La política de la guerra sin estado de guerra
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La otra trama de la modernidad o ¿para qué sirve pensar posmodernamente desde la periferia?
The other plot of modernity or what is the point of thinking postmodernly from the periphery?
O outro plano da modernidade ou qual é o ponto de pensar a pós-modernidade da periferia?
Gisela Daza
Mónica Zuleta*
* Investigadoras en la línea de socialización y violencia, DIUC.
Resumen
¿Es el desplazamiento forzoso un efecto local del conflicto interno colombiano? Explicitar los elementos que constituyen el fenómeno de violencia generalizada requiere romper con las visiones que los encadenan a las determinaciones de su territorialidad. Por ello creemos que situarse en la intersección global-local posibilita analizar nuestro transcurrir en el conjunto de relaciones que articulan a Occidente, describiendo de manera simultánea los modos como lo particular y lo regular se componen en él. Este artículo intenta plantear hipotéticamente algunos de los efectos que tal articulación produce para la comprensión del fenómeno de los desplazados en el concierto de la violencia generalizada.
La tendencia transpolítica de disuasión societal orientada a instaurar un orden mundial, una vez finalizado el período de la guerra fría, instituye en lo social la función militar-policiva-judicial, la cual obliga al control del supuesto caos propio de las múltiples expresiones de la distribución riqueza-pobreza en el mundo. Colombia, inserta en la duplicidad del movimiento del cual es hoy objeto lo local, sobrelleva la especificidad que le otorga el ser signada potencial amenaza al nuevo estado de cosas global.
¿Cómo se hace posible que un pequeño país tercermundista se instaure en uno de los signos del caos amenazante al pretendido orden mundial? Dar respuesta a este interrogante permite proporcionar nuevos elementos para la comprensión de las manifestaciones de violencia en Colombia, más allá de los análisis tendientes a explicar el fenómeno por razones internas, aislándolo de la lógica de globalización donde, a nuestro entender, lo local participa de otras relaciones que lo dinamizan y le dan forma.
La hipótesis eje de este ensayo, inscribe las manifestaciones de nuestra violencia en la junción globalidad- localidad; en ella el narcotráfico opera de entredós, impidiendo la polaridad de los términos para intensificarlos simultáneamente: en lo global, el instituirlo en amenaza a la transpolítica de orden mundial, hace del país el blanco de estrategias intervencionistas propias a la disuasión societal. En lo local, al ligarse a un sistema de producción capitalista ilegal y también, al inscribirse en el paso de lo ilegal a lo legal, provoca una intervención transpolítica donde se designa el conflicto interno como caos generalizado. Victimaria en lo global, víctima en lo local, a Colombia se le juzga el país sin estado de guerra abierta, más violento del mundo1.
¿Cuáles son las características que dan cabida a la disuasión societal? Para explicitarlas hacemos uso de los planteamientos de Virilio2, los cuales diferencian cuatro formas de expresión de la guerra:
Aquella cuya finalidad es política al estar determinada por el Estado y cuyo objeto tiene por límite específico la guerra misma. Dispuesta para la aniquilación de los órdenes político y militar del territorio enemigo, sin comprometer totalmente lo económico, judicial y social, su operación diferencia la función militar de las otras ejercidas por el Estado- nación. El ciudadano pertenece así a un territorio capaz de atribuirle una identidad política, mientras el extranjero se convierte en el enemigo portador del signo de la otra ciudadanía.
La segunda forma mantiene por finalidad una política de Estado pero libera al objeto del límite específico, una nación declarada enemiga, para extenderlo al mundo. Este desplazamiento requiere la convergencia de todos los órdenes del Estado-nación con la guerra misma y a ésta con el capitalismo, asignándole al capital constante la función de apropiarse de la fuerza material en la producción de una industria y una economía de guerra y al variable la de apropiarse de la fuerza social en la producción de un ejército y una moral legitimadora3. La ciudadanía atraviesa la territorialidad mutando en masa desterritorializada, sujeta al Estado en su junción con la raza. Surgimiento del fascismo que instaura su diferencia por grados de potencia e instituye en enemigo a la debilidad vehiculada por la igualdad democrática4.
