Revista Nómadas
Dirección de Investigación y Transferencia de Conocimiento
Carrera 5 No. 21-38
Bogotá, Colombia
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Humberto J. Cubides C**
*El artículo es producto de un acercamiento a notas inéditas del personaje sobre sus primeros años, de un reportaje dirigido a conocer el proceso de creación de sus obras y del análisis de sus principales trabajos relacionados con el problema de la violencia.
**Psicólogo. Asesor del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central y docente universitario.
Este ensayo pretende contribuir al conocimiento de la vida y obra del primero y mas influyente sociólogo del país. Orlando Fals ha sido inspirador de la Accion Comunal y de la Reforma Agraria en Colombia, impulsor de asociaciones de campesinos, directivo y profesor universitario investigador, periodista, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente y reciente Secretario de la Comisión de Ordenamiento Territorial. Igualmente, autor de varios de los principales textos de sociología rural, historia regional, Investigación Acción Participativa -método del cual es parcialmente creador-, así como sobre el fenómeno de la violencia.
Orlando, el mayor de los seis hermanos Fals Borda, nacido en Barranquilla en 1925, desarrolla las mejores cualidades de una respetable familia costeña en la que se juntan diversas influencias culturales y origenes regionales múltiples.
Desde sus más tempranos días estuvo rodeado de innumerables personajes que contribuyeron a que se formara un carácter sensible y a la vez independiente. Entre ellos se destacaron sus dos abuelas Cándida Alvarez (Chacha) en línea paterna y Anita Angulo (Miche) por la materna. Ambas le brindaron la protección y el cariño que suplieron con creces la percepción de severidad que tenía de su padre magangueleño, Enrique Fals Alvarez, y el cuidado con que veía a su madre María Borda, nacida en Chibolo (Magdalena) e hija de bogotanos. De sus abuelas mompoxinas, igualmente, surgió la inclinación hacia los relatos, pues desde muy niño le transmitieron cuentos y leyendas regionales; más tarde, juntos compartieron la lectura de series de novelas románticas, así como de narraciones, biografías de héroes y tratados de historia que le obsequiaba su padre en compensación de sus castigos.
También muy pronto, el pequeño Orlando Fals se involucró en los ámbitos de la música. Los cantos que le enseñaba la Micha y las lecciones de piano de la Chacha, dieron paso a la revelación con que recibió de sus primos la música clásica moderna y, luego, a la interpretación de himnos en los coros escolares de La Iglesia Presbiteriana. Todo ello le llevó a dirigir en su juventud coros de iglesias similares de Barranquilla y Bogotá, en donde logró que eximios músicos tocarán una composición suya para violín.
Su paso por la religión presbiteriana, a la cual se habían convertido sus padres desde el catolicismo para ejercer la fe de una manera más activa y profunda, determinó otras experiencias. En primer término, la sensación de pertenecer a un grupo especial en donde la solidaridad era norma y permanentemente se programaban actividades que facilitaban la expresión de los talentos particulares. Allí, además de la música, el joven Fals Borda empezó a desarrollar sus aptitudes organizativas y su condición de comunicador y propagador de ideas eficaz. Así mismo, asimiló el espíritu de indulgencia, el desprendimiento económico, la honradez y disciplina de algunos de sus correligionarios mayores.
Probablemente su práctica religiosa le indujo a reafirmar su orientación positiva hacia la gente humilde, cuya manifestación inicial se dió respecto de los hijos de la cocinera negra de su casa y, más allá del círculo familiar, con el niño pescador, compañero de aventuras y excursiones al mar y a las ruinas aledañas a Salgar en Puerto Colombia. Ellos y sus innumerables primos, fueron los primeros amigos con quienes compartió los tradicionales juegos de la costa, realizados generalmente en el amplio patio del Colegio Americano de Barranquilla, en ese tiempo administrado por sus padres.
Estos últimos, a más de su posición de directivos escolares, ejercieron otras ocupaciones: Enrique Fals, hijo de un comerciante catalán, fue un docente respetado y como periodista hizo una importante carrera en el departamento del Atlántico. María Borda, por su parte, se destacó como trabajadora social y líder comunitaria en Barranquilla, a más de maestra y escritora ponderada. Con seguridad todo ello incidió en la definición de las inclinaciones intelectuales y prácticas del joven Fals Borda, pero quizá no tanto en su orientación política, pues si bien sus padres adherían a un liberalismo tradicional no lo ejercieron de una manera impositiva ni dogmática.
Dichas inclinaciones empezaron a perfilarse de distintas maneras: en el colegio de secundaria se destacaba por sus bellas notas de clase en las asignaturas de literatura e historia, y por su interés en la observación geográfica; cualidades que le llevaron a escribir un diario de campo de las excursiones escolares, tan detallado y claro que su padre lo hizo publicar por el diario «La Prensa», constituyéndose, prematuramente, en su primer trabajo etnográfico. Más adelante, su propensión a la creación literaria y a la ficción se juntaron para producir su inconclusa novela «El hijo de Bolívar », de sólo tres capítulos, verdadero anticipo de su imaginación histórica posterior. Ya adolescente, llegó a ser superintendente de la Escuela Dominical en la iglesia presbiteriana, en donde propuso introducir innovaciones organizativas aún contra la resistencia de sus más altos directivos.
Así entonces, ese complejo mundo de influencias personales y el conjunto de sucesos de una rica existencia, dieron a su infancia y a su juventud «una sensación de alegre fluidez y amplios horizontes con mucha tolerancia», creciendo «entre libros y cuadernos, discos, dramas y conciertos»1.
