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Avatares del negro en la antropología colombiana

Avatares de preto na antropologia colombiana

Avatars of black in Colombian anthropology

Eduardo Restrepo *


* Instituto Colombiano de Antropología. Durante los últimos años ha desarrollado su trabajo de campo entre poblaciones negras del Pacífico sur. Es autor de varios artículos, entre los que cabe destacar: “Invenciones antropológicas del negro”, “Afrocolombianos, antropología y proyecto de modernidad en Colombia”, “La construcción de la etnicidad: Comunidades negras en Colombia”, “Social and political construction of nature: blacks groups and timber industry in the Colombian Pacific. y “Territorios e identidades híbridas”. Además es coeditor (con Jorge Ignacio del Valle y Juana Camacho, respectivamente) de dos libros dedicados a esta temática: Renacientes del Guandal: grupos negros de los ríos Satinga y Sanquianga, Bogotá, Biopacífico-Universidad Nacional, 1996. De ríos, montes y ciudades: territorios e identidades de gente negra en Colombia, Bogotá, Ecofondo- Natura-Ican, 1998


Resumen

Este artículo examina los avatares de ausencias y presencias del negro en el discurso antropológico en Colombia. La hipótesis de trabajo es que el negro, en tanto construcción disciplinaria, ha sido “invisible. o se ha hecho “visible. por la conjugación de factores internos y externos al discurso antropológico y no, como algunos autores han sugerido, por el efecto de la discriminación sociorracial de los antropólogos. Más aún, muchas son las ausencias en el orden de las presencias del negro en la antropología que constituyen unos particulares regí- menes de configuración política del Otro.


Introducción

En la última década, la antropología en Colombia ha registrado una suerte de explosión de investigaciones y publicaciones sobre negros. En estos años, como nunca antes, los antropólogos han intensificado sus recorridos por los ríos, esteros y costas del Pacífico colombiano escudriñando los sistemas económicos, de parentesco y territoriales, así como rituales, tradición oral e identidad de las “comunidades. negras rurales. Durante este período, también ha sido mayor el número de antropólogos que han explorado estas y otras preguntas en la costa Atlántica y en las zonas del interior del país donde también habitan grupos rurales negros. Aunque con menor intensidad, las ciudades con presencia negra han sido igualmente objeto de trabajo de algunos antropólogos en los últimos años.

Este creciente interés se manifiesta en la opción profesional de los nacientes antropólogos. En los departamentos de antropología del país se han multiplicado las tesis de grado que abordan múltiples aspectos de las poblaciones negras.

Esta situación contrasta con la de unos cuantos años atrás. Hasta hace no mucho tiempo, los antropólogos pioneros en investigaciones sobre el negro en Colombia se encontraban con la incomprensión de sus colegas. Sólo unos pocos se atrevían a centrar sus intereses en el negro en el contexto de una disciplina marcadamente orientada hacia grupos indígenas. Pero ¿cómo explicar la marginalidad de la preocupación antropológica por las poblaciones negras? y ¿cómo entender, a su vez, la explosión de publicaciones e investigaciones de los antropólogos sobre el negro en la última década?

Albores del negro como objeto antropológico

El negro como objeto de investigación antropológica aparece en los años cincuenta, casi dos decenios después de iniciados los estudios de esta disciplina en Colombia (Arocha y Friedemann, 1984). Los primeros trabajos antropológicos dedicaron su atención a las culturas indígenas y los restos arqueológicos de los pobladores prehispánicos. Sólo hasta la década del cincuenta aparecen las primeras publicaciones de los antropólogos pioneros en el estudio del negro en el país: Aquiles Escalante, Rogerio Velásquez, el padre Arboleda y Thomas Price son los encargados de introducir la pregunta antropológica por el negro.

A esta tardía aparición, se suma la marginalidad que estas investigaciones ocuparon hasta hace muy pocos años en la disciplina. Mientras que el grueso de la producción antropológica se centraba en los grupos indígenas, los estudios sobre negros se reducían a los aportes de un puñado de antropólogos. Esta marginalidad no se refiere solamente a la diferencia abismal entre el número de investigaciones adelantadas entre grupos indígenas y negros, sino también a la actitud que los antropólogos dedicados a estos últimos encontraban en el seno de su disciplina. Nina S. de Friedemann (1984: 509) ha registrado, incluso, cómo se encontró con colegas que consideraban explícitamente que estudiar negros no era antropología.

