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Naturaleza y cultura de la historia ambiental

Natureza e cultura da história ambiental

Nature and culture of environmental history

John R. McNeill**

Traducción del inglés: Ana Rita Romero V.***


* Versión sintetizada y traducida del original en inglés “Observations on the Nature and Culture of Environmental History”, en: History and Theory, Theme Issue 42, December 2003, pp. 5-43. Republicado con permiso de Wesleyan University (Copyright 2003) y con autorización del autor.

** Ph. D., Duke University 1981. Director Estudios de Posgrados, School of Foreing Service and History Departament, George town University. Desde 2003 ocupa la Cinco Hermanos Chair of Environment and International Affaire en la School of Foreign Service de la misma Universidad. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

*** Licenciada en idiomas de la Universidad Nacional de Colombia.


Resumen

Este artículo considera el vigoroso campo de la historia ambiental como un todo, como se ha desarrollado durante los pasados 25 años. Necesariamente adopta un enfoque selectivo, pero presenta más amplitud que profundidad. Considera el surgimiento de la historia ambiental desde la década de 1970, sus condiciones en varios escenarios e historiografías. Concluye que, aunque hay todavía mucho trabajo por hacer, la historia ambiental se ha establecido exitosamente como un campo legítimo dentro de la profesión de la historia, con un futuro brillante, si bien tal vez por razones desalentadoras.

Palabras clave: historia ambiental, naturaleza, ambientalismo, transformaciones ecológicas, historia global.

Resumo

Este artigo considera o vigoroso campo da história ambiental como um todo, como se desenvolveu durante os últimos 25 anos. Necessariamente adota um enfoque seletivo, mas apresenta mais amplitude do que profundidade. Considera o seu surgimento desde a década de 1970, as suas condições em vários cenários e historiografias. Conclui que ainda que tenha muito trabalho por fazer, a história ambiental se estabeleceu com sucesso como um campo legítimo dentro da profissão da história, com um futuro brilhante, mesmo que talvez tenha sido por razões desalentadoras.

Palavras-chave: história ambiental, natureza, ambientalismo, transformações ecológicas, história global.

Abstract

This article aims to consider the robust field of environmental history as a whole, as it has developed over the past twenty-five years. It necessarily adopts a selective approach but still offers more breadth than depth. It considers the emergence of environment history since the 1970s, its condition in several settings and historiographies. It concludes that while there remains plenty of work yet to do,environmental history has successfully established itself as a legitimate field within the historical profession,and has a bright future, if perhaps for discouraging reasons.

Key words: environmental history, nature, environmentalism, ecological changes, global history.


Cuando Richard White escribió su estudio sobre el nuevo campo de la historia ambiental, en 1985, le tomó todo un verano leer la literatura al respecto (según reveló hace poco) (White, 2001: 103; White, 1985). Prudentemente se limitó a la historia ambiental norteamericana. Aquí, en cambio, examinaré globalmente el campo. Esto representa, creo, cien veces el trabajo que representaba en 1985, lo que significa que he tenido que escoger entre: a) gastar cien veranos leyendo atentamente la literatura (asumiendo generosamente que mi eficiencia es similar a la de White) o b) escribir tomando como base una muestra pequeña de la literatura. Seguí este último camino. White confiesa no haber hecho caso al trabajo de Joel Tarr para su ensayo. Confieso que he debido examinar por fuerza el trabajo de la mayoría de los historiadores ambientales, pero no el de Tarr. Este ensayo es más una serie de sondeos de variada profundidad que un estudio propiamente dicho. Muestra una visión del todo, siendo en consecuencia idiosincrático; sin duda les parecerá a algunos lectores definitivamente caprichoso, puesto que, hasta donde sé, no se ha intentado hasta ahora nada por el estilo, espero que sirva como guía para los transeúntes y para los recién llegados al campo de la historia ambiental.

La historia ambiental significa muchas cosas para muchas personas. Mi definición preferida es: la historia de las relaciones mutuas entre el género humano y el resto de la naturaleza. El género humano ha sido durante mucho tiempo parte de la naturaleza, pero una parte diferente, especialmente en los últimos milenios cuando adquirió el poder y el número suficiente para convertirse en un género de mamífero vagabundo que ejerce una influencia cada vez mayor sobre los ecosistemas de la Tierra. La historia humana se ha desarrollado, y se desarrollará, dentro de un contexto biológico y físico cada vez más grande, y ese contexto evoluciona por derecho propio. Especialmente en los últimos siglos ha evolucionado junto con la humanidad1 .