Al término de su juventud, sus tendencias hacia la autonomía le indujeron a desprenderse de su familia y dar ‘el salto a la libertad’, proponiendose voluntariamente hacerse oficial del ejército. La experiencia en la Escuela de Cadetes de Bogotá se frustró por diversos motivos, pero reconoce haber aprendido allí el sentido del orden, la disciplina y el compañerismo.
No sorprende entonces que luego de este paso equívoco, dé un nuevo salto de independencia con el fin de realizar en el exterior estudios universitarios en literatura inglesa. Para ello se encaminó a una ciudad cosmopolita de los Estados Unidos, dejando atrás la provincia y la juventud, el favorable y festivo ambiente de Barranquilla, así como sus preciados amigos de la ciudad, entre los cuales se destacaban el pintor Alejandro Obregón, el escritor Alvaro Cepeda Zamudio y el músico Luis Biava.
En los inicios de su formación superior literaria, profunda influencia tuvieron los cursos de sociología y antropología, mediante los cuales conoció las primeras herramientas de investigación empírica que pudo poner en práctica de regreso a Colombia, cuando al tiempo que se desempeñaba como administrador de campamento de una empresa norteamericana de ingeniería, realizó, por iniciativa personal, los estudios de las comunidades campesinas de Vianí (Cundinamarca) y más adelante, de 1950 a 1952, de la vereda de Saucío en el municipio de Chocontá. Este último se constituyó sin duda en la más importante experiencia de sociología rural en Colombia.
Adentrémonos un poco en las circunstancias que rodearon el surgimiento de «Campesinos de los Andes»2. La elección del objeto de estudio fue prácticamente al azar y el autor actuaba por su cuenta y sin poseer mayor experiencia investigativa. ¿Cómo explicar entonces que se llegara así a develar un proceso de cambio histórico, social y cultural, que ayuda a comprender en buena medida el desarrollo de la modernización del campo en Colombia? ¿Aún más, cuando para ello se acudía básicamente a herramientas de corte positivista?
Fals Borda aclara que se trataba de descubrir un mundo nuevo, diferente cultural y ecológicamente a aquel del cual provenía: una ciudad de la costa. Además, constatar una realidad en transición, en evidente peligro de quedar transformada negativamente. Cuando realizó ese estudio aún no había recibido el riguroso entrenamiento positivista que tuvo luego al hacer su especialización en la Universidad de Minnesota, esta vez sí en sociología. Luego se guió, de una parte, por la estrategia estructuralfuncionalista aplicada por el profesor norteamericano T. Lynn Smith en su trabajo titulado «The sociology of rural life», y, de otra, por su intuición investigativa que llevó a que «se me ocurrieran cosas más bien de tipo morfológico, descriptivo e histórico que eran necesarias para entender los orígenes del fenómeno; las relacioné de tal forma que fueran encajando unas ideas con otras.»
En ‘Campesinos’ examinó la vereda entendiéndola como unidad etnohistórica, ecológica y política -espacio socio cultural-, lo que resultaba original, a pesar de que hay quienes afirman que se olvidó de los factores exógenos3. El autor identificó en ese espacio los primeros rasgos de gamonalismo, que sustentados en los procesos de modernización y de racionalismo capitalista, estaban imponiendo nuevas actitudes de tipo autocrático y egoísta y reproduciendo, mediante lo que denominó el ‘cáncer de imitación política’, la violencia que se había presentado en otras regiones.
Se percibe en el texto de ‘Campesinos’, una actitud de reserva frente a la modernización, al plantearse no sólo el rescate de los relatos de la comunidad sino también el de las tradiciones, los valores e incluso las instituciones del pasado. Actitud que Fals Borda hoy aclara: «me preocupó mucho lo que estaba ocurriendo con los valores campesinos de cooperación, de amistad, de familiaridad, de parentela…que se metiera allí el espíritu de guerra y de conflicto, fruto del ambiente caldeado por los hechos violentos sucedidos a la muerte de Gaitán, y dañara esa tradición rural, bucólica, que me parecía tan agradable y positiva para la vida».
El respeto por los sectores humildes de la comunidad, aprendido desde su niñez, se manifestó además en la estrategia de devolución del conocimiento, mecanismo metodológico que empezó a aplicar en forma más bien espontánea, pues contra lo que pudiera pensarse, no lo hacía con intención de control científico, ni como instrumento de transformación de la realidad sino «por amor, por consideración a la gente y a su conocimiento. Quería estar seguro que lo que yo estaba escribiendo fuera fiel a lo que ellos habían expresado, que la comunidad aprobará el enfoque y la forma como yo estaba trabajando, y que les fuera útil».
Sin embargo, el cambio modernizador era inevitable; a pesar de que las resistencias a él fueran fuertes, mantener una actitud pasiva resultaba igualmente contraproducente. Considerando que la tradición más arraigada estaba representada por los pobladores viejos, nuestro futuro sociólogo decide trabajar educando a los jóvenes en nuevas actitudes que, en todo caso, conservaran lo que parecía valioso socialmente en las costumbres de la comunidad. Se sembraron así las primeras semillas de lo que posteriormente fue institucionalizado en Colombia como la Acción Comunal; un poco más tarde, con la presencia de ministros del entonces presidente Alberto Lleras, se fundó en Saucío la primera escuela comunal, ejemplo del cual emergieron las concepciones y los decretos de dicha institución, generalizada a todo el país. Fals Borda comienza a desplegar su condición de líder, aprendida de su madre desde temprano, pues siendo estudiante de bachillerato presidió la sociedad de jóvenes presbiterianos en la que obligado a realizar continuas campañas culturales, asimiló las técnicas de dirección colectiva y desarrolló capacidades ejecutivas para trabajar con escasos recursos e improvisar eventos de diversa índole.