Esta ausencia y posterior marginalidad del negro en la antropología del país ha sido interpretada como la expresión académica de la “invisibilidad. y “estereotipia” propias de un proceso de discriminación socio-racial (Friedemann, 1984). Sin desconocer las sutiles y profundas dinámicas de la discriminación racial en Colombia, cabría preguntarse si esta interpretación es suficiente o, incluso, adecuada para dar cuenta de la ausencia y marginalidad de estas investigaciones.

Más que un acto de discriminación socio-racial de los antropólogos, las ausencias y presencias del negro son el resultado de la construcción disciplinaria de los criterios de pertinencia y relevancia de los problemas de investigación. No es que los antropólogos se hayan confabulado, consciente o inconscientemente, para discriminar al negro y expulsarlo del ámbito de interés antropológico. Más bien son los límites de lo pensable y de lo pensado disciplinariamente lo que explica no sólo la emergencia relativamente tardía del negro como objeto antropológico, sino también las características de las invenciones antropológicas del negro. Antes que un efecto de los individuos, es este orden de la disciplina el que establece un principio de control en la producción del discurso (Foucault, 1970: 31).

Así, debido a este fundamento disciplinar en una época y comunidad académica determinada son pensables y aceptados unos problemas y objetos de investigación, mientras que otros no aparecen, son considerados nimios o, simplemente, caen por fuera del orden de la disciplina:

La autoridad antropológica no se constituye sólo por la distancia entre el objeto de estudio y el lugar en que se comunica el saber sobre él, ni por el conjunto de astucias textuales con el que se disimula el carácter compacto y coherente de ese saber, sino también por la manera en que la originación del campo antropológico establece lo que debe ser estudiado y que quedaría excluido. Así se configura en cada época lo que sería propio de la antropología y se expulsan partes de la problemática social al territorio de la historia, de la sociología o de lo que simplemente no vale la pena pensar. (García Canclini, 1991:62)

La centralidad del indio, así como la ausencia y marginalidad de objetos como el negro, los campesinos, los colonos, las élites o los pobladores urbanos, deben ser entendidas desde la dinámica de la construcción conceptual y metodológica del campo antropológico en Colombia. La discriminación socioracial de los antropólogos no permitiría explicar por qué la predominancia de lo indio, como tampoco la ausencia o marginalidad de esa otra infinidad de objetos susceptibles de tratamiento antropológico. Pero, ¿cuáles son, entonces, esas características del campo antropológico en Colombia que permitieron la centralidad de lo indio y la ausencia o marginalidad de objetos como el negro?

Para responder esta pregunta es necesario tener en cuenta que la antropología en el país retoma el horizonte conceptual y metodologías desarrolladas en las metrópolis. Allí el discurso y la práctica antropológica se originaron asociados al estudio de las “sociedades primitivas. en el contexto colonial (Kaplan y Manners, 1975:68). Así,” […] la antropología se definía sin vacilación alguna como el estudio de las sociedades lejanas y diferentes […]. (Auge, 1996:12). Las categorías y las metodologías elaboradas en torno a dichas sociedades respondían a la construcción de una concepción de cultura como unidad discreta, coherente y autocontenida, donde el etnógrafo devenía en el medio de registro adecuado y objetivo (Clifford y Marcus, 1986). Por tanto, la etnografía, entendida como la experiencia prolongada del etnógrafo profesional en un contexto de otredad lingüística y cultural, era el dispositivo de la producción de los “datos. que servirían de insumos adecuados a las posteriores comparaciones (Rosaldo, 1991:53-70).

