Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Johanna Parra Bautista **
Miguel Ángel Urrego ***
* Este texto es producto de la reflexión llevada a cabo por sus autores desde la línea de investigación referida a Modernidad e Identidad Nacional del Diuc.
** Historiadora y politóloga. Estudiante de la Maestría en Antropología, CIESAS, México. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. .
*** Doctor en Historia. Miembro del Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla. .
La guerra como instrumento del capitalismo ha tomado un lugar importante en la historia de los dos últimos siglos. La violencia surge por la acumulación de capital y por el necesario control de los mercados y materias primas. Este es el escenario al que nos enfrentamos: la guerra y el capitalismo. Es la guerra por la solución de las crisis económicas o por la consolidación del poder político, militar y económico. La guerra es inherente al capitalismo..
Las naciones, el colonialismo y el imperialismo responden a los intereses económicos de las grandes naciones capitalistas. Las naciones fuertes hablan del fin de las naciones a la vez. que reivindican la suya propia con el objeto de que el mundo no occidental desarticule y abandone sus procesos nacionales. Aun así la nación está presente y es un derecho del Tercer Mundo.
Palabras clave: Nación, guerra, imperialismo, colonialismo, globalixación neoliberal.
War as an ínstrument of capitalism has taken an important place in contemporary history. Violence emerges because of the accumidation of capital and the fíght for the control of the markets and raw material. Thís is the world we enfaced: One of war and capitalism. is the war for the economic crisis solution, or for the consolidation of political, economic and military powers. War ís inherent to capitalism..
Nations, colonialism and imperialism are answers to the economic interests of the big capitalist nations. Strong nations talk about the end of the nations meanwhile they want to enforce their oxvn nation. But nation is present and is a right of the Third World.
La guerra ha sido una característica de las sociedades humanas de todos los tiempos; clásicos del cine como 2001 Odisea del espacio y La guerra del fuego nos muestran que el buen manejo de un hueso sobre la cabeza del contrario funda sociedad. Aunque la practican la mayor parte de los pueblos, es inherente a la existencia de los imperios. En un pasado muy remoto la antigua Roma se extendió hasta el Medio Oriente y el Islam hasta la India, el norte de África y España. Las razones que han llevado a los hombres y a las mujeres a la guerra han sido de carácter religioso, como las cruzadas, o por la supervivencia de las tribus, como los bárbaros contra Roma, y evidentemente existen objetivos de tipo comercial, como en las Cruzadas, la piratería, el contrabando, la trata de esclavos y el colonialismo.
Para diversos autores, entre ellos Roger Bartra, la violencia que acompaña al ser humano muestra que nuestro cerebro aún no ha evolucionado lo suficiente y que somos simplemente un reptil –es lo que se denomina el complejo reptílico– y, por ello, la guerra y la violencia serian la expresión de un comportamiento típicamente animal1.
En el marxismo la violencia es la partera de la historia y ésta no es más que el producto de la lucha de clases. La expresión "el poder nace del fusil", que identifica a Mao Tse Tung, oscurece, sin embargo, el análisis sobre la sociedad china que hizo este marxista y el uso de la frase fuera de contexto no deja ver su sentido según el cual la única vía de lograr la paz, ante la invasión japonesa y la lucha anticomunista, era la guerra. La inclinación por la paz de los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial los obligó a acuñar la consigna de pan y paz y una vez en el poder retiraron a Rusia de la guerra. Esta tradición pacifista del marxismo fue resaltada por Jean Paul Sartre en una serie de artículos titulados "Los comunistas y la paz". No obstante, la ruptura chino soviética, las invasiones soviéticas a diversos países de Europa Oriental y, lo que es más dantesco, la guerra entre países "socializados" por la URSS, como Etiopía y Somalia, o la acontecida entre Vietnam y China, ante la invasión de los primeros a Cambodia, mostraron que la guerra podía darse entre estados aparentemente socialistas.
