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Caminantes, artistas y espejos: actores de un viaje in situ en los mundos de la locura

Caminhantes, artistas e espelhos: atores de uma viagem in situ no mundo da loucura

Walkers, artists and mirrors: actors of a trip in situ in the worlds of madness

Ana María Arango C.*
Gisela Castro C.**


Resumen

Este artículo recoge algunas reflexiones de la experiencia de investigación etnográfica en el Hospital Neuropsiquiátrico Julio Manrique de Sibaté, y las inquietudes y propuestas que generó; entre ellas, un proyecto práctico que nos vinculó con esta comunidad a partir de la experimentación artística. Nos interesó reconocer los mundos al interior del hospital y a los pacientes como personas con historias y universos de sentido singulares que ampliaban nuestros sistemas de referencia y modos de aprehender el mundo. Desde nuestro lente antropológico la locura fue un espacio privilegiado para visualizar la ruptura de los códigos que establecen un orden político, económico, social, individual y hasta gramatical; reconocer este desplazamiento, nos permitió comprender los mecanismos de inscripción de la cultura.

Palabras clave: locura, acontecimiento, diferencia, singularidad, múltiple, y universos de sentido.

Resumo

Este artigo reúne algumas reflexões sobre a experiência de uma pesquisa etnográfica no Hospital Neuropsiquiátrico Julio Manrique de Sibaté e as dúvidas e propostas que gerou; Entre eles um projeto prático que nos uniu a esta comunidade com base em experimentação artística. Ficamos interessados em reconhecer os mundos interiores do hospital e seus pacientes como pessoas que têm suas próprias histórias e universos singulares de significados que amplificam nossos próprios sistemas de referência e maneiras de entender o mundo. Através de nossa lente antropológica, a loucura era um espaço privilegiado para visualizar a quebra dos códigos que estabelecem a ordem política, econômica, social, individual e mesmo gramatical; Reconhecer esse deslocamento nos permitiu entender os mecanismos de inscrição da cultura.

Palavras-chave: loucura, evento, diferença, singularidade, múltiplo e universos de significado.

Abstract

This article gathers some reflections about the experience of an ethnografic research in the Julio Manrique Neuropsychiatric Hospital of Sibaté, and the misgivings and proposals that it generated; among them a practical project that bonded us with this community on the basis of artistic experimentation. We became interested in recognizing the interior worlds of the hospital, and its patients as people that have their own histories, and singular universes of meanings that amplify our own systems of reference and ways of understanding the world. Through our anthropological lens, madness was a privileged space to visualize the breakdown of the codes that establish political, economical, social, individual, and even gramatical order; recognizing this displacement allowed us to understand the inscription mechanisms of culture.

Keywords: madness, event, difference, singularity, multiple, and universes of meaning.


En este texto evocamos una experiencia de investigación etnográfica en el Hospital Neuropsiquiátrico Julio Manrique, para resaltar la pertinencia de algunas reflexiones sobre la práctica científica cualitativa, que en las últimas décadas ha contribuido al cambio en los modos clásicos de producción del conocimiento en las ciencias sociales. La matriz desde la cual asimilamos y transmitimos la experiencia de campo fue el contexto ritual. En nuestra aproximación a la locura, nombramos como ritual al proceso en el cual percibimos el movimiento de ajuste entre un cuerpo de conceptos aprendidos desde la antropología y el terreno real donde estos son herramientas de exploración. Desde esta perspectiva, la experiencia de “estar allí”, atravesar y ser atravesadas por las configuraciones culturales, definió el posicionamiento a partir del cual como científicas, quisimos evidenciar una realidad y producir sentidos: decidimos hacernos visibles, develar nuestra participación en el escenario que pretendíamos describir, y expresar los propios modos de ser para ubicarnos en una red de relaciones dentro del hospital. Esto hizo del ritual un correlato desde el cual fue posible, por un lado, leer los mecanismos de inscripción social, y por el otro, realizar un ejercicio autorreflexivo sobre los múltiples capitales con los cuales conocemos. Según Renato Rosaldo los recursos cognoscitivos, emocionales y éticos que maneja el analista social inciden en los procesos de producción de conocimientos (Rosaldo, 1991: 168), y fue la reflexión sobre estos recursos, la pauta metodológica con la cual elaboramos y dimos a conocer a la comunidad científica el trabajo de investigación. En este artículo, la metáfora del viaje es el hilo conductor que traduce en momentos y herramientas la eficacia de los capitales mencionados para abordar un contexto socio-cultural determinado.

