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María de La Paz Jaramillo y los colores de la vida

María de La Paz Jaramillo e as cores da vida

María de La Paz Jaramillo and the colors of life

Lina María Botero*


* Maestra en Artes plásticas de la Universidad Nacional. Actualmente se desempeña como Asistente de Curaduría en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.


“No tengo nada en contra del hombre, por el contrario me encanta estar enamorada y los quiero mucho. Lo que quiero es que cambiemos juntos, que vayamos por la vida, que crezcamos y seamos compañeros”.
Maripaz Jaramilllo


Cuando la obra de arte desaparece como objeto para dar paso al arte conceptual, nace Maripaz con sus mujeres no–objeto. Cuando el arte se vuelve autorreferencial, ella explora su entorno hasta agotarlo y cuando la violencia se evidencia en representaciones de figuras sangrantes o cuchillos atravesados, ella hace flores o mariposas. No se trata de ir en contra de todo; por el contrario, se trata de ser auténtica, sincera consigo misma, para con lo que siente y ve sin importar qué tantos esquemas haya que romper o qué tantos límites haya que empujar, porque además hay que ver siempre el lado positivo de las cosas. Mujeres y hombres, normales y famosos, parejas de enamorados que bailan y se besan, flores mágicas, sol, música y colores vibrantes que recuerdan el Caribe colombiano, hacen parte de la obra de Maripaz Jaramillo.

Creció entre pinceles, pinturas y paletas. Jugar con su padre era memorizar las grandes obras de arte, los grandes artistas y los museos que las guardan; eran los libros de arte el único consuelo a la hora de llorar. Expulsada de varios colegios bogotanos, María de la Paz fue enviada a estudiar en un internado en Inglaterra. Beatles, minifaldas y revolución pop todos propios de la época, llegan a la vida de Maripaz para tocar el ya sensible espíritu de esta –aún sin saberlo– artista manizaleña. Aprendió que a pesar de la rigidez del internado, Inglaterra le ofrecía posibilidades mucho más abiertas y menos coartadoras que los aparentemente muy liberales colegios bogotanos. Las caminatas por bosques encantadores que le recordaban su viejo Caldas, las visitas a museos –aquellos que conocía de memoria– y los conciertos de rock, lograron que la adolescente encontrara por fin el ambiente que su personalidad curiosa y su mente inquieta, necesitaban con urgencia.

Algo le dice que lo suyo es el arte, muy joven y sin saber por dónde agarrarlo, decide estudiar diseño de modas y modelaje en la escuela Lucy Clayton en Londres: Diseña y modela. No mucho después vuelve a Colombia, a Bogotá, y se inscribe en la escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes; ingenua y curiosa sigue su búsqueda, busca arte pero también contenido, busca conocimiento pero el de verdad: aquel que sólo la vida puede dar.

Simultáneamente, trabaja en el taller de grabado de Umberto Giangrandi; estudia y trabaja pero no por necesidad sino por gusto; porque su hiperactividad por naturaleza la pone a producir hasta las tres de la mañana y, cuando por fin sale, de repente se topa con las prostitutas de la 19 con 13, y se estrella, porque como ella hay otras mujeres trabajando y sin embargo ellas no trabajan por gusto sino por necesidad. Maripaz las entrevista, las estudia, las desentraña hasta que en algún momento llega el camión de policía que se las lleva a “culatazos”.

Inglaterra era en ese momento uno de los países donde más rompimiento existía con los prototipos y costumbres establecidas. Por supuesto, encuentra grandes diferencias; sintió la desigualdad: Bogotá era una ciudad anclada en los esquemas patriarcales, con el agravante, de que la mujer como objeto se volvía algo cada vez más cotidiano, más común. Encuentra entonces el tema que le daría pie para convertirse en Maripaz, la que pinta mujeres pero rechazando el sistema, la que ve en estos seres algo más que una cara pintarrajeada o unas piernas que terminan en tacón puntilla. Las pinta como simples seres que sufren, aman, lloran, se venden para darle pan a sus hijos y de resto viven: sólo viven.