Las dos guerras mundiales, el fascismo y el conflicto en Vietnam evidenciarían, según algunos posmodernos, el fracaso del proyecto histórico de la Ilustración y el carácter hegemónico/violento de la racionalidad occidental y de su fundamento historicista. El fascismo alemán demostró que escuchar música "clásica" no iba en contra del uso de hornos para aniquilar judíos.
Los fenómenos posteriores a la década de los ochenta del siglo XX –la desintegración de la URSS, Europa Oriental, la restauración del capitalismo en China, la derrota sandinista, y la decadencia cubana–, significaron para el pensamiento liberal el fin de la bipolaridad, la bancarrota del socialismo y el triunfo del capitalismo; en otras palabras, el fin de la historia2 En apariencia, se acabarían los conflictos mundiales y entraríamos en la eternidad del capitalismo y la paz mundial, eso sí, con una gran potencia que aseguraría la convivencia y combatiría los disociadores, esto es, la paz estadounidense.
La desintegración de la URSS y Europa Oriental no se manifestó en una pacífica reconstitución de las antiguas naciones, salvo en el caso de la antigua Checoslovaquia; por el contrario, ha dado paso a sangrientas luchas de las minorías étnicas y religiosas por la plena autonomía y Yugoslavia es el mejor ejemplo de este proceso. Por otra parte, la resistencia a la globalización neoliberal se ha definido en muchos lugares como una lucha de defensa de la Nación, de su economía y autonomía. De manera que la Nación se convierte, nuevamente, en un campo de lucha. Contrario a lo que muchos piensan, la lucha nacional no ha dejado de tener sentido y, lejos de ello, nos encontramos en el cuarto ciclo, desde la Revolución Francesa, de conformación de naciones y, como en el pasado, la guerra es un elemento constitutivo. En esta situación se encuentran los kurdos, los vascos y los palestinos, para mencionar unos pocos casos.
Consideramos pertinente hacer ciertas precisiones. Desde el siglo XVI la historia de la humanidad se desarrolla bajo el dominio del modo de producción capitalista. A este régimen de producción le es inherente la violencia y la guerra, en otras palabras, la negación de lo humano. Esto sucede en al menos tres dimensiones: el carácter violento de la acumulación; la tendencia a establecer sistemas de control de la población; y, la pretensión ideológica de constituir una civilización, la conformación del Estado nacional y el imperialismo. Ampliemos algunos de estos aspectos.
Marx argumentaba que el capitalismo había nacido chorreando sangre por todo los poros de la piel. La enorme explotación de seres humanos que permitió la acumulación originaria de capital no se extinguió con el fin del siglo XIX. De hecho la historia de los grandes capitale muestra cómo la explotación de los trabajadores, niños, mujeres y hombres, se dio bajo condiciones infrahumanas pues al capitalismo le es inherente la plusvalía3. El control de los mercados y de las materias primas en las diferentes etapas del capitalismo, alimentó diversos tipos de guerras, la del opio por ejemplo, y alentó la presencia de militares y regímenes políticos de extrema derecha, tal como aconteció con las dictaduras militares en América Latina y la implantación de diversas formas de terrorismo de Estado.
Las economías de enclave en nuestro continente expresaron formas económicas que violentaron la ley, la legislación laboral e invariablemente culminaron en masacres, como la de las bananeras ocurrida en Colombia en 1928. La expansión de intereses llevó a las naciones más desarrolladas económicamente –Estados Unidos–, a alimentar el separatismo, como en Panamá y en Texas, a crear guerras como la de 1898 con España en el Caribe y Filipinas y a involucrarse en conflictos en el Sudoeste asiático, África o el Medio Oriente5.
