Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
Correo electrónico: nomadas@ucentral.edu.co
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Alonso Hoyos*
* Profesor Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.
Es muy probable que el nombre de la paracocciodioidomicosis no le diga nada a un porcentaje muy alto de colombianos. En este caso, afortunadamente no se trata de otro efecto de nuestros retrasos y abandonos, ni de una falla más que debamos atribuir a nuestro sistema educativo. Podemos estar seguros que de esta “innombrable” enfermedad muy pocas personas han oído hablar no sólo en Colombia sino en la mayoría de los lugares del planeta. Y esto por dos razones: en primer lugar, porque esta enfermedad endémica está restringida a algunos países de América Latina y en consecuencia son pocas las personas en el mundo que se han dedicado a su estudio, y en segundo lugar, porque es una enfermedad de características tan especiales, a la que muchas veces se confunde con otras patologías similares, en particular con la tuberculosis.
Pero en Colombia existe un sitio donde se habla con una propiedad increíble del Paracoccidioides Brasiliensis, el agente de la mencionada enfermedad. En efecto, el estudio de este hongo que tiene la rara particularidad de camuflarse bajo la forma de levadura cuando la temperatura asciende a los 36 o 37 grados, ha sido el objeto de investigación de más larga trayectoria en la vida de la Corporación para Investigaciones Biológicas, CIB, desde sus inicios a mediados de los años setenta, cuando una de sus fundadoras y actual directora científica, la micóloga y hoy autoridad mundial en la materia, Angela Restrepo Moreno inició sus investigaciones sobre los hongos y en particular sobre el mencionado que es hoy uno de los principales focos de atención del Grupo de MicologíaMédica y Experimental. Este grupo es uno de los ocho que hoy conforman la CIB, y constituye un modelo de las actividades que ocupan a la Corporación: investigación aplicada con miras al diagnóstico y tratamiento de enfermedades y la investigación básica que permita conocer más sobre las características biológicas de los entes productores o vectores de dichas enfermedades.
De los primeros trabajos en los que apenas se identificaba el particular hongo al estado actual de los estudios han pasado muchos años, muchas noches en vela, numerosas personas de diversas procedencias y un sinnúmero de confrontaciones con científicos de varios países. Hoy, debido en gran parte al trabajo de la CIB, conocemos más acerca de las características del hongo: su ciclo vital, su hábitat, su estructura molecular, el mecanismo del daño pulmonar (fibrosis) que disminuye la capacidad de trabajo de los pacientes, y hasta la expresión de algunos de sus genes, de manera que, gracias a estas investigaciones, todos los días se mejoran los métodos de diagnóstico de la enfermedad y se desarrollan medios terapéuticos más adecuados. Los hallazgos en la materia han sido reportados en más de 130 publicaciones realizadas en revistas nacionales e internacionales de la mayor calidad. Otra habría sido la suerte de muchas personas que han padecido esta enfermedad, generalmente camuflada bajo los síntomas de la tuberculosis, de no existir en nuestro medio este grupo de personas que ha dedicado su vida a investigar, entre otros, el hongo que la produce, y el cual seguramente nunca habría sido objeto de investigación para los grandes centros de los países desarrollados, por no ser un problema de importancia para ellos.
Pero no sólo del Paracoccidioides hablan en la CIB, allí también laboran actualmente otros siete grupos y unidades que pueden dar razón de los más diversos temas en relación con la investigación biológica y médica, convertida para sus integrantes más que en un trabajo, en una forma de vida:
Un amplio espectro de objetos de investigación, unos sólidos equipos de trabajo liderados por profesionales con el más alto nivel de formación, unos grupos de jóvenes investigadores enamorados de su labor y un personal de apoyo escaso pero dedicado constituyen la base de uno de los más importantes centros de investigación del país, en donde la producción de conocimientos no conoce los límites, establecidos por algunos, entre ciencia básica yciencia aplicada; porque allí se realiza, desde un examen de laboratorio a pacientes de entidades de salud, hasta los más refinados experimentos en el campo de la biología molecular, la genética, la biotecnología y la bacteriología. En la CIB se relacionan con pacientes y enfermedades, con bacterias y con hongos, con moléculas y con genes, con medios diagnósticos y con procesos industriales, con humanos, con animales y con plantas, en una visión integral de la investigación que compromete a todos sus grupos con las ciencias y con la salud de los colombianos.
