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Magdalena León Gómez: una vida consagrada a tender puentes entre las mujeres, el conocimiento y la acción

Magdalena León Gómez: uma vida consagrada à construção de pontes entre mulheres, conhecimento e ação

Magdalena León Gómez: a life consecrated to building bridges between women, knowledge and action

Lya Yaneth Fuentes Vásquez**


* Este artículo se hace con base en una entrevista realizada a Magdalena León en marzo de 2003 en Bogotá, así como en la bibliografía revisada. Agradezco los comentarios y aportes de María Cristina Laverde Toscano, Carlos Iván García, Nayibe Peña, Ana Isabel Arenas, Hercelayde Conde y Donny Meertens.

** Socióloga, Universidad Nacional de Colombia


Al cerrar el siglo, cuando se elaboró la bibliografía para la revista En Otras Palabras: Mujeres que escribieron el siglo XX. Construcción del feminismo en Colombia, fue notoria la escasez de los géneros biográficos y autobiográficos, así como de estudios históricos que dieran cuenta de la vida y obra de las mujeres que dejaron su huella en la política, el arte, la educación, la ciencia y la cultura. Dentro de este grupo, reconocida en el siglo XX por su aporte a la investigación social y al movimiento de mujeres, sobresale Magdalena León, socióloga y feminista santandereana.

En Colombia la educación y la investigación científica presentan varias décadas de atraso, son contadas las personas que logran descollar en los ámbitos nacional e internacional, más aún si se trata de mujeres investigadoras y científicas. De allí la necesidad de reconocer y hacer visible la vida y la obra de Magdalena León. Un recuento breve de sus principales logros nos puede dar una idea de la importancia y significación de su trabajo de investigación tanto para la ciencia social como para los estudios de la mujer y las relaciones de género en el país y en América Latina.1

El pasado 28 de marzo en Dallas, en el marco del XXIV Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos –LASA–, Magdalena León obtuvo el premio Bryce Wood Book Award, LASA 2003, al mejor libro, Empowering Women: Land and Property Rights in Latin America, escrito en coautoría con Carmen Diana Deere2. En el 2002, la misma obra ganó el premio Best Book Prize of NECLAS, The New England Council on Latin American Studies. La Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia le otorgó en el año 2000 el Premio Nacional al Mérito Científico en la categoría de Investigador de Excelencia. En 1999 la Universidad Nacional de Colombia le confirió la Medalla del Mérito Universitario por su trabajo en la docencia, la investigación y en extensión. Por último, en el mismo año, con motivo de la conmemoración del 8 de marzo, la Cámara de Representantes le concedió la Orden Policarpa Salavarrieta por su trabajo investigativo en el campo de mujer y género.

En diálogo abierto, Magdalena nos habló de su infancia, sus recuerdos familiares, su vida escolar y universitaria y de su experiencia como investigadora acuciosa, interesada en conocer y cambiar la problemática de las mujeres y su situación de subordinación.

Su obra es ejemplo de una vida intensa y asumida a plenitud.

Recuerdos de una infancia tranquila y feliz

Magdalena nació el 30 de junio de 1939 en Barichara, Santander, un pueblo “lindo y pequeño que hoy es patrimonio de la humanidad”. Es la quinta de nueve hermanos, siete mujeres y dos hombres, integrantes de una familia en la que cada nacimiento casi que exigía el traslado a una nueva casa. Hija de un comerciante liberal, dueño de un almacén de telas, cintas y adornos, tuvo la fortuna de contar con dos madres y por tanto con “doble afecto y doble cuidado”, los que le prodigaron la mamita Lola y la tía Tata, quien apoyaba a su hermana en la crianza y cuidado de sus numerosos sobrinas y sobrinos.

Dos evocaciones surgen en medio de una primera infancia, grata, tranquila y feliz. La primera relacionada con la vida y la segunda con la muerte: “Recuerdo –cuenta Magdalena– cuando mi hermana mayor tuvo su primer hijo. Ese día en el colegio las monjas no nos mandaron a almorzar porque el niño nació en la casa y tenían que demorar nuestro regreso. Las monjas nos consintieron y jamás olvido el jugo de piña que nos dieron pues en mi vida lo había probado, seguramente porque debía cernirse en cedazo y su preparación resultaba complicada; de cualquier manera, me pareció delicioso. Luego, llegamos a la casa y vimos a mi hermana y al bebé, no terminaba de entender que me felicitaran por ser tía”.

El otro recuerdo “muy fuerte” que persiste y reaparece en sus sueños es un funeral que salía de la iglesia de Barichara para el cementerio, ubicado a dos o tres cuadras. Eran entre ocho y doce cajones, con gente que habían asesinado la noche anterior, como parte de la violencia que ya desde entonces estremecía al país. El pueblo fue amenazado y su padre y hermanos mayores tuvieron que emigrar a Bucaramanga; poco tiempo después Magdalena, entonces de siete años, se trasladó con el resto de su familia a la ciudad. Comenzó el tercer año de primaria en el colegio de las monjas franciscanas y allí mismo se graduó como bachiller. La vida escolar transcurrió alegre y feliz, sin los “traumas y problemas” que sufren muchas personas que se educan en ambientes religiosos. Eso sí, Magdalena reaccionó con rebeldía cuando por su notorio liderazgo las monjas trataron de aleccionarla para que escogiera la vida religiosa. Una cosa era ser la presidenta de la Acción Católica en tercero de bachillerato, participar en la Cruzada Eucarística y asistir a misa, y otra bien distinta convertirse en monja.

En general, en los años cuarenta y cincuenta, ni el ambiente familiar ni el escolar estimularon de manera especial su futura vocación como investigadora ni su compromiso con las mujeres. En su casa no había muchos libros. Sin embargo, a pesar del énfasis religioso de la educación, de las clases de costura y de la pobreza franciscana de los laboratorios y experimentos del colegio, los curas y capellanes, intelectualmente más despiertos, llevaban a las estudiantes a pensar temas de carácter social. Con su compañera Aída Martínez, hoy historiadora consagrada, plasmaban sus inquietudes literarias y sus preocupaciones sociales en los periódicos murales que pegaban en las paredes del colegio.

En plena adolescencia, al empezar el quinto de bachillerato, llegó al colegio Monserrat Ordóñez. Ella era “una persona que para mí venía de otro mundo. Había sido educada en Barcelona y traía una biblioteca frente a la cual casi me muero. Fuera de que hablaba distinto porque tenía acento español, decía cosas diferentes a las que decíamos todas nosotras, que éramos bastante provincianas. Eso a mí me produjo una gran impresión”. En esta época no solo empezó su amistad con Monserrat, la futura literata, quien también sería una de las mujeres que escribieron el siglo XX, sino que comenzó la relación de Magdalena con los libros, las bibliotecas y su pasión por el conocimiento. Al finalizar el bachillerato, la biblioteca del político santandereano Alfonso Gómez Gómez también estuvo a su disposición.

Formación universitaria: “Resolví quedarme con el estatus y el rol y dejar la oferta y la demanda”

Los padres de Magdalena, a diferencia de los de otras compañeras de su colegio, no se opusieron a su deseo de seguir estudiando en Bogotá, al contrario, le brindaron apoyo total. Así, en compañía de su hermano mayor que había estudiado medicina, conoció la que sería su alma mater: la Universidad Nacional de Colombia. De pequeña había soñado con ser torera; más tarde, por el modelo que representaba su hermano mayor, quiso estudiar medicina. Al final se decidió por la economía; aconsejada por su hermano aceptó que la medicina no era una carrera para ella.

Para ese entonces, en 1959, siendo estudiante regular de economía, Magdalena fue “reclutada” por Orlando Fals Borda y Camilo Torres. Ellos pasaron por economía, derecho, arquitectura y casi por todas las carreras de la Universidad, convenciendo a los estudiantes para que ingresaran a la primera promoción de sociología, carrera recién fundada en la Universidad Nacional. Luego de dos semestres de estudiar de manera simultánea las dos disciplinas, resolvió quedarse con “el estatus y el rol y dejar la oferta y la demanda”.

Si bien esta fue una época de rupturas y cambios sustanciales, ni el paso de la provincia a la capital, del colegio religioso y femenino a la universidad laica y mixta, ni la salida del seno del hogar paterno a vivir con la familia de su hermano en Bogotá, le ocasionaron a Magdalena grandes traumas o conflictos. En contraste con las advertencias que le hiciera una de las monjas del colegio en una carta en la cual le decía: “ahora que estás en el mar tormentoso de la vida”, a Magdalena su nueva vida universitaria le parecía “la delicia más grande del mundo”. El grupo de compañeros formado por cuatro mujeres y unos doce o trece hombres estaba liderado por Fals, Torres y Andrew Pierce. Después aparecieron otras personas como Virginia Gutiérrez de Pineda. “Éramos bastante niñitos e inmaduros. Nos sentíamos haciendo patria y convencidos de que íbamos a transformar el mundo. El entusiasmo era increíble. Como no había biblioteca íbamos a leer a la casa de Orlando una noche a la semana o cada quince días, su biblioteca era una maravilla. Resultaban tan ricos los libros como los postres que nos ofrecía doña María, la mamá de Orlando. Éramos como una gran familia”.

Con esa gran familia tomó los cursos de sociología rural que dictaba Fals Borda y que incluían el trabajo y las salidas de campo para conocer y transformar la realidad. Con Camilo Torres hizo los cursos de metodología y las salidas a los barrios pobres de Bogotá. Con Virginia Gutiérrez de Pineda –quien realizaba en esa época la investigación pionera sobre la familia en Colombia– se aproximó a la antropología de la familia.

En la obra de Magdalena León se pueden apreciar la visión y la talla de los fundadores de la sociología en Colombia, estos dejaron huellas profundas en las primeras generaciones de sociólogos. El reto era inmenso porque se trataba de pasar de una sociología retórica, discursiva y ensayística, herencia de Luis López de Mesa, a una disciplina cuyo sustento directo fueran la realidad empírica, el trabajo de campo, la encuesta, la sistematización y el análisis del dato. En este sentido, había que conocer y trabajar la realidad nacional y el contexto inmediato. Más adelante y como parte del proceso, se darían cuenta de que ese contexto no era solamente Colombia y lo que ella representaba, sino que el país hacía parte de América Latina y del Tercer Mundo.

Al comparar sus años de estudiante, entre 1959 y 1962, con su experiencia como docente en los años noventa en la Universidad Nacional, Magdalena señala con preocupación la diferencia en la relación de los estudiantes y sus profesores: “nosotros con los profesores éramos amigos y no se daba esa separación que hoy existe. A mí me ha costado en la etapa actual ver al estudiante como alguien que está en el salón de clases y nada más, pues yo no fui formada de esa manera. Pienso que aquí hemos perdido mucho”.

En 1963 se graduó y viajó a estudiar una maestría en sociología en la Universidad de Washington, gracias a una beca de la Fundación Rockefeller otorgaba a los tres estudiantes con el mejor desempeño académico. Junto con Rodrigo Parra Sandoval y Guillermo Varela, sus compañeros de curso, se dedicó a estudiar inglés a “sangre y fuego” y a conocer Nueva York que “era como estar en otro mundo. Allí me pasó algo especial: no conocía el mar y lo vine a ver por primera vez en Nueva York”. Fue una época de admiradores y “noviecitos”; a uno de ellos le tomaban el pelo con una canción que decía lloraba que daba pena por amor a Magdalena”. Aunque se enamoró de un compañero “gringo”, su compromiso con el país era tan fuerte que tomó la difícil decisión de retornar a Colombia. De regreso se vinculó como docente a la Universidad Nacional; dictaba el curso Estructuras de clases y estratificación social, de allí surgió su interés por el estudio de las clases medias, tema de su primera publicación: Las clases medias y la dependencia externa en Colombia (1971).

En la oficina que compartía con Rodrigo Parra en la universidad, conoció a Francisco Leal, quien en ese momento era estudiante de sociología y muy amigo de Parra. Al principio la relación fue de amistad y compañerismo, pero casi sin darse cuenta, se convirtió en enamoramiento y como “la cosa estaba funcionando de otra manera” decidieron casarse en 1967, luego de un corto noviazgo. En un primer momento hicieron planes de viajar juntos a los Estados Unidos para hacer el doctorado. Sin embargo, con Claudia María su hija mayor recién nacida, la vida puso a Magdalena en una disyuntiva: escoger entre su deseo de ser madre otra vez y dedicarse a la crianza con tranquilidad o aceptar la beca de estudios que le ofrecieron para hacer el doctorado. La decisión fue compartida con Pacho: “Deseábamos más hijos/as, pero yo no quería hacer un doctorado y criar a los niños/as al mismo tiempo. Fui a EE.UU en otro plan. Tomé los cursos que quería estudiar en la Universidad de Wisconsin sin la camisa de fuerza del doctorado”. En esa época nació Marta Biviana, su segunda hija.

Paradójicamente, la opción por la maternidad y la crianza le dieron a Magdalena la oportunidad y el tiempo para pensar en sí misma y para hacer parte del grupo de mujeres latinoamericanas, muchas de ellas amas de casa que vivían en los apartamentos de la Universidad de Wisconsin como esposas de los estudiantes. Pero Magdalena no era “solamente una acompañante” como las otras, puesto que era profesora universitaria y además ya había vivido en los EE.UU cuando se ganó la primera beca de estudios. Por ese tiempo conoció a una feminista española que “sabía como iba el agua al molino” y le trasmitió sus vivencias como mujer. Además en las librerías descubrió muchos de los libros sobre las mujeres que empezaron a circular al final de los años 60 con el de Betty Friedman a la cabeza.

