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El sindicalismo y la globalización. ¿Demasiado viejos para los nuevos tiempos?

Sindicalismo e globalização. Muito velho para novos tempos?

Trade unionism and globalization. Too old for new times?

Libardo González*


* Economista, escritor y periodista, profesor de la facultad de economía de la Universidad Central. N.d.e. Este es el último artículo escrito por el doctor Libardo González, entregado a Nómadas el día de su fallecimiento, el pasado 27 de abril.


Resumen

El movimiento sindical es el más representativo de un sector social que ha sido estigmatizado, utilizado, confrontado y elevado a la categoría de gran aporte a la estabilidad social del país. En las décadas del intervencionismo estatal le fue reconocido su estatus de fuerza social necesaria para la concertación laboral. Pero en los últimos tiempos, las tendencias de lo que se ha denominado la globalización lo tienen enfrentado a los poderes existentes, que amenazan su presencia. Se rompió un pacto que tuvo vigencia por varias décadas, pero el preaviso a los sindicatos no se hizo oportunamente, y ellos han perdido un tiempo precioso para responder a las nuevas exigencias.


El sindicalismo colombiano presenta algunas características particulares con respecto al de otros países de América Latina. En Argentina, Bolivia o Perú, los sindicatos han tenido un papel de primera mano en los momentos de crisis políticas. En México, el sindicalismo siempre ha estado protegido por el Estado y su dirección no se ha diferenciado de la que asumió el liderato en Estados Unidos.

Ni tan contestatario, ni tan supeditado al Estado, el sindicalismo colombiano se mueve en péndulo sin lograr una estabilidad, debido a su dispersión y a su incapacidad de adaptarse a los nuevos cambios, preservando su independencia y su autonomía. El trabajador colombiano no ha adquirido todavía un programa de acción coherente, y se ha dejado dominar por grupos y dirigentes que no se despegan del bipartidismo, justamente el enemigo suyo.

En las elecciones, gran parte de la dirección sindical se integra a los partidos, ahora cada vez más al partido liberal, lo que significa que asume el programa general de los candidatos que a veces obtienen la victoria, pero luego arremeten contra el gobierno por sus medidas contra los trabajadores. Esta suerte de esquizofrenia le resta capacidad para presentar resistencia eficaz a sus opositores.

Un poco de historia

En 1919 los movimientos sindicales, fundamentalmente ligados a los servicios públicos y a las empresas multinacionales del banano y el petróleo, habían llevado a cabo movilizaciones para presionar reivindicaciones salariales. No se detenían en la mera lucha económica, porque la revolución rusa les proporcionó un mito fundador, el de la dictadura del proletariado. Ya en 1920 habían logrado conquistar el derecho a la huelga, y en 1930 con Enrique Olaya Herrera en la presidencia de la República, se logró la legalidad de los sindicatos y de los contratos colectivos. Fue entonces cuando se fundó la Confederación de Trabajadores de Colombia, CTC, en una alianza del comunismo y el liberalismo radical.

La CTC, que aparece en el último lugar en el rango de las centrales sindicales, casi en estado agónico, es paradójicamente, la que tiene un mayor arraigo histórico por su existencia de setenta años. Además, no se creó de la nada, sino de la tradición de la Confederación Obrera Nacional, CON, surgida desde la década del veinte al treinta, y apegada al Partido Socialista Revolucionario en donde militaron los grandes dirigentes obreros de comienzos de siglo.

En 1936, la reforma constitucional que consagró el intervencionismo de Estado, propuso la idea del trabajo como función social; se estipulaba que debía gozar de su protección y, en consecuencia se ampliaron algunos derechos como el de huelga. Las confrontaciones de los años treinta y cuarenta dieron pie a una división entre gaitanistas y comunistas. Además, el gobierno conservador miraba con suspicacia a ambas tendencias, y finalmente, el conservatismo, la Iglesia, los empresarios antioqueños y algunos sindicalistas dirigidos por el conservatismo, fundaron la Unión de Trabajadores de Colombia, UTC.