Se podría pensar que la estructura actual de la CIB: una serie de grupos con una clara organización y con objetivos propios, pero al mismo tiempo con una alta relación entre ellos, fue producto de un diseño previo por parte de alguien que fue capaz de planear de antemano su génesis y desarrollo, pero no es así. El nacimiento y desarrollo de esta Corporación paisa, parece estar más cercano a la forma como nacen y evolucionan los seres vivos es decir como resultado de la confluencia de factores bien diversos: una simiente, unos recorridos previos, un entorno, un espacio, pero sobre todo el “espíritu vital” que infunden quienes en un momento dado asumen el liderazgo e imprimen una marca sobre sus obras.
Indudablemente la simiente se encuentra en el grupo de investigadores en Ciencias Básicas que se articulaban alrededor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia en los años sesenta, desde donde entonces ya se hacían aportes al desarrollo de la biomedicina en Colombia. Allí surgieron, entre otros, dos personajes destinados a convertirse en figuras de primer orden de la CIB: la ya mencionada y renombrada micóloga Angela Restrepo y el médico internista William Rojas, quienes en su lucha por alcanzar una mayor autonomía para el manejo de los dineros de los proyectos de investigación y por lograr así financiar algunas publicaciones, concibieron y crearon una corporación independiente, cuya acta de fundación fue suscrita por parte de 15 “socios” en agosto de 1970 en la decanatura de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Si bien es en el medio universitario donde se gestó este nuevo organismo y donde se albergaba el recurso humano más capacitado, muy pronto los fundadores se dieron cuenta que algunas circunstancias que caracterizaron a la universidad pública al final de los sesentas y principios de los setentas, no constituían el medio más propicio para su crecimiento y desarrollo, y decidieron, por consenso del grupo directivo de aquel entonces, desvincularse de la universidad para ganar mayor autonomía, aunque esto significaba ubicarse en un nuevo espacio y adquirir los recursos mínimos para el funcionamiento de un laboratorio. Estas aspiraciones se cumplieron en la semana santa de 1978, cuando lograron instalar los primeros equipos en el Hospital Pablo Tobón Uribe de la ciudad de Medellín.
Si actualmente, después de tantas muestras de la capacidad de nuestros investigadores es difícil que las autoridades del país en los distintos niveles entiendan que las entidades de investigación no pueden funcionar como cualquier “empresa” y que allí el dinero cuenta como un medio necesario y no como un fin, en aquella época las cosas no eran distintas: lo que constituiría la base tecnológica a partir de la cual la naciente entidad esperaba crecer, estaba representada por una Donación de la doctora Charlotte C. Campbell, amiga personal de la doctora Angela Restrepo, quien tras su retiro de la Universidad de Harvard quería regalar equipos que estorbaban en su laboratorio. Sin embargo fue imposible que nuestras autoridades entendieran que estos equipos eran un regalo, y que en Colombia había un grupo de científicos esperando para investigar el diagnóstico de algunas enfermedades muy propias de nuestro medio, conocer las características y el hábitat de sus vectores, analizar las formas de combatirlos y contribuir así a mejorar la calidad de vida de los colombianos. Con lo que no contaban las autoridades del momento era con que las personas que se dedican a la investigación tienen una característica que hoy los que lideran la CIB conocen muy bien: la persistencia, con una alta “tolerancia a la frustración”, “tercos” dicen algunos de ellos: dos años debieron esperar para que apareciera alguien que “vendiera” estos equipos a la Corporación por cerca de US 3.000, se pudiera realizar la importación, y luego bajo otras formas retornara el valor pagado.
