La institucionalización de la investigación social en la universidad colombiana
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La institucionalización de la investigación social en la universidad colombiana
The institutionalization of social research in the Colombian university
A institucionalização da pesquisa social na universidade colombiana
Humberto J. Cubides C.*
Resumen
Con base en una mirada a los principales indicadores de la actividad investigativa universitaria en Ciencias Sociales, y partiendo de las reflexiones hechas por la comunidad científica sobre el fenómemo, el autor propone un conjunto de ideas relacionadas con las circunstancias existentes en el medio académico que posibilitan la objetivación de la realización científica de estas disciplinas, con el papel que juegan allí los distintos actores -docentes, investigadores y administradores-, así como sobre las formas de explicación y justificación del quehacer investigativo. Finalmente se hace una mirada prospectiva, muy sugerente, sobre el lugar que debería ocupar la investigación en las facultades de Ciencias Sociales en Colombia.
*Psicólogo. Asesor del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central y docente universitario.
Dentro de la creciente importancia adquirida en los últimos años por la investigación científica en la universidad colombiana, el caso particular de las disciplinas sociales y humanas amerita un examen más exhaustivo, pues entraron a superar el aislamiento al que por un largo período fueron sometidas y por el cual habían perdido en gran medida su valoración. Este hecho condujo a la crisis de las facultades donde tienen su lugar natural. Crisis que se expresó, o bien en el debilitamiento de algunas de ellas, o bien en la orientación que otras -sobre todo las económico- administrativas- tomaron hacia el énfasis del simple adiestramiento profesional para cubrir un mercado cada vez más amplio y competido.
La reflexión que en sucesivos foros se ha realizado sobre la investigación social, especialmente a partir de la creación del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, ha consolidado un diagnóstico muy completo sobre sus problemáticas. Sin embargo, creemos que resulta válido el examen teórico de las circunstancias que en el medio universitario hacen factible o no el proceso de objetivación de dicha actividad, de la forma como los distintos actores involucrados posibilitan su existencia -a partir de la comprensión del conocimiento ligado a su papel-, así como de las alternativas que se presentan al momento de explicar y justificar los elementos tradicionales del quehacer, es decir, del proceso de su legitimación.
Una mirada a los indicadores de comportamiento
A pesar de que se reconocen las limitaciones que poseen los indicadores con los cuales pretendemos inicialmente aproximar una descripción del estado reciente del fenómeno en cuestión, una somera mirada de algunos de los más importantes permitirá orientar el análisis de las condiciones que probablemente generan su comportamiento.
Refiriéndonos tan sólo a los datos que provienen del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, puede observarse que los dineros invertidos en la investigación en Ciencias Sociales siguen siendo modestos, más aún si se comparan con los gastos totales de los demás programas1 (cuadros No. 1 y No. 2). Aun cuando el porcentaje de proyectos aprobados en el último período es algo superior al 14% y en términos brutos el número de ellos sigue a los del programa de ciencias básicas, su monto financiado no alcanza siquiera el 4% del total, superando sólo los Programas de Regionalización, Sistemas de Información -los dos muy específicos- y el de Educación.
CUADRO No. 1 |
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Por otra parte, acudiendo a un indicador un tanto más significativo, referido al número total de proyectos aprobados por Colciencias, se observa una tendencia al incremento a partir de 1985, llegando al máximo en 1991, con un descenso en 1992, debido quizás a problemas de flujo de fondos. No obstante, esta tendencia no es muy consistente y puede decirse que en cifras absolutas la situación no ha cambiado de manera importante. Adicionalmente, no se encuentra tampoco un claro mejoramiento en el indicador de éxito, al menos hasta el año de 1990, período para el que existe la información. (Este indicador se refiere al número de proyectos aprobados sobre el número de los proyectos presentados para financiación).
