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Internet y los sueños de una renovación democrática

Internet e sonhos de uma renovação democrática

Internet and the dreams of a democratic renewal

Langdon Winner**

Traducción del inglés: Verónica Sanz González***


Resumen

A lo largo de la historia del desarrollo tecnológico en los Estados Unidos, se ha constatado la creencia persistente en que existe una relación entre el avance de la tecnología y un tipo de ideal político, a saber, la convicción de que los nuevos artefactos técnicos revitalizarán la sociedad democrática al aumentar la participación ciudadana y la calidad de esta participación, dotando a los ciudadanos de nuevos y más extendidos recursos políticos y económicos que los capacitan para el autogobierno. En la época actual, esta creencia histórica se aplica al ámbito de los ordenadores y las redes telemáticas, como Internet. Sin embargo, cabe preguntarse si el solo aumento de recursos técnicos entre la población tiene una contrapartida real en cuanto a la participación democrática en asuntos políticos, o más bien se trata solamente de una extendida creencia idealista sin fundamento constatado.

Palabras clave: renovación democrática, tecnología, redes telemáticas, Internet.

Abstract

Along the history of the technological development in the United States, a belief has been identified about the relationship between the advance of technology and a type of political ideal, namely, the conviction that new technical devices will revitalize democratic society, increasing civic participation and its quality, by endowing citizens with new and more extended political and economic resources that qualify them for self-government. Nowadays, this historical belief is applied to the domain of computers and the telematic networks, such as Internet. However, it is necessary to wonder whether the simple increase of technical resources among the population has a real counterpart in relation to the democratic participation in political matters or it is only an extended idealistic belief without verified foundation.

Key words: democratic renovation, technology, telematic networks, Internet.


Un asunto vivo y muy persistente en el pensamiento político americano es la convicción de que las nuevas tecnologías revitalizarán la sociedad democrática, capacitando a los ciudadanos para obtener los recursos políticos y económicos necesarios para autogobernarse de modo efectivo. Sentimientos de este tipo han reaparecido en cada generación desde principios del siglo XIX, siendo un tema estándar de la retórica pública nacional. La construcción de canales, vías ferroviarias, fábricas, y plantas de energía eléctrica, así como la introducción del telégrafo, el teléfono, el automóvil, la radio y la televisión, han estado siempre acompañados de entusiastas proclamas sobre cómo cada innovación proporcionaría a la gente corriente mayor acceso a los recursos, mayor poder sobre decisiones clave, y amplias oportunidades para la participación política. Con la llegada de los ordenadores personales e Internet a finales del siglo XX, esta persistente visión se ha reavivado poderosamente. Muchos observadores han predicho que un tipo radical de democracia –descentralizada, antijerárquica, y de participación directa– fluiría seguramente del extendido uso de los aparatos electrónicos digitales. ¿Están bien fundadas estas expectativas de renovación política?

Ecos Históricos

La creencia en este tipo de conexión entre tecnología y democracia está presente en los principales trabajos de ingeniería de los primeros años de los Estados Unidos. El Canal de Erie, por ejemplo, se anunciaba no sólo como el canal que llevaría cargamentos de este a oeste, sino también como la mismísima apoteosis del ciudadano común. En el acto de apertura del canal en 1825, el Utica Sentinel declaraba que el proyecto era especialmente relevante como: “prueba que será presentada a toda la humanidad de las capacidades del pueblo libre, cuyas energías, no dirigidas por ninguna autoridad absoluta y con una suma que sería insuficiente para costear la pompa real de cualquier monarquía durante un sólo año, han llevado a cabo un trabajo de mayor utilidad pública que el que las fuerzas reunidas de todas las monarquías del mundo hayan efectuado desde su fundación en la tierra”1. La fecha elegida para la gran ceremonia de apertura de muchos importantes proyectos tecnológicos de este período –el gran ferrocarril de Pennsylvania (1826), el ferrocarril entre Baltimore y Ohio (1828), el Canal Baltimore-Ohio (1828), el ferrocarril entre Boston y Worcester (1835), y otros– fue el Día de la Independencia. Las celebraciones de los nuevos sistemas técnicos el día 4 de Julio los asocia de forma indiscutible con las tradiciones democráticas emergentes en el país.

La fuerte asociación establecida entre el progreso técnico y la vitalidad de la ciudadanía continuó a lo largo del siglo XIX. Una revista de negocios de 1841 elogiaba la “navegación a vapor” y otros inventos, por el modo en que estos elevaban las capacidades políticas de los pueblos corrientes: “En exacta proporción a la extensión de la libertad política y la difusión de la inteligencia popular, se ha producido el avance de la invención y los artefactos útiles… Así como el poder político ha sido difundido entre grandes masas de hombres, la mente humana ha sido dirigida hacia aquellas invenciones que se diseñan para otorgar sólidos beneficios a esas masas”2. Las proclamas sobre el progreso tecnológico durante este período enfatizan comúnmente la contribución que estos progresos hacen a la igualdad política, la competencia cívica, y a la ampliación de los horizontes de la participación democrática. En 1836, George S. White, un defensor incondicional de la industrialización, alababa las continuas mejoras técnicas describiéndolas como “una máquina moral la cual, en la misma proporción rápida y constante entre todas las partes de nuestra nación, tiende efectivamente a perfeccionar la civilización, y a elevar el carácter moral de su gente”3.

A lo largo de las décadas, la admiración por la técnica se ha ido desplazando de cada nuevo aparato al siguiente. A principios del siglo XX, por ejemplo, las expectativas que hoy tenemos respecto de los ordenadores e Internet se atribuían a la radio. En 1924, Herbert Hoover, entonces secretario de comercio, elogiaba la radio por su potencial político: “No nos olvidemos de que el valor principal de este gran sistema no descansa primariamente en su alcance, ni siquiera en su eficiencia… Por primera vez en la historia de la humanidad tenemos la capacidad de comunicarnos simultáneamente con millones de compañeros nuestros, para proporcionarles entretenimiento, instrucción, y una amplia visión de los problemas y los eventos nacionales”4. Para algunos entusiastas de la radio de este período, la inmediatez de las transmisiones radiofónicas era el presagio de la participación ciudadana en la política, por los fuertes vínculos que proporcionaba entre los representantes elegidos y el pueblo. En un número de la revista Radio Broadcast de 1924, el columnista Mark Sullivan se preguntaba, “¿Permitirá la radio el gobierno del pueblo?” y respondía con un convencido “Sí”. “En la actualidad”, escribía, “el público es dependiente de la censura delegada en la persona del reportero periodístico… El mérito fundamental de la radio en el congreso será que permitirá al público acceder directamente a la información”5.

Las encomiendas de este tipo no estuvieron limitadas a los aparatos de comunicación. El avión, el automóvil, los plásticos, los electrodomésticos, y las grandes presas y sistemas del agua, fueron ampliamente elogiados y considerados como manifestaciones de un espíritu populista en expansión6. Por ello, a David E. Lilienthal, presidente de la Autoridad del Valle de Tenneesse, le costó enormes esfuerzos convencer de que el TVA –un voluminoso complejo de alrededor de cincuenta presas, plantas eléctricas y cauces artificiales para el control de desbordamientos comenzado en 1933– no produciría una molesta concentración de poder o de control centralizado. Su libro, TVA: Democracy on the March, argumentaba que el sistema TVA era un gran encuentro popular entre los americanos de a pie y las fuerzas de la naturaleza. “Cuando se siguen los principios que se encuentran en las raíces de la democracia”, escribía, “la electricidad, así como los minerales de la tierra, proveen al hombre del estímulo para su propia vida, al igual que una oportunidad para trabajar junto a otros hombres para conseguir un propósito mayor que cualquier propósito individual. A través de un acto de unión de los esfuerzos de la participación ciudadana se refuerza la esencial libertad humana, y aumentan sus satisfacciones” (Lilienthal, 1953: 91).

Las proclamas de revitalización cívica a través de la innovación tecnológica tienen un elemento de verdad. Claramente, los avances acumulativos en la producción industrial, el transporte y las comunicaciones han mejorado la calidad de vida de los ciudadanos comunes. Es razonable concluir que, a través del desarrollo de los mecanismos de comunicación electrónica, la gente estará mejor educada e informada sobre el mundo social y político. Los americanos han sacado partido de los instrumentos de producción y comunicación disponibles que pueden mejorar los intereses personales y de grupo. Actualmente una gran cantidad de tecnologías son elementos clave dentro del tejido de la sociedad política americana; de hecho, es prácticamente imposible imaginar la democracia moderna sin su parafernalia de dispositivos técnicos.

Durante los dos siglos pasados, no obstante, la retórica elogiadora de cada nuevo matrimonio entre tecnología y democracia ha tendido también a ignorar algunos hechos importantes, y ha descuidado amplios patrones de desarrollo sociotécnico, entre los que se incluyen algunos que proyectan sombras sobre esas esperanzas de mayor igualdad, participación, y ciudadanía democrática efectiva. Por tanto, aunque los ferrocarriles fueran alabados como el medio de transporte que ayudaría a democratizar los Estados Unidos y haría el continente más accesible a una gran masa de población, en las últimas décadas del siglo XIX los trenes se convirtieron en el foco de las protestas populares de los granjeros y los habitantes de poblaciones pequeñas, que veían sus vidas controladas por los bancos centralizados y las líneas ferroviarias. De igual modo, las primeras expectativas de que el sistema de fábricas llegara a ser la joya de la corona del país, fueron pronto ensombrecidas por décadas de luchas laborales por los salarios, los horarios de trabajo, los beneficios, y, en general, por las condiciones de trabajo en las cadenas de montaje. A pesar de que las fábricas manufactureras contribuyeron a la mejora de las vidas de la población trabajadora, también fueron ampliamente consideradas como un lugar de reglamentación estricta, de desigualdad y de relaciones sociales de opresión.

De la misma manera, el romance democrático con el automóvil (que continúa en gran medida aún entre nosotros) debe ser también visto dentro del escenario de un drama político y social más amplio. Durante las décadas centrales del siglo XX, la construcción de grandes autopistas y carreteras de circunvalación produjo una vía de escape a través de la cual principalmente los blancos de clase media de los suburbios abandonaron las ciudades industriales, dejando tras sí los grupos menos favorecidos. Considerado dentro del sistema completo del uso de la tierra, las hipotecas y la planificación del tráfico, el automóvil se convirtió en un elemento de división económica, política y social que perturba la democracia americana hasta nuestros días.

De la misma manera, el romance democrático con el automóvil (que continúa en gran medida aún entre nosotros) debe ser también visto dentro del escenario de un drama político y social más amplio. Durante las décadas centrales del siglo XX, la construcción de grandes autopistas y carreteras de circunvalación produjo una vía de escape a través de la cual principalmente los blancos de clase media de los suburbios abandonaron las ciudades industriales, dejando tras sí los grupos menos favorecidos. Considerado dentro del sistema completo del uso de la tierra, las hipotecas y la planificación del tráfico, el automóvil se convirtió en un elemento de división económica, política y social que perturba la democracia americana hasta nuestros días.

En resumen, una serie de problemas han complicado las esperanzas de igualdad política, inclusión, poder compartido y amplia participación de una población más cultivada por el uso creciente de sistemas tecnológicos. Las visiones estáticas de la “tecnodemocracia” han fallado históricamente en su renuencia a reconocer las complejas circunstancias sociales, organizativas y políticas en las que las tecnologías estaban inmersas. No obstante, la recurrencia de malformaciones y desórdenes relacionados con la tecnología nunca han acallado los sueños de renovación. Tan pronto como un nuevo mecanismo tecnológico aparece en escena, todas las historias y problemas del pasado son simplemente olvidadas, y reemplazadas por una confianza renovada en que la sociedad ha tropezado por fin con algo maravilloso y sin precedentes.

La esperanza renacida

Durante las últimas décadas del siglo XX, el lugar predilecto donde localizar la salvación política dentro del reino de los instrumentos se trasladó a la tecnología electrónica y digital. Cuando las comunicaciones por ordenador se extendieron desde las organizaciones militares y corporativas a la sociedad, sus partidarios proclamaron que a los ciudadanos les había sido entregado un maravilloso regalo, una herramienta que restauraría el poder del autogobierno a la gente corriente. Predicciones de esta índole eran centrales en el bestseller de Alvin Toffler (1980) The Third Wave, donde los ordenadores y “la casita de la electrónica” eran considerados la nueva primavera de la política popular. Los escritos sobre la sociedad de la información durante la década de los ochenta daban optimistas proyecciones de despliegue de la “revolución informática”, especialmente de los efectos radicalmente democratizadores del ordenador personal. A partir de entonces la gente corriente contaría con el poder que ofrecen los ordenadores para competir con el que tienen las grandes organizaciones7.

A principios de los noventa, sin embargo, el foco de las esperanzas políticas se trasladó del ordenador personal (PC) a las redes de ordenadores (Internet) y su potencial para dar poder a los ciudadanos. Una de las primeras y más conocidas declaraciones de esta promesa fue el libro The virtual Community, de Howard Rheingold (1993). Cuidadoso en presentar su utopía como una posibilidad atrayente más que como un futuro necesario, la visión de Rheingold se hacía eco de las clásicas esperanzas que tenían las generaciones precedentes acerca de la tecnología y la política. “El significado político (de la comunicación mediada por los ordenadores) descansa en su capacidad para desafiar el monopolio que la clase política tiene sobre los poderosos medios de comunicación, y quizás, por tanto, revitalizar la democraciabasada-en-los-ciudadanos”. Basándose en sus observaciones de los foros de discusión en Internet, Rheingold predecía una “red mundial de comunicación centrada en, y controlada por, los ciudadanos”, un “ágora electrónica” que estaba al alcance de nuestra mano (Rheingold,1993: 14). Al final de la década, esas esperanzas eran, si cabe, más vivas y se continuaban anunciando como si fuera un descubrimiento totalmente nuevo. En este sentido, Andrew Shapiro en The Control Revolution lamenta que la evolución de la moderna democracia liberal representativa haya abandonado las elecciones políticas decisivas en manos de los representantes públicos elegidos. Sha piro dice: “Ahora, sin embargo, la tecnología puede permitirnos realizar muchas de esas decisiones por nosotros mismos. Podemos convertirnos no sólo en ciudadanos, sino en ciudadanos-gobernantes, jugando cada uno de nosotros un rol a la hora de organizar la distribución de los recursos, el manejo del poder estatal y la protección de los derechos” (Sha piro, 1999: 154). Expresiones de este tipo han llegado a ser moneda de cambio en las descripciones que se hacen de Internet en los medios periodísticos, así como en cientos de foros de discusión on-line. La experiencia de muchos usuarios de los ordenadores les induce a creer que el mundo está siendo rápidamente democratizado por la enorme cobertura de la red, y que ha aumentado su propia influencia sobre las decisiones. La sensación de que aumenta el poder a través de la implicación personal en el ciberespacio está actualmente muy extendida y es muy fuerte.

La buena noticia quizá sea que la predicha revitalización de la esfera pública vía Internet indudablemente amplificará docenas de revoluciones tecno-democráticas previas, muchas de las cuales, como hemos visto, han ido haciendo de la política americana una famosa utopía de condiciones ideales de igualdad económica, de poder compartido sobre las decisiones, y de elevación de los niveles de participación política. Una tradición sin precedentes de aumento del poder ciudadano directo. No obstante, frente a estas felices visiones de éxito, uno debe pararse a plantear algunas cuestiones serias: ¿está teniendo lugar realmente una revolución democrática?, ¿existe, por ejemplo, una nivelación del influjo político, una disminución de la concentración del poder político y económico en manos de unos pocos?, ¿qué hemos de hacer con la pretensión de que Internet ayuda a generar una nueva forma de democracia vital y efectiva?

Por ahora está claro que Internet es un nuevo medio de comunicación enormemente popular. Los americanos parecen estar ansiosos por subir a bordo de este nuevo medio: usar el correo electrónico, entrar en los foros de discusión y navegar por los billones de páginas de la World Wide Web. Estudios realizados por la Radio Pública Nacional y el Centro de Comunicación de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) indican que aproximadamente dos terceras partes de los adultos en los Estados Unidos usan Internet, o al menos lo han hecho en una ocasión8. Aunque continúan existiendo desigualdades significativas en cuanto al acceso a Internet, esas diferencias parecen irse estrechando en los Estados Unidos, ya que el uso del ordenador se está instalando en la vida diaria en todos los niveles económicos.

Algunos estudios sobre usuarios de Internet indican también que, para aquellos con capacidad de registrarse en la red, existen a menudo fuertes sentimientos de felicidad por el uso del correo electrónico y los navegadores, por tener acceso a vastas fuentes de información, noticias y entretenimiento, así como por las oportunidades de hablar con mucha más gente y de extender la esfera de sus contactos. Parece que la impresión más común es que hemos sobrepasado los confines de las comunicaciones electrónicas que han caracterizado durante largo tiempo los medios audiovisuales de comunicación. Uno ya no está sujeto a que los mensajes se transmitan desde una o muy pocas fuentes. El toque de dedo de una sola persona proporciona un universo virtualmente ilimitado de información. Por esta razón, mucha gente que usa este medio experimenta una sensación de liberación, siendo conscientes de que, de algún modo, ellos pueden controlar el tipo de conexión que tienen con las noticias y la información, lo cual incluye fuentes que no están filtradas (o al menos poco filtradas) por editores, programadores de noticias y otros árbitros de la “información aceptable”.