La disuasión, a diferencia de las anteriores, tiene por finalidad evitar la guerra una vez se instaura en el mundo la posibilidad de ser aniquilado. Haciendo uso de una nueva política, la pacificación, convierte al planeta en un aparato logístico, compuesto militar-científico-tecnológico, apto para alcanzar el fin. Inscrita en la bipolaridad que distribuye al mundo bajo la regencia de dos ejes equipotentes, esteoeste, capaces ambos de la aniquilación, esta política de pacificación busca impedir la declaración de guerra global, permitiendo sin embargo la expresión de las otras formas, siempre y cuando puedan ser anexadas a su aparato. El ciudadano masificado deviene medida común, instaurado por la biopolítica normalizadora sujeta a la bipolarización equipotente. El enemigo es cualquiera a quien se le atribuya la amenaza de desequilibrar la equipotencia.
Por último, la disuasión societal transforma la pacificación en orden mundial, llevando hasta el extremo la finalidad, es decir la guerra. Cualquier conflicto externo es susceptible de convertirse en guerra transpolítica, en tanto se le atribuya un potencial amenazador de tal orden mundial. Así mismo, cualquier conflicto inherente a una nación es propiciado en tanto violencia interna, siempre y cuando pueda ser regulada, cercándola a límites interiores. Nueva expresión que facilita la guerra formalizándola para su control. Su objeto, la política, deviene estrategia de seguridad dentro de una nueva logística que sustituye la bipolaridad este-oeste por la del norte- sur, distribuyendo al planeta en primer-tercer mundo. De igual modo, sustituye al enemigo por una situación vaga de amenaza incitada por el caos de lo otro, aquel propio de todas las periferias. Ella se materializa en la proximidad, suscitando a la vez la sospecha y la vigilancia. El ciudadano es ciudadano sin lugar, policía de sí mismo y de lo otro al estar inserto en el orden mundial.
Es en la disuasión societal donde se hace posible dotar a cualquier país tercer mundista de la capacidad amenazante al orden mundial. Por ello, América Latina no puede aislarse de este proceso, aunque sus manifestaciones en él sean específicas: mientras Argentina y Chile crean la política de la desaparición5, las condiciones particulares de Colombia la conducen a construir lo que denominamos la política de la guerra sin estado de guerra.
Retomando nuestra hipótesis, asumimos que el narcotráfico en su función de sistema de producción capitalista ilegal, introduce al país en una intervención transpolítica expresada en lo jurídico, militar y policivo, sin designársele explícitamente objetivo de guerra.
En lo jurídico, el narcotráfico, al convertirse en amenaza, traspasa el orden legislativo y judicial del Estado en su funciones de regulación y penalización de lo ilícito, haciendo surgir una legislación y una justicia anacionales, únicos mecanismos señalados aptos para el control del caos que éste propicia en el orden mundial.
En lo militar, el narcotráfico genera un sistema de seguridad para la protección del proceso ilegal capitalista de producción. Este se constituye en un paraestado, fortalecido por la alianza con la ciencia y la tecnología, propia a la función que adquiere lo militar en la disuasión societal, instituyéndose en una equipotencia del Estado.
En lo policial se instaura una tecnologización de las funciones que entra en alianza con el compuesto militar-técnico- científico transpolítico, para combatir la producción del narcotráfico y su organización. Ello efectúa la operación de legitimación de la función policía en lo anacional, convirtiéndola en derecho del Estado.
