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Educación comunitaria: una fuerza que da sentido a la vida de los pueblos indígenas del Cauca

Educação comunitária: uma força que dá sentido à vida dos povos indígenas do Cauca

Community education: a force that gives meaning to the life of the indigenous peoples of the Cauca

Graciela Bolaños *
Rosalba Ipia **


* Educadora social, vinculada al Programa de educación desde su creación en 1979.

** Indígena nasa, coordinadora del Programa de Educación Bilingüe . CRIC.


“Una columna formará un puñado de indígenas el día de mañana para reivindicar sus derechos”
Manuel Quintín Lame

En forma breve, este artículo hace una reflexión acerca de los procesos de educación comunitaria, en el marco de la organización indígena del Cauca.


Antecedentes

El Consejo Regional Indígena del Cauca es una organización que agrupa a comunidades nasa (paez), guambiana, totoró, yanacona, coconuco, entre otras. Lo dirigen los cabildos, máximas autoridades polí- ticas de los resguardos. Ellos son apoyados por los the. wala (médicos tradicionales) y demás autoridades culturales que conducen el desarrollo comunitario.

Nace en 1971 en un contexto de auge de las luchas agrarias en el país, como respuesta al despojo de sus tierras en los períodos colonial y republicano, ante la creciente desintegración de sus culturas y el debilitamiento de sus jefes tradicionales. Su programa se fundamenta en la reivindicación histórica como pueblos originarios, en la identificación de los principales problemas que afrontaban las comunidades y en la aplicación de principios colectivos para orientar su organización.

Contempla los siguientes puntos:

  1. Recuperar la tierra de los resguardos indígenas.
  2. Ampliar los territorios indígenas.
  3. Fortalecer los Cabildos.
  4. No pagar terraje.
  5. Hacer cumplir las leyes indígenas y exigir su justa aplicación.
  6. Defender la historia, la lengua, las costumbres y la medicina tradicional .
  7. Formar profesores indígenas que enseñen en su propia lengua y de acuerdo a la situación de las comunidades.
  8. Impulsar las organizaciones económicas comunitarias y
  9. Defender los recursos naturales.

Este programa se realiza dentro de una concepción de .

La unidad se entiende como la capacidad de ser uno en lUnidad, Tierra, Cultura y Autonomíaa diversidad, a fin de constituir fuerza social conjunta. Comprende el establecimiento de relaciones de reciprocidad, solidaridad y participación armónica con otras culturas.

El territorio, es el origen y espacio vital de las culturas y de la interacción comunidad, cosmos-naturaleza

. Es por tanto generador, regulador y dinamizador de la vida.

La cultura la entendemos como el ser y el quehacer milenario de los pueblos, fundamentada en su relación con la naturaleza, en la convivencia con otros pueblos, en la recreación de valores, normas, símbolos, creencias, sabiduría, pensamiento y, por ende, el desarrollo de una conciencia de identidad.

La autonomía es entendida como la capacidad y el derecho a crear, orientar, recrear y decidir sobre sus destinos.

Si bien el programa y la acción del CRIC aparecen ligados a una determinada población, los puntos programáticos que demanda, se enmarcan en un campo social muy amplio, que implica enfrentar a sectores políticos, sociales y económicos dominantes así como a instituciones en su estructura de poder.

La posición del movimiento indígena asume una característica especial, en tanto es raíz, continuidad y persistencia de pueblos ancestrales con formas propias de ver y entender el mundo y, además, hace parte de las grandes mayorías del pueblo colombiano que viven en condiciones de marginamiento general. El reconocimiento de esta realidad permite que las reivindicaciones de los indígenas tengan eco en el movimiento popular y planteen propuestas que van más allá de los sectores culturalmente diferenciados que las defienden.

Implica igualmente el reconocimiento de procesos formativos y sociales articulados en la dinámica integral de la vida cotidiana, desde los cuales se elaboran criterios, lenguajes, proyectos, propuestas que conforman un amplio bagaje de conocimientos y posibilidades para interactuar de manera activa en la sociedad.

El sentido comunitario: eje de construcción democrática

Aunque el concepto de educación ciudadana no es de uso frecuente en los grupos indígenas, éstos siempre han tenido una acción comunitaria que se convierte en fuerza de la sociedad civil, hacia el interior de sí mismos y hacia afuera con relación al Estado y sociedades con quienes interactúan.

La concepción de ciudadanía tal como la plantea Occidente –referida ante todo a la participación política como consecuencia del ejercicio de unos derechos y condiciones especiales de conciencia individual frente a la construcción de sociedad civil y, ejercida fundamentalmente a través del voto de representatividad– difiere ostensiblemente de las concepciones que enmarcan los ámbitos de la organización indígena. Subyace ante todo una conciencia histórica de pueblo, que se torna en imperativo para alcanzar niveles amplios de reconocimiento de las situaciones de vida; ausculta y extracta de su devenir histórico valores y elementos que le permiten su proyección; analiza sus relaciones frente a la sociedad en general y traza lineamientos para relacionarse en conformidad con su proyecto de vida. Es así que grandes dirigentes como Juan Tama de la Estrella y Calambás, recurre en tiempos de la colonia al acuerdo y negociación para preservar los derechos de sus pueblos y proclama leyes y reglas de reciprocidad y convivencia.

En este siglo, Manuel Quintín Lame se constituye en vocero de las comunidades y desde la reivindicación histórica reclama sus derechos territoriales y culturales frente al estado colombiano y la sociedad que discrimina al indio.

Podría afirmarse que él encarna entonces la expresión más clara de ciudadano en tanto, desde un planteamiento filosófico, político y cultural propio, cuestiona la actuación de la sociedad y del Estado respecto a las garantías para el ejercicio de los derechos y el reconocimiento de las particularidades del pensamiento indio.

El sentido de participación democrática es inmanente al carácter de pertenencia e identidad que guarda cada miembro de una comunidad indígena. La responsabilidad de aportar es igual a la facultad de recibir, reciprocidad que se manifiesta en sus distintas relaciones tanto entre los mismos humanos como con la naturaleza. Los procesos de conciencia social e identidad constituyen dinámicas en permanente transformación que se fundamentan en raíces estructurales como son la cosmovisión, el sentido del arraigo y de la afectividad, el imperativo profundo de pertenencia y unidad, que van más allá de posiciones exclusivamente racionalistas, ejerciendo su fuerza cohesionante que mantiene la permanencia de elementos culturales a la vez que se nutre de los cambios y mutaciones constantes, en una relación de conservación y transformación. Es consecuente a esta realidad la generación de un pensamiento flexible que implica sentido colectivo donde solidaridad, responsabilidad, reciprocidad, constituyen derechos y deberes como condición del sujeto social.

El ejercicio de la democracia, implica una participación deliberante de todos y cada uno de sus miembros en los distintos aconteceres comunitarios. El cabildo como organismo base de la autoridad legítimamente constituída por decisión democrática, asume sus funciones como ente coordinador y posibilitador de las decisiones, mas no reemplaza a la comunidad en los acuerdos fundamentales.

Los conflictos son manejados conforme a sus normas, leyes y simbolismos, tal como el caso reciente del tratamiento a un senador indígena por desacato a la decisión colectiva.

Cada implicado debe estar presente cuando se trata de revisar sus comportamientos y acciones. En esta dimensión el espacio comunitario permite atender las distintas necesidades e instancias de vivencia y control sociocultural, al mismo tiempo que se convierte en instancia formativa.

Algunos criterios que orientan la acción formativa

Diversos criterios metodológicos han guiado la acción formativa de dirigentes, maestros y demás integrantes de las comunidades indígenas, para que tengan una mejor comprensión de su propia realidad, a la vez que puedan orientar sus acciones hacia la superación de problemas fundamentales tendiendo hacia la construcción de sociedades más justas.

1. El proyecto de vida de cada pueblo plantea los referentes más amplios del tipo de sociedad que aspiramos a construir, posibilitando un continuo crecimiento desde lo micro a lo macro y viceversa. En el marco de estos proyectos de vida se ha dado, desde la definición de un programa que en esencia contempla los elementos básicos que habrían de integrar las aspiraciones como pueblos, hasta la participación en las corporaciones públicas del Estado, que constituyen procesos de participación y control.

Esto incluye las siguientes dimensiones:

  • La recuperación de la tierra constituye el eje central de la movilización indígena. Desde su creación, el CRIC ha conquistado cerca de 150.000 hectáreas de tierra, alrededor de las cuales se ha ido organizando el trabajo; se crean más de 400 grupos productivos, rescatando y potenciando la labor comunitaria; se organiza el mercadeo en cooperativas y tiendas comunitarias y se ejecutan planes de desarrollo replanteados desde una concepción de bienestar integral, en el marco del respeto y conservación de la naturaleza.
  • La construcción de autonomía a partir del fortalecimiento de la autoridad política y cultural de los cabildos indígenas, ha permitido la reconstitución de más de 70 territorios de resguardo y la creación de muchos otros cabildos, fortaleciendo las instancias de poder local y zonal que asumen la orientación y desarrollo organizativo de las mismas.
  • La creciente conciencia política, que permitió que dirigentes del movimiento indígena participaran en la constituyente para la reformulación de la Constitución Política de Colombia de 1991.
  • Se responsabilizó al Estado en la implementación de planes de desarrollo en zonas indígenas como garantía de paz. Igualmente se presionan y facilitan acuerdos con el gobierno para la exigencia de los derechos adquiridos y la solución de necesidades fundamentales.
  • La participación política de las comunidades indígenas en las corporaciones públicas del Estado.
  • El reconocimiento de la diversidad étnica y la multiculturalidad del país, consecuentemente a la legitimidad de las tierras.
  • Saneamiento y legalización de las tierras recuperadas en las comunidades indígenas y legitimidad de la misma organización, a nivel zonal, regional y nacional.
  • En correspondencia con estos desarrollos legislativos, los cabildos indígenas son entes estatales y tienen derecho a transferencias para sus respectivos territorios de resguardo asimilados a territorios indígenas.

Este continuo y complejo devenir organizativo ha ido perfilando el proyecto político, económico y cultural que en la actualidad marca los horizontes de las comunidades indígenas. La interrelación con la sociedad mayoritaria, ocupa igualmente una de las aspiraciones centrales del movimiento indígena que se manifiesta en los múltiples espacios ganados, casi siempre socializando propuestas y aprendiendo de los demás.

Pero estas conquistas han significado el precio de muchas vidas humanas, la pérdida de más de 350 dirigentes en los 27 años de vida del movimiento indígena, que porcentualmente significa un muerto por mes, quedando la mayoría en la impunidad. Igualmente se ha sufrido la persecución a innumerables dirigentes y el atropello constante a las comunidades.

2. El fortalecimiento, generación y apropiación de una visión de la realidad, a partir de la percepción e interpretación de necesidades, problemas, situaciones, perspectivas, sueños y esperanzas de las comunidades, constituye el punto de partida más concreto desde donde se referencian los logros y alcances teóricos y prácticos de todo proyecto educativo.