En esta misma línea, mucha gente disfruta de relaciones organizativas que parecen menos abrumadas por la jerarquía, y libres de la autoridad y de las estructuras sociales que antes servían de intermediarios dentro del flujo de información, bienes y servicios. Muchos entusiastas de Internet creen que la eliminación de capas organizativas que se ha dado en el presente dentro de algunas innovadoras empresas comerciales globales, se extenderá de modo inevitable a las relaciones políticas en su conjunto. En su amplio texto Declaración de independencia del ciberespacio, John Perry Barlow avisa a “los gobiernos del Mundo Industrial” de su persistente irrelevancia. “Yo declaro que el espacio social global que estamos construyendo es naturalmente independiente de cualquier tiranía que queráis imponernos. Vosotros no tenéis ningún derecho moral a regularnos, ni tampoco poseéis ningún método de aplicación del que nosotros tengamos auténticos motivos para temer” (Perry, 1996).

Igualmente importante para muchos entusiastas de Internet es la posibilidad de que la gente corriente pueda convertirse en productora, y no meramente consumidora, de la información electrónica diseminada por la red. Como todo el mundo puede escribir mensajes, crear páginas web, abrir un boletín de noticias, iniciar contactos y organizar grupos de interés on-line, las posibilidades de que exista una ciudadanía que se exprese y delibere parecen enormes. A este respecto, la atracción que causa el mundo virtual llega a ser positivamente seductora. Recientemente, la estudiosa feminista Ellen Balka realizó una retrospectiva sobre las tendencias que el pensamiento feminista ha tenido respecto a la relación entre tecnología y sociedad. Ella pone de manifiesto que durante la pasada década, ha habido un relevante declive en la frecuencia y calidad de las contribuciones feministas a este debate. “¿A dónde –se pregunta– han ido todas las críticas feministas a las tecnologías de la información? Nosotras hemos ido por el ciberespacio allá donde la tecnología ha hecho posible que vayamos, y en nuestro entusiasmo por la tecnología, hemos perdido la perspectiva feminista crítica”. En la visión de Balka, la implicación con Internet está reemplazando rápidamente otro tipo de compromiso político más directo, cara a cara (Balka, 1999).

Si miramos hacia la esfera de la política convencional –campañas electorales, actividades de quienes pertenecen a los grupos de presión, intentos de conformación de la opinión pública– está claro que Internet es actualmente un medio para movilizar los intereses políticos de un modo rápido y sencillo. Como se explica a lo largo de este libro9, grupos e individuos de todo el espectro ideológico están usando las páginas web, las listas de servidores y el correo electrónico para organizar y hacer públicos sus puntos de vista. El carácter global de la red hace que todo esto sea muy atractivo, porque Internet no sólo ofrece la posibilidad de una diseminación más amplia de los mensajes individuales de cada uno, sino que también hace más difícil el control por una agencia exterior. Por ejemplo, los grupos neonazis y otros grupos racistas, que en Alemania están sujetos a grandes restricciones, están moviendo sus páginas web a servidores estadounidenses, esquivando así el poder político de su país sobre su propaganda. Aunque el flujo digital global de ideas políticas ha aumentado las esperanzas de que se produzca una mayor comprensión y respeto entre los diferentes grupos raciales, no hay ninguna garantía de que esto ocurra.

De nuevo, como muestra este libro10, las campañas electorales de todos los niveles tienen en la actualidad una o varias páginas web donde presentan las posturas de los candidatos. Además, una nueva característica bastante discutible es que los grupos opositores de un candidato pueden producir de un modo muy barato sátiras atractivas que parecen reales. Durante la campaña presidencial del año 2000, tanto George W. Bush como AlbertGore fueron llevados de aquí para allá por cientos de web sites que llevaban su nombre y sus fotos, donde se ofrecían cómicos comunicados de prensa ficticios y ‘declaraciones políticas’. La página www.GWBush.com, por ejemplo, defendía la amnistía presidencial general para toda persona que permaneciera en la cárcel por la indiscreción juvenil de poseer drogas11. El rápido aumento del uso de Internet como un vehículo para transmitir bromas es uno de los desarrollos más sorprendentes en Internet en los años recientes. El que esto pueda ser considerado como una contribución positiva al discurso público, o simplemente como otra expresión más del mal humor ciudadano es algo que aún no está claro.

Se pueden ofrecer infinidad de ejemplos que apoyan la conclusión de que Internet está haciendo importantes contribuciones a la democracia. Pero, ¿cómo deben de ser sopesadas estas declaraciones dentro de una comprensión más amplia de la política actual?

Comprobando la realidad

Puede haber poca duda de que Internet ya se ha convertido en una característica importante de la cultura política contemporánea. Los ordenadores en red ofrecen la oportunidad para que se produzcan modos de expresión vivos y diversos. A este respecto se parece enormemente a otros dominios de la cultura popular –entretenimiento, deportes, moda y consumismo, entre las más importantes– que han jugado un rol democratizador en la sociedad moderna. Los bienes de consumo, por ejemplo, se han convertido en medios a través de los cuales la gente se expresa a sí misma: lo que compran, lo que visten, lo que poseen y lo que usan es un símbolo de sus vidas. El mercado responde a estas expresiones del gusto y el deseo popular y a las identidades que la gente prefiere, intentando producir más de eso mismo a través de la publicidad. Las películas de Hollywood, y los programas de televisión, de modo similar, reflejan la cultura democrática proporcionando un espejo a las fantasías de las audiencias masivas. Se puede catalogar directamente una porción substancial de la organización y el contenido de la comunicación actual en Internet en una misma categoría: una contribución a la cultura de los símbolos, mensajes y significados ampliamente compartidos, pero también altamente comercializados, de la sociedad actual.

Pero, ¿puede considerarse que estas manifestaciones culturales de la democracia son una contribución a la democracia en un sentido político más básico? ¿La movilización de la atención y la actividad general hacia Internet es efectiva cuando se trata de cuestiones de poder y política? ¿Mejora la Red la cantidad y calidad de la participación ciudadana?

Preguntándonos cuestiones de este tipo, nos damos cuenta de que no podemos considerar que Internet –como otras tantas tecnologías anunciadas en el pasado– sea una entidad que existe por sí misma, aislada de otras prácticas y organizaciones políticas. Los entusiastas de la democracia de Internet esgrimen a menudo argumentos como los siguientes: “Por un lado observamos los patrones dominantes de la política corriente: la política de la diplomacia, los partidos políticos, etc., que se usan para ser el centro del poder. Por otro lado, en el lado de Internet, hay patrones completamente nuevos de redes de ordenadores, en los cuales se desvanecen las jerarquías, nadie ostenta el poder, y se crean nuevas expresiones de ciudadanía”. Estos argumentos parecen apelar, según nos parece entender, a dos esferas que ocupan claramente el mismo espacio político. Si las actividades de la comunicación on line no modifican sustancialmente los patrones de influencia sobre decisiones políticas clave, haciendo que la influencia sea más ampliamente compartida que antes, entonces los anuncios de que se está produciendo una revolución democrática son bastante prematuros.

Por supuesto, lo que ocurra a largo plazo con estos desarrollos no se anticipa con fiabilidad. Esta interpenetración entre Internet y la sociedad política sigue inmersa en un proceso, cuyo desenlace es altamente incierto. ¿Quién sabe cómo será nuestra política dentro de veinte años? Pero no obstante, uno puede tomar nota de los patrones que hay hoy día, los cuales nos sugieren que la continuidad más que la ruptura será la característica del influjo de las estructuras y prácticas telemáticas en la política y la configuración del poder social.

Tomemos la afluencia de votantes, por ejemplo. Internet parece haber tenido hasta ahora un efecto mínimo en el número de gente que va de hecho a las urnas. En los Estados Unidos, la participación en las votaciones está normalmente en un 50% o menos12. Contando la gente que no se registra para votar, esto significa que aproximadamente un 25% de la población se convierte realmente en mayoría efectiva, en fuerza gobernante. El rango de votantes en la mayoría de las elecciones –típicamente hombres y mujeres de clase media, preocupados por los impuestos, la educación y la seguridad social– constituyen un sector aún menor de la población, pero reciben una atención desproporcionada por parte de los candidatos. Estas tendencias en las elecciones americanas son preocupantes, y dan lugar a una gran cantidad de cinismo. Generan una sensación de amargo desdén hacia la política por parte de la ciudadanía, que los políticos hábiles saben manipular a su favor. Hasta ahora, Internet no ha hecho nada para cambiar ni la escasez de participación en las votaciones, ni para explotarse políticamente a sí misma.

¿Qué podemos decir sobre la extendida sugerencia de que la gente está encontrando nuevos foros para la discusión pública y la actividad ciudadana en Internet, foros centrados en intereses, cuestiones y campañas concretas? Hay algo que decir sobre esta interpretación de Internet, como se ejemplifica en el capítulo 1013. No obstante, si nos limitamos- simplemente al volumen de participación, no parece que se haya dado ningún aumento durante la era de Internet en comparación con la era de la televisión o la del periódico. De hecho, los estudios de Robert Putnam sobre la cultura cívica muestran un firme descenso de la participación ciudadana en la vida pública desde la segunda Guerra Mundial14. El número de gente que está dispuesta a comprometerse en las actividades públicas, más allá de pagar sus impuestos y obedecer las leyes, está disminuyendo. Por supuesto, sigue persistiendo una minoría, aunque muy visible y vociferante, que encuentra en Internet la gracia divina. Pero si la democracia significa algo, significa una amplia participación de la gente corriente en los asuntos relacionados con el gobierno del país. La tendencia hacia una mayor participación no parece ser especialmente esperanzadora, a menos que se considere que la extendida apatía es un signo de que la gente está básicamente satisfecha15.

¿Y qué hay de la idea de que la democracia está experimentando un renacimiento, dado el ímpetu de la discusión política, el debate y la recolección de información? Los primeros informes no son especialmente prometedores. El ideal del discurso democrático de la antigua polis griega o de los decimonónicos mítines cívicos de Nueva Inglaterra, y que se aplauden en los escritos de John Dewey y Jurgen Habermas, sugiere que la gente con distintos compromisos y puntos de vista pueden discutir, argumentar, deliberar, y, por último, decidir juntos el rumbo de una acción. En las verdaderas situaciones democráticas, lo que sostiene la promesa final de un buen gobierno es la diversidad de los participantes, así como su compromiso de colaborar con personas cuyas ideas difieren de las suyas.

Además, como observa Galtson en el capítulo 316, los foros abiertos y diversos no son tan característicos de la participación en Internet. La gente normalmente “personaliza” las fuentes de información que les interesa, seleccionando, por ejemplo, sólo las reseñas o noticias sobre un asunto en particular o sobre su equipo deportivo favorito. Internet hace posible una selección mucho mayor de la que permitían los periódicos tradicionales; en las décadas anteriores, la prensa presentaba a los lectores los asuntos de forma rutinaria con un repertorio de temas bastante amplio, debido a que los editores tenían que dirigirse a un extenso dominio de lectores potenciales. Hoy en día, los usuarios pueden delimitar aquella serie de asuntos que se centran justamente en lo que les interesa en un momento dado.

El mismo tipo de selección se puede encontrar en los grupos de chat y en las listas de servidores de Internet. Gente que piensa de manera similar comparte información e ideas, reforzando opiniones que ya sostenían previamente. En Internet, así como en los escenarios políticos cara a cara, la gente normalmente se encuentra incómoda con la ambigüedad, el desacuerdo y las expresiones de puntos de vista distintos al suyo. En los encuentros cara a cara, no obstante, existe a veces un momento en el que la gente siente la necesidad de unirse y buscar un compromiso. De hecho, este es uno de los grandes premios de la comunicación política en democracia: el deseo de expresar lo que uno piensa, de escuchar los puntos de vista de lo otros, y buscar después un terreno común. Desgraciadamente, muchos de los actuales foros en la Red carecen de esta cualidad. La mayoría de las veces, lo que se encuentra es gente con similares puntos de vista hablando entre ellos. Cuando emergen voces disidentes o puntos de vista diferentes, se dan a menudo con la aspereza y la crítica que es característica de algunas discusiones on line: los internautas permanecen en la discusión el tiempo suficiente para repartir unos cuantos “disparos” y después desaparecer, un lujo que Internet permite. Por comparación, las comunidades situadas geográficamente tienden a hacer sus críticas de manera más responsable; uno tiene que levantarse al día siguiente y mirar a sus vecinos a la cara. Por tanto, Internet parece ser bastante mejor para encenderse airadamente o desahogarse que para buscar soluciones democráticas.

Los científicos políticos no deben sorprenderse de descubrir que las discusiones deliberativas no se forman en la red. Numerosos estudios resaltan que el aumento de la cantidad de información o del número de canales accesibles a los ciudadanos no implica ninguna mejora ni en la voluntad de participar en política ni en la calidad de la participación cuando esta tiene lugar17. La idea de que el acceso a enormes recursos de información almacenada electrónicamente hará a los ciudadanos más efectivos y sabios no es siempre verdad. Debe ocurrir algo más, dentro del espacio de comunicación, para que una democracia activa y efectiva salga a la luz.

Ese elemento extra, en mi opinión, incluye un compromiso directo y mantenido con otros en comunidades de interés para cada individuo, sobre cuestiones que afectan a la vida de todos. Durante muchas décadas el sistema de partidos políticos en América satisfizo esta condición en cierto modo, aunque de una manera que no era completamente democrática. La gente corriente traía una preocupación al líder del partido político local, el cual organizaba las fuerzas del partido y prestaba cierta atención a las necesidades de la gente de su distrito. Este representante comunicaría esas necesidades a los líderes del partido de niveles más altos, los cuales en las siguientes legislaturas cumplirían con lo pactado, lo cual proporciona una respuesta, aunque sea parcial, a las preocupaciones de la gente corriente.

A la luz de esto, Internet se parece mucho a la televisión en cuanto a que sirve como sustituto del contacto directo entre los ciudadanos y los líderes políticos, que anteriormente tenía lugar en los partidos políticos. Aunque Internet es en algunos aspectos más interactiva que la televisión en cuanto a lo que la política se refiere, ambos medios comparten una fuerte tendencia a desconectar la vida diaria y las necesidades más inmediatas del pueblo llano de los procesos políticos. La mayoría de los ciudadanos carecen de cualquier contacto directo con personas que están directamente involucradas en la política o en los gobiernos. La inmensa mayoría sencillamente no están comprometidos de ningún modo con los asuntos públicos más importantes de la actualidad, y ni si quiera hablan con personas que sí lo están.

Todo esto significa que Internet ha hecho muy poco hasta ahora con respecto al modo fundamental en que se gobierna la sociedad. Los patrones de poder económico profundamente enraizado que han prevalecido a lo largo del tiempo en los estados declarados democráticos continúan siendo prominentes y efectivos. Las elites basadas en los sectores financieros y empresariales influyen fuertemente en la elección de los candidatos, conforman las ideas de los partidos políticos, financian las campañas electorales, y finalmente controlan los resultados de la acción política del gobierno. La ausencia continuada de compromiso ciudadano es la condición subyacente que permite que florezca el ejercicio del poder oligárquico contemporáneo, quedando la democracia reducida a un conjunto de eslóganes cada vez más huecos.

¿Comunicaciones para quién?

Una cuestión importante a la que deberán hacer frente las políticas democráticas en las próximas décadas es la de si los modos de comunicación disponibles en Internet se convertirán (como sugieren los entusiastas) en una alternativa a los actuales patrones que relacionan los medios de comunicación electrónicos con las concentraciones de poder político –condición que debilita mucho la democracia contemporánea–. El crecimiento a nivel mundial de los oligopolios en la publicidad y en los medios de comunicación electrónicos limita severamente la variedad de la información, las noticias, y la expresión pública disponible en periódicos, revistas, libros, películas y programas de televisión con que se encuentra la mayoría de los ciudadano s (McChesney, 1999). Según las grandes compañías trasladen sus operaciones a Internet ofreciendo atractivos ‘paquetes’ de diversión mediática, se puede eclipsar la acariciada experiencia de Internet como un lugar de expresión libre. La esfera de las redes de ordenadores y la comunicación sin cable ha sido declarada como ‘el próximo gran mercado’: una zona empresarial que las compañías globales esperan dominar.

Existe ahora, por ejemplo, un enorme interés por dirigir a los internautas a través de portales, páginas que organizan la amplia gama de información en Internet en rutas pre determinadas y altamente comercializadas, al estilo de la estructura de canales de la televisión por cable o vía satélite. No es sorprendente que los propietarios de muchos de los portales de Internet sean las mismas compañías que controlan también la televisión americana. Los portales transmiten cada vez más la impresión de que en Internet se encuentra todo lo que puede existir sobre ocio, deportes, compras, actuaciones, planes de vacaciones y otras variedades de consumo. Llama la atención que en ellos casi no existan categorías y vínculos que animen a las personas que navegan habitualmente a explorar aún el más convencional de los asuntos políticos. La misma sensibilidad política subyacente se encuentra en los canales por cable o vía satélite que se dedican a Internet –Tech TV, por ejemplo– cuyas ofertas, las veinticuatro horas del día, acentúan la visión de las comunicaciones digitales como un adictivo bombardeo de oportunidades para comprar, jugar con videojuegos, y gastar dinero en general. Al contrario de lo que esperaban los visionarios de Internet, ninguno de los programas de esos canales tech resalta las oportunidades de los ciudadanos de comprometerse con los problemas públicos. Lo que sugieren en cambio es que el sillón-ball y el ratónball son ‘deportes’ muy parecidos.