Más adelante, tuvo la oportunidad de concretar su vocación sociológica al volver a los Estados Unidos para realizar sus estudios de maestría y doctorado. Allí publicó por primera vez en 1955 «Campesinos de los Andes»4 y presentó a la Universidad de la Florida como tesis doctoral el estudio denominado «El hombre y la tierra en Boyacá»5. Este último, fruto de un largo y detallado examen del fenómeno, mostró el problema de la amplia fragmentación minifundista y microfundista de la tierra productiva en la región, el ansia de modernización, así como las condiciones de explotación y pobreza asociadas a ellas. Anticipando las graves consecuencias sociales que esta situación podía generar, y sin consultar a sus profesores norteamericanos, el Dr. Fals Borda decidió plantear por primera vez la necesidad de realizar una Reforma Agraria en Colombia, adelantándose a otros estudiosos del fenómeno. Según él «Se percibía fácilmente que el bajo nivel de vida del campesino y la miseria de muchos pueblos boyacenses era consecuencia no solamente del latifundio sino también del minifundio. Se trataba entonces de corregir esa situación mediante la propuesta de un nuevo esquema de distribución de la tierra ».
En el año 1959, en un contexto de aparente distensión social y de apertura democrática, el entonces ministro de agricultura Augusto Espinosa Valderrama, estimulado por la lectura del libro sobre Boyacá, le llamó a participar en la Dirección General del Ministerio -hoy Viceministerio-. Sólo entonces se dieron las primeras bases técnicas del Comité de Reforma Agraria, que luego presidió Carlos Lleras Restrepo, y condujeron a la emisión de la Ley 135 de 1961, de Reforma Agraria. En ese momento el Estado empezó a preocuparse por institucionalizar los estudios de Sociología, lo que puede interpretarse como una forma de anticiparse al conocimiento de los conflictos sociales que podía generar el desarrollo capitalista. Se creó en consecuencia la primera Facultad de Sociología, con sede en la Universidad Nacional (1959), y se nombró como su Director al profesor Fals Borda, en reconocimiento de sus méritos. Así, por un lapso de año y medio el autor combinó sin conflicto aparente sus actividades de investigador, profesor y director de la Facultad de Sociología con las de Director del Ministerio de Agricultura6.
Es válido preguntarse ahora: ¿cómo concilió la situación de estar convencido como investigador de la necesidad de responder a urgentes demandas de las comunidades rurales y, simultáneamente, tener que adecuarse como funcionario a las presiones e intereses de los políticos y representantes de las clases dominantes tradicionales? Sin duda, en medio de las crisis políticas de la época, debía tener cierta esperanza en el carácter progresista de algunos dirigentes del liberalismo, basta recordar que él mismo se declaro liberal para asumir el cargo en el Ministerio. Según su parecer, la oposición a las reformas agrarias por parte de los sectores de derecha sólo se dio de manera decidida más adelante, con la actividad de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), frente a la cual se sintieron amenazados; en ese momento Fals Borda ya se había retirado del Ministerio. Sin embargo hoy reconoce que una auténtica reforma agraria abortó en Colombia con el llamado «Pacto de Chicoral» (1967), al cual se opuso junto con la ANUC pues considera que «fue el error histórico más grave que ha cometido la clase terrateniente y la burguesía colombiana, porque ese pacto atizó el fuego de la violencia en Colombia, al negarle al campesinado acceso a la tierra,…un error que estamos pagando todavía».
En los comienzos de los sesenta, en la Facultad de Sociología se produjo el encuentro entre diversos profesores e investigadores, conformándose una comunidad académica, pluralista y tolerante en cuanto enfoques teóricos, disciplinas e incluso credos religiosos, lo que sin duda llevó a todos, especialmente al Director, a empezar a analizar los fenómenos sociales bajo otros criterios7. Producto de esa integración es el primer gran estudio sobre La Violencia en Colombia (1962), en el cual participaron varios de esos intelectuales y tuvo gran influencia, si bien no aparece como autor, el padre Camilo Torres. Fals Borda escribió allí uno de los principales capítulos, en donde intenta hacer una explicación sociológica sistemática de muchos de los aspectos descritos en otros apartados de la obra8.
Partiendo nuevamente del estructural- funcionalismo, el ensayo muestra el agrietamiento del sistema institucional, la alta incidencia de la disfunción, la confusión y deformación de roles, así como la pugna entre distintos valores que se querían imponer desde el Estado, atizando el conflicto bipartidista, y otros que el autor consideraba se debían restituir o conformar. ¿A cuáles de estos últimos se refería?: «A los más importantes de los valores tradicionales: aquellos basados en la cooperación, en costumbres antiguas como el cambio de brazos, la minga, la solidaridad de parentela, la comunidad; es decir, los que están relacionados con la construcción social y la vida y no con su destrucción. Valores que de no ser estimulados llevarían a la humanidad a seguir un curso suicida. Por lo tanto, su rescate era y sigue siendo tarea fundamental de la sociedad, del Estado y de las políticas en general».
Para interpretar la violencia, Fals Borda acude en su escrito al concepto de conflicto pleno, entendido como proceso en donde las partes intentan determinar la dirección del cambio social mediante la imposición de valores excluyentes a los diferentes grupos. Es evidente cierto tránsito en su postura teórica. ¿Cómo explicarlo?: «Insistí en el análisis funcionalista pues era lo que yo había aprendido, y por tanto la herramienta que podía usar; pero la presentación que hice allí de la violencia indicaba ya los quiebres de esa explicación y la necesidad del acercamiento a otras escuelas teóricas, en particular el marxismo, el cual me obligue a estudiar más a fondo posteriormente ». Se producía entonces la influencia de otros autores, distintos de los que había conocido en las universidades norteamericanas.