La austeridad con la que realizan su labor muchos de nuestros investigadores es patente en la CIB: allí están prestando servicio, al lado de modernos equipos computarizados, los que fueron donados por la doctora Charlotte, pero no sólo eso, también están en funcionamiento los muebles que construyeron con la madera de los guacales en los que se realizó el embalaje de esos equipos para su transporte.
Así se inició la Corporación para Investigaciones Biológicas que hoy conocemos: un pequeño laboratorio de 60 metros cuadrados, con neveras colocadas en fila en los corredores del octavo piso del Hospital Pablo Tobón Uribe (lo que dio origen a su denominación como el “boulevard de las neveras”), con una dinámica y comprometida junta directiva, con dos empleadas, pero sobre todo con algunos médicos que habían decidido ligar la CIB a su proyecto de vida. Hasta allí llegaron los primeros pacientes para el diagnóstico de hongos (literalmente “pescados” del propio hospital y de la consulta de médicos amigos) con tiquetes de bus subsidiados por el Laboratorio. Los pacientes han sido siempre una importantísima fuente de material para las investigaciones que realiza la Corporación.
La naciente criatura no tiene todavía un año de vida en su nuevo hábitat, y ya se van perfilando los pilares fundamentales de su desarrollo futuro:
“La Corporación para Investigaciones Biológicas es una organización privada, sin ánimo de lucro, dedicada a la investigación, al diagnóstico y a la enseñanza en el campo de las enfermedades infecciosas y autoinmunes, así como también a la biotecnología aplicada al control de insectos nocivos y a la producción de plantas transgénicas resistentes a plagas”.
Más de 60 personas entre investigadores, estudiantes y empleados hacen parte de la población que diariamente deambula por los laboratorios, corredores, salas de reunión y biblioteca de la espaciosa sede de cerca de 4.000 metros cuadrados construida en 1995, donde hoy además comparten el espacio con una entidad de salud a la que tuvieron que arrendar un piso de sus instalaciones en búsqueda de soluciones para la difícil situación económica de los últimos años.
Ocho grupos y unidades constituyen la base organizativa de uno de los pocos centros de investigación no perteneciente a las universidades en Colombia, y tal vez uno de los de mayor renombre internacional. Al frente de cada uno de estos grupos se encuentran personas con la mejor formación en sus respectivas áreas, muchos de los cuales son “hechura” de la CIB. Para dar sólo una idea de la trayectoria de quienes hoy están al frente de estos grupos podemos decir que entre ellos poseen más de 160 publicaciones en las revistas internacionales más importantes del área, a las que hay que sumar más de 140 artículos publicados en las mismas revistas, por la que sin lugar a dudas es el alma que inspira todo este trabajo: la doctora Angela Restrepo. Pero para dar una mejor idea de lo que esto significa, debemos señalar que las revistas donde aparecen estas publicaciones están indexadas en el ISI (Institute of Scientific Information ), el cual durante los años 1995 y 1996 registraba 5.600 publicaciones, de las cuales sólo 28 correspondían a América Latina y el Caribe y ninguno era colombiano1.
Un somero balance del último año nos puede aportar una radiografía de la actividad investigativa de las personas vinculadas con la CIB y de la trascendencia nacional e internacional de la misma. Estas son algunas de las cifras reportadas para el año 2000:
Publicaciones en revistas internacionales indexadas | 15 |
Publicaciones en revistas nacionales indexadas | 4 |
Presentaciones en congresos internacionales | 17 |
Presentaciones en congresos nacionales | 27 |
Conferencias nacionales | 9 |
Conferencias internacionales | 9 |
Proyectos nacionales activos | 23 |
Proyectos internacionales activos | 10 |
Premios en concursos nacionales | 6 |
A esta significativa presencia nacional e internacional habría que agregar el aporte del nuevo “Fondo Editorial CIB” a través del cual se han editado 39 libros preparados por importantes profesores de las facultades de medicina del país. Esta actividad editorial contribuye a la formación de los futuros médicos en Colombia y en 17 países de América Latina, en los cuales las publicaciones han tenido una gran acogida.