Desarrolla entonces su serie de las prostitutas y de la máquina de la vida, en donde la mujer y la condición de la mujer, es el tema central. Con la obra titulada La señora Macbeth, gana el premio de grabado del Salón Nacional de Artistas en 1974, siendo todavía estudiante; su lenguaje personal desde muy joven y su éxito irrevocable, la convierten automáticamente en parte de un grupo de artistas que hasta este momento estaba conformado por sus profesores Luis Caballero, Santiago Cárdenas, Beatriz González y hasta por Enrique Grau. “Carlos Rojas siempre me decía que uno tiene que tener un “sello” y que hay que inventarse el suyo propio. Yo me inventé el Maripaz.”

Kirchner, Heckel, Schmidt– Rottluff y Emil Nolde son tan sólo una afinidad. La actitud expresionista de Maripaz ni se compara ni se pretende, sólo se posee... libre y suelta como es, o debe ser. Los colores desbordantemente vibrantes, la línea maravillosa que no sólo contiene sino que construye, inventa; las composiciones arriesgadas, frontales, planas pero llenas de vida, son apenas el principio de algo, una obra que va para largo.

Se casa muy joven con su amor de adolescencia, diez años mayor que ella; en medio además de su ruptura interna con los esquemas establecidos, en una época en la que el marido tenía derecho –o creía tenerloa tirar la camisa al suelo y pisotearla si estaba mal planchada, y en la que el prototipo de mujer era ser abnegada, entregada y dócil. Y es que Maripaz es de espíritu revolucionario. Ella sabe desde pequeña que su misión en la vida es la de tumbar los muros que dividen su alma de la exploración, de la expansión y la grandeza.

¿Mujer?, ¿profesional? Sí. Mujeres profesionales había, pocas. “El que hayamos decidido ser profesionales ha hecho que la mayoría de nosotras estemos separadas y no tengamos una pareja, porque tenemos que ser excelentes profesionales, excelentes amas de casa, excelentes esposas, tenemos que competir con las modelos más divinas del mundo. Tenemos que ser unas supermujeres y eso de ser supermujer es realmente muy duro.”

A generaciones más recientes todo les resulta más fácil. Los hombres jóvenes no tienen hoy por hoy esa ansiedad de sentirse superiores, de sentirse amos y dueños, proveedores irrevocables. Ya se están acostumbrando a tener compañeras de universidad, a saber que no son los únicos que pueden trabajar para mantener un hogar, por mucho que les duela el ego. Ahora tienen jefas, y esposas que no están dispuestas a llevar solas la vida cotidiana. Se cocina en pareja y así mismo se lava; se estudia, se goza el tiempo libre y se vive en pareja.

Viaja con su marido caleño para Cali, ese Cali pachanguero que la arrebata y le presenta un lado –para ella desconocido– de la mujer: una coqueta, feliz de ser mujer, que se muestra, baila. Se despierta en Maripaz ese amor inagotable por la música, de todas las clases. Salsa, bolero, tango, son. En sus pinturas vemos las parejas de enamorados que se exhiben sensualmente al ritmo de la música y la noche, felices de amarse y ser amados, sintiéndose únicos en el escenario. La música invade el ambiente y se siente en el color porque vibra y cambia con cada tonada. “Es como si la música me masajeara el cerebro”, hay una relación muy grande entre forma, color, movimiento y la nota musical. Series como La música caribe de 1989, o De amores y amantes en 1990, nos muestran hombres y mujeres, parejas, en cabarets o en discotecas, que se aman o se usan, que se muestran y se miran. Viajes constantes se convierten en la musa de su inspiración, dándole cartageneros, decembrinos y calurosos días de playa, o imponiendo el reggae como vibración en los días y noches de Providencia; las Galápagos redescubiertas ante los ojos de Maripaz y vueltas a colorear, reiteran con obstinación su relación con un entorno. “Los sitios conmemoran y recuerdan”.

Pero algo en su vida cambia, se separa de su esposo y comienza la melancolía. Ahora la crisis y la pérdida se hacen presentes pero no para detenerla en su búsqueda plástica. Por el contrario, la hacen más fuerte, la impulsan con más ganas en su necesidad por un complemento. “Una vida en pareja no se trata de asumir cada cual ciertos roles, se trata de un trabajo en equipo, que es lo que debe ser. Yo siempre he pensado que es importantísimo tener una pareja, no soy de las mujeres que piensa que vivir sin un hombre es perfecto, pienso que lo ideal es estar en pareja.”