Finalmente, el texto aludido concluye mostrando cómo la intolerancia y rigidez de la estructura social colombiana condujo a que los sentimientos de hostilidad de los grupos se orientaran hacia las grietas estructurales de tipo político, económico y religioso del sistema, que terminaron por canalizar la acción del conflicto, hasta constituirse en violencia. Como resultado de ello la policía se convirtió, por un largo período, en instrumento para imponer la hegemonía política, se dieron grandes despojos de tierra y se especuló con ella, y la iglesia dejó de ser elemento unificador al conectarse con los intereses de caudillos y gamonales. Todo lo cual dinamizó y desató el conflicto, de tal forma que el autor predijo que Colombia continuaría siendo víctima de la violencia «por otros veinte años por lo menos»9. Ahora agrega: «Fue el comienzo de una etapa anómica, cuyos síntomas más alarmantes se presentaban sobre todo en la ciudad, indicando que la sociedad en general estaba en crisis y merecía un tratamiento especial. Como los procesos urbanos no estaban desligados de los rurales, critiqué en ese momento la `Operación Colombia’ de Lauchlin Currie, pues se dirigía a impulsar la industria de la construcción como base para el desarrollo nacional, olvidando al campesinado estructural. Hoy podemos ver las graves consecuencias que trajeron el crecimiento desbocado de las megalópolis y la descomposición del campesinado, que siguieron a la alegre implantación de esa política por parte del gobierno de Pastrana.»
Por un breve lapso, bajo la dirección de Fals Borda la carrera de Sociología pareció obtener un crecimiento favorable, hasta el punto que se establecieron cursos de especialización y se empezó a institucionalizar la actividad investigativa. Sin embargo, era la época en que la revolución cubana contribuía al auge de la izquierda y de los movimientos estudiantiles, al tiempo que desde los Estados Unidos se acentuaban los mecanismos de control y estudio de la subversión. Simultáneamente, en el contexto nacional se interferían los procesos de reforma agraria y de acción comunal, y la sociología comenzaba a mirarse de manera sospechosa. Surgió, entonces, un cambio de actitud en las principales cabezas de esta disciplina: Camilo Torres se radicalizó políticamente constituyendo el «Frente Unido» y se vinculó luego a la guerrilla; Fals Borda comenzó a desencantarse de las posibilidades auténticas de la academia en la universidad y se comprometió cada vez más con los movimientos campesinos liderados por la ANUC. El proceso hizo crisis en 1966: el 15 de febrero cae muerto en combate el cura Torres; el 11 de abril Fals Borda renuncia a sus cargos de Profesor y Director del Departamento de Sociología, abandonando la universidad durante un largo período10.
Hoy el sociólogo explica las causas de tan abrupta decisión: «Se juntaron varios factores, primero fue la insatisfacción por el proceso científico mismo en la universidad, que no permitía sino la rutinización del conocimiento, presentándose poca creatividad y, sobre todo, falta de conexión entre la universidad y la realidad social; por otra parte, también la insatisfacción con el sistema político colombiano, el tradicional monopolio liberal-conservador que ya manifestaba serias grietas y crisis; y, en tercer lugar, la ineficacia misma de la izquierda, tan acartonada, solipsista y dogmática que no me satisfacía. Juntando esos tres aspectos hice un corte de cuentas negativo y ello determinó mi salida de la Universidad Nacional, por veinte años, con el fin de buscar alternativas científicas, técnicas y políticas más satisfactorias».
En el transcurso de la siguiente década, surgieron de su autoría un conjunto de publicaciones tendientes a mostrar la necesidad de un cambio social en Colombia y Latinoamérica, de desarrollar una ciencia comprometida con los intereses de los sectores marginados, así como de criticar el colonialismo intelectual al que ,según el sociólogo, estaba sometida nuestra región. Es notable allí un tono bastante directo de denuncia política, de invocación a la práctica social revolucionaria e incluso de idealización del saber popular11. ¿Qué determinó esa posición tan radical?: «Bueno, además del estudio de los autores marxistas, el ejemplo práctico o praxiológico de Camilo Torres; su vida y convicciones, la manera como él incidió en la historia de Colombia, me afectaron bastante y me obligaron a reorientar mis trabajos como sociólogo».
Por ese tiempo, se instauró sobre su personalidad una auténtica fabrica de leyendas: desde los sectores oficiales más recalcitrantes era acusado de ser ‘agente del comunismo internacional’, mientras en las toldas universitarias y de la izquierda dogmática se le ubicaba como ‘agente del imperialismo’, como ocurrió con el conflicto de la Revista Alternativa que ayudó a fundar junto con Gabriel García Márquez en 1974. Proceso de estigmatización y de prejuicios que G. Restrepo explica como fenómeno de segregamiento espacial, o el síndrome del «destino del innovador extrañado», por resistencia a su condición de líder carismático y desprotegido12.