Pero no sólo era el boom del emergente movimiento feminista en Estados Unidos y Europa. Estaban en pleno furor el poder negro, los Beatles, el mayo francés del 68 y en América Latina causaban impacto la revolución chilena y el socialismo al poder con Salvador Allende. Quizá por estar viviendo a plenitud su maternidad o por el cúmulo de discursos que circulaban, Magdalena no tuvo contacto directo con el feminismo liberal, para ese momento radical, que se agitaba en aquella época. No sabía entonces que el feminismo y el trabajo por las mujeres llegarían a ser su opción profesional y laboral como investigadora. Fue sólo cuando regresó y buscó trabajo, que confrontó su deseo de comprender qué pasaba con las mujeres en Colombia.

“Y ahí quedó la vida”: investigación, mujeres y cambio social ¿Qué pasa con las mujeres urbanas en el país?

La elección del tema “objeto” de estudio, en el cual se le “quedó la vida”, fue más bien circunstancial: entre dos ofertas de trabajo Magdalena, sin pensarlo demasiado, escogió la propuesta que le hizo la Asociación Colombiana para el Estudio de la Población –ACEP–. En 19743 se vinculó al proyecto La participación de la mujer en los procesos de desarrollo económico y social en Colombia.

Bajo el influjo de los enfoques poblacionista y desarrollista, en esos años surgió el interés por investigar la posición de las mujeres en la sociedad colombiana. Así, con el supuesto de que los procesos de desarrollo mejoraban las condiciones de vida de las mujeres en las sociedades en tránsito hacia la modernización, la investigación se propuso establecer el grado de participación femenina en las áreas más importantes para el avance social y establecer los factores que promovían o impedían dicha participación.

El objetivo era incidir en la formulación de políticas orientadas a estimular el avance de las mujeres en los diferentes ámbitos de la sociedad.

Las áreas de trabajo de mayor relevancia se escogieron desde una lógica sectorial e institucional, se conformó un equipo interdisciplinario de investigación dirigido por Magdalena, entre sus integrantes se destacaban: Virginia Gutiérrez de Pineda, Cecilia López, Josefina Amézquita de Almeyda, Patricia Pinzón de Lewin, Hernando Ochoa y Dora Rothlisberger, entre otros.

El trabajo era ambicioso, pues la “preocupación radicaba en saber qué pasaba con las mujeres en Colombia. Cuando me enfrenté a la investigación con mis bases metodológicas, pensé que lo mejor era hacer un estudio urbano y no trabajar con el sector rural. Diseñamos entonces una muestra nacional urbana, que en ese momento parecía una misión imposible: una muestra nacional si acaso la podía hacer el DANE”. Hoy, después de casi treinta años, esta investigación, publicada en 1977 con el título de La mujer y el desarrollo en Colombia, se reconoce como el trabajo que inauguró, desde una perspectiva nacional, el tema de mujer y desarrollo en el país, tanto por su incidencia en el ámbito académico como por su impacto en la formulación de las políticas públicas.

¿Qué las mujeres rurales no son trabajadoras agrícolas?

Inmersa ya en el tema de mujer y desarrollo, en 1977 Magdalena propuso a la ACEP llevar a cabo una investigación sobre la participación y la posición de las mujeres en el sector rural. Como le había quedado la “espinita”: era necesario tener una visión de conjunto sobre el panorama nacional e indagar qué pasaba con las mujeres rurales. Se diseñó una muestra nacional y se seleccionaron cuatro regiones con diferentes grados de desarrollo capitalista. El marco teórico estableció tres niveles de análisis: la división internacional del trabajo en un escenario de relaciones de dependencia entre países desarrollados y subdesarrollados determinadas por las relaciones de producción y el capital internacional; la división social del trabajo en la cual se examinaron la incorporación de las formaciones sociales al proceso de acumulación del capitalismo mundial, sus vínculos con el capital nacional, las estructuras de producción y el mercadeo interno y la formación de las clases; por último, se estudió la división sexual del trabajo en el sistema de producción agrícola y en el interior de los hogares campesinos. La relación y la influencia de los dos primeros niveles sobre la división sexual del trabajo permitieron, a su vez, establecer las funciones que desempeñaban las mujeres rurales en la producción social y en la producción y reproducción doméstica.

Una de las conclusiones más sustantivas del estudio señala que la división sexual del trabajo, es decir, la participación de hombres y mujeres tanto en el mercado laboral como en los hogares campesinos, está determinada por el control y el acceso que se tenga a los medios de producción, los cuales se encuentran bajo el dominio y son propiedad de la clase hegemónica. Luego, los dueños de los medios de producción establecen las reglas de participación por sexo, tanto en términos económicos como ideológicos. En consecuencia, la división sexual del trabajo se explica como producto de la división social del trabajo y de las relaciones de producción propias del sistema capitalista.

Esta investigación, publicada con el título Mujer y capitalismo agrario: Estudio de cuatro regiones colombianas (1980), constituye un hito sin precedentes en Colombia por su rigurosidad, por la osadía de realizar un trabajo comparativo en el sector rural con proyección regional y nacional y por reconocer y hacer visible el aporte sustancial de las mujeres campesinas quienes, con su trabajo, colocan una cuota alta en la acumulación del capital. Llama la atención la influencia de Esther Boserup (1970) quien abrió la veta inmensa de estudios y políticas conocida como Mujer en el DesarrolloMED–.

Por último, aparte de conocer y recorrer el país haciendo trabajo de campo, en el transcurso de este estudio se inició la relación entre Magdalena León y Carmen Diana Deere, vínculo que ha perdurado a través de los años fortalecido por la amistad y por el trabajo conjunto sobre las mujeres rurales.

Las trabajadoras domésticas transforman su realidad

Con la intención de incidir de una manera más directa y decidida en los procesos de cambio social, en 1981 inició el proyecto Acciones para transformar las condiciones socio-laborales del servicio doméstico en Colombia que ocuparía los siguientes cinco años de su vida. En este trabajo –realizado en las cinco principales ciudades del país– se puede detectar un giro fundamental en la obra de Magdalena: el paso de un tipo de investigación convencional y más teórico en el cual se establecía una separación entre la realidad u “objeto” de estudio y la investigadora, a un proceso más flexible, comprometido y militante. El proyecto pretendía no sólo comprender el fenómeno como tal, sino “transformar las relaciones laborales del servicio doméstico”. Para cumplir la meta propuesta se escogieron el enfoque y la metodología de la Investigación Acción Participativa.

Si bien fue un cambio significativo desde el punto de vista metodológico, se consolidó el hilo conductor que ha unido los diferentes trabajos desarrollados por Magdalena León y en el cual se manifiesta la huella de sus primeros maestros: la idea de conocer para transformar una realidad desigual. De allí la urgencia de incidir en la formulación y reorientación de las políticas y la necesidad de establecer puentes entre el conocimiento y la acción política, entre las académicas y el movimiento de mujeres.

Desde esta perspectiva, el estudio con las trabajadoras domésticas es quizá el más emblemático y exitoso por cuanto logró permear la legislación laboral y alcanzar el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras, entre ellos la ley que les dio el acceso a la seguridad social. Esta investigación generó procesos de reflexión individual y colectiva, entre las empleadas y las empleadoras y promovió la organización del gremio de mujeres en cuanto trabajadoras domésticas y ciudadanas de tal forma que, y en esto insiste Magdalena, “fueron ellas mismas, con su fuerza organizativa, quienes lograron transformar sus condiciones laborales y su realidad”.

Conocer e informar para participar en la “política” y en “las políticas”

A partir de 1974, bajo la influencia del Año Internacional de la Mujer (1975) y el derrotero que marcó la Década de la Mujer (1975-1985), en Latinoamérica y el Caribe se elaboraron varios estudios sobre la posición social de las mujeres con énfasis en el trabajo femenino. Consciente de la necesidad y la importancia estratégica de difundir y circular esos materiales en la región, así como de los vacíos de información que existían, entre 1981 y 1982 Magdalena compiló y publicó la colección de tres tomos titulada Debate sobre la mujer en América Latina y el Caribe (1982)4.

Esta colección buscaba además estimular la reflexión y el debate desde un marco analítico y teórico, “incorporar el conocimiento existente sobre la mujer a las corrientes encaminadas a la formulación de políticas” y convertir a las mujeres en “sujetos” activos de su “propio proceso de liberación”. La intencionalidad política es explícita: se requerían “conquistas” radicales en este campo para cambiar las estructuras de la sociedad. De allí la necesidad de establecer canales de comunicación entre la rica producción académica recién estrenada en los años setenta y los nacientes grupos feministas de la región5.

En la introducción que escribió Magdalena León para la mencionada colección exponía algunas ideas que ya circulaban en grupos muy reducidos y que sólo se generalizaron al final de los años ochenta e inicios de los noventa. Aunque en ese tiempo el género como categoría de análisis no era muy usual y predominaba el enfoque MED, Magdalena planteaba que una perspectiva integral debía proponer políticas dirigidas a “cambiar la división sexual del trabajo dentro y fuera del hogar así como los factores que afectan la socialización de los roles sexuales y las relaciones de poder entre los sexos”. Cuestionaba la orientación del enfoque Mujer en el Desarrollo por el predominio causal, y por tanto explicativo, que le otorgaba a la variable clase sobre la de sexo y argumentaba que las revoluciones socialistas no produjeron cambios en la división sexual del trabajo. La categoría mujer, decía Magdalena, en sí misma no es homogénea sino que presenta diferencias sustanciales determinadas, entre otras razones, por la clase. Por último, consideraba insuficiente como objetivo del desarrollo la igualdad entre hombres y mujeres. En estos planteamientos Magdalena marchaba a la par con los debates de punta y con el avance del discurso en el ámbito internacional, de esa manera jalonó la producción académica y el movimiento de mujeres en el entorno nacional, que solamente hasta los años 90 lograron seguirle el paso.

La mujer y la política agraria en América Latina (1986) recogió el balance sobre el tema realizado en dos seminarios internacionales6. Una vez concluida la Década de la Mujer, Magdalena y Carmen Diana conjugaron esfuerzos y desde un contexto regional presentaron los avances y los obstáculos de la investigación y de las políticas dirigidas a las mujeres rurales. Los diferentes trabajos examinaban, entre otros problemas, los efectos de las intervenciones estatales en las mujeres campesinas, la incidencia de los proyectos que pretendían “integrar a las mujeres al desarrollo”, el impacto de la crisis y de las políticas de ajuste de los años ochenta sobre los trabajos productivo y reproductivo de las mujeres y su capacidad de respuesta.

Entre los logros más significativos de este estudio se destacan haber hecho visible el trabajo de las mujeres rurales, reconocerlas como productoras agrícolas y la caracterización de la economía campesina en América Latina como un sistema agrícola familiar, tesis contraria a la de Boserup, quien la interpretó como un sistema agrícola masculino. En este trabajo, a diferencia de los ya citados, el enfoque de género se hace explícito, así como su relación e interdependencia no sólo con la clase social, sino con la etnia, el ciclo vital familiar y la edad. En Colombia esas categorías e interrelaciones se generalizaron y fueron apropiadas en los medios académico y político a partir de los años noventa.

En el artículo Política agraria en Colombia y debate sobre políticas para la mujer rural –incluido en esta recopilación– Magdalena señaló los logros y las limitaciones de la política para la mujer rural formulada en 1984. Reiteró que su punto crítico es que cualquier acción del Estado puede resultar paliativa y acusar un sesgo bienestarista, mientras no se tenga la voluntad política de transformar las estructuras que impiden el acceso y el control de la tierra, punto aplazado por la reforma agraria. Como veremos más adelante, los derechos de propiedad son el eje vertebral de su trabajo más reciente.

El regreso a la Universidad Nacional

Luego de 15 años de trabajo dirigiendo proyectos de investigación de largo aliento, Magdalena se retiró de la ACEP en 1989, año en el que también participó en el Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional. En 1990 reingresa a esta institución como profesora de planta. Esta nueva etapa marca otro cambio importante en su trabajo que le implicó pasar de la lógica y los ritmos de una organización no gubernamental a los de la vida universitaria, de una dedicación exclusiva a la investigación y a las consultorías internacionales, a la docencia y el trabajo de extensión universitaria. El compromiso con la formación de las nuevas generaciones y con la difusión de la información y la documentación existentes marcaron la ruta que siguió desde entonces.

Su preocupación por llenar los vacíos de información, por estar al día y difundir los debates que circulaban en el contexto internacional, la llevaron a donar su biblioteca personal a la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional y a crear, en 1994, el Fondo de Documentación Mujer y Género: Ofelia Uribe de Acosta, que dirigió hasta 1999, año en el cual se pensionó como profesora titular. Con un gran esfuerzo para gestionar proyectos y con la capacidad gerencial que la caracteriza, Magdalena consiguió recursos, nacionales e internacionales, no sólo para montar y sostener el fondo sino para continuar con la tarea de difundir los temas de punta a través de publicaciones y de la creación de redes de estudio. Así, en 1995 se creó la Red de Masculinidad y en 1996 la Red de Mujeres y Participación Política en la cual confluyeron mujeres académicas, sindicalistas, políticas, de las ONG y líderes de base.

En los años noventa, conforme a los cambios de la teoría feminista de la cual se alimenta, su producción intelectual se concentró en temas más universales; se observa en su trabajo “preocupación por los grandes problemas”. De la investigación de largo alcance centrada en problemáticas nacionales, pasó a la elaboración de ensayos de corte teórico y a la compilación de temas de importancia internacional. En esta línea, y en el marco de la defensa de los derechos humanos en su sentido más amplio y del enfoque de género, se pueden identificar tres grandes bloques temáticos: el primero, desarrollo, Estado y políticas públicas; el segundo, participación política, movimiento de mujeres y empoderamiento y, tercero, familia, identidad, derechos sexuales y reproductivos y subjetividades.