Hasta el momento, los intentos de cambiar Internet dentro de este modelo ideal corporativo no han sido completamente satisfactorios. Se podría esperar que el número y la diversidad de posibilidades de las comunicaciones en Internet favorezcan finalmente la democracia popular. Pero compañías como Time Warner/ AOL, Yahoo!, el imperio mediático Rupert Murdoch, Disney/ABC, MSNB y otras compañías globales, están trabajando duro para conformar el flujo de la información electrónica y obtener los beneficios que resultarán de este nuevo medio. Guiar las ideas, expectativas, y preferencias que flotan en las mentes de los políticos y los ciudadanos dentro de este dominio es el principal objetivo que persiguen estos programas organizados de manipulación política y social en Internet. Una resistencia organizada contra esta influencia está lejos de ser evidente.

Un problema muy cercano a este, que afecta también a la democracia, es la flagrante corrupción de los políticos, los candidatos y los representantes públicos, cuando se trata de conseguir fondos para sus campañas publicitarias televisivas. Como la tendencia actual se dirige hacia la total fusión de Internet y televisión en un futuro no muy lejano, parece probable que las prácticas más lamentables de recaudación de fondos se transfieran sin más al nuevo medio del ciberespacio. Las redes de ordenadores podrían convertirse fácilmente en recursos con los que personas adineradas y diferentes organizaciones compren el acceso y el poder, y fijen en la agenda asuntos que afecten el modo de vida de la gente. Los entusiastas de la democracia en Internet no han tenido en cuenta estas posibilidades, especialmente la intensa comercialización del ciberespacio y la probable transferencia de las patologías existentes en la política actual al nuevo medio. Se decantan, en cambio, por las fantasías de la vieja y raída utopía sobre tecnología y democracia que siempre reaparece en la historia americana, aunque en el pasado no haya demostrado ser una buena guía para la acción. Complacerse en estos ensueños utópicos mientras ignoramos alternativas políticas importantes –como, por ejemplo, las políticas de telecomunicaciones tomadas a mediados de los 90– es lo que equivocadamente se denomina “ser optimistas sobre el futuro”.

Conclusión

Considerando el asunto dentro de la política general de las comunicaciones, el principal problema que se nos plantea es menos el de las peculiaridades de cada medio de comunicación concreto, que el asunto del control de los canales de todo tipo (especialmente el tipo de reglas que gobiernan el acceso, la exclusión de ellas y su uso). En los Estados Unidos, viene siendo común un determinado desarrollo de los medios de comunicación de modo que en un principio parecen conectados enormemente con nociones como el bien público, pero posteriormente acaban sirviendo para siempre a los intereses económicos privados. Una vez tras otra, el país dona enormes cantidades de dinero proveniente de los impuestos a la investigación y el desarrollo de los medios electrónicos, esperando que la población en su conjunto se beneficie de ellos. Pero según un modelo repetido durante décadas, el gobierno se desentiende pronto del asunto, entregando los nuevos medios de comunicación a empresas que buscan sus propios beneficios. A lo largo de las décadas, quienes han gestionado la política pública americana siempre han estado dispuestos a abandonar la apuesta pública en manos de las compañías (y ahora Internet), porque creen que el sector empresarial conoce mejor cómo construir y administrar los medios de comunicación sociales.

Esta absoluta necedad de regalar la enorme riqueza pública que suponen los recursos electrónicos es ya suficientemente dañina. Pero, además, a este mal se le suman otros efectos negativos que esta política genera, como limitar las posibilidades del acceso libre y general a los nuevos medios de comunicación en el ámbito de las artes, la educación, y otros ámbitos de carácter público. No nos debe sorprender, por tanto, que una sociedad que durante tantos años ha visto sistemáticamente maniatada la capacidad de sus ciudadanos de utilizar ellos mismos las herramientas del discurso electrónico, se despierte en la actualidad encontrándose con una esfera pública marchita y deformada, y con un creciente cinismo en la población. No es probable que la receta utópica –“añadir Internet y revolver”– cambie la situación.

Una cuestión clave es, entonces, si nuestra sociedad tiene de facto la voluntad y el compromiso necesarios para preservar un amplio dominio cultural, un dominio donde se limite el influjo de la publicidad y otras fuerzas del mercado, y donde se fomenten las actividades culturales. Un consenso que preserve un espacio electrónico público de este tipo, que nunca fue muy fuerte en los Estados Unidos, se ha esfumado totalmente durante las eras Reagan/Bush y la era Clinton, donde se ha considerado que el mercado global es el único árbitro de las prioridades sociales. Internet, tal y como existe hoy en día, muestra extraordinariamente bien esta tendencia. De lo que damos testimonio en nuestro país no es de la revitalización de la política democrática, sino de la creación de una nueva y enorme esfera de desarrollo de la empresa comercial.

Como muestran claramente los titulares y las páginas de las publicaciones financieras, Internet está mudando rápidamente hacia una nueva etapa. La televisión, tal y como ha existido en el siglo pasado, está abriendo paso a un nuevo híbrido, que incluye televisión de alta definición, una red de ordenadores mundialmente conectados y un patrón de competentes formatos digitales. Los enormes conglomerados de empresas mediáticas saben exactamente lo que quieren conseguir con esta transformación: unos beneficios sin precedentes en esta esfera sin reglas que combina el teléfono local y el de larga distancia, la televisión por cable, y los servicios lucrativos en Internet. Entonces, ¿qué pueden demandar los ciudadanos de las sociedades democráticas –si es que demandan algo– de este nuevo medio digital?, ¿qué pueden pedir que sea distinto de lo que se ofrece actualmente: más deportes, más películas, más oportunidades de consumo? Es esta una cuestión enormemente importante que está esperando atención, y un estudio y debate más extensos.


Citas

1 “The Grand Canal Celebration”. Utica Sentinel, 8, November 1824, citado por Nye (1994: 36)

2 “American Steam Navigation”, Hunt’s Merchant Magazine, February 1841, p. 14, citado en Nye (1994: 38).

3 George S. White, Memoir of Samuel Slater, Philadelphia. 1836, reimpreso en The New England Mill Village, 1790- 1860, ed. G. Kulik et al. (1982: 355).

4 Citado en Lapin (1995: 175).

5 Ibid, p. 218.

6 Véase, por ejemplo, Corn (1983).

7 Véase mi discusión sobre este período en “Mythinformation”, en mi libro The Whale and the Reactor: A Search for Limits in an Age of Hight, Technology, Chicago, University of Chicago Press, 1986, pp.97- 117. (Traducción al español: La ballena y el reactor: una búsqueda de los límites de la alta tecnología, Barcelona, Gedisa, 1987).

8 NPR, Fundación Kaiser, y Kennedy School of Goverment, Technology Survey, //npr.org/programs/specials/poll/technology/, issued February 2000; UCLA Center for Communication Policy. Surveying the Digital Future: The UCLA Internet Report. www.eep.ucla.edu. Noviembre, 2000.

9 Recuérdese que este texto de Winner forma parte del libro The civic web: online politics and democractic values. Véase información acerca de este artículo al pie del título.

10 Ibid.

11 Véase la página web www.GWBush.com

12 Un análisis reciente de la situación se encuentra en Kornbluh (2000).

13 Véase nota 9.

14 Putnam (2000). En un artículo anterior, Putnam investiga varias posibles causas del declive de la participación comunitaria durante la última mitad del siglo XX. Escribe: “He descubierto que sólo hay un sospechoso contra quien se acumula la evidencia circunstancial, y en este caso se vuelve una evidencia incriminatoria y que directamente muestra que… la culpable es la televisión”. Véase, “Tuning In, Tuning Out: The Strange Disappearance of Social Capital in America”, en: PS: Political Science & Politics, vol. xxviii, No. 4, December 1995, 677 p.

15 Para una interesante discusión véase Eliashop (1998).

16 Véase nota 9.

17 Véase, por ejemplo, Verba & Nie (1972) y Converse (1972: 263-337).


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Tecnocultura y sujeto cyborg: esbozos de una tecnopolítica educativa

Technoculture e cyborg do assunto: esboços de um technopolytics educacional

Technoculture and subject cyborg: outlines of an educational technopolytics

Rocío Rueda Ortiz*


* Licenciada en Psicopedagogía, Magíster en Tecnologías de la Información aplicadas a la Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, y Doctora en Educación, área Teoría, Historia y Filosofía de la Universidad de las Islas Baleares, España. Coordinadora del programa de Comunicación-Educación del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos, IESCO-UC (antiguo DIUC). E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

En el presente artículo se señalan algunas de las transformaciones que el nuevo escenario tecnocultural está planteando a la subjetividad hoy. Una metáfora polémica y al mismo tiempo esperanzadora es la que nos ofrece el concepto “cyborg”, como una nueva ontología que fusiona naturaleza, humanidad y tecnología. Pero tal perspectiva no deja de estar llena de nuevas preguntas cuando la trasladamos al escenario educativo y político. Hemos traído la apuesta hacker, como un movimiento que al margen, en los límites, nos proporciona algunas ideas de creación y al mismo tiempo de resistencia en el ámbito de la cibercultura.

Palabras clave: tecnocultura, deconstrucción, cyborg, tecnología, cibercultura, hacker.

Abstract

The current article indicates some of transformations that the new technocultural scope is bringing to subjectivity today. One metaphor that we consider controversial and hopeful, both things at the same time, is the concept of “cyborg”, like our new ontology that integrates nature, humanity and technology. But that perspective does not let be full of new questions when it is transferred into the educative and political scene. We have brought the hacker movement which works in the margins, in the limits and provides us some ideas of creation and resistance in the scope of the cyberculture.

Key words: technoculture, deconstruction, cyborg, technology, cyberculture, hacker.


Piensa en esto: cuando te regalan un reloj… Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo, con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender la hora exacta en la vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Fragmento de “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj”, Julio Cortázar, en: Cuentos Completos, Vol. 1, Alfagurara, 1994.

1. En el escenario de la tecnocultura1

La técnica como soporte e inscripción de la memoria humana (de su invención y creatividad), independientemente de si se trata de la escritura, los computadores, o tapetes y vasijas, se convierte, como señala Stiegler (1998), en nuestra trascendencia. Lo paradójico es que los seres humanos, como seres vivos, finitos, nos caracterizamos, en nuestras formas de vida, por instancias muertas: las técnicas. Esta condición nos lleva a inventarnos a trascendencia. Lo paradójico es que los seres humanos, como seres vivos, finitos, nos caracterizamos, en nuestras formas de vida, por instancias muertas: las técnicas. Esta condición nos lleva a inventarnos a nosotros mismos dentro de una estructura técnica que propicia el acceso a nuestra cultura, que nos transforma y que, al mismo tiempo, transformamos en la medida en que participamos de ella. Herramienta y gesto están embebidos, encarnados en un todo interrelacionado, donde lo humano se exterioriza en formas técnicas y donde todo el entorno técnico a su vez produce lo humano mediante una particular dinámica de invención, que por cierto tiene su historia.

La irrupción de grandes sistemas tecnosociales en los que están implicados técnicas, conocimientos, instituciones sociales, investigadores, ingenieros y patrones de uso, se traduce en una red de “transformaciones industriales, económicas, políticas y científicas que han situado el desarrollo tecnológico como la fuerza económica más importante, atendiendo a la dimensión de sus consecuencias económicas, sociales, ambientales o científicas” (Broncano, 2000: 20-21). Esta capacidad de la tecnología de impregnar el conjunto de todas nuestras dimensiones culturales y sociales nos obliga a repensar su “naturaleza” y a reflexionar sobre la novedad de su creciente dominio.

No obstante, lo tecnológico, como señala Aronowitz (1998), no se puede distinguir tan fácilmente de lo humano, ya que lo tenemos dentro (tecnologías médicas, vacunas, medicinas, alimentos elaborados), cerca (televisores, teléfonos) o fuera (satélites). A veces lo habitamos (oficinas con temperatura controlada, salas de cómputo) y otras nos habita (lógicas de procesamiento informático, válvulas, marcapasos).

A veces parece ser un apéndice, una prótesis (relojes, gafas), mientras otras veces somos los humanos los que parecemos un apéndice (en una fábrica de producción en serie, por ejemplo). En otras palabras, a menudo nos relacionamos con las tecnologías y en otras ocasiones las tecnologías se relacionan con nosotros, produciéndose flujos e intercambios que muy pocas veces son unidireccionales. Diferentes tipos de tecnologías nos afectan de modo diverso. La generación del “chip incorporado”2, por ejemplo, lleva la tecnología dentro, en los modos de percibir, de organizar y procesar la información; la habita en salas de cómputo y cafés Internet; a veces es la fuente de una interacción; otras, es un nodo, una interfase en relación con otros sujetos y con otras tecnologías.

La tesis sobre las tecnologías como motores fundamentales de transformaciones radicales en la sociedad y en la cultura, empieza a ser cada vez más difundida, afirmada pero también criticada, desde diferentes ámbitos del saber. Preguntas acerca de cómo se desarrolla su impulso, cuáles son los criterios de selección que se aplican, cuáles son las finalidades de su uso, cómo se insertan y se relacionan con los sujetos y las culturas y cómo éstas las transforman, son, entre otras, cuestiones que hacen necesaria una reflexión acerca de la tecnología y de los fenómenos que procura. Por cierto, si bien la discusión contemporánea sobre las tecnologías parece observarse principalmente a través de la llamada Sociedad de la Información y los dispositivos tecnológicos que la acompañan, la discusión en torno a la tecnología, sus explicaciones y sus implicaciones, no se agota en aquélla.

De hecho, hoy en día la técnica es una de las dimensiones en las que se juega la auto transformación del mundo humano. ¿Dónde reside nuestra identidad humana, sin oponernos a la técnica?, ¿cuál es el límite de lo in-no-humano? ¿Es posible usar las técnicas sin “metamorfosearnos” con ellas y en consecuencia reinterpretarlas e inventarles nuevos usos? Cambio, mutación, alteración, mezcla en donde los esencialismos no caben y donde emergen nuevas categorías para comprender nuestra cultura, en tanto tecnocultura.

Las preguntas por quiénes somos, o en quiénes nos estamos convirtiendo en este mundo tecnológico, qué implica relacionarnos con el mundo a través de artefactos, cómo se modifican nuestras experiencias, nuestra identidad, o cuáles son las consecuencias de los cambios en el espacio, el tiempo, la velocidad, son, entre otras, cuestiones que nos atañen. Es decir, con nuestras ideas sobre la tecnología ocurre algo particular, pues cuando pensamos en ella, la tecnología siempre es más de lo que habíamos advertido: es más que un instrumento, es un proceso de innovación, una manera de ver el mundo. Cuando reflexionamos sobre la tecnología no tardamos en advertir que en las ideas básicas con las que intentamos entenderla, aparece siempre una referencia a lo que nosotros somos, de manera que cualquier pensamiento sobre la tecnología es deudor de otro pensamiento sobre nosotros mismos. “No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.

En consecuencia, el manejo de máquinas, aparatos, técnicas, procedimientos, redes, deja de ser algo externo a nosotros para convertirse en un aspecto de nuestra encarnación, como dice Stiegler (1998), de nuestra trascendencia. La máquina deja de ser una cosa que debe ser trabajada, animada y dominada, pues la máquina somos nosotros y los procesos tecnológicos un aspecto de nuestra encarnación. Sin embargo, esto no implica que haya una determinación tecnológica, estamos ligados a técnicas y tecnologías, pero a partir de ahí puede existir un campo de acción política y de resistencia.

Dicho campo es posible porque asumimos que las técnicas son impredecibles, se transforman en la interacción con los sujetos y los colectivos sociales. Las técnicas no son medios, son mediadores, mediaciones, medios y fin al mismo tiempo, por ello están estrechamente ligadas al tejido social. En este sentido, siguiendo a Winner (1987: 34), la pregunta fundamental acerca de la tecnología es a medida que “hacemos funcionar las cosas”, ¿qué clase de mundo estamos construyendo? Esto significa que prestemos atención no sólo a la fabricación de instrumentos y procesos físicos, aunque esto sigue siendo importante, sino también a la producción de condiciones psicológicas, sociales y políticas como parte de cualquier cambio significativo. Es decir, ¿vamos a construir y diseñar circunstancias que aumenten las posibilidades de crecimiento de la libertad humana, de la sociabilidad, inteligencia, creatividad y autogobierno?, ¿nos dirigimos en una dirección completamente diferente?

Es por ello que consideramos fundamental volver los ojos sobre el sujeto que emerge en el nuevo escenario tecnocultural, pues las preguntas anteriores tienen una gran repercusión educativa. Las tecnologías de la información hoy son un “acontecimiento” –en términos derridianos– que se ha hecho cuerpo (es decir, sin cuerpo), que es real (es decir, virtual) y que se escribe e inscribe en una nueva textualidad (es decir, la hipertextualidad).

Acontecimiento del que no es responsable un sujeto, sino que más bien tiene lugar en nuestra historia de la escritura, de la técnica de la memoria, como tecnología de la inscripción y diseminación del sentido.

No obstante, digamos por adelantado, que no puede ser el mismo sujeto de la verdad, la unidad y la esencia de la modernidad. El reto por supuesto para la educación y para la pedagogía es transitar por campos interdisciplinares junto con la antropología, la sociología, la psicología social, para intentar comprender ese “otro” de la educación que se transforma, crea, deconstruye, experimenta como otro que ya no es posible determinar, ni en su naturaleza, ni en sus experiencias.