CUADRO No. 2 |
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En cuanto a la concentración de los proyectos aprobados por COLCIENCIAS para el programa de Ciencias Sociales y Humanas, Cuadros Nos. 4 y 5, se observa la preponderancia casi absoluta de las tres ciudades principales (Bogotá, Medellín y Cali), las cuales, en 1992, desarrollan el 100% de los proyectos y en 1993 el 88%. Si a ello se agrega que entre 1984 y 1990 del total de 110 propuestas aprobadas sólo 6, el 5.5%, pertenecen a ciudades distintas, el fenómeno resulta alarmante2.
Igualmente, la concentración institucional de los proyectos aludidos indica que en los dos últimos años las universidades de más alto prestigio (Nacional, Andes, Valle, Antioquia) "acaparan" la mayor proporción de financiación, con el caso excepcional de la Universidad Central que ha logrado una importante presencia desde cuando inició la presentación de propuestas, hace aproximadamente cuatro años (cuadro No. 6).
Debe agregarse que en el período 1984-1990 las cuatro universidades mencionadas en primer término, obtuvieron la aprobación del 45% de los proyectos, lo cual corresponde a 49 entre 110.
Tal como lo han señalado otros analistas3, es necesario anotar que la investigación apoyada por Colciencias es sólo una parte de la realizada en el país; a pesar de ello, es una buena referencia, quizás la más confiable, acerca de lo que sucede en las universidades. Puede afirmarse, entonces, que si bien ha existido un mejoramiento en la investigación social, al menos cuantitativo, especialmente a partir de 1990, éste no ha sido muy significativo. Además, existe una tendencia a la reducción del ámbito geográfico e institucional de la investigación, lo cual contradice el espíritu de descentralización y desconcentración señalado en las políticas y programas estatales. En todo caso, vale decir que las críticas acerca de la falta de respaldo económico a la investigación no son del todo justificables, pues cierta proporción de los recursos oficiales no se ejecutan debido a la escasez de propuestas que sean calificadas favorablemente, como ya se vio en el indicador de éxito (cuadro No. 3).
CUADRO No. 3 |
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* Estas cifras corresponden al período octubre-octubre |
CUADRO No. 4 |
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CUADRO No. 5 |
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CUADRO No. 6 |
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La reflexión de la comunidad universitaria
Examinemos a continuación los argumentos más relevantes expuestos por los representantes de la comunidad universitaria sobre el estado y perspectivas de la investigación en estas disciplinas, pues de una u otra forma contribuyen a profundizar el análisis del fenómemo.
En general, se percibe un consenso que ubica a las Ciencias Sociales en el contexto de una fuerte modernización del país, ante la cual, sin embargo, se enfatiza la facultad que tienen estas áreas de analizar y discutir el sentido que debe darse al desarrollo material y a los componentes de ese proceso. Partiendo de la base de caracterizar el cambio de estructura socioeconómica de la nación como desligado de un cambio de las estructuras de poder y de nuestras imágenes culturales, en lo que se ha denominado un proceso de modernización en contra de la modernidad4, se propone entonces proyectar la "mira estratégica de la modernización hacia el horizonte de convergencia entre la época y la cultura para definir, en esa dirección su sentido general". Se trataría así de darle una dirección particular, un significado propio, a aquello que se considera una macrotendencia de aceleración histórica del mundo moderno5.
Complementariamente, se concibe esa dinámica cultural como fundamental, no como un elemento más del desarrollo, sino el único que puede permitir el tránsito de un Estado Nacional a una Nación, es decir, a una comunidad que reconoce su origen, desarrollo y porvenir histórico. En la tarea de descubrir la perspectiva propia, se menciona cómo la posibilidad de síntesis de la razón moderna requiere de la ‘competencia propositiva’ de las teorías sociales que reconociendo el contexto haga el tránsito inmediato a la historia de las teorías a nivel universal, con lo cual se relativiza el mismo contexto6. Por esta vía, se pide a la investigación de las Ciencias Sociales priorizar los estudios teóricos, aquellos que tienen que ver más con el análisis de los problemas del conocimiento, en contra de la tendencia de los que buscan propuestas para la solución de problemas prácticos inmediatos.