En el primer bloque sobresale el artículo El género en la política pública de América Latina: neutralidad y distensión (1993), ensayo muy cercano a los afectos de Magdalena. En él logró decantar ideas de trabajos anteriores, tales son los casos de la supuesta neutralidad de género del aparato estatal y de las políticas de desarrollo, la institucionalización de las políticas y el impacto de los proyectos dirigidos a las mujeres. La tesis de la doble dimensión del Estado en cuanto “vehículo de cambio o de control sobre la vida de las mujeres” constituye un aporte sustancial para evaluar las ganancias y limitaciones de las políticas públicas y para establecer canales de comunicación y de participación más flexibles y de mayor reconocimiento de la doble dimensión del Estado por parte de los grupos de mujeres organizados. Esta posición de mayor alcance estratégico para el movimiento de mujeres, confrontó el dogmatismo y el radicalismo que habían caracterizado a gran parte de los grupos feministas, anti-Estado por principio y, por tanto, críticos acérrimos del poder estatal clasista y patriarcal. Con la claridad que hace posible la tesis de la neutralidad y de la distensión de género del Estado, se puede apostar por programas y proyectos específicos que integrados a la corriente central del desarrollo reconozcan las diferencias de género, cuestionen la neutralidad de las políticas y busquen transformar la división sexual del trabajo. Aquí el enfoque de empoderamiento aparece como una estrategia decisiva de negociación de las mujeres para alcanzar la institucionalización de las políticas.

El “ir y venir de un lado para otro” por todo el mundo, intercambiando ideas y escuchando nuevos discursos, tanto de las mujeres académicas como de las lideres feministas de mayor reconocimiento, le permite a Magdalena decir con orgullo que ella milita en el movimiento de mujeres de la región y que se alimenta de él. En ese trasegar siempre ha sentido la necesidad de difundir las nuevas corrientes por el impacto, no solo académico sino político, que ese conocimiento representa. Su compromiso y militancia en este tema se hacen realidad en los libros Mujeres y participación política. Avances y desafíos en América Latina y Poder y empoderamiento de las mujeres, compilaciones publicadas en 1994 y 1997 respectivamente.

El primer libro es un balance del movimiento de mujeres y su participación política en la región, Magdalena enriquece la reflexión con algunas propuestas sugerentes tales como: el “movimiento de mujeres significa un proceso de recalificación de la democracia”, deben crearse relaciones entre este movimiento y grupos también subordinados como los negros, los indígenas, los homosexuales y los desplazados, entre otros. Esa conexión implica una nueva noción de autonomía, otros referentes de “Estado”, asunción de la heterogeneidad del movimiento de mujeres y el reconocimiento de la identidad y la subjetividad. Los dos libros confluyen en una reflexión sobre el poder y el empoderamiento de las mujeres.

Recuperar y hacer circular con amplitud el significado del término de empoderamiento es un objetivo político y por tanto estratégico de la compiladora; se trata entonces de promover cambios culturales impulsando una nueva concepción de la relación de las mujeres con el poder y de la noción misma del poder al que hay que asumir en un marco más democrático y de una forma más compartida y equilibrada.

Familia, identidad y derechos sexuales y reproductivos, constituyen el último bloque temático que se desarrolló a mediados de los años noventa en dos textos: el libro Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino (1995) compilado por Luz Gabriela Arango, Magdalena León y Mara Viveros y el ensayo de Magdalena Políticas de población vs. fundamentalismos religiosos (1996), publicado en la revista Foro. En el libro se compilaron algunas de las ponencias presentadas en dos seminarios sobre el tema de las identidades de género desde diferentes perspectivas: cuerpo e identidad, mujeres, lenguaje y cultura, masculinidades, prostitución y violencia y familia e identidades, entre otros temas. En esta compilación el artículo de Magdalena gira en torno a la familia nuclear como la institución en la cual se consolidan de manera hegemónica las identidades masculina y femenina origen, a su vez, de las desigualdades de género. Por último, en el ensayo mencionado se hace un balance de los avances y logros en materia de derechos sexuales y reproductivos alcanzados en la III Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) y en la IV Conferencia Internacional sobre la Mujer (Beijing 1995). La autora destaca el cuestionamiento de poderes, en particular de los fundamentalismos de carácter religioso, la “reconciliación entre población, desarrollo y desarrollo social”, el reconocimiento de las políticas de población como un asunto de derechos humanos y el enfoque de género que deben tener las políticas públicas sobre salud sexual y reproductiva.

“El reencuentro con las mujeres rurales no significa quedarme en lo rural”

En los últimos años en la Universidad (1995– 1999), y como si se tratara de cerrar un ciclo, Magdalena retornó al punto de origen “por una puerta de entrada totalmente distinta” a la que usó en los años setenta y ochenta; regresó con la expectativa de “repensar qué había pasado con las mujeres rurales”. Se reencontró entonces, no sólo con uno de sus temas más queridos, sino con su amiga y colega de toda una vida, Carmen Diana Deere, con quien emprendió un reto enorme que, como siempre, requirió de mucha energía, trabajo y solidaridad.

El retorno se cristalizó en el libro Género, propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina (2000) que es un estudio comparativo que abarca doce países de la región7. De manera rigurosa y exhaustiva las autoras demuestran que la desigualdad de género en la propiedad de la tierra en América Latina tiene su origen en la familia, la comunidad, el Estado y las relaciones de mercado. Esa desigualdad se explica por las preferencias masculinas en el otorgamiento de la herencia, por los privilegios que tienen los hombres en el matrimonio, por los sesgos masculinos de las políticas y programas estatales de distribución de tierras y por los sesgos de género que existen en el mercado.

Para Magdalena, volver al tema de las mujeres rurales “no significa quedarme en lo rural, puesto que a partir de ese trabajo estamos planteando elementos generales tanto para las mujeres rurales como para las urbanas, en lo que tiene que ver con el eje central de la investigación que son los derechos de propiedad, entendidos como una especie de categoría bisagra articuladora de las políticas de distribución y de reconocimiento”. Este es quizá uno de los mayores aciertos de la investigación: establecer puentes entre discursos y prácticas en apariencia contrarios y con frecuencia polarizados, esto es, las políticas de igualdad y de redistribución vs. las políticas de la diferencia y de reconocimiento. Las autoras desarrollaron conceptual y empíricamente la propuesta teórica de Nancy Fraser en el sentido de que se requieren acciones integrales que den salida de manera simultánea tanto a las demandas relacionadas con la igualdad y la redistribución, como a las referidas a las diferencias y el reconocimiento.

En una región donde la pobreza y la desigualdad han aumentado en la última década es urgente volver la mirada desde un enfoque de género, sobre las políticas de redistribución y sobre los derechos económicos y materiales. Si las mujeres rurales y urbanas se convierten en propietarias y tienen control directo sobre sus bienes y recursos, situación considerada como una “posición de resguardo”, disminuirá sustancialmente su vulnerabilidad frente a una “posición de ruptura” (viudez, separación, desempleo etc.). Esa “posición de resguardo”, que se configura a partir del ejercicio de un derecho como propietaria, fortalece su capacidad de negociación en el interior del hogar y en la comunidad, es decir, fortalece su identidad individual y colectiva.

En este sentido, la propiedad de la tierra y de la vivienda actúa como bisagra que interrelaciona los derechos económicos (igualdad-redistribución) y los culturales (diferencia- reconocimiento). Pasar de la igualdad formal a la igualdad real y hacer efectivos los derechos de propiedad de las mujeres rurales y urbanas contribuye a su empoderamiento como sujetos de derechos y, por tanto, como ciudadanas.

Entre los hallazgos del estudio merece especial atención el cuestionamiento a la concepción y definición tradicionales de jefatura de hogar, que todavía se manejan en las encuestas y censos, por sus implicaciones en las políticas públicas y por su influencia sobre las costumbres y la cultura (imaginarios–representaciones). Mientras no se haga un esfuerzo serio por asumir de manera generalizada los cambios en la jefatura de los hogares, seguirá existiendo un sesgo de género que privilegia a los hombres al considerarlos como jefes “naturales” del hogar. Ahora bien, quedan múltiples interrogantes para la investigación y temas para las agendas feministas pero de este estudio en particular, habría que aprender de la capacidad académica y política para hallar puntos intermedios y para tender puentes, siempre posibles para el encuentro.

“Sólo quiero hacer lo que me produzca placer y tranquilidad”

Con la maleta casi lista para viajar a recibir de LASA el premio Bryce Wood por su última investigación de gran empeño y, además, visitar a sus hijas, Magdalena nos dice que deberían ponerla en un “archivo arqueológico” por su relación de 34 años con Pacho. Claro, ni la relación de pareja ni la maternidad han sido “Alicia en el país de las maravillas”; en eso no quiere pasar por idílica y romántica. La relación de pareja ha sido un aprendizaje mutuo y en todo aprendizaje hay ganancias y pérdidas, pero la “teoría del poder de negociación nos ha funcionado y puedo decir que he sido y soy muy feliz”. Con sus dos hijas ha vivido “momentos absolutamente sublimes y maravillosos, que no los da sino la maternidad, pero también momentos difíciles. Yo les digo que pasar por la adolescencia no es fácil y no sólo por los hijos sino por una misma. Mis hijas ya son mayores y maduras, creo que tenemos una relación sustantiva, intensa e interesante, colmada de afecto y de respeto mutuo. Solo quisiera tenerlas hoy más cerca de mí y de Pacho pues ambas viven actualmente fuera del país”.

Con la satisfacción de haber cumplido sus sueños y metas, Magdalena está en el proceso de bajar sus ritmos de trabajo y, aunque se le presentan diversas tentaciones, quiere más tiempo para hacer cosas que no ha hecho como, por ejemplo, leer literatura latinoamericana. Si bien escribir ha sido fundamental en su vida, reconoce que no le resulta fácil, quizá, entonces, ahora escriba menos. Seguirá siendo parte activa del movimiento de mujeres pero, en el cenit de su vida, y lo dice enfáticamente, “no sólo no hago lo que me produce estrés, sino que hago solamente lo que me produce placer”.


Citas

1 A la fecha se cuentan entre sus escritos y publicaciones: 12 libros, 21 artículos en libros, 29 artículos en revistas y 10 documentos de trabajo.

2 Publicado en español por Tercer Mundo y la Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional, 2001. En Inglés por la Universidad de Pittsburgth, 2002. En portugués por UFRGS editora, Fundación Ford y PGDR, 2002.

3 Un año antes de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, realizada en Ciudad de México en 1975.

4 Compilación elaborada con la asesoría de Carmen Diana Deere y Nohra Rey de Marulanda.

5 En 1981 se realizó el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Bogotá.

6 “Teoría feminista, política estatal y mujer rural en América Latina” en la Universidad de Notre Dame (1985) y “Políticas de desarrollo agrario en América Latina y sus efectos sobre la mujer rural: síntesis de la década de las Naciones Unidas para la Mujer” realizado en Bogotá en 1985.

7 Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Perú.


Bibliografía

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Investigación e investigación formativa

Pesquisa e pesquisa formativa

Research and formative research

Carlos Augusto Hernández*


* Físico, Universidad Nacional de Colombia. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.


Resumen

Este artículo hace una distinción entre investigación e investigación formativa. También señala los peligros de confundir estas dos formas de trabajo académico e insiste en la necesidad de desarrollarlas simultáneamente para enfrentar los nuevos retos de la educación superior.

Igualmente habla de la importancia de intensificar los vínculos entre investigación y docencia y hace la diferencia entre investigación pedagógica e investigación formativa. Finalmente cuestiona la posibilidad de una formación profesional de calidad sin investigación, señala la investigación como condición que define la identidad de la universidad y reconoce la importancia crucial de la investigación en las relaciones entre universidad y sociedad.

Palabras clave: Investigación, investigación formativa, universidad, evaluación, comunidad académica, transdisciplina, competencia, universidad.

Resumo

Neste artigo, a diferença entre pesquisa e pesquisa formativa é apresentada. Os perigos de confundir essas duas formas de trabalho acadêmico são apontados e a necessidade de desenvolvê-los simultaneamente para enfrentar os novos desafios da educação superior é insistida.

A importância de intensificar os vínculos entre pesquisa e ensino é apontada e a pesquisa pedagógica se distingue da pesquisa formativa. A possibilidade de uma formação profissional qualificada sem pesquisa é questionada. A pesquisa como condição que define a identidade da universidade é apontada e a importância da pesquisa entre as relações entre universidade e sociedade é reconhecida.

Palavras-chave: pesquisa, pesquisa formativa, universidade, avaliação, comunidade acadêmica, transdisciplina, competição, universidade.

Abstract

In this article the difference between research and formative research is presented. The dangers of confusing these two forms of academic work are pointed out, and the need of developing them simultaneously to face the new challenges of the superior education is insisted.

The importance of intensifying the bonds between research and teaching is pointed out, and pedagogic research is distinguished from formative research. The possibility of a qualified professional formation with no research is questioned. The research as a condition that defines the identity of the university is pointed out, and the importance of the research among the relations between university and society is recognized.

Keywords: Research, formative research, university, evaluation, academic community, transdiscipline, competition, university.


Investigar es seguir los vestigios, seguir las huellas, descifrar los rastros. No resulta entonces extraño que en castellano la palabra se use para aludir a la búsqueda del culpable de un delito y también para nombrar los procesos sistemáticos de producción de conocimiento académico. Pero también en el interior de la academia existen distintos sentidos de la palabra: desde la “investigación” como búsqueda en un texto de un tema propuesto como tarea en la escuela básica hasta la investigación como creación de conocimiento que desplaza las fronteras de una disciplina. El uso que hemos hecho de las comillas no es gratuito: corresponde a la necesidad de distinguir entre el estudio orientado a la apropiación de un saber consolidado o de parte de él y la producción de conocimiento universalmente válido y reconocido como nuevo por la correspondiente comunidad académica. Se habla de investigación propiamente dicha o investigación en sentido estricto cuando se alude de modo preciso a la creación de conocimientos que desplazan las fronteras de una disciplina y se usa el nombre de investigación formativa para aludir a los procesos de construcción de conocimientos en el trabajo o en el aula que guardan analogías procedimentales con la investigación en sentido estricto, pero que no producen conocimiento admitido como nuevo y válido por la comunidad académica de una disciplina o una especialidad. Aquí usaremos la palabra investigación, sin calificativos, para aludir a la investigación en sentido estricto.