Estas técnicas tienen incidencia en cada uno de los órdenes locales, afectando el operar del fenómeno de violencia interno, el cual aparentemente no es objeto directo de la intervención6. Es esta articulación amenaza externa-narcotráfico-violencia interna la que, a nuestro entender, fuerza a la intervención transpolítica para apaciguar la amenaza, sin requerir su formalización en guerra y solucionar el conflicto interno, sin declarársele estado de guerra civil.
Han surgido, en la historia particular del conflicto interno, organizaciones paraestatales diversas, algunas de ellas capaces de ejercer dominio sobre extensos territorios y poblaciones a través de un aparato jurídico-militar-policivo7. Siguiendo nuestra tesis, la contingencia que conecta, en determinados territorios, estas organizaciones paraestatales con el narcotráfico8, se constituye en el mecanismo que las instala en la forma de intervención adquirida por la disuasión societal en lo local, al desplazar su estatuto de enemigo interno para convertirlas también en caos amenazante al orden mundial. Desplazamiento que impide en el concierto de la violencia interna, la declaración abierta de la guerra civil. Por ello, en lugar de un análisis general de los movimientos paraestatales en su relación con el Estado, nos interesa tomar en consideración las conexiones que establecen con el narcotráfico9.
Dar cuenta del mecanismo que involucra a la violencia interna en lo global, requiere diferenciar dos momentos en el proceso del narcotráfico: su estadio primero en el capitalismo ilegal, es decir el proceso de producción de la pasta de coca y del látex de la amapola, junto con su comercialización y su paso a un estadio inicial de legalización de capitales, conducente a la apropiación latifundista de la tierra.
El narcotráfico en el estadio primero de producción ilegal, establece conexiones de alianza con diversas expresiones de los paraestados (guerrillas) y los campesinos, cada uno de ellos cumpliendo funciones específicas a un sistema capitalista: la producción de la materia prima del narcotráfico fomenta la colonización y las siembras dispersas minifundistas, generándose un proceso de división del trabajo, donde el campesino tiene el estatuto de obrero agrícola, sujeto a las características de producción en la periferia: o es propietario y cultivador de una pequeña parcela, o se asocia con otros para cultivar, o trabaja de jornalero10. Su función está regulada por la oferta y la demanda del mercado ilegal, siendo independiente del proceso oligopólico del narcotráfico11.
Los campesinos, en tanto obreros agrícolas, hacen parte del campo de acción de las guerrillas, encauzada a ejercer funciones policivas, jurídicas y militares en los territorios de su dominio: impuestos, gramajes, seguridad, entre otros12. Así, el campesino garantiza la provisión de la materia prima, el narcotráfico garantiza su acopio y las guerrillas regulan el proceso de producción. Este operar del narcotráfico conduce a alianzas estratégicas con la guerrilla, a relaciones capitalistas de explotación de la mano de obra con el campesino y a relaciones de confrontación con el Estado.
El narcotráfico en el estadio inicial de legalización de capitales, establece conexiones con organizaciones militares paraestatales, creadas por él o anexadas, distintas de aquellas de las guerrillas que ejercen el dominio territorial, sin la apropiación legal de la tierra13. La operación en este estadio es similar a la de los momentos iniciales de formación del capitalismo:
…flujos de propiedades que se venden, flujo de dinero que mana, flujo de producción y de medios de producción que se preparan en la sombra, flujo de trabajadores que se desterritorializan: será preciso el encuentro de todos estos flujos descodificados, su conjunción, su reacción unos sobre otros, la contingencia de este encuentro, esta conjunción de esta reacción que se produce una vez para que el capitalismo nazca y para que el antiguo sistema muera, esta vez desde fuera, al mismo tiempo que nace la vida nueva…14.
En esta conversión al capitalismo, el narcotráfico establece alianzas con el Estado. Así, en tanto nuevo propietario de la tierra se instaura sujeto de derecho, gestando un nuevo capitalismo al interior del periférico, con las técnicas del cinismo15: la desposesión de la tierra, única manera de constituir al trabajador libre; la acumulación de títulos de propiedad y el uso del comercio, única manera de hacer circular al dinero ilegal en la legalidad, preparando así los medios de producción que le son necesarios.