Pero más sorprendente es este balance si se tiene en cuenta que en el año 2000 las precarias condiciones para la financiación de la investigación, en permanente deterioro en nuestro medio, han golpeado con especial rigor a la CIB pues su presupuesto depende de las investigaciones que realice. Sólo las particulares condiciones del trabajo que allí se lleva a cabo, pero muy especialmente las calidades científicas y personales de los equipos investigativos y la audacia de sus directivos para plantearse estrategias de cooperación con otras instituciones, han permitido el “milagro” de mantener vivo uno de los pocos centros de investigación privados que subsiste en el país, donde la investigación se considera una inversión en la calidad de vida de los colombianos, y en la cual la expectativa de obtener ganancias económicas se limita a las necesarias para poder dar continuidad al trabajo investigativo y formativo. No obstante todos los esfuerzos y los balances positivos, la crisis económica ha hecho que en el último año la CIB haya perdido importantes miembros de su comunidad de investigadores, pérdida que no ha puesto en crisis a la corporación gracias al trabajo cooperativo que hoy realiza con las más importantes universidades de la ciudad. Incluida la Universidad de Antioquia, en donde tuvo su origen.
La CIB no es una universidad y por ello no tiene como objetivo la educación conducente a un título, pero se viene convirtiendo en un centro de referencia para la investigación que en las áreas biomédicas realizan estudiantes de las universidades de la región y del país e incluso de quienes cursan estudios de doctorado en universidades del exterior. Sólo en los últimos dos años, ocho estudiantes de pregrado de las universidades de Antioquia, Nacional y Bolivariana han realizado en la CIB su trabajo de grado, once estudiantes de maestría de las mismas universidades han venido preparando sus tesis de maestría en biotecnología, microbiología, biología, inmunogenética y ciencias básicas médicas, y en el mismo período cinco aspirantes al título de doctor de las universidades de Londres, Stanford y Antioquia, vienen adelantando sus respectivas investigaciones.
Para entender la razón de esta fortaleza de la CIB debe saberse que sus fundadores fueron todos maestros y que como tales no pueden prescindir de esa pasión, aunque ahora su prioridad esté centrada en la investigación. El interés por acoger jóvenes en formación parece ser un sello característico de la CIB inspirado desde su fundación y estimulado durante todos estos años por quienes la han orientado, pero muy particularmente por la doctora Angela Restrepo. Cuando el presidente Gaviria la llamó en 1994 para hacer parte de lo que en su momento se conoció como “el grupo de los sabios”, al lado de Gabriel García Márquez, Manuel Elkin Patarroyo, Rodrigo Llinás, Carlos E. Vasco, Eduardo Aldana, Rodrigo Gutiérrez, Luis Fernando Chaparro, Eduardo Posada y Marco Palacio, su trabajo individual estuvo orientado hacia la construcción de herramientas para encontrar y potenciar el talento investigativo de los universitarios colombianos. En ese momento el país se enteró de algo que sólo era conocido por la comunidad científica nacional e internacional: que una mujer desempeñaba un papel protagónico en la ciencia en Colombia; pero ella también tuvo la oportunidad de decir en voz alta algo que estaba en su corazón y en la práctica cotidiana de la CIB: que en Colombia existe un potencial investigativo importantísimo, desafortunadamente desaprovechado por falta de estímulo y de oportunidades.