Las aproximaciones a la relación entre investigación e investigación formativa son múltiples, pero este texto nace de una preocupación reciente: el temor a la confusión posible entre los significados de los términos. Se concibió la investigación formativa como formación para la investigación y se pensó que era precisamente lo que hacía falta para desarrollar la investigación indispensable a la universidad; pero puede ocurrir que una interpretación acomodaticia lleve, en contravía del propósito inicial, a plantear satisfacer la exigencia de la investigación con la investigación formativa. Lo que debería garantizar el desarrollo futuro de la investigación podría emplearse así para sustituir a la investigación. La condición de posibilidad de la investigación se convertiría en la caricatura de la investigación. ¿Estamos señalando peligros imaginarios? ¿Nos adelantamos a los acontecimientos? Sería muy bueno que estuviéramos equivocados. Entonces nuestras prevenciones serían inadecuadas o delirantes. Y felices de reconocer el error diríamos que al menos el temor de la confusión nos sirve para enfatizar en las diferencias.

El uso de la misma palabra para nombrar procesos tan distintos puede llevar a grandes confusiones. “Jugar” a la investigación es muy distinto de investigar, por más formativo que sea este juego y por más fascinante que resulte. Jugar a la investigación es crucial en el proceso de formación básica y tomarse en serio ese juego parece importante para jugarlo mejor, pero se caería en una trampa si se confundiera la simulación con la práctica cuya forma se copia. Defenderemos el juego, por estimulante y valioso en la educación, pero lo distinguiremos lo más cuidadosamente posible de la tarea del investigador. Hablar de juego no resta valor al ejercicio de exploración como estrategia pedagógica legítima. Quizás avanzaríamos mucho en el conocimiento de las posibilidades de la educación si nos tomáramos en serio las posibilidades del juego. Causa asombro pensar en todo lo que el niño aprende a través del juego. La simulación puede ser una práctica insospechadamente rica sin necesidad de negarle su carácter. En ocasiones es mejor incluso no ir más allá de la simulación. Jugar a la guerra puede ser divertido; hacer la guerra es espantoso.

Hemos partido de diferenciar entre apropiación y creación de conocimiento. Pero ¿acaso el aprendizaje no es también producción de conocimientos? Que puede efectivamente serlo resulta claro de la aplicación de estrategias de trabajo en el aula como las que propone el aprendizaje por problemas y, en general, las distintas formas de la pedagogía constructivista. Pero el conocimiento que se deriva de este trabajo de construcción no cumple las condiciones de universalidad de los productos de la investigación científica.

Se nos perdonará, en términos de las reiteraciones que la academia tolera (sabiendo, como sabe, que siempre hay lectores aventajados que conocen mucho más del tema de lo que encuentran expuesto), que insistamos en algunos elementos característicos de la investigación. Las comunidades académicas reconocen la novedad y validez del conocimiento producido por algunos de sus miembros a través de mecanismos desarrollados en la historia de la correspondiente disciplina o especialidad. En general, un aporte significativo presupone una apropiación previa de la historia del problema y particularmente de los desarrollos más recientes. Es natural, el trabajo de frontera supone la comprensión del territorio y una clara conciencia de los límites anteriormente alcanzados. El proceso de apropiación de lo nuevo en las ciencias “duras” es un modelo de control de la calidad. Los científicos, trabajando en equipo con su grupo y en red con sus colegas internacionales, realizan una investigación que es juiciosamente evaluada por el equipo; el resultado de esa investigación se entrega para su publicación a una revista científica. Las publicaciones científicas, en revistas internacionales de alta exigencia, son sometidas previamente al juicio de evaluadores de diferentes nacionalidades que tienen una amplia trayectoria en la investigación, y que definen el significado de los aportes de esas posibles publicaciones. Sólo después de esta segunda evaluación se acepta el trabajo que, una vez publicado, podrá ser objeto de una evaluación general por parte de la comunidad (Barnes, 1987: 39). Si tiene éxito en esta nueva instancia evaluativa, el resultado de la investigación será reconocido como válido para la comunidad e incorporado al conocimiento existente y podrá ser aplicado en los terrenos en los cuales resulte pertinente hacerlo. Este cuidadoso control previo de la pertinencia académica es la garantía para que el conocimiento sea sometido, con la confianza que deriva de su legitimidad científica, al balance de su pertinencia social.

Como puede verse, este tipo de investigación científica es particularmente exigente y sus formas de reconocimiento y evaluación son muy distantes de la evaluación local a la cual se somete lo que hemos llamado, tal vez no muy afortunadamente, investigación formativa.

La distinción entre lo universal y lo local puede ayudarnos a clarificar las diferencias entre investigación formativa e investigación. Mientras que muchos trabajos de solución de problemas pueden tener un interés local y pueden convertirse en oportunidades para aumentar el conocimiento de quienes participan en su solución, sólo unos pocos superan el círculo de la aplicación inmediata y llegan a convertirse en referencia para una colectividad internacional. Las pautas que se siguen en estos trabajos: la construcción de un problema, la discusión y adopción de unos métodos para resolverlo, la obtención de unos resultados cuya validez e importancia son también sometidas a discusión y el balance global del procedimiento y de los resultados en términos de la posibilidad de emplearlos en otros terrenos, pueden ser los mismos en uno y otro caso; pero en las áreas que emplean lenguajes altamente formalizados y abstractos sólo las comunidades académicas están en capacidad de dar razón del significado y de la novedad de los resultados alcanzados en el proceso de investigación; sólo las comunidades académicas del mundo están en capacidad de validar un conocimiento como universalmente nuevo y universalmente significativo. Afortunadamente la investigación cuenta en el país, cada vez más, con el apoyo y la evaluación de comunidades académicas consolidadas en los distintos campos.

La llamada investigación formativa ha recibido ese nombre porque en su procedimiento de construcción de conocimientos sigue los pasos de la investigación. Pero su significado académico y la novedad de sus resultados tienen una importancia local y no necesitan ser validados por una comunidad académica internacional. Los evaluadores de la investigación formativa no someten los procesos y los resultados al juicio inclemente de grupos de expertos cada vez más amplios. En la investigación formativa se aprende a experimentar muy conscientemente el placer de saber más; este placer es suficiente como premio al esfuerzo. Los investigadores, por su parte, experimentan también intensamente el placer de saber; pero este placer no llena todas sus expectativas; como ha mostrado Bourdieu (2000), la lucha entre los científicos por el reconocimiento es un motor esencial en el proceso de la investigación.

Lo que acabamos de señalar sobre la investigación y sobre el control de la validez de sus resultados se aplica en el terreno de las disciplinas y las especialidades consolidadas, pero no agota, en realidad, el territorio posible de la investigación universalmente significativa. Por una parte, existen grandes problemas como los que se plantean en el campo de la cultura, o en el de las artes, que exigen una atención especial. En el territorio de la cultura, la diversidad es un valor. En el esfuerzo por comprender las distintas dimensiones de la cultura, la pluralidad de las manifestaciones resulta esencial y una exploración instalada en lo local puede ser fundamental para el desarrollo de las teorías universales sobre la cultura. Los ejemplos de los grandes maestros de la antropología bastarían para poner en evidencia la importancia de lo local en las construcciones universales sobre la cultura. Aquí no se renuncia, en todo caso, a la universalidad; se hace universal lo que se descubre en la mirada cuidadosa de lo local.

Por otra parte, resulta cada vez más significativa para la solución de problemas estratégicos de la sociedad la producción de conocimientos que se realiza en algunos contextos de aplicación que exigen el compromiso de especialistas de distintas áreas y la participación de otras personas que, careciendo de una trayectoria académica, pueden tener un conocimiento empírico de circunstancias que es esencial considerar para resolver un problema. Cuando se piensa, por ejemplo, en la limpieza de un río que atraviesa una ciudad, son tan pertinentes los conocimientos de la biología, de la química, de la ingeniería ambiental, de la economía, y de otras ciencias sociales, como el saber acumulado por alguien cuyo trabajo lo mantiene en contacto con los líderes de las comunidades cuyos desperdicios pueden constituir una fuente importante de contaminación. Al fin y al cabo, limpiar un río puede ser un trabajo repetido e infructuoso, y además terriblemente costoso, si no se logra un cambio en las costumbres de quienes habitan en el entorno de ese río y se relacionan cotidianamente con él. Esta forma de trabajo es inicialmente local; pero cuando alguien, en otro lugar, se pregunta qué debe hacer para limpiar el río de su ciudad, no sólo acude a los conocimientos especializados, sino también a la experiencia previamente recogida en tareas similares en otros espacios y en otros tiempos (Hernández y López, 2002).

Este tipo de investigación transdisciplinaria no pasa por las mediaciones que hemos señalado anteriormente y su evaluación y legitimación no están dadas por una comunidad académica particular sino por una comunidad más amplia en la cual confluyen ideas e intereses y no sólo teorías y conceptos elaborados. El significado del conocimiento producido en estos equipos mixtos, ocupados de problemas especialmente complejos, es recogido en una tradición mucho menos homogénea que la de la comunidad académica especializada, pero es también sometido a críticas y a correcciones permanentes. Lo que resulta importante analizar aquí de este modo de producción de conocimientos, llamado “Modo 2” para distinguirlo del modo académico disciplinario o “Modo 1” (Gibbons, 2001), es la participación indispensable en los equipos heterogéneos de trabajo a los cuales hemos aludido, de científicos, en sentido estricto, de distintas áreas, que contribuyen a la solución con las herramientas más avanzadas de su disciplina. Es claro que el problema local más específico se resolverá mejor si se cuenta con las herramientas más universales y contemporáneas apropiadas para enfrentarlo.

La universidad de hoy enfrenta unos retos de enormes dimensiones que no puede evadir; entre estos retos vale la pena señalar, en primer lugar, los notables cambios en las profesiones y las disciplinas que resultan del vertiginoso desarrollo científico y tecnológico que aporta nuevas interpretaciones (nuevas teorías, nuevos conceptos, nuevos lenguajes) y nuevas estrategias de trabajo (nuevas herramientas, nuevas formas de organización, nuevas relaciones en el espacio de la producción). Frente a este reto, es necesario asumir una reflexión permanente de los procesos de formación y de las capacidades de aprendizaje permanente que es necesario desarrollar para ofrecer a los futuros profesionales alguna probabilidad de éxito.

Algunos de los cambios actuales tienen que ver con la diversificación y la hibridación de las disciplinas; ya se ha insistido hasta el cansancio en la importancia actual de los estudios sobre biotecnología a partir de los cuales aparecen alternativas insospechadas de intervención en los procesos biológicos como la clonación y el mejoramiento genético de los productos agrícolas y se encuentran formas de multiplicar la productividad de los cultivos hasta el punto de relativizar radicalmente la importancia de la extensión de la tierra disponible; se ha reconocido la relevancia de los estudios sobre el medio ambiente en un momento en que las estrategias productivas y bélicas pueden poner en riesgo la supervivencia de las sociedades humanas y la suerte del planeta y se ha aceptado la relevancia de los estudios culturales en la época de las disputas por el reconocimiento de las autonomías y la de la coincidencia de esfuerzos por consolidar sociedades pluralistas y democráticas.

En todos los casos mencionados se trata de saberes híbridos que han alcanzado mayoría de edad recientemente. Encuentro de la química, la biología y la ingeniería, en el primer caso; encuentro entre estas disciplinas y las de las ciencias sociales, en el segundo; encuentro entre la antropología, la geografía, historia, la sociología, la economía, el derecho, la psicología social, las ciencias políticas, la lingüística e incluso la música, la literatura y las artes plásticas y representativas en el último caso. Estas hibridaciones disciplinarias múltiples pasan a primer plano por su importancia estratégica y coexisten con fragmentaciones en todas las áreas que se expresan en múltiples especialidades y diversifican visiblemente el destino posible de los egresados.

Otros cambios se orientan a una nueva relación con el trabajo y al desarrollo de competencias asociadas a la exigencia de enfrentar colectivamente los problemas y de proponer permanentemente nuevas perspectivas. Los nuevos profesionales participarán en organizaciones basadas en el trabajo de equipo y en la innovación permanente que requieren iniciativa, liderazgo, capacidad de persuasión, compromiso con la tarea colectivamente asumida y una gran flexibilidad para afrontar situaciones nuevas. Estos profesionales deberán contar con las herramientas necesarias para construir sus propias interpretaciones y sus propios modelos de situaciones muy diversas, para diseñar proyectos y para establecer puentes con perspectivas y discursos distintos de aquellos con los cuales han establecido relación durante su proceso de formación y deberán tener también una clara conciencia de las limitaciones y posibilidades del lenguaje propio de su disciplina y del tipo de problemas que pueden ser legítimamente formulados desde las conceptualizaciones que han apropiado previamente. Esta conciencia epistemológica les permitirá reconocer posibilidades de usar métodos y conceptos de su campo en problemas complejos en los cuales es necesario reunir competencias muy distintas e integrar discursos muy heterogéneos. Esto quiere decir que los nuevos profesionales deberán ser mucho más conscientes que sus antecesores de los fundamentos propios de su disciplina, de las condiciones de aplicación legítima de los métodos y de los límites dentro de los cuales pueden moverse con suficiente solvencia y con la confianza de quien posee el mapa justo del territorio que debe explorar.

Las instituciones de educación superior tendrán que decidir si optan por la formación de profesionales capaces de realizar un conjunto más o menos predecible de tareas y que, por tanto, adquirirán la competencia necesaria para cumplir los propósitos que se les formulen desde una planificación previa y exterior a su trabajo o si se proponen formar líderes y profesionales suficientemente autónomos para crearse sus propios espacios y contribuir imaginativa y eficazmente a la solución de las necesidades sociales.

