Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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María Cristina Laverde Toscano**
* Este trabajo hace parte de un libro que sobre la vida y la obra de Esmeralda Arboleda prepara actualmente la autora. Para su elaboración se realizaron entrevistas de muchas horas con la doctora Arboleda entre 1992 y 1993. Así mismo, entrevistas con su familia y amigos; también con políticos de sus épocas.
** Socióloga, Directora del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central.
¿Cuál ha sido la historia de las luchas de las mujeres en Colombia? ¿Existen hitos fundamentales en su devenir? ¿Cómo y por qué llega el feminismo a la academia y, desde la teoría y la crítica, cuáles son las implicaciones de este tránsito? Pienso que el desarrollo de este proceso está por escribirse y que con rigor debemos acometerlo; no sólo por los compromisos de género involucrados –que son importantes, en mayor medida cuando en la historiografía oficial es rotunda la invisibilidad de media humanidad–, sino por el significado de sus aportes al avance científico de los estudios de género, dueños de reciente estatuto académico.
Asumiendo el feminismo desde la perspectiva de la historia de la organización de las mujeres, entre fines de la década del treinta y comienzos de la del cuarenta hay un momento crucial que, en vía de ejemplo, todavía no hemos analizado en sus honduras: la irrupción de mujeres realmente transgresoras en sus discursos, en sus prácticas y en ámbitos diferentes de la esfera pública colombiana. Entre ellas y como las más destacadas encontramos desde la plástica, a Débora Arango; Laura Victoria desde la literatura y Ofelia Uribe de Acosta desde la política. ¿Cuáles fueron las contribuciones de sus logros al proceso señalado? Aún no lo hemos analizado con la sistematicidad requerida. Por aquí rondan los argumentos para haber emprendido el estudio sobre la vida y obra de Esmeralda Arboleda…
Hace cerca de cincuenta años una joven abogada palmireña, la primera graduada en el Valle del Cauca, asumía como propias las banderas de las mujeres colombianas. «El estudio del derecho hizo germinar en mí una semilla feminista con la cual nací y creo que como herencia legítima de mamá. Era el drama de tener que estudiar las leyes de una nación que con total desvergüenza legitimaban la discriminación y la supuesta inferioridad femenina »1, nos señala la joven de entonces. Pero, en aquella época, ¿cuáles eran las justas de las mujeres? ¿En qué se empeñaban algunas valiosas voceras de más de la mitad de la población del país? –una población caracterizada, es obvio, por la concurrencia de múltiples diversidades: en lo cultural, en lo social, en lo económico y en lo político–.
Intentando una mirada panorámica que permita comprender los objetivos y la dimensión de las propuestas que en favor de la mujer circulan desde los albores de la década del cincuenta, necesariamente debemos remontarnos a la Ley 28 de 1932 como una de las normas que más ha contribuido a equiparar jurídicamente a los dos géneros en el campo de los derechos civiles. Un proyecto de ley que si bien fue presentado por iniciativa gubernamental en la administración de Olaya Herrera, contó con la presión y el respaldo beligerante de muchas mujeres lideradas, entre otras, por Ofelia Uribe de Acosta y Lucila Rubio de Laverde. Antes de la aprobación de esta ley, la situación de las casadas era de total sometimiento al marido, no sólo en cuanto a su persona se refería sino en cuanto a su patrimonio. A partir de esta norma, la mujer casada adquirió la capacidad legal para administrar y disponer libremente de sus propios bienes y también para intervenir en el manejo de los haberes de la sociedad conyugal; rompió el concepto medieval consagrado en nuestros códigos según el cual la potestad marital comprendía un conjunto de derechos absolutos del esposo sobre la cónyuge.
No obstante, permanecían incólumes muchas otras discriminaciones: las causales de divorcio, más rigurosas para la mujer; la rebaja de penas hasta el perdón judicial para el marido que matase o hiriese a la esposa legítima sorprendida en adulterio o culpable de él; la potestad marital o el conjunto de derechos del marido sobre la persona de la mujer; la patria potestad que sólo por la muerte del padre podía ser ejercida por la madre, «mientras guarde buenas costumbres y no pase a otras nupcias»; una patria potestad que respecto al hijo «natural» correspondía a la madre aparentando un derecho cuando en verdad buscaba la exoneración de las responsabilidades paternas…
La reforma constitucional de 1936, a pesar de conservar la ciudadanía como privilegio de los varones, en su artículo 8º determina que
La calidad de ciudadanos en ejercicio es condición previa indispensable para elegir y ser elegido y para desempeñar empleos públicos que llevan anexa autoridad o jurisdicción. Pero la mujer colombiana mayor de edad puede desempeñar empleos, aunque ellos lleven anexa autoridad o jurisdicción, en las mismas condiciones que para desempeñarlos exija la ley a los ciudadanos.
La reforma de 1945 amplió la ciudadanía a todos los colombianos mayores de veintiún años, sin discriminaciones por razón de sexo, pero la limitó para las mujeres en cuanto las privaba del derecho a elegir y a ser elegidas popularmente.
Eran conquistas fruto de luchas definidamente inscritas en «la primera ola del feminismo» –como lo señala Angela María Estrada en la sección Monográfica de esta misma edición–, orientadas a alcanzar los derechos políticos y civiles para las mujeres. Y será la perspectiva de las contiendas femeninas durante muchas décadas…
Corre el año de 1953 cuando, ante la cruenta violencia política y el enfrentamiento a muerte de los partidos tradicionales, y con el beneplácito de gran parte del país, se toma el poder el General Gustavo Rojas Pinilla.
Para muchas, entre las que me cuento, en principio significó una esperanza –indica Esmeralda Arboleda–. Frente a las monstruosidades de Laureano Gómez y de su sucesor, resultaba un alivio en tanto pensábamos que su misión sería pacificar el país, acabar con el derramamiento demencial de sangre, con las venganzas y los odios políticos. Además, siempre consideramos que su presencia sería breve y transitoria2.
El eslogan del gobierno del General Rojas rezaba, «Paz, justicia y libertad para todos los colombianos». Es aquí cuando Esmeralda Arboleda –para aquellos años de Uribe–, junto con Josefina Valencia de Hubach, considera que llegó el momento de trabajar con ahínco por el reconocimiento de la ciudadanía plena para las mujeres.
Si alcanzar la paz, la justicia y la libertad para todos los colombianos era el propósito de este gobierno, no es posible excluir de él a la mitad de sus ciudadanos. Por eso con Josefina redactamos un memorial en el cual argumentábamos la exigencia de este derecho elemental, ya concedido en la mayor parte de los países del hemisferio. Además, lo hacíamos con fogosidad. Mi vocación política había ya despertado y quizás se encontraba exacerbada por mi pertenencia al liberalismo y por todo el asedio y la persecución de que fuimos objeto desde finales de los años cuarenta. Créeme, éramos muy perseguidos. Era una guerra sin cuartel. Los abogados litigantes –que vivíamos de eso– nos vimos obligados a ceder los poderes otorgados por nuestros clientes a colegas conservadores porque no existía el menor riesgo de que jueces y juzgados fallaran a nuestro favor y no podíamos perjudicar a nuestros defendidos3.
Con el entusiasmo señalado se desplazan luego hacia los más disímiles rincones del país buscando la adhesión de sus congéneres. Hablando en barrios, salones, sindicatos, hoteles, dan a conocer el memorial escrito por ellas y logran millares de firmas femeninas –y algunas masculinas–, procedentes de diferentes estratos socioeconómicos. Con ellas presentan el mencionado memorial a la Comisión de Estudios Constitucionales – CEC– como proyecto sobre la plenitud de derechos políticos para la mujer. Esta Comisión era la encargada de asesorar a la Asamblea Nacional Constituyente –ANAC–, convocada por la administración Rojas como una continuidad de la de Gómez, aunque con unos pocos nuevos integrantes.
El proyecto suscita diversas y extremas reacciones en el seno de la CEC: desde la apatía y la burla, pasando por el recelo, hasta el compromiso tenue o definido de algunos comisionados. Son meses de intensa labor para estas dos mujeres quienes, liderando un grupo creciente de destacadas participantes, se dedican a promover los debates en torno a la propuesta. Todas colman los recintos del Congreso donde en largas jornadas se discute. En una de sus innumerables intervenciones ante la CEC, Esmeralda Arboleda plantea:
Me propongo hacer un análisis de las opiniones más generalizadas en relación con el sufragio femenino. Mi posición dista mucho de ser imparcial, porque soy fervorosa defensora de la consagración de la ciudadanía plena para la mujer colombiana; pero como considero que quienes se oponen a ella lo hacen de buena fe, se puede partir de sus propios argumentos para defender el voto femenino4.
Y así expone los puntos neurales de la polémica: la necesidad de introducir una fuerza nueva e incontaminada en la organización y marcha del país; el imperativo de que Colombia diera cumplimiento a las obligaciones contenidas en convenios internacionales encami entre los géneros; la gran injusticia involucrada en el desconocimiento o limitación del voto femenino por cuanto la mujer poseía las mismas responsabilidades civiles, penales y económicas del hombre ante el Estado.
Tampoco hay que olvidar que la etapa romántica en la que la mujer estaba colocada en planos casi irreales, como elemento social puramente decorativo, ha desaparecido. La realidad del mundo actual ha llevado a las mujeres a compartir responsabilidades con el hombre. Así, las vemos incorporadas a actividades que antes eran privativas de los varones como las del taller, la fábrica, el comercio, la oficina, la cátedra, el periodismo, las artes, la justicia … Si hemos compartido con lo masculino tantas responsabilidades, ¿por qué nos niegan los derechos? … –y ante una de las mayores preocupaciones de los señores comisionados, enfatizaba– Son labores asumidas sin haber sufrido por ello menoscabo en sus características esenciales de feminidad … Yo no sabía que para algunas personas la feminidad fuera accesorio o removible. Siempre he creído que es la esencia misma de la mujer y nunca había pensado que pudiese dejarse con la papeleta en una urna electoral5.
Frente a la propuesta de otorgar el voto restringido en vista del razonamiento peregrino de la ausencia de preparación de las mujeres, en otra intervención plantea: «El ilustre jurisconsulto Eleuterio Serna ha hecho una frase ingeniosa para justificar la fórmula del sufragio a cuentagotas: ´Las echamos al mar o las enseñamos a nadar´. Pues no hay constancia de que a los electores varones rasos, muchos de ellos analfabetas, se les hubiera sometido a esos cursos natatorios preliminares»6. Sin embargo, reconoce la impreparación política del sector femenino porque,
… No en vano se nos ha vedado ese campo durante siglos, hasta en las conversaciones familiares. Pero los tiempos han cambiado y las colombianas nos estamos preparando para ingresar decorosamente a la vida política del país. –Respecto a la inquietud reiterada por muchos comisionados sobre «¿quién moverá las cunas?, afirma– …las mujeres somos madres y jamás renunciaremos a ello; precisamente la grandeza de esa misión es la que nos lleva a exigir el derecho a participar en la organización, la defensa y el mejoramiento de la sociedad. Porque no queremos que los hijos que mecemos en esas cunas sean mañana exterminados por la barbarie política7.
Nadie se atreve ya a poner en juicio la relevancia de la propuesta. Pero las posiciones se polarizan entre quienes están de acuerdo con la ciudadanía integral y aquella restringida que la otorgaría progresivamente. Los debates se tornan intensos y la presencia de Esmeralda Arboleda, así como la de Josefina de Hubach, la de Bertha Hernández de Ospina y la de un amplio grupo de mujeres que incesante presiona, es definitiva. El comisionado Gilberto Alzate Avendaño llega a plantear que «… si la CEC no adoptaba la plenitud de la ciudadanía para la mujer, habría desaparecido la única iniciativa que hasta ahora justifica el montaje del aparato de la Asamblea Nacional Constituyente… –porque– Las enmiendas adjetivas se tramitan por los cauces comunes previstos en la Carta, que atribuye al parlamento el poder de reforma»8. Finalmente, el 11 de marzo de 1954 más de la mitad de los comisionados de la CEC está de acuerdo en recomendar a la ANAC el establecimiento de la paridad política de los sexos en la que se pensaba sería la nueva Constitución Política de Colombia
Desde 1953 una idea obsesiona a Esmeralda Arboleda: promover la creación de la Unión de Mujeres de Colombia9 con el propósito expreso de «… agrupar a todas las mujeres colombianas sin distingos religiosos, políticos o sociales, para unirnos en la lucha por el reconocimiento de los derechos de la mujer y de la infancia. Esto no es un partido ni una secta. Ni siquiera tiene domicilio fijo, porque éste se encontrará en cualquier lugar de Colombia en que las mujeres se unan para defender sus derechos »10. Con una campaña tesonera y con el apoyo de un grupo femenino, buscando sensibilizar y comprometer a las mujeres colombianas de las más diversas procedencias culturales, políticas y socioeconómicas, la propuesta adquiere vida en los primeros meses de 1954. Su programa de acción señala veintidós puntos entre los cuales es preciso destacar sus objetivos de lucha en favor de: la paz que colma un gran anhelo de las mujeres; la igualdad de derechos humanos y políticos para el hombre y la mujer; el derecho al sufragio femenino universal y secreto; el cumplimiento del principio «a igual trabajo igual salario»; la protección de empleadas y obreras contra el despido por maternidad o estado prenatal; la efectividad del derecho de la mujer a ocupar altos cargos del Estado; la realización de campañas educativas que extirpen el prejuicio de inferioridad de la mujer; la represión efectiva de la trata de blancas; la readaptación social de las mujeres delincuentes; una campaña nacional, coordinada y efectiva en favor de la infancia11. Esta Unión de Mujeres de Colombia logró organizar grupos en diferentes ciudades del país y será no sólo definitiva en el escenario de las lides por el derecho al sufragio, sino en el apoyo a campañas en favor de la mujer desarrolladas en las décadas posteriores.
La Asamblea Nacional Constituyente del Presidente Rojas prosigue su marcha integrada básicamente, como ya se dijo, por quienes la configuraban en el gobierno de Laureano Gómez: hombres conservadores. En su afán conciliatorio inicial, el General busca ampliarla invitando a otras personalidades del país entre las cuales se contaban algunos pocos liberales. Sólo participa una mujer: la copartidaria y amiga del General, Josefina Valencia de Hubach.
En este marco, entre los años 1953 y 1954 el protagonismo de la mujer adquiere vigor inusitado: se crean organizaciones femeninas deliberantes en diferentes lugares del país; los debates al interior de la CEC en torno al sufragio femenino, durante meses ocupan las primeras planas de la prensa nacional –liberal y conservadora–; radio, revistas, volantes, afiches callejeros, plantean el tema en calles y recintos y nadie de hecho se sustrae a él. Gustavo Rojas, quien fuera el primer destinatario del memorial con las miles de firmas que lo respaldaban exigiendo el derecho al sufragio universal para las mujeres, descubre así la presencia real de esa media humanidad y el potencial electoral que entraña. Son las razones para que públicamente se comprometa a incrementar la participación femenina en la ANAC, al menos en términos paritarios; esto es, si hay una mujer conservadora, debe haber una liberal.
Entre tanto, en torno a la Unión de Mujeres de Colombia, se consolidan diversas agrupaciones que, de una u otra manera, quieren hacer oír sus voces silenciadas desde siempre. Un común denominador de estas agrupaciones es el reconocimiento de Esmeralda Arboleda como vocera de sus intereses. Por ello grupos de mujeres profesionales, de amas de casa, de connotadas damas bogotanas, de trabajadoras y maestras de Antioquia y el Valle del Cauca, de la Costa y Santander, entre otros, a más de mujeres independientes, dirigen cartas al Presidente de la República pidiendo la inclusión de la doctora Arboleda entre los miembros de la ANAC12.
El General entonces, y quizás como una nueva estrategia, se dirige a la Dirección Liberal Nacional, solicitando el nombre de algunas candidatas. Esta Dirección, sin embargo, se resiste ya a la participación oficial de delegados liberales en la Asamblea. ¿El motivo? El gobierno empezaba a dejar ver sus intereses reales, sus ansias impúdicas de poder, sus afanes militaristas…
En el primer período de Rojas –indica Esmeralda– hubo como un espejismo; seguramente por las tribulaciones recientes del país y de los liberales en particular. En ciertas regiones incluso, se realizaron algunos intentos de pacificación que alentaron el apoyo hacia el General. Pero pronto sus apetencias de dictador afloran: se trataba de un militar y, gústenos o no, por vocación y formación, la actitud dictatorial está larvada en ellos. El era militar, godo y boyacense … Sin querer demeritar a nadie, estas tres variables se traducen en un profundo conservadurismo. De otra parte, comienzan los malos manejos económicos de algunos de sus familiares y las adulaciones y regalos al poder … De verdad, la gente le rinde pleitesía al poderoso hasta que logran corromperlo; peor aún cuando éste es vulnerable…13.