La Brújula: El sujeto ubicado y el otro visible

En esta investigación, dos de los principios metodológicos fueron la observación de la experiencia personal y el énfasis en la narrativa de los informantes. Así, el análisis social tendría un carácter procesual y transversal donde la diferencia, necesaria para reconocer al otro, sería vivida a través del ritual propio y de la valoración plástica de los discursos narrados. Estas perspectivas, sumadas a la reflexión sobre el componente subjetivo que nos impulsó a elegir el objeto de investigación y el lugar desde el cual lo haríamos, delinearon los recursos éticos del trabajo.

Un viaje es una apertura de las fronteras imaginarias y físicas que delimitan el contorno de lo “conocido”, el espacio cotidiano por donde realizamos habitualmente recorridos; es desplazarse y absorber las cualidades únicas de los territorios, imaginarios o reales, físicos o emocionales; es dejar algo y llegar a algo, es una diferencia. Más que un fenómeno visible, objetivo, viajar es una situación del ser-estar, es impregnarse de instante.

Las variables de alteración que produce un viaje, tanto afuera como adentro del viajero: en los otros y el contexto con que interactúa, y al interior de sí mismo, en sus universos significantes y emociones, hacen de la investigación y del conocimiento que se produce, un acontecimiento1, una creación colectiva, que más allá de una pretendida exposición de la realidad, es una apertura hacia la diferencia y hacia la construcción de nuevos sentidos.

En el año 1999 decidimos que el rito de paso que nos transformaría en antropólogas y develaría las coordenadas que nos posicionan como sujetas de la ciencia y de la cultura, fuera un viaje multidimensional al entonces llamado Hospital Neuropsiquiátrico Julio Manrique de Sibaté2, que haría emerger los devenires de los diferentes dispositivos de subjetivación3. A este proceso de apertura queríamos llegar para confrontar la contradicción, los sentidos divergentes, la existencia de lo negado, la palabra que es acto y la plasticidad en la producción de la cultura. Buscábamos aquello que nos costaba trabajo entender y hacía vibrar el sistema de referencia que nos explica el mundo; acercarnos a construcciones de realidad singulares que reflejan las configuraciones culturales y que amplían los umbrales de comprensión. Con el propósito de desnaturalizar nuestros códigos cotidianos, pretendíamos lograr el reconocimiento de que la aproximación al otro no conlleva a su aprehensión o su descripción, más bien, compromete la creación de espacios de encuentro y expresión colectivos, donde los múltiples saberes se despliegan para alimentar y tejer un conocimiento académico desde el arte, los afectos y las emociones. En otras palabras, la observación permanente sobre nuestra ubicación como sujetas en terreno, fue la brújula que nos permitió guiar la dirección de nuestro viaje; con ello no sólo evitaríamos la pretensión de abarcar sistemas totales, sino dar un carácter singular al encuentro donde la expresión estética, los sentimientos, y el conocimiento parcial y subjetivo, fueran elementos metodológicos de investigación4.

El hecho de adentrarnos en un campo poco abordado por la antropología, nos permitió flexibilizar nuestro rol como científicas y tomarnos muy en serio el juego, la risa y la imaginación. No desconocimos que las relaciones que establecimos estaban condicionadas por el hecho de ser visitantes, y por pertenecer al ámbito que legitima los discursos sobre la realidad social. Sin embargo, sin autoridad médica para decir algo sobre los pacientes del hospital, nos dedicamos a decir con ellos y a tratar de hacer visible la plasticidad de sus relatos; la narración y el diálogo fueron la principal fuente para encontrar en los discursos personales, lecturas o transcripciones de diferentes dimensiones sociales5. La riqueza de matices en las historias y experiencias que nos narraban, permitió reconocer que la locura es creativa, construye realidad y amplía nuestros mundos posibles; es una manifestación más del devenir cultura.