En relación a este punto se observa que el desarrollo investigativo de algunas disciplinas no se orienta en la dirección esperada. Es notable la fragilidad y escasez de los estudios filosóficos, a pesar de ser la única área donde existe doctorado en Colombia y un número importante de especialistas. Este hecho lo explica, en parte, un observador, porque quizás se ha confundido el sentido de lo que significa investigar en esta disciplina. Se propone, entonces, que la investigación filosófica influya en el descubrimiento de problemas relevantes de las demás ciencias, impulse la clarificación de sus conceptos y lenguaje, la discusión sobre el sentido de racionalidad y la búsqueda de nuevos métodos y paradigmas. Otras disciplinas como la Economía y la Sociología, aun cuando en términos cuantitativos son destacadas en la investigación, presentan un énfasis en campos coyunturales, sectoriales y regionales, a cambio del debate teórico, los análisis estructurales y la investigación estratégica. La Antropología, cuyo aporte básico había estado en el conocimiento de las comunidades indígenas, el folclor, la arqueología regional, el examen de lo amerindio, la medicina tradicional y la familia, sólo en los últimos años comienza a interpretar los complejos temas de la cultura urbana. La Lingüística se ha centrado en el análisis de las lenguas aborígenes regionales y la lingüística española pero sin perseguir, generalmente, el avance teórico como tal. A pesar de la creciente importancia de las investigaciones políticas aplicadas, se nota la poca presencia de trabajos teóricos sobre algunos temas fundamentales, como el análisis del narcotráfico, el clientelismo, la política internacional y los aspectos sociojurídicos. Estudios sobre estos últimos, apenas recientemente se abren paso, en tanto la investigación denominada "dogmático jurídica" ha tenido un desarrollo mucho mayor. Un tanto diferente es la situación de la investigación histórica, pues en términos cuantitativos y cualitativos, ha tenido últimamente un buen desarrollo, pasando de los análisis regionales y locales a los de historia social de la ciencia, los fenómenos de la violencia, los procesos de modernización y los políticos, dentro de una perspectiva amplia e interdisciplinaria7.
El avance de la investigación teórica, la cual no debería ser relegada "en nombre de las urgencias del desarrollo o de matrices de transferencia de tecnología"8, permitiría lograr consensos racionales sobre la cultura y las diversas interpretaciones de la realidad social, otorgando pretensión de conocimiento a estas disciplinas, mediante una intersubjetividad comprobable. Alternativamente, la introducción de nuevos elementos racionales dentro de una imagen de incertidumbre, compleja y evolutiva, podría generar nuevos caminos de invención, conjeturas, hipótesis o modelos provisionales, que pueden cambiar los métodos tradicionales de validación de conocimiento. En uno u otro caso se demanda un abordaje pluralista e interdisciplinario de los fenómenos.
El rescate del pluralismo, entendido como la necesidad de evitar monopolios teóricos, temáticos o institucionales, frenaría el proceso perjudicial de la homogenización del discurso de las ciencias sociales, que en los últimos años ha reemplazado el dogmatismo de décadas anteriores, cuando se proyectaba la teoría desde estancos de escuela herméticos. Ello implica la consideración de otros elementos tales como la flexibilidad metodológica, la aceptabilidad de proposiciones novedosas y la tolerancia, dentro del rigor, para valorar la calidad de la investigación9.
Un enfoque interdisciplinario de la investigación impediría la limitación teórica y temática de los objetos de estudio, la estrechez en el uso de instrumentos metodológicos, la ausencia de contextualización y complejización en el entendimiento de los problemas sociales, característico de los estudios de años anteriores. Dicha interdisciplinariedad, sin embargo, se entiende bajo dos formas: la de una concurrencia de saberes a la de una sucesión de saberes. El primer caso sólo es posible cuando los conocimientos que intervienen, desde diversas áreas, han alcanzado un nivel de desarrollo similar y existen instrumentos y métodos de agudeza y rigor semejantes; el segundo, cuando no se dan estas condiciones, implicaría la continuidad de investigaciones, es decir, los resultados de un enfoque disciplinar a un problema darían paso a nuevas preguntas que más adelante pueden ser abordadas por otras ciencias10. En ambos se requiere, no obstante, que exista articulación y no simple suma de visiones.