El segundo tema para considerar es el de control de la población. El capitalismo requirió someter no solo a la población "peligrosa" que atentaba contra la propiedad –delincuentes y vagos– sino a los trabajadores. Para ello estableció la figura del tribunal, que hegemonizó la definición de lo que era bueno y malo y lo justo y lo injusto, obviamente expresando el punto de vista burgués5. La ley fue diseñada para reprimir todo aquello que atentara contra el trabajo y la propiedad. En 1530 Enrique VIII estableció una ley que determinó: "Los mendigos viejos e incapacitados para el trabajo deberán proveerse de licencia para mendigar. Para los vagabundos jóvenes y fuertes, azotes y reclusión. Se les atará a la parte trasera de un carro y se les azotará hasta que la sangre mane de su cuerpo (…). En caso de reincidencia y vagabundaje, deberá azotarse de nuevo al culpable y cortarle media oreja, a la tercera vez que se le sorprenda, se le ahorcará como criminal peligroso y enemigo de la sociedad"6. Ejecución que no estaba lejos de la del parricida, pues contemplaba el castigo ejemplarizante y una muerte dolorosa7 Marx explica que la única oportunidad para las masas expulsadas del campo fue el convertirse en vagabundos y ladrones, de manera que la acumulación los deja sin nada y además por eso los castiga. En los siglos XIX y XX el control de los trabajadores se expresó en la disciplina de trabajo, en la implantación del reloj en la fábrica y en el fordismo.
En tercer lugar, hay que considerar el imperialismo. La acumulación de grandes capitales, la necesidad de controlar las materias primas y los mercados dieron lugar a la constitución del imperialismo, definido por Lenin como una etapa superior del capitalismo, que se caracteriza por la dominación de las naciones a través de los flujos de capital del centro a la periferia. Ya no se trataba, como en el pasado, de un control territorial, en el siglo XX fue suficiente la inversión de capitales en sectores estratégicos, como el petróleo o la industria manufacturera, o el establecimiento de enclaves para la producción de banano. Esta característica se modificó a partir de la década de los ochenta cuando las mayores tasas de ganancia se encuentran en la especulación financiera y las telecomunicaciones y en menor grado en las industrias pesadas, las que de hecho se trasladan a ciertos países de la periferia quienes, a través de maquilas o industrias, producen los automóviles, los electrodomésticos y las confecciones, que en tiempos pasados se hacían en el centro8.
Finalmente, hay que considerar el carácter civilizatorio del capitalismo9. Este sistema se autodefine como única posibilidad de destino para la humanidad. Hereda todas las concepciones eurocentristas, racistas y coloniales de los viejos imperios. El concepto de civilización construye un parámetro que define quiénes son los pueblos que no poseen los medios para desarrollarse, razón por la cual deben ser salvados de sí mismos por los imperios. El proyecto de historia universal descansa sobre la máxima de existencia de un destino, la civilización, y un relato, la historia nacional, que construye el mito que asocia modernidad con Occidente10. La ideología que subyace a estas ideas aparece no sólo bajo la forma de relato histórico sino en la etnografía de sacerdotes y viajeros, en los estudios científicos sobre los pueblos colonizados y en la literatura. La construcción de conceptos e imágenes no solamente es un divertimento de los estudios sino parte de la dominación de los imperios11.
Las globalizaciones del capitalismo, desde la primera ocurrida con el descubrimiento de América, hasta la más reciente, la globalización neoliberal, se presentan como la oportunidad de crear un sentido de destino para la humanidad. En la más reciente de las reformas económicas el mercado aparece como el mecanismo para ampliar los beneficios de la sociedad, no pocos neoliberales sostienen que el mercado es la clave en la superación del subdesarrollo; así por ejemplo, la eliminación de la inversión estatal en salud, la reducción del número de empleados y la privatización se presentan bajo el argumento de ser parte de un proceso de mejoramiento de la prestación del servicio. Si se tienen en cuenta las ultimas décadas observaremos una serie de razonamientos –fin de la historia, las utopías y los metarrelatos– que, junto a la desaparición de los países socialistas en el mundo y el auge de los neoliberales, fortalecen la pretensión burguesa de un nuevo discurso civilizatorio12.