La alianza con el Estado tiene 2 manifestaciones que lo ligan directamente con la política de intervención de la disuasión societal: por un lado, al exigirse un ejercicio de hecho por la vía de la salvaguarda a la propiedad privada, legitima sistemas privados de seguridad, introduciendo la estrategia de paramilitarización16 y, por otro, al reclamarse un ejercicio de derecho a través de la injerencia en sus organismos jurídicos, introduce la estrategia de la corrupción, expresada en la junción capitalismo-legislación17.
Dentro del contexto determinado por tales estrategias, se invierte la relación con las guerrillas dejando de ser alianza para advenir confrontación. Estas, al ejercer la acción de dominación territorial18 hacen resonar en dicho estadio, el conflicto interno. El narcotráfico aliado al orden mundial, en tanto gestor de un nuevo capitalismo signado ya por la legalidad, es ahora, en su territorio, policía del caos producido por el conflicto interno. En la relación de confrontación, las guerrillas restauran aquella operación de resistencia al capitalismo que les da su materialidad, obstaculizando la desterritorialización del campesino para su mutación en trabajador libre desposeído y del campo para su mutación en medio de producción anexo a los procesos de urbanización. Resistencia que hace uso de las técnicas del terror propias al modo de producción feudal19, concretadas en el aparato militar-policivojurídico del que están compuestas.
El campesino se convierte en el objeto de manifestación del cinismo característico de este modo naciente del capitalismo periférico y del terror propio del modo feudal vehiculado por lo paraestatal, en su estrategia de dominación territorial. Forzado a combinar su función de obrero agrario con la de policía o la de militar, se vuelve miembro de estos para estados o del ejército del Estado. Acorde con la gestación capitalista la familia se desarticula: mujeres, viejos y niños son conducidos al desplazamiento territorial, los hombres y jóvenes (hombres y mujeres) se transforman en soldados de un estado de guerra interna no declarada20, también en potenciales obreros desterritorializados.
Así, en lo local, el operar del narcotráfico impide otorgarle al conflicto la atribución de guerra civil, posibilitando su denominación de violencia interna y por tanto la intervención de la política de disuasión societal. Podemos sintetizar dichas operaciones:
Los dos momentos son simultáneos, el proceso primario de producción capitalista ilegal y el proceso de conformación de un capitalismo periférico naciente legal, dando origen a una situación de paradoja en la que las funciones de cada quien entran en contradicción: el narcotráfico requiere de la guerrilla en el estadio de producción y se enfrenta a ella en el de legalización, se enfrenta al Estado en la producción y se alía con éste en la legalización; se enfrenta a lo transpolítico en tanto amenaza, pero también se le alía en la producción (hace uso de sus técnicas y estrategias) y en la legalización (opera de policía en el territorio del que se apropia).
Los diversos tipos de conexiones que el narcotráfico establece en la simultaneidad de sus dos momentos impide la constitución de fuerzas equipotentes claramente diferenciadas, en lo local y en lo global.
La presencia simultánea de una función militar propia del régimen del terror despótico y paramilitar o mercenaria propia al régimen cínico capitalista, obstaculiza formas de producción distintas a la ilegal del narcotráfico en los territorios del conflicto. En efecto, todas las fuerzas se aúnan para producir la materia prima del narcotráfico y también para engendrar un nuevo capitalismo periférico.
La función campesino de producción de la materia prima es el lugar donde se ejerce la transpolítica de control del narcotráfico, a la vez perseguida y favorecida por éste. La de minifundista, es el blanco de todo el conflicto interno en su relación con el externo, insertándose en un conflicto de mayor envergadura: el del capitalismo en su persecución a cualquier forma no capitalista de producción, que no pueda capturar en su aparato transpolítico de orden mundial.