Asociado a los problemas anteriores, pero sobre todo al carácter provinciano y al aislamiento de las ciencias sociales en Colombia, así como a la falta de información actualizada, discusión y difusión de los logros teóricos, se presenta el estado incipiente de consolidación de la comunidad científica en estas disciplinas. Se piensa que su fortalecimiento no puede convertirse en una tarea en sí misma; en la medida en que se dé impulso financiero a las investigaciones, se promueva la existencia de postgrados de calidad, se exija rigor teórico y metodológico, se establezcan relaciones con redes internacionales y vínculos con investigadores, grupos y escuelas de pensamiento, es factible que esta situación tienda a cambiar11. En cualquier caso, el fundamento de ello estaría en la renovación de los individuos y grupos de investigadores, sobre lo cual parecen existir indicios, aunque la entrada al sistema de "jóvenes - jóvenes" ha sido difícil, como lo muestran, parcialmente, los datos del programa Nacional de Ciencias Sociales y Humanas12.
Cómo concebimos los diferentes aspectos del problema
Desde nuestra propia perspectiva, son varios los elementos que podemos señalar en el curso de un análisis sobre la problemática de la institucionalización de las ciencias sociales en la universidad.
En primer término, es evidente que durante los últimos años la comunidad universitaria asume una fuerte preocupación por asuntos que tocan, bajo diversos niveles, con la investigación en estas disciplinas: los cuestionamientos por formas más creativas y críticas de transmisión de conocimientos de acuerdo a cada temática; la búsqueda de contextualizaciones histórico -sociales de las teorías y de las técnicas; las orientaciones hacia la integración de diversos saberes y métodos; las preguntas por la validez y significación de principios y conceptos teóricos disciplinares; etc.. Lo anterior pareciera ser una actitud permanente en la universidad, aunque no necesariamente general. Pero más allá, en el plano estrictamente investigativo, la vinculación de esta actividad con la docencia sigue siendo fortuita: reglamentada en unas pocas universidades y presente, de manera casi exclusiva, en unos cuantos docentes del resto de instituciones. Se encuentra un número mayor de "metodólogos", seminarios investigativos, comités o centros de investigaciones, que proyectos, estudios realizados y hallazgos novedosos. Es decir, se trajinan más los términos investigativos de lo que se aplican en análisis concretos; a cambio de tradiciones investigativas se asumen más los hábitos, como prendas, pero es bien sabido que ‘el hábito no hace al monje’.
Considerando que la objetivación de la actividad y la actitud investigativa -entendida esta última como el esfuerzo constante de pensar autónomamente, de ejercer la duda sistemática y el alejarse de cualquier argumento de autoridad- en las ciencias sociales no son ni mucho menos suficientes para su institucionalización, examinemos qué grado de control pueden tener sobre ellas las políticas y programas diseñados al respecto por las universidades.
Obviamente el proceso de adecuación formal frente a los propósitos de creación de conocimiento, que incluso oficialmente se le asigna a la universidad, ha sido global. Con mayor o menor claridad, precisión y profundidad, se han retomado estas políticas permeando los principios universitarios, los perfiles de las carreras e incluso los objetivos y estructura de las materias. Más allá, sin embargo, los discursos y el comportamiento de los individuos de la universidad comienzan a apartarse: desde aquellos que postulan prioritariamente la lógica administrativa y burocrática hasta los que se enfocan exclusivamente hacia lo académico; desde los que se preocupan solamente por la rentabilidad de los programas, los cursos de grado, la educación continuada, las consultorías, etc., hasta quienes desgastan esfuerzos y recursos en actividades sin verdadero reconocimiento. De esta forma la coincidencia entre la ‘filosofía’ directriz de la universidad y la acción académica raras veces se da en, por ejemplo, la elección de líneas de investigación, la valoración de los logros de los investigadores, su difusión, la creación de infraestructuras adecuadas a la labor, e, incluso, la asunción de ideas, métodos y teorías construídas en ese proceso, lo cual permitiría a la universidad en cuestión pensar autónomamente de manera fundamentada. Así, el ideal de hacer de la universidad una institución donde principalmente se enseña el proceso de producción de conocimiento y no su objeto, es todavía muy lejano.