2. Híbridos, fronteras y límites permeables: el sujeto cyborg

El tercer entorno, como lo denomina Javier Echeverría, o los espacios virtuales de la cibercultura, han generado un territorio en el que se reconfiguran los modos de interacción y de experiencia de los sujetos. Seres contingentes, código genético, escritura en computador, personajes diversos adaptan su identidad3, construyen y reconstruyen su cuerpo en chats y páginas webs enfrentándonos a una subjetividad múltiple, fragmentada, diseminada en la red. Integración de un uno-múltiple, fluido y difuso producido como mezcla de organismo y tecnología. El no territorio desplegado por Internet se convierte, como señala Ana Martínez Collado, en un espacio epistemológico y existencial del ser, revelándonos real un mundo virtual de fusión de máquina y naturaleza, de deseo y lenguaje. El reto de la representación de una subjetividad no esencialista, como lo era en la sociedad moderna, es un desafío inevitable. Es por ello que la deconstrucción de tal idea de subjetividad nos obliga a actuar en los márgenes de los discursos homogenizadores, pero también nos obliga a construir conceptos dada la nueva epistemología y ontología tecnocultural. Labor que debería combinar un trabajo cooperativo, colectivo y conectivo con un proyecto de comunidad.

En efecto, la mayoría de los términos con que hemos reconocido nuestras identidades colectivas (mujer, hombre, niño, joven, adulto), han de ser sometidos, al mismo tiempo, a una deconstrucción. Por el contrario, la idea de una subjetividad nómada4, mestiza o híbrida descansa en la metáfora del “viaje es transformación”, nos habla de un espíritu viajero, necesario para pasar de la visión “arrogante” unitaria, a la “percepción de la diferencia”. En palabras de Maffesoli (2004), se trata de un ser que está siempre en devenir, de una ontogénesis que ya no trata de un control absoluto sobre sí mismo y sobre el mundo, sino la acogida del otro, de la naturaleza, al otro que deja de ser una toma de posesión para dar paso al desposeimiento. Donna Haraway (1995) es radical al respecto: el cyborg es nuestra ontología, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo. Ontología que nos otorga nuestra política.

Desde una perspectiva deconstructivista, diríamos que esta nueva metáfora implicaría una subversión del sistema que no concluye con la inversión de jerarquías u oposiciones (ciencia/tecnología, naturaleza/ cultura, hombre/máquina, etc.), sino que persigue la deconstrucción interna de todos los sistemas jerárquicos, diseminándolos en un tejido expandido de redes, de diferencias, de multiplicidades e indeterminaciones. El nuevo entorno tecnocultural integra, en su difuminación de fronteras, organismos cibernéticos, androides, replicantes, humanos biónicos, avatares, hombres/máquinas e híbridos que representan una infamiliar “otredad” frente a la estabilidad moderna de la identidad humana. Al cuerpo del cyborg se le considera transgresivo con el orden de la cultura dominante, y no tanto por ser una naturaleza construida sino por su diseño híbrido. En este sentido, la metáfora del cyborg es tanto una nueva ontología, como una ficción que nos proporciona un contexto privilegiado para estudiar la identidad como resultado del desdibujamiento y la producción simultánea de tres fronteras: la frontera entre lo humano y lo animal, la barrera entre organismos y máquinas y la que señala los límites entre lo físico y lo nofísico. Consecuencia de ello es vernos en una relación con el otro y lo otro donde lo humano ya no es el centro, donde más bien hay redes de relaciones en un ecosistema donde lo animal, lo humano, lo físico y lo tecnológico se reconfiguran en procesos complejos de interacción, flujos de comunicación y de experiencias.

Un rasgo fundamental del cyborg es su radical heteroglosia, esto es, su desconfianza hacia los sueños totalizadores de un lenguaje común. Así, ni comunidad preestablecida de hablantes, ni lenguaje perfecto, porque no puede serlo, pues está en continua negociación y reconfiguración (Haraway, 1995). La comunicación es múltiple, intertextual, pero al mismo tiempo la heteroglosia es la expresión de las contradicciones, las diferencias y la posibilidad de generar nuevos lenguajes y nuevas formas de ser. El cyborg no reconoce la división entre naturaleza y cultura, porque él mismo es fruto de la producción social de la naturaleza y de la naturalización del orden social. Pretende formar todos con partes, pero está lejos de soñar con comunidades unitarias. Desconfía del holismo, pero reconoce que necesita establecer continuas conexiones. De ahí que la acción política del cyborg no crea en partidos de vanguardias, ni en credos prometeicos, ni en compromisos sustantivos.

Investigaciones sobre los jóvenes en la red (Cf. Turkle, 1997; Rueda y Quintana, 2004), nos han mostrado cómo sus interacciones virtuales tienen que ver con un juego de duplicidades, o multiplicidades, de ser “otro/a” donde sus relaciones no se basan en “idealidades comunicativas”. El otro/a no es considerado un ser transparente. Se produce en cambio una “traducción constante” como una capacidad de lograr una comunicación sin recurrir a significados compartidos o interpretaciones predeterminadas, o consensos. Pero al mismo tiempo, se generan compromisos con diversos grupos o colectivos, no hay pertenencia a un solo grupo, se pertenece a todos, los jóvenes transitan nómadas de un grupo a otro. Es por ello, posible pensar la subjetividad cyborg parcial, es decir, basada en la afinidad que se define en la elección, por la atracción, la avidez, el compromiso apasionado, lo que sin duda también representa un nuevo potencial político de resistencia y de subversión que debemos investigar y comprender.

De hecho, una conceptualización del sujeto cyborg, como posibilidad, como liberación, la podemos encontrar en una de las luchas feministas contemporáneas conocida como cyberfeminismo. Para éste, paradójicamente, las nuevas tecnologías, aunque se sustentan en un código binario permiten superar y subvertir la tradicional lógica binaria de la metafísica, por lo cual la identidad de género, la situación del cuerpo en las comunidades virtuales, produce significados imprevistos a través de la articulación de diferencias entre cuerpos y no-cuerpos, espacios y no-espacios. El cuerpo se reconceptualiza y se articula en un nuevo discurso cultural, que en este caso el cyberfeminismo ha caracterizado por la implosión de los géneros, las creaciones polivalentes y multifacéticas. Para el cyberfeminismo5 el simulacro es más real que la realidad. Es, en cierto modo, una “performance”, una posibilidad de experimentar un cambio localizado, donde todos carecen de identidad fija esencializada.

Vemos entonces en el concepto del sujeto cyborg a un ser de la no presencia, esa misma que es objeto de deconstrucción derridiana. La presencia no es la característica definitoria del ente pues la comunicación telemática sin presencia física es lo que define al ser cibernauta cuya ontología prescinde de la presencia y reivindica un ente sin serahí, un ente expandido y fluctuante que estalla las barreras de la especialidad y la temporalidad fija o local desde la cual proyectarse en el ciberespacio. El cyborg, como señala Mayte Aguilar (2002), se halla escindido virtualmente entre una corporalidad de la que prescinde y aquella que usa como una réplica( s) de sí proyectada(s) en la pantalla. La existencia de dos mundos paralelos, virtual y real, cuestiona el viejo debate entre natural/artificial, en tanto que lo artificial, la técnica, se entiende como connatural a su creador y lo creado pasa a formar parte de su creador6. “Te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo”.

En suma, se produce una clase de “materialismo inmaterialista” que expresa una continuidad entre materia y espíritu propiciada por las nuevas tecnologías y que está asestando un golpe más al narcisismo del “hombre”. Sin embargo, este golpe está inscrito en la historia misma del ser, en la metafísica según Heidegger; es un acontecimiento, según Derrida, un paso ineludible para los humanos tecnológicos que hasta ahora habían mantenido su naturaleza invariante. Para Stiegler (1998) se trata de una epifilogénesis que designa una nueva relación entre seres humanos, organismos (vivos y no vivos) y el ambiente, donde técnicas y tecnologías son invenciones humanas, pero no son “puramente humanas”, conformando un sistema en el que los seres son transformados a la vez que transforman el sistema mediante la interacción de artefactos, procedimientos, sujetos, experiencias y lenguajes.

La metáfora del cyborg que acabamos de describir hace que pensemos que nuestra “naturaleza” no está allí donde siempre y que el ser hoy es una interacción, un flujo con el otro y lo otro, un híbrido de naturaleza, cultura, tecnología y ficción. Mas ¿satisfará el cyborg nuestras necesidades de participación social, o minará aún más las relaciones frágiles? ¿Qué implica un compromiso parcial y nómada en la construcción de tejido social? ¿Qué clase de responsabilidad asumiremos para nuestras acciones virtuales? ¿Dónde queda el denominado bien común?

3. Esbozos para una tecnopolítica educativa

En términos políticos, hablar de desplazarnos de sistemas centralizados a sistemas descentralizados como los de los entornos digitales implicaría un cambio de la autocracia a la democracia, como lo defiende George Landow (1995), pero ¿no es acaso caer en cierto “determinismo tecnológico” que nos hace creer en el sueño de que la simple incorporación, acceso y uso de tecnologías propiciará tales cambios radicales en la sociedad y en la cultura?

Como plantea Langdon Winner (2001: 58), “la cuestión clave, en cualquier período en que aparezca (la técnica), es ¿quién está incluido en el proceso de decisiones?, ¿cuán amplias son las circunscripciones y los intereses de quién ganará al final?”.

Es decir, no podemos olvidar que los poderes construyen nuevas redes sociotécnicas con el fin de crear los puntos de paso obligados en el seno de estas redes, por lo tanto, cualquier decisión técnica redunda en una organización social. Así, lo que aparentan ser nuevas elecciones instrumentales, son en realidad elecciones acerca de la forma de vida social y política que construye una sociedad, elecciones acerca de la clase de personas que queremos ser y la forma de vida que deseamos para nosotros y para las generaciones venideras. Reflexiones que sin duda atañen a la educación.

Si asumimos que el sujeto cyborg, como transgresión de la subjetividad moderna, nos otorga una nueva ontología, una nueva epistemología que nos ubica intrínsecamente ligados a sistemas técnicos, debe también ofrecernos la ocasión para interrogarnos por la cultura y la política que queremos construir en el nuevo escenario tecnocultural y quiénes y cómo participan de ella. Mas esto implica reconocer la tensión en la que se halla el nuevo sujeto cyborg: entre estructuras y sistemas de control y de poder y un sueño de libertad y de indeterminación en ciernes.

En consecuencia, una tarea urgente para la investigación educativa sobre las tecnologías no es estudiar sólo los ‘efectos’ e ‘impactos’ del cambio técnico, sino evaluar las infraestructuras materiales y sociales que crean las tecnologías específicas para la actividad de nuestras vidas. Esto implica, siguiendo a Winner (1987), que debemos tratar de imaginar y procurar construir regímenes técnicos que sean compatibles con la libertad, la justicia social y otros fines políticos clave de la educación de cualquier sociedad. Asumir las tecnologías como formas de vida obliga a reconocer que la creación tecnológica es una vía para construir un mundo en el que podamos convivir el uno con el otro, con lo otro, pero en tanto híbridos e imposibles de determinación. Es necesario construir, como señalan Sclove (1995) y Lèvy (1999), un foro democrático, flexible y adaptado a los cambios de las tecnologías que permita diseñar y orientar los criterios de elección (implícitos o explícitos) en el curso de la innovación tecnológica, y que sustente los motivos para efectuar dichas elecciones o resistirlas en forma sensata y colectiva.

Sin embargo, no podemos olvidar que aquellos mejor situados para tomar ventaja del poder de una nueva tecnología son a menudo aquellos previamente bien situados a fuerza de bienestar, posición socioeconómica, e institucional, así que una “revolución digital”, como la denominan algunos, puede ser una revolución marcadamente conservadora. Por ello, si bien las prácticas cotidianas de las personas comunes (todavía es posible no conectarse, o apagar el computador) así como los movimientos sociales alternativos en la red, tales como Indymedia están generando procesos de acción política colectiva y conectiva a través de resistencias que rompen toda pretensión de control, también es importante resaltar que el hecho de entrar a una página web contracultural no asegura la movilización de acciones políticas efectivas. En consecuencia, el cyborg también ha de fluir en los entornos no virtuales porque lo virtual requiere de actualizaciones, de actualidad de acciones.

Tal y como está anunciado este numeral, sólo señalamos esbozos, pues se trata más de una invitación a buscar una perspectiva que acepte puntos de vista que no se conocían de antemano, aceptar la entropía y el desorden, como caminos que también nos permitan construir mundos menos organizados en torno a ejes de dominación. Lo imaginario y lo racional, lo visionario y lo objetivo, la ficción y la ciencia, rondan juntos, siempre como narraciones posibles y/o paralelas de la realidad. Invocar un estado de alerta ante la relación tecnología-lenguaje-poder-subjetividad, así como su deconstrucción y co-construcción, como un rasgo

Por supuesto, nos queda el reto investigativo de pasar al plano de la experiencia directa de nuestros jóvenes, aquellos que se están constituyendo en cyborgs, quizás sin saberlo, pues con ellos podríamos comprender hacia dónde vamos, aprender de este vértigo que nos produce la incertidumbre y estas nuevas metáforas sobre nuestras subjetividades. La investigación entonces se puede convertir en instrumento de movilización política, en un movimiento estratégico cuyo último objetivo tendría una promesa de emancipación y enriquecimiento genuino colectivo, esto es una propuesta educativa alternativa. Una comprensión compleja de cómo la cibernética penetra cada aspecto de nuestra realidad social, el darnos cuenta del cambio de nuestras subjetividades y de las fuerzas que la constituyen, nos permitirá desarrollar una estrategia de resistencia, liberación y creación. Como describe Donna Haraway en su manifiesto cyborg, “ha de ser un canto al placer en la confusión de las fronteras y a la responsabilidad en su construcción”.

Epílogo. Pensar la cibercultura desde los márgenes.

La emergencia de las llamadas sociedades de la información (Castells, 1999) ha estado acompañada de un discurso renovador de la democracia basada en un supuesto control de los ciudadanos gracias a una especie de ágora electrónica (Winner, 2003), donde aquéllos tienen la sensación de control de gran cantidad de información con sólo hacer un clic. No obstante, esta sociedad de la información también se erige sobre nuevos sistemas de control social y de ordenamiento del cuerpo y de la acción de los sujetos. Ejemplo de ello son los sistemas de identificación a través de contraseñas que definen estatus específicos de los usuarios, así como los derechos para acceder o no a cierta información; el registro y seguimiento de éstos en bases de datos, generando correlaciones de los diferentes ámbitos y espacios donde los usuarios interactúan; y los buscadores y filtros de software que definen accesos restringidos. Es decir, el nuevo entorno digital, como tecnología flexible y no focalizada que es (Sclove, 1995), se nos presenta tanto como posibilidad de democracia como de autocracia, pero también de resistencia social.

Los seguidores del movimiento contracultural de los setenta en el campo de la informática (Felsenstein, Lipkin Albrecht y Nelson, entre otros)7 planteaban que al facilitar a la gente la comunicación libre se crearía una metáfora viviente de cómo la tecnología podía usarse como una “guerra del pueblo contra las burocracias”, una suerte de lucha por las libertades y derechos civiles a través del acceso gratuito a computadores para todo el mundo y a través de terminales públicas. Este movimiento se ha venido dispersando y desplegando en diversos grupos, frentes y perspectivas de acción política y económica. Uno de estos grupos inicialmente de científicos, al que luego se unieron autodidactas y programadores, los hackers8, se ha configurado como un movimiento social de resistencia en la red cuyo propósito es usar los entornos virtuales para transformar en un bien público aquello que circula por ellos. Los hackers adoptan aquí un sentido crítico que cuestiona el supuesto de libertad y de conexión infinita (y que encubre prácticas de poder que se esconden tras las claves, los filtros, las bases de datos), hasta encontrar sus límites. Capacidad de subversión al margen de la red que desafía el sistema tecno-organizativo y a la vez incide en la creación de los ideales, valores y actitudes de las comunidades económicas y sociales ciberespaciales (Buxò i Rey, 2004).

Aunque también sabemos que hoy en día hay hackers que usan su conocimiento y habilidad tecnológica en empresas multinacionales que les contratan para asegurar la protección de sus programas convirtiéndolos entonces en agentes integrados de la red, lo que se quiere señalar aquí no es una unidad heroica hacker, sino el amplio marco del imaginario que es capaz de acoplar y dinamizar la idea de un movimiento social de resistencia. En este sentido, ciertos grupos de hackers representan, como movimiento social y juego de poder, una posibilidad para impedir que el poder dominante, expresado en organizaciones poderosas, predomine totalmente. Nos referimos aquí a aquellos grupos de hackers que no realizan un trabajo individual, en solitario, sino que resuelven problemas colectivamente, en cooperación, generando una participación de todos en la red para beneficiarse de ella y donde el producto de su trabajo luego es donado a la colectividad y a quien requiera hacer uso de éste. Es decir, se crea una ética del producir para otros –incluso para los que no participan– con una conciencia de la necesidad de acceso igualitario de información. Es, tomando las palabras de Sclove (1995), una idea de libertad y autonomía que implica una moral comunitaria, o del bien común que tensiona las redes de control y de sujeción de nuestras sociedades reales y virtuales.