Si la mujer tiene una situación difícil en esta sociedad, el hombre está condicionado: “Si por allá llueve, por acá no escampa”. Para nadie es fácil que de un momento a otro los esquemas cambien, sobre todo si el cambio no le es favorable. La mujer se vuelve profesional, autosuficiente; expresa su opinión y cuando la expresa, lo que quiere es compañía, no dominio; igualdad no sumisión; redistribución de roles, no esclavitud. A un hombre no le está permitido llorar de tristeza o alegría; la inseguridad, el miedo a la muerte, la pérdida de un ser querido o, por otra parte, el nacimiento de un hijo o los logros profesionales, no pueden ser motivos de llanto. Una reina de belleza llora como una magdalena cuando la coronan, pero si a un hombre lo nombran director, ministro o general, sería un acto poco masculino recibir tal honor con lágrimas en los ojos. “El hombre también es un producto y un producto objeto. Por eso pongo a Michael Jackson, pongo a Julio Iglesias, a todos estos hombres que también se vuelven un producto como cantantes, como actores. Los esquemas de masculinidad son muy duros, un torero como Pepe Cáceres o un militar como Simón Bolívar son personajes que pasaron su vida enfrentándose a la muerte, y hay que ser muy macho para enfrentar a la muerte.”

La mujer, luego la pareja y al tiempo la masculinidad. Siente la necesidad de dar el paso, dejar descansar el tema y que el tema la deje a ella. Pero hay algo más que el sólo deseo de cambiar: La violencia, las bombas en Medellín, la explosión del avión que iba para Cali y atentados por el estilo se vuelven parte de la vida cotidiana de la artista, que aún con espíritu rebelde se niega a quedarse con los brazos cruzados. Su protesta, sin embargo, es una protesta silenciosa y sentida. Decide no pintar más seres humanos, dando paso a las bondades de la naturaleza como en un afán por rescatar aquello que aún nos queda. Sus raíces campesinas brotan por primera vez en su serie Flora y Magia; de personajes nocturnos pasa a la luz del día, una luz que intensifica los colores, que envuelve con un manto de paz sus paisajes, sus bodegones, sus flores y su magia.

¿Qué está haciendo María de la Paz Jaramillo hoy en día? Mariposas. Si. Mariposas Maripaz por la paz. ¿Por qué? Porque ama a su país, a su Viejo Caldas inundado de la más amplia colección de mariposas del mundo. Porque de nuevo su país está en crisis, de nuevo hay que hacer un alto en el camino y ver con Maripaz que no todo lo que nos rodea es malo, que el color de la vida sigue ahí, muy cerca, aleteando una existencia corta, fugaz.

Maripaz pasa de la figuración a la abstracción. Procesos que ni ella misma controla y no es porque esté de moda, ni porque considere una cosa mejor que la otra, simplemente está allí, en su proceso de hormiguita pinte que pinte, indague aquí y allá, llevándose a sí misma todos los días, a terrenos desconocidos, expandiendo sus propios límites, desbordándose para sí. Si antes era el grabado en todas sus formas y luego la pintura, ahora es el computador. Siempre a la vanguardia pero la de verdad, la que explora y descubre, la que abre caminos y la que nos hereda conocimiento; como pincel el mouse y como lienzo una pantalla. Experimenta, se unta como siempre de colores –aunque sean virtuales– y de repente le da vuelo a una serie de mariposas que salen como recién nacidas de su capullo.

Identidad y kitsch

“Con tanto kitsch feminista que se está haciendo, es refrescante ver una imaginería que no se basa en el panfleto agresivo, pero que logra transmitir los mismos mensajes a través de un uso casi insidioso de la atmósfera, sin tener que depender de la literatura. En este contexto, algo que en otros podría parecer un uso “pop” de recursos publicitarios, en la obra de María de la Paz Jaramillo se convierte en nostalgia crítica.”1

Su Caribe, su Caldas, su Medellín, su Cali. Maripaz no deja ni por un instante de ser colombiana, y aunque su calidad al pintar o su técnica infalible a la hora del grabado la pongan, sin dudarlo ni por un instante, en un plano internacional, sigue siendo la Maripaz de la brisa caribeña, del corazón que late a ritmo de tambores y de los hombros como dos maracas. La identidad latinoamericana le brota a flor de piel. Y es que no se necesita ser nacionalista o trabajar con vírgenes, velas o tierra para querer a nuestro país, se puede ser enteramente colombiano con una identidad muy determinada y a la vez ser universal, ser también ciudadano de mundo. Alejandro Obregón, Fernando Botero, Beatriz González, Débora Arango y Carlos Jacanamijoy entre otros, la acompañan en esta exitosa y universalista identidad colombiana. “Porque lo importante es tener sello y honestidad, no importa si se está a la moda o no”.