  • Compromete a los distintos actores del mismo proceso, avanzando hacia la elaboración de propuestas metodológicas que involucran el aporte específico de cada espacio en una dimensión pedagógica.
  • El uso y valoración de las lenguas indígenas tiene especial significación, en tanto ellas además de ser pensamiento mismo, son el mejor recurso pedagógico para el aprendizaje.

El CRIC, desde su conformación y en la medida que el proceso se consolidaba, fue creando diversos programas encaminados a posibilitar experiencias e identificación de lineamientos claros para las exigencias que habría que plantearle al Estado, al mismo tiempo que cumplir con sus objetivos culturales, económicos, sociales y políticos. En orden cronológico se crean los programas de capacitación política, jurídica, educación bilingüe, producción - medio ambiente, salud, comunicación y derechos humanos.

La conformación de estos programas fue determinando ejes de trabajo a corto y largo plazo, potenciando los alcances de los objetivos propuestos y cualificando las acciones a seguir.

Se da igual importancia tanto al conocimiento práctico como teórico, avanzando hacia una conceptualización interna que retroalimenta el proceso en sus múltiples derroteros.

3. El recurrir a la reconstrucción histórica como hilo conductor de las acciones organizadas cobra una gran importancia metodológica, en tanto para muchas comunidades indígenas una mirada desde el presente al pasado que se halla de frente a lo conocido o a lo por conocer, da las condiciones para iluminar el tiempo por venir.

Largas sesiones de recuerdos, diálogos que explican el hoy analizando los actores de ayer, discusiones que plantean diversas formas de resolver los problemas, rituales que potencian la fuerza de la comunidad, van conformando esa visión de la vida. En otra dimensión, las asambleas, reuniones, congresos y demás espacios donde se debate y posibilita la reflexión nutren una dinámica permanente, ampliando la comprensión del proyecto mismo y la acción social. Es así como las comunidades se integran o lideran acciones de organización civil, tales como el movimiento por la paz y movimientos cívicos, entre otros.

La investigación - acción participativa, como recurso para el conocimiento de la realidad, ha permitido potenciar espacios de la cotidianidad, donde se conjugan tanto los elementos teóricos como la práctica misma en un continuo que se revierte en conocimientos, saberes, actitudes, valores, aptitudes, de manera integral y coherente.

4. Una posición atenta a los distintos escenarios sociales y coyunturas, internas y externas, como espacios de acción y aprendizajes, han potenciado siempre la organización. Casos como la apropiación de la legislación favorable, o la jurisdicción especial indígena para legitimar derechos, han permitido resultados como el reconocimiento de que los territorios indígenas están bajo el control de los cabildos, aún por parte de los grupos armados presentes en la región. En otros casos se recurre a potenciar espacios de denuncia y socialización de la problemática indígena, frente a la opinión nacional e internacional. Así lo demuestran casos como la posición del Papa Juan Pablo II, en apoyo a los indígenas frente al desconocimiento de la dirigencia caucana.

5. La acumulación de logros, potencialidades, dificultades, en un proceso de análisis y evaluación constante, ha permitido la consolidación de proyectos a pesar de la gran complejidad que comportan. Un ejemplo claro de esta realidad lo es el programa de Educación Bilingüe, creado en 1979 para la construcción de una propuesta educativa, en función del perfil de sociedad y ser humano que se necesita y desea formar. El sentido comunitario y participativo, en otras palabras la ciudadanía, está presente como referente en todas y cada una de las acciones educativas.

La identificación de los elementos fundamentales que habrían de constituir el modelo-propuesta pedagógica, se remite por decisión de las mismas comunidades a una revisión analítica de su vida y de los principios que la orientan. Es así como surgen los criterios de comunitariedad, bilingüismo, interculturalidad, autogestión, investigación, entre otros, que en 1994 se logró fuesen reconocidos en la Ley General de Educación.

El Programa de Educación Bilingüe es una respuesta alternativa a la castellanización que impone el Estado. En sus 19 años de existencia paulatinamente ha ido diseñando los criterios que enmarcan el proyecto educativo de las comunidades, rescatando desde la cotidianidad los aportes que las culturas en sí mismas generan, y articulando desde la diversidad conceptual y pedagógica elementos que enriquecen y afianzan el proyecto. Su proceso consolida y desarrolla las políticas culturales propias, orientando hacia el fortalecimiento de los procesos organizativos, la construcción y ejercicio de autonomía, la conservación del territorio, la revaloración de la identidad.

Sus acciones principales se centran en:

  • La creación de escuelas y centros comunitarios bilingües, en comunidades nasa, guambiana y totoró, desde cuya experiencia se fueron identificando los componentes esenciales de la propuesta pedagógica para los niveles de primaria y perfiles de secundaria.
  • La formación - profesionalización de maestros a partir de propuestas curriculares generadas en el mismo proceso. Se han profesionalizado más de 300 docentes indígenas. En la actualidad un grupo de ellos desarrolla una formación complementaria enmarcada en el nivel superior, denominada Pedagogía Comunitaria e Intercultural.
  • La investigación cultural y pedagógica hacia el diseño de materiales didácticos adecuados a las necesidades de los niños, jóvenes y comunidad en general.
  • La capacitación de comunidades, líderes y autoridades en el contexto de la organización.
  • El seguimiento y consolidación de los proyectos educativos comunitarios, PEC.
  • La estructuración, gestión y ejecución de propuestas de administración educativa.

Este proceso ha aportado significativamente al diseño de la política etnoeducativa para las comunidades indígenas, consignada en la Ley General de Educación de 1994, el decreto 804 de 1995 y otras disposiciones consecuentes a los logros obtenidos.

En conclusión, la educación ciudadana no se da únicamente a partir de las cátedras de cívica y democracia. Ella se da ante todo en una actitud de ejercicio práctico y decisión colectiva, enfrentando las inmensas dificultades que ello implica.

El CRIC, con su política de recuperación territorial y su accionar de manera integral, se ha desempeñado cual laboratorio de construcción y participación democrática, perfilándose como una organización comprometida y actuante.

Su aporte desde la diversidad, demuestra que la sociedad civil tiene mucho con qué contribuir a la reconstrucción del país, fortaleciendo desde la vivencia cotidiana, los aspectos que integran la dignidad de los pueblos.

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Educación y ciudadanía: notas desde la experiencia de Medellín

Educação e cidadania: notas da experiência de Medellín

Education and citizenship: notes from the experience of Medellín

Rubén Fernández Andrade *
María Clara Echeverría Ramírez **


* Licenciado en Educación. Director General de la Corporación Región.

** Arquitecta. Profesora asociada de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín, adscrita al Centro de Estudios del Habitat Popular (CEHAP)


Resumen

A partir de una revisión y reflexión sobre el concepto de ciudadanía, este escrito recoge la experiencia pedagógica de constitución de ésta en la ciudad de Medellín.


En las notas siguientes intentaremos mostrar cómo, en nuestro país, la lucha por dotarse de una vida digna y la construcción de sociedades más democráticas en lo local, lo regional y nacional, son parte del proceso pedagógico de constitución de la ciudadanía y cómo, al mismo tiempo, estos procesos se encuentran inmersos en la enorme tensión cultural que vive nuestro mundo contemporáneo entre un paradigma moderno que no acaba de morir y otro, difuso aún, que viene en camino.

Haremos unas primeras reflexiones generales sobre el concepto de “ciudadanía”, para luego detenernos en algunos retos pedagógicos, políticos y culturales del contexto actual y proceder a hacer un rápido repaso por algunas experiencias locales en donde se concretan, con aciertos y limitaciones, algunas de las ideas mencionadas.

La ciudadanía

Cuando acudimos al concepto de «ciudadano» o «ciudadana» nos enfrentamos a una gran diversidad de formas de entenderlo, propias de los caminos y avatares que ha tomado la reflexión moderna. Sin embargo, tres dimensiones debiéramos tener en cuenta por su relevancia entre nosotros, todas ellas sujetas a enormes tensiones.

Hay una primera dimensión formal: la ciudadanía legal, según la cual los Estados reconocen a un sujeto su calidad de individuo perteneciente a una determinada comunidad “¡se es ciudadano de un país!”, y al tiempo se acepta que, el sujeto en cuestión, no es ni esclavo, ni súbdito, ni vasallo. Esto se refrenda con cédulas, carnés o pasaportes e implica unos derechos y unas obligaciones. Es interesante constatar cómo esta forma de la ciudadanía comienza a tener modificaciones importantes. Veamos si no el hecho de que, por ejemplo, en los Estados Unidos hoy, documentos como el pase de conducción o la tarjeta de crédito se convierten en mecanismos de identificación mucho más usados que la misma cédula de ciudadanía (el mercado se ha encargado de horadar esta forma de identidad). De otro lado, está la crisis de los estados nacionales, su reforma y su descentralización; la exacerbación de las diferencias regionales en algunos países hará que seguramente en un futuro no lejano, entes territoriales distintos a los estados-nación, estén expidiendo los certificados de pertenencia y, entonces, más que colombiano se sería antioqueño o bogotano y más que español, catalán, vasco, etc.

Una segunda dimensión es la llamada ciudadanía social. En lí- neas generales se trata de que los sujetos son portadores de derechos sociales que deben ser provistos por la sociedad, so pena de excluirlos del cuerpo social y por tanto, enajenarlos de su ciudadanía. Existen diversas miradas sobre este asunto, pero pueden resumirse en dos grandes vertientes. La de quienes piensan que no necesariamente se debe haber satisfecho todo el conjunto de derechos fundamentales para poder hablar de un ejercicio básico de la ciudadanía, pues ello ya no es objetivamente posible en las sociedades contemporáneas (piénsese por ejemplo en el derecho al empleo) y la de quienes pensamos que hay una base mínima irrenunciable; lo que Adela Cortina llama «derechos de justicia»1 que se constituyen en elementos sin los cuales hablar de ciudadanía no es más que un espejismo. Entre nosotros, este aspecto es el punto crítico de la reflexión: la mayoría de la población se encuentra en un estado de privación de alguno de sus derechos sociales. De hecho, la gran crítica que se hace hoy al período pos Constitución de 1991 es que allí se amplió la base de derechos y libertades pero no se ha logrado que pase del papel a la práctica.

Y en tercer lugar está la ciudadanía política, o aquella ejercida por sujetos autónomos que junto a otros construyen una opinión propia, expresan públicamente sus puntos de vista, se movilizan para su consecución y, en el mejor de los casos, se organizan para todas estas tareas. Esto se concreta en la participación, por diversos mecanismos, en la toma de decisiones sobre cuestiones de interés común: «La autonomía política de los ciudadanos debe expresarse en la auto-organización de una comunidad que se da sus leyes mediante la voluntad del pueblo. La autonomía privada de los ciudadanos debe por otra parte cobrar forma en los derechos fundamentales, que garantizan el dominio anónimo de las leyes»2.