A pesar de lo señalado, la Dirección Liberal comprende que dar respuesta a la solicitud de Rojas en este caso podía tener implicaciones diferentes: la convocatoria aludía a la necesidad de la participación paritaria femenina en los debates referidos al sufragio universal de la mujer – la diputada conservadora era Josefina Valencia de Hubach; tal debate y sus resultados revestían una importancia histórica:
La Dirección Liberal Nacional … consideró un deber suyo recoger el clamoroso sentimiento de la opinión femenina que ha reclamado la participación de la mujer en la alta corporación –la ANAC–. Al efecto, conformó una brillante terna integrada por las siguientes damas: señora Isabel Lleras Restrepo de Ospina, doctora Esmeralda Arboleda de Uribe y señora Cecilia Hernández de Mendoza. Esta actitud de la Dirección ha sido recibida con viva simpatía por las mujeres de Colombia14
La terna fue remitida al gobierno en junio de 1954. El 2 de agosto del mismo año se expide el decreto presidencial nombrando a Esmeralda Arboleda de Uribe como miembro de la ANAC, con carácter de principal; su suplente sería doña María Currea de Aya15. La oficialización de este acto implica una reunión extraordinaria de la Dirección Liberal Nacional con el fin de discutir la posible participación de Esmeralda en tanto en el último mes había desautorizado la intervención de sus asociados en esa Corporación. Los pocos liberales que la integraban lo hacían en calidad de lentejos.
Esmeralda, una mujer reflexiva y disciplinada aunque emotiva, siempre ha buscado tomar las decisiones importantes de su vida con ´cabeza fría´: «He sido una feminista de entraña pero también una persona de partido y requería entonces el respaldo del liberalismo», explica. La Dirección deliberó en una sesión, de la cual ella se retiró para dejarla en absoluta libertad. Logró el apoyo requerido y en declaraciones a la prensa afirmaba:
Desde el momento en que fuí informada del nombramiento a través del Ministro de Gobierno, creía que mi obligación ante las mujeres de Colombia era la de aceptar tal designación. Este concepto lo expresé ante los miembros de la Dirección Liberal Nacional y la directiva del partido está de acuerdo conmigo. Quiero dejar bien claro –agregó– que no intervendré en debates que se refieran a la política de los partidos. Me propongo trabajar con Josefina por la consecución del voto universal para la mujer colombiana …16.
Su nombramiento ocupa titulares de prensa en las primeras páginas y es objeto de múltiples homenajes en el país, y no sólo de grupos de mujeres.
En esta forma llega a la ANAC y debe librar batallas similares a las ocurridas en la Comisión de Estudios Constitucionales, con la diferencia de que el tiempo con el cual cuenta es muy corto y en esta Corporación la posición conservadora es aún más radical y los enfrentamientos más beligerantes, incluidos los presentados entre Josefina Valencia y su hermano, Guillermo León Valencia. Sin embargo, la labor de la diputada Arboleda –obstinada y persuasiva; rotunda y vertical cuando así se requería; conciliadora frente a lo formal pero inflexible respecto a lo fundamental–, unida a los aportes de Josefina Valencia, al papel de la prensa liberal y a la movilización permanente de mujeres a lo largo y ancho del país, determinó que la balanza se fuera inclinando en favor del sufragio integral para las colombianas.
El 25 de agosto de 1954 a las diecinueve horas diez minutos, se inicia una nueva sesión plenaria de la ANAC alrededor del tema; el día anterior, la doctora Arboleda había quedado en el uso de la palabra. Comenzó entonces esta jornada pronunciando ella el único discurso de la noche. Llevaba una clásica bata negra de cuello en v y mangas tres cuarto, aretes y un sencillo collar de perlas blancas. Ser una mujer elegante y exquisita en sus gustos y modales es uno de los encantos que atraen y desconciertan a muchos en tanto su acendrado feminismo haría pensar en una figura ajena a «las vanidades mundanas». No. Eternamente es femenina –en la acepción tradicional del término– y ama y cuida su feminidad. Con mayor razón en aquellos tiempos.
Esa noche, como de costumbre, se le veía segura; hacía gala de la tranquilidad que emerge de quien rigurosamente estudia, consulta y prepara sus intervenciones. Con vehemencia, con esa voz firme de gran oradora cuyos énfasis apelaban al vuelo mágico de sus manosadmiradas por amigos y detractores–, realizó un pormenorizado resumen de sus intervenciones anteriores, insistiendo en el compromiso que le cabía a la Asamblea frente a la mujer colombiana y su sociedad, frente al mundo y a la historia: …
Nosotras estamos seguras de que vosotros honorables diputados estaréis a la altura de vuestra gran misión histórica y consagraréis para la mujer de vuestra patria el derecho de plena ciudadanía … Todos sabeis que en el martirio de Colombia, la mujer sufrió la tragedia de la destrucción de su hogar, la pérdida de sus seres queridos, de los abandonos y de la persecución; que mostró al país entero su decisión, su entereza, su fidelidad y su heroico valor; con el desgarramiento de su propia vida aprendió a amar la paz como el mejor de los dones y clama por ella desde todos los ámbitos de la patria. Porque supo que sólo la paz hace germinar los sueños y las espigas; que sólo a su amparo son libres los hombres y las ideas; que sólo ella pone fin al odio y a la venganza; comprendió que el trabajo, la alegría, el amor a la vida misma, sólo pueden alcanzar su plenitud a la sombra de la paz … Las mujeres tenemos fe en que esta reforma sea verdaderamente nacional, sea tratada sin carácter de partido … Colombia necesita del concurso y la participación política integral de nosotras las mujeres …17.
Los aplausos fueron contundentes. No solamente desde el ámbito de los diputados sino desde las barras, literalmente colmadas en su mayoría de mujeres. A las veintidós horas, con sesenta votos afirmativos y ninguno negativo –quienes estaban en contra o se retiraron antes o se abstuvieron de votar– se aprobó la ley que otorgaba el sufragio pleno para las mujeres: «Las mujeres tendrán los mismos derechos políticos que los varones». El júbilo fue total entre el sector femenino que ocupaba el recinto. Entonaron el Himno Nacional y repitiendo sus estrofas desfilaron por las calles aledañas al Congreso en esa fría noche bogotana.
El 26 de agosto de 1954 el entonces presidente Rojas sancionó la ley aprobada por su Constituyente. Pero, por supuesto, no fueron sus convicciones feministas el fundamento de su respaldo a los requerimientos de las colombianas; el General estaba lejos de plantearse las honduras e implicaciones inherentes al problema de la discriminación femenina y al imperativo de la equidad éticopolítica entre los dos géneros que tradicionalmente conforman la historia de la humanidad. Era un definido oportunismo, imperceptible para todas las mujeres de aquel momento, incluidas sus líderes visionarias –en razón quizás de que aquel período se constituyó en espacio único para la lucha por sus reivindicaciones, cuando tales espacios eran tan esquivos en el proceso de nuestras sociedades patriarcales–.
… Se requirieron algunos meses y dolorosos acontecimientos para que yo comprendiera la utilización que quiso hacer el General de nuestro movimiento. La evidencia más clara se encuentra en la paradoja de que mientras nos «concedía» el voto a las mujeres –como lo señala hoy Esmeralda Arboleda–, impedía su ejercicio a los dos sexos. Debemos recordar que, como buen dictador, a más de mantener clausurado el Congreso, negó cualquier tipo de elecciones. Pero al final la ganancia fue de las mujeres y para las mujeres. Nos asumió sí como una cuarta pata en la cual apoyarse: ésta le otorgaba mayor estabilidad e hipotéticamente podía incrementar su capacidad de negociación. ¿Cómo no iba a usarla si desde la CEC y desde la prensa debió calibrar nuestra fuerza? … Pero una cosa sí quiero que quede bien clara: el derecho al sufragio femenino no fue una dádiva ni del General Rojas ni de ningún presidente; así posteriormente hubiéramos contado con el apoyo honesto, ese sí fruto de convicciones, del doctor Alberto Lleras Camargo. El voto femenino en Colombia, como en todos los rincones del mundo y como ha sucedido con las distintas reivindicaciones alcanzadas para nosotras en lo corrido del siglo, fue el resultado de muchas luchas, de la tenacidad y de la inteligencia de las mujeres colombianas. Y esto no se sabe o se oculta, no sé si consciente o inconscientemente. Lo cierto es que para infortunio de la verdad, hasta ahora la historia de nuestro país ha sido escrita por los hombres y en su concepción del mundo y de la vida sólo tenemos cabidas anecdóticas y episódicas: pasajeras heroínas sentimentales, madres abnegadas a la sombra del esposo o del hijo, cuestionadas amantes o definitivamente no existimos. Estamos en mora de escribir la verdadera historia. Llegó la hora de conquistar también este espacio18.
Obviamente con la caída del gobierno del General Rojas, todas las normas expedidas durante su administración quedarían derogadas en tanto fruto de la dictadura. Aquí fue donde Alberto Lleras habría de jugar importante papel al reconocer el camino recorrido por las mujeres y la historia de sus contiendas e incorporar el tema del sufragio femenino universal en el Plebiscito de diciembre de 1957.
Luego de la sanción de la ley, las expectativas por la participación femenina crecían. Las mujeres tenían vivo interés en intervenir. A partir de este logro, la tarea emprendida por Esmeralda Arboleda y por el número creciente de líderes, giraría en torno a las campañas para una cedulación pronta e igualitaria. Los meses transcurrían y los avances en esta materia eran escasos. Ante la presión de las mujeres, manifiesta en cartas a la prensa preguntando sobre los resultados del proceso técnico y de sensibilización de la población, empieza a filtrarse una noticia: el gobierno pretendía una cedulación por etapas, primero una que involucrara a todos los hombres y, más adelante, otra para las mujeres. Ello conduce a una nueva movilización de este sector de la población. La Organización Femenina Nacional conforma una delegación, presidida por Esmeralda para que actuara directamente frente a la Registraduría Nacional del Estado Civil. Preparan una comunicación que personalmente presentan al Registrador,
… las diversas agrupaciones de mujeres del país se permiten solicitarle reconsiderar la parte relativa a la cedulación femenina … Al hacer esta comedida solicitud, la mujer colombiana se basa no sólo en la justicia que la asiste para recibir conjuntamente con el hombre la cédula de ciudadanía, sino también en las condiciones reales sobre el perjuicio que acarrearía a la nación verse enfrentada a una segunda y nueva cedulación… La razón de las dificultades relativas al establecimiento de la edad de la mujer tiene que rechazarse de plano porque en ningún momento ha salido de la propia mujer –fue sugerida por algunos hombres y según ellos por «galantería» con el sexo débil–. La mujer no acepta que –la demora– pueda interpretarse como una maniobra del gobierno…19.
De esta comunicación enviarían copia al Presidente de la República. La doctora Arboleda insistía en otras declaraciones de prensa: si se trata de proveer a los ciudadanos de un número idóneo de identificación, no se puede hacer distinciones entre cedulación femenina y cedulación masculina. Se deben adelantar simultáneamente las dos. A pesar de estas presiones el proceso no avanza demostrándose, una vez más, de una parte, el desinterés del gobierno en crear los mecanismos para el ejercicio de la plena ciudadanía de la mujer y, de otra, su propósito de obstaculizar las demandas diversas de convocatoria a elecciones.
A partir de febrero de 1955, Esmeralda empieza a escribir regularmente en la prensa nacional.
La doctora Arboleda, uno de los personajes femeninos más conocidos del país y cuyas sobresalientes actuaciones en el campo jurídico y como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente han recibido la más amplia y oportuna divulgación, ha accedido a escribir una vez por semana en El Espectador una columna en la que tratará temas de interés general con la autoridad que le confiere su categoría de personera de la mujer colombiana20.
Su columna se convirtió en una de las más leídas y consultadas, entre otras razones, porque daba respuesta a muchos de los interrogantes sobre el proceso de incorporación de la mujer a la política activa y porque empezaba a abrir caminos cuyas señales indicaban la necesidad de reformas que desde el ámbito de lo civil eran impostergables si se pensaba en la justicia y la equidad entre los dos géneros…
En el mes de junio de 1955 es recibida como Miembro de Número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Era la segunda mujer en alcanzar esta distinción. La tesis de su trabajo de recibimiento versó sobre un tema que por las circunstancias del país y los vicios ancestrales de los partidos tradicionales, provocó gran interés y polémicas que trascendieron los recintos de la Academia: La necesidad de una administración pública tecnificada y apolítica.
Son ya muy remotas las épocas en que los individuos podían poseer la universalidad de los conocimientos y ocuparse con idéntica versación de los problemas económicos, políticos o artísticos del país y del mundo… Igualmente ha cambiado el concepto sobre el Estado y sus funciones … Del Estado gendarme llegamos al actual Estado benefactor … Los bienes y servicios suministrados por él al pueblo colombiano a través del gobierno nacional abarcan esencialmente todas las fases de la actividad humana… El éxito o el fracaso de la gestión administrativa de ese Estado benefactor depende primordialmente, como es elemental, de la capacidad ética y de la preparación de las personas encargadas de llevarla a cabo… En Colombia ha sido tradicional que para el desempeño de las labores de gobierno, se llame a personas cuyo título principal –y frecuentemente único– es la adhesión o los servicios prestados al partido político dominante…21.
Ella aseguraba que, sin temor a equivocaciones, la contienda de los grupos políticos tendría una menor beligerancia y perdería su fiereza y sectarismo ciegos si se lograra sustraer a la administración pública de las contingencias de los cambios políticos. Aludía a la experiencia de otros países que ha demostrado la importancia del servicio civil de carrera para los funcionarios administrativos. El texto completo del discurso se publicó en los principales diarios del país y los ejes de su planteamiento fueron retomados por funcionarios de gobierno, por algunos políticos y por notables académicos.
Por aquellos días, la censura a cualquier forma de comunicación, especialmente masiva, llegaba a límites insospechados; la represión se incrementaba y la situación social y política era compleja en los distintos frentes.
El 1º de julio de 1955 Esmeralda Arboleda viaja al Ecuador como parte de la comitiva que acompañara al General Rojas. Tenía interés particular en propiciar la vinculación de las mujeres colombianas a los procesos de otros países; quería divulgar los avances alcanzados y confrontar experiencias. Las agencias noticiosas que cubrían el viaje presidencial informaron que algunos de los miembros de la comitiva, entre los cuales se encontraba la doctora Arboleda, habían respaldado al presidente en la censura de prensa impuesta por él en el país. Al llegar al aeropuerto tras el viaje de regreso, la esperaba Pubenza Arboleda de Restrepo, una de sus hermanas, quien alarmada le contó sobre el polvorín levantado en los distintos medios por las supuestas declaraciones de la diputada liberal22. Su enojo fue total. Inmediatamente se dirigió a su oficina donde preparó una comunicación que personalmente llevaría esa misma tarde a los diarios bogotanos El Espectador y El Tiempo. En ella afirmaba:
La acusación es falsa en cuanto a mí se refiere… Viajé al Ecuador por considerar de gran importancia la vinculación femenina a la labor de acercamiento entre los pueblos amigos y, si bien es cierto que mi vinculación a la ANAC, en virtud de la cual represento a las mujeres, fue honor que me confirió el General Rojas, no implica ello que exista identidad ideológica entre el Señor Presidente y yo. Las designaciones que él hizo para la Asamblea se originaron en virtud de delegación y por no ser posible la elección popular, pero la Constitución Nacional establece claramente tanto la independencia de quienes hacen parte de los cuerpos colegiados como su carácter de representantes del pueblo y no de sus electores. Así como fue autorizada la publicación de la información errada que llegó de Quito, espero que se autorice la de esta rectificación, ya que no soy partidaria de la censura de prensa23.