Pero, en todos los casos, hay una exigencia muy clara: se trata de formar profesionales capaces de actualizarse permanentemente y que hayan aprendido a aprender.

Estas condiciones de la formación implican dos tipos de actividades complementarias e irreductibles entre sí. Por una parte, los egresados actuales deben ser “investigadores” de su propia práctica, en el sentido de exploradores permanentes de su campo de trabajo. El uso laxo de la palabra investigación, que hemos puesto nuevamente entre comillas, se refiere a la necesidad de estar siempre preparados para los nuevos problemas y las nuevas oportunidades, con una gran flexibilidad y con disposición crítica y autocrítica. Esto implica una clara conciencia de que el proceso de apropiación de conocimientos no termina nunca y de que el aprendizaje permanente es condición para la búsqueda de soluciones creativas y para la construcción de nuevas representaciones que hagan posibles nuevas formas de intervención. Este proceso de actualización permanente es un proceso de formación continuo que nos gustaría reconocer como una modalidad de investigación formativa.

Por otra parte, estas competencias, que corresponden a un modo específico de relación con el conocimiento, deben formarse en contextos pedagógicos que faciliten, precisamente, una relación activa y constructiva (y no pasiva y repetitiva) con el conocimiento. No es necesario señalar que aquí estamos hablando nuevamente de lo que se ha llamado “investigación formativa”. El proceso de formación se inicia en el contexto formal de la escuela y la universidad y continúa, sin detenerse nunca, en los procesos de actualización que hoy exige el ejercicio profesional. Cualquiera que piense en serio en la satisfacción de aprender permanentemente y en el lugar maravilloso que pudo ser su escuela si el trabajo se hubiera organizado en la forma de la investigación no puede menos de sentirse encantado con la investigación formativa. Desafortunadamente hasta la investigación formativa puede ser un simple remedo de lo posible en ausencia de la investigación.

Hemos señalado muy brevemente algunas de las nuevas competencias que los profesionales actuales deben desarrollar. Ahora es justo que nos preguntemos: ¿qué docentes pueden promover el desarrollo de esas competencias? Los docentes capaces de ofrecer este panorama comprensivo y de distinguir entre lo que es fundamental y lo que es accesorio, los docentes que han alcanzado el dominio suficiente de su campo de trabajo para proponer perspectivas posibles de acción en un mundo tan cambiante deben ser personas activas en el ejercicio permanente de la apropiación de los conocimientos y lo suficientemente apasionadas por su trabajo para preguntarse, de manera sistemática, por los nuevos aportes de la comunidad académica y por los vínculos posibles con otras comunidades. Deben ser profesionales que han hecho de su trabajo una “habitación propia”. Esto no es posible sin la actitud de indagación permanente, sin la disciplina del estudio sistemático y sin la vocación por el saber que enseña la investigación. Quizás sea posible formar profesionales aceptables en un espacio en donde falte la investigación; pero la existencia de un trabajo serio de investigación es un índice claro de calidad de una institución.

Por otra parte, la idea de comenzar muy pronto en la escuela a plantear y a resolver comprensivamente problemas y a trabajar en grupo y discutir salidas cooperando solidariamente y manteniendo el respeto a la palabra, la idea de convertir el aula en un espacio en donde se viviera cabalmente la aventura del conocimiento, tenía que cautivar a todos los investigadores en pedagogía. Para muchos alumnos y para muchos maestros es quizás lo mejor que le ha pasado a la educación en mucho tiempo y ha servido para hacer amables el tiempo y el espacio del aprendizaje.

Pero cuando con razón nos entusiasmamos con la idea de la investigación formativa, no imaginamos que pudiera llegar a confundirse con la investigación en sentido estricto. Se diría que tal confusión es imposible, pero las palabras, cuya polisemia hace posible el milagro de la poesía, arrastran sentidos de un contexto a otro y si no hubo equivocación en el concepto, la hubo quizás en usar un mismo nombre, investigación, para cosas distintas que tienen, sin duda, un “aire de familia”.

La formación de maestros no puede hacerse al margen de la investigación pedagógica. La investigación pedagógica de la que hablamos aquí es algo muy distinto de la investigación formativa. La investigación pedagógica puede incluso utilizar la investigación formativa como herramienta de trabajo o como tema de reflexión, pero no se reduce a la investigación formativa. Como ocurre en las distintas disciplinas, la investigación pedagógica se valida y se consolida como tal cuando sus resultados o sus métodos son reconocidos como universalmente nuevos y significativos por la comunidad académica de la pedagogía cuyas conexiones se extienden por todo el planeta. Esta es la razón por la cual el Decreto 272 de 1998, que regula la creación y funcionamiento de programas de pregrado y especialización en educación en Colombia, exige taxativamente que las instituciones formadoras de maestros deben realizar investigación (y no sólo investigación formativa).

¿Se pueden formar profesionales excelentes sin investigación? Las profesiones y las disciplinas se distinguían antaño claramente. Mientras que las profesiones estaban orientadas a la satisfacción de las necesidades sociales mediante la aplicación de los conocimientos adecuados a campos problemáticos definidos, las disciplinas estaban orientadas fundamentalmente a la construcción sistemática de conocimientos nuevos, mediante el ejercicio de la investigación. La ciencia moderna, como señala Heidegger (1960), tiene por vocación y por naturaleza la expansión de su propio territorio, su esencia es la investigación. La tarea central de la ciencia natural moderna es la construcción de representaciones en el universo de los símbolos, capaces de desentrañar regularidades y conexiones entre los fenómenos y, por tanto, de permitir la predicción y la producción de cierto tipo de fenómenos. En las ciencias sociales se trata, también, de construir representaciones para comprender los acontecimientos. En todo caso, los conocimientos no aparecen sólo para satisfacer el deseo de saber de unos curiosos especialmente insistentes, dotados de talento y voluntad. La sociedad los celebra por su probada eficacia práctica. Las profesiones convierten los conocimientos en acciones sociales.

Sin duda es siempre posible derivar del conocimiento pautas para la acción (la acción técnica o la práctica social), pero las disciplinas (las ciencias naturales y sociales) tienen como vocación fundamental la construcción de conocimientos. Los destinos de quienes se forman en las disciplinas son múltiples: no todos se orientan al ejercicio sistemático de la producción de conocimientos, muchos de ellos se dedican a la aplicación de los conocimientos adquiridos en el campo de la producción industrial o de las tareas administrativas o se dedican a la docencia sin, necesariamente, descubrir los procesos de creación de conocimientos involucrados en ella.

Por su parte, las profesiones “liberales” de las cuales se ocupa la universidad se distinguen de otras tareas sociales por la exigencia de una “competencia técnica intelectual”. Aunque se orientan, como se ha dicho, a la satisfacción de necesidades, su eficacia radica en la apropiación de una tradición que recoge e incrementa permanentemente una riqueza simbólica que se pone al servicio de la solución de problemas prácticos. El desarrollo de la profesión implica la existencia de un núcleo de profesionales empeñados en el proceso de extender las fronteras del ejercicio posible y de resolver nuevos problemas a través de la dedicación a la tarea de la producción de conocimientos. Esta tarea es cada vez más importante y más urgente en el campo de las profesiones, de modo que puede decirse que la investigación ya no es, en absoluto, una especificidad de las disciplinas sino que hace parte esencial de la dinámica de las profesiones.

La importancia creciente de la investigación en el desarrollo de las profesiones y su carácter de campo de trabajo posible para los egresados acerca las profesiones a las disciplinas. La pluralidad de funciones que es posible ejercer desde las disciplinas aplicando los conocimientos disciplinarios a la solución de problemas técnicos o prácticos acerca las disciplinas a las profesiones. En estas condiciones, la distinción tradicional entre disciplinas y profesiones se hace cada vez más problemática. Lo que nos interesa señalar aquí es que ambas necesitan de la investigación.

Quienes acuden a los profesionales para resolver distintas clases de problemas saben bien que una distinción fundamental entre los profesionales relativamente competentes y quienes se destacan como profesionales de calidad excepcional es, en la mayor parte de los casos, que el profesional excepcional concibe su campo de trabajo como un espacio de aprendizaje permanente en el que es particularmente valioso el ejercicio de la investigación. Podría arriesgarse una fórmula que a primera vista es demasiado radical pero que valdría la pena pensar cuidadosamente: lo que distingue a los mejores egresados, tanto en las disciplinas como en las profesiones, es que ocupan una parte significativa de su energía intelectual en el trabajo de investigación.

La Ley 30 de 1992 señala las condiciones que distinguen a la universidad de otras instituciones de educación superior. Las universidades deben acreditar “su desempeño con criterio de universalidad en las siguientes actividades: la investigación científica o tecnológica, la formación académica en profesiones o disciplinas y la producción, desarrollo y transmisión del conocimiento y de la cultura universal y nacional” (Artículo 19, Ley 30 de 1992). Es cierto que, sorprendentemente, se señala que son universidades, además, las “reconocidas actualmente como tales”; pero el hecho de que más adelante se diga que las universidades están “facultadas para adelantar programas de formación en ocupaciones, profesiones o disciplinas, programas de especialización, maestrías, doctorados y postdoctorados” (Ibid) muestra claramente que la exigencia de la investigación no es gratuita ni suplementaria. No es posible pensar siquiera en ofrecer programas de doctorado, en los cuales se trata, precisamente, de realizar investigaciones en sentido estricto que conduzcan a resultados universalmente nuevos y válidos, ratificados como tales por una comunidad académica internacional, sin que se haya cumplido previamente la exigencia de que la institución cuente con investigadores reconocidos por sus resultados y por los títulos académicos que previamente han adquirido.

Además de los retos antes mencionados, la universidad tiene otros retos igualmente importantes que la distinguen en el universo complejo de la educación superior. La universidad debe asumir el estudio de los problemas del contexto, debe contribuir al análisis y a la construcción de perspectivas de desarrollo social y a la producción y protección de la riqueza con que cuenta la sociedad. Estas tareas son esenciales y en ellas la universidad es insustituible como espacio privilegiado de reflexión y de análisis que por su vocación académica puede orientarse por un interés general y no según intereses de grupo y que tiene las herramientas conceptuales para pensar responsablemente los efectos de su intervención en el largo plazo.

En ninguna parte como en la universidad confluyen saberes de distinta naturaleza, que pueden complementarse en el proceso de construcción de una perspectiva suficientemente amplia y compleja de los problemas urgentes de la sociedad; en ningún espacio, como en la universidad, se da el encuentro de comunidades académicas que descubren nuevas posibilidades de desarrollo y de enriquecimiento, tendiendo puentes entre sí; en ningún espacio como en la universidad, es posible apropiar los conocimientos construidos y traducirlos en modificaciones para cualificar los procesos de formación y hacerlos más pertinentes.

Las necesidades sociales son acuciantes y se manifiestan en el territorio de la sensibilidad de quienes son afectados por ellas, pero sus raíces estructurales y sus verdaderas posibilidades de solución no se revelan en la experiencia directa de las carencias y requieren de una reflexión sistemática y elaborada para ponerse en evidencia. El sufrimiento es el principio que hace evidente la necesidad; pero la teoría y el concepto permiten la interpretación que revela las causas e ilumina los caminos posibles, muchas veces extraordinariamente difíciles, para construir una solución.

En la mayoría de los problemas sociales complejos la universidad no puede delegar su responsabilidad en la construcción de modelos explicativos y futuros posibles. En la sociedad contemporánea, donde la ciencia y la tecnología se han revelado como las fuentes más importantes de la riqueza, la construcción simbólica es una de las tareas más productivas y más urgentes. La construcción simbólica implica el rigor, la alta exigencia académica y la disciplina de la investigación.

Corresponde a la universidad, en el universo de la educación superior, asumir estas tareas y es por ello que se la distingue de otras instituciones encargadas de la formación. Las tradiciones nominales pueden servir de argumento para que algunas instituciones que no están en condiciones de asumir estas tareas, sean llamadas universidades. Pero una universidad que quiere ser tal, no puede, definitivamente, eludirlas. Una verdadera universidad requiere, para serlo, el ejercicio de la investigación en sentido estricto.

Naturalmente, dado el desarrollo desigual de las instituciones, podría hablarse de universidades de distinto tipo, pero las consideraciones anteriores muestran que la existencia de la investigación propiamente dicha es una condición fundamental para asegurar la formación de un profesional de calidad. Las diferencias actuales tienen causas reconocibles y seguramente no son atribuibles en la mayor parte de los casos a errores en las políticas institucionales. Por otra parte existen instituciones de diferentes tipos en la educación superior. La diversidad es rica, pero la desigualdad es digna de rechazo. Toda situación de desigualdad debe ser vista como un momento que debe ser superado. Todas las universidades, por ejemplo, deben aspirar a hacerse verdaderas universidades distintas unas de otras, pero aspirando todas a la excelencia.

Durante algún tiempo, mientras las comunidades académicas del país se consolidan y se establecen los vínculos necesarios entre las instituciones que aseguren la circulación de los conocimientos y la cualificación de los docentes en las distintas regiones del país, la exigencia de la investigación tendrá que hacerse de una manera diferenciada. Se comprende claramente que una determinada universidad, dadas sus condiciones de desarrollo y a partir de los recursos con que cuenta, deba realizar un camino, posiblemente largo, para consolidar su trabajo investigativo. Lo que sería definitivamente inaceptable sería que una universidad descuidara la exigencia de la investigación o no invirtiera lo suficiente en la creación y consolidación de los grupos capaces de llevarla a cabo.