Identidad latinoamericana si, pero no sólo como representación de una situación social o unos esquemas, se trata también de una estética: la parafernalia y el color no son sino colombianos; el trópico y el calor, pero también la moda. Maripaz diseña y confecciona delicadamente cada joya, cada mirada, cada vestido, cada título; todo es parte de sentirse de aquí, de pertenecer.

Es además una identidad que se pregunta por la identidad misma, se rehusa al estancamiento y cuestiona una y otra vez todo lo establecido. Una monja es también una mujer y tiene senos como cualquier otra, pero aún bajo el manto de grandeza que cobija a Maripaz, surgen rechazos, estallidos de moral, dogma y tontería: le prohiben exponer su pintura La monja en una exposición que realiza en México y en otra oportunidad le descuelgan su Bolívar y Manuelita en la Biblioteca Luis Ángel Arango.

Un proceso artístico es como una receta de cocina en la que uno pone un poquito de esto y otro poquito de aquello y de lo otro. Luego se mezcla. Algo de kitsch, algunas lentejuelas, un cierto tinte irónico, mucho humor y un poco de actitud expresionista; se ponen en la licuadora y resulta una marca, ese sello que es el Maripaz.

Lo popular y lo burgués

Entre campesinos o cocteles de gala, prostitutas o cantantes de rock, Maripaz no hace diferencias; interactúa y se desenvuelve como pez en el agua “Puedo estar con Fidel Castro y puedo estar con Clinton”. Maripaz rompe, estira y empuja los límites de la moral. Pinta prostitutas; busca justicia, reconocimiento. Las eleva de estatus poniéndolas al mismo nivel de una modelo profesional o una ejecutiva; las vuelve elegantes, sofisticadas y al mismo tiempo muestra el lado libertino y desparpajado de la mujer que se dice llamar de alta sociedad, a la que no le está permitido besarse apasionadamente en la calle o dar espectáculos. Las mujeres de María de la Paz son todas una misma: una mujer latinoamericana que sufre, ama, goza con nuestra música y nuestro folclor pero, sobre todo, conoce y vive en carne propia las desventajas de ser mujer en un país como el nuestro.

Actitud expresionista y modelos pop

“Yo he escogido el arte como oficio –anota Maripaz–, aunque respeto algunos artistas conceptuales. Lo que no me gusta nada es la idea de que los artistas que no son conceptuales, no están en la vanguardia ni son buenos. Eso es sencillamente absurdo. Creo que nadie puede desconocer el trabajo de los que toda la vida hemos trabajado con el pincel de pelo de marta en la mano, pues creo que estamos aportando grandes cosas al arte nacional. Yo creo que lo importante es lograr calidad y que lo que se esté diciendo se diga bien”2.

Memorias de violencia, muchas. Desde chiquita, cuando veía cadáveres pasar por el río Cauca, y decía: “Mire, allá va un marrano con pantalones”, –porque los muertos de río se hinchan– o cuando ella y sus hermanos tenían que esconderse y salir por el río cuando su papá tocaba una sirena en señal de peligro; primeras experiencias en una lista ya gastada de situaciones violentas. Una actitud expresionista solo puede surgir en contextos así, porque al igual que los alemanes de la preguerra, Colombia ha tenido una historia de masacres, bombas y atentados; a una artista que ha visto de cerca esta realidad, no le está permitido desconocerla, y no la desconoce: la trabaja, la reelabora, la digiere.

Sin embargo y a pesar de lo señalado, Maripaz estudia en una época y en un país con grandes modelos y movimientos pop, “Porque estoy ahí, porque me gusta todo eso, me gusta la música, porque me gusta romper esquemas, esquemas de cómo vestirme, entonces existe toda esta cosa pop, popular, que yo integro a mi obra y a mi vida.” Por eso ella mezcla, licúa y revoluciona. Porque una cosa es lo que se lleva en la sangre, pero otra lo que se aprende, y en Maripaz hay de las dos un poco. Ni expresionismo alemán, ni pop de los setentas, pero sí una mezcla muy latinoamericana, muy expresionista y muy pop.