La CTC pasó a un plano subordinado, y cuando resurgió en el Frente Nacional, lo hizo en medio de una pugna entre liberales y comunistas que terminó con la expulsión de éstos, en 1964. De esta franja expulsada de la CTC surgió la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC. Ambas confederaciones siguieron su evolución en las décadas posteriores, al lado de su rival más poderoso, la UTC.

Por los lados de la UTC, sin embargo, tampoco se mantuvo un cielo sereno. La dictadura de Rojas la llevó a su conversión en la CNT, dentro del modelo peronista del sindicalismo de Estado. El experimento fracasó y la UTC volvió a la vida con el Frente Nacional. En la década de los sesenta, el camilismo tuvo incidencia en sus filas, y de allí surgió la Acción Sindical Antioqueña, ASA, que luego conformó la Confederación General de Trabajadores, CGT, de inspiración demócrata cristiana. Más tarde, en 1975, se fraccionó el sector de la Unión de Trabajadores de Cundinamarca, UTRACUN, que posteriormente se integró a la CGT, pero más tarde se desafilió y hoy en día forma parte del sector no confederado. Finalmente, en 1985, la UTC se disolvió y su mayoría engrosó las filas de la nueva central, la Confederación Unitaria de Trabajadores, CUT. Un sector minoritario se plegó a la CGT y junto con un sector del sindicalismo independiente pasó a formar la Confederación General de Trabajadores Democráticos, CGTD.

La CUT se formó de la unión de la CSTC, disuelta desde entonces, y gran parte del sindicalismo independiente como la USO y FECODE; una mayoría de la UTC y un sector pequeño de la CTC. La pretensión de sus fundadores era la de crear una central que se impusiera en el mundo confederado y agrupara la totalidad de los trabajadores sindicalizados. Liberales, conservadores, comunistas y de la izquierda más radical, se unieron en una sola central. La CUT ha sufrido algunos desprendimientos de organizaciones lideradas por antiguos miembros de la UTC, pero sigue siendo la más importante en número de sindicatos y afiliados.

En medio de un escenario competitivo y pugnaz, las centrales obreras han estado unidas en torno a reivindicaciones comunes, como sucedió desde 1964, con la amenaza de paro cívico al gobierno de Guillermo León Valencia. Posteriormente se unieron contra Lleras Restrepo en 1968, y más adelante contra Misael Pastrana en 1971. Pero su mayor confluencia la tuvieron en 1977, en el famoso paro cívico del 14 de septiembre de 1977, contra el gobierno de Alfonso López Michelsen. Desde entonces la consigna del paro cívico ha sido un recurso de las centrales obreras para sacudir la costra dura de los gobiernos en materia laboral.

Cada vez son menos eficaces estos paros, sobre todo a partir de la expedición de leyes que revirtieron la tendencia del Estado intervencionista y pusieron la legislación laboral colombiana a tono con las corrientes nuevas que buscan la flexibilización de la mano de obra.

¿Qué sucede ahora?

El sindicalismo colombiano enfrenta una nueva situación, en la que se ve amenazado por múltiples peligros. Uno de ellos es el temor que asiste a todo dirigente sindical ante las amenazas de muerte. Otro es el del desempleo que ha trepado la escalera en forma persistente desde los últimos años, debido a la recesión económica y los cambios que se han producido en la economía. Finalmente, la dispersión que todavía la somete a buscar acuerdos entre tres centrales antes de discutir con el gobierno en las mesas de concertación o en la mesa de empleo.

Las tres centrales obreras, la Confederación Unitaria de Trabajadores CUT, la Confederación General de Trabajadores Democráticos CGTD, y la Central de Trabajadores Colombianos CTC, agrupan cerca de 700 mil trabajadores, menos del diez por ciento de los trabajadores ocupados. Esta circunstancia les confiere, de entrada, rasgos de debilidad estructural. Sin embargo se podría decir que en ellas están los sectores del sindicalismo estatal y privado más importantes, como la Federación Colombiana de Educadores, FECODE; la Federación Nacional de Trabajadores Estatales, FENALTRASE; la Unión Sindical Obrera, USO; el Sindicato Nacional de Trabajadores de Bavaria.

