Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Adriana Dallos Osorio
Profesora de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios Culturales, especialista en Psicología del Consumidor y psicóloga. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Luis Miguel Peña Hernández
Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (Colombia). Magíster en Estudios Culturales, especialista en Docencia Universitaria y licenciado en Teología. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
AUTORA:
Diana Carolina Peláez Rodríguez
EDITORIAL:
Corporación Universitaria Minuto de Dios
CIUDAD:
Bogotá
NÚMERO DE PÁGINAS: 230
AÑO: 2020
DISPONIBLE PARA DESCARGA: Link
El libro recoge parte del trabajo realizado en el grupo de investigación del Centro de Educación para el Desarrollo (CED) de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, durante los años 2015 a 2017. Este trabajo busca comprender la dimensión colectiva y social de las emociones, así como su función política en el agenciamiento y la experiencia ética y estética de las organizaciones sociales participantes. En esta reseña se destacan los aportes conceptuales de Peláez, al abordar los fenómenos socioculturales desde el giro afectivo, y se escribe como homenaje a una compañera que hoy brilla en nuestra memoria.
El libro se estructura en cuatro capítulos que van desde la fundamentación conceptual, pasando por la explicación y la ejemplificación de una propuesta metodológica innovadora, hasta presentar los hallazgos que permiten densificar el concepto de comunidades emocionales y dejar abiertos nuevos puentes o caminos de análisis más que darlos por concluidos.
El estudio se sitúa en sectores periféricos en conflictode Bogotá, donde las dinámicas asociativas y la acción colectiva de seis organizaciones comunitarias permiten comprender “la función social y política de los procesos corpoemocionales” (p. 32) y la manera en que estos estructuran las matrices socioculturales emocionales propias de las organizaciones, deviniendo en comunidades emocionales.
Peláez nos aclara que este no es un estudio sobre las emociones, sino desde las emociones, por lo cual la investigación apuesta por comprender cómo actúan las emociones en contextos específicos, su motivación, su rol en la generación de procesos identitarios y su capacidad de transformación social.
Desde este lugar, y dando forma a uno de los grandes aportes de la autora, en la noción de procesos corpoemocionales, se destacan los aportes de Sarah Ahmed sobre las economías afectivas y su comprensión de las emociones como circulantes, maneras de hacer mundo, apegos y fijaciones que nos conectan con otros cuerpos, nos dan forma, nos ubican, nos (con)mueven. Los procesos corpoemocionales hablan de las continuidades, las discontinuidades, las fijaciones y los rechazos de la experiencia de vivir; “afectan y son afectados por los objetos que actúan en la interacción” (p. 69); son estructurados en y estructurantes de la matriz cultural emocional en las relaciones sociales, matriz mediante la cual se comprenden los códigos de conducta, los valores, las solidaridades y las sanciones propias de las comunidades.
Para comprender la dimensión social y política de las emociones, Peláez recurre a la noción de marcos de acción colectiva, señalando que los afectos1 se entienden como reacciones corporales que afectan y son afectadas por el entorno, como prácticas sociales que se inscriben en una suerte de cultura afectiva. El valor contextuado y colectivo de las emociones permite dar cuenta de su movilización y su direccionamiento hacia los otros, a quienes dotan de significados particulares dentro de las relaciones sociales. De esta forma, se ubica, identifica y nombra el mundo social, construyendo unos paquetes culturales (citando a Gamson) o esquemas de interpretación a partir de los cuales las agrupaciones pueden alinear sus intereses, expectativas y propósitos, facilitando con ello la identificación colectiva, el fortalecimiento de lazos y la legitimación de sus apuestas.
Para el abordaje teórico, la autora recurre al concepto de comunidades emocionales, el cual aborda a partir de las propuestas de Bárbara Rosenwein, Myriam Jimeno, Victoria Camps y Michel Maffesoli. Por una parte, las comunidades emocionales corresponden a una adhesión de los individuos a los sistemas emocionales que, dentro del contexto, responden a los intereses y los valores del grupo (siguiendo a Rosenwein). En complemento de lo anterior, resulta pertinente el carácter moral que proponen Jimeno y Camps como la base del vínculo social, donde destacan la dimensión ética del reconocimiento del daño moral compartido que moviliza la acción y el interés de transformación; así mismo, esa capacidad de sentirse afectado favorece la reacción afectiva ante la vulneración de los principios morales básicos y la constitución de una comunidad que actúa en consecuencia con el juicio sobre lo que se considera está bien o mal. Finalmente, siguiendo a Maffesoli, se destaca la necesidad de pensar siempre las emociones ancladas al espacio.