El campo antropológico en Colombia se constituye, precisamente, a partir de estas nociones de cultura y este tipo de etnografía (Uribe y Restrepo, 1997: 9- 10). Los grupos indígenas se adecuaban fácilmente a los horizontes conceptuales y metodológicos de esta antropología. Las poblaciones indígenas podían aparecer en el lugar de un Otro exótico y distante, objeto de la descripción e interpretación etnográfica como una unidad con unos límites claramente establecidos y explicable en sus propios términos. La noción de cultura y esta etnografía modernista constituyeron las fronteras de lo pensado y de lo pensable en la antropología del país. De ahí la incomodidad de otras experiencias culturales y grupos humanos representados en el orden de la mismidad y la cercanía que difícilmente cabían dentro de esta perspectiva disciplinaria. Esta particular configuración conceptual y metodológica de este campo disciplinar es la que permite comprender la tardía emergencia del negro como objeto antropológico y su marginalidad en el tratamiento antropológico.

No es extraño, entonces, que los antropólogos pioneros en los estudios de negros se vieran abocados a argumentar la pertinencia de su objeto, cuestión que no sucedía para aquellos que dirigían su atención profesional hacia una “tradicional. población indígena. De ahí que aquellos antropólogos introducen en sus artículos anotaciones sobre la relevancia y necesidad del estudio antropológico del negro en el país. Para ello, en ocasiones, apelaron a la legitimidad dada por el trabajo adelantado por antropólogos en otras partes del mundo. Pese a todo, las incomprensiones y resistencias por parte de sus colegas son entendibles precisamente en el contexto de un campo antropológico donde lo indio devenía en el objeto antropológico por antonomasia. Pero la incomprensión y la resistencia no sólo se dirigían a quienes pretendían estudiar antropológicamente al negro, sino a todos aquellos objetos y problemas que escapaban a este rígido orden disciplinario. Aún hoy muchas de las dificultades para plantearse otro tipo de preguntas desde la antropología son el resultado soterrado de su génesis.

La ausencia y marginalidad de los estudios sobre negros no fueron la única consecuencia de la definición de lo indio como objeto privilegiado de la antropología en el país. Un efecto más sutil, pero quizás más profundo, ha sido la “indianización. del negro para obtener su reconocimiento como objeto antropológico. Esta “indianización. ha consistido en construir al negro a partir del espejo de lo indio. Es decir, el negro aparece desde el prisma antropológico de lo exótico y lo distante, se le aplica una noción de cultura esencialista, discreta, autocontenida y explicable en sus propios términos. En un caso extremo, la invisibilización del negro en la antropología es más consecuencia de este tipo de presencias que de sus ausencias.

Sin embargo, no todos los antropólogos dedicados a los estudios sobre el negro han transitado los caminos de la progresiva indianización de éste. No son pocos los investigadores que han planteado la necesidad de romper con la tradición indianista de la antropología para abordar en su especificidad al negro. Algunos de los antropólogos pioneros, por ejemplo, recurrieron a los estudios afroamericanos desarrollados por la escuela culturalista norteamericana de los años treinta para demandar transformaciones en la disciplina antropológica del país con el propósito de que se introdujeran los estudios sobre el negro. En oposición a la indianización del negro, a estas tendencias en la antropología, que han puesto en cuestión el discurso y práctica disciplinar hegemónica cuyo paradigma ha sido lo indio, podríamos denominarlas como la “desindianización. de la antropología en aras de introducir el negro como objeto antropológico pertinente y legítimo.

Explosión de los estudios antropológicos sobre el negro

Hasta hace pocos años, la situación de los estudios antropológicos sobre el negro se caracterizaba por la existencia de unos cuantos trabajos pioneros. No obstante, durante la última década se ha ido consolidando un cambio sustancial. Se ha producido un notable incremento en las investigaciones y publicaciones antropológicas referidas a los negros del país. En este sentido es que se puede hablar de una explosión de los estudios antropológicos sobre el negro1. Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué se ha dado este repentino interés de los antropólogos por el negro?

Este creciente empeño es el resultado de la confluencia de factores internos y externos a la disciplina antropológica. Con respecto a los primeros, en las distintas tradiciones académicas del mundo la antropología de la última década ha experimentado múltiples cambios que se han visto expresados en que la comunidad académica en Colombia se ha hecho más receptiva a nuevas preguntas, problemas y enfoques de su disciplina. Sin lugar a dudas, como nunca antes, nos encontramos frente a una redefinición de las identidades disciplinarias, de las prácticas y de los discursos de las denominadas ciencias sociales y humanas en general. Los antropólogos, en particular, han visto de qué modo se han puesto en cuestión los soportes mismos de su disciplina como el concepto de cultura o las estrategias metodológicas más propias como la etnografía.

