien estaba adscrito al grupo nocturno y fue acribillado cuando salía de su trabajo: la Subprocuraduría de Justicia del Estado (Saucedo, 2005; Castro, 2005).

Política del goce y masculinidad  hegemónica

Tomando como arquetipo al policía que trabaja para el crimen organizado, se puede construir la sociedad del goce. Basados en las reflexiones psicológico-políticas de Zizek (1994: 201-205), podemos plantear que esta sociedad del goce se caracteriza por el establecimiento de un orden social basado en la dominación de los cuerpos. Se establece entonces un sistema de privilegios que consiste en gozar y desechar los cuerpos de otros. Más allá de la hipótesis de las cofradías criminales propuesta por Rita Segato (2004) y los periodistas del Dallas Morning News, nos interesa plantear que los acontecimientos violentos que día a día se suscitan en Ciudad Juárez (y otras ciudades fronterizas como Nuevo Laredo), pueden comprenderse como manifestaciones de una norma diseminada por todos los estratos sociales, es decir, que lo que hemos tipificado como narcotraficante-policía se ha convertido en un modelo de conducta para diversos individuos que practican el goce violento.

Según la “Encuesta especial sobre incidencia delictiva” (Instituto Municipal de Investigación y Planeación, 2000), el 82% de victimarios son hombres y 7.9% mujeres; 63% adultos y 20% menores. Estas cifras parecen apuntalar la noción esencialista de que el sexo masculino se inclina más a la perpetración de la violencia. Sin ánimo de abrir controversias que nos distraigan del plano de lo político, digamos deprisa que la masculinidad violenta se genera como un modelo de conducta, es decir, un modo deseable de ser que se ha promovido colectivamente. Por esta vía se le ha asignado a la masculinidad la facultad (y el deber) de ejercer violencia. Como construcción hegemónica de la masculinidad, ser hombre es ser violento. Gran número de los homicidios perpetrados suceden en el marco de la guerra del narcotráfico y el crimen organizado. Esta constante refuerza la idea de que la construcción de la masculinidad violenta se lleva a cabo dentro del marco de las relaciones de fuerzas económicas. Es importante, sin embargo, destacar que, además de los asesinatos anónimos de mujeres, en una cantidad significativa de crímenes el perpetrador ha sido identificado. Se trata de asesinatos y abusos cometidos en el ámbito doméstico contra esposas, hijos/as y ancianas. Aparentemente, estos ámbitos de violencia pertenecen a diferentes formas de relaciones. En un afán clasificatorio podemos distinguir los crímenes en los que el victimario ha sido identificado, de aquellos en los que el victimario permanece oculto; los crímenes que suceden en el marco de los conflictos del crimen organizado, de los que suceden en el plano doméstico; los que suceden en las reyertas de pandillas de los barrios, de los que denotan conflictos personales; los crímenes de odio, de los crímenes pasionales; etc. Sin embargo, si hemos de considerar que el ser perpetrador es el modelo cultural del hombre dominante que resuelve sus conflictos y frustraciones con amenazas, lesiones y muerte, podemos sostener que todos los crímenes obedecen a un modelo de dominación por la fuerza que se ha extendido socialmente.

Transgresión y Sociedad del medio

Slavoj Zizek observa que es el superego y no la ley escrita lo que cohesiona a la comunidad: “What ‘holds together’ a community most deeply is not so much identification with the Law that regulates the community’s ‘normal’ everyday circuit, but rather identification with specific form of transgression of the Law, of the Law’s suspension (in psychoanalytic terms, with a specific form of enjoyment)” [“lo que mantiene unida a una comunidad más profundamente no es la identificación con la ley que regula el circuito cotidiano de la comunidad, sino la identificación con formas específicas de transgresión de la ley, de la suspensión de la ley (en términos psicoanalíticos, con una forma específica de goce)”] (Zizek, 1993: 55, énfasis en el original).

Al establecerse la cohesión social con la transgresión de la ley, la transgresión se convierte en mandato social. Este es un aspecto dominante en algunos grupos sociales, ante todo en aquellos caracterizados por la ilegalidad y la violencia. El hombre violento se erige entonces como el gran transgresor de la ley civil que prohibe la violencia, y con ello se convierte en un héroe de la colectividad. Las condiciones de esta política del goce pueden esbozarse como sigue: a) existe un espacio de la ilegalidad que se articula fuera de los órdenes de lo público y de lo privado, es decir, fuera de los paradigmas en los cuales se funda el Estado moderno y los sistemas culturales, como el patriarcado. Esto es, la fuerza de seguridad pública trabaja contra el orden público, anulando con esto el principio que le da existencia, y el sujeto masculino, a quien el orden patriarcal ha responsabilizado, entre otras funciones, de la protección de la familia, se ha convertido en el autor principal del desmembramiento del ámbito privado tradicional. b) Tanto el crimen organizado como los llamados crímenes circunstanciales son prácticas de dominación donde los actos de venganza, traición y castigo se rigen por los principios del goce y del miedo. Esto es, no hay ley que regule las conductas, sino una lógica de la dominación de los cuerpos por la fuerza y la violencia sexualizada y generizada. c) Al desfigurarse el sistema de garantías ciudadanas –incluidos los derechos sexuales y de género– se instaura una sociedad que prescinde de las instituciones del Estado y que actúa bajo el imperativo del miedo.

Sin embargo, no se puede plantear que el Estado ha dejado de funcionar, sino que ha cambiado de papel en la estructura de poder. En gran parte, las instituciones oficiales han pasado de ser garantes de la ley a ser agencias de coerción en favor de los capitales transnacionales. Globalización y neoliberalismo han sido los términos más comunes para referirse a este orden económico-político. Se trata de una red de dominios más que de una hegemonía homogénea. Para plantearlo con mayor precisión, nos referimos a un sistema de consumo de cuerpos desde diversos frentes que resultan a todas luces des-legalizados: a) la industria maquiladora y su explotación de la mano de obra que viola en muchos casos las leyes laborales; b) el tráfico de indocumentados, en el cual se garantiza que ningún Estado reconozca la ciudadanía, y con ello, los derechos a la protección y representación legal e incluso estadística; c) el crimen organizado con todas sus variantes, cuyos nutridos capitales circulan libremente gracias a los mecanismos de lavado de dinero que involucran a gobiernos, empresas e instituciones financieras.

Las fuerzas policíacas, como lo analiza Marez (2004) al referirse a la guerra antidrogas iniciada en el régimen de Ronald Reagan, se financian a sí mismas logrando con ello una independencia económica y administrativa de los estados. Ya desde el escándalo Irán-Contras ha quedado al descubierto la íntima relación que existe entre las fuerzas represivas, el narcotráfico y el mercado de armas. Las prisiones se han sobrepoblado a partir de la guerra antidrogas al punto de no requerir más del financiamiento público. Se trata, en efecto, de un sistema penitenciario que ha llegado a ser privatizable. En diferentes visitas al Cereso de Ciudad Juárez9 hemos podido advertir un sistema económico integrado a las estrategias disciplinarias de la reclusión. Los internos viven un afán laboral en sus talleres mecánicos, de carpintería, maquiladoras de ropa, entre otras actividades visibles. El crimen organizado, según se refiere en la prensa, la literatura y el cine, tiene en las cárceles, muy a menudo, sus centros de operaciones.

El narcotráfico y el mercado de armas, tanto como los aparatos de vigilancia operan en un umbral que rebasa las instituciones democráticas, valiéndose, sin embargo, de su estructura para funcionar. La industria más lucrativa, sin duda, es ésta que combina un estado de terror con una amplia difusión del hedonismo. Según Marez (2004), el negocio del narcotráfico genera aproximadamente 400 billones de dólares al año, sin contar los beneficios directos e indirectos que reciben las industrias químicas, de armas, y las propias prisiones, entre otros renglones de la economía. De acuerdo con este mismo autor, las agencias más impunes de lavado de dinero son los bancos transnacionales.

Todos los esfuerzos por desmembrar esta red de poderes que tiende sus raíces por prácticamente todos los espacios imaginables y que establece un exceso de muerte en el escenario e imaginario colectivos, han resultado endebles ante el poderío de la política del goce y del miedo del orden transnacional. Mientras que los empeños de diveros sectores de la sociedad civil han probado tener una efectividad, aunque limitada, el Estado ha ido perdiendo su credibilidad y su capacidad de control. Las organizaciones o entidades colectivas que interactúan en la realidad fronteriza, ejecutan acciones muy focalizadas y por ende precarias como política de transformación del todo social. Hardt y Negri (2000) observan que los movimientos de resistencia posmodernos tienen poco alcance, son espontáneos y se caracterizan por su incomunicabilidad. Mientras para Gramsci (citado por Acanda, 2002) la politización de la sociedad civil persigue un proyecto de Estado, aquella que actúa en la frontera no deja claramente definida una política encaminada hacia cómo establecer un clima de seguridad y calidad de vida. A pesar de sus justos pronunciamientos, las organizaciones sociales se mantienen por una parte cooptadas por los diversos intereses que las sostienen y, por la otra, funcionan como agencias de programas emergentes para aliviar problemas particulares de los grupos marginales. Varias ONG actúan en la frontera desde hace poco más de diez años; algunas se han convertido en asociaciones civiles establecidas, con personal, despacho y financiamiento de distintas fuentes internacionales y/o nacionales (principalmente provenientes del gobierno), y otras han desaparecido del escenario político. Muchas se han autonombrado organizaciones de la sociedad civil y se han agrupado en torno a otras instancias como el Consejo Ciudadano, la Comisión para Erradicar y Prevenir la Violencia hacia las Mujeres, y la Mesa de Mujeres. En coordinación con otros grupos de artistas, intelectuales y académicos, se formó el movimiento Pacto por la Cultura, que junto con las instancias mencionadas fundaro nuna especie de coalición llamada Voces por las Mujeres. Por su parte, la Fundación del empresariado chihuahuense lleva cinco años propiciando encuentros entre organizaciones filantrópicas. En el mes de noviembre de 2005, esta fundación celebró el VI Encuentro de Organizaciones de la Sociedad Civil, titulado: Tejido social: responsabilidad de todas, el cual pretendía “detonar alianzas entre las participantes y las organizaciones de la sociedad civil” (allí, por cierto, se convocó a organizaciones norteamericanas) que buscan “una sociedad más generosa, participativa, eficaz y justa” (Sánchez, 2005).

El orden neoliberal le impone a las organizaciones civiles el papel de administrar la dimensión más dolorosa de la sociedad. Como plantean Hardt y Negri (2000), la función de las ONG equivale a la de los franciscanos de la Conquista en la era de globalización. La violencia instaura un teatro del luto, un espectáculo del dolor en la esfera pública, un melodrama que implanta la lógica del sentimiento como un modo de hacer política. Se trata de actos públicos, declaraciones, rituales calendarizados con días para recordar, cuyo proyecto central es la escenificación del sufrimiento. Parte fundamental del discurso del miedo lo constituye la victimización. Ser víctima reúne un capital político codiciable en la gran industria de la imagen, los negocios de la politocracia y la academia. Diversos actores de la sociedad juarense, principalmente de sectores conservadores, cuya preocupación primordial es la imagen de la ciudad, no se manifiestan en contra del dolor, sino en contra del conocimiento que pudiera eliminar el dolor, es decir, en contra de quienes analizan la imagen tanto real como simbólica de la ciudad, “ponen el dedo en la llaga” y visibilizan las heridas que deja la violencia, como un conocimiento inevitable para el desarrollo de políticas públicas a este respecto. El Foro Permanente por Ciudad Juárez, Voces Contra la Violencia, organizó la Semana por Juárez en el D.F. del 17 al 21 de octubre del 2005. A este evento se trasladaron 58 participantes entre artistas, intelectuales y académicos, quienes permanecieron una semana desarrollando diversas actividades, como mesas redondas, obras de teatro, exhibición de videos, etc. Este evento, desde nuestro punto de vista, revela una contradicción básica: por una parte, se organiza “con el objetivo de refundar Juárez como una ciudad con un imaginario no violento” (Foro ciudadano por Juárez, 2005); por la otra, su programa está centrado en la problemática de la violencia e incluye la obra Antígona de Perla de la Rosa y el documental Preguntas sin respuestas. Los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua, de Rafael Montero (2005), cuyas representaciones del dolor reiteran la imagen de una ciudad dominada por la impunidad y la violencia. Independientemente del valor estético que estas puestas en escena de la violencia contengan, el hecho de que el Foro promueva “un imaginario no violento” y a la vez presente estas obras que ofrecen una visión desesperanzadora de los feminicidios, no hace sino subrayar una contradicción que va a definir un proceso de cooptación de las acciones de resistencia contra la impunidad. Al perseguir objetivos más abstractos que concretos como “salvar a Ciudad Juárez de la imagen que los foráneos han promovido y recuperar los valores de la sociedad juarense” y a la vez incluir estas escenificaciones desesperanzadas, la representación de la violencia promovida por el Foro Permanente por Ciudad Juárez queda reducida al plano de un espectáculo que apuntala el discurso “tolerante y plural”, en el que hablar de la violencia es admisible, aunque no lo es poner en evidencia los factores políticos y socioeconómicos que consolidan la impunidad que la propicia.

La política pro-imagen de Juárez puede entenderse como una compulsión por evitar el conocimiento, es decir, evitar que se visibilice el sistema que produce la violencia. La ignorancia, dice Sedgwick (1990), cumple una función política en la medida que es instrumentalizada para fines políticos. En el caso de Ciudad Juárez encontramos que la ignorancia de los mecanismos que sistematizan la violencia es el principal factor de la política del miedo. La representación de la violencia como un fenómeno irresoluble perpetrado por sujetos desconocidos con motivaciones también desconocidas, conduce a una desmovilización política. La sociedad parece representarse como una víctima que no cuenta con los recursos para su liberación. El saberse representado como víctima es saberse inmovilizado por el miedo. Si el consenso social consiste en concebir a la víctima como modelo de ciudadanía, entonces es consensual actuar bajo las normas del miedo. El miedo se apuntala con el supuesto de que ninguna acción colectiva es eficaz para resolver el problema de la impunidad. Mientras la justicia se mantiene aplazada como un horizonte siempre inalcanzable, las instituciones de gobierno y las organizaciones civiles pactan programas de ayuda financiera, como los del Instituto Nacional de las Mujeres, para realizar investigaciones sobre Pobreza, Migración y Violencia, y los del Instituto de Desarrollo Social (INDESOL), para apoyar proyectos que beneficien a familias en condiciones de vulnerabilidad. La seguridad pública y los derechos a la administración de justicia ceden el paso al problema de la pobreza (Sedesol, Indesol) y los valores de la familia tradicional, que aparecen como prioritarios en las acciones políticas y proyectos promovidos por el gobierno del Estado, las empresas e incluso los proyectos educativos como el llamado Programa de Valores 2020. Se trata de una forma de patrimonialismo en favor de quienes han sido afectados por la violencia y un sistema de exclusión basado en la ideología juedeocristiana de la familia. Digamos de paso que las víctimas a quienes se les prueban actividades inmorales o delictivas no son beneficiarias del discurso del sufrimiento.