1. Tipos de historia ambiental

Bajo esa enorme carpa2 se aglutinan amigablemente varias clases de historia ambiental, compitiendo por la atención del público, como los actos en un circo de tres pistas. Hablando ampliamente, hay tres variedades principales: una de enfoque material, otra de enfoque cultural-intelectual y otra política. La historia ambiental material tiene que ver con los cambios en los ambientes físicos y biológicos y la forma como esos cambios afectan las sociedades humanas, acentuando los aspectos económicos y tecnológicos de sus actividades. En contraste, el enfoque cultural-intelectual hace énfasis sobre las representaciones e imágenes de la naturaleza en las artes y las letras, cómo han evolucionado y lo que revelan acerca de la gente y de las sociedades que las han producido. La historia ambiental política considera la forma como la ley y las políticas de estado se relacionan con el mundo natural. Los historiadores ambientales tienden a encontrarse más a gusto en una u otra de estas pistas, aunque algunos querrían y podrían saltar entre ellas, incluso al interior de un mismo libro3.

La historia ambiental material (con la que me siento más a gusto) tiene sus propias grietas. Probablemente la más sobresaliente está entre los temas urbano y rural. Los temas rurales incluyen los ecosistemas agrícolas, la ecología de las praderas y los rebaños, las selvas y el peculiar énfasis de los norteamericanos sobre las “reservas naturales”. La historia del ambiente urbano se enfocó originalmente en la polución y el saneamiento, pero se diversificó hasta llegar a comprender en forma general el desarrollo de los sistemas técnicos, el aprovisionamiento y el metabolismo de las ciudades (Tarr y Dupuy, 1988; Bernhart, 2000; Massard- Guilbaud y Bernhart, 2002). Es posible, algunos dirán que necesario, considerar juntos los ambientes rural y urbano, pero los historiadores han tenido el hábito contrario4. Una de las formas más interesantes de saltar la brecha rural-urbana es usando el concepto de metabolismo urbano, en el cual la ciudad se asimila a un organismo y se considera en términos de sus entradas y sus salidas. Un estudio reciente hecho en Manchester, Inglaterra, la “ciudad de choque” de la revolución industrial, emplea este concepto para causar buena impresión (Douglas, Hodgson y Lawson, 2002).

La variedad cultural-intelectual de la historia ambiental tiene un largo pedigrí y ha atraído a algunos historiadores distinguidos, como Sir Keith Thomas y Simon Schama (Thomas, [1983] 1996; Schama, 1995)5. Para la tradición intelectual occidental, hasta el siglo XVIII, el texto más claro y perspicaz sigue siendo Traces on the Rhodian Shore de Clarence Glacken (Glacken, 1967; Worster, [1977] 1985; Pepper, 1996 y Coates, 1998). El debate a mayor escala dentro de esta ala de la historia ambiental ha tenido que ver con el relativo impacto ambiental y quizá por eso con la relativa maldad de las diferentes tradiciones religioso-culturales. El punto de partida es la pretensión de que el Occidente judeocristiano desarrolló una cultura ambientalmente ávida que contrasta pobremente con otras. Es por lo general comparada individualmente con las tradiciones del oriente de Asia, formadas por el budismo y el taoísmo, pero también con la cultura de los pueblos indígenas en América, Oceanía y Africa. El argumento se basa normalmente en anotaciones provenientes del texto ur, generalmente bíblico, más que en una comparación cuidadosa del registro de la ruina ambiental alrededor del mundo. Una variante norteamericana de este tema sostiene que la “cultura capitalista norteamericana”6 es particularmente funesta.

En mi concepto ninguna de estas afirmaciones es totalmente convincente puesto que el cambio y la ruina ambiental es y ha sido, por largo tiempo, ampliamente diseminada alrededor del mundo. Los budistas, los comunistas chinos, los norteamericanos, los polinesios, todos con ideas contrastantes en sus cabezas, respondieron flexiblemente a los riesgos y oportunidades usando la naturaleza a medida que lo permitían las circunstancias, para lograr tanto confort y seguridad como podían y justificaron fácilmente sus acciones en términos de sus creencias y preceptos. Qué tan destructivo haya sido su comportamiento ha dependido más de sus tecnologías, su número o su poder para dirigir el trabajo de otros y de sus animales, que de su propia cultura. Más aún, la inestabilidad y elasticidad de sus ecosistemas ha tenido que ver más con el impacto y la duración que han tenido sus acciones. Esta posición, me apresuro a admitirlo, no es compartida por muchos historiadores ambientales, quienes prefieren una posición más hegeliana: el comportamiento es condicionado fundamentalmente por las ideas y la cultura7.

Considero que donde la historia ambiental intelectual-cultural hace su más fuerte contribución es en las generalizaciones de nivel medio que conciernen al impacto de una idea específica o un conjunto de ideas. Por ejemplo, el evangelio de la conservación del suelo desarrollado en los Estados Unidos en la década de 1930 fue exportado fervientemente a África, China, y por doquier8. ¿Cómo se ajustan estas ideas a los nuevos contextos, social, económica y políticamente? ¿Cómo las ideas holandesas sobre el manejo del agua, formadas en un ambiente muy característico, se tradujeron al archipiélago indonesio?