Algunos creen que la ciudadanía social es un prerrequisito de la ciudadanía política; para otros, aquella es una síntesis de las demás. Nosotros vamos a tratar de mostrar en las líneas siguientes que, en nuestro país, el proceso de resolución de los problemas de naturaleza pública necesarios para una vida digna es, para la mayor parte de las personas, precisamente la constitución de su ciudadanía política, pues es allí donde se está construyendo un campo de lo público, escenario sin el cual sencillamente no es posible la existencia de ciudadanos. Consideramos que en países como el nuestro, plantearse que un tipo de ciudadanía viene a continuación de la otra no es realista y sería condenar al ostracismo a la mayoría de la población. Entre nosotros la ciudadanía se constituye, se conquista, es un acto de autonomía y es un proceso permanente para articularse a los bienes y servicios que tiene la sociedad “no precisamente en provecho de todos”, y para aprender el ejercicio necesario de deberes que se contrae en el acto. Es también, como puede verse, un acto pedagógico.

En este punto, vale la pena recordar algunos planteamientos de la CEPAL a comienzos de la dé- cada cuando decía que el principal reto interno que tenía la región latinoamericana era el de «consolidar y profundizar la democracia, la cohesión social, la equidad, la participación, en suma, la moderna ciudadanía»3. Esta perspectiva contiene los elementos del conjunto de condiciones que, en nuestra opinión, debe reunir un sujeto para hacerse acreedor al título de «ciudadano»; ello tiene que ver con condiciones para una vida digna, protección legal de sus derechos y libertades, garantías para el ejercicio de sus deberes y con una respuesta del sujeto autónoma y activa ante los principales problemas de su comunidad.

Retos y claves del contexto para una educación ciudadana

Pero esta constitución de ciudadanía, bien sea acto pedagógico o como acto político, tiene hoy retos en conexión con el cambio global y las tensiones que éste crea con las culturas y la identidades locales. No se trata sólo de propender por seres integrados a la sociedad y dispuestos a cumplir un rol adecuado, que logren corresponder a ella con sus ritmos y exigencias, sino de identificar una formación apropiada para lograr su desarrollo dentro de una sociedad cambiante, en proceso de redefinición de gran parte de los códigos que tradicionalmente habían regido los procesos educativos, en un proceso de transformación global y local hacia algo aún incierto, en situaciones de aceleración y cambio.

Conceptos educativos muy estáticos y arraigados en pertenencias territoriales cerradas; en valores culturales exclusivamente endógenos, en roles individuales y sociales únicos y predefinidos política, social y económicamente; en formas de trabajo claramente diferenciadas y especializadas; en divisiones categóricas entre lo público y lo privado; en desconexiones absolutas entre lo aprendido y lo vivido, aparecen hoy como atrasados y no aptos para sociedades tan complejas y móviles como las actuales. Consecuentemente, son los procesos de educación los más llamados a producir cambios cualitativos y reorientaciones conceptuales y pedagógicas que permitan al individuo y a sus formas organizadas y agrupaciones identitarias, acoplarse con las variaciones del momento.

Nuestras dinámicas no están excluidas del proceso de transformación que viven las sociedades contemporáneas, el cual se caracteriza por la tensión y las rupturas entre el pensamiento moderno y los enunciados de la posmodernidad, situándonos precisamente en un momento de articulación y/o transición hacia un nuevo estadio social aun por descubrir, y que se constituye en una nueva veta para comprender todas las cuestiones y, particularmente, el asunto educativo conexo con el problema de la ciudadanía.

A continuación se introducen algunos de los temas pertinentes que conducen a repensar el papel que debe cumplir la educación ciudadana dentro del proceso contemporáneo.

Crisis del paradigma moderno

Si bien podemos simpatizar con los posmodernos cuando anuncian que el pensamiento moderno ha entrado en un proceso de crisis, no necesariamente podemos afirmar que su transición está ya surtida. Concebido como lo que se expresa no sólo en un discurso sino también en los hechos materiales, sociales y culturales (que son expresiones de las formas de pensamiento dominantes en una sociedad), visualizamos estructuras sociales, imaginarios y conformaciones culturales que permanecen estrechamente ligados a dicha reflexión. En tal sentido, no es universalizable la condición de crisis del pensamiento moderno o al menos el reconocimiento consciente sobre la tendencia a suplantarlo por algo nuevo. Recordemos los desfases que sufren las diversas culturas frente a la instauración de una sociedad moderna, que hace que no sea posible ubicarnos en un enunciado generalizable y categórico. Hoy tendríamos que mirar los procesos que se viven en todo el mundo, particularmente en los países del sur, cuando sus sociedades, a la vez que se suponen luchar por el ejercicio de la soberanía, la pluralidad y la diferencia, así mismo se ven necesariamente en el juego de su inserción en los procesos globales y en las reglas de la competitividad económica, orientados por paradigmas absolutamente modernizantes.

En tal sentido, podríamos hablar de una condición global de alta heterogeneidad frente al estadio y la transición entre la modernidad y la posmodernidad, lo cual lleva a que, cuando en ciertos cuadrantes del globo se viene de salida de las tesis modernas, en otros apenas se esté entrando en las mismas (la cuestión agraria en Colombia es un nítido ejemplo de ello). Somos conscientes de lo polémico del enunciado, pues la suposición de un mundo globalizado, comunicado, regido por las telecomunicaciones y la informática, podría negar de plano lo anterior; pero, si bien en términos del flujo discursivo e informativo el mundo se ha globalizado, ello adquiere connotaciones específicas, locales, particulares e identidades propias en la expresión, el acontecer y la existencia cultural, siendo claro que no podemos homogenizar (u homologar) las sociedades entre sí. Es preciso partir de una alta heterogeneidad en la manera como se expresa la crisis moderna, y su transición y variación en relación con la posmodernidad.

¿Cuál es, entonces, el papel de una educación que nos conecte con este problema y que logre fortalecer a la vez nuestros sistemas políticos, procedimientos económicos y, sobre todo, nuestras formas de conocimiento y fundamentos culturales en medio de tal tensión? ¿Cómo contribuir a ello desde los planteamiento de la educación ciudadana? Al respecto el proyecto de educación ciudadana no puede adolecer de un localismo que lo margine de las dinámicas contemporáneas y de la realidad global y, en tal sentido, es preciso identificar estrategias adecuadas para lograr un grado de ubicación de lo local en el contexto de las tensiones y dominaciones globales.

La universalidad

Antonio Campillo reconoce la universalidad como irrealizable y, a su vez, la ubica como una idea reguladora en tanto es inaccesible y a la vez irrenunciable e “imprescindible”.

No puede ser alcanzada, pero tampoco puede dejar de ser anhelada …. así se ….ha de trascender el marco espacio-temporal de lo doméstico e incluso ciudadano, para abrirse a marcos sociales e intelectuales geográficamente más amplios e históricamente más perdurables. (…) no (se) puede dejar de hacerlo, ya que todos los saberes y todos los poderes se encuentran actualmente interconectados”…4.

De lo anterior se desprende la necesidad de replantearnos el asunto de la identidad (lo cual en la tierra paisa es, francamente, subversivo), pensada más como la identificación que logramos con los muy diversos escenarios y escalas en las que nos reconocemos como parte de algo. Esta clave nos sitúa en una relación más libre, en tanto no nos somete a la pertenencia y a la relación obligada con lo predefinido. La relación del proceso identitario, que combine identidades territoriales e identificaciones simultáneas con lo más amplio, metropolitano y global, con el proceso de apertura de las múltiples memorias e imaginarios ciudadanos tiene aquí un papel indiscutible, en el cual los procesos de educación ciudadana tienen toda una veta por explorar:

La identidad es, pues, un efecto inestable, cambiante, ya que no tiene otra entidad que la que le proporcionan las diferencias en su mutua combinación…No hay, pues una imagen correcta y otras incorrectas (…) sino que cada punto de vista proporciona su propia imagen del conjunto, su propia identidad. Una identidad así no es siempre igual a sí misma. Un cuadro así no es un cuadro sino muchos5.

Del sujeto histórico

Quienes plantean su crítica más aguda a la modernidad, van lanza en ristre contra la idea del sujeto histórico y pareciera ello conducir a romper así mismo con la actualidad de la noción del ciudadano. Y para vislumbrar un proyecto educativo, tal discusión no es para nada trivial, porque si no concordamos en torno al sujeto, difícilmente podríamos concordar sobre su educación. ¿De cuál sujeto, ciudadano, individuo, ser, habitante, poblador, hablamos? ¿a cuál aludimos cuando pensamos, imaginamos, planeamos y estructuramos el proceso educativo? Este debe ser el mínimo punto de partida. Como también lo tiene que ser el reconocer de cuál sociedad hablamos, en qué momento de la misma nos hallamos, y a qué le apostamos hacia el futuro.

Para efectos de la reflexión sobre la educación ciudadana, lo anterior cobra pertinencia, pues ante la alternativa de ubicarnos frente a marcos reducidos (tentación frecuente entre nuestros dirigentes populares), podemos a la vez hacerlo en las realidades locales, como marcos de espacio y tiempo, más aprehensibles, propios para la experimentación, pero con vocación y mirada universal. En tal sentido podríamos estar pensando en la necesidad de visualizar un proyecto de democratización en lo urbano que logre hacer compatible las tesis de la educación ciudadana, con las de una democracia que rompa con las estructuras rígidas y piramidales. Así, pensamos en una democracia que parta de la diversidad y logre una formación de ciudadanos que, en su libre ejercicio, a partir de sus diversas, múltiples y simultáneas identificaciones, entren en diálogos abiertos y multidireccionados y lleguen a comprender la otredad y a actuar conscientes de ser parte de un marco espacial y temporal que les es común y les integra en una misma unidad socio-espacial, diversa, fragmentada y compleja.

En las dos ideas anteriores podemos percatarnos de que el reto pedagógico es enorme: contribuir mediante procesos de movilización social y política, entendidos también en clave educativa, a formar sujetos políticos universales en tanto locales, con identidades simultáneas y cambiantes.

Unidad y fragmento

Si reconocemos nuestras ciudades contemporáneas como fenómenos altamente heterogéneos, dentro de los cuales se gestan múltiples identificaciones (e identidades) simultáneas, en los órdenes micro barriales, citadinos, metropolitanos y globales, tendríamos que repensar el problema educativo en conexión con ello. Así, la ciudad como unidad es un tema que sólo podría abarcarse desde la comprensión de los fragmentos que la componen y, viceversa; el fragmento sólo se comprende cabalmente siempre que se le reconozca como constitutivo de algo, de aquello a lo cual ayuda a constituirse, y en interrelación con los otros fragmentos que aportan a la concreción de dicha unidad.