Reflexión final

Como el sistema de procuración de justicia, las organizaciones de la sociedad civil se caracterizan por su precariedad y simulacro. Ambas poseen un presupuesto, una serie de rituales o “tareas” y un discurso público. Estas permiten visibilizar que en la era de la globalización el control de los cuerpos se ejerce desde instancias ajenas al Estado: por un lado, las fuerzas de coerción (policías y militares), aunque pertenecientes a la estructura del gobierno, son utilizadas como instrumentos de terror; por el otro, las organizaciones civiles cumplen con una función estratégica de contención al funcionar como agencias de servicios de beneficio social. Debido a que no hay capacidad de las instancias gubernamentales para proveer de los servicios que garanticen la seguridad y la reproducción social, se cancela la noción de sociedad civil conceptualizada en el pensamiento gramsciano. En su lugar se establece una sociedad del goce y del miedo. Por lo menos en el caso de Ciudad Juárez, esta reducción del Estado benefactor no implica la pauperización de la sociedad en términos económicos, sino su persistencia como sociedad económicamente próspera a pesar de la precariedad de los sistemas de seguridad pública, urbanización, acceso a la educación y la salud social. El goce de los derechos a la seguridad pública instaurados democráticamente se suplanta por el goce construido a partir de la suspensión de los derechos. Esta forma de dominación se constituye por una serie de conductas codificadas, aprendidas y divulgadas en la sociedad, más que como emergencia ciega de impulsos destructivos. Si no hubiese una sociedad que acepta, consolida y reproduce este sistema de goce y miedo, la violencia que tanto nos aqueja sería un problema fácil de extirpar. Perder el miedo a combatir el goce violento y promover una democracia orientada a garantizar un derecho igualitario de mujeres y hombres para acceder a los beneficios económicos y simbólicos de la sociedad, serían por lo tanto los dos ejes fundamentales para el diseño de políticas que reduzcan la violencia.


Citas

1 Tal es la conclusión a la que han llegado recientemente los empresarios juarenses como reacción a una serie de acontecimientos que han evidenciado la participación de la policía en actos delictivos (Notivisa, Noticiero del canal de Televisa local conducido por Mirna González y Alejandro Valente, Ciudad Juárez, 20 de octubre de 2005).

2 El orden simbólico es necesario para la organización social al igual que la represión. En efecto, desde la perspectiva lacaniana, todo lo que tiene sentido se ha incorporado al orden simbólico. Precisemos que en sociedades injustas y excluyentes, como la que nos ocupa, el orden simbólico constituye un principio de ordenamiento donde se privilegian la discriminación y el amedrentamiento.

3 Esto no quiere decir que sea el sistema policial el único dispositivo del miedo, en un estudio más amplio hablaríamos de la participación de los medios (Martín- Barbero, 2002: 19-35) y las estrategias coercitivas de la derecha (González, 1998), que intervienen en la vida social inmovilizando diversas políticas democratizadoras.

4 Para abundar sobre este tema, véanse los textos de González (2002), Washington (2005), Segato (2004) y Ravelo (2005).

5 Esta desatención de su papel como agente de seguridad pública para dedicarse a actividades ilegales, es nuestro punto de partida para señalar una alteración del orden público-privado que ha caracterizado al Estado moderno, que analizaremos más adelante.

6 Expendios de narcomenudeo.

7 Véase los casos de Silvia Arce, Verónica Rivera y Neyra Azucena Cervantes (Ronquillo, 1999). También véase los documentales Señorita Extraviada (2001) y La batalla de las cruces. Impunidad y violencia contra las mujeres (2005)

8 Aunque estas cifras no coinciden con las que manejan los medios de comunicación. No se contabilizan otras ejecuciones como la del caso de la paseña Deisy Ruedas y su primo, ya que este caso pasó a ser investigado por la Fiscalía de Homicidios de Mujeres. Tampoco se integran otros casos de ejecución turnados por el Grupo Zeus a la Fiscalía de Homicidios de la PJR, lo que provoca un subregistro en la information (Castro, 2002)

9 Estas visitas se llevaron a cabo en diferentes ocasiones durante el año 2003, como parte del proyecto de investigación “Protesta social y acciones colectivas en torno de la violencia sexual en Ciudad Juárez” arriba mencionado.


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Los retos de la equidad para los hombres

Os desafios da equidade para os homens

The challenges of equity for men

Javier Pineda*
Andrés Hernández**


* Economista y Doctor en Estudios de Género y Desarrollo de la Universidad de Durham, UK. Profesor del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales CIDER, Universidad de los Andes, Bogotá. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

** Politólogo y Doctor en Ciencias Políticas con énfasis en Filosofía Moral, Jurídica y Política de la Universidad de Barcelona. Profesor del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales CIDER, Universidad de los Andes, Bogotá. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este artículo plantea los retos sociales y culturales de una política de equidad de género desde el punto de vista de los hombres. Señala que el propósito de los acuerdos por la equidad constituye un reto complejo de asumir, toda vez que implica avanzar en un proceso de transformación cultural e institucional. Apoyado en el pensamiento feminista y en los estudios sobre masculinidades, el artículo aboga por construir un nuevo ideal de ciudadanía basado en el rescate de valores y virtudes de la cultura femenina que han permanecido ocultos en lo público y que han sido denigrados en el mundo de los hombres.

Palabras clave: equidad de género, masculinidades, ciudadanía, acuerdo por la equidad, género y políticas públicas.

Resumo

O artigo expõe os desafios sociais e culturais de uma política de eqüidade de gênero desde o ponto de vista dos homens. Indica que o propósito dos acordos pela eqüidade constitui um desafio nada fácil de assumir, uma vez que implica avançar em um processo de transformação cultural e institucional. Com base no pensamento feminista e nos estudos sobre masculinidades o texto defende a construção de um novo ideal de cidadania baseado no resgate de valores e virtudes da cultura feminina que permaneceram ocultos no público e que foram denegridos para o mundo dos homens.

Palavras-chaves: eqüidade de gênero, masculinidades, cidadania, acordo pela eqüidade, gênero e políticas públicas.

Abstract

This article states the social and cultural challenges that a gender equity policy from the men’s point of view must face. It points out that the purpose of the agreements for equity constitutes a challenge that is not easy to take on, because it implies to move forward in a process of cultural and institutional transformation. Based on the feminist thinking and the masculinities studies, this text advocates for the construction of a new ideal of citizenship based on the rescue of values and virtues of the feminine culture that have been hidden in the public, and that have been denigrated for the men’s world.

Key words: gender equity, masculinities, citizenship, equity agreement, gender and public policies.


Introducción

El 14 de octubre de 2003 en un acto de generoso apoyo, un amplio grupo de hombres y mujeres representantes de las distintas ramas del poder público, firmaron en Colombia el Acuerdo Nacional por la Equidad entre Mujeres y Hombres1. Este acuerdo busca responder a los compromisos internacionales firmados por el Estado colombiano (Metas del Milenio, entre otros), al mandato constitucional y llevar a cabo las propuestas de equidad del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno del presidente Alvaro Uribe Vélez (2002-2006). Dicho acuerdo se ha concretado en la definición de 23 agendas sectoriales con los diferentes ministerios, que aspiran a afectar el diseño de las políticas públicas desde una perspectiva transversal de género. Después de dos años de firmado aún no se cuenta con una evaluación de los resultados del acuerdo y sus agendas. El presente ensayo no pretende evaluar el acuerdo sino realizar algunas consideraciones iniciales sobre los retos que se presentan a los hombres.

El acuerdo parte del supuesto de la existencia efectiva de desigualdades y se basa en el reconocimiento de que en la sociedad colombiana existe en términos generales un desequilibrio en las condiciones materiales y sociales de hombres y mujeres, donde los primeros acceden en forma mayoritaria y privilegiada a recursos, servicios y espacios de decisión y poder. Frente a estas desigualdades se plantean varios retos y acciones políticas, a saber: potenciar, con el apoyo del Gobierno Nacional, la rama legislativa y la rama judicial, el “papel de las mujeres mediante su participación, en condiciones de igualdad, en todas las esferas de la sociedad civil”; consolidar “una política de Estado para la Equidad de Género”, asignar metas presupuestales “especificas y cuantificables para el corto, mediano y largo plazo”, y cumplir las líneas estratégicas de la política nacional “mujeres constructoras de paz y desarrollo” (Presidencia de la República, 2003: 3-4), entre otras. Un hecho particular de esta renovada propuesta de búsqueda de igualdad desde los ámbitos gubernamentales, no es solo que se trata de “otro pronunciamiento oficial más” en favor de la equidad de género, entre los muchos que se han dado en la última década en medio de la persistencia de múltiples formas de desigualdad de género y violencia contra la mujer, sino el que dicho acuerdo sea firmado por un alto número de congresistas, jueces, funcionarios y representantes gremiales hombres. Se trata de un acuerdo que compromete, entonces, tanto a las mujeres como a los hombres de todas las ramas del poder público. El acuerdo dice además que aspira a “la transformación cultural e institucional del país” (p. 1). Pareciera, pensando en términos optimistas, que se estuviera colocando en forma implícita en la agenda pública la propuesta de transformar las masculinidades predominantes en la sociedad colombiana, y que se quisiera dar ejemplo con el propio comportamiento de los funcionarios hombres firmantes del acuerdo. Es este hecho particular el que nos despierta algunas preguntas que no pretendemos responder, pero que orientan nuestras reflexiones en este ensayo: ¿cuáles son los desafíos y retos de una política pública que, como la señalada, asuma la transformación cultural e institucional del país?, ¿implica esto como uno de sus temas centrales la transformación de los modelos de masculinidad? ¿Estamos los hombres dispuestos a cambiar las costumbres que nos privilegian y nos brindan mayores posibilidades de acceso a la actividad política, a los mejores cargos dentro del Estado y al control y apropiación del trabajo doméstico de las mujeres? ¿Incluyen estos cambios nuestra transformación por nosotros mismos? ¿Cuáles serían o son nuestras motivaciones políticas para semejante giro histórico? ¿Realmente está el gobierno interesado en impulsar una transformación cultural que termine por cambiar las identidades masculinas?

Una propuesta de transformación cultural preocupada por corregir las desigualdades que aún discriminan a las mujeres, encierra al menos tres desafíos, que en su orden se trataran en este artículo: el primero, transformar las valoraciones que discriminan contra lo femenino en los hombres; el segundo, establecer como prioridad de las políticas públicas y de las instituciones estatales la modificación de las actitudes, las cualidades y los comportamientos de hombres y mujeres, tomando conciencia de que hay un estilo ignorado de hacer las cosas que debe ser valorado y contemplado. Como señala en forma acertada Victoria Camps, de la misma forma que durante mucho tiempo se ha pretendido que las mujeres adopten valores que se consideran masculinos, ahora llegó la hora del movimiento inverso: aprender de la vida de las mujeres y de la familia aquello que tiene de positivo (Camps, 1998: 18). No se trata de algo así como “generalizar la moral del esclavo” sino de reconocer que “hay otras formas de mirar el mundo”, “hay otras formas de actuar” que proceden de otros espacios; estas formas cuando se ejercen en forma autónoma dan sentido a la vida, dignifican, son compatibles con la autorrealización, enriquecen la vida emocional y por ende son compatibles con las exigencias de autonomía y autogobierno de las mujeres. Sólo en la medida en que estas formas sean practicadas también por los hombres en el ámbito privado, y sean acogidas por la sociedad en el ámbito público, se podrá avanzar en la meta de abandonar los mitos y prejuicios de la masculinidad hegemónica y superar la dicotomía masculino-femenino (factores que son determinantes para mantener las desigualdades entre hombres y mujeres). El tercer desafío es el de no abandonar las políticas dirigidas a corregir las desigualdades que aún discriminan, sino al contrario, realizar esfuerzos para evitar que estas políticas sigan siendo proyectos marginales propios de pocas instituciones o de ministerios débiles en los estados democráticos. La causa de las mujeres no debe seguir siendo un asunto únicamente de las mujeres, por ello, como señala Camps, el reto pendiente es conquistar el “interés común por el feminismo”, “universalizar la causa feminista”. Por ello, hay que llamar la atención sobre los diferentes obstáculos que se presentan a la hora de convertir el problema de las mujeres en un “problema de interés común” (Camps, 1998: 22). A continuación describimos los tres desafíos que deben ser considerados si realmente se quiere impulsar una transformación cultural que ayude a modificar las desigualdades estructurales de género, y que deben servir para reflexionar en torno a los reales alcances del Acuerdo Nacional por la Equidad entre Mujeres y Hombres

Transformar las Valoraciones que Discriminan contra lo Femenino en los Hombres y el llamado De los estudios de masculinidades

Un primer desafío de un plan de igualdad de oportunidades no tiene que ver, entonces, exclusivamente con brindarle a las mujeres mayores oportunidades para su desarrollo, sino también con hacer posible que se transforme un aspecto arraigado profundamente en la cultura de nuestras sociedades: las valoraciones que discriminan contra lo femenino en los hombres y, por esta vía, reducir los costos y efectos negativos que se producen en la sociedad por seguir asumiendo las conductas de la masculinidad tradicional. Un reto que debe asumirse en nuestras sociedades, es entonces, el de disociar la masculinidad del dominio, la agresión, la rudeza, el control, la indiferencia ante el dolor, la no expresión de los afectos. En nuestras sociedades, virtudes o cualidades como la modestia, la ternura, la pasividad, la cooperación, la abnegación, la sensibilidad, suelen identificarse como valores que corresponden a la cultura femenina y no es bien visto por la sociedad que estas sean adoptadas por los hombres a los que les corresponden las virtudes fuertes. Las actitudes y los valores que realmente cuentan en las sociedades competitivas son la inteligencia, la virilidad, la valentía, la agresividad, la competitividad y la dureza. Estas actitudes han generado costos elevados para los hombres; por ejemplo, han tenido como consecuencia una serie de problemas derivados del estilo de vida que se exige a los hombres: infecciones de transmisión sexual, accidentes de tráfico, muertes por violencia, infartos, dificultad para expresar sentimientos, alcoholismo, drogodependencia, entre otros.

Desde esta perspectiva, habría que preguntarles a quienes firmaron y a quienes implementarán el Acuerdo por la Equidad sobre las virtudes, las actitudes y las conductas que se buscan promover con las políticas públicas e intervenciones estatales. Lo anterior llama la atención sobre lo complejo de la misión en la que se han empeñado los firmantes del Acuerdo, dado que una de sus tareas debería ser modificar las valoraciones que discriminan contra lo femenino en los hombres. Como no encontramos, en los documentos del gobierno alguna alusión al tema, presentamos algunos aportes en esta dirección que se han venido dando en la literatura académica.