De tal suerte, las funciones forjadoras de los distintos actores aunque están claramente delimitadas, se ligan a los momentos, trastocando así el tipo de conexiones establecidas: aliados y enemigos, obreros y soldados, compradores y vendedores, jueces y militares, en fin, una multiplicidad donde converge un conflicto político interno, organizaciones societales de tipo feudal, sistemas de producción capitalista neoliberales pero ilegales, sistemas de producción capitalista periféricos y un naciente capitalismo periférico. Esta mutación permanente de funciones y formas, en donde el narcotráfico opera de punto de condensación, evidencia nuestra manera particular de articulación en lo transpolítico: más que un caos amenazante, piedra de toque de la disuasión societal, esta multiplicidad en lo local configura la política de la guerra sin estado de guerra.
Asumiendo a las características específicas de una nación, como el substrato que entra en composición con la globalización, no estamos postulando una relación unidireccional de lo global en lo local, tampoco un inicio ni un fin previos a la articulación21. Por el contrario, proponemos que la política de la guerra sin estado de guerra direcciona, en lo local, una manera particular de lo transpolítico, dotando a la vez en lo global, a la disuasión societal de nuevas estrategias.
Bajo estas condiciones, ¿cuáles son las manifestaciones concretas que la articulación global-local produce en lo social en Colombia?
Acorde con Virilio, la sustitución efectuada por la disuasión societal del dromologos por el cronotopos, constituye al exterminio como forma última de la nación22. El cronotopos es la efectuación del mito fundante de la ciudad griega, la autoctonía, capaz de dar origen al lugar del derecho, al ágora, aquel espacio que hace surgir por el mismo movimiento al ciudadano y a lo público en un tiempo circular propio de lo mítico. En contraste, la dromocrática realiza el dromos, mito tecnológico instaurador de la luz, dando cabida a la velocidad y, por ello mismo, suprimiendo al espacio para instalar un tiempo acelerado. Desaparición de lo público y del tiempo circular ligado al lugar, por ende, desaparición del ciudadano:
La pacificación substituye a la nacionalización, el postrer ciudadano se convierte en un ser más pasivo que activo, el enemigo de la Constitución no es ya tanto un enemigo interno del Estado nacional, cuanto una amenaza para el orden cívico (mundial), un peligro para consolidar la pacificación interna. En este tipo de lucha de clases, en la que se enfrentan casi exclusivamente “militares” y “civiles”, en la que el guerrero se convierte en policía, podemos intuir que el exterminio como forma superior del Estado transpolítico, exterminará a la muerte, es decir a los límites de la vida transpolítica mediante la amenazadora incertidumbre de una repentina desaparición, de la novedad de un individuo “muerto en vida”, no comparable ya al Ilota espartano o al Esclavo romano, sino más bien último modelo de zombi que recorrerá los limbos de una vida pública degradada23.
Esta nueva forma de la nación donde la política de la desaparición tiene lugar, en las condiciones específicas de Latinoamérica evidencia el contrapunteo de una sincronía: el exterminio como política de lo anacional versus la resistencia de individuos, nunca ciudadanos, pugnando por un mito que los instaure en pueblo. Una de las manifestaciones de este contrapunteo es la acción de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina quienes, resistiéndose al exterminio, mantienen en suspenso la vida de los desaparecidos, deslegitimando el veredicto de muerte enunciado por el Estado. Así, la plaza se convierte a la vez, en cementerio público y en foro político24.
A nuestro entender en Colombia, esta sincronía hace que la efectuación del exterminio no formalice ni al verdugo, ni al desaparecido. Acorde con la política de la guerra sin estado de guerra, el ejercicio específico de la transpolítica vehicula una técnica del exterminio sobrevolando al Estado-nación: es el sobreviviente quien resiste para mantenerse vivo, no escenificando un cementerio público ni un foro, sino presentando a un Estado-nación convertido a la vez en fosa común y en juzgado transpolítico.