El sujeto cyborg es aquél que transgrede la “norma”, la “normalización” y la homogenización; los hackers nos presentan un sentido ético y político interesante a tener en cuenta. Esto es, una cierta utopía de resistencia y de búsqueda de formación de pensamiento crítico capaz de subvertir los patrones de control y de poder que hay detrás de los diseños tecnológicos autoritarios y antidemocráticos. En ello reside una nueva inteligencia colectiva y conectiva. Pero también un sentido de la acción para la creación colectiva y solidaria, en donde todos puedan acceder libre y gratuitamente a productos o espacios de la red que están marcando diferencias y desigualdades, así como la participación para incidir (afectar, detener, demorar) la toma de decisiones de grupos dominantes de las sociedades red.

Estas comunidades virtuales nos están mostrando que hay un trabajo afectivo que produce redes sociales, formas de comunidad, donde la comunicación no se ha empobrecido por la acción instrumental, sino que la producción se ha enriquecido hasta el nivel de la complejidad humana. En otras palabras, la conectividad y la cooperación de la interacción en red no se impone ni se organiza desde el exterior, sino que la cooperación es inmanente a la actividad misma a través de redes lingüísticas, comunicacionales y afectivas. Cooperación desterritorializada y destemporalizada. Su traducción en términos de un modelo económico sería una producción en cooperación y en comunidades cooperativas (que iría en contravía de los modelos de privatización y de competitividad propios de nuestros modelos neoliberales). No obstante, la otra cara de este no espacio y tiempo es que el capital puede retirarse de la negociación de la población local y trasladarse la producción a otro punto de la red global aplicando fórmulas de trabajo sin garantías y seguridad social, como están haciendo hoy megacorporaciones y transnacionales.

Por supuesto, un hacker no resuelve problemas de injusticia social; de hecho, los asuntos que resuelven no siempre responden a un interés comunitario –más allá de la comunidad hacker– o a un problema que afecta la vida de todos, es decir, el asunto por el “bien común” sigue siendo un problema político clave, pero quizás los investigadores de la cultura deberíamos aprender más de estos grupos que aparecen “al margen”, que desde fuera del centro del discurso hegemónico, que por cierto siempre los sataniza y confunde con otros grupos como los crackers, construyen otras maneras de relacionarse, de interactuar, de intercambiar conocimientos, de aprender y de actuar, con base en información, en redes afectivas y comunicativas que intentan romper con las leyes del mercado, con las leyes que siguen intentando imponer una idea de progreso al que debiéramos colgarnos a cualquier costo.

Sin una pretensión de esencialización del otro, el cyborg reconoce su indeterminación, su carácter posicional, nómada, parcial, emocional, en una nueva ciudadanía, concepto que, por cierto, también ha de ser objeto de deconstrucción por su tendencia a la normalización sobre la base de un ideal de nación, para pensar en propuestas donde pueden emerger mundos alternativos de diferencia, convivencia y cooperación.

“… Piensa en esto: cuando te regalan un reloj…”.


Citas

1 El marco teórico que sustenta este artículo proviene fundamentalmente de la investigación de doctorado: Rocío Rueda Ortiz, “Para una pedagogía del hipertexto: Una teoría entre la deconstrucción y la complejidad”, Universidad de las Islas Baleares, España, 2003. En particular el pensamiento de Jacques Derrida y Bernard Stiegler sobre la técnica ha sido fructífero para analizar el entorno tecnológico contemporáneo. Este texto fue preparado en una versión preliminar mucho más extensa para los estudiantes de la cohorte número 10 del postgrado en Comunicación-Educación de la Universidad Central.

2 Se hace alusión aquí al libro con el mismo nombre que será publicado próximamente por el IDEP en coedición con la Universidad Central y la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Dicho libro recoge nuestra investigación “Ambientes educativos hipertextuales: modelos de uso en procesos de enseñanza- aprendizaje”. El texto profundiza en una conceptualización sobre la tecnología, así como en una comprensión sobre las características de la cultura informática escolar. La expresión: “Ellos vienen con el chip incorporado”, de una maestra de educación secundaria, representa en parte las imágenes y representaciones que tienen los docentes frente a sus estudiantes y, en sentido amplio, frente a las nuevas generaciones y a su estrecha relación con el mundo de lo técnico-tecnológico.

3 Entendida aquí la identidad no en la lógica de la unidad, sino en la de la diferencia, es decir, como un constructo político, histórico, psíquico y lingüístico encarnado y sometido constantemente a mediaciones múltiples. La identidad como una condición de posibilidad de posiciones de sujeto complejas y generativas, así como de estrategias de coalición que no presupongan ni fijen sujetos constitutivos.

4 El nomadismo es considerado como una posición consciente, intencional y política, que no niega su vertiente inconsciente, deseante. Siguiendo a Butler (1994) se trata de deseo frente a intención, conciencia frente a inconsciencia, identidad y subjetividad como momentos diferentes, aunque interrelacionados en el proceso de definición de una posición-sujeto. Se rompe así la identificación entre identidad y conciencia.

5 Véase por ejemplo el Critical Art Ensemble de cyberfeminismo en http://w3art.es/estudios.

6 En una de las posiciones extremas la filosofía denominada transhumanista o extropiana se plantea una abstracción real de nuestra materia orgánica o cuerpo a través de una descarga o transbiomorfosis que tradujera las redes neuronales de nuestras mentes a la memoria de un ordenador. Véase: www.transhumanism.com (Movimiento transhumanista). También hay un capítulo de la serie Expedientes o Archivos X, fundamentado en los presupuestos de este movimiento.

7 Cf. Dery, Mark, Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo, Barcelona, Siruela, 1998.

8 Cf. Sobre el tema: Pau Contreras, Me llamo Kohfam: identidad hacker, una aproximación antropológica, Barcelona, Gedisa, 2004; Hugo A. Figueroa Alcántara, “Ciberespacio y ética hacker”, en: Topodrilo, No. 48, 1997, pp.22-25.


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Sobre dos maneras de enfocar lo político en las eras de los medios masivos y de Internet: representaciones y poder

Cerca de duas maneiras de abordar a política no eras dos meios de comunicação e Internet: Representações e energia

On two ways to focus the political in the mass media and Internet eras: representations and power

Bruno Ollivier*


* Catedrático en las Universidades de las Antillas y de la Guyana y de París IV (Sorbona). Investigador en el CNRS, UPR 36, Centro Comunicación y Política, París. Últimos libros: Observer la communication, París, CNRS; Internet, multimedios ¿qué cambia en la realidad?, México, Ilce, 2002. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Proponemos una reflexión sobre algunos cambios que la comunicación, a través de las redes informáticas, hace posible en la producción de representaciones, la forma de los debates y las tomas de decisión, es decir, en la producción de lo político. Si la decisión política, la manera de debatir y las estructuras del poder tienen un fundamento comunicacional, se pueden distinguir varios modos de comunicación que corresponden a la aparición y a la consolidación histórica de cada medio de comunicación en el ámbito político (el de la toma de decisiones) que favorecen formas distintas de organización política. Enfocamos aquí dos aspectos: los procesos de identificación que se dan con y a través de los medios masivos y la toma de decisiones con y a través de las redes.

Palabras clave: identificación, medios masivos de comunicación, Internet, política, decisión.

Abstract

We suggest a theoretical approach of some changes that communication with mass media and networks makes possible in the production of representations, the form of the debates and the decision making, in other words, in production of the politic. If the politic decision, as the way to debate and the structures of the power have a communinication correspond to the emergence and to the historic consolidation of each mass media age. We can discriminate, in the politic field (i.e. the one of the decision making) different frame of politic organization. We focused here two aspects: the processes of identification that occurs with and through mass media and the decision making with and through the networks.

Key words: identification,massmedia, Internet, politics, decision.


Vamos a cuestionar las formas de representaciones y de política vinculadas a las eras del audiovisual y de las redes informáticas, con una visión histórica a partir de la era de la comunicación oral hasta la era de las redes, pasando por la del escrito y la del audiovisual, sin perder de vista que los medios de comunicación nunca se sustituyen cronológicamente sino que se hibridan y se combinan a medida que aparecen nuevos medios. Si bien en este comienzo de siglo vivimos bajo el dominio de dos técnicas, el audiovisual y las redes informáticas, las cuales a veces se juntan en una convergencia tecnológica, los otros soportes permanecen (la palabra oral y el escrito de papel), así como las formas políticas que éstos permiten. De este modo no se puede plantear ningún determinismo técnico. Cada medio ofrece formas de expresión política, maneras de organizar y de ejercer el poder. Los grupos sociales los utilizan en función de sus estrategias y de sus modos de hacer política en el sentido más amplio del término: discutir y decidir a propósito de asuntos colectivos.

Hasta los años noventa, y en la mayoría de los casos hasta el día de hoy, los medios masivos de comunicación tienen características comunes que condicionan su aporte a la vida política. La primera característica es que se trata de una era de la difusión: la comunicación es unidireccional ya que todo el mundo recibe el mismo mensaje en el mismo instante, a partir de una emisora única. De aquí viene la importancia de los estatus jurídicos: la propiedad y el control de las emisoras plantean problemas capitales. El hecho de que pertenezcan al Estado o a grupos privados, la repartición de la palabra entre los distintos grupos y sus representantes condicionan de manera fundamental la forma democrática de la sociedad. Del mismo modo, se plantean problemas de representación de los grupos y de las opiniones (¿quién puede hablar?, ¿cuánto tiempo?, ¿cuál es la tendencia de los periodistas?, etc.), de censura, de relación con el poder estatal y el gobierno, pues el área de cobertura es, hasta la llegada de las redes y de los satélites, regional o nacional. Esto ya no existe con Internet. La segunda característica de esta era es la temporalidad de la forma del mensaje audiovisual. Nos llega un flujo (Semprini, 2003): sale el flujo televisivo o radiofónico de manera continua, unidireccional (no se puede ni responder, ni intercambiar y, hasta la invención de la grabación, ni retroceder a una parte anterior de la programación para analizarla o reflexionar), situación distinta a la de la red. La tercera característica consiste en las representaciones que pueden suscitar los medios de masas audiovisuales permitiendo tres tipos de identificación. Principalmente permiten identificaciones a través de relatos (Ricoeur, 2003)1.

El primer proceso es la identificación del espectador al tiempo y al espacio del mensaje audiovisual que le permite olvidarse por un momento de su posición en el espacio-tiempo real para entrar a otro espacio-tiempo ficticio. Dentro de la sala de cine uno se olvida del tiempo y del espacio reales (los de la sala) para vivir, virtualmente, en el tiempo de la m i - mesis o de la diegesis2, donde los actores se vuelven personajes que existen de verdad, el tiempo y el espacio del relato ocupan la conciencia, y la construcción del relato cinematográfico estructura las percepciones y el discernimiento3. Así, el televidente tiene la ilusión de entrar en la sala del consejo de ministros en vivo (mimesis), o en el apartamento de los héroes de la telenovela (diegesis). Los estados de conciencia y el nivel de ilusión dependen del sitio de recepción (sala de cine o comedor), de la situación de recepción y de otros factores (deseo del receptor de creer en lo que ve u oye).

Un segundo proceso de identificación permite al espectador, al televidente o al radioyente, identificarse con el personaje (real o ficticio) que ve u oye. No solamente se proyecta en otro espacio-tiempo sino que experimenta los deseos, miedos y emociones del personaje a través de la pantalla o del parlante.

Un tercer proceso de identificación, que había observado Freud, une a los espectadores o aficionados de un mismo programa o de un mismo personaje, creando entre ellos una identidad colectiva. Por vivir la misma emoción se sienten parecidos y elaboran una identidad colectiva. Cada una de las jóvenes enamorada de una estrella de cine o de un cantante, en vez de sentir celos frente a sus compañeras, desarrolla, al contrario, un sentimiento de pertenencia al mismo grupo (el de las seguidoras de esta estrella) que constituye una identidad colectiva (Freud, 1921). El audiovisual permite la constitución y el fortalecimiento de tales identidades colectivas a partir del sonido (música, himnos, voces) y de la imagen (héroes, deporte, cuerpos, rostros etc.). Tratándose de la radio, la voz tiene un papel fundamental. De un punto de vista histórico, se puede destacar la contemporaneidad de la implementación de las radios en los hogares europeos y de los regímenes políticos autoritarios donde la personalidad del jefe, con su voz, y después, con la llegada de la televisión, su rostro, su indumentaria, su cuerpo, se convierten en elementos centrales de la propaganda y del ejercicio del poder. En la era de lo escrito, ya que no se ve lo político, la retórica y la argumentación tienen un papel central. Con la radio, la voz y el acento y, luego, con la televisión, la cara, el color de la piel, la indumentaria llegan a ocupar este espacio central. La imagen, composición de elementos visuales y sonoros, da pruebas de la cercanía (por ejemplo del jefe) y permite una identificación que desplaza hacia la periferia los argumentos verbales y racionales cuando no los suprime completamente. Este tipo de identificación se ve fortalecido por la temporalidad del medio, flujo continuo que no nos permite detenernos ni reflexionar.

El cine, con sus héroes, permite una nueva representación de la historia y de la sociedad a nivel mundial, como en el caso del genocidio de los indígenas en Estados Unidos, convertido en epopeya del Western al que cada uno puede identificarse. En los años cuarenta el Presidente Roosevelt en un discurso elocuente llamó la atención sobre el objetivo estratégico que para su país constituía la industria del cine estadounidense y la exportación de sus productos, no sólo en términos económicos sino también políticos, ya que a través de esta industria se difunden los valores de Estados Unidos en el mundo entero4.

Estos tres fenómenos de identificación explican la importancia política de los medios audiovisuales. Sus programas son a menudo orientados hacia charlas políticas del jefe5, programas de música, programas religiosos y especialmente deportivos, de tal manera que las identidades que respaldan los medios audiovisuales son, ante todo, políticas, religiosas y deportivas.

En muchos casos los medios no permiten la constitución de un espacio público, en el sentido de Habermas (un lugar donde se debaten los problemas de interés común, antes de tomar una decisión democrática) sino que favorecen la constitución de imágenes de jefes (de partidos, del país) a partir de elementos icónicos, visuales y sonoros. Esta tendencia conduce al desprestigio del debate y del análisis, elementos fundamentales de la democracia cuya temporalidad, necesariamente larga, no cabe en las programaciones audiovisuales y mucho menos con el precio cada vez más alto del minuto de difusión durante las horas de mayor audiencia. Si desaparece el debate público, los medios cambian de papel en el debate democrático y en la toma de decisiones. Siguen siendo el principal instrumento de información antes de elegir a los dirigentes pero utilizan frecuentemente signos, referencias, imágenes o sonidos con una connotación de proximidad inmediata (es decir sin mediación) con los dirigentes, significando la unión, la complicidad con ellos a través de música, de maneras de hablar, de su indumentaria, de las fórmulas cortas que utilizan, pero eliminando de la vida política el debate, la confrontación, la argumentación.

Las tres identificaciones de la era del audiovisual son particularmente fuertes en los mundos del cine, de la política, de la religión y del deporte. Uno piensa vivir en otro mundo, así sea por un momento, lo que permite que uno se escape del mundo real; uno se puede identificar con un personaje, ya sea ficticio (el héroe del Western) o real (el jefe político); uno siente que pertenece a la comunidad de los que viven el mismo fenómeno, lo que produce identidades colectivas. Otro aspecto obvio es el ideológico y también el económico que tienen el cine, la radio y la televisión: aquí se mezclan deporte, música y política6.

A partir de los años noventa aparece una nueva era caracterizada por un modelo de comunicación interactiva sin centro; una posibilidad de intercambiar cualquier tipo de contenido; una temporalidad radicalmente distinta y una estructura semiótica del mensaje basada en la pantalla del computador y la hipertextualidad. Es todavía temprano para sacar modelos definitivos, y es necesario combinar empirismo (observación) y modelo teórico. Esta nueva era suscitó discursos ideológicos múltiples (Flichy, 2001), pero también está ofreciendo otras maneras de pensar y de hacer política, de discutir, de tomar decisiones.

A causa de su propia estructura y de las decisiones que necesita para existir y desarrollarse, Internet define un nuevo paisaje y, quizás, plantea una nueva manera de imaginar la política. No se trata de pensar que la vida política queda como superestructura de una infraestructura técnica, según lo que podría parecer un neo-marxismo de la era Internet, sino que las formas de comunicarse que utilizan los hombres posibilitan nuevas formas de debate, de toma de decisiones, de confrontaciones, y, aunque la era del audiovisual no se ha terminado, ya se plantean otros interrogantes y otras perspectivas.

La red Internet no tiene la forma de un medio clásico ni la de una empresa de comunicación. Se podría, mínimamente, definir como un protocolo técnico que permite intercambiar informaciones codificadas y emitidas por sistemas de computadoras a través de varios tipos de canales: líneas telefónicas de cobre clásicas, ondas de radio, fibra óptica, etc.

Esa estructura tiene dos consecuencias. Al no tratarse de una empresa, la primera es la ausencia total de junta directiva, de presidente, de accionista, de propietarios. Por existir a través de un protocolo técnico, la segunda es que Internet necesita de manera imprescindible acuerdos que permitan intercambiar (emitir y recibir información): acuerdos respecto a las modalidades de acceso y de interoperabilidad, a las formas de compatibilidad de los sistemas que condicionan una forma de vida política y posibles cambios en la estructura de poder en todos los sectores de la sociedad. Eso significa que, a pesar de no tener las formas tradicionales de las empresas y del poder, Internet no existe sin reglas, y su definición resulta de encuentros conflictivos entre unas normas sociales y el mercado.