Evidentemente la publicaron todos los periódicos y se constituyó en el primer enfrentamiento abierto entre la Doctora Arboleda y el gobierno del General. Episodios anteriores sólo adquirieron el carácter de «roces» en apariencia intranscendentes…
Las contradicciones gubernamentales eran cada día más agudas. Las voces de protesta se multiplicaban ante un gobierno ya sin ambages dictatorial. El ejecutivo buscaba legitimar sus acciones apelando a las más disímiles maquinaciones; una de ellas, demostrar la participación de liberales no sólo en la marcha administrativa sino en las determinaciones legislativas de la ANAC. La Dirección Nacional del liberalismo, desde los primeros días de agosto de 1955, de manera expresa prohibe la participación de sus miembros –inicialmente aceptada, aún a regañadientesen el gobierno y en la ANAC; pero los llamados lentejos, omitiendo las directrices del partido, pretenden habilitar su presencia en la Asamblea, incluyendo a la doctora Arboleda en sus propósitos de permanencia en ella y en su desacato a la Dirección. Obviamente, la diputada desde hace tiempo desea marginarse de un gobierno del cual ya discrepa en todos los órdenes pero considera que, para el partido liberal y para el país, políticamente es más rentable una destitución que una renuncia.
En la sesión de la Constituyente del día 3 de agosto del mismo año, el grupo liberal deja una constancia de su asistencia la cual, incluyendo «abusivamente» a Esmeralda, remiten a los más destacados diarios del país; ello, por supuesto, ocasiona el repudio de la señora Arboleda quien en comunicación a la prensa protesta enérgicamente:
… No es verdad que yo haya firmado esa constancia y para probar mi afirmación, me permito anexar a esta carta la certificación que la secretaría de la ANAC ha expedido sobre el particular. Aprovecho la oportunidad para repetir –una vez más– que tanto Josefina Valencia de Hubach como yo, no queremos iniciar nuestra actividad política participando en las luchas de partido, sino encaminando nuestro esfuerzo al logro de la consagración de la plena ciudadanía de la mujer24.
Le parecía, además, que el comportamiento de los diputados liberales era a todas luces extraño por cuanto en tres oportunidades fue requerida por ellos para que adhiriera a la constancia aludida y en otras tantas se negó a hacerlo, alegando las razones de carácter político y gremial conocidas por los colombianos.
A los ríos de sangre, a la ola de cruenta violencia ilímite, a las desapariciones indiscriminadas, se añade entonces el acontecimiento que rebasó la copa: el cierre de los diarios liberales El Espectador y El Tiempo. Ante este panorama enrarecido, la oposición crece y corriendo los riesgos que emanan de la dictadura, busca espacios para expresar sus desacuerdos en las principales ciudades del país.
En este marco, el 9 y 10 de agosto de 1955, cientos de mujeres de diferentes tendencias políticas, encabezadas por las esposas de los expresidentes Olaya Herrera, Lleras Camargo, Ospina Pérez y por Esmeralda Arboleda, realizan marchas por las principales vías del centro de la capital exigiendo la derogatoria de las medidas restrictivas de la prensa. «Carros radiopatrullas con altoparlantes recorren las calles céntricas de Bogotá recordando que las manifestaciones están prohibidas». Con gases lacrimógenos y agua arrojada por mangueras, la fuerza pública busca disolver las manifestaciones. Más adelante, la doctora Arboleda participará también en el homenaje de desagravio que se le rendiría al expresidente Eduardo Santos en el Hotel Tequendama de Bogotá y cuyo oferente fue el doctor Alberto Lleras Camargo quien recientemente había regresado a Colombia después de ocupar por varios años la Secretaría de la Unión Panamericana. Con esta intervención reinició su vida política activa en el país, tras renunciar a la Rectoría de la Universidad de los Andes26.
El 17 de noviembre un titular a varias columnas ocupa la primera página de la prensa nacional: Destituidala Constituyente Esmeralda Arboleda de Uribe y a continuación el decreto ejecutivo No. 2.963 del 15 de noviembre de 1955:
El Presidente de la República en uso de sus facultades constitucionales y en especial de la contenida en el aparte d) del artículo 1º del acto legislativo No. 1 de 1952, Decreta: Art. 1º Desígnase representante del Presidente de la República ante la Honorable Asamblea Nacional Constituyente, a la Dra. Georgina Ballesteros de Gaitán en reemplazo de la Dra. Esmeralda Arboleda de Uribe, cuyo nombramiento se declara insubsistente. Art. 2º El presente decreto rige a partir de la fecha de su expedición … (fdo.) General Jefe Supremo, Gustavo Rojas Pinilla. Presidente de Colombia26.
Aunque la noticia conmocionó a la mayoría, principalmente a las mujeres, era esperada por muchos como la única respuesta posible de una dictadura que empieza a sentirse acorralada. Desde los más disímiles rincones del país, grupos femeninos, mujeres independientes y también innumerables varones, remitieron al Presidente cientos de cartas y telegramas de protesta.
La respuesta de la exconstituyente es rotunda. En rueda de prensa expone su posición, señalando cómo llegó a ser miembro de la ANAC después de un plebiscito espontáneo de las mujeres de diversas regiones del país, sin distingos partidistas ni de clase; un plebiscito nacional en reconocimiento al hecho de ser ella quien redactara el memorial dirigido a la Comisión de Estudios Constitucionales por cerca de cuatro mil mujeres en el cual se puntualizaban las reformas jurídicas y sociales que hacían indispensable la admisión de los derechos políticos femeninos; igualmente, era el reconocimiento a su labor en la CEC como la más decidida defensora de las mujeres, según consta en los anales de la Corporación. La designación presidencial se dió en atención a estos antecedentes y a la promesa pública del mandatario de elegir paritariamente a dos representantes de las mujeres. El nombre de Esmeralda figuraba en la terna presentada por la Dirección Liberal y el Presidente sabía que la aceptación de la investidura dependía de la postura de su partido. En la ANAC representó sólo los intereses de las mujeres y en ella cumplió con creces los compromisos adquiridos, logrando la expedición del acto legislativo que consagró la igualdad ciudadana de la mujer y el hombre. Pero su labor por la causa femenina trascendió la Asamblea misma: apoyó a muchas mujeres con necesidades de educación, de empleo o de asesoría jurídica. De otra parte, señalaba ante los periodistas que al aceptar la designación entendió que conservaba la libertad consagrada en la Constitución Nacional, al ser esencia de todo régimen democrático. En la misma forma, y de acuerdo a las normas de derecho público que han regido en el país, los miembros de los cuerpos representativos, en mayor medida si se trata de una Asamblea Constituyente, no son mandatarios de una persona, por eminente que ella sea en la jerarquía administrativa, sino de la nación. Enfatiza en que su actuación dentro y fuera de la ANAC ha sido de permanente respeto a los principios liberales y por este motivo expresó su criterio opuesto a la censura de prensa, participó en la manifestación de protesta por la clausura de El Tiempo y El Espectador y en el homenaje al expresidente Eduardo Santos. Por esos mismos principios cedió parte de sus honorarios como diputada al fondo del partido, más aún cuando la tesorería del liberalismo estaba a cargo de una eminente mujer. Por último, la doctora Arboleda consideraba gravísimo para la mujer colombiana, quien apenas nacía a los derechos políticos, el que a sus representantes se les irrespetara en el ejercicio de sus funciones y la duración de su mandato dependiera de reacciones imprevisibles27.
La destitución de Esmeralda Arboleda conduce a que el interés de los medios de comunicación se vuelva, una vez más, sobre esta protagonista y, particularmente, sobre la personalidad de una mujer que siempre se ha sentido orgullosa de ser tal, que manifiesta que aun cuando vivió una época en la cual la mujer inteligente debía mostrar a cada paso que lo era, jamás se ha sentido perseguida por serlo, a pesar de reconocer y denunciar las múltiples discriminaciones de género inmanentes a las culturas patriarcales; una mujer que, no obstante su condición de académica, y las posiciones ocupadas, del reconocimiento nacional que posee en los distintos círculos, haciendo gala de su gran sentido del humor y de una profunda humildad, sin preámbulos se reconoce como un ser que en la cotidianidad es igual a sus congéneres: «Me encanta el cha–cha–cha. Me preocupo por mi línea y lo que más me amarga son mis kilos de exceso. Padezco hambre y me someto a las peores torturas. En cuanto me queda un tiempo, asisto a la academia de la señora Thea Weiss … Voy al salón de belleza dos veces por semana. Adoro el baile … Me gusta mucho cantar y tocar distintos instrumentos y lo he hecho en público varias veces…28.
Son apartes de una entrevista realizada en su hogar, acompañada por el ingeniero Samuel Uribe, su primer esposo con quien se casara en 1946, y por Sergio Uribe Arboleda, su pequeño hijo de 4 años quien, lo reitera en cientos de reportajes, es la mayor felicidad y lo más importante de su vida. Su matrimonio con Uribe duró relativamente pocos años. Eran muy diferentes y poseían intereses antagónicos. Sin embargo, la separación oficial nunca se dió porque Esmeralda minuciosamente cuidaba su imagen de mujer: no quería que nada la desdibujara por cuanto sabía que ello podría ser utilizado en contra de sus luchas en favor de las mujeres. Como tantas otras en la historia de nuestro país, educó a su hijo sola, contando sí con el apoyo afortunado de su madre y sus hermanas en Cali y por sobre todo, con el de su hermana Pubenza –residente desde entonces en Bogotá–, de Hernando Restrepo, su esposo, y su hijo Pablo, con quien Sergio creciera como hermano.
A Sergio, a más de otorgarle la mejor educación formal, le brindó todo el amor y la dedicación que sus múltiples compromisos le permitían. No sabemos si fueron suficientes pero sí que mientras los hombres ilustres de la historia de la humanidad han terminado por abandonar su rol de padres en aras de la complejidad y trascendencia de sus misiones –y sin que ello signifique algún tipo de cuestionamiento social–, las mujeres en las mismas condiciones laborales, difícilmente renuncian al ejercicio activo de la maternidad, así esto implique dobles agotadoras jornadas de trabajo y el cúmulo de culpas cuando no logran ajustarse a los paradigmas culturales del ser madre. Esta realidad en parte explica el que las críticas a las mujeres en este ámbito suelan ser implacables …
A partir de los acontecimientos descritos, las rutinas de Esmeralda y su familia se tornan difíciles. Agobiantes diríamos. Las represalias a su autonomía no se hicieron esperar. Se dedica de nuevo a su profesión y participa vigorosamente en las labores de su partido con las restricciones que imponía la dictadura: gran parte del trabajo reclamaba la clandestinidad. En este marco ella y su hijo son blanco de diversos atentados. En el antejardín de su residencia del barrio La Soledad, había un arbusto de plátano cuidado con esmero que una mañana aparece destruido a «machete limpio»; en las paredes de la fachada y en las puertas principal y del garaje de pronto se encuentran letreros pintados en rojo: «traidora», «muere» , «nos vengaremos» … Sergio contaba con cinco años, dormía en una habitación del segundo piso cuya ventana daba a la calle y una noche, tras romper los cristales con estruendo, una piedra cayó junto a su cama. En noviembre de 1956, dos de sus hermanas retornan al país luego de varios años de permanencia en Europa: Soffy, graduada en música en Colombia, Estados Unidos y Francia y en Historia del Arte en este último país; Mireya, afamada pianista concertista, igualmente merecedora de varios títulos en Estados Unidos y Francia. El día de su llegada al aeropuerto, sus otras hermanas debieron, literalmente, montar guardia en torno a sus equipajes: las esculcaron con sevicia y el propósito, según se informaron, era introducirles armas y otros materiales para declararlas aliadas de la subversión.
La angustia de Esmeralda crecía, fundamentalmente pensando en la seguridad de su pequeño. En diciembre de ese año se marchan los dos hacia Cali, ciudad donde residía su madre, doña Rosita Cadavid de Arboleda y las dos hermanas recién llegadas –Violeta, destacada ortodoncista vive hace muchos años en Estados Unidos, país en el cual estudió y contrajo matrimonio–. Quería descansar de tanta presión y, como de costumbre, compartir con la familia las celebraciones del fin de año. Doña Rosita, personaje maravilloso, era dueña entonces de la floristería más importante de la ciudad. «Con flores educó a sus hijas», según lo señalara algún cronista. Una educación que, a juicio de muchos, encierra invaluables lecciones no sólo sobre el lugar de la familia en la formación de los hijos, sino sobre cómo una concepción diferente del ser niña puede conducir a la presencia de mujeres adultas tan notables, autónomas y felices como sus seis hijas. Propició en ellas –lo explica Soffy–29 el desarrollo de la inteligencia: para doña Rosita el estudio era lo más importante de cuanto podía darles; incluso, se ganó el aviso de excomunión de un sacerdote por obligar al rector del colegio de varones de Palmira a recibir en él a Pubenza, ante la ausencia de colegios de secundaria femeninos. Aquí también la presencia del padre, don Fernando Arboleda López, jugó papel fundamental: un gran pedagogo que leía cuentos a sus hijas desde muy pequeñas; les explicaba las lecciones del colegio y con ejemplos prácticos les enseñaba matemáticas; con rigor pero con dulzura, les exigía análisis y reflexión de cuanto aprendían; además, como típico payanés, imponía las «buenas maneras» en la mesa. Doña Rosita, despertó en las niñas una infinita sensibilidad: todas aprendieron música y, cuando menos el manejo de dos instrumentos; siendo muy pequeñas, al concluir la jornada escolar en Palmira, solas tomaban el tren hacia Cali, dos veces por semana, para asistir al conservatorio; dormían en la casa de la tía Sofía y, de madrugada, regresaban a su ciudad llegando directamente al colegio. Les enseñó, en la misma forma, el amor al trabajo: difícilmente les permitía descansar y debían aprender desde los oficios de la casa hasta diversas labores manuales. Su meta estaba lejos de imaginarlas como amas de casa pero, insistía, «para mandar hay que saber». Jamás las educó para el matrimonio ni para que «otro las fuese a mantener». La autonomía de cada una era el objetivo. El casamiento vendría por añadidura. Por esto, sólo podían tener novio cuando le presentaran el cartón de bachiller; más adelante, intentó el chantaje hasta cuando exhibieran el diploma profesional. Claro que no logró tanto pues las seis fueron de muchos novios y rumberas. Por último, inculcó en las hijas un hondo espíritu solidario. Es la razón de que las Arboleda sean un clan absolutamente férreo.
Desde cuando vivieron en Palmira, doña Rosita fundó la floristería que al trasladarse a Cali se convirtió en el medio de subsistencia familiar. Siempre habitaron en amplias casas de dos pisos, dueñas de patios y corredores: el primer nivel acogía el lugar donde arreglaban las flores y, el segundo, el sitio de la vivienda. Como se señaló, todas han sido trabajadoras infatigables que, sin importar la posición o el cargo ocupado, asumen cualquier labor; por ello en tanto se reunían en la casa materna, invariablemente le colaboraban en los arreglos florales. Cuando había un muerto ilustre en Cali, un comentario hacían los amigos y conocidos de la familia: «allá estarán las Arboleda haciendo ramos y coronas ».
Y así sucedió el 4 de enero de 1957. Al final de la tarde recibieron una llamada: una voz masculina encargó una corona que, según advirtió, sólo podría recoger bien entrada la noche. Hacia las diez llegaron tres hombres en un jeep sin placas a reclamarla. Mireya y Esmeralda –a quien tenían identificada– la entregaban cuando intentaron secuestrar a esta última, golpeándola con fuerza; no lo lograron: “Es la primera y única vez en mi vida –nos explica– que me alegré de ser robusta y pesada”. Su madre y sus hermanas acudieron en su ayuda impidiendo que le dispararan. Al escuchar el alboroto, la gente del vecindario empezó a salir y los agresores desconcertados no tuvieron más alternativa que emprender la huida. Curiosamente, ningún carro pasó durante el episodio: Luego se enteraron que en las esquinas aledañas a la casa, otros se encargaban de desviar el tráfico. Una experiencia terriblemente dolorosa y traumática para Esmeralda y su familia …
Años más tarde, cuando se desempeñara como senadora de la República –1958-1962–, el senador conservador Castillo Isaza, en presencia del también congresista Hernán Salamanca, le contó el objetivo de la dictadura con este atentado: mostrarle al país que ella no era tan digna, pulcra y honesta como la sociedad la conocía. Pensaban organizar una bacanal, doparla o embriagarla y tomarle no se sabe qué tipo de fotografías que luego enviarían a la prensa. Después sí la pondrían a flotar en el río Cauca, como a diario sucedía con tantos por aquellos años en el país … Ante el fracaso del hecho, se prohibió a la prensa informar sobre él y del expediente de la respectiva denuncia formulada ante la autoridad competente, desaparecieron apartes así como las certificaciones médicas de las lesiones personales sufridas por Esmeralda30.