La política de la desaparición, en el caso de Argentina y Chile, se articula con la disuasión pacificadora. Ello produce resistencias civiles diferenciadas de la función militar. En Colombia, la política de la guerra sin estado de guerra propaga la función militar, al convertirla en la única estrategia de seguridad para la sobrevivencia de cada individuo, aboliendo así la disimilitud de lo civil. En tal virtud, la constitución de la otredad no se instala en el ámbito de la pacificación (sospechoso = izquierda o derecha), sino en el ámbito del desorden y el caos (sospechoso = cualquiera). Este mecanismo desvanece al verdugo y a la víctima, para instituir al sobreviviente.
Sobrevivientes que expresan el exterminio sin ninguna mediación estatal. De hecho, los desplazados, manifestación colombiana del zombi del cibermundo, no sólo son el instrumento por el cual el campo desaparece al instaurarse la ciudad en signo del nuevo capitalismo dromocrático, son primordialmente la personificación del caos amenazante. Es en ellos donde se efectúa la intervención de la disuasión societal: despojados de su función campesino, sin lugar todavía en el capitalismo naciente, encarnan la potencia del mal al materializar la pobreza caótica asignada a las periferias por el orden mundial. La única función, ahora posibilitada, es la policivo-militar, adviniendo soldados de todos los paraestados constitutivos de nuestro Estado-nación.
Citas
1 “Desde 1980, Colombia es de nuevo el teatro de una violencia de una amplitud desconcertante. Con una tasa de muertes violentas que se aproxima en adelante a 80 por cada 100.000 habitantes, se clasifica a la cabeza de todos los países, con excepción de aquellos que conocen un estado de guerra abierto”. D. Pécaut, “Presente, pasado y futuro de la violencia”, en: Análisis Político, No. 30, Universidad Nacional, enero-abril 1997, p.3.
2 P. Virilio, citado por G. Deleuze, F. Guattari, Mil Mesetas, Valencia, Pretextos, 1994, pp.433-476.
3 Ibid., p.470.
4 Hacemos uso de la noción de fascismo desarrollada por Guattari, la cual está inscrita en la cualidad de la diferencia ligada a la raza, pero en su junción con el capitalismo y no con el despotismo. Esta aproximación posibilita diferenciar el fascismo de la democracia, sin convertirlo en monarquía. F. Guattari, La revolución molecular, Cali, Revista Vampiro Pasivo y Editorial Universidad del Valle, 1996.
5 P. Virilio, “La política de la desaparición”, en: Letra Internacional, No. 20, España, 1997, p “47.
6 Puesto que ella controla directamente el caos que la amenaza y, a la vez, indirectamente permite la manifestación de esa otra forma del caos que al amenazar internamente los Estados-naciones, consolida sus estrategias. Cfr. P. Virilio, Cybermonde la politique du pire, Paris, Les éditions Textuel, 1996, p.80.
7 “…la presencia local de un protagonista armado no obedece siempre a una lógica de confrontación, sino que puede responder principalmente a una lógica de protección… Este concepto puede, al menos en ciertos casos y con ciertos límites aplicarse a los grupos armados colombianos que ejercen control sobre territorios definidos… Esta situación se ha producido frecuentemente en las zonas de cultivo de droga, donde la afluencia de colonos atraídos por las perspectivas de ganancias rápidas se tradujo, al principio de los años 1980, en la proliferación de homicidios, por lo que la presencia de las FARC ha sido bien aceptada. Así, las FARC satisfacían a la vez las demandas de orden y la defensa de los intereses de los cultivadores atenuando los problemas de la ausencia del Estado, al imponer sus códigos de justicia y de sanciones, definir las condiciones y los límites del acceso a la tierra que aseguraran que una parte de las tierras quedara dedicada a los cultivos de subsistencia, junto con cierto control de las transacciones con los intermediarios de los traficantes y la protección contra las incursiones militares. Pécaut, D. “De la violencia vanalizada al terror: el caso colombiano”, en: Controversia, No. 171, Bogotá, diciembre 1997, p.18.