La globalización ha golpeado severamente la estructura de los sindicatos y sus acciones son cada vez menos eficaces ante los cambios profundos que se han evidenciado en las relaciones obrero- patronales, con el cambio del esquema del Estado intervencionista al del Estado desregulado y el predominio del mercado sobre la regulación.

La etapa por la cual atraviesa el sindicalismo, inédita y abruptamente desencadenada por estos cambios, responde a nuevas exigencias de las economías y las empresas que las han obligado a asumir recortes de personal, a movilizar sus recursos a las áreas de mayor rentabilidad, y a introducir nuevas tecnologías en las cuales el papel del trabajo físico se reduce a favor de insumos tecnológicos que desplazan mano de obra.

En los países industrializados, la tasa de sindicalización ha disminuido, y aún en los países en los que existe un gobierno socialdemócrata, como en Francia, en Alemania o en Inglaterra, los sindicatos sólo agrupan un porcentaje muy pequeño de trabajadores ocupados, su estructura se ha venido a menos y los movimientos son cada vez más débiles.

Las centrales obreras están distribuidas, por tamaño, en la siguiente proporción, de acuerdo con los datos siguientes:

Afiliación Confederal de los trabajadores cubiertos por convenciones colectivas en 1998

  Sindicatos de empresa Sindicato de industria
Número % Número %
Tutoriales 93.801 100.0 62.113 100.0
CUT 45.803 48.8 49.101 79.1
CGTD 26.274 28.0 9.078 14.6
No confederados 14.993 16.0 1.925 3.1
CTC 6.432 6.9 109 0.2
Sin Vinculación 299 0.3 1.900 3.0

Fuente: Con base en ENS, Ciscon: Resultados de la negociación colectiva en Colombia 1998.

En número de afiliados, la CUT cuenta cerca de 500.000, la CGTD 170.000 y la CTC 65.000, un poco más de 700.000 afiliados, menos del 10% de la población ocupada, como se dijo. La CUT tiene un mayor peso en el sindicalismo estatal y de las grandes industrias; la CGTD está más afincada en los textiles; la CTC tiene un mayor peso en los ingenios azucareros del Valle.

El número acumulado de sindicatos por sectores, era hasta 1997:

  Sindicatos
Sector Números %
Total 5.648 100.0
Privado 3.584 63.4
Estatal 1.847 32.6
Mixto 222 4.0

Fuente: Ministerio de Trabajo, 1997

Las cifras anteriores merecen una explicación adicional: mientras el sector estatal tiene el menor número de sindicatos, concentra la mayor parte de los trabajadores sindicalizados, y es el más fuerte. FECODE cuenta con cerca de 300.000 afiliados, más que cualquier otro sindicato en Colombia.

Por otro lado, los trabajadores sindicalizados se encuentran distribuidos en diferentes ramas de actividad económica:

Tasa de sindicalización por actividad económica, 1998

Actividad económica Tasa
Transporte y comunicaciones 84.60
Agricultura, silvicultura, caza y pesca 73.49
Construcción 71.36
Electricidad, gas, agua 70.86
Establecimientos financieros, seguros, finca raíz 63.19
Minas y canteras 62.72
Industria manufacturera 55.04
Comercio, restaurantes, hoteles 46.60
Servicios comunales, sociales y personales 42.80

Fuente: ENS, Ciscon: Resultados de la negociación colectiva en Colombia, 1998

De acuerdo con los datos anteriores, se puede colegir que el sindicalismo colombiano está concentrado en otras áreas diferentes de la manufacturera, que su mayor peso se encuentra en el sector estatal, y que su organización más fuerte es la CUT.

La situación actual es el resultado de una evolución de varias décadas, en las que de una central obrera única se pasó a la dispersión actual.