El partido liberal se movilizó y su Director, doctor Alberto Lleras Camargo, en circular del día siguiente condenó enérgicamente el atentado. Lo propio hicieron los directorios del Valle del Cauca y otros departamentos. Igualmente, se produjeron cientos de pronunciamientos y comunicaciones dirigidas a la víctima y a la prensa nacional.
La vida de Esmeralda Arboleda y la de su hijo estaban en serio peligro. El doctor Lleras entró en contacto con ella, afirmándole que el partido y el país la necesitaban viva. En consecuencia cuanto antes debía salir de Colombia. Personalmente la acompañó a la embajada de Estados Unidos en las gestiones de las visas. Así, a fines de enero de 1957, partió Esmeralda con su pequeño hacia Boston, ciudad donde vivía Violeta; salió en medio de estrictas medidas de seguridad otorgadas por amigos y familiares. En esta ciudad vivió hasta octubre del mismo año. A pesar de que la dictadura cayó en el mes de mayo, no pudo regresar antes pues se había comprometido con el doctor Lleras en un importante trabajo: entrar en contacto y estudiar la experiencia de la Liga de Mujeres Votantes de Estados Unidos. Una labor que, por el rigor con el cual fue desarrollada, significó enormes aportes a la organización de las mujeres colombianas desde el plebiscito de diciembre de 1957 … Además, en su estadía en ese país, realizó importantes conversaciones con el doctor Mariano Ospina Pérez y su señora, doña Bertha Hernández de Ospina –quienes visitaban a uno de sus hijos estudiante en esa ciudad– en torno a la propuesta que sobre el Frente Nacional se gestaba.
A su retorno al país, «…ese animal político que es mi hermana», en palabras de Soffy, se dedicaba de lleno a la campaña por el plebiscito y al partido liberal, llegando en reiteradas oportunidades a hacer parte de su dirección. En 1958, será elegida como la primera senadora de la historia colombiana; allí, luego de un riguroso estudio de dos años, presenta una de las más importantes propuestas legislativas en favor de las mujeres: el Proyecto de Ley sobre capacidad civil de la mujer el cual, tras intensos debates, es aprobado por unanimidad y con moción de aplauso en el Senado de la República. Infortunadamente, murió en la Cámara de Representantes ante las presiones de la iglesia y sus altos jerarcas. Más adelante y durante la administración de Lleras Camargo será nombrada Ministra de Comunicaciones, convirtiéndose en la segunda mujer en ocupar un ministerio.
Son muchos los aspectos fundamentales de la vida de Esmeralda ausentes de este escrito. Por las limitaciones de espacio sólo abordamos menos de una década de su prolífica existencia. Compartir con las nuevas generaciones las honduras de la vida y de la obra de este gran personaje, es el mejor reconocimiento, el mayor homenaje que podemos brindarle a quien sin duda es, en el mundo de la política, la mujer más importante de la historia de Colombia en el siglo XX.
Ella también nos allanó el camino, nos permitió recuperar la esperanza y comprender que con el aporte de nosotras las mujeres podremos construir, junto a los hombres nuevos, un mundo que ame y respete la diferencia, que luche por la equidad en sus distintas expresiones y que convierta a la felicidad en la meta de los distintos géneros conformadores todos de la humanidad.
1 Laverde Toscano, María Cristina. Entrevista con Esmeralda Arboleda. Bogotá 1992. Cuaderno 1. pág. 235.
2 Laverde Toscano, María Cristina. Ibíd. Pág. 232.
3 Ibíd. Págs. 232 y 241
4 El Tiempo. Bogotá. Febrero de 1954
5 Ibíd.
6 Recorte de prensa. Sin identificar. Archivo personal de Esmeralda Arboleda.
7 Diario de Colombia. Bogotá. Febrero 10 de 1954. Págs. 1 y 8.
8 Diario de Colombia. Marzo de 1954. Pág. 8.
9 Cfr. – Mar, José «Una Campaña inteligente». El Espectador. Bogotá. Septiembre 16 de 1953 – Valencia, Josefina «La Unión de Mujeres de Colombia». El Tiempo. Bogotá. Septiembre de 1953.
10 Nieto de Samper Lucy «Habla la doctora Esmeralda Arboledade Uribe». Entrevista. Cromos. Bogotá. Febrero 15 de 1954. Pág. 32.
11 Cfr. «La organización nacional femenina fija sus planes». Diario de Colombia. Mayo 7 de 1954.
12 Cfr. Prensa de la época: El Tiempo, El Espectador, El País …
13 Laverde, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno 2, pág. 76
14 Cfr. Recorte de Prensa. Sin identificar. Archivo personal de Esmeralda Arboleda.
15 Cfr. El Espectador. Bogotá. Agosto 3 de 1954.
16 El Espectador. Bogotá. Agosto 3 de 1954.
17 Apartes de su intervención en la ANAC durante la sesión en la cual se aprobó el voto femenino. Cfr. El Tiempo, El Espectador, El País, El Relator, etc. 26 a 29 de agosto de 1954. págs. 1ª y siguientes.
18 Laverde Toscano, María Cristina. Op. cit. Cuaderno 2. p.p. 83- 102-103.
19 El Espectador. Marzo 29 de 1955.
20 El Espectador. Bogotá, febrero 22 de 1955.
21 Apartes del discurso. El Tiempo. Bogotá, junio 3 de 1995.
22 Cfr. Laverde Toscano, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 8 – Entrevista con Pubenza Arboleda, página 167–.
23 Apartes de la carta enviada a los principales diarios del país. El Tiempo y El Espectador. Bogotá, agosto 2 de 1955.
24 Cfr. El Tiempo y el Espectador (entre otros). Agosto 4 de 1954. p.p. 1ª y 55.
25 Cfr. Laverde, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 13 – Entrevista con Otto Morales Benítez– p.p. 47-55.
26 El Espectador. Bogotá. Noviembre 17 de 1955. p. 1ª y s.s.
27 Cfr. Recorte de Prensa. Sin identificar. Archivo personal de Esmeralda Arboleda.
28 Cfr. El Mercurio. Noviembre 23 de 1955.
29 Cfr. Laverde María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 10 – Entrevista con Soffy Arboleda– pp. 97 a 106.
30 Cfr. Laverde María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 5 –Entrevista con Esmeralda Arboleda– p.p. 184 ss; Cuaderno 8 –Entrevista con Soffy Arboleda– p.p. 72 ss. Recortes de prensa. 7 de Enero y ss.
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Víctor Manuel Gómez C.**
* Departamento de Sociología. Universidad Nacional de Colombia. Documento presentado al Coloquio Internacional “Universidad, Estado, Sociedad”. ASCUN - U. N. - OUI - ICETEX. Nov. 7-8, 1996. Bogotá.
** Profesor. Departamento de Sociología - Facultad de Ciencias Humanas - Universidad Nacional de Colombia.
El autor analiza las tendencias más recientes por las que se ha ido generando una gran demanda por el acceso a la instrucción universitaria. Esto a la luz de las relaciones existentes entre políticas de equidad social y de educación superior, y a partir de dos razones fundamentales: La primera tiene que ver con la creación desigual de las instituciones “formales” y la segunda con el carácter selectivo de la formación profesional.
El tema de la Equidad Social en las oportunidades educativas, particularmente en la educación superior, es un tema poco analizado en Colombia, no forma parte central del temario de política educativa, ni constituye un propósito explícito, plasmado en escenarios futuros deseables que orienten la política y la planeación educativa. Tampoco se han analizado las implicaciones prácticas que una política de esta índole tendría sobre el modelo mismo de desarrollo de la educación superior en el país, y por lo tanto sobre todas sus dimensiones constitutivas, como las siguientes:
El listado anterior de implicaciones potenciales en la educación superior, relieva la importancia central de políticas de Equidad Social como poderosa fuerza o ‘vector’ de cambio, con la capacidad de redefinir y transformar cualitativamente este nivel educativo. Por esta misma razón es tan importante la carencia o insuficiencia de análisis de esta temática en la política de educación superior colombiana, y en los esfuerzos de planeación a largo plazo de este nivel educativo.
Una de las pocas propuestas de política educativa que se ha referido explícitamente al tema de la Equidad Social en la educación superior ha sido la reciente “Misión para la Modernización de la Universidad Pública”, una de cuyas estrategias es “Asegurar la equidad social como compromiso de la universidad pública, reafirmando su carácter de universidad para todos, pero focalizando esfuerzos sobre los sectores y regiones más vulnerables del país”1.
Hay dos razones básicas que explican el grado de importancia que asume esta temática en una sociedad dada. La primera es de índole político-ideológica y se refiere al grado de compromiso de una sociedad con la construcción de la democracia, ya sea real o formal. La real basa su legitimidad en la distribución social igualitaria de las diversas oportunidades y servicios: educación, salud, cultura, bienestar, etc., como condición para la competencia y el esfuerzo o mérito individual, del que depende la ubicación final de cada persona en la estratificación socio-ocupacional. La otra no supera las formas e instituciones de la democracia ‘formal’, la que está acompañada de profundas desigualdades e inequidades sociales en el acceso y el usufructo de los principales bienes y servicios, como los educativos.
La segunda razón se refiere a los problemas derivados de la interfase entre la educación media -la que tiende en todas las sociedades a lograr cobertura masiva o universal- y las oportunidades de educación superior. Este es un nivel educativo de índole restrictiva y selectiva, por lo cual en ninguna sociedad existe una relación unívoca entre egresados de la educación media y cupos en el nivel superior2. Por tanto, los problemas de articulación entre oferta y demanda por educación superior, en el contexto de alta demanda social por este nivel educativo, exigen otorgarle creciente importancia a las políticas de Equidad Social.
Después de más de 20 años de atraso en la expansión de la educación básica y secundaria -lo que según el ‘Salto Educativo’ colocó al país en una situación comparable a la India- sólo en 1988 se definen políticas de universalización de estos niveles básicos de educación. Se inicia entonces un proceso de rápida expansión de la demanda por educación secundaria y media. Entre 1988 y 1992 hubo un aumento de 290.940 nuevos estudiantes en el nivel secundario. Entre 1992 y 1998 se espera un aumento de 661.684 estudiantes, para un promedio anual de 110.280 nuevos alumnos por año. Actualmente se evidencia un profundo desfase entre demanda y oferta de educación superior. Según datos del ICFES, en 1992, de 428.253 aspirantes sólo 147.875 (34.5%) lograron acceso a la educación superior, en la cual aproximadamente el 75% de la matrícula pertenece a instituciones privadas. Con relación a la universidad pública es significativo observar el continuo aumento en el ‘ratio’ entre aspirantes y cupos. En la Universidad Nacional, sede Bogotá, este ‘ratio’ era de 11:1 en 1992, en 1995 había aumentado a 12.4, y en el primer semestre de 1996 era de 14.2:1. (Oficina de Admisiones, UN 1996). Por otra parte, la gran demanda inercial ya creada sobre la educación superior (2.8% de crecimiento anual de la demanda entre 1984-1992, y un estimado de 3.3.% entre 1992 y el año 2000) implica la necesidad de crear un promedio anual de 16.000 nuevos cupos en este período, o sea 60% más que los creados en el período 1984-19923.
La universalización del acceso a la educación media es un imperativo de orden social, político y económico. La sociedad moderna basa su legitimidad en la democratización de las oportunidades educativas, siendo internacionalmente considerada la educación media, o secundaria superior, como el nivel básico mínimo, requerido a toda persona en esta sociedad4.
En el contexto colombiano, la construcción de una democracia real basada en la igualdad social de acceso a las oportunidades educativas, ha tenido poca incidencia en la política de educación superior. No ha sido un ideario político-ideológico que guíe a este nivel. Por el contrario, éste continúa siendo altamente restrictivo con relación al grupo de edad entre 18 y 24 años, con una tasa de cobertura de 14.0%, considerada muy baja respecto a los promedios de países industrializados y de otros países latinoamericanos5. Esta tasa de escolarización sería aún más baja si se ampliara ese rango de edad en reconocimiento de la disminución del nivel etáreo de la población que actualmente demanda educación superior6. Por otra parte, es muy baja la participación de la población adulta mayor de 25 años, debido a la prevalencia de modelos institucionales y curriculares de oferta caracterizados por su rigidez, linealidad y presencialidad, que limitan el acceso a la educación superior a quienes por múltiples circunstancias laborales o familiares no pueden adaptarse al rigor e inflexibilidad de la oferta.
Ninguna institución colombiana ha redefinido sus procesos curriculares, pedagógicos y administrativos en función del concepto de educación superior como educación continua y recurrente, concepto que ha transformado cualitativamente las características institucionales y curriculares de la oferta, los modelos pedagógicos, y las funciones sociales y culturales de la educación superior en muchos países. Tampoco han tenido importancia en Colombia principios de flexibilización y diversificación de los medios de acceso y de permanencia en la educación superior, tales como la educación a distancia y otras formas de despresencialización de la educación, la modularización del curriculum, el establecimiento de ciclos propedéuticos, la transferencia o validación de créditos, y la utilización sistemática de las nuevas tecnologías de comunicación e información7.
Por otra parte, la oferta de oportunidades y la matrícula se concentra en las 3 mayores áreas urbanas del país, con grandes carencias y deficiencias de oferta en el resto de los sectores urbanos, en un país caracterizado por numerosas ciudades intermedias y pequeñas8. La escasez de oportunidades es aún mayor en las regiones más pobres, donde una oferta adecuada de educación superior podría contribuir significativamente a impulsar su desarrollo social, cultural y económico.
Por otra parte, el problema de la relación entre demanda y oferta por educación superior no se reduce a sus dimensiones cuantitativas. Igualmente importante es la dimensión cualitativa, conformada por el grado de diversificación de la oferta de instituciones, programas de formación y modalidades de aprendizaje, para una población estudiantil de creciente heterogeneidad en sus intereses y expectativas educativas y ocupacionales. La expansión de la educación media implica la creciente participación en la educación superior de sectores sociales previamente excluídos, lo que genera un alto grado de diversidad socio-cultural en el cuerpo estudiantil, en términos de dotación de capital cultural, e intereses y perspectivas respecto a su experiencia educativa.
Una parte de estos nuevos estudiantes son procedentes “…de estratos bajo y bajo-bajo, es decir, los hijos de familias vinculadas a la economía informal, del rebusque, de empleados bajos y medios, de trabajadores de la cultura (…), relacionados directa o indirectamente con la cultura de la pobreza y casi siempre perturbados por limitaciones económicas, por el manejo ineficiente de los circuitos institucionales (…) y por las dificultades para actuar con los demás sectores de la sociedad”9.
Estos cambios significativos en la composición socio-cultural del cuerpo estudiantil relievan la importancia creciente de la diversificación de la oferta de oportunidades de educación superior, en lugar de la prevalencia común de la ‘universidad’ tradicional como el único tipo de institución deseable, como el ‘deber ser’ de la educación superior, al cual deberían asemejarse los otros tipos de instituciones, so pena de ser condenadas a tener bajo estatus social y educativo, y a ser consideradas como opciones educativas de segunda clase, de segunda opción, para pobres ó para menos capaces10.
La heterogeneidad y la diversidad -en la demanda y la oferta de educación- se convierten entonces en temas centrales de la política educativa, contrariamente a los supuestos tradicionales sobre la homogeneidad de intereses y expectativas, y sobre la prevalencia y hegemonía de la ‘universidad’ como la única institución deseable11.
El concepto de Equidad Social en Educación, en la sociedad liberal moderna, se refiere a la creación de condiciones iguales de competencia -según el mérito- para todas las personas, independientemente de su origen socioeconómico y rasgos culturales y adscriptivos. Esto implica la igualdad social de acceso a las oportunidades educativas y de permanencia en ellas. Igualmente implica la pertinencia para la libre exploración y desarrollo de las capacidades e intereses individuales, en contraposición tanto a experiencias educativas homogeneizantes como a objetivos igualitaristas en los logros o resultados educativos y ocupacionales. Estos serán siempre diferenciales en función tanto de la capacidad y mérito individual, como del área de calificación/especialización escogida, según la retribución diferencial asiganada a cada una en términos de ingresos, estatus social y poder.