Entre tanto, Fals Borda siguió vinculado a las comunidades campesinas, especialmente de la costa atlántica, en donde empezó a aplicar en forma sistemática los principios de la Investigación Acción, método del cual es parcialmente creador. Insistió entonces en su compromiso como científico y no en una alternativa desde el punto de vista de la acción política práctica, a pesar de que existieron fuertes tentaciones de hacerlo. Así lo examina: «En aquella época me exigieron los lideres campesinos de la ANUC que encabezara formalmente sus luchas, porque yo estaba muy comprometido con su acción y ésta iba pujante; colocado ante esa disyuntiva, decidí recomendarles que asumieran ellos mismos el liderazgo mientras yo seguía colaborándoles como científico social, comprometido con la transformación por la justicia, y no como un político igual a cualquier otro, o a un gamonal regional. Creo que fue una decisión conveniente pues me ha permitido equilibrar mi vida y contribuir mejor al cambio en general».
Producto de la aplicación del método de Investigación Acción es su retorno al planteamiento de la cuestión agraria en Colombia13, trabajo que presentó como resultado de la acción de diversos grupos campesinos que participaron en el diseño del estudio, la recolección de la información y la discusión del manuscrito final. «Definitivamente este texto, como otros de la época, lo concebí para los líderes campesinos con quienes estaba trabajando. Lo escribí para ellos y con ellos, no para el medio académico y los intelectuales, y por eso ha servido más». Frente a esta explicación cabe preguntar, no obstante, ¿cómo es posible mantener así una actitud teórica fuerte, que permita hacer abstracción de los acontecimien tos particulares, y de qué forma se puede transitar desde un conocimiento empírico, inmediato, a otro de carácter científico y racional? A ello responde el autor: «Se trata primero de saber si el conocimiento es útil o no y para quién y para qué; luego, complementar el saber académico con el popular construyendo puentes entre ellos. Siguiendo el ideal gramsciano de transformar al sentido común en buen sentido, se busca que la gente logre desalienarse y llegue a una comprensión más adecuada y correcta de la realidad, para entonces actuar sobre ella y transformarla. Ello requiere que se impulsen diversos niveles de abstracción y de educación». Esta concepción ha sido calificada por otros autores como pragmatista e instrumental, pues, al parecer, conduce a la devaluación de la teoría, ya que con ella el conocimiento resulta ser fruto exclusivo de un esfuerzo de cooperación y no de una orientación conceptual desde un paradigma científico14.
En todo caso, el trabajo más reconocidamente acabado e importante de la aplicación del método de investigación de Fals Borda es el de «Historia doble de la Costa» cuyos cuatro volúmenes se produjeron entre 1976 y 1988. Lo primero que llama la atención respecto de él es por qué se eligió como objeto particular de estudio precisamente la región de la cual es originario el autor. «Tuvo que ver con algo que fue decidido sobre mí por parte de la ANUC, organización que quiso llevarme al teatro de sus principales luchas en la Costa Atlántica. Desde mi punto de vista, encontré muy adecuada y oportuna la posibilidad de combinar la vuelta a mi tierra con la utilización del conocimiento que había adquirido; podía así recuperar las raíces de mi propia cultura, que antes había descuidado».
Algunas de esas raíces tienen que ver con el tradicional espíritu pacífico del costeño, el cual ha contribuido a que allí no se despliegue la violencia en las formas directas y crudas como se ha dado en otras regiones de Colombia. El autor intenta explicar este fenómeno a partir de considerar que frente al ethos de la conquista desarrollado como paroxismo de violencia, surgió un ethos de acomodación no violento del costeño, que puede tener profundos orígenes en pacíficas culturas indígenas, como la zenú, reforzadas por factores ambientales y la influencia de elementos de culturas africanas traídos con la esclavitud15. Ello ayuda a comprender por qué el presidente Nieto, caso que examina nuestro entrevistado, a pesar de representar cierto tipo de caudillismo autoritario en el cual se encarnaba la acción político-militar de la época, fracasa en su rebelión federalista pues, simultáneamente, heredaba las características de la cultura anfibia costeña, anticastrense y no violenta; su idealismo humanitario lo convierte al mismo tiempo en un anticaudillo16. Fals Borda agrega ahora: «Es evidente que la cultura costeña es antimilitarista, las últimas expresiones de violencia que se han presentado allí han sido llevadas del exterior; por supuesto que las condiciones de pobreza y de explotación interna son violencia y hay que corregirlas. Pero no es la violencia dramática, patológica, que se ha observado en el interior del país; yo me precio mucho de pertenecer a esa tradición cultural costeña, que me lleva a buscar salidas no violentas a los conflictos sociales».
En ‘Historia doble’, como lo indica su título, se presentan los hechos en dos columnas: en el canal A se acude a los relatos, datos, narraciones, etc., buscando describir la realidad que ha sido «recuperada críticamente», y se expone mediante la técnica de imputación, es decir, adjudicándole los acontecimientos a un personaje. Opera, entonces, un proceso de creación que el autor define como 90% documentación y 10% imaginación con la cual se intenta completar vacíos lógicos, redondear situaciones y pulir estilísticamente el texto17. Es claro que aquí el investigador acude a su formación literaria y a su capacidad de ficción, desarrolladas ambas desde la niñez y cuyo primer producto fue su novela inconclusa sobre Bolivar. En la columna B se hace interpretación teórica de los hechos, ‘devolución crítica’, con base en el uso de categorías sociológicas, antropológicas y del materialismo histórico. Esta columna está dirigida básicamente a un público ilustrado, mientras la otra está pensada para ser leída por la gente del común, sin mucha formación. ¿Cómo se decidió este tipo de exposición tan rica y original? «Se trataba simplemente de resolver un problema de comunicación de ideas y facilitar la comprensión del lector; para mi era más fácil e interesante sumar datos e imputárselos a una persona, que citar respuestas individuales y acudir a notas de pie de página a cada momento; ello no tiene que ver con el concepto de tipo ideal de Max Weber, el cual es de carácter abstracto y está pensado como elaboración teórica pura, mientras la imputación sirve más a la descripción que a la interpretación. Esta última, en cambio, resulta de una elaboración conceptual enriquecida por el trabajo teórico. Se espera, no obstante, que el lector al pasar del canal A al B se enriquezca en conocimientos y madure políticamente para convertirse en dirigente eficaz».