8 “Si Colombia ha llegado a ser el país soporte del tráfico de droga no es solamente a causa de las tradiciones de contrabando o de la existencia de territorios “vacíos”: es sobre todo porque la presencia crónica de las guerrillas diseñó un conjunto de enclaves en los cuales la economía de la droga podía desarrollarse sin temer las incursiones de las fuerzas armadas…” Pécaut, “Presente, pasado y futuro de la violencia”, Ob. cit., p.17.
9 Como lo anotamos ya, el cambio de modelo de disuasión ha hecho que el conflicto este-oeste que se orienta hacia la paz mundial, mute a un conflicto nortesur, el cual instala el orden mundial. Cfr. Virilio, Cibermonde, Ob. cit., p.82.
10 C. Krauthausen, y L. F. Sarmiento, Cocaína y Co”, Bogotá, Tercer Mundo Editores y Universidad Nacional, 1991, p.26.
11 Ibid., p.36.
12 Ibid., p.45.
13 Ibid., p.46.
14 G. Deleuze y F. Guattari, El Anti-Edipo, Barcelona, Paidós-Studio, 1985, p.230.
15 Al caracterizar al capitalismo, Deleuze y Guattari señalan la diferenciación entre el régimen del terror propio del feudalismo y la piedad y el cinismo como lo constituyente del humanismo capitalista. Ibid., p.232.
16 P. Virilio, “Dromología: la lógica de la carrera ”, en: Letra Internacional, No. 29, España, 1997, pp.34-40.
17 Según Deleuze-Guattari, el conjunto de axiomáticas que rigen el capitalismo transforma la inmovilidad de los códigos para ponerlos, una vez descodificados, al servicio del capital. El Anti-Edipo, Ob. cit., p.247-260.
18 “…en las regiones de agricultura comercial, guerrillas y narcotraficantes están en situación de confrontación permanente. Pues los narcotraficantes, que han comprado millones de hectáreas de las mejores tierras, se encuentran allí, como todos los otros grandes hacendados, expuestos a las exacciones de las guerrillas. Entonces ellos patrocinan grupos armados destinados a golpear a sus adversarios. Se pasa así de las interferencias a las interacciones estratégicas”. D. Pécaut, “Presente, pasado y futuro de la violencia”, Ob. cit., p.19.
19 No es la intención del artículo dar cuenta del modo de operar de las guerrillas en su resistencia al capitalismo. No obstante, tomamos aquí el argumento de Deleuze y Guattari quienes describen su operar feudal. Ob. cit., p.450.
20 Según estadísticas de la encuesta nacional a hogares desplazados realizada por el equipo de investigación sobre violencia y derecho humanitario en Antioquia, del IPC, sobre el total de desplazados, el 36,7% corresponde a mujeres jefes de hogar, el 54,12% al total de desplazados de sexo femenino y el 77,33% a desplazados menores de 18 años. En: Ponencia presentada en el Seminario “Desplazamiento forzado y conflicto social en Colombia”, Universidad Nacional, noviembre de 1997.
21 Lo transpolítico hace referencia a un nuevo agenciamiento, es decir a un socius específico. En éste, siguiendo la definición planteada por Deleuze-Guattari, los sistemas de poder no tienen en si mismos finalidades, sino de su operar resultan efectos particulares en cuanto tal especificaci ón imprime direcciones propias a las condiciones que establece. Cfr. Mil Mesetas, Ob. cit., pp.213-138.
22 P. Virilio, “La política de la desaparición”, Ob. cit., p.47.
23 Ibid., p.46.
24 Ibid., p.48.
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- Última actualización en 05 Diciembre 2017