El reto está en imaginar procesos educativos que logren hacer compatibles varias dimensiones: La ciudad en tanto unidad, la cual se apuntala sobre la intencionalidad de construcción de un proyecto colectivo, en el cual queden integradas las diversidades que expresa la fragmentación que la compone; la ciudad en tanto hecho constituido por fragmentos, que exige procesos educativos fundamentados en la autoexploración y en la exploración de los otros, que logre reconocer las identidades y territorialidades propias, a la vez que las pondera ante la existencia de los otros y de sus identidades; la ciudad en tanto fenómeno local-global, que plantea formarnos en la exploración de la simultaneidad de pertenencias y de identificaciones conexas con lo regional, lo continental y lo global; la ciudad como hecho físico, social y cultural a ser construido de manera perenne.

Esta ciudad se encuentra esbozada claramente y en potencia en sus principales problemas de orden colectivo. Cualquiera de ellos es una síntesis de las dinámicas positivas y perversas que se desprenden de esa ciudad descrita.

Al entrar en el territorio que tiene a Eutropia por capital, el viajero ve no una ciudad sino muchas, de igual tamaño y no disímiles entre sí, desparramadas en un vasto y ondulado altiplano. Eutropia es no una sino todas esas ciudades al mismo tiempo” (Italo Calvino. Las ciudades invisibles).

Las rutas actuales de constitución de la ciudadanía en Medellín

Vamos a mostrar cómo la constitución de la ciudadanía en Medellín se hace en las rutas de la resolución de sus más hondos problemas públicos. En el proceso de afrontarlos, de ayudar a resolverlos, la ciudadanía y sus organizaciones, a su vez, se erigen como sujetos visibles y se fortalecen diversas identidades ciudadanas. Estas dinámicas vistas en clave pedagógica y a la luz de los retos ya mencionados arrojan interesantes aprendizajes sobre el tema que nos ocupa.

Ciudadanía y paz

El problema de la confrontación armada que vive nuestro país es sin duda el asunto público de mayor relevancia que tenemos entre manos los colombianos en la actualidad. No es de extrañar. La guerra tiene siempre el poder perverso de aplazar todos los puntos de la agenda y colocarse en el primer y exclusivo lugar de importancia cuando ocurre.

Contribuir a construir condiciones para una paz duradera y estable ha estado en la agenda de las organizaciones sociales de Medellín, de manera clara, desde finales de la década de los ochenta. A esto se llegó después de un período (segunda mitad de los ochenta) en donde, con pocas excepciones, se trabajaba con la idea de que evitar el conflicto, no aludir a él, no intervenir, era la mejor manera de sobrevivir; el miedo a la ferocidad e irracionalidad de los actores violentos era la explicación de esta postura. Sin embargo, y por la vía de la demostración fáctica de la inutilidad de esta postura, muchas organizaciones se dieron a la labor de mirar de frente los conflictos y sus actores e iniciar procesos de acercamiento, de mediación, de construcción de pactos de paz en pequeña escala. Esto se ha hecho en varias dimensiones: desde la búsqueda de un acuerdo humanitario para todo el departamento, suscrito por los paramilitares, las guerrillas y el ejército, hasta niveles de barrio o manzana y allí las experiencias se cuentan por decenas. Esa labor consciente de ser puente que aproxima las partes enfrentadas, ser propiciador de los encuentros, testigo del cumplimiento de los acuerdos y gestor de apoyos externos al proceso se ha convertido en una tarea que ha crecido la estatura política y moral de muchos líderes comunitarios de la ciudad. Se ha pasado, pues, de víctimas pasivas de la violencia, a actores políticos –ciudadanos cabales– que buscan su superación mediante negociaciones y acuerdos.

Ciudadanía y reconstrucción del Estado

Otro elemento de la agenda pública de los colombianos se encuentra ubicado en la urgente necesidad de reconstrucción de la noción y el campo social de «lo público» y dentro de ello, de una manera relevante, del Estado.

Hay dos campos de experimentación que en Medellín se han trabajado recientemente y que, por sus resultados, vale la pena mencionar aquí: se trata de los espacios, oportunidades y capacidades construidas dentro de la planeación del desarrollo y las veedurías ciudadanas.

La participación en la planeación del desarrollo, en esta vía, es una de las rutas para reconstruir el Estado tanto en su legitimidad como en su función de prestador de servicios a sus asociados; pero es igualmente la oportunidad para que grupos organizados de ciudadanos expresen sus opiniones, defiendan sus intereses y discutan los rumbos de la ciudad, es decir, aprendan a ejercer su ciudadanía.

Hay varios niveles contemplados hoy dentro del “sistema municipal de planeación” (aprobado por acuerdo municipal): desde la planeación zonal, pasando por el plan de desarrollo municipal, hasta el Plan Estratégico.

El factor realmente novedoso hasta el momento consiste en los niveles y en la calidad de la participación de las organizaciones sociales en estos procesos. El Consejo Territorial de Planeación de este año, por ejemplo, publicó un concepto “síntesis de varios años de experiencias” que mereció reconocimiento público por su calidad y en el que logró recoger muchas propuestas y análisis escritos sobre el borrador del plan presentado por la oficina de planeación de la ciudad, que dan cuenta de lo que se ha ganado en capacidad propositiva.

Por otra parte, la lucha contra la corrupción es, en su versión más superficial, una labor para garantizar eficacia y eficiencia en el manejo de los recursos de todos. Pero el esfuerzo central es justamente ampliar el margen de lo público dentro del Estado, al restar campo para el beneficio y la apropiación privada de sus bienes. Inscrita en esta noción, las veedurías se convierten en un instrumento muy valioso. La Veeduría Ciudadana al Plan de Desarrollo es un espacio creado para hacerle seguimiento al plan; allí concurren gremios del sector privado, universidades, ONGs y organizaciones comunitarias. El año anterior hizo públicos varios conceptos sobre su curso en los campos de la salud, la educación y la seguridad ciudadana y, al final del período, publicó un texto con una reacción de conjunto a la gestión local. Este hecho sirvió, entre otras cosas, a la actual administración6, como punto de referencia para la elaboración del nuevo plan.

Vistas de conjunto estas actividades han tenido un papel muy importante en la constitución de nueva ciudadanía en Medellín. Sus principales logros se pueden sintetizar así:

  • Se han construido embriones de opinión pública calificada (especialmente en las Mesas de trabajo ciudadano).
  • Se han mantenido, a lo largo de los últimos años, espacios abiertos para el debate público en torno a los problemas de la ciudad (foros comunales, seminarios Alternativas de Futuro, Plan Estratégico de Medellín y el Area Metropolitana).
  • En esta medida se ha contribuido a la consolidación y al posicionamiento de nuevos actores sociales y políticos.
  • Se ha hecho un esfuerzo serio por la ampliación del espacio de lo público en la ciudad. Hoy, por ejemplo, la agenda pública es mucho más compleja que hace unos años y se tocan temas antes inimaginables como la seguridad ciudadana.
  • Se ha propiciado el encuentro entre diferentes sujetos, antes totalmente incomunicados (Veeduría Ciudadana, Plan Estratégico).
  • Se ha fortalecido la conciencia y la organización sobre la simultaneidad de diversos niveles territoriales en la ciudad (Sistema municipal de Planeación, Planes Zonales, Plan Estratégico).
  • La ciudad se ha dotado de nuevas legitimidades y compromisos”. Se ha ganado capacidad para

la representación de intereses y la negociación de propuestas.

Estos espacios son una manera de afrontar los retos mencionados. Son por supuesto, procesos apenas iniciales y de una gran fragilidad, que aún no logran producir transformaciones estructurales, pero sin duda, en ellos se encuentra sintetizado el principal “capital social” con que cuenta la ciudad.

Para finalizar estas notas, ratificamos que desde la experiencia de participación social y ciudadana que ha vivido la ciudad de Medellín en décadas recientes, la construcción de las condiciones sociales mínimas para el ejercicio de una vida digna, que es otro campo de despliegue de la iniciativa organizativa, es un camino para pasar de simples habitantes urbanos a ciudadanos de pleno derecho. No estamos ante un pre-requisito de la ciudadanía política, es decir, no se trata de construir primero las condiciones sociales y económicas para vivir con dignidad y luego, ahí sí, ocuparse de los problemas de interés común. Estamos ante un proceso simultáneo.

En el acto de dotarse de las condiciones referidas, de construir una ciudad más al alcance de su mano, se constituyen los sujetos autónomos que ejercen una ciudadanía plena.


Citas

1 Adela Cortina, “Ciudadanos como protagonistas”. Ponencia presentada al Primer Encuentro internacional y cuarto encuentro nacional de ética ciudadana y derechos humanos de los niños. Manizales. 1998.

2 Jürgen Habermas, “El nexo interno entre estado de derechos y democracia”, en: Revista Ensayo y Error. No.4.

3 CEPAL, “Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad”, Santiago de Chile. 1992. Al respecto dice la CEPAL que “toda la población debe estar capacitada para manejar los códigos culturales básicos de la modernidad” y que estos tienen que ver con “el conjunto de conocimientos y destrezas necesarios para participar en la vida pública y desenvolverse productivamente en la sociedad moderna”.

4 Antonio Campillo, en: Adiós al progreso, p. 101-102

5 Ob cit. p. 90-91.

6 Ver: Clara Inés Restrepo, “Las veedurías ciudadanas: más que espacios de participación”, en: Desde la Región No. 25. Abril de 1998.

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La educación ciudadana en la mira del plan estratégico Cartagena siglo XXI

Educação para a cidadania na mira do Cartagena estratégica século XXI plano

Citizen education in the sights of the strategic plan Cartagena 21st century

Carmen Cabrales Vargas *


* Socióloga, docente-investigadora de la Universidad de Cartagena


Resumen

El artículo recupera la experiencia en la actualización del diagnóstico de la línea Ciudadanía e Integración Social del Plan Estratégico Cartagena Siglo XXI, elaborando un breve análisis de las limitaciones del contexto urbano cartagenero en el cumplimiento de su papel como formador de ciudadanos.


Presentación

La ciudad en Colombia ha sido vista como el espacio físico donde se asientan diferentes grupos sociales, se enfrentan diversos intereses, se concentra el desarrollo de una región y se administran políticas de gobierno, pero no se ha mirado como el espacio donde convergen grupos sociales que interactúan a través de procesos que hacen posible la construcción de una cultura propia del medio, la cual daría cohesión, forma y sentido a la vida de la ciudad. Cartagena de Indias no ha estado por fuera de este proceso histórico; por el contrario, puede contarse entre las ciudades más excluyentes del país, lo que ha hecho que su poblador sienta que la ciudad no es suya y que cada vez menos, encuentre marcas o huellas que le permitan reconocer el lugar como propio. Primero fue la expulsión de sectores de población que habitaban el Centro Histórico y amurallado hacia zonas periféricas donde todavía hacen esfuerzos por insertarse en el nuevo medio; luego los escasos espacios públicos que permitían el encuentro social se vieron modificados en su estructura y equipamiento y por razón de ello en los ritmos que allí se daban, y toda la vida ha ocurrido que el poblador no toma parte en las decisiones que tienen que ver con los destinos de la ciudad, sean éstas de orden cultural, urbanístico o de defensa de sus derechos. En estas condiciones lo que se produce es un desafecto por la ciudad que es vista y apropiada como objeto y no pensada como sujeto. En los espacios públicos (andenes, calles y plazoletas) del centro histórico y del moderno se desarrollan actividades de comercio informal, en sus plazas se abren elegantes cafés y restaurantes que dan acogida a visitantes, los transeúntes y conductores de vehículos públicos y privados poco caso hacen de las normas de tránsito, la limpieza y belleza de la ciudad no hacen parte de los imaginarios de sus pobladores. Conscientes de esto, sus gobernantes y su sociedad civil inician la tarea de pensarla como el espacio que puede y debe brindar condiciones para el surgimiento de una ciudadanía actuante que reivindique su participación en los destinos de la ciudad.