El elemento teórico que permite fracturar la relación de los hombres con el poder y abrir la posibilidad de su participación en una agenda por la igualdad, se encuentra en los desarrollos conceptuales de los estudios sobre masculinidad (Connell, 1995; Clare, 2000). Estos han permitido jerarquizar las relaciones de poder entre los hombres y la construcción de identidades a partir de dichos referentes jerárquicos que imponen costos a muchos y que se configuran en relación con lo femenino. Este desarrollo hace compleja la estructuración del patriarcado, como categoría limitada, y desestabiliza la relación unívoca de lo femenino con la mujer y lo masculino con el hombre.

El estudio de las identidades masculinas ha mostrado las distintas formas como se valora y discrimina contra lo femenino en los hombres, aspecto que ha sido ampliamente mostrado por los estudios sobre la discriminación homosexual2, pero también por los estudios sobre la construcción de la identidad heterosexual. Los análisis coinciden en los grandes costos que asumimos los hombres en el proceso a través del cual nos hacemos hombres. Las pruebas más importantes de la hombría están relacionadas con reprimir las expresiones consideradas femeninas, acción que necesita ser repetida en cada momento vital, de tal forma que, a diferencia de la mujer, el ser hombre se constituye en algo que debe demostrarse de manera constante. Ser hombre se asocia con el trabajo duro, con el rol de proveedor económico y ser sexualmente activo, pero también con una facultad que debe probarse con frecuencia en sus relaciones con las mujeres y con otros hombres: el derecho de hacer uso de la violencia. Contra la mujer si esta no cumple con las normas implícitas de lo que de ella se espera, y con otros hombres a partir de relaciones de competencia, poder y agresión3.

Si observamos en Colombia cuáles son las principales causas de muerte de los hombres, estas se encuentran asociadas con las características de lo que la literatura ha denominado la masculinidad hegemónica o la forma predominante de ser hombre en una cultura específica. Los hombres morimos principalmente por la próstata, el corazón y la violencia, es decir, morimos por cumplir con un formato de ser hombres que no sólo le produce un alto costo a la sociedad, sino también un costo que pagamos nosotros mismos por considerarnos disponibles en todo momento a poner a prueba nuestra virilidad, a reproducir los mandatos sociales que imponen la competencia a cambio de la solidaridad y a hacer uso de la violencia como mecanismo para la resolución de nuestros conflictos. Esto ha significado que los hombres vivamos cerca de siete años menos que las mujeres4.

En la vida personal y cotidiana, los hombres tenemos hoy varias opciones, siendo la menos probable la reproducción de la familia patriarcal como la conocimos de nuestros abuelos y padres. Para los hombres la solución más viable es renegociar el contrato de la familia hacia relaciones más equitativas y democráticas. No obstante, en Colombia, como en América Latina, continúan siendo altos los índices de separación, al igual que la jefatura femenina y los hogares monoparentales, en forma paralela con el conflicto y la violencia intrafamiliar. Las principales víctimas de esta situación son los niños y las niñas. Muchos, desde distintos fundamentalismos proponen la preservación del modelo familiar tradicional sobre una división del trabajo y unas relaciones asimétricas de poder que ya no son posibles con el deterioro del salario, el desempleo masculino y las mujeres en la escena pública.

Este marco conceptual permite ir más allá de la simple culpabilización, para entender cómo las sociedades actúan en la vida de todos y predisponen a los hombres al uso de la discriminación y la violencia. Las experiencias contradictorias del poder en los hombres (Kaufman, 1994: 142-63) señalan el hecho de que en nosotros convive el poder y el no-poder, la inseguridad y el miedo, y que esta doble experiencia produce resistencia y violencia. En los hombres está el poder y la decisión de desaprender muchas de las prácticas y costumbres cotidianas, lo que permitiría aflorar aquello reprimido desde la niñez y facilitar un reconocimiento de la mujer como interlocutora válida, pero a su vez haría posible reducir los enormes costos y sufrimientos que nosotros mismos pagamos.

Estos llamados a modificar las identidades masculinas remiten a una de las discusiones más importantes que los estudios de género y desarrollo (GAD) han iniciado recientemente después de dos décadas de trayectoria, que se relaciona con preguntarse si los hombres y sus relaciones como sujetos con identidades de género, tienen un lugar apropiado en la agenda GAD (Sweetman, 1997; Cornwall y White, 2000; Pineda 2003). Este nuevo foco de análisis trae consigo importantes retos para el pensamiento de género y desarrollo, dadas sus implicaciones teóricas, políticas y prácticas, y ha sido posible no sólo gracias a los desarrollos conceptuales de los estudios de género (Scott, 1986: 37-75.; Butler, 1990; Fraser, 1997), sino también a los acumulados teóricos y empíricos de los estudios sobre hombres y masculinidades (Hearn y Morgan, 1990: 1-17; Brod y Kaufman, 1994; Cornwall y Lindisfarne, 1994: 11- 47; Connell, 1995; Mac an Ghaill, 1996: 1-13).

Esta reciente incorporación de los hombres y las masculinidades en las preocupaciones sobre las políticas públicas, como sobre las prácticas y alcances de los programas de desarrollo y de las investigaciones asociadas con ellos, es un reflejo tanto de los reales cambios en los patrones y relaciones de género alrededor del mundo, como de una evolución en sí mismo del pensamiento GAD. Las principales reflexiones que han acompañado estos cambios se relacionan, en primer lugar, con el reconocimiento explícito de que los hombres también tienen identidades de género. Este reconocimiento ha partido de distinguir precisamente el género de los hombres como un aspecto de su identidad, superando los enfoques de algunos estudios y prácticas de grupos de hombres que se centraban en los hombres y sus subjetividades, e ignoraban el género como un aspecto que involucra relaciones de poder y de diferenciación social5. Esto supuso superar la identificación de género con mujer y centrarse en los aspectos relacionales y de poder que se desprenden de la conceptualización de género.

En segundo lugar, después de varias décadas de arduo trabajo de las organizaciones de mujeres se ha reconocido que continuar trabajando sólo con mujeres ha sobrecargado el trabajo de la mujer en los proyectos de desarrollo y en la política de equidad de género, dejando de lado en muchas ocasiones los incómodos temas asociados con la vida ‘privada’ y las relaciones entre hombres y mujeres (Sweetman, 1997). En tercer lugar, el concepto de patriarcado, como concepto surgido desde enfoques estructuralistas en las ciencias sociales, fue dominante en la conceptualización de género por mucho tiempo, lo cual, dado que hacía énfasis en la unidad de poder social y cultural que ejercen los hombres, no dio espacio para la diversidad y el examen de las contradicciones en los distintos grupos de hombres. La identificación de los hombres como patriarcas dejaba poco espacio para analizar sus costos y limitaciones en el orden patriarcal e impedía el reconocimiento del carácter múltiple y fragmentado de las identidades masculinas. Muchos de los trabajos que han sido escritos sobre hombres y por hombres, pueden ser vistos no sólo como una búsqueda propia de algunos, sino también como la evidencia de la escasez por mucho tiempo de un enfoque crítico en el pensamiento feminista, que evitó abordar directamente el tema de los hombres, dada la ausencia de marcos teóricos adecuados y de experiencias de trabajo comunes (Cornwall, 1997: 8-13). Como era de esperarse en un pensamiento que buscaba la unidad y emancipación de las mujeres, la falta de un enfoque crítico en la literatura feminista brindó muy poca guía e inspiración para los hombres, que en general eran caracterizados como patriarcas, y dejó muy poco espacio para aquellos que deseaban retar la supremacía masculina y adoptar por ellos mismos formas de masculinidad más emancipatorias y menos opresivas. En cuarto lugar, los enfoques de la mujer en el desarrollo (WID) y de género y desarrollo (GAD) plantearon sus argumentos con elementos esencialistas y constructivistas en sus luchas sociales y políticas, basados en una visión dualista de sexo y género, la cual está aún bastante extendida (Baden y Goetz, 1998: 8-13)6, y que ha impedido incorporar la dinámica de las masculinidades en las relaciones de género. Finalmente, existe cada vez un mayor reconocimiento de que el empoderamiento de la mujer debe ser complementado con cambios en las actitudes y comportamientos sociales e individuales de los hombres si se quiere que este empoderamiento sea sostenible (Rowlands, 1997; Sweetman, 1997; White, 1997: 14-22; Zapata-Martelo et al., 2002).

Modificar los referes del Estado y de las políticas públicas: apostar por una sociedad que acepte otras formas de mirar y otras formas de actuar

La década de los noventa en América Latina se caracteriza por la adopción generalizada de reformas constitucionales, leyes y políticas públicas orientadas a abordar los problemas de inequidad, a mejorar el estatus de la mujer y a reconocer la diversidad de culturas (Htun, 2003: 146). Estas transformaciones se caracterizan por su énfasis en la ampliación y expansión de derechos civiles y políticos específicos para las mujeres y en políticas sociales que en conjunto disminuyan las profundas desigualdades que las afectan. El referente de las reformas es avanzar en el contenido igualitario de la ciudadanía para las mujeres en sociedades con profundas desigualdades, mediante políticas de discriminación positiva, políticas de reconocimiento de las diferencias y políticas que den oportunidades especiales. Las políticas de discriminación positiva como las leyes de cuotas se conciben como medidas de carácter transitorio (mientras se corrige la situación de desequilibrio), que aspiran a eliminar barreras, a facilitar la participación política de las mujeres y su integración e influencia en el sistema democrático7. Las normas jurídicas adoptadas, como la legislación sobre violencia intrafamiliar, buscan convertir la violencia física contra las mujeres en delito, castigar dicho delito, limitar los comportamientos agresivos en el ámbito privado y por esta vía garantizar la integridad física y moral de las mujeres8. Las políticas específicas de apoyo y fomento de las organizaciones de mujeres aspiran a fortalecer las demandas de género, sus acciones colectivas y su impacto en las decisiones públicas. Las medidas económicas particulares como subsidios, políticas de generación de empleo y políticas de suministro de crédito buscan mejorar las condiciones sociales de las mujeres en el mercado laboral. Este conjunto de medidas se caracterizan por hacer énfasis, mediante políticas específicas, en la extensión y consolidación de los derechos civiles, políticos y sociales como condición necesaria para avanzar en la igualdad de oportunidades. El referente de las luchas feministas y de las políticas y reformas institucionales es el de avanzar en la dimensión igualitaria de la ciudadanía para las mujeres mediante el ejercicio real de sus derechos políticos y sociales nuevos y tradicionales. A pesar de los progresos jurídicos, políticos y sociales que se lograron como resultado de estas transformaciones, las desigualdades estructurales persisten. La igualdad conseguida es insuficiente como lo evidencian algunos aspectos: 1. las mujeres siguen siendo una minoría en los altos cargos gubernamentales y cuerpos de representación popular, a pesar de los crecientes avances de la última década. Persiste el déficit de representación femenina en la política y las cuestiones de género no han sido la prioridad para las mujeres que ocupan cargos de representación popular o cargos directivos9; 2. los distintos grupos de mujeres trabajadoras siguen teniendo bajo su responsabilidad las labores propias de la doble jornada. A pesar de los avances por aliviar el trabajo doméstico con el mejoramiento de los servicios públicos y la expansión de los hogares de bienestar y las guarderías privadas, las mujeres que han entrado al mercado laboral siguen asumiendo las cargas de la vida doméstica, el cuidado de los hijos, de los enfermos y de las personas de tercera edad, y continúan soportando las diversas tensiones que se derivan de la doble jornada10; 3. La violencia sexual sigue siendo una constante que afecta a las mujeres y que no mejora con los años. En Colombia la violencia doméstica constituye el tercer delito a pesar de los avances legislativos desarrollados a partir de 1996 y de los esfuerzos del Estado para prevenirla, atenderla y sancionarla. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que según los datos y tendencias, una de cada cuatro mujeres puede ser víctima de violencia sexual por parte de su pareja en el curso de su vida11; 4. la incorporación de la mujer en el mercado laboral sigue siendo desigual y continúa presentando discriminaciones no solo en el momento de acceder a los cargos, sino en el momento de la asignación de salarios. Los índices de desempleo femenino doblan en algunos países y regiones los índices de desempleo masculino.

Estos hechos muestran, entonces, la persistencia de lo que algunas feministas llaman las desigualdades estructurales. A pesar de los avances y las transformaciones de las dos últimas décadas, la situación en América Latina en general, y de Colombia en particular, no es buena ni para las mujeres, ni para los hombres, ni para el conjunto de la sociedad. En este contexto, no solo se hacen necesarios los estudios académicos y los foros y encuentros nacionales e internacionales destinados a estudiar las causas que hacen que la situación de desigualdad se perpetúe a pesar de los progresos, sino que se requiere una ofensiva del Estado, de las ONG, de los movimientos de mujeres y de hombres y de los organismos internacionales en torno a estrategias nuevas que obliguen a reaccionar contra todo aquello que sea un impedimento para la igualdad y para el reconocimiento de las diferencias. Una estrategia urgente se requiere en el terreno de la transformación cultural y es la de construir un nuevo referente e ideal de ciudadanía masculina y femenina que enfatice en la necesidad de recuperar valores, virtudes y comportamientos tradicionalmente asignados al mundo de lo femenino. Con la incorporación de estos valores y virtudes se aspira a transformar las masculinidades hegemónicas que se resisten a los cambios y que son funcionales a la perpetuación de las desigualdades y las discriminaciones por razones de género. Esta estrategia brilla por su ausencia en el Acuerdo Nacional por la Equidad entre Mujeres y Hombres.

El desafío es, entonces, construir un nuevo ideal de ciudadanía basado en el rescate de valores y virtudes de la cultura femenina que han permanecido ocultos para el mundo de lo público y que han sido denigrados también en el mundo privado de los hombres. Se trata de valorar lo que se ha llamado la ética del cuidado, de la responsabilidad, de la empatía y preocupación por los otros, y de incluir una ética del cuidado de los hombres asociada a masculinidades emergentes. Son éstos valores y virtudes que han crecido en el ámbito de las relaciones familiares, de la vida privada y de la cultura femenina. Por esta vía se busca romper la dicotomía masculino- femenino que ha caracterizado la tradicional distinción entre lo público y lo privado defendida por el liberalismo y por los Estados democráticos modernos, e iniciar un camino inverso a la tradicional estrategia de adoptar los valores masculinos por parte de las mujeres como condición necesaria para superar esa dicotomía. El reto que deben afrontar las instituciones del Estado es el de impulsar políticas públicas, reglas de juego y estrategias de acción que no se centren exclusivamente en fomentar en hombres y mujeres valores como la competencia, la valentía, el individualismo, la agresividad, sino que fomenten valores como la modestia, la cooperación, la responsabilidad, el respeto y la consideración por el otro. Obtener resultados en esta vía es difícil en una sociedad de mercado que estimula el individualismo y los valores hegemónicos asociados con la masculinidad, pero puede apelarse a los incentivos formales y legales, a la regulación cultural y a la formación moral como contrapesos a la lógica del mercado.