Sueltas del sistema institucional, nuestra ubicación gozaba de cierta movilidad y libertad a la hora de establecer lazos, ritmos y rituales. Cuando comenzamos el viaje de iniciación, nuestro pensamiento fue abandonando las clasificaciones y esquemas para privilegiar el hablar y el recorrer: no nos era posible organizar y conversar con los locos. Preferimos los actos de encuentro donde lo real se produce a cada instante y en cada uno, donde se establecen relaciones de autenticidad con los otros. Planteamos diversas estrategias metodológicas, como la construcción de dramas e historias de vida; sin embargo, estas nunca fueron un producto final, sino piezas que nos permitieron bordear el dolor, el amor, la amistad, la exclusión y la muerte-vida que configuran experiencias cotidianas en el hospital.

Para cruzar esta institución, seguimos los pasos de catorce personas con quienes por muchas razones tuvimos la posibilidad de encontrarnos más frecuentemente; ellas, en su mayoría, pasan de los cincuenta años, llevan mucho tiempo recluidas en este lugar y han sido diagnosticadas como esquizofrénicas. Favorecer los encuentros y la sorpresa que estos nos producían, nos hizo vivir la diversidad a partir de las singularidades: por ejemplo, conocimos los gobiernos de Mariano, el arco iris-cuerpo de Tránsito, las aventuras de Jorge y las poesías de Gilberto.

Para establecer una relación de horizontalidad entre diferentes voces, y transliterar un código emocional a uno gramatical, distinguimos en la escritura dos lugares de enunciación a través de una marca estética: utilizamos un mismo estilo de letra para los autores e informantes, y otro, para nuestra producción de sentidos6.

El Vehículo: La incertidumbre, las emociones y el deseo

Cuando el investigador reconoce qué es lo que lo emociona en el encuentro con el otro y abre un espacio para la sorpresa, hace de su deseo un puente desde el sí mismo para acercarse al movimiento de los límites referenciales sobre el mundo y la realidad, y así, percibir la diferencia.

Consideramos la diferencia que existe entre el acercamiento que globaliza y cuadricula la locura en casillas clasificatorias, y el acercamiento que se bifurca en las singularidades y reconoce lo diverso: buscábamos algo más general, más social, más cultural y mundial, algo que nos permitiera conocer las multiplicidades y reconocer la historia y sus gentes; algo que uniera este devenir antropólogas y la pulsiónemoción de aquello que no se puede nombrar pero que reconoce las etnicidades, las dimensiones sociales y las elaboraciones personales sobre el mundo.

Le dimos estatuto a la duda como cualidad del pensamiento en la construcción de conocimiento: hicimos de ese ¡no sé! de los locos y de ese ¡no sé! nuestro, el motor de la experiencia de investigación. El desdibujamiento de las certezas y de una seguridad pretendida de comprensión, hizo del control algo irrelevante. La duda como posibilidad de indeterminación y co-producción de sentidos, no significó, sin embargo, un caos total en los encuentros (de hecho, las rutinas del hospital marcaban las pautas para estos); más bien, permitió aprender a través de fragmentos y vivir lo impredecible; fluir con el movimiento nomádico del pensamiento que va en sentidos encontrados y genera la verticalidad de las intensidades –el devenir de las emociones. Esta es la acción maquínica del deseo que según Deleuze y Guattari (1985), produce todo lo real, y recorre siempre y primero el campo social: hace parte de su infraestructura, de las catexis inconscientes. El deseo fue lo que nos conectó con las personas del hospital y movilizó el proceso de bricolaje que combinó diferentes voces en la escritura.

La incertidumbre como búsqueda- escape hizo que este viaje hacia la locura tuviera un destino de pérdida y de estar perdidas: pérdida de las estructuras, de las organizaciones, de los lazos; y perdidas del sentido que nos arrebata la polivicidad7. Esto nos condujo a ese estado parecido a la embriaguez del que habla Mariano: Yo también nazco eso, nazco un borracho, un vicioso. Los gobiernos que ganan en cada elecciones nacen eso, un borracho, un bohemio, mejor dicho un perdido. ¿Qué sientes con el vicio Mariano? Lo embriaga, lo pone a uno chévere, lo pone elegante. Con el vicio me siento contento; a la vez contento y triste a la vez. Se pierde uno también con el vicio, se pierde… ¿Y te gusta perderte con el vicio? Me gusta perderme bien perdido. ¿Y por qué? Porque nacen esas cosas para perderlo a uno ¿entiende? Y por lo que uno encuentra todo.