La construcción de ciudad: Una preocupación de muchos

Cartagena, a las puertas del siglo XXI, está abocada de forma inminente al replanteamiento de su misión; ésta tendrá que centrarse en la valoración del ser humano visto como el mayor generador de satisfactores a sus necesidades, en el fortalecimiento del entramado sociocultural y en el reconocimiento de debilidades y fortalezas de la ciudad como fuente de oportunidades si quiere convertirse en el eje de las aspiraciones de sus pobladores. Con este propósito sus gobernantes y su sociedad civil avanzan en la formulación de propuestas: Plan de Ordenamiento Territorial, Trocha Ciudadana, Cartagena 2000, Plan de Desarrollo Cartagena de Indias, Plan Estratégico Cartagena siglo XXI. El plan de ciudad llamado Plan Estratégico Cartagena Siglo XXI1, hoy Plan Cartagena de Indias, formuló como objetivo general: .fortalecer las condiciones de Cartagena de Indias para mejorar la calidad de vida de sus habitantes haciéndola más atractiva y competitiva económicamente y situándola como centro productivo y de servicio del área del Caribe.. Este plan trabajó seis líneas que dejan ver su interés por lo social: a) Ciudadanía e integración social; b) capacitación del recurso humano; c) puerto integral; d) infraestructura de servicios de apoyo a los sectores productivos; e) calidad de vida y medio ambiente; f) desarrollo del turismo.

Aportes de la línea Ciudadanía e Integración Social

A finales de 1996 la Cámara de Comercio de Cartagena2 convoca a universidades públicas y privadas de la ciudad para adelantar la actualización del diagnóstico de las líneas del Plan Estratégico Cartagena siglo XXI; la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad de Cartagena3 se compromete a trabajar la línea Ciudadanía e Integración Social consciente de la importancia de la reflexión sobre este tema en la perspectiva de construir la ciudad que queremos. Con ese propósito se formulan los siguientes objetivos generales4: a) Ampliar el conocimiento de la ciudad en lo relativo al estado de desarrollo de los procesos de convivencia, niveles organizativos y de participación ciudadana de incidencia en la vida cívica y social de la ciudad; b) generar propuestas de alto impacto al interior de la ciudad atacando los puntos críticos referidos a: integración social, sentido de pertenencia y participación ciudadana; c) fortalecer los mecanismos y los espacios constitucionales que promulgan la participación, integración y ejercicio de la ciudadanía mediante estrategias de formación de cultura política y promoción cívica y comunitaria.

El trabajo conceptual y operativo se organizó a partir de las variables cultura ciudadana y lo urbano desde lo político administrativo (Tabla 1), considerando que posibilitarían un acercamiento a los fenómenos en estudio y darían una visión aproximada del estado de desarrollo de la ciudadanía y la integración social en la ciudad. Se organizaron con este fin una serie de encuestas dirigidas a ciudadanos de la calle, actores de la sociedad civil y académicos que se expresaron sobre temas como la ciudad vivida y la ciudad deseada, la ciudad sujeto y la ciudad; objeto, surgiendo diversas opiniones y percepciones sobre tópicos específicos como cantidad, calidad, uso y significado de los espacios públicos de confluencia, credibilidad en los dirigentes cívicos y políticos e instituciones públicas y privadas, papel de las organizaciones cívicas en el desarrollo de la ciudad y función del barrio como la microlocalidad desde la cual se acercan a la ciudad.

En efecto, esta consulta permitió armar un diagnóstico que organizó información relacionada con la identificación de aspectos críticos tales como: a) Ausencia de una política de conservación del espacio público y el patrimonio histórico (plazas, parques y monumentos; b) escasa movilización colectiva ciudadana; c) acciones aisladas y repetitivas de organismos gubernamentales y no gubernamentales que apunten al fortalecimiento de la cultura ciudadana; d) desarrollo urbano sin visión y misión de futuro colectivo; e) ausencia de compromiso en los pobladores con la construcción de un proyecto de ciudad. Y de aspectos potenciales referidos a la apropiación creativa de espacios alternativos de convivencia; movilización frente a proyectos de infraestructura barrial; proyectos sociales que trabajan sobre convivencia ciudadana, participación y democracia; preocupación de la sociedad civil y el Estado por el futuro integral y estratégico de la ciudad; concepción de la ciudad como centro de vida cultural y eje de relaciones entre sociedad civil y Estado.

La identificación de los aspectos críticos nos llevó a construir los núcleos problemáticos y las líneas de acción estratégicas (Tabla 2) sobre las cuales giraría el trabajo de discusión y concertación con los organismos gubernamentales, las ONG y sociedad civil con capacidad e interés de avanzar el proceso iniciado.

Tabla 1. Variables e indicadores

Cultura ciudadana Lo urbano desde lo político administrativo
Sentido de pertenencia cívica
Identidad cultural ciudadana
Identidad cívica ciudadana
Espacios de confluencia ciudadana
Integración social
Participación social
Participación económica
Lo político
Reivindicación política
Lo administrativo:
Gobierno, territorio y población

Tabla 2. Núcleos problemáticos y líneas de acción estratégicas

Insuficientes espacios de integración social. Construcción y/o fortalecimiento de espacios de integración social.
Débiles procesos de identidad y pertenencia a la ciudad. Diseño y promoción de una política de recuperación de la ciudad utilizando referentes culturales, políticos y sociales con significado.
Inexistencia de una visión de ciudad construida y compartida por todos. Diseño de estrategias que estimulen la participación ciudadana alrededor de definición, construcción y defensa de la ciudad.
Débiles procesos de participación sociopolítica. Impulso a procesos de participación sociopolítica que impacten en el desarrollo de la ciudad.
Baja capacidad de gestión de las comunidades ante organismos gubernamentales y ONG’s. Desarrollo de la capacidad de gestión de las comunidades a través de la apropiación de espacios y mecanismos de participación ciudadana.

La conjunción de los aspectos críticos y potenciales daban la visión de conjunto que permitiría pensar en la construcción de procesos colectivos de carácter educativo en su dimensión ética, cívica y democrática, tarea que en el momento avanza a partir de la inclusión en el Plan de Desarrollo Cartagena de Indias 1998-2000 de acciones estratégicas formuladas por la línea Ciudadanía e Integración Social5; por la incorporación de la problemática de la convivencia ciudadana en proyectos de organización y participación comunitaria y ciudadana que adelanta el programa de Trabajo Social de la Universidad de Cartagena; en los pasos iniciales que se dan para la constitución de un equipo interdisciplinario e interinstitucional que trabajará un proyecto sobre ética ciudadana para Cartagena y en la futura realización de foros abiertos a la ciudadanía que organizará la facultad de Ciencias Sociales y Educación para entregar la información y abrir el debate sobre aspectos relievantes para el trabajo de construcción de ciudadanía.

Nosotros también opinamos

El reto es construir una Cartagena de Indias donde se articule el desarrollo social con el desarrollo físico para garantizar la convivencia de los habitantes con dignidad e igualdad de oportunidades. Esta frase hizo parte de la invitación a la socialización de los resultados del diagnóstico de la línea y de la propuesta de líneas de acción estratégicas; fue un encuentro al que asistieron ediles de las JAL, miembros de las JAC, actores de la sociedad civil, funcionarios del gobierno distrital y ciudadanos interesados en el tema. De esta participación surgieron reflexiones y propuestas interesantes y válidas para el trabajo de construcción de ciudadanía en Cartagena. Es pertinente anotar en este espacio algunas de esas reflexiones y propuestas para que se conozca la opinión de diversos actores sociales acerca de lo que debe ser un trabajo de construcción de ciudadanía.

Pensando en una educación ciudadana para Cartagena

Cartagena por su proceso de conformación socioespacial, por su permanente recepción de población con visiones y expectativas de vida diferentes, por sus débiles procesos de incorporación e integración a ella, por su histórico carácter excluyente, no ha podido consolidarse como una ciudad con una cultura ciudadana que le permita a sus habitantes acuerdos de convivencia y participación en la construcción de fines, metas y propósitos comunes. Por ello, el propósito fundamental del diagnóstico sobre el estado de la ciudadanía y la integración social en la ciudad era precisamente proponer líneas de acción estratégicas que dieran respuesta a las situaciones críticas encontradas, a través de proyectos que en la ciudad se estén ejecutando o que sean realizables; es claro además, que es necesario formular una estrategia de educación ciudadana que reúna en esta perspectiva la visión de todos esos proyectos. Esta estrategia se basaría en: 1) La recuperación de la tradición en la ciudad como base para la generación de sentido de pertenencia en su doble dimensión, identidad cultural e identidad cívica. 2) El fortalecimiento de prácticas socioculturales válidas, la generación de nuevas prácticas participativas, el debilitamiento de los procesos de exclusión con el fin de apoyar el desarrollo de una integración social entre los miembros de la sociedad cartagenera. 3) La construcción de una ética ciudadana que trabaje sobre la base de la reconstrucción de un saber práctico, cotidiano e intuitivo que tienen los habitantes de la ciudad (Hoyos, 1996. p. 288). 4) La construcción de una imagen de ciudad que avance a la modernidad.

Tabla 3. El trabajo de ciudadanía según actores sociales cartageneros

Reflexiones Propuestas
El ciudadano cartagenero debe ser consciente de sus derechos y deberes con el desarrollo de la ciudad. Desarrollar campañas de participación ciudadana que sensibilicen y hagan conscientes a los actores de la ciudad de los compromisos con el desarrollo y la cultura ciudadana.
Se debe trabajar en la ciudad una visión orientada a la colectividad y la integración. Implementar proyectos de educación informal como estrategia de sensibilización ciudadana.
La formación ciudadana debe orientarse hacia la construcción de principios y valores éticos que permitan movilizar a la ciudadanía cartagenera hacia formas más participativas. Diseño de un plan de contingencia donde se trabaje la ética ciudadana.
Definir verdaderos procesos de consenso y debate ciudadano. Ampliar los espacios de discusión y debate ciudadano. Incorporar a los medios de comunicación masivos en la construcción de cultura ciudadana.