Los estudios sobre masculinidades han identificado cuatro grandes campos temáticos que deben ser objeto de las acciones del Estado: el primero, es el de las identidades masculinas. Si se quiere avanzar en una ética del cuidado una tarea inevitable es construir nuevas identidades masculinas. En este campo es importante transformar los mitos, las creencias y los prejuicios de la masculinidad dominante: un primer mito es el que dice que la desigualdad entre hombres y mujeres es natural, no en relación con las diferencias biológicas, sino con las desigualdades en derechos, capacidades, roles y comportamientos. Es un prejuicio afirmar que la intuición, la emoción, la ternura, la modestia son valores que solo pueden cultivar las mujeres. Es prejuicio sostener que los hombres sólo colaboran en las labores domésticas, pero que no son los responsables del mundo reproductivo. Un dicho popular en Colombia da cuenta de esta creencia: “los hombres en la cocina huelen a rila de gallina”. Es importante reconocer que no existe ningún impedimento biológico para que los hombres se involucren en forma más activa en las tareas que requieren el funcionamiento del espacio privado. El informe de Masculinidades y Violencia Intrafamiliar presentado por el programa Haz Paz en julio de 2001, identificó otros mitos muy conocidos en nuestro medio, y que están presentes en la cultura latinoamericana, a saber: “los hombres son racionales y fuertes”, “los hombres no lloran”, “el hombre es el principal proveedor económico del hogar”, “el hombre infiel es un perro, mientras que la mujer infiel es una puta”, “todos los hombres son iguales: unos machistas”.

Un segundo campo de intervención es el de las prácticas y representaciones asociadas con la paternidad. En este terreno existen diversas prácticas de paternidad que permiten en algunos casos dar cuenta de cambios esperanzadores y que vienen modificando las relaciones de género. Al respecto los estudios de Hernán Henao muestran los cambios que se han producido en Colombia en los últimos años en las formas de ser padre. Hoy la figura paterna coincide con un hombre que desea y al que se le solicita relacionarse más con los miembros de la familia y disfrutar del ambiente hogareño (Henao, 1997). Un tercer campo son los llamados ámbitos de “homosocialidad masculina” que hacen referencia a los espacios públicos predominantemente ocupados por hombres, que se configuran en espacios simbólicos donde se construyen las identidades masculinas, como los bares, los estadios de fútbol, los gimnasios, los paseos colectivos, las pandillas juveniles, las barras bravas, etc. En estos espacios no hay lugar para la ética del cuidado, ni la ética de la responsabilidad, no hay lugar para valores que se asocian con la cultura femenina. Un último terreno por transformar es el del papel de los hombres en la salud de las mujeres y en sus decisiones reproductivas. En la actualidad queda mucho por recorrer para modificar el abuso y el hostigamiento sexual de los hombres en el hogar y en las parejas, para modificar las creencias masculinas sobre la sexualidad de las mujeres y la suya propia; los hombres siguen siendo un factor de riesgo que debe ser atendido.

En los cuatro campos mencionados los hechos muestran una situación inocultable y es la apabullante vigencia de la premisa del feminismo de los sesenta: “lo personal es político”, y por ello las leyes y las políticas públicas no se pueden detener en la puerta de la casa. Si se desea enfrentar los retos que cada campo plantea es preciso modificar las creencias, actitudes y comportamientos asociados con la masculinidad reinante en nuestra sociedad, los valores que pregona y las prácticas y relaciones que esconde.

Universalizar la causa feminista y lograr que sea vista como responsabilidad de todos

Como señalamos en la introducción, el tercer desafío es el de no abandonar las políticas dirigidas a corregir las desigualdades que aún discriminan y evitar que estas políticas sigan siendo proyectos marginales, propios de pocas instituciones y de ministerios débiles en los estados democráticos, defendidos solo por las mujeres y por grupos minoritarios de hombres. Hoy más que nunca se necesita que el Estado, las instituciones gubernamentales, las políticas públicas y los partidos políticos de talante progresista sigan cuestionando los discursos aparentemente neutrales e imparciales frente a las diferentes concepciones de buena vida y se comprometan con la tarea de convertir el problema de las mujeres en un asunto de interés común12. Igualmente es imperioso rechazar la tesis liberal y conservadora de que en materia de género, el Estado no debe intervenir en la moral privada de las personas, y mostrar que la pretensión de distinguir del modo mas firme y tajante posible las esferas de lo público y lo privado, lo político y lo personal, implica reproducir las desigualdades de género y permanecer ciegos ante la mayoría de las crisis que amenazan a las sociedades avanzadas. Universalizar la causa feminista significa romper la dicotomía masculinofemenino, asumir que nuestras conductas personales tienen impactos públicos, rechazar la idea de que las desigualdades estructurales de género son una cuestión marginal y sectorial, luchar contra todas aquellas actitudes que continúan minimizando dichas discriminaciones, abandonar los mitos y estereotipos masculinos y vincular las causas feministas con otras causas sociales.

Este desafío de mundialización o universalización del feminismo como lo llama Victoria Camps, presenta múltiples obstáculos que han enfrentado las políticas de igualdad de género en América Latina. Los más importantes son, entre otros, los siguientes: 1. la brecha existente entre el espíritu de las leyes y las políticas de género y su ejecución real. Las declaraciones constitucionales de equidad coexisten con discriminaciones presentes en las políticas públicas y en las conductas de los funcionarios públicos de todas las ramas del poder público, al tiempo que las políticas cuentan con escasos recursos y baja cobertura; 2. la participación de la mujer en el liderazgo no siempre es efectiva, y no siempre hay acuerdo en torno a las demandas de género. Las cuestiones de género no sólo no logran generar un acuerdo por parte de los hombres, sino que no logran generar consensos en las mujeres parlamentarias; se trata de cuestiones que implican romper con los imaginarios sociales que se tienen tanto de hombres como de mujeres en la sociedad. Para el caso de los hombres la igualdad y la transformación de las masculinidades hegemónicas constituye una amenaza no sólo a su propia identidad o a sus hábitos más arraigados, sino también al poder individual y colectivo, elemento central de las cuestiones de género; 3. la globalización no siempre está en favor de los discursos feministas. Los medios masivos de comunicación, la industria cinematográfica y los medios electrónicos que circulan a nivel global, si bien encuentran límites a su poder y son confrontados, son instituciones que descansan primordialmente en los contenidos y las miradas estéticas de las culturas hegemónicas. Por un lado, el mercado global de la pornografía, revitalizado ahora por las redes electrónicas del Internet, globaliza representaciones de subordinación generalmente de las mujeres, como objetos de sumisión sexual, servilismo y exhibición. Esta práctica política de discriminación, mantiene atadas las identidades de los hombres a su virilidad y desempeño sexual, socavando a su vez las posibilidades y diversidades de las expresiones eróticas varoniles. Lo sexual se configura globalmente como práctica de dominación. La media internacional crea igualmente, diseños estereotipados de programas televisivos que se multiplican e incorporan las creatividades locales dentro de la mediocridad de sus principios. Este es el caso de los reality shows, fenómeno mundial que al igual que los parámetros de la globalización, se guía por las señales del mercado: el rating. Empresarios, productores y anunciadores exhiben la privacidad estimulando la mirada morbosa de la audiencia. Los estereotipos que se usan en la selección de los personajes y las reglas del juego que se imponen, parecen sacados de los mercados internacionales de capital de corto plazo: alcanzar el éxito y la fama de manera rápida, pasando por encima de lealtades y reciprocidades; la frivolidad se impone.

El orden de género que predomina en nuestras sociedades presenta rasgos incuestionablemente patriarcales. Genera unos dividendos para grupos de hombres, que surgen de las condiciones de inserción en las economías nacionales e internacionales con brechas de ingresos cada vez más importantes en los niveles de mayor calificación y decisión, participación política asimétrica, estructura de propiedad desigual y sexualidad privilegiada. La globalización ha creado condiciones para la producción de masculinidades hegemónicas en una escala global y la producción de identidades híbridas en el nivel local con referencia a representaciones de la media internacional, formas éstas de dominación masculina que encarnan, organizan y legitimizan la dominación de los hombres. La concentración del poder económico y cultural en una escala sin precedentes, provee recursos para la dominación por parte de grupos particulares de hombres, con características étnicas, culturales y nacionales específicas.

Para finalizar, hemos querido en este artículo identificar tres desafíos que debe enfrentar cualquier política pública de equidad de género orientada hacia la transformación cultural e institucional, si no quiere convertirse en un discurso oficial más como corre el riesgo de serlo el acuerdo firmado por el conjunto de funcionarios de los tres poderes públicos en Colombia. Entendemos estos desafíos como éticos y políticos, y por tanto, no sólo pueden servir para orientar la política en forma normativa, sino que pueden aportar en la construcción pública de marcos valorativos desde los cuales evaluar las políticas y acciones gubernamentales. Creemos que es necesario, al menos en el ámbito del diálogo público, dejar constancia de la complejidad que encierra cualquier política o esfuerzo estatal centrado en la transformación cultural de la sociedad, es en esta dirección hacia donde apuntan nuestras reflexiones.


Citas

1 El acuerdo fue firmado por los ministros y funcionarios directivos del Gobierno Nacional, por 46 senadores/as, 49 representantes a la Cámara, los presidentes de las altas cortes de la rama judicial, el Fiscal General de la Nación, el Defensor del Pueblo, tres rectores de universidades públicas y cinco presidentes de los gremios económicos más importantes del país.

2 Para sólo mencionar algunos entre muchos, véase los excelentes estudios de Lancaster (1992) y Prieur (1998).

3 Véase referencias anteriores sobre masculinidad y Batinder (1993). Para América Latina véase los trabajos de Fuller (2002) y Viveros, et al (2001).

4 Los costos de eliminar las prácticas, características o valores asociados con lo femenino no sólo se expresan en esta menor esperanza de vida. Los hombres que sobreviven, al llegar a viejos tienen que padecer no sólo la baja cobertura de las pensiones, sino ante todo el tremendo peso generado por la forma en que se aprendió y ejerció la identidad masculina. Los abuelos, a diferencia de las abuelas, presentan menor probabilidad de ser albergados en casa de uno de sus hijos para el cuidado de nietos y nietas. Ellas son más confiables, saben cocinar, consentir y dan menos problemas. Son los hombres abuelos los que constatan, al pasar de los años, los costos de no haber participado en igualdad de condiciones en la crianza y el cuidado de los hijos y las hijas, de no haber compartido el tiempo en el que se construye la cercanía, la confianza y la comunicación durante la niñez, en la cual se generan las capacidades humanas que mayor impacto van a tener en el desarrollo de las personas. Véase Varley y Blasco (2000: 115-138).

5 Se hace referencia aquí especialmente al enfoque mito-poético cuya referencia central se encuentra en la obra del poeta norteamericano Roberd Bly, y a la práctica que históricamente desarrollaron muchos grupos de hombres en los países anglosajones alrededor de sus subjetividades como padres, esposos o amantes. Ambos aportaron ampliamente a los estudios sobre las masculinidades, pero presentaron serias limitaciones conceptuales para responder a las preocupaciones de los movimientos feministas.

6 El argumento es básicamente que muchas de las ideas y luchas de las mujeres se construyen sobre la base de ser mujer (sexo) y no sobre la base de la construcción de sus feminidades y relaciones culturales, sociales y políticas que las coloca en desventaja (género). Banden y Goetz (1998) lo muestran con ocasión de las debilidades del enfoque de género para enfrentar las críticas de las corrientes conservadoras en la Conferencia de Beiging. Para Colombia, véase un caso de prácticas de organizaciones femeninas desde una posición esencialista en Pineda (2003).

7 En la década del noventa once países latinoamericanos adoptaron leyes de cuotas que exigieron la participación de las mujeres como candidatas en las elecciones presidenciales en un nivel ubicado entre el 20 y el 30%. En el caso específico de Colombia la ley de cuotas exigió que el 30% de los cargos públicos fueran asignados a las mujeres.

8 En la década de los noventa al menos 16 países en Latinoamérica promulgaron leyes sobre violencia intrafamiliar.

9 El promedio acumulado de participación de las mujeres en la Cámara y en el Senado en América Latina está en un 14%, con variaciones significativas entre países. Este promedio es menor que el 28,3% de España y que el de los países europeos con un 17,7%. En América Latina la representación de las mujeres entre alcaldes y gobernadores es muy baja en tanto la media regional no pasa del 6%, este promedio es comparable con los de Asia, y aunque es un poco más alto que el de África Subsahariana, está muy lejos del de los países nórdicos y de países como España (Htun, 2003: 134).

10 Algunas feministas afirman que esta doble jornada se asume con una mezcla de esperanza y mal humor: “Esperanza porque algo se ha conseguido y hay un horizonte por conquistar más al alcance de la mano. Mal humor, porque el día a día es muy duro y más bien hostil” (Camps, 1998: 14); otras sostienen que esta doble jornada y las cargas que exige ya no se ven por parte de las mujeres como incompatibles con las exigencias de identidad y autonomía. Muchas mujeres ven las tareas del hogar como labores que enriquecen su vida emocional, que cargan su existencia de una dimensión de sentido. De esta forma, el lugar preponderante de las mujeres en los papeles familiares se mantiene no solo por la inercia de los hábitos culturales y la resistencia de los hombres a sumir cargas semejantes, sino por la inevitable dimensión de sentido que estas labores le dan a la vida de las mujeres (Lipovetsky, 2001: 57).

11 2002 “Informe Mundial sobre la Violencia y la salud”, Organización Mundial de la Salud (OMS), Nueva York. La OMS define la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo.

12 El enfoque de género ha puesto en entredicho el carácter neutral de las instituciones, nacionales o internacionales, los mercados, las corporaciones y las entidades del Estado. La imparcialidad liberal de las instituciones ha sido destronada a partir del reconocimiento de sus prejuicios de género, como de los efectos diferenciados que las prácticas y políticas económicas y sociales causan en grupos de hombres y mujeres.


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La performance de María Teresa Hincapié

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La performance de María Teresa Hincapié

O performance de Maria Teresa Hincapie

The performance of María Teresa Hincapié

Constanza Ramírez Molano*


* Licenciada en pedagogía social comunitaria. Amiga personal de la artista. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. Performance traduce el arte de la acción y la acción es todo lo que tiene vida. Por lo tanto creo que la performance es un llamado a la vida. M.T.H.


Resumen

En este artículo la autora da cuenta de la historia de María Teresa Hincapié, la maestra, la investigadora, la artista, la performer, la peregrina. La historia narra cómo comenzó en las tablas, cómo descubrió el arte a través de la investigación y la realización plástica y cómo terminó en la performance convencida de que su mejor propuesta artística es trabajar sobre su propia vida, propuesta que le ha merecido un gran reconocimiento nacional e internacional.

Palabras clave: teatro experimental, sensibilidad, arte conceptual, performance, Salón Nacional de Artistas.