El Equipaje: El mito y las ficciones

En el escenario de investigación donde interactuamos, la diferencia fue el valor cualitativo para asimilar y elaborar la experiencia. Gracias a ella logramos el vaivén entre los preconceptos y el ahora, entre los repertorios cognoscitivos que nos describían o explicaban la locura desde afuera, y el mundo visto y hablado por las personas nombradas culturalmente como portadoras de ella.

Los repertorios imaginarios que aprendimos de la antropología y aquellos que sobre la locura nos ha dado la cultura, particularmente, los que le otorgan un estatuto positivo y han configurado experiencias particulares en nuestras biografías personales, fueron nuestro equipaje. Revisamos en nuestro imaginario las ficciones del loco, aquellas que le otorgan un carácter ambivalente: como ser que posee un poder y conocimiento oculto, y como ser en quien se han desdibujado algunas cualidades humanas. Esta comprensión aclaró el camino de la diferencia para aproximarnos al otro, al loco del hospital que produce ficciones y discursos de realidad.

Nos desplazamos desde las ficciones- elaboradas-culturalmentepara- el loco y su función mítica, hacia el individuo clasificado como tal, debido a su manera particular de elaborar y expresar elementos culturales bajo la creación de su propio sistema de referencia. Como entidad mítica, el loco podría representar la función paradigmática del mito: establece criterios de verdad pero desconoce la verdad sobre sí mismo. Es una paradoja: la máscara que no oculta, la cultura desnuda, el límite construido que desconoce su naturaleza; en otras palabras el paradigma de lo irreal que da la explicación a la realidad.

El mito también se despliega en la ciencia, la cual, al explicarse a sí misma crea su propio mito: la ciencia se ocupa de aquello que dice la ciencia. Entendemos mito como un mapa mental con una lógica particular que se basa en el juego de tautologías y contradicciones, y que tiene la capacidad de autocontenerse; lo dotamos de verdad en tanto tiene realidad dentro de nuestro sistema de referencia. Cuando pensamos que la realidad está explicada en la teoría, debemos considerar que además la teoría nos dice qué es la realidad: es un juego de espejos. El mito y el rito son elementos de nuestro sistema de referencia; bien sea desde la teoría o desde la praxis, nos sirven de reflejo para conocer el mundo8. En este viaje, fueron los instrumentos conceptuales que llevamos para producir sentidos desde la performancia misma del campo social.

El Viaje: El trance, el rizoma y la locura

El modo de composición con el cual se transmite un ejercicio investigativo moldea tanto el conocimiento como el análisis social (Rosaldo, 1991). La propuesta estética en el acto discursivo, fue la estrategia metodológica para hilvanar los diferentes capitales con los cuales contamos como sujetas, y que en un contorno totalmente nuevo, se desplegaron en diferentes dimensiones. Además, la escritura fue el acto de vida-muerte en el rito de iniciación y el medio de transmisión de otros actos de vida-muerte en el proceso de inscripción social.

Los espacios físicos y observables mantienen una correspondencia con nuestras geografías emocionales; sobre los primeros construimos topografías imaginarias por las cuales sobrevolamos los abismos, los misterios y paradas de territorios que delimitan las fronteras hacia los miedos, el asombro y la sorpresa.

Para quienes nacimos o llevamos la mayor parte de nuestras vidas en Bogotá, salir por el sur de la ciudad implica recorrer parajes imaginarios de nuestra memoria, asociados a linderos de humanidad que nos causan temor y maravillamiento. Además del Salto del Tequendama y de la Nariz del Diablo9, que nos trasladan de manera oscilante a la sensación de vida y muerte, y a la visión casi simultánea de lo sagrado y aterrador, hay un momento de desvío en la carretera que señala la proximidad de otro lugar cargado también de fascinación y misterio. El camino divergente conduce a Sibaté, “pueblo de locos” al que algunos adultos aluden cuando bromean-amenazan a los niños con un viaje sin retorno. Los tránsitos hacia las afueras de la ciudad, materializan una transposición entre lo físico e imaginario donde la locura mantiene cierta identidad con la muerte; con el “mundo del más allá”.