La vocación formadora de jóvenes talentos se encarna en el proyecto de la Corporación de una manera particular: No obedece a las prácticas tradicionales de un plan de estudios: un grupo de estudiantes sentados en un aula, un profesor impartiendo un saber, y unos exámenes; más bien brinda espacios como los laboratorios, bibliotecas, clubes de revistas, grupos de discusión, en donde jóvenes, hombres y mujeres, provenientes de las distintas universidades públicas y privadas de la región, se encuentran preparando sus trabajos para culminar su pregrado, adelantando tesis de maestría o doctorado, o simplemente “curioseando” entre los investigadores, y por encima de todo, conversando y discutiendo con quienes dirigen y realizan la investigación. Estas formas de trabajo, “naturales” para los investigadores, hacen impensable la separación docencia-investigación como dos actividades independientes. Esos “muchachos”, como los llama la doctora Angela, los cuales deambulan febrilmente por los espacios de la CIB, ven en ella a la líder de un gran grupo humano, respetada y querida por todos, a un símbolo del rigor y la dedicación al servicio, que prefiere ocultarse al gran público para poder estar siempre “a la mano” de sus “muchachos”; en ella muchos de estos jóvenes encuentran el paradigma, el “ejemplo de vida” cuya labor esperan continuar algún día. Esta no es sólo una promesa de futuro, muchos de los actuales jefes de los Grupos de Investigación se han formado en esta escuela, han adquirido o fortalecido en ella su vocación formadora y ya están capacitados para asumir el liderazgo de la Corporación.
Surge una pregunta obligada cuando se observan tantos jóvenes enamorados de su trabajo: ¿qué es lo que se respira en la CIB que muchos encuentran allí un medio vital y un estímulo para dedicarse a una actividad que otros consideran “sin futuro” en nuestro medio? Para realizar este trabajo estuvimos indagando con ellos y con muchas personas formadas en este espacio, por esta suerte de “virus” que parece haber encontrado en la CIB su “ambiente”:
Un ambiente de disciplina con compromisos individuales de los que hay que rendir cuenta en los colectivos; unos maestros investigadores que estimulan la creatividad de los jóvenes; un trabajo realizado con placer que da sentido a la vida; un espacio donde el reto de publicar con los más altos estándares es el pan de cada día; un ambiente donde los artículos de las revistas son discutidos por todos para plantearse desde allí nuevas preguntas; y una gran tolerancia al fracaso para entender que el investigador no puede desfallecer en la búsqueda, constituyen algunas de las características del hábitat donde la formación de investigadores es posible.
Más de 60 investigadores que hoy laboran en los más diversos centros educativos y de investigación de Colombia y del exterior, incluyendo la propia CIB, han iniciado o fortalecido allí su vocación investigativa. Muchos jóvenes que llegaron simplemente por curiosidad o por inquietud con respecto a la investigación han logrado luego concluir sus estudios de posgrado en importantes centros de nivel internacional. La dedicación que se tiene para cultivar los talentos investigativos es compensada por los triunfos obtenidos por los pupilos de la CIB en el exterior, de lo cual dan fe importantes profesores e investigadores:
Los doctores John R Graybill, de la Universidad de Texas y A.J Hamilton de la Universidad de Londres, quienes han recibido un importante número de estudiantes colombianos, recomendados por la CIB, no dudan en exaltar el papel desempeñado por ellos en sus trabajos investigativos, sus publicaciones y los títulos alcanzados, llegando a señalar a algunos de ellos como los mejores estudiantes que han pasado por esos centros de investigación en los últimos tiempos. El propio profesor Graybill cuenta que de otras universidades le escriben para indagar la forma de vincular a jóvenes de tan alta calidad.
Cuando desde una ventana de uno de los buses que sube a las laderas noroccidentales de la ciudad de Medellín se observa ese pequeño edificio de 4 pisos, nadie puede imaginar que allí un grupo de científicos produce conocimientos con grandes afugias económicas, pero con el convencimiento de que mediante la conexión que desde allí mantienen con el mundo realizan un aporte para solucionar los problemas de salud de poblaciones de los más apartados rincones del país.