No son pocos los antropólogos que consideran que “las culturas ya no están constreñidas, limitadas y localizadas, sino profundamente desterritorializadas y sujetas a múltiples hibridaciones […]. (Escobar, 1998:2). Esta propuesta supone un cuestionamiento a la idea de cultura como unidad discreta, autónoma, aislada y explicable en sus propios términos que la antropología había aplicado en la construcción de un objeto en un Otro exótico, marginal y distante: “Si la etnografía una vez creyó imaginar que podría describir culturas discretas, ahora se enfrenta a fronteras que se entrecruzan en un campo antes fluido y saturado de poder. (Rosaldo, 1991:51). Así, el ideal etnográfico de una descripción objetiva, neutral y holística de realidades “tal cual están allí. ha sido controvertido. El etnógrafo aparece como un sujeto epistémica, social y políticamente situado, así como sus objetos de investigación: la etnografía ha perdido su inocencia (Geertz, 1996). En este contexto, Auge concluye:

Toda reflexión sobre la renovación de la antropología se sitúa paradójicamente dentro de una tradición […] De manera que es interesante discernir, a través de los modelos críticos elaborados por la disciplina, el movimiento que la impulsa poco a poco, a pesar de sí misma tal vez, a enfrentar el mundo del que forma parte y a renunciar a los espejismos de la fuga, del exilio o del exotismo (1996:61).

Lo anterior, sumado a las dos tendencias antes anotadas, ha producido un contexto disciplinario que no se constituye como impase para las nacientes generaciones de antropólogos interesadas en el negro. Cualquier estudiante de pregrado puede plantearse como proyecto de tesis un estudio sobre el negro en el país, sin que ello signifique que su trabajo sea considerado impertinente o carente de interés antropológico. Como nunca antes, se puede contar con una disciplina antropológica favorable y sensible ante la construcción del negro como objeto del discurso y la práctica de los antropólogos profesionales o en formación.

De otro lado, en el creciente interés por el negro en la antropología del país se pueden registrar factores externos que han configurado un espacio institucional y político favorable. En efecto, la Constitución de 1991 con su principio de reconocimiento y protección de la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana ha sido un resorte de investigaciones antropológicas entre poblaciones negras. Apuntalados en este principio constitucional y en el artículo transitorio 55, que dio origen a la Ley 70 de 1993, se ha consolidado una demanda del saber antropológico sobre el negro para el diseño e implementación de políticas de Estado, así como de los más disímiles programas y proyectos gubernamentales que tienen que ver con las poblaciones negras del país o con sus territorios.

De la misma manera, la consolidación de los movimientos sociales de comunidad negra han generado un espacio político para la circulación y la generación de conocimientos antropológicos. Es el saber del antropólogo la “moneda. con la cual se negocian y materializan los derechos territoriales, económicos, sociales y culturales de las comunidades negras. Esto ha sido evidente en los procesos de concertación entre los funcionarios del gobierno y los representantes de las organizaciones de comunidad negra2. Así, el conocimiento antropológico sobre el negro ha sido objeto de una demanda institucional y política no sólo por parte del gobierno, sino también por el movimiento social.

A lo anterior hay que añadir la importancia política y económica que han cobrado durante la última década territorios como el Pacífico colombiano, habitados mayoritariamente por poblaciones negras. Tanto la comunidad internacional como el Estado colombiano han centrado contradictorios intereses en esta región (Escobar y Pedrosa, 1996). Allí han confluido en los años noventa desde las concepciones desarrollistas y neoliberales que ven en la cuenca del Pacífico una vía privilegiada para la integración de la economía del país a los pujantes mercados de esta parte del mundo, hasta la emergencia de lo ambiental y de la biodiversidad como hecho político transnacional que amerita un manejo especial tendiente a su conservación.