Los sucesos del 11 de septiembre evidencian este principio del capitalismo. Estados Unidos redefine la política exterior bajo el principio de guerra preventiva, acuñando nociones tan vagas como la del "eje del mal" que a pesar de su pobreza tienen innegable impacto pues está ligada a los reiterativos llamados del presidente Bush a defender la "civilización" Esta política pugna por el establecimiento de un "siglo estadounidense".
La guerra capitalista más importante es la que se da por la constitución de la Nación y por la supremacía de una de ellas. Nos detendremos en este apartado para señalar cuatro aspectos: el vínculo de la Nación con el capitalismo, la relación entre capitalismo y colonialismo, las guerras anticoloniales y, finalmente, el sentido de la Nación en la reciente globalización neoliberal.
El capitalismo crea las naciones como una necesidad para lograr el desarrollo de sus fuerzas productivas. No puede existir un aparato productivo de considerable importancia sin la intervención estatal, sin proteccionismo y sin subsidios; así lo demuestra, entre otros, el proceso de industrialización de Inglaterra.
La formación de naciones se hizo con guerras13. Las hoy naciones desarrolladas no escaparon al horror de la violencia. Su historia tiene períodos de dantescas masacres e incluso de genocidios. Ni la culta Francia ni mucho menos el advenedizo Estados Unidos son extraños a este hecho. La guerra civil, el racismo, la conquista del Oeste, la urbanización y el imperialismo caracterizan a Estados Unidos, a pesar de ser producto de migraciones de todas las procedencias.
La guerra y los odios étnicos se constituyen en formadores de la memoria de la Nación, para recordar a "los soldados caídos", "el holocausto", "las víctimas del terror", los héroes nacionales, la "Revolución Mexicana", la "Revolución Rusa" y la "Zona Cero", las fiestas patrias se conmemoran con júbilo. La memoria de la Nación sobrepasa las formas que adoptaba la organización política. La Nación es, por tanto, una compleja construcción simbólica y cultural que se alimenta de mitos, símbolos y la historia que permiten, la construcción de un conjunto de referentes ante los cuales las personas imaginan esa Nación y su pertenencia a ella14. Por supuesto, la ¿mayor parte de la producción simbólica es homogeneizante y excluyente y corresponde al punto de vista de la burguesía. La Nación retoma elementos populares y los incorpora en un discurso de dominación que se difunde desde el Estado. De manera que los discursos de inclusión posibilitan que los sectores dominados acepten la hegemonía.
El Tercer Mundo debió enfrentar el colonialismo con guerras de liberación nacional. En el Sudoeste Asiático y África los pueblos adelantaron luchas por la posibilidad de formación de la Nación, con lo que evidentemente no estaban repitiendo la historia de la Revolución Francesa sino generando un capítulo adicional a una tendencia inaugurada a finales del siglo XVIII. Lo más importante es que estos conflictos en muchas ocasiones constituyeron un capítulo de la Guerra Fría y una avanzada de las potencias y, en algunos casos, el Tercer Mundo infringió derrotas significativas al imperialismo.
Las manifestaciones recientes del nacionalismo son vistas como un peligro o como la expresión de los pueblos atrasados o fundamentalistas. Chatterjee señala que el nacionalismo es concebido como una fuerza oscura y primitiva en Occidente, como la droga y el terrorismo, es un producto del Tercer Mundo15. La perspectiva que critica este autor tiene una herencia en las interpretaciones liberales y conservadoras del nacionalismo, para quienes éste se funda en las prácticas políticas y los derechos morales.
Si bien los estudios más clásicos de la Nación ya evidenciaban la relación de ésta con el capitalismo como elemento de su génesis y expansión y como estructura de poder y dominación, los estudios poscoloniales continúan con su trabajo mediante aproximaciones que cuestionan los discursos occidentales de la modernidad a través de narrativas que interrogan un proceso que vincula el yo y el otro, el colonizador y el colonizado. Encontramos unos sujetos activos, influidos por el colonialismo y, así mismas activos en los cuestionamientos y el proceso de construcción de Nación, pero no por eso fuera de la estructura del capitalismo.