Citas

1 El Plan Estratégico Cartagena siglo XXI luego de cumplir con la etapa de diagnóstico y elaboración de líneas de acción estratégica es acogido por la Alcaldía del Distrito que crea la gerencia del Plan Cartagena de Indias donde continuará con su función de plan de ciudad en la etapa de definición, selección y priorización de proyectos y acciones en concertación con OG, ONG´s y la sociedad civil.

2 La Cámara de Comercio de Cartagena gestionó recursos ante la Consejería de la Presidencia de la República y el Corpes Costa Atlántica para financiar la coordinación técnica del plan y los estudios técnicos de actualización de diagnósticos. La Cámara ejerció la coordinación administrativa del Plan.

3 Para la ejecución del diagnóstico de la lí- nea, la Facultad organizó un equipo integrado por tres docentes y dos estudiantes de año social, con el apoyo de estudiantes del programa de Trabajo Social, V Semestre de 1997.

4 La autora del artículo hace uso de información contenida en el Diagnóstico de la línea: variables e indicadores, objetivos generales, debilidades y fortalezas, núcleos problemáticos y líneas de acción estratégicas.

5 Concertación adelantada por el Gerente del Plan Cartagena de Indias, Juan Correa R.


Bibliografía

  1. ALCALDÍA MAYOR DE CARTAGENA DE INDIAS. Plan de Desarrollo Cartagena de Indias 1998-2000. Cartagena, 1998.
  2. CÁMARA DE COMERCIO DE CARTAGENA. Plan Estratégico Cartagena siglo XXI. Cartagena, 1997.
  3. ________, Plan Estratégico Cartagena siglo XXI. Diagnóstico Línea Ciudadanía e Integración Social. Cartagena, 1997.
  4. HOYOS, Guillermo. Ética para ciudadanos, en: Pensar la ciudad. Fabio Giraldo, Fernando Viviescas (compiladores). Bogotá, Tercer Mundo Editores, Cenac. Fedevivienda, 1996, p. 288.
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Rogelio Salmona en su contexto

Rogelio Salmona em contexto

Rogelio Salmona in context

Silvia Arango *


* Profesora Universidad Nacional.


Cuando uno se enfrenta a la obra de un gran arquitecto –y yo creo que Salmona es un gran arquitecto– es difícil evitar la tentación del panegírico. En estos finales del siglo XX, la crítica arquitectónica nos ha acostumbrado a la exaltación de personalidades y ha convertido a los arquitectos en “vedettes” que, a la manera de artistas de cine o de protagonistas de novelas de aventuras, logran el triunfo después de sufrir vicisitudes y anonimatos. Esta versión arquitecturológica de los cuentos de hadas enfatiza las virtudes del héroe individual: osadía, valentía, empecinamiento, imaginación y talento. Sin embargo, la arquitectura se presta mal a este tipo de interpretaciones. Si hay un arte que necesite una base social donde alimentarse, ésa es la arquitectura. No hay arquitecto, por genial que sea, que no esté impregnado de los avatares generales y específicos de su contorno y que no reaccione, instintiva o conscientemente, a la arquitectura que le es contemporánea.

Ahora bien, la manera de definir y asumir un contexto depende altamente de las condiciones biográficas y de las características de personalidad de cada arquitecto. Tengo, sin embargo, el convencimiento de que el factor que más influye en la obra arquitectónica es el ambiente inmediato, esto es, la serie de planteamientos, polémicas, obras construidas, influencias o adhesiones que forman el discurso de una comunidad arquitectónica. Para comprender a cabalidad una serie conectada de proyectos específicos a lo largo del tiempo, es indispensable entender los discursos vigentes del medio en que cada arquitecto se desenvuelve.

El caso de Rogelio Salmona no es una excepción. La dirección de su obra sólo adquiere sentido como síntesis vital, como una ecuación de experiencias, esto es, de aceptaciones y rechazos que en cada momento se imbrican. Entender a Salmona es entender a Salmona y sus circunstancias. En las páginas que siguen he intentado abordar los aspectos del contexto en que se desarrolla la vida de Salmona en lo pertinente a su creación arquitectónica. Abrigo la esperanza de que este ejercicio de reconstrucción del componente colectivo de su arquitectura pueda enriquecer la comprensión de una serie de proyectos por parte de lectores de procedencias distintas y distantes.

Rogelio Salmona, hijo de españoles, nació en París en 1929, pero viajó con su familia a Bogotá antes de cumplir 3 años. Su vida entera ha transcurrido en Colombia, país donde obtuvo su ciudadanía y al cual pertenece. Su niñez transcurrió en el barrio de Teusaquillo, uno de esos barrios de “estilo inglés” que se construyeron en la capital colombiana en los años treinta y cuarenta. De esta primera infancia le quedarán dos huellas imborrables. En primer lugar, el aprecio por la vida de barrio y las delicadas relaciones de vecindario: en una ciudad que no llegaba al medio millón de habitantes, en los barrios residenciales, los niños formaban grupos para jugar en la calle o en las distintas casas, todos conocían y apreciaban el tendero local y el parque era un lugar de reunión o de encuentro cotidiano. En segundo lugar, haber vivido y recorrido cada rincón de estas casas construidas en ladrillo, con minuciosos terminados en piedra y madera, con recovecos imprevisibles y sorpresivos, le harán comprender la importancia del trabajo artesanal y el cariño y cuidado que se requiere en los detalles para lograr ámbitos existenciales significativos.

Tras estudiar los años básicos de primaria y bachillerato en el Liceo Francés, ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional. En esos momentos, a finales de los años cuarenta, la Facultad vivía la euforia racionalista, transmitida fundamentalmente por dos arquitectos: el alemán Leopoldo Rother y el italiano Bruno Violi. Ambos eran no sólo profesores sino diseñadores de muchos de los edificios racionalistas de la Universidad misma, es decir, gestores del paisaje arquitectónico en que se desarrollaba la vida estudiantil. Novedosa, actualizada y representativa del progreso y del futuro, la ideología y la estética funcionalistas aparecían como las más adecuadas para enfrentar el reto del crecimiento urbano y el desafío de poner la arquitectura colombiana “a la altura de los tiempos históricos”.

Cuando Le Corbusier llega a Bogotá en 1947, es recibido con irrestricto entusiasmo por una nueva generación que lo reconocía como su máximo profeta. Salmona tuvo suerte. En una comida en la casa de sus padres, el gran arquitecto francés le ofreció trabajar con él en su taller de la rue de Sevres. Antes de un año, en 1948, dejará los claustros bogotanos y viajará, lleno de expectativas, a la capital francesa.

En los siete años que trabajó como dibujante en la oficina de Le Corbusier en París, tuvo la posibilidad de integrarse a los proyectos de la última etapa del maestro francés: el bloque de Marsella, el Plan Piloto para Bogotá, Notre Dame du Haut y sobre todo, Chandigarh. Por el taller pasaron otros dibujantes, a veces fugazmente, que fueron sus colegas, como el mexicano Teodoro González, el indú Balkrihna Doshi y el griego Xenakis, que se convertirán luego en importantes arquitectos. Paralelamente a su trabajo, Salmona tomaba cursos de sociología del arte con Pierre Francastel. Entre sus amigos se encontraban varios pintores, escritores y arquitectos latinoamericanos auto-exiliados que escampaban en la gran ciudad. En resumen, podría decirse que la experiencia francesa constituyó el núcleo de la formación de Salmona: el oficio, aprendido al lado de Le Corbusier, el rigor conceptual y la cultura histórica aprendidos a Francastel y un sentimiento crítico y amplio de la cultura de su tiempo gracias a la lectura de los estructuralistas y al contacto con círculos intelectuales de la capital francesa.

En 1956 hizo un viaje que lo marcaría profundamente: el sur de España y, sobre todo, el norte de Africa donde deambuló por los desiertos por más de seis meses. Allí aprendió a mirar detenidamente y a sobrecogerse por los misterios del mundo. Antes de regresar, adquirió también una importante experiencia al trabajar en la obra de construcción del CNIT de Pier Luigi Nervi.

Rogelio Salmona regresa a Bogotá en diciembre de 1957. Ese año había terminado la dictadura militar y se había realizado un acto de gran importancia para la vida colombiana: el plebiscito, donde las mujeres votan por primera vez y se crea el Frente Nacional entre los dos partidos tradicionales para poner fin a un período de violencia que se había prolongado durante los años cincuenta. El clima político de concordia abría perspectivas democráticas en todos los campos, lo que repercutió claramente en la ampliación de la actividad cultural del país.

En el ambiente arquitectónico, el racionalismo funcionalista dominaba todas las instancias del poder arquitectónico: facultades, revistas y agremiaciones profesionales. En las ciudades colombianas empezaba a prevalecer una arquitectura de estilo internacional “por lo general de muy buena factura” construida por grandes firmas de arquitectos e ingenieros que dominaban ya las técnicas del concreto armado. Edificios de oficinas, comerciales o fabriles, se enfrentaban con la misma vocación de abstracción y universalidad con que se abordaba la producción de vivienda popular en serie.

Pero, también, a finales de los cincuenta se empezaban a manifestar las primeras críticas al racionalismo por parte de un grupo de arquitectos jóvenes e inquietos, en ese momento marginales, que buscaban hacer una arquitectura más ligada al medio geográfico, más consciente de los materiales y sistemas constructivos locales y más ambiciosos estéticamente. Sin constituir plenamente un grupo muy cohesionado, sus distintos integrantes consideraban que la arquitectura internacional del concreto y la repetición seriada no era adecuada para un medio de la exuberancia del nuestro ni para las condiciones técnicas y sociales colombianas. Salmona se identifica rápidamente con ellos. No es sorprendente que enseñe un taller de diseño junto a Fernando Martínez Sanabria en la Universidad Nacional o que diseñe con Guillermo Bermúdez el proyecto del Conjunto del Polo Club en Bogotá. Martínez y Bermúdez eran los dos arquitectos más ambiciosos y talentosos que tenía Colombia en ese momento, como lo demostrarían sus obras y su influencia en los siguientes años.

Este grupo, que sentía gran predilección por las posibilidades estéticas y constructivas del ladrillo y que buscaba hacer una arquitectura del lugar, se sintió conceptualmente atraído por el llamado “organicismo” que Zevi defendía en sus escritos como una alternativa al abstraccionismo funcionalista. Era natural que estos jóvenes arquitectos colombianos admiraran y estudiaran la obra de Wright, Sharoun o Aalto, pero la atracción por estos maestros no los llevó a un seguimiento literal. En los años sesenta desarrollaron métodos de diseño muy peculiares y creativos, donde se aplicó a la arquitectura la visión topológica del espacio de Piaget.