Los aciertos y desaciertos del movimiento sindical

Las leyes laborales que han beneficiado a los trabajadores desde los años veinte han surgido de las luchas de los sindicatos y de muchos sacrificios por parte de sus líderes. El derecho a la huelga, las convenciones colectivas, los tribunales de arbitramento, son unas de tantas conquistas de los trabajadores. Al lado de ellas se puede evidenciar una organización que ha dado origen a entidades del orden social, como el Seguro Social, las cajas de compensación y las diferentes formas de solidaridad. Al comienzo de siglo, la Caja de Obreros del Círculo de Bogotá, dirigida por los jesuitas, era una empresa solidaria que ahora abarca todo el complejo financiero de la Fundación Social.

Pero, al lado de estos avances, también se han presentado grandes desaciertos en el movimiento sindical. Entre ellos podemos señalar su politización exacerbada, su tendencia a cifrar sus aspiraciones en el seno de los partidos tradicionales, el liberal o el conservador, en lo que respecta a las grandes centrales. Por el lado de aquellas de menor tamaño y disposición, su apego a fórmulas estereotipadas, como las del comunismo soviético, o aun las de un radicalismo cercano a los grupos guerrilleros.

Adjunto a estos desaciertos, se puede mostrar la tendencia a mantener divididas arbitrariamente las organizaciones sindicales, sin consonancia con las líneas políticas que se defienden.

En los actuales momentos, el sindicalismo atraviesa por un desfiladero del que sólo se desprenden pedriscos, y a veces, grandes rocas amenazadoras. A partir de la Ley 50 de 1990, la presencia modernizadora de la corriente en boga rompió con el espíritu conciliador y de arbitraje en las relaciones obrero patronales. En su lugar se impuso la autorización para contratar a término fijo por menos de un año, a pagar salario integral y a eliminar la retroactividad de las cesantías.

Negociaciones colectivas 1990-1998

Año Totales Convenciones Colectivas Pactos Colectivos
Número % Número %
Total 6.992 4.428 63.3 2.564 36.7
1990 918 660 76.9 258 28.1
1991 621 437 70.4 184 29.6
1992 824 468 56.8 356 43.2
1993 651 467 71.7 184 28.3
1994 805 482 59.9 323 40.1
1995 859 543 63.2 316 36.8
1996 943 611 64.8 332 35.2
1997 672 384 57.4 286 42.6
1998 699 373 53.5 325 46.5
1999 192 92 47.9 100 52.1

Fuente: Ministerio de Trabajo

Anteriormente, el gobierno de López Michelsen había impuesto los pactos colectivos, consistentes en un mecanismo alternativo a las convenciones colectivas, compromisos hechos entre los patronos y los trabajadores no sindicalizados, a los que se podía dar prerrogativas con el fin de debilitar el sindicato en un mediano futuro.

El cuadro correspondiente a Negociaciones colectivas 1990-1998, muestra la relación de las convenciones colectivas, frente a los mencionados pactos colectivos durante la década de los noventa.

Como se puede ver, las convenciones colectivas han disminuido durante la década, contrastando esta tendencia con el incremento de los pactos colectivos. El significado de este registro es el peso cada vez menor de los sindicatos para imponer sus condiciones en el campo de las relaciones obrero patronales.

Los sindicatos deben demostrar su capacidad de negociación, llevando a la mesa la autorización de la mayoría de los trabajadores o, de otra manera, los patronos pueden denunciar el pliego, presentar un contrapliego, o negociar con los trabajadores en forma directa. Si se tiene en cuenta que sólo existen dos negociaciones de rama con ratificación del empresariado, la de Sintrainagro y la de Sintraelecol, podemos convenir en que los sindicatos todavía negocian en cada empresa, con todos los problemas que este tipo de negociación acarrea para la fortaleza de la organización sindical.

Aunque la Constitución de 1991 consagró de nuevo la protección al trabajo y los derechos de huelga, en la práctica, las normas impuestas por la Ley 50 de 1990 y la Ley 100 de 1994 se han superpuesto a la Constitución. La flexibilización implica la contratación directa de los trabajadores a término fijo. Otros beneficios que han obtenido los empresarios con esta legislación ha sido la de facilitar los despidos individuales y colectivos y la de reducir el costo de los mismos.