La historia ambiental política es casi toda la historia moderna. El Egipto de los faraones o la China Song tuvieron innegablemente políticas hacia el mundo natural y discusiones sobre el uso de los recursos. Pero el estudio sistemático de cómo los estados se han aproximado a la naturaleza, cómo los grupos de interés luchan por ella y cómo las organizaciones explícitamente ambientalistas se unieron a la lucha, se confinaron esencialmente a la época posterior a 1880. Entre los pioneros estadounidenses en este campo estaba Samuel Hays, quien escribió acerca de las políticas de conservación en Estados Unidos ya en la década de 1950 (Hays, 1959, 1987, 2000). En Europa los partidos verdes y la política han atraido a los historiadores y a los científicos políticos interesados en los movimientos sociales. Las historias ambientales políticas o las historias de los movimientos ambientales existen en al menos una docena de países9.

Las historias ambientales políticas son las únicas que encajan claramente con la preferencia de vieja data que se da entre los historiadores de usar el Estado-nación como su unidad de análisis. Ellos colocan las luchas políticas en el centro de sus historias. A este respecto son, entre las diferentes variantes de la historia ambiental, las más fácilmente integradas a las corrientes de la historia y las que menos riñen con las tradiciones de la profesión. La historia ambiental cultural-intelectual puede integrarse cómodamente con las tradiciones de los historiadores. Sus fuentes, métodos y temas son todos familiares a la historia intelectual. La historia ambiental material se ajusta más difícilmente. Ofrece el inamistoso mensaje de que los historiadores necesitan poner atención no sólo a más cosas sino a muy diferentes clases de cosas, como la química atmosférica o la dinámica de la población de los peces. A este respecto se parece a la historia econométrica, que también obligó a los historiadores a desarrollar nuevas y raras habilidades. La historia econométrica tuvo su apogeo en la década de 1970 y mucho después siguió siendo terreno de especialistas cuyas contribuciones aún son desconocidas para la mayor parte de la comunidad de historiadores, poco dispuestos o incapaces de aprender el vocabulario y las matemáticas involucradas en ella. La historia ambiental, creo, ha encontrado una amplia y fácil aceptación. Pero para continuar en esa buena fortuna los historiadores ambientales deben escribir libros que sean atrayentes a los lectores y puedan entenderse fácilmente. Esto significa no sólo desarrollar la habilidad de hacer comprensibles e interesantes los asuntos técnicos, sino construir verdaderos puentes intelectuales hacia los territorios de otros especialistas.

2. El surgimiento de la historia ambiental a partir de 1970

Aunque las influencias intelectuales de Turner y Febvre sobre Malin y Le Roy Ladurie inspiraron y contribuyeron a dar forma a la historia ambiental, su estímulo más fuerte vino del exterior de la academia. El movimiento ecológico popular de finales de las décadas de 1960 y 1970 fue decisivo en la aparición de la historia ambiental como un campo autoconsciente en Europa y Norteamérica, y las luchas ambientales en India, China y Latinoamérica condujeron a algunos académicos de esos países y de otras partes a incluir las perspectivas ambientales en su trabajo. Junto con casi todos, los historiadores llegaron a ver una nueva serie de problemas. Muchos sintieron deseos de ayudar a buscar soluciones y vieron una oportunidad para el compromiso moral, una oportunidad de servir a la humanidad suministrando un pasado aprovechable10. Los historiadores podrían ayudar descubriendo los orígenes de un problema determinado, por ejemplo, o podrían señalar el camino hacia un mejor futuro revelando la existencia de sociedades que en el pasado hayan manejado sus relaciones con el medio ambiente más exitosamente, incluso de una forma más sostenible11.

La última búsqueda normalmente condujo a los historiadores hacia los pueblos indígenas, como por ejemplo los nativos norteamericanos, o hacia pasados distantes no perturbados por el patriarcado, o al menos hacia sociedades no afectadas por la rapacidad del capitalismo. Mientras animaban, quizá, a quienes en el movimiento ambientalista estaban impacientes por presentar alternativas a la sociedad tal como la conocían, los estudios iniciales en este filón no resultaron tan bien, vistos bajo un análisis severo. Con el tiempo, los resultados de la investigación en historia ambiental mostraron que las sociedades preindustriales tuvieron a menudo amplias consecuencias ambientales. Los nativos norteamericanos, a pesar de la limitación de sus tecnologías y de su número, se comprometieron en una manipulación ambiental en gran escala, principalmente mediante el fuego. También lo hicieron los aborígenes australianos. Los polinesios condujeron casi a la extinción a los animales de las islas donde se establecieron. Las sociedades no capitalistas, al menos las comunistas, pueden aventajar a las capitalistas en lo que se refiere a daño ambiental12. Los ángeles ecologistas, el equivalente ambiental del Buen Salvaje, se esforzaron por averiguar si es atractivo imaginar. Fueron resultados descorazonadores para los intentos de encontrar en el pasado el antídoto para el presente.