En un mundo de Estados-nación, el nacionalismo no puede estar confinado en las periferias, lo vemos presente también en los Estados más poderosos que en momentos de desequilibrio lo utilizan en busca de legitimidad. Por ello, la histeria fundamentalista de la Casa Blanca radicaliza el nacionalismo estadounidense hasta la irrupción de la xenofobia y estimula la inclinación de la población a respaldar la aventura militar en Irak.
La globalización neoliberal impone procesos de integración regional y económica y de unificación de los sistemas laborales, legales; promueve la formación de una cultura de consumo y de una sensibilidad que, aunque pobre simbólicamente, logra uniformar individuos de diferentes regiones del mundo. Este proceso es irreversible. Las corrientes posmodernas insisten en la desaparición de la Nación debido a la crisis del proyecto de modernidad –un proyecto hegemónico y unitario, originado en las corrientes ideológicas de la burguesía y fundado en sentimientos que han propiciado innumerables genocidios–, y al impacto de la globalización. Los procesos revolucionarios tercermundistas que vincularon la idea de Nación con la de pueblo dieron origen a conceptos como los de soberanía nacional, vitales en la lucha anticolonial. A juicio de Negri y Hardt, esta última noción hace parte del sometimiento que significó la idea original de soberanía16.
El sugerente análisis de Negri y Hardt culmina con un rechazo a la reivindicación de la Nación en la actual globalización, por la existencia del Imperio y porque ésta remite a construcciones de corte retrógrado, por ejemplo, a la centralidad de la noción de soberanía17 Incluso, se opone a su defensa en nombre de necesidades políticas de los sectores populares. Marx había señalado que el capitalismo se desarrollaría hasta tal punto que desintegraría los Estados nacionales y todos los marxismos son internacionalistas por principio. Sin embargo, existe una serie de consideraciones que cuestionan este punto de vista expuesto en Imperio.
En primer lugar, al finalizar, el siglo XX presenciamos los nacimientos de nuevos Estados, tanto en África como en Asia Central, Europa Oriental, la región del Cáucaso y los Balcanes. Así mismo, las mayores transformaciones geopolíticas ocurridas por la fragmentación de la URSS a principios de la década de los noventa y por las diversas guerras étnico-religiosas en la antigua Yugoslavia.
En las fronteras occidentales aún hoy persisten numerosos proyectos fragmentarios; pese a la conformación de la Unión Europea, el peso de los nacionalismos regionales dentro de algunos de los Estados miembros sigue siendo una realidad. Cataluña, el Euskal Herria y, en menor medida, Galicia, buscan una mayor autonomía del gobierno central español, reafirman e impulsan su etnicidad por medio de la educación en lenguas minoritarias y se unen con el fin de sabotear los mecanismos de tributación exigidos por Madrid. En el Reino Unido los conflictos religiosos y nacionales se siguen manifestando en el Ulster. Los irlandeses católicos separatistas y los colonos británicos anglicanos unionistas continúan los diálogos entre la mediación de Londres y Dublín. Los sectores valones y por lo tanto francófonos al interior de Bélgica se acercan cada vez más al Estado francés, mientras los flamencos de origen lingüístico holandés se reafirman culturalmente partiendo de las diferencias de lengua. En Alemania, las diferencias religiosas e históricas entre el norte y el sur provocan auges ocasionales de regionalismos. Algunos sectores bávaros se inclinan ideológicamente hacia la adopción de una monarquía regional.