Adicionalmente, en las empresas está en boga la implantación de normas de administración de los recursos laborales a través de los círculos de calidad, los grupos de mejoramiento continuo y otros sistemas, con los cuales se ha logrado incrementar la productividad del trabajo, reduciendo al mismo tiempo el costo laboral para los empresarios.

El Director del Departamento Nacional de Planeación en 1996, José Antonio Ocampo, hizo un estudio con base en 1.470 firmas industriales que periódicamente reportaban información a la Superintendencia de Sociedades, que arrojó los siguientes resultados:

“Primero: la productividad total, medida como la relación entre costo de insumos y el valor de la producción, se mantuvo entre 1.05 y 1.01 para los años 1993 y 1994. Este resultado es consistente con el logrado por el indicador de eficiencia en los procesos (relación de valor agregado a insumos netos de gastos en energía), el cual se mantuvo entre 1.2 y 1.1 en los dos últimos años.

Segundo, el índice de competitividad del costo laboral (relación entre el valor agregado y el costo laboral) perdió dinamismo en los tres últimos años al pasar de 4.79 en 1992 a 2.45 en 1994.

Tercero, las caídas en el índice de productividad del capital (medido como la relación entre el valor agregado y el valor de los activos fijos) de 3.0 en 1993 a 2.58 en 1994, se acompañaron de un severo descenso en la rentabilidad (relación de utilidad operacional a valor de la producción), indicador que pasó de 3.46% en 1992 a -1.89% en 1994”1.

Debe tenerse en cuenta que el segundo ítem en el que se plantea el menor dinamismo del índice de competitividad laboral, no corresponde a un incremento mayor de los salarios por encima de la productividad, sino a la tasa de cambio que se apreció en los últimos años, generando así esta disparidad, a pesar de los incrementos de la productividad laboral con respecto a los aumentos del trabajador.

De acuerdo con estadísticas recientes del DANE, si se hace caso omiso del entorno internacional, los trabajadores colombianos han incrementado la productividad, pero ésta evoluciona con menor ritmo que el salario real. En consecuencia, se ha reducido el costo laboral para los empresarios.

La compensación por hora en el sector industrial para el asalariado colombiano es la más baja de los países del mismo nivel de América Latina:

Compensación por hora en la industria (en US$)

País 1996 1997
México 1.50 1.69
Argentina 1.68 1.71
Brasil 3.82 3.73
Chile 3.02 3.73
Colombia 0.61 0.56
Perú 1.30 1.15

Fuente: Morgan Stanley, citado en Portafolio, 9 de julio de 1998, p. 11.

Las reformas laborales han inducido un descenso de la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, como lo señalan algunos autores, entre ellos Eduardo Sarmiento Palacio. Los efectos iniciales de las reformas provocaron un incremento de la inversión. De acuerdo con las cifras que arrojan los centros investigativos como Fedesarrollo, el empleo de la industria manufacturera se concentra en obreros calificados cuyos salarios crecen en términos relativos (dada la inelasticidad de la oferta). En consecuencia, el trabajador no calificado ve desmejorar sus condiciones de vida por la imposibilidad de conseguir empleo.

De esta forma, con la recesión de los últimos años, los trabajadores han visto desaparecer empresas importantes en las que devengaban su sustento. Al quedar cesantes, y engrosar las filas del desempleo, su sindicato pierde la fuerza que tenía y a veces desaparece, simplemente. En algunas entidades financieras, como en el paso de Bancoquia al Banco Santander, o del Banco Ganadero al Banco de Bilbao y Vizcaya, los recortes de personal han significado más de la mitad de los trabajadores activos al momento del cambio de empresa.

En las empresas públicas el fenómeno es más agudo, debido a los planes de racionalización del gasto, de fusiones de compañías, y virtual desaparición de otras. En el caso de entidades como la Caja Agraria, más de 5.000 trabajadores han quedado cesantes, al liquidarse esta entidad y dar paso al Banco Agrario, en donde el único empleado público es el gerente. Igual sucede con el paso del BCH a Granahorrar. Anteriormente, la venta del Banco Popular al grupo Sarmiento Angulo implicó el licenciamiento de miles de trabajadores.