Esta relación estuvo muy presente en los relatos de nuestros informantes, y fue corroborada con los argumentos de autores como Foucault, Deleuze y Guattari. De estos últimos tomamos los conceptos de molaridad y molecularidad aplicados a su análisis al proceso esquizo10, para comprender cómo la muerte, instancia de vida en la dimensión molecular y momento definitivo de la experiencia molar, tiene su correlato en la locura, espejo viviente de estas dos caras: aquella que manifiesta lo inorganizado, y aquella que nos dice de un mundo configurado con otras leyes y regímenes diferentes al nuestro. Para estos autores: La experiencia de la muerte es la cosa más corriente del inconsciente, precisamente porque se realiza en la vida y para la vida, en todo paso, en todo devenir, en toda intensidad como paso y devenir (Deleuze y Guattari, 1985: 340).

El loco narra en su experiencia las dos caras de la muerte: la muerte social o la muerte en vida, y el devenir muerte en las intensidades del cuerpo: … este gobierno jamases se han matado la porra en muchas cosas, en esto mismo se ha matado la porra de que yo soy un ser ya digno, ya estoy corregido, yo soy un ser estricto, soy un ser muy bueno, yo de malo no tengo nada; no tengo nada porque aquí a horas exactas allá llegan y me pasan al paredón, me ahorcan, me dan vida; o sea que ellos, ellos por ignorantes pensaron que es matar, pero para mi no es matar sino es vida; entonces hacen muchas cosas conmigo, hacen muchas cosas conmigo, me dan asesinaje los gobiernos, el gobierno a horas exactas como ésta me está dando un… un ocho por ocho, que llaman ellos, el gobierno. Nos enlazamos con Mariano, quien además rastrea el punto cero donde nacimiento y muerte convergen: Nací en los infiernos porque yo vengo de la nada. Estos luceros un día pensaron la verdad; dijeron, estos luceros y estos gobiernos que ya existían, los que existían en ese tiempo dijeron: vete, a estudiar, vete, a ser lindo, vete, a tener todo algún día. Entonces me tocó irme a la nada, inclusive yo voy a la nada; ahora sesenta me bajan estos luceros, me entregan a la nada, a ese planeta de la nada, a la tierra, a tantos planetas que nacen. ¿Y cómo es el planeta de la nada? El planeta de la nada es muy lindo, el planeta de la nada para todo es nada… nada. Que hay que hacer cualquier cosa, nada de eso, nada de eso; no lo hagáis o hagálo o hágalo, pero hágalo en la nada; eso se llama nada, que nada es nada. ¿Y dónde queda? Eso queda abajo, en lo penúltimo, eso es lo penúltimo que hay. ¿Y lo último qué es? ¿Y lo último? ¿o sea lo primero? Nacer y morir son los viajes del esquizo por las intensidades, no existe comienzo ni fin. El esquizo sabe partir: ha convertido la partida en algo tan simple como nacer o morir. Pero al mismo tiempo su viaje es extrañamente in situ (Deleuze y Guattari, 1985: 136).

Al desplazarnos a las afueras de la ciudad, pero al interior mismo de los entrecruzamientos culturales, traspasamos umbrales no vividos hasta entonces. Este viaje como ritual, como experiencia de vidamuerte, hizo que entre la partida y la llegada haya ocurrido una diferencia; paso entre un antes y un después que produjo cambios. Este paso-trance nos conectó y permitió recorrer en los relatos, las huellas de los viajes in situ que hacen los locos. En nuestro tránsito experimentamos la condensación imágenes- palabras-sensaciones, que a semejanza del Aleph de Borges, nos permitió entrever múltiples conexiones y ensanchar nuestros universos de sentido. Decidimos hacer rizoma: fuimos y vinimos, nos disgregamos y fugamos cabalgando en palabras que eran intensidades emocionales; aprendimos a cortar allí y saltar acá para traer esto… fragmentos de poesías, recuerdos infantiles y risas que nos destornillaban del ancla de la cordura, el nombre y el saber. Huimos para imaginar las maravillas que encuentra Jorge en sus aventuras: sí sumercé, me encanta mucho la aventura porque no lo amarran a uno así de buenas a primeras, pues de aventuras sumercé uno no permanece en un solo lugar sino viaja por ahí a diferentes partes del santo universo. Entonces puede uno en el cielo cazar un elefante, en el Congo Belga del África un hipopótamo o en otras partes un percherón.