Lo anterior conduce a pensar que no es posible que en una institución determinada pueda darse la unificación plena de los diferentes procesos y lógicas; ni el predominio absoluto de la visión administrativista, como tampoco el de una visión puramente cientifista. Lo que parece indiscutible es que en determinados momentos cierto ‘espíritu’ universitario se va imponiendo, con lo cual tiende a ejercer poder, no sin conflictos, una u otra visión. De esta forma las acciones académicas van adquiriendo sentidos semejantes. Sería aventurado calificar unánimemente a las instituciones e incluso tan sólo a las facultades de Ciencias Sociales de Colombia, pero muchos analistas coinciden en destacar el aumento cuantitativo de las carreras y de los estudiantes universitarios, -indicativo de una eficiencia administrativa- no compensado con la presencia de calidad de la formación. Esto se refleja en la falta de innovaciones científico- técnicas, en el ejercicio profesional mecánico y, en general, en una innegable dependencia cultural.
Ahondando un poco en esa relación poder-saber, es bueno anotar que la visión que tiende a imponerse en el interior de la universidad no está aislada de aquello que predomina en el contexto social. Tratándose de las disciplinas sociales, el marcado énfasis por el saber instrumental, sobre todo en las áreas económico-administrativas, donde muchas veces burdamente se copian modelos, procesos y tecnologías de moda, conlleva al detrimento y desdeño por la teoría y la comprensión histórico-cultural de los fenómenos. No quiere esto decir, por supuesto, que demeritemos la relevancia de cierta clase de investigación empírica: aquella que contribuye al mejoramiento de las condiciones sociales y culturales del país y que puede ser el fundamento necesario de estudios de mayor complejidad y trascendencia. Pero, incluso, en saberes como el político, el jurídico y, en menor medida, el sociológico, se favorece en demasía las concepciones blandas, de alcance medio, del tenor de un ‘sano’ eclecticismo, muchas veces amparadas en la necesidad de adoptar un espíritu de tolerancia. Ello concuerda con la urgencia de resolver problemas prácticos inmediatos, patrocinada en gran medida por el Estado y la empresa privada, ansiosos de eliminar antagonismos delicados. Es por esto que en los últimos años se intensifican los estudios sociales al nivel de las asesorías y las consultorías, ocupando gran proporción de recursos humanos y financieros, buena parte de los cuales podrían ser valiosos para el examen de asuntos que tocan más el fondo de la definición de nuestros futuros posibles. Esto último, además, permitiría la construcción de teorías alternas, así como la elaboración de métodos de investigación flexibles y plurales, adecuados a la complejidad e incertidumbre de los objetos a estudiar.