América Latina

La historia ambiental en América Latina está menos desarrollada (que en otras latitudes, N. d. E.) pero parece preparada para despegar. Las tradiciones académicas son, con frecuencia allí, por lo menos tan intelectualmente conservadoras como en cualquier otro lugar y desmotivan la evolución de nuevos campos. Como resultado, los extranjeros, especialmente norteamericanos, han jugado un papel evidente en el desarrollo de la literatura. Pero, a pesar de los obstáculos institucionales, los historiadores latinoamericanos están incorporando cada vez más perspectivas ecológicas en sus trabajos.

En la historia precolombina el problema fundamental –familiar en muchos otros contextos– ha sido la magnitud del cambio ambiental producido por los Amerindios. ¿Vivieron ellos armoniosamente sobre la tierra, posiblemente como modelos de sostenibilidad? O a pesar de no ser capitalistas, sin sofisticación tecnológica o similar, ¿alteraron y degradaron los paisajes? La investigación en esta área, que es principalmente arqueológica, admite una amplia variedad de interpretaciones13. La dirección general, sin embargo, va hacia la conclusión de que en muchas regiones de América Latina, especialmente Mesoamérica, las sociedades precolombinas alteraron radicalmente su medio ambiente. Algunos estudiosos concluyen que, en lo que toca por lo menos a la erosión del suelo, las sociedades precolombinas excedieron a sus sucesores (Endfield, O’Hara y Metclafe, 2000; Endfield y O’Hara, 1999). Los pueblos amazónicos, aparentemente, con sumo cuidado crearon sus propios retazos de suelo fértil, las llamadas “tierras oscuras” que componen por lo menos el diez por ciento de la región de bosque húmedo14.

El impacto ambiental de la conquista de América y los siguientes siglos de gobierno colonial comprobaron que son un tema fértil. Alfred Crosby presentó una de las primeras evaluaciones en The Columbian Exchange, en 1972, uno de los más importantes trabajos en historia ambiental. En él se hace un mapa de los intercambios biológicos de plantas, animales y enfermedades entre América y el resto del mundo, principalmente Europa, y atrajo gran cantidad de lectores (Crosby, [1972] 2003). Elinor Melville continuó parte del trabajo de Crosby, estudiando en detalle el impacto ambiental de las ovejas en un valle mexicano, y concluyó que la ganadería euroasiática fue en verdad una adición altamente destructiva en los ecosistemas latinoamericanos (Melville, 1994).

Los latinoamericanos comenzaron sus correría en historia ambiental trabajando dentro de las tradiciones izquierdistas de la crítica social, y adoptaron normalmente el marco general de la raubwirtschaft15, en el que, en este contexto, el colonialismo y el capitalismo habían organizado (o de hecho se requería para su supervivencia) el pillaje de América Latina. En las décadas de 1970 y 1980 esta interpretación engranaba bien con el análisis de “dependencia” que se había originado en Argentina y Chile y que después fue exportado16. Luis Vitale publicó el primer estudio general en 1983, escaso en investigación pero amplio en alegatos y acusaciones (Vitale, 1983). Un trabajo más detallado y enfocado emergió lentamente, primero en México y Brasil y también en Argentina. El trabajo mexicano, en particular, con frecuencia tomó los problemas del uso del agua y el riego (Musset, 1991; Lipsett-Rivera, 1999; Endfield y O’Hara, 1997; Ortiz Monasterio y Fernández Tijero, 1987; Tortolero Villaseñor, 1996), mientras que en Argentina, como en las grandes planicies de América del Norte, atrajeron especial atención los aspectos que rodean a la colonización agrícola de las pampas (Zarrilli, 2001)17. En Brasil probablemente los bosques son los que han levantado mayor atención y sirven de centro al trabajo de Warren Dean. Latinoamericanista pero no latinoamericano, Dean fue seguramente el historiador ambiental más completo de la región. Su obra magna cae justamente dentro de la tradición raubwirtschaft (Dean, 1995; Dean, 1987; Miller, 2000). Los historiadores ambientales de América Latina también produjeron un puñado de trabajos desde el sector cultural-intelectual, que incluyen algunos mezclados con los estudios de la política del ambientalismo moderno18.

Relacionado con las ideas de explotación colonial y raubwirtschaft capitalista, se encuentra la noción de “ecología de la pobreza”, promovida por el investigador catalán Joan Martínez-Alier. Basado en una investigación, centrada particularmente en Perú, afirma que los campesinos empobrecidos, por necesidad más que por compromiso ideológico, llevan formas de vida ecológicamente prudentes. Su trabajo armoniza con estudios simultáneos de India que llegaron prácticamente a la misma conclusión. Esta imagen de agricultura campesina de bajo impacto ambiental contrasta fuertemente con la visión generalizada de destrucción ambiental que se practica en las fronteras agrícolas del mundo, sea en América Latina, América del Norte o Australia. Esto también hace parte de una crítica política de la práctica capitalista, aunque menos romántica que algunas basadas en la interpretación ecológica angelical de los pueblos indígenas19.