En segundo lugar, el nacionalismo y la Nación son empleados por el Imperio, para utilizar el concepto de los autores a los cuales venimos haciendo referencia. El gobierno de Estados Unidos los usa en su favor para justificar el control de los recursos petroleros iraquíes y para legitimar todo tipo de intervenciones. Este belicismo se funda en la renovación de los mitos de origen y de finalidad más primitivos de la nación estadounidense. Mal harían los sectores populares y los proyectos de los "globalifóbicos" en abandonar este terreno y cederlo completamente al Imperio. Las dinámicas mundiales evidencian que las naciones tienen aún mucha vida. Por otra parte, un gran porcentaje de las luchas antiglobalización que se presentan en el Tercer Mundo se dan como defensa de la Nación y de sus recursos. Decir además, como lo sostienen Negri y Hardt, que la lucha de liberación que reivindicó la soberanía nacional no culminó en nada, olvida a Vietnam. La lucha por la defensa de la Nación no supone la negación de luchas globales.
En tercer lugar, las naciones se desarrollan en los sistemas-mundo y la globalización –como se puede ver en los trabajos de Braudel– no es un fenómeno nuevo sino que ocurre desde el siglo XVI. El capitalismo genera procesos de globalización que no necesariamente se oponen a la Nación.
En cuarto lugar, la producción simbólica sobre la Nación, que a todas luces tiene un carácter hegemónico, clasista y racista, moviliza todavía amplias masas. Decir que es producto de la ignorancia es simplemente una valoración moral que no reconoce la vitalidad de tales fenómenos y su potencial en la lucha antiglobalización.
La guerra no es una perversión de la política. Tampoco es nueva en la historia de la humanidad. Sin embargo, el capitalismo es un sistema al cual le es inherente la violencia, la guerra y el terror. Suponer que la guerra se acabará pronto de la faz de la tierra es un error. Solo la negación del capitalismo, desde la utopía, hace posible la superación del conflicto. No es una apología a la violencia, solo es el reconocimiento de una realidad histórica. La distinción moral sobre la violencia, la moral en sentido sartreano, es que ésta debe estar en la antípoda del terror. Históricamente la violencia revolucionaria es la que ha permitido, al menos como propósito general, el establecimiento de relaciones más humanas entre los hombres. Es un imperativo moral el rechazo a la guerra capitalista contra Irak pero, igualmente, a las prácticas de los actores del conflicto en Colombia, específicamente el secuestro y las masacres. Tampoco es deseable el modelo de violencia estatal que estimula el surgimiento de posiciones fascistas en la población, agenciado pot la política de seguridad democrática. Es indispensable la superación simbólica real de la violencia, con juicio a los responsables, sin pacto entre élites que lleven a un acuerdo entre caballeros sin solución efectiva al conflicto interno y sus secuelas y sin beneficio para el pueblo.
La Nación representa uno de los espacios preferidos por el capitalismo para ganar mercados y solucionar sus crisis económicas. Con la globalización neoliberal las naciones no han llegado a su fin. Sus estructuras de origen moderno no solo sobreviven en medie de las prácticas del neoliberalismo sino que cada vez vemos una mayor articulación entre lo global y lo local y un destacado fortalecimiento de los nacionalismos. Por ello, las luchas por la defensa de la Nación, como lo demuestra el EZLN, tienen plena vigencia y se articulan a confrontaciones más globales, como las que se han efectuado contra las reuniones de la OMC.
La entrada de tropas estadounidenses a Bagdad marca el inicio de la guerra preventiva. La estrategia permite a Estados Unidos no sólo la invasión a Irak sino la formulación de diversos planes de intervención política y militar en distintas partes del globo como la que puede colegirse del Plan Colombia, vigente actualmente en este país.
1 Roger Bartra, La jaula de la melancolía y metamorfosis del mexicano, México, Grijalbo, 1987 La poesía de Alvaro Mutis expresa este horror ante la imposibilidad de los hombres y las mujeres por aprender del pasado.
2 Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, Buenos Aires, Planeta, 1992.
3 La literatura pasada y reciente reñeja tales condiciones: Historia de dos ciudades de Dickens y El Paraíso en la otra esquina de Mario Vargas Llosa. En el cine, Pandillas de New York.