Si bien los cuatro volúmenes de la ‘Historia doble’ son mostrados como creación colectiva entre el autor y la comunidad, es obvio que la estructura completa y definitiva del texto, así como su expresión escritural, sólo pudo ser obra de una creación personal del sociólogo. El trabajo de compaginación entre el material de uno y otro canal, en la busqueda de relacionar historias, datos y explicaciones, es tan minucioso que en su momento requirió para su publicación un verdadero ejercicio de ‘ingenieria editorial’. Se siente allí el ritmo, la música propia de quien reconoce ésta como su «segunda dimensión de personalidad », apropiada para darle una configuración multivocal a algunas de sus obras. Dimensión que fue cultivada desde muy joven a través de sus lecciones de música y de canto, así como de sus prácticas en la dirección de los coros y en la composición, dentro de la iglesia presbiteriana de la cual hizo parte. ¿De qué manera, entonces, se elaboró esta construcción? «Los cuatro tomos fueron resultado de un duro trabajo de 12 años, en un proceso en el que fueron casando materiales e ideas para, simultáneamente, hacer la descripción y la interpretación. Fue un verdadero parto intelectual, condicionado a los descubrimientos y las vivencias que iba teniendo cotidianamente, más que a una racionalidad específica; no practiqué reglas concretas para que eso ocurriera, fue un reto a mi creatividad personal, difícil de explicar».
En la obra se acude en cada tomo al uso de personajes de la zoología costeña, tales como la mantis mariapalito, la hicotea, los hormigueros y el caimán. Con ellos se crean relatos y se forman mitos, que recuerdan aquellos en los que el autor fue formado. En este caso, ¿cuál era la intención particular del escritor?: «Es muy comprensible para la gente de la costa traducir sus imágenes a ideas y a conocimientos. La mantis maríapalito, por ejemplo, es un animal muy conocido que contiene mucha mitología, por lo cual es fácil conectarla con la violencia, como lo hago en mis libros al mostrarla bicéfala: las dos cabezas representan los dos partidos tradicionales. Ese imaginario es un expediente para transmitir una interpretación de la violenta historia colombiana. Así pues, se hace una zoo-sociología personificando unos mitos y dándole nuevos contenidos, con el fin de adelantar un proceso clarificador y educativo ». De acuerdo con Fals Borda, y diversos observadores, este proceso ha sido muy efectivo: la enseñanza de la historia regional y local de la costa atlántica cambió fundamentalmente, debido a que los maestros leyeron el canal A de la «Historia doble» y lo adoptaron para la enseñanza en las escuelas.
En cuanto a la conceptualización de la violencia, en la ‘Historia doble’ se presentan dos conceptos que buscan explicar su persistencia: el de espiral de la violencia, relacionado con la reacción violenta, el armamentismo, el autoritarismo y el papel de los gamonales como `pegante’ de la estructura política bipartidista y el de violencia estructural, referido a la condición de superexplotación del trabajador18. No obstante, con el transcurso de los últimos años ellos no parecen suficientes para explicar el fenómeno; frente a esto el sociólogo reconoce que las circunstancias ahora son más complejas, pues se han asociado otros factores patológicos, de descomposición económica, familiar y social; sin embargo, manifiesta su desacuerdo con conceptos como el de ‘cultura de la violencia’, pues considera que la cultura está relacionada básicamente con la producción de sentido, al contrario de lo que significa la violencia.
Un desarrollo de las ideas anteriores se encuentra en el análisis de la colonización llanera, en el cual se alude a una especie de ‘veneno ideológico’ del colono que condujo a la propagación de la violencia en los nuevos territorios19. Consiste en la reproducción de la tradicional y salvaje explotación capitalista característica de nuestras sociedades desde dos siglos atrás. Fals Borda extiende este concepto al sector urbano: «La ciudad recibe al migrante que viene con su cultura aprendida y la trata de reproducir ; nuestras metrópolis no son los entes urbanos europeos o norteamericanos, son otro universo en el que cuenta todavía la cultura campesina e indígena, se crea, por tanto, otro sabor y otro sentimiento de ciudad. Creo que eso debe equilibrarse con una mayor valoración del campo, de la naturaleza y del indígena. Sería conveniente que estimulemos corrientes migratorias de la ciudad hacia el campo, siempre y cuando se mejoren las condiciones allí, para hacer la vida más satisfactoria, tal como está ocurriendo en otros países del tercer mundo». Se propone, entonces, otra `vuelta a la tierra’, tema persistente en la concepción falsbordiana, en la cual es notable un componente tradicional o romántico que algunos califican de conservador y ahistórico, aunque armonice con la llamada «vocación agrícola » del país y el efecto actual de la división internacional del trabajo.
Ligado a este último tema, se encuentra la crítica al concepto de desarrollo que el autor lleva a cabo desde sus primeras obras, donde discute el proceso colombiano modernizador, antiecológico y desequilibrante, el cual por demás incluye una concepción instrumental de la ciencia. Aunque acepta que se han hecho propuestas de ‘desarrollo alternativo’, las encuentra signadas por el mismo defecto de la concepción original. Un nuevo término que todavía ni él ni otros teóricos han logrado definir, requiere quizás apelar a otras lenguas no occidentales como el swahili africano o el maya, que ofrecen alternativas interesantes referidas al ‘despertar’, el ‘actuar juntos’ o el ‘avanzar juntos’ desde las mismas bases, adecuados a un más justo desarrollo social, económico y cultural de países como el nuestro.