Sin embargo, estos principios generales son interpretados de diversas maneras según conceptos diferentes sobre los siguientes aspectos: la naturaleza de la inteligencia y aptitudes individuales; el efecto sobre ellas del medio cultural y de las oportunidades educativas; y la función de evaluación y selección del estudiante, que se le atribuya a las instituciones educativas. Es posible entonces identificar dos grandes interpretaciones sobre la igualdad de oportunidades educativas, que conforman dos diferentes posiciones políticas al respecto: la selección de las élites y la promoción social e individual12.
Parte del principio de la naturaleza ‘innata’ de la inteligencia y la aptitud, por tanto de su desigual distribución en una población dada. Otro importante principio es que la dotación innata de inteligencia y aptitud puede ser medida objetivamente por tests psicométricos, con alto poder predictivo sobre el desempeño educativo y ocupacional futuro del individuo. Esta medición objetiva también permite seleccionar y separar a los estudiantes mejores y más capaces, de los menos dotados. La evaluación y la selección conforman una importante función social de las instituciones educativas, en tanto ‘filtro’ selectivo en consonancia con una estratificación socio-ocupacional también altamente selectiva.
En este contexto, el concepto de Equidad Social es definido como la oportunidad para que los estudiantes más inteligentes y capaces puedan proseguir estudios hasta el más alto nivel, independientemente de sus capacidades económicas y origen social. La alta selectividad requerida del sistema educativo implica una progresiva restricción social del acceso a las oportunidades educativas de mayor nivel, las que están destinadas a los más capaces o inteligentes, en tanto futura élite. Por tanto, el principio de igualdad social de oportunidades se limita hasta el nivel educativo considerado como básico por la sociedad (9 años en Colombia), de tal manera que los niveles o modalidades educativas posteriores, como los niveles medio y superior, no serían objeto de políticas de igualdad de oportunidades. Estos niveles educativos post-básicos tendrían la doble función de selección de la élite y de orientación de los demás hacia otras formas de educación, comúnmente de índole vocacional y aplicada al trabajo. Esta doble función justifica la creación, desde la educación básica y media, de tipos de educación claramente diferenciados entre sí (canales, carriles, ‘tracks’,…) con relación a la educación ‘general’, o técnica y vocacional, y que conducen (generalmente desde la temprana edad de 12-13 años) a destinos educativos y ocupacionales igualmente diferenciados y desiguales13.
Esta diferenciación curricular e institucional se justifica en el concepto de que la función social de la educación post-básica es seleccionar a los estudiantes para destinos educativos y ocupacionales altamente diferenciados y estratificados. El éxito y la calidad de las instituciones educativas debe medirse entonces en términos de la selectividad de sus estudiantes y de su posterior éxito educativo y laboral. El proceso educativo tiende a ser visto entonces como una experiencia de ‘darwinismo’ social - de competencia y diferenciación individual- en la cual sólo los mejores y más capaces tendrían acceso a las oportunidades educativas de nivel superior.
Esta concepción de la educación como medio de selección de élites conduce a los niveles superiores a ser de carácter uniclasista, social y culturalmente homogéneos, y conformados comúnmente por instituciones privadas. Una de cuyas más importantes funciones es la reproducción cultural de las élites sociales, mediante la repetición de códigos culturales, linguísticos, relaciones sociales, formas de presentación personal y otras manifestaciones peculiares de ‘distinción’14. Estas formas de socialización en valores particulares de una élite también se efectúan en países donde la selección de las élites intelectuales y directivas del Estado se realiza a través de instituciones públicas altamente selectivas y restringidas, como es el caso de las ‘Grandes Ecoles’ francesas15.
Esta segunda interpretación de la igualdad de oportunidades educativas se basa en la premisa de que la inteligencia y la aptitud son patrimonio del individuo, aunque fuerte y decisivamente influídas por las condiciones del contexto familiar, social y cultural que rodea al individuo: tradiciones y estímulos culturales, modelos de rol social o profesional, nivel educativo y cultural de los padres, calidad y diversidad de las oportunidades educativas, acceso a información, etc. Por tanto, la inteligencia es un rasgo en continua evolución, en función de la calidad y cantidad de los estímulos y oportunidades que brinda el medio en el que se inserta cada individuo. La inteligencia es un fenómeno cultural que no puede ser medido adecuadamente, por lo cual no se le puede otorgar ni validez ni predictibilidad a largo plazo a las mediciones de inteligencia.
Dada la primacía del medio social en las posibilidades de aprovechamiento de las posibilidades educativas, se define la Equidad Social como la provisión de igualdad de oportunidades, consistente en la formación común de los mismas competencias y conocimientos considerados básicos para su mejor aprovechamiento futuro, para lo cual son importantes las oportunidades compensatorias o remediales para quienes las necesiten, así como la promoción de innovaciones curriculares, pedagógicas y administrativas orientadas a mejorar las condiciones de logro escolar a sectores socio-económicos con deficiente aprestamiento educativo: flexibilidad y modularización del curriculum, educación a distancia o no presencial, educación de medio tiempo, formas de validación de aprendizajes, etc. La igualdad de oportunidades es la que cada individuo tiene de acceso y uso a los medios de aprendizaje, a lo largo de su vida, independientemente de sus opciones educativas u ocupacionales previas.
Una importante consecuencia de lo anterior es la extensión y universalización de la educación considerada básica, incluyendo el nivel medio o secundario superior (12 años de escolaridad básica). Aunque la educación media sea diversificada y oriente hacia diversos campos del saber y del trabajo, es mayor y más extensa la educación en las bases comunes que formen las competencias generales básicas para el aprendizaje continuo. El nivel secundario no debe tener canales, carriles (tracks), ni modalidades diferenciadas según presunta vocacionalidad o aptitud del estudiante. Ningún nivel educativo debe ser terminal sino ofrecer oportunidades propedéuticas a niveles o aprendizajes superiores. No es necesaria ni deseable la selectividad al finalizar algún nivel educativo, pues prima el principio de la propedeusis como igualdad de oportunidades, y de la educación como proceso recurrente y continuo, no lineal.
Estos objetivos responden al concepto de que la función social de la educación no es ni la selección de una élite ni la promoción de unos pocos en un contexto de alta competencia, sino la promoción de la mayoría de los futuros ciudadanos mediante la distribución igualitaria de las capacidades y competencias básicas para la vida. La relevancia social de la educación en general, y de cada institución en particular, se mide en términos del aumento de las oportunidades de logro escolar (aprendizaje) de grupos sociales de diversos orígenes. La finalidad social de la educacion es la promoción de las capacidades de aprendizaje para todos, independientemente de las formas sociales existentes de desigualdad social, económica o cultural.
Este último punto pone de presente la discusión sobre la eficacia real de políticas de Equidad Social en Educación, en el contexto de grandes desigualdades socio- económicas y culturales existentes por fuera del sistema educativo. Al respecto hay posiciones que postulan la ineficacia de estas políticas en ausencia de cambios profundos en las condiciones de igualdad social externas. Aquí se inscriben los estudios sobre el efecto marginal de la expansión de oportunidades (igualdad de acceso) sin estar acompañadas de fuertes politicas positivas de compensación y remediación de las carencias culturales, y aún afectivas y nutricionales, de niños pobres, lo cual implica actuar también sobre el contexto familiar, cultural y ocupacional de los padres.
Así mismo, la sola expansión de oportunidades (mayor cobertura) traslada hacia niveles superiores las necesarias funciones de selectividad y estratificación que cumple la educación en la sociedad moderna, sobre todo en aquellas en que el conocimiento científico y tecnológico asume un papel ‘axial’. Estas funciones se trasladan al nivel post-básico, ya sea que éste corresponda a la educación media, como en Colombia, o al nivel superior, como en la mayoría de los países industrializados con 12 años de educación básica (universalización de la educación media o secundaria superior).
Por otra parte, la mayor oferta de oportunidades educativas públicas, no orientada o focalizada a sectores sociales previamente excluídos, y sin el acompañamiento de oportunidades remediales y compensatorias, puede generar el efecto perverso de ser socialmente regresiva, pues las más altas tasas de deserción se dan en esos grupos sociales excluídos, mientras las clases altas y media son las que más se benefician de las nuevas oportunidades. De esta manera se configura un subsidio público a los grupos sociales que menos lo necesitan.
Así mismo, la expansión de oportunidades públicas, particularmente en los niveles medio y superior, sin las condiciones económicas y académicas necesarias que garanticen su más alta calidad, comúnmente genera la creación de sistemas ‘dualistas’ de educación entre instituciones de élite y de masa, con grandes diferencias en calidad educativa y estatus social.
Sin embargo, a pesar de estas posiciones críticas sobre la eficacia de políticas de Equidad Social, en muchas sociedades se ha enfatizado el efecto positivo - proactivo- general, derivado del mayor nivel educativo de la población. El papel social de la Educación es complejo pues sus efectos en la estructura social, la economía y la política no son de caracter unívoco ni unidireccional, ni son previsibles o extrapolables a partir de una tendencia dada. La naturaleza misma del proceso educativo implica una tensión o contradicción constante entre el efecto conservador de la función de socialización en los conocimientos, valores y conductas prevalecientes, y el efecto renovador, liberador y creativo, tanto de la nueva ‘conciencia’ como de las nuevas oportunidades -de conocimiento, de movilidad social- que pueden ser generada por la educación. En efecto, la expansión de las oportunidades educativas puede tener importantes -e impredecibles- efectos sociales, económicos y políticos. Puede contribuir a la formación y difusión de nuevos valores y actitudes sobre temas centrales de la sociedad moderna: la naturaleza del progreso, la igualdad social, la democracia, la participación política, entre otros. Puede también ser el medio de formación de nuevos líderes e intelectuales que representen los intereses de los sectores sociales tradicionalmente excluídos o marginados. La expansión y diversificación de las ofertas de educación/calificación de la fuerza laboral pueden promover una mejor y más equitativa distribución del ingreso del trabajo y, por tanto, del estatus y del poder.
El conocimiento es un bien que puede ser adquirido -y aplicado- por todos; que confiere ‘poder’ a quien lo adquiere -ya sea personas, grupos sociales, empresas, naciones-, y que puede ser ‘distribuído’ socialmente de manera equitativa. Las sociedades que se han propuesto metas de modernización productiva con equidad social, han relievado el papel proactivo de la Educación como un bien de índole cultural y cognitiva, y que promueve la autoconsciencia; que puede ser distribuído socialmente con alta eficacia, y que puede mejorar significativamente las oportunidades sociales y ocupacionales de la población previamente excluída16.
“La educación recibe prioridad como mecanismo de cambio social y económico por el hecho de trabajar con el principio de ‘justicia distributiva’. Es decir, se puede otorgar con facilidad a aquellos que la solictan. Este principio de ‘justicia distributiva’ es de mucha más fácil implementación que el otro principio de ‘justicia redistributiva’, el cual implica quitarle algo a alguien para dárselo a otro. Mudanzas sociales a través de la justicia redistributiva, como las reformas rurales y urbanas, desatan mucho más controversia y conflicto. Hoy en día los sistemas educativos buscan, oficialmente por lo menos, no solamente otorgar educación masiva y conocimientos útiles sino también una educación que promueva e incluso genere justicia social”17.
Además del efecto ‘democratizador’, la Educación tiene importantes efectos multiplicadores en la creación de la capacidad nacional de ‘aprendizaje’, de innovación continua, de creatividad, que constituyen bases de la competitividad. El poder del saber reside en la formación de la capacidad ‘endógena’ de generación de conocimientos útiles y apropiados, que permiten el control sobre el modelo de desarrollo, la resolución de necesidades básicas, la adecuación del conocimiento internacional a necesidades y condiciones específicas locales, y a sostener procesos de innovación continua. La ‘endogeneización’ del conocimiento científico y tecnológico -en tanto la principal condición del desarrollo económico- requiere la formación de la cultura técnica y científica en la mayoría de la fuerza laboral, y de la población en general, contrariamente a los esquemas de formación de una pequeña élite o enclave de científicos y tecnólogos altamente calificados, en la que se concentra el ingreso, las oportunidades y el estatus social, rodeada de una población con bajos niveles de formación técnica y científica. Esta opción social de distribución del conocimiento de alto nivel, conforma la paradoja de islas del más alto saber, en un océano de ignorancia.
La visión estratégica anteriormente expuesta sobre los potenciales efectos positivos, proactivos, que la expansión y democratización de las oportunidades educativas puede tener en una sociedad dada, relieva entonces la importancia crucial de la política de Equidad Social en Educación, como un poderoso factor de desarrollo social y económico.
En el caso colombiano, son evidentes los altos niveles de desigualdad y marginalidad económica y social, que se expresan en el sistema educativo, en una profunda desigualdad de oportunidades de acceso y logro educativo según determinados factores adscriptivos de origen socioeconómico y geográfico, género, raza, etnia y edad. En este contexto, el concepto de Equidad Social puede ser reducido a remediar o paliar algunas de las más evidentes desigualdades educativas, con el fin de evitar una mayor deslegitimación del sistema educativo y social sin necesidad de reformas profundas en la estructura de distribución social de las oportunidades educativas: becas, subsidios, cuotas de admisión, programas remediales, etc.18.
Esta utilización ideológica del tema de Equidad Social se facilita en ausencia de objetivos, metas, ideales o escenarios futuros deseables referidos a la igualdad social en la distribución de las oportunidades educativas. Por consiguiente, una de las tareas más importantes en la planeación a largo plazo de la educación superior es la elaboración de una visión estratégica sobre Equidad Social en educación superior, conformada por objetivos, metas, escenarios y resultados futuros deseables, referidos a dimensiones básicas de este nivel y tipo de educación, tales como:
Esta visión estratégica del desarrollo deseable de la educación superior puede ser una poderosa fuerza transformadora tanto de sus dimensiones constitutivas como de sus funciones sociales, económicas y culturales en determinada sociedad. Por ejemplo, puede transformar la composición social, demográfica y cultural del cuerpo estudiantil, ampliando la participación de sectores sociales previamente excluídos y de la población adulta. Este nuevo cuerpo estudiantil aporta nuevos intereses, expectativas y demandas, respecto a la calidad y pertinencia de la educación que reciben (contenidos), y respecto a las modalidades pedagógicas y de aprendizaje prevalecientes. En muchos países estas nuevas demandas sociales han servido de estímulo eficaz para la generación de importantes innovaciones curriculares, pedagógicas y adimistrativas, como las ya señaladas:
Finalmente, la necesidad y deseabilidad de esta visión estratégica a largo plazo en el país, se fundamenta en importantes razones sociales y económicas. Las primeras se refieren al creciente desfase entre una demanda social en rápido aumento, por educación superior, y la escasa cobertura y capacidad de expansión y diversificación de la oferta de calidad que tiene actualmente este nivel educativo en Colombia, en especial la educación pública. Esta situación genera un conjunto de consecuencias negativas. Las inmensas capacidades potenciales de un alto porcentaje de la juventud egresada del nivel medio son desperdiciadas y subutilizadas por la carencia de oportunidades educativas de calidad. Estas se concentran en las tres principales áreas urbanas de un país caracterizado por numerosas ciudades intermedias y pequeñas. La carencia e inadecuación de oportunidades es aún mayor en regiones y áreas rurales o suburbanas. La carencia de oportunidades de calidad es comúnmente suplida por instituciones improvisadas, de escasa tradición académica, con infraestructura educativa inadecuada, y que ofrecen los mismos programas tradicionales de formación, en los que se ha concentrado la matrícula en educación superior durante los últimos veinte años.