Resumo

Neste artigo a autora dá conta da história de María Teresa Hincapié, a mestre, a pesquisadora, a artista, a performer, a peregrina. A história narra como começou no palco, como descobriu a arte através da pesquisa e da realização plástica e como terminou na performance convencida de que sua melhor proposta artística é trabalhar sobre sua própria vida, proposta que tem merecido um grande reconhecimento nacional e internacional.

Palavras-chaves: teatro experimental, sensibilidade, arte conceitual, performance, Salão Nacional de Artistas.

Abastract

In this article the author gives account of the history of María Teresa Hincapié, the teacher, the investigator, the artist, the performer, and the pilgrim. The history narrates her beginnings in theatre, her discovering of art through investigation and the plastic realization, and how she got into performance, with the conviction that her best artistic proposal is to work on her own life, proposal that have given her national and international recognition.

Key words: experimental theatre, sensitivity, conceptual art, performance, Artists’ National Exhibition Room.


Performance traduce el arte de la acción y la acción es todo lo que tiene vida. Por lo tanto creo que la performance es un llamado a la vida.
M.T.H

María Teresa Hincapié, performer e investigadora, es maestra no sólo en el arte de la performance a la que le abrió camino en Colombia, también es maestra de la vida que nos muestra cómo los actos más simples son susceptibles de convertirse en obra de arte. Su particular mirada de la realidad actual es producto de la filosofía que ha orientado su trayectoria y con ella enseña a descubrir la complejidad de la sencillez, lo que la ha llevado a darle altísimo valor a todo lo que la rodea y a tratar con profundo respeto lo que se le presenta. María Teresa se ha empeñado en ser y tener una vida sencilla, entendió que a ser se aprende haciendo, así es como encontró su vida, convirtiendo la cotidianidad en una obra de arte. Este artículo es un reconocimiento a la mujer para quien cada obstáculo es una razón para existir… para insistir.

Nací en Armenia con árbol de níspero, al frente de don Sebastián y un poco más lejos de donde Isabelita, mi primera conciencia con la vida, mi primera mirada, mi primera risa, mi primer amigo, mi primer amor, mi primer temor: allí se quedó la vaca, se quedó el caballo, se quedó el árbol, se quedó el camino y todos los ríos. Allá la montaña y a cinco minutos Calarcá.

“Papá… Papááá” También era mi hermano y se llamaba Fernando, él era mi puño, mi grito, mi rabia, mi amigo, mi lejos, mi amor, la cauchera. Se fue y se fue mi risa y se fue mi amigo y se fue mi lejos y se fue mi amor y se fue mi inocencia1.

La muerte de Fernando, amigo y hermano de la artista, marca su adolescencia y ella le rinde un homenaje con este escrito en donde también sintetiza su vida en Armenia, ciudad en la que vivió sus primeros dieciséis años. María Teresa recuerda que su ciudad natal se le mostraba conservadora al igual que sus padres, lo cual era percibido por ella como un obstáculo para la concreción de su gran sueño de conocer el mundo.

Desde muy pequeña tenía una sensibilidad especial que me permitía percibir el mundo entero desde mi provincia, además el colegio, la televisión y la radio me aportaban mucha información sobre lo que había más allá de la frontera de mi pequeño mundo, eso provocaba en mí el deseo de constatar la existencia de ese más allá de mi terruño, sobrepasar los límites para conocer, tal como en las sociedades tradicionales lo hacían los chamanes. Contrario a mi deseo, lo que mi padre buscaba era tenerme bajo control, incluso, para evitar que yo saliera de mi casa una vez llegó con una enciclopedia donde él consideraba que yo debía encontrar todo lo que quería aprender, de tal suerte que lo único que podía hacer era leer y efectivamente me la leí toda, la conocía de cabo a rabo pero eso no era suficiente para mí.

El carácter de María Teresa se estaba formando en contravía con los deseos paternos, a pesar de los cuales, el espíritu de la artista encontró asidero en la revolución cultural que se estaba dando en la década del sesenta cuando las viejas tradiciones sufrieron transformaciones importantes “soy de la generación hippie porque nazco en el 54, soy producto de esa revolución, de ese cambio entre lo tradicional-tradicional de verdad y el postmodernismo absoluto que transformó en los hombres la camisa blanca y el pantalón café en camisas de flores y pantalones rojos, esa fue la ruptura total”. Esas dos posiciones le imprimen una marca que la motiva a buscar su lugar en el mundo; quizá tratando de responder a las expectativas familiares explora distintos caminos empezando con empleos en oficinas formales, pero al final se da cuenta de que eso no le gusta, no la satisface. A los dieciséis años se casa y empieza el proceso de descubrimiento de ese mundo que otrora intuyera; vive en diferentes ciudades de Colombia y en 1978 se radica en Bogotá trabajando en la librería Torre de Babel y en el Café de los Nadaístas en donde conoce el grupo de teatro Acto Latino dirigido por Juan Monsalve.

Una nueva vida… el teatro le abre la puerta frente al mundo

Su carrera en el teatro empezó por accidente: la ausencia de un actor de aquel grupo le brindó la oportunidad de hacer su primera aparición en escena con un papel menor que consistía en vestirse de sacerdote e impartir la bendición,

eso marcó definitivamente mi derrotero, porque a pesar del inmenso miedo que sentí con ese primer acto me di cuenta de que había encontrado mi hacer, así como el zapatero dice “soy zapatero” y será zapatero toda la vida yo me identifiqué plenamente con el teatro, para mí fue lo más bello del mundo pues gracias a él pude conocer diferentes países: primero fui a México, después fui a la India, Francia, Indonesia, Japón, empecé a viajar, a conocer… ¡estaba fascinada!

El teatro se convirtió para María Teresa en el sentido de su vida, de ahí que lo perciba como algo sagrado y lo adopte como su verdadera religión, el que le ha dado todo lo que tiene, todo lo que es.

Siempre inquieta por el saber, inició un riguroso proceso de formación y dominio del cuerpo con Juan Monsalve quien a su vez se había formado con Eugenio Barba en la International School of Theatre Anthropology (ISTA); además de la exigente rutina diaria, mientras vivieron en México hicieron teatro callejero, María Teresa valora esta experiencia altamente al considerar:

yo no pienso que uno tenga que aprender y luego hacer, uno aprende es haciendo, por eso fue muy lindo haber empezado en la calle porque cuando uno logra dominarla después trabaja en recinto cerrado y ya le queda más fácil manejar el público pues éste va a eso mientras que en la calle no, allí mantener al espectador es difícil y nosotros lo lográbamos.

En 1981 montaron Historias del silencio, en donde hay un personaje que es una bruja y María Teresa para caracterizarla se inspiró en un alfiler y en un árbol seco:

el alfiler me daba una especie de movimientos muy rectos porque yo sentía que la bruja interiormente era una cosa muy chuzada y en el árbol visualizaba el movimiento de ella, me inspiraba su crispación, su sequedad. Yo no me ponía a mirar otras brujas que ya estaban hechas sino que veía MI bruja, además porque no creo en ellas, las brujas existen después de la inquisición y como resultado de la persecución a las Sibilas.

La observación detallista del entorno permite a la artista que los personajes creados por ella surjan de allí, eso la deja relacionarse particularmente con el aprender:

el conocimiento es algo muy hermoso, se relaciona con la felicidad, con el placer de la observación, me encanta observar, poder descubrir el alma en todas las cosas, poder ver un ser humano y ver su parte bonita, poder ver un perro y sentir que los perros le enseñan a uno mucho sobre el amor. Siento que eso para mí es conocimiento, adquiero mi saber desde la observación, la sencillez, lo elemental, a diferencia de los filósofos que tienen un conocimiento más complejo, más elaborado con el que explican lo mismo que yo pero desde su mirada; a mí me tocó ser elemental y sencillita, nada de complicaciones, porque tuve que aprender de la vida cotidiana…

Aunque sus montajes son inspirados en la observación de lo que podría pensarse como la escueta cotidianidad, ella enriquece sus propuestas con investigaciones tendientes a esclarecer temas que la inquietan a cada momento, la multiplicidad y la unidad es uno de ellos:

busqué en las bibliotecas a los filósofos que han desarrollado ese tópico y descubrí a Unamuno entre otros. Mi búsqueda se extendió hacia los libros que me permitieran comprender el pensamiento occidental que es todo fragmentado para ver cómo yo podía unirlo, y me gustaba mucho esa búsqueda de la unidad porque de alguna manera todo lo que fue la antropología teatral estaba basada en las técnicas orientales de actuación que se relacionaban con aquella.

En 1983 viajó a Europa y Oriente con el fin de investigar las diferentes técnicas del teatro europeo y oriental, en ese mismo año asistió al Festival nacional y Seminario internacional de danza tradicional y Teatro moderno y clásico de la India, en Calcuta; conoció el teatro del Japón, el Butho, el Kathakali, la danza Odissi y las tradiciones de la India que ejercen una gran influencia en el dominio corporal que muestra en su obra.

La artista es reiterativa en la idea de que haciendo es como mejor se aprende y no le encuentra sentido a estudiar la teoría per se, es la práctica enriquecida con sus investigaciones la que mejora su experiencia sin perjuicio de los aportes dados por la crítica en el progreso de su arte. En este sentido, particularmente recuerda cuando en 1984 hizo el papel de Yocasta en Edipo Rey, lo que era una nueva experiencia dado que hasta ese momento los personajes que la artista había trabajado provenían de su propia creación y en Yocasta el personaje se lo imponía el autor de la obra

en Edipo Rey la crítica dijo “a esa Yocasta le falta berraquera en la voz” y eso fue contundente para mí, entonces le pedí a Juan que me regalara un monólogo para aprender a hablar y en 1985 presenté Ondina, que es puro texto y cuerpo no más. Ondina –que es el ser elemental del agua– es resultado de ese trabajo de investigación sobre la multiplicidad y la unidad porque allí aparecen muchísimas mujeres que me habitan: la mujer madre, la mujer esposa, la mujer amiga, la mujer amante… la mujer cotidiana… todas esas mujeres que son la multiplicidad y la unidad hablaron de mí y me mostraron estados interiores míos que no son pedazos de mí sino todo lo que soy yo. Ondina me representa al mismo tiempo la cúspide y la despedida de mi vida como actriz con el Acto Latino.

La influencia que ejerció Oriente en la vida y obra de María Teresa le hizo experimentar un gran deseo por transformar su disposición actoral:

cuando descubro el budismo, el sintoísmo, el hinduismo, el Mahabarata y el yoga de la acción, el proceso del teatro empieza a evolucionar y yo digo “un momento que ya quiero empezar a explorar espacios diferentes a los tradicionales del teatro”. Lo que yo quería era mi verdad, me daba miedo convertirme en una actriz de repertorio: primero hago de puta y luego hago de sirvienta y después hago de señora de casa, después hago de buena, de mala, eso no me conducía a ninguna parte. En ese momento yo decido que no me interesa convertirme en una actriz de repertorio ni en una vedette, no quería terminar mi vida de obrita en obrita, ese no era mi camino en el arte, en cambio sí lo era –aún hoy– el camino de la vida.

Emprendió la búsqueda de la salida del espacio tradicional del teatro a la italiana sin perder de vista los grandes aportes que le fueron dados por el teatro en su recorrido “la gran ventaja que tuve de haber estado con el Acto Latino es que ellos eran un teatro experimental, un teatro que en ese momento estaba haciendo una investigación muy fuerte sobre el cuerpo entonces era más una danza-teatro-ritual, que considero aportó muchos elementos para poder llegar a la performance”.

El llamado de la performance

En 1985 María Teresa se separó de Acto Latino e inició lo que ella denomina “la búsqueda de mi verdad” sin tener claro cuál era el camino a seguir. Vive una gran crisis, se encontraba sola, sin director, sin grupo, sin obras pero con la convicción de continuar haciendo teatro aunque esto le significaba pasar por necesidades económicas apremiantes:

La austeridad llevada con dignidad me permitió no tener que venderle el alma al diablo, creía que lo que estaba haciendo era lo que quería hacer… eso me hace pensar en Job el personaje bíblico que para mí es el símbolo de la prueba y la perseverancia o lo que yo llamo la libertad y el riesgo. Uno tiene que arriesgarse hasta morirse de hambre con tal de que lo que uno está haciendo sea lo que uno quiere hacer, siempre actuando con libertad, entendiendo que la libertad es respetar al otro.

Partiendo de la definición que María Teresa Hincapié da a la palabra libertad, puede observarse que su obra está atravesada por este concepto desde el principio cuando descubrió el valor de los actos, de las cosas: empezó a adoptar una posición distinta en su vida y en relación con eso otro, más adelante lo dirá en sus propias palabras cuando hable de cómo descubrió el significado de la eternidad.

La posición crítica que mantiene a la sociedad de consumo le hacía preguntarse constantemente sobre su quehacer frente a esa complejidad que le mostraba un todo-acabado. Al tiempo, reflexionaba sobre lo que había aprendido durante esos seis años en Acto Latino, sobre lo que tenía y con lo que podía trabajar, siempre buscando, investigando. Finalmente se topó con los artistas plásticos Álvaro Restrepo, José Alejandro Restrepo y Doris Salcedo. El primero es un actor de la Escuela Nacional de Arte Dramático, bailarín y coreógrafo muy importante –según sus propias palabras– fundador de la Escuela del Cuerpo de Cartagena, “con Álvaro Restrepo en 1986 monté la obra Desde la huerta de los mudos un homenaje a Federico García Lorca”. Estos encuentros y nuevas experiencias nutrieron su reflexión y la condujeron a decidir que siendo su vida lo único con lo que contaba para trabajar, sería sobre ella que construiría la nueva propuesta artística y ahí inició la nueva etapa.

Doris Salcedo le dio a conocer el legado que el alemán Joseph Beuys dejó a la performance, de lo que particularmente María Teresa recuerda la intervención de Beuys Coyote, I like America and America likes Me, acción en la que el alemán convive durante cuatro días con un coyote en la sala de una galería de Nueva York2.

Él me pone a trabajar doce horas, me da el tiempo de verdad porque yo lo trabajaba a un nivel de obra formal de teatro, del espectáculo, en donde una obra dura máximo tres horas y eso ya es aburridísimo. Esas doce horas propuestas por Beuys fueron muy importantes para mí porque me motivaron a iniciar la exploración de otros tiempos, otros espacios diferentes a los del teatro tradicional.