Esta última reflexión nos lleva nuevamente al comienzo de nuestro argumento: la investigación formativa no sustituye la investigación. La investigación formativa tiene sentido si se alimenta de la investigación y si asegura las condiciones para que ella pueda darse. Por más que una universidad se suponga centrada en la formación profesional sus profesores y sus estudiantes no podrían aceptar que a la exigencia de la investigación se respondiera simplemente con la investigación formativa. La exigencia simultánea de la investigación en sentido estricto y de la investigación formativa, no puede satisfacerse, al menos en la universidad, con la sola investigación formativa, la cual puede ser, precisamente, una ficción problemática en ausencia de la investigación propiamente dicha.

Afortunadamente, es casi seguro que estamos equivocados al pensar la posibilidad de que alguna universidad renuncie a su especificidad y descuide la necesidad de la investigación suponiendo que cumple su misión desarrollando solamente una política de investigación formativa; pero el “genio maligno” de la duda metódica nos advierte que también las instituciones podrían equivocar el rumbo y optar por el suicidio.


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Bernardo Restrepo Gómez, Ph.D.*

Este artículo discute sobre dos objetivos que tiene la universidad frente a la investigación, a saber: enseñar a investigar y hacer investigación. Presenta diferentes acepciones del constructo “Investigación Formativa”, así como formas de implementación de ésta. Finalmente, distingue entre investigación formativa e investigación en sentido estricto.

The article discuss about two main objectives the university has in relation to research: to teach how to do it, and to investigate. It presents different conceptions related to the “formative research” construct, and advances ways to implement it. Finally, it contrasts the meanings and functions of formative research and scientific research.

Palabras clave: investigar, formar, investigación científica, investigación formativa, misión investigativa, métodos de enseñanza.

 

Introducción

En la sociedad del conocimiento la calidad de la educación superior está íntimamente asociada con la práctica de la investigación, práctica que se manifiesta de dos maneras: enseñar a investigar y hacer investigación. La primera hace alusión al ejercicio de la docencia investigativa, esto es, a utilizar la investigación en la docencia, tanto para darle pertinencia científica a ésta, como para familiarizar a los estudiantes con la lógica de la investigación e iniciarlos en su práctica, es decir para adelantar formación investigativa. La segunda hace alusión a la producción o generación sistemática de conocimiento y a su aplicación para resolver problemas del contexto. Hay que recordar que la letra y el espíritu de la Ley 30 de 1992, al tratar la función de la investigación en la universidad, se refieren a la búsqueda y generación de conocimiento, a la experiencia de investigación de alto nivel.

El Consejo Nacional de Acreditación, CNA, consciente del estado desigual de desarrollo de la investigación en la educación superior colombiana, ha querido reflejar, cuando evalúa la existencia de esta característica de calidad, lo ideal y lo posible. Para ello ha traído a colación el término y concepto de investigación formativa como una primera e ineludible manifestación de presencia de la cultura de la investigación en las instituciones de educación superior. Para aquellas que ostentan el carácter de universidades, sin embargo, la exigencia es más alta y por ello se observan y evalúan sus esfuerzos y realizaciones en el campo de la investigación científica y tecnológica propiamente dichas. Por otra parte, la lectura de las exigencias de las características relacionadas con la investigación en el modelo de evaluación para acreditación del mismo CNA, ha de hacerse de manera diferenciada para los distintos niveles de las instituciones de educación superior, siendo alta la exigencia para las universidades y mínima para las instituciones de formación técnica profesional. La discusión de la relación entre docencia e investigación y de la relación entre la formación investigativa y la misión investigativa de la educación superior, pasa por la precisión en torno a la investigación formativa y a la investigación científica en sentido estricto, más ligada la primera al pregrado y la otra más propia de la maestría y el doctorado y de la materialización de la misión investigativa de la universidad.

La primera es una necesidad tanto en universidades profesionalistas como en universidades investigativas, pues en unas y otras se hace necesaria la formación para la investigación; la segunda es definitivamente consustancial a las universidades investigativas. La diferencia entre ambos tipos de universidad existe de hecho en el mundo, aunque en Colombia la Ley 30 de 1992 determina, como ya se dijo, que el último nivel de instituciones de educación superior, es decir, la universidad, tiene como característica el compromiso con la investigación de alto nivel y su puesta en marcha. No podrá, por lo tanto establecerse, en el último nivel de las instituciones de educación superior, esto es, en la universidad, una asociación entre universidades fuertes en investigación e investigación en sentido estricto, y otra asociación entre investigación formativa y universidades débiles en investigación o que no hacen investigación. De ninguna manera la investigación formativa podrá tomarse como excusa para soslayar la misión sustantiva de investigar que tiene la universidad. Condición establecida por la Ley 30 de 1992 es que para ser universidad se debe tener experiencia científica de alto nivel. La investigación formativa no puede estar, por ende, en vez de la investigación en sentido estricto.

La investigación puede ser vista desde la pedagogía y desde el ejercicio misional de generar conocimiento, propio de la educación superior. Desde la función pedagógica centramos la atención en la investigación formativa; desde la visión de la misión universitaria de generar conocimiento teórico y conocimiento sobre la aplicación de conocimiento (conocimiento tecnológico), centramos la atención en la investigación científica en sentido estricto.

Pero, ¿qué se entiende por investigación y qué se le exige a la universidad con respecto a ésta? La investigación universitaria es un proceso de búsqueda de nuevo conocimiento, proceso caracterizado por la creación del acto, por la innovación de ideas, por los métodos rigurosos utilizados, por la autocrítica y por la validación y juicio crítico de pares. A la investigación está unida íntimamente la creatividad ya que en buena medida los resultados de la investigación son también creación de conocimiento o de tecnología. Y la investigación científica debe operar en la universidad no sólo en el ámbito de las disciplinas o ciencias básicas, sean éstas naturales, formales o sociales, sino también en el ámbito de las profesiones o carreras. Así lo propuso formalmente la Conferencia Mundial sobre Ciencia para el Siglo XXI: Un Nuevo Compromiso, cuando en la conclusión 56 afirma: “Los gobiernos de los países en desarrollo deben ampliar el estatus de las carreras científicas, técnicas y educativas y hacer esfuerzos específicos para mejorar las condiciones de trabajo, incrementar su capacidad para retener a los científicos y promover nuevas vocaciones en áreas de ciencia y tecnología.” (Unesco, 1999).

 

1. La investigación formativa

1.1 La investigación formativa y la didáctica

El tema de la denominada investigación formativa en la educación superior es un tema-problema pedagógico. Aborda, en efecto, el problema de la relación docencia-investigación o el papel que puede cumplir la investigación en el aprendizaje de la misma investigación y del conocimiento, problema que nos sitúa en el campo de las estrategias de enseñanza y evoca concretamente la de la docencia investigativa o inductiva o también el denominado aprendizaje por descubrimiento. Por tratarse de un problema pedagógico y didáctico es menester iniciar su estudio desde las estrategias de enseñanza, ya que su presencia es consustancial, como ya se sugirió, a una de las grandes vertientes o estrategias de enseñanza: la de aprendizaje por descubrimiento y construcción.

Dos son, a mi modo de ver, las grandes estrategias que recogen las familias de los métodos de enseñanza, así esta posición pueda ser vista por algunos como exageradamente reduccionista. Ellas son la estrategia de enseñanza expositiva o por recepción, más centrada en el docente y en el contenido, y la estrategia de aprendizaje por descubrimiento y construcción del conocimiento, más centrada en el estudiante. Veámoslas brevemente para situarnos en la segunda que sirve de nicho a la investigación formativa.

Es de la naturaleza de la estrategia expositiva que la motivación, presentación, discusión y ejercitación, recapitulación, evaluación y conclusiones, componentes que reflejan las etapas herbartianas, son responsabilidad principalmente del docente. Este responde por cerca del 90% del proceso de manejo y transmisión del conocimiento, mientras el alumno es más un receptor de la exposición del profesor y depende de la actividad de éste en clase y aún fuera de ella. Al menos la iniciativa en el manejo del conocimiento, por parte del estudiante, llega apenas al 10%. Su aprendizaje se da, entonces, por recepción de conocimiento, recepción que no necesariamente es negativa, ya que puede ser, y de hecho muchas veces es, recepción significativa.

Pasemos a la estrategia de aprendizaje por descubrimiento y construcción que es la que más nos interesa aquí. Si en la expositiva el docente es responsable por el 90% de las actividades de la clase, en ésta las cosas se revierten y es el estudiante quien hace de protagonista. El profesor plantea situaciones problemáticas, a veces ni siquiera problemas acabados o bien estructurados, dejando que su estructuración sea parte del trabajo del estudiante. En la estrategia de descubrimiento existen, en efecto, dos vertientes: la de problemas incompletos frente a los cuales el estudiante debe hacerlo todo, y aquella en la que el profesor estructura bien el problema y lo plantea de entrada a los estudiantes. Las más de las veces el docente plantea el problema, expone interrogantes buscando activar los procesos cognitivos del estudiante. Por eso esta estrategia, vista desde el aprendizaje, no desde la enseñanza, suele denominarse aprendizaje por descubrimiento y construcción (organización) de conocimiento. A partir de un problema el estudiante busca, indaga, revisa situaciones similares, examina literatura relacionada, recoge datos, los organiza, los interpreta y enuncia soluciones. Construye, así, (organiza) conocimiento o aprendizaje de conocimiento, aunque sea conocimiento ya existente. Desde esta estrategia de enseñanza es más posible fomentar competencias investigativas, así no se desarrollen proyectos completos de investigación. Es lo que puede denominarse formación investigativa o investigación formativa.

1.2 Tres acepciones del término “investigación formativa”

En el país, particularmente en las instituciones de educación superior, el Consejo Nacional de Acreditación CNA, comenzó a hablar de investigación formativa en la segunda mitad de la década del noventa como aquel tipo de investigación que se hace entre estudiantes y docentes en el proceso de desarrollo del currículo de un programa y que es propio de la dinámica de la relación con el conocimiento que debe existir en todos los procesos académicos tanto en el aprendizaje, por parte de los alumnos, como en la renovación de la práctica pedagógica por parte de los docentes. Es una generación de conocimiento menos estricta, menos formal, menos comprometida con el desarrollo mismo de nuevo conocimiento o de nueva tecnología. Se contrastan en estas elaboraciones del Consejo Nacional de Acreditación estas prácticas con los procesos de la investigación científica en sí (CNA, 1998). Pero esta distinción del Consejo no ha sido clara para muchos y esta falta de claridad debe ser abordada a partir de un seguimiento histórico del término, sus acepciones y las funciones que las aplicaciones de éstas cumplen en la universidad o en las prácticas profesionales.

La revisión de la literatura sobre investigación formativa nos enfrenta a tres acepciones del término íntimamente ligadas a su variada aplicación y creo que las tres encajan en el sentido que el CNA da a la investigación formativa.

 

1.2.1 Investigación exploratoria

Una primera acepción es la de investigación formativa como búsqueda de necesidades, problemas, hipótesis y poblaciones relevantes para estructurar o refinar proyectos de investigación cuando éstos no tienen claros ni unas ni otros, es decir, lo que se suele denominar Investigación Exploratoria cuyo propósito es llevar a cabo un sondeo en artículos, documentos, investigaciones terminadas, para plantear problemas relevantes y pertinentes o sopesar explicaciones tentativas de los mismos. Ello ocurre cuando en una situación problemática hay dificultad para construir problemas o interrogantes precisos, o cuando teniendo formulado el problema es difícil decidirse por hipótesis explicativas o por poblaciones en las cuales debe indagarse sobre el problema. Dikin y Griffiths (1997) definen claramente el término investigación formativa como “un término general que describe investigaciones que se llevan a cabo para diseñar y planear programas”.

De acuerdo con el planteamiento anterior, se trata de dar “forma” a una investigación concreta, es decir, de la formación de la investigación en sí, no de la formación del estudiante, y la función de esta primera acepción es precisamente ésa: contribuir a dar estructura lógica y metodológica a un proyecto de investigación. Glynic Cousin en su trabajo “A Checklist for Action Research” pide dar a la investigación un enfoque formativo de tal manera que el investigador esté abierto a nuevos problemas, direcciones y revisiones del proyecto (1998). Muchos proyectos desarrollados bajo esta acepción tienen precisamente esta aplicación: darle forma a un programa de investigación.

 

1.2.2 Formación en y para la investigación

Una segunda acepción del término Investigación Formativa es la de “formar” en y para la investigación a través de actividades que no hacen parte necesariamente de un proyecto concreto de investigación. Su intención es familiarizar con la investigación, con su naturaleza como búsqueda, con sus fases y funcionamiento. Es el concepto que asume el Consejo Nacional de Acreditación en sus publicaciones sobre evaluación y acreditación (CNA, 1998).

Según esta acepción se trata de la “formación investigativa” del estudiante, no de dar forma al proyecto de investigación. La función ínsita en esta acepción es la de aprender (formar en) la lógica y actividades propias de la investigación científica. Un sinnúmero de estrategias pedagógicas y de actividades realizadas en el seno de los cursos universitarios operacionalizan esta concepción de investigación formativa, a saber: los cursos mismos de investigación, no por sí mismos, pues es claro que a aprender se aprende investigando, pero sí cuando sus distintos componentes son objeto de prácticas y miniproyectos; la docencia investigativa, esto es, aquella que sigue de alguna manera el método científico, como el ABP o Aprendizaje Basado en Problemas y en solución de problemas, el Seminario Alemán, el estudio de casos, el método de proyectos, y otros; las tesis de grado son otra aplicación de esta segunda acepción, lo mismo que el ensayo teórico, y la participación en proyectos institucionales de investigación dirigidos por los docentes o investigadores de los centros de investigación. Estas aplicaciones no agotan las posibilidades de la pedagogía de la investigación.