Beatriz González siempre fue la otra alternativa, la que ganaba el Salón Nacional de Artistas con su obra Suicidas del Sisga, “y no tenía que ser un Luis Caballero, o un Juan Cárdenas –que era también un excelente dibujante– sino que había otra alternativa para triunfar”. Beatriz se convierte entonces en modelo posible, y sin falsedad alguna se vuelven amigas. Beatriz y Maripaz se llaman, se preguntan, se influencian, pero con gran libertad y sinceridad. “Cuando hablamos ella me dice: “Oiga, estoy haciendo un María de la Paz”, y yo le digo: “Yo estoy haciendo un Beatriz González”, o por ejemplo cuando hice el libro de amores y amantes, yo la llamé y le dije: “Oiga, voy a entrar en su terreno”. Beatriz González y María de la Paz Jaramillo van por la vida pintando con una cierta actitud expresionista que delata el país en el que vivimos y un mundo pop que las rodea y las envuelve sin quererlo, sin buscarlo.

La pintura en el nuevo milenio

Entre tantas instalaciones, performance, videoarte, multimedia, etc., surge la pregunta de si la pintura tiene vigencia, de si será que estamos pasando a una época sin pintura. Así como el óleo en el Renacimiento fue el invento que cambió la historia del arte por ser una pintura al fin estable y resistente a los cambios de temperatura y humedad, o el acrílico fue en su momento la salvación para artistas de mediados del siglo pasado que necesitaban tener aplicaciones y secados extrarrápidos, la multimedia a principios del siglo XXI parece ser la puerta de entrada –y salida– para artistas que quieren desbordar las posibilidades del pincel y la paleta para entrar en un mundo sin límites en el que aplicar un color o una textura es cuestión de segundos; lo que hay que tener es la maestría para componer, saber cómo se quieren las cosas y tener la capacidad de parar y saber cuándo la obra de arte está lista.

“Yo creo –así como me gusta internet y la multimediaque lo uno no acaba lo otro. El carro no acaba el caballo, el avión no acaba el carro, el cohete no acaba el avión; cada cosa tiene una razón de ser y un porqué, una necesidad. Entonces yo no estoy en contra de la pintura, y creo que la pintura nunca se va a acabar así como los libros no se van a acabar, un libro nunca va a ser desplazado por la multimedia.”

Educadora de nuevas generaciones

Tiene un gran conocimiento para aportar; con casi treinta años de trabajo artístico, y siendo una de las primeras artistas en Colombia que hace fotograbado, Maripaz enseña y hereda una vida de investigación y experimentos. Le gusta enseñar teoría del color, gráfica e historia. Ha formado a grandes artistas como Enrique Jaramillo, Doris Salcedo, Andrea Echeverri y todos son muy buenos; “Me siento orgullosa de haber sido profesora de ellos, de haberlos formado. Como decía Picasso: lo bueno es la idea y que los demás la desarrollen. Entonces, yo creo que he dado muchas ideas y muchos han desarrollado mucho mejor que yo la técnica.” La línea la comienza Débora Arango, la continúa Beatriz González, y pasa por Maripaz, siempre rompiendo esquemas y abriendo campos, pero sigue, sigue para adelante, sin detenerse o titubear. “Es como una autopista que estamos abriendo y de pronto hay unas montañas muy grandes por atravesar, y ahí vamos, rompiendo ciertos lineamientos.”

Amante de la naturaleza, la música y nuestras costumbres, Maripaz es una mujer netamente colombiana que desborda vitalidad y carisma. Su pasión por la vida y por lo que considera propio –su feminidad, su sensualidad, su necesidad de sentirse creciendo en compañía de una pareja–, le permiten re–elaborar y construir un tema que para todos nosotros se ha vuelto tal vez demasiado trajinado, pero nos olvidamos que es –en todo caso– base de la vida: el amor.


Citas

1 Luis Cammnítzer. Carta a la artista

2 El Heraldo, revista dominical. Barranquilla, 15 de marzo de 1981