Bajo la orientación que acabamos de proponer, las facultades universitarias podrían, a su vez, consolidar una verdadera autonomía. Entendida de dos maneras: en primer lugar, frente al contexto, por la posibilidad de plantearse políticas, metas y prioridades de investigación, que le permitan encarar analíticamente los problemas de la sociedad, buscando la integración entre los asuntos disciplinares y los asuntos profesionales. Los resultados de estos estudios contribuirán, igualmente, a que adopten una posición independiente y una estructura de interpretación crítica en torno al devenir deseable. Sin embargo, una segunda manera de asumir la autonomía, quizás más importante, tendría que ver con su ejercicio en el interior de las propias instituciones. La responsabilidad de la universidad estaría aquí presente en la medida en que facilite y apoye la acción de quienes desarrollan un verdadero interés académico y científico, en tanto que margina a aquellos que sólo buscan el beneficio o reconocimiento personal con su labor investigativa o docente. El punto anterior remite a otro problema: la importancia y el papel de las ciencias sociales y humanas para dirimir el conflicto entre los dos tipos de intereses mencionados. Es bien claro que estas disciplinas, especialmente cuando se aproximan a la reflexión filosófica de los problemas, interrogan el carácter de verdad de los diversos saberes, contextualizando los factores histórico-sociales en que surgen ciertas proposiciones teóricas y técnicas. En ese marco, ejercen una labor de control del conocimiento, así como de su utilización. Por ello, el carácter marginal en que todavía se mantienen las áreas sociales y de humanidades dentro de la institución universitaria colombiana es muy preocupante. Son facultades menores o solamente un departamento "inferior" frente a otros de mayor reconocimiento. Aún más difícil es la situación específica de los componentes de fundamentación epistemológica e investigativa, pues generalmente se reducen, en el primer caso, a una ambigua materia de ‘humanidades’, y, en el segundo, a un confuso y descontextualizado curso de metodología. De esta forma, ninguno de ellos hace parte estructural del currículo y, sobre todo, de una actitud pedagógica crítica e imaginativa.
Se puede pensar, entonces, la denominada "crisis" de la universidad en la forma como en época pretérita Kant concebía el conflicto de las facultades de la universidad alemana: una crisis de desintegración, un desligamiento interno, producto de la inexistencia de una disciplina que aune a todas las demás en un verdadero corpus de saber13. El recurso no es retórico; el despegue de la modernización conlleva tal complejización y diversificación de actividades y funciones, que correlativamente la ciencia, y su hermana menor, la tecnología, se parcelan, sometiéndose a dispersión. El especialismo, la profesionalización a ultranza que muchas veces asume la universidad buscando responder a esa demanda de individuos diestros en uno u otro campo, conducen a que se olvide de su tarea principal cual es la de ser crisol de cultura, lugar donde se pueden mediatizar racionalmente los problemas fundamentales de la sociedad. Allí, por su puesto, tiene valor insustituible el conocimiento social. En consecuencia, es necesario abandonar definitivamente la concepción que señala que la crisis de la institución universitaria se debe fundamentalmente a su inadecuación frente al entorno económico- social del país. Tratándose de este desequilibrio, es deseable que siempre exista, pues la lógica del conocimiento y de la creación es bien diferente a la de la necesidad y la producción de la vida social y material. No obstante, el esfuerzo que innumerables funcionarios y docentes han realizado por convertir la enseñanza superior en una máquina de reproducción de individuos dóciles, técnicamente eficientes, no ha resultado vano. El clamor por la práctica, por la herramienta o por el programa útil, por la preparación ejecutiva, superan permanentemente los llamados a una formación integral, reflexiva y sensible, éticamente consciente. Formación en la que el eje central lo debe constituir la actividad investigativa pues es la única que provee la autonomía de pensamiento. En particular, el estudio de los procesos de la modernidad, el análisis de los objetos culturales, de los procesos de comunicación, así como los de la construcción de nuestras identidades, son temas de indudable relevancia para el desarrollo de las ciencias sociales en Colombia, en torno a los cuales debería convocarse de manera amplia a la comunidad académica universitaria.
Por esa vía, es que puede entenderse cualquier ejercicio de control de los directivos y administradores de la institución. Su preocupación central debería referirse al cómo garantizar permanentemente la creación y transmisión - enseñando a pensar- de conocimientos rigurosos y sistemáticos, y a la forma en que estos hábitos se comparten por un número cada vez mayor de individuos. No es suficiente entonces, que se creen reglamentos, propósitos, e incluso cargos u organismos responsables de impulsar la actividad investigativa. Tampoco que existan uno o unos pocos núcleos de investigadores y docentes que desarrollen nuevas propuestas e ideas sin que permeen el conjunto de la comunidad universitaria. Estas condiciones que, con mayor o menor amplitud, se dan en gran parte de las facultades de ciencias sociales, no han logrado todavía legitimar la práctica científica correspondiente. Esta última debe traducirse no solamente en la indispensable evolución curricular, sino, sobretodo, en la consolidación de un ambiente y un espíritu crítico, universal e innovador. Allí, nuevamente nuestras disciplinas son de la mayor importancia, pues posibilitan contextualizar los problemas de otras áreas, entender los complejos aspectos de la educación y, particularmente, elaborar alternativas pedagógicas que en verdad rompan con la enseñanza tradicional, repetitiva y mecánica.