Otro aspecto fundamental de Internet es su no-territorialización, ya sea en términos jurídicos, en cuanto a decisiones o a usos7. Como la red no tiene centro, esta estructura plantea dificultades a los gobiernos que quieren limitar sus usos (China, Cuba, Irán, etc.), y no hay manera de apelar a una entidad que, por lo demás, no existe. Si dan libre acceso a la red (lo que es importante económicamente), el control de los contenidos intercambiados en una área geográfica nacional, resulta muy difícil. Es el caso de los contenidos sexualmente o políticamente delictivos en un área (nazistas o antisemitas en Francia, de oposición política en China, pornográficos en los países árabes, de las FARC en Colombia, etc.). Así, a pesar de que la legislación nacional prohiba algunos sitios, éstos se pueden consultar porque se hallan en servidores situados en territorios extranjeros.

De aquí surgen los interrogantes siguientes: ¿existe un poder en Internet?, ¿en qué consiste el poder en Internet?, ¿quién ejerce este poder?, ¿de qué manera se toman las decisiones? Las respuestas a estos interrogantes llevan a considerar el modelo democrático de los siglos XIX y XX como inadecuado y como perteneciente al pasado.

El poder consiste principalmente en normas técnicas y derecho; se produce a través de entidades como el ICANN8, que atribuye los nombres de dominio, y decide acerca de los modos de la interoperabilidad, de los problemas de criptage, de las modalidades del acceso a la red; también se producen en conferencias internacionales, como las que organiza la ONU en Túnez9 para el año 2005.

Cualquier decisión tiene efectos inmediatos. La definición de un nombre de dominio, el cambio de estructura de la direcciones IP son decisiones técnicas, pero tienen consecuencias en los campos de la economía, de la política, de la cultura.

Las decisiones ya no tienen que ver con las de la era de la democracia. Se trata de otra modalidad que se relaciona más con el consenso. El sistema democrático que permite la toma de decisiones con 51% de los votos, relegando las opiniones del 49% hasta que una nueva votación cambie la mayoría, resulta inadecuado a la estructura de la red y a las decisiones que se toman. Este concepto de consenso ya existe en varios campos, y la conferencia de consenso ya se usa para problemas que no pueden arreglarse con un voto, como en medicina10 ; no estructura la toma de decisiones a partir de un voto que divide entre una mayoría y una minoría. Del mismo modo existen conferencias de consenso en el campo de la educación a distancia o de las políticas educativas.

En el caso de Internet los problemas son técnicos, con consecuencias en todos los campos11. Los intereses de los miembros son distintos, y a menudo resultan opuestos. El sistema democrático supone que los que votan y toman decisiones presentan, de cierto modo, una homogeneidad, ya sea por ciudadanía (votan en las mismas elecciones) o por legitimidad (ganaron las mismas elecciones). Al contrario, los que tienen que decidir en la era de Internet cuestiones transnacionales, con aspectos técnicos, sociales y simbólicos, entre otros, no comparten la misma ciudadanía ni el mismo modo de legitimidad.

Una participación rápida de los participantes en las decisiones debe hacer la distinción, desde el punto de vista de su origen, del tipo de cultura que tiene y de su legitimidad entre seis tipos de actores12.

Los usuarios de Internet13, a través de su apropiación de la red, sea individual o colectiva, producen unas maneras de “vivir juntos”, de intercambiar, imprevisibles14. La estructuración de redes alternativas, que permitieron movimientos políticos tan importantes como el que obligó a la Organización Mundial del Comercio a cancelar la cumbre de Seattle, o los que crearon las Cumbres Sociales Mundiales (como las de Porto Alegre), nunca hubiera sido posible sin la apropiación de Internet por parte de movimientos políticos y ciudadanos a nivel mundial. La legitimidad de los usuarios es de hecho y se manifiesta a través de sus prácticas y de sus usos de la red. No participan directamente en las decisiones, sino que lo hacen mediante foros telemáticos y asociaciones que se identifican como representantes de los usuarios y de la “sociedad civil”, concepto nuevo, distinto al de ciudadanía, basada en la pertenencia a un Estado. La legitimidad de las asociaciones se construye poco a poco a través de las propuestas que emiten15, y de los expertos que trabajan con ellas, provenientes de varios campos (técnico, político, ciencias sociales, etc.). La debilidad de su legitimidad radica en la poca credibilidad sobre lo que es exactamente la sociedad civil y las maneras de representarla. Pero su legitimidad se aumenta cuando organizan eventos internacionales o hacen propuestas coherentes16. El papel de las empresas se concreta a través de los contratos y de las normas técnicas que permiten la existencia de la red; estas tienen una legitimidad económica. Existen muchos organismos técnicos, cada uno de los cuales tiene sus expertos y defiende una visión, una estrategia, una gestión de Internet, de la redes de telecomunicaciones y de su interconexión; tienen la legitimidad técnica. Las administraciones quieren manejar la implementación y los usos en el área que les corresponde. Sus intervenciones se basan en el Derecho (los distintos derechos nacionales y las reglas internacionales). La legitimidad de la administración, a diferencia de las precedentes, es local. La del Departamento de Estado de EE.UU. tiene un peso distinto a la del Ministerio de Comunicaciones colombiano; tienen, pues, una legitimidad local, de tipo jurídico. Las entidades regionales, nacionales, internacionales quieren también controlar las formas de desarrollo, de implementación de los usos de Internet; ellas tienen una legitimidad política, por representar la población de un área geográfica determinada.

La heterogeneidad completa de estos actores y de sus fuentes de legitimidad, así como la de su repartición geográfica, hicieron que nuevas formas de hacer política y de tomar decisiones nacieran a partir de los problemas planteados por Internet. En el caso de la Conferencia Mundial de la Sociedad de la Información de Túnez17, se encuentran diplomáticos (que representan a los Estados), instituciones como la International Telecomunications Union18, laUnesco19, grupos de trabajo (TaskForce)20, representantes de la sociedad civil21, con sus puntos de encuentros22 y sus medios de información23, ONG con su coordinación24 y empresas del sector privado25.

Una visión optimista hace creer que aquí se elaboran nuevos modos de hacer política. Tienen que encontrarse los distintos actores implicados en la gestión de problemas comunes. Eso significa que la decisión la toman los sectores implicados después de debates que permiten la elaboración de un consenso. Desde este punto de vista, desaparece la era democrática clásica, donde los representantes del pueblo deciden y deben rendir cuentas a sus electores acerca de lo que decidieron.

Una visión menos optimista, quizás más realista, observa que en los debates y las cumbres relativas a Internet, no desaparecen las divisiones, las maneras de actuar ni los antiguos intereses. Respecto a los temas, observa que los derechos (patentabilidad/ derechos de propiedad, papel del software libre, propiedad intelectual, contenidos culturales que se pueden intercambiar), ocupan un lugar importante en los debates. El ICANN mismo no ha podido siempre organizar los debates que se necesitaban. Las relaciones con los Departamentos de Defensa y de Comercio de EE.UU. son muy fuertes. El W3C26, organismo responsable de las normas de intercompatibilidad, teóricamente depende del ICANN.

Varios signos muestran que la gobernabilidad, tal como se instituyó en Internet, quiere remplazar a las antiguas formas de poder. Así se puede interpretar la reciente decisión de duplicar los recursos que se le piden a las organizaciones regionales como resultado de una mayor presión de la administración norteamericana. Igualmente, la transferencia de cuestiones tan importantes como las normas a otros organismos (el ISO, o la OMC), demuestra que el poder se ejerce también a través de tres tipos de modelos.

El primer modelo es el de la gobernabilidad, tipo Internet. Los actores involucrados se reúnen u organizan un debate electrónico para establecer las normas en común que van a adoptar. Este modelo es el de las cumbres que realiza la ONU sobre la mítica “Sociedad de la información”. Los diplomáticos conviven durante un momento con las ONG en el mismo sitio y se tienen que escuchar mutuamente. Hasta ahora a través de este modelo se han tomado decisiones de tipo técnico, pero en el campo político sólo pueden hacerse recomendaciones, debido a la importancia del segundo modelo.

Éste es el modelo de la decisión internacional clásica. Cada país envía su representante a una cumbre o a una conferencia, y las decisiones las toman los Estados, teniendo en cuenta las relaciones de los unos con los otros y las diversas maneras de presionar o de comprar el voto de un país.

El tercero es el de los organismos técnicos, los cuales no tienen ninguna legitimidad política, pero a veces pueden convertirse en expertos de temas candentes.

Resulta interesante para quien observa el debate de la educación a distancia (y se interesa en el futuro de la educación y de la universidad), saber si la Organización Mundial del Comercio, el ISO o las entidades políticas (Comisión Europea, etc.), van a decidir las normas fundamentales para la definición de los conocimientos que se podrán transmitir en el futuro. De la entidad responsable depende que el conocimiento se transforme en producto comercial (la OMC), en una apuesta técnica (ISO), o en un instrumento de desarrollo al servicio de los países y de sus ciudadanos.

Otra consecuencia de la red se encuentra en las tentativas para definir una e-democracia, un e-gobierno, basados en los mismos principios. Aprovechando los cambios del espacio-tiempo de los debates y la toma de decisiones, éstos permitirían involucrar en los procesos de decisión, y en el momento del debate, a los actores sociales implicados. La extensión de este artículo no nos permite abordar a fondo este tema, sobre el cual varios sitios ofrecen, a nivel mundial y para Latinoamérica, una introducción valiosa27.

Para concluir, proponemos a continuación un cuadro sobre las eras, los soportes y las características de lo político que produce cada era.

  Oral Escrito Medios de la era audiovisual Redes informáticas
Forma dominante del mensaje Retórica (organización del discurso para convencer) Narrativo o argumentativo Narración (mímesis y diegesis) Foros informáticos, listas de difusión, chat, páginas y sitios web
Efectos perversos posibles Sofitica (cualquier argumento se puede demostrar) La censura (económica o política) limota el acceso: esclusión de los que no pueden comprar o leer lo escrito Propaganda totalitaria (no hay representación de todos los grupos, por motivos políticos o sociales) Toman las decisiones sólo los grupos involucrados y conectados. O pacidad de la decisión. Tecnocracia
Tipo dominante de producción política Discurso argumentativo Columna, libro, panfleto, periódico Charla con el jefe, progaganda, Noticiero y además ficciones (telenovelas, cine) y deportes Sitios web, conferencias internacionales, grupos de debate, textos colectivos
Temporalidad Fija la duración de la asamblea, del debate y de la votación Colectiva Combina el ritmo de la publicación (única, cotidiana, semana) y la duración de la lectura y del análisis. Fundamentalmente individual Fija y a menudo ritualizada. Flujo continuo (sin parar ni retroceder) y colectivo (simultaneidad de la recepción) Floja, pero inmediata e individualizada: cada uno busca lo que le interesa, entra (y sale) a los debates que le interesan en el momento que quiere
Espacio de comunicación El grupo presencial que decide Área de difusión del periódico o del libro De la emisora (regional o nacional) y de la recepción (familiar) Físico (la persona con su computadora) y virtual (las personas conectadas con todo el mundo)
Tipo de comunicación política Interactivo si hay debate Mono-direccional Difusión simultánea Interactivo
Modalidad de decisión Votación Votación Votación Concenso
Grupo que toma la decisión Asamblea (del pueblo, de la asociación, del sindicato, del partido) Ciudadanos (a veces con condiciones restrictivas: alfabetización, recursos) Ciudadanos Grupo interesado y/o involucrado en el debate
Tipo de régimen que más corresponde Democracia a nivel de la ciudad, de una asociación, de una asamblea Democracia Democracia o régimen autoritario a nivel nacional Post-democrático: estructuras transacionales de debate y decisión
Ejemplo Democracia de Atenas (siglo V a.C) Demogracia burguesa en el siglo XIX, (después del desarrollo de la prensa) Fascismo, Nazismo, Comunismo, democracias del final del siglo XX Sociedades y grupos conectados al Internet. ¿Post-democracia?
Efectos a nivel político A partición de la demogogía (prometer para conseguir los votos y no cumplir) Importancia de la estructura de difusión (editoriales, periódicos, librerías, censura) Importancia del régimen jurídico de la emisora (¿pertenece al Estado? ¿a un grupo privado?) Papel de los protocolos técnicos. Derechos de propiedad intelectual. Transnacionalización de los problemas (jurídicos, ecológicos, técnicos, educativos)
Modalidades propias Interacción entre las personas físicamente presentes: papel de la relación Permite el tiempo del análisis (varias lecturas, discusiones con los demás) Ritmo del flujo (sin reflexión). Favorece las identificaciones a tres niveles Permite que cada uno se vuelva actor. Favorece a los militantes
Caracterísitcas a nivel semiótico Importancia del cuerpo del que habla, de su voz y de la construcción del discurso Organización del escrito. Fotos Importancia de lo visual (color de la piel, vestido, aspecto físico) y del sonido (música, acentos, voz) El tamaño de la pantalla y la organización hipertextual estructuran los intercambios.
Estructura fundamental del discurso Retórica Racionalista Narrativa Hipertextual

Citas

1 Ricoeur, 2003, 5: “L‘identité personnelle et l‘identité narrative”, 6: “Le soi et l‘identité narrative”, pp.137-198.

2 Aristóteles (Poética 47 a 13 y siguientes) hace la distinción entre la mimesis (se mima, representa la acción: por ejemplo el consejo de gobierno en la televisión) y la diegesis (se cuenta un relato, como por ejemplo lo que hace la locutora del noticiero). En ambos casos, el audiovisual, a través de la filmación, del montaje, ofrece dentro de la pantalla un mundo virtual, tan parecido al real que se pueden, durante la visión, confundir, sea por un momento.

3 La radio tiene este poder, como lo comprobó Orson Welles cuando provocó, el 30 de octubre de 1930, un gran pánico al contar la invasión de EE.UU., adaptando la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos en la forma de un reportaje radiofónico en vivo, que hizo que la gente saliera de su casa para huir de la ciudad.

4 En el campo político, la emoción mundial que provocó la muerte de Stalin (1953), con escenas de llantos colectivos en todos los países, no se puede entender sin tener en cuenta la identidad colectiva, basada en el amor a un mismo padre, que permitió el uso de la radio durante su dictadura. Pero no faltan ejemplos más recientes de identidades y movimientos afectivos colectivos provocados por la misma admiración o adoración de un jefe que no se conoce sino a través de los medios masivos audiovisuales.

5 Las charlas de los dirigentes políticos empezaron tempranamente y el papel de los medios en la comunicación política se acrecentó a largo del siglo XX. En 1920 se hace la primera retransmisión deportiva (Pittsburg); en 1921 la primera charla política por radio (Herbert Hoover, KDKA, 15 de enero), y la primera retransmisión religiosa (Pittsburg, KDKA, 2 de enero).

6 Los juegos olímpicos de 1936 constituyen el primer ejemplo de la utilización del deporte y del audiovisual para crear una identidad política y glorificar una política étnica: las difusión de las proezas de los atletas arianos en la larga película de Leni Riefenstahl (Olympische Spiele, de 3 horas y medio de duración) quiere suscitar una identidad colectiva nazista. Los juegos olímpicos se vuelven cada vez más políticos cuando la técnica amplía su difusión. La primera difusión intercontinental en vivo (México, 1968) permite a los atletas negros del Black Power manifestarse en el podio, levantando el puño delante de todos los países del mundo. Los siguientes (Munich, 1972) son los juegos de la irrupción de los palestinos en el paisaje político mundial a través del atentado contra los atletas de Israel. El papel político de los juegos, herramienta de dimensión mundial para la dignificación de un movimiento religioso (Mormones, Salt Lake City) o de una nación (China), es un ejemplo del poder del audiovisual.

7 Véase Stephen J. Kobrin, “Territoriality and the Governance of Cyberspace”, en: Journal of International Business Studies, 32(4), 2001, pp.687-704.

8 Véase Hans Klein, “ICANN et la gouvernance d‘Internet. La coordination technique comme levier d‘une politique publique mondiale”, en: Les cahiers du numérique, 3(2), 2002, pp.93-128.

9 Conferencia mundial sobre la sociedad de la información.

10 El voto sería absurdo para definir una política de salud pública o la manera de tratar una enfermedad. A través de largas y succesivas reuniones de los expertos más representativos entre los médicos aparece otra metodología de la toma de decisiones. Frente a un problema se presentan todas las estrategias planteadas por los médicos y se definen los puntos en común que tienen dichas estrategias. El trabajo de la conferencia de consenso consiste en la enunciación del consenso más amplio posible, cuya difusión permite la homogeneización de las prácticas médicas frente a un problema de salud.

11 Las normas técnicas que se están inventando condicionan también la vida de millones de personas. Los dos niveles técnico y simbólico están aquí mezclados, y las maneras de pensar, de divertirse, de aprender, de comunicarse, dependen cada vez más de normas técnicas. Un ejemplo es la tentativa de Estados Unidos de imponer una identificación numérica única a nivel mundial, que hubiera permitido identificar cada ser humano del planeta a través de un número basado en informaciones personales (nombre, apellido, fecha y lugar de nacimiento), pero también con informaciones respecto a sus prácticas culturales (religión), sus discapacidades físicas y su nivel de formación. Esta identificación hubiera sido para los seguros, los organismos de capacitación y de policía una herramienta única. Por ser incompatible con la legislación de varios países, la creación de esta identificación la pidieron no a un organismo internacional, con representantes de los Estados, sino al ISO, entidad internacional encargada de las normas, cuyos miembros no tienen papel político ni vínculos con las autoridades estatales de su país. Finalmente fracasó la empresa, muy parecida al mundo de 1984 de Orwell, por la actitud de miembros franceses del ISO que alertaron a sus diputados europeos sobre el riesgo de una identificación mundial sin control por parte de los países, dedicada a clasificar todos los seres humanos.