En todo caso, la existencia de muchas y amplias lagunas en la historia ambiental de Latinoamérica sigue invitando a los investigadores a enfrentarlas con las habilidades y la fuerza necesarias. Las dimensiones ecológicas de la economía de minería, por ejemplo, o de las plantaciones de azúcar, tabaco y café, han atraído hasta ahora solamente a algunos pioneros (Folchi Donoso, 2001; Dore, 2000)20. La información básica reunida por el imperio colonial español ofrece una buena materia prima para la historia ambiental de los siglos XVI a XVIII. Los registros similares de Lisboa son mucho más débiles (para el Brasil). Los registros holandeses, que arrojan luz sobre la historia ambiental de Surinam y las Antillas holandesas, también prometen (Boomgaard, 1992). La escala y el drama del cambio ambiental y su importancia en la lucha social sugiere un futuro fuerte para los historiadores ambientales en América Latina.

3. Temas en historia Ambiental

Como con algunos otros géneros históricos, la historia ambiental derivó mucho de su primer ímpetu de las orientaciones y compromisos políticos. Muchos historiadores querían un tipo de compromiso moral, la impresión de que estaban contribuyendo al mejoramiento de la sociedad. Gran parte del trabajo temprano buscó enfatizar el hecho de que el mundo que tenemos no es el único que deberíamos tener, que deberían tomarse otros rumbos y obviamente deberían haberse tomado ya. En el pasado, algunas veces caprichosamente, se han establecido diversas sociedades ecológicamente más benignas que la nuestra. Este compromiso político parece haber declinado severamente en Estados Unidos y Europa, mientras que sobrevive en India y América Latina. No estoy seguro de la razón. Quizás, en parte, tiene que ver con el surgimiento de una generación más joven en Estados Unidos y Europa, menos animada por el entusiasmo inicial de los movimientos ambientalistas de las décadas de 1960 y 1970, o posiblemente porque, al madurar una mayor sofisticación científica, la historia ambiental ha adquirido un tono más neutral. Posiblemente algo de esto, por lo menos en Estados Unidos, tiene que ver con la tormenta que siguió cuando en 1995 William Cronon explicó que en verdad no había vida salvaje en Estados Unidos, que todos los ecosistemas revelaban signos de mayor o menor impacto humano, que el culto de los estadounidenses por lo salvaje se basa en una equivocación (Cronon, 1995). Esto tuvo el impacto de una traición a la causa ambiental, porque podría ser fácilmente utilizado por quienes apoyan la tala, la minería, el crecimiento urbano, y por lo tanto, como legitimación de posteriores modificaciones humanas del medio ambiente21. Pero mi impresión es que la historia laboral, social y la historia en general en los Estados Unidos y Europa hoy están menos animadas por el compromiso político que hace 25 años. Si esto es verdad, la historia ambiental puede ser simplemente arrastrada por la corriente.

Un tema que los historiadores ambientales no han confrontado sistemáticamente es el de la escala. Los historiadores han tenido durante más de cien años una fuerte tendencia a usar el concepto Estado-nación como su unidad de análisis preferida. Los estados burocráticos fueron buenos almacenadores y conservadores de archivos, pero para muchos tipos de historia, incluyendo la mayoría de la historia ambiental, el concepto Estado-nación es una escala de operación equivocada. Los procesos ecológicos desplegan sin tener en cuenta las fronteras, y las tendencias culturales e intelectuales lo hacen casi con el mismo descuido. La única variedad de historia ambiental para la que tiene sentido el formato Estado-nación es la historia política y de costumbres. Puede hacerse una excepción para los países insulares, donde las conexiones ecológicas con el mundo más amplio es menos prominente, especialmente si la uniformidad ecológica del territorio nacional es alta. Una historia ambiental de Islandia y Nueva Zelanda22 sería mucho más lógica que una de Alemania o Bolivia. Pero aun Islandia y Nueva Zelanda tuvieron y han tenido sus vínculos ambientales (y sociales, económicos y políticos) con otros territorios. La elección de una escala apropiada al tema requiere siempre consideraciones cuidadosas. Los historiadores ambientales, en virtud de sus roces ocasionales con los geógrafos, quienes son muy conscientes de los problemas de escala, están entre los mejor preparados para quitar a la profesión de historiadores su confianza en el formato Estado-nación. La historia puede escribirse a cualquier escala, desde la más pequeña hasta la global (e incluso más allá!) (Christian, 2004 y Spier, 1996). Una crítica que algunas veces se hace a la historia ambiental es que sus narrativas son, inexorablemente, cuentas depresivas sobre la destrucción ecológica, una catástrofe tras otra. Dentro de la comunidad de la historia ambiental esto algunas veces se conoce como la tendencia “decadencista” y ocasionalmente es tema de autoacusaciones. Considero equivocadas esas críticas. De un lado, la historia militar, que incluye enumeración amplia de bombardeos y masacres, a menudo se hace interesante y motivante. Incluso las historias de matanzas y genocidios atraen montones de lectores. Aún un tema tan deprimente puede ser presentado como una historia atractiva. De otro lado, la historia ambiental, especialmente del mundo industrial, contiene algunos desarrollos muy divertidos. La provisión de agua potable y saneamiento para millones de personas desde 1880 es una historia de éxito ambiental que revolucionó la condición humana, especialmente la vida en las ciudades. La calidad del aire urbano (en el mundo industrial) se mejoró también notablemente en las seis décadas posteriores a 194023. Puede ser que la historia ambiental urbana, con el tiempo, pierda esta tendencia decadente. La historia ambiental más animada, de la que tengo noticia, es: The Greening of Georgia, por R. Harold Brown, que descansa sólo parcialmente en las tendencias urbanas (Brown, 2002)24. Brown encuentra mucho de que estar agradecido en la historia reciente de los suelos y la vida salvaje de Georgia (no puedo decir si esta en lo correcto). También, como se anotó antes, los historiadores han ofrecido últimamente una interpretación de los paisajes africanos que enfatiza el éxito del manejo humano y propone un reto a las anteriores visiones de decadencia.