Erráticos, los locos recorren las formaciones sociales y permiten evidenciar lo que es la locura para la vida y la existencia: el movimiento nomádico de los flujos de deseo descodificados que velozmente atraviesan el mundo, recorren geografías e historias, culturas y sistemas políticos. En la locura se reconocen los procesos que construyen y deconstruyen la cultura; es el viaje por diferentes fragmentos de formaciones sociales descodificados que buscan inscripción dentro de la axiomática del sistema capitalista11. En los relatos de los locos, la identidad individual y cerrada se diluye y el nombre identifica múltiples caras del campo social: por ejemplo, el viaje de despersonalización que emprende Mariano, es el paso por los rostros que representan poderes establecidos y rebeldes en nuestra cultura: Yo soy el Santo Papa a una hora exacta. ¿Y a otras horas exactas qué gobiernos eres? A otras horas exactas soy el Ché, Fidel Castro, El Ché Guevara, Tirofijo, Sangre Negra, bueno, tantos otros gobiernos… ¿Y puedes presentarte en estos gobiernos cuando quieras? Eso no es cuando quiera uno, sino que los gobiernos tienen horas exactas, exactas para presentarse en puro gobierno. ¿Y cuáles son esas horas, por ejemplo? No, eso si es secreto. Esos son secretos de los gobiernos.

El meridiano Cero, ubicación geográfica precisa que establece Mariano para el hospital, es el campo visual secreto donde poesía, arte y emociones se vuelven cuerpo. Recorrer intensamente este espacio durante dos meses, nos permitió conocer historias, dolores, pensamientos y reflexiones; tuvimos la posibilidad de ver y compartir (en el sentido más físico y material), mundos posibles e imaginados, terrenos de creación a través de los cuales los seres humanos nos insertamos de manera singular en el devenir de la vida y de la existencia. Estos mundos posibles, que pueden ser discursivos, literarios, corporales, son la manifestación misma del acontecer arte.

Tránsito siempre está trabajando con sus manos, cosiendo su ruana o su gorro, haciéndose medias o pintando sus zapatos; se engancha lo que encuentre: botones, hilos, paqueticos de comida, pistolitas de plástico; su cuerpo es color, es arco iris. El artista es el señor de los objetos; integra en su arte objetos rotos, quemados, desarreglados para devolverlos al régimen de las máquinas deseantes en las que el desarreglo, el romperse, forma parte del propio funcionamiento (Deleuze y Guattari, 1985: 38). ¿Qué sientes cuando coses Tránsito? No, eso es como el que está sacando fique, tiene que tener uno sus cinco sentidos bien para saber donde deja las cosas y todo. ¿Y por qué te gusta coser? Porque me aliviano, me sirve el trabajo mucho, yo me aliviano y me aliento. ¿Cómo es estar alivianado? Con vida y sin vida. ¿Qué piensas de ti? Nada, dejar a ver, mano de Dios; toca dejar a ver porque más mal no se puede. Y para el cuerpo, para el esqueleto, para el escudo, la bandera: las cositas, todo toca tener, aunque sea poquito pero algo tiene uno. Un trapacito, un taleguito, un trapitito; algo tiene uno enredado ahí. El arte como arma de defensa, como arma de protección, como arma-r el sentido, fue una de las vivencias más bellas que nos dejó este viaje. Desde allí, lanzamos las piedritas de Pulgarcito que nos ayudaron a volver a casa-volver al hospital-volver a casa-volver…

El Regreso: dos sentidos a la vez

El posicionamiento desde el cual nos aproximamos a la locura, produjo el reconocimiento de que los procesos de investigación no se agotan, no tienen un final definido; posibilitó que de los encuentros nacieran inagotables rutas de exploración. Los despliegues subjetivos del deseo, y el reconocimiento del otro y la diferencia, hicieron de la producción de conocimiento un espacio creativo donde las nuevas búsquedas se conjugan con los afectos y la retribución.