Una manera inicial de socializar los hábitos investigativos consiste en la vinculación de asistentes y auxiliares -trátese de estudiantes o profesores novatos- en proyectos dirigidos por investigadores experimentados. Adicionalmente, puede pensarse en convertir ciertos contenidos del currículo en verdaderos programas de investigación, abordados en forma más o menos amplia por diferentes cursos. Sin embargo, es difícil pensar en la formación de una verdadera comunidad científica si no se diseñan y desarrollan programas de postgrado penetrados seriamente por la práctica científica. Ello significa superar la visión en buena parte utilitarista de crear especialidades con el objetivo simplemente de actualizar conocimientos, o, para el adiestramiento en técnicas o tecnologías de moda, visión que ha tendido a imponerse en los últimos años en las carreras de ciencias sociales y humanas.
Por otra parte, dado que la actividad de los investigadores no depende únicamente de disposiciones racionales sino que toca también con aspectos de tipo afectivo tales como el temor al fracaso o al error, la susceptibilidad a la crítica, la dificultad de una práctica la mayoría de las veces no compensada adecuadamente en lo económico, la compleja integración a un equipo o ‘laboratorio’ científico, etc., se requiere que la institución, en cabeza de los directivos y administradores de centros o programas de estudios, dé una apertura hacia la comprensión. Es decir, que establezca un justo equilibrio entre exigencias necesarias en cuanto a calidad y plazos para la entrega de resultados, y el brindar un apoyo constante en lo logístico y humano que facilite una labor de suyo complicada. Quizás varios de los procesos investigativos, así como un número importante de talentos en formación dentro de las áreas sociales se han malogrado, debido a que este resulta ser un terreno aparentemente sólo apto para aquellos individuos capaces de someterse a condiciones extremas en lo intelectual y en lo institucional.
Al tiempo que se pueda generar cotidianamente la actividad investigativa, y la actitud correspondiente se despliegue en forma natural, permeando el conjunto de la academia, se requiere que las áreas de ciencias sociales y cada una de las universidades, construyan un pensamiento propio y unas políticas particulares. Ello le otorgará un significado cada vez más profundo a sus procesos de creación de conocimiento, así como al marco institucional en el cual ellos se desarrollan. En los últimos años, la discusión acerca de la problemática de la investigación, en buena medida impulsada por los organismos oficiales, ha favorecido el fenómeno de autoreflexión; no obstante, la explicitación teórica sobre el tema debe avanzar hasta permitir la formación de un cuerpo de ideas diferenciado, que facilite y enriquezca el debate.
Esto último se relaciona con un problema todavía más importante: la responsabilidad de las instituciones universitarias. A más de su tarea de crear profesionales y, especialmente, de formar individuos íntegros, contribuir a la evolución de una conciencia histórica de la sociedad y adelantar el conocimiento, está su responsabilidad de clarificar y tematizar sus propios sistemas de interpretación del mundo, reconociendo, ante los estudiantes y la comunidad académica, sus intereses y las implicaciones sociales y políticas de su comportamiento. Es obvio que esta tarea exige tal grado de autocrítica y de reflexión que sólo aquellas instituciones verdaderamente maduras en lo intelectual, pueden llevarla a cabo satisfactoriamente. Además, pone de presente de nuevo el valor del conocimiento social, al indagar los elementos teóricos para acercarse a los fundamentos de una filosofía de la educación, los problemas de la sociología de la ciencia, la relación entre los sistemas de valores institucionales y sus principios y programas, y, en general, al buscar el entendimiento del lugar y la significación social de la universidad.