12 Merzouki & Méadel, en Ollivier, Bruno (dir.), 2004.

13 Véase Françoise Massit-Folléa, “De la régulation à la gouvernance d‘Internet. Quel rôle pour les usagers-citoyens?”, en: Les cahiers du numérique, 3(2), 2002, pp.239-263.

14 Se sabe que el Minitel, experiencia francesa telemática de los años ochenta, dio lugar a apropiaciones inesperadas, las del “minitel rosado” (redes de chat y de citas sexuales), mientras el proyecto inicial tenía otros propósitos y expectativas. En el caso de Internet, los intercambios gratuitos de persona a persona (Peer to peer) de música y de películas son una forma de uso que se enfrenta directamente con los intereses de otra parte: los de los Majors y de las empresas de industrias culturales que quieren vender estos productos.

15 Véase, para la zona América Latina Caribe: http://www.funredes.org o para Francia http://www.vecam.org

16 Véase su declaración en la conferencia de Ginebra: http://www.apc.org/espanol/rights/lac/calertas.shtml?x=14182

17 Sitio oficial: http://www.itu.int/wsis, textos completos disponibles en pdf (más de 6 Mo): http://cms.privaterra.org/tikidownload_file.php?fileId=67,

18 http://www.itu.int

19 http://www.unesco.org/wsis

20 UN ICT Task Force: http://www.unicttaskforce.or

21 http://mailman.greennet.org.uk/mailman/listinfo/plenary

22 WSIS Civil Society Meeting Point: http://www.wsis-cs.org

23 WSIS-online Civil Society News: http://www.wsis-online.net/csnews

24 Conference of NGOs in Consultative Relationship with the United Nations: http://www.ngocongo.org

25 Coordinating Board of Business Interlocutors: http://www.businessatwsis.net

26 http://www.w3.org/

27 Véase sobre el e-gobierno, http://publicus.net/e-government, sitio que sirvió para diseñar un informe de la ONU; la lista Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. que permite a expertos y políticos intercambiar sobre el tema de E-gobierno; http://dowire.org donde se encuentran 2600 personas de 80 países; http://e-democracy.org/center/technology.html donde se encuentran ciudadanos.


Bibliografía

  1. FLICHY, Patrice, L‘imaginaire d‘Internet, París, La Découverte, 2001, 272 p.
  2. FREUD, Sigmund, “Psychologie collective et analyse du moi”, en: Essais de psychanalyse, París, Éditions Payot, (1921) 1968, pp.83-176, 280 p.
  3. OLLIVIER, Bruno (dir.), Questionner l‘internationalisation, Cultures, acteurs, organisations, machines, 14° Congreso de la
  4. SFSIC, París, SFSIC, 2004, 726 p.
  5. RICOEUR, Paul, Soi-même comme un autre, París, Seuil, 1990.
  6. SEMPRINI, Andrea, La société de flux Forme du sens et identité dans les sociétés contemporaines, París, L‘Harmattan, 2003.
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Un territorio para conquistar y/o subvertir: uso de Internet por las FARC-EP

Um território para conquistar e / ou subverter: o uso da Internet pelas FARC-EP

A territory to conquer and / or subvert: use of the Internet by the FARC-EP

Gisela García Cardona*
Liliana Paredes Restrepo**


* Analista política, Profesora-Investigadora de la Escuela de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

** Comunicadora Social-Periodista de la Universidad Central. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

La globalización de las comunicaciones conlleva nuevas dinámicas de participación ciudadana que permiten la confrontación de ideas en el ciberespacio, transformando la relación entre cultura, nuevas tecnologías y política. Este trabajo pretende hacer un sucinto recorrido por la historia de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, específicamente Internet, y reflexionar sobre las posibilidades que tienen los individuos y las organizaciones de subvertir los aparatos de poder, a través del uso y apropiación de dicha red. De manera específica, nos centraremos en el caso de las FARC-EP y en el uso que hacen de su página en la web.

Palabras clave: Internet, subversión, resistencia, política, FARC-EP.

Abstract

The globalization of communications has generated new dynamics in citizen participation, that allow for the confrontation of ideas in cyberspace, transforming the relation between culture, new technologies and politics. This paper pretends to make a brief exploration through the history of new communication and information technologies, specifically the Internet, and reflect on the possibilities open to individuals and organizations, through the use and appropriation of this network, to subvert the apparatus of power. Specifically we look at the case of the FARC-EP and their use of their web page.

Key words: subversion, resistance, politics, FARC-EP.


El mundo de hoy se ha venido configurando como la sociedad de la información y del conocimiento, un mundo donde se han ido rompiendo las lógicas de las verdades reveladas, de la repetición, de la jerarquía, de la disciplina, de lo falso o lo verdadero. No obstante, es un mundo donde la naturaleza de construcción, desde las diversas miradas y saberes, propone con sus mecanismos de coacción económica y política la evidencia de la globalización económica.

En este sentido, el fenómeno de la globalización obliga, no sólo a los gobernantes sino a las personas en general, a replantear su accionar político en los nuevos espacios de participación que articulan lo local con lo global y lo global con lo local. El universo virtual se ha configurado como un lugar estratégico y desterritorializado donde quien o quienes tengan capacidad de acceso y uso, se pueden hacer visibles, ganar adeptos o contradictores, exponer sus intereses, ideologías y gustos, entre otros. Es un espacio para hacer política, tanto institucional, como de resistencia y de rebeldía.

Nuevas tecnologías, nuevas desigualdades

Los avances científico-tecnológicos enfrentan al ser humano a nuevas tareas y los sacan de otras que le pertenecían por antonomasia. Entre otras, hoy flexibilizan sustancialmente el empleo, en la medida que la automatización de las tareas, la atomización de la producción y la descentralización de los procesos productivos alteran las relaciones contractuales de los trabajadores a lo largo del globo1.

Dentro de este espacio de transnacionalización productiva, el cambio tecnológico ha generado transformaciones sustanciales en la estructura del mercado mundial que a partir de las grandes corporaciones intentan regular las formas y términos de intercambio, en general, por encima de las trabas que el Estado-nación le impone a los procesos de acumulación y reproducción del capital a escala global.

En los últimos años, es evidente el crecimiento de la Web, “los usuarios de este espacio social y medio de comunicación eran 3 millones en 1993 y una década más tarde rebasan los 600 millones en todo el mundo (…) la cantidad de sitios web aumentó de 228 en octubre de 1993, a cerca de 45 millones para octubre de 2003, (…) la cantidad de equipos de cómputo conectados a la red ha crecido de 2 millones, a cerca de 200 millones para fines de 2003”2 . Sin embargo, estas cifras no muestran más que las grandes desigualdades de nuestro tiempo, en el acceso a tecnología y en general a bienestar y necesidades básicas.

Dichas desigualdades se conocen como brecha digital, un concepto que integra la disponibilidad de conexiones y equipos en un lugar, la calidad de contenidos y la capacidad para aprovecharlos. Según el 2002 Knowledge Assessment del Banco Mundial, en Estados Unidos hay 62.5 computadoras por cada cien habitantes, mientras en Colombia tenemos 4.93 y qué decir de India que tiene 0.583.

Los gobiernos nacionales promueven el uso de las nuevas tecnologías e invierten importantes sumas de su PNB para fortalecer el acceso y equipos. No obstante, las cifras que nos revela el Banco Mundial sobre inversión en tecnología de 8.83 por ciento en Colombia y 8.85 por ciento en Estados Unidos4 , en términos relativos es igual, pero en términos absolutos no es equiparable el PNB norteamericano con el de nuestro país.

La brecha digital no se refiere sólo a tecnologías, también al desarrollo y creación de conocimiento desde las perspectivas y necesidades de los usuarios. En este sentido, la producción de contenidos desde las especificidades culturales y el intercambio con los otros y en diversos idiomas aún es fuertemente excluyente. Prueba de ello es la cantidad de hosts; por cada 10 mil habitantes, por ejemplo, en Estados Unidos existen 3729, en Alemania 314 y en Colombia 13.4, entre otros5 .

Internet: ¿relaciones de poder?

Las nuevas tecnologías plantean problemas hasta ahora inéditos, propios de la esfera política y relativos a la representación, legislación, control, entre otros, que en último caso están estrechamente relacionadas con el poder, su administración y ejercicio. En este sentido, planteamos como marco de análisis la reconfiguración de los mecanismos de control a nivel global, en la medida en que la sociedad que se construye con base en Internet supera el monopolio estatal regulador de los conflictos sociales. Esta sociedad supone nuevas formas de organización y en especial le da un papel central a la comunicación, no sólo como medio o trasmisor, sino como portadora de mensajes llenos del universo simbólico que la produce y maneja –es decir, el mundo occidental desarrollado–, con base en la apropiación y uso de la información.

Vincularse a esta nueva sociedad informacional6 plantea una trasgresión de las tradicionales formas de organización y experiencias políticas, que a la suma y con el tiempo suficiente, se traducirán en prácticas sociales cotidianas y a su vez, en nuevas formas culturales, en la medida que el sujeto o la comunidad estén conectados al mundo de la Web. No obstante, en esta sociedad también emergen diversidad de resistencias, generalmente activas, que propician formas alternativas de acercarse a la sociedad informacional y de fomentar cambios, en la medida que la historia contemporánea nunca ha sido tan polarizada y desigual.

De qué manera se relacionan la política y las nuevas tecnologías para instalarse en el escenario de una nueva cultura, y cómo las condiciones creadas a partir de esta relación permiten que organizaciones subversivas utilicen las nuevas tecnologías de comunicación e información para hacerse visibles de otras maneras y en otros escenarios, es lo que vamos a desarrollar en este espacio.

Enmarcados en las sociedades modernas, el control ha sido típicamente manejado por el Estado. Max Weber plantea que el Estado es quien ejerce el monopolio sobre el ejercicio de la violencia. Es en ese espacio de defensa física que aparece Internet como una red “descentralizada, intangible, dependiente de energías y modos de conexión cada vez menos vulnerables a cualquier ataque material, con autonomía y forjando una serie de códigos internos que no necesitaban acordar obligatoriamente con los otros marcos normativos generales a los que todos los demás modos de comunicación se han debido adecuar”7.

Este nuevo entorno, como lo afirma Garay (2000), se erige sobre la plataforma de un Estado cuyo factor de legitimación está en crisis, unido al recorte de la capacidad de maniobra política, terreno ganado ampliamente por los emporios económicos internacionales. De acuerdo con Habermas, el control, o descontrol, de las acciones que hoy reconfiguran el concepto de poder –la globalización del tráfico económico y de las comunicaciones, la producción y transferencia de tecnologías, las nuevas formas de violencia y el surgimiento de nuevos espacios para la lucha no controlados, la reivindicación de las diferencias como origen de nuevas formas de organización y de financiamiento, etc.–, obligan a una reorganización de lo político y por ende, del Estado como institución central del ámbito de regulación, control y monopolio de la fuerza8.

Así, en este “Estado impotente”9, Internet posibilita la sutil propagación de los intereses y principios económicos que no están bajo el control del Estado y que constituyen una nueva fuente de autoridad10 –esto debido a que son las empresas multinacionales y trasnacionales las que proyectan los mapas del mercado global, que instaura a su vez pautas de consumo, producción, empleo, etc.–, y, de igual forma, proveen de espacios y herramientas tecnológicas a organizaciones supraestatales y a movimientos sociales de presión que propenden por un nuevo orden político y social, o bien, invitan al desacato de la autoridad mediante acciones, desde la reivindicación y la coacción hasta la movilización física, enlazados en redes por todo el planeta.

Por otra parte, Internet ha transformado un factor clave de la dinámica política: el control de la información11 . En la medida en que Internet afecta el acceso a la información y al conocimiento, ya sea por competencias tecnológicas, por velocidad de conexión, por ausencia de equipos, entre otros posibles problemas –quiere decir que favorece o limita el control de la información–, trastoca la naturaleza del poder político que residía en el Estado y en las instituciones tradicionales, trasladándolo a compañías enteramente privadas, en las más de las veces relacionadas con organizaciones económicas transnacionales. Es posible hablar así de Internet como palanca transformadora de la organización y de la acción política, en tanto desplaza el sistema de dominación estatal moderno al de la sociedad informacional.

La relación entre política y nuevas tecnologías está atravesada por el concepto de participación. En este factor, es posible la subversión del poder cuando el sistema democrático exige nuevas y ágiles formas de actuar políticamente, mientras los partidos y el Estado mismo como institución, mantienen estructuras verticalistas y jerárquicas, distantes en eficacia y cercanía, a los cambios generados en el sector privado (empresarial) en red12.

Esta “reconfiguración” ha sido adoptada por varios movimientos sociales, y ONG, que aprovechan las posibilidades tecnológicas de Internet en la disputa por el poder, con resultados muy atractivos en cuanto a horizontalismo y formas individualizadas de inclusión, que se traducen en modos de participación real directa o indirecta.

Sin embargo, el acceso al poder y la transformación de las formas de hacer política, no están aseguradas por los entes subversivos únicamente por estar en la Red. Las transformaciones políticas contemporáneas están ligadas a la emergencia y flujo de los espacios en redes globales que usan la tecnología desde dos perspectivas: una como herramienta y otra como parte de un complejo proceso cultural, expresión de una sociedad contemporánea inequitativa y desigual.

Las relaciones de poder en el ciberespacio se centran en la innovación tecnológica, la producción de conocimiento, la generación de espacios de interacción y la capacidad de usarlas para generar el cambio hacia un nuevo orden. Equitativo o inequitativo, será el resultado de las luchas que se den entre los Estados, la sociedad civil y las empresas privadas.

Movimientos revolucionarios en Internet

Manuel Castells propone el surgimiento de una nueva forma de movimientos sociales, diferenciando entre los movimientos sociales tradicionales como organizaciones estructuradas, consolidadas fuera de Internet (entiéndase del tipo partido, asociación, grupo, coalición, bloque, y de carácter legal e ilegal) y los movimientos sociales en red. Según Castells, salvo algunas experiencias pioneras en la exploración de otras funciones como la creación de una nueva esfera pública13, la relación entre Internet y los movimientos sociales ha sido del tipo instrumental, en la medida que éste se ha convertido en un medio privilegiado de acción y de organización14.

La diferencia que resulta del uso de este medio como instrumento está en la potenciación de los rasgos inherentes a la interacción propia de Internet, lo que facilita la emergencia de actores sociales fundamentalmente a partir de coaliciones específicas sobre objetivos concretos. Es decir, los movimientos sociales en red están vinculados por proyectos o campañas concretas que tienen implícitas orientaciones políticas, y no por la pertenencia como miembros (entiéndase como una categoría física) de una asociación.

De esta forma, se deduce que los movimientos sociales en la red, al poner a circular una información, logran adhesión u oposición, parcial o total a un proyecto u objetivo específico, con una marcada orientación política, que no está necesariamente ligada a la acción física concreta del movimiento social fuera de Internet para reivindicar su causa.

Existen diversas formas de activismo en la red apropiadas por movimientos y grupos de resistencia civil o armada. Una de las tipologías que ilustra el conflicto activo en Internet, ha sido presentada por el matemático SthepenWray (1998)15. Según Wray, existen cinco modalidades de “activismo en la red”16; en este trabajo sólo retomaremos la informatización.

La presencia de grupos armados en la red es una realidad que poco a poco cobra importancia, en la medida que estas organizaciones se hacen visibles y utilizan ese espacio para legitimar sus acciones. No obstante, como ya lo hemos dicho, el hecho de conectarse no amplía las posibilidades, es más bien la decisión de uso que adopte la organización, pues esto define lo que se pretende lograr con la utilización de la tecnología.

Uso de Internet por las FARC-EP

En el año 2004, las FARC-EP cumplen cuarenta años de existencia. Este grupo armado nació después de los ataques que el ejército nacional realizó en la región de Marquetalia (Tolima) en 1964 a las llamadas repúblicas independientes. Después de la ocupación militar, la autodefensa campesina constituyó el Bloque sur y para 1966 tomó el nombre de FARC, “bajo el anuncio de iniciar una guerra prolongada por el poder”17. A lo largo de los años setenta extendió sus frentes de colonización desde su región de origen hacia el Magdalena Medio y Urabá.

En 1982 se llevó a cabo la séptima conferencia de las FARC; durante ese año la organización amplió su espectro de lucha duplicando los frentes que tenía, al abrir la posibilidad de ingresar a sus filas a personas que no estuvieran ligadas a los problemas agrarios. En ese año le agregaron las siglas EP (ejército del pueblo), que abren la organización a una lucha no solamente campesina.

En diciembre de 1990 el ejército colombiano ocupó “Casa Verde”, lugar en el departamento del Meta donde funcionaba el Secretariado Central de las FARC-EP. Luego de este ataque la escalada ofensiva de la guerrilla se duplicó e intentó tener acciones a lo largo del país.

Esta ofensiva fue cada día más grande y para el año 2002, afirmaron su control en zonas de colonización, partes altas de las cordilleras (especialmente la oriental), zonas de bonanza agrícola o minera (banano, petróleo, coca y amapola), regiones de campesinado en crisis (Cauca, Boyacá y viejo Caldas), y se han ido acercando cada vez más a los centros urbanos a partir de las milicias urbanas18.