En los últimos años suceden en la vida de Fals Borda acontecimientos que demuestran su liderazgo como científico y activista social en nuestro país. Vuelve de nuevo, después de veinte años, a la Universidad Nacional para integrar el equipo investigativo del Instituto de Estudios Políticos, en una decisión que explica así: «Se trata de una coyuntura distinta, en la cual hemos cambiado tanto la universidad como yo; ha habido un reencuentro con otros colegas y con exalumnos míos, mayor comprensión y enriquecimiento mutuo, esto ha sido positivo y ya no me siento tan solo como antes». Además, fue elegido delegatario de la Asamblea Nacional Constituyente, en donde ejerció un papel protagónico dentro de la Comisión Segunda sobre la Organización Territorial, el cual se reflejó en el texto de la Nueva Constitución y, particularmente, en la propuesta de crear la Comisión de Ordenamiento Territorial (COT). De esta última terminó siendo Secretario General por tres años hasta el pasado mes de diciembre, momento en el que se culminó de elaborar el Proyecto de Ley Orgánica Territorial que hoy está pendiente de aprobación por el Congreso Nacional. Se puso de presente una vez más su extraordinaria capacidad de trabajo y de dirección.
Como anticipo de las orientaciones teóricas que ahora son, parcialmente, parte de la norma legal propuesta, se produjo el trabajo colectivo denominado «La insurgencia de las provincias»20 en el cual Fals Borda retoma el concepto de región como espacio geográfico, cultural y ecológico, y examina el de provincia, tradicionalmente concebido como unidad territorial básica con varios municipios como sus componentes. Se ilustra allí la problemática con el ejemplo de la depresión mompoxina, uno de sus objetos de estudio reiterado.En la Constitución, no obstante, la definición inicial de estos términos no fue ni mucho menos satisfactoria: «Fueron empeorados pues los constituyentes no lograron entender la región como ente cultural socio- geográfico; a cambio, se dejó una definición puramente jurídica, no satisfactoria, y a la cual teníamos que ajustarnos»21. A pesar de ello, luego de tres años de ejercicio, la COT, en opinión de Fals Borda, consigue crear conciencia sobre el problema, limar asperezas con congresistas, establecer puentes y vincular en forma más adecuada la realidad regional al campo jurídico. Ello le lleva a tener esperanzas de que la nueva COT permanente, que se ubicará en el Ministerio de Gobierno (Interior), será respetuosa de estas vinculaciones y logrará marcar en el país una pauta más armoniosa entre las dos instancias.
El asunto es de la mayor trascendencia pues se relaciona con las posibilidades reales que tiene el país de desarrollar un modelo institucional verdaderamente democrático y participativo. A esto se refiere el texto aludido, cuando menciona la necesidad de admitir la multiplicidad de unidades locales autónomas, es decir, dar paso a una verdadera descentralización22. Paradójicamente, el proceso puede tener un efecto contrario, pues al fortalecerse la región y al existir mayor poder local, también pueden fortalecerse los gamonales y el clientelismo. ¿Cómo evitar estas consecuencias? : «Considero que mucho depende de la capacidad de organización y control desde las bases del pueblo colombiano, utilizando los mecanismos de participación y fiscalización que le otorga la Constitución del 91. Confío en que el pueblo sea superior a sus dirigentes y continúe despertando y actuando, tal como se pudo percibir en las recientes elecciones ». Su confianza está puesta sobre todo en las formas alternas de acción y organización, impulsadas por los movimientos sociales de naturaleza cívica y democrática con empeño descentralizador y autonómico, así como tolerancia ante la diversidad cultural y humana. De ellas emana otra forma de poder que `circula y funciona como una red o una cadena’ y se opone al poder del Estado que por más tecnocrático, autoritario o monopólico que sea (violento), no puede abarcar las múltiples e indefinidas relaciones del poder real de los ciudadanos organizados23.
Esta vez las esperanzas del investigador parecen sustentarse en una visión más madura de la naturaleza del Estado colombiano, de los mecanismos objetivos del poder y de la condición de los sectores populares que ha aprendido a ver desde dentro. Actitud de relativo optimismo que también tiene frente a las posibilidades del desarrollo científico, pues encuentra procesos muy significativos en las ciencias naturales y sociales para acercarse adecuadamente a nuestras necesidades desde una función intelectual comprometida con los ‘agentes de cambio’. No obstante, su obra la considera hasta cierto punto culminada, dada su concepción de la investigación: «No creo que pueda tener ya las energías y el tiempo para realizar el mismo trabajo de campo que hacía años atrás, como cuando terminé la ‘Historia doble de la Costa’, el cual es mi último informe basado en trabajo empírico; mis actuales responsabilidades me impiden regresar al terreno como quisiera, por lo tanto debo desempeñar una función más teórica o analítica que práctica e investigativa».
Fals Borda centra las posibilidades de continuación de su trabajo en otros investigadores que han creado escuelas de Investigación Acción Participativa (IAP) en Colombia y en otros 42 países. Al margen de que en el medio universitario este método ha provocado serias reservas, que él considera en proceso de superación, continúa invocando sus virtudes y realizaciones: «La búsqueda de paradigmas para las Ciencias Sociales no se debe planificar, éstos advienen cuando hay suficiente densificación de hechos y datos. No se puede dejar de lado a la IAP,… si de buscar alternativas de paradigmas se trata, la IAP es la que más cerca ha estado de esa meta»24 *.