Así, la artista se inscribe en nuevas maneras de hacer teatro junto con José Alejandro Restrepo realiza Parquedades, escenas de parque para una actriz. Video y música: “la obra estaba compuesta por cinco monitores de televisión en los que se veían imágenes en un parque: las bancas, las palomas, una mujer, los labios de una mujer, entre otras cosas, mientras que, en tiempo real, en escena, Hincapié, con movimientos lentos y gestos, improvisaba ante los monitores” (Garzón, 2005: 76). En este momento de la obra, María Teresa aún no estaba pensando en la performance ni en el arte conceptual pero se sentía interesada en trabajar la cotidianidad: “yo quería aprender a vestirme, a desvestirme, a coger un objeto y pasarlo de un lado para otro, a caminar, a mirar, a detenerme, quería trabajar mucho más el detalle para hacerme como actriz”. Inspirada en Beuys y en la propuesta de Grotowsky sobre el Actor Santo, se propone un trabajo de laboratorio en el que su vida cotidiana y su propio cuerpo son la obra completa

…había un espacio buenísimo y muy experimental que era el Cine Cuba, el local estaba desolado, únicamente tenía las paredes y el techo, ahí uno podía hacer lo que se le ocurriera entonces me llevé para el Cine Cuba toda mi casa, lo que tenía en ese momento: la cama, los muebles, la cocina, todo. Al encontrarme en un lugar vacío, sin puertas, sin divisiones, sin nada, los espacios se creaban por el objeto: donde ponía la cama era mi cuarto, donde ponía la mesa con las cosas de la cocina pues era la cocina, si era el tanque de agua con el lavadero pues era el lavadero. Allí desarrollé todas las actividades que en la cotidianidad hace cualquier persona pero a partir de la lentitud, la quietud y la repetición… eso diferenciaba mi hacer artístico de las labores domésticas corrientes, yo quería que fuera un trabajo de verdad a partir de la cotidianidad desarrollado artísticamente.

Si este fuera un principio de infinito es como María Teresa llamó esa primera intervención que sin proponérselo dio inicio a su carrera como performer y de alguna manera ese nombre responde a la investigación que estaba adelantando para descubrir qué es la eternidad: “esa inquietud me surge porque yo a lo largo de mi vida he sentido una particular curiosidad por lo trascendental: el alma, lo espiritual, lo infinito, todas esas cosas que están ahí, intangibles y por eso mismo inentendibles”. En medio de ese proceso de experimentación, María Helena Bernal le abrió las puertas del Museo de Arte de la Universidad Nacional y en 1989 presentó la obra bajo el nombre Punto de fuga, durante tres días con doce horas diarias de intervención. La obra nació, creció y se transformó en Una cosa es una cosa como respuesta a la nueva gran valoración que le dio a los objetos:

cada objeto por más pequeño y sencillo que sea es un universo absoluto y total que viene a cumplir una misión, tiene un destino y con todas las cosas es igual, por eso Una cosa es una cosa que ahora al juntarse una detrás de otra, forma una espiral que me muestra el significado del concepto de la eternidad que estaba buscando. Esta respuesta la pude dilucidar a través del tiempo, después de quince años cuando descubro que la obra se hizo ella misma… me habló… yo sólo había tenido la intención de hacer para comprender –según dice Grotowski– entonces simplemente hice, viví la experiencia, pero nunca a partir del racionamiento, mas bien de la intuición. A partir de ese momento empecé a amar todas las cosas, a respetarlas, a sentir que cada una tenía alma, todo se volvió importante, el papelito… el lápiz… la hojita… la basurita… recobró todo un significado y una importancia impresionante en mi universo porque en mi cotidianidad yo sigo sosteniendo que Una cosa es una cosa…

María Teresa se sirve de las palabras para ubicarlas en un papel a la manera como ubica los objetos en esta acción, dejando ver con palabras lo que hizo en acto:

Traslación aquí. Enseguida. En la esquina. En el centro. A un lado, cerquita a él, a ella, muy lejos, más lejos, muchísimo más lejos, lejísimos. Aquí las bolsas, aquí el bolso, aquí la tula, aquí la caja, allá las bolsas, aquí la tula y encima el bolso, a un lado la caja, en la esquina el bolso y la tula, en el centro las bolsas de papel y cerquita la caja. Vaciamiento, dispersión todo se vacea, todo sale, todo se dispersa, se riega, se mezcla, se detienen, se cuadran uno tras otro indiferentemente, enmarcan un espacio que se envuelve, se separan por grupos uno al lado del otro, grupos comunes donde se parecen porque son blancos, porque son de tela, porque son vestidos, porque son de plástico, porque son largos, porque son cubiertos, porque es loza, porque son frascos, porque se necesitan uno al otro como la crema y el cepillo, pero también la crema sola y el cepillo con otros cepillos, o solo también. Todas las flores aquí, los vestidos extendidos, los negros cerca a mí, los rosados aquí, los pañuelos solos, la colcha sola, los cubiertos solos, las bolsas solas, los lápices solos, los vestidos solos, los colores solos, la escoba sola, las cebollas solas, las zanahorias solas, el maíz solo, el azúcar solo, la harina sola, el plástico solo, la bolsa sola, la tula sola, la caja sola y vacía, el espejo solo, los zapatos solos, las medias solas, las yerbas solas, yo sola, él solo, ella sola, nosotros solos, ellos solos, un espacio solo, un rincón solo, una línea sola, una sola media, un solo zapato. Todas las cosas están solas, todos estamos solos, un montón de arroz, un montón de azúcar, un montón de sal, un montón de harina, un montón de café, un montón de cosas.

En 1990 María Teresa ganó el XXXIII Salón nacional de artistas llevado a cabo en Corferias, Bogotá, con Una cosa es una cosa. Al año siguiente recibió La Mención de Honor en la Bienal de arte del Museo de Arte Moderno de Bogotá por Vitrina, performance desarrollada en un local del centro de Bogotá donde la artista realizaba en jornadas reales de ocho horas las labores propias de la mujer que se ocupa de limpiar las vidrieras,

es algo que es muy usual ver. Usé un delantal azul, guantes, todos los implementos necesarios, pero pensaba que a pesar de ser un oficio tan mínimo, tan insignificante, podía convertirse en una fiesta. Algo como decir “hoy me voy a enloquecer, voy a limpiar de manera distinta los vidrios, hoy voy a jugar”. Aparecióe se lápiz labial que me parecía muy lindo. Me acuerdo que cuando le daba besos a la vitrina, los choferes de los buses paraban y me mandaban besos también, eso se volvió muy bonito. Fue como realzar lo bello que es ser mujer. Todo ese mundo común y corriente me hacía buscar en mi propia seguridad, mi propia nobleza, mi feminidad (Garzón, 2005: 80).

La artista piensa que a través de acciones artísticas amorosas se pueden generar reacciones en quien la ve. Como bien lo dice María Teresa en este relato, Vitrina provocaba respuestas en los conductores de buses que se detenían para devolver los besos que sentían le enviaba esa mujer limpia-vidrios, rompiendo de esta manera con la rutina de la ciudad sin necesidad de recurrir a la violencia.

Lo sagrado

A partir de 1994, comenzó una importante producción de performances que tienen como tema central lo sagrado. En María Teresa Hincapié entre lo cotidiano y lo sagrado, la investigadora Ivonne Pini reseña estas intervenciones:

Caminar es sagrado (1994-1995), Hacia los Huicholes (1995), Proyecto de sobrevivencia (1995) y Divina proporción (1996). Caminar es sagrado fue una caminata de 21 días a San Agustín3, en un peregrinaje hacia lugares sagrados que remiten a una larga tradición histórica. El peregrinar es tan antiguo como la religión y ese recorrido sin preocuparse por cosas materiales, sin rumbo demasiado fijo, es para Hincapié fundamental en aras de recuperar el sentido de pertenencia al espacio que habitamos (Pini, 2002: 5).

Para la artista, el plano espiritual ocupa un importante lugar en su vida y así ha querido mantenerlo invitando a los demás a través de estos trabajos sobre lo sagrado, a meditar sobre lo sacro del humano, cuestionando persistentemente la sociedad de consumo y sus efectos nocivos en la naturaleza y en la humanidad. En 1996 Divina proporción la llevó nuevamente a ser distinguida con el Primer Premio en el XXXIV Salón nacional de artistas de Colcultura.

María Teresa se sentía agobiada por lo que recibía de la ciudad… en el 2000 se retiró por un período de tres años a su finca en la Sierra Nevada de Santa Marta. Este tiempo lo dedicó a reflexionar sobre el dolor que le producía la contaminación de los ríos y el maltrato hacia las personas. En ese espacio natural buscó encontrar una relación más noble con su entorno, desde donde quizo transformar el dolor en amor.

La Sierra me llenó de amor por el universo entero y eso me permitió retornar a la gran urbe pensando “a la ciudad también hay que amarla, Dios está en todas partes y también en la ciudad y en las calles y en los sitios abandonados y en los sitios más tristes y en los ojos de la gente más triste y en los árboles y en todo”.

Una vez más María Teresa le respondió al caos de la época con una propuesta artística que le permitió interactuar con la ciudad, a la que llamó Peregrinos:

quise llamarlo así porque el peregrino se acerca a mi ser caminante que es mucho más místico. De la Sierra vine con la idea de hacer un trabajo colectivo porque allí me di cuenta de que el hombre no nació para realizarse solo sino en comunidad, que el individualismo únicamente beneficia a la industria, a la sociedad de consumo, porque la comunidad tradicionalmente ha sido autosuficiente mientras que un individuo solo y desamparado es mucho más vulnerable. El individualismo contemporáneo es el resultado del despojo que hace el sistema capitalista salvaje a la persona para luego decirle “¿usted de qué se preocupa?, yo se lo vendo. ¿No tiene tierra? Yo se la vendo. ¿No tiene agua? Yo se la vendo”. Primero le quita todo y después se lo vende, eso es lo más irónico, lo más triste porque eso le ha pertenecido al ser humano desde el principio de la creación del mundo: el agua, todo.

Con Peregrinos el propósito de María Teresa era realizar un proyecto interdisciplinario donde se desarrollaron talleres tendientes a concienciar a los participantes sobre la problemática ambiental global –en el que incluye la renuncia, la oposición al consumismo– “todas ellas vivencias que nos permitan recuperar la mirada para estar en capacidad de responder a la época. Quiero lograr un colectivo con pensamientos y principios afines que permitan un arte total universal que hable en cualquier parte del mundo”. El peregrino es un ser universal que camina en la búsqueda de los lugares sagrados, y ese es uno de los tres ejes que constituye en proyecto a Peregrinos, entre otros dos: intervenciones urbanas, intervenciones rurales y los caminos de peregrinaje del mundo, con este último pretende rescatar las rutas sagradas como El camino del Inca, El Camino a Santiago “que aunque estén muy llenas de turistas siguen siendo sagradas”.

La intervención urbana de Peregrinos fue realizada por María Teresa en el 2005 con el apoyo de la Alianza Colombo-francesa “con motivo del homenaje que la entidad le rinde como reconocimiento a sus aportes al arte contemporáneo […]. En esta presentación se percibe un claro ánimo de compartir, de enseñar, de transmitir, y también cierta edificante osadía”, dice el curador Eduardo Serrano en el catálogo de la obra (Peregrinos Urbanos de la Alianza Colombo-francesa). Los peregrinos urbanos caminan pausadamente uno detrás de otro en fila india encabezada por María Teresa quien lleva en sus manos una pequeña campana que hace sonar de cuando en cuando, sus lentos movimientos y sus atavíos contrastan con el ritmo acelerado y la contaminación visual que se vive en Bogotá, lo cual llama la atención del transeúnte desprevenido; algunos se detienen a observar, otros se entrometen en el caminar, pero los peregrinos no pasan desapercibidos… siguen peregrinando y en octubre de este año participarán en la Bienal de Sao Paulo.

Maestra debida

La complejidad de una época de tecnología avasalladora enseña que quien no está a la vanguardia es excluído, ignorado y cancelado. Y es precisamente ese contexto el que inspira a María Teresa Hincapié a persistir tercamente en la idea de que la sencillez y lo elemental tienen sentido, ella misma es ejemplo de ello: asegura que aprende de la observación, que crea de lo elemental, que llegó al arte sin mayores pretensiones sólo con el deseo de hacer para aprender y hoy, cuando la crítica la galardona, esto la toma por sorpresa y lo deja pasar como la que más. Descubrir a la artista que es María Teresa Hincapié después de años de conocerla, fue una verdadera novedad porque el semblante de esta sencilla mujer jamás haría pensar a una lega en el arte como yo, lo que hay detrás de esta mujer sin artificios y que ante la ingenua observación “¡Tere, yo no sabía que eres una artista tan importante!”, responde con una sonora carcajada en la que la acompaño, porque es tan generosa en su saber que en lugar de avergonzarme por mi ignorancia me alegro por mi descubrimiento y por lo que ella me enseñó: sólo quien hace entiende.

María Teresa Hincapié, peregrina, maestra, investigadora, performer, hizo de su cotidianidad una obra de arte. Cada acción suya es un llamado a la reflexión, es una amorosa protesta y una invitación a recuperar el sentido, a sacralizar la vida del sujeto contemporáneo que no encuentra lugar en el mundo. Ella se siente solidaria con la época actual y le quiere responder con su arte como camino de construcción, de reflexión, de búsqueda y encuentro desde sus intervenciones como respuestas amorosas al caos que quiere atemperar con movimientos lentos. María Teresa piensa que la performance es un llamado a la vida, y yo creo que el performer es un llamador de vida… como ella.

Algunas de las obras de María Teresa Hincapíe

(Tomado de Al cuadrado, 2005:3)

1978-1984, Arte Dramático, Centro de Investigaciones del Acto Latino, Colombia.

Historias del Silencio, de Juan Monsalve, México.

1984, Edipo Rey, de Sófocles, dirigida por Juan Monsalve.

1985, Ondina, escrita para ella por Juan Monsalve.

1986, Desde la huerta de los mundos, con el coreógrafo Álvaro Restrepo, homenaje a Federico García Lorca, versión dancística del monólogo Ondina.

1987, Parquedades, escenas de parque para una actriz, video y música, con José Alejandro Restrepo.

1989, Punto de fuga, Museo de Arte, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia.

Naturaleza muerta en espacio muerto, Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, Colombia.

Vitrina, lo poético cotidiano, Encuentro Latinoamericano de Arte Popular.

1990, Una cosa es una cosa, gana el Primer Premio del XXXIII Salón Nacional de Artistas, Corferias, Bogotá, Colombia.

1993, “Depositadla en la tierra y que de su cuerpo inmaculado y blanco nazcan un día las violetas”, exposición, Un marco por la tierra, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Colombia.

1994, Hacia lo sagrado, Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, Colombia.

1996, Hacia los huicholes. Intercambio cultural Colombo-Mexicano, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia.

Divina proporción XXXVI, Salón Nacional de Artistas. Bogotá, Colombia.

Hacia lo sagrado acción, Desplazamiento a pie de Bogotá a San Agustín, Colombia.

Caminar es sagrado, Galerías del Centro Colombo Americano y La Oficina de Medellín, Colombia. Por mi raza hablará el espíritu, Intercambio cultural con México, Proyecto Hacia los Huicholes.

1997, Una cosa es una cosa, XXIII Bienal de Sao Paulo, Brasil.

1998, Hacia lo sagrado, Premio Luis Caballero, Galería Santa Fé, Bogotá, Colombia.


Citas

1 Las citas referenciadas en el texto corresponden a declaraciones que la artista le concedió a la autora en una entrevista realizada para este artículo.