La autora comprende las comunidades emocionales a partir de seis dimensiones: estética, ética, política, espacial, temporal y sociocultural. La dimensión estética se materializa en prácticas como la danza, conciertos o talleres comunitarios; en expresiones orales, escritas o corporales, y en figuras, colores, olores, sonidos y vibraciones. La dimensión ética implica la construcción conjunta de (re)interpretaciones del mundo, la asignación de otros significados y sentidos a las prácticas y las acciones, más proclives a lo grupal y colectivo.
La dimensión política aboga por estimular el sentir común y el estar juntos, busca unos habitus afectivos asociados a la autonomía, el compromiso con los/as otros/as y con el interés público. La dimensión espacial se juega, por su parte, en los elementos materiales y de lugar que posibilitan las acciones y las prácticas de las organizaciones. La dimensión temporal alude a que existen ritualidades, prácticas y encuentros constantes, así como artefactos y objetos que posibilitan transmitir en el tiempo un cierto ethos o aura comunes que definen la permanencia y la prolongación de las comunidades. La dimensión sociocultural conjuga representaciones de lo individual y lo colectivo; construye fronteras simbólicas de inclusión y de exclusión.
Desde estas conceptualizaciones, las investigadoras construyen el camino para la exploración contextualizada de esa suerte de circulaciones afectivas en comunalidad con el espacio y la acción colectiva que pueden observar en las organizaciones que integran el estudio. Para el abordaje metodológico de este proyecto, se presenta la propuesta epistemológica de la triada performativa, la cual se define como un modelo tridimensional que abarca a los interlocutores (todos los sujetos que interactúan en la investigación), los métodos o técnicas de diseño (narrativa performativa individual y grupal, fotovoz y observación corpoemocional) y el análisis de los procesos corpoemocionales.
La apuesta metodológica está en romper el canon que tradicionalmente ha separado al sujeto investigador del objeto investigado, lo que lleva a reconocer que las investigadoras hacen parte de la red de afectividades que se produce en los rituales de interacción y cómo allí se da la conexión intersubjetiva e interobjetiva entre las partes. Es precisamente en estos espacios donde emergen los efectos materiales de la circulación de afectos y objetos de emoción, promoviendo la observación y la comprensión de los procesos corpoemocionales. Por su parte, la técnica de fotovoz se destaca como el corazón de la triada performativa. Su relevancia radica en el potencial que tienen las fotografías para hacer explícitos los objetos de emoción, las realidades cotidianas, las prácticas y sus interpretaciones, lo que pone en evidencia cómo las memorias corpoemocionales tienen un carácter multitemporal y multiespacial.
Adicionalmente al reconocimiento que merece el ingenio de las investigadoras para trascender los alcances del abordaje etnográfico tradicional, este desarrollo metodológico tiene un valor importante al permitir, por un lado, la observación, el registro y el análisis de los procesos corpoemocionales, y por otro, el descubrimiento y la comprensión de las matrices socioculturales en que se inscriben las organizaciones como comunidades emocionales.
En sus hallazgos, el libro de Peláez esboza los contextos de violencia, pobreza y opresión en que se encuentran las organizaciones sociales participantes en la investigación, pero con el énfasis puesto en las maneras en que dichas organizaciones fungen a manera de comunidades emocionales. Otros hallazgos interesantes tienen que ver con la forma en que los espacios pueden ser resignificados desde las acciones colectivas; se explora cómo el ámbito de lo espiritual posibilita la constitución de paquetes culturales que aglutinan a los sujetos y les generan una economía afectiva atractiva. Así mismo, muestra cómo desde el arte y la música, es posible construir marcos de identidad colectiva y de apropiación política de los espacios.
La autora cierra con reflexiones sugerentes y atractivas en torno a la posibilidad de construir puentes que logren sobrepasar los abismos de violencia, opresión y desigualdad, que se ciernen hoy en día en el mundo y de manera particular en Colombia. Para ella, las organizaciones que participaron en la investigación lograron construir comunidades emocionales que pudieron a su vez dar lugar a cambios en las constelaciones afectivas de sus integrantes y estimular habitus afectivos distintos de los presentes en los contextos de violencias de los que provienen; en últimas, son comunidades que lograron construir puentes por sobre los abismos y que abrieron nuevos caminos de conocimiento fuertemente enraizados en los afectos y las emociones.