Volver a las prácticas cotidianas soñando con regresar al hospital, fue una de las improntas que nos dejaron los locos; ellos no sólo compartieron y abrieron sus mundos, también nos regalaron imágenes sobre nosotras, permitiéndonos sentir lo singular y polívoco del encuentro. En el hospital, Ana y Gisela, rara vez fueron Ana y Gisela: fuimos Patricia y Carmencita, fuimos Inravisión, las doctorcitas o prácticapráctica y práctica-teórica.

Las huellas emocionales que dejó el primer acercamiento, motivaron la construcción de una segunda propuesta de investigación y acción, que quiso soñar mundos posibles con la comunidad del hospital. Básicamente, los lazos de afecto con las personas posibilitaron la realización en el año 2001 de la estrategia “Máquina Mágica”, la cual buscó, a través de diferentes escenarios de encuentro creativos, provocar reflexiones, sorpresas que motivaran la construcción de nuevos sentidos para la vida en un lugar donde habita la muerte social. Durante tres meses buscamos ensamblar diferentes escenarios de expresión artística que abrieran campo a la subjetividad y a las diversas matrices culturales; con ello, quisimos fortalecer las redes comunitarias dentro del hospital y establecer nuevos canales de comunicación entre los diferentes profesionales que allí trabajan y los pacientes. En estos escenarios vivimos acontecimientos creativos: conversar sobre los hechos del mundo, leer cuentos, participar en diferentes juegos, pintar un mural, producir un noticiero o elaborar un periódico, fueron las excusas para estar juntos, para compartir y fortalecer redes de afecto.

Los objetivos no alcanzaron a ser desarrollados en su totalidad, pues la incertidumbre y la improvisación fueron otra vez las protagonistas del encuentro: era difícil centrar la atención y el deseo de las personas hacia un propósito común, por ello tuvimos que desdoblar los escenarios y nuestras manos, para hacer realizables múltiples inquietudes; ellas, acostumbradas al nomadismo, hacían de la experiencia grupal un cuerpo difuso. Este segundo encuentro afianzó la sensación de que la locura es positiva, que está en todos, y que en la encrucijada a la que nos empuja, es posible la verdad de la belleza. Así lo expresa Gilberto Guerrero y Borja, altísimo poeta, que compone sus vivencias a través de sonetos, en aquel meridiano cero de luceros y luceras:

A la cruz de mi locura. Soneto

Bien voy llevando la cruz de mi locura
Con ánimo alegre y buena voluntad
Reconociendo que Dios en su bondad
Cuando corrige su vara no tortura.

Vislumbrando bellísima la aurora
Mi bajel siempre dirijo a la verdad,
Aplacando la horrible tempestad
Que en el fondo del alma se acalora.

La cruz de mi locura es llevadera
Con absoluta e insondable calma
Al reino aquel de vida verdadera.

Es portadora de verdad sublime
Es portadora de verdad que colma
Los anhelos de Dios cuando redime.


Citas

1 En una guía de una estrategia artística llamada “Actos de Fabulación. Arte, cuerpo y pensamiento”, se hace referencia a dos conceptos básicos que ayudaron a la definición del propósito de esta obra: presentación y acontecimiento. El primer concepto parte de la ruptura de la lógica de la representación. Con respecto al segundo, y siguiendo a Deleuze, se señala como hablar de acontecimiento implica quebrar con la linealidad de lo que acontece. El acontecimiento es el instante, es el tiempo que se afirma en el presente, pero eludiéndolo, desdoblándolo, abriéndolo hacia exploraciones temporales múltiples […] El esplendor del acontecimiento es el sentido. Proyecto Pentágono, Ministerio de Cultura. Curadora Consuelo Pabón. Bogotá: 2001.