Concibiendo simultáneamente esta institución como ámbito de posibilidades, es lícito pensar en la incidencia de las nuevas teorías para acelerar el cambio social. Ello es posible, si se favorece internamente el diálogo entre discursos, con lo cual las diversas definiciones de lo social se discuten, pudiendo surgir rupturas en la interpretación de los fenómenos. Así, existirían ideas y concepciones no solamente en provecho de la universidad sino también para su realización en la historia, para su legitimación, lo que impulsaría que las estructuras sociales se modifiquen buscando conformarse a ellas14. Ello exige hacer efectiva una actitud pluralista en cuanto a enfoques teóricos y metodológicos, temas de estudio, proyectos de futuro, etc. Igualmente, facilitar el diálogo entre las diferentes disciplinas sociales superando el divorcio a que por décadas han estado sometidas. Y sobre todo, desarrollar un clima de tolerancia en el contexto intelectual y político que permita el pensar autónomo de la comunidad universitaria.
Citas
1. Las cifras son tomadas de documentos institucionales del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología "Asignación de recursos a la ciencia y a la tecnología". Octubre de 1991 - diciembre de 1993.
2. Esta Información fue obtenida de los archivos del Programa de Ciencias Sociales y Humanas, así como del documento anexo No. 2 "Propuestade lectura a los proyectos de investigación social y a su trámite ante Colciencias (período 1984 - 1992)". En: Los retos de la diversidad. Colciencias 1993.
3. Francisco Gutiérrez y Gladys Martínez. Ibid. Página 228 y 229.
4. Véase: Rubén Jaramillo. "La postergación de la experiencia de la modernidad en Colombia". En: Estructura Científica Desarrollo Tecnológico y Entorno Social. Misión de Ciencia y Tecnología. Tomo II, 1990
5. Miguel Angel Hernández. "La modernización social y el mundo moderno". Ibid. Página 532
6. Véase: Guillermo Hoyos. "Pensamiento nacional y pensamiento universal o acerca de las teorías y de las investigaciones de lo concreto". En: Los retos de la diversidad. Colciencias, 1993
7. Los conceptos aquí presentados se basan en un resumen de los consignados en el libro "La Ciencias Sociales en Colombia", Colciencias, 1992; junto con los datos sobre proyectos presentados y aprobados por Colciencias en el período 1991 - 1993, así como otros documentos de la misma institución.
8. Carlos B. Gutiérrez. "Teoría básica y ejercicio crítico: dos carencias del trabajo en Ciencias Sociales y Humanas en Colombia". En: Los retos de la diversidad. Idem.
9. Consúltese: Miryam Henao "Criterios de calidad en la investigación en Ciencias Sociales. Notas para una reflexión". Ibid. Página 109
10. Emilio Yunis T. "Una visión interdisciplinaria de la ciencia". En: Memorias Simposio internacional sobre investigación científica". Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, 1993.
11. Estas son conclusiones extraidas del documento institucional de Colciencias, basado en seminarios sobre el tema. "Ciencias Sociales y Humanas. Entender y anticipar la modernidad". En: Convocatoria a la creatividad. Colciencias 1992
12. Según el documento anexo al texto "Los retos de la diversidad", los investigadores nacidos en la década del 50 fueron los más activos durante el período 1984 - 1992, reemplazando gradualmente los nacidos en las décadas del 40 y del 30.
13. La interpretación del texto clásico de Kant la desarrolla J. Derrida en: La filosofía como institución. Barcelona, Juan Gránica Ediciones, 1984.
14. Aquí, como en otros apartados, seguimos de cerca lo planteado por Berger y Luckman en su interpretación de la realidad social. Cfr. La construcción social de la realidad. C. II. Amorrortu editores 1993.
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- Última actualización en 13 Enero 2018