La historia ambiental frecuentemente provoca la indignación de los lectores, quienes piensan que excluye a la gente o la reduce a abstracciones. La actuación humana desaparece en las sombras, en tanto que el clima, los virus o la tecnología atraen la atención. Esto es cierto para una parte de la historia ambiental, incluyendo la mía, aunque muchos otros historiadores ambientales escriben con individuos de carne y hueso que dominan el escenario25. Desde luego, no solamente la historia ambiental se puede escribir así. Cualquier cosa concebida en la vena de las “fuerzas sociales anónimas” tiene el mismo sabor. Algunos de los historiadores de Annaliste lo consideraron una virtud y aspiraban a escribir historie sans noms. Este aspecto está conectado al de la escala. La historia ambiental a pequeña escala, como la historia social, se puede escribir desde abajo, con personas reales en primer plano. Pero la historia ambiental a gran escala tiende inevitablemente a enfatizar los procesos y las fuerzas, culturales o naturales, más que las acciones y los destinos de los individuos. En cualquier caso, la historia ambiental debería darnos una dosis de humildad: deberíamos aceptar que somos solo una especie entre muchas y compartir graciosamente el lugar en la cima junto con los bisontes, las moscas tse-tsé y El Niño.

4. Caminos no (muy) Frecuentados

Podría ser, como he manifestado, que la historia ambiental ha comenzado a rendir algunos de los beneficios de la madurez, pero aún tiene un número de fronteras inexploradas, islas oscuras, si no continentes oscuros. Una es la historia de los suelos. Parece curioso que la tierra misma no tenga mucha atención de los historiadores ambientales, quienes se han enfocado algunas veces en la erosión, pero la historia de los suelos requiere mucho más que eso. La química y biología de la fertilidad del suelo están cambiando permanentemente, en parte debido a la actividad del hombre, y esto siempre afecta sus proyectos, donde quiera que se dedique a la agricultura26. La historia ambiental de la minería también parece haber tenido menos atención de la debida; su importancia ecológica para México, los Andes, Europa Central o Suráfrica, donde las minas de oro alcanzan ocho kilómetros de profundidad, parecen garantizar el tipo de atención prodigada a la historia laboral en este campo27. Los historiadores sociales, durante una generación, han requerido y suministrado lo que ellos llaman “Historia de abajo hacia arriba”, o sea comenzando con la experiencia de la gente corriente en la base de la pirámide social. Para los historiadores ambientales, la historia desde abajo hacia arriba podría comenzar con el suelo y su historia, pues este ha sido el sustrato real de los asuntos humanos durante unos cuantos miles de años.

Los efectos ambientales de las migraciones humanas merecen también más análisis. Me parece que uno de los aspectos de las ideas y la cultura que más importa está en moldear el comportamiento de los migrantes que viajan de un ecosistema a otro llevando en sus cabezas creencias y conocimiento, por ejemplo, sobre la agricultura, que se formaron en un contexto pero luego se trasplantaron a otro. Crosby, a pesar de la atención que presta a la migración intercontinental, no tiene mucho que decir sobre el trasplante de prácticas agrícolas. ¿Cuáles fueron los efectos de las prácticas agrícolas chinas que fueron llevadas por los migrantes a la estepa mongolesa, o por los esclavos angoleses al Brasil, o por los campesinos japoneses a California?