2 Esta referencia se puede consultar en: <http://www.temakel.com/simbolismoabeuys.htm>

3 San Agustín es un centro ceremonial indígena, ubicado en el sur de Colombia, en el departamento del Huila. Hay allí una gran cantidad de estuario, construcción de terraplenes y terrazas relacionadas con las tumbas de dignatarios. La cultura agustiniana tuvo su mayor desarrollo en los siglo I a.C. y II d.C.


Bibliografía

  1. AL CUADRADO, 2005, Catálogo María Teresa Hincapié, Bogotá, Digital.
  2. GARZÓN, Diego, 2005, Otras voces. Otro arte. Diez conversaciones con artistas colombianos, Bogotá, Planeta.
  3. PINI, Ivonne, 2002, “Maria Teresa Hincapié entre lo cotidiano y lo sagrado”, en: ArtNexus, No. 45, julio. <http://www.artnexus.com/Notice_View.aspx?DocumentID=8851>
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La apuesta feminista de Judith Astelarra

A aposta feminista de Judith Astelarra

Judith Astelarra's Feminist Bet

Regina Rodríguez Covarrubias*


* Periodista y licenciada en ciencias de la información de la Universidad de Chile y la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente. Gestora de políticas públicas de género y de cultura, en Chile y en España. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Judith Astelarra, Master of Science y Ph.D. en Sociología por la Cornell University, Ithaca, New York y Doctor en Ciencias políticas y Sociología por Universidad Complutense de Madrid, es una pensadora feminista importante de las últimas décadas. Su contribución a la acción política, la investigación y el diseño de políticas públicas de igualdad de oportunidades ha sido valiosa en el espacio latinoamericano, tanto en las instituciones como en la academia.

Palabras clave: feminismo socialista, igualdad de oportunidades, reforma agraria, institucionalidad, género, políticas públicas.

Resumo

Judith Astelarra, Mestre em Ciências e Ph.D. em Sociologia pela Cornell University, Ithaca, Nova Iorque e Doutora em Ciências Políticas e Sociologia pela Universidad Complutense de Madri, e uma pensadoras feministas importantes das últimas décadas. Sua contribuição para a ação política e desenho de políticas públicas de igualdade e oportunidades foi fundamental no espaço latino-americano, tanto nas instituições como na academia.

Palavras-chaves: feminismo socialista, igualdade de oportunidades, reforma agrária, institucionalidade, gênero, políticas públicas.

Abstract

Judith Astelarra, holds a degree of Master of Science and a Ph.D. in Sociology from Cornell University and a degree of Doctor in Political Science an Sociology from the Universidad Complutense de Madrid. She is an important feminist thinker of the last decades. Her contribution to political action, research and the design of equal opportunity policies and gender politics has been of great value in the Latin American scene, both in the institutions and the universities.

Key words: socialist feminism, equal opportunities, land reform, institutions, gender, public policies.


Gracias a personas como Judith Astelarra la condición de la mujer ha llegado a ser una realidad visible.
Norbert Lechner

La ciudad resuena de alegría, las calles se desbordan de personas que cantan y bailan, miles de globos inundan el cielo y muchas mujeres, en una verdadera acción artística, se ciñen una banda presidencial tricolor, simbólico gesto que indica que se sienten parte de este momento histórico ¿Qué ha sucedido? Michelle Bachelet ha sido elegida la primera Presidenta de Chile. Es el resultado de la lucha de miles de mujeres durante décadas, en un esfuerzo donde la acción, la reflexión y las propuestas para ampliar la democracia han ido de la mano. En ese camino que hemos recorrido ha habido mujeres fundamentales. Judith Astelarra es una de ellas, una de las grandes.

Acaba de recibir en Barcelona la medalla President Macia, de la Generalitat de Catalunya, distinción creada en 1938 y recuperada por la Generalitat actual en 1983. Con ella se premia anualmente a aquellos trabajadores o empresarios que se hayan distinguido por su constancia, dedicación, experiencia e iniciativa en el ámbito laboral. Para Judith simboliza el reconocimiento de Cataluña, su tierra de adopción.

Judith Astelarra Bonomi, Doctora en Sociología, es una de las pensadoras más importantes de las últimas décadas en el espacio hispanoamericano. Argentina, española, chilena, amiga de presidentes, políticos, intelectuales y grandes personalidades de América Latina y España, su vida ha transcurrido entre la academia, la política y la militancia feminista. En las distintas etapas de su vida, cada una de estas dimensiones ha tenido una importancia diferente. La vida de Judith está atravesada por los acontecimientos más dolorosos y felices que han convulsionado a América Latina, España y también Estados Unidos. A veces los hechos cambian el curso de su vida, a veces ella es quien influye en el curso de los hechos, desde la acción y el pensamiento.

Una joven que pudo haber sido formal y no formal

Nace en Buenos Aires en 1943. Su padre fue funcionario de la CEPAL; su madre, una mujer de clase alta tradicional que renunció a sus inquietudes artísticas para seguir a su marido y criar a sus hijos. Es la mayor de nueve hermanos, de los cuales hoy sólo quedan cuatro, incluida Judith. La vida la trae a Chile a los nueve años, y en este país vive los más importantes acontecimientos de las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta. Su formación laica en el colegio Dunalastair, elección del padre, la prepara para estudiar la recién inaugurada carrera de sociología, más “femenina” que economía, como hubiera sido su deseo. Esta vez la opinión del padre se impone.

En la Escuela de Sociología de la Universidad Católica coincide con algunos estudiantes que serían destacados intelectuales de la época. “Nunca fui militante de consigna, sino que elaborábamos categorías ideológicas doctrinarias, leíamos mucho y teníamos una sólida formación”, dice Judith rememorando una de sus épocas felices1. “Tuvimos grandes maestros como Armand Mattelart y Frank Hinkelamert”. En realidad, ella pertenece a la generación de pensadores y dirigentes políticos que fundan partidos como el MAPU y la Izquierda Cristiana. Su grupo de referencia, en aquellos años, son los intelectuales demócratas cristianos que se van radicalizando con el proceso político y social del país.

Mientras estudia Sociología, en 1962, recuerda con claridad la fecha, se encuentra con el libro de Viola Klein sobre Psicología y condición de la mujer y las memorias de Simone de Beauvoir. Ambos libros son claves en sus reflexiones. El libro de la famosa escritora francesa le impresiona como el testimonio de una mujer que elige su destino y es capaz de construirlo. Su experiencia de ganar autonomía, a través del enfrentamiento con el padre, es similar. De alguna manera, su compromiso político y su rol de defensora de sus hermanos menores ante la autoridad paterna, en los conflictos familiares, marcan su reflexión posterior.

Corren aires de transformación social en América Latina y Chile no es ajeno. Judith participa de la lucha estudiantil desde la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica. Sus primeras experiencias la acercan a lo esencial de la vida y de la muerte. Se contacta con la pobreza al punto de ver morir bebés en sus brazos. La campaña presidencial en la que es elegido el candidato de la DC, Eduardo Frei, no cumple con sus expectativas. En esa época, cuenta, “creíamos que Frei y Allende podrían gobernar juntos, pero la decepción viene cuando gana Frei y la derecha celebra”. Se adelanta a su época, porque en Chile, solo después de diecisiete años de dictadura, desde 1990, el centro y la izquierda han formado la Concertación, coalición de partidos que ha dado estabilidad, gobernabilidad y desarrollo al país.

En la disyuntiva entre la política y la academia, gana la política. Rechaza una beca en la Universidad de Columbia y elige quedarse en Chile militando en el grupo de izquierda Ranquil. Se involucra de lleno en el proceso de transformación del país, recorre los campos como parte de su trabajo en la Corporación de la Reforma Agraria (Cora) en la zona de Choapa, al norte del país, donde se crean los primeros modelos de propiedad colectiva y asentamientos campesinos. De esa época la recuerdan muchos amigos y amigas en Chile con el sobrenombre familiar de “Magú”.

Lo personal es político

En 1966 se empareja con Alberto Herrero, a quien conoce en Israel durante un curso sobre temas agrarios. Será compañero de su vida por veintisiete años y padre de su único hijo, Rodrigo. En 1969 acepta una beca de la Universidad de Cornell en Estados Unidos, para hacer su doctorado. Regresa a Chile en junio de 1971 e ingresa al Partido Socialista. Son los años de la Unidad Popular, y el nacimiento de Rodrigo se produce en medio de la efervescencia cotidiana. En palabras de Judith, “era una época en que realmente lo personal y lo político estaban íntimamente unidos”.

A la pregunta sobre el amor, Judith responde:

No creo en esas parejas absorbentes que se lo tienen que contar todo. Para mí lo que compartes con la pareja es una parte de tu vida y de tus sentimientos, pero se deben mantener los espacios autónomos. Creo que toda pareja ha tenido un comienzo romántico importante, pero el romanticismo desaparece con la convivencia. El amor queda, pero la relación debe ser renegociada permanentemente para que tenga duración en el tiempo y cambia permanentemente. Durante 27 años, hasta que murió, Alberto fue mi pareja.

Alberto es trece años mayor y divorciado dos veces, nacido en León, afincado en Cataluña, y luego residente en Argentina. Viaja a Chile a trabajar también por la reforma agraria y después del golpe regresan juntos a Barcelona, donde comparte su vida con Magú a quien siempre trata con amor y respeto por sus espacios autónomos. En 1992 muere de cáncer.

Punto de quiebre: el feminismo

A pesar de sus inquietudes feministas, se mantiene más ligada a la política y los estudios académicos. Pero es su paso por Estados Unidos el acontecimiento que marca el punto de giro definitivo. Al llegar, se encuentra con una gran manifestación pro-aborto que culmina con la aprobación de la ley en el Estado de Nueva York, y se vincula a los grupos feministas norteamericanos. Es la época en que Betty Friedan ha creado la National Organization of Women y un fuerte movimiento estudiantil exige incluir asignaturas sobre las mujeres en las mallas académicas. Judith ya ha terminado sus cursos, tiene un Master en Sociología del Desarrollo y su tesis doctoral es una comparación entre los procesos de reforma agraria de los gobiernos de Frei y Allende. De esa etapa recuerda haber vivido a la distancia la muerte de un gran amigo, director zonal de la Cora, apedreado por dueños de fundo, en Linares, cuando cumplía su función en la reforma agraria.

Al regresar a Chile, intenta incorporar algunas propuestas feministas en el Partido Socialista, basadas en análisis de Engels, pero no tiene ningún eco entre sus compañeros de militancia. Son los años del gobierno de la Unidad Popular, un proyecto político que moviliza de forma arrolladora a quienes lo comparten y a sus detractores. Un gobierno de izquierdas que, sin embargo, no asume ningún programa sobre la igualdad de las mujeres, más allá de una vaga propuesta sobre un Ministerio de la Familia, que nunca se concreta. En junio de 1973, después de un primer intento de golpe de Estado contra Allende, la familia se traslada a Buenos Aires donde ella trabaja como Directora de Extensión del Gobierno de la provincia de Buenos Aires. Alberto viaja a Chile el 10 de septiembre de 1973, un día antes del golpe de Estado de Pinochet. Los militares allanan su casa obligándolo a esconderse en los campos durante tres días hasta conseguir asilo en la embajada argentina.

Con el título de doctora en la mano, obtenido en Estados Unidos, en 1975, emigra a Barcelona junto con Alberto y Rodrigo, en pleno Año Internacional de la Mujer. En Cataluña nunca se siente extranjera, porque la experiencia de pertenecer a la familia de un funcionario internacional le permite adaptarse con facilidad. Tal vez en ese “sentirse en casa” reside su fuerza para superar grandes dolores. La represión de la dictadura argentina golpea duramente a su familia. Uno de sus hermanos es detenido y desaparece, su cuñada muere durante la detención, otra hermana está prisionera en un campo de concentración junto a su marido. El pequeño hijo de ambos nace en cautiverio y es entregado a la abuela por los militares. Judith asiste a estos dramas, a la distancia, impotente. La hermana grande ya no puede proteger a sus hermanos.

Pensamiento, acción, pensamiento

Se integra de lleno al movimiento feminista español, gran protagonista de la oposición a Franco en los últimos años de la dictadura. Simultáneamente, se instala en la academia y alterna sus actividades en las décadas siguientes. El dictador acaba de morir y los movimientos sociales, el de mujeres entre ellos, toman la delantera. Judith trae la experiencia adquirida en su paso por Estados Unidos y su debate con los partidos de izquierda en Chile, donde no habían tenido lugar sus propuestas por los derechos de las mujeres. Funda el Primer Centro de Estudios de la Mujer en la Universidad Autónoma. El objetivo central que se plantea es el de corregir el sesgo androcéntrico, teórico y empírico, de las Ciencias Sociales. Se trata de incorporar a las mujeres como objeto de estudio en la investigación y de reconceptualizar, desde esta perspectiva, las teorías sociales. Este enfoque lo aplica en sus estudios sobre la participación política de las mujeres.

En 1977, junto con Marina Subirats, quien será después directora del Instituto de la Mujer de España durante el segundo gobierno de Felipe González, organiza las Primeras Jornadas del Patriarcado, acontecimiento que reúne a más de mil mujeres que trabajan desde la coyuntura política y feminista hasta la Filosofía, la Antropología y la Historia. Un importante contingente de mujeres latinoamericanas participa en esas Jornadas reproduciendo el debate entre la izquierda latinoamericana y el feminismo, en una época en que las dictaduras dominan en América Latina.

Recuerdo a Judith brillante, dueña del espacio que comparte con Cristine Delphi, Empar Pineda y muchas otras destacadas feministas europeas. La recuerdo también acogiendo a las latinoamericanas y a mí en especial, con esa calidez de hermana mayor que la caracteriza. Desde entonces, muchísimos latinoamericanos/ as han pasado por su casa, ya sea para hacer un curso, participar en un seminario o simplemente viajar por Europa. Ella siempre los acoge, les cocina, usando alguno de sus múltiples artefactos para aliviar el trabajo doméstico, y entabla interminables debates donde siempre aprendemos algo. Su alegría de vivir y su interés por los procesos de nuestros países son extraordinarios, también su gusto por bailar todo tipo de ritmos, probar nuevas comidas y visitar los más apartados lugares en insólitos tours que luego nos relata en medio de carcajadas contagiosas. Le fascina tanto discutir ideas con un alto funcionario del gobierno de cualquier país en una mesa política, como quedarse en silencio contemplando la naturaleza en algún paraje apartado de América Latina. Recuerdo verla llegar a mi casa de Madrid con las bolsas del supermercado, para surtir mi escuálido refrigerador de exiliada. Mi hijo cuenta de ella con gran cariño: “Cuando yo tenía como siete años, me regaló una gatita que trajo en el tren desde Barcelona, siempre iba vestida con mucho estilo y cuando te compraba un juguete, te hacía sentir que en ese momento estaba contigo, aunque luego hubiera cosas más importantes”. La mezcla entre la intelectual y la hermana protectora es lo que hace entrañable a esta gran mujer.