Los métodos de diseño racionalistas, que parten de abstracciones (funciones, programa de áreas, organigramas lógicos) se prestaban mal para las intenciones de hacer una arquitectura-arte ligada a las condiciones de cada sitio. De modo alternativo, este grupo reemplaza las “funciones” por “usos”. entendiendo por ello las maneras concretas de usar el espacio. Por ejemplo, en una escuela, en vez de tomar el dato escueto “salón de clase”. se reconstruye mentalmente la situación que allí se produce (conversaciones entre estudiantes, conferencia del profesor, actitudes prevenidas al comenzar o terminar el acto formal de la clase…), así como las sensaciones corporales que acompañan los distintos desplazamientos. De esta manera, la forma- función se convierte en “topos” o lugares. Dentro de esta estrategia de diseño se desarrollaron varios ejercicios geométricos que permitieron la creación de lugares y su relación con el contorno físico, tales como el diseño con ejes visuales que se fugan del interior al exterior, las circulaciones zigzagueantes y la elaboración explícita del espacio exterior que circunda los edificios. Todo ello desembocará en una arquitectura de formas irregulares de gran fuerza expresiva. Uno de estos métodos generadores de forma fue particularmente adecuado y utilizado con frecuencia: se trata del “abanico lanimétrico” que consiste en fijar un núcleo desde el cual se centrifugan líneas y planos que se abren en forma de abanico.

De este grupo, es Salmona quien desarrolla sistemáticamente estos ejercicios formales con un mayor grado de rigor y quien los lleva hasta sus últimas consecuencias. Con terca insistencia y exactitud matemática, sus proyectos de los años sesenta exploran todas las alternativas de esta propuesta arquitectónica: las curvas abiertas en el Colegio de la Universidad Libre, las líneas rectas centrifugadas en el Conjunto de Vivienda en San Cristóbal, los círculos concéntricos en el Automóvil Club o la espiral en las Torres del Parque. Ensaya también distintas alternativas de organización del espacio abierto: patio semi-confinado (Casa Amaral), patio confinado (casa Alba), lí- neas paralelas desplazadas (Cavipetrol), espacios longitudinales en ángulo (conjunto en San Cristóbal). En fin, no se puede hacer aquí un seguimiento pormenorizado de los proyectos de Salmona en estos años; sólo deseo señalar cómo, a partir de una voluntad de claridad conceptual, de sensibilidad por el lugar y con disciplina de científico, ensaya formas compositivas que servirán de basamento a toda su arquitectura posterior.

Aunque la arquitectura de este grupo contestatario era ya reconocida en los círculos restringidos de especialistas, no lo era socialmente y las cosas no resultaban fáciles para ellos. Salmona, por ejemplo, no podía ejercer cabalmente su profesión sin un título académico que lo acreditara como arquitecto en Colombia. Consciente de la calidad de los proyectos que empezaba a ejecutar, la Universidad de los Andes le facilita los requisitos académicos y con un proyecto tesis (la Cooperativa de Vivienda) se gradúa en 1962. Aún graduado, tiene poco trabajo “uno, máximo dos proyectos al año”; su labor se restringe a diseñar casas particulares o eventuales edificios de apartamentos comandados por amigos intelectuales o a la lotería de ganarse algún concurso público. Los proyectos institucionales se otorgaban, por lo general, a grandes firmas diseñadoras y constructoras de vertiente racionalista. Este contexto explica por qué el diseño de las Torres del Parque significó un gran reto para Salmona: era la posibilidad de romper las restricciones impuestas a la corriente arquitectónica con que él se identificaba. Fue un desafío que supo aprovechar y que va a constituir un hito fundamental en su carrera.

Las Torres del Parque era un proyecto de vivienda de ingresos medios de grandes dimensiones, en un lugar muy visible de la ciudad y con determinantes contextuales muy fuertes, como la Plaza de Toros y el Parque de la Independencia. Los cometidos estéticos de la arquitectura del lugar no habían sido probados hasta entonces sino en edificios de mucha menor escala. El diseño de las tres torres le llevaría más de cuatro años de trabajo continuo, de ensayos y auto-críticas, de cientos de dibujos y replanteamientos. La forma natural como los edificios se integran al lugar, el juego geométrico de sus espirales ascendentes que envuelven visualmente la cadena de montañas, la rugosidad de las fachadas de ladrillo que matizan la luz bogotana, la relación con el parque inmediato y la variedad de los apartamentos, no son resultado espontáneo de un golpe de ingenio sino el fruto de un trabajo largo y concienzudo. En las Torres del Parque se resumen las búsquedas de más de diez años de un grupo pionero de arquitectos colombianos. Sin embargo, el proyecto fue criticado públicamente en fuertes términos, por distintas personas y a no ser por la continua defensa que de él hiciera Samuel Vieco desde las oficinas del Banco Central Hipotecario, que lo financiaba, es probable que no hubiera podido construirse. Pero las Torres y lo que ellas representaban, empezarían a imponerse, lentamente, en círculos sociales cada vez más amplios durante los años siguientes.

En la década del setenta, la producción arquitectónica colombiana se va a ver fuertemente condicionada por una serie de cambios globales en las políticas financieras alrededor de la industria de la construcción, que se adopta como estrategia líder en un plan de creación de empleo. Estos cambios en la política económica global producirán un efecto de concentración de capitales y la consiguiente aparición de una arquitectura comercial de poca calidad pero muy numerosa. Salmona hubiera podido insertarse en este mercado ampliado, pero sabía que la arquitectura del lugar no podía hacerse en serie ni convertirse en negocio sin traicionar sus principios. Con entereza ética prefiere seguir con una oficina pequeña donde pueda controlar la elaboración de cada proyecto. Para no seguir siendo siempre un arquitecto marginal, comprende, a partir de las Torres del Parque, que su destino será el de buscar oportunidades para hacer una arquitectura demostrativa a través de proyectos ejemplares.

En los años setenta, los historicismos coloreados que llegaban en las revistas de arquitectura internacionales y que empezaban a ejercer su poder de seducción en Colombia, le producen gran desconfianza. Refractario a la arquitectura “posmoderna” y cada vez más alejado de los maestros organicistas que le atraían diez años atrás, Salmona prefiere consolidar un lenguaje arquitectónico personal. Su insistencia en atender únicamente a las determinaciones físicas y sociales locales y a las condiciones urbanas y constructivas de cada proyecto específico, lo llevan a formular el planteamiento de una arquitectura “de la realidad” que se contraponía a las propuestas historicistas de algunos de sus colegas internacionales que, como Venturi o Rossi, empezaban a tener gran influencia en nuestro medio. En una entrevista muy difundida que se publicó en 1981, Salmona precisaba:

“El edificio de la ATT” He ahí un caso típico de amaneramiento (…). El uso de frontones y arcos neoclásicos, por ejemplo, o de cualquier otro elemento de arquitecturas pasadas, vaciados de sus contenidos, es inauténtico y falso. (…) El rechazo al Movimiento Moderno, manifiesto desde hace varios años en los países industrializados y ricos, es muy diferente al que se ha producido en Colombia durante el mismo período. Como yo lo creo, es el producto de una toma de conciencia de lo real y lo concreto y más un problema de fondo que un problema de estilo; inclusive yo llamé esa arquitectura, tratando de definirla, ‘arquitectura de realidad’”

En una búsqueda cada vez más solitaria, Salmona consolida aspectos de su obra anterior y los refuerza con otros nuevos que marchan en la misma dirección: indagación sistemática por la luz natural sobre las superficies, juegos volumétricos donde predominan las masas cerradas, nuevas relaciones entre espacios abiertos y paisaje natural y una preocupación creciente por el espacio público urbano y las formas de captación no visuales de la arquitectura. Estos temas remiten al propósito general de enfatizar lo sensorial como interpretación de un tejido que se va volviendo más complejo en la medida en que incluye distintas distancias espaciales (contextos inmediatos, intermedios y lejanos) y temporales (contextos pasados, presentes y futuros). Y son temas que se expresan claramente en dos de sus proyectos más interesantes de esta década: el edificio Alto de los Pinos (1976-1982) y la casa en Tabio (1978-1979).

Sin embargo, su postura localista, constituida más de rechazos que de adhesiones y más sentimental que conceptual en ese momento, no parecía tener posibilidades de evolución más allá de un paulatino enriquecimiento de detalles arquitectónicos. Mirados hoy con perspectiva, sus proyectos de los años setenta, si bien evidencian un refinamiento en el oficio, también revelan las limitaciones de una arquitectura del lugar definida en términos muy locales. Por ello, para Salmona va a ser definitivo el acercamiento a posiciones similares en otras partes de América Latina. Las Torres del Parque llamaron la atención de algunos críticos latinoamericanos como Damián Bayón y Marina Waisman, que hacen las primeras publicaciones de su obra y le empiezan a dar difusión continental.

Desde finales de los años setenta e intensificándose en los ochenta, Salmona visita diversos países de América: México, Guatemala, Perú, Argentina o Brasil le descubren un rico universo arquitectónico del presente y del pasado. Sus amigos recordamos cómo de cada viaje volvía cargado de diapositivas de un convento colonial, de una iglesia barroca, de una casa de Barragán o de una ciudad precolombina que lo habían emocionado; pero sobre todo, regresaba lleno de entusiasmo por las conversaciones que había tenido con algunos arquitectos con quienes había descubierto que sus inquietudes eran compartidas. Salmona hizo amistad con Ramón Gutiérrez, Marina Waisman, Eladio Dieste, Juvenal Baracco, Ernesto Alva, Enrique Browne, Pedro Belaúnde, Mariano Arana, Ruth Verde Zein y algunos otros … y descubrió que con ellos había no sólo una identificación conceptual sino afectiva. En 1980 promueve, con otros colegas colombianos, un primer encuentro de arquitectura latinoamericana que se realizó en Cali.

En 1982 la arquitecta Lala Méndez, editora de la revista argentina Summa, hace un viaje por diversos países latinoamericanos para estrechar estos lazos incipientes (como lo habían hecho también Ramón Gutiérrez y Enrique Browne). A su regreso a Buenos Aires organiza el Primer Seminario de Arquitectura Latinoamericana (el SAL I) que se realiza en 1983 y luego el SAL II al año siguiente, a los cuales asiste Salmona. Allí se decide que el tercer SAL se realizaría en Colombia. A pesar de las dificultades económicas que fue necesario superar, Salmona participa entusiastamente en la organización de este seminario que se efectúa en Manizales en 1987. Con regularidad bianual, se reunieron los siguientes SAL en Tlaxcala (México), Santiago de Chile, Caracas (Venezuela), hasta el último, en Sao Paulo (Brasil) en 1995. El será, en todos ellos, un participante activo y natural.