4 El capitalismo ha empleado la guerra como un mecanismo de reactivación de la economía. De hecho, parte de la explicación de la reciente invasión a Irak se encuentra en la necesidad de dinamizar la economía estadounidense. Es otra "historia de la infamia".
5 La institución del tribunal, por su lógica interna, es burguesa; así lo explica Michel Foucault en Un diálogo sobre el poder, Madrid, Alianza Materiales, especialmente "Sobre la justicia popular. Un debate con los Maos" pp.20 y ss.
6 Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, tomo I , Capítulo XXIV. "La llamada acumulación originaria", especialmente el numeral 3 "Leyes persiguiendo a sangre y fuego a los expropiados, a partir del siglo XV. Leyes reduciendo el salario", pp.624 y ss. La cita corresponde a la página 625.
7 Recordemos que la ej ecución del parricida que estudió Foucáult fue el 2 de marzo de 1757 Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo X X I Editores, Nueva Criminología, 2003.
8 La otrora próspera industria del automóvil estadounidense ha registrado quiebras en las empresas líderes, pero no es una situación exclusiva del sector; la industria del juguete es un privilegio de China y otros países de Oriente quienes producen más del 70% de los productos consumidos en el mundo.
9 La hipótesis de que la globalización neoliberal se define a sí misma como un proyecto civilizatorio: Edgardo Lander "Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos", en: Edgardo Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, 1993.
10 Una crítica a la frecuente asociación entre modernidad y Occidente en Enrique Dussel. "Europa, modernidad y eurocentrismo", en: Ibíd, pp.41-53.
11 Edward Said explica que los conceptos y representaciones sobre Oriente producidos desde el centro del imperio constituyen instrumento de dominación. Orientalism, Londres, Penguin, 1985, y Culture and Imperialism, Londres, Chatto and Windus, 1993.
12 Lo de socialismo es un decir; recordemos que la ruptura del movimiento comunista internacional a comienzos de los sesenta se realizó, entre otras cosas, por la denuncia china de la restauración del capitalismo en URSS. ¿Por qué habría que suponer que el cambio en la Unión Soviética solo se dio con la Perestroika y el Glasnot?.
13 Existe en los estudios sobre la nación y el capitalismo un particular olvido de la violencia. Considérese dentro de esta tendencia la historiografía liberal y los postmodernos, como por ejemplo Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza Editorial, 1988.
14 Benedict Andetson define la nación como una "comunidad política imaginada, inherentemente limitada y soberana", Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
15 Partha Chatterjee. The Nation and its Fragments. Colonial and Poscolonial Histories, New Jersey, Princeton University Press, 1993, capitulo 1, p.4. Este es uno de los autores del grupo de Subaltern Studies que más reflexiona sobre la nación. Establece un debate con Benedict Anderson sobre la forma modular de la nación y la idea de que Occidente ya imaginó ésta. En Colombia, hay una apropiación poco original de la propuesta de este grupo de trabajo. En general, hay una repetición de manuales universitarios en otro idioma. Del amplio trabajo de Saurabh Dube véase la presentación del grupo en la introducción a Pasados poscolonioles. Colección de ensayos sobre la nueva historia y la historiografía india, México, El Colegio de México, 1999. Un balance sobre sus aciertos y debilidades en Sujetos subalternos, México, El Colegio de México, 2001. En una perspectiva neo marxista Aijaz Ahmad, "Teoría, política, subalternidad y poscolonialidad", en: Santiago Castro-Gómez, Oscar Guardiola-Rivera y Carmen Millán de Benavides (Editores), Pensar (en) los intersticios, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Colección Pensar, 1999, pp. 111 y ss.
16 Toni Negri y Michael Hardt, Imperio, Barcelona, Paidós, 2002, p.104.
17 Ibíd, segunda parte, capítulo 5. En una muestra de ignorancia por el tema, superada por su arrogancia, Carlos Pabón, Nación postmortem. Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad, San Juan, Ediciones Callejón, 2002, expresa el punto de vista postmoderno; claro que existen textos serios en este grupo de pensadores.
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