1.2.3 Investigación para la transformación en la acción o práctica

En Walker (1992) aparece el término de investigación formativa referido a la investigación-acción o a aquella investigación realizada para aplicar sus hallazgos sobre la marcha, para afinar y mejorar los programas mientras están siendo desarrollados, para servir a los interesados como medio de reflexión y aprendizaje sobre sus programas y sus usuarios. En el mismo sentido, Sell (1996), refiriéndose a investigación formativa en la educación a distancia, afirma que:

“la investigación formativa puede concentrarse en las fortalezas y debilidades de un programa o curso buscando hacer un diagnóstico de lo que puede cambiarse en estos para mejorar y si los cambios que se introducen realmente producen mejoramientos. Podemos referirnos a tal investigación formativa como investigación centrada en la práctica que va desde el enfoque del practicante reflexivo de Schon (1983, 1987, 1995) y la metodología de la ciencia-acción de Argyris, Putnam y Smith (1985), a los estudios de evaluación iniciados en la Universidad de Harvard (Light, Singer y Willet, 1990) y a la investigación de aula de Angelo y Cross (1993).”

Estas referencias nos recuerdan los conceptos de evaluación formativa de M. Scriven y de investigación- acción educativa de Corey, Kemmis y otros. En Medicina y Salud Pública se encuentran bastantes aplicaciones de esta acepción de investigación formativa, relacionada principalmente con la evaluación del conocimiento previo de la población con respecto a un programa o tratamiento a que será sometida, de las actitudes de aquella hacia éste, de sus comportamientos antes de y mientras se llevan a cabo los programas, por ejemplo de prevención de tuberculosis, SIDA y otras enfermedades (Keil, L. & Mcintyre, S.,1999).

La función de esta acepción de investigación formativa es la de dar forma a la calidad, efectividad y pertinencia de la práctica o del programa, usualmente mientras una u otro están siendo llevados a cabo. Es una aplicación con muchos seguidores en educación y salud.

En conclusión, según los usos encontrados en la literatura, el término “investigación formativa” tiene que ver con el concepto de “formación”, de dar forma, de estructurar algo a lo largo de un proceso. Tal formación se refiere a veces a sujetos, particularmente a estudiantes que son preparados, a través de las actividades desarrolladas en este tipo de indagación, para comprender y adelantar investigación científica; pero se refiere también, a veces, a la formación o estructuración o refinamiento de proyectos de investigación, y, finalmente, el término es referido también a la formación o transformación positiva de un programa o práctica durante la realización de uno u otra, como en el caso de la investigación-acción. No se trata por lo tanto de un término unívoco, sino de varias aplicaciones del mismo, genéricamente comunes -formar-, pero específicamente diferentes: dar forma a proyectos de investigación; dar forma, desde un proceso investigativo, a una práctica o a un programa social; o formar al estudiante en y para la investigación.

1.3 Formas de implementación de la investigación formativa

De entrada, la investigación formativa, en el terreno de la función pedagógica de la investigación, cuenta con métodos y prácticas de docencia investigativa ensayados por las instituciones y por los docentes universitarios y que han demostrado cierta efectividad. A partir de ellos, la práctica particular de cada docente puede encontrar variantes o antítesis a través de las cuales van dando forma a métodos didácticos nuevos que toman distancia de los métodos expositivos.

Para empezar, los trabajos de grado son oportunidad clara para hacer investigación formativa, cuando el estudiante cuenta con la fortuna de un asesor exigente y riguroso que cumple en verdad la función de asesorar la investigación, esto es, cuando hace comentarios sesudos, cuando obliga a rehacer partes, a refinar la conceptualización y la argumentación, cuando orienta la comparación... Pero no hay que esperar a que el estudiante esté a punto de culminar sus estudios de pregrado para inducirlo en esta práctica. El ensayo teórico es otra práctica que sirve de base para impulsar la investigación formativa. El ensayo teórico con esquema investigativo, es decir, con tesis de partida, con dialéctica metódica, con datos de prueba y argumentación, con conclusión; un ensayo bien planteado, bien entretejido, no un resumen o una consulta lineal sin hilo conductor ni argumentación. Otra manera de trabajar la investigación formativa es el trabajo de los estudiantes con el profesor que investiga, aprendiendo a formular problemas y proyectos, a idear hipótesis, a diseñar su metodología, a saber recopilar información, a procesar datos, a discutir, argumentar, interpretar, inferir y defender resultados. También pueden servir como auxiliares de investigación en proyectos institucionales de mayor alcance. Esta es una de las formas más expeditas para integrar investigación y docencia y para aprender a investigar, ya que profesores con trayectoria en investigación van adquiriendo la sabiduría que traen aparejada el dominio teórico y la experiencia, nicho para la creación de escuela investigativa.

Algunas universidades investigativas, como la Universidad de Michigan, plantean el ideal de agregar valor a la educación de pregrado llevando la investigación y la actividad creativa a este nivel de enseñanza. Lo hacen vinculando estudiantes a proyectos de investigación de los docentes, utilizando para ello fondos de investigación donados por fundaciones o empresas. Los estudiantes asumen un compromiso adicional al de su plan de estudios y deben entregar informes oportunos sobre su trabajo (Neihardt, 1997). En este caso la práctica comienza como investigación formativa, pero poco a poco la investigación va más allá del tipo de investigación formativa que venimos discutiendo y pasa a ser práctica investigativa en sentido estricto. Universidades colombianas, a través de los Semilleros de investigación, han puesto en marcha esta estrategia.

Método o práctica poderosa como punto de partida para la investigación formativa es el ABP, aprendizaje basado en problemas, cuya pertinencia es indiscutible para vincular la educación superior a las necesidades de la sociedad. Sobre este método se ha escrito bastante, se ha experimentado en la educación superior, se ha investigado en torno a sus fortalezas y debilidades y se ha construído saber pedagógico sobre sus modalidades y aspectos particulares, sobre todo en el área de ciencias de la salud. Inglaterra, Holanda, Canadá, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, Chile y Colombia tienen experiencia en este método, que es una variante del conocido método problémico.

Hay que recordar que todos los modelos de solución de problemas se basan en el método científico. Sus pasos centrales, su sintaxis didáctica comprende: el problema, su análisis, las explicaciones alternativas de solución o hipótesis, la discusión de las hipótesis para empezar a descartar las menos sólidas y afianzar explicaciones.

Una práctica más, dentro de la estrategia de aprendizaje por descubrimiento, es el preseminario investigativo. Hablo de preseminario para distinguirlo del seminario investigativo alemán que nació por allá en las postrimerías del siglo XVIII como alternativa a la estrategia expositiva. El preseminario permite tomar del seminario algunos elementos que el estudiante de pregrado puede manejar y que lo preparan para implementar el seminario en los últimos semestres de carrera y, naturalmente, en el posgrado. Entre estos elementos están: cómo formular problemas, cómo buscar literatura relacionada o estados del arte, cómo apoyarlos en marcos de referencia, cómo recopilar información con criterio y rigor.

Finalmente, la misión de proyección social de la educación superior es una oportunidad rica en posibilidades para hacer investigación formativa. El trabajo directo con la comunidad, las asesorías y las consultorías son propicios para llevar a cabo diagnósticos al comienzo de los programas y evaluaciones al término de los mismos. En ambas actividades está ínsita la investigación, no tanto como investigación en sí, sino como actividad formativa que enseña oportunidades de llevar a cabo aquella, cómo conducirla y cómo ligarla a la docencia y a la proyección social.

En cuanto al rigor metodológico, porque la investigación formativa no significa falta de rigor, éste debe estar presente en todas las actividades propias de ésta. El rigor es básico en la investigación y debe, por ende, serlo en el aprendizaje de la misma.

2. Investigación científica en sentido estricto

La investigación en la universidad no puede circunscribirse a la modalidad formativa, a la construcción de conocimiento ya existente. En postgrado, nivel de formación en el que ya se supone la existencia de cierto manejo teórico, en el que hay conocimiento de investigaciones relacionadas, en el que hay capacidad de debate riguroso, y en el que se imparte formación sistemática en metodologías de investigación, ésta tiene que ir más allá, tiene que identificarse con el objeto mismo del aprendizaje. La estrategia de aprendizaje por descubrimiento y construcción supera la organización del conocimiento y procede a su producción. Y en el ámbito institucional, es decir, considerando la naturaleza de la universidad y su misión, es menester contar con una infraestructura para el desarrollo de la investigación generadora de conocimiento nuevo y de su aplicación en contextos reales.

La caracterización de la investigación en sentido estricto puede hacerse echando mano de varios criterios que la comunidad científica internacional reconoce como características válidas de esta investigación. El primero es el criterio metodológico, muy unido a la fundamentación epistemológica de la posibilidad del conocimiento. Para unos tal posibilidad proviene del método empírico-positivo; para otros del método hermenéutico; y para otros del método histórico, teórico, crítico. Estos enfoques resuelven de manera distinta, pero sistemática y rigurosa, los grandes problemas que el investigador encuentra en su labor de generación de conocimiento, a saber: la unidad de análisis, la legalidad en los fenómenos, la conceptualización, la totalidad de la realidad, el uso de la cuantificación, la validez, entre otros. Esto, aunque vivimos tiempos de convergencia y complementariedad de enfoques, o cual facilita el diálogo entre las comunidades científicas.

Criterio relativamente nuevo y cada vez más presente es el de la construcción colectiva del conocimiento. La investigación es un proceso social. La investigación significativa brota en grupos cercanos, consolidados o en proceso de formación, y se refina en diálogo y debate con grupos más amplios de la comunidad científica internacional. La investigación en grupo, por lo demás, posibilita la interdisciplinariedad y el desarrollo de la formación doctoral. Nuestro país ha visto florecer con relativa celeridad la conformación de grupos. La primera convocatoria de grupos de investigación la hizo Colciencias en 1991, al comenzar a operar la Ley de Ciencia y Tecnología y se detectaron 100 grupos. Nueve años después, en 2000, ya se detectaron 727 grupos (Villaveces, 2001). En el 2002 la convocatoria reseñó cerca de 2000 grupos.

El sometimiento del método y de los hallazgos de la investigación a la crítica y al debate, incluyendo la internacionalización de una y otro, es criterio altamente valorado por la comunidad científica. La investigación formativa produce conocimiento local, subjetivamente nuevo, orientado al saber hacer profesional, en el caso que nos ocupa al saber pedagógico en la aproximación a la investigación. La investigación en sentido estricto produce conocimiento susceptible de reconocimiento universal por parte de la comunidad científica, originalmente nuevo y orientado al crecimiento del cuerpo teórico de un saber (CNA, 1998). Como Popper lo planteó: Los estándares de racionalidad crítica y de verdad objetiva pueden enseñar al investigador a tratar de nuevo, a pensar de nuevo; a retar sus propias conclusiones y a valerse de su propia imaginación para encontrar si y donde sus conclusiones fallan; pueden ayudarle a crecer en conocimiento y a darse cuenta de que está creciendo; pueden ayudarle a tomar consciencia de que debe su crecimiento a la crítica de otros y lo importante que es estar dispuesto a escuchar la crítica (1965).

La conformación de programas y proyectos de investigación, a partir de líneas, es otro criterio de implementación de la investigación en estricto sentido en la universidad. Las líneas pueden estar relacionadas con problemas centrales de los programas o con problemas de la sociedad.

La administración de la investigación en pro de la pertinencia, honestidad, equidad en clases y en campos. Clases: básica, aplicada, e I & D. Campos: propios del saber profesional o áreas del conocimiento que fundan dicho saber.

Por el rigor y sistema metodológico que la comunidad científica internacional demanda para reconocer los productos investigativos, el criterio de investigadores idóneos, partícipes en grupos consolidados y en redes de comunidades científicas y de publicación de productos de investigación con base en protocolos reconocidos por las mismas comunidades, es otro criterio de implementación de la investigación en la universidad. Es a través de estas comunidades como se accede más expeditamente al estado del arte del campo y de las líneas de investigación de interés de los investigadores y de sensibilidad de la sociedad.

Estos los criterios para adelantar y juzgar la investigación científica rigurosa esperada de la universidad de acuerdo con la misión que ella ha establecido y que la sociedad demanda. A ella pueden vincularse también estudiantes en calidad de auxiliares, participantes y coinvestigadores.

 

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* Pregrado en Ciencias Sociales y Filosofía de la Universidad de Antioquia, Master of Science en Sociología de la Educación de la Universidad de Wisconsin y PH.D. en Investigación en Educación y Sistemas Instruccionales de la Universidad Estatal de la Florida. Actualmente es el Coordinador del Consejo Nacional de Acreditación, CNA. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

“Perfiles urbanos”, el resultado de un trabajo estratégico

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“Perfiles urbanos”, el resultado de un trabajo estratégico

“Perfis urbanos”, resultado do trabalho estratégico

“Urban Profiles”, the result of strategic work

Alexander Castro Zamudio*


* Comunicador Social de la Universidad Central, Publicista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano; docente investigador de estas Universidades en la Facultad de Publicidad y del Politécnico Gran Colombiano, en la Facultad de Comunicación Social.


Resumen

El decano de la Facultad de Publicidad de la Universidad Central, Jesús Valencia Sánchez, junto con Rafael de Nicolá, presidente de la agencia de publicidad TBWA Colombo Suiza, tuvieron la idea de desarrollar la investigación “Perfiles Urbanos”, un exhaustivo estudio sobre los valores y estilos de vida de los habitantes de Bogotá.

Palabras clave: Publicidad, Bogotá, perfiles, investigación, valores, estilos de vida.

Resumo

O decano da Faculdade de Publicidade da Universidade Central, Jesús Valencia Sánchez, junto com Rafael de Nicolá, presidente da agência de publicidade da TB colombiana, teve a idéia de desenvolver o projeto de estudo denominado “Perfis Urbanos”, uma pesquisa exaustiva sobre o Valores e estilos de vida dos habitantes de Bogotá.

Palavras-chave: Publicidade, Bogotá, perfis, pesquisa, valores, estilos de vida.