Esta concentración de la demanda es, a su vez, una consecuencia de la escasa diversificación de la oferta de formación, mediante nuevos tipos de instituciones y programas. Más aún, la diversificación de la oferta institucional se ha dado en Colombia a través del esquema de ‘estratificación vertical jerárquica’, que concentra el estatus social y educativo en las universidades tradicionales, condenando así a los otros tipos de instituciones (universitarias, tecnológicas y técnicas) a no tener identidad ni futuro propios, sino a aspirar a convertirse en émulos de las primeras20. Una importante consecuencia es el reforzamiento de las tendencias tradicionales hacia la concentración de la matrícula en unas pocas áreas del saber e instituciones, generando exceso de profesionales en las áreas tradicionales y profundas carencias de personal calificado en las áreas de mayor importancia para el desarrollo científico y tecnológico del país. En 1992 el 79.3% de la matrícula se concentraba en unas pocas áreas tradicionales como Ciencias de la Salud, Educación, Arquitectura e Ingenierías, y Economía y Administración, mientras era mínima la matrícula en Matemáticas y Ciencias Naturales (1.7%)21. Este perfil de educación/calificación del país, es altamente disfuncional y obsoleto frente al rápido proceso de división y especialización de los saberes y del trabajo, que caracteriza a la moderna sociedad industrial.
Es evidente que esta compleja problemática de la educación superior no puede solucionarse con ‘más de lo mismo’, es decir, con la expansión de los mismos tipos de oferta curricular e institucional, con la continuación de las tendencias históricas, con la lógica de la oferta según las supuestas demandas del mercado. Se hace necesaria y urgente una nueva política -positiva y proactiva- que transforme cualitativamente el patrón prevaleciente de desarrollo de la educación superior colombiana. Se hace necesaria una nueva visión estratégica, un conjunto de escenarios futuros deseables, cuyas principales características pueden ser aportadas por una política de Equidad Social.
1 Algunas de las áreas de acción propuestas son: “…volcarse sobre los sistemas medio y primario para contribuir a modernizarlos en renovación espiritual, eficiencia y calidad; focalizar proyectos en el grado once de enseñanza media, especialmente de los colegios públicos, cuyas dificultades de entorno y de recursos les impiden alcanzar la excelencia por sí mismos, para con ellos buscar esa excelencia y contribuir a la orientación profesional de sus bachilleres; sistematizar nuevos criterios e instrumentos para que la selección de los mejores no obedezca exclusivamente a una medición del mayor número de conocimientos e información acumulados, sino que se oriente a identificar las aptitudes y habilidades básicas, que tienden a estar distribuídas en forma similar entre los diferentes estratos y que constituyen el activo fundamental en nuestro avance científico y cultural; programas de sostenimiento y sistemas de soporte desde una nueva perspectiva del bienestar estudiantil”. Misión para la Modernización de la Universidad Pública.
2 En Europa las tasas de escolaridad en este nivel fluctúan entre el 20% y el 30% del grupo de edad pertinente, aunque la escolaridad es muy alta en la población adulta mayor de 25 años. En algunos países del norte de Europa más del 60% de la matrícula postsecundaria es de estudiantes adultos. Aunque en Estados Unidos y Canadá se dan altas tasas de escolaridad postsecundaria, esto se debe a que el pregrado (college) es una educación ‘general’, poco especializada y profesionalizante. La especialización sólo se da al nivel de postgrados, cuyas tasas de escolarización son menores que las equivalentes en países europeos. En Colombia se tiene una de las más bajas tasas de escolaridad postsecundaria en América Latina (14.O%), con pocas posibilidades de expansión dentro de la actual tendencia de disminución de la participación de las oportunidades públicas, actualmente reducida al 30% de la matrícula, y en el contexto de un rápido aumento del número de egresados del nivel medio, generado por la expansión de los niveles básicos, desatendidos durante los últimos 20 años.
3 López, H. “Educación superior y mercado laboral de los profesionales en Colombia”. Misión para la Modernización de la Universidad Pública”. 1994. p. 30.
4 La tendencias hacia la universalización de la cobertura del nivel medio implican necesariamente la pérdida de importancia de su papel tradicional de ‘nivel de paso’ a la educación superior, dado que sólo un pequeño porcentaje de cada cohorte puede o quiere acceder a este nivel. Ver: Gómez, V. M. “La Educación Media en Colombia. Un estudio del Modelo INEM”. Cuaderno de Trabajo No. 15. Facultad de Ciencias Humanas. U. N. 1996.
5 Según estadísticas del Banco Mundial, en 1990 las tasas de escolaridad superior en diversos países latinoamericanos eran las siguientes: Uruguay (50%); Perú (36%); Venezuela (29%); Costa Rica (26%); Chile (19%); México (14%).
6 Debido al ingreso temprano a la educación primaria, en los últimos años ha aumentado significativamente el número de jóvenes de 15 a 17 años que demandan oportunidades de educación superior, lo cual amplía significativamente el grupo de edad escolarizable, reduciendo proporcionalmente la tasa de escolaridad en el nivel superior.
7 Una de las pocas experiencias al respecto es el ‘Sistema Institucional de Educación Desescolarizada’, recientemente organizado en la Universidad del Valle, y que es necesario analizar en profundidad.
8 En 1992, en las tres principales ciudades del país se concentraba el 64.1% de la matrícula global, y el 46.4% de la matrícula en instituciones públicas. Las 5 ciudades siguientes tenían el 15.3%, quedando para el resto de las numerosas ciudades intermedias del país, sólo el 15.7% de la matrícula. Misión para la Modernización de la Universidad Pública. Informe Final.
9 Misión para la Modernización de la Universidad Pública. op. cit. p. 12.
10 Ver: Gómez, V. M. “La diversificación en la Educación Superior. Condición para la Transformación Productiva con Equidad”. Revista Análisis Político. No. 23. 1994. pp. 34-53.
11 Ver: OECD. Alternatives to Universities. París, 1991.
12 Neave, G. Patterns of Equality. European Cultural Foundation. Institute of Education. Paris, 1976.
13 Ver; Oakes, J. Keeping Track. How Schools Structure Inequality. Yale University Press. 1985.
14 Bourdieu, P. & Passeron, J. C. Los Herederos; Labor, 1966; y Bourdieu, P. La Distinción. Crítica social del juicio. Taurus, 1989.
15 Bourdieu, P. La Noblesse d’État. Grandes Ecoles et esprit de corps. Paris, Minuit.
16 Ver: Educación y Conocimiento: Eje de la Transformación Productiva con Equidad. CEPAL-UNESCO.
17 Stromquist, N. “Educación y Equidad en la América Latina contemporánea”. La Educación. No. 121, 1995. P. 181. OEA. Washington.
18 Esto es, en gran medida, lo que sucede en algunas universidades públicas, como la Universidad Nacional, donde en lugar de modificar radicalmente los criterios y procedimientos de admisión y evaluación de estudiantes, y de mejorar la calidad social de sus programas de formación, se aplica una política limitada de cuotas de admisión para algunos estudiantes de origen indígena y de los municipios más pobres del país. Una política similar ha sido recientemente propuesta en universidades privadas como Los Andes. Estas políticas tienen un escaso impacto sobre la problemática mayor de la desigualdad de oportunidades educativas, pero sirven para legitimar instituciones y prácticas actuales.
19 “Sin vulnerar el derecho de acceder a la universidad pública para los estudiantes procedentes de otros estratos, es imprescindible asegurar canales de ingreso preferentemente para los estudiantes más talentosos de los sectores populares, mediante soportes de bienestar estudiantil y la destinación de un porcentaje de los cupos disponibles detectando méritos a través de evaluaciones técnicamente implementadas y que consideren las dificultades del entorno”. Misión para la Modernización, op. cit.
20 Gómez, V. M. La Educación Tecnológica en Colombia. ¿Educación terminal o primer ciclo de las Ingenierías y las Ciencias? Editorial Universidad Nacional. 1996.
21 “De igual gravedad es la (…) desatención a un problema de primera magnitud: la crisis vocacional que padecen programas que deberían ser prioritarios para el futuro de la ciencia en el país, como los de matemáticas, física, química y biología”. “Colombia: al filo de la oportunidad”. Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo. Editorial Cooperativa ‘Magisterio’. Bogotá, 1995
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Mauricio Durán Castro*
* Arquitecto, profesor, crítico de cine y director del Cineclub de la Universidad Central.
Acerca de los motivos de nuestro cine colombiano, de su falta de motivos o motivaciones, y de los motivos de su gran ausencia.
«Si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Por el momento, podemos dormir tranquilos. La mirada libre del cine está bien dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. El día que el ojo del cine realmente vea y nos permita ver, el mundo estallará en llamas»
Luis Buñuel
Tomando esta reveladora frase del libertario y anarquista aragonés como axioma para interpretar la historia del arte cinematográfico, nos encontramos ante los movimientos oscilantes de un péndulo y su recorrido dialéctico entre la originalidad poética y la serialización industrial. Entre una fuerza vital que como una llama quemaría con su luz nuestra retina revelándonos la belleza y, del otro lado, la fuerza de la costumbre de un público adormecido y complacido por los mecanismos del marketing de los productores. Para Buñuel esta lucha, en la que el verdadero autor no puede claudicar, está momentáneamente perdida y confía tal vez en un mejor mañana con un público más exigente.
Hace más de treinta años, Jean Renoir decía que «la historia del cine -y sobre todo la del cine francés, durante el último medio siglo-, es la historia de la lucha del autor contra la industria»1. Para este francés, la batalla había obtenido sus logros, al menos con el reconocimiento del «autor»; sin embargo, soñaba todavía con un utópico «cine artesanal» en que el autor, como el pintor o el escritor, se «expresara directamente» a través de su cámara. Más pesimista en su visión de la historia del cine, el alemán Fritz Lang respondía a una entrevista de 1957: «hoy califico el cine como industria. Y pensar que podría haber sido un arte». Revelando una vez más la tragedia del artistia sometido por la industria o silenciado por su anticonvencionalismo y su rebeldía. Los nombres de esta lista de héroes trágicos del siglo XX, componen un extenso martirologio que la industria reconoce sólo para amedrentar a quien se atreva a luchar contra la corriente. Pero, también, es grande el número de hechos afortunados en que los artistas lograron dejar su huella personal o poema, a lo largo de metros de cintas de celuloide fabricadas en serie por Eastman, Patche o Fuji. Esta historia emblemática del arte en el siglo XX, es decir, del arte industrial, revela la cruel paradoja con que esta herramienta de expresión y su inmenso poder liberador de la realidad, se convierte en una máquina que somete y condiciona a sus operarios y productos a la monótona reproducción industrial. Los mecanismos de la ilusión: el poder de este arte subyugado a su condición industrial.
El costo de producción de cualquier película debe tener un mínimo respaldo económico que la obliga inmediatamente a acondicionarse a un resultado final, protegiendo los intereses de sus inversionistas que no son otros que el mayor mercado posible. Los experimentos expresivos arriesgan el mercado masivo, se alejan del gusto friamente modelado de su público: de la standarización. pero a pesar de esta dura ley que gobierna la industria cinematográfica, entre la inmensa mercancía producida en sus fábricas sobresalen muchas de las más importantes obras de arte del siglo XX. Películas que incluso retratan con dolor, ironía o autoburla, el fabuloso pero triste «mundo del cine». A través de personajes como la decadente Norma Desmond -insignia de un tiempo donde el buen cine se reconocía al margen de sus razones comerciales-2, Hollywood ha mostrado su verdadera condición, muy diferente a la imaginería con que el público suele vestir y desvestir a sus stars. La gran industria del cine mundial ha sido en verdad fabricante de desencantos monstruos -ya sean sus estrellas o películas-, creaciones de un Dr. Frankestein con afán de lucro. Engendros que caminan en dos prótesis: una diseñada para producir dinero y otra que no deja de expresar su dolor. Por las venas de su industria circulan los intereses comerciales al lado -o en contravía- de los torrentes poéticos. En su cabeza gobiernan las razones de la serialización y el mercado, mientras su corazón late gracias a la magia ancestral que entretenía a los hombres de las cavernas.
Al tercer mundo le ha tocado comer lo servido y consumir lo producido por la industria del primer mundo. Dentro del «equilibrio económico» mundial se le ha otorgado el papel -no protagonista- de ser mercado, consumidor y público pasivo. Los productos y películas del primer mundo nunca han sido concebidos pensando en los deseos del tercer mundo; sinembargo, han terminado colonizando nuestros sueños. Somos un mercado que ni siquiera ha podido escoger su mercancía, ésta nos ha sido impuesta y ha moldeado nuestros gustos y deseos. En el mejor de los casos no hemos sido más que público abonado para las producciones de los países desarrollados, cuando no se ha atendido, exclusivamente, hacia los norteamericanas obedeciendo a intereses económicos entre los gobiernos de turno y las casas representantes de Hollywood. Según el teórico y cineasta cubano Julio García Espinosa: «A nuestras tierras llegó primero el proyector y este resultó infiel a los intereses de la producción nacional»3. Para las nacientes industrias de Pathe o Edison, Latinoamérica fue mercado o exóticos paisajes antes que competencia, a pesar de ser fuente de inagotable riqueza en temas y talentos. De esta manera hemos aprendido a reconocer nuestra imagen en las pantallas, por los estereotipos fabricados en Hollywood antes que por nuestras cinematografias. Hasta qué punto la lascivia del macho mexicano, el alegre hedonismo carioca, el trágico dandy gaucho, son caricaturas made in Hollywood que hemos empezado a creernos, como las del revolucionario cubano o del narcotraficante colombiano.
Al intentar realizar un cine latinoamericano no se ha podido evadir esta condición de desequilibrio y colonización. En principio se explotó el folklor, luego unas pocas industrias se desarrollaron con delirios de grandeza nacional, más tarde se comprometió con su propia realidad para «descolonizarse» y finalmente, vuelve a ser tentado por el inevitable modelo hollywoodense. Aprovechando el sonido para explotar el éxito de expresiones musicales como el tango y la ranchera, Argentina y México industrializaron su cine en busca del mercado latinoamericano. Los tros países siguieron aportando los oídos para escuchar a Carlos Gardel o Pedro Infante, los ojos para llorar y soñar con Libertad Lamarque o María Félix, las bocas para reir con Luis Sandrini o Cantinflas. Para la industria mundial del cine -incluídas Argentina y México- , la inmensa pobñación latinoamericana no ha dejado de ser más que un público facil de complacer. Esta situación, protegida por los exhibidores y los gobiernos, ha sido la gran aliada de las industrias extranjeras y la enemiga principal de las producciones nacionales. Los acuerdos «obligados » se han hecho siempre por la «vía legítima» de la ley de la oferta y la demanda, fríamente aplicada a las producciones culturales. La venta a ciegas de «lotes de películas », las obligaciones de exclusividad con el proveedor o los porcentajes sobre la taquilla, son típicos en las negociaciones entre los exhibidores y las mayors de Hollywood. Negocios no muy distantes de las artimañas e intrigas de alguna película de «gansters».
Por motivos parecidos, en Colombia, después de una interesante producción durante el período mudo, el cine nacional desapareció. Las industrias pioneras de los Di Doménico o los Acevedo, que combinaban la exhibición con la producción, se vieron obligadas a abandonar ante los costos que implicaba adecuarse al sonoro y ante la competencia de la nueva «Cine Colombia», que se dedicaba, exclusivamente, a la importación y exhibición de cine básicamente norteamericano. En adelante, la inconstante aventura del «cine nacional» ha estado protagonizada por quijotes que teminan siempre en la bancarrota, la cárcel o el exilio, dada la falta de una industria estable. Si para Buñuel, Renoir o Lang, la industria ha sido el enemigo gigante de su creatividad, para los cineastas colombianos la carencia de ésta ha sido su frustración profesional. La ausencia de estos trsites mecanismos que impulsan la dialéctica entre arte e industria, ha hecho imposible el surgimiento de nuestra cinematografía.
Después del panorama industrial del cine mexicano, argentino y brasilero de mediados del sigo -Hollywoods latinoamericanos-, las nuevas generaciones intentaron el «cine de autor». Durante los sesenta el «nuevo cine» se enfrentó a estos modelos industriales para realizar obras más personales, pero también mucho más marginales. Del compromiso social y político surgieron las propuestas estéticas del «otro cine» mexicano, del «cinema novo» brasilero, del «cine liberación» del cono sur, del cine de la revolución cubana, del indigenista boliviano, etc. Una diversa cinematrografía continental que, apoyándose en los principios «neorrealistas», se adecuó a sus propias necesidades de denuncia, descolonización, liberación. Pero su público fueron los festivales europeos donde llamó la atención de críticos y especialistas, sin lograr interesar a los mercaderes del cine en nuestro continente. El «autor» sin la industria canceló la posibilidad de acercarse a su público; un cineasta latinoamericano se afana hoy por decirlo todo en su primera oportunidad, pues, como en Macondo, «las estirpes condenadas a cine años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra». Además de algunas «obras maestras» y «talentos frustrados» que aparecen, abruptamente, diseminadas en un vasto territorio que los desconoce, su panorama es: un público olvidado y perdido, patrimonio fílmico reciclado, empresas privadas o estatales quebradas, equipos cinematográficos en venta, leyes de apoyo al cine nacional incumplidas descaradamente y estudios cinematográficos de Churubusco cerrados. De los premios y aplausos a Rocha, Gutiérrez Alea, Solanas, Sanjinés o Leduc, al paulatino desmonte de empresas como Embrafilm, Foncine, ICAIC o Focine, mientras el público asiste a su acostumbrada dosis de la cartelera comercial.