Los primeros años de la transición española legitiman el feminismo como una propuesta política, cultural y social. Con el primer gobierno socialista el trabajo de las feministas se traslada a las instituciones. Judith forma parte del Consejo Asesor del Instituto de la Mujer. Su compromiso con el proceso democratizador de España se orienta a tres áreas de la política: la elaboración de las nuevas propuestas democráticas, la implementación de políticas de igualdad de oportunidades y la investigación en sociología política sobre participación de las mujeres. Por un lado, su vocación política la conduce a entrar directamente en la acción. Por otro, al estar siempre en la universidad, la perspectiva de la investigación le permite reflexionar sobre la acción desde afuera y con categorías analíticas, de allí que sea capaz de trasladar experiencias de un lugar a otro y de insertar las políticas públicas en diferentes contextos. En ese sentido, su compromiso feminista no está en la calle y la movilización sino en el diseño y ejecución de soluciones institucionales a los problemas de la política.

En esa época sus principales aportes se refieren a la incorporación de la perspectiva de las mujeres en los conceptos de democracia y ciudadanía. La polémica en aquellos años era básicamente con los partidos de izquierda y ella escribe textos tan importantes como “El feminismo como concepción teórica y práctica política”, “Reflexiones feministas para la izquierda latinoamericana” o “¿Es posible una lectura feminista de Marx?”, entre otros. La apuesta es entonces por incluir la noción de ciudadanía como fundamento del sistema democrático, un escenario que permite la incorporación de las mujeres. Este debate revaloriza la democracia como sistema político, un cambio de enfoque que tiene consecuencias hasta hoy en toda la cultura de la izquierda y que adquiere una enorme vigencia en el plano latinoamericano.

La reflexión política sobre la democracia llevó a la consideración de que si bien el espacio de la ciudadanía era el más idóneo, era preciso introducirle reformas y ampliaciones. Para ello, se consideró imprescindible hacer propuestas al reformismo radical, como las que planteaba el feminismo en todas las demás áreas sociales. Se trataba de revisar las bases de la democracia, puesto que había excluido inicialmente a las mujeres al negarles los derechos ciudadanos. El sufragismo, el primer movimiento feminista, ya había puesto a la democracia como un eje central al ejercicio del poder.

Tanto el sufragismo como el feminismo moderno han tenido siempre esa vocación, puesto que sostenían que la política no debería ser sólo el espacio de la jerarquía y el poder sobre las personas, sino que debía guiarse por el principio del servicio público. De allí que el feminismo moderno haya buscado extender la democracia desde el ámbito público también hacia el ámbito privado.

“El proyecto feminista no puede estar al margen del resto de la sociedad y necesita de la participación de los hombres”2.

En relación con el diseño de políticas públicas de igualdad de oportunidades, Judith participa del Consejo Rector del Instituto de la Mujer desde su creación en 1983 por el gobierno central, hasta 1990. Es importante su aporte en los debates y decisiones de la naciente institución, que incluyen el diseño del Primer Plan de Igualdad de Oportunidades. Durante la década de los ochenta colabora con los institutos de la mujer de las comunidades autónomas, especialmente en el Instituto de la Mujer de Cataluña, del País Vasco y en el de Andalucía. Su contribución es fundamental, dada su experiencia con el gobierno central, en la elaboración de planes de igualdad y su evaluación. Su vida es, como siempre, muy intensa; se traslada por las ciudades españolas y participa en los encuentros del exilio chileno en Europa, manteniendo su compromiso con España y América Latina. Durante un viaje de sus padres a Europa, muere Verónica, la menor de sus hermanos, en un accidente trágico en Argentina. Solo la puede llorar desde lejos.

En cuanto a la investigación en Sociología Política sobre la participación de las mujeres, Judith parte del diagnóstico siguiente:

La movilización feminista y su impacto en las organizaciones internacionales, Naciones Unidas y Unión Europea, entre otras, ha hecho que los poderes públicos hayan decidido implementar políticas públicas para paliar y, a ser posible, eliminar la discriminación de las mujeres. Esto implica cambiar el papel del Estado moderno que antes legitimó la discriminación de las mujeres en la sociedad, la política y la economía.

Judith aporta con su acción y su reflexión teórica e investigativa a las reflexiones sobre la participación democrática y la intervención del Estado. En cuanto a la democracia, se trata de redefinir el espacio ciudadano desde las nociones de patriarcado y sistema de género. Ha sido necesario incorporar el estudio sobre las relaciones de poder al ámbito familiar y asumir, en el ejercicio de la ciudadanía, los nuevos derechos

sexuales y reproductivos y de cuidado a las personas. Con respecto al Estado, ello ha implicado la obligación de implementar las políticas de género en todas sus variantes: igualdad de oportunidades para las mujeres, acción positiva y transversalidad.

Al hacer el balance de este período considera que “las políticas públicas y la legislación actuaron explícitamente en la dirección de eliminar la discriminación de las mujeres. Gracias al activismo feminista, el Estado ha debido no solo modificar su actuación anterior sino contribuir con su acción a transformar la sociedad patriarcal”.

La academia como espacio para sembrar

Permanece en la academia desde 1977, donde empieza siendo profesora de sociología, y trabaja un año gratis, a pesar de tener un doctorado en Estados Unidos. En 1986 es elegida por el claustro de profesores como directora del Departamento de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona; por el claustro paritario de profesores y estudiantes, vicedecana en 1989, y decana de la Facultad de Políticas y Sociología en 1992. Su actividad en esos años se centra en la universidad. Son tiempos en que las universidades españolas abordan importantes cambios que las ponen al nivel europeo; que son hechas con una gran dosis de dedicación por parte de los que detentan estos cargos académicos. Los temas de género se convierten también en líneas de investigación hechas desde la academia. Judith mantiene también una gran vinculación con la institucionalidad pública a cargo de las políticas de género, pues continúa con su tarea de evaluar los Planes de Igualdad de la Administración Central y autonómica. Combina en estas evaluaciones los criterios políticos con la investigación académica, lo que le permite no sólo abordar la práctica de la política pública, sino la reflexión sobre las nuevas necesidades y preguntas que surgen a partir de su puesta en ejecución. Al respecto explica: “si bien el feminismo le planteó a la academia que revisara su quehacer, tanto de investigación como de docencia, el rigor científico hace que la ideología política no deba estar mezclada de cualquier ideología, incluso la feminista”. Viaja permanentemente por América Latina, participa en la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing. De toda esta práctica institucional surgen nuevos análisis y planteamientos políticos que vierte en libros, artículos de revistas e informes de investigación en todo el mundo. Consultorías, cursos y seminarios en distintas comunidades autónomas españolas y países de América Latina ocupan parte importante de su tiempo.

La experiencia institucional muestra que las distintas formas de intervención pública apuntan a objetivos diferentes. La igualdad de oportunidades es una estrategia para incorporar a las mujeres en la esfera pública y Judith la considera una respuesta a las demandas sufragistas. Vienen a corregir lo que se puede definir como las “ausencias” de las mujeres. Pero las mujeres también tienen “presencias”, en especial su aporte en el ámbito doméstico. Hoy, con nuevas categorías económicas que han permitido calcular el costo económico que tendrían estas actividades, ha sido posible cuantificarlas. Los resultados fluctúan entre el 40 y el 65% de aumento del PIB en los países considerados. De modo que, como el trabajo doméstico es hecho de forma gratuita, esto convierte a las amas de casa en un sector del voluntariado y, como tal, en la ONG más grande de este planeta. Esta nueva perspectiva del análisis de la desigualdad hace necesario plantearse otro tipo de políticas que cambien la base estructural de la sociedad de género moderna.

El traslado de las propuestas y demandas feministas a las instituciones ha producido una profesionalización y especialización. Judith ha estado involucrada directamente en esas experiencias y constituye su principal contribución a los países de América Latina que han mirado atentamente a España en relación con las políticas públicas. Sin embargo, de este lado del Atlántico, el Estado tiene sus propias características y limitaciones. Ella ha recorrido muchos países latinoamericanos en diferentes momentos, especialmente cuando han puesto en marcha sus instituciones destinadas a promover la igualdad de oportunidades o para evaluar el resultado de su acción. Chile, Argentina y Costa Rica están entre los más visitados en los primeros noventa, después Bolivia y Colombia, y últimamente México. Pero ha sido Cuba el país que más la ha sorprendido, sobre todo por sus movimientos subterráneos. “Sociología había sido cerrada, porque se consideraba que con estudiar marxismo bastaba”, cuenta, pero algunos sociólogos seguían ligados a la sociología latinoamericana. Cuando se reabre la escuela en los noventa, piden a la Universidad Autónoma de Barcelona formar al profesorado y allí va Judith a hacer un curso de género para un Master en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, solicitado por la Universidad de La Habana. Al principio teme la reacción de la Federación de Mujeres Cubanas con quienes las feministas se enfrentaron siempre en las conferencias de Naciones Unidas, pero se encuentra con jóvenes ávidos de conocer cosas nuevas, el género entre ellas. Desde entonces, va siempre a Cuba y es acogida con interés y simpatía por los estudiantes y amigas de la FMC; se publican sus artículos en revistas cubanas y su libro ¿Libres e iguales? es reeditado sin modificaciones en la isla.

En suma, la experiencia española en el diseño de políticas públicas y los aportes teóricos de Judith Astelarra han contribuido en los procesos de los países de América Latina y ella siempre ha estado dispuesta a participar en todo tipo de espacios que las latinoamericanas abren y donde requieren su apoyo, considerando compatibles las ideas generales, pero tomando en cuenta la realidad histórica, cultural, económica e institucional de cada país en particular.

Y después de la paridad ¿qué?

La década del noventa se inicia con grandes tristezas en su vida personal, primero la muerte de Alberto, su compañero, después de dos años largos con cáncer en los que ella está a su lado día tras día. Luego, la muerte de su padre y de su hermano José María en Argentina. Entre las alegrías se cuenta el regreso de la democracia a Chile y el inicio de un proceso donde participa activamente. Histórica es su conferencia ante 600 mujeres en el Primer Encuentro de Igualdad de Oportunidades organizado por el recién creado Servicio Nacional de la Mujer. Es el espaldarazo a la formulación del Primer Plan de Igualdad de Oportunidades en Chile, y las feministas latinoamericanas, españolas y suecas vienen a apoyarlo. Aquí están Magali Pineda, Rosalba Todaro, Virginia Guzmán, Gina Vargas, Haydée Birgin, Line Bareiro, Carlota Bustelo, entre muchas otras. Los vasos comunicantes de la experiencia de las mujeres funcionan a través de estas activistas y pensadoras entre las cuales Judith destaca por su lucidez, reforzada por su presencia activa en la transición española, fuente en la que Chile bebe cada día.

En la década de los noventa, mientras en Chile se consolida la democracia y en España la derecha es gobierno, Judith dedica su tiempo a profundizar en sus estudios sobre los efectos de las políticas de igualdad aplicadas en España. Desde su casa que domina el Mediterráneo en los altos del monte Tibidabo en Barcelona, reflexiona:

El principal logro de las últimas décadas ha sido convertir la igualdad de oportunidades en política de Estado, basada en una estrategia de incorporación de la mujer al espacio público, esto equivale a completar el trabajo iniciado por las sufragistas. Sin embargo, en los últimos años, las conferencias de Naciones Unidas asumen las demandas de las mujeres para reconocer los Derechos Sexuales y Reproductivos. Hoy hablamos de los Derechos de Cuidado, esa es la tarea ahora.

Trabaja actualmente en proyectos europeos, es miembro, como experta, de la Secretaría de Cooperación al Desarrollo y pertenece al Consejo Asesor de la fundación Carolina. Ambas son entidades no marcadas por el género, algo que, de algún modo la interpreta, porque está convencida de que hay que encontrar respuestas a la pregunta ¿después de la paridad qué? Los avances realizados en España, de manera acelerada en el período de la democracia postfranquista, y también la experiencia de otros países europeos, vienen a confirmar que no se ha resuelto el problema de la segregación vertical y horizontal en la sociedad.

En opinión de Judith, esas respuestas deben comprender la complejidad del problema, algo que no ha sucedido hasta ahora, porque el énfasis ha estado puesto en lograr el acceso de las mujeres al espacio público. En una entusiasta conversación telefónica se explaya:

 Las categorías del feminismo moderno surgieron del feminismo radical, entre ellas la del patriarcado. El feminismo socialista es una respuesta que, admitiendo el vacío, señala que no es la única dimensión social, sino que hay que combinarla con otros elementos que generan la desigualdad, como las clases sociales. No podemos seguir sosteniendo que las mujeres hacemos todo mejor y tenemos respuestas diferentes para todo; que la dimensión patriarcal es el origen y la explicación de todo lo que sucede en la sociedad. En este sentido, hoy el feminismo ha producido avances en la situación de las mujeres, España es un buen ejemplo, pero los nuevos problemas requieren respuestas más complejas y proyectos en los que las feministas podamos encontrarnos en sitios diferentes [Es necesario] sacar el género a las actividades porque de otro modo quienes redistribuyen su tiempo solo son las mujeres.

En su visión, el camino recorrido nos indica que ya no es necesaria sólo la autonomía, sino que los hombres, quienes son parte del problema, deben ser también parte de la solución.

Entre las grandes preguntas que necesitamos responder en el futuro cree que

la principal es cómo salir de la dicotomía del género que propone dos tipos de identidades personales, dos sistemas de roles y la división de los ámbitos sociales en dos. El patriarcado es un sistema dicotómico donde hay superioridad masculina, en la jerarquía cultural y en el reparto de los recursos sociales, económicos y demás. Su trasfondo de desigualdad lo hace insostenible desde la postura democrática, pero, suponiendo que el sistema fuera igualitario ¿queremos seguir prisioneros de la dicotomía? Hasta ahora hemos puesto el énfasis en la forma como la dicotomía ha producido la dimensión patriarcal, en el caso de las políticas públicas la discriminación y la desigualdad. Creo que debemos posicionarnos desde la libertad y proponer que el sistema de género sea amplio y plural y no dicotómico. Esto sí es una verdadera revolución cultural.

Judith apuesta hoy por proyectos políticos de experimentación en pequeños territorios. A su juicio, la dimensión local permitiría abordar esa complejidad. Vuelve a retomar una antigua propuesta de las italianas en los años ochenta que hablaba de la redistribución del tiempo. La Ley del Tiempo, así la llamaron, se propone combinar los intereses de todos los actores de una comunidad, para mejorar la vida de todos. Es seguro que la contribución de Judith a las respuestas que necesitamos será muy importante y aún queda mucho camino por recorrer juntas.

La medalla que acaba de recibir es sólo otro hito en su camino.


Citas

1 La mayoría de las citas textuales que aparecen en este texto son producto de diversas conversaciones sostenidas entre la autora y la protagonista del presente artículo, a lo largo de varios años de amistad.

2 Judith Astelarra, 2003, ¿Libres e Iguales? Sociedad y política desde el feminismo, Santiago de Chile, Cem.


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