En este contexto nacional e internacional, en el Pacífico han aparecido un sinnúmero de entidades no gubernamentales (Pardo, 1997). De la misma manera se han consolidado los proyectos de cooperación técnica internacional y los programas de los diferentes gobiernos. Los antropólogos han entrado a participar, al igual que biólogos, economistas y planificadores, en el inmenso ejército de expertos requeridos por estos organismos, proyectos y programas (Escobar, 1997). Dada la predominancia de la población negra en esta región, el conocimiento antropológico deviene en uno de los tantos insumos para su diseño, funcionamiento y ejecución.

Ausencias dentro de las presencias antropológicas del negro

Todos estos factores explican la consolidación de un contexto institucional y político que ha apuntalado el incremento de publicaciones e investigaciones sobre el negro por parte de los antropólogos y, así mismo, indican el sentido que orienta la producción antropológica, en su mayoría. En efecto, las publicaciones e investigaciones no han abordado por igual las disímiles dinámicas de las experiencias culturales del negro en el país. Es evidente una concentración de la producción en ciertas temáticas, poblaciones y zonas.

Este énfasis es entendible por las demandas puntuales y el flujo de recursos que constituyen una especie de “mercado. del discurso antropológico sobre el negro en Colombia. Sin duda, no todos los trabajos caen dentro de la lógica de la demanda de cierto tipo de conocimientos antropológicos; no sobra consignar, por tanto, que algunos de los aportes más cruciales hechos por antropólogos en la presente década no responden a esta sorpresiva demanda del saber antropológico sobre el negro, siendo más bien el resultado de preguntas de investigación planteadas al margen de esta demanda de saber experto.

El Pacífico es, con creces, la región más estudiada por los antropólogos interesados en las poblaciones negras del país. Si se hace un balance del número de investigaciones antropológicas sobre el negro, se encuentra que cerca de las dos terceras partes se refiere al Pacífico colombiano. Este hecho es más que la simple traducción en el plano de la producción antropológica de que el Pacífico es la región predominantemente negra de Colombia. Otras regiones con una amplia población negra, como los valles interandinos y la costa Atlántica, han sido menos trabajadas antropológicamente.

Quizás es la antes señalada importancia política y económica que ha cobrado el Pacífico la que ha propiciado este énfasis de la literatura antropológica sobre dicha región. Esto no significa, sin embargo, que se pueda hablar de una saturación del conocimiento antropológico de las poblaciones negras del Pacífico, que ya no se requiera más investigación. Este énfasis es relativo, porque, a pesar de ello, es evidente que dicha región continúa siendo muy desconocida.

Pero dentro del mismo Pacífico no ha sido homogéneo el interés de los antropólogos. Son las “comunidades” negras rurales las que han seducido la atención de los investigadores. Las dinámicas culturales de las poblaciones negras urbanas han sido objeto sólo de unos cuantos trabajos. A pesar de que existe una gran concentración de la población en las tres ciudades más importantes de la región, es poco lo que los antropólogos han estudiado en ellas. En términos generales Quibdó, Buenaventura o Tumaco ocupan un discreto lugar en la producción antropológica de la región. Ello es expresión del flujo de recursos para la investigación antropológica de las “comunidades. negras rurales objeto de las ONG, proyectos de cooperación técnica internacional y programas gubernamentales, al igual que de las dificultades conceptuales antes anotadas3. Los imaginarios de una región por desarrollar o de la biodiversidad atraviesan estas “comunidades. y demandan el discurso experto del antropólogo.

Algo parecido sucede con las preguntas dominantes en el discurso antropológico sobre el negro. La etnicidad, la identidad, el territorio, las prácticas tradicionales de producción, la organización social y las relaciones con el entorno, son de los temas de investigación más recurrentes. No es que los antropólogos no aborden otro tipo de problemas, sino que estos dominan el panorama de su trabajo. La predominancia de este tipo de preguntas se asocia al énfasis en las “comunidades. rurales del Pacífico. La mayoría de estas cuestiones se inscriben en un horizonte conceptual donde la noción de “comunidad. aparece como unidad de análisis.