Finalmente, el campo de la historia ambiental mantiene un sesgo terrenal. Los ecosistemas acuáticos han recibido muy poca atención. Se entiende que con frecuencia es más difícil recolectar información histórica sobre los peces o los arrecifes de coral que sobre los árboles y los pastos. Y los pensadores y escritores ambientales, para no mencionar la ley y la política, siempre han tenido más que decir sobre la tierra que sobre el mar. Pero es posible, especialmente para el último siglo, armar un cuadro de biosistemas acuáticos y los regímenes de contaminación en algunos cuerpos de agua. Hasta ahora los historiadores han dado mayor atención a los ríos que a los lagos y océanos (Cioc, 2002; Luckin, 1986; Fradkin, 1996; White, 1996; Steinberg, 1991; Afinson, 2003; Evenden, 2004), pero esto puede cambiar. Un proyecto de investigación a gran escala, anclado en Dinamarca, está tratando de reconstruir la historia de la población de diferentes especies marinas, trabajando desde los registros de pesca, los vestigios arqueológicos y cualquier cosa que pueda ser útil28.

No hay duda que hay otros cientos o miles de temas en busca de autor en la historia ambiental. La anterior no es más que una lista de los libros que me gustaría que alguien escribiera.

5. Conclusión

La secta herética de los economistas que trabajan en economía ecológica solicitan algunas veces una economía “como si la naturaleza existiera”. La historia ambiental ruega porque se reconozca que la naturaleza no solo existe sino que cambia. Más aún, cambia por sí misma y por las acciones humanas, y haciéndolo provoca cambios en el contexto en que se despliega la historia humana. La historiografía de la historia ambiental, aunque desde luego desigual en el mundo y con respecto a diferentes temas, ha crecido como la maleza en los últimos 25 años, hasta el punto de que ninguna persona puede seguirle el paso. Se puede afirmar con justicia que se ha convertido en uno de lo más vitales subcampos dentro de la disciplina histórica, por lo menos en un puñado de países. A pesar de los retos que propone para la corriente dominante de la historia (hasta donde sea posible tal cosa), ha tenido en la mayoría de las ocasiones una recepción benigna y ha comenzado a influir sobre la disciplina más amplia. Esto es evidente, entre otros lugares, en los textos universitarios preparados para los Estados Unidos, que incluyen cada vez más retazos de historia ambiental. El futuro de la historia ambiental parece sólido, a juzgar por la edad de los participantes en las conferencias29. Todo esto es causa de celebración, porque es en general un indicativo de la vitalidad continua de la historia profesional y, específicamente, porque los historiadores ambientales, en razón de su trabajo, han logrado algún reconocimiento dentro de su profesión (y también del público más amplio). La historia ambiental está aquí para quedarse.

Sin embargo, la razón fundamental de que esto sea así no es motivo de celebración. El interés en la historia ambiental depende en gran medida de la preocupación sobre los problemas sociales contemporáneos. De la misma manera que la historia laboral y de la mujer adquirieron un nuevo impulso cuando los levantamientos sociales de la generación anterior enfatizaron los temas de clase y género, la historia ambiental adquirió su impulso inicial de las preocupaciones ecológicas difundidas en la sociedad. Ahora es menos política y partidista, en todo aspecto, de lo que fue en su infancia. Pero su habilidad para continuar atrayendo a los jóvenes historiadores y para dirigir la atención de los historiadores en general, descansará siempre en la importancia que tienen los temas ambientales para toda la sociedad.

Apéndice

La literatura en la historia ambiental puede ser abordada más convenientemente a través de una pequeña cantidad de sitios web que consiste principalmente en bibliografías, algunas de las cuales se pueden encontrar fácilmente. Recomiendo los siguientes:

http://www.esenvironmental

history.org/bibliography.html

http://www.lib.duke.edu/forest/ biblio.html

http://www.stanford.edu/group/laenvironmentalhistory/

http://www.h-net.org/~environ/historiography/ausbib.htm (registrados todos en septiembre 16 de 2003)


Citas

1 Ecológicamente hablando, desde luego, es arrogante pensar en el realismo biofísico como el contexto de los asuntos humanos. Pero para los historiadores, cuyo tema principal, aunque no exclusivo, es la carrera humana, resulta apropiado verlo así.

2 La carpa es mayor que lo que sugiere la descripción. Para muchos científicos paleontólogos, la “historia ambiental” se refiere a la evolución de los ecosistemas y no requiere que existan en ellos seres humanos.

3 Para dar un ejemplo, Worster (1978) trata con los suelos de las praderas, el clima y los ecosistemas agrícolas, así como con las ideas prevalentes sobre la tierra y el clima y con la política norteamericana de recursos.

4 Entre los trabajos que llenan esta brecha están los de Cronon (1992) y Brosnan (2002).

5 Thomas y Schama son pasajeros en la historia ambiental; el grueso de su trabajo reside en otros campos.

6 Esta frase y concepto son usados repetidamente en varios de los libros de Worster, especialmente en Dust Bowl (1978) y Rivers of Empire (1985).