A lo largo de estas cuatro décadas, la guerra ha sido contada por los medios masivos de comunicación, “en términos de tecnología podría decirse que hasta el fin de los años sesenta la prensa escrita informaba sobre una violencia rural y lejana; a partir de los setenta la radio hizo del conflicto una realidad un poco más cercana; desde los ochenta las cámaras de televisión lo mostraron casi en vivo; luego las microondas y las antenas satelitales lo situaron en el aquí y el ahora, hasta que la Internet nos instaló en la guerra como un presente continuo”19.

Estudio de caso

Nos interesa un acercamiento a la experiencia que las FARC-EP han tenido con Internet a través de su página web, fundamentalmente en dos dimensiones: como espacio de representación y como herramienta comunicativa20.

La relación establecida entre el sujeto político que tiene un espacio de representación y una herramienta comunicativa para insertarse en la cultura de la sociedad red, se puede poner en términos de apropiación, entendida como la posibilidad de transformar prácticas políticas y culturales, que afecten el entorno mediante el conocimiento y aprovechamiento de las herramientas e instrumentos propios de Internet.

Vista así, la inquietud por la apropiación de la herramienta tecnológica comunicativa debe responderse en términos de usos. Según Castells “lo que caracteriza a la revolución tecnológica actual (con Internet como su más fehaciente manifestación) no es la centralidad del conocimiento y la información sino la aplicación de ese conocimiento e información a la generación de conocimiento y no los dispositivos de procesamiento/ comunicación de la información, en un circuito de retroalimentación acumulativa que se da entre la innovación y los usos de esa innovación”21. Esto significa que sólo el uso aplicado de las potencialidades de Internet como herramienta tecnológica de comunicación y como espacio de representación, es el motor de transformación de las prácticas político-culturales, en este caso hablamos de resistencia y subversión. Esto implica entonces, entender la apropiación de Internet como un hacer y usar; como una práctica cultural. Para efectos de este trabajo se observó la acción de las FARC-EP en Internet, a través de su página oficial actual www.farcep.org22.

En el marco de las formas de activismo y resistencia electrónicos, que emergen de la relación entre política y tecnología, la página oficial de las FARCEP pertenece al primer nivel de clasificación de acuerdo con Wray: el uso instrumental de la plataforma tecnológica, independientemente de otros factores comunicativos que pueden estar siendo aprovechados por el grupo. (Nos referimos a elementos que van desde el diseño de la interface hasta condiciones de navegabilidad).

Varias de las secciones en las que está organizada la página se limitan a “colgar” información: documentos, datos históricos, registros cronológicos, etc. Varios links están dedicados al registro de esta información sin que se encuentre en ellos la invitación explícita o la simple sugerencia hacia acciones reales directas23.

En cuanto a la relación entre ejercicio político y tecnología, la página refleja un pobre aprovechamiento de los recursos propios de Internet, concretamente la interactividad. Ejemplo de esta desvinculación entre las posibilidades de ejercicio político real con las herramientas tecnológicas de la página (y otras formas de activismo interactivo incluida la simple comunicación con el grupo), es la presencia de links que denominamos cerrados, es decir, no ofrecen posibilidad de interacción con el grupo guerrillero, bien sea en forma de correo o Chat Rooms. Evidentemente, en la página existe un espacio para contactarse con el grupo a través de out look, pero la falta de respuesta supone, o bien incapacidad de comunicación por las condiciones de ilegalidad y seguridad, o bien desinterés y desprecio por las posibilidades comunicativas interactivas del medio.

Esta condición se encuentra en otros espacios diseñados aparentemente para lo que podría llamarse “participación comunicativa”, es decir la presencia de voces distintas a las de los integrantes del grupo, para opinar (apoyar o criticar) sobre el grupo guerrillero24.

En algunos casos se encuentran esbozos de diálogo o contacto con otros medios, como la reproducción de artículos y entrevistas realizadas por personajes ajenos al grupo guerrillero, que son reseñadas por las FARC-EP25.

Dentro de la misma relación entre política y tecnología, existen dos links que resultan interesantes para el análisis: uno es el que conecta al usuario con el Movimiento Bolivariano26 y otro el de la Revista Resistencia Nacional y Resistencia Internacional. Estos links conducen a sitios de gran relevancia tanto para la reivindicación de la causa política dentro del aparato democrático vigente, como para la asociación del grupo con una publicación que tradicionalmente ha identificado al grupo guerrillero. Esta situación permite deducir que las FARC-EP mantienen una relación más estrecha y dialógica con formas comunicativas tradicionales (lenguajes, medios, público) y formas políticas igualmente tradicionales (partidos).

Respecto a la relación entre cultura y política, existen varios elementos emergentes en la página de las FARC-EP: el contenido de algunas secciones está orientado al conocimiento del grupo en su factor más humano, paralelo al perfil “guerrerista” y político-militar. En estas secciones se abordan temas de la agenda política internacional que requieren de un menor grado de reivindicación, como la temática de la mujer, el consumo de drogas, los diálogos entre partes en conflicto, la guerra de armas químicas y nucleares, entre otros27. Con una intención aparentemente “pedagógica”, estos vínculos estrictamente informativos y que no ofrecen herramientas de interacción, abordan temas que el grupo considera neurálgicos sobre el desarrollo socioeconómico del país: se trata de versiones explicativas subjetivas de temas como bipartidismo y opciones políticas alternativas, algunas reseñas particulares sobre minorías étnicas, temas relevantes para la causa política como prerrevolución y guerras de independencia, protesta y movilización social, luchas obreras y campesinas, y otros temas de la historia reciente como terrorismo de Estado e insurgencia armada.

Estas características descriptivas hacen pensar en la página oficial de las FARC-EP como un lugar privilegiado de visibilización (suponiendo que ese sea uno de sus objetivos al estar presentes en la red), pero carente de “herramientas” de comunicación, entendida como un proceso bilateral, interactivo, propicio para el medio tecnológico en el que sucede.

Esta condición se ve reforzada por dos elementos importantes: la ausencia de vínculos con otros sitios o páginas de grupos guerrilleros en el mundo, que permitan esbozar un diálogo o una conexión, por ejemplo, con el movimiento insurgente latinoamericano, guerrillas de otros países, académicos, gobiernos y cualquier otro ente político y/o subversivo en la red, que potencian los recursos tecnológicos de Internet para establecer redes de comunicación; y la trascripción del lenguaje que identifica al grupo guerrillero, no adaptado a la geografía hipertextual en tanto no ofrece vínculos abiertos, y presenta una reproducción del discurso tradicional de las FARC-EP no sólo en su lenguaje sino en su estructura semántica.

A manera de conclusión

El uso que las FARC-EP hacen de Internet, en el marco de la relación política, nuevas tecnologías y cultura, es en realidad una sub-utilización de las propiedades de la tecnología, en detrimento de logros más evidentes y trascendentes al espacio real como la movilización, patrocinio, acción militar contundente, etc. Estamos hablando de que no es visible una intención de representarse a sí mismas como una organización-red, alternativa a las organizaciones tradicionales, con una identidad particular más global, dentro de las condiciones de la sociedad de la información.

Sin embargo, surge una pregunta: ¿qué es lo que es posible para las FARC-EP a través de esta página informativa, que justifica el costo de diseño, mantenimiento y actualización (por mínima que esta sea) de un espacio en la red?

Al respecto tenemos una idea que queremos esbozar: el uso que las FARC-EP hacen de Internet está relacionado con una estrategia comunicacional y no con el ajuste de su identidad al espacio global. Es decir, las FARC-EP podrían no estar interesadas en usar Internet como un espacio de reivindicación, movilización o cualquier otra acción militar o política, posible mediante la potenciación de la interactividad, hipertextualidad, etc., y de las cuales se podrían generar otro tipo de relaciones y acciones políticas. Tal vez, sólo están interesadas en la circulación de la información a través de un medio al que realmente tiene acceso un grupo limitado de población del país; población que no se cuenta dentro del mapa geográfico en el que incide militarmente.

Esta idea de una estrategia comunicacional estaría sustentada en varios aspectos: el primero de ellos tiene que ver con el interés del grupo guerrillero de ingresar a las ciudades, escenarios estratégicos para su ascenso al poder estatal28. Un segundo aspecto está sustentado en los estudios que caracterizan el perfil del usuario de Internet en el país, los cuales permiten ubicar fácilmente a estos mayoritariamente dentro de las ciudades. Y un tercer aspecto muy relevante, es el perfil mismo de estos usuarios, en su mayoría personas con un grado avanzado de escolaridad, capacidad de discernimiento y sobre todo, con capacidad de un ejercicio efectivo de la acción política directa, para el mantenimiento o desestabilización del orden tradicional.

En este sentido podría decirse que el uso que las FARC-EP hacen de Internet está relacionado con una estrategia comunicacional cuyo objetivo esencial es la penetración del público usuario efectivo de Internet, con miras a la conquista territorial de las ciudades como parte importante de su lucha por el poder político.

Esta forma de uso de la tecnología como simple espacio de información y reproducción de organización tradicional, no es transformador de las posibilidades de acción política y no necesariamente es generador de nuevas relaciones entre sujetos políticos de una sociedad del conocimiento. Al contrario de lo logrado por otros movimientos, las FARC-EP no reflejan su presencia en el ciberespacio como la apertura de un terreno novedoso de lucha a partir de la difusión y la confrontación ideológica en la medida en que no propician de manera alguna la interactividad o la horizontalidad.

Sus alcances dejan entrever un vacío en la capacidad de apropiación de esta tecnología, como escenario para la construcción de nuevas formas de organización alternativas y la emergencia de nuevos diálogos para la acción política.


Citas

1 Luis Jorge Garay, “Sobre la reconformación del espacio económico internacional”, copias de la Conferencia Internacional: Globalización y alternativas de desarrollo: La cooperación internacional en la perspectiva de los países No Alineados, Bogotá, Universidad Nacional, 1996, pp.1-3.

2 Raúl Trejo Delarbre, “La internet como bien público”, en: www.raultrejo.tripod.com/ensayosinternet/internetcomobienpublico.htm - 70k p.1.

3 Ibid., pp.8-12.

4 Ibid., pp.13-15.

5 Ibid., pp.9-10.

6 Castells plantea que “La sociedad informacional es una nueva estructura social de carácter global asociada al surgimiento de un nuevo modo de desarrollo denominado informacionismo, que sucede en su aparición al industrialismo y cuyas principales fuentes de productividad son la generación de conocimiento, el procesamiento de información y la transmisión de símbolos”. Manuel Castells, La era de la información, Vol. I: La sociedad red, Madrid, Alianza, 1998, p.57.

7 www.hipersociologia.org.ar/papers/sabatinisp.html. “Entre la filosofía y lo cotidiano: El Estado”, pp.1-3.

8 Habermas, La inclusión del otro, Estudios de teoría política, Barcelona, Paidós, 1999, pp.80-85.

9 Manuel Castells, La era de la información, Vol. II: El poder de la identidad, Madrid, Alianza, 1998.

10 Al respecto es importante revisar el concepto de Autoridad anónima, desarrollado por José Antonio Pérez Tapias, con referencia a la crítica de Erich Fromm, en: Internautas y náufragos, Madrid, Trotta, 2003, pp.116-117. Es muy relevante para el análisis del ejercicio del poder en el ámbito supranacional, en la medida que la política funciona cada vez más en redes y su acción se da en un espacio global cada vez más disputado, un espacio que, por lo menos en el ámbito económico, prefiere el anonimato y esto lo permite la sociedad red.

11 Al respecto es importante trabajar los postulados de M. Castells en: La galaxia Internet. En el capítulo 5, Castells desarrolla el problema de la política en Internet desde los movimientos sociales y el Estado, mostrando la relevancia de la conexión para generar participación ciudadana, las nuevas estrategias que se usan en política, basadas en la manipulación de la información y la ciberguerra.

12 Luis Jorge Garay, El falso amanecer, Los engaños del capitalismo global, Barcelona, Paidós, 2000, pp.100-101.

13 José Luis Brea, El teatro de la resistencia electrónica, consúltese en: http//alepharts. org/pens/teatro.html.

14 Manuel Castells, Lección inaugural del programa de doctorado sobre la sociedad de la información y el conocimiento, Instituto de investigación de la UOC, Barcelona, España.

15 Sthepen Wray, 1998, citado por José Luis Ebrea en la conferencia “Teatro de la resistencia electrónica” en los Talleres de Montequiu, julio 11 de 1999.

16 De acuerdo con Wray, existen cinco modalidades de activismo en la red: el primero es la informatización de los movimientos sociales cuya característica principal es el uso instrumental de la red, siendo aquel similar al que puede hacerse de otro tipo de instrumentos de propaganda. La infoguerra es la segunda forma de activismo en la red que surge como una extensión de la primera, pero que en la práctica es un desarrollo de la misma. La tercera forma de activismo es la conocida como resistencia electrónica o desobediencia civil electrónica, cuyas acciones para ser efectivas deben ser de carácter clandestino y radical y consiste en el desarrollo de un dispositivo de acción directa que permita el ejercicio colectivo de acciones de protesta mediante el llamamiento al bloqueo de determinados websites. La cuarta es el activismo –hacker– politizado (hacktivismo), cuyo objetivo es bloquear o sabotear los flujos de información de las corporaciones- Estado. La quinta clasificación hace referencia a una visión futurista de activismo y se denomina la próxima guerra. Tomado de www.aleph-arts.org/pens/ teatro.htlm. pp.3-7.

17 PNUD, El conflicto, callejón con salida, Bogotá, PNUD, 2003, p.28.

18 Ibid., pp.55-56.

19 Ibid., pp.427.

20 Internet entendido como herramienta comunicativa significa explorar la dimensión de lo puramente comunicativo en términos de lenguaje hipertextual, medio, mensaje, información, hipervínculos, links, que se valen de las potencialidades propias de la tecnología internet (hipertextualidad, horizontalidad, interactividad), para comunicar política y cultura. Respecto a la representación, entendemos esta como el proceso a través del cual un sujeto político productor de discursos ideológicos, con una o varias finalidades singulares, se define y proyecta a sí mismo en el espacio y lenguaje de la red. Hablamos entonces de un sujeto político colectivo que trasciende y al tiempo representa al individuo, que conserva sus mismas condiciones humanas y sociales pero que traslada sus prácticas comunicativas y producciones culturales a la interacción permitida en la sociedad red.

21 www.hipersociologia,org,ar/catedra/material/Castellscap1.htm

22 El trabajo de campo de este artículo se realizó mediante fichas de observación que se llenaron durante un mes, con una muestra aleatoria de cuatro días a la semana. Cada una de estas fichas registró la actualización de la información, el tipo de información de acuerdo a ejes temáticos reiterativos propuestos por el grupo guerrillero y finalmente el análisis de cada una de las secciones: Mujer, Cultura, Movimiento Bolivariano, Así es Colombia, Novedades, Documentos, Resistencia y 40 Aniversario de las FARC-EP, tanto en su contenido como en sus características técnicas es decir, links, banners, y cuadros de diálogo como chat, out look, correo, etc. De esta observación se extrajo el material para la construcción de este trabajo.

23 Es el caso del link Novedades, en el que se encuentra un vínculo dedicado a la publicación de comunicados de diversos autores del grupo armado (secretariado, comisión nacional, bloques y frentes, partes de guerra, mesa de diálogo y negociaciones). El link Documentos en el que se encuentran diversos vínculos sobre la historia, leyes, y en general documentos de constitución o transformación del grupo guerrillero a lo largo de su existencia. El link 40 Aniversario de las FARC-EP incluye artículos, editoriales y otros documentos apológicos sobre las acciones del grupo guerrillero durante las últimas décadas de acuerdo con los períodos presidenciales y una reseña biográfica sobre dos de sus máximos dirigentes, Jacobo Arenas y Manuel Marulanda.

24 Es el caso de los links Página universitaria y Otras opiniones, que muestran un limitado número de “participantes”, con textos exclusivamente de apoyo a la orientación política y a la acción militar del grupo, bastante desactualizada respecto a la fecha y las temáticas abordadas en estos espacios.

25 En algunas ocasiones apareció un artículo elaborado por el sociólogo Alfredo Molano en febrero de 2003. También entrevistas realizadas a personajes, como a un militar cubano en julio de 2003.

26 Movimiento político legalmente constituido en fortín de los intereses y orientación política promovida por las FARC-EP.

27 Estas temáticas se abordan en los links Mujer, Coyuntura, y Diálogos, de la página oficial de las FARC-EP. Llama la atención el hipervínculo Cultura, en el cual se encuentra el link Casa Verde que da cuenta de las dinámicas socioculturales del grupo: cómo viven, qué ropa usan, dónde duermen, qué comen, cómo se divierten, mediante narraciones de corte más literario (tanto en lenguaje como en extensión) y apoyadas por fotografías de la gente y de paisajes representativos de la geografía colombiana, al igual que otras producciones artísticas como cuentos guerrilleros, música, libros recomendados, producciones todas en sus respectivos lenguajes narrativos. En esta misma categoría de análisis (política y cultura), está el link Así es Colombia, que incluye datos sobre el país como ubicación geográfica, actividades económicas, costumbres, símbolos patrios.

28 Al respecto pueden revisarse los planteamientos hechos por el investigador colombiano Juan Guillermo Ferro sobre la urbanización del conflicto. Juan Guillermo Ferro y Graciela Uribe, El orden de la guerra: Las FARC entre la organización y la política, Bogotá, Centro Editorial Javeriano CEJA, 2002, pp.37-39.


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