El colombiano es un cinen a veces soñado con una poderosa imaginación que casi iguala a nuestra realidad, y otras veces el sueño de una gran industria pero con esporádicos resultados. Tras precarios intentos de industrialización, a principios de los años sesenta nuestro cine se contagió de la «fiebre de autor» que infectaba al continente. El ejemplo «neorrealista» y, un poco menos, el de la «nueva ola», sirvieron de inspiración a películas como El río de las tumbas (1964) de Julio Luzardo, o Raíces de piedra (1961) y Pasado Meridiano (1965) de José María Arzuaga, que quedan como los mejores intentos de un cine en busca de su propia identidad. A final de esta década y principio de los setenta esta tendencia al argumental se orienta hacia los documentales de encargo o los de denuncia política. Entre estos dos fuegos sobresalen la sinceridad de la obra de Gabriela Samper como también la de Marta Rodríguez y Jorge Silva y, de manera más irreverente, la autocrítica de los jóvenes formados en el «Cineclub de Cali»: Luis Ospina, Carlos Mayolo y Andrés Caicedo.
Dentro del contexto de un cine que se ha acomodado a las oportunidades brindadas por la necesidad de producción estatal o privada, hay que resaltar la valentía, ingenio, talento y «pasión por el oficio» de Mayolo y Ospina en sus documentales Oiga vea (1971), Cali de película (1972) y Agarrando pueblo (1978), donde se hace cine a la vez que se critican ciertas tendencias facilistas de un «cine oficial», o las de un cine de denuncia que ha degenerado hasta la «pornomiseria». En el mediometraje -entre argumental y documental- Agarrando pueblo, no sólo se mostró por primera vez el cine nacional al desnudo y enviciado, sino que también significó un alto en el camino para dar lugar a la reflexión antes de emprender una nueva etapa. Se trató aquí de los vicios adquiridos bajo la tutela proteccionista de un Estado que dicta leyes pero no las vigila, ni las administra. Desde 1972 se había puesto en práctica la «ley del sobreprecio» que obligaba a los exhibidores a mostrar un cortometraje nacional en cada proyección de película extranjera y a aumentar el costo de la boleta para pagar por porcentajes al productor, al distribuidor y al exhibidor del corto. Gracias a este mercado cautivo -es decir a la paciencia del público-, la producción de cortometrajes aumentó considerablemente y muchos cineastas se prepararon para incursionar en el largometraje. Pero también gracias a la falta de control fiscal y de calidad, muchos exhibidores se quedaron con el dinero y muchas producciones se conformaron con «fórmulas» de cine «oficialista» o de cine de «denuncia» descaradamente comercial. Así, al final de la década, Mayolo y Ospina pusieron el dedo en la llaga, pero poco importa ya que su película no era de «sobreprecio» y pocos la vieron. Sinembargo, el gobierno de turno decidió incentivar aún más la naciente industria cinematográfica y en 1978 creó la compañía de fomento cinematográfico «Focine». Pero, realmente, si existió en estos años un interés por la industria del cine nacional fue por motivación personal y privada, aunque sin intenciones de autor, ni compromisos estéticos o políticos. Gustavo Nieto Roa surgió del sobreprecio para financiar, producir y vender sus largometrajes en nuestro país. Realizó en 1973, Aura o las violetas; en 1977, Esposos en vacaciones; en 1978, Colombian Connection; en 1979, El Taxista millonario y en 1980, El Inmigrante latino, estas dos últimas las películas más taquilleras del cine colombiano. Continuándose de esta manera la escisión entre arte e industria, como lo demuestra el desequilibrio entre las ganancias del gordo Benjumea y las preocupaciones estéticas del flaco Ospina.
Del «sobreprecio» a «Focine» solo hubo una diferencia de escala: se pasó del «cortometraje» al «largometraje». Bajo esta nueva fórmula , ley o compañía que buscaba fomentar el cine nacional proyectándolo a la producción de largometrajes, se realizaron en efecto la mayar cantidad de películas en la historia del país. Fueron los años ochentas -la década «Focine»- los de la gran bacanal cinematográfica a expensas de un estado pobre pero derrochador. La actitud del gobierno tuvo más o menos los mismos defectos que con el sobreprecio: falta de claridad en su función y ausencia de control fiscal y de calidad. El crítico Luis Alberto Alvarez se preguntaba si la razón de ser de «Focine» era la «¿subvención al arte o el fomento a la industria?». Pero la Compañia en sus doce años de existencia y reorientaciones nunca tuvo clara la respuesta. Para los cineastas quedó menos clara su posición; unos optaron por aprovechar la oportunidad de su vida para realizar su «película de autor», mientras otros buscaban en vano la «fórmula» de un cine comercial. En lo conceptual no hubo diálogo entre productor y director: «Focine» desconocía las intenciones estéticas de sus proponentes o contratantes y a los realizadores poco les interesaba la recuperación de la inversión del productor. Bajo esta ley sin diálogo el cine tuvo sus progresos: hubo oficio y se depuró técnicamente, se realizaron 200 películas -cortos, medios y largometrajes- entre las cuales algunas alcanzaron muy buen nivel técnico y estético.
Realizadores como Lisandro Duque, Luis Alfredo Sánchez y Camila Loboguerrero, se preocuparon básicamente por darle cuerpo a un cine popular. Duque, con El Escarabajo (1982) y Visa Usa (1986), fue el que más se acercó a una imagen donde el público se reconociera. Otros más recelosos quisieron llegar a un cine más «culto» apoyándose en literatos reconocidos como García Márquez - Tiempo de Morir (1985) de Jorge Alí Triana-, Gustavo Álvarez Gardeazábal -cóndores no se entierran todos los días (1984) de Francisco Norden- o Eduardo Caballero Calderón. -Caín (1984) de Gustavo Nieto Roa-, logrando obras de mucho oficio pero sin dejar la huella personal del cineasta. Otros más osados decidieron conjugar los géneros cinematográficos clásicos con su propia visión del país, dejando obras con mucha personalidad aunque «imperfectas pero vivas». Entre ellos los veteranos Marta Rodríguez y Jorge Silva con Nuestra Voz de tierra, memoria y futuro (1981); Luis Ospina con Pura Sangre (1982); Carlos Mayolo con Carne de tu carne (1983); o los novatos Luis Fernando Botía con La Boda del acordeonista (1985); Carlos Santa con Isaac Ink: El pasajero de la noche (1986) y Víctor Gaviria con Rodrigo D. No futuro (1990). Realmente sólo por una de ellas se hubiese justificado la existencia de «Focine», sinembargo, su precio fue muy alto. Más que el resultado general de toda suproducción, lo inaudito fué la desidia de esta «empresa productora». El desinterés por la exhibición y venta de sus productos llegó al extremo de que perdían irremediablemente muchas obras dentro del inmenso depósito de latas en que se volvió el «patrimonio fílmico» para el burócrata de turno. «Focine» ha sido la única productora de cine en el mundo que se ha dado el lujo de realizar 200 películas para guardarlas. Ante este derroche y el desencanto de muchos cineastas, «Focine» murió sin que el gran público se diera cuenta de que había nacido.
El sueño de una industria o un cine nacional apoyado por el Estado se hizo añicos y al despertar no hubo más que la inmediata realidad. Haciendo balance muchos coinciden en el factor negativo que tuvo la sobredimensión dada al proyecto. Muchas veces se creyó que la calidad cinematográfica era proporcional al costo de la película y se desperdició la oportunidad de hacer un cine a nuestra medida, modesto pero profundo, como lo habían enseñado el «neorrealismo», la «nueva ola», el «cinema novo». o autores como Arzuaga o Luzardio. El ojo crítico de Luis Alberto Alavarez describió el proceso así: «La conformación de equipos técnicos y artísticos es imitativa de la existente en el cine internacional de alto presupuesto, y como el nivel profesional de estos equipos es inferior al de ese cine, el resultado no es una intensificación de la calidad sino una onerosa burocratización. Los técnicos buscan agremiaciones al estilo del studio-sistem y las actrices y actores asumen la posición de stars no solo en sus declaraciones y comportamientos sino en sus exigencias económicas »4. También el realizador Lisandro Duque reconoce: «Creo que a los directores se nos ha ido la mano en ventiladores y en efectos especiales, que hemos trabajado mucho una semántica espectacular, una retórica espectacular, que defrauda la semántica casera de esos relatos de las abuelas»5. Ante la fiebre del «mundo del Cine» con todas sus fantasías, al «cine» terminó negándose su propia realidad. Tampoco el público quería una cinematografía nacional sino películas de «alta calidad técnica», ganadoras de algún «oscar»; estrellas como De Niro, directores como Fellini. Este al menos fué el sentimiento de Ospina a la reacción a su película: «Además el prurito de querer encontrar la obra maestra, quieren encontrar el García Márquez del cine, el que entregue la obra cerrada y la propuesta total. Para mí el valor de la película es que yo sé que es una película que nadie más la podría hacer... pero al fin y al cabo se trata de mi primera película. ¿No?»6.
Sin «Focine» los realizadores se vieron obligados a pensar de una manera más realista el cine nacional, invitando a las empresas privadas -entre ellas las de televisión- , a invertir en el cine, coproduciendo con otros países, disminuyendo los costos de producción, invirtiendo en campañas de publicidad y exhibición de las películas. Así, después del éxito de La Estrategia del Caracol (1993) de Sergio Cabrera, se revive la ilusión y se polemiza de nuevo sobre el futuro de la industria, sobre el talento nacional, sobre posibles premios internacionales. Sinembargo, en esta nueva época, sin tutor estatal, el cine se ha aproximado más certeramente al problema de la producción y del público, sin que se descuide la creación artística de la película. Las estrategias se ha acompañado de «visiones personales » sobre nuestra realidad en Confesión a Laura (1991) de Jaime Osorio; la gente de la Universal (1993) de Felipe Aljure; Ilona viene con la lluvia (1996) de Cabrera; o La mujer del piso alto (1996) de Ricardo Coral. Se trata de un cine más maduro, tanto a nivel estético como de producción, que invita a esperar con buenos ojos las próximas películas de García, Santa, Gaviria, Aljure o los hermanos Ospina. Un cine preocupado por definirse a sí mismo, antes de soñar con míticas industrias, premios internacionales o estrellas famosas. La experiencia «Focine» sirvió para poner los pies en la tierra y dejar de soñar un Hollywood de «lustrosas tinas con teléfonos blancos» y «piscinas llenas de champagne». Hoy el cine ha logrado acercarse más al público mostrándole su propia realidad pero sin necesidad de complacerlo. También se ha empezado a construir un puente entre cineastas y exhibidores, como un modelo de producción más viable que cualquier sueño industrial. «Rescatar la figura del productor será indispensable. Él -según Julio García Espinosa-, será el puente ideal entre el director y el exhibidor, entre cámara y proyector»7. Haciendo caso a leyes que no han sido dictadas por algún gobernante megalómano, se trata simplemente de hacer «películas más baratas y así podrán salvar las cinematografías nacionales, reducir los costos»8. Hoy esta medida parece la única opción para todas aquellas cinematografías que no son Hollywood. Pero la tentación sigue ahí para muchos cineastas latinoamericanos que después de demostrar su talento quieren enfrentarse a los poderosos mecanismos de la industria de Hollywood. Un sueño y un reto al que se le han medido el brasilero Héctor Babenco, el argentino Luis Puenzo, o el mexicano Peter Rodríguez. Sinembargo, el nivel poético de sus obras ha disminuído ante los intereses de la gran industria, las concesiones han sido mayores a las hechas con películas de menor presupuesto. Seducidos por la quimera de Hollywood han dejado de construir un cine nacional y han desperdiciado la exclusiva posibilidad de realizar «películas diferentes». Han comprometido la oportunidad de crear poesía por la seguridad de producir mercancía para una industria estable.
1 Jean Renoir en «Mi vida y mi cine» Madrid. 1993. Ediciones Akal. Página 25
2 Personaje de la película Sunset Boulevard de Billy Wilder (1950).
3 Julio García Espinosa en «Cien años del cine en América Latina: La vida como un camino de atajos». Revista «Kinetoscopio» No. 38 (Medellín) 1996.
4 Luis Alberto Alvarez en el libro de Patricia Restrepo «Los Mediometrajes de Focine». Publicaciones Universidad Central (Bogotá). 1988. Página 110
5 Lisandro Duque entrevistado por Orlando Mora en revista «Kinetoscopio» No. 38. Medellín, 1996.
6 Luis Ospina entrevistado por Luis Alberto Alvarez en el libro de Patricia Restrepo «Los Mediometrajes de Focine». Página 141.
7 Julio García Espinosa en «Cien años del cine en América Latina ». Revista «Kinetoscopio» No. 38. Medellín, 1996.
8 Gideon Bachman entrevistado por Jorge Iglesias en la revista «Kinetoscopio» No. 38. Medellín, 1996.
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Carlos Guevara A.*
* Profesor de literatura. Actualmente vinculado a la Facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Central.
Una de las características del mito es el reconocimiento de una carencia en el tiempo presente. El mito de Orfeo con su descenso al Hades, puede simbolizar, y de hecho simboliza, la inclinación humana que por el sendero de la iniciación logra el descubrimiento del ser interior, del sí mismo junguiano, en donde reside la verdad de cada hombre. En la literatura universal (antigua y contemporánea) el viaje del protagonista representa ese descenso al Hades por parte de los individuos que, queriendo trascender lo material, se hallan frente a la luz interior que suplirá las carencias de la vida prosaica en la que discurre lo mundano.
A la creación artística, y especialmente a la literaria, le han dedicado desde el sicoanálisis estudios en los que es fácil advertir contradicciones a veces radicales. Para Freud, por ejemplo, lo instintivo personal, la sublimación de un deseo inconsciente son los elementos primordiales en una obra. Para Carl Jung, por el contrario, una gran obra es la expresión más acabada de los arquetipos colectivos y en su proceso de realización el autor es víctima de un embrujo particular, de una posesión superior a sus fuerzas que lo convierte en medium en el que se apoya el sí mismo en conjunción con el yo para remitir un mensaje arquetípico-espiritual a toda la humanidad o a los miembros de una cultura como compensación de una carencia colectiva. Así, quien se compenetra con una gran obra, se sumerge en un mundo mágico-mítico en el que se toca con los misterios de su ser interior y establece puentes de contacto con el espíritu universal.
En Jung, el concepto del sí mismo expresa la totalidad del hombre, la extensibilidad de su conciencia y del inconsciente; representa todo el potencial espiritual del sujeto, toda su conciencialidad. Es el principio y la meta de la “individuación”. En el sí mismo se sintetiza la verdad de lo que el hombre es; en él se ubica el centro absoluto en que el individuo se siente libre, fiel a sí mismo, partícipe y responsable de lo cósmico, de lo trascendental que rebasa el tiempo y el espacio racionalizados de la conciencia y se interna en otro tempus, en otra dimensión regida por categorías distintas a las del pensamiento lógico-racional.
El proceso de individuación expresa en Jung la auténtica realización del sujeto, su plena madurez espiritual, la integración de su sombra y su alma, la desalienación de su yo, el encuentro con su sí mismo y el paradójico alejamiento de lo colectivo, de lo general, para unirse más íntimamente a lo profundo humano de cada criatura, de cada grupo.