7 Las declaraciones más directas en esta discusión son las de: White (1967), a mi juicio refutadas por Yi-fu Tuan (1968). Otras variantes sostienen que la cultura occidental desde la revolución científica europea mostró una actitud instrumentalista hacia la naturaleza, en la cual los hombres vieron la naturaleza como femenina y la explotaron consecuentemente. (Véase Merchant, 1983). Creo que mi posición es débil con respecto a los bosques sagrados. Véase por ejemplo Byers, Cunliffe y Hudak (2001).

8 Showers (1989) ha comenzado a explorar este tema para Lesotho.

9 Una muestra: Delwit y De Waele (1999), Bess (2003), Burchell (2002), Prem-Er Lam (1999) y Cinman Simsek, (1993).

10 Roderick Nash, quien dictó en 1970 uno de los primeros cursos de historia ambiental, escribió: “Estaba respondiendo a las voces que pedían responsabilidad con el medio ambiente y que alcanzaron un crescendo en los primeros meses [de 1970]” (Nash, 1974).

11 Encontramos una interrogación explícita de la historia en busca de ejemplos de sostenibilidad en van Zon (2002).

12 Véase por ejemplo: Shapiro (2001), Díaz- Briquets y Pérez-López (2000), que no son trabajos de historiadores, pero consideran las dimensiones históricas de algunos temas. Por lo que sé, no hay un trabajo general comparable sobre la Unión Soviética o alguno de sus satélites. El de Feshbach y Friendly (1992) está limitado principalmente a la situación que se vivía hacia la década de 1980. Cuadros parciales muy útiles de la historia ambiental soviética se encuentran en Weiner (1988), Weiner (1999), Josephson (2002), Stevens (1998) y Turnock (2001).

13 Un ejemplo de esta literatura es el de Grualich (1983) y Annals of the American Association of Geographer, 82, No. 3, 1992. Un breve resumen es el de Dore (1997). Obviamente este debate riñe con los indígenas contemporáneos en la Amazonia y otros lugares, a quienes algunas veces se les muestra como ejemplos de rectitud ecológica.

14 Woods y McCann (1999). Los antiguos habitantes de la Amazonia deben haber transportado las tierras negras biológicamente ricas a nuevos lugares y permitido que los microorganismos hicieran su trabajo por meses o años, creando nuevamente espacios cultivables.

15 En términos gruesos, economía de pillaje, un término y concepto desarrollado en la geografía académica de Alemania y Francia hacia 1870-1920.

16 Trabajos de gran influencia como el de Galeano (1972).

17 El trabajo de mayor influencia sobre Argentina, producido por un biólogo y una economista, es el de Brailovsky y Foguelman (1991).

18 Por ejemplo Pádua (2002) y Simonian (1995).

19 Véase Martínez-Alier (2002) para una colección de ensayos sobresalientes.

20 Dean y otros han estudiado el impacto ecológico del azúcar en Brasil. En el Caribe está casi intacto, pero recomiendo ver a Funes Monzote (2001).

21 Véanse las críticas en Environmental History, No. 1, 1996, pp. 29-47. Un corta revisión del aspecto aparece en Miller (2001).

22 Existe una colección útil para Nueva Zelanda: Pawson y Brooking (2002).

23 De la historia del saneamiento urbano y la calidad del aire en el mundo industrial, pueden hallarse ejemplos en: Bernhardt (2000), Hamlin (1998), Luckin (1986), Melosi (1980), Melosi (2000), Porter (1998), von Simson (1983), Tarr (1996), Stradling (1999), Mosely (2001) y Brimblecombe (1987).

24 Los libros que usan la información histórica para discutir sobre el mejoramiento ambiental general en las últimas décadas, por lo menos en el mundo industrial, incluyen el de Easterbrook (1995), Lomborg (2001) y Hollander (2003). Ninguno de estos tres es una historia satisfactoria del mejoramiento ambiental, y el libro de Lomborg ha atraído críticas agudas y, a mi juicio, justificadas.

25 Un ejemplo es el Dust Bowl de Worster.

26 En los Estados Unidos está Stoll (2003), que es una revisión basada en unos pocos casos locales. Un trabajo general que todavía vale la pena consultar, es el de Hyams (1975). Hyams fue un erudito que escribió acerca del terrorismo, Proudhon, los Incas y otros temas diversos.

27 Véase sin embargo a Smith (1987).

28 Véanse Holm, Smith y Starkey (2001) y Andersen (2002).

29 Confieso que la evidencia para esta afirmación es completamente anecdótica. En las reuniones de la American History Association la proporción de cabezas grises parece cinco veces mayor que en las de la American Society for Environmental History (ASEH) o la European Society for Environmental History (ESEH).


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