Dado el énfasis en una zona del país, en un tipo de “comunidades. y en determinados problemas, se puede vislumbrar una suerte de ausencias en las presencias del negro para la antropología en Colombia. En este sentido, se impone un discurso antropológico sobre el negro marcadamente comunalista y ruralista anclado en el Pacífico colombiano. Este discurso no es neutral ni, mucho menos, carece de implicaciones políticas (Wade, 1996). Por tanto, las representaciones antropológicas del negro se inscriben en los regí- menes de construcción política del otro.

Categorías antropológicas y regímenes de construcción política del otro

Los antropólogos generan y reproducen construcciones sociales sobre el Otro. Su discurso de expertos funda miradas legitimadas por el saber cientista y por la autoridad soportada en la ritualidad de investigar, escribir y hablar en nombre del Otro. Las representaciones antropológicas sobre el Otro no son nada inocentes: las delimitaciones, el perfilamiento de los objetos, la organización de los dominios que posibilitan la emergencia de un Otro-objeto es un acto político (Foucault, 1992). Por eso, la economía del poder y de la verdad de las prácticas discursivas de los antropólogos no es un efecto de superficie, remiten más bien a los principios disciplinarios que las constituyen.

El “negro. como objeto de la antropología en Colombia es un efecto de poder al ser filtrado, jerarquizado, inventado y ordenado en nombre del conocimiento verdadero y de los derechos de una ciencia detentada por unos pocos (Foucault, 1992:130). Esto se contrapone a las posiciones empiristas y esencialistas que ven en el “negro. un hecho dado y a la antropología como el “descubrimiento. de la verdad y de la realidad tal cual es. Para algunos prestigiosos académicos, incluso, pensar el “negro. como construcción disciplinaria de poder es sólo un perverso ejercicio retórico y un craso acto de discriminación racial debido a que se suponen a sí mismos como portadores legítimos de la verdad, como los detentantes del derecho de hablar en nombre del Otro y representantes de las cruzadas contra los enemigos de dicha verdad y derecho.

De acuerdo con Bourdieu: “El terreno en el cual se lucha por imponer una forma adecuada, justa y legítima de hablar del mundo social, no puede quedar eternamente excluido del análisis, incluso si la pretensión de poseer el discurso legítimo implica, tácita o explícitamente, el rechazo de esta objetivación. (1990:96). Por ello, para que la antropología del “negro. no se reduzca a un eufemismo cientista de las prenociones sociales se requiere preguntarse, entre otras, por ¿cómo se constituyen y en qué consisten las autoridades antropológicas sobre el negro? ¿cuál es el soporte y el origen de sus discursos? ¿ por qué hablan en el lugar y a nombre del Otro? Una genealogía de las categorías fundantes de las representaciones antropológicas del “negro. permitiría “dirigir la lucha contra los efectos de poder contra un discurso considerado científico”. (Foucault, 1992:130). De esta genealogía resultaría, quizás, la deconstrucción de las antropologías del “negro” y se pondría en evidencia los actos de poder que significa esencializar el “negro. como un Otro trashistórico y singular.


Citas

1 Ello no quiere decir, sin embargo, que la antropología en Colombia haya roto con el “indiocentrismo”, con lo cual no pretendo afirmar que no sea legítimo ni pertinente el interés de los antropólogos por los grupos indígenas del país, sino más bien, que la fecundidad de la perspectiva antropológica trasciende los límites de lo indio.

2 Un caso de particular importancia fue la Comisión Especial para las Comunidades Negras, creada para reglamentar el artículo transitorio 55 mediante la propuesta de texto de ley que fue posteriormente sancionada como Ley 70 de 1993. En esta Comisión se negociaron los contenidos políticos de la etnicidad de comunidad negra, para lo cual se recurrió a las categorías y discurso antropológico como cultura, territorio, identidad, etnicidad, grupo étnico, etc.

3 Estudiar “comunidades. en los ríos es mucho más fácil para un antropólogo armado de las herramientas conceptuales y metodológicas convencionales. Por eso se puede afirmar, incluso, que algunos de los estudios antropológicos de las poblaciones negras urbanas se las “inventan. desde el modelo de las “comunidades” rurales.


Bibliografía

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