Si bien ese proceso de individuación en la búsqueda de la luz es algo permanente, sólo a partir de una crisis particular de la existencia es que el individuo, mediante profundas reflexiones y mediante una repentina comprensión del mundo en el que se mueve y de sus circunstancias, opta por separarse del camino de la colectividad y seguir su propia senda iniciática hacia su interior. Es decir, la individualización corresponde a un viaje solitario por nuestros propios paisajes en los que encontramos fantasmas, monstruos, peligros y precipicios pero también frescos prados, oasis y valles apacibles. Se inicia el viaje hacia el sí mismo cuando el individuo decide, frente a una profunda crisis espiritual que le ilumina y le afecta, dejar de ser “uno de muchos” y realizar las potencias de su críptico y misterioso mundo interior embarcándose en sus bajeles y surcando sus propias aguas.
El viaje se inicia cuando el individuo se reconoce con sus aspectos positivos y negativos, acepta sus responsabilidades y visualiza el sendero ascendente de lo espiritual que se personifica en el arquetipo del anciano sabio investido del carácter sapiencial que le otorga una ética individual por encima de esa “moral social” común que achata a los hombres, les niega su autonomía y los manipula; una ética individual que a pesar de llevar implícito un apartamiento, es solidaria con los demás y contribuye a crear una comunidad universal de hombres libres y elevados, conocedores de sí mismos.
El fin del viaje ocurre cuando el individuo que antes se sentía dividido, inauténtico, oscilante entre pasiones diversas de las ofrecidas por un mundo tentador, se encuentra ahora dueño de una unidad que enriquece su existencia con un inimaginado sentido espiritual que lo torna sereno y totalmente consciente, que lo sumerge en el nirvana integrador y que lo transforma para continuar, a su regreso, una relación llena de comprensión y amor por el mundo pero alejada de lo intrascendente, de lo alienante, de lo que engaña y mancha con halagos a los seres para desviarlos del sendero individual de la luz. En fin, el encuentro del sí mismo no es otra cosa que la plenificación de la conciencia, es decir la “conciencialización” de los materiales del inconsciente y el hallazgo en ellos de respuestas a nuestras limitaciones, de la luz del conocimiento que hace digna la vida del individuo que se sabe poseedor en ese instante de unos valores, de una verdad orientadora, de un sentido claro de la existencia.
El mito de Orfeo es una de las expresiones simbólicas de esta experiencia de transformación en que se embarcan los hombres en un momento decisivo y trascendental de su existencia individual o colectiva. Orfeo, hijo de Eagro, recibió en revelación una serie de misterios y los difundió a través de la música. Esos misterios correspondían a una especie de religión esotérica que revelaba sus principios y secretos sólo a quienes estaban preparados y dispuestos a seguir el sendero de la luz interior.
Los órficos creían en la inmortalidad del alma y en la transmigración a través de muchos cuerpos para alcanzar la purificación. Por su misma esencialidad, el alma buscaba -según ellos- retornar a su verdadero estado de belleza y perfección perdidos por el contacto con lo mundano. Para los órficos, el hombre es una dualidad en la que se enfrentan fuerzas antagónicas: luz y sombra, bien y mal, bondad e indiferencia, etc. El camino de la luz, el orfismo, propone desatar el alma de las tinieblas titánicas y llevarla a la divinidad dionisíaca para acceder a la individuación, a los valores reales.
Este camino de iniciación esotérica o mística no fue nunca popular en la sociedad griega, sino que permaneció reservado a pequeños grupos alejados de la religión “oficial” de los señores del Olimpo, mundana y escandalosa. Se proponía reformar la vida íntima del hombre mediante su elevación, a través de la música, más allá de la inmediatez; la música como elemento mediático predisponía el alma o la psiquis al arrobamiento, a la exaltación, a la liberación dionisíaca y permitía al individuo una trascendental ruptura con el mundo inmediato, con la naturaleza reducida al mero ejercicio de lo sensorial o de lo material.
Pitágoras fundó en Crotona una confraternidad órfico-religiosa llamada el pitagorismo, el cual sustituyó a Dioniso por las matemáticas que permitían al individuo, según ellos, ordenar su vida interior para ponerla en consonancia con el cosmos. Así, para Pitágoras, la liberación del alma sería consecuencia del trabajo del intelecto que descubre que toda cosa tiene una estructura numérica que la subordina a una medida particular. Los pitagóricos creían que en la juntura entre matemáticas, música y astronomía se iniciaba la senda que podría conducir a la armonía del individuo en toda la plenitud de su esencialidad. Con el estudio y la reflexión sobre dichas disciplinas se alcanzaba una reinterpretación de la realidad, un enfoque armónico y claro sin las manchas que se producen como resultado de los instintos y ambiciones vulgares. Era, en síntesis, el restablecimiento del sentido frente al mundo y frente a sí mismo por parte del hombre como sujeto dueño y poseedor de una conciencia evolucionada.
El viaje de Orfeo al mundo subterráneo, al Hades, en busca de su amada Eurídice simboliza en efecto la decisión humana de adentrarse en el camino de la sabiduría interior, del conocimiento de sí mismo que siglos después fuera base fundamental del pensamiento socrático. El viaje de Orfeo al reino de Hades (o Plutón) y de Proserpina, tiene un simbolismo muy claro fácil de asociar al concepto de la búsqueda del sí mismo de la teoría Junguiana. Veamos:
Eurídice, la amada belleza, simboliza el sentido de la existencia, el principio y el fin de la búsqueda iniciática fuera de la cual la música, que aquí simboliza la vida misma, carecería de sentido, pues habiendo Orfeo jurado en su niñez que dedicaría toda la vida a este arte, las dos categorías se funden entonces no solo en la externalidad de un juramento sino en el simbolismo profundo que las junta como armonía, gracilidad y belleza. Eurídice es, vista desde esta perspectiva, como la esperanza, como el anhelo místico de quien busca su propia perfección; el reencuentro entre el ánimus y el ánima en un himeneo conciliador que alienta al hombre; ella es el complemento que enriquece la vida interior, es la dimensión dulcificadora que aparta de la colectividad amorfa y densa y promueve la transformación; ella es la instancia con la que se completa la conciencialización.
Pero para poder alcanzar y rescatar de la muerte a esa Eurídice, perdida por culpa de una serpiente1, Orfeo debe hacer todo un camino que lo llevará del mundo de los hombres, en otras palabras del mundo de los no adeptos, a los misterios del reino del conocimiento, de la verdad.
Durante días y noches Orfeo camina por escarpados senderos, por hostiles y oscuros bosques y llega a la entrada de los infiernos.
Observa por última vez el mundo exterior y se adentra en ese descenso guiado solo por la imagen de Eurídice: luz, buen destino. Caronte es el primer obstáculo; un vivo no puede ser transportado por la laguna Estigia al reino de las sombras. La música de Orfeo lo conmueve y conmueve también a Plutón y Proserpina quienes los dejan partir con una mueca cómplice que indica que lo que pertenece al Hades no podrá salir de allí y aunque sea en el último escalón, será de nuevo arrebatado como mensaje al mundo de arriba, al de los hombres no iniciados, de que la sabiduría es un premio al sacrificio, al esfuerzo de quienes se atreven a viajar para encontrarse con ella y no un regalo para quienes están fuertemente apegados al mundo de la superficialidad.
Orfeo, como consecuencia de su viaje, sufre una transformación absoluta en su vida. Se aparta de los hombres, frecuenta los bosques y las montañas solitarias, irradia un aura de infinita tristeza, su canto se hace quedo y melancólico y espera la transmigración para unirse así a su alma gemela y entonar el canto del amor como elemento más fuerte que la muerte.
El fenómeno de lo órfico o del viaje se repite a lo largo de toda la literatura clásica, medieval y moderna. Así, en el canto undécimo de La Odisea, Ulises descendió igualmente al Hades con el único propósito de saber la verdad sobre las circunstancias de su vida en ese viaje penoso y lleno de escollos que lo llevaba a Itaca. Allí, en el hades, habla con Tiresias, símbolo de la sabiduría y del conocimiento, para aprender de su boca la verdad de su destino.
Heracles baja al Hades en tres ocasiones: una de ellas para arrancarle el cancerbero y presentárselo al rey Euristeo, quien aterrado se escondió en un tonel. La segunda para rescatar a la esposa de Admeto, Alcestes, quien había muerto y que fue arrebatada a la muerte y devuelta a su esposo rompiendo así de manera macabra el orden del reino de las sombras como ya antes lo había hecho Esculapio, fulminado por el rayo de Zeus ante las quejas de Plutón por las constantes y numerosas resurrecciones que ejecutaba el médico, hijo de Apolo. El tercer viaje lo hizo Heracles para rescatar a su amigo Teseo y a Piritoo, quienes habían quedado pegados a sus sillas como castigo por querer raptar a Proserpina. No olvidemos que Heracles fue iniciado en los misterios menores de Eleusis antes de descender a la morada de Hades por primera vez y que al parecer le quedó gustando el desafío que le planteaba en cada viaje a lo desconocido. También viajó al Cáucaso a liberar a Prometeo del castigo que, según refiere Esquilo, le había impuesto Zeus por darles a los hombres el don y el dominio del fuego. Prometeo ha sido relacionado con la tendencia humana por escapar al dogma y alcanzar la conciencia plena, la madurez interior, la individuación que hace al hombre autónomo, libre de las ataduras de la ignorancia y el dogmatismo.
La Eneida igualmente es la representación del héroe que escapa al incendio del mundo troyano donde la muchedumbre adolorida se queja de sus limitaciones y miserias. Eneas descendió igualmente al Hades acompañado por la sibila de Cumas, símbolo de su iniciación en los misterios de la sabiduría esotérica, y quedó horrorizado con las escenas que observó, aunque también fue en ese viaje que obtuvo la sabiduría necesaria para salir victorioso de los retos del destino que lo tenía reservado como génesis de la raza que habría de fundar al imperio romano.
Los héroes siempre, en todas las mitologías y en su literatura, constituyeron la unión directa entre el mundo humano y el divino, es decir la expresión del hombre que estando en el mundo no está con él sino que ausculta la existencia humana en lo que tiene de más alto y profundo. Son ellos quizá la simbolización del individuo que protesta contra un destino común, abrumador y que convoca a una manera inusual de pensar y afrontar la vida. Lo órfico representa una reacción contra el sufrimiento impuesto por el destino, mediante un viaje que es la prueba más terrible a la que puede someterse el hombre en el sendero de su transformación. A ese tormento del destino se le designó con la palabra pathos y a la decisión de reaccionar se le denominó ethos, acción de partida, inicio del viaje para alcanzar el mathos, descubrimiento del bien y del mal, determinando así la katharsis, la purificación del espíritu mediante la agón, que es la palabra con que se representa la lucha contra las ataduras del inconsciente, poblado de mostruos y peligros pero donde reside igualmente la sabiduría suprema. En otras palabras, se trata de un círculo que arrancando del hombre llega otra vez a éste, pero a su otro lado, al lado que permanecía a oscuras y que ha sido iluminado por el proceso del viaje que implica purificación a través del sufrimiento. Es como el retorno del ser a su verdadero hogar, limpiado ya de las impurezas de lo mundano.
El fenómeno órfico o del viaje pareciera no respetar diques culturales, como obedeciendo a un elemento arquetípico que cruza los espacios y los tiempos de la historia y que corroboraría las afirmaciones Junguianas en torno a la obra literaria como creación visionaria en la cual el autor extrae los elementos para sus obras de ese transfondo desconocido de la naturaleza humana, de esos nacederos profundos del inconsciente en los que se sintetiza lo colectivo y se comprime el espíritu del creador y éste, inconscientemente, como embargado por una fuerza superior, habla con la voz de multitudes, liga y expresa los sueños de crecimiento espiritual existentes en todos los hombres. Heidegger nos dice al respecto que el creador es un individuo dueño de un poder visionario que lo aparta del interés mundano y lo despoja del “velo de Maya” - como él lo llama- para adentrarlo en la autenticidad de su ser.
Una de las consecuencias del viaje órfico es la transformación total que sufre el héroe luego de su experiencia. Ya nunca más será el mismo que fue antes de su partida. Lo órfico corresponde a un proceso de transformaciones cada vez más sutiles y el retorno al hogar nos descubre a un ser que es el mismo pero a la vez es otro porque ya una luz particularmente intensa irradia su ser; ya ha ocurrido el “milagro” como llama Hegel a la transformación trágica. Lo órfico correspondería, ya en la filosofía platónica, heredera de algunos de sus matices iniciáticos, al individuo que en la alegoría de la caverna, habiendo salido de las sombras de su mundo y visto la luz, regresa a donde sus congéneres con los deslumbrantes conocimientos de un universo que para ellos sigue siendo una ficción o inclusive una agresión.
La transformación aparta al héroe del mundo; su elevación lo ha incapacitado para compartir unos espacios con los demás hombres; ocurre entonces un distanciamiento fraternal que lo torna lejano aunque atento al rumor del mundo. Orfeo, luego de su viaje, fue otro ser: un hombre abatido por las verdades que halló. Ulises salió del Hades sobrecogido de espanto como Eneas. Moisés, en el mito bíblico, irradiaba una intensa luz después del viaje hecho a la montaña para recibir las tablas de manos del propio Dios envuelto en fuego. Cristo descendió a los infiernos para después resucitar y una luz - añade el Testamento- rodeaba su ser. Su actitud era igualmente lejana, casi indiferente a las cosas del mundo. En la Divina Comedia hay otro descenso a los infiernos, condición previa de la iniciación que debe pasar por el tormento, por el pathos, antes de ascender a la gloria simbolizada por Beatriz. Mucho después el Quijote, en la segunda parte, desciende a la cueva de Montesinos y para el lector el personaje sufre desde ahí una transformación decisiva.
Como la obra de arte es, después de todo, una representación simbólica de la cultura, es decir de las vivencias humanas, de las crisis sociales, de los sinsabores de la existencia pero también de los sueños de libertad y bienestar, de las ilusiones y expectativas humanas, el fenómeno órfico, representado en un viaje al infierno o a cualquier otro sitio que implique transformación espiritual, se erige como una constante inconsciente que expresa paradójicamente el anhelo por alcanzar una capacidad de conciencia, una conciencialización de la existencia que es en el fondo lo que hace humano al hombre; es decir que lo que legitima al individuo como diferente a los demás seres de la naturaleza es el desarrollo de la conciencia, de la siquis, en palabras de Freud.
El Hades, el infierno, o como pudiera llamarse el destino final del viaje es, según Mircea Eliade, una puerta, una abertura que permite el paso de un modo de ser a otro, de una situación existencial a otra. Es un tránsito a otro tiempo, al tempus del espíritu, lo que sugiere la idea del pasaje peligroso, de la mutación ontológica que transfigura la existencia del hombre en un movimiento que consiste en el abandono del “nido” es decir de toda situación social para consagrarse únicamente a la marcha hacia la verdad suprema que en las religiones o filosofías más evolucionadas correspondería a lo que alguien llamó el Dios escondido, el Deus absconditus. Para llegar a ser verdadero hombre - apunta Eliade-se debe morir a esta vida natural y renacer a una vida superior que es a la vez mítica, religiosa y cultural. Podríamos afirmar entonces que la condición esencial del verdadero individuo es la de ser un viajero a través de su ser. Vivir es en este sentido viajar; es circular en torno a sí mismo.
Al penetrar por esa abertura que lleva a las profundidades del sí mismo, él entra en su propio templus, que correspondería a su otro espacio; y penetra también a otro tempus, que sería su otro tiempo. Templus y tempus que en términos de Eliade, citando a Herman Usener, serían el espacio y el tiempo cósmicos que no existen sino desde el momento en que empieza a existir la cosa que transcurre con ellos; en otras palabras, entrar al templus es ingresar al tempus propio que transcurre paralelo al tiempo cronológico de un mundo enloquecido que busca transponer el umbral de sí mismo para encontrar respuestas a sus dudas eternas.
Finalmente, podríamos afirmar que las grandes obras de la literatura de todos los tiempos reflejan, sin que haya sido este el propósito consciente de sus autores, un universo mítico-mágico que recupera, desde la ficción, la esencialidad del hombre y sus senderos místicos; y podríamos afirmar también que hacer una buena lectura es crear la posibilidad de encontrarse con las claves de la acción humana en sus ambiciones de elevamiento espiritual a través de los tiempos. Vista así, la literatura deja de ser el simple relato de historias o aventuras a que a veces se le quiere reducir y pasa a ser lo que es: una huella indeleble de la cultura humana.
1 Nótese la relación sobre la serpiente entre el mito bíblico de la pérdida del paraíso y este mito órfico.
Revista Nómadas
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