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Andrés Restrepo-Sánchez
Candidato a doctor en Antropología, Universidad de Iowa, Iowa City (Estados Unidos). Magíster en Estudios Culturales, magíster en Antropología. Enfermero. Correo: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
AUTORES:
Siobhan Fenella Guerrero Mc Manus, Leah Daniela Muñoz Contreras, Ana Carvajal Monroy, Mateo Pazos Cárdenas, Julio César Borja Cruz y Sebastián Giraldo Aguirre
COORDINACIÓN:
César Torres Cruz, Marta Cabrera Ardila y
Fernando Ramírez Arcos
EDITORIAL:
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).
CIUDAD:
Ciudad de México
NÚMERO DE PÁGINAS: 196
AÑO: 2023
Encrucijadas del género y la diversidad sexual en México y Colombia es el primer tomo de la Colección Desiderias, un proyecto del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México cuyo objetivo es “generar conocimiento teórico aplicado de alta especialización en torno a los estudios del género y las sexualidades” (p. 14) en México y el extranjero. El libro presenta una compilación de cinco ensayos que analizan las intersecciones entre el género y la diversidad sexual en procesos contemporáneos de los siglos XX y XXI en México y Colombia, abriendo espacio para la comunicación entre la academia feminista y el activismo LGBTIQA+, cuyas voces han sido históricamente silenciadas por la cisheteronorma. A pesar de encarnar múltiples diferencias, México y Colombia comparten legados de violencia, racialización, estratificación social y resistencia. Las conexiones entre ambos países, evidenciadas con metódico cuidado en la escritura interdisciplinaria de los autores de este volumen, permiten entender al lector cómo el género y la sexualidad funcionan como dispositivos que articulan regímenes de verdad y procesos de subjetivación en las sociedades de control contemporáneas.
La introducción, escrita por César Torres, Marta Cabrera y Fernando Ramírez, ofrece un recuento histórico de las principales influencias teóricas y sociopolíticas que dan origen y desarrollo a los estudios socioculturales de la sexualidad en la región. Inicialmente abanderado por el activismo gay, el estudio de la sexualidad se expande y politiza con aportes desde lo queer, un movimiento claramente informado por los feminismos negros, chicanos, trans y lésbicos que analizan la sexualidad en intersección con otras categorías como la raza, la clase, la nacionalidad y la etnicidad. Aportes desde lo queer permitieron descentrar de la hybris de los estudios de la sexualidad al sujeto masculino, cis, blanco, capitalista del activismo gay, y posicionaron el género y la heterosexualidad como los puntos de partida para entender la normatividad impuesta sobre cuerpos e identidades. De acuerdo con esta mirada holística y política del género y la sexualidad, los autores de esta publicación enraízan sus conceptos, teorías y trabajos de investigación y aportan una mirada transnacional del contexto latinoamericano.
En el primer ensayo, “Ontopolíticas del cuerpo sexuado”, Siobhan F. Guerrero y Leah D. Muñoz elaboran un aparato conceptual para explorar aspectos ontológicos, epistemológicos y políticos del cuerpo atravesado por la diferencia sexual. El cuerpo, que a la vez es soma y asiento de la subjetividad y la agencia, es definido por las autoras como “materia históricamente organizada” (p. 37). En esta noción subyace que los sujetos no preexisten a la política y que la materialidad del cuerpo y su capacidad de intervenir en el mundo son mediadas por discursos científicos sobre la biología, el género y la sexualidad que cambian con el tiempo y establecen sus condiciones de posibilidad, agencia y resistencia. Las autoras enfatizan que para entender el cuerpo sexuado debemos alejarnos de la noción de un cuerpo universal y fijo, e incluir las dinámicas materiales, afectivas y discursivas que constriñen o posibilitan procesos de subjetivación. Este ensayo articula áreas como la fenomenología del cuerpo, la epigenética y las tecnologías reproductivas, para mostrar cómo los contextos sociales y ambientales constantemente manipulan y definen la normatividad de los cuerpos, sin perder de vista que estas pueden ser también áreas de agencia y resistencia.
“Transmasculinidades en la Ciudad de México desde el enfoque del curso de vida: significaciones situadas frente a la masculinidad hegemónica”, escrito por Ana Carvajal Monroy, es el segundo ensayo de esta colección. En él, la autora presenta experiencias de hombres trans y analiza sus percepciones sobre el cuerpo, la legitimación de sus identidades y su relación con la violencia y el cuidado en el contexto mexicano. El análisis de curso de vida que realiza la autora permite entender la experiencia transmasculina en relación con procesos históricos que han marcado diferentes generaciones y las expectativas cambiantes de la masculinidad heteronormativa hegemónica. La autora, teniendo en cuenta el lugar de la actividad sexual, la resistencia colectiva y la medicalización de los cuerpos, concluye que las transmasculinidades en Ciudad de México no son inherentemente masculinidades deconstruidas ni revolucionarias, pero tampoco meras inscripciones en la masculinidad hegemónica.