Por estas razones, los sindicatos continúan debilitándose, a través de una pérdida gradual de sus afiliados. En FECODE, la legislación está reduciendo enormemente el margen de maniobra de esta organización sindical, a través de la adscripción de los maestros a los entes territoriales, sobre todo de los municipios. Sólo quedan algunas prerrogativas que están en vía de extinción por los nuevos planes de racionalización de la educación y la creación de los subsidios, en caso de recorte de centros educativos. A cada maestro se le asignan 35 estudiantes como cuota mínima, y se le puede trasladar de acuerdo con las necesidades del servicio.

Empresas importantes del sector privado en proceso de reestructuración, al lado de empresas del sector público que pasan a otros dueños, configuran un medio poco propicio para la acción sindical. Es esta la razón por la cual los sindicatos han sentido la presión por la unidad, contra el modelo económico y la globalización.

Desde 1998, en pleno gobierno de Ernesto Samper, las centrales lograron estructurar una propuesta única en la que se presenta un diagnóstico de la situación económica del país y unas propuestas desde el mundo del trabajo. El documento elaborado con este objetivo sirvió como plataforma de un proceso unitario en el que se encuentran empeñadas las centrales, en las acciones que deben impulsar para enfrentar las políticas de los patronos y el gobierno.

A partir de este acuerdo, se ha logrado llevar a cabo varias movilizaciones, paros y jornadas de protesta en todo el país contra las medidas del actual gobierno, más reticente a la concertación, a juicio de los sindicalistas. En 1999 se llevaron a cabo dos grandes movilizaciones, encabezadas fundamentalmente por FENALTRASE y FECODE, que movilizaron a miles de trabajadores, paralizaron parcialmente el transporte y en algunos casos generaron problemas de orden público. El 16 de marzo del presente año, las centrales obreras volvieron a decretar una jornada que se concentró en las grandes ciudades.

Sin embargo, estas acciones no han logrado detener la mano de los gobiernos durante la década pasada, y al parecer, tampoco logran impedir el paso de una máquina poderosa que allana el camino de las privatizaciones, de los despidos colectivos y de la reducción salarial por la vía directa, la de incrementar los salarios por debajo de los índices de precios al consumidor.

Conclusión

Tal como se puede apreciar, el sindicalismo está perdiendo la guerra. Ya ha perdido varias batallas decisivas, como la que barrió con todas las reivindicaciones obtenidas al calor del Estado interventor que perdió vigencia con la globalización. Estas victorias del capital sobre el trabajo no se han traducido en mejores condiciones para los trabajadores. Al contrario, se hace más precario y reducido el salario, se incrementa el desempleo, y no hay una política social que compense estas pérdidas.

Las marchas de protesta, las movilizaciones y los paros cívicos dejan un saldo negativo ante la marcha irreversible de las reformas que son cada vez más agresivas y confiscatorias de derechos ya adquiridos.

Desde diferentes ángulos se discute la necesidad de encontrar alternativas a las derrotas que ha sufrido el sindicalismo, y que plantean la caducidad de sus formas de organización, de sus métodos de afiliación y de sus movilizaciones. Algunos se refieren a un sindicalismo de masas, otros plantean la necesidad de abrir los sindicatos a todos los trabajadores, otros llegan a proponer el sindicalismo político. Son fórmulas que tratan de responder a los nuevos tiempos, habida cuenta de que el sindicalismo no se ha renovado y esta circunstancia lo convierte en un viejo que debe afrontar tareas de joven.

El signo de la vejez se encuentra en la dependencia de la política tradicional, sobre todo de su dirección actual, plegada a una orientación que concilia con las figuras aparentemente más progresistas de la política colombiana, a las que le presta su concurso sin una contraprestación en compromisos claros para los trabajadores.


Cita

1 Ver José Antonio Ocampo, Productividad, competitividad e internacionalización de la economía, DANE, Santa Fe de Bogotá, 1996, pp. 24 y 25.


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