2 Los cambios en las instituciones encargadas de la administración del lugar, han generado que el hospital viva constantes transformaciones. Actualmente, el estatuto de hospital ha sido cambiado por “Centro Especial de Rehabilitación en Salud Mental Julio Manrique”.

3 Estos dispositivos son, entre otros: la historia familiar, los saberes académicos, la condición de ciudadanía, la memoria, los imaginarios sociales, las ficciones literarias, etc.

4 Una coordenada que guió nuestro viaje fue la noción de sujeto ubicado que desarrolla Renato Rosaldo, para referirse al posicionamiento particular y cultural de los analistas en los procesos de investigación. El antropólogo como sujeto ubicado en una red de posiciones sociales (marcadas en grado sumo por relaciones de poder) posee un ángulo particular de observación y ocupa un lugar específico desde el cual construye cartografías. Características personales como la edad, el género, las raíces socioculturales, etc., van a influir en lo que el investigador aprende, permitiendo e inhibiendo determinadas percepciones (Rosaldo, 1991:30-31).

5 En el discurso de Mariano la realidad y la sociedad son leídas desde la dimensión política, en el de Gilberto desde la religión católica, y en el de otros, por ejemplo, desde la demanda o el amor.

6 En este artículo no fue posible hacer esta distinción de letra, por motivo de los requerimientos para unificar los criterios de edición de una publicación periódica. El uso de cursivas intenta cumplir este propósito, y las negrillas marcan niveles de abstracción.

7 La noción de polivicidad es tomada de Deleuze y Guattari, quienes hacen referencia con ella al código fluido que usa el esquizo: Los signos aquí son de cualquier naturaleza, indiferentes a su soporte. […] Carecen de plan previo, trabajan a todos los niveles y en todas las conexiones; cada uno habla su propia lengua y establece con los otros síntesis tanto más directas en transversal en cuanto permanecen indirectas en la dimensión de los elementos. El Anti Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Editorial Paidós, Barcelona: 1985. p.44.

8 Los planteamientos sobre el mito, expresados en este texto, son tomados del profesor Luis Guillermo Páramo. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia.

9 El salto del Tequendama, caída de las aguas del río Bogotá, es cuna mítica de la cultura Muisca, lugar casi obligado de paso por la sabana, y paraje ritual de suicidas y enamorados. La Nariz del Diablo es un perfil rocoso que adquirió la montaña cuando se construyó la carretera que conduce al sur del país.

10 En el Anti Edipo, estos autores señalan cómo, de las dos direcciones de la física: la dirección molar que va hacia los grandes números y los fenómenos de masa, y la dirección molecular que, al contrario, se hunde en las singularidades, sus interacciones y sus vinculaciones a distancia o de diferentes órdenes, el paranoico ha escogido la primera: hace la macrofísica. El esquizo, al contrario, va en la otra dirección, la de la microfísica, de las moleculas en tanto que ya no obedecen a las leyes estadísticas; ondas y corpúsculos, flujos y objetos parciales que ya nos son tributarios de los grandes números, líneas de fuga infinitesimales en lugar de las perspectivas de grandes conjuntos. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. El Anti Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Editorial Paidós, Barcelona: 1985. p.289.

11 Esta axiomática sólo inscribe las cantidades abstractas que lo alimentan: el capital y la fuerza de trabajo. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. El Anti Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Editorial Paidós, Barcelona: 1985. p. 240-260. Durante nuestro trabajo en el hospital, fue evidente cómo los locos están por fuera de estos sistemas abstractos de inscripción. Ellos están reterritorializados como los resquicios no productivos de la dinámica social.


Bibliografía

  1. DELEUZE, Gilles, Lógica del Sentido, Barcelona, Paidós, 1989.
  2. DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix, El Anti Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Barcelona, Paidós, 1985 .
  3. FOUCAULT, Michel, Historia de la locura en la época clásica, Tomo I, Bogotá, FCE, 1998.
  4. ROSALDO, Renato, Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social, México, Grijalbo, 1991.
  5. PABÓN, Consuelo (curadora), Guía de la obra: Actos de fabulación. Arte, cuerpo y pensamiento, Proyecto Pentágono, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2001.