En “Género, sexualidad y homoerotismo entre hombres negros/afrocolombianos en el Pacífico sur colombiano,” Mateo Pazos Cárdenas presenta los resultados de su investigación etnográfica, informada por una lectura interseccional de las categorías sexo-genéricas y étnico-raciales que operan en el contexto estudiado. El autor analiza la experiencia de hombres negros del Pacífico colombiano que trabajan en el sector de las artes y problematiza discursos sobre la migración como la liberación sexual, la rigidez de los roles activo/pasivo en prácticas homoeróticas y la discriminación en contextos familiares y comunitarios. Pazos demuestra que el capital social y político ganado por su trabajo como artistas y su capacidad de proveedores otorgan a estos hombres un “respeto social” (p. 124) que incluso algunos pares heterosexuales no consiguen. Más aún, los procesos de racialización y discriminación étnica, comunes en otros lugares de Colombia, son apenas un elemento periférico de las construcciones sexuales de hombres negros en sus comunidades; otras variables como la edad, la capacidad económica y la expresión de género, resultan más importantes para determinar el lugar social que ocupan y su capacidad de desafiar estereotipos.
Julio César Borja aporta “Dos lunas. Masculinidades y homoerotismo en las comunidades otomíes del sur de Querétaro”, un ensayo que expone cómo la etnia y el modelo de masculinidad hegemónica se entrelazan en las experiencias homoeróticas de hombres otomíes. “Nacer con mucha luna” (p. 147), un término local de las comunidades otomíes para nombrar a personas que sienten atracción por el mismo sexo, sirve para entender las propiedades cíclicas de la sexualidad, la naturalización del deseo heterosexual y la feminización de hombres gay en este contexto. Para protegerse de la violencia, los hombres homosexuales otomíes recurren a prácticas rituales, familiares y laborales tradicionalmente asociadas con lo masculino, una estrategia que los aleja del escrutinio comunitario. Por otra parte, estos hombres recurren a la migración fuera de sus comunidades o a códigos sutiles que posibilitan encuentros sexoafectivos en la esfera privada. Esta investigación es crucial para entender la relación entre homoerotismo, hombría y división sexual del trabajo en comunidades indígenas, lo que permite analizar cómo la heteronorma opera en ámbitos fuera de lo erótico.
Finalmente, Sebastián Giraldo cierra esta compilación con “Homoerotismo armado: sexualidad, masculinidad y violencia en relatos de excombatientes en Colombia”. El estilo narrativo etnográfico que ofrece este ensayo no solo equilibra el tono del libro, ampliando su alcance a otras audiencias, sino que moviliza emocionalmente al lector y lo sumerge en la compleja experiencia de individuos con sexualidades disidentes en contextos de violencia, guerra y narcotráfico. Giraldo explica cómo la heterosexualidad y la homofobia han sido constitutivos de las políticas sexuales y de género en grupos armados en Colombia, usualmente relegando el homoerotismo a “circuitos de silencios, secretos, encubrimientos o postergación” (p. 175). Sin embargo, el autor también demuestra que el homoerotismo puede funcionar como práctica performativa de la virilidad militar, otorgando al sujeto una posición de poder sobre determinados cuerpos y actuando en algunas ocasiones como privilegio, no como transgresión.
Los cinco ensayos de este volumen y el trabajo editorial del equipo de coordinación presentan una mirada interseccional que incluye nuevos activismos y lazos comunitarios para entender las problemáticas de género y sexualidad desde sus propias lógicas contextuales, haciendo hincapié en procesos de resistencia y disidencia. Encrucijadas del género y la diversidad sexual en México y Colombia pone a dialogar las construcciones políticas del cuerpo, el deseo, las identidades de género y sus tránsitos, en relación con lo racial, étnico y regional. El libro es una contribución necesaria y pertinente para el campo de las masculinidades, el erotismo y la corporalidad en el contexto latinoamericano. Este primer volumen de la colección Desiderias es de lectura ampliamente recomendada para académicxs y estudiantes de las ciencias sociales y las humanidades, activistas feministas y LGBTIQA+, así como para aquellas personas interesadas en comprender cómo la cisheteronorma atraviesa los cuerpos y transforma los procesos sociopolíticos contemporáneos de la región.
Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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