Los sucesivos SAL fueron la punta del iceberg de una serie de reuniones, encuentros de revistas, bienales y publicaciones que cumplieron la función crucial de mejorar el intercambio de información y enriquecer enormemente el debate arquitectónico entre los países latinoamericanos. Como balance, se pueden destacar tres grandes temas que resultaron de estos encuentros. En primer lugar, la intensificación de los estudios históricos y la creación de instrumentos historiográficos adecuados a las peculiaridades de estas naciones. En segundo lugar, un debate acerca de la modernidad latinoamericana (planteada por Cristian Fernández Cox como una “modernidad apropiada”): las características urbanas y arquitectónicas del Movimiento Moderno y su crisis en nuestros países. En tercer lugar, se realizaron análisis críticos de la producción arquitectónica reciente del continente y de sus principales gestores, dentro del espíritu de que una reflexión teórica debe acompañar los procesos de diseño.

La conformación y consolidación de este grupo de diseñadores, críticos e historiadores latinoamericanos, va a tener repercusiones muy importantes en la arquitectura de Salmona. El localismo anterior cede el paso a una visión más amplia y sus propósitos se orientan hacia la construcción de un proyecto cultural colectivo. El contexto de referencia ya no estará definido únicamente por las determinaciones del lugar específico, ni por las características físicas y sociales puramente colombianas. La arquitectura latinoamericana del presente y del pasado gravitarán claramente en los proyectos que él desarrolla en la década del ochenta y buena parte del noventa.

Uno de los primeros proyectos, diseñado a comienzos de los años ochenta, donde se empieza a incorporar este ámbito latinoamericano es la Casa de Huéspedes en Cartagena. Esta ciudad posee un gran valor arquitectónico e histórico no sólo por su arquitectura militar de los siglos XVII y XVIII sino por la arquitectura ecléctica de comienzos del siglo XX y también por su trazado urbano que, más allá de las pautas coloniales, responde al clima tórrido suavizado por la brisa del mar, que la asemeja a otras ciudades del Caribe. Cartagena constituía un contexto complejo que obligaba a múltiples referencias simultáneas. Allí Salmona incluye, en un esfuerzo sintético y metafórico, todas las alusiones que le permiten reconstruir una sensación espacial americana. La Casa de Huéspedes recuerda la ciudad amurallada, las callejuelas sombreadas y el carácter sensual del caribeño pero, a la vez, la relación visual de patios por los vértices y el ascenso a las terrazas evocan las ciudades precolombinas. Con una apelación al cuerpo, recorrer la casa significa una sucesión de experiencias sensoriales. A través de todos los sentidos se capta la diferencia entre la luz y el sol de los patios y la penumbra fresca de los interiores; se puede oír y tocar el agua de las fuentes o de los canales que salen de los patios y bordean los corredores; se huele la fragancia de los árboles, arbustos y flores de los patios y jardines, y se siente el rumor sordo del viento mezclado con el ruido del mar.

Diez años después de las Torres del Parque, la Casa de Huéspedes, es el segundo gran hito de la obra de Salmona e iniciará toda una nueva etapa en su arquitectura. Con esta obra ganará el Premio Nacional de Arquitectura de la X Bienal en 1985. Junto a la proliferación de publicaciones y la difusión internacional de su obra, vinieron encargos mayores, de tipo institucional, aunque continúa haciendo casas individuales, que le han servido siempre de campo de indagación.

En los proyectos de los años ochenta, no abandona ciertos elementos centrales de su obra anterior, como la conciencia del lugar y la captación espacial por la vía de los sentidos, pero les da una inflexión muy enriquecedora; al ampliar su marco de referencia espacial y temporal, historiza su arquitectura. La constatación de que la concreción o no-abstracción es de carácter multiforme e implica una visión temporal –histórica– lo lleva a buscar la sistematización de la captación sensorial. Esta historización remite a concepciones espaciales complejas y colectivas que tienen que ver con la “memoria perceptiva” de los pueblos y en últimas con un modo cultural de articulación espacial de una forma de existencia. Si bien esta tradición perceptiva se extrae de ejemplos históricos, se traduce en una arquitectura contemporánea por la vivificación de sensaciones espaciales específicas. Para aclarar este tema baste un ejemplo: tanto en la arquitectura pre-colombina como colonial latinoamericana, y en varios proyectos de Salmona, se presenta una contraposición entre disposiciones geométricas sencillas y recorridos laberínticos, que se resuelve en una visión desde lo alto –terraza o mirador–, donde se reconstruye la lógica arquitectónica.

La indagación sistemática de estos temas se hace presente en el entrelazamiento en diagonal de patios dispuestos ortogonalmente que se ven desde puentes y terrazas del Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán (que lamentablemente ha sufrido grandes cambios no controlados por el arquitecto, durante su proceso de construcción); en la sucesión lineal de patios conectados por las esquinas con ascenso continuo del terreno, del Centro Cultural Quimbaya. (Premio Nacional de Arquitectura de la XI Bienal en 1987); o en las plazoletas, rampas y terrazas de la sede para la Fes en Cali, hecho en colaboración con los arquitectos Pedro Mejía, Jaime Vélez y Raúl Ortiz (Premio Nacional de Arquitectura de la XII Bienal en 1989).

Por otro lado, desde finales de la década del ochenta, Salmona ha comenzado una interesante experimentación sobre distintos materiales y procesos constructivos, que ha aplicado en sus obras. Aprovechando las condiciones semiartesanales que todavía persisten en Colombia para la elaboración de elementos de arcilla, ha diseñado formas nuevas de ladrillos (que permiten hacer dinteles, marcos de puertas y ventanas, etc), ha ensayado nuevas trabas, calados y texturas, y ha trabajado con pigmentos naturales para lograr tonalidades suaves en el color de las texturas de los muros. En las obras más recientes ha incursionado también en la experimentación de terminados de hormigón ocre.

A medida que avanzaban los años noventa se fue haciendo evidente que las políticas “aperturistas” de la economía tenían un correlato peligroso para la ciudad: el “laissez-faire” se convirtió pronto en la manipulación por parte de inversionistas que sólo ven en la ciudad una ocasión de grandes ganancias. La vocación humanista de Salmona no podía dejar de reaccionar frente a la comercialización y banalización creciente de la arquitectura, lo que le ha llevado a tomar una posición cada vez más militante en defensa de los espacios colectivos de Bogotá y a emprender proyectos y propuestas en la misma dirección de mejora de la calidad de vida urbana, como el de la Avenida Jiménez de Quesada.

Por otra parte, el panorama arquitectónico internacional y latinoamericano es cada vez más caótico. Bajo la excusa del “todo vale” proliferan diversos tipos de alternativas simultáneas que parecieran tener la misma validez. En medio de la confusión, Salmona, siguiendo su “principio de realidad”. y acumulando las experiencias de su propia obra, ha realizado una serie de proyectos experimentales de enorme interés. A diez años de la Casa de Huéspedes, en el filo de 1990, diseña el Archivo General de la Nación, como un tercer hito de referencia de su obra, que busca dar cuenta de las condiciones paradójicas pero preñadas de posibilidades de la situación cultural latinoamericana de este fin de siglo.

La geometría del Archivo Nacional es muy sencilla: un cubo horadado por un espacio circular. El vigor de estos volúmenes elementales se refuerza por la regularidad y simetría de las ventanas cuadradas. Pero empezamos a sospechar que lo evidente no es lo verdadero cuando se inicia el recorrido por las entrañas del edificio, y se asiste al desasosegante y paulatino desmoronamiento de las certezas. El espacio central (por decirlo de alguna manera porque la palabra patio no le calza muy bien) que sabemos redondo, si bien omnipresente, es elusivo. A veces se oculta y a veces lo vemos cuando una ventana “o más bien cuando una ventana que mira a otra ventana” tenga a bien mostrarlo, o cuando se aparece al atravesar un puente, o cuando lo vemos, sorpresivamente elíptico, desde la terraza. La captación efectiva del espacio interior altera y disloca la geometría racional. El edificio vitalmente experimentado ha puesto en duda, irremediablemente, esa otra realidad palmaria y concreta de la forma pura, tornándola en una presencia huidiza.

En varias casas de campo en la Sabana de Bogotá, diseñadas recientemente, Salmona continúa su sistema compositivo con patios unidos por las aristas, pero con una importante variación. Uno de los patios está rotado, en una aparentemente arbitraria dislocación del orden. El ángulo de giro evita la perspectiva centrada, que se fuga al horizonte, e introduce una visión en escorzo, acotada. Por otra parte, las casas están trabajadas simultáneamente al terreno y se van enterrando e imbricando con la tierra. Estas casas sembradas, enraizadas, unidas al agua que surge en algún patio y luego se sume en el suelo, poseen una dimensión alegórica del ciclo vital.

Su último proyecto de grandes dimensiones, el edificio de Postgrados del área de Humanidades de la Universidad Nacional, aún en construcción, es una síntesis de las constantes que lo obsesionan desde tiempo atrás y de las nuevas búsquedas que se incorporan. A juzgar por lo que ya puede verse, este edificio está destinado a convertirse en otro hito dentro de su recorrido arquitectónico.

Uno se pregunta cómo ha hecho Salmona para mantener, por tantos años, una calidad sostenida a pesar de tantos cambios. No cuenta poco su implacable autocrítica y su espíritu curioso, siempre alerta y permeable. Pero también pesa su procedimiento de diseño, que acumula eso tan difuso pero tan definitivo en arquitectura, que es la experiencia.

Que la visión óptima en escorzo se logra con ángulos de 20 grados, lo sabía Salmona desde los años sesenta; el ordenamiento en diagonal, con cambios de nivel, lo descubrió en las ciudades pre-colombinas; la sensación de pasar sobre o bajo un puente la ha vivido en Cartagena; la diferencia de proporciones de los patios, la sabe de no sé dónde. No se trata de una adición de citas, sino de poner al servicio de la arquitectura una rica cultura arquitectónica atesorada a lo largo de una vida. La composición no es, pues, un punto de partida sino un punto de llegada, una sistematización de experiencias que se han rescatado de la intuición para convertirlas en herramientas útiles. Si por un lado, en el proceso proyectual, se somete a una estructura geométrica abstracta, la concreción de los espacios está comandada por la experiencia como saber arquitectónico. Esta identificación de experiencia y conocimiento se hace presente (en su doble acepción de regalo y aparición) a través de actos rituales; entre ellos, el más evidente es el de la entrada, siempre desplegada a lo largo de una secuencia, de una auténtica procesión donde cada movimiento del cuerpo deja de ser mecánico. Sonidos, olores, cambios de nivel, texturas, colores, obligan a alertar la conciencia y establecen una lógica de las cualidades sensibles. La experiencia se transmite así directamente, sin mediaciones, a través de la materialidad del espacio.

La arquitectura reciente de Salmona se refiere de manera privilegiada a los límites, tomados en sí mismos. Los protagonistas son cada vez más los puentes y los recorridos, los paisajes acotados al marco de una ventana, los patios hundidos, las visuales cerradas y las semi-transparencias de las celosías… En este mundo real, retrotraído a la finitud, se conjura la incertidumbre.

El lugar se ha convertido en la conciencia de los límites con que contemplamos el mundo, para convertirlo en nuestro mundo.


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