Por nuestra parte, compartimos la idea de que la IAP difícilmente puede ser catalogada como auténtico paradigma científico, pues, entre otras cosas, no ha elaborado un conjunto de leyes y proposiciones teóricas que conformen una nueva concepción del fenómeno social; mas bien puede ser entendida como una serie de procedimientos para la observación del fenómeno social y una estrategia de educación y vinculación a la gente, dentro de una innegable intención política. Probablemente no sea éste el mayor aporte de Fals Borda; pero su vida y su obra son referencia obligada cuando se trate de realizar la historia contemporánea y la historia de las Ciencias Sociales en Colombia. De la primera, tendrá que destacarse la extraordinaria combinación de trabajador social, organizador, líder popular, funcionario eficiente e intelectual creador; de la segunda, la suma de rigor, capacidad de análisis, imaginación histórica y, en la mayoría de sus textos, el magnífico estilo literario. Desde su primer estudio, ‘Campesinos’, hasta el último, ‘Historia doble’, se mantienen esas características y muchos de los temas que le obsesionan: la nostalgia por la tierra, la necesidad de educar y politizar para el progreso colectivo, el rescate de valores tradicionales congruentes y la vuelta a instituciones altruístas del pasado. Estos y muchos de sus libros son también materia de consulta obligada para la comprensión de algunos de los elementos determinantes de la problemática de la violencia en nuestro país, especialmente aquellos de tipo político.
1. Hasta aquí nos hemos valido de notas tomadas del texto inédito «Algunos recuerdos de mis primeros años», escrito por Fals Borda para la Corporación Instituto Colombiano de Investigaciones Pedagógicas y Sociales (CINCOP). En adelante nos apoyaremos en el material de nuestra entrevista.
2. Fals Borda, Orlando. Campesinos de los Andes. Editorial Punta de Lanza, Bogotá, 1978. (Publicado primero por la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional en 1961, mediante traducción de la edición inglesa de 1955).
3. Cfr. Hernández Lara, Jorge. Dos décadas de sociología en Colombia: 1950-1970. Tesis de grado, Departamento de Sociología de la Universidad Nacional, 1983.
4. Fals Borda, Orlando. Peasant Society in the Colombian Andes: A sociological study of Saucío. Gainesville, University of Florida Press, 1955.
5. Fals Borda, Orlando. El hombre y la tierra en Boyacá: Bases para una reforma agraria en Colombia. Editorial Punta de Lanza, Bogotá. Tercera edición, febrero de 1979. (Primera edición en 1957, con Documentos Colombianos, de Alberto Zalamea Castro).
6. Restrepo, Gabriel. «Historia del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional ». En: El Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia y la tradición sociológica colombiana. Mimeo, Departamento de Sociología. Bogotá, agosto de 1980. página 53.
7. Restrepo, Gabriel. Ibid, Capítulo 3.
8. Fals Borda, Orlando. «El conflicto, la violencia y la estructura social colombiana». En: La violencia en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Sociología, separata No. 12. Bogotá, 1962.
9. Ibid., página 381.
10. Restrepo, Gabriel. «Historia Doble de una Profecía: Memoria Sociológica». En: Ciencia y Compromiso. Asociación Colombiana de Sociología. Bogotá, 1987, página 31.
11. Cataño, Gonzalo. «Presentación de Orlando Fals Borda». En: Ciencia y Compromiso. Ibid., páginas 9-25.
12. Restrepo, Gabriel. «Historia doble de una profecía: memoria sociológica». Op. Cit. páginas 30-36.
13. Fals Borda, Orlando. Historia de la cuestión agraria en Colombia. Editorial Punta de Lanza, Tercera Edición. Bogotá, 1979.
14. Uricoechea, Fernando. «Reseña al libro Ciencia propia y colonialismo intelectual: los nuevos rumbos». En: Revista de Estudios Políticos No. 4 de 1988.
15. Fals Borda, Orlando. «El Presidente Nieto». En: Historia doble de la costa. Vol. 2. Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1981.
16. Ibid. Capítulo 6, columna B.
17. Ibid. Capítulo 1, columna B.
18. Ibid. Capítulo 6, página 192.
19. Fals Borda, Orlando. Prólogo al libro «Siguiendo el Corte» de Alfredo Molano. El Ancora Editores. Bogotá, 1989.
20. Fals Borda, Orlando y otros. La Insurgencia de las provincias: hacia un ordenamiento territorial en Colombia. Siglo XXI Editores. Bogotá, 1989.
21. Cfr. Título XI, Capítulos 1 al 4 de la Constitución Política de Colombia, 1991.
22. Se puede consultar la propuesta en los Boletines de Ordenamiento Territorial, Nos. 28 y 29, publicados en noviembre y diciembre de 1994 por la CDT.
23. Fals Borda desarrolla estos conceptos en su artículo «El papel político de los Movimientos Sociales». En: Revista Foro No. 11 de 1990. Ediciones Foro Nacional por Colombia.
24 Fals Borda, Orlando. «Comentarios a propuestas para un programa nacional de Ciencias Sociales y Humanas». En: Los retos de la diversidad. COLCIENCIAS, Bogotá, septiembre de 1993. pp. 136-138.
* Este asunto se discutirá formalmente a nivel mundial en el 8o. Congreso que a Fals Borda encargaron de organizar en Inglaterra, evento planeado para hacerse en Cartagena en julio de 1997.
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