Abstract

The Dean of the Faculty of Publicity of Universidad Central, Jesús Valencia Sánchez, along with Rafael de Nicolá, president of the Colombian Switzerland agency of publicity TBWA, had the idea of developing the study project called “Urban Profiles”, an exhaustive research on the values and life styles of the inhabitants of Bogota.

Key words: Advertising, Bogota, profiles, research, values, lifestyles.


Para hablar de investigación en publicidad es necesario ubicarse en un determinado espacio geográfico donde confluye un amplio grupo de individuos con gran diversidad de comportamientos. Esos comportamientos son, entre otros, la actitud frente a los medios de comunicación, la vulnerabilidad a la propuesta constante del lenguaje del mercado, la curiosidad, el deseo y la necesidad a las múltiples opciones que le presenta su entorno para socializar con el otro. Por todo lo anterior, no podemos desconocer que el escenario mencionado se nos presenta como una gran oportunidad que requiere el desarrollo de una herramienta para que las empresas o grupos económicos conozcan sus públicos, sus usuarios y sus consumidores.

Una ciudad como Bogotá, caracterizada por su multiculturalidad y por su alta densidad poblacional, se constituye en un objeto importante de estudio. Los comportamientos y reacciones de carácter individual o colectivo ante situaciones similares, crean la necesidad de estudiar los grupos y segmentarlos de tal forma que se pueda determinar un cierto número de perfiles característicos dentro de la ciudad y, de este modo, proponer posibles direccionamientos a la hora de establecer estrategias de mercadeo y de comunicación.

Intentar identificar las relaciones que los individuos establecen con las marcas, productos y servicios, es de vital importancia para el negocio publicitario. En el momento de dirigirnos de una manera efectiva a un público específico, difícilmente podremos lograr comunicación con éste o tener una acertada ventaja competitiva y sostenible frente al mercado, si desconocemos su estilo de vida, los valores que moldean su comportamiento, los estímulos del medio y los cambios que ocurren a su alrededor.

La mayor parte de los estudios que actualmente se realizan para segmentar una población, dejan todo el peso de la información a variables de tipo geográfico, demográfico y socioeconómico. No podemos desconocer el valor de estos estudios, ya que gracias a ellos se obtiene información bastante confiable y operativa; sin embargo, es indispensable entender que a medida que la población crece, la competencia es más intensa y los productos se van especializando, por tanto, la información se vuelve insuficiente. Es lógico que, aunque se identifiquen características de algunos grupos similares, van quedando enormes vacíos debido a la gran variabilidad individual. Sólo en la medida en que podamos determinar un mayor número de grupos mucho más homogéneos podremos dirigir efectivamente las estrategias de mercadeo y, sobre todo, las de comunicación.

Partiendo de todos estos antecedentes, el decano de la Facultad de Publicidad de la Universidad Central, Jesús Valencia Sánchez, junto con Rafael de Nicolá, presidente de la agencia de publicidad TBWA Colombo Suiza, tuvieron la idea de desarrollar “Perfiles Urbanos” una exhaustiva investigación sobre los valores y estilos de vida de los habitantes de Bogotá.

La dirección del proyecto estuvo a cargo de Esteban Ribero (Psicólogo de la Universidad de los Andes) por parte de la agencia de publicidad TBWA Colombo Suiza, y Alexander Castro, docente investigador (Comunicador Social y Publicista) por parte de la Universidad Central. Durante más de 17 meses realizaron el proceso investigativo teniendo como meta fundamental desarrollar una estructura sólida que brindara confiabilidad y validez frente a las especificaciones psicométricas.

El estudio de valores y estilos de vida de la población que habita en Bogotá denominado “Perfiles Urbanos” tuvo como objetivo determinar y conocer los diferentes grupos de personas que se pueden crear cuando comparten valores y estilos de vida. Para este fin, se conformó una base de datos que se convertirá en una herramienta de trabajo invaluable para quienes trabajan en el área de los negocios — donde la publicidad y mercadeo son indispensables— y de la misma forma en el área de las ciencias sociales.

Los resultados de la investigación

Para la Facultad de Publicidad de la Universidad Central “Perfiles Urbanos” se constituyó en un trabajo pensado a partir de un excelente proceso de planeación en el cual fue vital la participación de docentes y estudiantes. El trabajo de campo se realizó mediante la aplicación de 3.600 cuestionarios en todos los estratos socioeconómicos de Bogotá. La información se obtuvo con el diseño de una batería actitudinal conformada por 216 preguntas1.

En el análisis del total de la población bogotana surgieron las siguientes relaciones:

  • Religión, Iglesia y espiritualidad
  • Satisfacción, esperanza y resignación
  • Sexo,tradición y género
  • La familia, los amigos y los valores
  • El país, los medios y la publicidad

Este trabajo dio como resultado la identificación de catorce grupos de personas con edades comprendidas entre 13 y 69 años de edad de todos los estratos socioeconómicos, que comparten valores y estilos de vida en la capital. Los grupos identificados fueron los siguientes:

“Los marginados”

tradicionalistas excluidos

En su mayoría mujeres de 25 años en adelante, de estratos 1 y 2, que viven en pareja y tienen dos o más hijos; su nivel educativo es bajo, son tradicionales y se sienten excluidos de la sociedad a quienes les importan muy poco la marca, la moda, los concursos y la publicidad a la hora de tomar una decisión frente a la compra de un producto.

“Los echaos pa’lante”

progresistas integrados

Personas jóvenes entre 17 y 34 años, de estratos 1 y 2, en su mayoría mujeres solteras con un nivel educativo ligeramente superior al de su estrato. Tienen una actitud progresista y moderna frente a su entorno y se integran con facilidad a la sociedad; bastante críticos frente a los medios de comunicación, a los que les atribuyen cierta responsabilidad en los problemas sociales y con los que discrepan frente a sus contenidos.

“Los gocetas”

Hombres jóvenes solteros entre los 13 y 34 años, de estratos 1 y 2. Muy sensibles a la marca de los productos y a la moda en sus decisiones de compra. Aceptan el efecto que tiene la publicidad en estas decisiones.

“Los legalistas reprimidos”

integristas conformistas

En su mayoría mujeres entre 25 y 44 años, de estratos 1 y 2; viven en pareja. Tienen un bajo nivel educativo y son los más pobres de todos. Una tercera parte de ellos se dedica al hogar y tienen más de 2 hijos en promedio. Su actitud frente al país es positiva. Sienten un gran respeto por la policía y las demás instituciones del país. Consideran que los medios de comunicación son indispensables en su vida y creen que la publicidad colombiana es creativa.

“Los desadaptados”

rebeldes excluidos

Solteros, en su mayoría hombres jóvenes, de estratos 1 y 2. Son rebeldes en su actitud, conflictivos, se sienten excluidos de la sociedad y no acatan las normas impuestas por ésta. Pesimistas frente al futuro, aunque no sienten temor por éste. Son los más alejados de sus familias, prefieren los grupos de amigos y les gusta apostar plata.

“Los del montón”

como todos los demás

Este grupo representa a la población general. Más de la mitad son mujeres entre 25 y 34 años, de estratos 3 y 4. Consideran que los medios de comunicación generan violencia y, sobre todo, que manipulan la información y no son imparciales.

En cuanto a la publicidad, consideran que exagera los beneficios de los productos, que engaña y en menor medida que es peligrosa. Además, no creen mucho en la creatividad de la publicidad colombiana.

“Los nacionalistas machistas”

Hombres en su mayoría solteros entre los 17 y 34 años de edad, de estratos 3 y 4. El grupo se caracteriza por tener una actitud ambigua frente a su entorno, que puede llegar a ser incluso contradictoria en ciertos aspectos y en otros se trata posiblemente de una doble moral. Se caracterizan por ser machistas y muy nacionalistas. Valoran la elegancia, el prestigio, el amor, la igualdad, la lealtad, el ahorro, la democracia, la dignidad, el perdón y la puntualidad.

“Las tenaces conservadoras del siglo XXI”

En su mayoría mujeres casadas entre los 25 y 44 años, de estratos 3 y 4. La actitud del grupo frente al entorno es la más conservadora de todos. Consideran que los medios de comunicación deberían mostrar menos escenas de contenido sexual.

“Los liberales modernistas”

Hombres y mujeres jóvenes, estudiantes entre los 17 y 34 años, solteros en su mayoría con un nivel educativo ligeramente superior al de otros grupos del estrato 3 y 4. Tienen una actitud positiva frente a la publicidad. Le dan un mayor valor a la independencia, la eficiencia y la honestidad.

“Los inconformes”

Hombres y mujeres solteros entre los 17 y 44 años de edad, de estratos 3 y 4. Son personas muy críticas frente a su entorno y se sienten inconformes; la actitud negativa de este grupo frente al país es la más radical del estrato. Los valores con los que más se identifican son la independencia, la honestidad, la eficiencia, la dignidad y la solidaridad.

“Los jóvenes y adolescentes carentes de valores”

Es el grupo más joven: tienen entre 13 y 24 años; son hombres solteros, estudiantes de estrato 5 y 6. La actitud frente a los medios es la más positiva del estrato. Le dan mucha importancia a la marca y a la moda en sus decisiones de compra y no parecen ser muy sensibles al precio.

“Los satisfechos”

tradicionalistas integrados y exitosos

Aproximadamente el 60% del grupo son mujeres con edades entre los 17 y 34 años, solteros, de estrato 5 y 6, con un elevado nivel educativo. Valoran la educación como elemento de reconocimiento social y profesional y consideran que el país ofrece una excelente educación. Suelen guiarse por lo que está de moda. Les encanta hacer mercado en los grandes autoservicios.

“Los maduros”

Integristas religiosos

Es el grupo de mayor edad, tienen entre 45 y 69 años. Son en su mayoría mujeres casadas, de estratos 5 y 6. Dicen no darle importancia a la marca de los productos, ni a la moda.

“Los descreídos pesimistas”

Son hombres y mujeres, en su mayoría solteros, con edades entre los 17 y 34 años de edad, de estratos 5 y 6. No creen en las fuerzas militares, ni en la educación que ofrece el país y mucho menos en la política y el gobierno colombiano. Los medios de comunicación y la publicidad no son bien percibidos.

Como vemos, la sociedad bogotana de comienzos del siglo XXI es tradicional en muchos aspectos, aunque se ha ido ajustando poco a poco a una realidad cambiante, impredecible y en muchas ocasiones hostil. La familia y los amigos siempre serán importantes, aun más en estas situaciones. Considera que el país, incluidos los medios, no tiene para dónde empeorar, pero pase lo que pase se conserva la ilusión de progresar, de ver un futuro mejor. Pese a la difícil situación no se percibe una total insatisfacción.

El rápido crecimiento demográfico de la ciudad, los diferentes movimientos migratorios y la crisis económica, entre otros factores, han modificado el estereotipo de la sociedad capitalina aunque la tradición y la rutina no permitan que el cambio haya sido más rápido y notorio. De cualquier forma, no todos los miembros de esta sociedad han evolucionado en la misma dirección, no a todos los ha afectado igual el cambio, ni todos han reaccionado de la misma manera a su entorno.

Algunas conclusiones

¿Para qué sirve esta investigación a las empresas?

  • Para utilizarla como un recurso que contribuya a la estrategia competitiva en la medida en que maneja información de primera mano.
  • Para, con su uso oportuno, determinar el grado de prosperidad y permanencia.
  • Para contribuir al crecimiento económico, el progreso social y el desarrollo humano. Esta investigación podría responder a la necesidad no sólo de los empresarios o anunciantes sino de todos aquellos que desarrollan estrategias de comunicación. Conocer realmente a los individuos consumidores, acercarse a la ritualidad de sus vidas, reconocer las diferentes formas de relación con el entorno del consumo, del ocio, y los ambientes que los motivan, pero en especial, la manera como podrían reaccionar a la comunicación publicitaria, es razón suficiente para desear tener el estudio y consultar una base de datos que hoy es la más grande en relación con otros estudios.

¿Qué gana el mercado y la comunicación con esta investigación?

  • Asistir a tiempo a los procesos que se generan en el consumo y en el intercambio cultural de los productos y servicios que se generan en Bogotá.
  • Analizar los procesos simbólicos, culturales, psicoanalíticos y antropológicos que se dinamizan y cambian en la sociedad bogotana, para enfocarlos en la estructura comunicativa reforzando las ventajas del cliente.
  • Emplear esta herramienta como un instrumento de gran utilidad y traducirlo al lenguaje y prácticas comunicativas de los diferentes grupos.

¿Para qué le sirve a la Universidad esta investigación?

Para dar un paso importante que nos acerca -al igual que sucede en las universidades norteamericanas-, al trabajo en conjunto en el cual se resalta el elemento binario teoría y práctica, o mejor, Academia/Empresa.

De la misma forma la participación activa de estudiantes en proyectos de esta magnitud permite, gracias al acercamiento al “mundo real”, poner en práctica el acumulado teórico obtenido a lo largo de sus semestres, reflexionar frente a su misión como futuro profesional y adquirir una mayor experiencia con miras a posteriores trabajos de este tipo.


Cita

1 La base de datos creada por “Perfiles Urbanos” permite realizar un gran número de cruces entre variables. Algunos de estos son frecuentes o evidentes como por ejemplo, los datos demográficos con los estilos de vida y los valores, o los consumidores de diferentes marcas con sus actitudes específicas frente al medio. Sin embargo, la herramienta permite al usuario realizar los cruces que sean de su interés de manera fácil y rápida. Para este tipo de consultas la base de datos en Excel es ideal, según recomendación de Esteban Ribero, pero quien desee realizar análisis más complejos con procedimientos estadísticos especializados puede hacerlo con un paquete estadístico profesional como SPSS para lo cual podría utilizar las dos bases de datos en formato *.sav anexadas en un CD, que contiene toda la investigación.


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