Para nadie es un secreto que hoy es prácticamente imposible realizar investigación pertinente y de calidad cuando se hace de manera aislada, pero ello es mucho más cierto en las disciplinas en las que un fuerte componente en ciencia básica y una gran actualización en tecnologías, se convierten en requisito indispensable para producir o apropiar algún conocimiento. Por eso para instituciones como la CIB las relaciones internacionales constituyen, más que una estrategia que sobreviene a su labor, el medio mismo gracias al cual su existencia es posible. Prácticamente desde su nacimiento y debido a la formación en el exterior de sus fundadores, se establecieron fuertes nexos con importantes grupos de investigación en universidades norteamericanas. Compartir resultados de investigaciones y someterlos al juicio de la comunidad académica internacional; recibir permanentemente la visita de importantes profesores con quienes pueden interactuar sus grupos pero también otros estudiantes de la ciudad; tener los contactos suficientes para que sus investigadores y los jóvenes en formación puedan realizar pasantías; participar en proyectos de investigación conjuntos con los que puede obtenerse financiación en el exterior y luego publicar en importantes medios, son algunas de las actividades en las que las relaciones internacionales se convierten en el entorno natural de un centro de investigación de alta calidad en el mundo de hoy.
Las excelentes relaciones con académicos de un gran número de países constituyen una de las fortalezas de la CIB actualmente y ello sin duda es un indicador de la calidad de su labor investigativa y formativa. La forma como los profesores Graybill, Hamilton y otros investigadores se refieren a los alumnos provenientes de allí, es un reflejo de la calidad tanto de los estudiantes como de los procesos de formación y selección realizados por la Corporación.
Con sus investigadores realizando pasantías en universidades y centros de investigación del exterior, con las publicaciones propias reconocidas y citadas por importantes investigadores en el área en todo el mundo, con la asistencia a congresos internacionales en los cuales los miembros de la Corporación son protagonistas, tal como ha ocurrido en las dos últimas sesiones de la Sociedad Internacional de Micología Humana y Animal, para citar sólo un caso, la CIB ha adquirido, un reconocimiento internacional que indudablemente abre las puertas para más investigadores colombianos en estas áreas. Pero sobre todo esta dimensión internacional le permite a la CIB realizar investigación en términos de la mayor relevancia para un país como el nuestro y con las características propias de un centro de investigación de nivel internacional:
Quien quiera encontrar un ejemplo de lo que significa pertinencia investigativa por la dimensión global que se le puede dar a la solución de problemas locales debe conocer lo que hace la CIB, lugar en donde encontrará un grupo de hombres y mujeres convencidos del rol que desempeñan, orgullosos de su quehacer, pero con grandes preocupaciones sobre lo que será el futuro de la investigación en nuestro país. Todos ellos saben que en gran medida de su disciplina en el trabajo y de lo fructífero de sus resultados, depende el futuro de la CIB. A todos los anima saber que el timón está en buenas manos no sólo por el conocimiento que los directivos tienen de su oficio, sino porque son personas convencidas de que el país requiere de muchos centros como este para realizar investigación básica y aplicada, y para garantizar la formación de futuros investigadores. De los rasgos que los han caracterizado como investigadores y que los han llevado a múltiples reconocimientos (ver recuadro), esperan sacar la fuerza necesaria para luchar contra el “hongo” que amenaza hoy a todos los que tienen algo que ver con la investigación en un país donde esa actividad no está entre las prioridades de los dirigentes, el “hongo” fatal que se llama desesperanza.
Los siguientes son algunos de los premios y distinciones recibidos por la CIB y por algunos de sus directivos (Angela Restrepo Moreno –ARM– y William Rojas M. –WRM–) en reconocimiento a su labor en ella.
1 Datos del Informe Mundial sobre la Ciencia 1998, preparado por la UNESCO.
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